Tema 43. Pensamiento Político y Económico en el Siglo XIX PDF
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Manuel Mujeriego, J.M. Moreno, M.Á. Orenes
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Este documento resume el Pensamiento Político y Económico del siglo XIX. Explica las ideas principales, corrientes y autores clave de la época. Examina el periodo de transición del Antiguo Régimen al Nuevo Régimen.
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TEMA 43. PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN EL SIGLO XIX. Tema 43. PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN EL SIGLO XIX. 1. INTRODUCCIÓN. 2. EL PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN LA TRANSICIÓN AL NUEVO RÉGIMEN. 3. EL PENSAMIENTO CONSERVADOR EN EL SIGLO XIX. 4. CARACTERÍSTICAS DEL PENSAMI...
TEMA 43. PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN EL SIGLO XIX. Tema 43. PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN EL SIGLO XIX. 1. INTRODUCCIÓN. 2. EL PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN LA TRANSICIÓN AL NUEVO RÉGIMEN. 3. EL PENSAMIENTO CONSERVADOR EN EL SIGLO XIX. 4. CARACTERÍSTICAS DEL PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO LIBERAL. 5. POSICIONES TEÓRICAS Y ACTITUDES ANTE LA SOCIEDAD INDUSTRIAL: ASOCIACIONISMO, REFORMISMO O REVOLUCIÓN. 5.1. EL ASOCIACIONISMO OBRERO. 5.1.1. El ludismo. 5.1.2. El cartismo. 5.1.3. El sindicalismo en Europa. 5.2. POSTURAS REFORMISTAS: EL SOCIALISMO UTÓPICO. 5.3. POSTURAS REVOLUCIONARIAS: EL MARXISMO Y EL ANARQUISMO. 5.3.1. El marxismo. Método, teoría económica y política. 5.3.1.1. El marxismo después de Marx. 5.3.2. El anarquismo. 6. EL INTERNACIONALISMO. 7. EL CATOLICISMO SOCIAL. 8. MUJER Y PENSAMIENTO POLÍTICO-ECONÓMICO EN EL S. XIX. 9. CONCLUSIÓN. 1. INTRODUCCIÓN. El siglo XIX es un escenario complejo respecto a la aparición o puesta en práctica de distintas ideologías y formas de pensamiento que derivan en actitudes políticas y económicas muy variadas. Convergen en él corrientes que enlazan con los orígenes de la Edad Moderna y resultan la base fundamental para la articulación e incluso para el entendimiento del mundo de nuestros días. Conservadurismo, liberalismo, obrerismo e imperialismo son conceptos históricos -extrapolables al ámbito político, económico y social- vinculados al establecimiento del Nuevo Régimen, aunque los primeros se asienten sobre posturas ilustradas, y aún anteriores, o el último viva todavía sus definitivas secuelas en fenómenos como el neocolonialismo o las estrategias militares de los antiguos bloques del siglo XX. Por eso, el desarrollo del tema se centrará en la exposición de los aspectos políticos y económicos surgidos al amparo de la nueva situación histórica: las revoluciones francesa e industrial y los movimientos sociales, verdaderos motores de la modernidad decimonónica, enmarcando dicha situación entre las circunstancias ideológicas que la hacen posible y los factores socioeconómicos que conlleva. La introducción al tema, así como las consideraciones globales del mismo han sido estudiadas con bibliografía general sobre el siglo XIX y la Edad Contemporánea, destacando las obras de J.L. Comellas: Breve Historia del Mundo Contemporáneo. Rialp. Madrid, 2002; J. Paredes (ed). Historia Universal Contemporánea. Ariel. Barcelona, 2000; Fernández, A. Historia Universal. Edad Contemporánea. Vicens Vives. Barcelona, 2000 y el clásico de Palmer y Colton: Historia Contemporánea. Akal. Madrid, 1980. Las cuestiones ideológicas, a partir de los libros de Rudé: La multitud en la Historia. S. XXI. Madrid, 1987; Touchard, J. Historia de las ideas políticas. (6ª ed.) Tecnos. Madrid, 2006, Macridis, R. y Hulliung, M. Las ideologías contemporáneas. Alianza Ed. Madrid, 1998 y del artículo de T. González Calvet: Filosofía del Manuel Mujeriego, J.M. Moreno, M.Á. Orenes. Página 1 de 16 TEMA 43. PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN EL SIGLO XIX. pensamiento político y social en la primera mitad del siglo XIX. Fundación Areces. Madrid, 1992. Para el análisis del socialismo y del pensamiento obrerista seguimos la línea marcada por J. Droz: Historia general del socialismo (4 vol.). Destino. Barcelona, 1983 y E.J. Hobsbawm: La era del capitalismo (1848- 1875). Labor. Barcelona, 1989. Una aproximación al estudio directo de las fuentes se realiza a partir de las obras de Miguel Artola: Textos fundamentales para la Historia (8ª ed.). Alianza. Madrid, 1985; y Juan Botella y otros. El pensamiento político en sus textos. De Platón a Marx. Tecnos. Madrid. 1998. Por último, las actualizaciones al tema se realizan desde la perspectiva de González Cuevas, P. y Martínez Arancón, A. (coords.) Ideas y formas políticas: del triunfo del absolutismo a la posmodernidad. UNED. Madrid. 2010; Cole, GDH. Historia del pensamiento socialista (5 vols). Fondo de cultura mexicana. México, 2020; y Stedman Jones, G. y Claeys, G. (eds.) Historia del pensamiento político del siglo XIX. Akal. Madrid, 2021. 2. EL PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN LA TRANSICIÓN AL NUEVO RÉGIMEN. El desarrollo de la actividad filosófica e ideológica del siglo XIX es deudor de las condiciones generales en las cuales la sociedad occidental procede a una transformación radical: el paso del Antiguo a un Nuevo Régimen; de una sociedad autoritaria, estamental y mercantilista a otra representativa, clasista e industrializada1. En realidad, el nuevo pensamiento del XIX se vincula al desarrollo científico y tecnológico, que da luz verde a un replanteamiento de la especulación filosófica con base en Kant, al desarrollo de nuevos mecanismos de transformación productiva y a la aparición de una nueva sociedad jerarquizada en función de su utilidad como fuerza del trabajo. Los viejos moldes que regían el comportamiento de la sociedad occidental quedan desplazados. Hay un nuevo enfoque para tratar y resolver los problemas: no se parte de nada que tenga que ver con la especulación metafísica, sino sólo de los fenómenos materiales. Estas nuevas formas de pensamiento empiezan a ser conocidas como materialismo. Se insistía en la base material de todo hecho, aunque éste apareciese como algo mental o espiritual. La confianza en el conocimiento científico es casi absoluta, lo que supone una actitud cada vez más abiertamente crítica contra el hecho religioso, al tiempo que prevalece la reivindicación intelectual del individuo. Esta corriente de pensamiento, que había comenzado con el humanismo utópico de Tomás Moro y seguido por los pensadores ilustrados: Voltaire, Rousseau..., se fue haciendo más firme a medida que los progresos técnicos se imponían en la sociedad. Al mismo tiempo, la evolución de la propia sociedad industrial generaba la aparición de ideologías contrarias a la desigualdad socioeconómica que aquélla provocaba. Se plantean por tanto fórmulas que conduzcan a la felicidad social a través de una “comunión con el medio”, como el socialismo utópico, o desde un punto de vista mucho más práctico o materialista, fórmulas que derribasen las barreras interclasistas, como el marxismo o el anarquismo. Lo cierto es que a lo largo del siglo XIX la propia evolución social plantea una diversidad política y económica evidente: § La oposición entre las ideologías tradicionales y liberales, que se enfrentan abiertamente a raíz de los procesos revolucionarios liberal-burgueses desde fines del siglo XVIII. § Las ideologías que reaccionan desde lo social frente a la nueva realidad industrial y liberal burguesa: los movimientos obreros, que constituyen el fundamento de nuestro tema. Y, § Las ideologías que, amparadas en el desarrollo e inspiradas por las potencias estatales, pretenden una práctica de la Revolución Industrial hasta sus últimas consecuencias: el Imperialismo. Estas nuevas ideologías estarán fundamentadas -o reaccionarán contra ellas- en tres posturas esenciales: § El positivismo: elaboración de teorías sólo a partir de hechos comprobables, basado en la filosofía de Compte. 1 En este contexto, para Touchard, Liberalismo, nacionalismo y socialismo son las palabras clave del siglo XIX. Op. Cit. Pg. 395. Manuel Mujeriego, J.M. Moreno, M.Á. Orenes. Página 2 de 16 TEMA 43. PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN EL SIGLO XIX. § El evolucionismo: contribución a una nueva perspectiva de lo científico y del hombre, amparado por autores como Lamarck o Darwin. Y, § La dialéctica de las ideas: de Hegel. 3. EL PENSAMIENTO CONSERVADOR EN EL SIGLO XIX. Suele atribuirse al poeta francés Chateaubriand el uso político de la palabra “conservador” para referirse a quienes se oponían a las ideas de la Ilustración y de la Revolución francesa. A principios del siglo XIX, dicho concepto no debía resultar demasiado claro si consideramos que el mismo Chateaubriand -el poeta de la tradición- se opuso a la Revolución, al Imperio, a la Restauración y hasta a la monarquía de julio2. Mucho más tarde, en 1927, el sociólogo alemán Karl Mannheim en su obra “El pensamiento conservador” hablaba del conservadurismo como de una estructura mental en armonía con la historia y que solo se hace presente cuando se ve cuestionada por ideologías o teorías sociales contrarias3. En este sentido, el proceso de liberalización política, el cuestionamiento de la jerarquización estamental y la descristianización social de fines del XVIII, aderezados por el soporte cultural del primer romanticismo que reivindica lo ancestral frente a lo racional, constituyeron el caldo de cultivo de ideologías como el tradicionalismo y el conservadurismo que favorecieron, con su crítica al liberalismo y a la Ilustración, la reflexión sobre los fundamentos del orden social. Coincidentes en su rechazo del individualismo y del racionalismo revolucionario, tradicionalismo y conservadurismo son, sin embargo, dos estilos de pensamiento claramente diferenciados. El primero, representado por figuras como Joseph de Maistre (Consideraciones sobre Francia, 1796) o Louis de Bonald (Teoría del poder político y religioso, 1796/7), tiene un componente claramente teológico y providencialista basado en una idea de tradición inalterable. El segundo, cuyo máximo exponente es el irlandés Edmund Burke (Reflexiones sobre la Revolución francesa, 1790), condena la aplicación de las ideas racionalistas a la política y defiende la tradición histórica y el pragmatismo –la experiencia- como fundamento de los regímenes políticos, aunque sin renunciar a la idea de cambio. Aún desde diferentes supuestos, en todas estas obras se esgrimía un mismo argumento: el orden debe presidir la vida en sociedad. Si esta premisa se hubiese respetado se habría evitado la Revolución y sus consecuencias. Al hilo de esta interpretación se acuñaron los términos “conservateur” y “conservatif” para designar un concepto político en el cual el respeto a la autoridad, el recuerdo de la tradición y la defensa de la legitimidad se convirtieron en sus temas recurrentes. No obstante, estas ideas tuvieron una doble lectura en Gran Bretaña y en el continente. Allí, la ausencia de un Antiguo Régimen derivó en un conservadurismo más aperturista dominado por “los grandes intereses del reino”4. Con el tiempo, los conservadores británicos, especialmente Disraeli, fueron mucho más proclives a emprender reformas en el sistema político, frente a sus homólogos continentales. Es la denominada “One-nation tory”, una ideología conservadora basada en la creencia que las sociedades se estructuran de manera orgánica y están sujetas a una serie de relaciones de tipo paternalista como la que obliga a las clases superiores a cuidar de las que están por debajo de ellas. En este sentido, promovió reformas electorales para ampliar la base social del sistema, lo que le valió un respaldo electoral en sectores que en el continente nunca se hubieran decantado por defender la causa conservadora. Esta tendencia derivaría a fines del XX en la denominada “democracia tory”, que aunaba a conservadores con algunos liberales. Liderada por el “Cuarto Partido” (los diputados Randolph Churchill, Henry Drummond Wolff, John Gorst y Arthur Balfour) promovía la adopción de una política social muy crítica con el conservadurismo de viejo cuño e incluso con el liberalismo pasivo de Gladstone. En el continente, las ideas conservadoras hallaron nuevos defensores en el tradicionalismo ideológico de la primera escuela romántica alemana: Adam Müller, Ludwig Von Haller (La restauración del estado del derecho o Teoría del estado social natural, opuesto a la quimera del estado político artificial, 1816), 2 Touchard. Op. Cit. Pg. 417. 3 González Cuevas, P. y otros. Op. Cit. Pg. 151. 4 Así es como llama Burke a las élites sociales: económicas, industriales, etc. En González Cuevas. Op. Cit. Pg. 158. Manuel Mujeriego, J.M. Moreno, M.Á. Orenes. Página 3 de 16 TEMA 43. PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN EL SIGLO XIX. Schlegel o Federico de Sauvigny, quienes se oponían al individualismo y racionalismo del siglo XVIII y propugnaban la necesidad de un Estado fuerte como lazo de unión entre el individuo y la autoridad, que no es el resultado de un contrato entre ambos como defienden los ilustrados, sino de la legitimidad, de la jerarquía y de la obediencia, basadas en principios teológicos y en la sucesión dinástica. Fruto de este ultraconservadurismo se gesta la Restauración, que no tardó en evidenciar su anacronismo ideológico tras las revoluciones de 1820 y 1830. En Francia, el fracaso del régimen de Carta Otorgada y el ascenso de la nueva dinastía de Orleans llevaron aparejado la difusión del ideario político positivista hasta el fin del Segundo Imperio. La política positiva de Compte consistía en restaurar el orden sin renunciar al progreso. Planteaba un reformismo moderado y dirigido por unas élites “positivas” en las que cada ciudadano, convertido ahora en un funcionario social, confiaba y a cuyo poder se subordinaba ciegamente. La doctrina de Compte parece haber ejercido en Francia una influencia profunda (en autores como Taine o Maurras), pero limitada. Mayor difusión tuvo fuera de Francia, por ejemplo en Brasil donde incluso el lema de su bandera: “orden y progreso” (en portugués) se refiere a la cita: “el amor por principio, el orden por base y el progreso por fin”, de su Curso de filosofía positiva (1826). En Alemania, tras la efervescencia del primer romanticismo, el conservadurismo se dividió entre los denominados “conservadores clásicos”, muy apegados a las tradiciones prusianas frente a la nueva realidad de la Alemania unida, y los “conservadores jóvenes”, firmes defensores de Bismarck, que había emprendido una revisión del conservadurismo prusiano para adaptarlo al Imperio alemán. En todo caso, ante el prestigio del canciller, la inevitable realidad y el empuje de las fuerzas liberales y católicas, el conservadurismo alemán se reunificó bajo un conjunto de ideas inamovibles: la lealtad al káiser y la defensa de su poder constitucional, el firme apoyo a Iglesia Evangélica frente a la Iglesia Católica, un acusado militarismo y el mantenimiento de los privilegios aristocráticos en el sistema político y en la sociedad alemana. 4. CARACTERÍSTICAS DEL PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO LIBERAL5. El liberalismo generado por las teorías de Locke y los ilustrados franceses que apostaba por la libertad individual, la soberanía nacional, el reparto de poderes y el constitucionalismo adquiere carta de naturaleza tras la independencia americana y el estallido revolucionario de 1789, y se convierte en el ideario más común de los nuevos estados burgueses durante la primera mitad del siglo XIX, en sus versiones doctrinaria primero y democrática a partir de 1848. Al amparo de la nueva sociedad salida de los procesos revolucionarios, asistimos también a la transformación económica de dichos estados, fundamentada en el librecambismo de Adam Smith y las distintas acepciones de David Ricardo, Thomas Malthus o Stuart Mills, utilizando como objetivo final la felicidad de la que hablasen ya los fisiócratas pero trasladada a la nueva realidad social y demográfica, y a la producción y los mercados: propiedad privada a ultranza, libre regulación del sistema productivo y prevalencia de la ley de oferta y demanda. Paralelamente, los últimos años del Siglo de las Luces estuvieron animados por el pensamiento romántico, que llevó aparejado un deseo de renovación ideológica que acabó en procesos de emancipación o reunión de las nuevas naciones. En ambos casos, se suscitan movimientos de acción-reacción que derivarán en procesos revolucionarios, involucionistas, independentistas o unificadores. Pero todos ellos, en mayor o menor medida, y aún desarrollados en el siglo XIX, tuvieron su gestación durante el siglo anterior. 5. POSICIONES TEÓRICAS Y ACTITUDES ANTE LA SOCIEDAD INDUSTRIAL: ASOCIACIONISMO, REFORMISMO O REVOLUCIÓN. 5 Ver tema 41. Manuel Mujeriego, J.M. Moreno, M.Á. Orenes. Página 4 de 16 TEMA 43. PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN EL SIGLO XIX. La Revolución Industrial dio lugar a la aparición de grandes masas trabajadoras asociadas a un nuevo modelo social. El trabajo fabril carecía de regulación legal lo que posibilitó el progresivo deterioro de la situación del obrero en un doble sentido: § En lo económico, por la falta de promoción en el trabajo y la imposibilidad de participar en la gestión de la empresa. § En lo social, por las pésimas condiciones de vida y la situación de explotación en el trabajo (jornadas de catorce horas, condiciones insalubres, prohibiciones, etc.) En estas circunstancias, la gestación del movimiento obrero se desarrolla a través de diferentes propuestas con objetivos diversos: § La formulación de una serie de teorías políticas cuyo objetivo es la transformación de la realidad socioeconómica de la industrialización y, en última instancia, la emancipación del proletariado. § La aparición del asociacionismo obrero, como forma de mejorar las condiciones laborales de los trabajadores. Aunque ambas posturas estaban vinculadas en sus propósitos, no existió entre ellas una relación directa –al menos en un principio-, de ahí que el movimiento obrero no se configure como algo homogéneo, ni siquiera –como veremos- cuando sus idearios se intenten poner en común a través de las Internacionales. 5.1. EL ASOCIACIONISMO OBRERO. Las primeras asociaciones obreras surgieron al comienzo de la industrialización, muchas de ellas derivadas de las antiguas organizaciones gremiales. Son las Friendly societies, entendidas como clubs sociales que con el tiempo se convertirían en Unions o asociaciones de trabajadores que procuraban la protección del obrero. El temor a los motines populares inspirados por la Revolución francesa condujo al premier británico William Pitt a su prohibición (Combination acts, 1799 y 1800) con el pretexto de que atentaban contra la libertad de empresa y de contrato. Por ello, el derecho de reunión y asociación se convirtió en una de las primeras reivindicaciones de los trabajadores y Gran Bretaña en el primer país en reconocer este derecho en 1824, tras la masacre de Peterloo (1819) y la consiguiente oleada de protestas. La nueva situación legal favoreció el desarrollo de las “Sociedades de Socorros Mutuos”, que tenían la finalidad de auxiliar a sus asociados en caso de accidente, enfermedad o muerte, y que más adelante actuaron como fondo de resistencia para mantener las huelgas cuando el sentido del asociacionismo evolucionó hacia la defensa colectiva de las condiciones salariales y laborales del trabajador. Alrededor de 1830, operarios del textil o de las fundiciones disponían ya de asociaciones estables. La dinámica asociacionista, favorecida por ideólogos como Robert Owen, tendió entonces hacia la creación de organizaciones que reunieran a todos los oficios de un país con el objetivo de ejercer una mayor presión. Así, en 1834 se fundó en Inglaterra la Gran National Consolidated Trade Unions, considerada como la primera gran organización sindical de la historia, que en poco tiempo contaba ya con más de 500.000 miembros. La vida del “Gran Sindicato” fue breve, en buena medida por la disparidad de intereses que concentraba, así como también por el agotamiento de sus fondos económicos –incapaces de mantener una situación de huelga casi permanente- y por el procesamiento de sus principales líderes. 5.1.1. El ludismo. El ludismo fue uno de los fenómenos más originales de los inicios del movimiento obrero. Surgió como un rechazo violento de los trabajadores de la industria textil hacia las máquinas, que amenazaban con privarles de su puesto de trabajo. Los movimientos luditas agitaron la sociedad británica desde fines del siglo XVIII y hasta la década de los treinta y se extendieron por toda Europa. Su nombre deriva de un personaje ficticio, Ned Ludd (el Capitán Ludd), un supuesto calcetero que habría sido el primero en Manuel Mujeriego, J.M. Moreno, M.Á. Orenes. Página 5 de 16 TEMA 43. PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN EL SIGLO XIX. destruir el bastidor de un telar y en nombre del cual se efectuaban las acciones violentas contra las máquinas, cual Robin Hood de la industrialización. La mayor agitación del movimiento se produjo entre los años 1811 y 1812, coincidiendo con el bloqueo continental impuesto por Napoleón que motivó el aumento de los precios y una escasa actividad industrial. El ludismo no sobrevivió a su propia incongruencia (la ruina del empresario suponía en última instancia la desaparición de la empresa y del empleo de los trabajadores) y a su espontaneidad y falta de organización. Además, tuvo que sufrir una durísima legislación que en 1796 –refrendada en 1812- castigaba con pena capital a los infractores. No obstante hay que reconocerle el mérito de haber sido el primer peldaño en el proceso de toma de conciencia de clase por parte de los obreros, en lo que Hobsbawm ha denominado “la negociación colectiva a través del motín”. 5.1.2. El cartismo. El fracaso del sindicalismo inicial y la incongruencia del ludismo favorecieron la aparición del cartismo, un movimiento de masas que reclamaba derechos laborales y políticos en nombre de los obreros y de la baja burguesía urbana. Su nombre deriva de la Carta del Pueblo (People´s Chart) elaborada por la Working Mens´Association, de Londres en 1837 y remitida al parlamento británico dos años más tarde con el aval de más de un millón de firmas. La Carta contenía seis puntos en los que se reclamaba una jornada laboral de ocho horas, la revisión de las leyes sobre la pobreza, la independencia de los diputados o el sufragio universal masculino. Fue presentada tres veces para su aprobación y rechazada otras tantas en 18396, 1842 y 1848. El rechazo del parlamento significó la aparición de dos tendencias en el seno del Cartismo: la más moderada, defendida por William Lovett y Robert Owen, que atendía a peticiones de carácter económico; y otra más radical, defendida por los periodistas O´Connor y O´Brien, quienes se inclinaban abiertamente por la violencia. El triunfo de esta última posibilitó las algaradas, insurrecciones y huelgas de 1842 y 1848 que fueron duramente reprimidas por el gobierno. El movimiento cartista se debilitó sin conseguir sus objetivos. Pero su existencia obligó al Estado británico a emprender una regulación de las relaciones laborales que se tradujo en unas leyes de asociación más favorables y la limitación de la jornada laboral de niños y mujeres. Por otra parte, el fracaso del Cartismo condujo definitivamente al sindicalismo británico hacia la acción pacífica y negociada. A partir de 1850 surgieron nuevos sindicatos más profesionales, de ámbito estatal, formados por obreros especializados y centrados en la reivindicación laboral. Sobre este modelo se aprobaron entre 1871 y 1873 las leyes que legalizaban las asociaciones de trabajadores (Trade Union Acts). 5.1.3. El sindicalismo en Europa. En el resto de países europeos el sindicalismo se difundió al ritmo de la industrialización y teniendo como referente el caso británico. En Francia pervivieron hasta bien entrado el siglo XIX las compagnonnages, asociaciones de artesanos de origen medieval, que velaban por las condiciones del oficio. Paulatinamente fueron dejando paso a los sindicatos, más combativos, denominados Societés de resistance. En la década de los treinta y cuarenta, desde la clandestinidad, protagonizaron protestas violentas y huelgas en las grandes ciudades industriales como Lyon o París. Tampoco la legislación revolucionaria favorecía su desarrollo, pues el asociacionismo era considerado como un elemento de inseguridad. La prohibición se mantuvo hasta 1864, siempre y cuando la asociación fuera temporal, y en 1868 se autorizaron de forma permanente. 6 Existen opiniones encontradas entre los historiadores respecto a la primera presentación de la Carta del Pueblo por la ATL (Asociación de Trabajadores de Londres): 1838 o 1839, siendo la mayoría partidarios de esta última fecha. No obstante, en 1838 el cartismo estaba bastante asentado entre el obrerismo británico y su primer rechazo motivo las primeras huelgas masivas en el sector minero. Manuel Mujeriego, J.M. Moreno, M.Á. Orenes. Página 6 de 16 TEMA 43. PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN EL SIGLO XIX. En Alemania el movimiento sindical se desarrolló con más lentitud. Las primeras asociaciones surgieron en las décadas de los treinta y los cuarenta, influidas por las corrientes socialistas y comunistas. La “Unión de Impresores” de 1848, de escasa duración, fue una de ellas. No obstante, estuvieron prohibidas hasta 1869, cuando el gobierno prusiano, influido por la legislación francesa, autorizó el derecho de los trabajadores a asociarse, con excepción de los campesinos, marineros y sirvientes domésticos. De hecho, el movimiento sindical no fue plenamente legal hasta 1918. El sindicalismo alemán tuvo además varias vertientes debido a su inspiración política o religiosa: socialista, liberal y cristiana. En España e Italia fue relativamente tardío y localizado en algunas regiones industrializadas: Cataluña, algunas comarcas valencianas, Asturias o el País Vasco, en el caso de España, y el Milanesado y la región de Turín, en el de Italia. En España, los primeros movimientos obreros imitaron el ludismo (sucesos de Alcoy, 1821), pero ya en 1840 se creó la Asociación de Protección Mutua de Tejedores del Algodón, que dos años después tenía 50.000 afiliados. No obstante, sería con la Revolución de 1868 cuando el movimiento obrero adquiriría cierta importancia en el seno de la I Internacional. El derecho de asociación fue autorizado por vez primera en 1869 y reconocido por la constitución de 1876, aunque sería la Ley de Asociaciones de 1887 la que favorecería el pleno desarrollo del movimiento sindical español (un año después se fundaba la U.G.T.). En el caso de Italia, las luchas sindicales tuvieron su inicio en la huelga del textil de 1864 y 1877, y fueron desarrollándose en el tránsito del siglo XIX al XX, momento en que las luchas obreras se generalizaron por Europa y América. 5.2. POSTURAS REFORMISTAS: EL SOCIALISMO UTÓPICO. Cristaliza en Francia durante la primera mitad del siglo XIX (el término socialismo socius=camarada, aparece por primera vez en el periódico Le Globe en 18317), en una serie de propuestas de índole teórica como respuesta intelectual a los problemas generados por la sociedad industrial. Su carácter utópico – irrealizable- le viene dado por el romanticismo en que se inspira, basándose en propuestas demasiado ingenuas o fundamentadas en una creencia ilimitada en la bondad humana -inspirada por Rousseau- condenadas al fracaso8. Sus características más relevantes son: § Ponen de manifiesto las contradicciones entre la justicia social y realidad industrial, por eso algunos defenderán un futuro económico basado en la agricultura. § Es un movimiento desligado de las masas y caracterizado por su pacifismo. “Evolución antes que revolución” § Son los primeros en formular un internacionalismo proletario, es decir, la globalización de los problemas obreros para conseguir una concordia universal. § Critican los conceptos de propiedad y familia, y la discriminación de la mujer. § La fuerte carga de idealismo condujo a estas experiencias al fracaso. Dentro del movimiento se distinguen varias posturas teóricas representadas por sus autores: El Reformismo social asociacionista: estos teóricos describen nuevos tipos de comunidades humanas de carácter utópico, que deberían generalizarse para crear el nuevo modelo de sociedad: Charles FOURIER. Critica el capitalismo por su deshumanización y afirma que el trabajo puede ser fuente de felicidad si se proyecta bien. Para ello propone la creación de asociaciones voluntarias para la formación de comunidades cooperativas autosuficientes de trabajadores denominadas falansterios. El falansterio sustituiría a la fábrica e integraría de forma armónica el lugar de trabajo y de residencia de los obreros. En estas comunidades, entre 400 y 2000 personas, todos realizarían las distintas funciones sin 7 Habría sido creado por el periodista y político Pierre Leroux, a la sazón redactor del citado periódico, y consolidado por Robert Owen en su célebre opúsculo What is the Solialism? (1841). 8 El apelativo de utópico le fue atribuido primero por Louis Blanqui en 1839, aunque alcanzó su pleno significado en la obra de Marx y Engels. Manuel Mujeriego, J.M. Moreno, M.Á. Orenes. Página 7 de 16 TEMA 43. PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN EL SIGLO XIX. subordinaciones. Fourier pretendía que este modelo se extendiera por todo el mundo, convertido en una confederación de estos falansterios, cuyos delegados se reunirían periódicamente para tratar asuntos en común: infraestructuras, etc. Robert OWEN. Desarrolla sus ideas desde su postura de empresario inglés, a través de su obra Nuevos puntos de vista sobre la sociedad (A New View of Society, 1813), afirmando que la mejora de la situación obrera dependía de la eliminación del beneficio empresarial y la solución positiva de la organización el trabajo. Para conseguirlo propone la creación de “aldeas de cooperación”, asociaciones entre 500 y 2000 personas que trabajarían sin salario, para repartirse los beneficios de forma igualitaria. Hasta conseguirlo estarían apoyados por un banco equitativo para obreros. Sus ideas se trasladaron a experiencias concretas en las granjas de New Lanark en Escocia y New Harmony en EE. UU, que constituyeron sendos fracasos debido a la diversidad de la población que las integraba y su falta de espíritu solidario. El reformismo social productivista: Estos autores plantean soluciones más acordes con la realidad industrial a partir de una organización humanizada de la producción y del trabajo: Henri de SAINT-SIMON. Es un pensador más realista que los anteriores. Comprendió la importancia de la industrialización, considerando al progreso como la forma económica que tiende a la perfección. Por eso, el cientifismo se convierte en la base para reformar la sociedad y, según él, los científicos y los industriales son los más capaces para ocupar el poder y conseguir la felicidad de los trabajadores. Critica el orden establecido por ocioso: la nobleza, la burocracia, los militares o los clérigos, teorizando sobre un nuevo socialismo místico consistente en una serie de normas éticas destinadas a crear una nueva convivencia social. Sus ideas influirán en la tecnocracia y, a través de Blanc, en la socialdemocracia. Louis BLANC, es algo posterior y estará directamente influido por los autores anteriores. Más consciente de la nueva realidad industrial, en su obra La organización del trabajo (1841)9 advierte sobre la necesidad de racionalizar y organizar el trabajo, convirtiendo éste en un derecho de los individuos y considerando al Estado el único capaz de llevar a cabo dichas medidas. Sus ideas serán puestas en práctica en los Talleres Nacionales durante la Revolución francesa de 1848 y serán incorporadas por las doctrinas socialistas posteriores. El comunismo primitivo: Estos teóricos plantean soluciones acerca de la creación de comunidades ideales, con una fuerte carga retórica y a veces simplista. Etienne CABET. Refleja sus ideas en su obra Viaje a Icaria (1842)10. Con gran influencia de Platón y Tomás Moro, propone una sociedad ideal regida por el sufragio universal y un comunismo igualitario, en la que cada uno recibe según sus necesidades, que establece un gobierno autoritario elegido periódicamente. Es de gran utopismo pues para llegar a dicha sociedad no sería necesaria una revolución sino la propia concienciación de los hombres. Louis Auguste BLANQUI. Es deudor de las ideas de Babeauf. Critica abiertamente al sistema desde posturas a veces muy simplistas, sin embargo, es uno de los primeros en subrayar la importancia de la organización revolucionaria y la conspiración como método de acción contra el sistema, alejándose en este sentido del socialismo utópico e influyendo en otros movimientos posteriores. 9La obra fue publicada por entregas en la Revista del progreso a partir de 1839 y en forma de libro en la fecha indicada. 10 Viaje a Icaria debió gestarse durante su exilio voluntario a Londres entre 1835 y 1839, siendo publicada tras su regreso a Francia en la editorial de J. Mallet et Cie de París. En 1848, la revolución procuró la reaparición del movimiento icariano y una reedición definitiva del texto. Ese mismo año se publicó la primera traducción española editada por Narciso Monturiol y Fco. José Orellana. Manuel Mujeriego, J.M. Moreno, M.Á. Orenes. Página 8 de 16 TEMA 43. PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN EL SIGLO XIX. La Revolución de 1848 marca un punto de flexión en el desarrollo del obrerismo que se concreta en los siguientes términos: § La separación definitiva entre los objetivos de la burguesía y de los obreros. § La toma de contacto entre los intelectuales socialistas, los líderes sindicales y los obreros, que adquieren conciencia de clase: el proletariado, para organizar movimientos, sindicatos y partidos políticos independientes de la burguesía. § La demanda de objetivos laborales y políticos para la nueva clase. El fracaso del 48 para la clase obrera canalizará todos estos esfuerzos hacia nuevas ideologías que vienen a sustituir a un socialismo utópico que se ha demostrado inútil para transformar la realidad industrial: El Marxismo y el Anarquismo. 5.3. POSTURAS REVOLUCIONARIAS: EL MARXISMO Y EL ANARQUISMO. 5.3.1. El Marxismo. Denominado también Socialismo Científico por sus creadores Carlos Marx y Federico Engels, por oposición al socialismo utópico en cuanto que ideología revolucionaria que es capaz de transformar la sociedad. Ambos autores, y en especial Marx, estudian las graves contradicciones del sistema capitalista presentando soluciones alternativas que tienen fuentes diferenciadas: § La de aquellos socialistas que apartándose de la idealización abogaban por la necesidad de la lucha obrera, como Babeauf o Blanqui. § El pensamiento idealista de Hegel y Feuerbach, para comprender el materialismo dialéctico como motor de la historia. § La influencia de Hodgkin en el concepto de plusvalía. § El estudio de la obra de David Ricardo, como base para la crítica del liberalismo económico. Las teorías de Marx se exponen a través de distintas obras entre las que sobresalen: Las XI tesis sobre Feuerbach (1845), La Miseria de la Filosofía (1847), el Manifiesto Comunista, escrito en colaboración con Engels en 1848, y El Capital, escrito entre 1867 y 1885. La obra de Marx ha sido interpretada por sus exégetas de forma evolutiva, desde una primera etapa humanista en la que plantea la necesidad de transformar el mundo para evitar la alienación (distorsión de la conciencia) del hombre, hasta otra segunda científica (desde 1845) en la que afirma el carácter determinante de la economía sobre el conjunto de la sociedad. Los aspectos esenciales de su ideología son: A. El método marxista: el materialismo histórico y el materialismo dialéctico. B. La teoría económica marxista: plusvalía. C. La teoría política marxista: lucha de clases, dictadura del proletariado y sociedad comunista. A. El método marxista. Se basa en una propuesta filosófica, el materialismo dialéctico (enunciado por Engels), cuyo objetivo último es comprender y explicar el desarrollo histórico de la humanidad. Sostiene que lo material está por encima de lo espiritual y que se encuentra en continua evolución en el marco de una dialéctica hegeliana: dentro de cada elemento vivo (tesis) existe un opuesto en perpetua contradicción (antítesis), de la cual nace un elemento nuevo (síntesis). Marx lleva este método a la práctica a través del materialismo histórico, llegando a la conclusión de que el motor de la historia es la economía (“el modo de producción material condiciona el proceso de la vida social, política e intelectual”), que denomina infraestructura, sobre la que se asientan siempre en tensión la ideología política, la justicia, la ciencia, el arte, la religión, etc., que denomina superestructura. Según sea la infraestructura así será la superestructura y cualquier cambio en aquella producirá un cambio en ésta y viceversa. La relación que se produce entre ambos conceptos: infraestructura y superestructura, da lugar a sistemas políticos, sociales y económicos concretos, denominados “modos de producción”. Para Marx, a Manuel Mujeriego, J.M. Moreno, M.Á. Orenes. Página 9 de 16 TEMA 43. PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN EL SIGLO XIX. lo largo de la historia se ha pasado por varios de estos modos de producción: de la vida errante de las sociedades primitivas se pasó al modo de producción esclavista, las tensiones de este sistema condujeron al feudalismo y las de éste al capitalismo. A través de sus teorías económica y política explicará las claves del modo de producción capitalista y la forma de superarlo para llegar al modo de producción socialista que conducirá a la felicidad general. B. La teoría económica. Para Marx la teoría de la ciencia económica es el descubrimiento de la esencia capitalista y para conseguirlo es necesario analizar sus mecanismos de producción y distribución, y estudiar las leyes que los regulan: las relaciones entre el propietario y el capital, y entre el propietario y la fuerza del trabajo (trabajadores). Llega a la conclusión de que los males de la sociedad se encuentran en estas relaciones que desembocan en el enriquecimiento desmesurado de los empresarios gracias a la alienación de los obreros y a la plusvalía sobre el valor de su trabajo. En esta situación, el proletariado debe tomar conciencia de clase para alterar la sociedad a través de la revolución. C. La teoría política. A partir de las desigualdades enunciadas en su teoría económica y basándose en el materialismo histórico, es posible llegar a una visión clara de la realidad y obtener un método adecuado para transformarla en favor del proletariado a través de las siguientes premisas: § En el sistema capitalista existen dos clases antagónicas que se definen según la posición que ocupan en el proceso productivo: la burguesía, dueña de los medios de producción, y el proletariado, que no posee sino su fuerza del trabajo que se ve obligado a vender a la aquella. § El proletariado sólo se podrá emancipar de su condición oprimida mediante la lucha de clases que conduce a una revolución violenta y consciente. Violenta, porque la burguesía no cederá voluntariamente sus privilegios; consciente, porque debe conocer perfectamente sus intereses finales y para conseguirlos prevé la participación de los obreros en el parlamento burgués11. § Esta revolución permitirá la conquista del poder político que instaurará una dictadura del proletariado provisional que tendrá como objetivos: expropiar a la burguesía, nacionalizar los medios de producción, impedir los movimientos contrarrevolucionarios y educar a toda la población en el nuevo orden de cosas. § Conseguidos estos objetivos desaparecerá la dictadura del proletariado y el Estado, dando paso a una sociedad igualitaria y sin clases: el comunismo. § La revolución se producirá primero en los países más avanzados y de ahí se extenderá por el resto del mundo. 5.3.1.1. El marxismo después de Marx. El pensamiento de Marx fue reinterpretado en los principales países europeos con desigual fortuna y tuvo curiosamente en su Alemania natal sus principales controversias. Ferdinand Lasalle, hegeliano, contemporáneo y amigo de Marx negaba la necesidad de la revolución atendiendo a la inevitabilidad de la miseria del proletariado (Ley de bronce del salario) y encomendaba al Estado la tarea de establecer el socialismo (Socialismo de Estado). Con este fin creó el primer partido político obrero: La Asociación General Alemana de Clases Trabajadoras, que se integraría finalmente en el Partido Obrero Socialista de Alemania –más tarde, Partido Social-Demócrata, SPD- tras el congreso de Gotha en 1875. Las críticas a dicho congreso realizadas por Marx desembocaron en una escisión ideológica que se concretaría en el programa de Erfurt (1891). Kautsky, su principal valedor, propugnaba una línea “ortodoxa” reafirmando 11 En términos de posibilidad y siempre para favorecer el proceso revolucionario. Manuel Mujeriego, J.M. Moreno, M.Á. Orenes. Página 10 de 16 TEMA 43. PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN EL SIGLO XIX. el carácter marxista del SPD. Frente a ella surgieron posiciones revisionistas encabezadas por Eduard Berstein que pretendían finalmente la convivencia del socialismo con el sistema parlamentario capitalista y que radicalizaron las posturas del ala izquierda del partido, encabezada por Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht. En Inglaterra, el socialismo marxista dejó paso a otro más pragmático y utilitarista, basado en las teorías de Jeremy Bentham y en el institucionalismo salido de la Revolución Industrial, que estará representado por la Sociedad Fabiana. El movimiento, fundado por Edward Pease en 1883, contó con la colaboración de intelectuales de la talla de Bernard Shaw o H.G. Wells, y desembocó finalmente en la creación del Partido Laborista Británico en 1906, como síntesis del sindicalismo de las Trade Unions, el cartismo y la ideología fabiana. La doctrina marxista ha tenido una gran importancia posterior desde el punto de vista político, económico e intelectual. Sus principios filosóficos han presidido buena parte del pensamiento del siglo XX y sus aplicaciones políticas se han mantenido vigentes en muchos países hasta la caída del muro de Berlín y aun hoy día, bajo formas más anacrónicas –“petrificadas”, en palabra de A. Fernández- en China, Cuba o Corea del Norte. No obstante, autores como Lefevre defienden la vigencia de la ideología marxista “sin la aceptación de verdades absolutas” y otros, como Mircea Eliade han hecho hincapiés en sus limitaciones desde el carácter eurocéntrico de sus análisis. 5.3.2. El Anarquismo. Frente al socialismo científico representado por Marx y Engels surge otro movimiento de gran trascendencia dentro del obrerismo: el Anarquismo, término utilizado por primera vez en 1840 por Proudhon (del griego anarcos=sin dueño), que al igual que el marxismo tiene como objetivo la liberación de la clase trabajadora, aunque desde supuestos diferentes que suscitarán enormes rivalidades entre ambos. La doctrina anarquista está cargada de idealismo y en muchos aspectos mantiene paralelismos con el socialismo utópico. Tendrá un gran desarrollo en los países de base agraria (países mediterráneos, Rusia, etc.), quizá porque rechaza el desarrollo industrial y plantea como solución la vuelta al medio natural, hasta bien entrado el siglo XX. Al contrario que el marxismo, no se organiza en torno a partidos políticos sino a través de sindicatos y frente a aquél tampoco constituye una ideología unitaria: El anarquismo individualista. Surge durante la primera mitad del siglo XIX, paralelamente al desarrollo del socialismo utópico, con el que no pocos teóricos quieren ver grandes concomitancias. Parten del pensamiento natural roussoniano y su característica principal es el rechazo a la industrialización y al Estado, considerando que estos destruyen la felicidad del hombre: William GODWIN. Es el máximo exponente del anarquismo preindustrial inglés. Las raíces de su pensamiento se sitúan en el utilitarismo de Bentham. Piensa que el fin de la existencia humana es la utilidad, tanto personal como social, de la que deviene la felicidad. Para conseguirla será necesaria una transformación social previa que convierta las naciones en comunidades de pequeños propietarios autónomos coordinados de abajo a arriba. Pierre-Joseph PROUDHON. Contemporáneo de los utópicos franceses, critica ferozmente las bases del sistema liberal: la propiedad, a la que considera “un robo”; la democracia parlamentaria, por poco representativa pues el sufragio universal puede ser manipulado por la propaganda; y al Estado, como mecanismo para el control de los trabajadores. Propone la sustitución de dicho sistema por otro basado en la posesión colectiva (una cosa sólo es mía mientras la uso); el trabajo cooperativo fomentado por un Banco de Crédito Gratuito, para adecuar la producción a las necesidades de la sociedad; el mutualismo social, que conciliaría propiedad con igualdad y libertad con cooperación; y el federalismo político, defendiendo la asociación libre de municipios en entidades políticas mayores. Su pensamiento influirá Manuel Mujeriego, J.M. Moreno, M.Á. Orenes. Página 11 de 16 TEMA 43. PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN EL SIGLO XIX. posteriormente en el sindicalismo francés, en Bakunin y en Kropotkin; pero sufrirá una dura crítica de Marx (Miseria de la Filosofía) considerando sus ideas como una utopía pequeño-burguesa. El anarquismo colectivista. Se desarrolla durante la segunda mitad del s. XIX a partir de distintos ideólogos o tendencias, a veces complementarias y otras contrapuestas: Mijail BAKUNIN. Discípulo del anterior, ahonda en los principios del anarquismo profundizando en algunas ideas de Proudhon y descartando aquellas más utópicas. Estudia a Fitche y Hegel. Participa en las revoluciones del 48 (en Praga). Es deportado a Rusia desde donde huye a Londres, Italia, Lyon y Ginebra, desarrollando una intensa actividad política que le lleva a tener duros choques con Marx. Parte como Proudhon de un ataque a los pilares del sistema: la Iglesia, el Ejército y el Estado, diseñando una transformación de la sociedad basada en los siguientes aspectos: § La búsqueda de la libertad individual del hombre, a través de la libertad de los demás (“sólo soy verdaderamente libre cuando los seres que me rodean son libres”) y de la educación popular. § Renuncia a la industrialización y vuelta a las sociedades agrarias, prescindiendo completamente de la propiedad privada y la herencia: colectivización de los medios de producción, pero no de los frutos obtenidos. § No aceptación del juego político, puesto que el objetivo de los partidos políticos es la conquista del Estado y no su destrucción. § Eliminación del Estado y de los ejércitos mediante la acción revolucionaria, que deben protagonizar los campesinos, no los obreros industriales. § Concepción de la sociedad como una agrupación de comunas autogestionadas. Esta ideología se diferenciaba claramente del marxismo al que acusaba de querer sustituir el Estado burgués por un Estado burócrata (dictadura del proletariado), lo que supuso, como veremos, su expulsión de la A.I.T. (1872). Coincidiendo con la expulsión de la I Internacional, el anarquismo sufrió un duro revés ante el fracaso de la Comuna de París, que se tradujo en una gran represión y en la imposibilidad legal de canalizar sus ideas. El anarquismo opta a partir de este momento por organizarse en grupúsculos restringidos destinados a la difusión de la doctrina por la acción, recurriendo al terrorismo si fuese necesario. Es lo que se conoce con el nombre de anarco-comunismo. Más allá del método de acción violenta, su principal teórico KROPOTKIN propone la transformación social mediante la lucha de la mayoría contra la minoría centralizadora (Ayuda mutua, 1902). Dicha transformación se realizaría en dos fases: una primera de colectivización, mediante el reparto proporcional del trabajo y los beneficios; y una segunda, de anarco-comunismo, en la cual desaparecería la idea de propiedad, a favor del uso común de los bienes. Finalmente, la legalización de los sindicatos y la creación de los partidos sociales reconduce este movimiento hacia el llamado anarco-sindicalismo, basado en la formación de grandes organizaciones de masas: C.N.T (España), U.I.L. (Italia), I.W.W. (Rusia), F.O.R.A. (Argentina), etc. Su principal teórico, PELLOUTRES, afirma que la lucha del proletariado debe hacerse directamente por la acción sindical y no por los partidos políticos. El sindicato se considera una asociación libre, no coactiva y sin jerarquía, que pretende la abolición del sistema salarial por la huelga general violenta. Es además el germen de la sociedad futura. 6. EL INTERNACIONALISMO. Manuel Mujeriego, J.M. Moreno, M.Á. Orenes. Página 12 de 16 TEMA 43. PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN EL SIGLO XIX. Las teorías socialistas y anarquistas, desarrolladas en principio para mejorar las condiciones de vida de la clase trabajadora, desembocaron inevitablemente en el asociacionismo, que había tenido sus precedentes en el Ludismo, el Cartísmo y las Trade Unions británicos. El fracaso del 48 y la separación definitiva de los intereses que unían a burguesía y proletariado habían multiplicado los exiliados políticos por Europa y dotado a las reivindicaciones políticas de los obreros una dimensión supranacional. Un mitin celebrado en Londres en julio de 1863 en solidaridad con los insurrectos polacos frente al yugo ruso propició un primer encuentro entre obreros. Uno de ellos, francés exiliado en Inglaterra, Henri Tolain, propuso la celebración de un congreso internacional que contó con el respaldo de distintos grupos obreros de diferentes países y terminó por concretarse en septiembre de 1864. En octubre, un subcomité encabezado por Marx sería el encargado de elaborar sus estatutos que subrayan como objetivos fundamentales de la organización reivindicaciones sociales: la emancipación de la clase trabajadora, y políticas: la clase obrera no puede ser indiferente a la toma del poder. El pluralismo de colectivos e ideas dificultó el funcionamiento de la Internacional en los sucesivos congresos de Ginebra (1866), Lausana (1867) y Bruselas (1868). Por encima de las reivindicaciones sociales, se fueron delimitando los intereses ideológicos de cada uno de los grupos que terminaron por enfrentar a tradeunionistas con proudhonianos y a éstos con los marxistas. Las diferencias se hicieron irreconciliables en el congreso de La Haya (1872), que terminó con la expulsión del sector anarquista, que convocó otro en Saint-Imier para rechazar los postulados socialistas. Poco después, se disolvía en 1876 (Congreso de Filadelfia). La Segunda Internacional, constituida en París en julio de 1889, para conmemorar el aniversario de la toma de la Bastilla, era en realidad una federación entre partidos socialistas cuyo propósito fue analizar el estado de la cuestión de algunas conquistas políticas en los diferentes países europeos: derechos, sufragio, etc. En su seno, se abordaron las tres grandes cuestiones del socialismo hasta 1914: la colaboración con las fuerzas burguesas representada por el revisionismo, la cuestión colonial y el peligro de guerra. En 1903 el congreso de Dresde condenó el revisionismo; en 1907 el de Stuttgart proclamó el deber de combatir la explotación colonial bajo cualquier forma, en contra de las tesis de van Kol; el de Basilea de 1912 elaboró un emotivo llamamiento a la paz realizado por Jaurés, que, sin embargo, no pudo evitar las diferencias doctrinales y técnicas que llevaron a la disolución de la Internacional con el estallido de la Gran Guerra. 7. EL CATOLICISMO SOCIAL. Las consecuencias de la sociedad industrial y el apogeo de los movimientos obreros que critican la religión como “el opio del pueblo”, influirán en la toma de postura tardía por parte de la Iglesia a través de una corriente de pensamiento particular cuyo objetivo es la exigencia de justicia social para los trabajadores al mismo tiempo que la crítica hacia el marxismo y el anarquismo. Los inicios del movimiento católico obrero se centran en países de tradición católica o con una notable industrialización: § En 1849, el sacerdote Adolf Kolping funda la Congregación de Pequeños Artesanos Católicos de San José en Colonia, Alemania, expresando su preocupación por las condiciones de los trabajadores y defendiendo la dignidad laboral desde un prisma estrictamente católico. § En 1864 Wilhelm von Ketteler, arzobispo de Maguncia, reclama la intervención del Estado para regular cuestiones como los salarios, el trabajo de los niños o la duración de la jornada laboral. Aprecia en las ideas de Lasalle aquellas cuestiones del capitalismo que van contra el dogma católico, acusando al liberalismo de engañar a los obreros y, como el socialismo, de ser un movimiento totalitario. § Ese mismo año el padre Antonio Vicent funda los Círculos Católicos en Manresa en un primer intento en nuestro país por hacer ver desde la Iglesia católica los males que aquejan a la clase trabajadora y Manuel Mujeriego, J.M. Moreno, M.Á. Orenes. Página 13 de 16 TEMA 43. PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN EL SIGLO XIX. proponer soluciones por la vía del asociacionismo o la restauración de las antiguas corporaciones gremiales12. § En Francia y Bélgica se fundan las Escuelas de Angers y Lieja, de signo conservador, pero preocupadas por abordar cuestiones sociales. Estas primeras experiencias serán recogidas por el Vaticano durante el papado de León XIII, quien realizó diversos proyectos sociales de atención a los obreros y fomentó en los patronos en sentido de justicia cristiana. En su encíclica Quos apostolici (1878) rechaza el socialismo como vía de solución a estos problemas. Pero su obra más importante en este sentido es la encíclica Rerum novarum (1891), en ella hace hincapié en la miseria inmerecida de los trabajadores, en la necesidad de que el Estado intervenga para establecer una legislación social eficaz, en la noción de salario justo y en la conveniencia de la constitución de asociaciones obreras de corte católico. La línea abierta por León XIII fue recogida por otros papas de tendencia más o menos aperturista: § Pío XI en su encíclica Cuadragésimo Anno (1931), subraya los males implícitos en la libre competencia y el centralismo excesivo. § Juan XXIII en su encíclica Mater e Magistra, (1961) reconoce que en algunos casos el bien común podría beneficiarse de una forma de socialismo. La influencia de la doctrina de la Iglesia influirá en algunos gobiernos para la aplicación de legislaciones más justas, al tiempo que hará que proliferen nuevas fórmulas de actuación desde el ámbito católico: § Semanas Sociales en francesas (1904). § Unión internacional de Malinas (1920). § Aparición del sindicalismo católico, de escasa incidencia numérica, se aleja de las propuestas socialistas, centrándose en la labor asistencial al obrero. 8. MUJER Y PENSAMIENTO POLÍTICO-ECONÓMICO EN EL S. XIX. El desarrollo de la industrialización y con ella la aparición de una importante clase media, con intereses y hábitos nuevos, propiciaron una cierta transformación del papel social de la mujer que se tradujo asimismo en una mayor participación en la vida pública en aras a la reivindicación de sus derechos políticos. Rosa Capel ha relacionado feminismo y socialismo en el siglo XIX abundando en la coincidencia de ambos fenómenos a partir de la denuncia de la discriminación que sufrían las mujeres y la reivindicación de sus derechos. Ahora bien, esta coincidencia iría unida a una clara divergencia a la hora de abordar el problema y proponer soluciones13. Para el feminismo todas las mujeres, con independencia de su clase social, estaban excluidas de los derechos naturales que disfrutaban los hombres. Sus esfuerzos se centraron por tanto en exigir el reconocimiento de la igualdad de los sexos: recibir una educación, desempeñar los mismos trabajos, tener personalidad jurídica, administrar sus propios bienes y tener reconocido el derecho al voto. Las anglosajonas convirtieron pronto esta última reivindicación en el eje central de su lucha, de ahí que esta primera ola del movimiento feminista, que concluye tras la Gran Guerra, reciba el nombre de “Sufragismo”. El socialismo, por su parte, entendía la “cuestión femenina” como un aspecto dentro de la “cuestión social” pues su situación de sumisión se entendía como el resto de las opresiones de la clase trabajadora derivadas de la existencia de la propiedad privada. En consecuencia, la emancipación de la mujer iba indisolublemente unida a la de la clase obrera. La instauración del socialismo aportaría a las mujeres la 12 Delgado Criado, B. Historia de la Educación en España y América: La educación en la España Contemporánea (1789-1975). Morata. 1994. Pp. 614-615. 13 Rosa Mª Capel Martínez. “Mujer y socialismo (1848-1939)”. Pasado y memoria. Revista de Historia Contemporánea 7, 2008. Pp. 101-122. Manuel Mujeriego, J.M. Moreno, M.Á. Orenes. Página 14 de 16 TEMA 43. PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN EL SIGLO XIX. independencia económica que precisaban para ser libres y unas relaciones de compañerismo con el hombre en lugar de sumisión. Pocos meses después de la aparición en Londres del manifiesto Comunista en 1848, tuvo lugar la Woman´s Rights Convention, celebrada en Seneca Falls (Nueva York) el 19 y 2o de julio, con el objetivo de denunciar la situación de inferioridad en que vivían las mujeres y reivindicar sus derechos. El acto lo convocaron dos abolicionistas, Elizabeth C. Stanton y Lucretia Mott tras no ser admitidas a un congreso antiesclavista por el mero hecho de ser mujeres. Los allí reunidos aprobaron la “Declaración de Sentimientos” (conocida como Declaración de Séneca Falls) llamada a ser primera propuesta ideológica del feminismo. En realidad, partía de los principios políticos liberales de la Declaración de Independencia americana, para criticar el secular estado de opresión de la mujer respecto al hombre como consecuencia de su falta de participación política. A pesar de ello, el feminismo no tendría un firme soporte intelectual hasta la aparición de la obra de John Stuart Mills: The sujection of the women (El sometimiento de la mujer), en 1869, que relacionaba por vez primera el individualismo liberal con el feminismo. En pleno ejercicio de su libertad, la mujer debía tener derecho al voto, lo que permitiría además su redención social. Las reivindicaciones de este primer feminismo de clase media eran sobre todo económicas, en relación con los elementos de análisis engelianos (la liberación de la mujer se producirá con la del proletariado): posibilidad de acceder al trabajo y libre disponibilidad de sus bienes; a las que se irán uniendo progresivamente otras de corte moralista: antialcohol, en contra de la consideración de la mujer como objeto sexual, y, finalmente, la reivindicación del voto. Al finalizar el siglo XIX aparece también un importante feminismo de clase proletaria que fue distanciándose progresivamente del anterior a medida que su principal reivindicación se centró en el reconocimiento de la igualdad de clase con los trabajadores. En el origen de este compromiso social está la posición precursora de Flora Tristán, la obra de August Bébel La mujer y el socialismo (1879) y la actitud de mujeres como Clara Zetkin, creadora de la Internacional Socialista de Mujeres en el marco de la Segunda Internacional. La integración de la mujer en los partidos de clase y en los sindicatos no fue fácil. Algunas de sus reivindicaciones, como el derecho al voto, se interpretaban como un beneficio para los partidos conservadores al mismo tiempo que se pensaba que una entrada femenina en estos partidos podría suavizar sus posturas políticas. A pesar de ello, encontramos destacadas figuras del marxismo militante como Rosa Luxemburgo o Alejandra Kolontái. La primera aboga por un socialismo radical asentado en su confianza en las masas y en la inevitabilidad de la revolución. Se muestra crítica con el feminismo burgués y habla de los intereses proletarios como causa común, sin distinción de géneros. Kolontái por su parte dota al pensamiento de Marx de un componente feminista, al afirmar que la revolución no es solo una lucha de clases, sino una lucha contra la moral sexual y familiar que discrimina a la mujer. 9. CONCLUSIÓN. Junto al movimiento obrero, otro aspecto histórico tuvo consecuencias en el orden político y económico del siglo XIX: el Imperialismo, cuya justificación se debe precisamente al deseo expansionista de las nuevas potencias decimonónicas y a la apertura de nuevos mercados de acogida para el cada vez más complejo proceso de industrialización. En la transición al siglo XX frecuentemente coincidieron o se opusieron los intereses políticos y económicos de los grandes países con las nuevas corrientes derivadas de la modificación del orden social que hemos estudiado. La Primera Guerra Mundial clarificó las posturas de unos y otros; los primeros tendieron a una política de descolonización y neocapitalismo económico; los segundos se decantaron hacia fórmulas cada vez más contrapuestas: por una parte, se radicalizaron en el ideario de Lenin a través posturas que triunfarán en la revolución rusa de octubre de 1917; por otra, se moderaron en el ideario de Berstein hacia posturas socialdemócratas que suponían la aceptación definitiva del juego político y la renuncia a las acciones revolucionarias. En ambos casos Manuel Mujeriego, J.M. Moreno, M.Á. Orenes. Página 15 de 16 TEMA 43. PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN EL SIGLO XIX. observamos el germen de la sociedad prototípica del siglo XX dividida entre el socialismo de la dictadura del proletariado y el capitalismo, cada vez más teñido de social, tendente al estado del bienestar. En atención al diseño curricular vigente para la Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha, recogido en los D. 82/2022 para la ESO y 83/2022 para bachillerato (LOMLOE), el presente tema puede ubicarse –total o parcialmente- dentro de la materia de Geografía e Historia de los cursos de: Geografía e Historia de 3º y/o 4º de ESO, en relación con las competencias específicas 1, 2, 3, 5 y 6; los criterios de evaluación 1.1, 2.2, 3.4, 5.1 y 6.1; y los saberes básicos incluidos en el bloque B, “Sociedades y territorios”, bajo el epígrafe: - (…) Causas, desarrollo y consecuencias de la organización del movimiento obrero. Sindicalismo e ideologías obreras. Evolución de los sistemas económicos, de los ciclos demográficos, de los modos de vida y de los modelos de organización social. La lucha por los derechos laborales y sociales: el estado del bienestar. ¡OJO! El decreto curricular permite distribuir estas competencias, criterios y saberes básicos entre los cursos de 3º y/o 4º de la ESO, aunque mayoritariamente las editoriales hayan optado por trabajar los aquí expuestos en 4º curso. La materia Historia del Mundo Contemporáneo, propia de la modalidad de Humanidades y CCSS de 1º de bachillerato, a partir de las competencias específicas 1, 3, 6 y 7; los criterios de evaluación 1.1, 1.2, 3.2, 6.2 y 7.1; y los saberes básicos incluidos en el bloque A, “Sociedades en el tiempo”, bajo los epígrafes: -La lucha por la libertad, cambio y revolución en la época contemporánea: de las revoluciones burguesas a las revoluciones socialistas. El uso de la violencia y de la protesta social en los siglos XIX y XX. Revolución y reacción. -Las utopías revolucionarias y los proyectos de transformación social: los movimientos democráticos, republicanos y socialistas de los siglos XIX y XX. El papel de los exiliados políticos − La evolución histórica de la clase trabajadora y de las organizaciones obreras: experiencias y conflictos en defensa de los derechos laborales y la mejora de las condiciones de vida. Aspectos que considerar en el estudio del tema: Positivos. Negativos. Teóricos: Teóricos: Fundamental para la comprensión del pensamiento político Debe desarrollarse en toda su extensión para evitar el y de las sociedades contemporáneas. reduccionismo de contenidos. Tema muy complejo con posibilidades de profundización científica. Formales: Formales: Complejidad de su desarrollo y dificultad para concluirlo. Complejidad de su desarrollo: menor número de opositores. Gran aplicación práctica: numerosos comentarios de texto. Valoración final: 10. Manuel Mujeriego, J.M. Moreno, M.Á. Orenes. 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