Dido a Eneas PDF
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Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM)
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This is a literary text, possibly a poem or prose work, from Classical literature, specifically Latin literature. It appears to be a translation or adaptation of a classical work about the meeting of Dido and Aeneas.
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VII DIDO A ENEAS [Recibe, Dardánida, los versos de Elisa! dispuesta a morir; las palabras que lees son las últims que de mí lees.] Así, cuando los hados le llaman, abati...
VII DIDO A ENEAS [Recibe, Dardánida, los versos de Elisa! dispuesta a morir; las palabras que lees son las últims que de mí lees.] Así, cuando los hados le llaman, abatido en la húmeda hierba, canta el blanco cisne junto a las aguas del Meandro?, / Y te hablo no porque espere poder conmoverte con mi súplica (he emprendido esto con la deidad en contra), sino porque, ha- biendo desgraciadamente perdido la fama de mis actos y la pu- reza de mi cuerpo y de mi alma, es insignificante perder unas palabras. Estás decidido a irte, pues, y a abandonar a la desgraciada 10 Dido, / y un mismo viento se llevará velas y fidelidad. Estás decidido, Eneas, a desatar con tu promesa las naves y a perse- guir los reinos ítalos, que no sabes dónde pueden estar. No te mueve la nueva Cartago3, mi las murallas que van elevándose, ni la soberanía ofrecida a tu cetro. 15 // De lo ya hecho huyes; lo por hacer buscas. Por el orbe de- be ser buscada una tierra; ya otra tierra ha sido buscada por ti. 1 Nombre fenicio de Dido. 2 Puede ser el Gran Meandro (Biiyuk Menderes) o el Pequeño Meandro (Kiqúk Menderes). 3 En lengua púnica Carthago ya significaba nueva ciudad (cf. SERV. ad Aer. 1 366). DIDO A ENEAS Aunque encuentres la tierra, ¿quién te la brindará para que la gobiernes? ¿Quién entregará a unos desconocidos la posesión de sus campos? Te queda el tener que poseer otro amor y a otra 20 Dido, y deberá ser dada otra promesa de fidelidad / que de nuevo traiciones. ¿Cuándo será que fundes una ciudad seme- jante a Cartago y puedas ver en lo alto, desde la ciudadela, a tu pueblo? Aunque ocurra todo eso y no te demoren tus votos, ¿de 25 dónde habrá para ti una esposa que así pueda amarte? / Me abraso como las enceradas teas al añadirles azufre; [como el piadoso incienso, echado a las humeantes piras, Eneas no se despega de los ojos de la que siempre vela.] A Eneas la noche y el día lo traen a mi mente. Él, en verdad, es ingrato y sordo a mis regalos, y de él yo, si no fuese insensata, quisiera estar 30 libre. Pero no odio a Eneas, pese a sus nocivos planes, / sino que me quejo de su infidelidad y, quejándome, lo amo más perdidamente. Apiádate, Venus, de tu nuera, y abraza a tu cruel hermano, hermano Amor. Que él milite en tu campa- mento! o, al menos, él, al que comencé yo (y no me desprecio) a amar, me ofrezca la posibilidad de amarle. 35 / Me engaño y esa imagen se me oftece sin razón. Disiente de la naturaleza de su madre. A ti te engendraron las piedras y los montes y los robles que nacen en peñas elevadas, a ti las l Tópico de la militia amoris. DIDO A ENEAS fieras salvajes, o un mar cual ves agitarse ahora también por los 40 vientos, / adonde, sin embargo, te dispones a ir con olas ad- versas. ¿A dónde huyes? El invierno lo impide. El favor del invier- no me ayude. Contempla cómo el Euro concita las turbulentas aguas. Lo que a ti había preferido deber, permite que lo deba a la tempestad; más justo es el viento y el mar que tu mente. 45 / No valgo yo tanto para que tú mueras (aunque lo merezcas, inicuo) mientras huyes de mí a través del ancho mar. Cultivas un odio a gran precio y muy constante si, con tal de librarte de mí, es para ti despreciable el morir. Ya amainarán los vientos y, sosegada igualmente la ola, / 50 correrá por el mar en azulados corceles Tritón. ¡Ojalá tú tam- bién cambiases con los vientos! Y cambiarás, si es que no supe- ras en dureza al roble. ¿Qué ocurriría si igmorases qué poder tienen los imsanos mares? ¡Fías en el agua con tan grandes pe- 55 ligros tantas veces experimentada! / Aunque desates amarras con un piélago que a ello anima, sin embargo ese mar alegre! tristezas muchas reserva. Y no es bueno a los que se lanzan al mar haber violado la pa- labra dada. Ese lugar se cobra el castigo de la perfidia, y de ma- nera especial cuando es traicionado el amor, porque la madre de 60 los Amores / se dice que nació desnuda de las aguas citereas. Tengo miedo, perdida yo, de perder o hacer daño al que daño me hace, o de que mi enemigo, náufrago, beba las aguas mari- 1 He preferido /aetus del Escurialensis Q-1-14 a Jatus porque me patece más natu- ral el paso de /aetus a latus, que es epíteto de mar; insiste en la idea de suadente y es- tá contrapuesto elegantemente al adjetivo trístia que le sigue. En Her. XVII 237 s. hay un evidente paralelo; Hoeffins (cf. Loers ad loc.), supongo que sin conocer el citado m5s., conjeturó /aetus. DIDO A ENEAS nas. Vive, lo suplico; piérdate así mejor que con tu muerte. Se- rás considerado tú, lo prefiero, causante de mi ruina. 65 / Imagina, ¡ea!, que eres arrebatado por un rápido torbelli- no (ningún peso haya en el augurio)!, ¿qué pensamientos te vendrán? Volarán a tu mente los perjurios de tu mentirosa len- gua y Dido, obligada a morir por un fraude frigio. Ánte tus 70 ojos se alzará la imagen de tu burlada esposa?, / triste, san- guinolenta, los cabellos en desorden. Dirías: «¡He merecido to- do lo que me pasa! ¡Perdón!», y pensarías que los rayos que caen están lanzados contra ti. Concede una breve tregua a la crueldad del piélago y a la tuya: un camino seguro habrá de ser la gran recompensa de tu 75 demora. // Y no tengas piedad de mí. Téngase piedad del niño Julo. Que poseas tú el título de mi muerte es suficiente. ¿Qué culpa tiene tu hijo Ascanio, qué culpa los dioses Penates? ¿Se tragará el agua a los dioses librados del incendio? Pero ni los lle- vas contigo, mi los objetos sagrados de los que te jactas, pérfi- 80 do, delante de mí, / ni tu padre oprimieron tus hombros. Mien- tes en todo y tu lengua no ha aprendido conmigo a engañar, ni soy, la primera, vejada. Si se pregunta en dónde está la madre del hermoso Julo3, ha muerto sola, abandonada de su cruel es- l Tópico de lo nefasto de disuadir a alguien que se marcha advirtiéndolo de los peligros. Cf. f/. XXIV 218; APOLLON., 1 304; OviD., Met. 1 596, etc. Reflejo de las palabras de Dido a Eneas en Eneida IV 384-386. 3 Creúsa. DIDO A ENEAS 85 poso. / Tú me lo habías contado, pero excitó mi culpabilidad !. Por ello el castigo iba a ser menor que mi culpa. Y mi mente no duda de que a ti tus dioses no te favorecen. Por mar y por tierra te lanza el séptimo invierno; arrojado por 90 las olas te recibí en puerto seguro. / Y apenas oído tu nombre te entregué el reino. ¡Ojalá me hubiera contentado con estos servicios; no existiría la fama de mi concúbito! Fue funesto aquel día en el que una azulada lluvia de aguas 95 repentinas nos empujó al abrigo de una inclinada gruta. / Ha- bía oído voces. Pensé que las ninfas vaticinaban algo fausto?; pero fueron las Euménides las que presagiaron mi infortunio. ¡Reclamad la venganza, honor ofendido, y vínculo del matri- monio violado, [y fama, no conservada hasta mi muerte, y vo- sotros, manes míos, y espíritu y ceniza de Siqueo]?, a los que me dirijo, ay de mí, llena de vergiienza! Tengo yo en un pequeño 100 santuario de mármol una imagen de Siqueo a la que venero; /f la recubren guirnaldas bien tejidas y blancas cintasé. Desde ese lu- gar sentí yo que era llamada por su familiar voz cuatro veces: «Eli- 1 Pasaje difícil, que ha sido sometido a toda clase de conjeturas e interpreta- ciones. Quizá pudiera deducirse que se lo contó poniendo de manifiesto su inocencia, pero ella descubrió que no había sido como él decía, y se sintió culpable de ocupar el puesto de la esposa Creúsa (merentesn como equivalente a 2/licito amori obnoxiam, se- mejante a VIRG., Aer 11 229; OvID., Mef. 116). O tenía miedo de, siendo un desleal Eneas, amarle, pues también ella podría ser abandonada («me excitó —preocupó— mucho y no sin razón»). Su culpa, unirse a él sabiendo cómo era, sería, pues, Inferior al castigo que soportó con el abandono. 2 ululare equivale a «canto nupcial de las Ninfas», «vaticinio fausto». 2 Dido había estado antes casada con Siqueo, al que asesinó Pigmalión, hermano de la reina. Al amar a Eneas había sido infiel y, por tanto, ofendido a Siqueo. Í Este pasaje procede directamente de Eneida IV 457 ss. DIDO A ENEAS sa, ven», dijo con un sonido tenue: no me demoro, voy, voy como esposa a ti debida. Sin embargo, me detengo por la ver- 105 gienza de mi delito. / Concede el perdón a mi falta. El res- ponsable de mi engaño es una persona digna. Quita él de mi crimen lo que es odioso. La diosa que fue su madre y su ancia- no padre, piadosa carga de un hijo, me ofrecieron legítima- mente la esperanza de un esposo que permanecería siempre 110 junto a mí. Si debí errar, tiene el error causas honestas; / aña- de la palabra que me dio, en nada será deshonroso. Permanece hasta el final y acompaña las postrimerías de mi vida la marcha de mi anterior destino. Ha caído mi esposo asesi- nado junto a las aras de dentro del palacio! y mi hermano reco- 115 ge el fruto de tamaño crimen. / Me marcho exiliada y abando- mo las cenizas de mi marido y mi patria, y me dirijo a vías intransitables perseguida por mi enemigo. Llego a parajes desco- nocidos y, después de haber escapado de mi hermano y del mar, compro esta ribera que te he regalado, pérfido, a t1. He 120 fundado una ciudad y le he fijado / unas murallas que se divi- san a lo lejos, motivo de envidia para los lugares más próximos. Se incuban amenazadoras guerras; con guerras soy asediada, ex- tranjera y mujer. Apenas puedo preparar las armas y las nuevas puertas de la ciudad. Agradé a mil pretendientes que se han unido ahora quejándose de que haya antepuesto a su tálamo a 125 un no sé quién. / ¿Por qué dudas en entregarme encadenada al l He preferido imterras, que pudo dar lugar al ¿m terras de los mejores mss., y considero glosas explicativas uf Tyrias, Herceas (a Hércules Herceo estaba dedicado el altar del interior del palacio). Para apoyarlo puede verse ESQUILO, Ag. 1056. El pasaje procede de Aer. 1 348-356. DIDO A ENEAS gétulo Yarbas?!. Ofrecería de buen grado mis brazos a tu cri- men. Hay incluso un hermano? cuya impía diestra desea ser salpicada por mi sangre, humedecida ya por la de mi esposo. Aleja de ti las sagradas imágenes de los dioses3, que al to- 130 car profanas. / Una mano impía honra mal a los celestiales. Si tú ibas a ser el encargado de rendir culto a los que habías libra- do del fuego, lamentan los dioses haber sido librados de esos fuegos. ! - Quizá malvado, dejes, además, embarazada a Dido, y es posible que una parte de ti se oculte guardada en mi vientre. / 135 Un desgraciado niño se añadirá al destino de la madre y serás responsable de su muerte. Y con su madre morirá el hermano de Julo. Y un mismo castigo nos arrebatará juntos a los dos «Pero un dios ordena marchar». Desearía que te hubiese ve- 140 dado acercarte / y que no hubiese sido nunca hollada por los Teucros la púnica tierra. ¿Sin duda bajo la guía de ese dios eres llevado de un lado a otro por vientos inicuos y pasas tanto tiem- po en el impetuoso mar? Ni siquiera deberías querer regresar tú, costándote tanto, a Pérgamo, si permaneciese cuan grande fue 145 en vida de Héctor. / No buscas el patrio Simunte, sino las aguas del Tíber; sin duda, cuando llegues a donde deseas, serás un extranjero, y puesto que escondida se oculta y evita tus naves, apenas a ti, ya anciano, te alcanzará en suerte la tierra buscada. 1 Rey de los Númidas, cf. Eneida IV 196 s. Se le llama Gétulo, de Getulia, re- gión de África (cf. PLiniO, N.H. V 7). 2 Pigmalión. 3 deos et sacra (y. 129), se puede explicar como hendíadis, aunque no necesa- riamente. Semejante a Eneida 1 717. Pasaje sustancialmente distinto a Enezda IV 327-330; para la Dido virgiliana un hijo de Eneas sería un consuelo; la de Ovidio piensa que ese posible hijo morirá con ella. 2 Júpiter, que por medio de Mercurio ordenó a Eneas abandonar Cartago y buscar una sede para su reino en Italia, cf. Enerda IV 220 ss. DIDO A ENEAS Recibe mejor como dote este pueblo, una vez abandonado 150 tu incierto vagar, / y las riquezas de Pigmalión, que transporté conmigo. Traslada con mejor suerte llio a la tiria ciudad y dis- fruta en el puesto de rey del cetro sagrado. Si tienes un corazón ávido de guerra, sí busca Julo de donde le venga un triunfo na- 155 cido de la guerra, / le ofreceré, para que nada le falte, un ene- migo al que pueda vencer. Este lugar admite las reglas de la paz, éste las armas. Tú, por tu madre y por las saetas, armas fraternas, y por los dioses, lo más sagrado de Dardania, compa- ñeros de tu huida (así triunfen los que de tu raza traes conti- 160 go, // y aquella guerra cruel sea el límite de tu infortunio, As- canio colme felizmente sus años, y los huesos del anciano Anquises descansen en paz), ten compasión, te lo ruego, de la casa que se entrega a tu gobierno. 165 ¿Qué crimen me reprochas sino el haberte amado? / Yo no soy de Ftía ni oriunda de la gran Micenas, mi se han alzado contra ti mi esposo y mi padre. Si te avergiienzas de que sea tu esposa, no se me llame esposa sino huésped. Con tal de ser tu- ya Dido soportará ser cualquier cosa. 170 Yo conozco las olas que baten el litoral afro; / en épocas fi- jas conceden o niegan el paso; cuando la brisa permita el viaje DIDO A ENEAS ofrecerás los limos a los vientos; ahora la ligera alga! impide la varada de la nave. Mándame observar el tiempo; te irás más se- guro y, aunque lo desees, no permitiré yo misma que te que- 175 des. / También tus compañeros reclaman descanso, y la flota averiada, a medio reparar, pide una corta dilación. Yo, por mis favores y por lo que te podría deber en el futuro, por la es- peranza que puse en nuestra unión, suplico un poco de tiem- 180 po; mientras el mar se suaviza y el amor tempera su uso, / yo 1ré aprendiendo con valentía a poder soportar las tristezas?. Si no, estoy decidida a quitarme la vida; no puedes ser du- rante mucho tiempo cruel conmigo. Ojalá te representes cuál es la imagen de la que escribe; escribo, y en mi regazo reposa la 185 troyana espada?. / Y por mis mejillas las lágrimas se deslizan hacia la espada desenvainada que pronto, en vez de por lágri- mas, será teñida de sangre. ¡Qué bien se acomodan a mi desti- no tus regalos! Adornas mi sepulcro con poco. Y mi pecho no 190 va a ser herido ahora, por vez primera, con un arma. / Ese lu- gar guarda ya la herida de un cruel amor. Ana, hermana, hermana Ana, cómplice a tu pesar de mi cul- pa, darás pronto a mis cenizas las últimas ofrendas. Y una vez consumida por el fuego no sea intitulada: «Elisa de Siqueo»; por el contrario, en el mármol del túmulo habrá este epigrama: 195 / Ofreció Eneas motivo de muerte y espada. Sirviendose de su mano, Dido misma murió. | La aparición de algas en la superficie era indicio de mar muy agitado, lo que suponía la imposibilidad de navegar. También las algas, enrollándose en la quilla y re- mos, hacían difícil mover las naves. 2 Cf. Eneida IV 429-435. > Cf. Eneida IV 495, 507, 646-7; 1 248. Se trata de la espada que Eneas dejó en el aposento de Dido. 1 Eneas sólo le ha regalado la espada.