La Leyenda del Rey Arturo 12. Venganza PDF

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Universidad Popular de Gijón/Xixón

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Leyenda del Rey Arturo Venganza Caballeros de la Mesa Redonda Mitología

Summary

Este documento se centra en el relato de la Leyenda del Rey Arturo, enfocado en el tema de la venganza. El texto describe diversos sucesos protagonizados por personajes como Arturo, Merlín y Ginebra.

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12. Venganza Algunos caballeros de la Mesa Redonda, cuando vieron a Arturo caer al suelo, herido, acudieron en su ayuda y lo retiraron del campo de batalla. Poco después, las tropas enemigas se rindieron al ver que Lot, su rey, había muerto. En cuanto Arturo entró en el castillo, Merlín permaneció...

12. Venganza Algunos caballeros de la Mesa Redonda, cuando vieron a Arturo caer al suelo, herido, acudieron en su ayuda y lo retiraron del campo de batalla. Poco después, las tropas enemigas se rindieron al ver que Lot, su rey, había muerto. En cuanto Arturo entró en el castillo, Merlín permaneció a su lado, usando magia y hierbas medicinales para curarlo. El mago le salvó la vida, y después de cuatro días inconsciente, Arturo abrió los ojos. Se encontraba en su habitación, con Merlín y dos sirvientes. —Dejadnos solos —ordenó Arturo a los sirvientes.Su voz era casi un susurro—. ¿Por qué? ¿Por qué sangré? —La vaina de Excalibur era falsa —dijo el mago. —¿Cómo? —Arturo estaba sorprendido. —Intercambiaron la vaina mágica por otra. —¿Quién haría algo así? —El rey no se lo podía creer. —Mi rey, yo lo sé. —Ginebra entró en la habitación. Había estado escuchando detrás de la puerta. La reina explicó lo que vio el día antes de la batalla. Cómo un guardia se coló en la habitación del rey, y cambió la vaina. —¿¡Y lo permitisteis!? —exclamó Arturo, furioso. —Mi señor... No pensé que tuviera importancia. No sabía que la vaina era mágica —mintió ella—,y sentí lástima por la mujer. Solo quería recuperar la vaina de su difunto hermano o, por lo menos, eso fue lo que le dijo al guardia. —¿Quién era esa mujer? —preguntó el rey. Ginebra dijo que no la había visto, y llamaron al guardia con el que había hablado. Cuando el guardia les describió a la mujer, Arturo y Merlín dijeron a la vez: «Morgana el Hada». El mago estaba confundido, ¿por qué ella haría algo así? Arturo, por su parte, estaba furioso y deseaba vengarse de Morgana, por lo que decidió enviar al guardia a matarla. Ese mismo día por la tarde, el guardia cogió su caballo y se fue al bosque a buscar a Morgana, guiado por las indicaciones que le había dado Merlín. Cuando ya faltaba poco para el anochecer, el guardia encontró su casa. —¡Mujer maldita! —exclamó él, mientras bajaba del caballo y se acercaba a la puerta de entrada—. ¿¡Cómo os atrevisteis a engañarme?! Se abrió la puerta de la casa, pero no apareció Morgana, sino un hombre alto, moreno y musculoso, vestido con ropas de cuero y piel. —¿Por qué gritáis de ese modo? —preguntó el hombre. —¿Quién sois? —El guardia cogió la empuñadura de su espada, atento. —¿Quién lo pregunta? —replicó el hombre, mientras buscaba algo detrás de la puerta. —Me manda el rey Arturo. Me ha ordenado matar a Morgana el Hada. Esa mujer es un demonio. Es mentirosa y traicionera. —¡No os permito hablar así de mi amada! —gritó furioso el hombre—. Si queréis su vida, antes tendréis que luchar conmigo. —Que así sea —dijo el guardia, y desenvainó su espada. El hombre cogió la espada que estaba detrás de la puerta y salió de la casa. El guardia atacó primero. Ambos eran fuertes y hábiles, pero a medida que pasaba el tiempo, el guardia se sentía más cansado y el amante de Morgana cogió ventaja. Si seguía así, pensó el guardia, acabaría muriendo. Entonces, tuvo una idea. Se alejó un poco de su contrincante y miró hacia el bosque. —Ahí estás, mujer —dijo el guardia, fingiendo haber visto a Morgana. Su plan surtió efecto. El amante de Morgana miró hacia el bosque, y no tuvo tiempo de reaccionar cuando el guardia le atravesó el corazón con la espada. —No tenéis honor —susurró el hombre antes de caer muerto. El guardia limpió su espada y entró en la casa. Tal y como sospechaba, estaba vacía. Como no sabía dónde estaba Morgana y ya anochecía, decidió regresar al castillo. Pero antes de irse, vio la vaina de la espada del rey, junto a la mesa. La cogió y se marchó. Ya en el castillo, fue en busca de Arturo. Lo encontró en la sala de reuniones del Consejo, junto con Merlín. —Tomad, la he recuperado —dijo el guardia, tendiéndole la vaina al rey. —Os lo agradezco. ¿Y bien? ¿La habéis matado? —le preguntó Arturo. Los tres hombres, Arturo, Merlín y el guardia, estaban sentados alrededor de una mesa. —No, mi rey, ella no estaba allí. Pero he matado a su amante. Arturo se quedó en silencio unos minutos, pensativo. —Mejor —dijo finalmente el rey—, así sentirá más dolor que si solo acabáramos con su vida. Mientras los tres hombres hablaban, Morgana llegaba a su casa. Cuando se encontró el cuerpo de su amante con un charco de sangre a su alrededor, ahogó un grito y se arrodilló a su lado. Morgana cogió al hombre por los hombros, balanceándolo, mientras sus ojos se humedecían y las primeras lágrimas caían por sus mejillas. —¡Nooo! Por favor... por favor... —Abrazó el cuerpo inmóvil del hombre al que amaba. Apoyó su frente en la del hombre y lloró durante horas. Sentía su alma rota. Poco a poco, los sollozos fueron cesando. Levantó un poco la cabeza y miró el rostro del hombre. Morgana acercó sus labios a los de él y le dio un último beso. Pero ese gesto no era una simple despedida, sino que utilizó ese contacto para ver, gracias a sus poderes, quién había matado a su amado. Después de incinerar el cuerpo de su amante, empezó a preparar la venganza. Durante dos días, tejió una capa que le regalaría al rey, fingiendo que era una ofrenda de paz. Aunque había visto el futuro, y si todo iba según el plan, Arturo no sería quien se la pusiera. Cuando ya estaba lista, lanzó un hechizo sobre ella: —El corazón del que vista esta capa se detendrá, y de este modo mi venganza se cumplirá.

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