La Leyenda del Rey Arturo 4 - PDF
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Universidad Popular de Gijón/Xixón
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Este texto narra el nacimiento del rey Arturo y describe la vida en el castillo de Tintagel. Se menciona la figura de Morgana y las reacciones del pueblo ante la situación. Se presentan detalles sobre la vida en la corte.
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4. El nacimiento de Arturo Al saber que Igraine estaba embarazada, decidieron retrasar la vuelta a Camelot. El rey no quería que su esposa y futuro hijo corrieran ningún riesgo. La vida en el castillo de Tintagel era tranquila. Uther Pendragón salía a cazar con algunos de sus hombres. Igraine cosí...
4. El nacimiento de Arturo Al saber que Igraine estaba embarazada, decidieron retrasar la vuelta a Camelot. El rey no quería que su esposa y futuro hijo corrieran ningún riesgo. La vida en el castillo de Tintagel era tranquila. Uther Pendragón salía a cazar con algunos de sus hombres. Igraine cosía junto a otras mujeres. Con ella también estaban Morgause y Elaine, hijas de Igraine y el duque Gorlois. Morgana, la pequeña de las tres hermanas, tenía otras aficiones. Tenía seis años y ya sabía leer perfectamente. Le gustaba coger libros de la biblioteca de su madre. Sus preferidos eran los de hierbas medicinales. Ese día cogió uno y salió al jardín para encontrar algunas de las plantas que aparecían en el libro. Morgana no era como sus hermanas. Era una niña curiosa, revoltosa y muy inteligente. Además, las sirvientas siempre decían que cuando creciera sería una joven bellísima. Tenía los ojos verdes y grandes, la piel blanca y una larga melena negra. La vida en el castillo era plácida, pero fuera, la gente de Cornualles estaba indignada. Igraine se había casado con el rey, el hombre que había causado la muerte del duque. Además, ¡esperaba un hijo suyo! El monarca era consciente del descontento del pueblo. Y un pueblo enfadado podía ser peligroso. Así que organizó un torneo para calmar los ánimos. Una fiesta siempre era motivo de alegría. Llegaron juglares de otras aldeas y ciudades. Se reunieron caballeros de gran renombre. Los cocineros trabajaban sin descanso. El pueblo de Tintagel se llenó de comerciantes: vendían telas, comidas exóticas, juguetes... Sin duda, la gente olvidó su enfado y pensó que el rey no era tan malo. El duque nunca había organizado fiestas. Durante las celebraciones, Merlín usó su magia para divertir tanto a adultos como a niños. Morgana lo vio y se maravilló. Había visto a aquel hombre acompañar al rey. Pero ¿cómo podía hacer que un árbol caminara? ¿Cómo transformaba un perro en un gato? ¿Cómo conseguía que las flores cantaran? Cuando Merlín terminó su demostración, la joven Morgana corrió hacia él. —Enséñame —le pidió la niña. —¿Qué quieres que te enseñe? —le preguntó Merlín, simulando estar sorprendido. El mago había observado a Morgana las últimas semanas. Sabía que era una niña inteligente, curiosa... Además, él ya sabía que la hija pequeña de Igraine sería su alumna. Merlín podía ver el futuro. —Enséñame magia. —Los ojos de la niña brillaban con ilusión—. Por favor. Quiero aprender. —Muy bien. Lo haré. Pero tendrás que esperar. Cuando nazca tu hermano, cumpliré tus deseos. A partir de ese momento, Morgana no se separaba de su madre. Y a cada hora, decía: —Madre, ¿va a nacer ya el bebé? Igraine pensaba que su hija quería conocer a su nuevo hermano. Entonces sonreía, le acariciaba la cara y contestaba: —Todavía no, hija mía. Pero no falta mucho. Y tenía razón. No faltaba mucho. Dos días después, la mujer se puso de parto. Las parteras tuvieron mucho trabajo esa noche. A pesar de que Igraine ya había tenido tres hijas, esta vez tuvo algunas complicaciones. En cuanto el rey se enteró, corrió a ver a su amada. Después de varias horas, el niño por fin nació. Uther e Igraine se miraron, felices, y se besaron. Las parteras limpiaron al recién nacido y se lo entregaron a la madre, quien lo empezó a amamantar. —Es un niño —informaron las parteras. —Se llamará Arturo —anunció Igraine—. Y será fuerte y valiente como un oso. —Mi primogénito... Pequeño Arturo, algún día serás el rey de Britania. Y vencerás a cualquier enemigo que se interponga en tu camino —dijo Uther, y luego añadió—: Sus ojos son como los vuestros, mi señora. Sin embargo, ese momento de felicidad no duró mucho. Igraine seguía sangrando, y las parteras no lograban detener la hemorragia. Llamaron al médico. Pero no pudieron hacer nada. Cuando la mujer comprendió que se moría, pidió que el rey se acercara y, con voz débil, le dijo: —Mi señor, estos meses he conocido vuestra bondad, gentileza y amor. Y, sin quererlo, me he enamorado de vos. Uther Pendragón, rey de Britania, rey de los bretones... Os amo. El rey ordenó que los dejaran solos. Él también sabía que su amada se moría. Y no pudo evitar llorar. —Mi señora, os amo desde la primera vez que os vi. Y os amaré hasta el día de mi último aliento. La abrazó y la besó. Al amanecer, Igraine falleció. Todo el pueblo lloró la pérdida de su reina. Ese día, Uther Pendragon vio a su hijo por última vez. Durante una semana, una nodriza se encargó del cuidado del niño. Luego, el rey decidió volver a Camelot. El castillo de Tintagel le recordaba a su difunta esposa. Pero quería volver solo. Así que mandó casar a Morgause con el rey Lot de Lothian. A Elaine la casó con el rey Nantres de Garlot. Y dejó a Morgana y a Arturo a cargo de Merlín. El mago habló con sir Héctor, un caballero de confianza de Uther. Su mujer había dado a luz pocos días antes a un niño llamado Kay, por lo que podría amamantar a Arturo. —Noble caballero, ¿podríais cuidar de este niño? Su nombre es Arturo, y no tiene padres —mintió el mago. —Será todo un honor, mi señor Merlín. Lo criaré como a mi propio hijo, y Kay tendrá un hermano. Sir Héctor se fue con el niño. Merlín se giró hacia Morgana, que lo miraba con sus grandes ojos verdes. —Morgana, algún día, ese niño será rey. Y tendrás que saber cómo proteger a tu hermano. La niña observó cómo sir Héctor se alejaba. Luego, antes de marcharse con Merlín hacia su casa en el bosque, dijo: —No dejaré que le pase nada. Soy su hermana mayor.