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Historia de las relaciones laborales El origen histórico de la división del trabajo Historia de las relaciones laborales El origen histórico de la división del trabajo Índice Presentación .............................................................................. 3 Objetivos de aprendizaje .....

Historia de las relaciones laborales El origen histórico de la división del trabajo Historia de las relaciones laborales El origen histórico de la división del trabajo Índice Presentación .............................................................................. 3 Objetivos de aprendizaje ..................................................................... 3 1. Caza, pesca y recolección durante el Paleolítico ............................. 4 1.1. Bandas de forrajeros en el Paleolítico ............................................. 4 1.2. Trabajo y condiciones de vida en la ¿revolución? neolítica ..................... 6 1.3. Jerarquías y labores en las sociedades de los metales .......................... 9 Conclusión .............................................................................. 12 Referencias bibliográficas ............................................................ 13 © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 2 Historia de las relaciones laborales El origen histórico de la división del trabajo Presentación El cometido de este tema es doblemente inaugural: primeramente, porque constituye el primer tema de la primera unidad de aprendizaje de esta materia. En segundo lugar, porque en él se analizará el momento en el que, según prehistoriadores y arqueólogos, puede datarse el origen de la división social del trabajo. Puesto que el punto de partida de la unidad de aprendizaje 2, “El Mundo Pre-Industrial”, será la Antigüedad, en las páginas sucesivas se abordará el estudio en las formas de producción y organización social del trabajo en las sociedades prehistóricas, centrando la atención en la Revolución Neolítica y la progresiva complejización registrada en la Edad de los Metales. Objetivos de aprendizaje Los objetivos que se pretenden alcanzar en este recurso son los siguientes: • Identificar el momento en que se produce la división social del trabajo en las sociedades humanas. • Sentar las bases teóricas para el contenido que se estudiará en la unidad de aprendizaje 2, “El Mundo Pre-Industrial”. • Valorar, en perspectiva crítica, las ventajas y desventajas de las sociedades respecto a las organizaciones sociales que les sucedieron, en términos de relaciones laborales. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 3 Historia de las relaciones laborales El origen histórico de la división del trabajo 1. Caza, pesca y recolección durante el Paleolítico El punto de partida de este epígrafe será la aparición del considerado primer ejemplar de homínido: el Homo Habilis, descubierto por L. Leakey en Olduvai en 1964 y datado entre 2,3 y 1,6 millones de años. Los principales elementos que mueven a señalar al Homo Habilis como el antepasado más remoto del género humano son de doble índole: de una parte, sus rasgos físicos, entre los cuales destaca la capacidad craneal (unos 680 cm3), la ausencia de diastema (separación) entre los incisivos y los caninos, y una dentición más grácil y con menos esmalte que los antropoides que le habían precedido, los Australopitecus. De otra parte, y aquí reside el motivo del interés para el presente tema, sus cualidades materiales y sociales: el Homo Habilis fue ya capaz de desarrollar una primera industria lítica, muy primitiva eso sí, consistente en lascas de piedra trabajadas por una cara (chopper) o por ambas (chopping tool). Y por si ello fuera poco, comenzó a organizarse en grupos para aprovechar los recursos del entorno y optimizar sus posibilidades de supervivencia. Veamos cuál era la estructura de dichos grupos y en qué consistía la división del trabajo de sus integrantes, si la había, puesto que los elementos que se identifican en estos primeros grupos se mantendrán, con algunas variantes, más o menos estables durante más de un millón y medio de años (Harris, ed. 1998; Ramírez Goicoechea, 2005). 1.1. Bandas de forrajeros en el Paleolítico Existe gran dificultad en rastrear el modo de vida de las bandas de forrajeros en el Paleolítico porque se trataba de grupos humanos cuya huella arqueológica se limita al resto óseo y a los útiles líticos que empleaban. El resto de instrumentos que formaban parte de su aparejo cotidiano estaban fabricados de materiales que, como la madera, solo se conservan en condiciones muy precisas, y además estos primeros homínidos eran nómadas, por lo que acumulaban pocas posesiones, habida cuenta de la necesidad constante de desplazarse de un lugar a otro en busca de nuevos recursos (Noah Harari, 2011, pp. 45-51). Nota Los conceptos “forrajeo” y “cazadores, pesca y recolección” se emplean como sinónimos; por este mismo principio, se usan los términos “forrajeros” y “cazadores-pescadores-recolectores” también con sentido idéntico. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 4 Historia de las relaciones laborales El origen histórico de la división del trabajo Recurriendo a la comparación con las escasas sociedades forrajeras actuales, que han subsistido en enclaves remotos donde es difícil desarrollar una economía basada en la producción de alimentos, puede concluirse que sus antepasadas paleolíticas se organizaban en torno a una unidad social básica: la banda. Una banda es un pequeño grupo de menos de cien personas, entre las cuales hay siempre algún vínculo de parentesco o matrimonio (Kottak, 2011, p. 178). Ha de señalarse que el tamaño de la banda no permanecía estable, sino que variaba a lo largo del año: a veces, se dividía en grupos más pequeños para recolectar recursos que aprovechaban mejor de esta forma. En otras ocasiones, el tamaño sí era el mismo siempre. Es interesante destacar la existencia de vínculos con otras bandas vecinas, con las que era frecuente la cooperación para optimizar el aprovechamiento de recursos del entorno, aunque también solían darse fricciones y conflictos entre ellas. Como puede deducirse de la información aportada previamente, las bandas de forrajeros eran nómadas: se movían en un área de terreno concreta, que iban recorriendo estacionalmente en función de la disponibilidad de alimento y de las condiciones climáticas a lo largo del año. No obstante, se ha documentado la existencia de pequeñas expediciones de exploración más allá de los límites de su zona de influencia, como consecuencia de la presión demográfica o de algún tipo de catástrofe natural. Todo ello motivado por su forma de alimentación: carne animal, casi siempre de animales en descomposición, salvo en el caso de pequeñas piezas, pues estas bandas practicaban el carroñeo; semillas; insectos; etc. (Noah Harari, 2011, pp. 51-56). Esta dieta variada y amplia obligaba tanto a conocer bien las características del entorno como a disponer de una organización laboral, aunque muy primitiva, para que todos los miembros del grupo pudiesen disponer de recursos en la misma proporción y, de esta forma, contribuir a la supervivencia y a la prosperidad de la banda. El criterio imperante para proceder a la división del trabajo en las bandas forrajeras fue el género: correspondía a los varones cazar, mientras las mujeres se dedicaban a la recolección. Ahora bien, tratándose de una tendencia general, las investigaciones han revelado la existencia de variables dependiendo de la zona y de la cultura no tanto en la distribución de funciones como en la relevancia de los recursos alimenticios en la dieta. Es decir, en algunos grupos los frutos recolectados por las mujeres representaban un mayor aporte nutricional, mientras que, en otros, la mayoría de las calorías consumidas procedía de la caza y la pesca llevada a cabo por los varones (Kottak, 2011, p. 179). En lo tocante a la “jornada laboral”, si es que se la puede considerar así, la observación antropológica de los cazadores-pescadores-recolectores actuales permite concluir que su dedicación semanal al trabajo oscila entre las 35 y las 45 horas, condición extrapolable a los grupos paleolíticos. Volviendo a la división de labores por género, los cazadores actuales dedican uno de cada tres días a su actividad, del mismo modo que los recolectores emplean entre tres y seis horas; es previsible que los grupos paleolíticos dedicaran incluso menos tiempo a tales actividades (Noah Harari, 2011, p. 56). © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 5 Historia de las relaciones laborales El origen histórico de la división del trabajo Considerando pues la información analizada, ha de concluirse que las condiciones de vida de las bandas de forrajeros eran beneficiosas para los primeros grupos humanos no solo porque la dedicación diaria y semanal al trabajo era más reducida, sino porque su dieta era muy variada y su movilidad era alta. La combinación de estos factores, unida a la ausencia de enfermedades infecciosas, hacía que la salud general de los individuos, considerando los esqueletos que se han documentado en los diferentes yacimientos, fuese muy buena (Noah Harari, 2011, pp. 55-60). A la supervivencia de los grupos debió contribuir, sin duda, la ausencia de conflictos, habida cuenta de que las bandas de cazadores-pescadores-recolectores eran igualitarias, sin apenas contrastes motivados por el prestigio, debiéndose las únicas diferencias reseñables bien a la edad, o bien al género (Kottak, 2011, p. 179). Pese a la escasa información disponible, el análisis sobre las sociedades paleolíticas y su organización del trabajo ha sido preciso no solo como introducción, sino también porque, considerando los más de 2,5 millones de años de historia de la especie humana sobre el Planeta, el forrajeo representa el 99 % de la actividad económica en la Historia de la Humanidad (Kottak, 2011, p. 179). Sin embargo, los cambios acontecidos hace unos 10.000 años provocaron transformaciones tales que la sociedad actual sigue siendo heredera de lo que se ha dado en llamar “Revolución Neolítica”. A ella se dedicará el siguiente apartado. Preguntas Considerando las cualidades vistas hasta ahora para las bandas de forrajeros, y en perspectiva comparada respecto a nuestras propias condiciones de vida, ¿cabría concluir que la calidad de vida de estas sociedades era mejor o peor que la nuestra? Es importante destacar que se pregunta por la calidad de vida, es decir, la relación entre años vividos, salud y disponibilidad de recursos, no por la longevidad. 1.2. Trabajo y condiciones de vida en la ¿revolución? neolítica La mayor complejidad social y, derivada de ella, una creciente división del trabajo se halla asociadas al Neolítico, de modo que este nuevo periodo de la Prehistoria merece especial atención en el tema introductorio que nos atañe. El título del epígrafe contiene un signo de interrogación intencionado, dado que el concepto de “Revolución Neolítica”, acuñado por el arqueólogo australiano V. Gordon Childe en 1936 (ed. 1997) ha sido descartado por los sucesivos hallazgos arqueológicos. Frente a los postulados de Childe, defensor de la teoría de que el Neolítico constituía un cambio súbito que se sucedía de manera uniforme en todas las comunidades humanas, la evidencia fósil ha permitido descartar tal posibilidad: no solo las transformaciones se produjeron en diferentes momentos en las diferentes comunidades humanas, sino que, además, el alcance de los cambios experimentados fue diferente en cada enclave. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 6 Historia de las relaciones laborales El origen histórico de la división del trabajo Dejando de lado el debate sobre el medio por el que el Neolítico se generalizó entre 10.000 y 7.000 años antes de nuestra era hasta tocar a su fin alrededor del 3.000 a. C., han de subrayarse las tres transformaciones económicas principales experimentadas por los grupos humanos: la aparición del cultivo, la domesticación animal y, como consecuencia de las dos anteriores, la sedentarización. Comenzando por la primera, la aparición de los cultivos fue gradual en los diferentes grupos neolíticos, probablemente favorecida porque los forrajeros paleolíticos ya debían conocer bien la ecología del entorno en el que se movían, por lo que ya habrían experimentado con la domesticación de determinadas especies vegetales. Además, la agricultura presentaba claras ventajas adaptativas y resultaba mucho más eficaz, desde el punto de vista económico, que otros medios de subsistencia (Aura, Bernabeu y Badal, 2003). Por su parte, la domesticación animal se vio favorecida por tres factores: la docilidad de las especies domesticadas, esencial para asegurarse de que no huirían ni atacarían a los humanos; las alteraciones conductuales y en el tamaño de los rebaños; y el control de la crianza para obtener un rebaño con unas características específicas (entre los métodos de control se incluyen la castración, el apareamiento selectivo…). En una primera fase, las comunidades neolíticas manipularon el ganado tras la captura y procedieron a amansar animales jóvenes, sin desarrollar ninguna técnica de control de la crianza, hasta que posteriormente se procedía a la crianza selectiva y el control de la calidad, con el objeto de, como se ha señalado, obtener una cabaña de ganado con unos rasgos específicos y beneficiosos para el grupo (Redman, 1990). La adopción de la producción de alimentos responde, como señalaron Feliu y Sudrià (2013, pp. 19-21), a la escasez, a su vez consecuencia del crecimiento de la población, que dificulta la consecución de los alimentos necesarios para la subsistencia. De ello se deriva que la agricultura y la ganadería se revelasen, como se señalaba en las líneas precedentes, como la forma más eficaz de disponer de más recursos para abastecer a una población en aumento. El crecimiento demográfico conlleva, a su vez, una mayor presión sobre el medio y la necesidad de explotarlo de manera intensiva. Se llega así a la tercera parada de este viaje camino de la neolitización: los cultivadores debieron sedentarizarse. La sedentarización tuvo consecuencias inmediatas: los humanos comenzaron a habitar comunidades más grandes y permanentes, cerca de otros asentamientos, por lo que los contactos intergrupales e interindividuales aumentaron. El efecto natural que estas causas originarias no fue sino la complejización de las relaciones humanas, la aparición de conflictos de interés y, con ellos, la aparición de un término que nos resulta familiar: la economía doméstica, en su sentido primigenio. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 7 Historia de las relaciones laborales El origen histórico de la división del trabajo Nota Ha de recordarse que etimológicamente el concepto “economía” surge de la combinación de dos términos griegos: oikos, “casa”; y nomos, “ley, gobierno”. Es decir, en sentido original, la economía es el conjunto de leyes que una persona se dota a sí misma para administrar su espacio doméstico. Desde la aparición de las primeras aldeas, en torno a 7.500 a. C., se observa una evolución del mismo modelo que, con variaciones, se perpetúa durante aproximadamente cinco mil años. El éxito de estas aldeas primitivas se debe a la combinación de tres factores: el aumento de la productividad de la tierra a medida que se perfeccionaron las técnicas de cultivo; el desarrollo de una compleja tecnología asociada a la agricultura; el progresivo aumento de tamaño de estos asentamientos, que contribuyó a consolidar el modelo de aldea. Ahora bien, lejos de considerar que la “Revolución Agrícola” supuso un éxito para las comunidades que la protagonizaron, en realidad trajo consigo varias desventajas, que se reflejaron claramente en el régimen laboral de los individuos. Si las bandas de forrajeros se habían caracterizado por su movilidad, su dieta variada y su buena salud y calidad de vida, las condiciones de la existencia de las aldeas neolíticas supusieron claramente un paso atrás. La agricultura y la ganadería tenían ventajas innegables respecto al forrajeo, pues permitían disponer de una cantidad mayor de alimentos para sustentar a una población en auge, pero su contrapartida fue dramática: las poblaciones se volvieron dependientes de un rango de productos cada vez más limitado, de modo que una mala cosecha o una plaga en la cabaña del ganado ponía en serio riesgo a los habitantes de la comunidad (Noah Harari, 2011, pp. 87-109). Por añadidura, la “jornada laboral” de los individuos aumentó, porque el surgimiento de la “economía” trajo consigo algo de lo que es inseparable: la previsión de futuro. Los granjeros comenzaron a dedicar más y más horas al trabajo en la tierra y al cuidado de la cabaña de ganado para producir no solo los alimentos necesarios en el momento, sino también para disponer de un excedente que se pudiera almacenar para emplearse en caso de malas cosechas, plagas o catástrofes similares. Mientras tanto, la población continuaba creciendo y era preciso defender la aldea de los peligros del exterior: el ataque de otras aldeas vecinas y la perenne amenaza de los animales salvajes. Al calor de ambos acontecimientos, la preocupación por el futuro y por la seguridad, surgió la primera división social del trabajo: frente a los agricultores y ganaderos, de un lado, y los primeros artesanos encargados de elaborar los instrumentos primitivos que se empleaban en el trabajo del agro, surgieron las primeras élites gobernantes (Noah Harari, 2011, pp. 87-109). La justificación de su existencia era sencilla: primeramente, hacia adentro, eran las encargadas de administrar el excedente en nombre del interés común, al tiempo que aprovechaban su posición privilegiada para ganar prestigio social y quedarse parte de ese excedente, que empleaban en su propio enriquecimiento; en segundo lugar, hacia © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 8 Historia de las relaciones laborales El origen histórico de la división del trabajo fuera, eran también las garantes de la seguridad de la aldea frente al exterior. Se observa así pues el origen de la diferenciación entre productores y administradores, entre gobernantes y gobernados, que no hizo sino sentar las bases de las primeras sociedades urbanas, que mostrarían un grado aún mayor de complejidad tanto en su estructura social como en la división del trabajo. 1.3. Jerarquías y labores en las sociedades de los metales Como cabe esperar, y pese a catástrofes tales como epidemias, malas cosechas, enfrentamientos con aldeas cercanas, etc., la población mundial siguió creciendo, lo cual quiere decir que la presión demográfica sobre las aldeas primitivas también se incrementó. Por consiguiente, aquellas aldeas devinieron en villas, que posteriormente dieron lugar a ciudades: el ser humano, en el tránsito de 2,5 millones de años, consiguió evolucionar desde las bandas de forrajeros hasta las sociedades urbanizadas, de las que encontramos el ejemplo más representativo en la Antigua Mesopotamia, donde pronto aquellas sociedades urbanas comenzaron a desarrollar un sistema de escritura y, en consecuencia, a entrar en la Historia, excediendo los límites temporales que interesan a este tema (Redman, 1990). Partiendo pues del caso mesopotámico, paradigmático en tanto que máxima expresión de desarrollo urbano antes de trascender los límites temporales y culturales de la Prehistoria, ha de señalarse una combinación de factores en el origen de la urbanización. En primer lugar, las ciudades pudieron desarrollarse antes donde el sistema de producción de alimentos, sustentado sobre la agricultura, la ganadería y la pesca, estaba suficientemente consolidado para proporcionar un sustento constante a la comunidad, que de este modo podía crecer a un ritmo elevado sin miedo al desabastecimiento. No obstante, antes se ha apuntado que la existencia de excedentes significó la aparición de un problema nuevo: la necesidad de gestionarlos. Para dar respuesta a esta demanda, recuérdese, surgió la estratificación social en clases, que se abordará con mayor detenimiento en las próximas líneas. El crecimiento demográfico constante y el complejo sistema de redistribución organizado por las élites gobernantes hizo posible que la agricultura se orientase hacia el aumento de la producción, con el fin de almacenar excedente y especular con su venta. Solo los campesinos que disponían de las mejores tierras, próximas al curso de los ríos principales (el Tigris y el Éufrates en el caso de Mesopotamia), podían mantener un alto ritmo de producción, de lo cual se derivó la aparición de las jerarquías incluso dentro del propio campesinado. Paulatinamente, esta riqueza diferencial entre los campesinos, unida a la progresiva especialización artesanal de quienes se dedicaban a fabricar utensilios y aperos de labranza, motivaron la transformación de una sociedad articulada sobre la base del parentesco en una sociedad de clases (Roux, 2002). Al tiempo que arraigaba la división social en clases, se experimentó también una división económica de las actividades de subsistencia. En este ámbito, el parentesco siguió teniendo relevancia puesto que las primitivas sociedades urbanas vivieron un proceso de especialización familiar en diversas actividades económicas. En la cúspide de la pirámide se hallaba la élite, compuesta por dos cuerpos interconectados entre sí: por una parte, la élite religiosa, controladora del excedente de producción, que administraba y redistribuía desde el templo; por otra parte, la élite propietaria, dueña © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 9 Historia de las relaciones laborales El origen histórico de la división del trabajo de las mejores tierras de cultivo. El resto de la población, constituida por la clase productora, formaba parte de los estratos inferiores de la sociedad, dedicando su tiempo cotidiano a la producción de alimentos o de herramientas de diversa índole necesarias para la actividad productiva. La consolidación de las élites hizo posible igualmente la aparición de un sector artesanal especializado en la elaboración de ornatos de lujo, con una función meramente decorativa y de prestigio (Redman, 1990; Roux, 2002). En términos generales, la “jornada laboral” apenas distaba de las condiciones estudiadas en el apartado correspondiente al Neolítico: agricultores, ganaderos y artesanos debían dedicar la práctica totalidad de las horas disponibles a la labor que les era encomendada dentro del grupo, puesto que la creciente presión demográfica impedía relajarse en la generación de excedente. El aumento del tamaño de las ciudades conllevó necesariamente un incremento también de las necesidades defensivas no solo por el miedo a la naturaleza salvaje al otro lado de la muralla, sino también porque el incremento de cotas de poder un enclave urbano implicaba que los enclaves cercanos le vieran con desconfianza, originándose así los primeros enfrentamientos bélicos. La militarización progresiva de la vida urbana, conforme las fricciones con las comunidades circundantes se hicieron más frecuentes, motivaron que el poder administrativo se transfiriese lentamente desde la élite religiosa, vinculada al templo, a la élite política, es decir, el Estado, a cuya fortuna los sacerdotes ligarían la suya propia en un intento por mantener su posición social preeminente. A modo de conclusión de este epígrafe, y por ende del presente tema, cabe señalar algo esencial: ninguno de los procesos analizados de complejidad social, estratificación y aparición de las élites de poder habría sido posible sin un elemento indispensable, esto es, la existencia de un orden imaginado. Dicho orden imaginado emana de las élites dominantes y permea a las capas populares, es decir, a los productores, con el objetivo de justificar la existencia de unos gobernantes encargados de gestionar la vida de la comunidad, casi siempre por mandato divino. Como puede verse, pues, religión y Estado van de la mano en el origen de las primeras comunidades urbanas y, a su vez, constituyen una simbiosis esencial para justificar el dominio de las élites sobre el resto de la población. Conforme a Yuval Noah Harari (2011, pp. 114-133), para ser efectivo, el orden imaginado debe cumplir tres premisas esenciales: ha de reflejarse en el mundo material a través de monumentos e hitos visibles que representen la vinculación entre el ser humano y el más allá; condiciona nuestros deseos en la medida en que se rodea de un sistema de creencias colectivas que define nuestras aspiraciones tanto individuales como grupales; finalmente, es intersubjetivo, esto es, todos los miembros de la sociedad comparten la creencia en él, de modo que su fortaleza se consolida sobre la base de la validación constante entre los individuos que se sienten identificado con él. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 10 Historia de las relaciones laborales El origen histórico de la división del trabajo Nota En origen, y desde una perspectiva antropológica, la religión surge para explicar lo inexplicable: fenómenos naturales, nacimiento, muerte, etc. Conforme las sociedades aumentan su grado de complejidad y se estratifican, pasa a explicar y justificar la existencia de instituciones e individuos que administren los recursos de la comunidad y, por este motivo, gocen de una posición preeminente sobre los demás. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 11 Historia de las relaciones laborales El origen histórico de la división del trabajo Conclusión Se cierra el presente tema con una tabla sintetizadora de las principales transformaciones protagonizadas por las comunidades humanas a lo largo de la Prehistoria, asociadas a sus efectos directos sobre las condiciones de trabajo de los individuos. Periodo de la Prehistoria Modo de vida Asentamiento Actividad económica “Jornada laboral” Nómada N/A Forrajeo 3 días/semana para caza; 5 horas/día para recolección Neolítico Sedentario Aldea primitiva Agricultura/ga nadería; artesanía Sin jornada: todas las horas posibles Edad de los Metales Sedentario Villa/Ciudad Id. Id. Paleolítico Tabla 1. Resumen de la dedicación laboral de las comunidades humanas a lo largo de la Prehistoria. Fuente: elaboración propia. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 12 Historia de las relaciones laborales El origen histórico de la división del trabajo Referencias bibliográficas Aura, E. et. al. (2003). Al oeste del edén: las primeras sociedades agrícolas en la Europa mediterránea: agricultores, cazadores y pastores. Barcelona: Ariel. Childe, G. V. (ed. 1997). Los orígenes de la civilización. México: Fondo de Cultura Económica. Feliú, G. y Sudrià, C. (2013). Introducción a la historia económica mundial. Valencia: Universitat de València. Harris, M. (1998). Introducción a la antropología general. Madrid: Alianza. Kottak, C. P. (2011). Antropología cultural. México D.F.: Mc Graw Hill. Noah Harari, Y. (2011). Sapiens. A Brief History of Humankind. New York: Vintage Books. Ramírez Goicoechea, E. (2005). Evolución, cultura y complejidad. La humanidad que se hace a sí misma. Madrid: Ramón Areces. Redman, C. L. (1990). Los orígenes de la civiliación: desde los primeros agricultores hasta la sociedad urbana en el Próximo Oriente. Barcelona: Crítica. Roux, G. (2002). Mesopotamia. Historia política, económica y cultural. Madrid: Akal. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 13 © Todos los derechos de propiedad intelectual de esta obra pertenecen en exclusiva a la Universidad Europea de Madrid, S.L.U. Queda terminantemente prohibida la reproducción, puesta a disposición del público y en general cualquier otra forma de explotación de toda o parte de la misma. La utilización no autorizada de esta obra, así como los perjuicios ocasionados en los derechos de propiedad intelectual e industrial de la Universidad Europea de Madrid, S.L.U., darán lugar al ejercicio de las acciones que legalmente le correspondan y, en su caso, a las responsabilidades que de dicho ejercicio se deriven. Historia de las relaciones laborales Trabajadores y empleadores: un universo conceptual en evolución Historia de las relaciones laborales Trabajadores y empleadores: un universo conceptual en evolución Índice Presentación .............................................................................. 3 Objetivos de aprendizaje ..................................................................... 3 1. Modo de producción ............................................................... 4 2. Medio de producción .............................................................. 5 3. El trabajador y su entorno........................................................ 5 3.1. Salario .................................................................................. 7 3.2. Proletariado ............................................................................ 7 3.3. Sindicalismo ............................................................................ 8 3.4. Esclavitud o trabajo no libre ........................................................ 8 4. El ámbito del empleador ......................................................... 9 4.1. Capital .................................................................................10 4.2. Beneficio ..............................................................................11 4.3. Responsabilidad social corporativa (RSC) .........................................11 4.4. Patronal ...............................................................................12 Conclusión .............................................................................. 13 Referencias bibliográficas ............................................................ 14 © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 2 Historia de las relaciones laborales Trabajadores y empleadores: un universo conceptual en evolución Presentación Una vez estudiado el origen histórico de la división del trabajo en el tema precedente, antes de analizar la Historia de las Relaciones Laborales propiamente dicha, corresponde aclarar los conceptos y términos fundamentales para el conocimiento de la materia. La terminología básica que se abordará en este tema parte de los dos actores esenciales implicados en la relación laboral, trabajador y empleador, para definir el universo tejido alrededor de ellos, partiendo del análisis del concepto “modo de producción” para identificar también elementos como “salario”, “capital”, “beneficio”, “sindicalismo”, “esclavitud”, etc. El estudio conceptual se desarrollará a partir de los dos actores esenciales previamente subrayados, vinculando el resto de términos a uno u otro en función de su posición en el contexto de la negociación colectiva. Porque se trata de dos términos esenciales para entender el contexto en que se desarrolla la interacción entre trabajadores y empleadores, el estudio conceptual de este tema comenzará con dos conceptos introductorios: “modo de producción” y “medio de producción”. Objetivos de aprendizaje Los objetivos que se pretenden alcanzar en este recurso son los siguientes: • Identificar los conceptos esenciales que se manejarán en las siguientes unidades de aprendizaje. • Aprender a manejar dichos conceptos con propiedad a lo largo de la materia. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 3 Historia de las relaciones laborales Trabajadores y empleadores: un universo conceptual en evolución 1. Modo de producción El modo de producción es la manera en la que las diferentes sociedades y civilizaciones, a lo largo de la Historia y en diferentes áreas del Mundo, han organizado el trabajo, en el peor de los casos para generar los productos necesarios para su subsistencia, y en el mejor de los casos para producir riqueza. La definición de Wolf es especialmente acertada porque resume brevemente los elementos que constituyen cualquier modo de producción: “un conjunto de relaciones sociales mediante las cuales se moviliza mano de obra para arrebatar energía de la naturaleza mediante herramientas, habilidades, organización y conocimiento” (Wolf, 1982, p. 75). Considerando estos factores, existe una diferencia esencial entre las sociedades preindustriales, que se han analizado en el tema precedente y seguirán estudiándose en la segunda unidad de aprendizaje, y la sociedad industrial: en las primeras, la mano de obra constituye una obligación social, y especialmente en las sociedades basadas en el parentesco el trabajo no es sino una expresión más del amplio abanico de dinámicas sociales que se establecen. En las segundas, el dinero compra la fuerza de trabajo de la mano de obra y hay una brecha social entre empleadores y empleados, origen de la conflictividad social que se estudiará en la tercera unidad de aprendizaje. Los modos de producción suelen responder a las estrategias adaptativas de los grupos humanos para aprovechar los recursos del entorno. Sociedades y culturas que se desarrollan en enclaves similares suelen poseer un mismo modo de producción, y las modificaciones que se observan en su modelo no obedecen más que a diferencias en el ambiente que obligan a alterar la manera de obtener energía para optimizar los recursos del entorno (Kottak, 2011, pp. 186-187). Ejemplos Entre las diferentes aproximaciones teóricas al estudio de los modos de producción destaca el de Karl Marx, quien, aplicando los principios del materialismo histórico, diferenció cuatro modos de producción diferentes, cada uno identificado con una etapa de la Historia de la Humanidad: el modo de producción esclavista, predominante en la Antigüedad; el modo de producción feudal, asociado a la Edad Media; el modo de producción capitalista, que se desarrolla durante la Edad Moderna y eclosiona en la Edad Contemporánea; y el modo de producción comunista, al que el filósofo aspiraba tras la abolición del capitalismo y de la propiedad privada (Marx, ed. 1990). © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 4 Historia de las relaciones laborales Trabajadores y empleadores: un universo conceptual en evolución 2. Medio de producción Medio de producción es cualquier elemento necesario para obtener un producto a partir de una materia prima por medio del trabajo humano, siendo tanto la fuente de recursos como la mano de obra esos mismos medios de producción o factores de producción. La trilogía se completa con la tecnología, necesaria e indispensable en el proceso de transformación que implica la elaboración de productos (Kottak, 2011, p. 188). En las sociedades prehistóricas analizadas en el primer tema la fuente de recursos por excelencia la constituyen bien la tierra de cultivo, o bien el ganado. A medida que las sociedades ganan complejidad, el abanico de fuentes de recursos se amplía, incorporando otros elementos naturales, e incluso en la sociedad moderna y la sociedad industrial factores abstractos tales como el conocimiento. Del mismo modo que las fuentes de recursos sean concretas o sean abstractas, la mano de obra es indispensable en el proceso de producción. Sin su aportación, la transformación de aquella en un producto elaborado, con independencia de su naturaleza, es imposible. En las sociedades no industriales, como se señalará en el siguiente apartado, las relaciones laborales suelen estar mediatizadas por relaciones de parentesco y, por consiguiente, por obligaciones de solidaridad social. Esto es, el individuo trabaja porque pertenece a un grupo cuyos integrantes deben participar igualmente en las labores compartidas para la subsistencia y prosperidad comunes. El tránsito a la modernidad y, sobre todo, a la sociedad industrial implica la enajenación de la fuerza de trabajo de cualquier otra vinculación superior que puede existir (un trabajador puede tener una relación de parentesco con su empleador), pero no es condición sine qua non. El extrañamiento personal de la mano de obra en las sociedades industriales va unido a otro proceso necesario: la alienación del empleado respecto a aquello que produce, que no le pertenece a él ni tampoco beneficia directamente a su círculo de relación más cercano (Kottak, 2011, pp. 188-189). En las sociedades no industriales, en cambio, aquello que se producía en el seno de la comunidad pertenecía a ella y redundaba directamente en su beneficio. 3. El trabajador y su entorno Antes de hablar de “trabajador” sería necesario definir su concepto raíz, esto es, “trabajo”. Partiendo de la definición de la Real Academia Española (en adelante RAE), es preciso atender a varias acepciones incluidas en él. La primera es sin duda la más básica: “Acción y efecto de trabajar”; es la segunda la que añade un matiz interesante: “Ocupación retribuida”. Para cerrar el recorrido por la definición de la RAE, ha de prestarse atención a las acepciones cuarta y sexta. Aquella identifica el trabajo con: “Cosa que es resultado de la actividad humana”; esta última es la de mayor interés para el cometido de la presente unidad: “Esfuerzo humano aplicado a la producción de riqueza, en contraposición a capital” (RAE, ed. 2021). © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 5 Historia de las relaciones laborales Trabajadores y empleadores: un universo conceptual en evolución Sintetizando pues los diferentes matices asociados al trabajo, cabe concluir que se trata de una labor humana por la que se recibe una retribución y cuyo resultado es la generación de riqueza. La Organización Internacional del Trabajo (en adelante OIT) hace una diferencia llamativa entre “trabajo” y “empleo”, pues el primero, desde su óptica, no tiene que ser necesariamente retribuido, mientras que el segundo implica la percepción de un pago (en forma de salario, propina, comisión…) a cambio de la labor desarrollada, independientemente de la relación de dependencia. Es decir, conforme al criterio de la OIT, cualquier individuo que cumple las condiciones aquí recogidas es un empleado, sea a cargo de otra persona, sea como su propio responsable en condición de autoempleo (ILO, ed. 2021). Así pues, el “trabajador” es el individuo que realiza una tarea productiva retribuida, por cuenta propia o por cuenta ajena, que además de generar un ingreso para él en forma de salario contribuye igualmente a la producción de riqueza. Ahora bien, las actividades productivas pueden desarrollarse en múltiples contextos y de múltiples formas, y desafortunadamente los contextos laborales suelen ser escenario de violaciones de los derechos esenciales en aras de una mayor ganancia para el empleador o empresario. Por este motivo, la OIT ha manifestado en las últimas décadas una preocupación creciente por definir el “trabajo decente”, convertido, además, en los últimos años en el octavo Objetivo de Desarrollo Sostenible (en adelante ODS) de la Organización de las Naciones Unidas (en adelante ONU), e incluido en la Agenda 2030 del Gobierno de España. Conforme a la OIT, “trabajo decente” es un trabajo digno, que no es sino el objetivo al que debe aspirarse en las relaciones laborales en plena globalización. No todos los trabajos, prosigue esta organización transnacional, dignifican y permiten el desarrollo de las capacidades propias; por consiguiente, para ser digno el trabajo debe reunir una serie de condiciones: respetar los principios y derechos laborales fundamentales, permitir un ingreso justo y proporcional al esfuerzo realizado, evitar cualquier tipo de discriminación, incluir protección al trabajador y contemplar siempre tanto el diálogo social como el tripartismo (OIT, 2004). Nota El tripartismo es el fomento de las negociaciones colectivas entre tres actores complementarios: los gobiernos, a través de sus representantes ministeriales correspondientes; los trabajadores, por medio de los sindicatos; y los empleadores, mediante las organizaciones empresariales y patronales. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 6 Historia de las relaciones laborales Trabajadores y empleadores: un universo conceptual en evolución Sobre las implicaciones de la Agenda 2030 del Gobierno de España en la consideración del trabajo no libre se hablará más adelante, en el análisis que sigue de los conceptos y términos asociados al universo del trabajador. 3.1. Salario Siguiendo a Pasco Cosmópolis (1986, pp. 213-242), el salario puede definirse sobre la base de su triple dimensión: la social, la económica y la jurídica. Desde una óptica social, constituye la fuente principal, y en ocasiones única, de ingresos del trabajador. De ahí que se convierta en el sustento fundamental para su subsistencia y la de su familia: por eso se le atribuye un significado alimentario. En el terreno económico, el salario es simple y llanamente el costo económico del trabajo; esto es, consiste en poner un valor a las tareas desarrolladas por el empleado y constituye uno de los costes de producción a los que debe hacer frente el empleador (Pasco Cosmópolis, 1986, p. 213). La definición jurídica es fundamental para los intereses de esta materia, dado que establece que el salario es la contraprestación que el empleador debe abonar a sus empleados a cambio del esfuerzo laboral de estos últimos. Dicha contraprestación puede realizarse en dinero, bienes o servicios; de manera actual o en diferido; en función del tiempo, la unidad de producción o cualquier otro criterio. Como se ha dicho en las líneas precedentes, tal remuneración puede recibir diversos nombres: remuneración, retribución, sueldo, jornal, honorario, emolumento… (Pasco Cosmópolis, 1986, p. 214). Precisamente el carácter social del salario anima a conectar este concepto con los dos que le siguen. 3.2. Proletariado Se sostenía en el apartado precedente que, en lo social, el salario es la fuente principal y, con frecuencia, única de ingresos del trabajador, convirtiéndose en el sustento fundamental de su familia. La correspondencia en latín clásico a la palabra familia es “proles”, que puede traducirse como descendencia o linaje. El proletariado, por tanto, es el resultado natural de la industrialización y el éxodo rural: constituye el grupo social que, impulsado por el despegue industrial a mediados del siglo XVIII abandona el entorno rural para trabajar en las ciudades, foco de atracción en tanto que tierra de oportunidades. Los protagonistas del éxodo rural se enfrentaron, sin embargo, a una cruda realidad: las condiciones de vida en las ciudades eran miserables, no solo porque el espacio habitable escaseaba y debieron vivir hacinados en cuartuchos insalubres, sino porque los empleadores estaban dispuestos a pagarles un salario ínfimo, que solo les permitiría mantener a su familia, a su prole, con lo justo para subsistir. De ahí su denominación mediante un concepto que comenzó a generalizarse al calor de la Revolución Francesa (Toynbee, vol. V, 1939), hasta que Karl Marx y Friedrich Engels sistematizaron su definición en el Manifiesto Comunista (ed. 2015). © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 7 Historia de las relaciones laborales Trabajadores y empleadores: un universo conceptual en evolución 3.3. Sindicalismo El sindicalismo es una consecuencia directa de la Revolución Industrial tanto en la medida en que viene a defender los derechos de los trabajadores frente a las condiciones imperantes en las primeras industrias urbanas como en el sentido de que, posteriormente, protegerá al proletariado desamparado por su sustitución por las máquinas. Nota El antimaquinismo tuvo su epicentro en el Reino Unido, donde en la segunda década del siglo XIX los llamados ludistas protagonizaron varios disturbios caracterizados por la destrucción de la maquinaria, a la que culpaban del creciente desempleo. El ludismo toma su nombre de Ned Ludd, supuesto trabajador textil que habría roto los telares de su fábrica inglesa en el último cuarto del siglo XVIII (Jones, 2006). Aunque el sindicalismo revolucionario surge en Francia inspirado por Georges Sorel y sus Reflexiones sobre la violencia (ed. 2011), las primeras organizaciones obreras surgen en el Reino Unido, centro neurálgico del despertar industrial europeo. El primer ejemplo de sindicato moderno fue la London Corresponding Society, constituida en Sheffield en 1792 por Thomas Hardy y otros ocho colaboradores, quienes fijaron como primera condición de sus estatutos que el número de sus integrantes fuera ilimitado (cit. en Thompson, ed. 2013, p. 19). El sindicato opta por diversas vías de acción para reivindicar los derechos de sus representados o para denunciar abusos contra el colectivo obrero. Entre los diferentes medios de acción de que dispone, destaca la huelga, que se puede definir como el cese voluntario de la actividad productiva por parte de los trabajadores, con la consiguiente renuncia de la parte proporcional de su salario, que persigue dos fines: subrayar una reivindicación específica frente a los empleadores y, mediante el cese de la actividad, recalcar el carácter imprescindible de la mano de obra en el proceso productiva, puesto que sin ella la producción se detiene. 3.4. Esclavitud o trabajo no libre Uno de los defectos de la teoría marxista reside en atribuir modos de producción específicos a periodos históricos concretos, algo que se evidencia especialmente en el caso de la esclavitud. El trabajo no libre o esclavo queda lejos de ser una característica exclusiva de la Antigüedad, puesto que, en la actualidad, cuando acaba de comenzar la tercera década del siglo XXI, siguen existiendo formas de trabajo esclavo o no libre en el Mundo. Recuperando una idea que se mencionaba al introducir este cuarto epígrafe, © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 8 Historia de las relaciones laborales Trabajadores y empleadores: un universo conceptual en evolución la esclavitud contemporánea sigue siendo una lacra tan onerosa para las sociedades humanas que la ONU, entre los ODS de la Agenda 2030, incluye en octavo lugar el “Trabajo decente y crecimiento económico”. Siguiendo la estela del máximo organismo supranacional, el gobierno de España especifica en su propia Agenda 2030: “Este Convenio [se refiere al Convenio 29 sobre el trabajo forzoso] aborda las causas profundas para que la esclavitud pueda ser eliminada de una vez por todas, que es lo que se llama supresión efectiva y sostenida del trabajo forzoso u obligatorio, y actúa en tres niveles: prevención, protección e indemnización” (Gobierno de España, 2019, p. 40). En 1930, la OIT definió como trabajo forzado o trabajo no libre “cualquier trabajo o servicio que se desarrolla bajo la amenaza de cualquier castigo si no se lleva a cabo, y para el cual el trabajador no se ha ofrecido voluntariamente” (OIT, 1930). En esta definición se contemplan el tráfico humano, las obligaciones por deudas, la servidumbre y la esclavitud, pero para poder acogerse a ella, las personas debían trabajar involuntariamente y bajo amenaza para disuadirlas de huir, considerándose medidas de coerción físicas, financieras o psicológicas (ILO, 2012). Además del problema reseñado, la definición de la OIT (ILO en su versión anglosajona, International Labour Organization) excluía la amenaza del hambre o la indigencia como medida de coerción para sujetar a una persona a la esclavitud, dejando al margen también el servicio militar obligatorio, algunas formas de trabajo en prisión, el trabajo infantil y algunas formas de trabajo libre, pero con altos grados de explotación (RIoux, LeBaron y Verovsek, 2020, pp. 709-731). Entre todas las definiciones posibles, la más inclusiva y actualizada de todas corresponde a las Bellagio-Harvard guidelines on the Legal Parameters of Slavery (2012). En ellas se reconocen las diferencias entre la propiedad legal de las personas, frecuente en el periodo colonial, por ejemplo, y posesión, afirmándose que esta última también conduce de hecho a la sujeción de una persona a otra sin que haya de mediar un reconocimiento legal explícito. El valor de esta aproximación estriba en que considera dentro del concepto “esclavitud” cualquier forma de control sobre las personas que equivalga a la posesión legal y elimina el sesgo de la voluntad. Para proceder de esta forma, recurre a un claro argumento: tanto en el tráfico de personas como en la llamada “trata”, la entrada en el círculo se produce voluntariamente por el deseo de mejorar las condiciones de vida hasta que la persona se encuentra en una situación de sujeción de la que no puede salir (Sharma, 2005, pp. 88-111; Quirk, 2007, pp. 181-207; Pinto Tortosa, 2020, 423-443). 4. El ámbito del empleador Tal y como se procedió al abordar el concepto de “trabajador”, en este epígrafe se parte de la definición de “empleador” en la RAE. Tras una primera acepción breve y sucinta: “Que emplea”; el Diccionario añade un segundo matiz: “Patrono. Persona que emplea a trabajadores” (RAE, ed. 2021). Es decir, el empleador es el individuo que tiene bajo su responsabilidad una nómina más o menos amplia de trabajadores a su servicio para, con la aportación de su mano de obra, participar en un proceso de © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 9 Historia de las relaciones laborales Trabajadores y empleadores: un universo conceptual en evolución transformación y generar riqueza. Como sucedía con los trabajadores, un individuo puede ser empleador de otros, que trabajan para él por cuenta ajena, o bien puede ser su propio empleador, en los casos de autoempleo. Cuando el empleador decide constituir una entidad legal que sirva de escenario para la interacción entre su capital invertido y la fuerza de trabajo de modo que del resultado de dicha interacción surjan productos industriales o mercantiles o se presten servicios a un colectivo determinado, diremos que aquel ha constituido una empresa y, de resultas de ello, se ha convertido en empresario (RAE, 2021). 4.1. Capital En la economía contemporánea, uno de los elementos clave del universo conceptual del empresario o empleador es el capital, concebido como el compendio de recursos disponibles y necesarios para desarrollar una actividad económica concreta, elaborar un producto y generar un beneficio. Según los economistas clásicos, el capital es, junto a la mano de obra y la tierra (o la fuente de recursos concreta), un factor de producción, en la medida en que él mismo no forma parte del proceso de producción directamente y puede ser producido e incrementado (Boldizzoni, 2008). El capital constituye el conjunto de inversiones de diversa índole necesarias para que la producción se desarrolle, por eso incluye tanto las fuentes de recursos como la tecnología y la mano de obra. Siguiendo a John Stuart Mill, el capital no es solo el dinero en sí mismo, porque lo que le confiere naturaleza de capital es el espíritu que existe tras su uso, es decir, el deseo de invertir dicho dinero para generar riqueza (Mill, ed. 2008). Por su parte, Adam Smith sostuvo que la acumulación de capital es requisito indispensable para la ulterior división de trabajo: un artesano especializado en su labor no puede ampliar el tamaño de su taller ni emplear a otros individuos a menos que disponga de un acumulado previo de capital que le permita invertir en tales gastos, cuya finalidad última es no solo generar riqueza, sino obtener un beneficio a cambio (Smith, ed. 2003). Precisamente esta última acepción fue la generalizada por Karl Marx en El Capital (ed. 1990), en el que identifica el capital como el dinero invertido en una empresa con la única finalidad de favorecer su circulación y, de resultas de ella, generar un mayor beneficio. Sea cual sea la definición que empleemos, podemos definir el capital como la inversión previa necesaria para poder desarrollar una actividad productiva, sea en forma de dinero, sea en tecnología, fuentes de recursos o mano de obra. Del mismo modo, queda claro que la aparición del capital va unida a la Revolución Industrial, que habría sido imposible sin aquel. Solo gracias a la acumulación previa de capital, como sostuvo Smith, los artesanos tradicionales de la Edad Media y la Edad Moderna pudieron ampliar la dimensión de su trabajo particular, empleando a otras personas e invitando a otros socios a invertir en la misma actividad, repartiéndose el beneficio de manera proporcional a la inversión de cada uno. El siglo XVIII, pues, es el momento en el que se puede ubicar el origen del capitalismo moderno. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 10 Historia de las relaciones laborales Trabajadores y empleadores: un universo conceptual en evolución 4.2. Beneficio Para la definición de este concepto es preciso remitirse a la sexta acepción del diccionario de la RAE: “Ganancia económica que se obtiene de un negocio, inversión u otra actividad mercantil”. El beneficio, continuando con los preceptos del teórico del liberalismo económico de Adam Smith, es el objetivo final del inversionista y/o empresario: es decir, la parte proporcional de riqueza que le corresponde por la inversión hecha en una actividad productiva o empresa concreta (ed. 2003). Dicho beneficio se obtiene de deducir al total de ingresos facturado por la empresa el monto total de gastos, entre los cuales se incluyen las infraestructuras, materias primas, tecnología y salario de los trabajadores. Karl Marx alertó de una práctica detectada en el curso de sus investigaciones bastante común entre los empresarios decimonónicos: la rebaja del salario percibido por el trabajador por debajo el valor real de su trabajo con el fin de obtener un margen mayor de beneficio, que él llamó “plusvalía” (Marx, ed. 1990, pp. 975 y ss.). Este historial de prácticas conducentes a maximizar el beneficio del empleador, unidas a otras violaciones de derechos de los trabajadores en los últimos dos siglos, han movido a empleadores y empresarios a preocuparse por su imagen de cara al exterior. Para ello, disponen de un mecanismo esencial cuya generalización constituye una buena noticia en aras de la transparencia y de la responsabilidad de aquellos no solo como integrantes de una cadena de producción, sino también como miembros de una comunidad humana. El concepto al que se alude se aborda en el siguiente apartado. 4.3. Responsabilidad social corporativa (RSC) La responsabilidad social corporativa (en adelante RSC) responde a la conciencia de las organizaciones y empresas sobre el impacto que sus decisiones y actividades tienen en el resto de la sociedad (ISO 26000). Desde la segunda mitad del siglo XX, las compañías ganan conciencia de que no solo dependen de la inversión de los socios para prosperar, sino también de una imagen positiva de cara a la comunidad, habida cuenta de la creciente preocupación en la sociedad civil por conductas públicas éticas. Así pues, la RSC constituye el conjunto de medidas y protocolos de la empresa pública en diferentes plataformas para demostrar ante el público, y sobre todo ante sus potenciales clientes, que contribuye al desarrollo sostenible, que considera los deseos y anhelos de la comunidad y que cumple con las leyes y protocolos básicos de respeto de los Derechos Humanos y el medioambiente (European Commission, 2001). Las medidas y protocolos de RSC no son obligatorios, pero sí recomendables y convenientes, dado que los empresarios y empleadores han ganado conciencia de las ventajas de gozar de una imagen positiva y respetuosa de cara al público; entre los elementos incluidos en el código ético y las iniciativas de RSC juega un papel esencial el respeto a los derechos de los trabajadores, debido al historial de malas prácticas mencionado en las líneas precedentes. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 11 Historia de las relaciones laborales Trabajadores y empleadores: un universo conceptual en evolución 4.4. Patronal Así como el sindicalismo surge de la necesidad obrera de unir fuerzas para hacer valer sus derechos y reivindicaciones frente a posibles abusos o explotaciones por parte de los empleadores, estos últimos disponen de un mecanismo de representación propio: la patronal. Su finalidad es la de, en el contexto de un mercado libre en el que oferta y demanda de mano de obra interactúan, defender los intereses comunes de los empleadores. Tales intereses se hacen valer tanto en el marco de las negociaciones colectivas entre patronal y sindicatos como a la hora de ejercer presión sobre los gobiernos para obtener ciertas ventajas en la redacción de los convenios colectivos, la fijación del salario mínimo interprofesional, la regulación de los despidos, etc. (López Chanez, Casique Guerrer y Garza Carranza, 2010, pp. 85-102). © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 12 Historia de las relaciones laborales Trabajadores y empleadores: un universo conceptual en evolución Conclusión Una vez identificado el origen histórico de la división social del trabajo, y por consiguiente de las relaciones laborales, en el tema anterior, y antes de proceder a analizar la evolución histórica de las interrelaciones entre trabajadores y empleadores, se ha creído conveniente introducir el vocabulario básico que se manejará a lo largo de las próximas unidades. Se insiste en el carácter básico de este glosario, pues en el transcurso de la materia que nos atañe se incorporarán conceptos nuevos que reflejarán la transformación constante de las relaciones laborales, acelerada por la digitalización y las crisis estructurales de las dos últimas décadas. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 13 Historia de las relaciones laborales Trabajadores y empleadores: un universo conceptual en evolución Referencias bibliográficas Bellagio-Harvard Guidelines on the Legal Parameters of Slavery (2012). Recuperado de: <https://glc.yale.edu/sites/default/files/pdf/the_bellagio_harvard_guidelines_on_the_legal_parameters_of_slavery.pdf> (último acceso en 0903-2021). Boldizzoni, F. (2008). Means and ends: The idea of capital in the West, 1500-1970. New York: Palgrave MacMillan. European Commission (2001). Green Paper: Promoting an European Framework for Corporate Social Responsibility. Recuperado de: <https://ec.europa.eu/transparency/regdoc/rep/1/2001/EN/1-2001-366-EN-10.Pdf> (último acceso en 09-03-2021). Gobierno de España (2019). Plan de Acción para la Implementación de la Agenda 2030. Hacia una Estrategia Española de Desarrollo Sostenible. Madrid. ILO (1930). Convention C029. Forced Labour Convention. Recuperado de: <https://www.ilo.org/dyn/normlex/en/f?p=NORMLEXPUB:12100:0::NO::P12100_ILO_ CODE:C029> (último acceso en 09-03-2021). • (2012). ILO global estimate of forced labour: Results and methodology. Ginebra. • <https://metadata.ilo.org/thesaurus/3655441.html> ISO 26000: <https://www.iso.org/obp/ui#iso:std:iso:26000:ed-1:v1:es> (último acces

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