HeroidasOCR-101-107.pdf HIPERMESTRA A LINCEO PDF

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Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM)

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ancient greek mythology classical literature poetry greek drama

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This document appears to be a poem or a passage from a longer work, likely a play, on the topic of ancient Greek mythology. It features dialogue and narrative elements that depict the suffering and contemplation of a woman named Hipermestra. The story evokes themes of fate, sacrifice, and the human condition.

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XIV HIPERMESTRA A LINCEO La envía Hipermestra! al único de tantos hermanos ha po- co; todos los demás yacen muertos por el crimen de sus esposas. Se me tiene encerrada en prisión? y cargada de pesadas ca- denas; la causa de mi s...

XIV HIPERMESTRA A LINCEO La envía Hipermestra! al único de tantos hermanos ha po- co; todos los demás yacen muertos por el crimen de sus esposas. Se me tiene encerrada en prisión? y cargada de pesadas ca- denas; la causa de mi suplicio es haber sido piadosa. / Porque mi mano tuvo miedo de clavar la espada en tu garganta, soy rea: se me alabaría si hubiese osado el crimen. Es preferible ser rea que agradar de ese modo a mi padre: no me arrepiento de tener las manos libres de una muerte. Puede mi padre quemarme con el fuego que no he violado3, / 10 y volver contra mi rostro las antorchas que estaban presentes en el sacrificio, O abrir mi garganta con la espada que me entregó insensatamente para, recién casada, sucumbir yo a la muerte a la que no sucumbió mi esposo; sin embargo, no logrará que di- ga al morir «me arrepiento» mi boca; no es piadosa la que se 15 avergiienza de serlo; / que se arrepienta de su crimen Dánao y mis crueles hermanas; ésta suele ser la consecuencia de las ac- ciones nefandas. Mi corazón se estremece con el recuerdo de aquella noche mancillada por la sangre, y un súbito temblor atenaza los i La única de las Damaides que no mató a su marido. 2 domus tiene aquí esta acepción. 2 Juega con el fuego del altar y las antorchas nupciales presentes en la ceremonia del matrimonio, y el fuego con el que su padre puede darle muerte y con las antorchas que pueden encender su pira. HIPERMESTRA A LINCEO huesos de mi mano. La mano que se pensaría capaz de llevar a 20 cabo el asesinato de su esposo, / tiene miedo de escribir del asesinato que no cometió. Sin embargo, lo intentaré; ya se había hecho el crepúsculo en la tierra, era el final del día y el principio de la noche; las ináquides!* somos conducidas al palacio del opulento Pelasgo? y 25 el suegro en persona recibe a sus nueras armadas; // por todos lados brillan las lámparas guarnecidas de oro; un incienso impío se ofrece a altares que lo rechazan. «Himen, Himeneo», grita la multitud; huye él de quienes le invocan. La misma es- posa de Júpiter ha abandonado su ciudad?. Y he aquí que ellos, vacilantes por el vino, rodeados del 30 clamor de sus muchos compañeros, / ciñendo coronas de recién cortadas flores sus húmedas cabelleras, son conducidos alegres a los tálamos —a los tálamos, ¡sus sepulcros!— y oprimen con sus cuerpos las colchas dignas de un funeral. Llenos ya de comida, vino y sueño dormían, y había una profunda quietud en la 35 tranquila Argos. / A mi alrededor parecía oír los gemidos de moribundos y los oía, sí, y era lo que temía. Me quedo sin sangre; el calor abandona mi espíritu y mi cuerpo, y completa- mente helada permanecí tendida en mi nuevo lecho. Como se agitan las gráciles espigas al soplo suave del Céfiro, 40 / como una fría brisa mueve las cabelleras de los álamos, así, o ! De Ínaco, rey de Argos, de quien procedían las Danaides. Palacio del rey de Argos, Pelasgo, en donde sitúa la acción Ovidio, como si Egipto lo ocupara. 2 Juno, diosa protectora del matrimonio, era. además, la diosa venerada de modo especial en Argos. HIPERMESTRA A LINCEO incluso mucho más, me estremecí. Tú dormías y el vino que te habían dado era soporífero. Sacudieron mi miedo las órdenes de mi violento padre. Me levanto y cojo el arma con temblorosa 45 mano; / no digo mentiras; tres veces levantó mi mano la afila- da espada, tres veces volvió a caer con la espada injustamente levantada. La acerqué a tu garganta (permite que te diga la ver- dad), acerqué a tu garganta el arma que me dio mi padre, pero 50 el temor y la piedad se opuso a la cruel osadía, / y mi casta diestra rehusó el trabajo encomendado. Desgarré mi manto de púrpura, arranqué mis cabellos, y me dije en voz muy baja estas palabras: «Tiemes un padre cruel, Hipermestra; cumple los mantados de tu padre; sea ése compa- 35 ñero de sus hermanos. / Soy mujer y virgen, dulce por natura- leza y por mis años; mo convienen mis delicadas manos a las fieras armas; pero ve y, mientras duerme, imita a tus decididas hermanas; es seguro que todas han asesinado ya a sus esposos. 60 Si esta mano mía puede cometer algún asesinato, / sería ensangrentada por la muerte de su dueña. ¿O han merecido la HIPERMESTRA A LINCEO muerte por adueñarse del reino de su tío, que sin embargo ha- bría de entregarse a unos yernos extraños?!. Imagina que estos hombres han merecido morir. ¿Qué hemos hecho nosotras? ¿Qué he cometido yo para que no me esté permitido ser piadosa? / 65 ¿Qué tengo que ver yo con la espada? ¿Qué le importan estas armas de guerra a una doncella? Más apropiados son a mis de- dos la lana y el huso». Digo esto y, mientras me quejo, las lágrimas siguen a sus palabras?, y de mis ojos caen a tu cuerpo: y mientras buscas mis abrazos y mueves por el lecho tus brazos adormecidos, / casí se hirió por la espada tu mano. Y ya temía a mi padre y a los siervos de mi padre y a la luz del día; estas palabras mías te habían arrancado del sueño: «¡Ea! Levántate, nieto de Belo3, el único de tantos hermanos ha poco. Si no te das prisa, esta noche será para ti eterna»!, / Aterrorizado te levantas: huye toda la inercia del sueño. Ves en mi tímida mano la vigorosa espada. Al preguntarme la causa dije: «Mientras la noche lo permite, huye». Mientras la oscuri- dad de la noche lo permite, tú huyes; yo me quedo. Era de mañana y Dánao va contando a sus yernos que yacen 80 asesinados. // Nada más que tú faltas a la suma de su crimen. Ni en uno solo soporta la pérdida de la muerte de un yerno y lamenta que haya poca sangre derramada. Me arrancan de los 1 Los maridos de las hijas de Dánao, al no tener éste hijos varones, heredarían su reino. Pero, como observa Hipermestra, si sus primos no lo heredan lo heredarán otros yernos que no serán de la familia. 2 sua uerba (v. 67), a saber, las palabras que preceden y convienen a las lágrimas, por lo que son suyas. 3 Padre de Egipto y Dánao y, por tanto, abuelo de Linceo y también de Hiper- mestra. 4 Este pasaje está inspirado en HORAcIO, Odas HI 11, 37 ss. HIPERMESTRA A LINCEO pies de mi padre y tras arrastrarme por los cabellos (¿este pre- mio mereció mi piedad?), una cárcel me tiene. 85 / Es evidente que la ira de Juno permanece desde aquel tiempo en que una mujer! se transformó en vaca y la vaca en una diosa. Pero bastante castigo es que una tierna doncella haya mugido y que la ha poco hermosa no pudiese agradar a Júpiter. Se detuvo la flamante vaca en la ribera de su transparente padre ?2 90 / y vio en las aguas paternas unos cuernos no suyos y, al intentar lamentarse, de su boca emitió un mugido?. Y se aterrorizó de su aspecto y se aterrorizó de su voz. ¿Por qué enloqueces, desgracia- da? ¿Por qué te miras sorprendida en la onda? ¿Por qué cuentas 95 los pies añadidos a tus nuevos miembros? / Tú, digna de ser te- mida como rival por la hermana del gran Júpiter, alivias ahora tu demasiada hambre con hojas y hierbas, bebes en una fuente y contemplas estupefacta tu figura, y temes que te hieran las armas que llevas. Y la que hacía poco eras tan rica que podías parecer 100 digna incluso de Júpiter, / te recuestas desnuda en el desnudo suelo. Corres a través del mar, por las tierras y por los ríos, familia tuya. Te da paso el mar, te lo dan los ríos, te lo da la tie- rra. ¿Cuál es la causa de tu huida? ¿Por qué corres, lo5, a través de los dilatados mares? No podrás huir tú misma de tu rostro. / 105 ¿Adónde vas tan de prisa, hija de Ínaco? Persigues y huyes lo mismo. Eres guía para tu acompañante y acompañante para tu horzo en el sentido de persona humana y, por tanto, aquí, de mujer. El dios-río Ínaco, rey de Argos y padre de lo. Todo el verso 91 está reproducido en Metz, 1 637. E Los cuernos. Se interpreta también zo como exclamación; cf. Esquilo Suplicantes 162. MU“ERMESTRA A LINCEO guía. El Nilo que se vierte al mar por siete bocas arrancó el ros- tro de vaca de la enloquecida concubina!. ¿Para qué referir estos remotísimos hechos, los cuales me 110 atestigua la vejez de blancos cabellos? / He aquí que mis años me proporcionan de qué quejarme. Mi padre y mi tío se hacen la guerra; de nuestro reino y de nuestra casa? se nos arroja; nos acoge desterrados el lugar más remoto de la tierra3. Aquel hombre feroz4, él solo, del solio y del cetro se enseñorea; con un anciano desvalido? vagamos de un lado a otro, turba desva- 115 lida. / De un pueblo de hermanos queda una parte pequeñísi- ma. Lloro a los que han sido entregados a la muerte y a las que los entregaron. En efecto, cuantos hermanos, tantas hermanas se me han muertof. Reciba mis lágrimas una y otra muche- dumbre. He aquí que yo, porque tú vives, estoy reservada a sufrir el 120 castigo. / ¿Qué ocurrirá a una culpable cuando soy considera- da rea de una buena acción? Y yo, el número cien en otro tiempo de:esa multitud de familiares, infeliz de mí, al sobrevi- vir un solo hermano moriré. Pero tú, Linceo, si te preocupas un poco de tu piadosa hermana” y disfrutas con dignidad del don 125 que te ofrecí, / O ayúdame, o entrégame a la muerte, y pon encima de una furtiva pira mi cuerpo privado de vida, y sepul- ta mis huesos, rociados de tus fieles lágrimas, y sea grabado mi sepulcro con esta breve inscripción: lo, recobrada su forma humana, es venerada como Isis en Egipto. El país de Egipto. Argos, alejado en relación a su patria. Egipto, su tío y padre de Linceo, Su padre Dánao. 6 Para ella es como si hubiesen muerto. Prima hermana. HIPERMESTRA A LINCES La exilitada Hipermestra, como imicua recompensa de su bondad. 130 h sufrió ella misma la muerte que alejó de su hermano!. Escribirte más me agrada, pero cansada por el peso de la ca- dena está mi mano y el mismo temor? me quita las fuerzas. ' Hipermestra, según el mito, no murió. sino que fuc absuclta por Bánao y cava da con Liínceo. 2 El temor de que su padre o los siervos de su padre la encuentren escribiendo.

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