Análisis del siglo XIX en la Lengua Española PDF
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Este documento analiza el siglo XIX en España, enfocándose en los cambios sociales, políticos y culturales. Aborda la influencia de la Revolución Francesa y el desarrollo del romanticismo, realismo y naturalismo en la literatura y el arte. También destaca la importancia de las ideas nacionalistas y los avances científicos en la época.
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Con el siglo XIX llega el deseo de cambiar las estructuras sociales bajo las consignas de libertad e igualdad de la Revolución francesa (1789); ello multiplica los enfrentamientos entre partidarios del Antiguo Régimen y los liberales. En España, la inestabilidad se manifestó a través de tensiones so...
Con el siglo XIX llega el deseo de cambiar las estructuras sociales bajo las consignas de libertad e igualdad de la Revolución francesa (1789); ello multiplica los enfrentamientos entre partidarios del Antiguo Régimen y los liberales. En España, la inestabilidad se manifestó a través de tensiones sociales: con el proletariado, el movimiento obrero; el aumento del poder de la burguesía siempre en conflicto con la alta nobleza; oleadas revolucionarias… Y crecen también tensiones políticas, ocasionadas por los continuos enfrentamientos entre tradicionalistas y progresistas; la sucesión de diversos reinados; las guerras (guerra de la Independencia, guerras carlistas, la revolución del 68) y los diferentes regímenes políticos (absolutismo monárquico, República). La segunda mitad del siglo se caracteriza por el fin del idealismo romántico y la llegada de un concepto más práctico de las cosas, influido por el espíritu burgués. El acceso de la burguesía al poder conlleva el avance de la Revolución Industrial y el desarrollo de la economía capitalista. El panorama internacional está marcado por los deseos imperialistas de Napoleón y el colonialismo. Además, surgen ideas nacionalistas e ideologías como el marxismo, el liberalismo y el socialismo. Fábrica de papel. Enciclopedia de Diderot. En el siglo XVIII interesan todas las ramas del saber. De esta inquietud surge en Francia La Enciclopedia (1751 y 1772), un proyecto a través del que se difunden las ideas ilustradas y cuyos principales artífices fueron Diderot y D’Alembert. De este espíritu enciclopedista deriva la importancia del didactismo y del ensayo. En España, en lo social y lo económico hay un gran atraso. La tendencia al inmovilismo industrial, tecnológico e ideológico retrasó la modernización del país y creó una población eminentemente analfabeta, agraria y rural. El siglo culmina con la pérdida de las últimas colonias (Cuba, Puerto Rico y Filipinas) y la llegada de Alfonso XII con la Restauración monárquica. En definitiva, se produce un estado de confusión y caos que frena el tímido progreso del siglo anterior. 2.2 EL ROMANTICISMO Las ideas ilustradas de soberanía popular y libertad del individuo son el germen del liberalismo político y de la libertad en el arte, que se evidencia en el movimiento romántico durante la primera mitad del siglo XIX, y que ya había anticipado el prerromanticismo. Así, de la libertad del individuo se llega a la necesidad de libertad creadora y la rebeldía frente a las normas neoclásicas. El yo y los sentimientos se imponen a la razón. Los principales rasgos del Romanticismo son los siguientes: Los valores inalcanzables de la Ilustración y la crisis de la sociedad producen el llamado «mal de siglo», con sentimientos de decepción, fracaso y frustración, pero también de rebeldía. Por esto en literatura aparecen personajes solitarios, incomprendidos y rebeldes, trasgresores de las normas: Prometeo, el pirata, Satanás, Don Juan… Búsqueda de la evasión para escapar de la realidad: una huida en el espacio en que se localizan las obras literarias (lugares exóticos como Grecia, Oriente…) y en el tiempo (épocas pasadas, como la Edad Media). También la muerte es considerada una huida, en clave de salvación. El amor romántico es pasional, atormentado, imposible. La naturaleza presenta paisajes solitarios, apartados, oscuros, nocturnos, fantasmagóricos, que dan rienda suelta a la fantasía, la imaginación, lo irracional y están en consonancia con los estados anímicos del personaje. Gusto por lo local, lo tradicional, por el costumbrismo, en la descripción de tipos, costumbres y leyendas, que exaltan el nacionalismo frente a lo extranjero. Consideración del artista como genio, dotado de una sensibilidad superior que choca con una sociedad que no lo comprende. Ello acrecienta su insatisfacción y su soledad, su marginalidad. El beso, Francesco Hayez (1859). 2.3 EL REALISMO Y EL NATURALISMO Conforme el siglo avanza, se van produciendo cambios en la sociedad. Los conflictos sociales, las nuevas corrientes filosóficas (como el positivismo y el marxismo), los avances científicos y tecnológicos (el experimentalismo, el evolucionismo y las teorías sobre la herencia) favorecen el desarrollo de una clase media que quiere verse reflejada en el arte. Fue muy importante la influencia de la literatura europea del momento en la nuestra: ya Flaubert o Zola en Francia se fijan en el hombre y su ambiente desde la perspectiva de un científico, haciéndose eco del positivismo y las ciencias experimentales. La extravagancia, la grandilocuencia y la fantasía románticas se abandonan, aunque perdura el interés por reflejar las costumbres. Todo ello evolucionará hacia el realismo, la corriente que surge en la segunda mitad del XIX. Esta se basa en una observación minuciosa de la realidad, desde los ambientes hasta el retrato psicológico de los individuos. Entre sus rasgos destacan: La realidad externa como tema esencial, no la interna del autor. Importancia de lo actual y de lo cercano, lejos del escapismo exótico romántico. Paisajes cotidianos, no fantásticos ni pintorescos. Aparece una naturaleza cercana, provinciana, familiar… La exactitud y precisión en la observación y plasmación de esa realidad, partiendo de los datos sensibles. El autor actúa como un hombre de ciencia que reproduce de forma minuciosa. Intención moral de la obra. Dominio del espíritu burgués, de gran sentido práctico. Los presupuestos del realismo serán llevados a sus máximas consecuencias por el naturalismo, que asume la importancia de la ciencia experimental y el método científico. El movimiento naturalista reflejará la realidad con un marcado pesimismo, a partir de las ideas del determinismo científico, según el cual la vida de las personas está determinada por el medio social en el que viven. Tendencias del Romanticismo español Los románticos ponen la prosa al servicio del debate político y social, mostrando las dos tendencias ideológicas del Romanticismo: la conservadora, defensora de valores tradicionales, propia de Zorrilla o del costumbrismo de Ramón de Mesonero Romanos; y la liberal, más rebelde y combativa, en la línea de lord Byron, característica de José de Espronceda y de los artículos de Larra. Durante el siglo XIX la exposición de las nuevas ideas se hará a través del ensayo y de las publicaciones periódicas, que van a tratar diversos temas: el teatro, el papel de la mujer o la polémica entre Neoclasicismo y Romanticismo. Concepción Arenal (1820-1893) es uno de los mejores ejemplos de ensayista preocupada por cuestiones diversas: desde la reivindicación de los derechos de la mujer en la sociedad de su época (en La emancipación de la mujer en España) hasta la defensa de los derechos de los presos, la libertad, la educación, la lucha contra los estereotipos, contra la situación laboral… Mariano José de Larra (1809-1837) denuncia desde una perspectiva crítica cuestiones políticas (la pena de muerte en «Un reo de muerte»); de costumbres que considera groseras o un atraso del país («El castellano viejo», «Corridas de toros» o «Vuelva usted mañana») y de crítica literaria («Yo quiero ser cómico»). Normalmente emplea la ironía y el humor, que sirven para ocultar, en muchas ocasiones, su gran pesimismo ante la imposibilidad de transformar el país y la sociedad española. Los artículos suelen tener la misma estructura: presenta el problema, se añaden ejemplos o anécdotas, y finalmente se expone la conclusión del autor. Mariano José de Larra, José Gutiérrez de la Vega (c. 1835). Yo quiero ser cómico No fuera yo Fígaro1, ni tuviera esa travesura y maliciosa índole que malas lenguas me atribuyen, si no sacara a la luz pública cierta visita que no ha muchos días tuve en mi propia casa. Columpiábame en mi mullido sillón […] y me hallaba en la mayor perplejidad sin saber cuál de mis numerosas apuntaciones elegiría para un artículo […]. Quería yo que fuese interesante sin ser mordaz, y conocía toda la dificultad de mi empeño, y sobre todo que fuese serio, porque no está siempre un hombre de buen humor, o de buen talante, para comunicar el suyo a los demás. No dejaba de atormentarme la idea de que fuese histórico, y por consiguiente verídico, porque mientras yo no haga más que cumplir con las obligaciones de fiel cronista de los usos y costumbres de mi siglo, no se me podrá culpar de mal intencionado, ni de amigo de buscar pendencias por una sátira más o menos. Mariano José DE LARRA Artículos de crítica literaria. Anaya 1 Fígaro fue uno de los seudónimos que usó Larra para firmar sus artículos. 3.2 LA PROSA DE FICCIÓN Durante el siglo XVIII se siguieron publicando algunas obras continuadoras de géneros barrocos, como la picaresca en las obras Vida, de Diego Torres de Villarroel; y Fray Gerundio de Campazas, alias Zotes, del Padre Isla, que ridiculiza los excesos barrocos. En el movimiento neoclásico, por su propia naturaleza, finalidad y utilidad, no se cultiva mucho la prosa de ficción, destinada al entretenimiento. Pero algunas obras de escritores neoclásicos anticipan algunos rasgos del Romanticismo, como Noches Lúgubres, de Cadalso, obra de tema amoroso que adelanta la concepción del amor como imposible y que presenta el tema del suicidio por amor. Torreón en ruinas, Eugenio Lucas Velázquez (1853). La narrativa del periodo romántico se apoya básicamente en la novela histórica y en la social o de costumbres. La primera tiene la influencia de Walter Scott y muestra rasgos románticos como la evasión de la realidad con narraciones situadas en la Edad Media, sobre todo, como El señor de Bembibre de Enrique Gil y Carrasco. Desde el punto de vista histórico, son narraciones verosímiles, pero no rigurosas y muestran situaciones paralelas a los problemas de la época. La segunda derivará en la novela realista y se irá alejando paulatinamente del costumbrismo romántico. Gran importancia adquiere la narrativa breve, sobre todo de carácter legendario, fantástico o popular como manifestación del espíritu nacional y de ambientación romántica. En muchas ocasiones es un narrador personaje o un narrador testigo quien cuenta la historia. En la narración fantástica destaca Gustavo Adolfo Bécquer con sus leyendas: El monte de las ánimas, La promesa, El rayo de luna… El aumento de los lectores, el abaratamiento del libro, la mayor alfabetización y la incorporación de la mujer a la lectura, sobre todo de novelas, propiciaron un mayor cultivo de la prosa de ficción con el avance del siglo. La mujer se convertirá en protagonista literaria tanto en España como en Europa, así lo muestran las obras: La Gaviota, La Regenta, Fortunata y Jacinta, Pepita Jiménez, Eugénie Grandet, Ana Karenina, Madame Bovary… Además de las lectoras, aumenta el número de narradoras. Fernán Caballero (seudónimo de Cecilia Böhl de Faber) es autora de La Gaviota (1949) y La familia Alvareda (1856). Sus obras son precedentes del realismo, pero aún perviven rasgos del costumbrismo romántico. En ellas lo narrativo pasa a un segundo plano, pues lo importante es la descripción de un pueblo andaluz con sus costumbres, creencias… En la segunda mitad del siglo XIX, con el realismo y el naturalismo, se observa el cansancio hacia los excesos románticos y se fija la mirada en la observación minuciosa y la reproducción científica de la realidad. La novela persigue una intención social, se trata de una novela de tesis que debe contribuir a la reforma o cambio de la sociedad; así, se critica la desigualdad desde posiciones progresistas y se pone de manifiesto la oposición entre lo tradicional y lo moderno. Cecilia Böhl de Faber, Valeriano Domínguez Bécquer (1858). La novela naturalista llevará a su máximo exponente este deseo de realismo a través del determinismo, según el cual los seres humanos no tienen voluntad, pues están condicionados por su influencia genética y el entorno en el que viven. Para mostrar esta doctrina filosófica, las novelas realistas y naturalistas reflejarán ambientes y personajes sórdidos, violentos, etc. Las principales características de la novela realista son: Presencia de un narrador omnisciente. Descripción detallada de ambientes, espacios y personajes. Verosimilitud: las obras están ambientadas en la época contemporánea. Estructura cronológica lineal: presentación, nudo, desenlace. Estilo sobrio, que contrasta con la retórica romántica. Importancia del diálogo en estilo directo y del estilo indirecto libre. Como temas fundamentales aparecen el amor y sus problemas (el adulterio, la desigualdad de edad o social de los personajes…) y el enfrentamiento ideológico (lo tradicional frente a lo liberal, lo rural frente a lo urbano; el anticlericalismo frente a la defensa de la religión). El estilo indirecto libre reproduce la conciencia del personaje a través de un narrador en tercera persona usando la voz del personaje (vocabulario, gramática, etc.) directamente o eliminando el verbo dicendi del narrador (pensó, se dijo, se preguntó, etc.); así el lector tiene la sensación de acceder de forma íntima e inmediata a la conciencia del personaje. A Mesía le extrañó y hasta disgustó el entusiasmo de Ana. ¡Hablar del Don Juan Tenorio como si se tratase de un estreno! ¡Si el Don Juan de Zorrilla ya sólo servía para hacer parodias…! Leopoldo ALAS, CLARÍN La Regenta Círculo de Lectores Además, los autores realistas y naturalistas se interesaron por la narrativa breve como Clarín con ¡Adiós, cordera! o Emilia Pardo Bazán con El indulto. Sus textos, sin embargo, no siempre serán realistas, pues introducen elementos como el misterio. Este es el caso de la novela breve El clavo, de Pedro Antonio de Alarcón. Asimismo, los autores europeos sintieron atracción por el cuento, entre los ejemplos más destacados sobresalen El collar, de Guy de Maupassant, y La dama del perrito, de Anton Chéjov. Como representantes de la novela realista hallamos a Juan Valera (1824-1905) quien recrea ambientes contemporáneos, pero idealizados, con pinturas y descripciones de la vida cotidiana. Destacan los personajes femeninos, que además dan nombre a sus obras más representativas En Juanita la larga muestra la habilidad de la protagonista para superar una serie de prejuicios sociales a favor del amor. Pepita Jiménez, narra en forma de carta, junto al tema del viejo y la niña, el triunfo del amor de los jóvenes. Leopoldo Alas, Clarín (1852-1901) es el autor de La Regenta, obra que tiene como protagonista a Ana Ozores (la Regenta), casada con Víctor Quintanar, mucho mayor que ella, lo que sirve para tratar el tema de los matrimonios desiguales en edad y el adulterio. Los personajes están condicionados por el medio en el que viven: el ambiente opresivo de Vetusta (Oviedo, en realidad), lo que acerca la obra al naturalismo. La novela refleja las desigualdades entre las diferentes clases sociales y el papel de la mujer, ceñido al ámbito familiar y siempre sometida a los juicios implacables del resto de la sociedad. Critica además la hipocresía de la burguesía y a la iglesia. Son importantes las descripciones del medio, que determina las vidas de los personajes, su evolución y también su final, pues estos son vencidos por ese ambiente. A pesar de esta injusticia distributiva que don Fermín tenía debajo de sus ojos, sin que le irritara, el buen canónigo amaba el barrio de la catedral, aquel hijo predilecto de la Basílica, sobre todos. La Encimada era su imperio natural, la metrópoli del poder espiritual que ejercía. El humo y los silbidos de la fábrica le hacían dirigir miradas recelosas al Campo del Sol; allí vivían los rebeldes; los trabajadores sucios, negros por el carbón y el hierro amasados con sudor; los que escuchaban con la boca abierta a los energúmenos que les predicaban igualdad, federación, reparto, mil absurdos, y a él no querían oírle cuando les hablaba de premios celestiales, de reparaciones de ultra-tumba. No era que allí no tuviera ninguna influencia, pero la tenía en los menos. Leopoldo ALAS, CLARÍN La Regenta. Círculo de Lectores La Regenta, escultura de Mauro Álvarez Fernández (1997), y la Catedral de Oviedo. Argumento de La Regenta Ana Ozores, insatisfecha con su vida, se vuelca en la religión con la guía de su confesor, Fermín de Pas, el magistral, que acabará sintiendo por ella una pasión posesiva. Tratando de escapar de este, se refugia en Álvaro Mesía, un donjuán cobarde, que matará en duelo al marido de Ana. Abandonada por don Fermín y don Álvaro, y viuda, es despreciada por la sociedad de la ciudad. Emilia Pardo Bazán (1851-1921) fue la principal defensora del naturalismo en España, aunque su ideología conservadora y católica no le permitió seguir completamente algunos presupuestos naturalistas, como el determinismo. Sí presenta descripciones minuciosas y bien documentadas que muestran la influencia del medio en los comportamientos humanos. Entre sus obras destaca Los pazos de Ulloa, en la que trata el mundo rural gallego, la oposición barbarie (la vida en la aldea, el mundo rural cerrado dominado por las pasiones) y civilización (el mundo urbano). Sin embargo, en ambos mundos las personas están sometidas al medio en el que viven. Los postulados naturalistas se evidencian en muchos detalles del siguiente fragmento como el medio hostil y la consecuente animalización y degradación de los individuos. Primitivo y la moza disponían en cubetas de palo el festín de los animales, entresacado de lo mejor y más grueso del pote; y el marqués —que vigilaba la operación—, no dándose por satisfecho, escudriñó con una cuchara de hierro las profundidades del caldo, hasta sacar a luz tres gruesas tajadas de cerdo, que fue distribuyendo en las cubetas. Lanzaban los perros alaridos entrecortados, de interrogación y deseo, sin atreverse aún a tomar posesión de la pitanza; a una voz de Primitivo, sumieron de golpe el hocico en ella, oyéndose el batir de sus apresuradas mandíbulas y el chasqueo de su lengua glotona. El chiquillo gateaba por entre las patas de los perdigueros, que, convertidos en fieras por el primer impulso del hambre no saciada todavía, le miraban de reojo, regañando los dientes y exhalando ronquidos amenazadores: de pronto la criatura, incitada por el tasajo1 que sobrenadaba en la cubeta de la perra Chula, tendió la mano para cogerlo, y la perra, torciendo la cabeza, lanzó una feroz dentellada. Emilia PARDO BAZÁN Los pazos de Ulloa. Cátedra 1 tasajo: carne. Benito Pérez Galdós (1843-1920) es uno de los mejores representantes del realismo. En sus novelas de tesis, como Doña Perfecta y La familia de León Roch, presenta los conflictos ideológicos de su época defendiendo las ideas progresistas y anticlericales. Encontramos personajes un tanto arquetípicos: buenos (los liberales, con sentimientos de amor y respeto) frente a malos (los opresores, defensores de la Iglesia). Posteriormente, en las novelas contemporáneas (Tormento o Fortunata y Jacinta) describirá de forma menos parcial y más compleja la sociedad madrileña de la época. Los personajes ahora son observados y analizados en su medio con procedimientos naturalistas: sus conductas se deben a causas biológicas, sociales e históricas, aunque por encima de ellas están sus acciones y sus valores. Uno de los mejores representantes de las novelas realistas es Benito Pérez Galdós. Fortunata y Jacinta Narra la historia de Fortunata y Jacinta, la amante y la esposa respectivamente de Juan Santa Cruz, un hombre de clase media. Fortunata, que pertenece a las clases más bajas, es abandonada en varias ocasiones por Juanito Santa Cruz y se casa con Maximiliano Rubí, un hombre que intenta darle una vida digna. Se queda embarazada de Juanito y, antes de morir, entrega su hijo a Jacinta. Esta, que es estéril, adoptará al niño. En Fortunata y Jacinta Galdós retrata la sociedad, los conflictos entre clases y el ambiente político desde su perspectiva progresista. Entre los rasgos técnicos de la obra destacan el narrador omnisciente, el monólogo interior, el estilo indirecto libre y la importancia el diálogo. Otra vez sentía retumbar en su oído las tremendas palabras de aquel: «Si vuelves a pronunciar delante de mí, etc.» […] «¡Ah!, tuno, no hablabas antes de ese modo. […] ¿Que es sagrada, dices?… ¿Entonces, para qué la engañas? ¡Sagrada! Ahora sales con eso. Cojo mi sombrero y no me vuelves a ver… Eso es que tú lo quieres hace tiempo. Estás buscando un motivo, y te agarras a lo que dije. Te comparo con ella, y si pierdes en la comparación, échate a ti misma la culpa. Eso es decirme que soy un trasto, que yo no puedo ser honrada aunque quiera… ¡Cómo me requemaba oyendo esto y cómo me requemo ahora mismo! Se me aprieta la garganta, y los ojos se me llenan de lágrimas». Benito PÉREZ GALDÓS Fortunata y Jacinta. Cátedra Otro grupo de novelas son las espiritualistas (Tristana, Nazarín, Misericordia), escritas en los años noventa bajo la influencia de escritores rusos como Tolstoi. Están protagonizadas por individuos que habitan los barrios más miserables, caracterizados con un gran valor moral y sentido del deber frente a los personajes burgueses; así, queda patente la desilusión ante el fracaso de la burguesía para transformar el mundo. Por ejemplo, en la novela Misericordia, Benigna (nombre simbólico) es una criada que mendiga para mantener a sus señores sin que ellos lo sepan. Cuando estos se enteran la despiden, a pesar de lo cual ella los perdona. Con el Romanticismo, llega la reivindicación del yo y la poesía adquiere gran importancia como vehículo de expresión de sentimientos, alejada de las pretensiones de utilidad. Frente a los principios neoclásicos de equilibrio, la poesía romántica dará total libertad a la expresión exaltada de los sentimientos; en el plano formal esto se refleja en la polimetría, que supone la libertad de uso de diferentes versos y estrofas. Durante el Romanticismo se cultivan dos tipos de poesía: Poesía narrativa - El interés por lo legendario e histórico hizo que se revalorizara el Romancero y se desarrollara esta poesía, sobre todo en la primera mitad del siglo. Hay poemas largos como El estudiante de Salamanca de Espronceda, o breves como romances y leyendas. Los temas que se abordan son la rebeldía, las pasiones destructoras, las leyendas populares… Poesía lírica - Subjetiva e intimista, supone la exaltación de los sentimientos. Sus temas principales son el amor, la naturaleza o el inconformismo. Las experiencias personales conviven con la compasión por los oprimidos. José de Espronceda (1808-1842) fue el poeta romántico por excelencia, por su obra e ideología, pero también por su vida. De ideas liberales, vivió la pasión amorosa hasta el extremo de raptar a su amada Teresa Mancha. Como poeta lírico, muestra el interés romántico por personajes rebeldes y marginales en sus cantos de protesta social y políticos, como en «Canción del pirata», «El mendigo» o «El reo de muerte». Cultiva también la poesía íntima, como en «A Jarifa en una orgía», donde muestra el desengaño vital y la desilusión y reflexiona sobre el paso del tiempo. La elegía «Canto a Teresa», incluida en El diablo mundo, está dedicada a la muerte de Teresa Mancha, con la que vivió una historia amorosa turbulenta. Entre su poesía narrativa destacan dos grandes poemas: El estudiante de Salamanca y El diablo mundo. En ambos incorpora características románticas, tanto temáticas (rebeldía, pasiones desbordadas, misterio, intimidad) como formales (polimetría, mezcla de géneros, recursos retóricos de gran sonoridad). El estudiante de Salamanca cuenta la historia de Félix de Montemar que seduce y abandona a Elvira, quien muere de dolor. El hermano de Elvira se enfrenta a Félix y muere a manos de este. La obra termina con la aparición de la amada muerta (personificación de la muerte) que lo conduce a su propio entierro, una boda macabra y el descenso al infierno. Este último tipo de poesía fue cultivado por un grupo de escritoras, las románticas, a las que proporcionó un espacio para su independencia intelectual, una inquietud que recibía la reprobación social. En esta época se define a la mujer como «ángel del hogar», su ámbito es la casa, fuera de la cual no tiene espacio, mucho menos, intelectual. Así queda claramente definida la diferenciación en materia literaria: el orgullo, la pasión, la insatisfacción, la rebeldía, son exclusivas del hombre. Con Rosalía de Castro, Carolina Coronado y Gertrudis Gómez de Avellaneda hubo muchas más, que lucharon como grupo social por su derecho a expresarse. En la segunda mitad del siglo, cuando ya el Romanticismo está desapareciendo y emergen el realismo y el naturalismo, aparecen dos poetas líricos muy importantes: Bécquer y Rosalía. Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) con subjetividad, intimismo y perfección formal, muestra en sus Rimas una historia amorosa desde su ilusión inicial hasta su fracaso final, pero también la expresión de su idea sobre el amor y una reflexión sobre la propia poesía. La mujer ideal, cuyo amor es inaccesible, lo lleva al desengaño; una mujer que en muchas ocasiones en el Romanticismo lleva al hombre a la destrucción. Junto a ello, la soledad del yo enfrentado al mundo y el misterio de la muerte, en una naturaleza como expresión de esos sentimientos. Prefiere el verso breve y la asonancia y se inclina por las personificaciones, metáforas, comparaciones, figuras de repetición (paralelismos, anáforas…), así como por la estructura dialogada de muchos de sus poemas. Monumento a Bécquer, Lorenzo Coullant Valera (1911), en Sevilla. Sus rimas se pueden clasificar de la siguiente manera: Rosalía de Castro (1837-1885) es la representante del Rexurdimento. Da voz en gallego al espíritu romántico, a los sentimientos de dolor, saudade, angustia y soledad propios de la época. En castellano escribió En las orillas del Sar, donde se expresa ese sentimiento trágico de la vida; en gallego escribió Follas Novas y Cantares Galegos. Otros de sus temas son el amor, motivo de sufrimiento, y su Galicia natal, sus paisajes, sus costumbres… pero también algunos poemas evidencian el papel secundario de la mujer en su sociedad. Su poesía se caracteriza por el uso de la polimetría, su interés por la poesía popular, la sencillez expresiva y la sobriedad en un estilo breve y directo. Con el siglo XIX el Romanticismo logra conciliar al público con el teatro, al romper las reglas neoclásicas, se acerca en algunos aspectos al teatro barroco, que tanto gustaba. Los temas del drama romántico, sus peripecias, personajes y ambientes enlazan además con los anhelos, angustias, pasiones y luchas del hombre de la época. Se trata de trasladar a escena su visión de la vida como conflicto, su frenesí pasional sin ninguna finalidad didáctica: es el choque del protagonista con la sociedad ante la que se rebela. Sátira del suicidio romántico, Leonardo Alenza y Nieto (1839). Los principales rasgos del drama romántico son: Ruptura de las reglas neoclásicas: no se respetan las unidades dramáticas, ni la distinción de géneros, tampoco la división de actos sigue un criterio uniforme. Mezcla de distintos metros (polimetría) y de prosa y verso en la misma obra. Aparición de amores desmesurados, pasiones… vividos por personajes rebeldes, en ocasiones misteriosos, marcados a veces por un «destino trágico». Preferencia por ambientes solitarios, inaccesibles, cementerios, ruinas, sobre todo durante la noche. El cambio se inicia en 1834 con el Macías, de Larra, y La conjuración de Venecia, de Martínez de la Rosa. Pero el gran éxito lo obtiene en 1835 la representación de Don Álvaro o la fuerza del sino de Ángel Saavedra, Duque de Rivas. Don Álvaro es un héroe típicamente romántico enfrentado al mundo y a la sociedad, perseguido por la fatalidad. Una serie de muertes involuntarias lo arrastran a una situación trágica que desemboca en un final transgresor: el suicidio. El drama romántico termina con Don Juan Tenorio (1844) y Traidor, inconfeso y mártir (1849) de José de Zorrilla. La primera gozó de una gran popularidad y sigue siendo tradición su representación el día 1 de noviembre en algunas zonas de España. Contiene ingredientes típicamente románticos. Zorrilla pertenecía al Romanticismo conservador, lo que explica el final de la obra: el amor vence y finalmente don Juan es salvado por doña Inés de caer en el infierno, por eso ella le dice: «Yo mi alma he dado por ti, / y Dios te otorga por mí / tu dudosa salvación». El tema de don Juan cuenta con una larga tradición en nuestra literatura, recoge el mito literario de El burlador de Sevilla, de Tirso de Molina (siglo XVII), y está emparentado también con el personaje de don Félix de Montemar de Espronceda. El personaje de don Juan, un conquistador amoral, también es protagonista de algunas obras de otras literaturas, como el poema épico Don Juan, de lord Byron o la obra teatral de Dumas Don Juan de Marana. El personaje incluso trasciende a otras artes como la ópera Don Giovanni de Mozart. Teatro realista En esta tendencia, destaca el drama neorromántico de José Echegaray, de gran acogida entre el público.