Safo a Faón PDF
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Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM)
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This document appears to be a translated excerpt from a work of ancient Greek poetry, possibly by Sappho. It contains verses and commentary.
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XV SAFO A FAÓN ¿Por ventura cuando viste la letra de una diestra enamora- da! al punto la reconocieron tus ojos como mía? ¿O si no hu- bieses leído el nombre de Safo, su autora, no sabrías de donde procede? esta breve obra?...
XV SAFO A FAÓN ¿Por ventura cuando viste la letra de una diestra enamora- da! al punto la reconocieron tus ojos como mía? ¿O si no hu- bieses leído el nombre de Safo, su autora, no sabrías de donde procede? esta breve obra? / Quizá preguntes también por qué son alternos mis versos, al estar más dotada para la poesía lírica. Debe ser llorado el amor mío; la elegía? es un carmen flébil; no conviene a mis lá- grimas lira alguna. Me abraso como, al avivar el fuego los in- 10 dómitos Euros, / arde, encendidas sus mieses, un feraz campo. Habita tiempo ha Faón las lejanas tierras del Tifeo Etna4; a mí un calor no menor que el fuego etneo me posee. No me brotan versos que pueda acomodar a cuerdas bien temsadas. Los versos obra son de una mente sin preocupaciones. 1 studiosae puede ser doctae o eruditae, pero también significar, como vio Bur- mann, amantis y es la interpretación que prefiero, «enamorada», «entusiasmada». 2 La utilización del presente mouetur confiere mayor expresividad, y construccio- nes semejantes están corroboradas en latín. 3 elegía tiene aquí la e larga al modo griego y no por ir ante muda y líquida, co- mo es costumbre en Ovidio. Ejemplos similares en Fastos Y 115; TiB., II 5, 67; PRrOP., II 11 s. Ovidio escribía £ en vez de ez (elegeza). % En Sicilia; Tifeo es uno de los gigantes muertos por el rayo de Júpiter y sepul- tado bajo el volcán Etna, cf. Mer. V 348. (109] SAFO A FAÓN 15 / A mí ni las jóvenes de Pirra ni las de Metimna! ni las de- más muchachas de Lesbos me agradan. Poco vale Anactoria, poco vale para mí la blanca Cidro; no es grata a mis ojos, como antes, Atis, ni las otras ciento a las que amé aquí? sin delito. / 20 Malvado, lo que fue de muchas tú solo lo posees. Hay en ti belleza, hay los años adecuados al amoroso juego. ¡Oh belleza traidora para mis ojos! Toma la lira y la aljaba, se- rás el resplandeciente Apolo; añádanse unos cuernos a tu cabe- 25 za; Baco serás3. / Y Febo amó a Dafne y a la de Cnoso1 Baco, y ni una ni otra conocían los versos líricos. Pero a mí las Pegásides? suavísimos versos me dictan; ya se ensalza en todo el orbe mi nombre. Y no tiene Alceo, compañero de patria y de 30 lira, / más gloria, aunque cante con más voz. Si no propicia la naturaleza me ha negado la hermosura, con mi arte compenso lo que falta a mi hermosura. Soy pe- queña; pero tengo un nombre que llena la tierra toda; yo mis- 35 ma llevo la medida de mi nombre. / Si bien no soy blanca, agradó, morena con el color de su patria, la cefea Andrómeda a l Ciudades de la isla de Lesbos. 2 Prefiero hic porque es la lectura de la mayoría de los mss. y porque parece absur- do que ella considerase inaceptable el amor que profesaba a sus compañeras. El ron debe ser, como dice LOERS, ad foc., una lectio de los gramáticos; con rom ella consideraría justificada la mala fama que la comedia le dio. Con hic se interpretaría es- te verso como una defensa frente a las acusaciones de que fue objeto. Cf. Her. IX 137. 3 Este pasaje es una posible imitación de PROP., TV 2, 31-32. 4 Ariadna. 2 Las Musas, llamadas así porque fue el caballo Pegaso quien hizo brotar, con un golpe de su pezuña, la fuente Hipocrene que les estaba consagrada, cf. Mef. V 262, SAFO A FAÓN Perseo. Y a menudo se aparean las blancas palomas con las pin- tadas y la negra tórtola es amada por el verde pájaro!. Si nin- guna a no ser la que pueda parecer digna de ti por su hermosu- 40 ra ha de ser tuya / ninguna ha de ser tuya. Pero, al leerme, te parecía incluso hermosa; hasta jurabas que convenía que hablase yo sola. Cantaba, me acuerdo (de todo se acuerdan los que aman); mientras cantaba me dabas 45 furtivos besos; / ¡y también alababas esto! Y gustaba en todo y por todo, pero de manera especial entonces, cuando hacíamos el amor. Entonces te agradaba más de lo acostumbrado mi sen- sualidad y mis reiterados movimientos, y mis palabras muy apropiadas al amoroso juego, y el que, después de que había- 50 mos gozado ambos a la vez del placer, / una grandísima pla- cidez había en tu relajado cuerpo. Ahora te acompañan las muchachas de Sicilia, botín nuevo. ¿Qué tengo que ver yo con Lesbos?; quiero ser una de Sicilia. En cuanto a vosotras, madres nisíades?, mujeres nisíades, des- 55 pedid de esa tierra a mi vagabundo, / y no os engañen las mentiras de su acariciadora lengua; lo que os dice me lo había dicho antes a mí. Tú también, Ericina3, que habitas los montes de Sicilia (pues soy tuya), protege, diosa, a tu poetisa. 1 El papagayo; de una cierta amistad natural entre ellos habla PLiniO, X 74. 2 Llama nisíades a las mujeres de Sicilia porque en la isla se establecieron como colonos los Megarenses, de los cuales Niso había sido rey. Otros lo interpretan como derivado de mesos, por ser Sicilia la isla por excelencia; también Nesis es una isla de Campania y Nesia una región cercana al Etna. 2 Venus, que tenía un templo muy célebre en el monte Érix, en la parte occiden- tal de Sicilia. SAFO A FAÓN ¿O es que una cruel Fortuna prosigue ininterrumpidamente 60 la marcha comenzada / y permanece siempre acerba en su ca- mino? Seis años había cumplido cuando, recogidos antes de tiempo, los huesos de mi padre bebieron mis lágrimas. Ardió de pasión mi empobrecido hermano, vencido por el amor de una meretriz!, y tuvo que soportar su ruina además de la ver- 65 giúenza del deshonor. / Completamente indigente vaga por las azuladas ondas con ágil remo, y las riquezas que indignamente perdió las busca indignamente ahora?. A mí, porque le di muy buenos y amistosos consejos también me odia. Esto me ha pro- porcionado mi sinceridad y mi piadosa lengua. Y, como sí fal- tara algo que me atormentase sin fin, / mi pequeña hijita3 colma mis cuidados. Tú como causa última te añades a mis quejas. No es favorable el viento que empuja mi barca. He aquí que caen sin ley alguna mis cabellos, esparcidos por el cuello; y no oprime mis dedos una brillante gema; / me cubro con vil vestido; mo hay oro alguno en mi cabellera, ni huele mi cabello con el perfume árabe. ¿Para quién me voy a engalanar, infeliz de mí, o para agradar a quién voy a esforzar- me? El único motivo de mis adornos está lejos. 80 Tierno y vulnerable a los ligeros dardos es mi corazón / y hay siempre una razón por la que yo siempre ame. Bien las hermanas 1 lo decretaron así al nacer yo, y no dieron unos hilos severos a mi l El hermano de Safo, Caraxo, se arruinó por comprar a una meretriz, Rodopis, según HERÓDOTO, II 135. 2 Dedicado quizá a la piratería. 3 Se llamaba Cleis, igual que la madre de Safo. 4 Las Parcas. SAFO A FAÓN vida, o bien mis aficiones han conformado mis costumbres y la maestra de las artes, Talía, hace tierna mi manera de ser, / 85 ¿qué hay de admirable si me ha seducido esa edad del primer bozo y esos años que podría amar un hombre? A éste que me lo robaras en el puesto de Céfalo, Aurora, temía; y lo habrías hecho, pero te retiene tu primer rapto. A 90 éste si le descubriera la que lo ve todo, Febe*, / a continuar durmiendo sería obligado Faón. A éste Venus lo hubiera arras- trado en su ebúrneo carro al cielo; pero se da cuenta de que puede agradar también a su Marte. Oh tú, ni todavía joven, ni ya niño, edad agradabilísima, 05 oh prez y gloria grande de tu época, / ven aquí y vuelve de nuevo, hermoso mío, a mi regazo; no pido que me ames, sino que me permitas amarte?. Escribo y mis ojos se humedecen al brotar mis lágrimas. Ob- serva cuántos borrones hay en este lugar. Si tan decidido estabas a 100 irte de aquí, deberías haberte ido con mejores modos // y decirme al menos: «Adiós, muchacha de Lesbos». No te llevaste contigo mis lágrimas ni mis últimos besos. Y, en fin, no temí lo que tanto tenía que dolerme?. Nada de ti hay conmigo, a no ser tu injuria únicamente, ni tú tienes una prenda de tu amante que te haga La Luna, que se enamoró de Endimión, hijo y descendiente de Júpiter que apa- rece siempre como un pastor muy hermoso. Consiguió de Júpiter (según algunos, por mediación de la Luna) dormir un sueño eterno y permanecer así eternamente joven. 2 El terrible y apasionado amor que Safo sentía por Faón se debía. según PLINIO. N.H. XXII 9, a los poderes maravillosos de la raíz de una hierba llamada centur- capita (ciencabezas). 3 Su huida. SAFO A FAÓN 105 recordarla. / No te di recomendaciones y no te hubiese dado recomendación alguna, a no ser que no te olvidases de mí. Por mi amor a ti, que jamás me abandona, y por las nueve diosas, númenes míos, juro que, cuando no sé quién me dijo: 110 «Huye tu alegría», / no pude por mucho tiempo ni llorar ni hablar. Faltaban las lágrimas a mis ojos y las palabras a mis labios *; mi pecho estaba contraído por el frío del hielo. Cuan- do el dolor tuvo conciencia de sí mismo no sentí vergúenza de golpear mi pecho ni de prorrumpir en gritos, arrancando mis 115 cabellos, / a la manera de una piadosa madre que llevara a lo alto de la pira el cuerpo sin vida de su hijo muerto. Goza y se crece por mi tristeza mi hermano Caraxo, y va y viene ante mis ojos y, como si le pareciese vergonzosa la causa 120 de mi dolor, / dice: «¿De qué se queja ésta? Su hija, cierta- mente, vive». No caminan juntos pudor y amor; todo lo veía el vulgo; yo, desgarrada mi túnica, dejaba al descubierto mi pecho. Tú eres mi cuidado, Faón; mis sueños te devuelven a mí, 125 sueños más radiantes que hermoso día. / Allí te encuentro, aunque tú estés en lejanos países; pero el sueño proporciona gozos no demasiado duraderos; a menudo me parece que tus brazos descansan en mi cuello; a menudo que los míos reposan ! Al paladar, palatum, dice Ovidio. SAFO A FAÓN bajo el tuyo. Reconozco los besos que tú acostumbrabas a unir 130 a mi lengua / y a recibir y a dar muy largos y apretados. Con frecuencia te acaricio y digo palabras muy semejantes a las ver- daderas y mi boca está despierta con mis sentimientos. Lo que viene” después me avergiienza contarlo, pero todo se hace y agrada, y no me es posible estar seca!. 135 / Pero cuando el Titán? se muestra y todo con él, me quejo de que tan rápidamente me hayan abandonado los sueños. Busco las grutas y el bosque como si el bosque y las grutas me pudieran aliviar; confidentes ellos fueron de mis pla- ceres. Privada de razón, como a la que impulsa la furiosa Eric- 140 to3, / llevo mis pasos allí, cayendo por mi cuello los cabellos. Contemplan mis ojos las grutas colgantes de porosa toba, que a mí parecían migdonio mármol. Encuentro la selva que a menudo nos ofreció un lecho y que sombría nos protegió con su abun- dante follaje. 145 / Pero no encuentro al dueño de la selva y dueño mío. El lugar es un sitio que nada vale; el ornamento de ese lu- gar era él. Reconocí la aplastada hierba del césped para mí familiar, del peso de nuestro cuerpo la grama todavía estaba doblada. Me recosté y toqué el lugar en la parte en que es- 150 tuviste; / la hierba antes tan agradable bebió mis lágrimas. l sine te en vez de siccae (v. 134) aparece en algunos manuscritos y en bastantes ediciones. Sin embargo siccae es «spurca, sed certa, lectio» (cf. PALMER, ad loc.). Pasa- je semejante a A7s Am. 11 685-6. «Sicca puella est quae in concubitu sine voluptatis sensu jacet, minime pruriens et oppositus “udae'» (FORCELLINI, 5.4%.). 2 El Sol. 3 Maga y envenenadora de Tesalia, capaz de hacer enloquecer con sus brebajes. Me parece preferile en el contexto a Enio, diosa de la guerra con quien fue identificada Belona. SAFO A FAÓN Es más, incluso las ramas parecen llorar caídas sus hojas, y nin- gún pájaro deja oír su dulce queja. El ave de Dáulide!, madre afligísima que se vengó impíamente de su esposo, canta al is- 155 mario? Itis. / El ave canta a Itis, Safo su abandonado amor; sólo nosotras; como en medio de la noche calla lo demás. Hay una fuente sagrada, brillante y más transparente que un cristalino río. Que la habita una divinidad muchos piensan. 160 Sobre ella un loto acuático extiende sus ramas: / un bosque él solo; de tierno césped verdea la tierra. Nada más poner yo, ba- ñada en lágrimas, en ella mis fatigados miembros, compareció ante mis ojos una Náyade. Compareció y dijo: «Puesto que te abrasas con no igual 165 fuego, debes dirigirte a la tierra de Ambracia. / Febo? desde lo alto contempla el mar hasta el horizonte; mar de Accio y de Léucade% lo llaman las gentes. Desde allí3 se lanzó Deucalión, inflamado por el amor de Pirra, y oprimió las aguas sin lastimar 1 Procne, transformada en ruiseñor, aunque según otras versiones fue Filomela quien quedó convertida en ruiseñor y Procne en golondrina, cf. RUIZ DE ELVIRA, Mitología Clásica, pp. 359-365. 2 Tracio. 3 En Ambracia (Epiro), Apolo era muy venerado. Tenía un templo en lo alto del promontorio, sobre el golfo de Ambracia, también llamado mar de Léucade y de Ac- cio (Actiur). 4 Antigua isla del mar Jónico, cerca de la costa de Acarnania, a la entrada del golfo de Ambracia. También poseía un importante templo a Apolo. 3 Desde donde se lanzaban al mar los amantes era desde el promontorio de Léucade, y desde allí se lanzó Safo; Ovidio por boca de la poetisa nos refiere que antes un Deucalión (así se llamaba el único hombre que se salvó del diluvio junto con su es- posa Pirra) se había lanzado desde allí para curar su pasión. No se sabe de dónde pudo tomarlo Ovidio y no tiene relación alguna con los personajes míticos. Una confusión puede existir entre Decaulion y un Leucadion, de Léucade, nombre de algún habitante de la isla, cuya leyenda mo conocemos, que antes se lanzase al mar (cf. PALMER, ad loc.). Ovidio, o quizá antes algún otro, añadiría el nombre de Pirra. SAFO A FAÓN su cuerpo. No hubo demora; dando la vuelta, el amor huyó del 170 ya tranquilo corazón del sumergido. / Deucalión estaba alivia- do de su fuego. Ese lugar tiene esta propiedad. Dirígete inmc- diatamente a la elevada Léucade y saltar desde la roca no tc- mas». Cuando me dio estos consejos, con su voz desaparcció. Yo me levanto helada, y mis párpados hinchados no pudieron con- 175 tener las lágrimas. / Iré, oh ninfa, y buscaré la roca que me has indicado. Esté lejos el temor, vencido por este loco amor. Cualquier cosa que ocurriere será mejor que ahora. Ponte deba- jo, brisa; mi cuerpo tampoco pesa demasiado. Tú también, 180 dulce Amor, pon tus alas bajo mi caída, / para que mi muerte no sea un crimen del agua de Léucade. Después a Febo dJfreceré mi lira, don común, y debajo de ella habrá estos dos versos: La poetisa Safo, agradecida, a ti, Febo, ha ofrecido su lira; ella a mí conviene; ella conviene a ti. 185 // Pero, ¿por qué me envías, desgraciada de mí, a las ribc- ras de Accio, cuando tú mismo puedes retornar tu prófugo pa- so? Tú para mí puedes ser más salutífero que la onda de Léu- cade y por los méritos de tu belleza tú para mí un Febo serás. ¿O podrás, más fiero que los escollos y que todas las aguas, / 190 si muero, arrogarte la gloria de mi muerte? Sin embargo, SAFO A FAÓN cuánto mejor podía mi pecho unirse con el tuyo en vez de en- tregarse a las rocas para precipitarse desde ellas; éste que tú, Faón, solías alabar, y que tantas veces te pareció lleno de imspi- ración. 195 / Ahora quisiera ser elocuente; el dolor obstaculiza mi arte y todo mi ingenio se ha paralizado por mis desgracias. No me responde mi antigua facilidad para hacer versos, de dolor calla el plectro, muda de dolor está la lira. Lesbias del mar, prole 200 que se ha de casar y ya casada; // lesbias, nombres conocidos por mi eolía lira; lesbias que, amadas, me hicisteis infame, de- jad de venir compañeras a mi cítara. Se llevó Faón todo lo que antes os agradaba. ¡Ay de mí! A punto estuve de decir «mi»!. 205 / Lograd que vuelva; también vuestra inspirada poetisa volverá; él da fuerzas a mi ingenio, el las quita. ¿Logro yo algo con mis súplicas y se conmueve su corazón salvaje, o es insensible y los céfiros se llevan mis vanas palabras? Quienes llevan mis palabras quisiera que tornasen tus velas. 210 / Este trabajo, si supieras lo que haces, hombre indolente, te 1 Es decir, «mi Faón», como si él la amase. SAFO A FAÓN convenía. Pero si vas a volver y ya se preparan dones votivos a tu nave!, ¿por qué desgarras mi corazón con tu tardanza? De- sata tu nave; Venus, surgida del mar, presta el mar a un aman- 215 te. La brisa favorecerá tu viaje; tú sólo desata la nave. / El mis- mo Cupido, sentándose a la popa, será timonel, en persona tenderá y recogerá las velas con su tierna mano. O, si te agrada seguir lejos de Safo la Pelasga? (sin embar- go, no hallarás por qué soy digna de tu huida), que esto al me- 220 nos lo diga a esta desgraciada una carta cruel, / para buscar vo el sino del agua de Léucade. 1 Podría entenderse los votos que hace Safo por la vuelta de Faón; o bien las mis mas ofrendas votivas que preparaban los navegantes antes de salir del puerto: adorna- han la popa, en donde tenían su sede los dioses tutclares, ponían coronas, cta. 2 Se dice que Lesbos fue habitada primero por los pelasgos.