La Sociedad del Renacimiento (PDF)
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Universidad del Pacífico
1998
LLONTOP
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Este documento analiza el periodo del Renacimiento, un movimiento de ideas, una nueva realidad del espíritu expresados en el ámbito artístico, literario y cultural en Europa durante el 1998. El texto también evalúa la sistematización conceptual de los propósitos y actos humanos, convirtiéndolos en un verdadero programa de vida.
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LC HISTORIA LLONTOP 1998.c CL CUANDO Renacimiento nos referimos no sólo a una 1 HABLAMOS DE determinada fase de la historia de Europa, sino más bien a un movimiento de ideas, una nue...
LC HISTORIA LLONTOP 1998.c CL CUANDO Renacimiento nos referimos no sólo a una 1 HABLAMOS DE determinada fase de la historia de Europa, sino más bien a un movimiento de ideas, una nueva realidad del espíritu expresados en el ámbito artístico, literario y cultural. Más aún: lo que verdaderamente define al Renacimiento, por encima de actividades personales, vida burguesa, lujo nobiliario o ambición de poder, es la forma de sistematizar conceptualmente los propósitos y actos humanos, convirtiéndolos en un verdadero programa de vida. Pero este programa, esta nueva forma de concebir la vida, típicos del Renacimiento, son la culminación de un largo y fatigoso proceso, en cuyo desarrollo se mezclan a menudo lo antiguo con lo nuevo. Según Chabod: “Fue la conquista gradual de un mundo espiritual propio de quien ya antes había dado nuevas bases a su actividad práctica y a su vida cotidiana”8. 8 CHABOD, F. Escritos sobre el Renacimiento, p. 63. 1 Este proceso histórico dura más de tres siglos. Puede decirse que se inicia en el siglo XII con las comunas. En gran parte de Italia se vive una cierta autonomía de acción, se crea un organismo municipal que organiza la vida política-económica, se apodera luego del comercio internacional, consigue sustraerse a la tradicional influencia de las dos grandes fuerzas universales: el imperio y el papado. Sólo después de estas conquistas prácticas viene, poco a poco, la sustitución de las antiguas concepciones espirituales y morales por nuevos conceptos: la práctica precede a la teoría. Desde finales del XIII vamos encontrando personajes que marcan hitos en el mencionado proceso que conduce al programa de vida renacentista. Así, por ejemplo, la poesía del dolce stil nuovo, que usa la lengua vulgar, el idioma recién nacido, para exaltar los valores humanos, la nobleza que nace de los sentimientos humanos. Es Guido Cavalcanti, el gran amigo de Dante, el mayor representante de este estilo poético en sus versos que analizan sentimientos y pasiones del hombre. 2 En el mismo Dante aparecen algunos indicios del pensamiento nuevo que se desarrollará en tiempos sucesivos. Así, cuando el poeta escribe en su Purgatorio: I'son un, che quando Amor mi spira, noto, e a quel modo ch'e'ditta dentro vo significando pone de manifiesto la conciencia de la dignidad del arte y el reconocimiento del valor autónomo, sin premisas ni fines de otro tipo, de la inspiración. En el verso señalado afirma que el poeta es alguien que, cuando el amor lo inspira, sólo escribe lo que el corazón le va dictando. También en su pensamiento político se encuentra el germen de un sentido nacional que asoma entre los ideales universales típicos del medioevo. Pero estas señales son aún débiles puntos de partida que no superan el carácter medieval del pensamiento y la obra de Dante. El siglo XIV está todavía lleno de contradicciones entre la conciencia humana, que impulsa al abandono pleno y sin remordimientos de la alegría de vivir, de poner lo humano al centro de todo; y la conciencia 3 religiosa, que habla al hombre del sentimiento del pecado, de la miserable vida humana y de la necesidad de aspirar a una vida eterna pura. Esta contradicción, este disenso, este debatirse entre dos mundos, se expresan muy bien en el pensamiento y en la obra de Francesco Petrarca. Él está aún lleno de dudas, “en la cresta” de la crisis de las ideologías antiguas. En él está presente la lucha continua por dominar la carne y la importancia creciente del hombre y sus pasiones. Su oscilación entre amor y muerte, gloria pagana y humildad cristiana, sentimiento del pecado y necesidad de vivir humanamente. Su tormento interior está presente en su diálogo Secretum, de influencia agustiniana, que invita a reflexionar sobre la propia miseria y a meditar sobre la muerte: en este aspecto Petrarca es aun profundamente medieval. Es éste un primer Petrarca. Pero he aquí que salta a la superficie el segundo Petrarca, el Petrarca que no sólo busca y colecciona códices para poder estudiar a sus dilectísimos clásicos, y compone su prosa, siguiendo los grandes dictados clásicos sino, sobre todo, el Petrarca que afirma el calor de la personalidad humana como centro del universo y que, con ello se adelanta al pleno Renacimiento. He aquí, sobre todo en la poesía 4 petrarquesca, al hombre puesto en el centro del universo, helo aquí convertido, él y sus íntimos afanes, alegrías y dolores, amores y preocupaciones en el único objeto digno de atención... Hay, en germen, la exaltación de la dignidad y excelencia del hombre que constituirá después el punto central del pensamiento del siglo XV de Gianozzo Manetti a Pico della Mirándola9. Puede decirse que con Petrarca se inaugura la aspiración a la creación de hombres que por un proceso de continua auto elevación y de enriquecimiento interior lleguen a ser personalidades morales y espirituales y no simples seres físicos, vegetativos. Esta característica del Renacimiento italiano y europeo se manifestará plenamente en el siglo XVI con Erasmo de Rotterdam. En el siglo XIV el cronista Giovanni Villani muestra ya un interés nuevo por la antigüedad clásica cuando, en el jubileo de 1300, se encuentra en Roma y siente su ánimo encendido viendo la Ciudad Eterna. Impulsado por esta impresión escribe su historia de Florencia, “hija y hechura de Roma”, tal como lo manifiesta: 9 CHABOD, F. Op. cit., p. 56. 5... y encontrándome yo en aquella bendita peregrinación a la santa ciudad de Roma, viendo las grandes y antiguas cosas de ella, y leyendo las historias de los grandes hechos de los romanos escritas por Virgilio y por Salustio, por Lucano y Tito Livio... y otros maestros de historias... tomé de ellos el estilo y la forma, aunque como discípulo no fuera digno de hacer tanta obra10. Hay una gran diferencia entre ésta y la visión de Hildebrando de Mans, que, a inicios del siglo XII, elogiaba la Roma antigua pero sólo como un lejano recuerdo, de una época que transcurrió y no regresará. Villani es, pues, en cierto aspecto “moderno”, es un típico representante de la burguesía florentina. En su crónica se interesa por aspectos militares y políticos pero también por la economía; así, por ejemplo, presenta con gran atención la creación, en 1252, del florín de oro, la “buena moneda de oro fino de veinticuatro quilates”. Este interés por el tema económico era prácticamente desconocido por la historiografía medieval. Sin embargo, este mismo hombre “moderno”, que celebra la nueva moneda y se complace de la opulencia florentina, está aún dominado 10 CHABOD, F. Op. cit., pp. 53-54. 6 por las doctrinas medievales sobre la riqueza, el dinero, las prohibiciones eclesiásticas sobre el préstamo con interés y hasta llega a condenar moralmente el crecimiento económico y el deseo de enriquecerse de los florentinos, dice al respecto: “No había ciudadano plebeyo o grande, que no se hubiera edificado o se edificara, en la comarca grande y rica, propiedad con bellos edificios, y mucho mejor que en la ciudad: en eso pecaban todos y cada uno”. Siempre en el Trecento, una muestra más del contraste entre lo medieval y lo nuevo la tenemos en Cola de Rienzo. En él está presente el sentimiento de la antigüedad clásica, es ya renacentista en su deseo de unir el legere con el exercere, el pensamiento con la acción, en el concepto de imitación (imitatio) de los modelos clásicos. Pero, en contraste, sigue aún atado a las ideas medievales, como por ejemplo al imperio. Quiere renovarlo, reformarlo y restituir su soberanía al pueblo romano pero mantiene siempre el ideal universalista defendido por Dante en la monarquía única para todos. Cola pretende renovarla de acuerdo al 7 modelo romano pero mantiene la relación con la fe en otra ciencia universal: la religión. Une los conceptos imperio y ecclesia en una manifestación más de la constante oscilación entre lo antiguo y lo nuevo. Será en el siglo XV (Quattrocento) cuando se afirme la nueva visión del mundo y de la vida. A ello contribuirán la afirmación del sentimiento de la naturaleza y la necesidad científica que se presenta en las generaciones pos-petrarquescas. Este nuevo camino será señalado especialmente por los artistas y críticos de arte. Ellos derivan de la regla básica de imitar la naturaleza los principios del conocimiento científico-matemático de la realidad circundante. Sólo puede ser artífice verdadero –decía Alberti– “quien haya aprendido a conocer los límites de la superficie y cada una de sus verdades”. Aquí es precisamente donde está la novedad esencial del Renacimiento: su llamado “realismo” conduce –así como en el arte y las letras, también en la ciencia, en la teoría política y en la historiografía– a la afirmación del valor autónomo, independiente de premisas y fines metafísicos, tanto 8 de la obra de arte como de la política, de la ciencia y de la historia, con una línea continua de desarrollo que de Alberti prosigue con Maquiavelo, con Ariosto y con Galileo, quiere decirse que conduce a la pulverización de la concepción del mundo típica de la Edad Media, según la cual ninguna actividad humana puede considerarse en sí y ajena al nexo con el conjunto, a la alegoría con el conocidísimo precepto del arte por el arte: son dos mundos esencialmente distintos11. FICHA BIBLIOGRÁFICA LLONTOP, S. (1998). Sociedad y cambio en Occidente, siglos XI-XX. Varios autores. «La sociedad del Renacimiento. Nueva visión del mundo y de la vida», pp. 149-185. Lima: Universidad de Lima, Serie Textos Universitarios (2003, 4ta. edición), 342 págs. 11 CHABOD, F. Op. cit., p. 38. 9