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Historia de las relaciones laborales La segunda Revolución Industrial, el internacionalismo y el expansionismo colonial Historia de las relaciones laborales La segunda Revolución Industrial, el internacionalismo y el expansionismo colonial Índice Presentación .......................................

Historia de las relaciones laborales La segunda Revolución Industrial, el internacionalismo y el expansionismo colonial Historia de las relaciones laborales La segunda Revolución Industrial, el internacionalismo y el expansionismo colonial Índice Presentación .............................................................................. 3 Objetivos de aprendizaje ............................................................... 3 1. Cambios sustanciales a finales del siglo XIX: la segunda Revolución Industrial .................................................................................. 4 2. La madurez del movimiento obrero: el internacionalismo y las primeras conquistas de la lucha de clases ....................................................... 5 2.1. La Primera Internacional ............................................................. 7 2.2. El caso español como ejemplo de la acción y de las conquistas de la clase trabajadora ..................................................................................... 8 3. El imperialismo colonial sienta las bases de una nueva explotación laboral ..................................................................................... 11 Conclusión .............................................................................. 15 Referencias bibliográficas ............................................................ 16 © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 2 Historia de las relaciones laborales La segunda Revolución Industrial, el internacionalismo y el expansionismo colonial Presentación Como se indica en la exposición de objetivos, y como también se señalaba en la conclusión del tema 3.3, era preciso hacer un alto en el camino para estudiar la forma en la que las instituciones enfrentaron el movimiento obrero en sus inicios. Una vez realizado ese esbozo, se retoma aquí la perspectiva del proletariado sobre los nuevos cambios que habrían de producirse en el último cuarto del siglo XIX, profundos y decisivos a la hora de definir la personalidad de la clase trabajadora contemporánea. El tema se cierra con el estudio detenido del imperialismo colonial finisecular, relevante en la medida en que contribuyó a crear una nueva forma de división del trabajo: la división internacional de las labores productivas, por la cual la metrópolis asumió el rol de empresario y explotador de recursos, y la colonia el de productor y explotado por el “Occidente civilizado”. Esta última realidad resulta crucial para entender las relaciones económicas de dependencia imperantes en las Relaciones Internacionales en el siglo XX entre el Primer Mundo y el Tercer Mundo. Objetivos de aprendizaje Los objetivos que se pretenden alcanzar en este recurso son los siguientes: • Continuar el relato de la evolución del movimiento obrero, deteniéndose en el impacto de las transformaciones asociadas a la segunda Revolución Industrial en las relaciones laborales finiseculares. • Estudiar el desarrollo del internacionalismo obrero, esencial para entender la evolución de las distintas corrientes ideológicas que representarán los intereses de la clase trabajadora. • Describir las motivaciones del expansionismo colonial, esencial para entender un fenómeno peculiar del siglo XIX, que ha subsistido hasta el siglo XX: la división internacional del trabajo entre las “colonias-productoras” y las “metrópolisexplotadoras”. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 3 Historia de las relaciones laborales La segunda Revolución Industrial, el internacionalismo y el expansionismo colonial 1. Cambios sustanciales a finales del siglo XIX: la segunda Revolución Industrial La segunda Revolución Industrial se data tradicionalmente entre 1870 y 1914, viniendo a retomar el ritmo acelerado de avances técnicos que se había experimentado en Occidente desde la década de 1760/80 hasta el decenio de 1820, de manera aproximada. Si por algo se caracterizó este nuevo periodo de florecimiento industrial fue por el estrechamiento de la brecha que tradicionalmente había existido entre ciencia y tecnología, así como por la acumulación de conocimiento útil en grandes cantidades durante un periodo relativamente corto de tiempo. Ahora bien, el verdadero cambio se produjo en la organización de la producción, surgiendo las primeras fábricas a gran escala y la tasa de transferencia efectiva, es decir, el rendimiento total que se puede obtener en un proceso productivo en escala. Y asociadas a todas estas transformaciones, se consolidaron los sistemas tecnológicos: muchos de ellos estaban en uso antes de 1870, como el tendido eléctrico, el ferrocarril, el agua potable o el tratamiento de las aguas residuales, pero alcanzaron mayor difusión a partir de ese momento (Mokyr, 1999, pp. 219-245). Algunas de las modificaciones más llamativas de produjeron en los siguientes sectores: El acero se convirtió en una materia prima empleada con gran frecuencia, suplantando así al hierro forjado que no se había revelado suficientemente útil, dúctil ni maleable para algunos usos que reclamaba la era industrial. El problema estribaba en producir acero barato, y a esta dificultad vino a dar respuesta el convertidor desarrollado por Henry Bessemer en 1856, que empleó los residuos de carbón derivados del hierro fundido como combustible durante el procedimiento de forjado, produciendo un material mucho más estable y resistente. El sistema quedó perfeccionado con el procedimiento desarrollado por Robert Mushet, que eliminó las escasas impurezas que habían quedado en el acero producido con el convertidor de Bessemer. En Europa, por su parte, los ingenieros y acereros optaron por el procedimiento de Siemens-Martin, que empleaba para la fundición de acero hornos de hogar abierto. Independientemente del recurso empleado, lo cierto es que el precio del acero fundido descendió, empleándose en la construcción de barcos, vías de tren, etc., desde la década de 1880. Lo mismo sucedió en la fabricación de máquinas, armas y otros útiles que debían emplearse en las fábricas (Mokyr, 1999, pp. 220-221). La industria química estuvo liderada por Alemania, aunque uno de los primeros grandes descubrimientos correspondió al británico William Perkin, descubridor del tinte morado extraído a partir de la mauveína. Alemania tomó el testigo de Gran Bretaña para perfeccionar y desarrollar la producción de tintes, destacándose también en la fabricación de los primeros fertilizantes. En este ámbito resultó esencial el descubrimiento del proceso de producción de amoniaco no solo empleado como sustancia de base para fertilizantes, sino también para la fabricación de bombas. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 4 Historia de las relaciones laborales La segunda Revolución Industrial, el internacionalismo y el expansionismo colonial Similar relevancia adquirió la producción industrial de caucho (en 1839), que se convirtió en materia prima de numerosos productos fabriles, el plástico sintético (en 1869). Más allá de los productos fabriles, el desarrollo de la industria química tuvo su repercusión igualmente en el sector farmacéutico, pues se generalizó el uso de los medicamentos anestésicos en la segunda mitad del siglo XIX, junto con los antisépticos y una invención capital: las propiedades analgésicas del componente acetílico del ácido salicílico que Félix Hoffman, un químico de Baviera, explotó en 1897 para dar lugar al ácido acetilsalicílico, es decir, la aspirina (Mokyr, 1999, pp. 222-223). El potencial energético de la electricidad se conocía desde comienzos del siglo XIX, sobre todo tras la invención del motor eléctrico (1821) y la dinamo (1831) por Michael Faraday. Sin embargo, el primer uso de la electricidad estuvo ligado a las comunicaciones, empleándose en la comunicación telegráfica por cable, gracias al procedimiento patentado por William Cooke en 1837 y sistematizado en un lenguaje de comunicación admitido por todos por Samuel Morse. Su uso para la iluminación se sistematizó a partir de la década de 1870, gracias, entre otros, a la patente de la bombilla eléctrica por Thomas A. Edison a comienzos de la década de 1880 (Mokyr, 1999, pp. 223-225). El transporte fue otro sector beneficiado por las transformaciones de la época, tales como el desarrollo del motor diésel y su incorporación a los medios de automoción en 1897. En la fabricación de barcos los cambios fueron drásticos tanto por el uso del acero como materia primera como por la incorporación de nuevas formas de propulsión, de modo que las embarcaciones fueron más grandes, más rápidas y más baratas de producir, lo que provocó un descenso automático de los costes de transporte de las mercancías. Otra verdadera revolución en los transportes se produjo cuando en 1885 Gottlieb Daimler y Karl Benz desarrollaron un motor de gasolina en cuatro tiempos, que hizo posible la aparición de los primeros automóviles (Mokyr, 1999, pp. 225-226). 2. La madurez del movimiento obrero: el internacionalismo y las primeras conquistas de la lucha de clases Lejos de mejorar, conforme avanzó el siglo XIX las condiciones laborales del proletariado industrial y del campesinado empeoraron de manera clara como consecuencia de una lógica económica que rechazaba la intervención del Estado y de unas instituciones que, como se vio en el epígrafe precedente, consideraban cualquier reivindicación obrera como actos seudo-criminales. Ni siquiera la legislación protectora de los derechos de los trabajadores tuvo el resultado apetecido y en muchas ocasiones se frustraron sus objetivos por la falta de voluntad política en su aplicación (Arenas Posadas, 2003, pp. 59-60). A todo ello ha de añadirse una circunstancia agravante: ante la falta de iniciativa gubernamental por racionalizar los mecanismos de explotación laboral en el contexto © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 5 Historia de las relaciones laborales La segunda Revolución Industrial, el internacionalismo y el expansionismo colonial fabril, muchos empresarios comenzaron a idear nuevos sistemas de relaciones de trabajo que permitieran aumentar la eficiencia y, por consiguiente, su beneficio. Mención especial merece en este sentido el taylorismo, que debe su nombre a Frederick Taylor, ingeniero mecánico americano que desarrolló un complejo sistema de organización del trabajo industrial, cuya meta era la eficacia y aumentar la motivación de los trabajadores, partiendo de estudios que intentaban aplicar principios científicos a la producción industrial (Taylor, 1911). En aras de la primera, las tareas de producción se automatizaron y se mecanizaron, de modo que podían ser llevadas a cabo por trabajadores poco cualificados; en búsqueda de la segunda, se asoció el salario de los trabajadores directamente a su productividad. Además, el taylorismo implicaba un aumento de la nómina de gestores y trabajadores especializados que pudieran supervisar la labor de los obreros poco cualificados, contribuyéndose así a una mayor complejidad del organigrama industrial en su conjunto. La plasmación del modelo taylorista en la industria se reflejó en la fábrica de automóviles de Henry Ford en Estados Unidos, hasta el extremo de que se conoce el sistema de trabajo instaurado en ella como el fordismo. En lo básico, el fordismo cumple los principios de Taylor y añade un elemento más, que constituye un desarrollo de la automatización del proceso de producción: la producción en cadena, que facilitó que un obrero concreto se especializara únicamente en la elaboración de una parte específica del producto final. Como Taylor, Ford apostó por asociar el salario de los trabajadores a su productividad, además de acometer una subida general de aquel para posibilitar que los obreros tuviesen, como mínimo, el poder adquisitivo suficiente para consumir los mismos productos que elaboraban (Banta, 1993). Pese a que, en la práctica, el taylorismo y el fordismo, fuertemente asociados a la mecanización del proceso productivo, argumentaban que la mecanización de las tareas no solo no perjudicaba a los trabajadores, sino que les dejaba tiempo para dedicarse a labores más creativas, la realidad fue bien distinta. Siguiendo la lógica de Marx, la dinámica del mercado y de la demanda creciente llevaron irremediablemente a subir la producción mediante la automatización progresiva de cada vez más labores industriales, de modo que se generó lo que él llamó un “ejército industrial de reserva” o “plusvalía relativa de población”. Dicho excedente de mano de obra desempleada regresaba a la fábrica cuando la demanda seguía creciendo más allá de la capacidad productiva del sistema, siempre y cuando se diera una condición: que el desarrollo técnico no permitiera que dicha demanda en aumento fuera totalmente atendida por las máquinas. Entonces, proseguía el pensador alemán, el “ejército industrial de reserva” se convertía en una reserva permanente. Así pues, el trabajador, incapaz de vender su única mercancía, su fuerza de trabajo, en el mercado laboral, quedaba desamparado (Marx, ed. 1990, p. 784; Lipset, 1959, pp. 69-105; Lerche, 2007, pp. 425-452; Lamas, 2019). © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 6 Historia de las relaciones laborales La segunda Revolución Industrial, el internacionalismo y el expansionismo colonial Las condiciones, por consiguiente, hacían necesaria una movilización obrera más activa, que se comenzó a manifestar desde la década de 1860 con la aparición de un nuevo fenómeno: el internacionalismo. 2.1. La Primera Internacional El internacionalismo apela a la conciencia de la clase trabajadora de que su situación miserable transgrede fronteras, por lo que le conviene unir fuerzas en una liga internacional que defienda sus derechos con independencia de identidades nacionales e intereses parciales. El movimiento surgió tras la reunión celebrada en Saint Martin’s Hall, en Londres, el 28 de septiembre de 1864, a su vez motivada por la represión del Levantamiento de enero de 1863 en Polonia. El pueblo polaco, bajo la soberanía y la férrea autoridad del zar de Rusia, se había sublevado en la fecha indicada para protestar contra las levas forzosas de jóvenes por el ejército ruso y, al mismo tiempo, reclamar la restauración de la mancomunidad lituano-polaca. La reacción de las autoridades zaristas fue contundente, optando por el recurso a la fuerza y la represión de todos los rebeldes, los últimos de los cuales quedaron detenidos en el año de 1864 (Jasiakiewicz, 1983, pp. 53-71). A la reunión de septiembre de 1864 concurrieron líderes de la izquierda radical de Francia y del propio Reino Unido, entre quienes había que destacar a Proudhon y Blanqui, además de un joven Karl Marx que poco después acabaría alcanzando el liderazgo del movimiento internacionalista. La principal conclusión de los allí congregados fue que era necesario constituir una organización internacional que armonizase y defendiese los intereses de la clase trabajadora en todo el mundo, considerando las violaciones de derechos de los que frecuentemente era objeto, como acababa de suceder en tierras polacas. En el seno de esta primera reunión de la Asociación Internacional de Trabajadores (en adelante AIT), o I Internacional, surgió una escisión entre dos corrientes opuestas: por una parte, los sindicalistas británicos que habían alentado la formación de la AIT priorizaban la lucha para mejorar las condiciones económicas del proletariado sobre el ataque directo al sistema capitalista, encaminado a derrocarlo; por otra parte, Proudhon y Blanqui se oponían a la participación política de los obreros y defendían la idoneidad de la huelga como herramienta de lucha. Una tercera vía estuvo representada por los comunistas, encabezados por Marx, que consideraban urgente derrocar al sistema capitalista de una vez (Rother, 2012). Una vez sentadas las bases de partida, la I Internacional proporcionó a la clase trabajadora europea y occidental armas suficientes para recurrir a la huelga y presionar a patronos y gobiernos en el sentido de atender sus demandas mediante legislación social que, de hecho, se cumpliera. En su labor de lucha y propaganda fueron tan importantes las secciones de la I Internacional que se fundaron en diferentes países como los periódicos que se fundaron para servir a la causa del proletariado. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 7 Historia de las relaciones laborales La segunda Revolución Industrial, el internacionalismo y el expansionismo colonial En medio de una dinámica de ascenso se dieron dos acontecimientos decisivos para su futuro: primeramente, la adhesión de la corriente anarco-colectivista encabezada por Mijail Bakunin y Piotr Kropotkin en 1868; en segundo lugar, los sucesos de la Comuna de París de 1871. Comenzando por esta última, la crisis económica, política y moral vivida en Francia tras la derrota en la Guerra Franco-Prusiana (1870-1871), uno de cuyos resultados fue el nacimiento de Alemania (1871) a costa de varios territorios fronterizos con el país galo, los trabajadores y las clases menesterosas de París se sublevaron contra el gobierno presidido por Adolphe Thiers. La sublevación puso en jaque a las instituciones francesas y alentó entre las élites el miedo al comunismo, suscitando una violenta represión que acabó por la fuerza con la insurrección (Lissagaray, ed. 2021). Ahora bien, el fracaso de la Comuna no puede ocultar un logro fundamental: el nacimiento de los primeros partidos políticos obreros en toda Europa, desde la convicción de que la lucha debía trascender las barricadas y llegar también a los órganos representativos de la burguesía liberal. Respecto a la adhesión de la corriente anarco-colectivista en 1868, fue decisiva para el futuro de la I Internacional en la medida en que sembró la semilla de la discordia en su seno, sentando las bases para la escisión un año después de los sucesos de París referidos. E l motivo de la escisión era simple y se analizó en el tema 3.2, hundiendo sus raíces en las diferencias ideológicas mismas de base entre comunismo y anarquismo: mientras Karl Marx y sus seguidores defendían la conveniencia de desarrollar la lucha contra el capitalismo en el terreno económico, social y político, la corriente anarquista de Mijail Bakunin y Piotr Kropotkin despreciaba la participación en política, que consideraba un escenario típicamente burgués. Desde su óptica, la lucha de los trabajadores debía limitarse a la huelga revolucionaria para revertir el orden económico e instaurar una sociedad igualitaria sin gobierno, basada en la autogestión y en la cooperación de todos sus miembros en pro del bien común. Las diferencias entre ambas facciones acabaron revelándose irreconciliables, hasta que en el V Congreso de la AIT celebrado en La Haya en 1872 se escindió la corriente en dos, con la marcha de la facción representada por el anarquismo (Termes, 1977). 2.2. El caso español como ejemplo de la acción y de las conquistas de la clase trabajadora Tal y como se anunciaba en el tema 4.1, Barcelona sería otra vez el escenario de una protesta de origen obrero que acabó tambaleado las raíces mismas del orden liberal, en esta ocasión durante la regencia del general Espartero (1840-1843). Los inicios de la industrialización habían significado la conversión de Cataluña, y sobre todo de Barcelona, en epicentro del crecimiento económico español, con la consiguiente proletarización de las masas urbanas. El Partido Progresista, representado por el gobierno, fue para ellos un signo de esperanza que les inspiró para crear las primeras organizaciones obreras clandestinas. A ello había que añadir que las © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 8 Historia de las relaciones laborales La segunda Revolución Industrial, el internacionalismo y el expansionismo colonial masas de las ciudades tenían fácil acceso a las armas, puesto que la Milicia Nacional, fuerza del orden al servicio del progresismo e integrada por ciudadanos de a pie, estaba más que dispuesta a colaborar con ellos en caso de insurrección armada. Los empresarios catalanes, habida cuenta de las circunstancias, decidieron adoptar una actitud defensiva, considerando que el régimen de Espartero no protegía sus intereses, y las tensiones aumentaron. Los sucesos de 1841 y 1842 vinieron, no obstante, a unirles en un contexto muy concreto: la marcha del capitán general de Cataluña, Juan van Halen, a Navarra para combatir al carlismo. En ausencia de autoridad, las masas se dotaron de organismos de gobierno propios y exigieron una prestación económica a las élites urbanas para sufragar los gastos de gestión de la ciudad. Por extensión, la junta de vigilancia ciudadana ordenó la supresión de los impuestos más perjudiciales para la población y la destrucción de las murallas de la Ciudadela, recuerdo de la represión contra el pueblo catalán por el ejército de Felipe V a comienzos del siglo XVIII. El capitán general regresó pronto, dio marcha atrás a todas las iniciativas de la junta y exigió la reconstrucción de las murallas, acallando así aquel brote de soberanía popular. En noviembre de 1842, un año después, las tensiones surgieron nuevamente por la supresión de los impuestos a los productos extranjeros de parte del gobierno de Espartero. Puesto que esta iniciativa amenazaba al sector textil catalán perjudicando tanto a los empresarios como a los trabajadores, la inestabilidad creció en la ciudad y estalló cuando unos obreros se negaron a pagar el impuesto correspondiente por introducir comida en la ciudad en noviembre de 1843. Las barricadas cundieron por la ciudad y el propio Espartero se desplazó para encabezar su bombardeo desde el castillo de Montjuïc, que dio paso después a una dura represión (Brezo, 1959, pp. 62-73). Aunque las revoluciones de 1854 y 1868 contaron con participación popular, en realidad el nacimiento del movimiento obrero en el país fue tardío, como se apuntó en el tema 3.2, en el que se recogían también las primeras iniciativas legales arrancadas al gobierno de la Restauración. Según Pérez Garzón y Rey Reguillo (cit. en Carasa, 2000, p. 223) se pueden distinguir tres etapas en la conflictividad social española de finales del siglo XIX y principios del siglo XX: la primera, comprendida entre la aprobación de la Ley de Asociaciones de 1886 y el sufragio universal de 1891, de un lado, y el inicio de la Primera Guerra Mundial (1914), de otro; el segundo, que va desde 1918, en que concluyó la Primera Guerra Mundial y se inició un periodo de alta conflictividad en España debido a la crisis de la posguerra, y la Dictadura de Miguel Primo de Rivera (1923-1930); la tercera y última comprende los años de la Segunda República y concluye con la Guerra Civil (1931—1939). De estas tres fases, interesa en el presente tema la primera, caracterizada por la escasa movilización y por la mezcla de formas antiguas y modernas de insurrección, con el pueblo como sujeto de rebeldía por excelencia. Un hito esencial en esta primera etapa del movimiento obrero en España fue la primera celebración del 1º de mayo, que tuvo lugar en 1890, constituida en la mayor © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 9 Historia de las relaciones laborales La segunda Revolución Industrial, el internacionalismo y el expansionismo colonial manifestación conocida hasta la fecha, con unos 30.000 participantes en Madrid. Los manifestantes presentaron a Práxedes Mateo Sagasta, presidente del consejo de ministros, sus reivindicaciones: jornada laboral de ocho horas, eliminación del destajo, supresión de los pagos en especie y aumento de la vigilancia e inspección en los lugares de trabajo, entre otras. La manera de afrontar el 1º de mayo varió entre anarquistas, socialistas o sindicalistas moderados. Frente a los primeros, que lo concibieron como una oportunidad para ir a la huelga e incluso provocar desórdenes, los socialistas prefirieron centrar su acción en los mítines y otras formas de propaganda de sus ideas, y los sindicalistas moderados llamaban con optimismo a celebrar algunas conquistas como la jornada de ocho horas que, según ellos, eran inminentes. En cualquier caso, aquella primera celebración sirvió para institucionalizar una celebración obrera, proporcionar a los trabajadores un espacio de reunión y de celebración más y dotarles de elementos de identidad comunes que afianzasen su conciencia de clase (Carasa, 2000, pp. 223-225). Importante El 1º de mayo conmemoraba la huelga iniciada por los trabajadores de la empresa de maquinaria agrícola Helmans en Chicago en 1886, que un día después se saldó con seis muertos y decenas de heridos tras la intervención violenta de las fuerzas del orden. Ahora bien, antes de 1890 la conflictividad social había ido creciendo, denotando una conciencia de clase cada vez mayor entre los trabajadores, motivada tanto por los padecimientos en el contexto laboral como por la dura respuesta de las autoridades y la sucesión de medidas restrictivas. Por ejemplo, la Federación Regional Española de la AIT, constituida en 1870, quedó ilegalizada en 1874. En general, la conflictividad fue mayor durante las legislaturas del Partido Liberal de Sagasta, concentrándose en la industria textil, el transporte y la construcción, con sus focos más destacados en Barcelona, Valencia y Madrid. Todo ello sin olvidar el empuje del anarquismo en el campo andaluz, con una lista de sucesos como la supuesta conspiración de la también supuesta sociedad secreta “La Mano Negra”, de la que se habló en el tema 3.2, o la rebelión campesina de Jerez en enero de 1892. La espiral de violencia fue in crescendo en el panorama social español y, en la línea de las acciones destacadas en el tema 3.3, el Estado no supo más que atender a las reivindicaciones obreras con la política de “el palo y la zanahoria”: es decir, recurriendo a la beneficencia para atender las necesidades de los trabajadores en épocas de escasez, y con mano dura cuando se producían altercados que amenazaban el orden vigente. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 10 Historia de las relaciones laborales La segunda Revolución Industrial, el internacionalismo y el expansionismo colonial La dinámica, sin embargo, no auguraba un desenlace aventurado y acabó provocando una escalada de violencia, sobre todo del lado comunista, y muertes, que tuvo su punto álgido en la década de 1890, culminando con el asesinato de Antonio Cánovas, a la sazón presidente del gobierno, en 1897, en el balneario de Santa Águeda a manos del anarquista italiano Michele Angiolillo (Carasa, 2000, pp. 225-226). Será también la década de 1890 cuando la huelga gane peso entre la clase trabajadora española como instrumento esencial de lucha. La primera se registró en la cuenca minera de Vizcaya en 1890, inaugurándose así una etapa de huelgas en la que se pueden distinguir dos fases: una primera de movimientos dispersos y de escasa repercusión entre 1890 y 1897, y una segunda de acciones más contundentes entre 1899 y 1903. Nota El Desastre del 98, como se conoce a la pérdida de las últimas colonias de Ultramar (Cuba, Puerto Rico y Filipinas), contribuyó a dotar a los obreros de una estructura organizativa y un programa mejor definidos. Ante todo, centraron sus ataques al sistema de movilización de quintos para la guerra colonial, que eximía irremediablemente a los hijos de las clases adineradas, que podían redimirse a cambio de abonar una elevada cantidad a las arcas estatales. En esta última etapa ocurrió la huelga general de Barcelona de 1902, extendida a toda Cataluña, que alarmó tanto a las autoridades que debieron recurrir a la Guardia Civil y el Ejército para garantizar la seguridad en las calles y devolver a los trabajadores a las fábricas, siempre por la fuerza. Sin duda alguna la consideración negativa de la huelga por las autoridades de la Restauración estuvo motivada por su uso generalizado por parte del anarquismo combinada con actos terroristas, de modo que se convirtió en un instrumento más revolucionario que reivindicativo. Ello influyó en su asimilación a un acto criminal y su ilegalización permanente hasta la primera regulación legal en 1909 (Carasa, 2000, pp. 226-227). 3. El imperialismo colonial sienta las bases de una nueva explotación laboral El objetivo de este epígrafe es proporcionar una serie de hitos interpretativos esenciales para entender las relaciones que se establecerán en la segunda mitad del siglo XX entre los países desarrollados y los países subdesarrollados. Para ello, ha de remontarse el relato hasta el periodo comprendido entre 1875 y 1914, que Eric J. Hobsbawm llamó “La Era del Imperio” (ed. 1989). © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 11 Historia de las relaciones laborales La segunda Revolución Industrial, el internacionalismo y el expansionismo colonial Este marco temporal se caracterizó porque las potencias europeas sintieron la necesidad irrefrenable de extender sus dominios fuera del continente y, en el caso de aquellos países que ya habían participado en los viajes hacia América en los siglos XVXVIII, ampliar su área de influencia. Las motivaciones para dicha expansión colonial fueron de doble índole y se complementaban entre sí: por una parte, la Europa industrial había visto cómo su economía crecía al ritmo que lo hacían igualmente la producción, pero el mercado era limitado. Por consiguiente, se necesitaba extender el área de influencia más allá de las propias fronteras para obtener materia prima y también un mercado potencial para los productos manufacturados. Por otra parte, muchos países se habían visto involucrados en guerras y conflictos continentales de los que no habían salido muy bien parados, y precisaban reparar su orgullo herido mediante algunas campañas exteriores de prestigio. El caso más destacado fue Francia, humillada en la Guerra Franco-Prusiana, que deseó resarcirse multiplicando sus posesiones en África y Asia. En el otro lado de la historia estaba su contrincante y vencedor en dicho conflicto, la recién nacida Alemania, que precisaba consolidar sus bases a partir de un extenso imperio colonial, de modo que pronto pudiese ser admitida en el concierto de las grandes potencias mundiales. Inspiradas por estos principios, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Holanda, Bélgica, Portugal e Italia, fundamentalmente, llevaron a cabo una campaña de conquista y explotación de la población y los recursos de diferentes enclaves africanos y asiáticos, y en menor medida americanos. La ambición imperialista se convirtió en otra arena en la que se decidió quién sería la potencia dominante, batalla en la cual volvió a salir victoriosa la propia Gran Bretaña, sobre todo tras imponer su fuerza a la de las tropas coloniales galas en el incidente de Fachoda, en junio de 1898, que frenó la carrera gala para crear un imperio continuo en África en sentido este-oeste, imponiendo el dominio británico en una línea casi continua en sentido norte-sur. La colaboración de la ciencia y el capital anglo-francés fue también decisiva para alumbrar obras de ingeniería de la relevancia del Canal de Suez, que comunicó directamente el Mar Mediterráneo con el Océano Índico a través del Mar Rojo, haciendo innecesaria la circunnavegación de África en el comercio con Asia, lo cual repercutió directamente en el abaratamiento de los costes de transporte y, por ende, de los productos comercializados (Hobsbawm, ed. 1989, pp. 56-84). No obstante, el imperialismo colonial europeo tuvo una consecuencia que hasta ahora no se ha subrayado en el presente epígrafe: el empeoramiento de las condiciones de vida de los habitantes de los territorios colonizados. Por lo general, la colonización adoptó diversas formas que diferían de los modos de ocupación y conquista imperantes durante la Edad Moderna. Así, pueden distinguirse cuatro tipos diferentes de asentamientos coloniales: © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 12 Historia de las relaciones laborales La segunda Revolución Industrial, el internacionalismo y el expansionismo colonial a. La colonia de administración directa, en la que el país colonizador imponía su propia administración y dominaba a los nativos mediante una élite de colonos traídos de la metrópoli. Este formato fue el más frecuente en la Edad Moderna y siguió dándose en algunas posesiones coloniales incorporadas a los dominios europeos en el siglo XIX. Este fue el caso del Congo Belga, que además se integraba legalmente en el patrimonio personal de Leopoldo II. b. El protectorado, consistente en el mantenimiento del gobierno y las autoridades locales por el país colonizador que, sin embargo, crea una administración paralela ocupada fundamentalmente de las gestiones exteriores. Un buen ejemplo fue la India. c. El dominio, con mayoría de población colona, pero un amplio régimen de autogobierno, controlado únicamente por un gobernador colonial. El caso más representativo fue Australia, vinculada al Imperio Británico. d. El territorio metropolitano, considerado una extensión de la propia metrópoli en otro continente, como ocurría en Argelia, gobernada por leyes francesas. e. Concesiones, como ocurrió con Hong Kong, entregado por China a Gran Bretaña. Independientemente del formato que adquiriese el régimen colonial en cada territorio, la realidad es que los imperios europeos aplicaron respecto a las colonias una división internacional del trabajo, como señalaron Marx y Engels (ed. 2015). Esto quiere decir que, así como en las sociedades industriales los empresarios capitalistas explotaban la fuerza de trabajo del proletariado, en el ámbito internacional las metrópolis europeas desempeñaron el papel de empresarios que explotaron los recursos y la fuerza productiva de los habitantes de las colonias, convertidos así en proletariado a escala mundial. Se generalizó así una jerarquía de dependencia desde los países colonizados hacia los colonizadores, por la que aquellos debían entregar materia prima y fuentes de energía a estos, extraídas con la fuerza de sus propios habitantes, viéndose obligados a posteriori a adquirir los productos manufacturados y otros productos esenciales que la metrópoli les proporcionaba en régimen de exclusividad (Wallerstein, 2004). Esta relación de desequilibrio y de dependencia comenzó a resquebrajarse tras la Primera Guerra Mundial, bajo la influencia de los principios defendidos por el presidente estadounidense Woodrow Wilson, favorable al derecho de autodeterminación de las colectividades con un legado cultural común, y estalló tras la Segunda Guerra Mundial, aunque la relación de dependencia no desapareció jamás, sino que se transformó en un fenómeno nuevo adaptado a la dinámica de los nuevos tiempos. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 13 Historia de las relaciones laborales La segunda Revolución Industrial, el internacionalismo y el expansionismo colonial Nota Una manifestación más del grado de injerencia de los países imperialistas en la vida de las comunidades colonizadas la tenemos en la Geografía: los mapas de Asia y África se configuraron siguiendo el trazado de meridianos y paralelos para dividir el territorio en líneas de influencia de los diferentes países. De este modo, surgen mapas de ambos continentes conformados por trazados rectilíneos antinaturales que, frecuentemente, bien fragmentaron pueblos y comunidades en dos, o bien condenaron a pueblos y comunidades enemigas a vivir bajo la misma soberanía, originando así multitud de conflictos futuros (Barr, 2011). © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 14 Historia de las relaciones laborales La segunda Revolución Industrial, el internacionalismo y el expansionismo colonial Conclusión Concluye aquí la unidad de aprendizaje 3, con una reflexión sobre la madurez del movimiento obrero a finales del siglo XIX en el contexto de la segunda Revolución Industrial y una descripción de las condiciones que esta última había creado para motivar una respuesta cada vez más contundente por parte del proletariado. Con el estudio de estos fenómenos y del ingente imperialismo colonial se sientan las bases para comprender el arranque del siglo XX, tanto desde el punto de vista geopolítico como desde el punto de vista social y económico. Un siglo sobre cuyo arranque se ha debatido, pudiendo afirmarse que no se inicia en términos culturales hasta el estallido de la Gran Guerra y cuyo final se establece en 1991, coincidiendo con la caída de la URSS y el consiguiente final de la Guerra Fría. Así pues, vendrán 77 años en los que las transformaciones de profundo calado se sucederán a un ritmo trepidante, siendo imposible comprenderlas sin comprender el conjunto de realidades que se han dibujado en las páginas precedentes en particular, y durante toda la unidad de aprendizaje tercera en general. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 15 Historia de las relaciones laborales La segunda Revolución Industrial, el internacionalismo y el expansionismo colonial Referencias bibliográficas Arenas Posadas, C. (2003). Historia económica del trabajo (siglos XIX y XX). Madrid: Tecnos. Banta, M. (1993). Taylored Lives: Narrative Production in the Age of Taylor, and Ford. Chicago: University of Chicago Press. Barr, J. (2011). A Line in the Sand. Britain, France, and the Struggle for the Mastery of the Middle East. London: Simon and Schuster. Brezo, G. (1959). El bombardeo de Barcelona por el general Espartero (1842). 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World-Systems Aalysis: an Introduction. Durham: Duke University Press. • Y Engels. F. (ed. 2015). The Communist Manifesto. London: Penguin Classics. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 17 © Todos los derechos de propiedad intelectual de esta obra pertenecen en exclusiva a la Universidad Europea de Madrid, S.L.U. Queda terminantemente prohibida la reproducción, puesta a disposición del público y en general cualquier otra forma de explotación de toda o parte de la misma. La utilización no autorizada de esta obra, así como los perjuicios ocasionados en los derechos de propiedad intelectual e industrial de la Universidad Europea de Madrid, S.L.U., darán lugar al ejercicio de las acciones que legalmente le correspondan y, en su caso, a las responsabilidades que de dicho ejercicio se deriven. Historia de las relaciones laborales La Revolución Rusa de 1917: el modelo soviético Historia de las relaciones laborales La Revolución Rusa de 1917: el modelo soviético Índice Presentación .............................................................................. 3 Objetivos de aprendizaje ..................................................................... 3 1. La Revolución de octubre de 1917: un escenario inverosímil ............... 4 2. Un gobierno de los trabajadores, ¿por los trabajadores? Las sombras del régimen comunista soviético ........................................................... 6 2.1. La planificación económica de la mano de Lenin: la Nueva Política Económica (NEP) ............................................................................... 6 2.2. Stalin y la planificación ortodoxa: los planes quinquenales .................... 7 3. Mijail Gorbachov y el desmoronamiento del modelo soviético: la perestroika y el glásnost ................................................................ 9 Conclusión .............................................................................. 11 Referencias bibliográficas ............................................................ 12 © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 2 Historia de las relaciones laborales La Revolución Rusa de 1917: el modelo soviético Presentación Una vez estudiada en el tema precedente la reacción de la clase trabajadora y las élites a la crisis de la democracia liberal, desde la perspectiva de la extrema derecha, es preciso centrarse en la otra respuesta posible al contexto crítico citado: el modelo comunista. Para ello se desgranarán las circunstancias en que fue posible el triunfo de la Revolución Bolchevique de 1917 en la Rusia Zarista, describiendo exhaustivamente las bases económicas sobre las cuales se asentó el régimen, considerado paradigma del modelo socialista de producción, conforme a la lectura de las tesis de Marx por Vladimir Lenin y Josef Stalin. Objetivos de aprendizaje Los objetivos que se pretenden alcanzar en este recurso son los siguientes: • Estudiar el contexto histórico de la Revolución Bolchevique de 1917. • Analizar las bases económicas sobre las que se asentó la Unión Soviética y su reflejo en las condiciones laborales. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 3 Historia de las relaciones laborales La Revolución Rusa de 1917: el modelo soviético 1. La Revolución de octubre de 1917: un escenario inverosímil Cuando Karl Marx escribía las páginas de El Capital y teorizaba sobre la revolución proletaria, tenía en mente dos escenarios ideales para que aquel proyecto se hiciera realidad: Gran Bretaña y Alemania, dos naciones que estaban viviendo el despegue industrial y habían asistido a un desarrollo pleno del proletariado (Marx, ed. 1990). Ni él ni Friedrich Engels habían concebido la posibilidad de que una revolución obrera estallara en Rusia, por varios motivos: se trataba de un país sumido todavía en una estructura socioeconómica medieval; el régimen político encabezado por el zar representaba, quizá, el último vestigio de monarquía absoluta de derecho divino en el mundo occidental; la inmensa mayoría de la población rusa era campesina sin tierras y vivía en la miseria, careciendo, pues, del proceso de proletarización y toma de conciencia que se requiere para protagonizar una revolución. Además, desde la óptica del filósofo alemán, el campesinado jamás puede protagonizar una revolución porque ansía propiedades y tierras. Solo el proletario, totalmente desarraigado y carente de interés o propiedad alguna, más allá de su mano de obra, podía, a su juicio, iniciar un proceso de tales características. No obstante, como la Historia está plagada de paradojas, la primera revolución socialista ocurrió precisamente en aquel escenario en octubre de 1917. En realidad, la situación del país era insostenible desde hacía más de una década, viéndose agravada por las protestas campesinas y la guerra contra Japón que acabaron soliviantando a la población rusa, protagonista de una primera revolución en el año 1905. El resultado de este primer episodio fue el inicio de un lento proceso de emancipación del campesinado del régimen de servidumbre en el que vivía (véase el tema 2.2 para mayor información sobre la servidumbre y el régimen feudal), así como una reforma liberal de la monarquía presidida por el zar Nicolás II, celebrándose elecciones e instaurándose un Parlamento liberal, la Duma. El desencadenante del estallido revolucionario había sido la matanza indiscriminada de un grupo de manifestantes que, en enero de 1905, se había encaminado al Palacio de Invierno para presentar al zar sus propuestas de reforma, todos ellos masacrados a manos de la guardia cosaca (Hasegawa, 1981). Aunque poco a poco los trabajadores y campesinos fueron organizándose en diferentes grupos de protesta y aparecieron los primeros partidos políticos, destacando el KDT (de signo liberal), los mencheviques (formación obrera cuya denominación eslava se traduce como “minoría”) y los bolcheviques (otra formación obrera cuyo nombre significa “mayoría”), lo cierto es que el estallido de la I Guerra Mundial aplacó la ebullición social ante la urgencia de salir victorioso en el conflicto. Ahora bien, la Gran Guerra no hizo sino consolidar la tendencia autoritaria del zarismo, atenuada desde 1905 desde la justificación de su necesidad por el esfuerzo bélico, al mismo ritmo que los padecimientos de la población crecían. En este contexto, poco a poco fraguó un mensaje entre los campesinos y los trabajadores: los bolcheviques, que habían rechazado la guerra desde el principio alegando que solo obedecía a los © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 4 Historia de las relaciones laborales La Revolución Rusa de 1917: el modelo soviético intereses de la élite burguesa y que nada tenía que ver con los anhelos de la clase trabajadora, traerían la paz. Así se llega al año de 1917, que vio el principio del fin del régimen zarista (Hobsbawm, 1994, pp. 54-65). El primer episodio fue la revolución de febrero de 1917, cuando una marcha de mujeres y de obreros de la metalurgia de Putilov llegó ante el palacio del zar para reclamar pan y paz, y los miembros de la guardia real renunciaron a atacarlos y confraternizaron con ellos. Nicolás II se vio obligado así a abdicar y en su lugar se instauró un gobierno provisional, presidido por Alexandr Kerensky. Mientras aquello sucedía, la izquierda socialista organizó consejos revolucionarios que tomaron el control de varias ciudades y del campo, conocidos como soviets, en la mayoría de los cuales los bolcheviques acapararon el protagonismo. El gobierno provisional mientras tanto carecía de capacidad real de acción y en junio de 1917 se encontró con la negativa de la población a realizar un nuevo esfuerzo de guerra: de hecho, los soldados movilizados abandonaron el frente y regresaron a sus casas, dedicándose en el ámbito rural a iniciar la colectivización de las tierras. La incapacidad del gobierno se evidenció en el hecho de que debió pedir ayuda a los mismos revolucionarios para desarticular un golpe de Estado reaccionario urdido en agosto. Desposeído de toda autoridad real, el ejecutivo sufrió una nueva revolución el 9 de noviembre de 1917 (octubre según el calendario ortodoxo) cuya piedra de toque fue el bombardeo desde el Acorazado Potemkin al Palacio de Invierno. El gobierno provisional cedió a las presiones y abandonó el poder, que tomaron los bolcheviques dirigidos por Vladimir Lenin, regresado de su exilio suizo, quien, al desembarcar del tren en la estación de Petrogrado, lanzó la proclama de la revolución: “pan, paz y todo el poder para los soviets” (Hobsbawm, 1994, pp. 54-65). El 15 de diciembre de 1917, el gobierno bolchevique firmó el armisticio con Alemania y cinco días después se iniciaron las negociaciones de la paz, materializada en el Tratado de Brest-Litovsk en 1918: Rusia abandonaba así la guerra para dedicarse a una empresa mayor desde la perspectiva de Lenin, la revolución proletaria mundial (Kershaw, ed. 2016, pp. 57-58). Nota Eric J. Hobsbawm sostiene que los bolcheviques no protagonizaron un golpe de Estado, sino que más bien tomaron una autoridad que de hecho permanecía vacía desde la revolución de febrero. Para ilustrar dicha realidad, esgrime irónicamente que hubo más heridos en la filmación de la película Octubre del director soviético Serguei Eisenstein que en el episodio real de bombardeo del Palacio de Invierno (1994, p. 62). Por lo demás, cabe añadir que el regreso de Lenin a Rusia en tren desde el exilio suizo, en abril de 1917, fue promovido por el gobierno alemán, consciente de que el triunfo de la revolución sacaría a Rusia del conflicto y acrecentaría sus posibilidades de victoria final. Por precaución, el vagón © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 5 Historia de las relaciones laborales La Revolución Rusa de 1917: el modelo soviético que transportaba al líder revolucionario fue sellado a su paso por el territorio germano (Kershaw, ed. 2016, p. 82). El triunfo de la revolución dio paso a una guerra civil (1918-1920) que enfrentó al ejército rojo con el ejército de rusos blancos, contrarrevolucionarios apoyados por varios estados occidentales. El resultado del conflicto civil fue el triunfo bolchevique, que se explica, a juicio de Hobsbawm, por tres motivos: la fuerza absoluta del Partido Comunista, con más de 600.000 afiliados; el hecho de que el Partido era la única alternativa posible para mantener Rusia unida y libre bajo una autoridad unificada, lo que le mereció el apoyo incluso de los oficiales, tan poco propensos al comunismo inicialmente; y haber respondido a las demandas de los campesinos, procediendo a la redistribución y colectivización de tierras (1994, pp. 64-65). 2. Un gobierno de los trabajadores, ¿por los trabajadores? Las sombras del régimen comunista soviético En la evolución económica de la Rusia posrevolucionaria y sus implicaciones en las relaciones laborales han de distinguirse dos etapas: la primera corresponde al liderazgo de Vladimir Lenin (1917-1922) y la segunda a la presidencia de Josef Stalin (1922-1953). 2.1. La planificación económica de la mano de Lenin: la Nueva Política Económica (NEP) La Guerra Civil fue muy dura en Rusia, obligando a imponer el racionamiento y requisas de productos para hacer frente a la carestía y abastecer a las tropas del ejército rojo, respectivamente. Importante A este conjunto de medidas desarrolladas en el transcurso de la Guerra Civil se la conoce con la denominación de “comunismo de guerra”. Lenin quiso marcar un punto de inflexión en 1921, cuando instauró la Nueva Política Económica (en adelante NEP), que combinó elementos de libre mercado con otros propios del socialismo. El dinero se volvió a emplear y se liberalizó tanto el comercio como la industria en empresas de menos de 20 empleados, pero el sector que más experimentó la liberalización fue el primario, aún predominante en la estructura económica del país. El objetivo principal de Lenin era incentivar la productividad de los agricultores y vender más, permitiendo fluctuaciones de precios según una lógica capitalista para maximizar el beneficio, a cambio de una contribución territorial que los campesinos © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 6 Historia de las relaciones laborales La Revolución Rusa de 1917: el modelo soviético debían abonar en proporción al tamaño de sus propiedades, de manera similar a como se operaba durante el periodo zarista. Las industrias de importancia estratégica (transporte, guerra…) fueron nacionalizadas y objeto de una planificación centralizada, pero las demás pudieron operar con relativa libertad e incluso asociarse entre sí para firmar contratos y optimizar sus recursos con autonomía, recurriendo al Estado solo para pagar una contribución también proporcional. Por estos motivos, Zamagni considera que la NEP es un primer ejemplo de economía mixta (Zamagni, ed. 2001, pp. 169-181). Pese a que la NEP diseñada por Lenin posibilitó un crecimiento relativo durante la década de 1920, presentó una serie de contradicciones internas que la llevaron a una reformulación: primeramente, la capacidad de las asociaciones de industrias y empresas para fijar precios hizo que estos fuesen altos, desincentivando al campesinado para que vendiese sus productos en el mercado y los intercambiara por manufacturas, lo que a su vez provocó una subida del precio de los productos de la tierra, dando lugar a una especulación que los bolcheviques rechazaban de lleno. En segundo lugar, puesto que estas industrias y otras empresas quedaban fuera del control del Estado, se dieron fluctuaciones de precios y salarios que desembocaron en la inflación y el paro, creándose un caldo de cultivo social muy similar al analizado en el tema 4.1 en los países en los que triunfó el fascismo. Para concluir, los sectores ortodoxos del Partido Comunista rechazaban la autonomía y los supuestos “favores” a los agricultores y algunos empresarios, considerados defensores del interés propio y, por tanto, “enemigos del pueblo” (Zamagni, ed. 2001, pp. 172-174; Feliu y Sudrià, ed. 2013, pp. 231-237). A la muerte de Lenin (1924) surgió un intenso debate en el seno del Partido y del Estado sobre el rumbo que debía seguirse, triunfando la versión conservadora defendida por Bujarin y apoyada por el sucesor de Lenin, Josef Stalin. Desde su perspectiva, la única manera de hacer frente al estancamiento económico, los problemas derivados de la anterior NEP y la carestía provocada por el boicot internacional a los productos rusos no era otra que endurecer la planificación estatal, forzando el desarrollo industrial y restando peso a la agricultura. 2.2. Stalin y la planificación ortodoxa: los planes quinquenales Una vez muerto Lenin y resueltas las rivalidades internas por su sucesión, Josef Stalin acometió el primer Plan Quinquenal en octubre de 1928. Su respuesta a la subsiguiente crisis del cereal fue rotunda: colectivizó la totalidad de las tierras de Rusia. Aquello suponía un claro perjuicio para los trabajadores rurales, que gracias a la NEP de Lenin habían podido ver saciado su anhelo de tierras, ni para muchos trabajadores urbanos, que habían emigrado desde el campo y conservaban estrechos lazos sociales, familiares y económicos con el agro. Dejando clara cuál sería la tendencia de su gobierno, Stalin resolvió acallar las protestas mediante el recurso a la violencia. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 7 Historia de las relaciones laborales La Revolución Rusa de 1917: el modelo soviético El mecanismo para la aplicación de los planes quinquenales fue el Gosplan (Comité Estatal de Planificación), creado ya en la década de 1920, pero catapultado ahora al rango de máxima autoridad económica. El Gosplan establecía los objetivos económicos, interviniendo el Politburó, máximo órgano de dirección del Partido Comunista de la Unión Soviética (en adelante PCUS) en la definición y el seguimiento de los principales. El propio Gosplan se encargaba de distribuir las materias primas y de fijar los precios. De este modo, los precios de la Unión Soviética perdieron toda relación con la demanda, por lo que se produjeron coyunturas de exceso de oferta y de demanda; este último se gestionaba siempre del mismo modo: recurriendo al racionamiento, que provocaba colas y, con mucha frecuencia, hambre (Zamagni, ed. 2001, p. 175). La estricta planificación implicaba serios inconvenientes, dada la imposibilidad de predecir al 100 % el futuro, que chocaba con la rigidez de la planificación. De resultas de ello, muchas fábricas y empresarios recurrieron al mercado negro y a prácticas ilegales para cumplir los objetivos, sin conseguirlo pese a todo. Y lo que es más importante, las condiciones laborales de los trabajadores fueron pésimas: obligados a trabajar en jornadas extenuantes “por el bien de la revolución”, su poder adquisitivo fue menguando progresivamente, de modo que después de la II Guerra Mundial era de apenas el 70 % del poder adquisitivo en el año 1928. A ello había que sumar los problemas derivados de la mecanización, desarrollada con maquinaria estadounidense hasta la II Guerra Mundial y con ingenieros alemanes: la maquinaria no solo sustituía mano de obra física, sino que además suponía un perjuicio para unos obreros poco cualificados para su manejo, pues en su mayoría procedían del entorno rural. El boicot fue constante y la respuesta fue enérgica desde las autoridades, acometiendo duras purgas contra los considerados “enemigos del pueblo” (Zamagni, ed. 2001, pp. 176-177). Nota Según Vera Zamagni, es un hecho que en los dos primeros planes quinquenales (1928-1932 y 1933-1937) solo se alcanzó el 70 % de los objetivos reales. A todo ello había que sumar la consecuencia nefasta de la apuesta por la industria en detrimento de la agricultura: el fuerte desequilibrio estructural campo-ciudad que, además de provocar la desertización de este último en términos demográficos, provocó fuertes problemas de abastecimiento urbano. El panorama descrito se agravó irremediablemente tras la II Guerra Mundial: a la necesidad de redoblar el esfuerzo para acometer la reconstrucción del país se sumaban las pérdidas humanas y materiales, que en su conjunto justificaron un giro aún más conservador de Stalin, cimentado sobre la necesidad de devolver a la Unión Soviética © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 8 Historia de las relaciones laborales La Revolución Rusa de 1917: el modelo soviético su antiguo esplendor y de la amenaza capitalista internacional, en plena Guerra Fría (1945/47-1989/91). Ciertamente, la difusión de la imagen de la URSS como una “fortaleza asediada” se acompañó de un recorte aún mayor de libertades y derechos básicos de la población, de modo que a la clase trabajadora no le quedó más que mostrar obediencia ciega a unos principios revolucionarios en los que había sido adoctrinada durante décadas y que nadie se atrevía a cuestionar, entre otros motivos por las graves consecuencias que ello acarreaba (Armstrong, 1961). Si antes de la revolución de 1917 el pueblo había estado sometido a la aristocracia y la élite zarista, ahora se configuró una nueva élite de supuestos funcionarios del pueblo, la nomenklatura, q

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