Salió El Sembrador A Sembrar PDF
Document Details
Uploaded by Deleted User
Tags
Summary
El texto narra la historia de un sembrador que da instrucciones a sus peones para trabajar la tierra y siembra frijol. Se centra en la importancia del cumplimiento de las órdenes y el trabajo duro. El resumen relata cómo los peones trabajan arduamente para cumplir sus obligaciones, incluso cuando surgen dificultades y obstáculos. Finalmente, se enfatiza que, aunque las cosas no siempre resulten como se espera, es fundamental seguir las instrucciones para lograr resultados positivos y evitar frustraciones.
Full Transcript
Salió el sembrador a sembrar Hacer el encuadre al inicio de un curso escolar es como preparar la tierra antes de echar la semilla. Un día, Pedro, el caporal de la hacienda,...
Salió el sembrador a sembrar Hacer el encuadre al inicio de un curso escolar es como preparar la tierra antes de echar la semilla. Un día, Pedro, el caporal de la hacienda, se levantó más temprano que de costumbre y fue a despertar a los peones. -¡ Arriba todos! -gritó--, que hay mucho que hacer. Hoy empezamos a sembrar. En cuanto estuvieron listos, los juntó a todos en el patio y les explicó su tarea. , -Ya conocen las diez hectáreas de la labor. Aquí tenemos los costales de frijol que guarda mos de la cosecha pasada. Así que cada quien agarre un costal, y a sembrar se ha dicho. Juan, uno de los peones, el más joven por cierto, se animó a cuestionar al caporal. -Pero, jefe. Aún no preparamos la tierra. No podemos sembrar así, no se va a dar bien el grano. -¡Ah, cómo se ve que todavía no conoces al patrón! -le contestó Pedro-. Cuando él dice "a sembrar", pues a sembrar. Y aunque casi no viene a la hacienda, nos manda a cada ratito a sus inspectores, pa'ver si estamos cumpliendo sus órdenes. Para eso estoy aquí, pa'que se cum plan las órdenes del patrón. Y si él dijo "a sembrar", ¿pos qué esperan? Jálenle, a sembrar, que si no empezamos ahorita, no vamos a terminar de sembrar todo el grano, y luego los inspectores nos van a regañar. Juan quiso insistir, pero al notar la fusta en las manos del caporal, y al ver que los demás peones ponían manos a la obra, no tuvo más remedio que agarrar su costal de grano y seguirlos rumbo a la labor. La tierra estaba como había quedado después de la cosecha del año pasado: completamente apretada y llena de yerbas y abrojos. Como pudieron, los peones cumplieron las órdenes que les habían dado. Echaron la semilla, · Y la pisaron con fuerza, para que entrara por lo menos un poco en la tierra dura. Después de varias semanas de ardua labor, terminaron su programa, toda la semilla había quedado sembrada, a tiempo para que llegaran los inspectores y vieran con beneplácito que las órdenes del patrón habían sido cumplidas al pie de la letra. Pasaron los meses, Y llegó el tiempo de la cosecha. De nuevo, Pedro puso a sus hombres a trabajar. Cortaron, recolectaron, desgranaron y almacenaron. Cuando los inspectores le avisaron al patrón que sus diez hectáreas ya habían sido cosecha das, éste se presentó en la hacienda para pesar el grano recolectado y negociar la venta del mismo. Pedro, orgulloso por el trabajo realizado, le mostró al patrón las cinco toneladas de grano. -¡No es posible! -exclamó el patrón-. En la hacienda de mi compadre, del otro lado del río, cosecharon cinco toneladas por hectárea. En mis diez hectáreas, debíamos haber cosechado 50 toneladas. ¿Qué pasó? Pedro no supo qué decir. Tal vez habían sido los pájaros que se comieron parte del grano, o alguna plaga que no habían detectado, o las lluvias demasiado abundantes, pero tardías, que ca yeron fuera de tiempo. Tal vez el fertilizante que les había mandado el patrón no era el adecua do. A lo mejor el compadre del patrón tenía maquinaria moderna y ellos lo habían hecho todo a fuerza de brazos. O su tierra era mejor que la del patrón. ¿Cómo saberlo? -La verdad, patrón, no sé ni qué decir. Hicimos todo tal cual nos lo ordenó. Cumplimos sus instrucciones al pie de la letra. Si no, pregúntele a los inspectores. Ellos le podrán asegurar que fue así. Los inspectores, gente de la ciudad como el patrón, le aseguraron que así era; que, en efecto, Pedro había hecho todo lo que se le había ordenado. -¡ Ya ve, patrón! Si las cosas no salieron como usté esperaba, pos no fue culpa nuestra. Bús quele por otro lado, y cuando sepa qué paso, pos n o ' rn á s díganos qué hacer y lo haremos. Ya sabe que para eso estamos, para cumplir sus órdenes. El patrón se retiró, muy apesadumbrado, pero sin saber qué hacer. -¡Ni modo! Este año nos fue mal, pero espero que el próximo nos vaya mejor. Moraleja: Lo mismo dicen muchos profesores y muchos directores de escuela, al ver los re sultados de los alumnos al final del curso escolar. No atinan a adivinar cuáles son las causas de la baja cosecha, y le echan la culpa a una serie de circunstancias ajenas al proceso de enseñan za-aprendizaje.