La Construcción Social Del Yo (2023) - PDF
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Universidad de Almería
2023
Gonzalo Sebastián Peña-Muñante
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Este documento analiza la construcción social del yo. Argumenta que el ser humano es un producto social, cuyas interacciones y cultura modelan su identidad e individualidad. Enfoque en la interrelación constante entre el yo individual y su entorno social.
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Núm. 15 (2023) https://doi.org/10.21789/25007807.1965 NOTA DE COYUNTURA LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DEL YO Gonzalo Sebastián Peña-Muñante...
Núm. 15 (2023) https://doi.org/10.21789/25007807.1965 NOTA DE COYUNTURA LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DEL YO Gonzalo Sebastián Peña-Muñante Máster en Psicología de la Universidad de Almería, España. [email protected] | https://orcid.org/0000-0002-7990-4867 Sugerencia de citación: Peña Muñante, G. S. (2023). La construcción social del yo. Razón Crítica, 15. 1-3. https://doi.org/10.21789/25007807.1965 Constructos como autoestima, autoconcepto y autoeficacia tienen el mismo prefijo: auto. Lo cierto es que, si bien la raíz etimológica de dichos términos encierra al propio individuo como un yo contenido que intenta verlo todo desde una perspectiva egocéntrica, hay que tener en cuenta al yo como contexto y comprender que las consecuencias que nuestras conductas tienen en el entorno son lo que determina que las volvamos a repetir o, lo que es lo mismo, que se mantengan en el tiempo en forma de hábitos. Estas consecuencias son las respuestas físicas o verbales de las personas ante lo que hacemos, las cuales, por su poder reforzante, nos pueden llevar a buscar la validación de los demás de diversas formas: desde un me gusta en las redes sociales hasta un aprobado en un examen. El yo, el individuo, es el resultado de su historia personal. Sin embargo, todo lo que uno hace tiene una función, un significado que está en continua interacción con el entorno. Por ello, no podemos negar el hecho de que la comunidad nos construye, nos hace, formamos parte de ella. Y, si esto lo aplicamos a cada individuo en el mundo, podríamos decir entonces que somos comunidad, con la parte negativa que esta afirmación indudablemente conlleva, ya que las reglas sociales que rigen el entorno tienden a la normalización, con lo cual parece que si un individuo se sale de ese molde está “loco”, es un antisistema o un revolucionario: términos peyorativos que se usan para referirse a ese 1 % de personas que se desmarcan del resto de la gente y quieren ser diferentes. Ser original no es malo, aunque es verdad que se está más expuesto a juicios y evaluaciones de parte de otros. Es imposible que el ser humano renuncie a su naturaleza social. De hecho, por eso se dice que somos animales sociales: a medida que nos hemos ido desarrollando como especie y como grupo social, nuestros requerimientos sociales de contacto e interacción con otros han sido mayores, lo que explica en parte la ontogénesis del lenguaje. El desarrollo del organismo humano hacia su plenitud ocurre en interacción con su ambiente, y esto es lo que conforma el yo. Sin embargo, el camino hacia la plenitud está determinado por los procesos culturales significativos en el que los otros participan y que llegan a ser inteligibles dentro de las relaciones sociales. Así pues, el yo es un producto social que no se restringe solo a la identidad que la persona forma de sí misma (p.e., como “mujer”, con los diferentes roles que la sociedad le asigna), sino que también comprende su mundo interno (p.e., pensamientos, emociones y sensaciones) en tanto que constituye el ápice de su personalidad. Por tanto, no podemos cometer el error de separar al organismo y al yo del Gonzalo Sebastián Peña-Muñante. (2023). https://doi.org/10.21789/25007807.1965 contexto social específico en el que se desarrollan, ya que eso limitaría nuestro campo visual y nos impediría conocer el verdadero origen del yo humano. La realización de una acción provoca que el yo se sienta identificado con el significado objetivo que se atribuye socialmente a esta. No obstante, una vez ocurrida la acción, el actor reflexiona sobre ella y el yo ya no se siente totalmente identificado con la acción realizada, esto es, se evidencia en el yo un compromiso parcial en la acción. Esta distancia que se marca entre el actor y su acción puede almacenarse en la conciencia para proyectarse en futuras y sistemáticas repeticiones de las acciones. Así, una parte de la conciencia se va organizando en función de la acumulación de estas objetivaciones. Dicho de otra forma, una porción del yo entra en un proceso de objetivación en base a las categorías de conducta que están socialmente accesibles. Esta “porción” es el yo social, el cual se percibe subjetivamente diferente a la totalidad del yo y se opone a ella. En consecuencia, se empieza a ver al yo actuante y los otros actuantes como algo más que individuos únicos cuya estructura cognitiva es privada y personal. El yo total (la propia identidad) puede cosificarse junto al de los otros, ya que el individuo llega a identificarse tanto con las características que se le atribuyen socialmente que únicamente es visto a través de las mismas. Esta manera de ver la realidad puede concebirse positiva o negativamente en términos de emociones o valores. Así pues, la palabra “gitano” puede ser igualmente cosificadora para el payo (persona que no es de etnia gitana) y para el mismo gitano, solo que dicha identificación será enfatizada positivamente por el último y, en el caso del primero, lo será negativamente. De cualquier forma, ambas cosificaciones se interiorizan y pasan a adquirir un estatus ontológico, siempre y cuando sean concebidas como discursos o narraciones acerca de una porción objetiva del yo y sean ejecutadas en un lenguaje disponible en la esfera pública. En conclusión, el yo es una entidad con capacidad de reflejar las actitudes que los otros adoptan hacia él o, lo que es lo mismo, el individuo se convierte en la concepción que tengan otras personas sobre él. Dicho proceso no es unidireccional ni automático, ya que supone una dialéctica entre la cosificación que hacen los otros sobre uno, la identidad que objetivamente se le atribuye al sujeto y la identidad que finalmente dicho agente asume de forma subjetiva. Es esta identidad final la que le permite al individuo interactuar con el mundo y formar lo que será, a largo plazo, su amplio bagaje sociocultural. Referencias Berger, P. L. y Luckmann, T. (1968). La construcción social de la realidad. Amorrortu. Burr, V. (1997). Introducción al construccionismo social. Proa. Gergen, K. (2007). Construccionismo social: Aportes para el debate y la práctica. Universidad de los Andes. 2 Gonzalo Sebastián Peña-Muñante. (2023). https://doi.org/10.21789/25007807.1965 Íñiguez, L. (2005). Nuevos debates, nuevas ideas y nuevas prácticas en la Psicología social de la era “post-construccionista”. Athenea Digital, 8, 298-304. https://doi.org/10.5565/rev/athenead/v1n8.235 3