UNIDAD 3. PDF Historia de las relaciones laborales (Universidad Europea)
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This document is a past paper on the history of labor relations, specifically focusing on the first Industrial Revolution and the conflict between the urban proletariat and the liberal revolution. It explores the key factors contributing to the industrial revolution and the changing nature of work.
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Historia de las relaciones laborales La primera Revolución Industrial: proletariado urbano vs. revolución liberal Historia de las relaciones laborales La primera Revolución Industrial: proletariado urbano vs. revolución liberal Índice Presentación ...................................................
Historia de las relaciones laborales La primera Revolución Industrial: proletariado urbano vs. revolución liberal Historia de las relaciones laborales La primera Revolución Industrial: proletariado urbano vs. revolución liberal Índice Presentación .............................................................................. 3 Objetivos de aprendizaje ............................................................... 3 1. Las bases de la primera Revolución Industrial ................................. 4 2. Las fábricas y las condiciones laborales en las ciudades: el nacimiento del proletariado .............................................................................. 6 3. Las primeras manifestaciones de descontento obrero ..................... 10 3.1. Condiciones de trabajo y primeras protestas obreras a ambas orillas del Atlántico .......................................................................................10 3.2. Primer descontento obrero en el amanecer de la industria en España ......12 Conclusión .............................................................................. 14 Referencias bibliográficas ............................................................ 15 © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 2 Historia de las relaciones laborales La primera Revolución Industrial: proletariado urbano vs. revolución liberal Presentación En la conclusión de la unidad de aprendizaje 2 se revisaba brevemente el clima que había precedido a la Revolución Francesa tanto en lo económico como en lo social o en lo político. En esta nueva Unidad, cuyo tema inaugural se desarrolla en las siguientes páginas, se retoma el testigo a partir de 1789 para vincular aquella profunda transformación política con una transformación socioeconómica sin la cual difícilmente se entendería: la Revolución Industrial. Asimismo, incidiendo en el papel cada vez más relevante de la burguesía urbana, se subraya el papel de esta última en las revoluciones liberales que jalonaron Occidente a lo largo del siglo XIX y que sentaron el marco político y jurídico preciso para que el capitalismo emergente pudiera desarrollarse en su plenitud. Objetivos de aprendizaje Los objetivos que se pretenden alcanzar en este recurso son los siguientes: • Analizar los elementos que confluyen en el despegue industrial del mundo occidental. • Vincular este proceso socioeconómico a un proceso político de no menor relevancia: las revoluciones liberales. • Identificar el momento histórico en que nace el proletariado urbano y describir sus condiciones de vida iniciales. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 3 Historia de las relaciones laborales La primera Revolución Industrial: proletariado urbano vs. revolución liberal 1. Las bases de la primera Revolución Industrial Es preciso comenzar este tema definiendo el término de “Revolución Industrial” según los parámetros fijados por Feliu y Sudrià en su Introducción a la historia económica mundial (ed. 2013): Importante Denominamos Revolución Industrial a la mutación provocada por el inicio de un proceso irreversible de crecimiento fuerte y autosostenido en la producción de bienes y la productividad de los factores, generado por la invención y la aplicación de nuevas máquinas, el uso de nuevas energías más potentes, más versátiles, baratas, tanto en la producción como en el transporte, y la introducción de cambios relevantes en los materiales básicos de la producción y en la organización del trabajo, que se concentra en la fábrica (p. 71). De la definición que se acaba de recoger literalmente a partir de la obra referenciada, se extraen cuatro conclusiones sobre el proceso de revolución industrial: • En primer lugar, habría sido imposible sin la incorporación de nuevas máquinas, lo cual equivale a decir que los avances en la ciencia y la tecnología desde el siglo anterior resultaron decisivos para que fuera posible. • En segundo lugar, implica también la incorporación de fuentes de energía nuevas, más potentes y económicas, aunque también más contaminantes, lo cual supondrá una auténtica transformación del paisaje conocido hasta el momento, sobre todo con el desarrollo de la explotación del carbón y el gas (el petróleo llegaría más tarde). • En tercer lugar, el cambio acarreado por la Revolución Industrial implica crecimiento, puesto que el incremento de la producción hace posible la acumulación de beneficios que recaen directamente en la propia fábrica o, en términos más generales, en los dueños de la empresa. • Por último, y lo que es más importante, la Revolución Industrial transformó las relaciones de trabajo no tanto porque la mano de obra quedara ahora concentrada en las fábricas, sino porque se convirtió en una mercancía más, cuyo precio y cuyo destino se podía negociar precisamente como eso, olvidando el componente humano. Si se asume la tesis de Feliu y Sudrià, habría que distinguir entre Revolución Industrial e industrialización. El primer término alude al despegue económico, técnico y fabril, acompañado de la precarización laboral, que se experimentó en Gran Bretaña en un © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 4 Historia de las relaciones laborales La primera Revolución Industrial: proletariado urbano vs. revolución liberal periodo concreto de tiempo: entre 1760 y 1830. El segundo se refiere a la expansión de la infraestructura industrial al resto de Europa y, por extensión, al mundo occidental, en un proceso que fue más lento y adquirió diferentes ritmos en los distintos países (2013, pp. 71-72). La cronología del proceso en Gran Bretaña no es ajena a la controversia, pues como Eric J. Hobsbawm argumentó en su ensayo The Age of Revolution (ed. 1962), quienes optan por acotar la Revolución Industrial británica entre 1760 y 1830, la hacen coincidir en el tiempo con el periodo de aplicación de las Enclosure Acts, el conjunto de disposiciones legales por las que se puso fin al cultivo de parcelas abiertas por los campesinos británicos, procediéndose al cercado de la tierra en lotes de la propiedad de labradores individuales (pp. 44-73). En su lugar, este último historiador prefiere hablar de “despegue industrial”, ubicando el fenómeno en algún momento de la década de 1780 y llevando su límite final hasta la actualidad, pues, desde su punto de vista, el proceso descrito sigue viviéndose en el momento presente, si bien observando unas características y unas condiciones propias del contexto científico, técnico, económico, social y laboral del siglo XXI. En lo que sí coinciden todos los autores es en subrayar el hecho de que Gran Bretaña fue el epicentro desde el cual la Revolución Industrial emanó al resto del mundo, aunque el citado historiador británico alegue que las condiciones intelectuales y científicas no se daban en absoluto en aquel país para que un acontecimiento por el estilo tuviese lugar. Lo que sí caracterizaba a Gran Bretaña, en cambio, era su apuesta por el liberalismo en sentido político y social: desde la Gloriosa Revolución de 1688, había apostado por un régimen que defendía la iniciativa individual, la libertad y la acumulación de capital por encima de cualquier otro principio, algo que fue característico de todas las sociedades protestantes en general (Weber, ed. 2012). De manera más concreta, las circunstancias que convergieron en el desarrollo de la industrialización en este país fueron las siguientes: La agricultura ya podía acometer las tres funciones esenciales para la industrialización, a saber, aumento de la productividad y de la producción para alimentar a una población no agrícola que iría en aumento; proporcionar un excedente de población conforme se mecanizaron las tareas agrarias, que se convirtió en mano de obra potencial de las ciudades; y proporcionar un mecanismo para la acumulación de capital que debía usarse en otros sectores más modernos de la economía. Otros dos elementos fundamentales que se manifestaron en este mismo país fueron la creación de un extenso mercado entre la población agraria, dispuesta a comprar los productos manufacturados, y garantizar un excedente de producción para, a su vez, invertir en nuevas importaciones de capital (Hobsbawm, ed. 1962, p. 49; Zamagni, ed. 2001, pp. 20-28; Feliu y Sudrià, ed. 2013, pp. 72-75). Es necesario detallar las innovaciones propias de la Revolución Industrial y los sectores en los que se reflejó su impacto. En el terreno de la producción, resultó fundamental la sustitución del hombre por la maquinaria en el proceso fabril. Se optó © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 5 Historia de las relaciones laborales La primera Revolución Industrial: proletariado urbano vs. revolución liberal preferentemente por el empleo de materias primas de origen inorgánico, aminorándose así la presión sobre la tierra, que hasta entonces había sido la principal fuente de recursos y de mercancía. En lo tocante a la energía, fue relevante tanto el empleo de más energía, que no solo ha de sustituir a la fuerza humana, sino que también ha de mover las máquinas y los medios de transporte, como el recurso a la energía natural (producida por el agua, el viento…) y orgánica (significativamente el carbón). Los efectos de estos cambios se reflejaron esencialmente en dos sectores: la industria textil algodonera y la siderurgia. En la producción de algodón, las máquinas llegaron a desempeñar la tarea de hilatura gracias a la spinning-jenny de Hargreaves, activada manualmente, que Arkwright movió con la fuerza del agua (water-frame) y Crompton perfeccionó automatizando el proceso con la mule-jenny. La siderurgia fue vital para la fabricación de maquinaria indispensable en la ola de la industrialización; en este sector se perfeccionó la calidad del hierro forjado empleando el carbón como combustible en los altos hornos, correspondiendo el mérito de las mejoras en el proceso de refinado y de laminado a Henry Cort. Entre estos dos sectores, fue el textil el que tuvo un mayor impacto en los demás, posibilitando una industrialización a mayor escala, al tiempo que demandaba avances en la industria química para el tratado de los tejidos y, lo que es más importante, consolidaba el trabajo en las fábricas, profundizando la brecha entre los dueños de los medios de producción y los trabajadores (Feliu y Sudrià, ed. 2013, pp. 75-82). Para concluir este epígrafe, se recoge el gran avance emblemático de la primera Revolución Industrial: la máquina de vapor, que James Watt patentó en 1769 y posibilitó cambios a diferentes niveles. En primer lugar, gracias a ella las fábricas pudieron abandonar el cauce de los ríos para trabajar con otra fuente de energía menos dependiente de los ciclos fluviales. Seguidamente, su potencia posibilitó el incremento de la productividad y el aumento del tamaño de las fábricas. Por último, su fuerza se aplicó a medios de transporte, revolucionando este ámbito gracias al nacimiento y rápida difusión del barco de vapor y, sobre todo, del ferrocarril (Feliu y Sudrià, ed. 2013, pp. 82-83). 2. Las fábricas y las condiciones laborales en las ciudades: el nacimiento del proletariado Desde el punto de vista político, la disolución de la sociedad estamental y la consolidación del Estado liberal vinieron a sancionar el proceso de industrialización. De ahí que, como se señalaba en el apartado anterior, Gran Bretaña fuese el país pionero en protagonizar las profundas transformaciones aludidas: había sido el primer escenario donde el absolutismo de los Estuardo había sido cuestionado y derrocado por la Gloriosa Revolución de 1688. Se instauraba así una superestructura estatal que no haría sino consolidar legalmente el espíritu capitalista, alentando la acumulación de beneficio mediante la producción fabril y respetando las reglas del mercado apelando al laissez faire (Smith, ed. 2003; Arenas Posadas, 2003, pp. 58-59). © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 6 Historia de las relaciones laborales La primera Revolución Industrial: proletariado urbano vs. revolución liberal La clase social que encabezaba las transformaciones reseñadas sería la burguesía, gran damnificada del corsé estamental durante la Edad Media y, sobre todo, durante la Edad Moderna, pues le había impedido ascender socialmente y hacerse con el control de la política, pero triunfante en todo el continente tras la Revolución Francesa en particular, y el conjunto de las Revoluciones Atlánticas en general (Elliott, 2001). En el ámbito económico, la fábrica se convirtió en la gran protagonista de la Revolución Industrial. Lejos de sostener que nació al calor de ella, pues ya habían existido talleres y fábricas desde el medievo en adelante, si bien de tamaño modesto, con un número reducido de trabajadores y alimentadas por la energía humana (trabajadores) y/o natural (fuentes de energía como el agua, el viento…), lo que se sostiene en estas páginas es que la Revolución Industrial acarreó una transformación radical en el concepto mismo de fábrica. Los avances técnicos a los que se ha aludido en las líneas precedentes provocaron que las máquinas sustituyesen a la fuerza humana, y lo que era más importante, que fueran activadas por energía externa, primero el agua, después el carbón, el gas, etc. El tamaño de las máquinas creció, la producción de las primeras fábricas aumentó, el número de trabajadores empleados fue mayor progresivamente, y se dio así el salto de los modestos talleres y factorías medievales y modernos a las grandes fábricas de la Era Industrial. Además de entender las fábricas como centro de producción, fueron también el escenario donde se produjeron las innovaciones técnicas y productivas, gracias a la aplicación de modificaciones en los procesos fabriles sobre la marcha (Feliu y Sudrià, ed. 2013, pp. 84-85). Ahora bien, el triunfo del sistema fabril tuvo una contrapartida: la proletarización de las relaciones laborales, caracterizada, como se indicó en el epígrafe anterior, por la conversión de la mano de obra en una mercancía más, y por el empeoramiento tanto de las condiciones de trabajo como del nivel de vida de aquella nueva clase que nació al son de la maquinaria industrial: el proletariado urbano. Nota Recuérdese aquí la definición de “proletariado” aportada en el tema 1.2 como el grupo social que, en el contexto de la Revolución Industrial, había abandonado el campo para trabajar en el escenario urbano, alentado por las oportunidades laborales que ofrecían las ciudades en pleno auge. También allí se subrayaba la cruda realidad a la que se enfrentaron aquellos individuos: unas condiciones de vida miserables, obligados a vivir hacinados en cuartuchos insalubres y ligados a una ocupación que les reportaba un salario de hambre, apenas suficiente para mantener a su familia o “proles”, según la denominación latina. De este término deriva etimológicamente la voz “proletariado” (Toynbee, vol. V, 1939; Marx y Engels, ed. 2015). © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 7 Historia de las relaciones laborales La primera Revolución Industrial: proletariado urbano vs. revolución liberal Feliu y Sudrià (ed. 2013) discuten la teoría expresada por Marx en El Capital (vol. I, ed. 1990, pp. 762-870), según la cual la mecanización de las actividades fabriles produjo un “ejército industrial de reserva”, más inclinado a admitir que las situaciones fueron variantes en cada país se muestra Arenas Posadas (2003, p. 41). Este se define como un excedente de mano de obra que en principio quedó desempleada, pero que ocasionalmente retornaba a las fábricas, sobre todo en momentos donde el aumento de la demanda no se podía satisfacer solo con la mecanización de los procesos productivos, haciendo necesarios más trabajadores. En su lugar, ambos autores sostienen que las factorías tuvieron capacidad suficiente de asumir al total de población procedente del campo que había protagonizado el éxodo rural, si bien las fábricas también emplearon a los trabajadores que ya tenían experiencia en las mismas actividades fabriles desde tiempo atrás, motivando su adaptación al nuevo entorno industrial. Su capacidad de adaptación habría sido determinante en la posibilidad de emplearse en el mercado laboral, y la cantidad más que suficiente de mano de obra explicaría, también de acuerdo con ambos investigadores, el mantenimiento de salarios bajos: los empresarios fabriles solo tenían que ofrecer un sueldo ligeramente superior al cobrado antes de la industrialización para satisfacer los anhelos del nuevo proletariado (ed. 2013, p. 88). Independientemente de la tasa de empleo registrada en cada momento, parece fuera de debate que las condiciones de vida de los trabajadores industriales y de sus familias fueron deplorables, al menos en la primera fase de la industrialización correspondiente a la segunda mitad del siglo XIX (Feliu y Sudrià, ed. 2013, pp. 91-92). Las oportunidades brindadas por la expansión capitalista tuvieron dos efectos complementarios: de un lado, la filosofía liberal tuvo un impacto negativo en el entorno rural, donde los campesinos sin tierra sufrieron el cercado de las tierras comunales a las que habían accedido tradicionalmente para poder producir los bienes necesarios para la subsistencia. Aquellas tierras fueron a parar a nuevos propietarios burgueses, de modo que los antiguos campesinos sin tierras se vieron reducidos a una condición miserable que, en muchas ocasiones, les empujó a migrar a las ciudades, mientras la propiedad de la tierra en el entorno rural pasaba de las manos de la antigua aristocracia al control de la nueva élite burguesa (Hobsbawm, ed. 1962, pp. 67-73). De otro lado, la Revolución Industrial posibilitó un crecimiento sin precedentes que acarreó la posibilidad de enriquecerse, también sin precedentes, a quienes participaron directamente en ella con el papel de inversionistas. Puesto que no todos los miembros de la sociedad tuvieron la posibilidad de asumir ese rol, el beneficio del expansionismo fabril recayó en las manos de los empresarios capitalistas, profundizando así la brecha social entre los ricos y los pobres. Estos últimos no solo estaban constituidos por la legión de campesinos sin tierras que se acaba de citar, sino también por la masa de proletariado urbano, cuyas condiciones de vida han sido descritas extensamente por diversos autores (Engels, ed. 1987; Hobsbawm, ed. 1962, pp. 67-73, 238-243). Empleados en labores que les ocupaban en ocasiones más de doce horas diarias, los trabajadores fabriles recibían a cambio salarios muy reducidos, justos para subsistir © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 8 Historia de las relaciones laborales La primera Revolución Industrial: proletariado urbano vs. revolución liberal junto con su familia, con la cual vivían en las zonas suburbanas en las que las condiciones higiénicas dejaban mucho que desear, convirtiéndose en el caldo de cultivo idóneo para enfermedades y brotes epidémicos. En buena medida, la responsabilidad de tales condiciones de vida correspondió tanto al régimen laboral en las fábricas como al propio proceso de desarrollo urbano: en los albores del siglo XIX, el despertar industrial y la migración masiva procedente del éxodo rural hizo que muchos enclaves urbanos crecieran demográficamente a un ritmo mayor del que podían soportar, con el consiguiente costo en condiciones de vida y en estado de salud de la población. Con frecuencia, los empresarios no recurrían directamente al reclutamiento de mano de obra, sino que identificaban a individuos aislados que habían estado al frente de algún taller urbano o rural para que fuera ese mismo individuo el que, recurriendo a su autoridad entre sus antiguos empleados, pudiese captar más trabajadores para una fábrica en cuestión. Se operaba así siguiendo una estructura patriarcal, pues el captador hacía valer su figura paternal de autoridad sobre sus antiguos empleados, hijos en el sentido laboral, para atraerlos hasta la ciudad (Arenas Posadas, 2003, pp. 41-42). A todo ello ha de añadirse que, a medida que los trabajadores masculinos se convirtieron en fuente de conflicto, bien porque protestaron reclamando una mejora de su condición, o bien porque combatían la miseria de su existencia cotidiana recurriendo al alcohol y la prostitución, provocando un aumento de la conflictividad urbana, los empresarios sintieron predilección por emplear mano de obra femenina e infantil, mucho más barata y fácil de explotar (Hobsbawm, ed. 1962, pp. 238-243). Dadas las circunstancias, los empresarios tuvieron un serio problema a la hora de retener la mano de obra, puesto que la industria incipiente constituía un mercado muy inestable, aunque se caracterizó, entre otros rasgos, por la fluctuación de trabajadores de una empresa a otra, e incluso de un sector a otro, buscando mejor suerte. Como señala Arenas Posadas (2003, pp. 42-45), los dueños de las fábricas habrían podido retener a los obreros, sobre todo a lo cualificados, ofreciendo salarios más elevados, pero no fue la solución preferida por ellos: por una parte, porque el dinero aún carecía de valor real en la mentalidad de unos trabajadores que, hasta hacía unas décadas, habían vivido en una estructura económica medieval, sobre todo en el entorno rural; por otra parte, porque desde la perspectiva empresarial la subida de salarios era poco rentable, provocando un incremento del coste de producción que los capitalistas no estaban dispuestos a aceptar fácilmente. Solo con la consolidación del mundo industrial, empoderando al empresario como único proveedor posible de trabajo y al proletario como dependiente de dicho trabajo, la capacidad de retención de este último aumentó. Además, los empleadores recurrieron a otras tácticas, tales como favorecer la creación de un mercado local de trabajo que facilitara la circulación de los obreros entre las fábricas de un mismo sector en una misma región, evitando así su marcha a otro lugar; favorecer actitudes paternalistas, © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 9 Historia de las relaciones laborales La primera Revolución Industrial: proletariado urbano vs. revolución liberal sobre todo hacía determinados obreros cualificados e influyentes que gozaban de ascendencia entre el resto de la plantilla; etc. 3. Las primeras manifestaciones de descontento obrero En el apartado anterior se ha descrito en detalle el conjunto de factores que confluyeron en las primeras fábricas, condicionando unas condiciones de vida deplorables entre el proletariado urbano, así como entre los campesinos sin tierras que habían sufrido las consecuencias de la “liberalización” del mercado de la tierra. A continuación, procede analizar los primeros conatos de organización obrera surgidos en el contexto de la primera Revolución Industrial, relacionándolos con un primer germen de movimiento obrero, cuyo estudio se abordará en el próximo tema de la presente unidad de aprendizaje. A la hora de estudiar la conflictividad laboral y el asociacionismo obrero en el último cuarto del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX, se procede a una clasificación separada en dos bloques: primeramente, los conflictos registrados en Europa y Occidente durante las décadas reseñadas; en segundo lugar, la conflictividad laboral en España en los albores de la Revolución Liberal y la industrialización. 3.1. Condiciones de trabajo y primeras protestas obreras a ambas orillas del Atlántico Como se ha visto a lo largo de este tema, las condiciones de vida de los trabajadores fabriles empeoraron de manera visible conforme la industrialización seguía su curso, al mismo tiempo que la población crecía y la disponibilidad de recursos para abastecerla decaía claramente, confirmando los peores temores de Thomas Malthus (ed. 2016). Importante Thomas Robert Malthus (1766-1834) fue un clérigo anglicano autor del Primer ensayo sobre la población mundial. En su obra sostenía una visión pesimista de la situación demográfica en Europa y el mundo, alegando que la población crecía a un ritmo mucho más rápido (progresión geométrica) que los recursos necesarios para abastecerla (cuyo crecimiento, a su juicio, obedecía a una progresión aritmética). Su conclusión, por consiguiente, y la de sus seguidores malthusianos era que había que controlar el crecimiento de la población o se llegaría al colapso. Sus conclusiones se basaban precisamente en la observación de la evolución demográfica de la Europa industrial. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 10 Historia de las relaciones laborales La primera Revolución Industrial: proletariado urbano vs. revolución liberal La situación siempre fue especialmente crítica en el ámbito rural, sobre todo para los jornaleros, los trabajadores domésticos del campo y los pequeños propietarios empobrecidos, todos ellos sujetos a las fluctuaciones de las cosechas, padeciendo especialmente las consecuencias de las crisis de 1789, 1795, 1817, 1832 y 1847; las hambrunas, pues, fueron frecuentes. Además, debieron afrontar también los efectos perniciosos de otros factores no naturales, como, por ejemplo, la competencia entre diferentes productores de algodón, que arruinó a determinados condados de Gran Bretaña cuyo producto no era tan apreciado por el mercado. No obstante, la condición de la clase trabajadora de las ciudades no era mucho mejor, pues en ella se combinaron dos circunstancias desafortunadas: el cambio de la dieta tradicional del obrero preindustrial por una dieta de carestía, improvisada con los escasos alimentos de los que se podía disponer en épocas de escasez y a cambio de poco dinero; y las condiciones propias de la vida urbana, insalubre y contaminada, que empeoraron la salud de los individuos (Hobsbawm, ed. 1962, pp. 239-244). El mayor drama de la Revolución Industrial estribó en haber convertido a antiguos trabajadores independientes, empleados en fábricas y talleres pero dueños de su mano de obra y libres para desplazarse de un taller a otro, en dependientes de la demanda de trabajo de los empresarios fabriles. Asimismo, la mano de obra se convirtió en una simple mercancía. Y todo ello no hizo sino contribuir a que la clase obrera adquiriese conciencia de tal (Feliu y Sudrià, ed. 2013, pp. 91-92): frente a unos artesanos agrupados antes en gremios, relativamente independientes entre sí, los trabajadores ahora se percataron de que la miseria que padecían era igual para todos y, en consecuencia, les convenía unirse para defender sus derechos. Al mismo tiempo que la clase obrera ganaba conciencia de su ser, intelectuales cercanos a ella aportaron diferentes ensayos teóricos sobre la conveniencia de dignificarla, entre quienes destacó, por ejemplo, Robert Owen en el caso británico. Poco a poco se acuñó el concepto “socialismo” asociado con la lucha de la clase trabajadora, y puede considerarse, como sostiene Hobsbawm (ed. 1962, p. 249), que a la altura de 1830 se puede hablar de clase trabajadora como tal. Las primeras manifestaciones de protesta obrera que se produjeron en el siglo XIX, por orden cronológico, fueron el ludismo y el cartismo. El primero, estudiado someramente en el tema 1.2, fue un movimiento anti maquinista que tomó el nombre de Ned Ludd, joven inglés que, en la década de 1770, mostró su repulsa al proceso de mecanización del trabajo destruyendo dos telares. Los luditas fueron especialmente activos entre 1811 y 1816, reuniéndose de noche con todo tipo de herramientas para asaltar las fábricas y destruir la maquinaria, a la cual culpaba de la destrucción de mano de obra humana y, en consecuencia, del paro creciente y la constante precarización de las condiciones de la clase obrera; el epicentro del movimiento estuvo en el Reino Unido (Jones, 2006). Como puede verse, y como sostuvo Hobsbawm, estos primeros conatos anti maquinistas, expresión de un primitivo movimiento obrero, se desarrollaron bajo la © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 11 Historia de las relaciones laborales La primera Revolución Industrial: proletariado urbano vs. revolución liberal inspiración del jacobinismo revolucionario, tendente a subvertir el orden social establecido mediante la acción directa, esto es, mediante el uso de la violencia y la retórica radical (Hobsbawm, ed. 1962, pp. 249-252). Posterior en el tiempo y diferente en su naturaleza, fue el cartismo, en inglés chartism, que toma su nombre del People’s Charter (1838), documento que se convirtió en su manifiesto programático y en el que reclamaban a las autoridades el sufragio universal masculino, el voto secreto y la consolidación de la jornada laboral de diez horas. A diferencia del ludismo, el cartismo se desarrolló entre las décadas de 1830 y 1850 con naturaleza esencialmente política, en la medida en que su objetivo era presionar al gobierno británico para que cediese a las exigencias que representaban, según ellos, los anhelos de la clase trabajadora. Su análisis se abordará más detenidamente en el próximo tema, pero es relevante subrayar aquí su papel como primer espacio de expresión política de la clase trabajadora, de ideología republicana, y defensor de la democratización del Estado, que contribuyó en mucho a consolidar la conciencia de clase del proletariado británico (Bravo, 1976). 3.2. Primer descontento obrero en el amanecer de la industria en España En España, el despegue industrial tardó en producirse, puesto que hasta el inicio del segundo tercio del siglo XIX subsistían una serie de condicionantes que lastraban el tránsito hacia la economía liberal: la monarquía absoluta, que fue una de las últimas en caer en Europa tras la muerte de Fernando VII en 1833, y el ascenso al trono de su hija primogénita, Isabel II; la pervivencia de los privilegios gremiales, un auténtico obstáculo para la libre competencia, hasta su abolición por la regente María Cristina en 1834; la carencia de bancos en sentido moderno hasta la creación del Banco de San Carlos en 1844, cuya labor es fundamental para la gestión financiera de las primeras empresas; y la ausencia también de tendido ferroviario de largo alcance hasta 1848. Por lo tanto, el inicio de la conflictividad obrera también fue posterior, y en él los motivos de descontento del proletariado europeo o más bien británicos, vistos en el apartado anterior, se mezclaron con otros elementos relacionados con él de manera más o menos tangencial. Primeramente, el clima político era muy inestable a raíz de las dificultades que el régimen liberal encontró para comenzar su andadura: piénsese que entre 1833 y 1837 se sucedieron seis gobiernos diferentes (Francisco Cea Bermúdez, Francisco Martínez de la Rosa, el conde de Toreno, Juan Álvarez Mendizábal, Javier Istúriz y José María Calatrava) y dos revoluciones (en 1835 y 1836). En segundo lugar, la crisis económica agravada por una crisis de mortalidad catastrófica, asociada a la epidemia de cólera-morbo del verano de 1834. Y, en tercer lugar, el anticlericalismo, que aprovechó el descontento generalizado de los españoles con su atávica situación de miseria para dar escape a la ira de la población en la quema de conventos en Madrid en el verano de 1834, bajo la acusación popular a los frailes de haber provocado la epidemia tras envenenar las fuentes © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 12 Historia de las relaciones laborales La primera Revolución Industrial: proletariado urbano vs. revolución liberal públicas para, de este modo, provocar el hundimiento del régimen liberal que tanto rechazaban (Artola, 1973). Ante tal coyuntura, fue precisamente la revolución del verano de 1835, que provocó la caída del gabinete del conde de Toreno y aupó al poder a Mendizábal, hasta entonces ministro de Hacienda del ejecutivo precedente, la que creó las condiciones precisas para que estallara el primer signo de malestar obrero. Esto se explica porque, pese al retraso de la industrialización, las circunstancias que padeció la clase trabajadora en España no distaban de las experimentadas y descritas en el resto de continente. Por eso, en plenas jornadas revolucionarias alentadas por la burguesía urbana, y mientras las juntas revolucionarias proliferaban por todo el territorio español, los obreros catalanes, en el epicentro de la industrialización del país junto a las Vascongadas, incendiaron la fábrica de Bonaplata en Barcelona. De este modo, siguiendo el principio que inspiraba al ludismo, eliminaban a las fábricas como signo de su opresión y sus miserables condiciones de vida. Los Bonaplata, por añadidura, representaban también el maquinismo contra el que los trabajadores se manifestaban, pues habían sido pioneros en la introducción de la máquina de vapor en sus instalaciones. El asalto tuvo tal magnitud que supuso el inicio del declive de aquella saga industrial catalana (Nadal, 1983, pp. 79-95; Sánchez, 2000, pp. 485-523). Barcelona sería aún escenario de otro episodio de orígenes similares y repercusiones aún más graves, que se estudiarán en el tema siguiente porque reflejan una mayor madurez de la clase obrera española. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 13 Historia de las relaciones laborales La primera Revolución Industrial: proletariado urbano vs. revolución liberal Conclusión Los contenidos analizados en este tema ayudan a comprender el contexto del despertar industrial en Europa y, por extensión, en todo el mundo occidental. Ello es, a su vez, clave para comprender el contexto en el que se forja la conciencia obrera y estudiar las primeras manifestaciones de organización proletaria, reflejo de que la relación entre empleadores y trabajadores no era muy fluida, en la medida en que los primeros perseguían maximizar su beneficio sin reparar en los costes de producción, incluido el de la mano de obra. A medida que el siglo XIX avanza y se consolidan las actitudes vistas en el ámbito de las relaciones laborales, los proletarios se organizan de manera más madura, originando el movimiento obrero propiamente dicho, que se describe en el siguiente tema. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 14 Historia de las relaciones laborales La primera Revolución Industrial: proletariado urbano vs. revolución liberal Referencias bibliográficas Arenas Posadas, C. (2003). Historia económica del trabajo (siglos XIX y XX). Madrid: Tecnos. Artola, M. (1973). La burguesía revolucionaria (1808-1874). 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La utilización no autorizada de esta obra, así como los perjuicios ocasionados en los derechos de propiedad intelectual e industrial de la Universidad Europea de Madrid, S.L.U., darán lugar al ejercicio de las acciones que legalmente le correspondan y, en su caso, a las responsabilidades que de dicho ejercicio se deriven. Historia de las relaciones laborales Los trabajadores se organizan: sindicalismo y movimiento obrero Historia de las relaciones laborales Los trabajadores movimiento obrero se organizan: sindicalismo y Índice Presentación .............................................................................. 3 Objetivos de aprendizaje ............................................................... 3 1. La madurez del movimiento obrero: socialismo y anarquismo .............. 4 1.1. El socialismo: desde los planteamientos utópicos hasta los postulados de K. Marx y F. Engels ................................................................................ 4 1.2. El anarquismo como desviación transgresora del socialismo científico ....... 6 2. Movimiento obrero y sindicalismo en el escenario internacional: el caso de España ..................................................................................... 7 2.1. La materialización del obrerismo en el escenario europeo ..................... 7 2.2. España: un despertar tardío ......................................................... 9 Conclusión .............................................................................. 13 Referencias bibliográficas ............................................................ 14 © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 2 Historia de las relaciones laborales Los trabajadores movimiento obrero se organizan: sindicalismo y Presentación El tema que precede a este constituía un estudio preliminar de las condiciones que habían posibilitado la Revolución Industrial y, asociado a ellas, el empeoramiento de la vida de los trabajadores en el campo y, sobre todo, en la ciudad. Una vez analizado dicho contexto se continuaba con la descripción de las primeras manifestaciones de un primitivo movimiento obrero que eclosionará en todo el mundo occidental a mediados del siglo XIX. En las páginas que siguen se desgrana el desarrollo del movimiento obrero en la segunda mitad del siglo XIX, prestándose atención a las corrientes que intentan dar respuesta a los anhelos de los trabajadores y a las principales vías de expresión por las que optaron en diferentes escenarios. Objetivos de aprendizaje Los objetivos que se pretenden alcanzar en este recurso son los siguientes: • Describir el contexto de consolidación y madurez del movimiento obrero. • Estudiar las principales corrientes que surgen en relación con el movimiento obrero y su reflejo tanto en la acción política como en la labor sindical. • Analizar el desarrollo del movimiento obrero en el continente europeo, prestando atención al caso español. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 3 Historia de las relaciones laborales Los trabajadores movimiento obrero se organizan: sindicalismo y 1. La madurez del movimiento obrero: socialismo y anarquismo Con el fin de proceder por orden cronológico, en primer lugar se describirá el nacimiento del socialismo científico, mencionando previamente, y, de forma breve, la influencia recibida del socialismo utópico, para después estudiar las características del anarquismo y subrayar las semejanzas y diferencias entre ambas ideologías. 1.1. El socialismo: desde los planteamientos utópicos hasta los postulados de K. Marx y F. Engels En sus orígenes, el socialismo surge como consecuencia del deseo de un sector de la sociedad de conseguir materializar los ideales de la Revolución Francesa no solo en el terreno político, donde su alcance había sido por lo demás modesto, sino también en el ámbito socioeconómico. Es decir, el socialismo aspiraba a extender la igualdad a todos los ámbitos de la comunidad humana, desde la convicción de que un sistema económico de cortas miras en su ansia de reforma social perpetuaba el capitalismo, verdadera raíz, a su juicio, de los males de la clase trabajadora. Los teóricos que destacaron dentro de la corriente socialista antes de la aparición de El manifiesto comunista en 1848 (ed. 2015), manifiesto programático del marxismo también conocido como socialismo científico, se conocen como socialistas utópicos, puesto que el modelo de organización política, social y económica que propugnaban era difícilmente aplicable en la práctica. Así pues, limitaron su acción a la elaboración intelectual de modelos futuribles de sociedad que solo podían existir en su mente. El socialismo utópico tuvo su epicentro en Francia, donde ha de subrayarse la labor teórica desarrollada por Saint-Simon, Fourier, Cabet, Blanc y Blanqui. Henri de SaintSimon defendía un modelo de sociedad industrial liderada por tecnócratas y en la que la división del trabajo atendiese a criterios meramente científicos, considerando la capacidad del individuo para desarrollar tareas concretas y relegando a la nobleza y el clero a un plano secundario. Charles Fourier quizá sea el más reconocido de todos los utópicos, puesto que propuso la organización de la sociedad en comunidades independientes del Estado, de unas 1.500 personas, denominadas “falansterios”, en las que todo el mundo se encargaría de todas las actividades económicas de manera cíclica y donde la propiedad de los medios de producción sería colectiva. Étienne Cabet, autor de Viaje por Icaria (ed. 1985), ideó un modelo de ciudad igualitaria en la que el gobierno era elegido por sufragio universal. Louis Blanc propuso la creación de talleres del Estado donde los obreros trabajarían sin intervención alguna de los empresarios capitalistas, y Auguste Blanqui propugnó directamente la lucha obrera revolucionaria para subvertir el orden vigente e instaurar una república social (Droz et. al., 1976-1983). En todos ellos se inspiraron y a todos criticaron, con el afán de superarlos, Karl Marx (1818-1883) y Friedrich Engels (1820-1895). Siguiendo los principios del materialismo histórico, ambos autores sostenían que la Historia de la humanidad evoluciona como © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 4 Historia de las relaciones laborales Los trabajadores movimiento obrero se organizan: sindicalismo y consecuencia de la dialéctica o contradicción constante entre dos fuerzas: la del empleador y la del empleado. Dicha contradicción provocaba cada cierto tiempo un estallido violento cuya consecuencia era, a su vez, una modificación en el modo de producción, o forma de organizar el trabajo en las diferentes sociedades humanas. Ambos pensadores identificaban tres modos de producción que hundían sus raíces en el pasado más remoto y llegaban al momento en el que ellos escribían: el modo de producción esclavista, propio de la Antigüedad, en el que el esclavo carece incluso de la consideración de individuo y el dueño tiene plenos derechos sobre él; el modo de producción feudal, asociado a la Edad Media, en el que el vasallo debe prestar servicios a su señor a cambio de poder cultivar una parcela de las tierras de este último, que le exigiría, además, acudir a la guerra en su nombre cuando fuera preciso; y el modo de producción capitalista, caracterizado por el choque entre el proletariado industrial, cada vez más arruinado y miserable, y el empresario capitalista, cada vez más enriquecido. Puesto que los modos de producción se sustentan sobre una estructura económica, a su vez posibilitada y sancionada por las instituciones y la legislación (superestructura), es muy difícil, según estos pensadores, subvertir el orden socioeconómico si no se desmonta también el aparato institucional que lo sanciona. Pero lo primero es atacar al sistema en la línea de flotación: una vez desmontada la estructura socioeconómica, las instituciones caerían por su propio peso y surgiría un orden nuevo que diese cobertura legal al régimen económico también novedoso. Todo ello porque, desde su punto de vista, los trabajadores habían sido víctimas de un triple proceso de alienación: económica, en la medida en que la mano de obra se había transformado en una mercancía más que se vendía y se compraba en el mercado, para beneficio exclusivo de la burguesía capitalista, dueña de los medios de producción; religiosa, puesto que el cristianismo había servido a los intereses de capital convenciendo al individuo de someterse al orden establecido desde la promesa de una vida de ultratumba dichosa para cuya consecución era preciso obedecer y sufrir en la vida terrenal; política, puesto que el individuo había cedido su libertad individual, el control absoluto de su vida, al Estado, que, a su vez, actuaba y legislaba al servicio del sistema capitalista. Así, el proletariado, dueño de la fuerza de sus manos, sin la cual la industria no puede funcionar, se organizará y, tras tomar conciencia de su potencial, provocará la caída, siempre según Marx y Engels, del modo de producción capitalista para instaurar un modo de producción comunista, en el que la propiedad de los medios de producción sería colectiva y el gobierno sería ejercido por el propio proletariado. Todo ello derivado de una convicción en los dos pensadores germanos: si el proletariado era quien disponía de la herramienta esencial para el funcionamiento del modelo capitalista, esto es, la fuerza de sus manos, era incomprensible que no tuviese capacidad alguna de decidir sobre el futuro de la sociedad en la que vivía. Ahora bien, los postulados de Marx y Engels adolecen, entre otras muchas, de una debilidad esencial: como paso intermedio entre la caída del modo de producción capitalista y la instauración del modo de producción comunista era necesaria una © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 5 Historia de las relaciones laborales Los trabajadores movimiento obrero se organizan: sindicalismo y dictadura del proletariado con carácter transitorio, que desafortunadamente ha sido el estadio en el que se han estancado todos los países que han experimentado la revolución proletaria propugnada por ellos (Marx, ed. 2017, pp. 541-669). 1.2. El anarquismo como desviación transgresora del socialismo científico El anarquismo parte, como el marxismo, de la raíz común del socialismo científico, si bien existen diferencias doctrinales básicas con él. El primer representante claro de la corriente anarquista en Europa fue el periodista, y después diputado francés, PierreJoseph Proudhon, quien defendía la organización de la sociedad en comunidades de propietarios autónomos que se gobiernan por sus propios medios sin recurrir al Estado, a cuya existencia él se oponía. Desde su perspectiva, los únicos modelos de organización legítimos eran los sindicatos y las cooperativas, y cualquier propiedad que no fuera el resultado del trabajo de cada persona era un robo a la comunidad. La sociedad anarquista se construye sobre el principio mutualista, que rechaza tanto la autoridad estatal como el individualismo exacerbado: antes bien, la mutualidad es el equilibrio de fuerzas entre individuos libres e iguales, que se reparten las tareas de gobierno de la comunidad y reconocen la propiedad colectiva de cuanto les rodea, rechazando cualquier tipo de institución. Las convicciones y los postulados de partida de Proudhon movieron a Mikhail Bakunin, la figura más representativa del anarquismo contemporáneo, a ir más allá y señalar directamente al Estado como el causante y garante de las desigualdades, justificando así la necesidad de abolirlo (Woodcock, 1979). Corriente ideológica Postulado esencial Fórmula de cambio social Paso intermedio Modelo futuro de sociedad Socialismo científico Estado socialista en el que los trabajadores El orden participan en el gobierno Revolución Dictadura social vigente y donde la propiedad de de la clase del consolida las los medios de producción trabajadora proletariado desigualdades es colectiva. La clase trabajadora toma las riendas de su destino. Anarquismo Sociedad libertaria. Comunidades autosuficientes sin estado ni autoridad alguna. Id. Id. Ninguno Tabla 1. Resumen de las semejanzas y diferencias entre socialismo científico y anarquismo. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 6 Historia de las relaciones laborales Los trabajadores movimiento obrero se organizan: 2. Movimiento obrero y sindicalismo internacional: el caso de España sindicalismo en el y escenario En el presente epígrafe se analiza el impacto de las corrientes obreristas en el escenario europeo, prestándose especial atención al caso español, que reviste relevancia por la aparición tardía de la conciencia de clase y del movimiento obrero. 2.1. La materialización del obrerismo en el escenario europeo El ludismo y el cartismo tuvieron un alcance limitado, pero fueron cruciales en la medida en que constituyeron el primer peldaño hacia la institucionalización de los organismos de representación de los intereses de los trabajadores, un fenómeno que carecía de precedentes hasta entonces. En el proceso de consolidación de la conciencia obrera resultó fundamental el contexto generado a finales del primer tercio del siglo XIX por las guerras napoleónicas y la crisis financiera generalizada que se vivió especialmente en Gran Bretaña. La condición del proletariado no solo se mantuvo en los niveles analizados hasta ahora, sino que llegó a empeorar, encontrándose ahora sí con unos líderes válidos y dispuestos a convertirse en la caja de resonancia de sus anhelos. Entre dichos líderes cabe destacar a Thomas Spence, William Cobbett y Henry Hunt, gracias a cuyo empuje se sucedieron algunas revueltas y mítines cuyo alcance fue modesto, aunque no se les puede negar el mérito de movilizar y profundizar en la concienciación de la masa trabajadora (Bergier, 1979, pp. 444-452). El punto de inflexión fue la Masacre de Peterloo en agosto de 1819, cuando una masa trabajadora de entre 60.000 y 80.000 personas concentrada en St. Peter’s Field, en Manchester, cuyo objetivo era reclamar una democratización del régimen británico, fue atacada por la policía provocando la muerte de quince manifestantes y centenares de heridos, incluidos mujeres y niños (Bensimon, 2019, pp. 32-33). Peterloo significó la más clara evidencia de que los intereses de la burguesía y de la clase trabajadora eran irreconciliables, y funcionó también como disparo de salida de la lucha obrera en este país y en toda Europa, pues su repercusión fue enorme por las dramáticas consecuencias que tuvo. Ante todo, interesa subrayar una idea en la que insiste Carlo Bergier: no fue un episodio que reforzara las convicciones ideológicas del proletariado, pues, de hecho, a los mítines solo asistió en adelante una proporción reducida de obreros. Antes bien, Peterloo exacerbó el instinto insurreccional del proletariado: sus integrantes no tenían claras las bases ideológicas por las que protestaban, pero sí que era preciso sublevarse para denunciar abusos y tropelías como las cometidas contra sus compañeros de Manchester (1979, p. 451). En adelante, la lucha se llevó a cabo en dos frentes complementarios: la política, a través de partidos y líderes afines a la causa obrera como los cartistas, y la social, mediante huelgas y disturbios que cobraban especial relevancia en épocas de crisis. Fue también este el momento en el que los líderes políticos radicales, entre ellos los © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 7 Historia de las relaciones laborales Los trabajadores movimiento obrero se organizan: sindicalismo y mencionados arriba, y los trabajadores se convencieron de que debían marchar de la mano si querían que sus reivindicaciones fueran oídas (Bergier, 1979, pp. 451-452). Los primeros sindicatos no tardaron en aparecer, concentrándose el surgimiento de la mayoría de ellos entre 1824 y 1834 (Thompson, ed. 2013, pp. 781-915), subsistiendo los que se habían creado antes pero habían permanecido en la clandestinidad, con los que eran de nuevo cuño. Aunque los intentos de Robert Owen por conseguir una federación de sindicatos resultaron fallidos, en general la confluencia de intereses facilitó que existiese una cierta unidad de acción en sus reivindicaciones. Por su parte, en el terreno político, el cartismo se mantuvo activo hasta 1848, momento en el que desapareció a raíz de una transformación en el escenario británico caracterizada por el hecho de que a partir de esa fecha burgueses y obreros no lucharían en condiciones desiguales en la arena política, sino que serían rivales directos por el control del gobierno (Bergier, 1979, p. 452). Nota El historiador económico italiano distingue tres fases en la formación de la conciencia de clase trabajadora. La primera, que él llama “prehistoria de la conciencia de clase”, se caracteriza por el germinar lento de varios focos de tensión que provocarían la toma de conciencia definitiva de los trabajadores, todo bajo los auspicios de personalidades ajenas a la clase trabajadora (normalmente ideólogos e intelectuales burgueses de ideología radical). La segunda fase está protagonizada por líderes capaces de trasladar los principios de la lucha obrera a las masas de manera mucho más comprensible, implicándose además en las primeras acciones directas contra las instituciones a partir de la década de 1810 y 1820. La tercera fase es aquella en la que se entra cuando el movimiento obrero, consolidado y dotado de unos órganos de expresión política reconocidos, lucha con la burguesía por conquistar el poder, más allá de mejorar sus condiciones de vida (Bergier, 1979, pp. 444-446). En general, la evolución del movimiento obrero y la protesta sindical en Europa siguieron un proceso similar al de Gran Bretaña a grandes rasgos, aunque las condiciones peculiares de cada país condicionaron la aparición de diferentes variantes en el desarrollo de la conciencia obrera. Ello se explica por una curiosa paradoja: pese al carácter universal de los padecimientos del proletariado y el intento fallido de Marx de unificar programa e intereses en la Primera Internacional de 1864, las preocupaciones y las perspectivas nacionales prevalecieron en momentos de crisis. De hecho, llama la atención que en las revoluciones de 1848 la agitación de las masas solo se prolongó en el tiempo en aquellos países donde encontraron el apoyo de políticos radicales, acallándose pronto para pasar a un segundo plano allí donde los intelectuales privilegiaron la lucha por la liberación nacional frente a la lucha por los © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 8 Historia de las relaciones laborales Los trabajadores movimiento obrero se organizan: sindicalismo y derechos del proletariado, como sucedió en los territorios germanos e italianos (Hobsbawm, ed. 1975, pp. 9-26; Arenas Posadas, 2003, pp. 60-63). Otro ejemplo más de la escasa potencia del movimiento obrero para imponer sus intereses más allá de las fronteras nacionales fue la I Guerra Mundial, en la cual fue incapaz de mantener a las masas al margen de un conflicto eminentemente imperialista, salvo en el único escenario donde un movimiento de tales características acabó triunfando para devenir en una dictadura que se perpetuó durante décadas: la Rusia Zarista. Francia y Alemania siguieron una evolución dispar en lo que se refiere a la precocidad del escenario británico: en ambos países existió un régimen político represivo que coartó la libertad de expresión y el derecho de reunión. Y cuando, como en el caso francés, el pueblo tuvo la ocasión de unir sus fuerzas a la burguesía para desbancar a la reacción, se vio devuelto a su casa bruscamente una vez el orden se restableció, de modo que la antigua reacción aristocrática cedió el testigo a una reacción ahora de signo burgués. Las formaciones obreras, el sindicalismo y una conciencia de clase consolidada no se materializaron hasta el último cuarto del siglo XIX, en el contexto de una nueva crisis financiera global. Caso aparte fue España, cuyas peculiaridades se analizan el epígrafe siguiente. 2.2. España: un despertar tardío Puesto que el despegue industrial español no se inició hasta la década de 1840, la toma de conciencia de la clase trabajadora llegó también con retraso respecto al Viejo Continente, donde las masas obreras habían alcanzado ya su etapa de plena madurez a mediados del siglo XIX. Por este motivo, aunque cronológicamente debería incluirse el movimiento obrero español en el tema 3.4, comprensivo del movimiento obrero durante la Segunda Revolución Industrial, se incluye en este tema, considerando que, a la altura del último cuarto del siglo XIX, el país se encontraba en la situación experimentada por el resto del Occidente desarrollado treinta años antes. Ello se debe a que, en efecto, el movimiento obrero surge en España a raíz de la Revolución Gloriosa de 1868, que obligó a Isabel II al exilio e inició seis años de inestabilidad política culminados por una fallida I República, en un periodo histórico que se ha conocido como “Sexenio Revolucionario” o “Sexenio Democrático” y que comprende los años 1868-1874. De las tres vertientes posibles que adquirió el movimiento obrero español, a saber, el anarquismo, el socialismo y el catolicismo social, en este apartado se abordarán únicamente las dos primeras, considerando que la tercera y última, alentada desde las instituciones, ha de estudiarse con detenimiento en el tema 3.3: “El Estado frente a la ‘cuestión social’”. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 9 Historia de las relaciones laborales Los trabajadores movimiento obrero se organizan: sindicalismo y 2.2.1. El anarquismo español Como se ha señalado en las páginas precedentes, el anarquismo parte de unos fundamentos filosóficos inspirados, en sus antecedentes, por el pensamiento de Rousseau, expresado en Del contrato social (ed. 2012) y que se puede resumir en los siguientes principios: estado de bondad natural del ser humano, corrompido por las instituciones y la sociedad; respeto absoluto de la libertad individual; fe inquebrantable en la razón, la ciencia y el progreso; construcción de una nueva sociedad armónica edificada sobre la base de la solidar