Etapas de la novela de posguerra PDF

Summary

This document analyzes the different stages of the post-war novel in Spain, covering the period from 1939 to 1975. It explores the evolution of the novel, including realistic, existentialist, and social themes, and examines the influence of foreign literature and authors.

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Etapas de la novela de posguerra Al final de la Guerra Civil, la implantación de la censura y las duras condiciones de la posguerra llevaron a los novelistas a desarrollar una literatura esencialmente realista en la que trataron de hallar cauces expresivos para sus inquietudes existenciales y social...

Etapas de la novela de posguerra Al final de la Guerra Civil, la implantación de la censura y las duras condiciones de la posguerra llevaron a los novelistas a desarrollar una literatura esencialmente realista en la que trataron de hallar cauces expresivos para sus inquietudes existenciales y sociales. La novela de los primeros años de posguerra está marcada por una ruptura con las tendencias anteriores al conflicto, como el realismo social de Ramón J. Sender. En 1939 el panorama cultural es desolador; muchos autores se han exiliado y la literatura se encuentra determinada por la presión de la censura. Así, se desarrolla la novela heroica y la narrativa de corte humorístico o fantástico, que elude las circunstancias presentes (El bosque animado, de Wenceslao Fernández Flórez). No obstante, en torno a 1942 se inicia en la novela una nueva orientación; lo existencial se convierte en uno de los temas fundamentales de la narrativa: la desorientación, la hostilidad de la vida y la angustia marcan parte de la novela de estos años. Ciertas obras reflejan los aspectos más sórdidos y brutales de la realidad para efectuar una reflexión profunda sobre la condición humana. Dentro de la evolución de la narrativa posterior a la Guerra Civil se pueden distinguir tres grandes etapas, a las que hay que sumar la novela escrita en el exilio por autores como Max Aub o Ramón J. Sender, entre otros. Novela realista y existencialista 1939-1950 Novela social 1950-1962 Ciertos autores cultivan un realismo tradicional inspirados en las técnicas de la novela realista del siglo XIX. A este grupo pertenecen Juan Antonio Zunzunegui o Ignacio Agusti. Aparecen dos corrientes narrativas: el tremendismo (La familia de Pascual Duarte, Camilo José Cela) y el realismo existencial (Nada, Carmen Laforet). Surge la llamada Generación del medio siglo, un grupo de novelistas que abordan la realidad social con afán crítico. Destacan dos vertientes: Novela objetiva (objetivismo). Se intenta captar la realidad sin que el autor intervenga en los hechos narrados. Destacan Rafael Sánchez Ferlosio, Carmen Martín Gaite, Ana María Matute. Novela crítica (realismo crítico). Se manifiesta una oposición abierta y beligerante contra ciertos aspectos de la sociedad y el régimen franquista. Destacan Juan García Hortelano, Jesús López Pacheco, Juan Goytisolo, Alfonso Grosso. Novela experimental 1962-1975 Los autores abandonan el lenguaje realista y buscan nuevas formas narrativas. > La influencia de la novela europea y americana lleva a experimentar con todos los elementos de la sintaxis narrativa. Esta etapa comienza en 1962 con la publicación de Tiempo de silencio, de Luis Martín- Santos, y a ella se incorporan otros autores como Juan Marsé o Miguel Delibes. En los narradores del exilio destaca el tratamiento del tema de España desde una perspectiva abiertamente crítica, así como su mirada hacia la nueva realidad de los países que los acogen. La Guerra Civil, la dictadura y la falta de libertad son algunos de los grandes temas de esta narrativa, en cuyos autores se observa una evolución muy diversa y heterogénea, aunque la mayoría coinciden en un realismo con ambición social y de carácter humanizador, alejado de la novela de vanguardia: Ramón J. Sender (1901-1982) Autor fundamentalmente realista, sus novelas ofrecen una visión crítica y comprometida. Su obra comienza antes del estallido de la guerra con títulos de denuncia social como Siete domingos rojos (1932) o Mr. Witt en el cantón (1935). Ya fuera de España escribe títulos como: Crónica del alba (1942-1966); una serie de novelas de tono autobiográfico donde el autor se propone componer, a través de la vida del personaje, la memoria emocional de todo un país – Réquiem por un campesino español (1953) narra la vida y el fusilamiento de un joven idealista, Paco el del Molino, a través de los recuerdos de un párroco, Mosén Millán, quien tuvo parte de responsabilidad en su muerte. Esta novela, de gran dureza y calado crítico, es un título emblemático de la narrativa del exilio. Arturo Barea (1897-1957) En su obra destaca una trilogía de carácter autobiográfico redactada en Inglaterra entre 1940 y 1945, La forja de un rebelde, compuesta por tres títulos: La forja, en la que se narra la infancia y la adolescencia de un chico madrileño de familia humilde que intenta salir adelante. La ruta, su tema central es la experiencia militar del autor en Marruecos. Rosa Chacel (1898-1994) Entre sus primeros títulos destacan Memorias de Leticia Valle (1945) y Teresa (1941), una novela sobre la amante de Espronceda, encargada por Ortega y Gasset para su colección Vidas extraordinarias del siglo XIX. En su producción posterior, como La sinrazón (1960) o Barrio de Maravillas (1976), se mantuvo apegada a las técnicas de la vanguardia, especialmente en lo que respecta al tratamiento del tiempo y del ritmo narrativo. Paulino Masip (1899-1963) > Es autor de El diario de Hamlet García (1944), una obra en la que se lleva a cabo una reflexión sobre la Guerra Civily el papel de los intelectuales en la contienda. El autor combina la profundidad y dureza del tema con una mirada a menudo humorística. Francisco Ayala (1906-2009) Escritor de vanguardia, sus obras se caracterizan por su originalidad estructural y el empleo de un lenguaje ingenioso y metafórico. > Entre sus títulos destacan El boxeador y un ángel (1929), La cabeza del cordero (1949) y Los usurpadores (1949). La novela de los años 40 Durante la primera década de la posguerra se impone una novela de corte realista en la que se presentan con crudeza y pesimismo las circunstancias de sus personajes. En estos años comienzan su producción literaria algunos de los autores más importantes de la posguerra, como Camilo José Cela, Miguel Delibes, Gonzalo Torrente Ballester o Carmen Laforet. Todos ellos inician su trayectoria en esa atmósfera de desconcierto que, en los años 40, dará lugar a tres grandes corrientes narrativas: el realismo convencional, el tremendismo y el realismo existencial. 1.3.1 El realismo convencional o tradicional Durante los años cuarenta, autores como Gonzalo Torrente Ballester, Miguel Delibes, Carmen Laforet o Camilo José Cela contribuyeron decisivamente a la recuperación del género con diversas novelas. La primera de ellas fue La familia de Pascual Duarte, de Cela, obra publicada en 1942, que entronca con el naturalismo y con algunos aspectos de los esperpentos de Valle-Inclán. En 1943 Torrente Ballester publica /avier Mariño; unos años después sale a la luz Nada (1945), de Carmen Laforet. → Se trata de novelas que reproducen la estética y el estilo de la novela realista decimonónica, con el objeto de representar escenas y situaciones de la España de su tiempo, siempre desde una mirada angustiada. → No se aportan técnicas novedosas y los autores se interesan más por la observación detallada de la realidad que por hallar un lenguaje propio. → Entre los autores que forman parte de esta tendencia destacan José María Gi-ronella (Un hombre), Ignacio Agustí (Mariona Rebull), Juan Antonio Zunzune-gui (El barco de la muerte) o Elisabeth Mulder (Preludio a la muerte). 1.3.2 El tremendismo → Se suele considerar que la novela tremendista comienza con el título que será, además, su gran hito, La familia de Pascual Duarte (1942), de Camilo José Cela. → Esta tendencia se caracteriza por su análisis descarnado de la violencia y su lenguaje expresivo y desgarrado, en el que se adivinan influencias tan diversas como la novela picaresca, el expresionismo o el esperpento valleinclanesco. → Se exacerba lo sórdido y lo miserable de la existencia, de modo que los personajes están sometidos al entorno y, como sucedía en la novela naturalista, la fatalidad del ambiente y de su origen se impone sobre su voluntad. → La visión pesimista de la realidad permite vincular el tremendismo con el exis-tencialismo, aunque no se observa una dimensión propiamente filosófica o me-tafísica, como en el existencialismo francés de Jean-Paul Sartre o Albert Camus. La novela existencialista de los años 40 se centra en los problemas e incertidumbres del ser humano, analizados a través de la vida de un personaje que se erige como protagonista y que reproduce el desencanto y la angustia de la sociedad de la época. Los rasgos esenciales de estas novelas son: → Protagonista individual. La novela se centra en la vida de un personaje de quien se nos cuentan sus vivencias y la visión de la realidad que le rodea. → El destino incierto. El desconcierto de los protagonistas, que no hallan su lugar, es reflejo de la incertidumbre de la sociedad española de los años 40, donde se intenta asumir la tragedia de la Guerra Civil y afrontar las graves dificultades económicas y sociales. → Pesimismo y angustia. El tono narrativo está marcado por una visión negativa de la realidad. Los personajes son víctimas del desencanto, la desilusión y las presiones que los rodean. → Espacio único o reducido. El marco espacial adquiere un valor simbólico, de manera que la opresión que siente el personaje se manifiesta también a través del lugar en el que habita. El ambiente se describe a menudo desde una estética próxima al expresionismo, marcando sus aspectos más negativos y dotando a la narración de una atmósfera de pesadilla. Estilo realista. Predomina el realismo y se prescinde de artificios y ornamentos es-tilísticos. En cuanto a la estructura temporal, se prefiere la linealidad. → Títulos. Javier Mariño (1943), de Gonzalo Torrente Ballester; Nada (1945), de Carmen Laforet; La sombra del ciprés es alargada (1947), de Miguel Delibes; Hospital general (1948), de Manuel Pombo; Con la muerte al hombro (1954), de José Luis Castillo-Puche; Algo pasa en la calle (1954), de Elena Quiroga... Narrativa de la posguerra La novela Nada de Carmen Laforet supuso un hito en la narrativa de la posguerra. Galardonada con el Premio Nadal en su primera edición, cuenta la historia de Andrea, una joven que se traslada a Barcelona para comenzar la universidad. Allí se instala con su familia en una casa de la calle Aribau, donde la protagonista se convertirá en testigo de las atormentadas vidas de sus miembros. Influida por la atmósfera gótica de novelas como Cumbres borrascosas (Emily Brontë), Laforet expresa con precisión las inquietudes de su generación y elabora un lúcido retrato, por momentos expresionista, de la España de posguerra. Gonzalo Torrente Ballester (El Ferrol, La Coruña 1910-Salamanca 1999), fue catedrático de instituto y profesor en las universidades de Santiago de Compostela (1936-1942) y Albany (Estados Unidos). Torrente Ballester destacó, sobre todo, como novelista. Su primera novela -Javier Mariño (1943)- es una de las mejores de esa década. 4 La novela social Durante la década de los 50 surge una nueva narrativa que centra su atención en la sociedad de su tiempo con afán crítico y testimonial. El protagonista único de la novela existencialista es sustituido por el protagonista colectivo de la novela social, donde el objetivo es reflejar la realidad con la mayor veracidad posible. 1.4.1 Origen e influencias El nacimiento de la novela social de posguerra coincide con la aparición en el panorama literario de la llamada Generación del medio siglo, un grupo de autores que incorporan diversas novedades técnicas inspiradas en la literatura y el cine extranjeros. A pesar de que su existencia como «generación» es discutible, pues no constituyen un grupo claramente acotado ni homogéneo, sí es cierto que estos autores comparten rasgos e influencias. Entre estas últimas destacan: → El neorrealismo italiano. La novela social de los 50 intenta reproducir el verismo del cine neorrealista. Los autores se centran en escenas y situaciones cotidianas que expresan con el menor artificio literario posible. Para ello emplean técnicas como el conductismo o behaviorismo, consistente en convertir al narrador en un testigo aparentemente objetivo que se limita a transcribir hechos y diálogos sin intervenir en ellos. - La Generación perdida. La obra de este grupo de autores norteamericanos, al que pertenecen John Dos Passos, William Faulkner, Francis Scott Fitzge-rald, Ernest Hemingway o John Steinbeck, influye en la nueva generación de novelistas. Por un lado, les interesan los temas y la mirada crítica y por otro, adoptan algunas de sus innovaciones técnicas, tal y como hará Cela en La colmena. 1.4.2 Características → Protagonismo colectivo. La novela social no se centra en la peripecia de un solo personaje, sino que ambiciona reflejar la vida de un grupo o de una comu-nidad. Así sucede en La colmena, donde intervienen multitud de personajes que representan diferentes entornos del Madrid de la posguerra. → Fábula mínima. El argumento suele prescindir de giros sorprendentes o de una intriga clásica. En su lugar se prefiere la narración de hechos cotidianos. Preocupación por la verdad. Los novelistas desean representar la realidad del modo más veraz y fiel posible. Se otorga gran importancia a la descripción y al diálogo, con el afán de captar el lenguaje propio de los personajes. → Intención crítica. Los autores centran su mirada en los aspectos más controvertidos de la realidad y abordan temas como la injusticia, la pobreza o el desa-rraigo, a pesar de las limitaciones que les impone la censura. 1.4.3 Las tendencias de la novela social Lo peor de la posguerra empieza a remitir a comienzos de la década de los cincuenta. Los novelistas se muestran enseguida sensibles a estos cambios. El pesimismo existencialista se transmuta en visión crítica de la sociedad que los rodea. Dos son las grandes tendencias en que se subdivide el realismo social en España: el realismo objetivista y el realismo crítico. En la novela social se pueden distinguir dos grandes líneas: Objetivismo o neorrealismo Rasgos Títulos El autor se limita a narrar los hechos con afán testimonial, pero sin intervenir ni opinar, como si se tratara de una cámara cinematográfica. No se recurre a la introspección psicológica, sino que se relata desde lo observable y visible. Los personajes se construyen a través de sus acciones y, sobre todo, de sus palabras. Tienen gran importancia los diálogos y el uso del estilo directo. Los novelistas se esfuerzan por captar con rigor los diferentes registros del habla de su tiempo. La crítica a la realidad no se expresa de modo doctrinal ni explícito, sino que nace del trasfondo de cuanto se narra, incluso cuando los hechos parecen aparentemente triviales. Se incide en temas como el desencanto, la rutina, la vida provinciana o el aburrimiento de una sociedad encerrada en sí misma y carente de libertades. En este grupo destaca la aparición de un nutrido grupo de autoras que, siguiendo la estela de Carmen Laforet, se convertirán en destacadísimas voces de la literatura española contemporánea. La colmena (1951), Camilo José Cela. El fulgor y la sangre (1954) y Gran Sol (1957), Ignacio Aldecoa. Los bravos (1954), Jesús Fernández Santos. El Jarama (1956), Rafael Sánchez Ferlosio. Entre visillos (1958), Carmen Martín Gaite. Los hijos muertos (1958) y Primera memoria (1960), Ana María Matute. El novelista se implica en los hechos y ofrece una visión crítica y comprometida de la realidad con afán Rasgos de denuncia. La novela se concibe como un instrumento de concienciación. Se pretende alertar a los lectores sobre las desigualdades e injusticias, tomando partido siempre por los colectivos más desfavorecidos. La forma narrativa ocupa un lugar secundario frente a la urgencia del mensaje, que contó en muchas ocasiones con el veto y la persecución de la censura. El deseo de llegar al máximo número de lectores, especialmente a las capas más humildes, les lleva a emplear un estilo sencillo que sería acusado, por parte de la crítica, de descuidado. Títulos Duelo en el paraíso (1955), Juan Goytisolo. Central eléctrica (1958), Jesús López Pacheco. La piqueta (1959), Antonio Ferres. Nuevas amistades (1959), Juan García Hortelano. Dos días de setiembre (1962), José Manuel Caballero Bonald. 1.5 Temas de la novela social y ejemplos En cuanto a los temas, se produce un desplazamiento de lo individual a lo colec-tivo. Cuando hablamos de realismo social lo hacemos con un doble significado del término: en estas novelas hay una denuncia social, pero también cambia el personaje central, ahora será la sociedad en su sentido más amplio. Entre los temas fundamentales encontramos: → El mundo rural. La dura vida del campo, ejemplo: El fulgor y la sangre, de Ig- nacio Aldecoa. → La burguesía. Retratos de la burguesía, ejemplo: Entre visillos (1958), de Mar- tín Gaite. → La clase obrera. El mundo del trabajo, ejemplo: La mina (1960), de López Salinas o Sánchez Ferlosio con El Jarama. 1.6 Estructura de la novela social La técnica objetivista en la novela social utilizada por muchos escritores es el diá-logo, que se convierte en el motor de la acción y en uno de los principales medios para caracterizar a los personajes. Aparece una preocupación por los valores éticos y la intención testimonial de la lucha diaria, la denuncia de las injusticias como las condiciones de trabajo de los obreros o la miseria de las clases marginada. En las novelas de realismo social prima el personaje colectivo, el lenguaje claro y sencillo, con diálogos en estilo directo llenos de coloquialismos y el narrador utiliza la tercera persona omnisciente para reforzar la técnica objetivista en la narración de este subgénero narrativo. → Estructura interna y externa de la novela social. Estructura interna: Personajes. Protagonistas colectivos, pasivos. Espacio y tiempo. Lugares concretos, tiempo lineal. Narrador. Tercera persona, testigo que no interviene ni añade nada que no sea observable, influenciado por el conductismo (narrador objetivista). Estructura externa: capítulos sin títulos. 1.7 La novela social latinoamericana En Latinoamérica también ocurre la renovación de la novela y aparece un grupo generacional comprometido que se interesó por los problemas humanos y sociales del momento y contribuyeron con la transformación de la realidad latinoamericana, de ahí que la reivindicación social es el denominador común entre todos los autores. En España el grupo de intelectuales exiliados influyó también en la transforma-ción, ya que reflejaban las apreciaciones y valoraciones de la sucedido en España a través de sus obras. La novela social latinoamericana expresa un testimonio real de la angustia de los hombres y mujeres del continente en un mundo absurdo y de ambigua realidad La novela social tiene ya una trayectoria bastante larga que se fue fortaleciendo en América Latina; a medida que el discurso literario fue recorriendo más y más la realidad histórica, social y humana, fue evolucionando este género matizado de realismo y objetivismo social. Es imposible ubicar con precisión la época en la que el concepto novela social se incorporó definitivamente a la historia literaria de América, ni sus orígenes; lo que sí se puede afirmar es que el concepto ganó importancia a partir de un cierto período en el que el discurso literario manifestó, lo que se podría llamar «los problemas sociales de América Latina», con un afán de enfrentarse de alguna forma a ellos y proponer soluciones. La existencia de novelas o relatos que tratan el tema social es innegable, sobre todo a partir de principios del siglo, con la narrativa de la Revolución mexicana. Las estructuras sociales latinoamericanas, las vicisitudes y los problemas históricos y su complicada formación humana y cultural, influyeron en la aparición de un tipo de realismo que parte de las luchas y la idiosincrasia de los pueblos latinoamericanos. La novela social surge o resurge, bajo distintas corrientes ideológicas, pero siempre relacionadas con la complicada problemática social americana en una revolución de grandes proporciones en la historia de América, como lo fue la Revolución mexicana y las distintas revoluciones y fenómenos sociales y políticos. Lo anteriormente dicho trae como consecuencia literaria, una compleja y extensa producción que evoluciona del relato testimonial, que no puede escapar a la fuerza de los hechos de armas, a la novela y el cuento y que siguen produciéndose hasta nuestros días en los distintos escenarios como la pampa, la selva, las plantaciones tropicales, las barriadas y que aparecen como puntos clave para el desarrollo de las historias de contenido y denuncia social. En la literatura latinoamericana contemporánea, el estilo no ha perdido vigor; las nuevas generaciones de autores matizan el realismo y crean continuamente nuevas formas, que les sirven para representar las nuevas realidades sociales, económicas y políticas del continente. 1.8 Ejemplo de novelas sociales latinoamericanas La crítica o denuncia social latinoamericana ha reunido, bajo el título de «literatura social», textos tan disímiles como El luto humano, Hijo de hombre, El mundo es ancho y ajeno, Raza de bronce, El indio, Los de abajo, La vorágine, Redoble por Rancas e infinidad de obras que se distinguen por sus rasgos característicos, como son sus cualidades discursivas o estéticas. En estas obras, lo social acaba generalizándose y encubriendo otros aspectos importantes que necesariamente se tendrían que tomar en cuenta. → El luto humano (1943), de José Revueltas: un cura cristero, un asesino a sueldo, tres miserables matrimonios campesinos, una niña que muere y la tierra inhospita y la historia malhadada de México. En su segunda novela, Revueltas traza una situación límite donde las pasiones se entrecruzan hasta que las tierras yermas se inundan sepultando a los hijos traicionados de la Revolución y a los cristeros abandonados por dios y por la Iglesia. Cada uno de ellos va al encuentro de su destino con obstinación y Revueltas condensa en ellos, con feroz maestría, su visión de la desesperada violencia mexicana, que enluta aquí todos los lazos humanos. - Hijo de hombre (1960), de Augusto Roa Bastos: esta novela plasma el mundo trágico del hombre paraguayo durante el período de la dictadura de José Gaspar Rodríguez de Francia. Con un estilo periodístico, el autor muestra el cuadro sombrío de la pobreza provocada por el abuso de poder para ofrecernos una realidad matizada por la imaginación más cruda y delirante, que convierte al lector en testigo real de su anécdota. La exuberancia del medio y del hombre americano descrita por Roa Bastos, convierten a esta novela en lectura obligada para quienes aman la autenticidad y la dignidad humana.

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