LeDoux - El cerebro emocional - Cap 2, 3 y 5 PDF
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1999
Joseph LeDoux
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El libro explora la naturaleza de las emociones y su relación con el cerebro. Se discute la complejidad de las emociones y la dificultad de su definición. El texto presenta diferentes perspectivas científicas sobre las emociones, incluyendo la relación entre cognición y emociones.
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El cerebro emocional Traducción de Marisa Abdala Revisión científica de Ignacio Morgado Bernai, catedrático de Psicología de la Universidad Autónoma de Barcelona Ariel PLANETA Este libro no podrá ser reproducido, ni total...
El cerebro emocional Traducción de Marisa Abdala Revisión científica de Ignacio Morgado Bernai, catedrático de Psicología de la Universidad Autónoma de Barcelona Ariel PLANETA Este libro no podrá ser reproducido, ni total ni parcialmente, sin el permiso previo escrito del editor. Todos los derechos reservados. Título original: The emotional brain © 1996, Joseph LeDoux © 1999, por la traducción, Marisa Abdala © 1999, Editorial Planeta S. A., Barcelona Primera edición: febrero de 1999 ISBN 84-08-02906-1 ISBN 0-684-80382-8 editor Simón & Schuster, Nueva York, edición original Composición: Víctor Igual, S. L. Primera reimpresión argentina: agosto de 1999 Diseño de cubierta: María Inés Linares © 1999 Editorial Planeta Argentina, S.A.I.C Independencia 16 6 8 ,110 0 Buenos Aires Grupo Editorial Planeta ISBN 950-49-0271-5 Hecho el depósito que prevé la ley 11.723 Impreso en la Argentina 2. Alm as gélidas Piensa, piensa, piensa. Winriie the Pooh1 Ahab nunca piensa; sólo siente, siente, siente. Hermán M elville, Moby-Dick2 El cerebro humano contiene cerca de diez mil millones de neuronas que están conectadas entre sí de formas muy complejas. Aunque las chispas eléctricas y los cambios químicos que ocurren entre estas cé lulas consiguen realizar algunas funciones sorprendentes y complica das, la proeza más sorprendente y complicada es la creación de las emociones. Cuando dirigimos una mirada introspectiva a nuestras emocio nes, las encontramos obvias y misteriosas a la vez. Son los estados de nuestro cerebro que mejor conocemos y que recordamos con mayor claridad. Sin embargo, a veces no sabemos de dónde proceden. Pue den cambiar lentamente o repentinamente, y las causas pueden ser evidentes o confusas. No siempre entendemos por qué nos levanta mos con el pie izquierdo. Podemos ser agradables o desagradables por otros motivos que los que creemos que están guiando nuestras acciones. Podemos reaccionar ante el peligro antes de «saber» que estamos en una situación perjudicial. Puede atraernos la belleza de un cuadro sin entender conscientemente qué nos gusta de él. Aun que las emociones se encuentran en el seno de quienes somos, tam bién parecen tener su propio orden del día, que normalmente se cumple sin tener en cuenta nuestra participación voluntaria. Resulta difícil imaginar la vida sin las emociones. Vivimos para ellas; disponemos las circunstancias para que nos proporcionen mo mentos de placer y diversión, y evitamos situaciones que lleven a la decepción, el descontento o el dolor. El crítico de rock Lester Bangs dijo en una ocasión: «Lo único que vale la pena preguntarse hoy es si la humanidad va a sentir emociones mañana, y qué calidad de vida habrá si la respuesta es no.»3 25 Los científicos han disertado mucho sobre la naturaleza de las emociones.4 Para algunos, son reacciones físicas que evolucionaron como parte de la lucha por la supervivencia. Para otros, son estados de la mente que surgen cuando el cerebro «detecta» reacciones físi cas. Otra opinión es que las reacciones físicas son secundarias a las emociones y que lo importante ocurre solamente en el interior del cerebro. También se han considerado maneras de actuar o de hablar. Algunas teorías afirman que los impulsos inconscientes están en el núcleo de las emociones, mientras que otras resaltan la importancia de las decisiones conscientes. Una teoría muy popular actualmente es que las emociones son pensamientos sobre la situación en que se encuentra una persona. Otra teoría es que las emociones tienen una interpretación social: ocurren entre individuos, más que en cada in dividuo.. Sería magnífico comprender científicamente las emociones. Nos aportaría una perspectiva sobre el funcionamiento de los aspectos más personales y ocultos de la mente y, al mismo tiempo, nos ayuda ría a entender qué podría andar mal cuando este aspecto mental fa lla. Sin embargo, como indican los comentarios anteriores, los cien tíficos no han podido ponerse de acuerdo al definir las emociones, pese a que muchos de ellos han dedicado su trayectoria profesional a la tarea de explicarlas. Por desgracia, puede que una de las cosas más significativas que se han dicho de ellas es que todos saben qué son hasta que se les pide que las definan.3 Ante este hecho, podría parecer que tropezamos con un primer obstáculo al intentar comprender el cerebro emocional. Si no pode mos describir las emociones, ¿cómo esperamos averiguar el modo en que las produce el cerebro? Pero el objetivo de este libro no es el de hacer coincidir un área de conocimiento (la psicología de las emocio nes) sobre otra (la función cerebral), sino ver cómo los estudios so bre la función cerebral nos ayudan a entender las emociones, obser vada como un proceso psicológico desde nuevas perspectivas. Creo qué podemos adoptar un punto de vista único y ventajoso sobre este confuso aspecto del área de la mente observándola desde el interior del sistema nervioso. Aun así, no quiero dejar a un lado la psicología que trata las emo ciones. Los psicólogos han desarrollado numerosos puntos de vista. 26 La dificultad estriba en decidir cuáles son las teorías correctas y cuá les, aunquebrillantes, erróneas. Los estudios sobre el cerebro emo cional pueden proporcionarnos nuevas perspectivas y también pue den ayudarnos a escoger entre las distintas interpretaciones que nos ofrece la psicología. En el capítulo 3 se tratan algunos aspectos de la psicología de las emociones. No obstante, antes de adentrarnos en la psicología de las emo ciones es importante poder ubicarlas en el panorama más amplio de la mente. Es necesario profundizar en la naturaleza de la cognición, compañera de las emociones en la mente. El estudio de la cognición o, simplemente, del pensar ha avanzado increíblemente, en los últi mos años. Estos avances aportan un marco conceptual y una meto dología útil como planteamiento para todos los aspectos de la men te, incluyendo las emociones. Por tanto, el tema que se tratará en este capítulo es la naturaleza de la cognición y su relación con las emociones. L a r a z ó n y l a p a s ió n Desde los antiguos griegos, el hombre se ha visto obligado a separar la razón de la pasión, el pensamiento de los sentimientos, la cogni ción de las emociones. De hecho, estos aspectos opuestos del alma, como a los griegos les gustaba llamar a la mente, siempre han pareci do librar una batalla interior por el control de la psique humana. Pla tón, por ejemplo, decía que las pasiones, los deseos y los temores nos impiden pensar.6 Para él, las emociones eran caballos descarriados cuyas riendas tenía que controlar el intelecto, personificado en auri ga. Desde hace mucho tiempo, la teología cristiana ha considerado que las emociones equivalían a los pecados, tentaciones que la razón y la voluntad debían dominar para que el alma inmortal entrara en el reino de Dios. Asimismo, el sistema jurídico regula la pena de delito dependiendo de su naturaleza «pasional» o «premeditada». Dada esta tendencia histórica a separar la pasión y la razón, no debería sorprendernos demasiado que actualmente exista un área que estudia la racionalidad, denominada cognición, sin tener en cuenta las emociones. Esta corriente, conocida como cognitivismo, 27 intenta comprender cómo llegamos a conocer el mundo que nos ro dea y cómo usamos estos conocimientos para vivir en él. Estudia el modo en que reconocemos un patrón de estimulación visual deter minado que la retina recoge en forma de objeto concreto, por ejem plo una manzana, cómo determinamos su color o juzgamos su tama ño; cómo controlamos el brazo y la mano cuando cogemos una manzana que cae de un árbol; cómo recordamos dónde o con quién comimos una manzana por última vez; cómo reconstruimos la ima gen de una manzana sin que esté presente; cómo contamos o enten demos un cuento sobre una manzana que cae de un árbol; o cómo concebimos una teoría que explica por qué una manzana que cae de un árbol se dirige hacia la tierra y no hacia el cielo. El cognitivismo surgió en la mitad del siglo XX y a menudo se lo describe como «la nueva ciencia de la mente».7 Sin embargo, el cog nitivismo es en realidad una doctrina que estudia únicamente un as pecto de la mente, el relacionado con el pensar, el razonar y el inte lecto, y deja a un lado las emociones. Y en realidad no puede haber mentes sin emociones. Serían almas gélidas, criaturas frías e inertes desprovistas de deseos, temores, penas o placeres. ¿Por qué estaría alguien interesado en concebir la mente sin las emociones? ¿Cómo es posible que un área centrada en la mente sin emociones tenga tanto éxito? ¿Cómo podemos reconciliar las emo ciones y la cognición? Para responder a estas preguntas precisamos saber de dónde proviene el cognitivismo y en qué consiste. M á q u in a s p e n sa n t e s Durante gran parte de la primera mitad del siglo XX, la psicología es tuvo dominada por los conductistas, quienes consideraban que los estados interiores y subjetivos de la mente tales como la percepción, los recuerdos y las emociones no eran un tema de estudio apropiado para la psicología.8 Desde su punto de vista, la psicología no debía consistir en el estudio de la consciencia, tendencia seguida desde que Descartes acuñó la frase «Cogito, ergo sum »? sino que debía ser el es tudio de hechos observables, es decir, de conductas objetivamente mensurables. No podía analizarse científicamente la consciencia, 28 pues era subjetiva e inobservable, salvo por introspección. Los esta dos de la mente llegaron a ser conocidos peyorativamente como «fantasmas de la máquina»,10y los conductistas ridiculizaban a aque llos que se atrevían a hablar de la mente y de la consciencia. F ig u r a 2.1. Tres corrientes en el estudio de la mente y la conducta. La psicología introspectiva abarca principalmente los contenidos de la expe riencia consciente inmediata. El conductismo rechazaba la consciencia co mo tema de estudio legítimo de la psicología y consideraba que los procesos entre los estímulos y las respuestas ocurren en e l interior de una «caja ne gra». El cognitivismo intenta comprender los procesos que tienen lugar en el interior de esta caja negra, unos procesos que suelen ocurrir inconscien temente. Al centrarse en los procesos más que en el contenido consciente, el cognitivismo no fom entó precisamente la idea d e la mente que los con ductistas rechazaban. Sin embargo, los científicos d e la corriente cognitiva intentan comprender cada vez más los mecanismos de lá consciencia, así co mo los procesos del inconsciente que a veces dan lugar o no al contenido consciente. (El esquema inferior está basado en la ilustración 1 de U. Neis- ser, Cognidon and Reality , San Francisco, W. H. Freeman.) 29 Sin embargo, a mediados del siglo XX, el reducto conductista en psicología comenzó a debilitarse.11 Se idearon los ordenadores, y los ingenieros, matemáticos, filósofos y psicólogos rápidamente hallaron similitudes entre la forma en que los ordenadores procesan la infor mación y la forma en que funciona la mente. Las operaciones infor máticas se convirtieron en una metáfora de las funciones mentales y nació el campo de inteligencia artificial (IA), que intenta reconstruir la mente humana mediante simulaciones informatizadas. De la no che a la mañana, a cualquiera que aceptara la idea de que la mente era equivalente a una herramienta para procesar información se lo llamaba científico cognitivísta. El cognitivismo provocó una revolu ción en la psicología que destronó a los conducüstas y volvió a recu perar el tema de la mente. Pero el efecto del cognitivismo traspasó las fronteras de la psicología. Actualmente, hay científicos cognitivis tas en lingüística, filosofía, informática, física, matemáticas, antropo logía, sociología, neurología, así como en psicología. Uno de los avances conceptuales más importantes en el afianza miento del cognitivismo fue la corriente filosófica llamada funciona lismo, que sostiene que en las diferentes máquinas que realizan fun ciones inteligentes subyace el mismo proceso.12 Por ejemplo, tanto un ordenador como una persona pueden calcular la suma 2+5 y ob tener el resultado, 7. El hecho de que ambos hallen el mismo resulta do no puede explicarse por el uso de un -soporte físico parecido, ya que el cerebro está compuesto de materia biológica y los ordenado res, de piezas electrónicas. El mismo resultado se deberá a un mismo proceso que tiene lugar funcionalmente. A pesar del hecho de que el soporte físico de las máquinas es enormemente diferente, el soporte lógico o programa que cada uno ejecuta puede ser el mismo. De es te modo, el funcionalismo sostiene que la mente es al cerebro lo que un programa informático es a su soporte físico. Gracias al lema del funcionalismo, los cognitivistas han podido dedicarse a la organización funcional de la mente sin hacer referen cia al soporte físico que genera los estados funcionales. Según la doc trina funcionalista, el cognitivismo es por sí mismo una disciplina, y no precisa saber nada sobre el cerebro. Esta noción supuso un estí mulo para esta área de conocimiento, ya que le aportó un fuerte sen tido de autonomía. Ya realicen experimentos humanos o simulacio- 30 F igura 2.2. Funcionalismo. Es una corriente filosófica que sostiene que las funciones de la m ente (pen samiento, razón, organización, sentimientos) son estados funcionales más que físicos. Cuando una persona y un ordenador suman 2 + 5 = 7, e l misk mo resultado no puede deberse a un com ponente físico similar, sino a una equivalencia funcional d el proceso. Como consecuencia, es posible estu diar los procesos m entales mediante simulaciones informatizadas. En prin cipio, puede que la m ente incluso exista sin la presencia d el cuerpo. (Ex traído de J. A. Fodor, «The Mind-Body Froblem», The Scientific American [enero de 1981], vol. 244, pág. 118.) nes informatizadas de la mente humana, actualmente muchos cientí ficos cognitivistas son funcionalistas. Sería lógico suponer que la revolución cognitivista tuvo como consecuencia el regreso a la consciencia como tema vital de la psico- 31 logia. Pero no fue así. El movimiento cognitivista trajo consigo el re greso de la mente a la psicología, pero no exactamente la mente consciente que Descartes había unlversalizado. Según Descartes, si algo no era consciencia, tampoco era mental. Tras él, la mente y la consciencia se convirtieron en sinónimos.13 Como veremos en segui da, los científicos cognitivistas, en cambio, suelen considerar la men te en función de procesos inconscientes más que de contenidos cons cientes. Y, al dejar a un lado la consciencia, el cognitivismo deja a un lado los estados conscientes que denominamos emociones. Más ade lante veremos por qué. Por ahora, investigaremos la naturaleza in consciente de los procesos cognitivos. E l in c o n sc ie n t e c o g n it iv o Basándose en la idea de la mente como procesador de información, el cognitivismo ha dejado de tratar en gran medida la naturaleza de la consciencia y de sus contenidos subjetivos, y se ha centrado en la comprensión de la organización funcional y de los procesos que sub- yacen a los sucesos mentales y los originan. Para percibir consciente mente una manzana en el espacio, ésta tiene que estar representada en el cerebro y la representación debe estar disponible en la parte consciente de la mente. Pero la representación mental de la manzana que percibimos conscientemente está creada por un proceso mental inconsciente. Como Karl Lashley indicó hace mucho tiempo, el con tenido consciente procede del procesamiento, y nunca somos cons cientes de este procesamiento sino sólo de su resultado.14 Estos procesos mentales son indispensables para el cognitivismo. Los cien tíficos cognitivistas a veces hablan de la consciencia como el resulta do final del procesamiento, pero suelen estar más interesados por los procesos subyacentes que por los contenidos de la consciencia que ocurren durante el procesamiento y como consecuencia de éste. El cognitivismo hace especial hincapié en la distinción entre los proce sos inconscientes y el contenido consciente.15 Y, para los defensores de las categóricas interpretaciones del funcionalismo, estos procesos pueden estudiarse por igual con cualquier instrumento que pueda resolver la dificultad funcional en cuestión, con independencia de si 32 está compuesto de neuronas, de piezas eléctricas o mecánicas o de madera y piedra.16 El psicólogo John Kihlstrom acuñó la denominación de «incons ciente cognitivo» para describir los procesos ocultos que han consti tuido el principal interés del cognitivismo.17 Estos abarcan numero sos niveles de complejidad de la mente: desde el análisis corriente que nuestros sistemas sensoriales realizan de las características físicas de los estímulos, pasando por el recuerdo de los sucesos del pasado, la expresión gramatical o la imaginación de objetos no presentes, hasta la toma de decisiones y otros procesos más elaborados. Al igual que Freud, los científicos cognitivistas rechazan la idea heredada de Descartes de que la mente y la consciencia son lo mis mo. No obstante, el inconsciente cognitivo no es el mismo que el in consciente freudiano o dinámico.18 El concepto de «inconsciente cognitivo» sólo implica que mucho de lo que la mente hace continúa existiendo fuera de la consciencia, mientras que el inconsciente diná mico es un lugar más oscuro y malévolo en el que los recuerdos reple tos de emociones se almacenan para hacer el trabajo sucio de la men te. Hasta cierto límite, el inconsciente dinámico puede concebirse según los procesos cognitivos,19pero la expresión «inconsciente cog nitivo» no hace referencia a estas operaciones dinámicas. Trataremos el inconsciente dinámico pormenorizadamente en capítulos posterio res. Por ahora, nos centraremos en el inconsciente cognitivo, más dó cil, que consiste en los procesos rutinarios de la mente, que no requie ren la intervención de la consciencia. Veamos algunos ejemplos. El primer nivel de análisis que hace el sistema nervioso de cual quier estímulo externo abarca las propiedades físicas del estímulo, Estos procesos de nivel inferior ocurren sin darnos cuenta.20 El cere bro tiene mecanismos para procesar la forma, color, ubicación y mo vimiento de los objetos que vemos, así como del volumen, tono y procedencia de los sonidos que oímos. Podamos contestar cuál de dos objetos está más cerca o cuál de dos sonidos tiene mayor volu men, pero no podemos explicar qué operaciones ha realizado el ce rebro para llegar a esta conclusión. Conocemos conscientemente el resultado del procesamiento, pero no el proceso en sí. El procesa miento de las características físicas del estímulo hace posible el resto de los aspectos de la percepción, así como la consciencia de que per 33 cibimos algo. Es uña suerte que no seamos conscientes de estos pro cesos, porque estaríamos tan ocupados procesando la información que, si tuviéramos que realizar el proceso completo concentrándo nos deliberadamente, nunca llegaríamos a percibir nada. El cerebro comienza a atribuir significado a partir del análisis de las características físicas de los estímulos. Para saber que el objeto que estamos viendo es una manzana, las características físicas del es tímulo tienen que abrirse camino hasta los recuerdos almacenados a largo plazo. Una vez hallados éstos, la información del estímulo se compara con la información almacenada sobre objetos parecidos, y se la clasifica como «manzana», lo que permite que «sepamos» que estamos viendo una manzana e incluso puede llevamos a recordar „t. experiencias pasadas en las que había manzanas. El resultado final es.la creación de recuerdos conscientes (contenidos conscientes), pero. a.través de procesos a los que no accedemos conscientemente. Sin duda podemos recordar lo que cenamos ayer por la noche, pero no es probable que podamos explicar los procesos que efectuó el cere bro para obtener esta información. Incluso la cognición más «fantasmal», la imagen mental, es pro ducto de procesos inconscientes. Por ejemplo, el psicólogo cogniti- vista Stephen Kosslyn pidió a varios sujetos que dibujaran una isla imaginaria con unos objetos determinados (un árbol, una cabaña, ro cas, etc.).21 Después les pidió que imaginaran el mapa de isla y que se concentraran en uno de los objetos. Por último, se les hizo una prue ba con palabras clave, y tenían que apretar un botón cuando la pala bra dicha nombraba uno de los objetos del ’mapa imaginado. El tiempo empleado en pulsar el botón estaba directamente relaciona do con la «distancia» entre el objeto mencionado por la prueba de palabras y el objeto que se estaba imaginando. Esto indicó a Kosslyn que el cerebro en realidad calcula las distancias geométricas en las imágenes mentales. Sin embargo, los sujetos no realizaban los cálcu los intencionadamente: simplemente respondían pulsando el botón. Todo el trabajo lo realizaba el cerebro, que funcionaba inconsciente mente. El hecho de que el cerebro pueda hacer algo no significa que se pamos cómo lo hace. Si ya resulta extraño que el cerebro pueda resol ver problemas geométricos inconscientemente, imaginemos la clase 34 de cálculos automáticos que ocurren en el cerebro cuando giramos el volante al tomar una curva a cien kilómetros por hora o, mejor aún los tipos de procesos que ocurren en el sistema nervioso de las palo mas mensajeras o en el de las abejas cuando vuelan en busca de ali mento y regresan sin problemas con su compás interno. El habla, el instrumento conductista preferido de la consciencia también es producto de procesos inconscientes.22 No planeamos conscientemente la estructura gramatical de las frases que decimos Simplemente, no hay tiempo. No todos somos grandes oradores, pe ro solemos decir cosas que tienen sentido lingüísticamente. Hablar con cierta corrección gramatical es una de las numerosas tareas que el inconsciente cognitivo hace por nosotros. El inconsciente cognitivo también se aplica a juicios complejos sobre el origen mental de las creencias y de las acciones. En 1977, Ri chard Nisbett y Timothy Wilson publicaron un artículo muy intere sante titulado «Telling More Than We Can Know: Verbal Reports on Mental Processes».23 Planearon una serie de situaciones experi mentales cuidadosamente organizadas en las que se les pedía a los sujetos que hicieran algo y que, después, dijeran por qué lo habían hecho. En un experimento, colocaron en línea varias medias en una mesa. Se pidió a varias mujeres que las miraran y que escogieran las que más les gustaran. Cuando se les preguntó por qué las habían es cogido, respondieron con toda serie de respuestas sobre el tacto.y la transparencia que justificaban su elección. Pero, sin que ellas lo su pieran, las medias eran idénticas. Creían que habían decidido basán dose en su juicio personal sobre la calidad. En este y otros experi mentos, Nisbett y Wilson demostraron que las personas a menudo cometen equivocaciones al justificar las causas internas de sus accio nes y sentimientos. Aunque los sujetos siempre dan explicaciones, éstas no obedecen a un acceso especial a los procesos que subyacen en las decisiones, sino a convenciones sociales, a una idea sobre có mo funcionan las cosas normalmente en tales situaciones o, simple mente, a suposiciones. Según Nisbett y Wilson, en general los infor mes introspectivos precisos se deben a que los estímulos que provocan el comportamiento o la creencia son sus causas principales y verosímiles. Pero cuando no se dispone de los estímulos principa les y verosímiles, las personas inventan las razones y creen en ellas. 35 En otras palabras, el funcionamiento interno de los aspectos impor tantes de la mente, como la comprensión de por qué hacemos las co sas, no es necesariamente cognoscible para el yo consciente.211 Con viene, pues, ser muy cauto al usar como datos científicos los informes basados en análisis introspectivos de la propia mente. Hacia el mismo período en que Nisbett y Wilson llevaban a cabo sus investigaciones, Michael Gazzaniga y yo estábamos realizando estudios sobre pacientes con el cerebro dividido, que nos conduje ron a una conclusión similar.25 Gracias al trabajo anterior de Gazza niga y sus colaboradores, se sabía que la información presentada úni camente en un hemisferio de un paciente con el cerebro dividido resulta inaccesible para el otro.26 Tomamos esta idea como modelo del modo en que procede la consciencia con la información genera da por un esquema mental inconsciente. En otras palabras, dimos instrucciones al hemisferio derecho para que produjera determinada respuesta. El hemisferio izquierdo observó la respuesta, pero no sa bía por qué ocurría. Después preguntamos al paciente por qué había reaccionado del modo en que lo había hecho. Como sólo el hemisfe rio izquierdo podía hablar, la respuesta verbal reflejaba la compren sión que este hemisferio tenía de la situación. Una vez tras otra, el he misferio izquierdo daba explicaciones como si supiera por qué ocurría la respuesta. Por ejemplo, si dábamos instrucciones al hemis ferio derecho para que agitara la mano, el paciente lo hacía. Cuando preguntábamos al paciente por qué agitaba la mano, decía que creía haber visto a alguien conocido. Cuando dimos instrucciones al he misferio derecho para que riera, el paciente nos dijo que éramos ti pos divertidos. Las explicaciones verbales estaban basadas en la res puesta producida, más que en el conocimiento de por qué se producían las respuestas. Al igual que los sujetos del experimento de Nisbett y Wilson, el paciente atribuía explicaciones a situaciones co mo si hubiera percibido introspectivamente la causa de la respuesta, cuando en realidad no era así. Llegamos a la conclusión de que las personas suelen hacer muchas cosas por razones de las que no son conscientes (porque la conducta se produce mediante mecanismos cerebrales que funcionan inconscientemente), y que una de las prin cipales tareas de la consciencia es hacer que la vida del individuo sea coherente, creando un concepto del yo. Para lograr esto genera ex- 36 a,;~ y plicaciones sobre la conducta, partiendo de la imagen que tiene del yo, los recuerdos del pasado, las expectativas para el futuro, la situa ción social del momento y el entorno físico en que se produce la res puesta.27 Aunque existe bastante incertidumbre sobre el inconsciente cog nitivo,28 parece claro que gran parte de los procesos mentales ocurre fuera del conocimiento consciente. Tenemos acceso introspectivo al resultado del procesamiento en forma de contenido consciente, pero no todos los procesamientos dan lugar a contenidos conscientes. Por otra parte, los estímulos procesados que no llegan al conocimiento en forma de contenido consciente pueden almacenarse implícita mente o inconscientemente (véase el capítulo 7) y ejercer una gran influencia en el pensamiento y en la conducta en una fase posterior.29 Además, conviene resaltar que la información puede procesarse simul táneamente por mecanismos independientes y que unos conduzcan a la representación consciente y otros a la representación inconsciente. Puede que a veces podamos reflexionar y describir verbalmente el funcionamiento de los mecanismos que crean y usan las representa ciones conscientes, pero la introspección no será muy útil para obser var el funcionamiento de las numerosas facetas del inconsciente de la mente, Este será un punto especialmente importante cuando trate mos el inconsciente emocional en el siguiente capítulo. El campo del cognitivismo ha avanzado increíblemente en su ob jetivo de comprender el procesamiento de la información, lo cual im plica su procesamiento inconsciente. Actualmente contamos con muy buenos modelos de cómo percibimos el mundo ordenadamente, có mo recordamos los sucesos del pasado, cómo imaginamos estímulos que no están presentes, cómo fijamos la atención en un estímulo mientras descartamos otros, cómo resolvemos problemas lógicos, cómo tomamos decisiones a partir de poca información, cómo hace mos juicios sobre nuestras creencias, actitudes y conducta, así como de muchos otros aspectos del funcionamiento de la mente.30 El he cho de que gran parte del procesamiento asociado a estas funciones ocurra inconscientemente ha aportado al cognitivismo una ventaja que otras corrientes de mentalismo anteriores no tenían: era posible continuar estudiando la mente sin tener que resolver primero el pro blema de la consciencia.31 Esto no quiere decir que la consciencia no 37 tenga importancia. Tal es su importancia que, cuando ha surgido en el pasado, ha dominado completamente el campo científico de la men te. Sin embargo, últimamente los científicos han llegado a la conclu sión de que los aspectos del inconsciente de la mente también son importantes. De hecho, es probable que no estemos equivocados al afirmar que la consciencia sólo podrá entenderse estudiando los pro cesos del inconsciente que la hacen posible. En este aspecto, el cog nitivismo parece encontrarse en el buen camino. En el capítulo 9 vol veremos a tratar el tema de la consciencia y, en especial, de la consciencia emocional. L A SALUD MENTAL DE LAS MÁQUINAS La mente cognitiva, el objeto de estudio de los científicos cognitivis- tás, puede hacer cosas muy interesantes y complicadas. Por ejemplo, puede jugar tan bien al ajedrez, que haría sudar a los auténticos gran des maestros.32 Pero, cuando la mente cognitiva juega al ajedrez, no se siente atraída por ganar. No le divierte dar mate a su adversario, no le entristece ni le fastidia perder la partida. No le distrae la pre sencia del público en un gran campeonato, la ansiedad repentina al darse cuenta de que el pago de la hipoteca no está al día, o la necesi dad de preparar otra estrategia. Incluso se la puede programar para que haga trampas en el ajedrez, pero no para que se sienta culpable. Cuando se repasan los intentos que se han hecho por definir el cognitivismo, resulta sorprendente la frecuencia con que se caracte riza el campo de estudio afirmando que no trata las emociones. Por ejemplo, Howard Gardner, en The M ind’s New Science: A History o f th e C ognitive R evolution, enumera la ausencia de factores emociona-. les o afectivos como uno de los cinco rasgos que caracterizan al cog nitivismo.33 Ulric Neisser, en su primer libro publicado en 1968 con.el título de C ognitive P sychology, sostiene que el objeto de estudio de ésta ciencia no abarca los factores dinámicos que provocan la con ducta, como las emociones.34 Jerry Fódor, en The Language o f Thought, libro que rompió esquemas en el cognitivismo, describe las emociones como estados de la mente que se encuentran fuera de la esfera de la explicación cognitiva.35 Y Bárbara von Eckardt, en un li 38 bro titulado What ís C ognitive Science?, afirma que la mayoría de los científicos cognitivistas consideran que el estudio de las emociones no forma parte de este campo.36 Todos estos científicos cognitivistas señalan que los factores emocionales son aspectos importantes de la mente, pero al mismo tiempo declaran que las emociones simplemen te no forman parte del planteamiento cognitivista de la mente. ¿Qué tienen las emociones que han obligado a los científicos cognitivistas a separarlas de la atención, la percepción, la memoria y de otros procesos cognitivos puros? ¿Por qué se descartaron cuando el tema de la mente volvió a surgir en la revolución psicológica cog nitivista? En primer lugar, como hemos observado, hace siglos que los fi lósofos y los psicólogos creyeron conveniente la distinción entre el pensamiento y los sentimientos, entre la cognición y las emociones, como aspectos independientes de la mente. Y, tras las obras de filó sofos como Bertrand Russell a principios de siglo,37 el pensamiento comenzó a considerarse un tipo de lógica que, gracias a Fodor, ac tualmente se conoce con el nombre de lenguaje del pensamiento.38 Cuando la metáfora de los ordenadores llegó, se creyó que era apli cable más a los procesos de razonamiento lógico que a las emocio nes, calificadas de ilógicas. No obstante, como observaremos, la cog nición no es tan lógica como se creía en un principio y las emociones no siempre son tan ilógicas. Los investigadores sobre inteligencia artificial en seguida se die ron cuenta de que las máquinas precisaban conocimientos para re solver problemas. Los programas de resolución de problemas que te nían una lógica impecable pero que carecían de hechos no llegaban muy lejos.39 A pesar de todo, en estos modelos los conocimientos constituían un apoyo lógico. Actualmente se cree que el pensamien to no suele llevar consigo normas razonadas de lógica pura.'10Philip Johnson-Laird lo ha demostrado con sus investigaciones.41 Analizó la capacidad que tienen las personas para llegar a conclusiones lógi cas partiendo de frases tales como «los artistas son apicultores, los apicultores son químicos». Observó que a menudo las personas sa can conclusiones lógicas erróneas, lo cual indica que, si la mente hu mana es una máquina lógica formal, es bastante limitada. Según Johnson-Laird, las personas son racionales, pero no consiguen la ra 39 cionalidad siguiendo las leyes de lógica formal. Utilizan lo queJohn- son-Laird denomina modelos mentales, ejemplos hipotéticos saca dos de experiencias pasadas reales o de situaciones imaginadas. Otros estudios realizados por Amos Tversky y Daniel Kahneman condujeron a una conclusión parecida, pero desde un punto de vista diferente.42 Demostraron que para resolver los problemas a los que se enfrentan diariamente, las personas usan el entendimiento implí cito que tienen sobre el modo en que funcionan las cosas, a menudo apoyándose en conjeturas aprendidas, más que en principios forma les de lógica. Sin embargo, el economista Robert Frank añade algo más.43 Sostiene que frecuentemente la toma de decisiones no es ra cional: «Muchas acciones, supuestamente ejecutadas intencionada mente con pleno conocimiento de sus consecuencias, son irraciona les. Si las personas no las realizaran, estarían mucho mejor, y lo saben.» Cita ejemplos tales como la interminable batalla que supone el papeleo para que a uno le devuelvan un porcentaje del precio de un producto defectuoso, o el esfuerzo que supone votar y que luego el voto no cuente en los resultados. La descripción de Jorge Luis Borges de la lucha entre el Reino Unido y Argentina por las islas Malvinas, citada por Frank, lo dice todo: «Dos calvos que se pelean por un peine.» Si la cognición no es tan lógica, y a veces es ilógica, puede que las emociones no sean tan ajenas a la cognición como se pensaba al principio. Muchas emociones son producto de la sabiduría evolutiva, que probablemente sea más inteligente que todas las mentes humanas en conjunto. Los psicólogos evolucionistas John Tobby y Leda Cosmi- des afirman que el pasado de las especies ayuda a explicar el estado emocional actual del individuo.44 ¿Qué tiene de irracional responder ante el peligro con reacciones perfeccionadas evolutivamente? Da niel Goleman muestra numerosos ejemplos de inteligencia emocio nal en su último libro.45 Según Goleman, el éxito en la vida depende del cociente emocional (CE), tanto o más que del cociente de inteli gencia (CI). Es cierto que las emociones desbocadas pueden tener consecuencias irracionales o incluso patológicas, pero las emociones en sí mismas no son necesariamente irracionales. Aristóteles, por ejemplo, consideraba que la ira era una reacción comprensible ante el insulto, y una serie de filósofos han adoptado este punto de vista.46 40 Antonio Damasio, neurólogo, también llama la atención sobre la ra cionalidad de las emociones en su libro D escartes’ Error?1 Resalta la importancia que tienen los «instintos» al tomar las decisiones. Y si bien los primeros programas de inteligencia artificial lograron confi gurar con éxito los procesos lógicos, los más recientes han superado este planteamiento puramente artificial y en algunos hasta se intenta representar aspectos de las emociones. Algunos programas se sirven de «guiones» o «esquemas» (información integrada que propone qué es probable que ocurra en una situación determinada, cómo en partidos de baloncesto, aulas, reuniones de negocios) que sirven de apoyo para tomar decisiones o realizar acciones; otros intentan simu lar los procesos mediante los cuales evaluamos o valoramos los signi ficados emocionales de los estímulos, e incluso existen programas que intentan usar la idea que tenemos sobre nuestro cerebro emocio nal para crear modelos del procesamiento de las emociones.*18La di ferencia entre lógico e ilógico o entre racional e irracional no es muy clara cuando se trata de separar las emociones de la cognición, y cier tamente no es una forma muy nítida de definir el objeto de estudio de la ciencia de la mente. Puede que el segundo motivo por el que la revolución cognitivis- ta no revitalizó las emociones sea que éstas se han considerado tradi cionalmente estados subjetivos de la consciencia. Tener miedo, es tar enfadado o contento es tener conocimiento de que se está sintiendo un tipo de experiencia determinada, ser consciente de esa experiencia. Los ordenadores procesan información más que sentir experiencias, al menos por el modo de pensar de la mayoría. Tenien do en cuenta que el cognitivismo se centraba más en el procesamien to de la información que en el contenido consciente, las emociones no encajaban muy bien en este movimiento por ser un aspecto de la consciencia. Sin embargo, como veremos en el capítulo 9, reciente mente la consciencia ha llegado a formar parte cada vez más del cog nitivismo. Como consecuencia, el pretexto de que las emociones son estados subjetivos pierde gran parte de su fundamento. Pero la argu mentación de la subjetividad nunca debería haber tenido importan cia. En realidad, la subjetividad que pueda tener la experiencia de una emoción no es mayor o menor que la que pueda tener la del co lor rojo de una manzana o la del recuerdo de haber comido una. El 41 estudio de la percepción o la memoria visual no se ha visto interrum pido por el hecho de que estas funciones cerebrales tengan correla ciones subjetivas, por lo que el estudio de las emociones tampoco de bería detenerse. Como veremos en el próximo capítulo, los estados emocionales subjetivos, al igual que otros estados de la consciencia, se observan mejor como el resultado final del procesamiento de información que ocurre inconscientemente. Si podemos estudiar la forma en que el cerebro procesa inconscientemente la información al percibir los es tímulos visuales y al usar datos visuales para guiar nuestra conducta, también podemos estudiar cómo procesa inconscientemente la sig nificación emocional de los estímulos y cómo utiliza esta informa ción para controlar conductas adecuadas al significado emocional de los estímulos. Del mismo modo, si esperamos que el analizar có- mo.procesa el cerebro los estímulos visuales nos ayude a entender cómo genera las experiencias perceptivas subjetivas correspondien tes, también esperamos que el analizar cómo procesa la información emocional nos ayude a comprender cómo genera las experiencias emocionales. Esto no significa que vayamos a programar ordenado res para que vivan estas experiencias. Significa, en cambio, que po demos tomarla idea del procesamiento de información como herra mienta conceptual para la comprensión de las experiencias conscientes, como por ejemplo los sentimientos emocionales subje tivos, aun cuando estas experiencias conscientes no sean por sí mis mas estados informatizados.49 Ampliaremos este tema cuando trate mos la consciencia en el capítulo 9. Por tanto, las emociones podrían haber encajado en el marco cognitivista. La cuestión es si éstas deberían haberse incluido en el cognitivismo o, más concretamente, si el horizonte del cognitivismo debería ampliarse actualmente e incluir las emociones, agrupando el téma de la mente en un gran saco conceptual.. Desde el principio, algunos científicos cognitivistas han recono cido que las emociones son importantes. A principios de los años se senta, el precursor en inteligencia artificial Herbert Simón,50 por ejemplo, sostenía que era necesario que los modelos cognitivos die ran cuenta de las emociones para aproximarse a la mente humana real; y, hacia la misma fecha, el psicólogo social Robert Abelson51 in 42 dicó que el campo de la psicología cognitivista precisaba tratar las cogniciones «calientes», en contraposición a los procesos lógicos «fríos» en los que se había centrado. Philip Johnson-Laird y George Miller, dos destacados psicólogos cognitivistas, hicieron la misma observación en los setenta.32 Recientemente, Alan Newell, otro pre cursor en inteligencia artificial, al escribir sobre las emociones indicó: «Todavía no existe una integración satisfactoria de estos fenómenos en el cognitivismo. Pero el sistema de los mamíferos está claramente estructurado como sistema emocional.»23 Estas ideas propuestas por científicos cognitivistas destacados finalmente ha comenzado a dar fruto, y cada vez son más los científicos cognitivistas que están inte resados en las emociones. El problema es que, en lugar de caldear la cognición, esta tentativa ha enfriado las emociones. Los modelos cognitivos intentan explicar las emociones a través de los pensamien tos, despojándolas de la pasión. En el siguiente capítulo trataremos pormenorizadamente la teoría cognitivista sobre las emociones y sus lastimosas consecuencias. En el análisis final, por tanto, los procesos que subyacen a las emociones y a la cognición pueden estudiarse con los mismos concep tos y metodología experimental. Ambas implican el procesamiento inconsciente de la información y la generación del contenido cons ciente, basándose, a veces, en este procesamiento. Al mismo tiempo, no acaba de parecer satisfactorio que las emociones deban estar su bordinadas al cognitivismo. El estudio experimental de la mente de bería realizarse dentro de un marco que proyecte todo su esplendor. La división artificial entre la cognición y el resto de la mente fúe muy útil cuando nació el cognitivismo y ayudó a establecer una nueva cla se de planteamiento sobre la mente. Pero ya es hora de situar la cog nición dentro de su contexto mental y reconciliar la cognición y las emociones en la mente. La mente tiene pensamientos y emociones, y el estudio de unos excluyendo otros nunca será totalmente satisfacto rio. Ernest Hilgard, eminente psicólogo, manifiesta bien este aspecto al indicar que en el desarrollo infantil la rivalidad fraternal es un con cepto tan importante como la madurez de los procesos de pensamien to.54 La «ciencia de la mente» es el heredero natural del reino de la cognición y de las emociones en conjunto. Llamar «cognitivismo» al estudio de la cognición y de las emociones sólo la perjudica. 43 M ente , cuerpo y em ocion es La idea de la naturaleza de la mente ha variado mucho desde los tiempos de los griegos, interesados muchos de ellos en la racionali dad, aunque consideraban que la mente tenía facetas cognoscibles y no cognoscibles. Descartes redefinió la mente como aquello de lo cual somos conscientes, convirtiendo la mente y la consciencia en lo mismo. Como la consciencia era considerada un don exclusivamente humano, el animal era tratado de criatura carente de mente. Freud, al definir el inconsciente como el lugar que alberga los instintos primi tivos y las emociones, ayudó a restablecer un vínculo mental entre el animal y el hombre, y comenzó a derribar la idea de que la conscien cia es el único elemento que ocupa la mente. Los conductistas recha zaron totalmente la idea de la mente y dieron un paso que verdade ramente logró situar al animal y al hombre en el mismo plano, pero tenía que ver más con las funciones de la conducta que con las men tales. El cognitivismo hizo resurgir la idea de la mente que los grie gos tenían, limitada a la razón y a la lógica. Y, debido a que el tipo de estados mentales a los que inicialmente hacían referencia estaban ba sados en las normas de la lógica, a su vez asociada a la capacidad hu mana del lenguaje, el cognitivismo no simpatizaba con la idea de la mente animal. Resultaba más atractiva la idea de la mente humana como máquina cuidadosamente ideada que como órgano biológico de carácter evolutivo. El surgimiento de las ideas sobre el procesamiento inconsciente y el regreso al reconocimiento de que la mente es algo más que cog nición vuelve a situar en el mismo plano a las piezas clave de la men te humana y animal, y alienta a los científicos cognitivistas a estudiar las funciones mentales dentro del contexto de la máquina que gene ra estas funciones más que como abstracciones totales. En respuesta al credo funcionalista de que la mente puede ser configurada sin la necesidad de saber cómo funciona el cerebro, la filósofa Patricia Churchland y el neurólogo computacional Terrence Sejnowski han afirmado: «La naturaleza es mucho más creativa que nosotros. Y te nemos la posibilidad de perder todo ese poder y creatividad, si no te nemos en cuenta la verosimilitud neurobiológica. La cuestión es: la 44 evolución ya lo ha hecho; ¿por qué no aprender entonces cómo fun ciona en realidad esa máquina estupenda que es nuestro cerebro?»55 El concepto funcionalista de la mente como programa que pue de ejecutarse en cualquier máquina mecánica, electrónica o biológi ca ha sido aceptado o, por lo menos, se ha tolerado bastante bien en el área de la cognición. La máquina biológica relevante para la cog nición es, naturalmente, el cerebro. Y la idea de que el cerebro es un ordenador cognitivo está muy extendida actualmente. Sin embargo, a diferencia de los procesos cognitivos, el cerebro no suele funcionar independientemente del cuerpo al producirse las emociones. Mu chas emociones, o casi la mayoría, implican respuestas físicas,56 mientras que no existe dicha relación entre la cognición y las accio nes. En las respuestas de tipo cognitivo, la relación con la cognición es arbitraria. Éste es uno de los atributos primordiales de la cogni ción: nos permite ser flexibles o elegir cómo reaccionar en situacio nes determinadas. La cognición utiliza tales respuestas, pero éstas no son una condición esencial del proceso cognitivo. La capacidad para comprender el lenguaje, una de las formas de cognición superiores del hombre y la que más relacionada está con un grupo específico de respuestas expresivas, funciona perfectamente en personas que no pueden explicarla a través del lenguaje hablado. En el caso de las emociones, en cambio, la respuesta del cuerpo es una parte integral de todo el proceso de las emociones. Como indicó en una ocasión William James, padre de la psicología estadounidense, resulta difícil imaginar las emociones sin sus manifestaciones físicas.57 Conocemos nuestras emociones gracias a su intromisión en nuestras mentes conscientes, sea ésta bienvenida o no. Pero las emo ciones no evolucionaron como sentimientos conscientes. Evolucio naron como resultado de especializaciones de la conducta y fisioló gicas: respuestas físicas controladas por el cerebro que permitieron sobrevivir a organismos antiguos en entornos hostiles y procrear. Si la máquina biológica de las emociones —a diferencia de las cogni ciones— requiere la presencia del cuerpo, la clase de máquina nece saria para producir las emociones es diferente de la clase de máqui na que se precisa para ejecutar la cognición. El razonamiento funcionalista que define a la mente como cognición considera que el soporte físico es irrelevante, aunque no está claro que se pueda pres 45 cindir de éste. Sin embargo, esta argumentación no sería válida al re ferirse a las emociones, ya que en este caso el soporte físico es deter minante. Programar un ordenador para que sea consciente sería un pri mer paso esencial para que pudiera tener una experiencia emocional plena, ya que los sentimientos por los que conocemos nuestras emo ciones ocurren cuando somos conscientes de los mecanismos emo cionales del cerebro que funcionan inconscientemente. De todas for mas, aunque pudiera programarse un ordenador para que fuera consciente, no podría programarse para experimentar emociones, ya que un ordenador no tiene los «ingredientes» adecuados. Estos se han creado a través de millones de años de evolución biológica, y no con el ensamblaje inteligente de piezas humanas. 46 3. Sangre, sudor y lágrimas Mi amor era tan inmenso y apasionado que estaba a punto de estallar. 1 D a v y C rock ett, A Narrative ofth e Life o f David Croek 'e#1 A pesar de la poca atención que el cognitivismo le ha otorgado a las emociones, los científicos que estudian las emociones no han pasado por alto en modo alguno la cognición. De hecho, los psicólogos inte resados en las emociones, atraídos por el aliciente y el encanto intelec tual del cognitivismo, se han dedicado durante algún tiempo a inten tar explicar las emociones como procesos cognitivos. De acuerdo con esta teoría, una emoción no se diferencia de un acto de cognición: las emociones son únicamente pensamientos sobre situaciones en las que nos encontramos. Aunque este planteamiento ha tenido bastante éxi to, ha significado un precio muy elevado. En el intento por traducir la pasión de una emoción en los pensamientos sobre ésta, las teorías cog- nitivas han convertido las emociones en estados inertes y fríos de la mente. Al carecer de ruido y furia, las emociones como cogniciones no significan nada o, al menos, nada que sea emocional. Nuestras emocio nes están repletas de sangre, sudor y lágrimas, pero es algo que no po dría saberse estudiando las investigaciones cognitivas modernas sobre las emociones. La investigación sobre las emociones no siempre fue así; veamos cómo y por qué tuvo lugar esta transformación. C a lo r corporal ¿Por qué huimos cuando nos damos cuenta de que estamos en peli- ' gro? Porque tememos lo que pueda ocurrir si nos quedamos. Esta respuesta evidente, e incorrecta, a una pregunta supuestamente tri vial ha constituido el interés principal de un debate sobre la natura leza de las emociones que tiene un siglo de antigüedad. 47 Todo comenzó en 1884 cuando William James publicó un artícu lo titulado «What is emotion?».2 El artículo apareció en una revista de filosofía llamada Mind, ya que en aquel entonces no existían pu blicaciones sobre psicología. Fue importante, no porque definiera definitivamente la pregunta que proponía, sino por la forma en que James expresó la respuesta. Concebía las emociones como una se cuencia de sucesos que comienza con la ocurrencia de un estímulo y finaliza con un sentimiento apasionado, una experiencia emocional consciente. Uno de los objetivos principales de la investigación de las emociones es todavía aclarar la secuencia estímulo-sentimiento para conocer los procesos intermedios. James resolvió responder a esta pregunta con otra: ¿escapamos de un oso porque tenemos miedo o tenemos miedo porque corre mos? Propuso que la respuesta obvia, que corremos porque tenemos miedo, no era la correcta y, en su lugar, razonó que tenemos miedo porque corremos: Nuestra forma natural de pensar sobre [...] las emociones es que la percepción mental de algún hecho excita la afección mental lla mada emoción, y que este estado de la mente da lugar a una mani festación física. Por el contrario, mi tesis es que los cambios físicos siguen inmediatamente a la PERCEPCIÓN del hecho estimulan te, y que nuestro sentimiento sobre los cambios que ocurren SON las emociones.3 ESTÍMULO — ► ? ? ? — ► SENTIMIENTO FIGURA 3.1. Secuencia estímulo-sentimiento. Identificación de los procesos que intervienen entre la ocurrencia de un estí mulo que despierta una em oción y las em ociones conscientes (sentimientos) que provoca. Ha sido uno d e los principales objetivos de la investigación de las emociones. Por desgracia, a menudo se ha perseguido este objetivo exclu yendo otros objetivos igualmente importantes. 48 r............. ESTÍMULO S EN TIM IEN TO ___ R ESPU ESTA (Oso) (Miedo) (Correr) ESTÍMULO R ESPU ESTA SEN TIM IEN TO (Oso) (Correr) (Miedo) FIGURA 3.2. Las dos cadenas de la emoción según William James. La era moderna de la investigación sobre la em oción comenzó cuando Ja mes se preguntó si los sentimientos provocan respuestas em ocionales o si las respuestas provocan los sentimientos. Al responder que las respuestas provocan los sentimientos, comenzó un debate ya abierto un siglo atrás so bre el origen de los sentimientos. Desgraciadamente, a menudo se ha pasa do por alto la pregunta sobre qué provoca las respuestas. ESTÍM U LO — ► R ES P U ES TA — ► FEEDBACK — ► SEN TIM IEN TO i / FIGURA 3.3. Teoría del feedback sensorial de James. La solución que James ofreció para la secuencia estímulo-sentimiento fu e que el feedback de las respuestas determina los sentimientos. Debido a qtie em ociones diferentes tienen respuestas diferentes, el feedback hacia el cerebro será diferente y, segúnjam es, eso justifica el modo en que nos sen timos en tales situaciones. La base de la propuesta de James era sencilla. Fue postulada par tiendo del hecho de que las emociones suelen ir acompañadas de res puestas físicas, como aceleración de los latidos del corazón, retortijo nes de estómago, sudor en las palmas de las manos, tensión muscular, etc., y que podemos percibir igual lo que ocurre en el in terior demuestro cuerpo que lo que pasa en el mundo exterior. Se gúnjames, las emociones se sienten de forma diferente de otros es 49 tados de la mente porque tienen estas respuestas físicas que dan lu gar a sensaciones internas, y, a. su vez, las sentimos diferentes entre sí porque van acompañadas de respuestas y sensaciones físicas distin tas. Por ejemplo, cuando vemos el oso que cita el ejemplo de James, corremos. Durante este acto de huida, el cuerpo sufre una sacudida fisiológica: la presión sanguínea se eleva, el ritmo cardíaco aumenta, las pupilas se dilatan, las palmas de las manos sudan, los músculos se contraen de forma determinada. Otros tipos de situaciones emocio nales llevarán consigo sacudidas físicas diferentes. En cada caso, las respuestas fisiológicas regresan al cerebro en forma de sensaciones físicas, y el singular patrón del feedback* sensorial da a cada emoción su carácter único. El miedo no se siente igual que la rabia o el amor, , porque tiene un sello fisiológico diferente. El aspecto mental de la ^'emoción, qüe es el sentimiento, es esclavo de su fisiología y no al con trario. No temblamos porque tengamos miedo o lloramos porque nos sintamos tristes: sentimos miedo porque temblamos, y estamos tristes porque lloramos. L u c h a r o h u ir La teoría de James imperó en la psicología de las emociones hasta que fue puesta en tela de juicio en los años veinte por Walter Can- non, un destacado fisiólogo que había estado investigando sobre las respuestas físicas que ocurren en estados de hambre o de emoción intensa.4 Sus investigaciones lo llevaron a proponer el concepto de «reacción de emergencia», una respuesta fisiológica específica que acompaña a cualquier estado en el que debe emplearse energía físi ca. Según la hipótesis de Cannon, el flujo.de la sangre se redistribu ye en las zonas del cuerpo que están alerta durante una situación de emergencia para que los suministros de energía, que viajan en la san- \gre, alcancen los músculos y órganos clave. Al luchar, por ejemplo, jjí^s músculos precisarán más energía que los órganos internos, de * La traducción de feedback al castellano es «retroalimentación». Hemos opta do por dejar el término en inglés por su extendido uso en la terminología científica en lengua castellana. (N. de la t.) 50 modo que la energía empleada para la digestión puede desviarse pa ra incrementar la energía musculatoria. La reacción de alerta o «reacción luchar-huir» es, por tanto, una respuesta adaptativa que ocurre en previsión de un gasto de energía y que está a su servicio, como suele ocurrir en el caso de los estados emocionales. Cannon creía que las respuestas físicas que constituyen la reac ción de emergencia se producían por acción del sistema nervioso, simpático, una de las dos porciones del sistema nervioso autónomo (SNA). El SNA es una red de neuronas y fibras nerviosas localizadas en el cuerpo que controla la actividad de los órganos internos y de las glándulas —es decir, del denominado medio interno— en respuesta a las órdenes del cerebro. Los signos físicos característicos del estí mulo emocional, como la aceleración de los latidos del corazón y el sudor de las palmas de las manos, eran considerados en la época de Cannon el resultado de la activación del sistema simpático del SNA, que se creía que actuaba de forma uniforme, con independencia de cómo y por qué se activara. Dada la supuesta singularidad del meca nismo de respuesta del sistema simpático, Cannon planteó que las respuestas fisiológicas que acompañan a emociones distintas debe rían ser las mismas, sin tomar en consideración el estado emocional particular que se experimenta. Concluyó, pues, que James no podía estar en lo correcto acerca de la causa por la que distintas emociones se sienten de forma diferente, ya que todas las emociones tienen el mismo sello del SNA.5 Cannon también observó que las respuestas, del SNA son demasiado lentas para dar cuenta de los sentimientos: ya estamos sintiendo la emoción cuando estas respuestas empiezan á ocurrir. Por tanto, aun cuando emociones diferentes tuvieran distin tas reacciones físicas, éstas serían demasiado lentas para ser capaces de provocar los sentimientos de amor, odio, temor, alegría, rabia o aversión que experimentamos ante una situación determinada. Se gún Cannon, la respuesta al enigma de las emociones está entera mente en el cerebro y no precisa que éste «lea» la respuesta física, co mo James había afirmado.6En el capítulo 9, trataremos los puntos de vista de James y Cannon en relación con las neuronas y volveremos a tratar el tema de la participación del feedback físico en la experiencia emocional. Cannon creía que, si bien el feedback físico no podía dar cuenta 51 de las diferencias entre las emociones, desempeñaba una función im portante, asignando a las emociones su sentido característico de ur gencia e intensidad. Aunque James y Cannon no estaban de acuerdo acerca de lo que diferencia a las emociones entre sí, compartían la opinión de que las emociones se diferencian de otros estados de la mente no emocionales gracias a sus respuestas físicas. L a p a s ió n r a z o n a d a Durante el dominio de los conductistas en psicología, las emociones, al igual que otros procesos mentales, se trataron como formas de ac tuar en situaciones determinadas.7 Se hicieron pocos esfuerzos, o ca si ninguno, por explicar qué provoca las experiencias emocionales conscientes, ya que éstas no se reconocían como fenómenos legíti mos en la investigación científica. La secuencia estímulo-sentimiento sencillamente no fue objeto de estudio. De hecho, el concepto de la emoción como estado subjetivo a menudo era descartado por los conductistas por ser el mejor ejemplo del tipo de idea confusa que la psicología científica debía rechazar. Fue una de las principales men tiras sobre la mente creadas por los psicólogos ante su incapacidad de explicar la conducta.8 Sin embargo, a principios de los sesenta, todo comenzó a cam biar. Stanley Schachter y Jerome Singer, psicólogos sociales de la Uni versidad de Columbia, revitalizaron el tema de la procedencia de los sentimientos y plantearon una solución diferente de las propuestas por James y Cannon.9 Al igual que James, Schachter y Singer sugirie ron que la reacción corporal ofeedback era indudablemente determi nante en el origen de las experiencias emocionales, pero no exacta mente del modo que James lo había planteado. Y, como Cannon, creían que el feedback fisiológico carecía de especificidad. Uniéndose a la corriente de la revolución cognitivista, que había afectado de ma nera profunda a varias áreas de la psicología, razonaron que las cog niciones o pensamientos llenaban el vacío entre la ausencia de especi ficidad del feedback y la especificidad de las experiencias sentidas. Schachter y Singer daban por sentado que las respuestas fisioló gicas en las emociones, como el sudor de las palmas de las manos, el 52 elevado ritmo cardíaco o la tensión muscular, informan a nuestro ce rebro que existe un estado de activación intensificado. Sin embargo, como estas respuestas son comunes a emociones diferentes, no iden tifican la clase de estado activado en el que nos encontramos. Schachter y Singer indicaron que, tomando como punto de partida la información sobre el contexto físico y social en que nos encontra mos, así como el conocimiento sobre los tipos de emociones que tie nen lugar en esa clase de situaciones determinadas, clasificamos el estado de activación como temor, amor, tristeza, rabia o alegría. Se gún Schachter y Singer, la clasificación que damos a este estado de activación es lo que da lugar a la especificidad de la emoción; sentida y la justifica. En otras palabras, los sentimientos emocionales surgen cuando nos explicamos a nosotros mismos los estados físicos emo cionalmente ambiguos, partiendo de interpretaciones cognitivas, de nominadas atribuciones, sobre cuáles podrían ser las causas externas e internas de estos estados. La predicción más importante de la teoría Schachter-Singer fue que, si se indujera en un sujeto una activación fisiológica ambigua, se podría condicionar el tipo de emoción experimentada preparando el contexto social en el que ocurre la activación. Schachter y Singer so metieron a prueba esta hipótesis inyectando adrenalina a varios suje tos, una sustancia que activa la sección del simpático del SNA y pro voca artificialmente la activación fisiológica. Después, se expuso a los sujetos a situaciones agradables, desagradables o emocionalmen te neutras. Como se esperaba, el humor variaba de acuerdo con el contexto en los sujetos a los que se había inyectado adrenalina, pero no en el grupo de control que había recibido dosis de suero: los su jetos tratados con adrenalina expuestos a una situación alegre se sin tieron contentos, los expuestos a una situación desagradable se sintie ron tristes y los expuestos a una situación neutra no sintieron nada en particular. Las emociones específicas surgieron por la combina ción de la activación artificial con indicadores sociales. Por tanto, se supone que cuando una activación fisiológica emocionalmente ambi gua ocurre de forma natural en presencia de verdaderos estímulos emocionales, el sentimiento activado es clasificado a partir de indica dores sociales. En resumen, las emociones son el resultado de la in terpretación cognitiva de las situaciones. 53 Stuart Valins, otro psicólogo social, realizó una serie de experi mentos para intentar aclarar la naturaleza de la acción entre la cogni ción, la activación y la emoción.10 Se dio información inexacta a los sujetos sobre cómo estaba reaccionando su cuerpo ante una situa ción. Por ejemplo, Valins mostró a los sujetos masculinos dibujos de mujeres parcialmente desnudas. Al mismo tiempo, escuchaban un sonido que se suponía que iba marcando su ritmo cardíaco. Valins manipuló sonidos que no coincidían con el auténtico ritmo cardíaco para que algunos dibujos fueran asociados a elevados ritmos cardía cos falsos y otros, a bajos ritmos cardíacos también falsos. Posterior mente, los dibujos que los sujetos juzgaron más atrayentes eran los que se habían asociado a los sonidos de ritmo cardíaco alto, aunque, en realidad, su ritmo cardíaco no era alto mientras los observaban. : - Valins llegó a la conclusión de que, para que la actividad fisiológica intervenga en la experiencia emocional, tiene que ser representada cognitivamente. Afirmó que es la representación cognitiva de la acti vación fisiológica, y no la activación en sí misma, la que interactúa con los pensamientos sobre la situación para la generación de senti mientos. ESTIM U LO — ► A C TIVA C IO N — ► C OG NICION — S E N T I MI E N T O FIGURA 3.4. Teoría de la acdvación cognitiva Schachter-Singer. Schachter y Singer, al igual que Cannon, aceptaban que el feedback no es lo suficientem ente específico para determinar qué em oción sentim os en una situación determinada, pero, como James, creían que también era im- - - i. portante. Su idea era que el feedback de la activación física es un buen in dicador de que ocurre algo significativo, aun cuando no sea capaz de comu- \f]„ nicar exactamente qué ocurre. Una vez que detectam os la activación física m ediante e l feedback, intentamos examinar nuestras circunstancias. A partir de nuestra evaluación cognitiva de la situación, clasificamos la acti vación. La clasificación de la activación es lo que determina la em oción que sentimos. Por tanto, según Schachter y Singer, la cognición llena el va cío entre la falta de especificidad del feedback físico y los sentimientos. 54 La teoría Schachter-Singer y las investigaciones posteriores reci bieron numerosas críticas.11Sin embargo, el auténtico impacto de es te trabajo no fue su explicación de la procedencia de nuestras emo ciones, sino su revitalización del viejo concepto implícito en la obra filosófica de Aristóteles, Descartes y Spinoza: que las emociones po dían ser interpretaciones cognitivas de las situaciones.12 Schachter y Singer sintetizaron la idea de manera que encajó bien con el revuelo que el cognitivismo había causado en la psicología. El éxito de sus es fuerzos viene ilustrado por el hecho de que, hasta la fecha, la psico logía de la emoción se centra casi exclusivamente en la función que la cognición desempeña en las emociones. ; L a gran h elada No obstante, en la teoría cognitiva a la que se adhirieron Schachter y Singer faltaba algo. Intentaron explicar cómo afrontamos las res puestas emocionales una vez que han ocurrido (es decir, cuando no tamos las palpitaciones del corazón y el sudor en la frente mientras huimos de un oso en el bosque, y clasificamos la experiencia de te mor), pero no aclararon qué genera las respuestas en primer lugar. Obviamente, el cerebro tiene que saber que el oso es una fuente de peligro y tiene que prever las respuestas adecuadas al peligro que puede ocurrir. Por tanto, la parte emocional del cerebro ya está bien en marcha cuando el mecanismo de Schachter y Singer comienza a actuar. ¿Qué es entonces lo que ocurre primero? ¿Qué nos hace huir del peligro? ¿Qué pasa entre el estímulo y la respuesta? Según los teóricos de la evaluación, este vacío se llena con la evaluación cognitiva. El concepto de evaluación (appraísal) fue acuñado por Magda Arnold en un libro sobre las emociones que tuvo mucha influencia, publicado hacia la misma fecha en que Schachter y Singer estaban realizando sus experimentos.13Definió la evaluación como la valora ción mental del daño o del beneficio potencial de una situación y afirmó que la emoción es la «tendencia sentida» que conduce a acer carse a cualquier cosa evaluada positivamente o a alejarse de cual quier cosa evaluada negativamente. Aunque el proceso de evalua 55 ción en sí mismo ocurre inconscientemente, sus efectos se graban en la consciencia como sentimiento emocional. Según Arnold, la interpretación del cuento del oso del bosque de James sería la siguiente: percibimos el oso y lo evaluamos inconscien temente, y la experiencia consciente del miedo es el resultado de la tendencia a huir. Para Arnold, a diferencia de James, no es necesario que la respuesta ocurra para que el sentimiento surja. Un sentimien to sólo precisa una tendencia hacia la acción, más que una acción real. Por tanto, las emociones se diferencian de los estados de la mente no emocionales por la presencia de evaluaciones en su secuen cia causal, y las distintas emociones se diferencian entre sí porque las diferentes evaluaciones provocan tendencias de acción distintas, que dan lugar a los distintos sentimientos. Desde el punto de vista de Arnold, una vez que el resultado de la evaluación se graba en la consciencia como sentimiento, puede re cordarse la experiencia y describir qué ocurrió durante el proceso de evaluación. Esto es posible porque, según Arnold, las personas tie nen acceso introspectivo al conocimiento consciente del funciona miento interno de su mente y, en particular, a las causas de sus emo ciones. El planteamiento de Arnold supone que, tras una experiencia emocional, podemos tener acceso a los procesos inconscientes que dan lugar a la emoción. Como veremos, esta suposición está abierta al debate. El concepto de evaluación fue adoptado por otros investigadores en los sesenta. Uno de ellos fue Richard Lazarus, psicólogo clínico que utilizó este concepto para comprender el modo en que los indi viduos reaccionan y afrontan situaciones perturbadoras.14Los expe rimentos de Lazarus demostraron claramente que las interpretaciones de las situaciones influyen decisivamente en la emoción experimen tada. Por ejemplo, en un experimento clásico, los sujetos observaban una espeluznante película sobre un ritual de circuncisión en el que participaban adolescentes de una tribu aborigen australiana. En un grupo, el relator resaltaba los detalles más sangrientos, mientras que en los otros la voz del narrador restaba importancia al tema o lo inte- lectualizaba. El grupo que vio la película con la banda sonora en la que se resaltaban algunos detalles espeluznantes tuvo respuestas del SNA más intensas y, por sus informes personales, se observó que después se sintieron peor que los otros dos grupos, a pesar de que los segmentos perturbadores de la película habían sido los mismos para todos. Lazarus sugirió que las diferentes bandas sonoras hacían que los sujetos evaluaran las películas de modo diferente, lo cual produ cía diferentes sentimientos sobre la situación. Concluyó que las emo ciones pueden iniciarse automáticamente (inconscientemente) o conscientemente, pero resaltó la importancia de los procesos de pen samiento superiores y de la consciencia, sobre todo al hacer frente a las reacciones emocionales una vez que éstas se producen. Resu miendo su punto de vista, recientemente indicó: «La cognición es condición necesaria y suficiente para la emoción.»15 : La evaluación continúa siendo la base de los planteamientos cog nitivos actuales sobre la emoción.16 En la corriente iniciada por Ar- nold, la mayoría del trabajo realizado en este campo de estudio se ha desarrollado bajo la premisa de que la mejor forma de estudiar las evaluaciones es la antigua: pedir a los sujetos que hagan introspección y que expliquen qué discurría por sus cabezas cuando experimenta ron alguna emoción en el pasado. Por ejemplo, en un primer experi mento de gran influencia acerca de los procesos de evaluación del antecedente de la emoción, realizado por Craig Smith y Phoebe Ells- worth, se pidió a los sujetos que recordaran una experiencia pasada sugerida por la denominación de una emoción (orgullo, rabia, mie- ESTÍM ULO — ► EVA LU A C IÓ N — ►S E NT I MI E NT O FIGURA 3.5. Teoría de la evaluación de Arnold. Arnold razonó que, para que un estímulo provoque una respuesta em ocio nal o un sentimiento emocional, e l cerebro prim ero debe evaluar e l signi ficado del estímulo. Después, las evaluaciones llevan a las tendencias a la acción. Según esta teoría, lo que da cuenta de los sentim ientos conscientes es la tendencia sentida a dirigirse hacia objetos y situaciones deseables, y a alejarse de los no deseables. Aunque las evaluaciones pueden ser conscien tes o inconscientes, tenem os acceso consciente a los procesos d e evaluación tras el hecho. 51 do, disgusto, alegría, etc.) y que evaluaran los recuerdos según dife rentes dimensiones (agrado, esfuerzo dedicado, participación propia y de los otros, actividad de la atención, capacidad de control, etc.).17 Averiguaron que las experiencias recordadas desencadenadas por pensamientos sobre palabras que designaban emociones podían jus tificarse por la interacción de varias evaluaciones diferentes. Por ejemplo, el orgullo se caracterizaba por ocurrir en situaciones agra dables asociadas a poco esfuerzo pero a mucha concentración de atención y responsabilidad personal, mientras que la rabia implicaba situaciones desagradables asociadas a mucho esfuerzo, a la falta de control y a la responsabilidad de otro. Smith y Ellsworth llegaron a la conclusión de que las emociones de las personas están estrecha mente asociadas a las evaluaciones cognitivas de las circunstancias y que: es posible comprenderlas mejor pidiendo a los sujetos que re cuerden cómo son. Estos y otros investigadores suponen que el tipo de información que los sujetos utilizan cuando recuerdan una expe riencia emocional es el mismo tipo de información que el cerebro utiliza al producir las experiencias emocionales.13 En mi opinión, las teorías de la evaluación se acercaron mucho a la solución: la evaluación de un estímulo es claramente el primer paso en la iniciación de una experiencia emocional; las evaluaciones ocu rren inconscientemente; las emociones llevan consigo tendencias a la acción y respuestas físicas, así c-omo experiencias conscientes. Pero, en su intento por comprender la mente emocional, las teorías de la ESTÍM ULO — ► EVA LU A C IÓ N — ► S E N TIM IE N TO V_______________________________________ FIGURA 3.6. M odelo de evaluación general. De acuerdo con Arnold, actualmente muchos psicólogos reconocen la im portancia de los procesos d e evaluación en las emociones, pero no aceptan necesariamente la equivalencia propuesta por Arnold entre los sentim ien tos em ocionales y las tendencias de acción. El m odelo de evaluación gen e ral representado aquí sólo sugiere que las evaluaciones llenan e l vacío en tre el estímulo y los sentimientos. 58 evaluación cometieron dos fallos. En primer lugar, basaron casi ex clusivamente su planteamiento de los procesos de evaluación en in formes personales, es decir, en reflexiones introspectivas verbales. Como hemos visto en el capítulo anterior, la introspección a menudo constituye una vía confusa para conocer el funcionamiento de la men te. Y si hay algo que sabemos con certeza sobre las emociones anali zadas introspectivamente es que muchas veces no tenemos ni idea de por qué sentimos como sentimos. En segundo lugar, las teorías de la evaluación concedieron demasiada importancia a la participación de los procesos cognitivos en las emociones, por lo que no era tan clara la diferencia entre la emoción y la cognición. Dado que uno de los errores principales del cognitivismo como ciencia de la mente es su falta de interés por las emociones (véase el capítulo 2), no sorprende demasiado que el planteamiento cognitivo de la emoción presente el mismo problema: al resaltar la importancia de la cognición para expli car la emoción, se descuidan los aspectos característicos de la emo ción que tradicionalmente se han diferenciado de la cognición. E l p s ic ó l o g o q u e v in o d e l P o l o N orte Hacia 1980, el planteamiento cognitivista de las emociones era casi el único. Pero esta situación empezó a cambiar con la publicación de un artículo del psicólogo social Robert Zajonc.19El artículo se titula ba «Feeling and Thinking: Preferences Need No Inferences». Par tiendo de experimentos lógicos y brillantes, razonó de forma muy convincente que es posible crear preferencias, que son simples reac ciones emocionales, sin ningún registro consciente del estímulo. Afirmó que ello demostraba que las emociones tienen ventaja ante la cognición, ya que pueden existir antes que ésta, y que además son in dependientes de la cognición, pues pueden existir sin ella. La clara consecuencia fue la interrupción temporal de la teoría cognitivista de las emociones, más que su desaparición, ya que gran parte de la in vestigación sobre la evaluación ha seguido desarrollándose tras la publicación del artículo de Zajonc. Sin embargo, Zajonc tuvo una importante influencia en la disciplina, manteniendo viva la idea de que la emoción no es únicamente un acto de cognición. 59 Zajonc resumió varios experimentos que él y su equipo habían realizado utilizando un fenómeno psicológico llamado «efecto de la mera exposición», descubierto por él anteriormente. Si los sujetos son expuestos a imágenes visuales nuevas, como ideogramas chinos, y después se les pide que escojan entre las imágenes previamente mos tradas y las nuevas, por lo general tienden a preferir las primeras. La mera exposición a los estímulos es suficiente para crear preferencias. La diferencia que tenía el nuevo experimento era que la exposi ción de los sujetos a los estímulos subliminales era tan fugaz que, en pruebas posteriores, los sujetos no eran capaces de afirmar exacta mente si habían visto o no el estímulo antes. Aun así, el efecto de la mera exposición estaba ahí. Los sujetos juzgaban preferibles las imá genes ya mostradas a las nuevas, que no habían visto anteriormente, a pesar de que no mostraran gran capacidad para identificar las imá genes que habían visto y diferenciarlas conscientemente de las que no habían visto. Como Zajonc manifestó, estos resultados están reñi dos con el sentido común y con la creencia generalizada en psicolo gía de que debemos conocer qué es algo antes de poder determinar si nos gusta o no. Si en algunas situaciones las emociones pueden es tar presentes sin el reconocimiento del estímulo, el reconocimiento no es entonces condición previa a las emociones. El efecto de la mera exposición subliminal ha sido confirmado por muchos laboratorios, y la idea de que pueden crearse preferencias por estímulos que no entran en la consciencia parece ser muy sólida.20 No obstante, la interpretación de Zajonc era discutible. Afirmaba que la ausencia del reconocimiento consciente significaba que las preferen cias (emociones) se forman sin la ayuda de la cognición, es decir, que la emoción y la cognición son funciones de la mente, independientes entre sí. Como vimos en el capítulo 2, muchas funciones del procesa miento de la información que son consideradas ejemplos prototipo de la cognición también tienen lugar sin el conocimiento consciente. La ausencia del reconocimiento consciente no es, estrictamente hablan do, una base útil para la exclusión de la cognición del procesamiento emocional. Al mismo tiempo, aunque los experimentos de Zajonc no demostraron que la emoción y la cognición son aspectos independien tes de la mente, tampoco se puede afirmar que lo contrario sea verdad, un tema que volveremos a tratar al final del capítulo. 60 A FE C TO ESTÍM U LO - ► ,N C 0 N S C IE N TE - ► S EN TIM IEN TO FIGURA 3.7. Teoría de la primada afectiva según Zajonc. En contraposición a muchas investigaciones en psicología, Zajonc ha afirma do que la reacción afectiva antecede a la cognición y se produce independien tem ente de ésta. Esta controvertida hipótesis ha sido objeto de calurosos de bates. Lo que ahora parece estar más claro es que el procesamiento emocional puede producirse en ausencia del conocim iento consciente, pero la cuestión sobre si la em oción y la cognición son independientes entre sí es un tema aparte. Dejando a un lado la cuestión de si los experimentos sobre el efecto de la exposición subliminal de Zajonc son pertinentes para comprender si la emoción depende de la cognición, los experimen tos dieron pruebas indiscutibles de que las reacciones afectivas pue den tener lugar sin la presencia del conocimiento consciente de los estímulos. Aunque algunas teorías de la evaluación aceptan que la evaluación es o puede ser inconsciente, también han sugerido que el individuo tiene acceso consciente a los procesos que subyacen en ellas, justificando de este modo el uso de los informes hablados para identificar los procesos de evaluación que anteceden a las emocio nes. Si los sucesos inconscientes, como los observados por Zajonc, fueran algo corriente, y no el resultado misterioso de un brillante plan experimental, las introspecciones conscientes que constituyen la fuente de información de la teoría de la evaluación no serían un fundamento muy sólido para la comprensión de la mente emocional. E l in co n sc ie n t e e m o c io n a l Zajonc no fue el primer psicólogo que se interesó en los experimen tos sobre el inconsciente emocional. Hubo un tiempo, en 1950 apro ximadamente, en que el inconsciente emocional hizo furor en psico logía. Todo comenzó con la corriente New Look,21 que desafió el 61 punto de vista estímulo-respuesta sobre la percepción que suscribie ron los conductistas. La corriente New Look sostenía que las percep ciones son sistemas que integran la información sensorial sobre estí mulos físicos con factores internos tales como necesidades, metas, actitudes y emociones. Cuando los psicólogos del New Look comen zaron a realizar experimentos que demostraban que los sujetos po dían producir respuestas del SNA ante estímulos con una carga emo cional aun sin tener conocimiento consciente de ellos (véase más abajo), parecía que estuviera llenándose el vacío entre la psicología y el psicoanálisis, una pareja extraña y distanciada entre sí.22 Al fin y al cabo, el inconsciente y, sobre todo, el inconsciente emocional, es el eje de la teoría psicoanalítica. Tras un breve período de aceptación entusiasta, los experimentos sobre la percepción inconsciente de la corriente conductista del New - Look fueron ampliamente criticados y desechados. La percepción in- consciente simplemente no tenía sentido para muchos psicólogos, ya que no existía un marco apropiado para concebir la percepción sin el conocimiento de los estímulos percibidos. El movimiento cognitivis- ta y su énfasis en el procesamiento inconsciente estaba en sus inicios, pero la psicología todavía era muy conductista y las respuestas verba les eran las conductas de principal interés en la investigación del hombre. Como indicó un investigador de Brooklyn College, Matt- hew Erdelyi, existe cierta ironía en esta historia.23 Se desechaban los estudios del procesamiento inconsciente, justo en el momento en que el cognitivismo estaba empezando a poner en descrédito las ide as preconcebidas conductistas que no reconocían la existencia de las percepciones no verbalizables. Pero resulta también irónico que los conductistas, cuyo campo de estudio fue creado para eliminar de la psicología conceptos «fantasmales» como la consciencia, hubieran aceptado las introspecciones conscientes (informes hablados) como método para convalidar las ideas psicológicas.24 A continuación. echaremos un vistazo a algunos de los primeros experimentos de la percepción inconsciente y sus críticas correspondientes, y después trataremos las nuevas corrientes de investigación sobre este tema. 62 Una de las principales áreas de investigación sobre el procesa miento inconsciente que surgieron del New Look fue la defensa ante lo percibido: la demostración de que las palabras prohibidas tienen un umbral de reconocimiento del estímulo más elevado que las palabras análogas que carecen de connotaciones sexuales, escatológicas o tabú. En un experimento convencional, se mostraron palabras a los sujetos en una pantalla. Haciendo variar la duración de la exposición de las palabras, fue posible determinar cuánto tiempo precisaba el sujeto en cada caso para reconocer la palabra dada. Se descubrió que la canti dad de tiempo necesario para reconocer palabras tabú, como «puta», «joder» o «cáncer», era mayor que para reconocer las palabras que carecían de estas connotaciones.25 Los resultados se interpretaron en función de los mecanismos de defensa freudianos, especialmente de represión: las palabras tabú eran percibidas subconscientemente y censuradas, es decir, se evitaba que entraran en la consciencia porque su aparición habría provocado ansiedad. Otra investigación similar fue la de la percepción subliminal. Uno de los experimentos clásicos fue realizado por Richard Lazarus, antes de formular su teoría de la evaluación.26 En este experimento, se hacían destellar imágenes de letras en pantalla con una duración de exposición considerada demasiado corta para permitir la identifi cación verbal. Algunas imágenes se habían asociado previamente a una descarga eléctrica, con el fin de transformar las letras carentes de significado en estímulos condicionados emocionalmente, capaces de provocar respuestas del SNA. El SNA respondía cuando los estímu los condicionados emocionalmente se mostraban subconscientemen te, pero no respondía ante los estímulos emocionalmente neutrales; ello indicaba que se había registrado el significado emocional de los estímulos condicionados, a pesar de que los sujetos no se habían per catado de la presencia de los estímulos. Conviene añadir que las res puestas del SNA han sido las preferidas para este tipo de investiga ción porque no dependen de los procesos verbales y, por tanto, pueden utilizarse para localizar las emociones producidas sin tener en cuenta la capacidad de describir verbalmente el estímulo. Expertos en ventas se sirvieron del material de investigación de 63 la percepción subliminal, con la esperanza de influir indirectamente en los consumidores para que compraran productos. En un teatro de Nueva Jersey, por ejemplo, se emitieron imágenes destelleantes con la frase «bebe coca-cola» o «come palomitas» para animar al públi co a que se dirigiera al bar.27 No está claro que la táctica funcionara en realidad, pero el público se sintió humillado por este acto de ma nipulación poco honrado y porque suponía la violación de su intimi dad.28 De todas formas, el sector de publicidad siempre utiliza indi cadores emocionales de forma explícita e implícita, con el fin de influir en los consumidores para la compra de productos. Al fin y al cabo, su trabajo consiste en la capacidad de persuasión, como indicó Vanee Packard en su famoso libro The H idden Persuaden.29La capa cidad de persuasión siempre funciona mejor cuando la persona a la que se intenta convencer no se da cuenta de que la están manipulan do.30Los mensajes implícitos son la base de muchas campañas publi citarias. A pesar del gran interés inicial en las consecuencias teóricas de la defensa perceptiva y de los experimentos sobre percepción sublimi nal, la interpretación de los resultados como la percepción incons ciente del significado emocional fue puesta en duda por Charles Eriksen a principios de los sesenta.31 Eriksen creía que la percepción inconsciente era una imposibilidad lógica32 y rechazó esta interpreta ción de los hallazgos. Afirmó que, en los experimentos de defensa perceptiva, la imposibilidad de los sujetos de identificar verbalmen te los estímulos tabú no se debía a que el estímulo no entrara en la consciencia, sino a la resistencia manifestada por los sujetos a pro nunciar palabras violentas en público. Por otro lado, en los experi mentos de percepción subliminal, la incapacidad de los sujetos de identificar verbalmente los estímulos enmascarados no se debía a la incapacidad de percibir conscientemente los estímulos, sino a fallos en los procesos verbales, llegado el momento de definir con preci sión las experiencias perceptivas. La amplia aceptación de la crítica de Eriksen recluyó la investi gación del inconsciente emocional en algo parecido a un ataúd, que al final no fue más que una cámara de congelación. Tras esta inte rrupción que tuvo lugar entre los sesenta y los setenta, surgió un nue vo interés por los procesos emocionales, motivado por los experi 64 mentos de Zajonc y por la reinterpetacíón de Matthew Erdelyi sobre la defensa perceptiva y la percepción subliminal como principios del cognitivismo.33 Sin embargo, en la psicología de la emoción, sobre todo entre los teóricos cognitivistas de la evaluación, se ha continua do resaltando la importancia de los aspectos conscientes de la emo ción verbalmente accesibles. Las pruebas de la existencia de los as pectos inconscientes de la emoción suelen omitirse o negarse, y, cuando se aceptan, se dejan en segundo plano, favoreciendo los as pectos conscientes. Como han afirmado varios investigadores que es tudian los procesos inconscientes, están tan atareados intentando de mostrar que el procesamiento inconsciente existe, que no tienen tiempo para investigar cómo funciona en la práctica.3'1No obstante, gracias a la creación de técnicas nuevas y mejoradas para estudiar el procesamiento inconsciente,35 las pruebas de su existencia actual mente parecen estar claras. A continuación examinaré algunas de es tas pruebas, que demuestran que el procesamiento emocional puede ocurrir fuera de la esfera del conocimiento consciente. Algunos ex perimentos se basan en la estimulación subliminal, mientras que otros se sirven de estímulos percibidos conscientemente, pero sus consecuencias emocionales están implícitas y no son percibidas en el momento en que el estímulo es visto u oído. Los experimentos sobre la mera exposición subliminal de Zajonc fueron de los primeros que utilizaron los nuevos métodos que hacían indiscutible el proceso inconsciente. Cuando nació esta metodología de investigación, se realizaron muchos experimentos parecidos. En una variante experimental muy interesante de Robert Bomstein, se llevó a los sujetos al laboratorio y se les mostró muy brevemente imá genes de rostros.36 Como se esperaba, no pudieron identificar cuáles habían visto antes; pero, al pedirles que puntuaran cuáles les habían gustado más, las que se les había mostrado antes fueron las más pun tuadas. La mera exposición funciona con los rostros. En una segun da parte del experimento, se mostró a los sujetos muy brevemente imágenes subliminales e inconscientes de una persona A o de una persona B. Después se le pidió al sujeto, así como a las personas A y B, que intentaran determinar el sexo del autor de varios poemas. Sin 65 que el sujeto lo supiera, -se había dispuesto que A y B se mostraran en desacuerdo para que el sujeto tuviera que mediar. Como la hipó tesis de la mera exposición indicaba, los sujetos tendían a apoyar a la persona cuyo rostro habían visto inconscientemente. Posterior mente, Bornstein realizó un metaanálisis de la investigación sobre la mera exposición subliminal,. es decir, analizó los datos publicados de numerosos experimentos.37 Este trabajo lo llevó a la conclusión de que el efecto de la mera exposición es mucho mayor cuando los estímulos se presentan subliminalmente que cuando se dispone li bremente de ellos para la inspección consciente. Este hallazgo es co rriente en muchos tipos de experimentos sobre el procesamiento emocional inconsciente y acentúa la importancia de un punto que trataremos extensamente: es más fácil influir en las emociones de un sujeto cuando éste no se da cuenta de que la influencia está ocu rriendo. El inconsciente emocional también se ha estudiado con el méto do llamado «activación subliminal de las emociones», que ha sido muy utilizado por Zajonc y su equipo en los últimos años.38 En este tipo de experimento, se muestra muy brevemente (5 milésimas de se gundo, o 1/200 de segundo) un estímulo activador con alguna con notación emocional, como un dibujo de un rostro malhumorado o sonriente, e inmediatamente después se muestra un estímulo enmas- carador que inhibe la capacidad del sujeto para recordar consciente mente el estímulo activador (el estímulo enmascarador expulsa al es tímulo activador de la consciencia, básicamente eliminándolo de la memoria). Tras una pausa, se muestra un estímulo diana que perma nece expuesto durante una cantidad de tiempo suficiente (segundos) para que el sujeto lo perciba conscientemente. Tras ver muchos estí mulos diana de este modo, se pide al sujeto que anote, con una esca la de puntuación, si éstos le han gustado. Zajonc observó que el he cho de que un estímulo —por ejemplo, un ideograma chino— guste ; o no a un sujeto dependía de que el estímulo mostrado inconsciente- mente fuera un rostro malhumorado o sonriente. El estímulo diana adquiría significación emocional en virtud de su relación con un sig nificado emocional provocado subliminalmente a través del procesa miento inconsciente de la imagen sonriente o malhumorada. Y, al igual que con la mera exposición, la activación emocional era mucho 66 más eficaz en.las presentaciones subliminales (enmascaradas, por tanto inconscientes) que en las presentaciones sin enmascarar y en las que era posible el conocimiento consciente del estímulo. También está el efecto Póetzl.39Un psiquiatra vienés, Otto Póetzl, realizó experimentos en 1917 en los que se mostró subliminalmente a los sujetos un dibujo complejo, como un paisaje. Después les pidió que intentaran dibujarlo. Más tarde, les dio instrucciones para que9 volvieran a su casa, tuvieran un sueño esa noche y volvieran al día si guiente. Cuando regresaron al laboratorio, se les pidió que informa ran del sueño y que hicieran dibujos relacionados con éste. Póetzl sostenía que las características del dibujo mostrado subliminalmente y que no aparecían en el primer dibujo realizado por los sujetos, sí aparecían en el dibujo sobre el sueño. Matthew Erdelyi aprovechó el efecto Póetzl para estudiar la na turaleza de los procesos inconscientes.40 En un experimento, Erdelyi mostró a los sujetos una imagen compleja durante 500 milésimas de segundo. No era una exposición subliminal, ya que esta duración es suficiente para que partes del estímulo entren en el conocimiento del sujeto. El objetivo perseguido al usar esta medi