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Padrino

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Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM)

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poetry analysis ancient greek literature classical literature

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The document appears to be an excerpt from a poem or literary work, possibly a translation or adaptation, that focuses on a personal narrative. It contains dialogue and descriptions of emotional states. Analysis of ancient Greek literature.

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¡00 BRISEIDA A AQUILES Llega de Briseida, a ti robada, la carta que lees, apenas re- conocible como griega por ser mi mano extranjera. Los botrones que verás los hicieron mis lágrimas; pero también las lágrimas tienen el peso de la palabra....

¡00 BRISEIDA A AQUILES Llega de Briseida, a ti robada, la carta que lees, apenas re- conocible como griega por ser mi mano extranjera. Los botrones que verás los hicieron mis lágrimas; pero también las lágrimas tienen el peso de la palabra. / Si me está permitido quejarme un poco de ti, dueño y esposo, me quejaré un poco de mi dueño y esposo. No es culpa tuya el haber sido entregada de inmediato a las exigen- cias de un rey!, aunque también es tu culpa. En efecto, tan 10 pronto como Euríbates y Taltibio me reclamaron, / a Euríbates y Taltibio se me entregó como compañera. Dirigiendo la mira- da el uno al rostro del otro se preguntaban en silencio dónde estaba nuestro amor. Pude ser retenida; un aplazamiento a mi dolor hubiese sido grato. ¡Ay de mí!, al alejarme no te dí beso 15 alguno. Ahora bien, / lloré sin fin y arranqué mis cabellos. ¡Infeliz!, me pareció que de nuevo me hacían prisionera. Muchas veces quise, burlada la guardia, volver; pero el ene- migo, por sentirme cohibida, me podía sorprender. Si me mar- l Agamenón. BRISEIDA A AQUILES 20 chaba de noche, temía ser apresada / y destinada a servir a una cualquiera de las nueras de Príamo. Pero fui entregada porque debí serlo. Después de tantas no- ches! sigo lejos, y no se me reclama. No haces nada y tu ira es lenta. El mismo Menecíada?, en el momento en que se me cedía, me dijo al oído: «¿Por qué lloras? Estarás aquí dentro de 25 poco». ¡No haberme reclamado es «poco»! / Te obstinas, Aquiles, en que no sea devuelta. ¡Ve ahora y ten fama de apa- sionado amante! A ti fueron los hijos de Telamón y Amíntor3, uno más cer- cano a ti por el grado de consanguinidad, el otro compañero tuyo, y el hijo de Laertes, acompañada por los cuales podría 30 volver yo. / Las dulces palabras hicieron más valiosos los gran- des presentes%, veinte brillantes aguamaniles de bien trabajado bronce y siete trípodes semejantes en peso y arte; se añadieron a ellos diez talentos de oro, doce caballos acostumbrados a ven- 35 cer siempre / y, lo que es superfluo, unas jóvenes de Lesbos, de belleza notable, cuerpos prisioneros al ser destruida su ciudad. Y con tantos regalos (pero no necesitas tú esposa), como espo- sa, una de las tres hijas de Agamenón. 40 / ¿Te niegas a aceptar lo que debías haber dado si me hu- bieras tenido que rescatar del Atrida por un «precio»? ¿Por qué culpa he merecido llegar a ser para ti de tan poco valor, Aquiles? ¿A dónde ha huido, al alejarse tan pronto de mí, el Con moctibus en vez de diebus intenta evocar su amor. A Patroclo, Ayax y Fénix. ia El pasaje que enumera los presentes procede directamente de l/. IX 264-273. de BRISEIDA A AQUILES ligero Amor? ¿Será que a los desgraciados los acosa tenazmente una fortuna triste y no llega una hora más propicia a mis proyec- 45 tos? / Destruidas por tu Marte vi las murallas Lirnesias (y había sido yo una parte no pequeña de mi patria); vi caer a mis tres hermanos!, consortes por igual de nacimiento y muerte (de los tres era madre la que para mí); vi a mi marido? tendido, cuan 50 grande era, agitando en la enrojecida tierra su sangrante pecho. Sin embargo, contigo, el único, compensé tantas pérdidas. Tú eras para mí dueño, tú esposo, tú hermano; tú, jurando por los númenes de tu marina madre?, solías decir que ser cautivada 55 había sido bueno para mí; / sin duda para ser desdeñada aun- que venga con dote*, y conmigo rechazar las riquezas que se te ofrecen. Y es más; se dice que, al brillar la Aurora de mañana, entre- garás las velas de lino a los nubíferos Notos. Cuando esta terrible noticia ha llegado, desgraciada de mí, a mis temerosos oídos, / 60 mi pecho se ha quedado sin sangre y sin aliento. ¡Te irás! ¿y a quién, ay de mí, me dejas, iracundo? ¿Quién será el suave alivio de mi soledad? ¡Que me trague, suplico, una súbita fisura de la 65 tierra, o el rojo fuego de un rayo lanzado me queme, / antes de que sin mí blanqueen de espuma por los remos ftíos los mares, y vea abandonada tus naves marchar! l No conocemos los nombres de los hermanos ni de la madre de Briseida. El nú- mero de tres, la madre común y el recuerdo de sus seres queridos asesinados proceden de 1/. XIX 291-294, aunque el contexto es distinto. En Homero, Briseida dice esto ante el cadáver de Patroclo. * Puede tratarse de Mines, al que dio muerte Aquiles. Véase 1/. II 689 s. En XIX 291 habla concretamente de la muerte de su esposo, sin nombrarlo, y de la toma de la ciudad del divino Mines. 3 Tetis. 4 También aquí sigue Ovidio la versión homérica de !/. XIX 272-276. Si vuelve Aquiles a la lucha, Agamenón le ofrecerá, dice la embajada, todos estos presentes, y le jurará que nunca ha subido al lecho de Briseida. BRISEIDA A AQUILES Sí a tí ya te agrada el regreso y los patrios penates, no soy yo una carga pesada para tu flota; al vencedor como cautiva se- 70 guiré, no como esposa al marido: / tengo apropiadas manos para cardar la lana. Una esposa, la más bella con mucho entre las mujeres aqueas, irá, y que vaya deseo, a tu tálamo, nuera digna de un suegro* nieto de Júpiter y Egina, y de quien el an- 75 ciano Nereo? querría ser abuelo. / Yo, humilde y sierva tuya, hilaré la lana que a diario me entreguen y mis hebras vaciarán los husos repletos. Que no me maltrate, suplico, tu esposa, que no será justa conmigo en no sé qué modo; no soportes que en 80 tu presencia corten mis cabellos; / di con agrado «ésta también fue mía», o, mejor, súfrelo con tal que no me desdeñes y me dejes aquí. Este temor me ha sacudido, triste de mí, los huesos. ¿Qué esperas, pues? Agamenón se arrepiente de su ira y ya- 85 ce ante tus pies, dolorida, Grecia. / ¡Domina tu soberbia y tu ira tú, que dominas lo demás! ¿Por qué el valiente Héctor causa destrozos a las tropas dánaas? Toma las armas, Eácida, pe- ro recíbeme antes a mí; y aplasta a unos hombres alborotados por un Marte favorable. Por mí se suscitó, por mí cese tu ira. / 90 ¡Sea yo causa y fin de tu tristeza! Y no consideres vergonzoso l Peleo, padre de Aquiles. 2 Padre de Tetis. BRISEIDA A AQUILES para ti sucumbir a mis súplicas: el hijo de Eneo! volvió a las ar- mas por la súplica de su esposa?. Esto lo sé yo de oídas, tú lo sabes bien: privada de sus hermanos, maldijo la madre? la es- peranza que tenía en su hijo y su misma vida. Había guerra: / 95 él, enfurecido, depuso las armas y se apartó de ella, y a su patria con corazón inflexible negó toda ayuda. Su esposa, la única, convenció al marido. ¡Feliz ella! Pero mis palabras caen sin peso alguno. Y, sin embargo, ni 100 me indigno, ni me conduje como esposa, / llamada muy a me- nudo, como sierva, al lecho del señor. A mí, recuerdo, cierta esclava me llamaba «señora». Le dije: «Añades a la esclavitud la carga de un título». Mas, por los huesos de mi marido mal cu- biertos.en precipitada sepultura, huesos a los que mi pensa- 105 miento debe respetar, / y por las almas valientes de mis tres hermanos, númenes míos, que felizmente yacen por la patria y con la patria, y por tu vida y la mía que unimos en una, y por tus espadas, dardos conocidos para los míos, juro que el Mice- 110 neo% no ha compartido nunca el lecho conmigo: / abandóna- me si te he sido infiel. Si ahora te dijera: «Tú, el más valiente, jura también que sin mí no has conseguido placer alguno», oja- lá pudieras decir que no. 1 Meleagro, hijo de Eneo y Altea. 2 Cleopatra. Higino la llama Alcíone. 3 Ovidio sigue la versión homética (1/, IX 529-599). Al terminar la cacería del jabalí de Calidón hubo una disputa entre los Curetes, súbditos de Testio (entre los que se encontraban los hermanos de Altea), y los Calidonios por la posesión de la piel del animal. Meleagro lucha junto a los calidonios y mata, entre otros, a los hermanos de su madre. Ésta lo maldice. Hay otra versión distinta a la homérica que hace mención de un tizón ligado a la suerte de Meleagro, de manera que éste moriría cuando se consu- miera, lo que sabía únicamente la madre; enterada ésta de la muerte de sus hermanos, lo dejó arder. 4 Agamenón. BRISEIDA A AQUILES Los Dánaos, empero, piensan que estás triste. Tú haces sonar 115 el plectro; te acoge en tibio seno una dulce amiga!. f/ Si al- guien pregunta por qué te niegas a luchar, la lucha hace daño; las cítaras, la noche y Venus son gratas. Es más seguro yacer en un lecho, poseer a una muchacha, pulsar con los dedos la lira tracia?, que sostener en las manos el escudo, el asta de afilada 120 punta, / y sobre la cabellera aplastada el casco. Pero a ti más que la seguridad agradaban los hechos insignes y era dulce la gloria conseguida en la lucha. ¿Acaso sólo mientras querías esclavizarme librabas fieros combates, y ahora con mi patria ya- ce vencida tu gloria? 125 / ¡Los dioses lo quieran mejor? y, blandida por tu robusto brazo, ruego, la lanza del Pelio% atraviese el costado de Héctor! Enviadme a mí, Dánaos; mensajera vuestra, rogaré a mi señor y lo colmaré de besos que sazonen vuestros encargos. Más yo que 130 Fénix, más que el elocuente Ulises, //más yo que el hermano de Teucro*, creedme, conseguiré. Algo logra acariciar un cuello con acostumbrados brazos y excitar unos ojos con el seno desnudoó. Aunque seas cruel y más feroz que las ondas de tu madre”, aunque calle, te convencerán mis lágrimas. 1 Briseida no nombra a la lesbia Diomede, hija de Forbante, con quien estaba Aquiles cuando llegaton los legados de Agamenón, cf. 1/ IX 664-665. 2 O hemonia, de nueve cuerdas, como el número de las Musas. En recuerdo de Orfeo, tracio, que la había recibido de Apolo como regalo, o la había inventado. 3 Fórmula elíptica (di melius uelint). 4 Lanza pesada y de grandes dimensiones que sólo Aquiles podía manejar. Había sido cortada de un fresno de la cumbre del monte Pelio y regalada por el centauro Quirón a Peleo en ocasión de su boda, cf. [Y XVI 140-144. 5 Áyax. 6 «Presente» a los ojos de Aquiles. He preferido el ablativo al acusativo praesen- tisque, que iría con oculos. 7 Es decir, que el mar. Tópico. BRISEIDA A AQUILES 135 / Ahora también (así Peleo, tu padre, colme sus años, así Pirro* bajo tus auspicios vaya a la guerra), vuelve tu mirada a la solícita Briseida, valiente Aquiles, y no consumas, hombre inhumano, a una desgraciada con tan larga tardanza. O si tu amor ha llegado a cansarse de mí, a la que sin ti 140 obligas a vivir, / oblígala a morir. Puesto que lo haces, me obligarás: se ha marchado el color de mi cuerpo. Sostiene a éste sólo la esperanza de tu aliento. Si se me aleja de él, buscaré a mis hermanos y a mi esposo. Y no será para ti una hazaña 145 brillante haber ordenado morir a una mujer. / Mas, ¿por qué lo vas a ordenar? Desenvaina la espada y busca mi cuerpo. Me queda sangre que pueda salir del pecho traspasado. Alcánceme aquella espada tuya que, si la diosa? lo hubiese permitido, te- nía que haber ido contra el pecho del Atrida. 150 Pero ojalá salves, mejor, mi vida, botín tuyo. / Lo que* ha- bías concedido vencedor al enemigo lo pido como amiga. Á quienes podrías destruir mejor te los ofrece Pérgamo la Nep- tunia%. Reclama del enemigo la ocasión de matar. En cuanto a mí, ya si te dispones a empujar la flota con remeros, ya si per- maneces, con el derecho del señor ordena que vuelva. 1 Hijo de Aquiles. 2 Minerva, que, por orden de Juno, detuvo a Aquiles cuando estaba a punto de vengarse de Agamenón, cf. 1/, 1 195 ss. En Homero sólo Aquiles ve a la diosa, por lo que Ovidio ha podido imaginar que Aquiles se lo contase a Briseida. 7 La vida de Briseida que Aquiles, vencedor, le había concedido al perdonársela. 4 Alusión a la construcción de las murallas de Troya. En Her. 1 67 destaca la par- ticipación de Apolo, mientras que aquí la de Neptuno.

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