Análisis de Texto (42-52.docx) PDF
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Summary
Este documento es una transcripción de una conversación o un fragmento de un texto escrito por una persona, que explora temas como la reflexión sobre relaciones interpersonales, la sexualidad y la vida emocional del autor, incluyendo referencias a experiencias personales y citas sobre temas controversiales. Puede ser parte de un diario personal, un ensayo o un texto académico.
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Al llegar a la playa, ella cambia de actitud. Parece que no quiere hablar mucho más sobre su amigo. Se ha hablado sobre él mucho tiempo y en muchas partes. Historias, a veces, falsas. -Estoy un poco harta, la verdad. -Ya, no me extraña; ha debido de ser un año muy intenso. -Hay más cosas en la vi...
Al llegar a la playa, ella cambia de actitud. Parece que no quiere hablar mucho más sobre su amigo. Se ha hablado sobre él mucho tiempo y en muchas partes. Historias, a veces, falsas. -Estoy un poco harta, la verdad. -Ya, no me extraña; ha debido de ser un año muy intenso. -Hay más cosas en la vida. -Y, ¿de qué quieres hablar? -No sé, háblame de ti. Esta propuesta me descoloca totalmente. Aunque, bien pensada, es de justicia. Todo el tiempo que hemos pasado juntos ha sido una pequeña invasión de su territorio, su espacio privado, al que he accedido de una manera abierta y generosa. Algo que no me esperaba, mucho menos a su edad. De modo que empiezo a abrirme en canal: mis años, mis inquietudes, mis gustos musicales, (coincidimos en Ruper Ordorika) y cinematográficos (como a mí, a ella le van las pelis antiguas\... dice refiriéndose a las de blanco y negro) y mi pasión por la literatura -a ambos nos encanta la poesía y la novela negra. En fin, todo lo que se le pasa por la cabeza preguntarme puntualmente respondido, incluida mi orientación sexual y mi inexistente vida de pareja en la actualidad. Se lo debía. Nos quedamos en silencio frente a la mar. Parece que ver las olas romper en la orilla es lo que ambos necesitamos en este momento. No hay nadie. Es un día bastante turbio y brumoso así que estamos prácticamente solos en la orilla. a lo lejos. Se oye ladrar a algún perro a lo lejos. Llega el momento de la despedida. No sé cómo sugerir un adiós. Ella no me deja porque me suelta algo que me deja perplejo. Quiere que le bese, pero no en la mejilla: en la boca. -Quiero saber cómo besan los adultos. -¿Qué dices? ¡Estás loca! Me niego con rotundidad -algo que al parecer ella sabía de antemano- porque me empieza a hacer un chantaje premeditado con respecto a todo lo que me ha ayudado. La verdad es que me siento acorralado. -Si por lo menos tuvieras, no sé, tres o cuatro años más\... -Venga, no seas estrecho. Finalmente me convence, aunque intento negociar algo casto y puro. Cualquier cosa que rebaje sus expectativas. Se queda en un beso intermedio. -Juntamos los labios y ya está: sin lengua, como en las películas antiguas a blanco y negro -le advierto. -Bueno, venga, vaaaaaale\... Se besan y se dan un fuerte, contenido y largo abrazo. Si esto fuera una película, desde luego que no habría mejor cierre para una escena de amor frente al mar que un fundido a blanco. (Séptima sesión de psicoterapia; ejercicio escrito sobre la identidad sexual) *Todos los hombres son unos cabrones. Y las mujeres unas putas. Y eso no es malo. Porque la mujer y el hombre buscan el placer, el placer más animal, el instintivo, el genital, y eso es natural. Esto no tiene nada que ver con el mercadeo del sexo, es decir, con las prostitutas y los proxenetas y esas cosas. Ni con el porno.* *¿Por qué entonces esas críticas a la \"mujer-puta\", a la que busca placer en un chico, y al \"hombre-cabrón\", el que quiere saciarse en su complemento femenino? Si esa búsqueda es entre iguales, lesbianas y gays, las críticas aún son más crueles. No lo entiendo, la verdad. Que entre o no el amor en esa interacción de fluidos corporales es algo casual, puro azar.* *¿Estamos obligados a enamorarnos de nuestros follamigos? Evidentemente, no. Lo cual no quiere decir que no puedas tratar con cariño, incluso con amor, en los momentos sexuales, a la otra persona. Pero eso no quiere decir que su ausencia sea un error, pues en el principio de nuestros tiempos homínidos, entre nuestros tatarabuelos (elevados a la enésima potencia) el sexo casual era tan evidente como la ausencia de esa cosa con plumas -y carne de gallina-que llaman amor.* De entre todas las personas del centro, el sustituto ha entablado una relación amigable y sincera con una profesora, también interina. La única diferencia, laboralmente hablando, es que ella tiene una plaza vacante para todo el curso completo mientras que el sustituto depende de la recuperación -o no- de la depresión de su profesora titular. A ella le confiesa el trabajo que está preparando para cuando vuelva al paro: el \"Caso Oirebés\" como reportaje social con trasfondo educativo, para intentar reanudar la relación profesional con la editorial. Además de algún que otro café de vez en cuan- do, suelen coincidir una hora de guardia semanal en la sala de profesores. -Aún no tengo claro si difundir un delito, que al final es lo que estoy haciendo, es participar, de alguna manera en él. El suicidio es un acto imputable legalmente. Facilitarlo o favorecerlo, también. Pero, ¿y disculparlo o difundirlo? -¡Claro que no! -Legalmente no, pero éticamente empiezo a tener mis sospechas de que quizás esto no me deje dormir tranquilo durante una buena temporada. -Al revés, es un esfuerzo por comprenderlo. Estás intentando arrojar luz. No creo que debas preocuparte. -¿Cómo llegó Joaquín hasta ahí? -Es muy difícil, por no decir imposible, saberlo, -¿Y cómo he llegado yo hasta aquí? -Pues\...porque en su día te apuntaste a la lista de sustituciones de la delegación de Educación! Rompemos ambos en una sonora carcajada. La pregunta era metafórica, de acuerdo, pero la respuesta era una bajada a la realidad que no me esperaba. -Está claro, por una parte, que ha habido un cambio de valores. La violencia de los menores no tiene, casi nunca, un fin material, como hasta hace bien poco. No. -Para un adolescente, la agresión, contra otro u otra o contra sí mismo, tiene un gran valor en su círculo social. La prueba está en los esfuerzos que gasta en mostrar de una manera directa o indirecta su hazaña: la escribe, o aún mejor, si puede, la graba,\...si lo consigue. -En el misterio de la violencia contra uno mismo, la más brutal de todas quizás, la que acaba con la propia vida, el asunto es que el joven adolescente no va a conocer jamás ningún éxito social (a no ser desde el séptimo cielo\...los creyentes), es decir, nunca va a ser protagonista de nada. Y mientras los agresores sin descubrir aumentan desgraciadamente sus posibilidades de volver a delinquir, en el caso de chicos como Joaquín esa hipótesis desaparece por el propio fin con el que se culmina la autoagresión: la muerte. -Cabe entonces la posibilidad -concluyo yo- de pensar en una denuncia post-mortem. O sea, justo el caso contrario. El suicidio como un escape o tránsito a otra vida imaginada y fantaseada y, al mismo tiempo, responder con ese hecho a todos los que le han agredido y humillado previamente. En este sentido, hay heroicidad, hay un algo más cercano a la valentía que a la huida cobarde. Así entendido, la caída desde el muro, el salto, no fue, entonces, más que la forma escogida, el arma elegida por Joaquín para el duelo a muerte contra la propia muerte. Sólo hay un testigo inevitable: la misma vida, la que ha dejado huérfana, entre amigos, familiares y periodistas para que sepamos que ese sacrificio mortal tiene un objetivo que trasciende todo fin material o egoísta\... que nunca vuelva a ocurrir. Sí. Esto es lo más probable. -Veo que le has dado muchas vueltas. Desde luego yo no sabría explicarlo de otro modo, si es que lo hay. Suena el timbre de cambio de hora. Su compañera se despide. El sustituto se queda a solas. Reflexiona sobre lo que le ha pasado, cómo ha llegado hasta ahí. Todo parece tener sentido. Se va al departamento. Cae en una especie de pseudosueño, una fantasía consciente sobre Joaquín. Ha tenido varias. Cada vez le da la impresión de que le conoce más. En realidad, parece que le conoce de toda la vida. IX Iker Pérez Isasi (Compañero de clase) Entre todas las personas que conocían a Joaquín, me extrañaba que no tuviera ningún amigo íntimo o cercano. Entendía que su intimidad la compartiera en exclusiva con una chica -con Ana- pero no acababa de comprender que no hubiera algún compañero, al margen de los acosadores en el Centro de Menores, que se ofreciera a hablar conmigo. Ana me mencionó un par de ellos la última vez que estuvimos juntos, aunque también me advirtió que él era un \"amigo de amigas\", que \"su sensibilidad le acercaba más a las chicas que a los chicos\". Por lo menos, añado yo, en esta edad. Así que un buen día, viendo que estaba sin nada mejor que hacer, me acerqué a Iker en el recreo. Está acabándose un bocadillo. No es alumno mío pero sé que me conoce. A estas alturas todos me conocen. Todos conocen al sustituto que cubre la baja de la profesora que está depre por la muerte de Joaquín. Algunos de esos todos saben, además, que me interesa mucho conocer las circunstancias de su suicidio. -¡Aúpa Iker! -Hola. ¿Cómo sabes que me llamo Iker? -Tú eras amigo de Joaquín. Eso me ha dicho Ana García. -Si. -¿Le echas de menos? Aquí ya no sabe qué responderme. Mira hacia otro lado, Come. Es un sí, clarísimo. Una invitación adolescente a continuar charlando del tema. -Yo también. Fíjate que no le conocí. Pero por lo que he leído y Ana me ha contado, a veces pienso que es como si le conociera. Un chaval sensible, inteligente, generoso y bueno. -Muy bueno. Siempre compartía su bocata del recreo si a mí se me olvidaba. Me dejaba copiar los deberes. Me explicaba\...de todo. Le noto que se emociona; se le humedecen los ojos. Come afanosamente su bocata para disimular. Creo que ha llegado el momento. -¿Y por qué no dijiste nada? -¿Qué? Nada\... ¿de qué? -Cuando le molestaban. Si tanto le apreciabas, ¿por qué no dijiste nada? Lo que hizo ocurrió, en parte, porque nadie decía ni hacía nada. -Yo\...no sé. Nunca me contaba nada de eso. -Pero lo sabías. ¡Ojo! No estoy diciendo, para nada, que fuese responsabilidad tuya. No. Pero, a veces, Iker, hay que reaccionar cuando quieres a alguien: aunque creas que también van a ir a por ti por eso. Si a algún profe le hubiera llegado una prueba clara de maltrato, quizás habría ocurrido otra cosa. Puede que Joaquín no hubiera saltado\... -¡Yo le dije que lo contara! -Ya. ¡Y muy bien hecho Iker, de verdad! Pero él ya tenía demasiado con lo que le pasaba como para meterse en otro lío más. Iker ha dejado de comer. Está pensativo. Creo que le está llegando el mensaje: contar, atajar y prevenir: esa debería ser la misión de los que son testigos del acoso. Se lo tengo que decir -No hacer nada, Iker, no te hace ser más amigo sino más cómplice de la situación. Te lo digo por si te vuelve a pasar: para que no te quedes con algo dentro de ti que se llama remordimiento. Eso me dice la psicóloga. -Ah, estás con una profesional. Muy bien. No lo sabía. Entonces, no te molesto más, Iker. ¿Pues? -¿Vas a dar clase aquí el próximo curso? -Pues no lo sé, Iker, no lo creo. Es poco probable. -No sé,\... por saber. Creo que me gustarías de profe. Le llega un balón rebotado. Lo mira, me mira, y se va a jugar. Su mirada me dice que agradece que le haya dicho la verdad, mi verdad, a la cara. Y que ya no tiene mucho más que contarme. Lo entiendo perfectamente, así que le hago un gesto para que vaya con sus compañeros sin problema. Sinceridad, divino tesoro. Correo electrónico (no23) Destinatario: Ana Asunto: sin lugar *vas dejando de ser imprescindible para todos: padre, madre, hermanos\... y dejas de vivir eso que tú llamabas \"mi natural intensidad\". Y si sientes que no la tienes, entonces vives desapercibido, sin tocar suelo, ni tierra ni nada. Sólo quedas tú. Por favor, no te asustes. No huyas. No te sientas prisionera de mí. Ojalá hubiera otro lugar para volar contigo\... si existiera alguno.* Acabados los \"pires\" y los informes de los "acis\", el sustituto escribe durante varios días la memoria que, de forma preceptiva, se desarrolla al final de cada curso: ya sabéis, un documento administrativo y oficial en el que se hace un resumen con todos los datos académicamente relevantes de los grupos a los que se les ha enseñado alguna asignatura. Aunque todavía falta casi un mes, quiere tenerla preparada caso de que la profesora titular coja el alta inesperadamente. El sustituto decide incluir en este dossier un largo e innecesario \"anexo\" extra sobre El Caso Joaquín Oirebés: su punto de vista subjetivo, ajeno a las cifras, (nada de porcentajes de aprobados, cero objetivos conseguidos, ninguna recomendación para la programación\...) pero basado en la experiencia personal vivida durante tantos meses en el centro. Escribe sin parar: de día, de noche, comiendo, bebiendo, escuchando música con auriculares, se le olvida incluso que su barba lleva varios días creciendo, Quiere que se conozca oficialmente, su punto de vista. Sigue a ratos sueltos en el insti. En el departamento, no dan crédito. -¿La memoria, a estas alturas de curso? ¿En serio? -Si. -Pero si aún queda un mes - le achaca la jefa. -Ya. Pero, ya sabes, mejor prevenir que curar. -Como se nota que eres nuevo-responde, sarcástica. Al sustituto le apetecería decirle métete tu ironía por el culo. Pero no tiene ganas de líos. Le responde siguiéndole la corriente, para que le dejen en paz. -Ya. Parece que llevo haciendo esto toda la vida. X Aurelia Inchauspe Guréndez (Audiencia de San Sebastián.) Con Aurelia Inchauspe, la jueza, quedé en un céntrico restaurante de la capital guipuzcoana. El taxi me dejó en la puerta. Ella ya estaba esperando dentro. Identificar a una abogada en un comedor no es muy complicado - traje elegante, teléfono móvil pegado al plato y una cartera a los pies- así que me acerqué a la mesa y nos dimos un suave y rápido apretón de manos. Ella había pedido ya su menú para almorzar, lo cual me dio a entender que había llegado antes de tiempo, o que tenía prisa. En cuanto llegó el camarero, elegí el menú más ligero. Ella me observaba atentamente. Parece que le gustó mi elección. -¿Y bien? Usted dirá- me dijo para intentar concretar el encuentro. Que no me tuteara no me convenció mucho. Será deformación profesional. -Verá, no hay un propósito concreto para este encuentro - le dije, devolviéndole el tipo de trato- estoy recopilando información sobre el acoso escolar en general y sobre la muerte de Joaquín Oirebés en particular, sabe, ¿conoce el caso? -Sí- responde, seca. -Por cercanías, dado que usted trabaja en Donosti, he pensado que podría contar algún aspecto interesante de este asunto, o de algún otro similar. -Bueno, ahora vivo aquí. Por circunstancias personales he pedido el traslado a San Sebastián, pero he trabajado en Madrid mayormente. -Supongo que allá habrá vivido casos muy semejantes. -De todo un poco. Me viene ahora a la memoria el caso inverso. El acoso a un profesor. Aunque, en realidad, éste era un director de un centro escolar. Resulta que se encontraba un día sí y otro también con que a un alumno no le venía a recoger su madre, prostituta y toxicómana, al salir de clase. Le daba pena y se lo llevaba a casa. La madre, en lugar de agradecer su iniciativa, le denunció por secuestro. Después de sufrir año y medio un proceso judicial, el tribunal le declaró inocente, pero el director ya no volvió al colegio y quedó tocado y con problemas psicológicos. Nos traen el menú. Ella comienza a comer ipso facto. Me mira y se percata de que yo aún no he empezado; estoy con el pequeño ritual de colocarme la servilleta encima de los muslos y reordenando los cubiertos porque soy zurdo. -Perdona -se me disculpa- tengo algo de prisa. -No, no, no, adelante, por favor -Y\... dígame, ¿cuál es la situación actual en términos de denuncias? -¿A qué se refiere?-me pregunta, intentando esconder el bolo alimenticio dentro de su boca. -Las últimas denuncias que usted ha recopilado o trabajado en estos años atrás, ¿de qué lado se decantan? -Del lado de los padres. Cada vez hay más que denuncian a los profesores. Muy pocos maestros deciden actuar contra sus alumnos en casos de acoso verbal o agresiones. La vía penal se utiliza de forma habitual por parte de las familias. No se acaban de sentir satisfechos con una reclamación administrativa para conseguir una indemnización. Van más allá; quieren atacar a la persona. -¿Y por qué? ¿qué motivos les llevan a recurrir a los tribunales?- le pregunto mientras le ofrezco el vino de mesa en su vaso. -Normalmente, accidentes - aclara, rechazando, con su mano sobre el cristal de la copa, mi ofrecimiento - gracias, pero tengo que trabajar ahora. Hay salidas, excursiones con problemas, o percances en el patio que acaban transformándose en denuncias. Pero últimamente ha habido casos también en los que los padres llevan a la vía penal a los profesores porque les confiscan los teléfonos móviles o los reproductores de música a los hijos. Les denuncian por apropiación indebida. También hay denuncias por agresión\... -¿Agresión de un profesor a un alumno?- le interrumpo. -Es un decir -aclara- son agarrones del brazo a algún chico que se sobrepasa, o para obligarle a entrar en clase cuando se niega o para evitar alguna pelea. Más que penal, hoy día parece la vía fácil para algunos padres. -¿Y esto cómo afecta al profesorado? -Muy negativamente. Psicológicamente, ya no remontan. La inmensa mayoría de docentes que se ven implicados en un proceso judicial acaban con depresión, problemas psíquicos o de baja temporal, y, en algunos casos, definitiva. Aunque se les declare inocentes, que es lo que ocurre en la mayoría de los casos, el daño moral ya está hecho. -Y cuando acaban condenados, ¿cuáles son los motivos más habituales? \- Las que abundan son por culpa grave, sin dolo. Es decir, acciones de buena fe pero que provocan un daño. A ver, por ejemplo, cuando un profesor lleva a un alumno accidentado en su coche particular en lugar de avisar a la ambulancia, o por dejación de sus funciones, como cuando abandona el aula por algún motivo y ocurre algo grave, que un niño clave a otro un lapicero en el ojo,.. o cosas así. Mi cara de estupefacción arranca la primera sonrisa de la jueza. Parece que su relajación, no sé si por el sabroso menú o mi interés en el tema, anima su verborrea. -Esas cosas pasan. En cambio, a la inversa, no ocurre así. Quiero decir, que los profesores, en mi experiencia, por lo menos, tratan siempre de aplicar medidas pedagógicas y cuando son atacados solamente denuncian si hay agresión con consecuencia de lesión física, lo cual, a mi modo de ver, es un error: un docente debe usar todos los medios legales que tiene a su alcance y que el sistema le concede. Si hay en su aula un alumno conflictivo, peligroso y reincidente, debe ponerlo en conocimiento de la Fiscalía de Menores o de la asistente social. Así puede que evite un hecho mayor, o más grave. Además, un profesor no puede ejercer atemorizado. -¿Y qué es lo que debe hacer? -Lo primero es intentar actuar con buenas intenciones, como si el alumno fuera su hijo, incluso en los casos más difíciles. -¿Y si la denuncia ya está en marcha? -Deben solicitar ayuda legal al recibir la citación, cuanto antes mejor. Lo pueden pedir a la Administración. Si no hay uno disponible para cubrir este servicio, entonces se impone la búsqueda de uno particular, o de uno sindical. En estos casos es importante la eficacia y la rapidez. El juez tiene que ver que no se ha de llegar a la vía penal: hay que evitar, si es posible, que el profesor se enfrente a un juicio. -¿Y el colegio, qué puede hacer? -Lo más adecuado, a mi parecer, es que se elaboren de convivencia, códigos de reglamento interno programas que sean aceptados por toda la comunidad educativa: padres, alumnos, profesores,\...un acuerdo de mínimos. -Y por parte de los padres,\...¿qué se les debería exigir? -Aparte de las responsabilidades mínimas a nivel de educación, tienen que tener claro que no se puede recurrir a la vía penal sin justificación alguna. Si lo buscan es dinero, basta con la vía administrativa. Es la manera más lógica para obtener una indemnización y así no le provocan un daño innecesario al docente. -Y, ahondando en el caso que le he comentado\... -Sí, ya le he dicho que lo conozco. El psiquiatra propuesto por la acusación particular ha explicado que el acoso que sufrido por Joaquín le causó un daño psíquico que le pudo llevar al suicidio, pero que el propuesto por la defensa considera que eso es \"absolutamente imposible\". Está previsto que después la fiscal y los abogados den a conocer sus informes y s peticiones definitivas de penas, para encarar el juicio. El Ministerio Público imputará a los acusados un delito de malos tratos y una falta de lesiones, por los que solicitará para ellos distintas penas de libertad vigilada, tareas socioeducativas y prestaciones en beneficio de la comunidad. La acusación particular les responsabiliza, en cambio, de los delitos de inducción al suicidio, maltrato y lesiones, además de una falta por este último mismo motivo. Reclama condenas que suman cuatro años y seis meses de reclusión en un centro de régimen cerrado para cada uno de los menores ellos. Pero la otra abogada reclama la absolución de sus clientes al considerar que no participaron en las presuntas agresiones. ¡Qué le voy a contar!\... Cada uno defiende lo suyo. Lo que pasará al final es que los padres de los acosadores pagarán à una multa elevada y los más violentos irán a un Centro de Menores, y que el instituto saldrá indemne como responsable indirecto a través de los profesores del chaval y del equipo directivo: ten en cuenta que es un instituto público y, en definitiva, parte de la Administración. Mira su reloj. Deja la servilleta en la mesa. Bebe un trago y coge su cartera. -Lo siento, pero me voy a tener que ir. Me deja su tarjeta en la mesa, el café a medias, y a mí sin palabras y sin réplica. Me despido cordialmente, agradeciéndole de nuevo la ayuda. Ella se aleja. Apago la grabadora que está dentro de mi mochila y pido otro cortado para intentar asimilar tanta información. *(Cómo no echarte de menos)* *Ahora que no hay nadie, te desahogas. Poco a poco, como arena que cayera de un reloj sin tiempo. Sólo te sientes vivo así, la imagen de Ana y temblar es lo mismo. Resucitas sintiéndote. Empiezas a reconstruirte, y a tocarte: a vivir. Vives en la imaginación más que en ti mismo\...* *Existes sólo como materia palpitante, por eso la sangre de las venas recorre veloz todo el cuerpo hasta quedarse acurrucada, esperando en la cabeza de tu estirado miembro. De pronto te paras, es el momento escogido para que luego me hagas daño con los dientes, dulce sufrimiento para volver al beso, a la caricia, al jugueteo de tu lengua, culebra que restriega el veneno suficiente para que, poco a poco, puedas morir tranquilo. Y ya no puedes sufrir más porque eres arte y parte en ese sufrimiento maravillado\.... aquí es donde se acaban las palabras, sólo podrías transcribir gritos o el lenguaje del cuerpo. Sobran velas, luces, disfraces, teatros, te trazas, te cubres, te, me, te, sientes zás en cuclillas y algarabía, calor, zorta, somta, carbra,\... y dos cuerpos en uno sin ningún dios por medio, somos él tantas veces como nuestra sangre responda a ello.* *(Y de pronto te sientes mojado.* *Y sobrevives por eso.)* *(Poema en agenda; editado)* 3 La nota siguiente no es una apología del suicidio, es la simple y sobria descripción de un estado espiritual: de las no muchas maneras de liberarse del cuerpo, la caída es el método supremo\... VLADIMIR NABOKOV, Pálido Fuego. Hacia final de curso, abriendo el correo cotidiano en el departamento, al sustituto le llega un e-mail urgente de Delegación con una citación para una reunión. Lo comenta en voz alta, para que sus compañeras se enteren, especialmente la jefa. -Debe de ser una de las pocas veces que se leen una memoria- le dice intentando quitarle hierro al asunto. -Quizás les ha gustado mi anticipación --ironiza mientras se va. El sustituto sale hoy pronto del centro, (no tiene las dos últimas horas: una libre y la otra es para reuniones con padres y no ha quedado con ninguno) así que se presenta en la oficina principal de la consejería para Secundaria. El encargado, significativamente simpático con él, le agradece la investigación de la Memoria del Caso Oirebés y le indica que van a utilizarlo para elaborar un informe en el Gobierno sobre el acoso escolar en el País Vasco. -No obstante, qué duda cabe que es susceptible de algún que otro cambio en cuanto cotejemos la información con el director de tu centro. -Ya, entiendo. No se fían de mi palabra. -No, no es eso: has hecho un gran trabajo, sin duda. Es un simple protocolo de actuación que aplicamos en casos de acoso escolar. En unos instantes, se intercambian una mirada antagónica: interesada, falsa y cameladora la de su superior y honesta y sincera la del sustituto. -Sinceramente: hagan lo que les dé la gana. Empecé la memoria como una labor profesional y, si me he extendido, es porque la he acabado como un deber moral. Acto seguido, sale del despacho dejándole con la palabra en la boca. Se va sin apenas despedirse, quitándose un peso de encima y evitando cualquier tipo de debate inútil e infecundo. Sale al exterior del edificio respirando hondo. El día es precioso. Luce un sol radiante y parece que las cosas y las personas pesaran menos que lo habitual. No está acostumbrado a esa sensación de levedad. La recibe como levitando, andando por encima de la acera a dos palmos, exultante, como cuando E.T.A declaró el alto el fuego definitivo. XI M Fernanda Almunia Sáinz (Madre de Joaquín) El día que me cité con María Fernanda Almunia, la madre de Joaquín, era brumoso y ligeramente cálido. La luz de la incipiente mañana penetraba por todos los recodos de mi dormitorio y, sin razón aparente, lo agradecí. Me levanté antes de que sonara el despertador, la noche me había otorgado un sueño ligero, un descanso poco reparador. Sin embargo, mi cuerpo tenía una energía poco habitual a esas horas del día. Supongo que se debía a que mi cerebro había ido pre- parándose durante la noche para uno de los encuentros más importantes de mi inquebrantable búsqueda de la verdad en el caso de Joaquín. La ducha, mientras escuchaba a duras penas las prime- ras noticias de la radio, me sirvió para borrar de mí los últimos resquicios de somnolencia. Una vez salí del baño, apagué el transistor. Necesitaba silencio total. Tan sólo quería que me distrajera mi atención un humeante café y la voz del camarero para preguntarme qué iba a querer como desayuno. Nada más. Así que bajé a la cafetería de la esquina y tras pedir el completo comencé a imaginarme a Fernanda, a todas las Fernandas posibles, sus ojos, sus voces, sus maneras de estar y comportarse conmigo, para estar preparado ante cualquier contratiempo. Iría por la tercera o cuarta madre de Joaquín imaginada cuando, casi sin darme cuenta, tenía el café y las tostadas encima de la mesa. El recorrido en taxi hasta la casa se me hizo eterno. El tiempo, esa elástica sensación que de niños moldeamos hasta la eternidad y que nos somete como a esclavos de mayores, parecía pasar lentamente cómplice a través del cristal de la venta na. Los edificios, anchos como rostros de televisor antiguo, se aproximaban a saludarme en silencio, abriendo sus ventanas, invitándome a entrar en la mañana. \"Bonito día\" pensé en alto. \"Sí\" respondió el taxista, con desidia poco disimulada. Fue lo único que me dijo hasta cobrarme el trayecto. La imagen de María Fernanda se apareció al segundo timbrazo. Ella, como su casa, era bajita y más vieja de lo realmente parecía ser. \"Un poco de cuidado y maquillaje les vendría bien a ambas\" me dije mientras entraba en la casa con la discreción que merecía el momento y que la madre de Joaquín transmitía a raudales. Entre sombras, dejamos el umbral de la entrada y me invitó con un silencioso gesto a pasar a la sala de estar. Allí le vi en toda su pequeña inmensidad. Acurrucada en el sofá parecía querer decirme \"aquí estoy, pregunta lo que quieras, pero que sea breve la tortura\". Su largo cabello moreno y lacio se sujetaba con una horquilla en forma de moño, dando a su rostro un aire maduro y macilento, de persona sufriente y sin motivos de querer adornar su edad. Su mirada, desde lo profundo de unos ojos oscuros que me observaban desde una cueva negra abismal e insondable, ofrecía el indicio de una depresión irreversible. Sus pobladas cejas le servían de tejado con el que poder esconder el brillo de una lágrima en estado de permanente caída y, de paso, como estrategia recurrente para esconder la mirada de vez en cuando. -Recibí un día una llamada de él, -me dice tras presentarle con respeto los motivos de mi visita que por teléfono apenas pude explicar - desde el Instituto, diciéndome que le habían pegado, bueno, fue una paliza en realidad, lo que pasa es que él nunca decía nada, era muy discreto. Fue la primera vez que supe la gravedad de la situación y entonces entendí el porqué de su apatía y tristeza anteriores. No era la adolescencia da lo que le había cambiado, era el acoso en el colegio. Ella habla con un tono de voz apagado pero firme, con la seguridad que otorga el sentirse víctima de una situación injusta. Cierto es que hace pausas, que tiembla, que no mira ni escucha a la persona que tiene enfrente, que lo único que tiene es su discurso, la herencia del dolor y la angustia, que es lo que le da fuerza para avanzar y encadenar una palabra a otra hasta conformar una denuncia que ella ha lanzado ya - es palpable- a múltiples personas. Yo soy una más. -Llamé por teléfono, pero todo fueron evasivas, no recibí desde luego ningún mensaje tranquilizador. Así que me acerqué al día siguiente e intente hablar con el director. Imposible. Ahora no puede ser, vuelva por favor mañana, y as\... Entonces decidí esperar a que Joaquín saliera y me dijera quiénes eran sus matones habituales. Pero me temo que fue peor el remedio que la enfermedad. Joaquín salió y, al verme, se fue corriendo, ante las risas de varios de sus compañeros. Tengo sus caras grabadas ya para siempre. A uno de ellos le pedí el teléfono móvil, y casi a la fuerza, se lo cogí. Al día siguiente, sin dudarlo un instante, fui a la comisaría a denunciar que ese chaval tenía fotos de mi Joaquín\...ya sabes. Una lágrima interrumpió la sucesión de los hechos. Le ofrecí un clinex que aceptó e intento continuar la narración una vez cogió aire para proseguir. Estaba claro que ella había construido una versión de los hechos y que no iba a parar hasta que me la contara hasta el final. Era, posiblemente, la única razón por la que me había abierto la puerta y quizás la única razón que le mantenía en pie. -Lo increíble fue que entonces el Instituto nos puso una denuncia, bueno, me puso, porque mi marido aquí no hizo nada, casi mejor, así que tuve que hacerla frente yo: una denuncia por incursión violenta y robo de teléfono. En lugar de ir contra los chavales agresores, van contra los padres. Es el mundo al revés. El mundo al revés\... Negaba una y otra vez con la cabeza, como imposibilitando la capacidad de comprender. Bajaba el tono de la voz, y hablando para ella misma repetía murmurando una y otra vez \"al revés, al revés\"\... Fue un lapso de tiempo indeterminado el que estuvo así. Yo, intentando estar empático con ella, permanecí en silencio y concentrado, como en el comienzo de una sesión hipnótica. Noté su desamparo, su desazón y decepción ante la sociedad, su silenciada vergüenza y desasosiego frente a un mundo que, de pronto, desde la muerte de Joaquín, se había vuelto hostil y amenazante, indiferente ante su sufrimiento. -Parece que Joaquín - coge aliento de nuevo - llevaba sufriendo diferentes tipos de agresiones desde hacía más de un año, lo que pasa es que no eran continuadas ni diarias, un día era indiferencia, otro ninguneo, otro te saludo pero al día siguiente te doy una patada, sabes, creo que Joaquín llegó a construirse una pantalla de impasibilidad ante eso porque le conozco perfectamente y jamás mostró sentimiento alguno más que una tristeza, creciente, eso sí. Por supuesto, me entrevisté con su tutora, y me dijo que *en clase le tenía controlado, que no pasaba nada, ni a las entradas ni a las salidas, pero que quizás en los recreos se pelean o algo, cosas de chiquillos, escondiéndose, que ellos no eran policías y no podían perseguir a todos los alumnos a todas partes*,\... excusas, sabes, excusas, excusas y más excusas. Al ver que la tutora no servía de mucho hable, por fin, con el director y me dijo que iban a poner me- dios, que iban a controlar más los recreos, y que iban a llamar a los padres responsables de los chavales acosadores. Nada de nada. Negligencia. Incompetencia. Mentiras. Fue en este momento cuando comprendí que su irritación era la única terapia posible para su tristeza. Mientras pronunciaba las últimas palabras, el cuerpo se le movía como un pequeño columpio impulsado por el resorte de la indignación. La sangre se le subía al rostro y la respiración se le aceleraba. Con el pañuelito se limpiaba la nariz y cogía aire para continuar con su versión de la historia, intentando dominar la rabia que parecía se estaba adueñando progresiva y espontáneamente de su lánguida y frágil personalidad. -Un día me llama el colegio porque mi hijo se había dado un golpe en la cabeza y querían que lo llevara al hospital. Tenía un chichón con muy mala pinta, abultado y con sangre. Mientras íbamos en la ambulancia a Joaquín se le escapó que había sido el de siempre. \"¿Y quién es el de siempre?\" le pregunté yo inmediatamente, \"pues quién va a ser, uno de los que se meten conmigo, sólo que esta vez se ve,\... otras, no\". No me quiso decir más y, en ese momento, con tanto nervio y angustia, tampoco quise yo insistir. Le abracé y le intenté consolar mientras los auxiliares enfermeros le colocaban una gasa en la cabeza. Me sentí decepcionada, engañada, estafada. Es más, mi enfado es mayor con la escuela que contra el agresor. Cuando yo llevé a mi hijo a ese centro escolar, confiaba en nuestro sistema de educación pública. En las primeras entrevistas se lo hice saber a los tutores de Joaquín, años atrás, y ellos se alegraban de eso. Me hablaban maravillas de la enseñanza moderna, que los índices de fracaso escolar están declinando, según el informe Pisa. En cuanto empecé a notar los primeros síntomas raros de Joaquín y a pedir entrevistas, todo eran evasivas. Todo era telefónico. Me costaba Dios y ayuda citarme con la tutora. Ahora, la verdad, no creo ni en el sistema público ni en el privado. Cuando le comenté el caso a un director de un centro concertado, para pedirle el acceso de Joaquín en él, me dijo que tenían ciertas preferencias y que, si la ley no lo impedía, prefería aceptar a alumnos de otros colegios privados de los alrededores. Cuando quise buscar otro, ya era demasiado tarde\... Joaquín había saltado del muro para desaparecer, para no volver jamás, para que nadie le encontrara nunca. En este momento, decidí acercarme a ella y, sin pensármelo dos veces, la abracé. No sé hasta qué punto acerté o no, ella no me dijo nada, tan sólo noté sus lágrimas caer por su rostro a pesar de los esfuerzos ímprobos que hacía por no derrumbarse. Pero sabido es que recordar una pérdida es revivirla dentro y que el dolor de una madre que pierde un hijo es un pozo de pena sin fondo. En un acto de contención, entre tímida y agradecida, se separa de mí y se seca la cara. Se suena y mira hacia la ventana de su pequeña sala de estar, como queriendo buscar algún atisbo de esperanza, o alguna explicación, o quizás, quién sabe, algún recuerdo de su hijo. La escuela podría hacer más. No es que los profesores sean culpables, eso yo no lo sé. Pero si veo que falta compromiso por su parte. Tienen suficientes herramientas para prevenir la violencia y el acoso y en la mayoría de las ocasiones, por lo que luego he ido conociendo en otros casos, prefieren lavarse las manos. Sé que hay malos alumnos, estudiantes realmente detestables, pequeños monstruos si quieres, pero son los espejos de sus padres, sólo que sin el filtro de la racionalidad y la contención. Y eso es lo que tienen que enseñar los profesores, además de conocimientos de historia o de matemáticas. No creo que sea mucho pedir. A veces puede ser difícil, de acuerdo, pero así son los trabajos, nada es fácil. Y lo sé por Joaquín. Un día me dijo que ante la llamada de atención de una profesora a un alumno, éste le respondió \"tú calla, que mi padre te está pagando el sueldo\". Los agresores, hoy día, se sienten fuertes, sobre todo en los recreos. Y digo yo, ¿por qué no poner funcionarios educadores también en los tiempos libres? Podrían dedicarse, además, a ser los mediadores entre los padres de las víctimas y los padres de los agresores. Todo menos lo que hay ahora, que es que todos se ponen a la defensiva cuando alguien denuncia un problema, y es al revés: todos somos parte del problema y de la solución. No sé. Cualquier propuesta puede ser válida, todo menos aceptar que un chaval pueda llegar a pensar en el suicidio como solución a sus problemas. Esta manera de aceptar tan tajantemente el trágico destino de Joaquín por parte de Fernanda me dio pie a pensar que ya era hora de aceptar el final del encuentro. Intenté cambiar de tema, pero ella parecía no interesarse por ninguno. Si no iba a hablar más del asunto de Joaquín, todo indicaba que era mejor abandonar el lugar. Le agradecí enormemente la aportación que había hecho y me volví a citar con ella, por lo menos para mandarle un ejemplar de la publicación del informe o lo que quisiera publicar la editorial. La abracé y me despedí. El primer y único encuentro con ella fue mucho más de lo que imaginaba iba a necesitar. Sin saberlo aún, el sustituto va a dar su última clase del trimestre. Le ha costado un horror regatear a la jefa de estudios (y por tanto al director) para hacer una sesión al aire libre. Él mismo ha hecho que los estudiantes traigan firmado el permiso de salida por parte de los padres y madres de su grupo preferido de secundaria. Ha elegido un lugar muy especial, la muralla desde la que se arrojó Joaquín. Les dice que piensen un deseo de cara al futuro, un sueño que les gustaría que se cumpliese. Que lo escriban. Les dice que los deseos, si se desean con fuerza y constancia, se cumplen. Pero hay que esforzarse para que eso ocurra. Les anima a compartir el deseo, si quieren, si no, pueden permanecer callados. Varios, no muchos, hablan. Uno de ellos confiesa que su deseo es que no vuelva a ocurrir nada parecido a lo de Joaquín. Se abre un silencio. El sustituto no se imaginaba que, pasado todo este tiempo, el sincero recuerdo y la consternación aún estuvieran latentes entre el alumnado. Se le ocurre una idea para intentar con- jurar ese deseo: les dice que, para comunicárselo a él, a Joaquín, como está en la dimensión de la energía lo mejor es que quemen sus papeles donde habían escrito ese objetivo y que soplen desde lo alto de la muralla. Así lo hacen. El sustituto les pasa un mechero. Al instante, empiezan a caer las cenizas por el aire como olitas grises de un mar inerte y sin espuma.