Utopías Agrecológicas para el Agrocapitalismo (PDF)
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Universidad del Tolima
2022
Leyson Jimmy Lugo Perea, Luz Helena Rodríguez Rodríguez
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Summary
This book explores agroecological utopias in the context of agrocapitalism, offering a critical perspective from the agroecologies of the Global South. It analyzes power structures within agrocapitalism and examines agroecological practices in the Global South, emphasizing the need to reshape agroecology as a counter-hegemonic force. The book is a valuable resource for those interested in sustainable agriculture.
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See discussions, stats, and author profiles for this publication at: https://www.researchgate.net/publication/365047951 Utopías agrecológicas para el agrocapitalismo. Una perspectiva crítica desde las agroecologías de los sures. Book · November 2022 CITATIONS READS 2 8,986 2 authors: Leyson Jimmy Lugo Perea Luz Helena Rodriguez Rodriguez University of Tolima University of Tolima 14 PUBLICATIONS 54 CITATIONS 9 PUBLICATIONS 54 CITATIONS SEE PROFILE SEE PROFILE All content following this page was uploaded by Leyson Jimmy Lugo Perea on 03 November 2022. The user has requested enhancement of the downloaded file. Leyson Jimmy Lugo Perea Luz Helena Rodríguez Rodríguez 1 Utopías agroecológicas para el agrocapitalismo. 2 Una perspectiva crítica desde las agroecologías de los sures Utopías agroecológicas para el agrocapitalismo. Una perspectiva crítica desde las agroecologías de los sures Leyson Jimmy Lugo Perea Luz Helena Rodríguez Rodríguez Colectivo de Pensamiento Agroecológico Grupo de Investigación en Agroecologías, Ambientes y Ruralidades - GIAAR 2022 Leyson Jimmy Lugo Perea Luz Helena Rodríguez Rodríguez 3 Lugo Perea, Leyson Jimmy Utopías agroecológicas para el agrocapitalismo : una perspectiva crítica desde las agroecologías de los sures / Leyson Jimmy Lugo Perea, Luz Helena Rodríguez Rodríguez. -- 1ª. Ed. -- Ibagué : Sello Editorial Universidad del Tolima, Grupo de Investigación en Agroecologías, Ambientes y Ruralidades – GIAAR, 2022. 77 p. : il. Contenido: Matrices del poder agrocapitalista: ¿Qué son? ¿Para qué sirven? ¿Cómo funcionan? -- La praxis agroecológica en y desde los sures y nuevas prácticas de subjetividad e intersubjetividad. ISBN: 978-628-7537-31-6 1. Agricultura 2. Ecología 3. Agroecosistemas 4. Agrocapitalismo I. Título II. Rodríguez Rodríguez, Luz Helena 630 L967u © Universidad del Tolima / Sello Editorial Universidad del Tolima, 2022 © Leyson Jimmy Lugo Perea, Luz Helena Rodríguez Rodríguez. Primera edición. ISBN versión digital: 978-628-7537-31-6 Número de páginas: 77 Ibagué-Tolima – Colombia Utopías agroecológicas para el agrocapitalismo. Una perspectiva crítica desde las agroecologías de los sures. Instituto de Educación a Distancia de la Universidad del Tolima. Colectivo de pensamiento agroecológico Grupo de Investigación en: Agroecologías, Ambientes y Ruralidades – GIAAR [email protected] [email protected] Impresión, diseño y diagramación por: Colors Editores S.A.S. Ibagué – Tolima – Colombia. Todos los derechos reservados. Prohibida su reproducción total o parcial por cualquier medio, sin permiso expreso del autor. Utopías agroecológicas para el agrocapitalismo. 4 Una perspectiva crítica desde las agroecologías de los sures Contenido Prólogo 7 Presentación 11 Introducción 13 Capítulo 1. Matrices del poder agrocapitalista: ¿Qué son? ¿Para qué sirven? ¿Cómo funcionan? 19 Capítulo 2. La praxis agroecológica en y desde los sures y nuevas prácticas de subjetividad e intersubjetividad 37 2.1. Ventana agroecológica 43 2.2. Agroecologías como prácticas de “desujeción” 45 2.3. Agroecologías “des-orientadas”: desujeción del conocimiento experto 48 2.4. Mujere(s)ur y hombre(s)ur como sujetos agroecológicos poiéticos 55 2.5. ¿Anotaciones artísticas para una comprensión de las agroecologíasures? 59 Consideraciones finales 67 Referencias bibliográficas 71 Leyson Jimmy Lugo Perea Luz Helena Rodríguez Rodríguez 5 Lista de figuras Figura 1.1. Ejemplo de una matriz 20 Figura 1.2. Ejemplo de una matriz agroindustrial 21 Figura 1.3. Matriz ecológico/orgánica 28 Figura 1.4. Monocultivo de aguacate (Cajamarca, Tolima, 35 Colombia) Figura 1.5. Sistema agrosilvopastoril (Caquetá, Colombia) 35 Figura 2.1. Mundosur agroecológico “Color de Lluvia” (Anolaima, 43 Cundinamarca). Cultivos de plantas medicinales y aromáticas Figura 2.2. Mundosur agroecológico “El Evenecer” (Líbano, 44 Tolima). Hortalizas Figura 2.3. Mundosur agroecológico “Primavera” (Ibagué, Tolima) 44 Utopías agroecológicas para el agrocapitalismo. 6 Una perspectiva crítica desde las agroecologías de los sures Prólogo Olga Domené Painenao1 Geo-grafiando las agroecologías de los mundo(s)ures “lloverá la verdad de la otra historia. Y los sueños seran amanecer y floracion De tus mas magicos arcoiris lloverá la espiritualidad mas dialogica y emancipadora. En este manantial y jardin de memorias, endoconocimientos y junturas”. El Morocho Escalona2 ¿Es posible pensar en otra agroecología? Este libro, sin duda, ofrece una interesante perspectiva sobre este tema. Desde una postura crítica, desobediente y propositiva, los autores nos sumergen e invitan a transitar hacia los márgenes del mundo norte-occidental en clave agroecológica. Como una nave que peregrina hacia otros mundos para comprender y contemplar esos modos de agri-culturas, como formas liberadoras en búsqueda de respuestas ante la actual crisis estructural que coloca en peligro la existencia de la vida. Es urgente cuestionar lo que entendemos por agroecología y, por tanto, re-pensarla en un amplio sentido. De este modo, los autores en una suerte de vigía, abren la ruta y encaminan para situarnos en aquellos territorios donde afloran las agriculturas desobedientes: las agroecologíasures, mundos que se constituyen en, desde y para otros sentidos, otras lógicas y otros propósitos opuestos a las intencionalidades del poder capitalista y de donde emergen otras agroecologías. Al entenderlo así, es posible también visibilizar, de modo muy potente, al creador-creadora de estos otros mundos, al sujeto que los piensa, los recrea, las mujere(s)ur y los hombre(s)ur que residen, poetizan, estetizan y, así, representan sus existencias en el sur. 1 Agroecóloga. Doctora en Ciencias en Ecología y Desarrollo Sustentable. Investigadora comisionada del CONACYT para el Colegio de la Frontera Sur (Ecosur) y docente coordinadora del programa “Pies Ágiles” en Yucatán-Quintana Roo, Ciatej-CONACYT, en México. Colaboradora del Equipo de Masificación de la Agroecología-Ecosur, México; y del Grupo de Investigación Territorios Alternativos. Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile. Correo electrónico: [email protected] 2 Uno de los poemas compartidos (escritos con chimó) por Juan José Escalona, campesino de Sanare, en el estado de Lara, Venezuela; miembro de la comunidad que se auto-reconoció y enunció como “Maestro Pueblo”, como parte del trabajo de investigación para estudios doctorales (2017-2020). Los errores ortográficos se conservan por respeto al autor. Leyson Jimmy Lugo Perea Luz Helena Rodríguez Rodríguez 7 Sin embargo, estos mundos tan ricos y diversos, solo se pueden comprender si nos permitimos deconstruir premisas e ideas referidas a esas verdades absolutas que ha creado la ciencia como estructura de poder del sistema neoliberal-capitalista. Es esta una de las llaves que proporciona el presente texto, al analizar críticamente lo que representa la agricultura, que desde la segunda mitad del siglo XX se bifurcó para establecer dos agronomías: una agronomía convencional que orienta la agricultura industrial y una agronomía ecologizada que engendra agriculturas desde la racionalidad ecológico/orgánica, pero que operan para un mismo patrón de poder, el agrocapitalismo. Al analizar el aparato científico que lo reproduce, se determina que ambas visiones de agriculturas desarrollan conocimientos para controlar y dominar con base en una racionalidad económica y agronómica. En consecuencia, cosifican e instrumentalizan plantas, animales, suelos, entre otras formas de vida, para separarlos del sistema natural e inscribirlos en lo artificial y, con ello, generar los paisajes agrarios que actualmente conocemos como productivos. Y he aquí, el corazón de este aporte, la hipótesis que enuncia cómo la agroecología ha sido históricamente confundida con esta agronomía ecologizada. Puesto que comparten la misma racionalidad y, por tanto, reproducen el mismo modelo, el cual se sostiene con la formación de un experto (sujeto despolitizado y obediente) quien conoce cómo instrumentalizar saberes y producir subjetividades para la creación y administración de un agroecosistema lineal, fragmentado, ordenado y controlado en el marco de la rentabilidad, la productividad y la ganancia. Ante tal desorientación, los autores proponen retomar la ruta cuando dicen: “he aquí, entonces, uno de los principales desafíos de la agroecología: desestabilizar un lenguaje que instrumentaliza y destruye la vida.” (p. 25). De este modo, plantean el re-pensar y descolonizar la agroecología para hacer de la misma un lugar contrahegemónico de enunciación que permita cuestionar y des-ajustar el modelo civilizatorio. Un camino que no es, ni será sencillo. Y, en continuidad con esa idea de búsqueda, comparten los rastros que han logrado visibilizar, con el objetivo de comprender las transiciones a través de una racionalidad verdaderamente agroecológica y acoplada a la vida, que conlleva a comprender los sures, asumidos como utopías que servirán para cuestionar y desestabilizar las gramáticas que sostienen el poder agrocapitalista y su potencial devastador. Utopías agroecológicas para el agrocapitalismo. 8 Una perspectiva crítica desde las agroecologías de los sures Pensar desde otro lugar de enunciación es un desafío epistémico. Sincronizar nuevos sentidos. Perder el temor a lo ilógico, lo desordenado, desafiar certezas. Entender que en la pluralidad hay potencia de reconfiguraciones, lógicas que permiten entender la vida, pero también estas agroecologías. Quizás convertirnos en una forma de artistas, pues desde allí surge lo ético, lo estético, lo político y lo espiritual. Un lugar donde es posible la creación, como hacedor o transformador, al aprender de aquellas mujere(s)ur y hombre(s)ur, seres autónomos que no tienen que rendir cuenta más que a ellos mismos, emerger y orientarse por su propia racionalidad, lo que permite distanciarse, desobedecer o hacer rupturas con las matrices del poder agrocapitalista, así como re-diseñar sus espacios de existencia. Es un texto que alerta. De profundo cuestionamiento a los cimientos de la formación profesional y académica, en aras de desmantelar el trasfondo de una falsa agroecología, situándola como una agronomía ecologizada y, como se ha enunciado ampliamente, reproductora de los mismos patrones de dominación, puesto que se sostiene bajo la misma lógica agrocapitalista. Además de ello, enseña un camino que reivindica la importancia del sujeto agroecológico que hace, crea y transforma los mundo(s)ures agroecológicos. Sujetos que habitan esos intersticios que olvida el capitalismo, parafraseando a David Harvey y sus aportes claves: para encontrar los espacios de esperanza. De esta forma orienta a cuestionar, comprender y valorar estos lugares para que sea posible ver esos otros mundos, escuchar sus voces y aprender de ellas, como fuente de sabiduría. Finalmente, es un libro que inspira a continuar la profundización, a geo-grafiar estas agroecologías de los mundosures para transitar hacia un pensar diferente, encontrarnos con otras subjetividades, otras ontologías. Este es un ejercicio necesario para la reconstitución de mundos ante las graves crisis ecológicas y sociales que enfrentamos, en las que la agroecología verdadera se constituye como una de las opciones más viables para transformar el futuro. Una invitación para seguir aportando a estas búsquedas, las indispensables. Olga Domené Painenao Mérida, Yucatán, México (28 de abril de 2022). Leyson Jimmy Lugo Perea Luz Helena Rodríguez Rodríguez 9 Utopías agroecológicas para el agrocapitalismo. 10 Una perspectiva crítica desde las agroecologías de los sures Presentación Desde el Colectivo de Pensamiento Agroecológico, liderado por el Grupo de Investigación en Agroecologías, Ambientes y Ruralidades de la Universidad del Tolima (Colombia), hemos realizado diferentes investigaciones para abordar críticamente la agroecología, con el firme propósito de problematizar y tensionar sus aspectos ontológicos, políticos y epistémicos, pues, en términos generales, creemos que la agroecología se encuentra en una crisis que exige cuestionarla y re- pensarla en un amplio sentido y de manera urgente, si se tiene en cuenta su importancia para enfrentar los tiempos desafiantes que nos asisten. Si bien hemos expresado dicha crisis en diferentes publicaciones durante los últimos años, no está de más realizar una breve referencia sobre la misma, en aras de contextualizar las anotaciones que en esta ocasión proponemos. Planteamos la crisis en los siguientes términos: durante la segunda mitad del siglo XX la agronomía se bifurcó al emerger dos agronomías que operan para un mismo patrón de poder: el agrocapitalismo, una agronomía convencional que orienta la agricultura industrial y una agronomía ecologizada que engendra agriculturas desde la racionalidad3 ecológico/orgánica; de este modo, el poder agrocapitalista controla y domina ambos tipos de agricultura articuladas a sus lógicas a lo largo y ancho del planeta. Teniendo esto en cuenta, creemos que la agroecología ha sido ampliamente confundida con la agronomía ecologizada, como puede apreciarse fácilmente en el marco teórico latinoamericano que propone una [supuesta] agroecología resuelta estrictamente desde lo agronómico y anclada a las lógicas del poder en mención. Esta confusión también puede encontrarse en prácticas discursivas estatales y no estatales como: corporaciones, organismos multilaterales y diversas comunidades rurales y urbanas. Esto nos resulta problemático y 3 Es importante precisar que la racionalidad la abordamos no solo como una propiedad o atributo de la razón moderna científica instrumental, sino como una propiedad inherente a las emociones, creencias, sentimientos, acciones o prácticas que orientan los modos de comprensión y aprehensión del mundo y la vida. Leyson Jimmy Lugo Perea Luz Helena Rodríguez Rodríguez 11 conflictivo, entre otros aspectos, porque la agroecología es una apuesta contrahegemónica que se “enfrenta” al poder agrocapitalista y no puede ni estar a su servicio, ni mucho menos confundírsele con la agronomía ecologizada. Esta crisis nos ha llevado a proponer algunas hipótesis y a plantear diferentes preguntas de investigación que indagan por la agroecología y que nos conduce a re-ubicarla y a re-descubrirla en una multiplicidad de lugares, como las fronteras o los bordes de la racionalidad dominante, donde acontecen como una praxis en permanente ruptura con el patrón de poder hegemónico. De ahí que nos veamos en la necesidad de pluralizar el término como consecuencia de la multiplicidad de agroecologías, a través de las cuales mujeres y hombres entraman horizontes, realidades o mundos agroecológicos que dan cuenta de otros modos disruptivos de ser, estar, pensar, sentir y vivir. Así, durante los últimos años hemos propuesto algunas ideas, nociones, reflexiones, categorías, presupuestos, claves y argumentos inacabados para re-pensar las agroecologías y re-afirmarlas como una apuesta contrahegemónica que posibilita las transiciones civilizatorias exigidas insistentemente por la actual crisis planetaria. Así pues, el presente libro continúa el debate que hemos planteado para re-pensar y descolonizar la agroecología y hacer de la misma un lugar contra-hegemónico de enunciación que permita cuestionar y des- ajustar el modelo civilizatorio, así como para descubrir algunas “pistas” para las transiciones mediante una racionalidad agroecológica acoplada a la vida. En esta ocasión, proponemos un tránsito por el sur y sus extensiones: los sures, para hallar allí lo que hemos denominado las agroecologías de los sures o las agroecologíasures, asumidas aquí como utopías que servirán para cuestionar y desestabilizar las gramáticas que sostienen el poder agrocapitalista y su potencial devastador. El libro es resultado parcial del proyecto de investigación denominado La descolonización de la agroecología: encuentros y diálogos desde la perspectiva del pensamiento crítico latinoamericano4, a través del cual continuamos con nuestro propósito crítico, desobediente y propositivo, frente a las narrativas dominantes que confunden la agroecología con la agronomía ecologizada para funcionalizarla ante las lógicas corporativas. Esperamos, entonces, que estas breves anotaciones no solo contribuyan al debate, sino que, además, se sometan al escrutinio de la crítica en aras de mejorar su potencial crítico y propositivo. 4 Proyecto aprobado y financiado por la Oficina de Investigaciones y Desarrollo Científico de la Universidad del Tolima, con código del proyecto N°: 590130520. Ejecutado por el Grupo de Investigación en Agroecologías, Ambientes y Ruralidades. Utopías agroecológicas para el agrocapitalismo. 12 Una perspectiva crítica desde las agroecologías de los sures Introducción Bastante se ha dicho sobre los abusos y excesos del neoliberalismo como racionalidad política que, desde la segunda mitad del siglo XX ha gestionado el mundo y la vida al servicio de la explotación capitalista. En la actualidad se reconoce al neoliberalismo como un poderoso discurso hegemónico que, en palabras de Harvey (2007): “posee penetrantes efectos en los modos de pensamiento, hasta el punto de que ha llegado a incorporarse a la forma natural en que muchos de nosotros interpretamos, vivimos y entendemos el mundo” (p. 7). En suma, el neoliberalismo se ha encargado de crear una imagen de mundo o, si se quiere, un sentido totalizante y absoluto orientado por una particular gramática económica, política, ética, tecnológica, estética, científica que, además de contrastar con las complejidades ecológicas y culturales locales, ha derivado en una profunda crisis a escala planetaria. Nada ha escapado al neoliberalismo. Todas las dimensiones y todos los aspectos de la vida humana y no-humana, a lo largo y ancho del planeta, han sido insertadas en sus lógicas, toda vez que el capital, su mayor fortaleza, “insiste ante todo en mercantilizar, privatizar e incorporar cada vez más aspectos de nuestro mundo vital (incluidas las propias formas de vida) a sus circuitos” (Harvey, 2017, p. 248). Esto deja ver que una de las mayores fortalezas del neoliberalismo, bien sea como ideología o como racionalidad, es su capacidad, primero, para construir un Estado que cree las condiciones requeridas para su operación y, segundo, para hacer de las necesidades y los deseos humanos un potencial emprendimiento en función, por supuesto, de la ganancia y la rentabilidad. Las libertades individuales y el libre acceso al mercado son una de sus mayores apuestas. Es propósito suyo la creación de un individuo libre y emprendedor, responsable de sí y con capacidad auto-formativa para jugar en la multiplicidad de tableros comerciales que el mercado configura. Un sujeto en cuyo cuerpo y mente se inscriben narrativas para que opere desde la competencia, la eficiencia, la eficacia y la ganancia Leyson Jimmy Lugo Perea Luz Helena Rodríguez Rodríguez 13 busque información y se conforme con lo requerido para sus operaciones y transacciones comerciales. Se trata, sin más, de sujetos obedientes, sumisos a la racionalidad que los constituye, por lo que el neoliberalismo “tiene efectos de despolitización y de pérdida de capacidad crítica en los sujetos manejados ideológicamente o gobernados” (Quintana, 2020, p. 168). Volveremos sobre este aspecto más adelante. Ahora bien, no es propósito de este documento realizar un análisis exhaustivo y pormenorizado del neoliberalismo, el capitalismo, sus efectos y contrastes, creemos oportuno hacer estas breves referencias iniciales como punto de partida para las ideas que aquí se defenderán, pues, como bien se conoce, a nombre de las narrativas modernas neoliberal y capitalista se ha diseñado el tipo de mundo degradante y dominante que ha atravesado, sino es que diseñado, las estructuras de poder para enunciarse como el deber ser de las cosas. El asunto que nos convoca e interesa es evidenciar la manera en que el neoliberalismo se ha apropiado de una de las invenciones más importantes en la historia de la humanidad: la agricultura, para subsumirla en sus lógicas e inscribir, desde la misma, un proyecto civilizatorio sustentado en una ontología degradante y peligrosa. Deseamos, incluso, ir más allá y entender el modo en que el poder agrocapitalista, uno de los “artefactos” más importantes del neoliberalismo, se las ha arreglado para operar exitosamente mediante la configuración de dos tipos de paisajes agrarios, ambos orientados por prácticas que contrastan entre sí, pero que se articulan a la misma lógica y funcionalidad: ganancia, rentabilidad, optimización, aceleración, rendimiento. La tesis central que se defenderá en las anotaciones que continúan es que: el poder agrocapitalista ha diseñado dos poderosas matrices, a través de las cuales produce y reproduce dos tipos de paisajes agrarios, para lo cual, históricamente se ha apropiado, además de cuerpos y territorios, de un saber agronómico que dicho poder ha escindido en dos racionalidades distintas: una agroindustrial y otra ecológico/orgánica. Esperamos que las consideraciones y reflexiones que se derivan de esta tesis, además de contribuir a la comprensión del poder agrocapitalista como “artefacto” productor de sujetos, discursos y relaciones de poder presentes en los dos tipos de realidades agriculturales en mención, aporten al actual debate sobre la supuesta cooptación o hegemonización de la agroecología, de la que hemos sido advertidos por parte de diferentes agroecólogas y agroecólogos latinoamericanos. Cabe destacar aquí que la razón por la que nos referimos a una “supuesta” cooptación de la Utopías agroecológicas para el agrocapitalismo. 14 Una perspectiva crítica desde las agroecologías de los sures agroecología obedece a que, como esperamos evidenciar más adelante, a nuestro juicio la agroecología no ha sido cooptada, sino ampliamente confundida, precisamente, con la racionalidad ecológico/orgánica que opera para una de las matrices del poder agrocapitalista antes referida. El libro está dividido en dos capítulos. En el primero abordamos el concepto genérico de matriz entendida como un ordenamiento constituido por elementos connaturales a su estructura y función, el cual servirá como referente para comprender la manera en que el agrocapitalismo opera a través de las dos poderosas matrices antes mencionadas y que, en este trabajo, hemos optado por llamar Matriz Agroindustrial (MAI) y Matriz Ecológico/Orgánica (ME/O). Si bien en trabajos recientes hemos hecho referencia a dichas matrices, en este libro nos ocupamos, de modo más detallado, a entender la composición, la sistematicidad y el alcance de las mismas. Estos “armazones” resultan convenientes para comprender con cierta minucia las astucias del poder agrocapitalista para engendrar, bien sea un paisaje agrario convencional resuelto en una praxis degradante que se perfeccionó desde la segunda mitad del siglo XX con la aparición de la Revolución Verde o un paisaje agrario orientado por un saber ecológico/orgánico acoplado a las promesas de la sustentabilidad. Como quiera que sea, la astucia del poder agrocapitalista consiste en su capacidad, tanto de controlar y dominar la agricultura, como de apropiarse del saber agronómico convencional y del saber agronómico ecologizado para crear los dos paisajes agrarios dominantes a escala planetaria e instituirlos como “el deber ser” de la producción agraria, lo que le ha permitido “corregir” sus fallas y mantenerse vigente como fuerza hegemónica. En el segundo capítulo proponemos una lectura crítica y propositiva frente a los abusos y excesos del poder agrocapitalista, para lo cual hacemos un giro hacia las orillas, los márgenes o las fronteras del ecosistema capitalista, con la intención de ubicarnos en un “afuera” donde persiste y resiste una multiplicidad de vivencias, experiencias, saberes, espiritualidades y realidades agroecológicas que, precisamente, han sido apartadas, ocultadas, reprimidas y negadas por el patrón dominante que instituye lo que “es” y “no es” agricultura e, incluso, agroecología. Ese “afuera” lo hemos denominado el sur y sus sures para contrastarlo con su contraparte, el norte y sus nortes, desde donde históricamente opera el tipo de poder en mención. Asumimos el sur como una metáfora y un horizonte espacio-temporal de posibilidades agroecológicas. Como metáfora permite figurar un tránsito, un recorrido, Leyson Jimmy Lugo Perea Luz Helena Rodríguez Rodríguez 15 un caminar por sus sentidos, sus voces, sus expresiones, sus místicas, sus intenciones, sus lógicas, sus movimientos, sus sufrimientos, sus resistencias. Como horizonte permite visualizar una geo-grafía en la que se traza una plétora de agroecologías orientadas por diversas prácticas acopladas a los territorios y a la vida. Sumado a lo anterior indicamos que, mientras en el norte persisten geometrías agrarias ordenadas y delimitadas por los imperativos agrocapitalistas, en el sur acontece una estética agroecológica abigarrada, “desordenada”, trenzada a la que hemos dado en llamar mundosures agroecológicos construidos por mujere(s)ur y hombre(s)ur. Con prudencia proponemos estos y otros términos o palabras con la convicción de que los mismos remiten a un tipo de praxis agroecológica y a una forma de intersubjetividad propia del sur y de los sures y que, en consecuencia, contrastan con las gramáticas agrarias del norte, la cuales otorgan sentido al agronegocio configurado por el agrocapitalismo. Como expresa Quintana (2020): “aquí y allá emergen palabras que exceden los usos más habituales, que no son clasificables en un determinado régimen de sentido (…)” (p. 125). De este modo, creemos que las palabras antes indicadas no “caben” en el régimen de sentido impuesto por el poder agrocapitalista, por lo que crean vibraciones, ritmos y tonos que desentonan con el lenguaje agronómico e, incluso, agroecológico dominante. En la última parte del segundo capítulo proponemos cuatro aspectos particulares, que pueden entenderse como referentes clave que aproximan una comprensión de lo que llamamos agroecologíasures, otra palabra más que acuñamos para referirnos al tipo de agroecologías que acontecen en el sur y que se muestran (1) en permanente desujeción del patrón de poder dominante; como del (2) conocimiento o del saber experto. También proponemos una interpretación de (3) las mujere(s)ur y los hombre(s)ur como sujetos agroecológicos poiéticos y, por último, (4) hacemos algunas anotaciones para comprender las agroecologíasures como expresiones artísticas que estetizan el sur. Creemos que este tipo de descripciones e interpretaciones hacen justicia al tipo de agroecologías que persisten y resisten en el sur, las cuales, por razones que ampliaremos a lo largo de las siguientes páginas, deben comprenderse más allá de la “mirada con criterios científicos”. Así pues, esperamos que las ideas y reflexiones aquí planteadas, lejos de ser acabadas y definitivas, como advertimos siempre, Utopías agroecológicas para el agrocapitalismo. 16 Una perspectiva crítica desde las agroecologías de los sures contribuyan a la urgente necesidad de re-pensar la agroecología y re- ubicarla en los lugares, los sentidos y las lógicas que le corresponden para promover, desde ella, las transformaciones que tanto requieren los actuales tiempos de crisis. No está de más agradecer por las críticas, las objeciones y los complementos que este texto pueda motivar, pues las mismas serán indispensables y determinantes para continuar con nuestros ejercicio crítico y propositivo en el ámbito de la agroecología en contextos de dominación. Leyson Jimmy Lugo Perea Luz Helena Rodríguez Rodríguez 17 Utopías agroecológicas para el agrocapitalismo. 18 Una perspectiva crítica desde las agroecologías de los sures Capítulo 1 Matrices del poder agrocapitalista: ¿Qué son? ¿Para qué sirven? ¿Cómo funcionan? Hemos retomado la matriz como concepto y enfoque para evidenciar la manera en que el poder agrocapitalista controla y domina las agriculturas, cuyos efectos resultan devastadores para la trama ecológica y cultural que las hace posible. Si partimos del hecho de que el poder refiere a un complejo “entrelazamiento de relaciones de poder que, en suma, hace posible la dominación […] de un grupo sobre otro” (Foucault, 2012, p. 42); entonces el poder agrocapitalista se entiende aquí como una red de relaciones tangibles e intangibles en la que opera una multiplicidad de procesos y de agentes quienes, de manera directa e indirecta, configuran y sostienen una fuerza hegemónica dirigida concretamente al negocio derivado de la agricultura o, si se quiere, el agronegocio, a través del control y la dominación de cuerpos, territorios y, por supuesto, agriculturas, para lo cual, las matrices han sido estratégicamente funcionales, como veremos en adelante. Cabe aclarar que, para los intereses de estas reflexiones, las matrices tienen tanto de sentido metafórico como de sentido literal, pues, las mismas no se perciben de manera tangible, sino que operan a través de elementos o “partes” los cuales, también de modo directo e indirecto, constituyen una compleja estructura que “atrapa” las agriculturas hasta cosificarlas y articularlas a las lógicas de la rentabilidad y la competitividad, para ello, se producen ciertas subjetividades que garantizan los modos de control y dominación agrocapitalista. Estos aspectos se ampliarán más adelante. De momento diremos que, teniendo en cuenta lo anterior, se evidenciará el “armazón” de dichas matrices de tal manera que se logre una ilustración más o menos aproximada de su “ensamblaje” y funcionamiento. Esto bajo la advertencia de que se hará referencia solo a algunas ideas generales que permitan poner en contexto la tesis expuesta con anterioridad, pues un abordaje profundo de las matrices en mención exige un riguroso y pormenorizado estudio Leyson Jimmy Lugo Perea Luz Helena Rodríguez Rodríguez 19 de corte histórico que aquí no es posible, dados los propósitos y límites de este libro. Entendemos la matriz como un ordenamiento. Un molde constituido por elementos de la misma especie y, a su vez, acoplados a la naturaleza de ese molde en el que se encuentran insertos. El álgebra lineal se refiere a la matriz como un arreglo de componentes o símbolos, sean letras y/o números, que guardan estrecha relación con el símbolo que determina la naturaleza y función de dicha matriz. Por ejemplo: una matriz cuyo símbolo sea la letra X se constituye, por regla general, de elementos como: X1, X2, X3. No tendrían lugar allí los componentes J2 o P3 o R4. Esto se entiende mejor mediante un ejemplo básico sobre la ilustración de una matriz. Figura 1.1. Ejemplo de una matriz Fuente: Elaboración propia (2022) La matriz, entonces, es un arreglo que configura una estructura contenedora de símbolos, elementos o datos a partir de la cual, además de otorgar estabilidad, coherencia y significado al ordenamiento mismo, permite efectuar acciones de predicción, control, restricción, manipulación, monitoreo, dominio, entre otros. Para la Real Academia Española-RAE (2014) la matriz viene a ser, tanto un molde de cualquier clase con que se da forma a algo, como un molde en el que se funden objetos de metal que han de ser idénticos. De ahí entonces que la matriz moldee procesos, entornos, posibilidades, horizontes, modelos, paradigmas y demás. La Figura 1.1. es una noción inicial muy precisa para ilustrar las dos matrices que nos servirán como referente para comprender las relaciones de poder en las agriculturas, las cuales hemos denominado Matriz Agroindustrial (MAI) y Matriz Ecológica/Orgánica (ME/O). Ambas aluden a un “molde” al que se le han “agregado” plantas, animales, suelos e, incluso, mujeres, hombres y sus territorios para “fundir”, en cuanto que dan forma a agroecosistemas altamente eficientes en términos de producción y competitividad. Lo que diferencia Utopías agroecológicas para el agrocapitalismo. 20 Una perspectiva crítica desde las agroecologías de los sures la una de la otra es la racionalidad científica en la que se sustentan, como expresaremos insistentemente. La MAI, con la cual queremos empezar, se ha valido de la ciencia agronómica para descifrar, al mejor estilo de la ciencia occidental, la complejidad biológica de plantas, animales y suelos de importancia económica para conocer en detalle sus funciones y requerimientos. En efecto, la racionalidad agronómica ha permitido determinar cómo funciona y para qué sirve cada planta, animal o suelo en términos de productividad y rentabilidad, lo que ha conllevado al establecimiento de agroecosistemas especializados, toda vez que ese cómo funciona y ese para qué sirve se acopla a uno o varios outputs o insumos externos que refuerzan, aceleran y optimizan sus ciclos de producción. Sobre esto último, Harvey (2015) sugiere que “la capacidad de crecer de una planta forma parte […] de la agroindustria en su búsqueda de beneficio y es la reinversión de este beneficio lo que hace que la planta crezca de nuevo al año siguiente” (p. 242). Esto permite comprender, entonces, que el poder agrocapitalista, a través de la MAI, tiene la poderosa capacidad de cosificar e instrumentalizar plantas, animales y suelos para separarlos del sistema natural e inscribirlos en un sistema artificial, sustentado en una racionalidad económica y agronómica que provee los outputs necesarios para mantener el ritmo de producción. Dicho de un modo concreto, esta matriz tiene la capacidad de programar la producción agraria a su “antojo”. Un ejemplo de la MAI puede apreciarse en la siguiente figura. Figura 1.2. Ejemplo de matriz agroindustrial Fuente: Elaboración propia (2022) Sobre esta figura hay varios aspectos por resaltar, pero antes es importante indicar que la matriz es mucho más compleja, puesto que, contiene o incluye, como se advirtió antes, elementos tangibles e intangibles que, o bien hacen parte directa o indirecta, o son emergencias Leyson Jimmy Lugo Perea Luz Helena Rodríguez Rodríguez 21 alentadas por su “operación”. De ahí que la matriz incluya también prácticas, discursos, imágenes, subjetividades, narrativas, entidades, saberes, experiencias, publicidad, procesos, procedimientos y, así, una amplia gama de aspectos que convergen en, desde y para el tipo de agricultura que produce dicha matriz que, por razones obvias, resultan imposibles de “insertar” en una representación tan esquemática como la Figura 1.2., por lo que necesariamente deben ser argumentados y ejemplificados, como se espera mostrar a partir de ahora. La Figura 1.2. evidencia tres componentes determinantes desde los cuales se ha desplegado el instrumental técnico agroindustrial. El primero tiene que ver con la simplificación de la agricultura a través del agroecosistema de monocultivo, una de las más importantes particularidades de la lógica agroindustrial. El monocultivo es un poderoso dispositivo que ordena plantas -y animales- de importancia agrícola5 en “espacios homogéneos con un marcado predominio de la línea recta y figuras cuadrangulares (…)” (Giraldo, 2018, p. 34), mediante lo cual establece agriculturas altamente especializadas en grandes extensiones de tierra. El poder de este dispositivo lo constituyen, por un lado, la practicidad para divorciar las plantas de su ambiente natural e inscribirlas en un ambiente artificial que niega sus interrelaciones naturales y, por el otro, la posibilidad de hacerlas dependientes del insumo externo que sustituye los ciclos y flujos naturales y garantiza el control absoluto de cada planta a lo largo de su ciclo productivo y reproductivo6. El monocultivo, entonces, es una ordenación lineal rigurosamente tecnificada que permite “escoger” qué sirve y qué no y, en función de 5 El encierro de animales, lo mismo que de plantas, da cuenta de una estructura de dominación que reduce la complejidad animal a la simplicidad de su carne. El animal se cosifica para convertirlo y procesarlo por su carne, una onerosa y rentable mercancía que conlleva a su encierro, al estilo de una prisión, en granjas industriales entendidas como “la ecuación moderna del hierro sobre la carne” (Netz, 2015, citado por Balza, 2020, p. 167). La lógica y el poder de la matriz agroindustrial consiste, precisamente, en su capacidad para despojar de toda complejidad a los sujetos animales y vegetales para producirlos y procesarlos como mercancías que producen placer, llenura, hartazgo, riqueza. Un despojo que implica también el rompimiento de todo vínculo afectivo y emocional entre lo humano y lo no-humano. 6 Harvey (2015) advierte, en su brillante análisis sobre la relación del capital con la naturaleza, que el capital es en sí mismo un sistema ecológico en constante funcionamiento y evolución dentro del cual, sugiere el autor, tanto la naturaleza como el capital se producen y reproducen continuamente. Es decir, el capital crea sus propios ecosistemas para fijarse en ellos y mantener así las condiciones que lo posibilitan. Sean estos una ciudad, una fábrica o una granja. Una particularidad preocupante de los ecosistemas del capital es que, dice nuevamente el autor, “desde hace mucho tiempo que se trata de un asunto plagado de consecuencias no deseadas” (p. 243). Como veremos, las matrices en mención son una forma de producir y reproducir agro-ecosistemas del capital, cuyas consecuencias ecológicas y culturales han resultado devastadoras y alarmantes. Utopías agroecológicas para el agrocapitalismo. 22 Una perspectiva crítica desde las agroecologías de los sures ello, optimizar lo primero y controlar o exterminar lo segundo. Esto abre paso al segundo y tercer componente determinante de la Figura 1.2.: las plagas y las malezas. El filósofo Byung Chul Han indica que “el poder es elocuente. Articula el mundo nombrando las cosas y determinando su “hacia dónde” y su “para qué” (2016, p. 49). De acuerdo con esto, la elocuencia del poder agrocapitalista establece los nombres plagas y malezas con dos intenciones, una, para categorizar y distinguir aquellos insectos y aquellas plantas que carecen de importancia agrícola y, a su vez, constituyen “problemas” o “molestias” para la producción y, dos, para excluirlas, al mejor estilo neoliberal, por considerarlas indeseadas e, incluso, no aptas por su nula importancia económica. En suma, estos nombres, además de negar la ecología de insectos y plantas posibilita, en cuanto determina su hacia dónde y su para qué, la dependencia del insumo externo, insecticida o herbicida que las controle de manera radical. Esto permite entender por qué y para qué la MAI opera desde la lógica del exterminio y su consecuente degradación. El agroecosistema de monocultivo, al desarticularse del ecosistema natural, es permanentemente “atacado” por dos insistentes y molestos “enemigos”: la plaga y la maleza, a quienes debe “combatirse” radical y sistemáticamente mediante símbolos agroindustriales indicados en la Figura 1.2. Vemos, entonces, que estos tres componentes resultan determinantes en dos sentidos: por un lado, justifican la producción y el perfeccionamiento, uso y aplicación del arsenal agrotóxico en procura de mantener las condiciones artificiales, por supuesto, que garantizan el “funcionamiento” o la “operatividad” de lo que Segato (2018) llama los dispositivos asociados al proyecto histórico del capital que se mencionó antes: la razón competitiva, la razón modernizadora, la razón desarrollista, la razón calculadora, la razón acumuladora y la razón concentradora. Por otro lado, posibilitan la configuración de un paisaje agrario de corte industrial ampliamente dominante que, pese a las denuncias y a la evidencia científica de su potencial devastador, se ha naturalizado como “el deber ser”, tanto en las prácticas agrarias en los territorios rurales, como en las múltiples agendas institucionales. Insistimos, una vez más, en que estos tres componentes son la principal base que sostiene el “edificio” al que hemos optado por llamar MAI. Es importante anotar que nada de lo anterior sería posible sin la orientación de la agronomía convencional, pues el saber agronómico ha contribuido en el hecho de que el monocultivo, la plaga y la maleza Leyson Jimmy Lugo Perea Luz Helena Rodríguez Rodríguez 23 tengan realidad material. Posibilita el despliegue del arsenal agrotóxico e integra mujeres y hombres en quienes produce subjetividades que reproducen los imperativos de la MAI en sus territorios. No hace falta establecer una línea histórica del saber agronómico, lo cual desborda los límites de este trabajo7, para afirmar que este ha sido históricamente instituido como el principal referente orientador de la vocación agrícola desde el siglo XX, con el surgimiento de la Revolución Verde, hasta la actualidad. Afirmar que la agricultura industrial es el sistema dominante, es lo mismo que afirmar y reconocer que la agronomía convencional es el saber dominante en cuanto que ha hegemonizado la praxis agraria a lo largo y ancho del planeta. El saber agronómico es el principal portavoz de la MAI, toda vez que sus intencionalidades van dirigidas a la productividad, el rendimiento, la eficiencia, la ganancia, la rentabilidad de la planta, para lo cual, como se indicó con anterioridad, ha resultado funcional la simplificación de la agricultura. En suma, el saber agronómico constituye un auténtico lugar hegemónico de enunciación que reproduce las prácticas discursivas de la MAI. Para una mejor comprensión de estas consideraciones, retomaremos como referente el conjunto de mujeres y hombres “insertos” o, mejor, “atrapados” en la MAI. Si bien dicha matriz se compone por una amplia red de “actores” con roles y prácticas distintas: intermediarios, empresarios, fabricantes, comerciantes, tomadores de decisiones, transportadores, científicos, entre muchos otros más, nos referiremos únicamente a dos de ellos: el profesional de la agronomía y los hombres y mujeres agricultoras a quienes transfieren el saber; y quienes lo reciben y lo traducen en agroecosistemas de monocultivos orientados por insumos de síntesis y tecnología especializada. Una de las particularidades, quizá estrategias del poder hegemónico para gobernar la vida en todas sus dimensiones, ha sido la producción y acumulación de conocimiento a cargo de expertos quienes, en palabras de Quintana (2020) “en nombre de un saber económico- social específico, se arrogan el derecho de decidir sobre lo mejor para el bienestar “común” ” (p. 244). Para el caso que nos ocupa, el asistente técnico viene a ser el agente experto que dice cómo sembrar, cómo cosechar y cuáles y en qué dosis de agrotóxicos aplicar, para lo cual, entre otros aspectos, hace uso de un lenguaje “agrícola” dominante que, desde la agroecología y, en términos concretos, desde la noción de crisis ambiental como crisis civilizatoria denunciada por el pensamiento 7 Para ello, recomendamos el documento El agroecosistema ¿objeto de estudio de la agroecología o de la agronomía ecologizada? Anotaciones para una tensión epistémica, de Lugo y Rodríguez (2018). Utopías agroecológicas para el agrocapitalismo. 24 Una perspectiva crítica desde las agroecologías de los sures ambiental latinoamericano, resulta problemático, pues, como bien se sabe, el lenguaje construye realidades. En este caso, el lenguaje agronómico a través de términos como plagas, malezas, monocultivo, agrotóxicos, productividad, rentabilidad, ganancia, competitividad, entre otros, ha dado forma a una realidad agraria nociva y peligrosa que desde hace décadas da cuenta de una urgente transformación. En este punto resulta oportuna la sugerencia que hace Segato (2018): “cuando un lenguaje se estabiliza, romperlo, retirarlo de esa posición, es muy difícil” (p. 71). He aquí, entonces, uno de los principales desafíos de la agroecología: desestabilizar un lenguaje que instrumentaliza y destruye la vida. Si bien las personas campesinas han sido conducidas a la dependencia del saber agronómico del agente experto, también ellas, en cierta manera, se convierten en un tipo de agente experto como consecuencia de sus experiencias en la apropiación de protocolos, recetas, técnicas y tecnologías agrotóxicas validadas en sus praxis agrarias y su respectiva difusión. Esto deja ver la manera en que la MAI “(…) vuelve a la gente vulnerable del saber experto y las convierte en blanco de intervenciones” (Giraldo, 2018, p. 138). Es importante resaltar que ese blanco de intervenciones obedece, entre otros aspectos, a la histórica fijación que la racionalidad capitalista ha tenido del campesinado al constituirlo o moldearlo en oposición al eficiente, competitivo, autogestor y emprendedor sujeto neoliberal con pretensiones de producirlo como dicho sujeto, como bien lo afirma Martínez (2022): (…) las doctrinas “capitalistas” del campesinado más extendidas lo convirtieron en “irracionalista”, en “improvisador”, en incapaz de ahorrar para el futuro, en títere de sus pasiones, en un despilfarrador de recursos, en sujeto de pobres emprendimientos o naturalmente indisciplinado para hacerlo, en un actor ocioso e inhabilitado para incrementar el tiempo de trabajo, en alguien siempre conforme con lo poco que obtiene por su trabajo, entre otros prejuicios. Los cursos universitarios de sociología y economía agrarias actuales de Latinoamérica abundan en este tipo de afirmaciones, que no son ciertas como patrón social. (p. 167) Dos aspectos queremos mencionar respecto a esta crítica. El primero tiene que ver con el pretensioso propósito neoliberal de negar o deslegitimar la racionalidad campesina y operar sobre la misma para atraparla en sus lógicas, a tal punto de emprender la peligrosa carrera de modernizar el “atraso” para lo cual, en este caso, el agente agronómico Leyson Jimmy Lugo Perea Luz Helena Rodríguez Rodríguez 25 experto ha sido funcional y determinante. Esto último tiene que ver con el segundo aspecto y es que no solamente la sociología y la economía agraria se forman bajo esta convicción, también se incluye aquí la agronomía. Basta revisar los currículos agronómicos latinoamericanos para comprender la manera en que, directa e indirectamente, se asume lo campesino como una condición de atraso y la prevalencia y preferencia de lo moderno por encima de lo tradicional, especialmente en los tiempos actuales donde la mirada se dirige a la denominada agricultura 4.0, cuyas posibilidades se restringen considerablemente para lo tradicional campesino8. Esto, sin duda, permite comprender aún mejor la notable y poderosa capacidad del saber agronómico reproducido por el agente experto, para asumir lo tradicional como una condición de posibilidad para la modernización a través de los símbolos agroindustriales como los sugeridos en la Figura 1.2. Para reforzar estas consideraciones, vale la pena retomar la concepción dominante de la agronomía a finales del siglo XX: [El ingeniero agrónomo] complementaria y subsidiariamente realiza otros muchos e importantes cometidos como la transformación de los productos o materias primas obtenidos de la explotación de los recursos naturales, el diseño y fabricación de la maquinaria de todo tipo necesaria para las actividades agrarias; la fabricación, utilización y control de los agroquímicos y fitosanitarios; la protección vegetal y animal; la construcción rural; los métodos y sistemas de riego y saneamiento; la ordenación del territorio; la evaluación y control de los impactos ambientales (…). El ingeniero agrónomo tiene la obligación personal y social de comparecer profesionalmente ante aquel conjunto de problemas científicos y tecnológicos, asumiendo su trascendente responsabilidad, su sólida formación universitaria y su decidida situación ante la nueva situación. Muy pocas o ninguna otra profesión se encuentran con un acervo cultural, científico y técnico que capacite mejor para la ardua empresa que plantean los nuevos “campos”, pero también en justa reciprocidad, pocas o ninguna otra profesión asume tal cúmulo de responsabilidades como las que pesan sobre tan noble quehacer. (Box, 1992, p. 668)9 8 La agricultura 4.0 se refiere a la moderna agricultura de precisión optimizada por una gramática de la ciencias informáticas y computacionales, como el Big Data, drones, satélites, robots, sensores remotos, plataformas Big Data, biofundidoras, inteligencia artificial, procesos de automatización y otros más que robustecen la competitividad, el rendimiento, la ganancia y la aceleración de la agricultura, así como el control y dominio corporativo sobre la misma. Para una mejor ampliación acerca de la naturaleza y el alcance de la agricultura 4.0, se recomienda el libro de Money (2020) del ETC Group. 9 Los corchetes son de los autores. Utopías agroecológicas para el agrocapitalismo. 26 Una perspectiva crítica desde las agroecologías de los sures De esta extensa cita se pueden resaltar tres aspectos centrales. El primero tiene que ver con lo que se mencionaba antes respecto a la concepción que desde las ciencias agrarias como de la agronomía se tiene del campesino y su lógica tradicional. Como puede apreciarse a través de la percepción de este autor, notable defensor, promotor y pensador occidental de la agronomía, en la “mirada” modernizadora del agrónomo únicamente caben aquellos sujetos campesinos o, como prefiere llamárseles en el lenguaje neoliberal, aquellos “productores” que tengan vocación y capacidad para inscribirse en la MAI. Los que quedan por “fuera” son precisamente aquellos “atrasados” e “indisciplinados” que describe Martínez (2022). El segundo aspecto, estrechamente relacionado con el anterior, es el modo en que el autor reafirma la condición del saber agronómico y del agrónomo convencional como el agente experto que moderniza las tradiciones al indicar, por ejemplo, que muy pocas o ninguna otra profesión se encuentran con un acervo cultural, científico y técnico que capacite mejor para la ardua empresa que plantean los nuevos “campos”. Un experto que encaja en los imperativos neoliberales y agrocapitalistas. El último aspecto consiste en el modo como implícitamente el autor hace referencia a la MAI, puesto que en su descripción menciona directa e indirectamente los símbolos de dicha matriz indicados en la Figura 1.2. A juicio de los autores, pareciera que se hiciese una descripción directa de los símbolos de la MAI sugeridos en dicha figura. Dejamos hasta aquí estas breves alusiones a la MAI para abrir paso a la siguiente matriz que hemos optado por llamar matriz ecológico/orgánica (ME/O). Conviene recordar que ambas matrices son producidas por el poder agrocapitalista, por tanto, como se sugirió antes, la única diferencia entre ambas matrices es la racionalidad científica y tecnológica que “orienta” su funcionalidad y alcance. Para efectos de una mejor comprensión se muestra a continuación un ejemplo de la matriz en mención, la cual permitirá establecer diferencias y aspectos comunes entre ambas matrices. Leyson Jimmy Lugo Perea Luz Helena Rodríguez Rodríguez 27 Figura 1.3. Matriz ecológica/orgánica Fuente: Elaboración propia (2022) Como se mencionó con anterioridad, el sistema predominante de la MAI es el agroecosistema de monocultivo, mientras que el de la ME/O es el agroecosistema diversificado o de policultivo. En ambos agroecosistemas opera la lógica plaga y maleza con la diferencia de que la ME/O ejerce el control de las mismas a través de la tecnología denominada: Manejo Integrado de Plagas y Enfermedades -MIPEF y mediante la elaboración de bioinsumos. El primero es un “paquete” tecnológico heredado de la agronomía convencional que consiste en mantener en un nivel económicamente aceptable el “daño” de las plagas, las enfermedades e, incluso, las malezas. El segundo se refiere al conjunto de enmiendas ecológicas para el control de plagas, malezas, patógenos: bioinsecticidas, bioherbicidas, biofungicidas, entre otros. Aunado a ello, la fertilidad del suelo se resuelve por medio de la aplicación de un amplio abanico de abonos o enmiendas orgánicas10. De acuerdo con esto, la ME/O por correspondencia se opone a la MAI. Sin embargo, ambas matrices comparten algunos símbolos como el agroecosistema, la plaga y la maleza; y tienen en común los propósitos de eficiencia, optimización y rentabilidad. Mientras una gestiona la productividad mediante la racionalidad agrotóxica, la otra lo hace a través de la racionalidad ecológica/orgánica, con la importante diferencia de que la segunda, gracias al MIPEF, se distancia de la primera en cuanto a la lógica del exterminio antes referida. Otro importante aspecto que las diferencia es el saber técnico. Mientras la agronomía convencional se ocupa de la MAI, la agronomía ecologizada viene a ser la racionalidad científica y tecnológica que orienta lo ecológico/orgánico. Cabe cuestionar aquí si no ha sido a esto precisamente a lo que se le ha llamado agroecología. 10 Sobre esto volveremos más adelante. Utopías agroecológicas para el agrocapitalismo. 28 Una perspectiva crítica desde las agroecologías de los sures En otros trabajos11 hemos indicado que la agronomía ecologizada emergió como consecuencia del “giro ecológico” que la agronomía convencional hizo en la segunda mitad del siglo XX, como respuesta al fracaso de la Revolución Verde, sus efectos sociales, ecológicos y ambientales y, en consecuencia, en respuesta al “espíritu” ecológico que la crisis ambiental “configuró” en la época en mención, lo cual, por cierto hizo “evidente que era el capitalismo (…) el que se estaba abriendo camino” (Hobsbawm, 1995, p. 262), si se tiene en cuenta el potencial devastador de la racionalidad capitalista. En ese sentido, una “parte” de la agronomía convencional “mutó” o “giró” hacia lo ecológico o, mejor, fue “atravesada” por la consciencia ecológica del siglo XX, como puede apreciarse en los currículos universitarios desde entonces hasta la actualidad, con el propósito de orientar los agroecosistemas propios de la ME/O. En esos trabajos antes referidos sostenemos, además, que la agroecología ha sido históricamente confundida con la agronomía ecologizada, por lo que, entre otros aspectos, nos resulta problemática la consideración de que la agroecología ha sido cooptada por el poder agrocapitalista, cuando este de lo que se ha apropiado ha sido precisamente de la agronomía ecologizada12. Haremos aquí una pausa para mencionar algunos aspectos que ampliarán un poco más lo que se está tratando, al tomar como referente la tesis de que el agrocapitalismo juega “a dos bandas”, toda vez que sus matrices producen agroecosistemas industriales y ecológicos/orgánicos, como hemos tratado de sugerir hasta ahora. Una de las particularidades que tiene el sistema capitalista o, para el caso que nos ocupa en estas reflexiones, el poder agrocapitalista, es su notable capacidad para situarse y resituarse, mutar, adecuarse e, incluso, reinventarse frente a las dinámicas, eventos, circunstancias o situaciones críticas que amenacen o que, en su defecto, alteren o perturben sus lógicas. Incluso aquellas provocadas por el capital mismo como consecuencia de sus contradicciones, como advierte Harvey (2015). Este mismo autor señala que “las crisis son momentos de transformación en los que el capital suele reinventarse a sí mismo y 11 Se recomiendan los trabajos de Lugo (2019) y Lugo y Rodríguez (2020). Sobre la episteme ecológica que provocó el giro ecológico en la segunda mitad del siglo XX, también se recomienda revisar los trabajos de Leff (2014) y Machado (2018). 12 Altieri y Rosset (2018) sostienen que: “la agroecología se encuentra en una encrucijada, frente a la importante batalla que entraña su posible cooptación por parte del sistema establecido” (p. 24). La palabra encrucijada aquí resulta clave para comprender que en la encrucijada no se encuentra la agroecología, sino quienes nos dedicamos a ella, debido a que nos hemos resistido a reconocer que lo que opera en, desde y para el poder hegemónico no es la agroecología, sino más bien la agronomía ecologizada. Leyson Jimmy Lugo Perea Luz Helena Rodríguez Rodríguez 29 transformarse en algo diferente; y ese “algo diferente” puede ser mejor o peor para la gente (…)” (p. 19). Además, agregamos que eso mejor o peor puede co-existir en un mismo lugar y “repartirse” a quien convenga o corresponda. En breve volveremos sobre esto último. Otra particularidad del sistema capitalista es su poderosa capacidad para crear o configurar su propio ambiente, naturaleza o ecosistema en el que tienen lugar sus lógicas y funcionalidades. Esto es, la creación del paisaje geográfico sobre el cual Harvey (2015) señala lo siguiente: El capital se esfuerza por producir un paisaje geográfico favorable a su propia reproducción y subsiguiente evolución, cosa en la que no hay nada extraño o antinatural: después de todo, también lo hacen las hormigas, los castores y, por lo tanto, ¿por qué no debería hacerlo el capital? Sin embargo, el paisaje geográfico del capitalismo resulta perpetuamente inestable, debido a diversas presiones técnicas, económicas, sociales y políticas que operan en un mundo de enormes cambios naturales continuos, por lo que el capital debe adaptarse a ese mundo en perpetua evolución, en el que también desempeña un papel clave su propia actividad. (p. 149) En suma, el agrocapitalismo ha producido un paisaje geográfico configurado por las dos estéticas agrarias que reproducen sus dos poderosas matrices: MAI y la MAE/O. Por ello, es bastante común hallar en un mismo territorio agroecosistemas de corte industrial y de corte ecológico/orgánico, articulados ambos a los dispositivos asociados al proyecto histórico del capital. Cabe indicar aquí que en ese mismo ecosistema capitalista persisten otras agriculturas que no se inscriben en ninguna de estas matrices, toda vez que son erigidas por campesinas y campesinos que han sido marginados por las mismas y que, en consecuencia, efectúan praxis agrarias con las que, por sí mismos, se marginan de los imperativos de dichas matrices. Estas son agriculturas que encajan en lo que entendemos por agroecologías, en cuanto que son desobedientes, disruptivas y problematizan el poder agrocapitalista, bien sea de corte agroindustrial o ecológico/orgánico. Este será el tema central de la segunda parte de este libro. Como ha sido demostrado por la tradición agroecológica, desde la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad, la MAI ha hecho aportes sustanciales en la emergencia de la crisis ambiental que aún estamos bastante lejos de superar, si se tiene en cuenta que el modelo Utopías agroecológicas para el agrocapitalismo. 30 Una perspectiva crítica desde las agroecologías de los sures económico neoliberal cada vez refuerza sus presupuestos devastadores con los que, además de fortalecer el poder hegemónico, hace casi imposible o al menos restringe en gran medida las posibilidades de contrarrestar dicha crisis. Si atendemos al hecho de que “el capital ha convertido los asuntos medioambientales en una gran área de actividad empresarial” (Harvey, 2015, p. 243), no es desproporcionado considerar que el agrocapitalismo ha sacado provecho de la crisis ambiental que ha generado, mediante el “diseño” de la ME/O en la que la agronomía ecologizada ha sido ampliamente útil, como racionalidad científica y tecnológica estratégica que ha posibilitado la reinvención del (agro)capital en medio de la crisis. Indudablemente, la agronomía ecologizada, como su “progenitora” la agronomía convencional, han sido racionalidades poderosamente útiles para garantizar las lógicas del poder agrocapitalista, como indicaremos a continuación. La MAI y la ME/O se “despliegan” en el paisaje geográfico y son asumidas por mujeres y hombres según sus condiciones culturales, ecológicas, ambientales y económicas. A esto nos referíamos en párrafos anteriores con la repartición de ambos tipos de agroecosistemas en un territorio. Esto sugiere, entonces, que en un mismo paisaje coexisten la praxis agraria degradante y la equilibrada “operadas” ambas por la misma racionalidad hegemónica. Se cumple aquí la advertencia de Harvey (2015) respecto a que: “la existencia de prácticas ecosistémicas destructivas en un lugar no denota necesariamente que se estén produciendo prácticas similares en otro y viceversa” (p. 252). Si bien cada matriz toma “distancia” entre sí en aspectos muy marcados por la racionalidad que las constituye, también comparten ampliamente, como se evidenció con anterioridad, algunos símbolos (plaga, maleza, agroecosistema) y reproducen rigurosamente las mismas lógicas. Para efectos de una mejor comprensión de este último punto, tomaremos como ejemplo al símbolo más importante para el poder agrocapitalista: el agroecosistema, poderoso “artefacto” que permite geometrizar espacios en los que se ordenan y cosifican plantas y animales, se instrumentalizan cuerpos y se producen subjetividades encargadas de la administración bien sea agroindustrial, ecológico/ orgánica o incluso de ambas maneras, atendiendo a los denominados “enfoques” mixtos que integran prácticas y tecnologías de lo uno y de lo otro. El agroecosistema, sea mono o policultivo o mejor, si se prefiere, agroindustrial o ecológico/orgánico, viene a ser el punto de partida determinante para que el poder agrocapitalista discipline los territorios Leyson Jimmy Lugo Perea Luz Helena Rodríguez Rodríguez 31 y asegure sus lógicas. ¿Cuáles? Productividad, rendimiento, ganancia, rentabilidad, competitividad, acumulación. Cabe mencionar aquí, por cierto, que en muchas “partes” del texto agroecológico latinoamericano suelen ser comunes acepciones de la agroecología que la inscriben en esa “naturaleza” propia de la ME/O, lo que da cuenta, una vez más, de la contradicción y la confusión de la agroecología con la agronomía ecologizada, pues, entre otros aspectos, la agroecología no puede ser inscrita en las lógicas del agronegocio sino, más bien, en las praxis de mujeres y hombres cuyos mundos agriculturales contrastan con las “estéticas” agrarias promovidas por ambas matrices13. En términos concretos, el agroecosistema es el principal referente del agronegocio, pues en él y a través de él se tejen las relaciones que subsumen a la agricultura en un patrón de poder como el que se ha estado mostrando desde el comienzo. Pese a la compleja red de “actores” que constituyen e intervienen cada matriz, es el agente experto, uno de los “engranajes” más determinantes de la maquinaria agrocapitalista. En el caso de la ME/O, el agente experto ecologizado es el gran “contenedor” de saberes, prácticas, tecnologías, recetas, técnicas, métodos, procedimientos que orientan el diseño, la construcción y administración de los agroecosistemas que su matriz le “ordena”. Por muy obvio que parezca, no está de más indicar que las principales diferencias entre el experto convencional y el experto ecologizado son: 1) la naturaleza o composición del “insumo” o enmienda (de síntesis u orgánica); 2) el tipo de tecnología (moderna/tradicional); y 3) quizá la más importante, el “enfoque” técnico y cultural. El primero en razón de que, mientras el convencional escinde al agroecosistema del ecosistema natural al inscribirlo en un orden excesivamente técnico, el ecologizado tiene, por correspondencia, una perspectiva holística en 13 En nuestro caso particular no nos hallamos ni “cómodos” ni “satisfechos” con la agroecología imaginada y representada por autores latinoamericanos reconocidos como: Miguel Ángel Altieri, Clara Nicholls, Tomas León Sicard, Stephen Gliessman, Santiago Sarandón, entre otros, en razón de que sus teorías encajan en lo que hemos optado por llamar “agronomía ecologizada”, la cual insistimos en que ha sido confundida con la agroecología. Creemos que las propuestas de estos autores, unos más que otros, están atrapadas en un acentuado enfoque técnico-agronómico, así como “encerradas” en la racionalidad occidental propia de la ciencia agronómica que cosifica y objetiva plantas, animales y saberes para ordenarlos en función de la productividad y la rentabilidad a través de una marcada praxis ecológico/orgánica. En términos concretos, el texto agroecológico latinoamericano ha sido construido desde esta perspectiva, por lo que, reiteramos, nos hallamos incómodos e insatisfechos, ya que la agroecología o las agroecologías, si bien toman como referente las agriculturas, va más allá de estas hasta constituirse incluso en una postura, una práctica, un horizonte, una apertura, una crítica, una perspectiva, una desobediencia, una transgresión, una plétora de posibilidades frente a lo instituido y normalizado por las matrices del poder agrocapitalista. En la segunda parte de este libro nos ocuparemos de lo que, a juicio nuestro y de muchas agroecólogas y agroecólogos, es o deben ser las agroecologías. Utopías agroecológicas para el agrocapitalismo. 32 Una perspectiva crítica desde las agroecologías de los sures cuanto reconoce e incorpora variables ecológicas para el funcionamiento del agroecosistema de manera directa, por ejemplo, al permitirse el crecimiento controlado de arvenses en los cultivos, e indirecta, al emplear tecnologías ecológico/orgánicas como el caldo microbiológico, por sus efectos “saludables” en plantas y suelos. El segundo enfoque, el cultural, se desarrolla en el sentido de que el experto ecologizado tiene mayor disposición hacia los saberes locales. Sin embargo, por correspondencia con la lógica agrocapitalista, el interés por estos saberes está marcado por una clara intención utilitarista al asumirlos como “información, datos, categorías, que [contribuyen] en la productividad, la sostenibilidad y la resiliencia de los agroecosistemas” (Lugo, 2019, p. 79)14. A manera de ejemplo, esto puede verse en la consideración que Vergara (2017) hace de los saberes locales como una estrategia para consolidar, en cuanto promover y garantizar el discurso neoliberal del desarrollo rural. Insistimos, entonces, en que ambos agentes expertos tienen como función y propósito ordenar plantas y animales en formas geométricas precisas, instrumentalizar saberes y producir subjetividades para la creación y administración del agroecosistema en el marco de la rentabilidad, la productividad y la ganancia. Queremos finalizar esta primera parte reiterando una vez más que el poder agrocapitalista, por un lado, se apropia de dos modos de hacer agroecosistemas, siendo el agroindustrial el dominante, como mecanismo de control y dominación en cuanto que inscribe a plantas y animales en evidentes relaciones de poder; y por el otro, la apropiación o “sujeción” del saber agronómico para escindirlo en las dos racionalidades expuestas hasta ahora y, a su vez, instrumentalizar al “poseedor” de dicho saber hasta constituirlo en el agente experto adscrito a ambas matrices. Sin duda, el rol de dichos expertos reafirma lo que menciona Box (1992) respecto al agrónomo de la MEI antes indicado e igual que el agrónomo de la ME/O cuando hace la siguiente recomendación: Como colofón, me permito dar un consejo no ya a los veteranos, que no los necesitan, sino a los [agrónomos] jóvenes: profundizar en el estudio y en el dominio de la agricultura alternativa; posiblemente encontraréis los caminos que, con urgencia, necesita nuestra agricultura15. (p. 25) 14 Los corchetes son de los autores. 15 Los corchetes son de los autores. Leyson Jimmy Lugo Perea Luz Helena Rodríguez Rodríguez 33 Como puede apreciarse, este autor además de dar cuenta de esa agronomía escindida e inscrita en las matrices del poder agrocapitalista, plantea recomendaciones que en su momento iban en consonancia con el giro ecológico de la agronomía antes referido. Esto es, la “producción” del sujeto aquí denominado experto o agrónomo ecologizado. Han (2016) dice que “el poder incrementa su eficiencia y estabilidad ocultándose, haciéndose pasar por algo cotidiano u obvio. En eso consiste la astucia del poder” (p. 68). Las anotaciones hechas hasta ahora dejan ver que las matrices engendran dos tipos de realidades o de paisajes geográficos hegemónicamente instituidos como obvios, cotidianos o como el deber ser. Se trata de un paisaje dominante que configura la ruralidad de muchos territorios a lo largo y ancho del planeta, aunque por razones obvias predomina el agroecosistema agroindustrial comparado con el ecológico/orgánico, pues, entre otros aspectos, la racionalidad agrotóxica ha sido instituida y normalizada en la praxis agraria como el sentido (deber ser) de la agricultura, pese a los numerosos estudios y evidencias que demuestran su peligrosidad. En lo que queda de este primer capítulo queremos abrir paso a un último aspecto, relacionado con la imagen o apariencia de los dos tipos de agroecosistemas hasta ahora mencionados. Como se dijo antes, uno de los imperativos paradigmáticos del poder agrocapitalista es el establecimiento de agroecosistemas en arreglos espaciales estrictamente definidos en figuras geométricas. Si bien estos se orientan por racionalidades técnico-científicas diferentes, curiosamente no resulta fácil de identificar a simple vista, cuál “pertenece” a la MAI y cuál a la ME/O. Como ejemplo de ello se presentan las siguientes figuras. Utopías agroecológicas para el agrocapitalismo. 34 Una perspectiva crítica desde las agroecologías de los sures Figura 1.4. Monocultivo de aguacate (Cajamarca, Tolima, Colombia) 16 Fuente: Vera-Rodríguez (2021) Figura 1.5. Sistema agrosilvopastoril (Caquetá, Colombia)17 Fuente: Gómez-Mosquera (2022) 16 Fotografía de Jorge Mario Vera Rodríguez, profesor e investigador de la Universidad del Tolima, Colombia. 17 Fotografía de Miller Gómez Mosquera. Ingeniero agroecólogo. Leyson Jimmy Lugo Perea Luz Helena Rodríguez Rodríguez 35 Estas imágenes representan la capacidad y la lógica del poder agrocapitalista que se ha mencionado hasta ahora. La primera imagen corresponde al monocultivo de aguacate configurado por la MA/I, mientras que la segunda refleja un sistema agrosilvopastoril producido por la ME/O. Ambos agroecosistemas comparten un mismo patrón geométrico, pero se orientan por racionalidades distintas. Como quiera que sea, ambos son configuraciones de un mismo patrón de poder que “se mueve” entre lo tóxico y lo ecológico/orgánico, para mantener sus propósitos corporativos. La primera figura representa la típica estética agrocapitalista y deja ver un paisaje degradado, desolado, mecánico al que se le han “interrumpido” los ciclos de renovación natural. Un paisaje agrotóxico ajustado a los criterios de los agentes expertos que reducen la complejidad de los sujetos suelo y planta, para cosificarlos y aprisionarlos en geometrías extensas que permiten replicar desmesuradamente los símbolos y la gramática de la MA/I que destruye y devasta la vida. La segunda también constituye una estética agrocapitalista orientada, en este caso, por los criterios de agentes expertos en agronomía ecologizada que también obedecen a la dinámica de cosificación e instrumentalización de los sujetos suelos, plantas y animales, para su posterior y fácil encierro en las poderosas geometrías que garantizan el éxito del agronegocio. Un aspecto importante a mencionar es que el segundo agroecosistema, por constituirse desde la racionalidad ecológico/ orgánica, da cuenta de una evidente sustentabilidad, lo cual podría ser así si se tiene en cuenta que, comparado con el primero, naturalmente la praxis ecológico/orgánica se acopla mejor a las dinámicas naturales locales. Esto, justamente, ha sido uno de los aspectos determinantes que han llevado a confundir la agroecología con la agronomía ecologizada, punto importante a tener en cuenta para la lectura que a continuación se hará de las agroecologías que acontecen en las latitudes del sur. Utopías agroecológicas para el agrocapitalismo. 36 Una perspectiva crítica desde las agroecologías de los sures Capítulo 2 La praxis agroecológica en y desde los sures y nuevas prácticas de subjetividad e intersubjetividad En esta segunda parte pretendemos “transitar” por el sur para hallar en él, desde él y para él o, por supuesto, en ella, desde ella y para ella, porque el sur es tan él como ella, como todas, todos, todes, ¡que quede eso claro! Transitaremos, entonces, por encima y por debajo del sur, también por sus centros y periferias con el propósito de hallar en su pluralidad, sentidos, referencias, configuraciones, lógicas que permitan entender lo que las agroecologías del sur son y debe dejarse ser. Es por eso que en el sur terminamos y comenzamos. Es el sur nuestro punto de llegada y de partida. Un venir y un ir permanente, persistente, consciente e inconsciente, pues, en suma, somos, habitamos, pensamos, sentimos, decimos, hablamos, miramos, devenimos, hacemos, derivamos en clave de sur. Atravesamos el sur que nos atraviesa. ¿Por qué el sur? ¿Qué “esconde” y qué devela el sur? ¿Qué deviene en el sur? Una respuesta rápida sería que el sur es un lugar de enunciación desplegado en muchos lugares otros de enunciación. Esa plétora de lugares hemos convenido en llamarla sures. De ahí nuestra convicción de que en el sur deviene la posibilidad de posibilitar, desplegar, develar, evidenciar muchos sures en cuanto muchas agroecologías sures. Entonces el sur y lo que allí “acontece” es una apuesta, una alternativa, una necesidad frente a los excesos de su contraparte, el norte. Ya hablaremos del norte. De momento nos ocuparemos de algunos interrogantes: ¿un sur con muchos sures? ¿Cuál sur y cuáles sures? ¿Quién o quiénes hacen al sur y a sus sures? Proponemos entender el sur en clave de resistencia, entendida esta como una diversidad de prácticas locales que, de diferentes modos, hacen ruptura con la cultura del ser y del estar del agronegocio agricultural instituido por el histórico discurso dominante. Se trata, entonces, de un sur desplegado en suresistencias, habitado por mujeres Leyson Jimmy Lugo Perea Luz Helena Rodríguez Rodríguez 37 y hombres inscritos en una multiplicidad de prácticas, narrativas, palabras, saberes y símbolos que, conjuntamente, erigen agroecologías sures que entre-tejen el sur. Mujere(s)ur y hombre(s)ur que diseñan, invocan, posibilitan, construyen, muestran, enseñan y donan mundosures agriculturales que hacen del Sur Global una posibilidad infinita y, a su vez, un ruido, una perturbación, una incomodidad a ese norte que con todos sus laureles es el que ordena, según la poética de Benedetti18. ¿Qué ordena el norte? ¿Si el norte ordena entonces el sur, por derecho, por correspondencia y por justicia, des-ordena? En efecto, las agroecologías de los sures son entramados des-ordenados y abigarrados que perturban la paradigmática mirada del norte, pero reafirman el senti-pensar-decir- hacer “des-ordenado” del sur. Como podrá advertirse hasta ahora, el sur se asume bien sea como una geo-grafía o como una metáfora. La primera se refiere al Sur Global mencionado con anterioridad entendido como el borde o la periferia de un centro hegemónico configurado por el Norte Global, es decir, un centro configurado por unas relaciones de poder que, históricamente, se ha instituido como único, verdadero y legítimo; de este modo, se subyugan otros “centros” o, si se quiere, sures. En este sentido, lo “Global” remite a una dimensión planetaria escindida en dos recortes geográficos: el Norte (centro) y el Sur (margen-es). Por su parte la segunda se refiere al sur como “una metáfora del sufrimiento humano (…)” (Santos, 2013, p. 12) provocado por la racionalidad política y ontoepistémica del Norte Global, por lo que este último vendría a ser una metáfora de la imposición, el saqueo, la devastación, la destrucción y la manipulación. El Norte se ha valido de una racionalidad científico-instrumental moderna para crear un mundo único sustentado en presupuestos científicos, políticos, ontológicos, teológicos y epistémicos de “corte” occidental, en desmedro de otros mundos y otros presupuestos no- occidentales o, para el caso que nos ocupa, del sur y los sures. Sobre esto se ha dicho bastante19 y a ello nos hemos referido en otros trabajos20, por lo que solo diremos que la fuerza, rigurosidad y sistematicidad del Norte le ha permitido ordenar al sur y los sures, ordenar el mundo 18 Poema “El sur también existe”: https://www.poemas-del-alma.com/mario-benedetti-el-sur- tambien-existe.htm 19 Recomendamos los trabajos de Escobar (2012); Santos (2013); Castro-Gómez (2010); Mignolo (2000); Noguera, (2004); Tuhiwai (2016). 20 En nuestros ya recomendados trabajos de Lugo (2019) y Lugo y Rodríguez (2020) hacemos unas breves reflexiones sobre estos aspectos. Utopías agroecológicas para el agrocapitalismo. 38 Una perspectiva crítica desde las agroecologías de los sures o la plétora de mundos que el Norte por conveniencia e incluso por necesidad, ha negado y des-legitimado como condición determinante para la expansión de su proyecto norte-civilizatorio hegemónico21. Esta negación y deslegitimación de los otros mundos no- occidentales obedece a ese afán particular de poder hegemónico, como el que hemos venido tratando, para “abrazar” y contener todo cuanto pueda articular a sus dominios y, en consecuencia, desplazar y desconocer lo que queda por fuera de sus presupuestos. Esto es apenas lógico si se entiende que si algo tiene de particular el poder es su capacidad para crear y configurar espacios para engendrar sus paisajes, sus formas, sus modos, sus lógicas. Para una mejor comprensión de estos aspectos y de lo que ello significa para los sures, retomamos el siguiente planteamiento de Han (2016): La pregunta acerca de una etización del poder se plantea en vista de la estructura de congregación que tiene el poder. El poder es centralizador. Todo lo congrega en sí mismo y en algo único. Si su arrastre hacia lo uno lo pone como algo absoluto, entonces lo que queda a su lado o lo múltiple solo se percibe como aquello que hay que suprimir. Cuando eso sucede, los espacios que se sustraen a lo uno o que se le oponen se los desubica convirtiéndolos en espacios marginales o se los desvaloriza (p. 153). (…) Al poder le es inherente el arrastre hacia lo uno. No irradia ninguna amabilidad hacia lo múltiple, lo plural, lo variado, lo marginal o lo que se aparta del rumbo. (p. 169) Estas anotaciones aclaran entonces que el poder agrocapitalista es centralizador. Congrega, arrastra hacia su absolutismo a través de sus matrices, plantas, animales, mujeres, hombres, objetos, territorios, procesos, procedimientos, técnicas y demás. Sin embargo, su capacidad contenedora deja por fuera de sí aquello que no se connaturaliza consigo mismo. Aquello que se le resiste a formar parte de su continuidad: el sur y su devenir en sures que se resiste a ser ordenado, alineado, futurizado, programado, tematizado, domesticado. El sur, los sures y sus “contenidos” agroecológicos a través de mundo(s)ures agriculturales, o mejor, mundosures agroecológicos que emergen en formas abigarradas, desordenadas, trenzadas, entramadas para contrastar y desordenar las formas homogéneas del poder agrocapitalista y, de paso, desobedecer 21 Es importante tener en cuenta que Norte y Sur Global se contienen mutuamente, aunque bajo lógicas distintas. El Sur existe en el Norte global geográfico y viceversa. Cada geo-grafía contiene dentro de sí “agentes” que reproducen la racionalidad del uno y del otro. Leyson Jimmy Lugo Perea Luz Helena Rodríguez Rodríguez 39 sus lógicas y sentidos. Son agriculturas desplazadas, relegadas, ocultadas, rechazadas, ridiculizadas y hasta desconocidas por las matrices agrocapitalistas dado su carácter de multiplicidad, pluralidad, variedad, marginalidad que se “aparta de sus rumbos”. O quizás, se trate de un auto-ocultamiento o una auto-invisibilidad como estrategia para sobrevivir y persistir frente a los modelos que hegemonizan prácticas, vidas, objetos, saberes, técnicas, plantas, animales, recetas, sentimientos, ideas, procesos y demás. Gracias a esa estrategia es que el sur mucho tiene por contar, por enseñar, donar, aportar y transmitir. Lo dicho hasta ahora permite entender que “el sur está conformado por los grupos sociales excluidos de El Centro convertido hoy en el Norte” (Tovar, 2017, p. 40). Si se reconoce, con Han (2016) que “el poder crea formas, se manifiesta en formas” (p. 51), pues no solo las matrices agrocapitalistas crean y manifiestan sus formas agriculturales, también lo hacen mujeres(u)r y hombres(u)r que habitan en los márgenes o las fronteras del horizonte de sentido que engendra el poder agrocapitalista, al crear formas o mundos agroecológicos como consecuencia de saberes y prácticas agroecológicas que se repelen con el saber y la práctica de los agentes expertos y de los “productores” atrapados por ambas matrices. Estos mundos agroecológicos son, entonces, una continuidad del poder que estos sujetos agroecológicos ejercen al distanciarse de la lógica agrocapitalista, en aras de configurar sus propios horizontes de sentido. Por ello, estamos convencidos de que las agroecologías solo se juntan consigo mismas. De no hacerlo sucumbirían ante aquello distinto a ella misma. Con esto no se quiere sugerir una postura radical que impida intentos de diálogos o encuentros (también des-encuentros) de saberes, sentires, decires. El punto es que las agroecologías se encuentran consigo mismas allí donde el poder agrocapitalista no “ha llegado”, allí donde ejerce resistencia mientras que confluyen prácticas otras sustentadas y acopladas a la vida. Agroecologías que se afinan con la tonalidad del sur y los sures. El saber y la praxis agroecológica son, entonces, formas de poder que crean continuidades espaciales en las que mujeres y hombres se encuentran, dialogan, viven y se vinculan a través de sus mundosures agroecológicos. En este sentido, las agroecologías de los sures son una apuesta por visibilizar una praxis agroecológica que ha sido históricamente negada y ocultada y que, además, constituyen por sí mismas una plétora de milenarias posibilidades para enfrentar la crisis ambiental que ha generado el devastador poder del Norte Global, Utopías agroecológicas para el agrocapitalismo. 40 Una perspectiva crítica desde las agroecologías de los sures concretamente a través de prácticas y saberes agroecológicos que no sobrepasan los límites naturales del planeta. Se trata, sin más, de praxis agroecológicas localizadas, territorializadas que, por un lado, no están orientadas por la lógica productivista impuesta por el agrocapitalismo y, por el otro, no han sido orientadas por presupuestos científicos modernos occidentales, sino por las condiciones y dinámicas ecológicas, así como por las sabidurías, las historias, las experiencias, las necesidades y las temporalidades locales, lo que determina “el rigor” de las mismas22. De este modo, las agroecologías de los sures se reafirman como una emergencia que se apodera de lo propio, en la medida en que “rechaza” los ritmos, las bases y los parámetros impuestos por el Norte Global, como, por ejemplo, la producción y la productividad articulada al progreso y el bienestar. Dicho de otro modo, las agroecologías se atañen a lo propio para responder a sus propios “progresos” y “bienestares”, si se quiere. De ahí que sea necesario “entender El Sur como la concepción de un mundo con cosmovisiones y prácticas específicas [como la agroecología], concretas, que requieren ser conocidas y reconocidas” (Tovar, 2017, p. 66)23. A simple vista puede apreciarse que estas consideraciones guardan fiel coherencia con la trans-modernidad que propone Dussel (2015); en el sentido de que lo transmoderno, para el citado autor, “quiere indicar esa radical novedad que significa la irrupción, desde la nada, desde exterioridad alterativa de lo siempre distinto” (p. 283)24. En este caso, los mundosures agroecológicos constituyen esa exterioridad alterativa que se enfrenta a los desafíos del poder agrocapitalista pero que, de nuevo con Dussel (2015): (…) responden desde otro lugar, other location [otras agroecologías, desde los mundos sures], que es el sitio de sus propias experiencias culturales distintas [mundo norte global dominante], y por ello con capacidad de responder con soluciones absolutamente imposibles para 22 Estos dos aspectos resultan determinantes para aquellas iniciativas que pretenden, bien sea visibilizar o validar alternativas otras de mercado y comercialización, sobre lo que nos referiremos brevemente en páginas posteriores; así como la re-afirmación de la agroecología como una “ciencia” y una praxis constituida por estas emergencias locales, como bien enseña Boaventura de Sousa Santos con sus epistemologías del sur, propuesta que ha permitido conocer y comprender numerosas experiencias de mujeres y hombres que son y están en sus propios mundos constituidos por sus saberes, creencias, convicciones, ideas, rituales, experiencias. 23 Los corchetes son de los autores. 24 El énfasis en cursivas es original del texto. Leyson Jimmy Lugo Perea Luz Helena Rodríguez Rodríguez 41 la sola cultura moderna [o, lo que es lo mismo, la cultura del norte y sus lógicas agrocapitalistas]. (p. 283)25 En suma, los escapes, quiebres, rupturas y desobediencias frente al poder agrocapitalista, al que se hizo referencia anteriormente, se entienden como formas de enfrentar la racionalidad agrocapitalista dominante desde las agroecologías que persisten en esa compleja y rica exterioridad o esos otros lugares a los que llamamos sures o, mejor, mundosures agroecológicos. En estas exterioridades o márgenes, u otros lugares, entendidos como fronteras donde las agroecologías otras26 habitan, coexisten, persisten, se encuentran y desencuentran, insisten, resisten, emergen dialécticas, ritualidades, prácticas, historias, experiencias, lo cual, de manera conjunta, entreteje saberes, tecnologías y relatos que, por un lado, reafirman los modos sures de ser y estar y, por el otro, posibilitan escapes, quiebres, rupturas y desobediencias frente a narrativas dominantes que persisten, se instalan y naturalizan en cuerpos y territorios al normalizar sus lógicas y efectos, pues otra de las particularidades del poder es que “se afianza generando perspectivas o modelos de interpretación que sirven para legitimar y mantener un orden de dominio” (Han, 2016, p. 71) y además, “alcanza una estabilidad elevada cuando se inscribe en la “cotidianidad” ” (Han, 2016, p. 78)27. Justo aquí es donde las agroecologías de los sures confluyen como formas de ser y estar que se resisten a la obviedad y cotidianidad del poder dominante al que insistentemente se ha referido y, además, justo por esto es que dicho poder las oculta, niega, rechaza y ridiculiza. 25 Los corchetes son de los autores. 26 Proponemos el término “agroecologías otras” para marcar una ruptura, al tiempo que una discontinuidad, con aquella agroecología atrapada en los pedestales modernos y funcionalizada al agronegocio, a la cual hemos insistido en llamar agronomía ecologizada y que, como vimos en el capítulo anterior, es la racionalidad en la que se sustenta la ME/O. Llamamos agroecologías otras a la multiplicidad de agriculturas apartadas de las dos variantes agronómicas dominantes, industrial y ecológico/orgánica, que persisten y constituyen a su vez una posibilidad real para transformar los modos de hacer agriculturas para la humanidad, en consonancia con los ritmos vitales del planeta. En otros estudios hemos entendido a las agroecologías otras como una: “alusión a la pluralidad de prácticas y experiencias agriculturales relegadas, negadas, ocultadas por el poder colonial, que convergen en los territorios y que son resultado de la multiplicidad de epistemes locales, al tiempo que estas son resultado de dichas prácticas y experiencias” (Lugo, 2019, p. 106). 27 El entrecomillado es original del texto. Utopías agroecológicas para el agrocapitalismo. 42 Una perspectiva crítica desde las agroecologías de los sures 2.1 Ventana agroecológica Para una mejor ilustración de estas reflexiones, presentaremos algunos registros que dan cuenta de esas agroecologías y experiencias otras en algunos mundosures agroecológicos dispersos por el su