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Este documento analiza diferentes cosmovisiones a través de la historia, desde la perspectiva de la filosofía y la astronomía. Explora las creencias, concepciones e ideas sobre el universo a lo largo del tiempo.

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COSMOVISIONES 1. ¿Qué es una cosmovisión? La filosofía, según Aristóteles, surgió del maravillarse ante la naturaleza, ante la φύσις (physis): tras el aparente caos de los fenómenos que observamos, de lo siempre cambiante, tal vez debía de esconderseun orden preciso, matemático: la ley a partir de...

COSMOVISIONES 1. ¿Qué es una cosmovisión? La filosofía, según Aristóteles, surgió del maravillarse ante la naturaleza, ante la φύσις (physis): tras el aparente caos de los fenómenos que observamos, de lo siempre cambiante, tal vez debía de esconderseun orden preciso, matemático: la ley a partir de la cual se pueda explicar la naturaleza. Los primeros filósofos occidentales, aquellos que iniciaron el paso del mito al logos, se maravillaron ante la gran diversidad de objetos de toda clase que contemplaban ante sí. Se plantearon si quizá podía suceder que todos ellos no fueran otra cosa queformas distintas de manifestarse uno o varios elementos fundamentales. Y, de este modo, intentaron dar una respuesta a la pregunta acerca del origen y constitución del cosmos. Trataron de determinar el “principio” (arjé) último y eterno del que todo procede y del que todo se compone. Y la gran novedad es que ya no buscaron este principio en realidades antropomórficas (los dioses), sino en lo que llamaron “naturaleza” (physis). El término cosmovisión proviene de la palabra griega cosmos, cuyo significado es belleza, armonía, orden. Se empleaba en la Antigüedad para referirse al universo, entendido como una totalidad ordenada. Por lo tanto, cosmovisión, como sugiere la palabra, significa simplemente “visión del universo”, que puede cambiar según la cultura o la época. Así, este término alude al conjunto sistemático de creencias y concepciones que influyen en la manera de percibir la realidad de un grupo de personas. Las primeras cosmovisiones que aparecieron tenían un fundamento mítico. 2. Cosmovisiones míticas Resulta evidente que el interés por el mundo natural y los fenómenos celestes es anterior a la filosofía y a la ciencia y puede rastrearse hasta varios miles de años antes de que los humanos aprendieran a escribir y leer. En la prehistoria, los moradores de las cavernas sabían cómo comunicarse por medio de imágenes, como sabemos gracias al arte rupestre encontrado en las cuevas de Lascaux en Francia o en la cuevas de Altamira en España, por ejemplo. Tal vez ese arte rupestre tenía un significado astronómico: los bisontes de Altamira podrían estar representando constelaciones del firmamento. Si es así, esto es una prueba de que ya hace más de diez mil años el Homo sapiens sentía asombro ante el universo. Otra prueba de diferente tipo, y relacionada con un período posterior en la cultura prehistórica, es la que ofrecen los enormes conjuntos de piedras -megalitos- que se encuentran en muchos lugares de Europa. especialmente en Gran Bretaña, y que datan aproximadamente del 3500 a. de C. El más famoso es Stonehenge, en el sur de Inglaterra. 1 COSMOVISIONES ¿Con qué propósito fue construido Stonehenge? No se sabe todavía con certeza, pero se acepta hoy generalmente que en parte servía para fines astronómicos, que era un templo astronómico, un enorme observatorio. Parece, pues, que los seres humanos, incluso en eras prehistóricas, tenían un gran interés en los fenómenos astronómicos y los movimientos de los astros. Aunque no disponemos de información acerca de cómo estos hombres y mujeres concebían el cosmos, de qué imagen de la estructura o del nacimiento del universo tenían. 3. Cosmovisiones científicas Las cosmovisiones científicas, al igual que las consideradas míticas, también aspiran a dar explicaciones del mundo y hacerlo más comprensible, pero en lugar de recurrir a seres poderosos y fuerzas sobrenaturales buscan explicaciones racionales, basadas en la observación y la experimentación, por lo que pueden ser sometidas a crítica y revisión. Nacen de la práctica científica, contribuyendo a crear la concepción del mundo en una época determinada. Las explicaciones científicas dan forma al mundo: son como piezas de un puzle cuyo conjunto compone una visión del universo y de la posición que el ser humano ocupa en él. Las cosmovisiones científicas presentan las siguientes características: Las ideas que constituyen una cosmovisión científica se caracterizan por estar interconectadas, es decir, dependen unas de otras formando un sistema. Estas ideas no son aleatorias, ni están tomadas al azar, sino que se caracterizan por sustentarse en argumentos sólidos -la observación, la experimentación, el razonamiento…- y por la aplicación de un método considerado científico. Para que un conjunto de ideas así descrito pueda ser definido como cosmovisión debe existir cierto consenso general, es decir, tiene que ser compartido por gran parte de la sociedad. Una época determinada puede experimentar un cambio radical en la forma de entender el mundo: es lo que se conoce como revolución científica. Como hemos visto, el conocimiento del entorno y las creencias sobre este varían con el tiempo, por lo que también se transforman las cosmovisiones, hasta el punto de que una cosmovisión aceptada hasta ese momento puede ser substituida por otra. A continuación, vamos a tratar las trescosmovisiones científicas más importantes: 2 COSMOVISIONES La cosmovisión antigua, vigente desde la antigua Grecia (s. IV a. C.) hasta la primera mitad del siglo XVI. La cosmovisión moderna, forjada a partir de las ideas nacidas de la revolución científica, y desarrollada entre los siglos XVI y XIX. La cosmovisión contemporánea, cuyas ideas principales surgen a principios del siglo XX y continúan desarrollándose. LA COSMOVISIÓN ANTIGUA Si observamos el cielo en una noche clara de verano, y lo hacemos atentamente durante un tiempo prolongado, apreciaremos que todas las estrellas se mueven al unísono alrededor del mismo eje, como si formaran parte de una estructura que las obligara a dar vueltas completas cada día. Si solo nos dejáramos guiar por los sentidos, es evidente que pensaríamos (como pensaron los griegos) que la Tierra no se mueve, sino que lo que se mueve es toda la bóveda celeste a nuestro alrededor. Por otro lado, si contrastamos esa regularidad de la bóveda celeste con la diversidad y variabilidad que observamos en la Tierra, tal vez podremos entender por qué los primeros filósofos llegaron a pensar que la Tierra y los cielos eran mundos diferentes, con características también diferentes. Por un lado, la Tierra: Con respecto a la forma de la Tierra, la información que nos aportan los sentidos hizo creer a los primeros filósofos que esta era plana y que se encontraba rodeada por el océano. Pero no tardaron en aparecer escuelas y comunidades, como la pitagórica, que ya en el siglo V a. C., aproximadamente, habían deducido que la Tierra era esférica gracias a una serie de observaciones. Por ejemplo, que al alejarse un barco de la costa lo primero que dejamos de ver es el casco y lo último las velas, lo cual solo puede explicarse si la Tierra es esférica. Además, los eclipses lunares permitían comprobar que la sombra que proyecta la Tierra sobre la Luna tiene un contorno circular. Se ha de considerar que la Tierra está inmóvil en el centro del universo, pues es lo que la observación cotidiana parece mostrar (parece que nosotros permanecemos estáticos y que el universo está organizado en torno a nosotros) Por otro lado, los cielos: Una explicación de los cielos acorde con las concepciones culturales y religiosas de los griegos debía cumplir estas características: - El movimiento de los cuerpos celestes debe ser circular, pues este es el movimiento 3 COSMOVISIONES más perfecto y, por lo tanto, el que corresponde a seres divinos como los astros. - El universo se entiende como limitado, en el extremo más alejado de la Tierra, por la esfera de las estrellas fijas (como una bóveda o cúpula en la que se encuentran incrustadas las estrellas. - El cosmos aristotélico Aristóteles (384-322 a. C.) concibió el cosmos como un todo organizado en dos mundos de distinta naturaleza: el mundo sublunar o terrestre y el mundo supralunar o celeste. El mundo sublunar se identificaba con la Tierra, es decir, con todo aquello que estaba situado por debajo de la esfera de la Luna, sin contenerla. Se caracterizaba por el cambio en forma, peso, sustancia, o cualquier otra cualidad. Se trataba de un mundo corrompible. Todos los cuerpos del mundo sublunar estaban formados por cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego. Estos cuatro elementos tienden de manera natural a recobrar esta posición, por lo que les caracteriza un movimiento natural de carácter rectilíneo, el cual se da en sentido descendente (la tierra y el agua por ser más pesadas) y ascendente (el aire y el fuego, por ser ligeros). Ya que el mundo sublunar está poblado de sustancias que son compuestos o mezclas de estos elementos, según la proporción que tengan de ellos, les corresponderá un tipo de movimiento natural u otro. Por contra, el mundo supralunar estaba constituido por la esfera de la Luna y todo aquello que se encontraba más allá. A diferencia del mundo sublunar, el mundo supralunar se compone de un quinto elemento: el éter. Se trata de un elemento de naturaleza divina: es perfecto, inalterable y sin peso. El mundo supralunar es perfecto e inmutable. Estas esferas existen realmente y están compuestas de éter. Cada esfera se mueve con un movimiento circular uniforme, que se transmite por rozamiento o fricción de unas esferas a otras, lo que produce como resultado los complicados movimientos de los planetas. Ahora bien, ¿cuál es la causa del movimiento circular uniforme de las esferas de éter? Aristóteles, para responder a esta pregunta, postula la existencia de un Primer Motor Inmóvil (Dios), causa final de todo el movimiento que se produce en el universo. De ello se deriva el carácter teleológico de la cosmovisión aristotélica: todos los cambios que tienen lugar en el mundo siguiendo las leyes de la naturaleza, tanto de los seres vivos como de la materia inerte, obedecen a una finalidad. La divinidad ha dispuesto todo para que se mantenga el orden del cosmos en perfecto equilibrio. Por lo tanto, el movimiento de los cuerpos celestes existe para provocar la mezcla de los 4 elementos en el mundo sublunar, las plantas han sido diseñadas para hacer la fotosíntesis, nosotros tenemos manos para poder coger y manipular objetos, etc. La cadena de movimientos se iniciaba en el primer cielo, el de las estrellas fijas, que lo obtenía directamente de la acción de Dios, el cual actuaba como motor inmóvil. A partir de ahí el 4 COSMOVISIONES movimiento se iba transmitiendo a las demás esferas por fricción, dado que cada esfera se encontraba en contacto directo con la inmediatamente superior e inferior. El universo aristotélico no tiene principio ni final. Es inengendrado, eterno, existe desde siempre y carece de historia, por lo que no hay posibilidad alguna de hacer una cosmogonía acerca del mismo. Es esférico, geocéntrico y geostático. Además, es finito y no está en el espacio. Esto es así porque si ocupara un espacio habría un algo, que no es el universo más allá del universo mismo (que es todo lo que hay o existe), y esto es imposible. La pregunta sobre el más allá del universo o sobre dónde está el universo es ilegítima. No hay un recipiente (espacio) que abarque el universo como si éste fuera una cosa. Más allá del universo mismo no hay nada porque él es todo lo que hay. 5 COSMOVISIONES – Las aportaciones de la astronomía: Ptolomeo A pesar del carácter sólido del sistema aristotélico, los astrónomos se encontraron con observaciones sobre la posición de los planetas que no eran compatibles con la idea de que los movimientos celestes fueran circulares y regulares. Para poder mantener estas ideas, se fueron proponiendo modelos matemáticos que solventaran cada problema concreto. No se pretendía que estas soluciones fueran reales, sino simplemente que facilitaran la predicción de los fenómenos astronómicos (constituyendo, así, una visión instrumentalista de la ciencia). El más importante astrónomo de la antigüedad fue Ptolomeo, que escribió una obra titulada Sintaxis matemática (conocida por el nombre Almagesto), la cual recoge tanto aportaciones originales como aportaciones de otros científicos. Uno de los principales problemas a los que se enfrentaba la teoría geocéntrica aristotélica era el de la órbita de Marte. Al observar el movimiento de este planeta, se aprecia que diariamente avanza hacia el este de forma regular pero, en un determinado momento, parece que se detenga para retroceder, moviéndose hacia el oeste, para, de nuevo, corregir el rumbo y dirigirse hacia el este. Su trayectoria dibuja una especie de bucle. Este movimiento no se podía explicar desde el modelo aristotélico. Por esa razón, Ptolomeo afirma que la órbita de Marte y, por extensión, la del resto de los planetas, es el resultado de la combinación de dos movimientos: uno a través de una línea circular imaginaria alrededor de la Tierra llamada deferente; otro, en un círculo más pequeño, llamado epiciclo, cuyo centro sería la deferente. 6 COSMOVISIONES LA COSMOVISIÓN MODERNA A partir del siglo XVI comienza a gestarse la cosmovisión moderna, gracias a la contribución de un grupo de científicos y astrónomos que protagonizan la llamada revolución científica: en ese momento se van sentando las bases de la física clásica, caracterizada por servirse tanto de la experimentación como del formalismo matemático. Surge una nueva física y una nueva visión del mundo va tomando forma: se produce la “destrucción del cosmos” griego, superando la distinción entre un mundo supralunar (inalterable e incorruptible, de movimientos circulares) y un mundo sublunar (con cambios constantes de todo tipo), sustituyéndola por un mundo sin jerarquías. Pasamos del paradigma geocéntrico al heliocéntrico. Se entiende por paradigma el marco teórico en el que trabaja la comunidad científica hasta que se produce una revolución que conlleva un cambio de paradigma. Los autores que vamos a ver a continuación son los responsables de esta nueva manera de entender el mundo. – Copérnico y el heliocentrismo Nicolás Copérnico (1473-1543), en su obra Sobre las revoluciones de las esferas celestes, publicada en el año de su nacimiento, someterá el paradigma aristotélico- ptolemaico a una profunda crítica. Inspirándose en la obra de Aristarco de Samos (310- 230 a. C.), afirmó que el Sol se encontraba en el centro del universo y que el resto de los planetas, incluida la Tierra, giraba a su alrededor. Esto es lo que se conoce como heliocentrismo. Copérnico planteará su argumento según el modo establecido por Guillermo de Ockham (1280-1349): la explicación más sencilla -de cualquier fenómeno- deberá ser la verdadera (conocido como la “navaja de Ockham”). Todo el complejo sistema aristotélico-ptolemaico sería mucho más simple, explicativo y predictivo si la Tierra dejara de ocupar su lugar preeminente y este fuera ocupado por el sol: modelo heliocéntrico frente a modelo geocéntrico. El Sol estaría en el centro del universo. Todo lo demás, giraría a su alrededor, incluido nuestro planeta (movimiento de traslación alrededor del Sol, anualmente). La Tierra, además, poseería otros dos tipos de movimiento, el de rotación sobre sí misma y el de inclinación de su eje (como si se moviera igual que una peonza y provocara una leve variación del ángulo de su rotación). No obstante, y pese al giro drástico que supuso su concepción heliocéntrica sobre el universo -la Tierra tan solo sería un planeta más y el hombre dejaría de ser el centro de la creación-, Copérnico sostuvo tesis que eran propias del anterior paradigma como las referidas al movimiento circular de los planetas y a la finitud del universo. 7 COSMOVISIONES – Las observaciones de G. Bruno y Kepler Giordano Bruno (1548-1600), filósofo y astrónomo renacentista italiano, defendió el heliocentrismo de Copérnico y todavía fue más allá en sus consideraciones científicas: sometió a crítica la tesis de las esferas fijas y el hecho de que estas supusieran un límite del universo. Los puntos luminosos tenían que corresponder con una infinitud de estrellas que se desparramaban por un espacio ilimitado, donde podrían encontrarse otros planetas y seres vivos: defendía, por tanto, la infinitud del universo. Pero esta idea era, a ojos de muchos coetáneos, insostenible e inadmisible, pues contradecía creencias muy arraigadas desde hacía siglos. Bruno fue encarcelado por la inquisición y quemado vivo en la hoguera sin acceder a que abjurara de sus doctrinas. Pero sus tesis, a pesar de ser meramente especulativas por no contar con apoyo empírico ni físico-matemático, son sumamente inspiradores y abrieron un nuevo campo de cultivo a futuras explicaciones, teóricas y comprobadas, de pensadores posteriores. Johannes Kepler (1571-1630), astrónomo y matemático alemán, aceptó el heliocentrismo pero aportó un apoyo matemático más firme que el de las tesis copernicanas. Al estudiar el movimiento de Marte, concluyó que las órbitas de los planetas no eran perfectamente circulares, sino que su trayectoria era elíptica (la elipse es como un círculo alargado), y que el Sol se encontraba en uno de los focos de la elipse. Esta evidencia constituye la primera de las tres leyes conocidas como leyes de Kepler. Las tres leyes de Kepler acabaron con la creencia de que el movimiento de los planetas era circular, por considerarse este el movimiento perfecto. Por otro lado, la fuerza que impulsaba a los astros en el cosmos ya no era anímica (es decir, no respondía a u sentido metafísico o moral), sino una fuerza puramente motriz proveniente del Sol, y podía explicarse enteramente por las leyes de la matemática yla física, sin requerir otro tipo de explicación. Ese modelo nuevo dará pie a la nueva representación del mundo: el universo-máquina, un gran mecanismo regular y predecible, sin “alma”. – La nueva física: Galileo y Newton Galileo Galilei (1564-1642), sabio renacentista nacido en Pisa, dedicó sus observaciones empíricas -uso del telescopio- y su formalización matemática a demostrar las tesis sostenidas por Copérnico. Sus observaciones astronómicas entre las que encontramos los cráteres de la Luna, las manchas del sol, los mediceos o satélites de Júpiter, significaron una crítica demoledora de la doble composición, la perfección y la regularidad del universo sostenida por Aristóteles. Galileo estableció el principio de inercia, según el cual los cuerpos tienden a permanecer en reposo o bien a velocidad uniforme a no ser que actúe sobre ellos una 8 COSMOVISIONES fuerza. De este principio se deriva el fenómeno de la invarianza, que asegura que el reposo y el movimiento a velocidad constante son equivalentes. Por esta razón, desde la Tierra no se percibe apenas ningún efecto de su propio movimiento. El principio de inercia también justificaba que los planetas no se movieran por el impulso de un supuesto primer motor, sino porque no había ninguna fuerza que los frenara. En 1611 fue a Roma a presentar sus hallazgos, en los que rechazaba la teoría geocéntrica y comprobaba la heliocéntrica. Estos descubrimientos despertaron el asombro de muchos científicos pero también la animadversión por parte de, especialmente, el sector religioso. Galileo estaba atentando contra uno de los pilares de la Iglesia. Por ello, en 1616, llegó la censura. La Inquisición prohibió a Galileo defender, divulgar, enseñar y sostener la teoría heliocéntrica. Pese a esta represión, Galileo continuó sus investigaciones y siguió desarrollando estudios y publicando obras, aunque lo hacía hablando de la teoría como si de una hipótesis se tratara con la finalidad de burlar la censura. Sin embargo, en 1632, publicó una obra en la que defendía abiertamente la teoría heliocéntrica: Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo. La Inquisición se dio cuenta de ello rápidamente y empezó a investigar. En 1633, a los 69 años, Galileo fue juzgado en Roma por incumplimiento de la censura establecida en 1616. Fue obligado a confesar su “crimen” bajo amenaza de tortura y, posteriormente, a negar la teoría heliocéntrica. Después de rechazar sus ideas, la condena fue reducida a un arresto domiciliario, el cual duró desde 1633 a 1638, año en el que se quedó ciego y le fue permitido trasladarse a un domicilio que tenía cerca del mar. Murió en 1642 a los 77 años de edad. La obra del filósofo y matemático inglés Isaac Newton (1642-1727) y, en especial, su obra Principios Matemáticos de la Filosofía Natural, publicada en 1687, constituye la culminación de ese proceso de revolución científica y cosmológica iniciada por Copérnico en 1543 con motivo de la publicación de Las revoluciones de las esferas celestes. Newton estableció que todos los cuerpos del universo son el origen de la fuerza de la gravedad, y a su vez se ven afectados por ella (todos los cuerpos, por tener masa, se atraen entre sí: en esto consistiría la gravedad). La definió como una fuerza directamente proporcional al producto de sus masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que separa sus centros de gravedad. Se trataba de una ley que podía aplicarse tanto para la caída de una piedra como para determinar el movimiento de los planetas, lo cual significaba que las mismas leyes regían en todo el universo (así, se terminaba de superar la cosmovisión aristotélica, en tanto que distinguía entre un mundo sublunar y otro supralunar). – Implicaciones filosóficas El paradigma newtoniano trastorna la cosmovisión aristotélica-ptolemaica. Newton y sus predecesores nos ofrecen la imagen de un universo explicable mediante leyes, 9 COSMOVISIONES como un gran reloj, y predecible en sus procesos (determinismo). Además, este universo deberá ser infinito, de lo contrario, todo su sistema gravitacional se colapsaría. Este universo, en su grandeza, sitúa al hombre en un papel secundario, pues, en definitiva, las leyes que explican su funcionamiento suponen, al mismo tiempo, que el universo no posee finalidad alguna. Si el universo no posee finalidad, ¿la tiene la existencia del ser humano? Todo esto afecta, igualmente, al papel que Dios desempeña en este nuevo paradigma. Dios es el gran relojero que ponen en marcha todo el sistema (mecanicismo) y, una vez hecho esto, su papel deja de tener relevancia. Si la Tierra es uno más de los infinitos planetas del Universo, el ser humano, creación divina, deja de tener la relevancia que le otorga el cristianismo. El paradigma newtoniano -con un universo creado e infinito- no supone un ateísmo, pero sí abre camino al agnosticismo. LA COSMOVISIÓN CONTEMPORÁNEA El paradigma newtoniano se mantendrá vigente hasta los albores del siglo XX. El replanteamiento será posible gracias al avance y el progreso científico que se manifestará, fundamentalmente, en el desarrollo de la física cuántica y en las aportaciones de Albert Einstein (1879-1955) con su teoría de la relatividad. Actualmente ambas teorías son incompatibles entre sí, pero permiten entender, respectivamente, lo más grande y lo más pequeño de nuestro mundo. Sin embargo, se sigue trabajando para lograr una teoría que sea capaz de unificarlas. – Einstein y la teoría de la relatividad Einstein publicó la teoría de la relatividad especial en 1905, la cual echaba por tierra las convenciones de la física clásica: afirmaba que no existen un espacio y un tiempo absolutos e independientes del sujeto que los experimenta. Espacio y tiempo son medidas que obtiene un observador y que, entre otras variables, dependen de la velocidad a la que se halle. De esto se desprende un hecho tan sorprendente para el sentido común como que el tiempo transcurre de manera diferente para dos observadores que viajan a distinta velocidad. Además, a causa de esta relatividad de espacio y tiempo, para dar una descripción del universo que sea válida para todos los observadores, hay que considerar que existe interdependencia entre la dimensión temporal y la espacial, pues los cambios en una de ellas afectan inevitablemente a la otra. Espacio y tiempo, pues, forman un continuo cuatridimensional. En 1915, Einstein generalizó esta teoría y publicó la teoría general de la relatividad, de 10 COSMOVISIONES la que se derivan consecuencias revolucionarias para la cosmología y la comprensión del universo. Lo más importante de la teoría de Einstein es que la masa de un cuerpo deforma el espacio-tiempo a su alrededor. Así, en las proximidades de una gran masa (por ejemplo, la de una estrella como el Sol), el espacio está más curvado y el tiempo transcurre más lentamente. Aunque la tendencia natural de los planetas y, en general, la de todos los cuerpos celestes, sea recorrer la distancia más corta entre dos puntos (lo que en física se conoce como geodésica), si el espacio en el que se mueven está curvado, el planeta acabará trazando una órbita a su alrededor. De este modo, la teoría de la relatividad explicaba los movimientos orbitales de los planetas. Pero, además, se deducen de ella consecuencias imprevistas, como que el universo se encuentra en un proceso de expansión (Edwin Hubble (1889-1953) demostró que el universo se está expandiendo). – La física cuántica Si la teoría de la relatividad revoluciona nuestra visión del mundo a gran escala (el macrocosmos), la teoría cuántica hace lo propio con el mundo de lo infinitamente pequeño. De los múltiples resultados de una teoría tan compleja como la cuántica, el que más impacto filosófico produjo fue el denominado principio de indeterminación o incertidumbre de Heisenberg. Según este principio, existen determinadas magnitudes microfísicas, como la velocidad y la posición de una partícula subatómica, o la energía y el tiempo de la misma, entre las que se dan lo que se llama relaciones de indeterminación o incertidumbre; es decir: si tratamos de conocer (de medir) de modo preciso una de ellas, necesariamente la otra magnitud se nos va a “escapar”. Así, por ejemplo, no podemos conocer con exactitud y a la vez la velocidad y la posición de una partícula, pues alguna de estas dos magnitudes fundamentales permanecerá necesariamente indeterminada o incierta. Esto supone un límite infranqueable a nuestro conocimiento de la realidad. Con respecto a este problema se han propuesto dos interpretaciones: Se habla de principio de incertidumbre si se quiere hacer hincapié en el componente subjetivo de la imprecisión: somos nosotros, los humanos, los que, al medir interaccionamos con eso que estamos midiendo y lo perturbamos y, por ello, parte de los resultados que obtenemos son inciertos, probables, azarosos, pero la realidad misma es precisa. Lo que es impreciso e incierto es nuestro conocimiento dela realidad. En el futuro recuperaremos la precisión y certidumbre perdidas. Se habla de principio de indeterminación -y es esta la interpretación física que ha prosperado- si lo que se quiere señalar es que es la propia realidad la que es indeterminada (y no nuestro conocimiento de ella): la raíz última de la realidad material, las partículas subatómicas, son indeterminadas, imprecisas, azarosas, no 11 COSMOVISIONES nuestro conocimiento -objetivo- de ellas. Según esta interpretación, la cuestión no es que estemos ante una incapacidad de nuestro conocimiento o de nuestros instrumentos de medida, sino que nos encontramos ante un límite de las cosas mismas, las cuales son, en el fondo y en cierta medida, indeterminadas. Según esta interpretación, hay eventos que serán, por su naturaleza, radicalmente imprevisibles, impredecibles. Las leyes de la nueva física no podrán ser ya deterministas, como eran las de la física clásica, sino estadísticas, probabilísticas. Algunos autores han entendido que la gran aportación de la física cuántica a nuestra cosmovisión contemporánea es la apertura que se da a lo imprevisible, incalculable, impredecible: en suma, la apertura a la libertad, frente al determinismo de la cosmovisión moderna. – Implicaciones filosóficas Algunas de las implicaciones filosóficas de la nueva cosmovisión científica pueden ser las siguientes: Imposibilidad de separación sujeto-objeto: para observar algo hay que interaccionar con ello. Cuando lo observado es suficientemente pequeño, esta interacción condiciona el resultado del experimento. En este sentido, la física cuántica pone en entredicho la creencia (de herencia griega) de que el mundo es una realidad objetiva que el ser humano puede llegar a conocer. Indeterminismo e imprevisibilidad: la física cuántica cuestiona la imagen determinista del mundo: solo podríamos establecer leyes estadísticas que no predicen con exactitud el resultado de una observación, sino tan solo calculan sus probabilidades. Alejamiento respecto al sentido común: la nueva cosmovisión científica se distancia de nuestras intuiciones y percepciones habituales, por lo que resulta poco comprensible para los que no son expertos. 12

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