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Lección 1.1 Desarrollo General de la Seguridad Social.pdf

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Lección 1.1: Desarrollo General de la Seguridad Social Introducción Las Gildas, Cofradías, Hermandades de Socorro, Mutuales y Montepíos, son diversas formas de organización social que en la búsqueda de protección social de manera organizada a lo largo de la historia de la humanidad se constituyeron...

Lección 1.1: Desarrollo General de la Seguridad Social Introducción Las Gildas, Cofradías, Hermandades de Socorro, Mutuales y Montepíos, son diversas formas de organización social que en la búsqueda de protección social de manera organizada a lo largo de la historia de la humanidad se constituyeron en fuentes de la seguridad social. El Siglo XVIII se destaca por el desarrollo de la gran industria, especialmente en Inglaterra y Alemania, que en los aspectos sociales no llevó consigo una mejora sustancial de la calidad de vida. Este período se caracteriza por la extrema pobreza de los asalariados. El Estado se abstiene de intervenir en las relaciones laborales; por lo tanto, el trabajador está sometido permanentemente a la oferta y la demanda de la fuerza de trabajo. Con la industrialización aparece el “proletariado”, hubo gran auge de las mutuales y sociedades de socorros, se erigieron como el más idóneo sistema de previsión y de ayuda para las clases más modestas. Primera Revolución Industrial (1820-1870). Antes de la Primera Revolución Industrial, la mayoría de las personas trabajaban en la agricultura o en ciudades de mayor o menor tamaño como miembros de un gremio. Los gremios eran organizaciones que agrupaban a artesanos de un mismo oficio, sobre todo en las industrias textil y de la madera. Cada gremio controlaba las "artes" o "misterios" de su oficio. Los maestros artesanos gozaban de un estatus social mayor debido a su nivel de conocimientos técnicos y a que tenían sus propios talleres o tiendas, en los que empleaban y formaban aprendices. Las primeras etapas de la carrera de un trabajador artesano consistían principalmente en aplicar los últimos toques a un producto casi terminado. La formación necesaria para alcanzar el estatus de artesano o de maestro artesano consistía principalmente en aprender a utilizar un conjunto de herramientas sencillas, según determinase el gremio. Los gremios también impusieron restricciones a la entrada, dificultando el acceso de aquellos que no disponían del capital o de la aprobación necesarios para formar parte de la profesión, aunque fuese como aprendices. En muchas ciudades, los gremios se unieron para proteger sus intereses comunes, dando lugar a 4 instituciones (Laing 2011). Como tal, el trabajo definía el papel de una persona en la sociedad, y la movilidad social era escasa. Las guerras se racionalizaron con una filosofía mercantilista que motivó la expansión colonial y las barreras al comercio. La Primera Revolución Industrial puso fin a la economía política del mercantilismo y marcó un importante punto de inflexión hacia una filosofía de libre mercado. Su transición ganó impulso entre 1820 y 1870, con la introducción generalizada de los barcos, buques y trenes de vapor, la producción a gran escala de máquinas-herramientas y la presencia cada vez mayor de fábricas que funcionaban con máquinas de vapor. Las tareas individuales empezaron a llevarse a cabo con máquinas específicas en lugar de realizarse únicamente con esfuerzo humano o animal. Los trabajadores agrícolas no calificados se fueron a trabajar a las fábricas, convirtiéndose en operarios de máquinas semicalificados mejor remunerados. Además, las fábricas también necesitaban trabajadores calificados, por ejemplo supervisores para organizar y supervisar a los operarios de las máquinas o ingenieros y mecánicos para diseñar, construir y aplicar nueva maquinaria (Katz y Margo, 2013). En resumen, la Primera Revolución Industrial aumentó el nivel de vida de muchos trabajadores, incluso de hogares pobres. Junto al rápido aumento de la producción agrícola, gracias al invento de los fertilizantes, la industrialización hizo posible, por primera vez en la historia, que las sociedades creciesen y saliesen de la trampa de pobreza maltusiana en que se encontraban. No obstante, a pesar de las grandes ventajas sociales aportadas por la Primera Revolución Industrial, en 1870 la esperanza de vida en las economías en progreso era de sólo 45 años. Todavía quedaba mucho por mejorar en las condiciones de vida y de trabajo. Las casas eran oscuras, estaban llenas de humo y no tenían electricidad. Las estufas de hierro acababan de inventarse y se cocinaba principalmente al aire libre. Para calentarse, había que situarse cerca de la estufa, y en los dormitorios hacía frío. No había agua corriente o instalaciones sanitarias en el interior de las casas, por lo que había que salir a buscar agua para cocinar, lavarse y lavar la ropa, y el agua sucia tenía que llevarse fuera. El carbón y la madera debían irse a buscar fuera de la casa y había que deshacerse de las cenizas restantes. Muchos trabajadores aún trabajaban muchas horas por un salario que apenas les permitía vivir dignamente, las oportunidades de asistir a la escuela eran muy limitadas y era habitual que los niños trabajasen. Aunque el ferrocarril empezaba a comunicar las ciudades, no era práctico utilizar el vapor en el interior de las mismas, por lo que el transporte en el interior de las urbes era principalmente a caballo (Gordon 2012). Leyes de Bismarck El verdadero origen de un sistema de seguros sociales obligatorios, se encuentra, por paradoja –dice Alcalá/Zamora- en la Alemania de Bismarck que, en nombre del emperador Guillermo II, lee en 1881 un mensaje parlamentario en el que se bosqueja un nuevo orden previsional. A fines del siglo XIX, aparecen en Alemania los primeros seguros sociales. Su programa social, se puso en vigencia entre los años 1.883 y 1.899, mediante las primeras leyes, que comprendió: los seguros de enfermedad, accidentes de trabajo, invalidez y vejez. Seguro contra Enfermedad. 1883 Seguro contra Accidentes de Trabajo. 1884 Seguro contra la Invalidez y la Vejez.1889 Bismarck comprendió en su época que, la protección de las contingencias sociales debía organizarse mediante seguros obligatorios, instituidos por el Estado y bajo su dirección. Decía: “Conceder al trabajador derecho a trabajar, mientras esté sano proporcionándole trabajo, darle la garantía de que será atendido cuando esté enfermo, asegurándole la asistencia para cuando sea anciano”. Tales eran los propósitos del Canciller. El Tripartismo Otto Eduard Leopold von Bismarck-Schönhausen, príncipe de Bismarck y duque de Lauenburgo, más conocido como Otto von Bismarck (1815–1898) tuvo la gran visión de establecer un sistema de protección obligatoria para los trabajadores, unificando las cuotas de los trabajadores a sociedades mutualistas, primas de los empleadores a compañías insipientes de seguros y recursos estatales destinados a la beneficencia: Bases todas ellas de la cotización y administración tripartita entre: Estado Empleador Trabajador En 1889, en París se crea la "Asociación internacional de seguros sociales", a partir de ese año se suceden congresos en Europa: Berna en 1891; en Bruselas en 1897; en París en 1900; en Dusseldorf en 1902; en Viena en 1905 y Roma en 1908. Es a partir del Congreso de Roma que se originan las Conferencias y acuerdan las Convenciones internacionales realizadas en La Haya en 1910; Dresde en 1911 y Zúrich en 1912. En 1919, mediante el Tratado de Versalles, a tiempo de poner fin a la Primera Guerra Mundial, nace la Organización Internacional del Trabajo (O.I.T.). El bienestar social garantizado por un orden y cómo conseguir ese orden social justo ha sido una de las preguntas fundamentales en la historia de la filosofía. La cesión del poder individual al Estado para el bien común de todos, no elimina las diferencias reales. Al contrario, en el nuevo marco político, adaptado a las nuevas transformaciones económicas, y con la aparición y el ascenso de la burguesía y el desarrollo del capitalismo, la actuación estatal queda sometida al imperio de la ley y se centra, especialmente, en garantizar las libertades individuales y el derecho de propiedad; que vienen a ser el origen de las grandes desigualdades (afirma Rousseau). Pero es bajo la versión hegeliana, que se concibe la función específica del Estado social consistente en hacer tolerable la desigualdad social, para dar lugar a la construcción del Estado de Bienestar en Europa, que toma forma a partir de 1945 con la introducción de nuevos instrumentos y objetivos tanto políticos como económicos, surge como respuesta a las soluciones más drásticas derivadas de la lucha de clases que se ofrecen desde uno de los bloques consolidados tras la Segunda Guerra Mundial. Esta respuesta, el “welfarestate”, tiene en su origen una concepción que puede considerarse de “colectivismo liberal” y persigue sobre todo, que por la vía del liberalismo económico y la seguridad social se redistribuya la riqueza, para evitar la explosión social especialmente del proletariado organizado. Informe Beveridge Con larga y sólida experiencia adquirida, el inglés Williams Beveridge (William Henry Beveridge, primer Baron Beveridge de Tuggal, economista y político británico) es uno de los responsables de la creación de los planes sociales avanzados en beneficio de los trabajadores, consideraba que en el camino de la reconstrucción posbélica (II Guerra Mundial), para concretar la posible felicidad de los pueblos era necesario vencer a cinco gigantes malvados; la necesidad, la enfermedad, la ignorancia, la miseria y la ociosidad. Beveridge, consideraba que el libre mercado, por sí mismo, no llegaría a resolver los problemas de la pobreza e inseguridad económica que en ese momento vivía Europa sin la intervención estatal, teniendo claro que ésta debía ser mínima. Declaración de Filadelfia La idea de la liberación de la necesidad fue reproducida en la “Declaración de Filadelfia” (10 de mayo de 1944) de la Organización Internacional del Trabajo, que constituye la Carta de principios de esta entidad. En ella se afirma, bajo la influencia del Informe Beveridge, que la OIT deberá coadyuvar en la ejecución de medidas para lograr “el pleno empleo y la elevación del nivel de vida; la obtención de un salario mínimo; la extensión de las medidas de seguridad para asegurar un ingreso de base a todos los que tienen necesidad de tal protección así como cuidados médicos completos; una protección adecuada de la vida y de la salud de los trabajadores en todas las ocupaciones y la protección de la infancia y de la maternidad” Muchos años separan a Bismarck (1883) de Beveridge (1942) –dice Novoa- pero uno y otro, son considerados en sus respectivas épocas como las más grandes figuras que, en el campo político, han tratado de encontrar para el hombre la solución de los problemas derivados de la inseguridad. Bismarck creó los seguros sociales constituidos a lo largo de los años en las líneas maestras de la seguridad social pública y Beveridge se erigió en el artífice de la moderna seguridad social. Por declaraciones en organismos supranacionales, constituciones y normas del derecho positivo, se puede afirmar que liberales como Otto Von Bismarck y Williams Beveridge, imaginaron otro mundo posible.

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