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Padrino

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Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM)

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ancient greek mythology poetry greek literature classical literature

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This document appears to be a poem titled "Ariadna a Teseo" . It contains a narrative text exploring themes possibly related to ancient Greek mythology or literature.

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X ARIADNA A TESEO [La que abandonaste a las fieras!, malvado Teseo, todavía vive; ¿querrías aceptar esto con mente ecuánime?] Más compasiva que tú encontré a la raza toda de las fieras; confiada a cua...

X ARIADNA A TESEO [La que abandonaste a las fieras!, malvado Teseo, todavía vive; ¿querrías aceptar esto con mente ecuánime?] Más compasiva que tú encontré a la raza toda de las fieras; confiada a cualquiera mo estaba peor que confiada a ti. Lo que lees te lo envío, Teseo, desde aquellas riberas de donde las velas se llevaron tu nave sin mí, / en donde me trai- cionó injustamente mi sueño y tú, que criminalmente tendiste una trampa a mi sueño?. Era el tiempo en que la tierra se viste con el primer cristal de la escarcha y gorjean los pájaros al abrigo de las hojas. Des- pierta sólo a medias3, enervada por el sueño, moví, medio dor- 10 mida, / las manos dispuestas a abrazar a Teseo. No había na- die; retiro mis manos y de nuevo vuelvo a palpar y muevo mis brazos por el lecho. No había nadie. El miedo ha echado fuera el sueño; aterrada me levanto; se precipitan mis miembros 15 fuera del lecho vacío. / En seguida mi pecho resuena con los 1 La deja abandonada en la isla de Naxos, llamada antes Día, en el mar Egeo. 2 Teseo la abandonó mientras dormía. 2 semisopita no encaja en el pentámetro. Hay que pensar en una licencia. Esto justifica la conjetura semisupina. ARIADNA A TESEO golpes de mis palmas, y desordenados por el sueño como esta- ban, me arranco mis cabellos. Había luna. Miro si puedo ver otra cosa que el litoral; mis ojos no tienen nada que con- templar sino el litoral. Ora aquí, ora allá, y por uno y otro la- 20 do, corro sin rumbo. / El espesor de la arena retarda mis pies de muchacha. Entre tanto, al gritar por toda la costa «¡Teseo!», devolvían las cóncavas rocas tu nombre. Y cuantas veces te lla- maba yo, tantas veces te llamaba el lugar mismo. Ese lugar quería ofrecer su ayuda a la desgraciada. 25 // Hay un monte; unos escasos arbustos aparecen en la cum- bre. De allí pende un escollo horadado por el ronco oleaje. Su- bo (el ánimo me daba fuerzas), y así a lo lejos mido con mi vis- ta el ancho mar. Desde ese lugar (pues gocé también de vientos 30 crueles)! / he visto tus velas tendidas por el impetuoso Noto. O las vi, o, al pensar que las había visto, me quedé más fría que el hielo y medio muerta. No me permite languidecer largo tiempo mi dolor; por él me reanimo, me reanimo y a grandes voces llamo a Teseo. / 35 «¿Adónde huyes?», grito; «regresa, malvado Teseo, vira tu na- ve, no lleva ella su número»?. Esto dije yo. Lo que faltaba a mi voz lo suplía con mis ge- midos. Los golpes se confundieron con mis palabras. Por sí mo me oías, para que pudieras al menos verme, mis manos agita- 40 das // hacían señales a lo lejos. Y puse un velo blanco a una l Crueles para Ariadna porque favorecieron la marcha de Teseo. 2 A la embarcación le falta un pasajero. ARIADNA A TESEO larga rama para advertirte de que os olvidabais, sin duda, de mí. Y ya habías sido arrebatado a mis ojos; entonces por fin rompí a llorar; mis tiernas mejillas habían estado entorpecidas 45 antes por el dolor. / ¿Qué podían hacer mis ojos mejor que llorarme, después de que habían dejado ya de ver tus velas? O he andado errante, sola, los cabellos esparcidos, cual ba- cante poseída por el dios Ogigio!, o me he sentado, helada, 50 sobre una roca mirando al mar. / Y yo misma he sido tan piedra cuan piedra era mi asiento. A menudo regreso al lecho que nos había acogido a los dos, y que no había de mostrarnos más juntos en él, y toco tus huellas, lo único que puedo, en vez de a ti y las colchas que se entibiaron con 55 tus miembros. / Caigo sobre ellas y, humedeciendo el lecho con mis profusas lágrimas, exclamo: «Dos te oprimimos, devuelve a los dos. Los dos vinimos aquí, ¿por qué no nos marchamos los dos? Pérfido lecho, la parte más grande de mí ¿dónde está?». ¿Qué puedo hacer? ¿Adónde me puedo dirigir en mi soledad? 60 La isla carece de cualquier clase de civilización?; ff no veo el traba- jo del hombre, ni el de los bueyes?. El mar rodea la tierra por to- dos lados. Por ninguna parte un navegante. Ninguna popa habrá de venir por estas rutas inciertas. Imagina que se me conceden compañeros, vientos propicios y una nave. ¿Adónde me dirigiré? La tierra de mi padre me niega la 65 entrada1. / Aunque navegue en feliz navío por unos mares tran- quilos, aunque Éolo tempere los vientos, yo seré una exiliada. 1 Baco, «el tebano», porque su madre Sémele era hija de Cadmo, rey de Tebas. Ogiges u Ogigo es un héroe autóctono, rey y fundador de Tebas. 2 Con cultu (v. 59) se alude tanto a la civilización como al cultivo. 3 Libertad poética, pues la isla estaba habitada. 4 Creta, la isla de Minos; por haber ayudado a Teseo, su enemigo. ARIADNA A TESEO No te volveré a ver, Creta, repartida en cien ciudades!, tierra bien conocida por Júpiter niño. En efecto, mi padre y la 70 tierra gobernada por mi justo? padre, / nombres queridísimos, fueron traicionados por mi acción cuando a ti, para que vence- dor no murieras en el intrincado laberinto, te dí por guía el hi- lo que debía regir tus pasos, y tú me dijiste: «Por estos mismos peligros juro que tú, mientras uno y otro de nosotros viva, serás mía». / Vivimos, y no soy, Teseo, tuya, si es que vive una mu- jer enterrada por el engaño de su perjuro esposo. A mí también hubieses debido matarme, malvado, con la clava con la que mataste a mi hermano3. La promesa que me habías dado hubiese quedado cumplida con mi muerte. Ahora 80 evoco no sólo lo que he de soportar, / sino todo lo que puede sufrir una mujer abandonada. Mil formas de morir acuden a mi mente. Y la muerte tiene menos de tormento que la espera de la muerte. Presiento que ya, ya van a venir o por aquí o por allá lobos que despedacen 85 mis entrañas con su ávida dentellada. / Y quizá esta tierra cría amarillentos leones. ¿Quién sabe si esta isla posee también fe- roces tigresas? ¡Y se dice que los mares expelen enormes focas! ¿Quién impide que las espadas atraviesen mi costado? Sólo de- Creta fue famosa en tiempos primitivos por sus cien ciudades y así se la nombra (cf. 12 11 649; Eneida 11 104; Hor., Od., Ml 27, 24). 2 la proverbial justicia de Minos hizo que fuese juez de los Infiernos (Od. XI El Minotauro. Aquí soluo no debe entenderse, como «quedar desligado». ARIADNA A TESEO 90 searía mo ser atada, esclava, con una firme cadena / ni tener que hilar con mi mano de sierva grandes cantidades de lana, yo que tengo por padre a Minos y que es mi madre la hija de Febo! y, lo que nunca olvido, que fui prometida a ti. Si veo el mar, las tierras y las dilatadas costas, con muchos 95 peligros me amenaza la tierra, con mucho las aguas; / quedaba el cielo; tengo miedo de los simulacros de los dioses?. Estoy abandonada, botín y comida de veloces fieras. Y si aquí traba- jan y viven hombres, desconfío de ellos; he aprendido, herida, a temer a los hombres extranjeros. Ojalá viviese Andrógeo?; tú, tierra de Cécrope*, no hu- 100 bieses expiado / con tus muertes los impíos hechos ni hubiese inmolado con nudosa lanza, Teseo, tu audaz diestra al hombre en parte y en parte toro, ni yo te hubiese entregado el hilo que 1 Minos era hijo de Júpiter, y Pasífae hija del Sol, 2 Ariadna temía los peligros del mar, la tierra e incluso llegó a temer al mismo cielo, Concreta su temor en simmulacra deorusm (v. 95); pasaje controvertido que ha lle- vado a negar la paternidad ovidiana de los versos 94-95, y que me parece no ha sido comprendido antes. Aquí los sizmulacra deorusm no son más que «animales» que como constelaciones brillan en el cielo (escorpión, osa, león, serpiente, etc.) y que se pueden llamar deorum en cuanto estos seres fueron catasterizados por obra de los dioses y por haber estado en íntima relación con ellos o con sus hijos. Es elocuente que en Met. II 194 Faetón tenga miedo de los símulacra ferarusm, y que al menos dos códices, Argen- toratensis y Guelpberbytanus, ofrezcan esta lectura (simulacra ferarum) según testimo- nio de Loers 44 foc. Es digna de ser destacada la interpretación del mismo Loers según el cual lo que Ariadna temía era a Baco (con el que se casará luego), que se acerca con su cortejo y que ella no distingue con claridad; una alusión por parte de Ovidio, pues, a lo que le ocurrirá más tarde y que naturalmente no puede ser incluido en la Hero:d4a, De todas formas pienso que la interpretación correcta puede ser la que doy. 3 Hermano de Ariadna, asesinado por atenienses y megarenses después de vencer en unos juegos, había sido la causa de la guerra entre atenienses y cretenmses y, por tan- to, el responsable de que finalmente los atenienses tuvieran que aceptar la condición de enviar a los jóvenes al Minotauro, Atenas. ARIADNA A TESEO te enseñara el regreso, hilo que recogías constantemente con tus manos hacia ti movidas!. 105 / No me admiro en verdad si contigo se alza la victoria, ni si, abatida, la bestia tiñó la tierra cretense. No podían tus fé- rreas entrañas ser traspasadas por su cuerno. Aunque no te cubrieses, estabas bien seguro con tu pecho. Allá tú llevaste 110 sílex, allá diamante, / allá tienes a Teseo que puede vencer el sílex. Crueles sueños, ¿por qué me retuvisteis inerte? Pero, de una vez para siempre, debí ser hundida en una eterna noche. Vosotros, también, vientos, crueles y demasiado favorables, y 115 brisas dispuestas a provocar mis lágrimas; / diestra cruel que ha matado a mí y a mi hermano, y tú también, palabra de com- promiso, palabra vana, que me diste al pedírtela. Contra mí se han conjurado el sueño, el viento y la palabra de compromiso; una sola muchacha ha sido traicionada por las tres cosas. 120 Así, yo no veré al morir las lágrimas de mi madre, / ni habrá quien cierre mis ojos con sus dedos; mi espíritu desgraciado va- gará? a través de extranjeras auras y una mano amiga no ungirá mis compuestos3 miembros. Las aves marinas se posarán sobre mis huesos no enterrados. ¿Éste es el sepulcro que han mereci- do mis servicios? li Tendría que recoger y ovillar el hilo que había extendido por las intrincadas calles del Laberinto. El término ad4uctas puede indicar el movimiento de las manos o interpretarse como «tensas». 2 Creencia común en la Antigiiedad era que las almas de las personas insepultas no podían penetrar en los Infiernos y que su espíritu atormentado vagaba por los aires. 3 Alude con posttos a que a las personas muertas se les suelen disponer los miem- bros antes de enterrarlos de una determinada manera; lo dicho aquí responde a un tó- pico literario. ARIADNA A TESEO 125 / Llegarás al puerto de Cécrope y serás recibido en tu pa- tria; cuando estés de pie, erguido, en presencia de una multi- tud que te rodea, y hayas narrado con detalle la muerte del hombre-toro, y la morada de piedra cortada por inciertos cami- nos, cuenta también que he sido abandonada en una tierra de- 130 sierta. f/ ¡No debo ser suprimida de tus títulos! No es Egeo tu padre ni eres hijo de Etra la Piteide; las rocas y el mar son tus autores. Ojalá hicieran los dioses que me vieras desde lo alto de la 135 popa; mi figura desolada hubiera conmovido tu rostro. / Aho- ra también no con los ojos, sino con la mente, con la que sí puedes, mírame clavada en un escollo al que bate la inconstan- te Ola; mira mis cabellos caídos, en señal de duelo, y mi túnica empapada, como de lluvia, por mis lágrimas. Mi cuerpo se es- 140 tremece como las espigas movidas por los aquilones / y mi letra vacila trazada por mano temblorosa. No te suplico por mis merecimientos, puesto que me perju- dicaron. Ninguna recompensa se deba a mi acción, pero tam- poco un castigo ciertamente. Si no soy yo la causa de tu salva- ción, no tienes, sin embargo, por qué ser tú la causa de mi 145 muerte. / Estas manos, destrozadas de golpear mi triste cora- zón, las tiendo, infeliz, a ti, a través del ancho mar. Profunda- ARIADNA A TESEO mente abatida te muestro estos cabellos que me quedan'. Por las lágrimas que hacen brotar tus acciones, te suplico: vira tu 150 nave, Teseo, y, al cambiar el viento, retrocede. / Si antes he muerto, tú al menos llevarás mis huesos. ! Los cabellos que no se ha arrancado en su desesperación.

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