Tema 43 Resumen: Pensamiento Político y Económico en el Siglo XIX PDF
Document Details
Manuel Mujeriego, J.M. Moreno, M.Á. Orenes
Tags
Summary
Este documento resume el Pensamiento Político y Económico en el siglo XIX, analizando las ideologías que surgieron durante ese periodo, incluyendo el conservadurismo, liberalismo, obrerismo e imperialismo. Examina la transición del Antiguo al Nuevo Régimen.
Full Transcript
TEMA 43. PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN EL SIGLO XIX. Tema 43. Resumen. PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN EL SIGLO XIX. 1. INTRODUCCIÓN. El siglo XIX es un escenario complejo respecto a la aparición o puesta en práctica de distintas ideologías y formas de pensamiento que derivan en actitude...
TEMA 43. PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN EL SIGLO XIX. Tema 43. Resumen. PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN EL SIGLO XIX. 1. INTRODUCCIÓN. El siglo XIX es un escenario complejo respecto a la aparición o puesta en práctica de distintas ideologías y formas de pensamiento que derivan en actitudes políticas y económicas muy variadas. Convergen en él corrientes que enlazan con los orígenes de la Edad Moderna y resultan la base fundamental para la articulación e incluso para el entendimiento del mundo de nuestros días. Conservadurismo, liberalismo, obrerismo e imperialismo, son conceptos históricos -extrapolables al ámbito político-económico- vinculados al establecimiento del Nuevo Régimen, aunque los primeros se asienten sobre posturas ilustradas, y aún anteriores, o el último, viva todavía sus definitivas secuelas en fenómenos como el neocolonialismo o las estrategias militares de bloques en el siglo XX. Por eso, el desarrollo del tema se centrará en la exposición de los aspectos políticos y económicos surgidos al amparo de la nueva situación histórica: las revoluciones francesa e Industrial y los movimientos sociales, verdaderos motores de la modernidad decimonónica, y enmarcando la misma entre las circunstancias ideológicas que la hacen posible y los factores socioeconómicos que conlleva. La introducción al tema, así como las consideraciones globales del mismo han sido estudiadas con bibliografía general sobre el siglo XIX y la Edad Contemporánea, destacando las obras de J. Paredes (ed). Historia Universal Contemporánea. Ariel. Barcelona, 2000 y el clásico de Palmer y Colton: Historia Contemporánea. Akal. Madrid, 1980. Las cuestiones ideológicas, a partir de Touchard, J. Historia de las ideas políticas. (6ª ed.) Tecnos. Madrid, 2006, y T. González Calvet: Filosofía del pensamiento político y social en la primera mitad del siglo XIX. Fundación Areces. Madrid, 1992. Para el análisis del socialismo y del pensamiento obrerista seguimos la línea marcada por J. Droz: Historia General del Socialismo (3 vol.). Destino. Barcelona, 1983. Por último, las actualizaciones al tema se realizan desde la perspectiva de González Cuevas, P. y Martínez Arancón, A. (coords.) Ideas y formas políticas: del triunfo del absolutismo a la posmodernidad. UNED. Madrid. 2010; Cole, GDH. Historia del pensamiento socialista (5 vols). Fondo de cultura mexicana. México, 2020; y Stedman Jones, G. y Claeys, G. (eds.) Historia del pensamiento político del siglo XIX. Akal. Madrid, 2021. 2. EL PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN LA TRANSICIÓN AL NUEVO RÉGIMEN. El desarrollo de la actividad filosófica e ideológica del s. XIX es deudor de las condiciones generales en las cuales la sociedad occidental procede a una transformación radical: el paso del Antiguo a un Nuevo Régimen; de una sociedad autoritaria, estamental y mercantilista a otra liberal, clasista e industrializada. En realidad, el nuevo pensamiento del XIX se vincula al desarrollo científico y tecnológico, que da luz verde a un replanteamiento de la especulación filosófica con base en Kant, al desarrollo de nuevos mecanismos de transformación productiva y a la aparición de una nueva sociedad jerarquizada en función de su utilidad como fuerza del trabajo. Las nuevas formas de pensamiento hacia estos esquemas empiezan a ser conocidas como materialismo. La confianza en el conocimiento científico es casi absoluta, lo que supone una actitud cada vez más abiertamente crítica contra el hecho religioso, al tiempo que la reivindicación intelectual del individuo. Esta corriente de pensamiento, que había comenzado con el humanismo utópico de Tomás Moro y seguido por los pensadores ilustrados: Voltaire, Rousseau..., se fue haciendo más firme a medida que los progresos técnicos se imponían en la sociedad. Al mismo tiempo, la evolución de la propia sociedad industrial generaba la aparición de ideologías contrarias a la desigualdad socioeconómica que aquélla provocaba. Se plantean por tanto fórmulas que conduzcan a la felicidad social a través de una “comunión con el medio”, como el socialismo utópico, o desde un punto de vista mucho más práctico o materialista, fórmulas que derribasen las barreras interclasistas, como el marxismo o el anarquismo. Lo cierto es que a mediados del s. XIX la propia evolución social plantea una dualidad política y económica evidente: § Las ideologías que reaccionan desde lo social frente a la nueva realidad industrial y liberal burguesa: los movimientos obreros, que constituyen el fundamento de nuestro tema. Y, § Las ideologías que, amparadas en el desarrollo e inspiradas por las potencias estatales, pretenden una práctica de la revolución industrial hasta sus últimas consecuencias: el Imperialismo. Manuel Mujeriego, J.M. Moreno, M.Á. Orenes. Página 1 de 9 TEMA 43. PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN EL SIGLO XIX. 3. EL PENSAMIENTO CONSERVADOR EN EL SIGLO XIX. Suele atribuirse al poeta francés Chateaubriand el uso político de la palabra “conservador” para referirse a quienes se oponían a las ideas de la Ilustración y de la Revolución francesa. Mucho más tarde, en 1927, el sociólogo alemán Karl Mannheim en su obra “El pensamiento conservador” hablaba del conservadurismo como de una estructura mental en armonía con la historia y que solo se hace presente cuando se ve cuestionada por ideologías o teorías sociales contrarias. En este sentido, el proceso de liberalización política, el cuestionamiento de la jerarquización estamental y la descristianización social de fines del XVIII aderezados por el soporte cultural del primer romanticismo, que reivindica lo ancestral frente a lo racional, constituyeron el caldo de cultivo de ideologías como el tradicionalismo y el conservadurismo que favorecieron, con su crítica al liberalismo y a la Ilustración, la reflexión sobre los fundamentos del orden social. Coincidentes en su rechazo del individualismo y del racionalismo revolucionario, tradicionalismo y conservadurismo son, sin embargo, dos estilos de pensamiento claramente diferenciados. El primero, representado por figuras como Joseph de Maistre (Consideraciones sobre Francia, 1796) o Louis de Bonald (Teoría del poder político y religioso, 1797), tiene un componente claramente teológico y providencialista basado en una idea de tradición inalterable. El segundo, cuyo máximo exponente es el irlandés Edmund Burke (Reflexiones sobre la Revolución francesa, 1790), condena la aplicación de las ideas racionalistas a la política y defiende la tradición histórica y el pragmatismo –la experiencia- como fundamento de los regímenes políticos, aunque sin renunciar a la idea de cambio. Estas ideas tuvieron una doble lectura en Gran Bretaña y en el continente. Allí, la ausencia de un Antiguo Régimen derivó en un conservadurismo más aperturista dominado por “los grandes intereses del reino”. Con el tiempo, los conservadores británicos, especialmente Disraeli, fueron mucho más proclives a emprender reformas en el sistema político, frente a sus homólogos continentales. Es la denominada “One-nation tory”, una ideología conservadora basada en la creencia que las sociedades se estructuran de manera orgánica y están sujetas a una serie de relaciones de tipo paternalista como la que obliga a las clases superiores a cuidar de las que están por debajo de ellas. En este sentido, promovió reformas electorales para ampliar la base social del sistema, lo que le valió un respaldo electoral en sectores que en el continente nunca se hubieran decantado por defender la causa conservadora. Esta tendencia derivaría a fines del XX en la denominada “democracia tory”, que aunaba a conservadores con algunos liberales y promovía la adopción de una política social muy crítica con el conservadurismo de viejo cuño e incluso con el liberalismo pasivo de Gladstone. En el continente, las ideas conservadoras hallaron nuevos defensores en el tradicionalismo ideológico de la primera escuela romántica alemana: Adam Müller, Ludwig Von Haller (La restauración del estado del derecho o Teoría del estado social natural, opuesto a la quimera del estado político artificial, 1816), Schlegel o Federico de Sauvigny, quienes se oponían al individualismo y racionalismo del siglo XVIII y propugnaban la necesidad de un Estado fuerte como lazo de unión entre el individuo y la autoridad. Fruto de este ultraconservadurismo se gesta la Restauración, que no tardó en evidenciar su anacronismo ideológico tras las revoluciones de 1820 y 1830. En Francia, el fracaso del régimen de Carta Otorgada y el ascenso de la nueva dinastía de Orleans llevaron aparejado la difusión del ideario político positivista hasta el fin del Segundo Imperio. La política positiva de Compte consistía en restaurar el orden sin renunciar al progreso. Planteaba un reformismo moderado y dirigido por unas élites “positivas”. En Alemania, tras la efervescencia del primer romanticismo el conservadurismo se dividió entre los denominados “conservadores clásicos”, muy apegados a las tradiciones prusianas frente a la nueva realidad de la Alemania unida, y los “conservadores jóvenes”, firmes defensores de Bismarck, que había emprendido una revisión del conservadurismo prusiano para adaptarlo al Imperio alemán. 4. CARACTERÍSTICAS DEL PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO LIBERAL. El liberalismo generado por las teorías de Locke y los ilustrados franceses que apostaba por la libertad individual, el reparto de poderes y el constitucionalismo adquiere carta de naturaleza en 1789 y se convierte en el ideario más común de los nuevos estados burgueses durante la primera mitad del siglo XIX. Al amparo de la nueva sociedad salida de los procesos revolucionarios asistimos también a la transformación económica de dichos estados, fundamentada en el librecambismo de Adam Smith y las distintas acepciones de Ricardo, Malthus o Stuart Mills, utilizando como objetivo final la felicidad de la que hablasen ya los fisiócratas, pero trasladada a la nueva realidad social y demográfica, y a la producción y los mercados. Paralelamente, los últimos años del Siglo de las Luces estuvieron animados por el pensamiento romántico, que llevó aparejado un deseo de renovación ideológica que Manuel Mujeriego, J.M. Moreno, M.Á. Orenes. Página 2 de 9 TEMA 43. PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN EL SIGLO XIX. acabó en procesos de emancipación o reunión de las nuevas naciones. En ambos casos, se suscitan movimientos de acción-reacción que derivarán en procesos revolucionarios, involucionistas, independentistas o unificadores. Pero todos ellos, en mayor o menor medida, y aún desarrollados en el siglo XIX, tuvieron su gestación durante el siglo anterior. 5. POSICIONES TEÓRICAS Y ACTITUDES ANTE LA SOCIEDAD INDUSTRIAL: ASOCIACIONISMO, REFORMISMO O REVOLUCIÓN. La Revolución Industrial dio lugar a la aparición de grandes masas trabajadoras asociadas a un nuevo modelo social. El trabajo fabril carecía de regulación legal lo que posibilitó el progresivo deterioro de la situación del obrero en un doble sentido: En lo económico, por la falta de promoción en el trabajo y la imposibilidad de participar en la gestión de la empresa. En lo social, por las pésimas condiciones de vida y la situación de explotación en el trabajo. En estas circunstancias, la gestación del movimiento obrero se desarrolla a través de diferentes propuestas con objetivos diversos: § La formulación de una serie de teorías políticas cuyo objetivo es la transformación de la realidad socioeconómica de la industrialización y, en última instancia, la emancipación del proletariado. § La aparición del asociacionismo obrero, como forma de mejorar las condiciones laborales de los trabajadores. 5.1. EL ASOCIACIONISMO OBRERO. Las primeras asociaciones obreras surgieron al comienzo de la industrialización, muchas de ellas derivadas de las antiguas organizaciones gremiales. Son las Friendly societies, entendidas como clubs sociales que con el tiempo se convertirían en Unions o asociaciones de trabajadores que procuraban la protección del obrero. El temor a los motines populares inspirados por la Revolución Francesa condujo al premier británico William Pitt a su prohibición (Combination acts, 1799 y 1800). Por ello, el derecho de reunión y asociación se convirtió en una de las primeras reivindicaciones de los trabajadores y Gran Bretaña el primer país en reconocer este derecho en 1824. La dinámica asociacionista, favorecida por ideólogos como Robert Owen, tendió entonces hacia la creación de organizaciones que reunieran a todos los oficios de un país con el objetivo de ejercer una mayor presión. Así, en 1834 se fundó en Inglaterra la Gran National Consolidated Trade Unions, considerada como la primera gran organización sindical de la Historia, que en poco tiempo contaba ya con más de 500.000 miembros. 5.1.1. El Ludismo. El Ludismo fue uno de los fenómenos más originales de los inicios del movimiento obrero. Surgió como un rechazo violento de los trabajadores de la industria textil hacia las máquinas, que amenazaban con privarles de su puesto de trabajo. La mayor agitación del movimiento se produjo entre los años 1811 y 1812, coincidiendo con el bloqueo continental impuesto por Napoleón que motivó el aumento de los precios y una escasa actividad industrial. 5.1.2. El Cartismo. El fracaso del sindicalismo inicial y la incongruencia del Ludismo favorecieron la aparición del Cartismo, un movimiento de masas que reclamaba derechos laborales y políticos en nombre de los obreros y de la baja burguesía urbana. Su nombre deriva de la Carta del Pueblo (People´s Chart) elaborada por la Working Mens´Association, de Londres en 1837 y remitida al parlamento británico dos años más tarde con el aval de más de un millón de firmas. La Carta contenía seis puntos en los que se reclamaba una jornada laboral de ocho horas, la revisión de las leyes sobre la pobreza, la independencia de los diputados o el sufragio universal masculino. Fue presentada tres veces para su aprobación y rechazada otras tantas en 1839, 1842 y 1848. El movimiento cartista se debilitó sin conseguir sus objetivos. Pero su existencia obligó al Estado británico a emprender una regulación de las relaciones laborales que se tradujo en unas leyes de asociación más favorables y la limitación de la jornada laboral de niños y mujeres. Por otra parte, el fracaso del Cartismo condujo definitivamente al sindicalismo británico hacia la acción pacífica y negociada. Sobre este modelo se aprobaron entre 1871 y 1873 las leyes que legalizaban las asociaciones de trabajadores (Trade Union Acts). 5.1.3. El sindicalismo en Europa. En el resto de países europeos el sindicalismo se difundió al ritmo de la industrialización y teniendo como referente el caso británico. Manuel Mujeriego, J.M. Moreno, M.Á. Orenes. Página 3 de 9 TEMA 43. PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN EL SIGLO XIX. En Francia pervivieron hasta bien entrado el siglo XIX las compagnonnages, asociaciones de artesanos de origen medieval, que velaban por las condiciones del oficio. Paulatinamente fueron dejando paso a los sindicatos, más combativos, denominados Societés de resistance. En la década de los treinta y cuarenta, desde la clandestinidad, protagonizaron protestas violentas y huelgas en las grandes ciudades industriales como Lyon o París. Tampoco la legislación revolucionaria favorecía su desarrollo, pues el asociacionismo era considerado como un elemento de inseguridad. La prohibición se mantuvo hasta 1864, siempre y cuando la asociación fuera temporal, y en 1868 se autorizaron de forma permanente. En Alemania el movimiento sindical se desarrolló con más lentitud. Las asociaciones obreras estuvieron prohibidas hasta 1869, cuando el gobierno prusiano, influido por la legislación francesa, autorizó el derecho de los trabajadores a asociarse, con excepción de los campesinos, marineros y sirvientes domésticos. De hecho, el movimiento sindical no fue plenamente legal hasta 1918. El sindicalismo alemán tuvo además varias vertientes debido a su inspiración política o religiosa: socialista, liberal y cristiana. En España e Italia fue relativamente tardío y localizado en algunas regiones industrializadas: Cataluña, algunas comarcas valencianas, Asturias o el País Vasco, en el caso de España, y el Milanesado y la región de Turín, en el de Italia. En España, los primeros movimientos obreros imitaron el ludismo (sucesos de Alcoy, 1821), pero ya en 1840 se creó la Asociación de Protección Mutua de Tejedores del Algodón, que dos años después tenía 50.000 afiliados. No obstante, sería con la Revolución de 1868 cuando el movimiento obrero adquiriría cierta importancia en el seno de la I Internacional. El derecho de asociación fue autorizado por vez primera en 1869 y reconocido por la constitución de 1876, aunque sería la Ley de Asociaciones de 1887 la que favorecería el pleno desarrollo del movimiento sindical español (un año después se fundaba la U.G.T.). 5.2. POSTURAS REFORMISTAS: EL SOCIALISMO UTÓPICO. Cristaliza en Francia durante la primera mitad del siglo XIX en una serie de propuestas de índole teórica como respuesta intelectual a los problemas generados por la sociedad industrial. Su carácter utópico –irrealizable- le viene dado por el romanticismo en que se inspira, basándose en propuestas demasiado ingenuas o fundamentadas en una creencia ilimitada en la bondad humana. Sus características más relevantes son: § Pone de manifiesto las contradicciones entre la justicia social y realidad industrial. § Es un movimiento desligado de las masas y caracterizado por su pacifismo. § Es el primero en formular un internacionalismo proletario para conseguir una concordia universal. § Critica los conceptos de propiedad y familia, y la discriminación de la mujer. Dentro del movimiento se distinguen varias posturas teóricas representadas por sus autores: El Reformismo social asociacionista: estos teóricos describen nuevos tipos de comunidades humanas de carácter utópico, que deberían generalizarse para crear el nuevo modelo de sociedad: Charles FOURIER. Critica el capitalismo por su deshumanización y afirma que el trabajo puede ser fuente de felicidad si se proyecta bien. Para ello propone la creación de asociaciones voluntarias para la formación de comunidades cooperativas autosuficientes de trabajadores denominadas falansterios. El falansterio sustituiría a la fábrica e integraría de forma armónica el lugar de trabajo y de residencia de los obreros. El modelo se extendiera por todo el mundo, convertido en una confederación política de falansterios, cuyos delegados se reunirían periódicamente para tratar asuntos en común. Robert OWEN. Desarrolla sus ideas a través de su obra Nuevos puntos de vista sobre la sociedad (1813), afirmando que la mejora de la situación obrera dependía de la eliminación del beneficio empresarial y la solución positiva de la organización del trabajo. Para conseguirlo propone la creación de “aldeas de cooperación”, asociaciones entre 500 y 2000 personas que trabajarían sin salario, para repartirse los beneficios de forma igualitaria. Sus ideas se trasladaron a experiencias concretas en las granjas de New Lanark en Escocia y New Harmony en EE. UU, que constituyeron sendos fracasos. El reformismo social productivista: Estos autores plantean soluciones más acordes con la realidad industrial a partir de una organización humanizada de la producción y del trabajo: Henri de SAINT-SIMON. Comprendió la importancia de la industrialización, considerando al progreso como la forma económica que tiende a la perfección. Por eso, el cientifismo se convierte en la base para reformar la sociedad y, según él, los científicos y los industriales son los más capaces para ocupar el poder y conseguir la felicidad de los trabajadores. Sus ideas inspirarán la tecnocracia e influirán en la socialdemocracia. Louis BLANC, en su obra La organización del trabajo (1841) advierte la necesidad de racionalizar y organizar el trabajo, convirtiendo éste en un derecho de los individuos y considerando al Estado el único capaz de llevar a cabo Manuel Mujeriego, J.M. Moreno, M.Á. Orenes. Página 4 de 9 TEMA 43. PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN EL SIGLO XIX. dichas medidas. Sus ideas serán puestas en práctica en los Talleres Nacionales durante la Revolución francesa de 1848 y serán incorporadas por las doctrinas socialistas posteriores. El comunismo primitivo: Etienne CABET. Refleja sus ideas en su obra Viaje a Icaria (1842). Con gran influencia de Platón y Tomás Moro, propone una sociedad ideal regida por el sufragio universal y un comunismo igualitario, en la que cada uno recibe según sus necesidades, que establece un gobierno autoritario elegido periódicamente. BLANQUI. Es uno de los primeros en subrayar la importancia de la organización revolucionaria y la conspiración como método de acción contra el sistema, alejándose en este sentido del socialismo utópico e influyendo en otros movimientos posteriores. La Revolución de 1848 marca un punto de flexión en el desarrollo del obrerismo que se concreta en los siguientes términos: la separación definitiva entre los objetivos de la burguesía y de los obreros. La toma de contacto entre los intelectuales socialistas, los líderes sindicales y los obreros, que adquieren conciencia de clase: el proletariado, para organizar movimientos, sindicatos y partidos políticos independientes de la burguesía, y la demanda de objetivos laborales y políticos para la nueva clase. Su fracaso por lo que respecta a la clase obrera canalizará todos estos esfuerzos hacia nuevas ideologías que vienen a sustituir a un socialismo utópico que se ha demostrado inútil para transformar la realidad industrial: El Marxismo y el Anarquismo. 5.3. POSTURAS REVOLUCIONARIAS: EL MARXISMO Y EL ANARQUISMO. 5.3.1. El Marxismo. Denominado también Socialismo Científico por sus creadores Carlos Marx y Federico Engels, por oposición al socialismo utópico en cuanto que ideología revolucionaria que es capaz de transformar la sociedad. Ambos autores, y en especial Marx, estudian las graves contradicciones del sistema capitalista presentando soluciones alternativas que tienen fuentes diferenciadas: § La de aquellos socialistas que apartándose de la idealización abogaban por la necesidad de la lucha obrera, como Babeauf o Blanqui. § El pensamiento idealista de Hegel y Feuerbach, para comprender el materialismo dialéctico como motor de la historia. § La influencia de Hodgkin en el concepto de plusvalía. § El estudio de la obra de David Ricardo, como base para la crítica del liberalismo económico. Las teorías de Marx se exponen a través de distintas obras entre las que sobresalen: La XI tesis sobre Feuerbach (1845), La Miseria de la Filosofía (1847), el Manifiesto Comunista, escrito en colaboración con Engels en 1848, y El Capital, escrito entre 1867 y 1885. La obra de Marx ha sido interpretada por sus exégetas de forma evolutiva, desde una primera etapa humanista en la que plantea la necesidad de transformar el mundo para evitar la alienación (distorsión de la conciencia) del hombre, hasta otra segunda científica (desde 1845) en la que afirma el carácter determinante de la economía sobre el conjunto de la sociedad. Los aspectos esenciales de su ideología son: A. El método marxista: el materialismo histórico y el materialismo dialéctico. B. La teoría económica marxista: plusvalía. C. La teoría política marxista: lucha de clases, dictadura del proletariado y sociedad comunista. 1. El método marxista. Se basa en una propuesta filosófica, el materialismo dialéctico (enunciado por Engels), cuyo objetivo último es comprender y explicar el desarrollo histórico de la humanidad. Marx lleva este método a la práctica a través del materialismo histórico, llegando a la conclusión de que el motor de la historia es la economía, la infraestructura, sobre la que se asientan siempre en tensión la ideología política, la justicia, la ciencia, el arte, la religión, etc., la superestructura. Según sea la infraestructura así será la superestructura y cualquier cambio en aquella producirá un cambio en ésta y viceversa. La relación que se produce entre ambos conceptos: infraestructura y superestructura, da lugar a un sistema político, social y económico concreto, denominados “modos de producción”. Para Marx, a lo largo de la historia se ha pasado por varios de estos modos de producción: de la vida errante de las sociedades primitivas se pasó al modo de producción esclavista, las tensiones de este sistema condujeron al feudalismo y las de éste al capitalismo. A través de sus teorías económica y política explicará las claves del modo de producción capitalista y la forma de superarlo para llegar al modo de producción socialista que conducirá a la felicidad general. Manuel Mujeriego, J.M. Moreno, M.Á. Orenes. Página 5 de 9 TEMA 43. PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN EL SIGLO XIX. 2. La teoría económica. Para Marx la teoría de la ciencia económica es el descubrimiento de la esencia capitalista y para conseguirlo es necesario analizar sus mecanismos de producción y distribución, y estudiar las leyes que los regulan: las relaciones entre el propietario y el capital, y entre el propietario y la fuerza del trabajo (trabajadores). Llega a la conclusión de que los males de la sociedad se encuentran en estas relaciones que desembocan en el enriquecimiento desmesurado de los empresarios gracias a la alienación de los obreros y a la plusvalía sobre el valor de su trabajo. En esta situación, el proletariado debe tomar conciencia de clase para alterar la sociedad a través de la revolución. 3. La teoría política. A partir de las desigualdades enunciadas en su teoría económica y basándose en el materialismo histórico, es posible llegar a una visión clara de la realidad y obtener un método adecuado para transformarla en favor del proletariado a través de las siguientes premisas: § En el sistema capitalista existen dos clases antagónicas que se definen según la posición que ocupan en el proceso productivo: la burguesía, dueña de los medios de producción, y el proletariado, que no posee sino su fuerza del trabajo que se ve obligado a vender a la aquella. § El proletariado sólo se podrá emancipar de su condición oprimida mediante la lucha de clases que conduce a una revolución violenta y consciente. § Esta revolución permitirá la instauración de una dictadura del proletariado provisional que tendrá como objetivos: la expropiación de la burguesía, nacionalizar los medios de producción, impedir los movimientos contrarrevolucionarios y educar a toda la población en el nuevo orden de cosas. § Conseguidos estos objetivos desaparecerá la dictadura del proletariado y el Estado, dando paso a una sociedad igualitaria y sin clases: el comunismo. § La revolución se producirá primero en los países más avanzados y de ahí se extenderá por el resto del mundo. 5.3.1.1. El marxismo después de Marx. El pensamiento de Marx fue reinterpretado en los principales países europeos con desigual fortuna y tuvo curiosamente en su Alemania natal sus principales controversias. Ferdinand Lasalle negaba la necesidad de la revolución atendiendo a la inevitabilidad de la miseria del proletariado (ley de bronce del salario) y encomendaba al Estado la tarea de establecer el socialismo (Socialismo de Estado). Creó el primer partido político obrero: La Asociación General Alemana de Clases Trabajadoras, que se integraría finalmente en el Partido Obrero Socialista de Alemania –más tarde, Partido Social-Demócrata, SPD- tras el congreso de Gotha en 1875. Las críticas a dicho congreso realizadas por Marx desembocaron en una escisión ideológica que se concretaría en el programa de Erfurt (1891). Kautsky, su principal valedor, propugnaba una línea “ortodoxa” reafirmando el carácter marxista del SPD. Frente a ella surgieron posiciones revisionistas encabezadas por Eduard Berstein que propugnaban finalmente la convivencia del socialismo con el sistema parlamentario capitalista. En Inglaterra, el socialismo marxista dejó paso a otro más pragmático y utilitarista representado por la Sociedad Fabiana. El movimiento, fundado por Edward Pease en 1883, contó con la colaboración de intelectuales de la talla de Bernard Shaw o H.G. Wells, y desembocó finalmente en la craeación del Partido Laborista Británico en 1906, como síntesis del sindicalismo de las Trade Unions, el cartismo y la ideología fabiana. 5.3.2. El Anarquismo. Frente al socialismo científico representado por Marx y Engels surge otro movimiento de gran trascendencia dentro del obrerismo: el Anarquismo, que al igual que el marxismo tiene como objetivo la liberación de la clase trabajadora, aunque desde supuestos diferentes que suscitarán enormes rivalidades entre ambos. La doctrina anarquista está cargada de idealismo y en muchos aspectos mantiene paralelismos con el socialismo utópico. Tendrá un gran desarrollo en los países de base agraria, quizá porque rechaza el desarrollo industrial y plantea como solución la vuelta al medio natural, hasta bien entrado el siglo XX. Al contrario que el marxismo no se organiza en torno a partidos políticos sino a través de sindicatos y frente a aquél tampoco constituye una ideología unitaria: El anarquismo individualista. Parte del pensamiento natural roussoniano y su característica principal es el rechazo a la industrialización y al Estado, considerando que estos destruyen la felicidad del hombre: Pierre-Joseph PROUDHON. Contemporáneo de los utópicos franceses, critica ferozmente las bases del sistema liberal: la propiedad, a la que considera “un robo”; la democracia parlamentaria, por poco representativa pues el sufragio universal puede ser manipulado por la propaganda; y al Estado, como mecanismo para el control de los trabajadores. Propone la sustitución de dicho sistema por otro basado en la posesión colectiva, el trabajo cooperativo, el mutualismo social y el federalismo político. Manuel Mujeriego, J.M. Moreno, M.Á. Orenes. Página 6 de 9 TEMA 43. PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN EL SIGLO XIX. El anarquismo colectivista. Se desarrolla durante la segunda mitad del s. XIX a partir de distintos ideólogos o tendencias, a veces complementarias y otras contrapuestas: Mijail BAKUNIN. Discípulo del anterior, ahonda en los principios del anarquismo profundizando en algunas ideas de Proudhon y descartando aquellas más utópicas. Parte como él de un ataque a los pilares del sistema: la Iglesia, el Ejército y el Estado; diseñando una transformación de la sociedad basada en los siguientes aspectos: § La búsqueda de la libertad individual del hombre, a través de la libertad de los demás y de la educación popular. § La renuncia a la industrialización y vuelta a las sociedades agrarias. Renuncia a la propiedad privada: colectivización de los medios de producción, pero no de los frutos obtenidos. § No aceptación del juego político. § Eliminación del Estado y de los ejércitos mediante la acción revolucionaria campesina. § Concepción de la sociedad como una agrupación de comunas autogestionadas. Esta ideología se diferenciaba claramente del marxismo al que acusaba de querer sustituir el Estado burgués por un Estado burócrata (dictadura del proletariado), lo que supuso su expulsión de la A.I.T. (1872). Coincidiendo con la expulsión de la I Internacional, el fracaso de la Comuna de París y la consecuente represión, el anarquismo optó por organizarse en grupúsculos restringidos destinados a la difusión de la doctrina por la acción violenta. Es lo que se conoce con el nombre de anarco-comunismo. Más allá del método de acción, su principal teórico KROPOTKIN propone la transformación social mediante la lucha de la mayoría contra la minoría centralizadora (Ayuda mutua, 1902). Dicha transformación se realizaría en dos fases: una primera de colectivización, mediante el reparto proporcional del trabajo y los beneficios; y una segunda, de anarco-comunismo, en la cual desaparecería la idea de propiedad, a favor del uso común de los bienes. 6. EL INTERNACIONALISMO. Las teorías socialistas y anarquistas, desarrolladas en principio para mejorar las condiciones de vida de la clase trabajadora, desembocaron inevitablemente en el asociacionismo, que había tenido sus precedentes en el Ludismo, el Cartísmo y las Trade Unions británicos. El fracaso del 48 y la separación definitiva de los intereses que unían a burguesía y proletariado habían multiplicado los exiliados políticos por Europa y dotado a las reivindicaciones políticas de los obreros una dimensión supranacional que terminaría por concretarse en un congreso celebrado en Londres en septiembre de 1864. En octubre, un subcomité encabezado por Marx sería el encargado de elaborar sus estatutos que subrayan como objetivos fundamentales de la organización reivindicaciones sociales: la emancipación de la clase trabajadora, y políticas: la clase obrera no puede ser indiferente a la toma del poder. El pluralismo de colectivos e ideas dificultó el funcionamiento de la Internacional en los sucesivos congresos de Ginebra (1866), Lausana (1867) y Bruselas (1868). Por encima de las reivindicaciones sociales, se fueron delimitando los intereses ideológicos de cada uno de los grupos que terminaron por enfrentar a tradeunionistas con proudhonianos y a éstos con los marxistas. Las diferencias se hicieron irreconciliables en el congreso de La Haya (1872), que terminó con la expulsión del sector anarquista. La Segunda Internacional, constituida en París en julio de 1889, tenía como propósito analizar el estado de la cuestión de algunas conquistas políticas en los diferentes países europeos: derechos, sufragio, etc. En su seno, se abordaron las tres grandes cuestiones del socialismo hasta 1914: la colaboración con las fuerzas burguesas representada por el revisionismo, la cuestión colonial y el peligro de guerra. En 1903 el congreso de Dresde condenó el revisionismo; en 1907 el congreso de Stuttgart proclamó el deber de combatir la explotación colonial bajo cualquier forma, en contra de las tesis de van Kol; el de Basilea de 1912 elaboró un emotivo llamamiento a la paz realizado por Jaurés, que, sin embargo, no pudo evitar las diferencias doctrinales y técnicas que llevaron a la disolución de la Internacional con el estallido de la Gran Guerra. 7. EL CATOLICISMO SOCIAL. Las consecuencias de la sociedad industrial y el apogeo de los movimientos obreros que critican la religión como “el opio del pueblo”, influirán en la toma de postura tardía por parte de la Iglesia a través de una corriente de pensamiento particular cuyo objetivo es la exigencia de justicia social para los trabajadores al mismo tiempo que la crítica hacia el marxismo y el anarquismo. Estas ideas serán canalizadas por el Vaticano durante el papado de León XIII, quien realizó diversos proyectos sociales de atención a los obreros y fomentó en los patronos en sentido de justicia cristiana. En su encíclica Quos apostolici (1878) rechaza el socialismo como vía de solución a estos problemas. Pero su obra más importante en Manuel Mujeriego, J.M. Moreno, M.Á. Orenes. Página 7 de 9 TEMA 43. PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN EL SIGLO XIX. este sentido es la encíclica Rerum novarum (1891), en ella hace hincapié en la miseria inmerecida de los trabajadores, en la necesidad de que el Estado intervenga para establecer una legislación social eficaz, en la noción de salario justo y en la conveniencia de la constitución de asociaciones obreras de corte católico. La línea abierta por León XIII fue recogida por otros papas de tendencia más o menos aperturista: § Pío XI en su encíclica Cuadragésimo Anno (1931), subraya los males implícitos en la libre competencia y el centralismo excesivo. § Juan XXIII en su encíclica Mater e Magistra, (1961) reconoce que en algunos casos el bien común podría beneficiarse de una forma de socialismo. 8. MUJER Y PENSAMIENTO POLÍTICO-ECONOMICO EN EL S. XIX. El desarrollo de la industrialización y con ella la aparición de una importante clase media, con intereses y hábitos nuevos, propiciaron una cierta transformación del papel social de la mujer que se tradujo asimismo en una mayor participación en la vida pública en aras a la reivindicación de sus derechos políticos. Rosa Capel ha relacionado feminismo y socialismo en el siglo XIX abundando en la coincidencia de ambos fenómenos a partir de la denuncia de la discriminación que sufrían las mujeres y la reivindicación de sus derechos. Ahora bien, esta coincidencia iría unida a una clara divergencia a la hora de abordar el problema y proponer soluciones1. Para el feminismo todas las mujeres, con independencia de su clase social, estaban excluidas de los derechos naturales que disfrutaban los hombres. Sus esfuerzos se centraron por tanto en exigir el reconocimiento de la igualdad de los sexos: recibir una educación, desempeñar los mismos trabajos, tener personalidad jurídica, administrar sus propios bienes y tener reconocido el derecho al voto. Las anglosajonas convirtieron pronto esta última reivindicación en el eje central de su lucha, de ahí que esta primera ola del movimiento feminista, que concluye tras la Gran Guerra, reciba el nombre de “Sufragismo”. El socialismo, por su parte, entendía la “cuestión femenina” como un aspecto dentro de la “cuestión social” pues su situación de sumisión se entendía como el resto de las opresiones de la clase trabajadora derivadas de la existencia de la propiedad privada. En consecuencia, la emancipación de la mujer iba indisolublemente unida a la de la clase obrera. La instauración del socialismo aportaría a las mujeres la independencia económica que precisaban para ser libres y unas relaciones de compañerismo con el hombre en lugar de sumisión. 9. CONCLUSIÓN. Junto al movimiento obrero, otro aspecto histórico tuvo consecuencias en el orden político y económico del siglo XIX: el Imperialismo, cuya justificación se debe precisamente al deseo expansionista de las nuevas potencias decimonónicas y a la apertura de nuevos mercados de acogida para el cada vez más complejo proceso de industrialización. En la transición al siglo XX frecuentemente coincidieron o se opusieron los intereses políticos y económicos de los grandes países con las nuevas corrientes derivadas de la modificación del orden social que hemos estudiado. La Primera Guerra Mundial clarificó las posturas de unos y otros; los primeros tendieron a una política de descolonización y neocapitalismo económico; los segundos se decantaron hacia fórmulas cada vez más contrapuestas: por una parte, se radicalizaron en el ideario de Lenin a través posturas que triunfarán en la revolución rusa de octubre de 1917; por otra, se moderaron en el ideario de Berstein hacia posturas socialdemócratas que suponían la aceptación definitiva del juego político y la renuncia a las acciones revolucionarias. En ambos casos observamos el germen de la sociedad prototípica del siglo XX dividida entre el socialismo de la dictadura del proletariado y el capitalismo, cada vez más teñido de social, tendente al estado del bienestar. 1 Roma Mª Capel Martínez. “Mujer y socialismo (1848-1939)”. Pasado y memoria. Revista de Historia Contemporánea 7, 2008. Pp. 101-122. Manuel Mujeriego, J.M. Moreno, M.Á. Orenes. Página 8 de 9 TEMA 43. PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN EL SIGLO XIX. Tema 43. Ficha. PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN EL SIGLO XIX. Imprescindible para realizar el tema: En la INTRODUCCIÓN. El siglo XIX es un escenario complejo en lo político y económico pues convergen distintas ideologías que marcan el tránsito entre la Edad Moderna (Antiguo Régimen) y la Contemporánea (Nuevo Régimen): conservadurismo, liberalismo, imperialismo y obrerismo. En relación con este último, como consecuencia de la nueva situación generada por la Revolución Industrial se desarrolla nuestro tema. BIBLIOGRAFÍA BÁSICA. J. Paredes (ed). Historia Universal Contemporánea. Ariel, 2000. Carácter general y estructura del tema. J. Droz: Historia General del Socialismo (3 vol.). Destino, 1983. Análisis del pensamiento obrerista. González Cuevas, P. y Martínez Arancón, A. (coords.) Ideas y formas políticas: del triunfo del absolutismo a la posmodernidad. UNED. Madrid. 2010. Stedman Jones, G. y Claeys, G. (eds.) Historia del pensamiento político del siglo XIX. Akal. Madrid, 2021. En el DESARROLLO: 1. El desarrollo del tema debe iniciarse con una reflexión sobre el conservadurismo, el liberalismo y el pensamiento ilustrado (político/económico), ubicándolo en el tiempo para justificar su no desarrollo en el tema. Paralelamente significamos la nueva realidad sociopolítica generada por la Revolución Industrial: individual (el obrerismo), estatal (el imperialismo). 2. Centramos el tema en el desarrollo de las nuevas posturas teóricas frente a la realidad industrial, distinguiendo entre unos postulados político/económicos que tienen por objeto transformar la realidad del obrero; frente a otros reivindicativos que darán lugar al asociacionismo obrero. Hablamos brevemente del sindicalismo (ludismo, cartismo) y nos centramos en los segundos. 3. Establecemos inicialmente la dualidad entre posturas reformistas (socialismo utópico) y posturas revolucionarias (socialismo científico y anarquismo), atendiendo a una evolución cronológica del fenómeno. 4. Caracterizamos el socialismo utópico como un movimiento iniciático, de base romántico-russoniana y pretensiones económicas fisiocráticas: pacifista, internacionalista y desligado de las masas; abordamos un breve estudio de las tendencias y los autores. No podemos olvidar a Owen, Fourier, Saint Simón y Blanqui, este último como transición a los movimientos revolucionarios. 5. A continuación, hablaremos del marxismo en oposición con el anterior, en tanto que pretende la transformación de la sociedad. Hablar de Engels y Marx, y de sus influencias; imprescindible: Hegel y Feuerbach (método dialéctico) y Hodgkin (teoría económica). Desarrollo por fases: método (Economía motor de la Historia), teoría económica (desigualdades generadas por la plusvalía) y teoría política (revolución: lucha de clases: dictadura del proletariado: sociedad comunista). Obras: XI tesis sobre Feuerbach (1845), Manifiesto Comunista (1848), El capital (1867-85). Breve alusión al marxismo después de Marx: Lasalle (negación de la revolución), Berstein (revisionismo, participación en las instituciones liberales), fabianismo (Inglaterra, socialismo utilitario). 6. Brevemente haremos una referencia al anarquismo, caracterizándolo como movimiento idealista-revolucionario, con paralelismos en el utopismo y de base agraria. En el anarquismo individualista trabajaremos sobre todo el concepto de propiedad de Proudhon, como negación de los principios el liberalismo; en el colectivista nos centraremos en la figura de Bakunin: pragmatismo a partir de la eliminación de los pilares del sistema Iglesia, Estado, Ejército. 7. Finalmente nos referiremos a las posturas paternalistas desarrolladas por la Iglesia católica como respuesta al obrerismo y comenzada en los círculos católicos de regiones industriales, para institucionalizarse a través de las encíclicas papales (no olvidar la Rerum Novarum de León XIII) y podemos incluir una mención al pensamiento político femenino: feminismo y socialismo. En la CONCLUSIÓN debemos trabajar una doble idea: la evolución del pensamiento social hacia la consecución del estado del bienestar: socialdemocracias/tercera vía. El colonialismo y neocolonialismo consecuencia de las Guerras Mundiales. Manuel Mujeriego, J.M. Moreno, M.Á. Orenes. Página 9 de 9