🎧 New: AI-Generated Podcasts Turn your study notes into engaging audio conversations. Learn more

Loading...
Loading...
Loading...
Loading...
Loading...
Loading...
Loading...

Full Transcript

A. De la Prehistoria al reinado de los primeros Borbones. Tema 1. La Prehistoria y la Edad Antigua en la Península Ibérica 1.1. El Paleolítico y el Neolítico. 1.2. Los pueblos prerromanos y las colonizaciones de los pueblos del Mediterráneo. 1.3. La Hispania romana. 1.4. La monarquía visigoda...

A. De la Prehistoria al reinado de los primeros Borbones. Tema 1. La Prehistoria y la Edad Antigua en la Península Ibérica 1.1. El Paleolítico y el Neolítico. 1.2. Los pueblos prerromanos y las colonizaciones de los pueblos del Mediterráneo. 1.3. La Hispania romana. 1.4. La monarquía visigoda. 1.1. El Paleolítico y el Neolítico. El Paleolítico o Edad de Piedra Antigua es la etapa inicial y más extensa de toda la prehistoria. Incluye muchos de los complejos procesos de especiación de los homínidos (de la que surgieron los géneros bípedos Australopithecus, Paranthropus y Homo), aparecida en África oriental hace entre 7 y 5 millones de años. En África tenemos los primeros fósiles del género humano y herramientas (2 600 000 años) y las primeras migraciones hacia Eurasia (hace 1 800 000 años) origen de nuestra especie, Homo sapiens, hace 200 000 años Coincide con la época geológica del Pleistoceno (1 800 000 años – 12 000). En Europa y el hemisferio norte tuvieron lugar constante sucesión de fases frías y cálidas de la Edad de Hielo. En los períodos glaciares los niveles del mar descendieron abruptamente, abriendo puentes terrestres, cambiando la distribución de la fauna, y la flora, con la extensión de los paisajes esteparios. Durante los períodos interglaciares las condiciones ambientales fueron mucho más benignas: ecosistemas forestales con faunas cálidas. Se practica una economía depredadora: caza y carroñeo, recolección de frutos, raíces y plantas o, más adelante, la pesca y el marisqueo. La Edad del Hielo y la acusada estacionalidad de Europa exigía una gran dependencia de la carne animal, recurso más estable. Por esta razón eran nómadas, al depender de la disponibilidad estacional de los recursos locales Eran grupos pequeños y relativamente aislados, sociedades igualitarias, cohesionadas, sin signos aparentes de división de actividades económicas según sexo o edad (salvo, quizás, desde el Paleolítico superior) y, por lo general, poco innovadoras culturalmente. Los primeros llegan a Europa hace 1 200 000 años. Las evidencias más antiguas están en la Sima del Elefante (Sierra de Atapuerca, Burgos) y la región de Orce (Granada). En Gran Dolina (Atapuerca), en un nivel arqueológico muy rico de unos 900 000 años, junto a cantos tallados y lascas con filos cortantes, y huesos de animales, se ha registrado la especie Homo antecessor. Estos humanos, fueron protagonistas de uno de los episodios migratorios iniciales, probablemente fallidos. Ahora leemos: Calidad de vida en el Paleolítico inferior «A pesar de que, por lo general, los individuos de la Sima de los Huesos presentan una salud razonablemente buena y una calidad alimenticia suficiente, las heridas y enfermedades que se han reconocido en esta población dan cuenta de la dureza de la vida de estos veteranos europeos: infecciones dentales muy severas, violentos traumatismos en huesos y dientes o minusvalías auditivas han dejado sus marcas en muchos fósiles. El caso del individuo al que pertenecía la pelvis (…) es particularmente interesante. Se trata de un anciano de avanzada edad (sobre unos 45 años) que, no obstante, había sobrevivido durante cierto tiempo con graves deformaciones en su columna vertebral (…). La dura vida nómada de los cazadores y recolectores prehistóricos (…) habría hecho necesario que un individuo con semejantes limitaciones físicas recibiera el apoyo de su comunidad para sobrevivir». Diez Martín, F.: Breve historia de los neandertales. Nowtilos, Madrid, 2011. Bifaz achelense. La 2º oleada migratoria: Homo heidelbergensis se expandió por Europa hace 600 000 años. Sus fósiles se encuentran por todo el continente, aunque el yacimiento más importante es la Sima de los Huesos (Sierra de Atapuerca) con restos de 28 personas de hace unos 400 000 años. Trajeron a Europa una innovación técnica, el complejo achelense, utensilios en piedra de grandes dimensiones con formas muy definidas: picos triédricos, hendedores y bifaces para actividades de carnicería o el trabajo de la madera. La producción sistemática de bifaces denota habilidades cognitivas avanzadas. hendedores picos triédricos Los yacimientos achelenses están al aire libre: terrazas del Duero, Tajo o Guadalquivir, principales vías de comunicación. La mayoría de entre hace 350 000 y 200 000 años. Algunos sitios singulares son Torralba y Ambrona (Soria) o Áridos de Jarama (Madrid). Eran buenos cazadores y no eludían la confrontación directa con sus presas. Usaban lanzas de madera de grandes dimensiones para la caza de elefantes, ciervos o caballos. Hay muy pocas estructuras de habitación, algunas están asociadas a hogares que apuntan hacia el conocimiento de las técnicas de conservación y producción del fuego. Hace unos 200 000 años, por el aislamiento en la Europa de la Edad del Hielo, las poblaciones locales derivaron en Homo neanderthalensis. 1ª especie humana fósil identificada por la ciencia prehistórica, en el s.XIX. Son un ejemplo excepcional de adaptación a la Edad del Hielo: cuerpo robusto, estatura media, extremidades cortas y cerebro mayor que el nuestro, ocuparon Europa, Próximo Oriente y Asia Central, hasta Siberia. En la cueva de El Sidrón (Asturias) aparecieron 13 individuos de un mismo grupo, con una antigüedad de 49 000 años. Los estudios genéticos revelaron que algunos eran pelirrojos y tenían la capacidad del lenguaje. Los neandertales, dentro del Paleolítico medio (200 000-40 000 años), desarrollaron el musteriense: instrumental lítico a partir de lascas retocadas pequeñas y medianas: puntas, enmangadas en astiles de madera para servir como armas arrojadizas y las raederas, hechas con la compleja técnica de talla levallois. Su artesanía de madera, piel, hueso o las fibras vegetales, era sencilla. Desarrollaban estrategias cinegéticas muy organizadas. Se resguardaban en cuevas y abrigos, y a veces en cabañas brevemente. En Vilas Ruivas (Portugal) se ha identificado una sencilla estructura que, a modo de paravientos, pudo servir como un improvisado alto de caza, hace 60 000 años. En el Abric Romaní (Barcelona) es posible observar cómo compartimentaban sus actividades cotidianas en torno a hogueras. Eran cooperativos en grupos pequeños y aislados, cuidaban de los individuos dependientes. Tenían un sentido estético y simbólico: cuentas de collar de conchas o dientes perforados y plumas o garras de rapaces; pigmentos naturales, como el ocre; notaciones incisas en algunos huesos y, quizás arte parietal. Enterraban a sus muertos, al menos hace 100 000 años. Se conservan sepulturas de todas las edades, sexo, incluyendo recién nacidos y ancianos, aunque no parece que hicieran ofrendas rituales. Su extinción fue paulatina. Sus últimos vestigios están en la península ibérica, hace 30 000 años. Se desconocen las razones, pero su limitada población, diezmada por los ciclos climáticos y, quizás, la llegada de Homo sapiens a Europa pudieron influir fatalmente en el delicado equilibrio de su supervivencia. La reconstrucción del genoma neandertal ha demostrado que los humanos modernos no africanos compartimos entre 1 % y 4 % de genes neandertales, lo que indica un cierto proceso de hibridación entre ambas especies, probablemente en el Próximo Oriente. El Homo sapiens, surgió en África, casi al mismo tiempo que los neandertales en Europa, e inició un proceso de colonización global hace unos 70 000 años. Llegó a Europa hace unos 45 000 años y pudieron compartir el territorio con los últimos neandertales. La complejidad de Homo sapiens se vincula al llamado comportamiento humano moderno: flexibilidad, adaptación y por el importante papel que juegan los aspectos simbólicos en la esfera social y cultural. Estos rasgos se observan con claridad en los distintos complejos tecnológicos englobados dentro del Paleolítico superior que, desde el más antiguo al más reciente (entre hace 40 000 y 12 000 años), se denominan auriñaciense, gravetiense, solutrense y magdaleniense. Los yacimientos son abundantes en la Península, aunque se concentran en las regiones cantábrica, levantina y el foco atlántico portugués. Dentro de su diversidad, estos complejos arqueológicos comparten avances técnicos tales como la tendencia a la producción de artefactos de piedra cada vez más pequeños, un fenómeno conocido como leptolitización; la proliferación y perfeccionamiento de un armamento compuesto muy especializado con elementos recambiables o desmontables, que sirve para mejorar las técnicas ofensivas. Los propulsores son un buen ejemplo de este tipo de armas, aunque es probable que el arco y la flecha fueran también una invención del Paleolítico superior. Ahora prolifera una gran variedad de artefactos en hueso y asta, como puntas o azagayas, agujas y arpones. La elaboración de vestimentas y tocados se hace más compleja. Propulsor del cervatillo con pájaros. Tallado en asta de reno y encontrado en la cueva de Mas D'Azil (Ariege, Francia). Período magdaleniense medio. El propulsor supuso un notable avance en la actividad cazadora del Paleolítico superior. Permitía lanzar elementos punzantes, de madera o hueso, a una gran distancia con fuerza y precisión. Junto a la caza selectiva, se inicia una clara diversificación de la subsistencia, con la incorporación de recursos litorales (moluscos) o fluviales (pesca de salmones) a la dieta. Disponían de asentamientos estacionales especializados, tanto en cuevas y abrigos como al aire libre. Se conocen estructuras de habitación: tiendas con entramados de madera cubiertas con pieles o estructuras circulares con armazones óseos, que contienen hogares. Surge un abundante arte mobiliar en materiales muy diversos (hueso, asta, marfil, piedra o arcilla cocida). Son célebres las figurillas animales, como las auriñacienses; estatuillas humanas, como las venus gravetienses; las plaquetas grabadas, como las de la Cova del Parpalló en Valencia; la decoración grabada con motivos animales y geométricos en propulsores, bastones, varillas; y los elementos ornamentales, como botones o colgantes. Aunque también son comunes motivos antropomorfos, normalmente relacionados con aspectos de la sexualidad, e ideomorfos o signos abstractos. Las representaciones de animales, preferentemente de caballos y bisontes, en las paredes de las cuevas alcanzan una maestría sobresaliente. Se han propuesto distintas explicaciones simbólica o mágica de propiciar la reproducción y la abundancia de la caza, como una representación del diálogo entre las fuerzas femeninas y masculinas dominantes en la naturaleza o, finalmente, como elementos vinculados a prácticas y rituales chamánicos. En la Península es muy abundante el arte parietal, particularmente en la región cantábrica: la Cueva de Altamira, del período magdaleniense, de sobresaliente realismo. Aunque no son muy comunes, algunas manifestaciones de arte rupestre se sitúan al aire libre, como muestran las estaciones de Foz Côa (Portugal) y Siega Verde (Salamanca). Durante este período existen muchos ejemplos de enterramientos individuales acompañados de ricos ajuares, como atuendos, objetos de uso cotidiano y adorno personal, arte mobiliar y restos de ocre, que señalan tanto el refuerzo de las identidades individuales como el papel concedido a las creencias en el mundo de ultratumba. Ahora leemos: Los procedimientos del arte parietal paleolítico «El equipamiento técnico de los artistas es ligero y muy sencillo, frecuentemente conseguido en la misma cavidad o en sus inmediaciones (materias colorantes, recipientes, tubos…). Los procedimientos aplicados (diversas variantes de pintura, grabados y bajo relieves) son tan simples como ingeniosos, y consiguen espectaculares resultados sobre los soportes irregulares de paredes, suelos y techos de las cuevas. Ahí precisamente radica uno de los rasgos más sobresalientes del arte parietal paleolítico: la gran capacidad para sacar partido de las irregularidades y caracteres muy variables del soporte, integrándolos en la representación». González Sainz, C. Una introducción del arte parietal paleolítico de la región cantábrica. En: Arte sin artistas, una mirada al Paleolítico. Catálogo de la exposición organizada por el Museo Arqueológico Regional de Madrid, 2013. Entre el final de la Edad del Hielo y la época geológica cálida actual, el Holoceno, los grupos de cazadores y recolectores tuvieron que adaptarse a los cambios ecológicos y ambientales que se iban sucediendo: la retirada de las masas de hielo hacia los polos; la subida del nivel del mar; la extensión de lagos y pantanos, la extinción de especies animales adaptadas al frío, como el mamut y el rinoceronte lanudo; la expansión de los ecosistemas forestales y de las especies afines (ciervo, corzo y jabalí). Los grupos humanos que, a partir de hace 11 000 años, mantienen los modos de vida y la cultura propia del final del Paleolítico se sitúan dentro del período de transición el Epipaleolítico. Las comunidades del Holoceno que se encuentran en un proceso de transición hacia la producción de alimentos se enclavan dentro del llamado Mesolítico Técnicamente, el proceso de miniaturización de los artefactos líticos continuó. Se producían microlitos con formas geométricas, impulsados por el desarrollo de armamentos compuestos muy especializados. Junto a una caza muy selectiva, se intensificaron las actividades pesqueras en lagos y ríos, y en mar abierto, lo que está atestiguado por la incorporación de redes, nasas, piraguas y remos. También recogían moluscos, cuyos restos se acumulaban en basureros denominados concheros. Existen vestigios de una cultura típicamente epipaleolítica, el aziliense, de la que es representativo el yacimiento de Los Azules (Asturias). Con posterioridad, se conocen distintos focos de culturas marisqueadoras, como los concheros asturienses del Cantábrico, o los de los estuarios portugueses (ríos Tajo, Mira o Sado). En este momento surgieron las primeras necrópolis o cementerios, particularmente vinculados a yacimientos cercanos a la costa, como las de El Collado (Valencia) o Moita do Sebastião (Portugal). Los modos de vida de cazadores, recolectores y pescadores pervivieron en la Península hasta hace unos 6 500 años. Cova dels Cavalls (Castellón), en la Roca dels Moros (Lérida) o en la Cueva de la Vieja (Albacete). En todo el arco mediterráneo peninsular se inició una expresión de arte rupestre de gran interés que pervivió durante el Neolítico. Las escenas pintadas alcanzan un notable naturalismo e incluyen a seres humanos, generalmente estilizados, realizando actividades cotidianas de caza, recolección, batallas o celebraciones. Algunos de los ejemplos más destacados se localizan en el barranco de la Cova dels Cavalls (Castellón), en la Roca dels Moros (Lérida) o en la Cueva de la Vieja (Albacete). El Neolítico o Edad de la Piedra Nueva surgió de forma independiente en distintos puntos del planeta. El foco del Próximo Oriente, que arrancó hacia el 11000 a. C., se expandió por Europa y llegó a la península ibérica hacia el 5700 a. C. Los testimonios pioneros del Neolítico peninsular se distribuyen por distintas áreas del territorio, como el oeste portugués, La Rioja alavesa, el Pirineo y el ámbito levantino. La adaptación humana a los cambios y desafíos ambientales del Holoceno propició, finalmente, la aparición de nuevos modos de vida, basados en una economía productora de alimentos, a través de la domesticación de determinados tipos de plantas y animales, y el inicio de la vida sedentaria. Esta etapa de la Prehistoria representó un cambio revolucionario para nuestra especie, con importantes consecuencias en la sociedad, cultura, tecnología, demografía y dieta de los grupos humanos. El desarrollo de la agricultura propició el incremento de la fertilidad y la densidad de población que, unido al fin de la vida nómada, permitió el crecimiento de las primeras aldeas y la intensificación de las redes comerciales. La sedentarización permitió iniciar un camino de especialización productiva, el aumento de los excedentes alimenticios, la aparición de la propiedad privada y, como consecuencia, el impulso de la desigualdad. Con el tiempo se fueron creando los primeros grupos destacados entre quienes poseían la mayoría de los recursos, unas rudimentarias formas de estratificación social y un marcado vínculo con el territorio. En este período se desarrolló la técnica de pulimento de la piedra, capaz de producir herramientas más duraderas. Aparecieron también nuevos artefactos destinados a las labores agrarias, como hoces y molinos, y una gran diversidad de instrumentos óseos, como cucharas, espátulas, agujas, punzones y elementos de adorno. Los primeros telares transformaron la lana o el lino en tejidos y se hizo habitual la cestería. La innovación más sobresaliente de esta etapa fue la cerámica cardial, característica del primer Neolítico de la cuenca mediterránea. Recibe su nombre de la decoración impresa con la concha del berberecho, conocido como «cardium» por su forma de corazón. Se modelaban a mano una amplia variedad de instrumentos: cuencos, ollas, cucharones, cántaros, jarras, etc., que se cocían en hornos rudimentarios o en hogueras. La invención de la cerámica fue una revolución, ya que permitió almacenar y conservar los excedentes, por lo que introdujo cambios fundamentales en el modelo de convivencia y en la economía. Cerámica modelo cardial de la Cova de l'Or (Beniarrés, Alicante). Ahora leemos: Domesticación de los animales «Con la domesticación, los animales vivos se integran en la organización socio- económica del grupo humano. Cuando la comunidad aísla un grupo de animales y los aparta de los demás de su especie, hace que solo puedan reproducirse entre ellos, fuera del sistema reproductivo de su población de origen. Esto da lugar a la consanguinidad, favoreciendo la aparición de genotipos nuevos que pueden ser seleccionados. (…) Desaparece el fenómeno de selección natural. La selección artificial (…) da lugar a que aparezcan nuevas razas, por sus caracteres estructurales (talla, morfología, color), por su comportamiento (velocidad, fuerza), y sobre todo, según las necesidades de su aprovechamiento por la comunidad humana, por su carne, lana, leche o fuerza motriz». Muñoz Amilibia, A. M. «Las nuevas formas de vida del Neolítico». En: Prehistoria II. UNED, Madrid, 1999. Ahora leemos: Actividades mineras de los grupos neolíticos «Las minas de variscita de Can Tintorer (…), protagonizan el papel del intercambio de materias primas de adorno entre los primeros agricultores. Estas piedras verdes son la primera evidencia de la búsqueda y extracción de materias primas destacadas en el marco de la negociación social. La cronología de estas minas revela una estructura de artesanado, a la vez que dedicaciones probablemente estacionales en relación con poblaciones que ocuparon áreas de habitación próximas. Aunque sea posible que los intercambios de variscita de Can Tintorer alcanzasen circuitos más largos, estos adornos tienen su mayor representación en los cementerios de los poblados neolíticos de Cataluña». Bueno Ramírez, P. El neolítico en la península ibérica. En: La revolución neolítica. La Draga el poblado de los prodigios. Museo Arqueológico Regional de Madrid, 2018. S.XX can Tintorer Sílex, Casa Montero, Madrid Los nuevos modos de vida agropecuarios se expandieron con gran rapidez por todo el territorio peninsular. Aquí, los primeros cultivos incluyeron diversas variedades de trigo, cebada, legumbres, bellotas y lino. La explotación ganadera incluía ovejas, cabras, bóvidos y cerdos. Las actividades comunales eran muy importantes para las sociedades neolíticas. Conocemos centros de actividad minera, dedicados a la extracción de sílex (Casa Montero, en Madrid), sal o variscita, mineral verde de utilidad ornamental que se explotaba intensamente en Can Tintorer (Barcelona). Como consecuencia del alto grado de cohesión y organización social, se inició la construcción de los primeros monumentos megalíticos. Este fenómeno cultural, que se extendió por toda la fachada atlántica hasta bien entrada la Edad de los Metales, incluía la erección de grandes piedras verticales (menhires), como el menhir de Meada (Portugal), o el de Iruñari (Navarra) y la construcción de estructuras en forma de mesa (dólmenes), como los de San Martín (Álava), Dombate (A Coruña), Casiña da Moura, Muiños (Ourense), etc. Estos monumentos tenían un fin principalmente funerario y, sobre todo a partir del 4200 a. C., florecieron como tumbas colectivas, en cuyo interior se iban depositando los difuntos de un mismo grupo. Vinculadas al culto a los antepasados, hitos paisajísticos o símbolos de identidad territorial, todas estas construcciones son el mejor reflejo de la nueva organización económica y social. Menhir de Iruñari, Navarra. Dolmen da Casiña da Moura, Muiños, Ourense 1.1. El Paleolítico y el Neolítico. FIN

Use Quizgecko on...
Browser
Browser