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Tragicomedia_Calisto_Melibea.pdf

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© José Luis Canet Vallés Revista Celestinesca Valencia, 2020 ISSN DIGITAL: 2695-7183 Obra bajo licencia Creative Commons CC BY-NC-ND Cubierta: José Luis Canet Imagen de cubierta: Grabado de la portada de la edición de la Tragicomedia de Calisto y Melibea, Vale...

© José Luis Canet Vallés Revista Celestinesca Valencia, 2020 ISSN DIGITAL: 2695-7183 Obra bajo licencia Creative Commons CC BY-NC-ND Cubierta: José Luis Canet Imagen de cubierta: Grabado de la portada de la edición de la Tragicomedia de Calisto y Melibea, Valencia, Joan Joffré, 1518. Los grabados sin indicación proceden de la edición de la Tragicomedia de Calisto y Melibea, Valencia, Joan Joffré, 1518. Los otros se indica al pie su procedencia. Este volumen se incluye dentro del Proyecto de Investigación Parnaseo (Servidor web de Literatura Española) financiado por el Ministerio de Economía, Industria y Competitividad, referencia FFI2017-82588-P (AEI/FEDER, UE) TRAGICOMEDIA DE CALISTO Y MELIBEA (La Celestina) Edición de José Luis Canet Introducción La presente edición La presente edición de la Tragicomedia de Calisto y Melibea es una transforma- ción de la que realicé en epub para la editorial Clásicos Hispánicos en 2017, con pequeñas modificaciones del texto y notas. En las ediciones que he realizado, bien sean de la Comedia o de la Tragicomedia, he omitido la autoría de Fernando de Rojas, puesto que sigo el parecer de todos los editores del siglo xvi que no hicieron caso de la información contenida en los versos acrósticos. Véase la Introducción general que incluyo separadamente a las tres ediciones que presento en los Anejos de Celestinesca. Las anotaciones aclaratorias tienen que ver en su mayoría con las fuentes utilizadas por los «autores» en la elaboración del texto (cada autor ha utilizado fuentes claramente diferenciadas), así como los refranes, puesto que siempre se ha dicho que la Celestina constituye un refranero. He dejado de lado las notas léxicas, puesto que en la actualidad puede consultarse cualquier palabra en mul- titud de diccionarios en línea (sobre todo el Diccionario de Autoridades de la RAE). Criterios de edición He utilizado como texto base la Tragicomedia de Calisto y Melibea, Valencia, Juan Joffré, 27 de Marzo de 1518. Esta edición, que corrige a la que se ha con- siderado canónica, la valenciana de 1514 (cuyo probable editor fue Alonso de Proaza, quien se encontraba a la sazón en Valencia), me ha parecido que podía ofrecer el mejor texto, al que he incorporado pequeñas modificaciones que so- lucionan pasajes oscuros y a veces incomprensibles procedentes del Manuscrito de Palacio, de la Comedia de Calisto y Melibea (sobre todo las de Burgos, ¿1499- 1502?, y Toledo, 1500), así como de las ediciones de la Tragicomedia de Zarago- za, 1507 y la de Valencia, Juan Jofré, 1514. Todas estas alteraciones al texto se indican en nota a pie de página. 6 introducción Los criterios gráficos y ortográficos seguidos son: – Desarrollo de las abreviaturas. – Acentuación por tildes y puntuación, según criterios actuales: El signo tiro- niano se transcribe por y. –Se usa u y v, i y j según su valor vocálico o consonántico, dando preferencia al uso actual («mujer, ajeno…») – La secuencia de vocal + i final y la y griega en el interior de una palabra se transcribe según el uso actual. – Se han simplificado las consonantes dobles, como -pp, -dd, -ff, -nn, incluso -ll- cuando no tiene valor palatal («intellectual») Pero no la –ss, que tiene valor fonológico. Algunas excepciones se concede a los nombres propios. – El dígrafo qu con valor de [k] se cambia por c. De la misma manera el dígrafo ph se transcribe como f («philosophía» = «filosofía»). – Se representa como r la vibrante en posición inicial y postconsonántica. – Se transcribe como s la doble ss inicial y postconsonántica. – Se añade la e a la s líquida: spíritu = espíritu, pero no en los casos de «scribir». – El adverbio de lugar ay, se transcribe por ahí. – Se regula, según uso actual, el uso de la h (procedente de h latina o ultraco- rrecta: hedad: edad); por normas de la colección se ha repuesto en otros casos («aver», «hoy», etc.) de h- muda en los que actualmente la lleva; se ha suprimido en latinismos («thesoro»); pero sí se ha añadido al centenar de o exclamativos: «oh». – Por la misma razón fonológica se ha repuesto la bilabial m delante de b/p. – En general estas regularizaciones se basan en la variedad de formas, ya que el texto presenta frecuentemente las formas actuales, por ejemplo las del verbo «haber» con h-, o las reducciones de consonantes (por ejemplo de «ph» a «f» en «filosofando»). Se resaltan los refranes mediante comillas simples. José Luis Canet Universitat de València Escudo del impresor Joan Joffré Tragicomedia de Calisto y Melibea nuevamente revista y emendada, con adición de los argumentos de cada un auto en principio. La cual contiene, demás de su agradable y dulce estilo, muchas sentencias filosofales y avisos muy necessarios para mancebos, mostrándoles los engaños que están encerrados en sirvientes y alcahuetas 10 preliminares El auctor a un su amigo Suelen los que de sus tierras absentes se hallan considerar de qué cosa aquel lugar donde parten mayor inopia o falta padezca, para con la tal servir a los conterráneos de quien en algún tiempo beneficio recebido tienen. Y viendo que legítima obligación a investigar lo semejante me compelía para pagar las muchas merçedes de vuestra libre liberalidad re- cebidas, assaz vezes retraído en mi cámara, acostado sobre mi propia mano, echando mis sentidos por ventores y mi juizio a bolar, me venía a la memoria no solo la necessidad que nuestra común patria tiene de la presente obra por la muchedumbre de galanes y enamorados mancebos que possee, pero aun en particular vuestra misma persona, cuya juventud de amor ser presa se me representa haver visto y dél cruelmente lastima- da a causa de le faltar defensivas armas para resistir sus fuegos, las cuales hallé esculpidas en estos papeles, no fabricadas en las grandes herrerías de Milán, mas en los claros ingenios de doctos varones castellanos forma- das. Y como mirasse su primor, sotil artificio, su fuerte y claro metal, su modo y manera de lavor, su estilo elegante, jamás en nuestra castellana lengua visto ni oído, leílo tres o cuatro vezes, y tantas cuantas más lo leía, tanta mas necessidad me ponía de releerlo y tanto más me agradava y en su processo nuevas sentencias sentía. Vi no sólo ser dulçe en su principal historia o fición toda junta, pero aun de algunas sus particularidades sa- lían deleitables fontezicas de filosofía, de otros agradables donaires, de otros avisos y consejos contra lisonjeros y malos sirvientes y falsas mu- jeres hechizeras. Vi que no tenía su firma del autor, el cual, según algunos dizen, fue Juan de Mena y, según otros, Rodrigo Cota. Pero, quienquier que fuesse, es digno de recordable memoria por la sotil invención, por la gran copia de sentencias entrexeridas que so color de donaires tiene. Gran filósofo era. Y pues él, con temor de detractores y nocibles lenguas más aparejadas a reprehender que a saber inventar, quiso celar y encubrir su nombre, no me culpéis si en el fin baxo que lo pongo no expressare el mío, ma- yormente que, siendo jurista yo, aunque obra discreta, es ajena de mi facultad. Y quien lo supiesse diría que no por recreación de mi principal estudio, del cual yo más me precio, como es la verdad, lo hiziesse; antes, distraído de los derechos, en esta nueva lavor me entremetiesse. Pero aunque no acierten, sería pago de mi osadía. Assimesmo pensarían que no quinze días de unas vacaciones, mientra mis socios en sus tierras, en tragicomedia de calisto y melibea 11 acabarlo me detuviesse, como es lo cierto, pero aun más tiempo y me- nos acepto. Para desculpa de lo cual todo, no sólo a vos, pero a cuantos lo leyeren, ofrezco los siguientes metros. Y porque conoscáis donde co- miençan mis mal doladas razones, acordé que todo lo del antiguo autor fuesse sin división en un auto o cena incluso hasta el segundo auto, donde dize: «Hermanos míos» y etcetera. Vale. El autor, escusándose de su yerro en esta obra que escrivió, contra sí arguye y compara1 El silencio escuda y suele encubrir La falta de ingenio y torpeza de lenguas; Blasón, que es contrario, publica sus menguas A quien mucho habla sin mucho sentir. 1.– Versos acrósticos en donde se puede leer la autoría de la obra juntando las iniciales de los versos, desvelados por Alonso de Proaza en las estrofas finales «Al lector». 12 preliminares Como hormiga que dexa de ir Holgando por tierra con la provisión, Jactose con alas de su perdición, LLeváronla en alto, no sabe dónde ir. Prosigue El aire gozando ajeno y estraño, Rapiña es ya hecho de aves que buelan, Fuertes más que ella por cevo la llievan, En las nuevas alas estava su daño. Razón es que aplique a mi pluma este engaño, No despreciando a los que me arguyen; Assí que a mí mesmo mis alas destruyen, Nublosas y flacas, nascidas de ogaño. Prosigue Donde esta gozar pensava volando, O yo de escrevir cobrar más honor, Del uno y del otro nasció disfavor: Ella es comida y a mí están cortando. Reproches, revistas y tachas callando Obstara a los daños de invidia y murmuros; Insisto remando, y los puertos seguros Atrás quedan todos ya cuanto más ando. Prosigue Si bien queréis ver mi limpio motivo A cuál se andereça de aquestos estremos, Con cuál participa, quién rige sus remos, Apollo, Diana o Cupido altivo, Buscad bien el fin de aquesto que escrivo O del principio leed su argumento; Leeldo, veréis que, aunque dulce cuento, Amantes, que os muestra salir de cativo. tragicomedia de calisto y melibea 13 Comparación Como el doliente que píldora amarga O la recela o no puede tragar, Métenla dentro de dulce manjar, Engáñase el gusto, la salud se alarga. Desta manera mi pluma se embarga, Imponiendo dichos lascivos, rientes, Atrae los oídos de penadas gentes, De grado escarmientan y arrojan su carga. Buelve a su propósito Estando cercado de dubdas y antojos, Compuse tal fin quel principio desata; Acordé dorar con oro de lata Lo más fino tíbar que vi con mis ojos, Y encima de rosas sembrar mil abrojos. Suplico, pues, suplan discretos mi falta; Teman grosseros y en obra tan alta O vean y callen, o no den enojos. Prosigue dando razones porqué se movió a acabar esta obra Yo vi en Salamanca la obra presente; Movime a acabarla por estas razones: Es la primera, que estó en vacaciones, La otra, inventarla persona prudente; Y es la final ver ya la más gente Buelta y mezclada en vicios de amor. Estos amantes les pornán temor A fiar de alcahueta ni falso sirviente. Y assí que esta obra en el proceder Fue tanto breve cuanto muy sotil; Vi que portava sentencias dos mil, En forro de gracias, lavor de plazer. No hizo Dédalo, cierto a mi ver, Alguna más prima entretalladura, Si fin diera en esta su propria escriptura Catón o Mena con su gran saber. 14 preliminares Jamás yo no vide en lengua romana, Después que me acuerdo, ni nadie la vido, Obra de estilo tan alto y sobido En tusca ni griega ni en castellana. No trae sentencia de donde no mana Loable a su autor y eterna memoria, Al cual Jesucristo resciba en su gloria Por su passión santa que a todos nos sana. Amonesta a los que aman que sirvan a Dios y dexen las vanas cogitaciones y vicios de amor Vos, los que amáis, tomad este enxemplo, Este fino arnés con que os defendáis; Bolved ya las riendas porque no os perdáis, Load siempre a Dios visitando su templo. Andad sobre aviso, no seáis de exemplo De muertos y bivos y propios culpados; Estando en el mundo yazéis sepultados; Muy gran dolor siento cuando esto contemplo. Fin ¡Oh damas, matronas, mancebos, casados, Notad bien la vida que aquestos hizieron, Tened por espejo su fin cual huvieron, A otro que amores dad vuestros cuidados! Limpiad ya los ojos, los ciegos errados, Virtudes sembrando con casto bivir; A todo correr devéis de huir No os lance Cupido sus tiros dorados. tragicomedia de calisto y melibea 15 [Prólogo] Todas las cosas ser criadas a manera de contienda o batalla dize aquel E gran sabio Eráclito en este modo: Omnia secundum litem fiunt.2 Sentencia a mi ver digna de perpetua y recordable memoria. Y como sea cierto que toda palabra del hombre esciente esté preñada, desta se puede dezir que de muy hinchada y llena quiere rebentar, echando de sí tan crecidos ra- mos y hojas, que del menor pimpollo se sacaría harto fruto entre perso- nas discretas. Pero como mi pobre saber no baste a más de roer sus secas cortezas de los dichos de aquellos que por claror de sus ingenios meres- cieron ser aprovados, con lo poco que de allí alcançare satisfaré al propó- sito deste breve prólogo. Hallé esta sentencia corroborada por aquel gran E orador y poeta laureado Francisco Petrarcha, diziendo: Sine lite atque ofen- sione nil genuit natura parens. «Sin lid y ofensión ninguna cosa engendró la natura, madre de todo». Dize mas adelante: Sic est enim, et sic propemodum vniuersa testantur. Rapide stelle obuiant firmamento, contraria inuicem elementa confligunt, terre tremunt, maria fluctuant, aer quatitur, crepant flamme, bellum immortale venti gerunt, tempora temporibus concertant, secum singula nobiscum E omnia. Que quiere dezir: «En verdad assí es, y assí todas las cosas desto dan testimonio: las estrellas se encuentran en el arrebatado firmamento del cielo, los adversos elementos unos con otros rompen pelea, tremen las tierras, ondean las mares, el aire se sacude, suenan las llamas, los vientos entre sí traen perpetua guerra, los tiempos con tiempos contienden y liti- gan entre sí, uno a uno y todos contra nosotros». El verano vemos que nos aquexa con calor demasiado, el invierno con frío y aspereza. Assí que esto que nos paresce revolución temporal, esto con que nos sostenemos, esto con que nos criamos y bevimos, si co- miença a ensobervecerse más de lo acostumbrado, no es sino guerra. Y cuánto se ha de temer manifiéstase por los grandes terremotos y torve- llinos, por los naufragios y encendios, assí celestiales como terrenales, por la fuerça de los aguaduchos, por aquel bramar de truenos, por aquel temeroso ímpetu de rayos, aquellos cursos y recursos de las nuves, de cu- yos abiertos movimientos, para saber la secreta causa de que proceden, no es menor la dissención de los filósofos en las escuelas que de las ondas en la mar. Pues entre los animales ningún género carece de guerra: pesces, fieras, aves, serpientes; de lo cual todo una especie a otra persigue: el león 2.– Petrarca, De remediis, II, Praefatio, A, 2-3. Gran parte de este prólogo sigue al de Petrarca en el De remediis. 16 preliminares al lobo, el lobo la cabra, el perro la liebre, y, si no pareciesse conseja de tras el fuego, yo llegaría más al cabo esta cuenta. El elefante, animal tan poderoso y fuerte, se espanta y huye de la vista de un suziuelo ratón, y aun de solo oírle toma gran temor. Entre las serpientes, el vajarisco3 crió la natura tan ponçoñoso y conquistador de todas las otras, que con su silvo las asombra y con su venida las ahuyenta y disparze, con su vista las ma- ta. La bívora, reptilia o serpiente enconada, al tiempo del concebir, por la boca de la hembra metida la cabeça del macho, y ella con el gran dulçor apriétale tanto que le mata y, quedando preñada, el primer hijo rompe las ijares de la madre, por do todos salen y ella muerta queda; él cuasi co- mo vengador de la paterna muerte. ¿Qué mayor lid, qué mayor conquis- ta ni guerra que engendrar en su cuerpo quien coma sus entrañas? Pues no menos dissensiones naturales creemos haver en los pescados, pues es cosa cierta gozar la mar de tantas formas de pesces cuantas la tierra y el aire cría de aves y animalias, y muchas más. Aristóteles y Plinio cuen- tan maravillas de un pequeño pece llamado echeneis, cuánto sea apta su propriedad para diversos géneros de lides; especialmente tiene una, que si allega a una nao o carraca la detiene, que no se puede menear aunque vaya muy rezio por las aguas; de lo cual haze Lucano mención diziendo: Non pupim retinens, Euro tendente rudentes, in mediis echeneis aquis, «No falta allí el pece dicho echeneis, que detiene las fustas cuando el viento Euro estiende las cuerdas en medio de la mar». ¡Oh natural contienda, digna de admiración, poder más un pequeño pece que un gran navío con toda la fuerça de los vientos! Pues si discurrimos por las aves y por sus menu- das enemistades, bien afirmaremos ser todas las cosas criadas a manera de contienda; las más biven de rapiña, como halcones y águilas y gavila- nes; hasta los grosseros milanos insultan dentro en nuestras moradas los domésticos pollos y debaxo las alas de sus madres los vienen a caçar. De una ave llamada rocho, que naçe en el Índico, mar de oriente, se dize ser de grandeza jamás oída y que lleva sobre su pico fasta las nuves no solo un hombre o diez, pero un navío cargado de todas sus xarcias y gente. E como los míseros navegantes estén assí suspensos en el aire, con el me- neo de su buelo caen y reciben crueles muertes. Pues ¿qué diremos entre los hombres a quien todo lo sobre dicho es subjeto? ¿Quién explanará sus guerras, sus enemistades, sus embidias, sus acelaramientos y movi- mientos y descontentamientos? ¿Aquel mudar de trajes, aquel derribar y renovar edificios y otros muchos afectos diversos y variedades que desta nuestra flaca humanidad nos provienen? Y pues es antigua querella y visitada de largos tiempos, no quiero ma- ravillarme si esta presente obra ha seído instrumento de lid o contienda 3.– Se refiere al basilisco, animal que paralizaba a las víctimas con la vista. tragicomedia de calisto y melibea 17 a sus lectores para ponerlos en diferencias, dando cada uno sentencia sobre ella a sabor de su voluntad. Unos dezían que era prolixa, otros breve, otros agradable, otros escura, de manera que cortarla a medida de tantas y tan diferentes condiciones a solo Dios pertenesce. Mayormente, pues ella con todas las otras cosas que al mundo son van debaxo de la vandera desta notable sentencia: «Que aun la mesma vida de los hom- bres, si bien lo miramos, desde la primera edad hasta que blanquean las canas, es batalla». Los niños con los juegos, los moços con las letras, los mançebos con los deleites, los viejos con mil especias de enfermedades E pelean;4 y estos papeles con todas las edades. La primera los borra y rom- pe, la segunda no los sabe bien leer, la tercera, que es la alegre juventud y mancebía, discorda. Unos les roen los huessos que no tienen virtud, que es la historia toda junta, no aprovechándose de las particularidades, ha- ziéndola cuenta de camino; otros pican los donaires y refranes comunes, loándolos con toda atención, dexando passar por alto lo que haze más al caso y utilidad suya. Pero aquellos para cuyo verdadero plazer es todo, desechan el cuento de la historia para contar, coligen la suma para su pro- vecho, ríen lo donoso, las sentencias y dichos de filósofos guardan en su memoria para trasponer en lugares convenibles a sus autos y propósitos. Assí que cuando diez personas se juntaren a oír esta Comedia en quien quepa esta diferencia de condiciones, como suele acaescer, ¿quién negará que haya contienda en cosa que de tantas maneras se entienda? Que aun los impressores han dado sus punturas, poniendo rúbricas o sumarios al principio de cada auto, narrando en breve lo que dentro contenía; una cosa bien escusada según lo que los antiguos escriptores usaron. Otros han litigado sobre el nombre, diziendo que no se avía de llamar comedia, pues acabava en tristeza, sino que se llamasse tragedia. El primer auctor quiso darle denominación del principio, que fue plazer, y llamola come- dia. Yo, viendo estas discordias, entre estos estremos partí agora por me- dio la porfía y llamela tragicomedia. Assí que viendo estas conquistas, es- tos díssonos y varios juizios, miré a donde la mayor parte acostava y hallé que querían que se alargasse en el processo de su deleite destos amantes; sobre lo cual fui muy importunado, de manera que acordé, aunque contra mi voluntad, meter segunda vez la pluma en tan estraña lavor y tan ajena de mi facultad, hurtando algunos ratos a mi principal estudio, con otras horas destinadas para recreación, puesto que no han de faltar nuevos de- tractores a la nueva adición. 4.– Aquí termina la copia casi literal del Praefatio del De remediis de Petrarca. Vid. Deyermond, 1961: 52-58. Grabado de un autor redactando su obra, utilizado por el impresor Joan Joffré en alguno de sus impresos Síguese la comedia o tragicomedia de Calisto y Melibea compuesta en reprehensión de los locos enamorados que, vencidos en su desordenado apetito, a sus amigas llaman y dizen ser su dios. Assimismo hecho en aviso de los engaños de las alcahuetas y malos y lisonjeros sirvientes. 20 Argumento Argumento Calisto fue de noble linage, de claro ingenio, de gentil disposición, de linda criança, dotado de muchas gracias, de estado mediano. Fue preso en el amor de Melibea, mujer moça muy generosa, de alta y sereníssima sangre, sublimada en próspero estado, una sola heredera a su padre Pleberio y de su madre Alisa muy amada. Por solicitud del pungido Calisto, vencido el casto propósito della, entreveniendo Celestina, mala y astuta mujer, con dos servientes del vencido Calisto, engañados y por esta tornados desleales, presa su fidelidad con anzuelo de codicia y de deleite, vinieron los amantes y los que les ministraron en amargo y desastrado fin. Para comienço de lo cual dispuso el adversa fortuna lugar oportuno donde a la presencia de Calisto se presentó la desseada Melibea. Argumento del primer auto desta comedia Entrando Calisto en una huerta en pos de un falcón suyo, halló ahí a Melibea, de cuyo amor preso començole de hablar. De la cual rigurosamente despedido, fue para su casa muy sangustiado. Habló con un criado suyo llamado Sempronio, el cual, después de muchas razones, le endereçó a una vieja llamada Celestina, en cuya casa tenía el mesmo criado una enamorada, llamada Elicia, la cual, viniendo Sempronio a casa de Celestina con el negocio de su amo, tenía a otro consigo llamado Crito, al cual escondieron. Entretanto que Sempronio está negociando con Celestina, Calisto está razonando con otro criado suyo, por nombre Pármeno, el cual razonamiento dura hasta que llega Sempronio y Celestina a casa de Calisto. Pármeno fue conoscido de Celestina, la cual mucho le dize de los hechos y conoscimiento de su madre, induziéndole a amor y concordia de Sempronio. Pármeno. Calisto. Melibea. Sempronio. Celestina. Elicia. Crito. Calisto.— En esto veo, Melibea, la grandeza de Dios. Melibea.— ¿En qué, Calisto? Calisto.— En dar poder a natura que de tan perfecta hermosura te do- tasse y fazer a mí, inmérito, tanta merced que verte alcançasse, y en tan conveniente lugar que mi secreto dolor manifestarte pudiesse. Sin duda, incomparablemente es mayor tal gualardón que el servicio, sacri- 22 primer auto ficio, devoción y obras pías que, por este lugar alcançar, yo tengo a Dios ofrescido. ¿Quién vido en esta vida cuerpo glorificado de ningún hom- bre como agora el mío? Por cierto, los gloriosos santos que se deleitan en la visión divina no gozan más que yo agora en el acatamiento tuyo. Mas, ¡oh triste!, que en esto diferimos, que ellos puramente se glorifi- can sin temor de caer de tal bienaventurança y yo, misto, me alegro con recelo del esquivo tormento que tu absencia me ha de causar. Melibea.— ¿Por gran premio tienes este, Calisto? Calisto.— Téngolo por tanto, en verdad, que si Dios me diesse en el cielo la silla sobre sus santos, no lo ternía por tanta felicidad. Melibea.— Pues aun más igual galardón te daré yo si perseveras. Calisto.— ¡Oh bienaventuradas orejas mías, que indignamente tan gran palabra havéis oído! Melibea.— Más desaventuradas de que me acabes de oír, porque la paga será tan fiera cual meresce tu loco atrevimiento, y el intento de tus pa- labras, Calisto, ha seído de hombre de tal ingenio como tú, mas no para se perder en la virtud de tal mujer como yo.5 ¡Vete, vete de ahí, torpe!, que no puede mi paciencia tolerar que haya subido en coraçón humano conmigo en ilícito amor communicar su deleite. Calisto.— Iré como aquel contra quien solamente la adversa fortuna po- ne su estudio con odio cruel. Calisto.— ¡Sempronio, Sempronio, Sempronio! ¿Dónde está este maldito? Sempronio.— Aquí estoy, señor, curando destos cavallos. Calisto.— Pues, ¿cómo sales de la sala? Sempronio.— Abatiose el girifalte y vine a le endereçar en el alcándara. Calisto.— ¡Assí los diablos te ganen! ¡Assí por infortunio arrebato perez- cas o perpetuo intolerable tormento consigas, el cual en grado incom- parablemente a la penosa y desastrada muerte que espero traspassa! ¡Anda, anda, malvado, abre la cámara y endereça la cama! Sempronio.— Señor, luego. Hecho es. Calisto.— Cierra la ventana y dexa la tiniebla acompañar al triste y al desdichado la ceguedad. Mis pensamientos tristes no son dignos de luz. ¡Oh bienaventurada muerte aquella que desseada a los afligidos viene!6 D ¡Oh si viniéssedes agora Erasístrato, médico,7 sentiríades mi mal! ¡Oh, D 5.– Sigo en este fragmento al Manuscrito de Palacio. En el texto: ha seydo como de ingenio de tal hombre como tu avie de salir para se perder en la virtud de tal mujer como yo. Vid. Patrizia Botta. 6.– Auctoritates Aristotelis, XXV, 3-4 [Castro Guisasola: 102; Ruiz Arzálluz, 1996: 271]. 7.– En la Comedia: «Eras y Crato, médicos»; en la Tragicomedia: «Crato y Galieno, médicos». En las ediciones modernas: «Erasístrato, médico» a partir de la de Salamanca de 1570. Vid. Miguel Garci- Gómez. tragicomedia de calisto y melibea 23 E piedad de Seleuco, inspira en el Plebérico coraçón,8 porque sin espe- rança de salud no embíe el espíritu perdido con el desastrado Píramo y de la desdichada Tisbe! Sempronio.— ¿Qué cosa es? Calisto.— ¡Vete de ahí! No me hables; si no, quiçá ante del tiempo de mi raviosa muerte mis manos causarán tu arrebatado fin. Sempronio.— Iré, pues solo quieres padescer tu mal. Calisto.— ¡Ve con el diablo! Sempronio.— No creo, según pienso, ir conmigo el que contigo queda. ¡Oh desventura! ¡Oh súbito mal! ¿Cuál fue tan contrario acontescimien- to que assí tan presto robó el alegría deste hombre y, lo que peor es, junto con ella el seso? ¿Dexarle he solo o entraré allá? Si le dexo, matar- se ha; si entro allá, matarme ha. Quédese, no me curo. Más vale que muera aquel a quien es enojosa la vida que no yo, que huelgo con ella. Aunque por ál no desseasse bivir sino por ver mi Elicia, me devría guar- dar de peligros. Pero si se mata sin otro testigo, yo quedo obligado a dar cuenta de su vida. Quiero entrar. Mas puesto que entre, no quiere con- solación ni consejo. Assaz es señal mortal no querer sanar. Con todo, quiérole dexar un poco desbrave, madure, que oído he dezir que es pe- ligro abrir o apremiar las postemas duras porque más se enconan. Esté un poco; dexemos llorar al que dolor tiene, que las ‘lágrimas y sospiros C mucho desenconan el coraçón dolorido’. E aun si delante me tiene, más commigo se encenderá, que el sol más arde donde puede reverberar. La vista a quien objeto no se antepone, cansa, y cuando aquel es cer- ca, agúzase. Por esso quiérome sofrir un poco. Si entretanto se matare, muera. Quiçá con algo me quedaré, que otro no lo sabe, con que mude C el pelo malo. Aunque ‘malo es esperar salud en muerte ajena’. E quiçá me engaña el diablo y, si muere, matarme han, y ‘iran allá la soga y el C calderón’. Por otra parte, dizen los sabios que es grande descanso a los E afligidos tener con quien puedan sus cuitas llorar,9 y que la llaga interior más empece. Pues en estos extremos en que estoy perplexo, lo más sa- 8.– Historia narrada por Plutarco en Vidas paralelas, Vida de Demetrio, XXXVIII, y Valerio Máximo, Hechos y dichos memorables, V, 7, ext. 1, quienes aluden a Antíoco, hijo del rey Seleuco, el cual se enamoró perdidamente de su madastra Estratonice hasta dejarse morir de amor. Su enfermedad fue descubierta por el médico Erasístrato, y Seleuco no dudó un instante en ceder su mujer al hijo para que sanara. En este caso, ‘plebérico’ se refiere al corazón de Pleberio, padre de Melibea. Di Camillo (2010), propone como enmienda: «phrenético coraçón», al sugerir que el Auto i pudiera estar escrito en latín originariamente. Un resumen de las diferentes interpretaciones en Enrique Fernández Rivera , quien sugiere: «pletórico». 9.– Máxima latina: «Calamitatum habere socios miseris est solatio» [Publilio Siro], «Consolatio mise- rorum est habere socios», etc. 24 primer auto no es entrar y sofrirle y consolarle, porque si possible es sanar sin arte ni aparejo, más ligero es guarescer por arte y por cura. Calisto.— ¡Sempronio! Sempronio.— Señor. Calisto.— Dame acá el laúd. Sempronio.— Señor, vesle aquí. Calisto.— ¿Cuál dolor puede ser tal que se iguale con mi mal?10 D Sempronio.— Destemplado está esse laúd. Calisto.— ¿Cómo templará el destemplado? ¿Cómo sentirá el armonía aquel que consigo está tan discorde, aquel en quien la voluntad a la razón no obedece, quien tiene dentro del pecho aguijones, paz, gue- rra, tregua, amor, enemistad, injurias, pecados, sospechas, todo a una causa?11 Pero tañe y canta la más triste canción que sepas. D Sempronio.— Mira Nero de Tarpeya a Roma cómo se ardía; gritos dan niños y viejos y él de nada se dolía.12 D Calisto.— Mayor es mi fuego y menor la piedad de quien yo agora digo. Sempronio.— (Ap.) No me engaño yo, que loco está este mi amo. Calisto.— ¿Qué estás murmurando, Sempronio? Sempronio.— No digo nada. Calisto.— Di lo que dizes, no temas. Sempronio.— Digo que ¿cómo puede ser mayor el fuego que atormenta un bivo que el que quemó tal ciudad y tanta multitud de gente? Calisto.— ¿Cómo? Yo te lo diré. Mayor es la llama que dura ochenta años que la que en un día passa, y mayor la que mata un ánima que la que quemó cient mil cuerpos. Como de la aparencia a la existencia, como de lo pintado a lo bivo13, como de la sombra a lo real, tanta diferencia hay del fuego que dizes al que me quema. Por cierto, si el de purgatorio es tal, más querría que mi espíritu fuese con los de los brutos animales que por medio de aquel ir a la gloria de los santos. 10.– Posible alusión a Lamentaciones 1, 12. 11.– Posible evocación de Terencio, Eunuco, Acto I, escena Iª: «Parmenón.— Señor, cuando la cosa en sí no tiene consejo, ni manera ninguna, nadie puede regirla ni tratarla con consejo. En el amor hay todas estas faltas: agravios, sospechas, enemistades, treguas, guerras, luego paces. Quien cosas tan inciertas pretendiese regirlas con razón cierta, sería como quien quisiese hacer el loco con buen seso» [Celestina comentada: fol. 15v; Castro Guisasola: 85]. 12.– Romance tradicional perteneciene al Romancero viejo, aunque el primer testimonio que conocemos es este. Vid. Erna Berndt Kelley y Paloma Díaz-Mas. 13.– Sigo al Manuscrito de Palacio. En el texo: de lo bivo a lo pintado. tragicomedia de calisto y melibea 25 Sempronio.— (Ap.) Algo es lo que digo. A más ha de ir este hecho. No basta loco, sino hereje. Calisto.— ¡No te digo que fables alto cuando hablares! ¿Que dizes? Sempronio.— Digo que nunca Dios quiera tal, que es especie de heregía lo que agora dixiste. Calisto.— ¿Por qué? Sempronio.— Porque lo que dizes contradize la crestiana religión. Calisto.— ¿Qué a mí? Sempronio.— ¿Tú no eres cristiano? Calisto.— ¿Yo? Melibeo só y a Melibea adoro y en Melibea creo y a Me- E libea amo.14 Sempronio.— (Ap.) Tú te lo dirás. Como Melibea es grande, no cabe en el coraçón de mi amo, que por la boca le sale a borbollones. — (Alto) No es más menester, bien sé de qué pie coxqueas; yo te sanaré. Calisto.— Increíble cosa prometes. Sempronio.— Antes fácil, que el comienço de la salud es conocer hombre la dolencia del enfermo. Calisto.— ¿Cuál consejo puede regir lo que en sí no tiene orden ni E consejo?15 Sempronio.— (Ap.) ¡Ha, ha, ha! ¿Este es el fuego de Calisto? ¿Estas son sus congoxas? Como si solamente el amor contra él assestara sus tiros. ¡Oh E soberano Dios, cuán altos son tus misterios!16 ¡Cuánta premia pusiste en el amor, que es necessaria turbación en el amante! Su límite pusiste por maravilla. Paresce al amante que atrás queda. Todos passan, todos rompen, pungidos y esgarrochados como ligeros toros, sin freno saltan por las barreras. ­Mandaste al hombre por la mujer dexar el padre y la E madre;17 agora no solo aquello, mas a ti y a tu ley desamparan, como agora Calisto, del cual no me maravillo, pues los sabios, los santos, los E profetas, por él te olvidaron­.18 Calisto.— ¡Sempronio! Sempronio.— Señor. Calisto.— No me dexes. Sempronio.— (Ap.) De otro temple está esta gaita. 14.– Parlamento de Calisto suprimido por la Inquisición en 1640. 15.– Posible alusión a Terencio, Eunuco, Acto I, Escena 1ª [Castro Guisasola: 85]. También a Horacio, Sátiras, II, III, 265-67 y a Séneca, Epístolas, XL, 4. 16.– Probable mención a Romanos, 11, 33 [Castro Guisasola: 109]. 17.– Génesis, 2, 24 y Marcos 10, 7 [Castro Guisasola: 108]. Algo similar en Efesios, 5,31 y Mateo, 19, 5. 18.– Estas declaraciones sobre la fuerza del amor eran un lugar común en los tratados amorosos medie- vales. Frases similares en Alfonso Fernández de Madrigal, el «Tostado», Breviloquio de amor e amicicia pero sobre todo en el Tratado de cómo al hombre es necesario amar (Cátedra, 1986; Lobera-Serés: 36, n. 105 y 532) 26 primer auto Calisto.— ¿Qué te parece de mi mal? Sempronio.— Que amas a Melibea. Calisto.— ¿Y no otra cosa? Sempronio.— Harto mal es tener la voluntad en un solo lugar cativa. Calisto.— Poco sabes de firmeza. Sempronio.— La perseverancia en el mal no es constancia, mas dureza o pertinacia19 la llaman en mi tierra. Vosotros los filósofos de Cupido lla- D malda como quisiéredes. Calisto.— Torpe cosa es mentir el que enseña a otro,20 pues que tú te pre- D cias de loar a tu amiga Elicia. Sempronio.— ‘Haz tú lo que bien digo y no lo que mal fago’. B Calisto.— ¿Qué me repruevas? Sempronio.— Que sometes la dignidad del hombre a la imperfeción de la flaca mujer. Calisto.— ¿Mujer? ¡Oh grossero! ¡Dios, Dios! Sempronio.— ¿Y assí lo crees, o burlas? Calisto.— ¿Que burlo? Por Dios la creo, por Dios la confiesso, y no creo que hay otro soberano en el cielo, aunque entre nosotros mora. Sempronio.— (Ap.) ¡Ha, ha, ha! ¿Oístes qué blasfemia? ¿Vistes qué cegue- dad? Calisto.— ¿De qué te ries? Sempronio.— Ríome que no pensava que havía peor invención de pecado que en Sodoma. Calisto.— ¿Cómo? Sempronio.— Porque aquéllos procuraron abominable uso con los ángeles no conocidos, y tú con el que confiessas ser Dios.21 D Calisto.— ¡Maldito seas!, que hecho me has reír, lo que no pensé ogaño. Sempronio.— ¿Pues qué, toda tu vida havías de llorar? Calisto.— Sí. Sempronio.— ¿Por qué? Calisto.— Porque amo a aquella ante quien tan indigno me hallo que no la espero alcançar. 19.– Sentencia latina atribuida a Varrón en su De Lingua Latina, lib. 4, cap. 1: «In quo non debet perten- di, et pertendit, pertinaciam esse; quod in quo oporteat manere, si in eo perstet, perseverantia sit» (Castro Guisasola: 59). Sobre la virtud de la perseverancia y su relación con la constancia, vid. Santo Tomás, Suma teológica, 2-2, q. 137-138 (Morros: 33). 20.– Auctoritates Aristotelis, xx, 5: «Docentes alios mentiri non debent», extraída de Aristóteles, De pomo et morte [Ruiz Arzálluz, 1996: 277]. 21.– Alude al episodio del Génesis, 19, 1-4: «Antes que fueran a acostarse [los dos ángeles], los hombres de la ciudad, los habitantes de Sodoma, rodearon la casa, mozos y viejos, todos sin excepción. Lla- maron a Lot y le dijeron: «¿Dónde están los hombres que han venido a tu casa esa noche? Sáca- noslos para que los conozcamos...» [Castro Guisasola: 40, n. 3]. tragicomedia de calisto y melibea 27 Sempronio.— (Ap.) ¡Oh pusilánimo! ¡Oh fi de puta! ¡Qué Nembrot, qué E Magno Alexandre,22 los cuales no sólo del señorío del mundo, mas del cielo se juzgaron ser dignos! Calisto.— No te oí bien esso que dixiste. Torna, dilo, no procedas. Sempronio.— Dixe que tú, que tienes más coraçón que Nembrot ni Alexandre, desesperas de alcançar una mujer, muchas de las cuales, en grandes estados constituidas, se sometieron a los pechos y resollos de viles azemileros, y otras a brutos animales. ¿No has leído de Pasife con E el toro, de Minerva con el can?23 Calisto.— No lo creo, hablillas son. Sempronio.— Lo de tu abuela con el ximio ¿hablilla fue? Testigo es el cu- E chillo de tu abuelo.24 Calisto.—¡Maldito sea este necio, y qué porradas dize! Sempronio.— ¿Escoziote? Lee los historiales, estudia los filósofos, mira los poetas. Llenos están los libros de sus viles y malos exemplos, y de las caídas que llevaron los que en algo, como tú, las reputaron. Oye a Sa- E lomón do dize que las mujeres y el vino hazen a los hombres renegar.25 Conséjate con Séneca y verás en qué las tiene. Escucha al Aristóteles; E mira a Bernardo.26 Gentiles, judíos, cristianos y moros, todos en esta concordia están. Pero lo dicho y lo que dellas dixere, no te contezca error de tomarlo en común, que muchas hovo y hay santas, virtuosas y notables, cuya resplandesciente corona quita el general vituperio. Pero 22.– Nemrod, nieto de Noé, monarca de Mesopotamia, constructor de la torre de Babel; Alejandro Magno, rey de Macedonia, creador de un gran Imperio. Ambos fueron considerados en la antigüe- dad como símbolos de sobervia por intentar alcanzar el cielo (el primero mediante la torre más alta; el segundo mediante un ingenio volador). 23.– Pasífae, hija de Helios y la ninfa Creta, casó con Minos. El dios Poseidón, para vengarse de una afrenta del rey Minos, hizo que Pasífae se enamorase del toro blanco, librado del sacrificio, con quien tuvo al Minotauro [Virgilio, Églogas, VI. 5 y ss.]. No se conoce ninguna relación de Minerva, diosa de la sabiduría y de las artes, con un perro. Muchas han sido las posibles interpretaciones de este fragmento, desde la de «Minerva con Vulcán» —que no tendría mucho sentido dentro de la frase de Sempronio—, hasta la de «Minos con el can». Isabel Lozano-Renieblas realiza un resumen de las diferentes propuestas de la crítica. Recientemente otra posible fuente italiana en Paolini. 24.– Otro pasaje que ha dado multitud de interpretaciones, desde los que ven una simple broma o pulla de Sempronio, siguiendo el hilo anterior de las comparaciones amorosas zoológicas, hasta los que lo relacionan con algún judío o negro («jimio») en la tradición familiar de Calisto, e incluso una mala lectura por cuquillo. Vid. Lourdes Albuixech , Armistead et Alii y Gómez. 25.– Eclesiástico, 19, 2 [Amaranta Saguar, 2013: 168]. 26.– La relación de este pasaje con el Arcipreste de Talavera es ampliamente aceptada por la crítica. En el capítulo I, 17, aparecen citados los ejemplos de cómo hombres «letrados pierden el saber por amar», donde se relatan las anécdotas de Salomón, Aristóteles, Virgilio, David y un tal Bernat (¿Bernado?) de Cabrera, que fue engañado por una mujer, dejándolo en jubón colgado de una red y a la vista de toda la ciudad, al igual que le sucedió a Virgilio [Michael Gerli, 1977]. Bienvenido Morros propone que «Bernardo» es una modificación realizada por una segunda mano al manuscrito del primer autor, quien citaría a «Virgilio» siguiendo la tradición de los remedia amoris, caso de Piccolo- mini y su Historia de duobus amantibus, obra que influyó en el «antiguo autor». Sobre el personaje de Bernardo, autor de la Cartula, vid. Marcelino V. Amasuno. 28 primer auto destas otras, ¿quién te contaría sus mentiras, sus tráfagos, sus cambios, su liviandad, sus lagrimillas, sus alteraciones, sus osadías, que todo lo que piensan osan sin deliberar, sus dissimulaciones, su lengua, su enga- ño, su olvido, su desamor, su ingratitud, su inconstancia, su testimoniar, su negar, su rebolver, su presunción, su vanagloria, su abatimiento, su locura, su desdén, su sobervia, su subjeción, su parlería, su golosina, su luxuria y suziedad, su miedo, su atrevimiento, sus hechizerías, sus embaimientos, sus escarnios, su deslenguamiento, su desvergüença, su alcahuetería? Considera qué sesito está debaxo de aquellas grandes y delgadas tocas, qué pensamientos so aquellas gorgueras, so aquel faus- to, so aquellas largas y autorizantes ropas. ¡Qué imperfeción, qué al- vañares debaxo de templos pintados!27 Por ellas es dicho: «Arma del D diablo, cabeça de pecado, destruición de paraíso».28 ¿No has rezado en D la festividad de sant Juan, do dize: «Esta es la mujer, antigua malicia que a Adam echó de los deleites de paraíso. Esta el linaje humano metió en el infierno. A esta menospreció Helías profeta»,29 etc.? D Calisto.— Di, pues, esse Adam, esse Salomón, esse David, esse Aristó- teles, esse Virgilio, essos que dizes ¿cómo se sometieron a ellas? ¿Soy más que ellos? Sempronio.— A los que las vencieron querría que remedasses, que no a los que dellas fueron vencidos. Huye de sus engaños. ¿Sabes qué hazen? Cosas que es difícil entenderlas. No tienen modo, no razón, no inten- ción. Por rigor encomiençan el ofrecimiento que de sí quieren hazer. A los que meten por los agujeros, denuestan en la calle. Combidan, des- piden, llaman, niegan, señalan amor, pronuncian enemiga. Ensáñanse presto, apazíguanse luego. Quieren que adevinen lo que quieren. ¡Oh qué plaga, oh qué enojo, oh qué fastío es conferir con ellas más de aquel breve tiempo que aparejadas son a deleite! Calisto.— ¿Vees? Mientra más me dizes y más inconvenientes me pones, más la quiero. No sé qué se es. Sempronio.— No es este juizio para moços, según veo, que no se saben a razón someter, no se saben administrar. Miserable cosa es pensar ser maestro el que nunca fue discípulo.30 D 27.– Diógenes Laercio, Vidas de los filósofos, «Sócrates»: «Mulier speciosa et pulchra templum es super cloacam edificatum»; con la misma forma en la Margarita poetica, de Albertus von Eyb; y Mateo, 23, 27, aunque en este caso la referencia enlaza con los escribas y fariseos [Castro Guisasola: 40, siguiendo a Celestina comentada]. 28.– Orígenes, Super Matthei, cap. XV: «Ecce mulier, caput peccati, arma diaboli, expulsio paradisi» [Castro Guisasola: 110]. 29.– San Pedro Crisólogo, Sermones, 127: «Haec est mulieris antiqua malitia, quae Adam eiecit de para- disi deliciis..., haec humanum genus misit in infernum..., hoc malum fugit Elias propheta» [Castro Guisasola: 110-11]. 30.– Auctoritates Aristotelis, XXVI, 8: «Miserum est esse magistrum eum qui numquam se nouit esse dicipu- lum»; sentencia extraída de pseudo-Boecio, De disciplina scholarium, ii, 1226d [Ruiz Arzálluz, 1996: 271]. tragicomedia de calisto y melibea 29 Calisto.— ¿Y tú qué sabes? ¿Quién te mostró esto? Sempronio.— ¿Quién? Ellas, que desque se descubren, así pierden la ver- güença, que todo esto y aun más a los hombres manifiestan. Ponte, pues, en la medida de honra; piensa ser más digno de lo que te reputas. Que cierto, peor estremo es dexarse hombre caer de su merescimiento E que ponerse en más alto lugar que deve.31 Calisto.— Pues ¿quién yo para esso? Sempronio.— ¿Quién? Lo primero eres hombre y de claro ingenio, y más, a quien la natura dotó de los mejores bienes que tuvo. Conviene a saber: hermosura, gracia, grandeza de miembros, fuerça, ligereza; y allende desto, fortuna medianamente partió contigo lo suyo en tal cuantidad, E que los bienes que tienes de dentro con los de fuera resplandescen;32 porque sin los bienes de fuera, de los cuales la fortuna es señora, a nin- E guno acaesce en esta vida ser bienaventurado.33 Y más, a constellación de todos eres amado. Calisto.— Pero no de Melibea. Y en todo lo que me has gloriado, Sem- pronio, sin porporción ni comparación se aventaja Melibea. ¿Miras la nobleza y antigüedad de su linaje, el grandíssimo patrimonio, el exce- lentíssimo ingenio, las resplandecientes virtudes, la altitud y inefable gracia, la soberana hermosura, de la cual te ruego me dexes hablar un poco, porque haya algún refrigerio? E lo que te dixere será de lo descu- bierto, que si de lo oculto yo hablarte supiera, no nos fuera necessario altercar tan miserablemente estas razones. Sempronio.— (Ap.) ¿Qué mentiras y qué locuras dirá agora este cativo de mi amo? Calisto.— ¿Cómo es esso? Sempronio.— Dixe que digas, que muy gran placer havré de lo oír. — (Ap.) ¡Assí te medre Dios como me será agradable esse sermón! Calisto.— ¿Qué? Sempronio.— Que assí me medre Dios como me será gracioso de oír. Calisto.— Pues porque hayas plazer, yo lo figuraré por partes mucho por estenso. Sempronio.— (Ap.) Duelos tenemos. Esto es tras lo que yo andava. De passarse havrá ya esta importunidad. 31.– Posible evocación a Aristóteles, Éticas, IV, 9 y Magna Moralia, lib. I, 26 [Castro Guisasola: 26], aun- que tiene más visos su procedencia de alguna recopilación de sentencias al uso de la época. 32.– Alusión a la división tripartita de los bienes del hombre aristotélica, expuestos en la Ética, lib. I, 8 y Magna Moralia, cap. II, 8 y III [Celestina comentada: 29r y Castro Guisasola: 26]. Aunque esta división de los bienes del hombre era un lugar común en la filosofía escolástica (desde Santo Tomás, Suma II-2ª, c.73.a.3, hasta múltiples recopilaciones de sentencias). 33.– Auctoritates Aristotelis, XIII, 1: «Sine rebus exterioribus, quorum fortuna domina est, non contingit felicem esse»; la máxima de Aristóteles, Magna moralia, i, 8 [Ruiz Arzálluz, 1996: 271]. 30 primer auto Calisto.— Comienço por los cabellos. ¿Vees tú las madexas del oro del- gado que hilan en Aravia? Más lindos son y no resplandecen menos. Su longura hasta el postrero assiento de sus pies; después crinados y ata- dos con la delgada cuerda, como ella se los pone, no ha más menester para convertir los hombres en piedras. Sempronio.— (Ap.) ¡Mas en asnos! Calisto.— ¿Qué dizes? Sempronio.— Dixe que essos tales no serían cerdas de asno. Calisto.— ¡Veed qué torpe y qué comparación! Sempronio.— (Ap.) ¿Tú cuerdo? Calisto.— Los ojos verdes rasgados, las pestañas luengas, las cejas delga- das y alçadas, la nariz mediana, la boca pequeña, los dientes menudos y blancos, los labrios colorados y grossezuelos, el torno del rostro po- co más luengo que redondo, el pecho alto, la redondez y forma de las pequeñas tetas ¿quién te la podría figurar? Que se despereza el hombre cuando las mira. La tez lisa, lustrosa; el cuero suyo escurece la nieve; la color mezclada, cual ella la escogió para sí. Sempronio.— (Ap.) En sus treze está este nescio. Calisto.— Las manos pequeñas en mediana manera, de dulce carne acompañadas, los dedos luengos, las uñas en ellos largas y coloradas, que parescen rubíes entre perlas. Aquella proporción que veer yo no pude, no sin dubda por el bulto de fuera juzgo incomparablemente ser mejor que la que Paris juzgó entre las tres deesas.34 Sempronio.— ¿Has dicho? Calisto.— Cuan brevemente pude. Sempronio.— Puesto que sea todo esso verdad, por ser tú hombre eres más digno.35 D Calisto.— ¿En qué? Sempronio.— ¿En qué? Ella es imperfecta, por el cual defecto dessea y ape- tece a ti y a otro menor que tú. ¿No has leído el filósofo do dize: «Assí como la materia apetece a la forma, así la mujer al varón»?36 D Calisto.— ¡Oh triste! ¿Y cuándo veré yo esso entre mí y Melibea? Sempronio.— Possible es. Y aún que la aborrezcas cuanto agora la amas podrá ser, alcançándola y viéndola con otros ojos, libres del engaño en que agora estás. 34.– La crítica ha intentado relacionar esta descripción de Melibea con innumerables obras anteriores: Libro de Buen Amor, Historia duobus amantibus, Tristán y Leonís, etc. Si bien era un lugar común de las retóricas latinas. 35.– Posible alusión al Corpus iuris civilis: «Maior dignitas est in sexu virili» (Digesto, I, IX, 1) [Celestina comentada: 30r y Lobera-Serés: 45, n. 207]. 36.– Auctoritates Aristotelis, II, 32: «Materia apetit formam sicut femina masculum et turpe pulcrum»; Aris- tóteles, Física, i, 9 [Castro Guisasola: 24-5; Ruiz Arzálluz, 1996: 271]. tragicomedia de calisto y melibea 31 Calisto.— ¿Con qué ojos? Sempronio.— Con ojos claros. Calisto.— Y agora ¿con qué la veo? Sempronio.— Con ojos de alinde, con que lo poco paresce mucho y lo pequeño grande. Y porque no te desesperes, yo quiero tomar esta em- presa de complir tu desseo. Calisto.— ¡Oh, Dios te dé lo que desseas! ¡Qué glorioso me es oírte!, aunque no espero que lo has de hazer. Sempronio.— Antes lo haré cierto. Calisto.— Dios te consuele. El jubón de brocado que ayer vestí, Sempro- nio, vístetelo tú. Sempronio.— (Ap.) ¡Prospérete Dios por este y por muchos más que me darás! De la burla yo me llevo lo mejor. Con todo, si destos aguijones me da, traérgela he hasta la cama. Bueno ando. Házelo esto que me dio E mi amo, que sin merced impossible es obrarse bien ninguna cosa.37 Calisto.— No seas agora negligente. Sempronio.— No lo seas tú, que impossible es hazer siervo diligente el E amo perezoso.38 Calisto.— ¿Cómo has pensado de hazer esta piedad? Sempronio.— Yo te lo diré. Días ha grandes que conosco en fin desta vezindad una vieja barbuda que se dize Celestina, hechizera, astuta, sa- gaz en cuantas maldades hay. Entiendo que passan de cinco mil virgos los que se han hecho y deshecho por su autoridad en esta ciudad. A las duras peñas promoverá y provocará a luxuria si quiere. Calisto.— ¿Podríale yo fablar? Sempronio.— Yo te la traeré hasta acá. Por esso aparéjate; seile gracioso, seile franco. Estudia, mientra voy yo a le dezir tu pena tan bien como ella te dará el remedio. Calisto.— ¿Y tardas? Sempronio.— Ya voy. Quede Dios contigo. Calisto.— Y contigo vaya. —¡Oh todo poderoso, perdurable Dios!, tú que guías los perdidos y los reyes orientales por el estrella precedente a Belén truxiste y en su patria E los reduxiste,39 humilmente te ruego que guíes a mi Sempronio, en ma- nera que convierta mi pena y tristeza en gozo, y yo, indigno, merezca venir en el desseado fin. 37.– Auctoritates Aristotelis, XIV, 9: «Quia sine mercede impossibile dominari»; sentencia extraída de Aris- tóteles, Oeconomica, i, 5 [Ruiz Arzálluz, 1996: 272]. 38.– Auctoritates Aristotelis, XIV, 13: «Impossibile est dominis negligentibus seruos solicitos esse»; proce- dente de Aristóteles, Oeconomica, i, 6 [Ruiz Arzálluz, 1996: 272]. 39.– Referencia a Mateo 2-1-12 [Celestina comentada: fol. 102; Castro Guisasola: 107]. 32 primer auto Celestina.— ¡Albricias, albricias, Elicia! ¡Sempronio, Sempronio! Elicia.— ¡Ce, ce, ce! Celestina.— ¿Por qué? Elicia.— Porque está aquí Crito. Celestina.— Mételo en la camarilla de las escobas, presto. Dile que viene tu primo y mi familiar. Elicia.— ¡Crito, retráete ahí! ¡Mi primo viene, perdida soy! Crito.— Plázeme, no te congoxes. Sempronio.— Madre bendita, ¡qué desseo traigo! Gracias a Dios que te me dexó ver. Celestina.— Hijo mío, rey mío, turbado me has. No te puedo hablar. Torna y dame otro abraço. ¿Y tres días podiste estar sin vernos? ¡Elicia, Elicia, cátale aquí! Elicia.— ¿A quién, madre? Celestina.— A Sempronio. Elicia.— ¡Ay, triste, qué saltos me da el coraçón! ¿Y qué es dél? Celestina.— Vesle aquí, vesle. Yo me le abraçaré, que no tú. Elicia.— ¡Ay, maldito seas, traidor! ¡Postema y landre te mate y a manos de tus enemigos mueras, y por crímines dignos de cruel muerte en po- der de rigurosa justicia te veas! ¡Ay, ay! Sempronio.— ¡Hi, hi, hi! ¿Qué has, mi Elicia? ¿De qué te congoxas? Elicia.— Tres días ha que no me ves. ¡Nunca Dios te vea, nunca Dios te consuele ni visite! ¡Guay de la triste que en ti tiene su esperança y el fin de todo su bien! Sempronio.— Calla, señora mía. ¿Tú piensas que la distancia del lugar es poderosa de apartar el entrañable amor,40 el fuego que está en mi D coraçón? Do yo vo, conmigo vas, conmigo estás. No te aflijas ni me atormentes más de lo que yo he padescido. Mas di, ¿qué passos suenan arriba? Elicia.— ¿Quién? Un mi enamorado. Sempronio.— Pues créolo. Elicia.— ¡Alahé, verdad es! Sube allá y verlo has. Sempronio.— Voy. Celestina.— ¡Anda acá, dexa essa loca, que es liviana y, turbada de tu absencia sácasla agora de seso, dirá mil locuras! Ven y hablemos, no dexemos passar el tiempo en balde. Sempronio.— ¿Pues quién está arriba? Celestina.— ¿Quiéreslo saber? 40.– Posible referencia a: «Loci distancia non separat amiciciam sed operationem», Auctoritates Aristotelis, xii, 148 [Ruiz Arzálluz, 1996: 277]. tragicomedia de calisto y melibea 33 Sempronio.— Quiero. Celestina.— Una moça que me encomendó un fraile. Sempronio.— ¿Qué fraile? Celestina.— No lo procures. Sempronio.— Por mi vida, madre, ¿qué fraile? Celestina.— ¿Porfías? El ministro, el gordo. Sempronio.— ¡Oh desaventurada, y qué carga espera! Celestina.— Todo lo llevamos. Pocas mataduras has tu visto en la barriga. Sempronio.— Mataduras no, mas petreras sí. Celestina.— ¡Ay, burlador! Sempronio.— Dexa si soy burlador y muéstramela. Elicia.— ¡Ha, don malvado! ¿Verla quieres? ¡Los ojos se te salten, que no basta a ti una ni otra! ¡Anda, véela y dexa a mí para siempre! Sempronio.— ¡Calla, Dios mío! ¿Y enójaste? Que ni quiero ver a ella ni a mujer nascida. A mi madre quiero hablar. Y quédate a Dios. Elicia.— ¡Anda, anda, vete, desconoscido, y está otros tres años que no me buelvas a ver! Sempronio.— Madre mía, bien ternás confiança y creerás que no te burlo. Toma el manto y vamos, que por el camino sabrás lo que, si aquí me tardasse en dezir, empidiría tu provecho y el mío. Celestina.— Vamos. Elicia, quédate a Dios. Cierra la puerta. ¡A Dios, pa- redes! Sempronio.— ¡Oh, madre mía! Todas cosas dexadas aparte, solamente sey atenta y imagina en lo que te dixere y no derrames tu pensamiento en muchas partes, que quien junto en diversos lugares le pone, en nin- guno lo tiene, sino por caso determina lo cierto. Quiero que sepas de mí lo que no has oído, y es que jamás pude, después que mi fe contigo puse, dessear bien de que no te cupiesse parte. Celestina.— Parta Dios, hijo, de lo suyo contigo, que no sin causa lo ha- rá, siquiera porque has piedad desta pecadora de vieja. Pero di, no te detengas, que la amistad que entre ti y mí se afirma no ha menester preámbulos ni correlarios ni aparejos para ganar voluntad. Abrevia y ven al hecho, que vanamente se dize por muchas palabras lo que por E pocas se puede entender.41 Sempronio.— Assí es. Calisto arde en amores de Melibea. De ti y de mí tiene necessidad. Pues juntos nos ha menester, juntos nos aproveche- mos, que conoscer el tiempo y usar el hombre de la oportunidad haze los hombres prósperos. 41.– Traducción libre de: «Peccatum est aliquid ostendi per longiora quod inest per maiora. Vnde spre- se habetur quod peccatum est fieri per plura quod potest fieri per minora eque bene», Auctoritates Aristotelis, XXXVI, 124; originaria de Aristóteles, Topica, VIII, 11 [Ruiz Arzálluz, 1996: 272]. 34 primer auto Celestina.— Bien has dicho, al cabo estoy. Basta para mí mescer42 el ojo. Digo que me alegro destas nuevas como los cirugianos de los descala- brados; y como aquellos dañan en los principios las llagas y encarescen el prometimiento de la salud, assí entiendo yo hazer a Calisto; alargarle he la certinidad del remedio, porque, como dizen: «El esperança luenga aflige el coraçón».43 Y cuanto él la perdiere, tanto gela promete. Bien me D entiendes. Sempronio.— Callemos, que a la puerta estamos y, como dizen: ‘Las pa- redes han oídos’. B Celestina.— Llama. Sempronio.— Tha, tha, tha. Calisto.— ¡Pármeno! Pármeno.— Señor. Calisto.— ¿No oyes, maldito sordo? Pármeno.— ¿Qué es, señor? Calisto.— A la puerta llaman, corre. Pármeno.— ¿Quién es? Sempronio.— Abre a mí y a esta dueña. Pármeno.— Señor, Sempronio y una puta vieja alcoholada davan aquellas porradas. Calisto.— ¡Calla, calla, malvado, que es mi tía! ¡Corre, corre, abre! — (Ap.) Siempre lo vi, que ‘por fuir hombre de un peligro, cae en otro ma- yor’. Por encubrir yo este hecho de Pármeno, a quien amor o fidelidad B o temor pusieran freno, caí en indignación d’esta, que no tiene menor poderío en mi vida que Dios. Pármeno.— ¿Por qué, señor, te matas? ¿Por qué, señor, te congoxas? ¿Y tú piensas que es vituperio en las orejas d’ésta el nombre que la llamé? No lo creas, que assí se glorifica en le oír como tú cuando dizen: «Diestro cavallero es Calisto». Y demás desto, es nombrada y por tal título co- noscida. Si entre cient mujeres va y alguno dize: «¡Puta vieja!», sin nin- gún empacho luego buelve la cabeça y responde con alegre cara. En los combites, en las fiestas, en las bodas, en las confradías, en los mortuo- rios, en todos los ayuntamientos de gentes, con ella passan tiempo. Si passa por los perros, aquello suena su ladrido; si está cerca las aves, otra cosa no cantan; si cerca los ganados, balando lo pregonan; si cerca las bestias, rebuznando dizen: «¡Puta vieja!»; las ranas de los charcos, otra cosa no suelen mentar. Si va entre los herreros, aquello dizen sus marti- 42.– En el texto: merescer. 43.– Proverbios, 13, 12: «Esperanza que se dilata, aflige el corazón» [Celestina comentada: 112; Castro Guisasola: 105; Amaranta Saguar, 2013: 167]. Posteriormente pasó a refrán castellano: «La esperan- za luenga aflixe el corazón» [Correas]. tragicomedia de calisto y melibea 35 llos; carpinteros y armeros, herradores, caldereros, arcadores, todo ofi- cio de estruendo44 forma en el aire su nombre. Cántanla los carpinteros, los peinadores45, texedores, labradores en las huertas, en las aradas, en las viñas, en las segadas, con ella passan el afán cotidiano. Al perder en los tableros, luego suenan sus loores. Todas cosas que son hazen, a do C quiera que ella está, el tal nombre representa. ¡Oh qué ‘encomendador de huevos assados’46 era su marido! ¿Qué quieres más?, sino que si una piedra topa con otra, luego suena «Puta vieja». Calisto.— ¿Y tú cómo lo sabes? ¿Y la conosces? Pármeno.— Saberlo has. Días grandes son passados que mi madre, mujer pobre, morava en su vezindad, la cual, rogada por esta Celestina, me dio a ella por sirviente; aunque ella no me conoce por lo poco que la serví y por la mudança que la edad ha hecho. Calisto.— ¿De qué la servías? Pármeno.— Señor, iva a la plaça y traíale de comer y acompañávala; su- plía en aquellos menesteres que mi tierna fuerça bastava. Pero de aquel poco tiempo que la serví, recogía la nueva memoria lo que la vieja no ha podido quitar. Tinié47 esta buena dueña al cabo de la ciudad, allá cer- ca de las tenerías, en la cuesta del río, una casa apartada, medio caída, poco compuesta y menos abastada. Ella tenía seis oficios. Conviene a saber: labrandera, perfumera, maestra de hazer afeites y de hazer vir- gos, alcahueta y un poquito hechizera. Era el primero oficio cobertura de los otros, so color del cual muchas moças destas sirvientes entravan en su casa a labrarse y a labrar camisas y gorgueras y otras muchas co- sas. Ninguna venía sin torrezno, trigo, harina o jarro de vino, y de las otras provisiones que podían a sus amas hurtar; y aun otros hurtillos de más cualidad allí se encubrían. Assaz era amiga de estudiantes y des- penseros y moços de abades; a estos vendía ella aquella sangre inocen- te de las cuitadillas, la cual ligeramente aventuravan en esfuerço de la restitución que ella los prometía. Subió su hecho a más, que por medio de aquéllas comunicava con las más encerradas, hasta traer a execución su propósito. E aquestas, en tiempo honesto, como estaciones, proces- siones de noche, missas del gallo, missas del alva y otras secretas de- vociones, muchas encubiertas vi entrar en su casa. Tras ellas, hombres 44.– En el texto, como en la mayoría de ediciones: instrumento. Sigo en este caso al Manuscrito de Pa- lacio. 45.– En el texto: peynanla los peynadores. Sigo la mayoría de las ediciones de la Comedia y Tragicomedia. 46.– En el texto y gran parte de las ediciones: comedor de huevos assados. Refrán. Correas explica: «Enco- mendador de güevos asados: Es decir, que uno es cornudo. Tiene el vulgo hablilla y opinión que en- comendando los huevos que se ponen a asar a un cornudo, no se quebrarán». Vid. Escudero , Fernández Rivera y Botta [1997: 148]. 47.– En el texto y mayoría de ediciones: tiene. Sigo al Manuscrito de Palacio. 36 primer auto descalços, contritos y reboçados, desatacados, que entravan allí a llorar sus pecados. ¡Qué tráfagos, si piensas, traía! Hazíase física de niños; tomava estambre de unas casas, dávalo a hilar en otras, por achaque de entrar en todas. Las unas: «Madre, acá», las otras: «Madre, acullá», «Cata la vieja, «Ya viene el ama», de todas muy conoscida. Con todos estos afanes, nunca passava día48 sin missa ni bísperas ni dexava mo- nasterios de frailes ni de monjas sin vesitar49; esto porque allí hazía ella sus alleluyas y conciertos. Y en su casa hazía perfumes, falsava estora- ques, menjuí, animes, ámbar, algalia, polvillos, almizcles, mosquetes. Tenía una cámara llena de alambiques, de redomillas, de barrilejos de barro, de vidrio, de arambre, de estaño, hechos de mil faciones. Hacía solimán, afeite cozido, argentadas bujelladas, cerillas, llanillas, unturi- llas, lustres, lucentores, clarimientes, alvalinos y otras aguas de rostro, de rasuras de gamones, de corteça de espantalobos, de teraguncía, de hieles, de agraz, de [mosto]50, destilladas y açucaradas. Adelgazava los cueros con çumos de limones, con turvino, con tuétano de ciervo51 y de garça y otras confaciones. Sacava aguas para oler de rosas, de azahar, de jazmín, de trébol, de madreselvia y clavellinas, mosquetadas y almiz- cladas, polvorizadas con vino. Hacía lexías para enruviar de sarmientos, de carrasca, de centeno, de marruvios, con salitre, con alumbre y mili- folia y otras diversas cosas. E los untos y mantecas que tenía es hastío de dezir: de vaca, de osso, de cavallos y de camellos, de culebra y de conejo, de vallena, de garça, de alcaraván y de gamo y de gato montés y de texón, de harda, de herizo, de nutria. Aparejos para baños, esto es una maravilla de las yervas y raízes que tenía en el techo de su casa colgadas: mançanilla y romero, malvaviscos, culantrillo, coronillas, flor de saúco y de mostaza, espliego y laurel blanco, bistorta rosa52 y gramo- nilla, flor salvaje y higueruela, pico de oro y hojatinta. Los azeites que sacava para el rostro no es cosa de creer: de estoraque y de jazmín, de limón, de pepitas, de violetas, de menjuí, de alfócigos, de piñones, de granillo, de açofeifas, de neguilla, de altramuces, de arvejas y de carillas y de yerva paxarera. Y un poquillo de bálsamo tenía ella en una redo- milla que guardava para aquel rascuño que tiene por las narizes. Esto de los virgos, unos hazía de bexiga y otros curava de punto. Tenía en un tabladillo, en una caxuela pintada, unas agujas delgadas de pellijeros y hilos de seda encerados, y colgadas allí raízes de hojaplasma y fuste 48.– día, omitido en todas las ediciones. Sigo al Manuscrito de Palacio. 49.– sin vesitar, omitido en todas las ediciones. Sigo al Manuscrito de Palacio. 50.– En el texto: modo. 51.– En el texto y la mayoría de ediciones: corço. Sigo al Manuscrito de Palacio. 52.– En el texto y la mayoría de ediciones: tortarosa. tragicomedia de calisto y melibea 37 sanguino, cebolla albarrana y cepacavallo. Hazía con esto maravillas, que cuando vino por aquí el embaxador francés, tres vezes vendió por virgen una criada que tenía. Calisto.— ¡Assí pudiera ciento! Pármeno.— Sí, ¡santo Dios! Y remediava por caridad muchas huérfanas y erradas que se encomendavan a ella. Y en otro apartado tenía para remediar amores y para se querer bien. Tenía huessos de coraçón de ciervo, lengua de bívora, cabeças de codornizes, sesos de asno, tela de cavallo, mantillo de niño, hava morisca, guija marina, soga de ahorca- do, flor de yedra, espina de erizo, pie de texo, granos de helecho, la pie- dra del nido del águila y otras mil cosas. Venían a ella muchos hombres y mujeres, y a unos demandava el pan do mordían; a otros, de su ropa; a otros, de sus cabellos; a otros pintava en la palma letras con açafrán; a otros con bermellón; a otros dava unos coraçones de cera llenos de agujas quebradas y otras cosas en barro y en plomo fechas, muy espan- tables al ver. Pintava figuras, dezía palabras en tierra. ¿Quién te podrá E dezir lo que esta vieja hazía?53 Y todo era burla y mentira. Calisto.— Bien está, Pármeno. Déxalo para más oportunidad. Assaz soy de ti avisado; téngotelo en gracia. No nos detengamos, que la neces- sidad desecha la tardança. Oye, aquella viene rogada, espera más que debe; vamos, no se indigne. Yo temo, y el temor reduze la memoria E y a la providencia despierta.54 ¡Sus!, vamos, proveamos. Pero ruégote, Pármeno, la embidia de Sempronio, que en esto me sirve y complaze, no ponga impedimiento en el remedio de mi vida, que si para él hovo jubón, para ti no faltará sayo; ni pienses que tengo en menos tu consejo y aviso que su trabajo y obra. Como lo espíritual sepa yo que precede a lo corporal, y puesto que las bestias corporalmente trabajen más que los hombres, por esso son pensadas y curadas pero no amigas dellos, en tal diferencia serás commigo en respecto de Sempronio; y so secreto sello, postpuesto el dominio, por tal amigo a ti me concedo. Pármeno.— Quéxome, señor, de la dubda de mi fidelidad y servicio por los prometimientos y amonestaciones tuyas. ¿Cuándo me viste, señor, embidiar o por ningún interesse ni resabio tu provecho estorcer? 53.– Esta larga descripción del «laboratorio» de Celestina y sus oficios ha sido largamente tratada por la crítica en busca de sus fuentes: desde las clásicas (la Acantis de Propercio, la Dipsas ovidiana, la alcahueta en Tibulo y Apuleyo), hasta las medievales (las terceras de los fabliaux, la Trotaconventos de Juan Ruiz, el Arcipreste de Talavera, Juan de Mena en el Laberinto de Fortuna, Rodrigo de Cota en el Diálogo entre el amor y un viejo y Rodrigo de Reinosa en las Coplas de las comadres). La semejanza de este pasaje con las Coplas de las comadres ha sido largamente analizada. Laura Puerto [2010: 77-89], considera que la farmacopea descrita por Reinosa es posterior a la Celestina, a quien imita. Véase una amplia bibliografía sobre el tema en Lobera-Serés: 555-556 y Laura Puerto. Sobre la falacia argumentativa retórica de este fragmento, vid. Canet [2008: 97]. 54.– «Timoris enim tormentum memoria reducit, providentia anticipat», Auctoritatis Aristotelis, proceden- te del pseudo senequiano Copia verborum [Ruiz Arzálluz, 1996: 269-70, 272]. 38 primer auto Calisto.— No te escandalizes, que sin dubda tus costumbres y gentil criança en mis ojos ante todos los que me sirven están. Mas como en caso tan arduo, do todo mi bien y vida pende, es necessario proveer, proveo a los contescimientos, como quiera que creo que tus buenas costumbres sobre buen natural florescen, como el buen natural sea prin- cipio del artificio. E no más, sino vamos a ver la salud. Celestina.— (Bajo) Passos oigo. Acá descienden. Haz, Sempronio, que no lo oyes. Escucha y déxame hablar lo que a ti y a mí conviene. Sempronio.— (Bajo) Habla. Celestina.— (Alto) No me congoxes ni me importunes, que sobrecargar el cuidado es aguijar al animal congoxoso. ¿Assí sientes la pena de tu amo Calisto, que parece que tú eres él y él tú, y que los tormentos son en un mismo subjecto? Pues cree que yo no vine acá por dexar este pleito indeciso o morir en la demanda. Calisto.— ¡Pármeno, detente! ¡Ce!, escucha qué hablan estos; veamos en qué bivimos. ¡Oh notable mujer! ¡Oh bienes mundanos, indignos de ser posseídos de tan alto coraçón! ¡Oh fiel y verdadero Sempronio! ¿Has visto, mi Pármeno? ¿Oíste? ¿Tengo razón? ¿Qué me dizes, rincón de mi secreto y consejo y alma mía? Pármeno.— Protestando mi inocencia en la primera sospecha y cumplien- do con la fidelidad porque te me concediste, hablaré. Óyeme, y el afeto no te ensorde ni la esperança del deleite te ciegue. Tiémplate y no te apressures, que ‘muchos con cobdicia de dar en el fiel, yerran el blanco’. B Aunque soy moço, cosas he visto assaz, y el seso y la vista de las mu- chas cosas demuestran la esperiencia.55 De verte o de oírte descender D por la escalera parlan lo que estos fingidamente han dicho, en cuyas falsas palabras pones el fin de tu desseo. Sempronio.— (Bajo) Celestina, ruinmente suena lo que Pármeno dize. Celestina.— (Bajo) Calla, que para la mi santiguada, ‘do vino el asno ver- ná el albarda’. Déxame tú a Pármeno, que yo te le haré uno de nos; y B de lo que hoviéremos démosle parte, que los bienes, si no son commu- nicados, no son bienes.56 Ganemos todos, partamos todos, holguemos D todos. Yo te le traeré manso y benigno a picar el pan en el puño, y ‘se- remos dos a dos y’, como dizen, ‘tres al mohíno’. B 55.– Auctoritatis Aristotelis, I, 2: «Sensus vissus multas differentias rerum nobis ostendit» [Lobera-Serés: 65, n. 422]. 56.– Auctoritates Aristotelis, XXI, 17: «Nullius rei iocunda posesio sine socio»; la máxima de Séneca, Epísto- las, i, 6 [Ruiz Arzálluz, 1996: 274]. Para la relación de la Celestina con Séneca y los Proverbios de Séneca de Díaz de Toledo, vid. Forthergill-Payne [1988: 60]. tragicomedia de calisto y melibea 39 Calisto.— ¡Sempronio! Sempronio.— ¿Señor? Calisto.— ¿Qué hazes, llave de mi vida? ¡Abre! ¡Oh, Pármeno, ya la veo! Sano soy, bivo soy. ¿Miras qué reverenda persona, qué acatamiento? Por la mayor parte, por la filosomía es conocida la virtud interior. ¡Oh vejez virtuosa! ¡Oh virtud envejescida! ¡Oh gloriosa esperança de mi desseado fin! ¡Oh fin de mi deleitosa esperança! ¡Oh salud de mi pas- sión, reparo de mi tormento, regeneración mía, bivificación de mi vida, resurreción de mi muerte! Desseo llegar a ti, cobdicio besar essas ma- nos llenas de remedio. La indignidad de mi persona lo embarga. Dende aquí adoro la tierra que huellas y en reverencia tuya la beso. Celestina.— (Ap.) Sempronio, ¿de aquellas bivo yo? ¡Los huessos que yo roí piensa este necio de tu amo de darme a comer! Pues ál le sueño, ‘al C freír lo verá’. Dile que ‘cierre la boca y comience abrir la bolsa’, que de E las obras dubdo, cuánto más de las palabras.57 ¡‘Xo, que te estriego’! C ¡‘Asna coxa, más avías de madrugar’!58 C Pármeno.— (Ap.) ¡Guay de ‘orejas que tal oyen’!59 ‘Perdido es quien tras C perdido anda’. ¡Oh Calisto, desaventurado, abatido, ciego! ¡Y en tierra está adorando a la más antigua y puta vieja60 que fregaron sus espaldas en todos los burdeles! ¡Deshecho es, vencido es, caído es! No es capaz de ninguna redención ni consejo ni esfuerço. Calisto.— ¿Qué dize la madre? Parésceme que pensava que le ofrescía palabras por escusar galardón. Sempronio.— Assí lo sentí. Calisto.— Pues ven commigo; trae las llaves, que yo sanaré su dubda. Sempronio.— Bien harás. Y luego vamos, que no se deve dexar crescer la yerva entre los panes ni las sospechas en los coraçones de los amigos, sino limpiarla luego con el escardilla de las buenas obras. Calisto.— Astuto hablas. Vamos y no tardemos. Celestina.— Plázeme, Pármeno, que havemos havido oportunidad para que conozcas el amor mío contigo y la parte que en mí, immérito, tie- nes. E digo inmérito por lo que te he oído dezir de que no hago caso, E porque virtud nos amonesta sufrir las tentaciones y no dar mal por mal.61 57.– Posible referencia a: «In actionibus humanis minus creditur sermonibus quam operibus», Auctoritates Aristotelis, XII, 197; aforismo de Aristóteles, Ética, X, 1 [Ruiz Arzálluz, 1996: 278]. 58.– Se hace alusión a dos refranes: «Jo, que te estrego, burra de mi suegro» y «Asna coja, más habrás de madrugar» [Correas]. 59.– Mención al refrán: «Orejas que tal oyen, y ojos que tal ven. / En admiración de algo feo» [Correas]. 60.– En el texto y mayoría de ediciones: puta tierra. 61.– Dos frases bíblicas: Epístola de Santiago, I, 2: «Beatusuir qui suffert tentationem»; y San Pedro, Epist., I, 3, 9; San Pablo, Romanos, 12, 17: «Ne quis alicui malum pro malo reddat» [Celestina comen- 40 primer auto Y especial cuando somos tentados por moços y no bien instrutos en lo mundano, en que con necia lealtad pierdan a sí y a sus amos, como ago- ra tú a Calisto. Bien te oí, y no pienses que el oír con los otros exteriores sesos mi vejez haya perdido, que no sólo lo que veo oyo y conozco, mas aun lo intrínsico con los intellectuales ojos penetro. Has de saber, Pár- meno, que Calisto anda de amor quexoso. Y no lo juzgues por esso por flaco, que el amor impervio todas las cosas vence.62 Y sabe, si no sabes, D que dos conclusiones son verdaderas: la primera, que es forçoso el hom- bre amar a la mujer y la mujer al hombre; la segunda, que el que verda- deramente ama es necessario que se turbe con la dulçura del soberano deleite, que por el Hazedor de las cosas fue puesto porque el linaje de los hombres se perpetuasse, sin lo cual perescería.63 E no solo en la humana D especie, mas en los pesces, en las bestias, en las aves, en las reptilias; y en lo vegetativo, algunas plantas han este respecto, si sin interposición de otra cosa en poca distancia de tierra están puestas, en que hay deter- minación de hervolarios y agricultores ser machos y hembras.64 ¿Qué D dirás a esto, Pármeno? ¡Neciuelo, loquito, angelico, perlica, simplezico! ¿Lobitos en tal gestico? Llégate acá, putico, que no sabes nada del mundo ni de sus deleites. Mas, ¡ravia mala me mate si te llego a mí, aunque vie- ja! Que la boz tienes ronca, las barbas te apuntan; mal sosegadilla deves tener la punta de la barriga. Pármeno.— ¡Como cola de alacrán! Celestina.— Y aun peor, que la otra muerde sin hinchar y la tuya hincha por nueve meses. Pármeno.— ¡Hi, hi, hi! Celestina.— ¿Ríeste, landrezilla, fijo? Pármeno.— Calla madre, no me culpes ni me tengas, aunque moço, por insipiente. Amo a Calisto porque le devo fidelidad por criança, por bene- ficios, por ser dél honrado y bien tractado, que es la mayor cadena que el amor del servidor al servicio del señor prende, cuanto lo contrario apar- ta. Véole perdido, y no hay cosa peor que ir tras desseo sin esperança de tada: fol. 134; Castro Guisasola: 109]. Posteriormente pasó a refrán castellano: «Mal por mal no se debe dar» [Correas]. 62.– Virgilio, Églogas, X, 69 y Geórgicas, I, 145-146. Vid. Manuel Criado de Val [1977: 3] y Miguel Garci- Gómez. 63.– Se siguen aquí las propuestas y a veces citas literales del Tratado de cómo al hombre es necesario amar, pp. 21-22, atribuido al Tostado y del Breviloquio de amor y amicicia, del Tostado [Castro Guisasola: 176; Lida de Malkiel: 112; Cátedra, 1989: 112-141]. 64.– Posible alusión al Diálogo entre el Amor y un Viejo de Rodrigo Cota: «En el aire mis espuelas / fieren a todas las aves, / y en los muy hondos concaves / las reptilias pequeñuelas. / Toda bestia de la tierra / y pescado de la mar / so mi gran poder s’encierra (...) / Algún ave que librar / se quiso de mi conquista (...) / Árbol hay que no da fruto / do no nasce macho y hembra», vv. 316 y ss. [Pérez Priego: 1997, 195]. tragicomedia de calisto y melibea 41 buen fin, y especial pensando remediar su hecho tan arduo y difícil con vanos consejos y necias razones de aquel bruto Sempronio, que es pen- C sar ‘sacar aradores a pala de açadón’. No lo puedo sufrir; dígolo y lloro. Celestina.— Pármeno, ¿tú no vees que es necedad o simpleza llorar por lo que con llorar no se puede remediar? Pármeno.— Por esso lloro, que si con llorar fuesse possible traer a mi amo el remedio, tan grande sería el plazer de la tal esperança, que de gozo no podría llorar. Pero assí, perdida ya toda la esperança, pierdo el alegría E y lloro.65 Celestina.— Llorarás sin provecho por lo que llorando estorvar no po- drás, ni sanarlo presumas. ¿A otros no ha acontescido esto, Pármeno? Pármeno.— Sí, pero a mi amo no le querría doliente. Celestina.— No lo es, mas aunque fuesse doliente, podría sanar. Pármeno.— No curo de lo que dizes, porque en los bienes mejor es el acto que la potencia, y en los males mejor la potencia que el acto. Assí que mejor es ser sano que poderlo ser, y mejor es poder ser doliente que ser enfermo por acto. Y, por tanto, es mejor tener la potencia en el E mal que el acto.66 Celestina.— ¡Oh malvado, como que no se te entiende! ¿Tú no sientes su enfermedad? ¿Qué has dicho fasta agora? ¿De qué te quexas? Pues burla o di por verdad lo falso y cree lo que quisieres, que él es enfermo por acto, y el poder ser sano es en mano desta flaca vieja. Pármeno.— ¡Mas desta flaca puta vieja! Celestina.— ¡Putos días bivas, vellaquillo! ¿Y cómo te atreves? Pármeno.— Como te conozco. Celestina.— ¿Quién eres tú? Pármeno.— ¿Quién? Pármeno, hijo de Alberto, tu compadre; que estuve contigo un poco tiempo67, que te me dio mi madre cuando moravas a la cuesta del río, cerca de las tenerías. Celestina.— ¡Jesú, Jesú, Jesú! ¿Y tú eres Pármeno, hijo de la Claudina? Pármeno.— ¡Alahé, yo! Celestina.— ¡Pues fuego malo te queme, que tan puta vieja era tu madre como yo! ¿Por qué me persigues, Parmenico? ¡Él es, él es, por los santos de Dios! Allégate a mí, ven acá, que mil açotes y puñadas te di en este mun- do y otros tantos besos. ¿Acuérdaste cuando dormías a mis pies, loquito? 65.– El Comentador de Celestina ve aquí una referencia a Solón: «Ego magis ploro quod damnum meum irrevocabile video» [Castro Guisasola: 41]. 66.– Auctoritates Aristotelis, i: «In bonis actus melior est potentia sed in malis melior est potentia actu, quod patet quia actu esse sanum melius est quam posse fieri sanum sed pose fieri infirmum melius quam actu esse infirmum»; frase originaria de Aristóteles, Metafísica, viii, 9 (Ruiz Arzálluz, 1996: 272; Castro Guisasola: 27, la relaciona con el cap. ix de la Metafísica así como con Santo Tomás en la Prima secundæ, q. 71, art. 3). 67.– En la Comedia: ‘un mes’. 42 primer auto Pármeno.— Sí, en buena fe, y algunas vezes, aunque era niño, me subías a la cabecera y me apretavas contigo. Y porque olías a vieja, me huía de ti. Celestina.— ¡Mala landre te mate! ¡Y cómo lo dize el desvergonçado! Dexadas burlas y passatiempos, oye agora, mi fijo, y escucha, que aun- que a un fin soy llamada, a otro soy venida, y maguera que contigo me haya hecho de nuevas, tú eres la causa. Hijo, bien sabes cómo tu ma- dre, que Dios haya, te me dio biviendo tu padre, el cual, como de mí te fuiste, con otra ansia no murió sino con la incertidumbre de tu vida y persona; por la cual absencia, algunos años de su vejez sufrió angus- tiosa y cuidadosa vida. Y al tiempo que della passó, embió por mí y en su secreto te me encargó y me dixo, sin otro testigo sino aquel que es testigo de todas las obras y pensamientos y los coraçones y entrañas escudriña,68 al cual puso entre él y mí que te buscasse y allegasse y abri- D gasse; y cuando de complida edad fuesses, tal que en tu bivir supiesses tener manera y forma, te descubriesse adónde dexó encerrada tal copia de oro y plata que basta más que la renta de tu amo Calisto. Y porque gelo prometí, y con mi promessa llevó descanso, y la fe es de guardar más que a los bivos a los muertos que no pueden hazer por sí, en pes- quisa y siguimiento tuyo yo he gastado assaz tiempo y cuantías hasta agora, que ha plazido a Aquel que todos los cuitados tiene y remedia las justas peticiones y las piadosas obras endereça, que te hallasse aquí, donde solos ha tres días que sé que moras. Sin dubda dolor he sentido porque has por tantas partes vagado y peregrinado, que ni has havido provecho ni ganado debdo ni amistad, que como Séneca dize: «Los pe- regrinos tienen muchas posadas y pocas amistades, porque en breve tiempo con ninguno pueden firmar amistad; y el que está en muchos cabos, no está en ninguno; ni puede aprovechar el manjar a los cuerpos que en comiendo se lança; ni hay cosa que más la sanidad impida que la diversidad y mudança y variación de los manjares; y nunca la llaga viene a cicatrizar, en la cual muchas melezinas se tientan; ni convalesce la planta que muchas vezes es traspuesta; y no hay cosa tan provechosa que en llegando aproveche».69 Por tanto, mi hijo, dexa los ímpetus de D la juventud y tórnate con la dotrina de tus mayores a la razón. Reposa 68.– Reminiscencia de 1 Paralipómenos, 28, 9: «…porque Yavé escudriña los corazones de todos y penetra todos los designios y todos los pensamientos». Castro Guisasola: p. 106, comenta que: «el atribuir al Señor el escrutinio de las entrañas y corazones es frecuentísimo en todas las Sagradas Letras. Cf. Paralipom. I, 28, 9; Psalm. 7, 10; Jerem. 17, 10; Apocal. 2, 23, etc.». 69.– Auctoritates Aristotelis, XXI, 4-5: «Peregrini multa ospicia habent nullas amicicias. Nusquam est qui ubique. Non prodest cibus corpori qui statim sumptus emititur. Nihil ita sanitatem impedit sicut crebra remediorum mutatio. Non enim uenit uulnus ad cicatricem in quo medicamenta temperan- tur nec conualescit planta que transfertur unde nichil tam utile est quod transitu prodest. Honesta res est leta paupertas. Non qui parum habet est pauper sed qui plus cupit habere»; la cita de Séne- ca, Epístolas, I, 2 [Ruiz Arzálluz, 1996: 273]. tragicomedia de calisto y melibea 43 en alguna parte y ¿dónde mejor que en mi voluntad, en mi ánimo, en mi consejo, a quien tus padres te remetieron? Y yo, assí como verdade- ra madre tuya, te digo, so las malediciones que tus padres te pusieron si me fuesses inobediente, que por el presente sufras y sirvas a este tu amo que procuraste, fasta en ello aver otro consejo mío; pero no con ne- cia lealtad, proponiendo firmeza sobre lo movible, como son estos se- ñores deste tiempo. E tú gana amigos, que es cosa durable; ten con ellos constancia; no bivas en flores. Dexa los vanos prometimientos de los señores, los cuales deshechan la sustancia de sus servientes con huecos y vanos prometimientos. Como la sanguijuela saca la sangre, desagra- E decen, injurian, olvidan servicios, niegan galardón.70 ¡Guay de quien en palacio envejece!, como se escrive de la probática piscina, que de ciento E que entravan sanava uno.71 Estos señores deste tiempo más aman a sí que a los suyos, y no yerran. Los suyos igualmente lo deven fazer. Per- didas son las mercedes, las manificencias, los actos nobles. Cada uno destos cativan y mezquinamente procuran su interesse con los suyos; pues aquellos no deven menos hazer, como sean en facultades meno- res, sino bivir a su ley. Dígolo, fijo Pármeno, porque este tu amo, como dizen, me parece rompenescios; de todos se quiere servir sin merced. Mira bien, créeme. En su casa cobra amigos, que es el mayor precio E mundano;72 que con él no pienses tener amistad, como por la diferencia E de los estados o condiciones pocas vezes contezca.73 Caso es ofrecido, como sabes, en que todos medremos y tú, por el presente, te remedies. Que lo ál que te he dicho, guardado te está a su tiempo. E mucho te aprovecharás siendo amigo de Sempronio. Pármeno.— Celestina, todo tremo en oírte. No sé qué haga; perplexo es- tó. Por una parte, téngote por madre; por otra, a Calisto por amo. Ri- queza desseo, pero ‘quien torpemente sube a lo alto, más aína cae que C subió’. No querría bienes mal ganados. C Celestina.— Yo sí. ‘A tuerto o a derecho, nuestra casa hasta el techo’. Pármeno.— Pues yo con ellos no biviría contento; y tengo por honesta co- sa la pobreza alegre. Y aun más te digo, que no los que poco tienen son 70.– Posible referencia al Ecclesiástico 13, 14 [Amaranta Saguar, 2013: 186]. 71.– San Juan, 5, 2-4 [Castro Guisasola: 109]. 72.– Auctoritates Aristotelis, XXV, 30: «Amicos habere presciosisimum genus diuiciarium est»; frase origi- naria de Boecio, De consolatione, ii, p. viii [Ruiz Arzálluz, 1996: 278]. También era una sentencia latina atribuida a Jenofonte: «Amicos omnium bonorum maximum dicunt esse» (Castro Guisasola: 38). 73.– Posible mención de: «Domini ad seruum non est amicicia secundum quod seruus sed secundum quod homo quia secundum quod seruus est sibi disimilis sed in quantum est homo est sibi similis», Auctoritates Aristotelis, xii, 161; entresacada de Aristóteles, Ética, viii, 13 [Ruiz Arzálluz, 1996: 272]. La Celestina comentada ve relaciones con Eclesiástico 13, 19-20; Amaranta Saguar [2013: 187] propone como fuente el Eclesiástico, 13-22. 44 primer auto pobres, mas los que mucho dessean.74 Y por esto, aunque más digas, no D te creo en esta parte. Querría passar la vida sin embidia, los yermos y aspereza sin temor, el sueño sin sobresalto, las injurias con repuesta, las fuerças sin denuesto, las premias con resistencia. Celestina.— ¡Oh, hijo!, bien dizen que la prudencia no puede ser sino en los viejos,75 y tú mucho moço eres. D Pármeno.— Mucho segura es la mansa pobreza.76 D Celestina.— Mas di, como mayor, que ‘la fortuna ayuda a los osados’.77 Y D demás desto ¿quién es que tenga bienes en la república que escoja bivir sin amigos?78 Pues, loado Dios, bienes tienes. ¿Y no sabes que has me- D nester amigos para los conservar? Y no pienses que tu privança con este señor te haze seguro, que cuanto mayor es la fortuna, tanto es menos segura.79 Y por tanto, en los infortunios el remedio es a los amigos. E D ¿adónde puedes ganar mejor este deudo, que donde las tres maneras de amistad concurren? Conviene a saber: por bien y provecho y deleite.80 D Por bien: mira la voluntad de Sempronio conforme a la tuya y la gran similitud que tú y él en la virtud tenéis. Por provecho: en la mano está si sois concordes. Por deleite: semejable es, como seáis en edad dispuestos para todo linaje de plazer, en que más los moços que los viejos se jun- tan, assí como para jugar, para vestir, para burlar, para comer y bever, para negociar amores juntos de compañía. ¡Oh si quisiesses, Pármeno, qué vida gozaríamos! Sempronio ama a Elicia, prima de Areúsa. Pármeno.— ¿De Areúsa? Celestina.— De Areúsa. Pármeno.— ¿De Areúsa, fija de Eliso? Celestina.— De Areúsa, fija de Eliso. Pármeno.— ¿Cierto? Celestina.— Cierto. 74.– Auctoritates Aristotelis, XXI, 7-11: «Honesta res est leta paupertas. Non qui parum habet est pauper sed qui plus cupit habere», sentencia extraída de Séneca, Epístolas, i, 2 [Ruiz Arzálluz, 1996: 273]. 75.– Auctoritates Aristotelis, XV, 123: «Potentia es in iunioribus, prudencia autem in senioribus»; proce- dente de Aristóteles, Política, VII, 9. La cita también podría provenir de Job, XII, 12, aunque era una sentencia clásica. 76.– Alusión a Mena, Laberinto, copla CCXXVII: «¡O vida segura la mansa pobreza…!» [Castro Guisa- sola: 49]. 77.– Sentencia latina «Audentes Fortuna iuvat», usada por Virgilio en la Eneida, X, 284, que pasó pos- teriormente a refrán castellano. 78.– Auctoritates Aristotelis, XII, 134: «Nullus eligeret uiuere sine amicis habens reliqua bona omnia», en- tresacada de Aristóteles, Ética, viii, 1 y 3 [Ruiz Arzálluz, 1996: 273]. 79.– Auctoritates Aristotelis, XII, 134: «Quanto maior est fortuna tanto minus est secura»; aforismo de Aristóteles, Ética, viii, 1 y 3 [Ruiz Arzálluz, 1996: 273]. Posteriormente pasó a refrán castellano. 80.– Auctoritates Aristotelis, XII, 134-5, 137 y 143: In infortunis refugium ad amicos... Triplex est amicicia scilicet propter utile bonum delectabile et honestum»; la mención de Aristóteles, Ética, viii, 1 y 3 [Ruiz Arzálluz, 1996: 273]. tragicomedia de calisto y melibea 45 Pármeno.— Maravillosa cosa es. Celestina.— ¿Pero bien te paresce? Pármeno.— No cosa mejor. Celestina.— Pues tu buena dicha quiere, aquí está quien te la dará. Pármeno.— Mi fe, madre, no creo a nadie. E Celestina.— Estremo es creer a todos y yerro no creer a ninguno.81 Pármeno.— Digo que te creo, pero no me atrevo. Déxame. E Celestina.— ¡Oh mezquino! De enfermo coraçón es no poder sufrir el C bien.82 ‘Da Dios havas a quien no tiene quixadas’. ¡Oh simple!, dirás que adonde hay mayor entendimiento ay menor fortuna, y donde más E discreción allí es menor la fortuna;83 dichas son. Pármeno.— ¡O Celestina!, oído he a mis mayores que un exemplo de lu- xuria o avaricia mucho mal haze; y que con aquéllos deve hombre con- versar que le hagan mejor; y aquéllos dexar a quien él mejores piensa ha- E zer.84 Y sempronio en su enxemplo no me hará mejor, ni yo a él sanaré su vicio. E puesto que yo a lo que dizes me incline, sólo yo querría saberlo, porque a lo menos por el enxemplo fuesse oculto el pecado. E si hombre vencido del deleite va contra la virtud, no se atreva a la honestedad. Celestina.— Sin prudencia hablas, que de ninguna cosa es alegre posses- E sión sin compañía.85 No te retrayas ni amargues, que la natura huye lo E triste y apetece lo delectable.86 El deleite es con los amigos en las cosas sensuales, y especial en recontar las cosas de amores y comunicarlas: «Esto hize», «Esto otro me dixo», «Tal donaire passamos», «De tal ma- nera la tomé», «Assí la besé», «Assí me mordió», «Assí la abracé», «Assí se allegó»; «¡Oh qué habla!», «¡Oh qué gracia!», «¡Oh qué juegos!», «¡Oh qué besos!»; «Vamos allá», «Bolvamos acá»; «Ande la música», «Pinte- mos los motes!, «Canten canciones, invenciones y justemos»; «¿Qué cimera sacaremos o qué letra?»; «Ya va a la missa», «Mañana saldrá», «Rondemos su calle?

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