CIEN AÑOS DE SOLEDAD PDF
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2020
María Sabroso Cortés
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This article analyzes the key aspects of Gabriel García Márquez's novel 'Cien años de soledad', published in 1967. It explores the historical and literary significance of the novel, focusing on themes of magical realism, hispano-American literature, and the importance of the fictional town of Macondo.
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Anuario del Centro de la Universidad Nacional de Educación a Distancia en Calatayud. N.º 26, pp. 167-187, 2020 CIEN AÑOS DE SOLEDAD: PRINCIPALES ASPECTOS DE LA GRAN OBRA DE LA LITERATURA EN ESPAÑOL...
Anuario del Centro de la Universidad Nacional de Educación a Distancia en Calatayud. N.º 26, pp. 167-187, 2020 CIEN AÑOS DE SOLEDAD: PRINCIPALES ASPECTOS DE LA GRAN OBRA DE LA LITERATURA EN ESPAÑOL DEL SIGLO XX María SABROSO CORTÉS Profesora-Tutora de la UNED de Calatayud Resumen: En 1967 Gabriel García Márquez publicaba Cien años de soledad, la obra por la que será eternamente recordado y con la que nos dejará a sus lectores la historia de la humanidad a través de su Macondo y los personajes que allí habitan. En este artículo intentaremos realizar un breve repaso por los aspectos más destacados de esta obra cumbre de la literatura universal. Palabras clave: Literatura hispanoamericana; realismo mágico; García Márquez; Macondo. Abstract: In 1967 Cien años de soledad was published. This novel is the work for what Gabriel García Márquez will be remembered eternally and with which he will tell us the history of humanity throughout Macondo and its inhabitants. In this article we will try to do a brief review about the most remarkable points in this novel, which is a masterpiece in the Universal Literature. Keywords: Hispanic-American Literature; magical realism; García Márquez; Macondo. 168 María Sabroso Cortés GARCÍA MÁRQUEZ, EL CREADOR DEL MUNDO DE MACONDO El 6 de marzo de 19271 venía al mundo en el colombiano pueblo de Aracataca Gabriel José García Márquez, el primer hijo de Gabriel Eligio García y de Luisa Santiaga Márquez. El pequeño Gabriel pasó los ocho primeros años de su vida junto a sus abuelos maternos, el coronel Nicolás Márquez y Tranquilina Iguarán2, devo- rando los libros que se le ponían por delante (sus lecturas, de aquella época y pos- teriores, van de Las mil y una noches a La Odisea, pasando por obras de Cervantes, Faulkner, Hemingway, Joyce, Virginia Woolf o autores hispanoamericanos como Miguel Ángel Asturias, Alejo Carpentier o Rómulo Gallegos), y escuchando las his- torias que contaba su abuela, a la que le debe su gusto por contar historias, así como la naturalidad a la hora de hacerlo. Estos primeros años de vida junto a sus abuelos marcarán al pequeño Gabriel, que usará muchas de sus experiencias de esta etapa de su vida en muchas de sus obras, entre ellas en Cien años de soledad. Tras la muerte de su abuelo se fue a vivir con sus padres y sus hermanos meno- res, dejando la casa en la que se crió y en la que había aprendido a desarrollar su imaginación. Años después, ya como adulto y con la mente puesta en ser escritor, volvería a la casa familiar de Aracataca junto a su madre, momento en el que tomaría la decisión de escribir sobre las sensaciones y recuerdos que le produjo ese hecho, creando así el maravilloso mundo de Macondo, presente en varios de sus cuentos y novelas, y que tiene su punto culminante con Cien años de soledad. A pesar de que inició sus estudios de Derecho, más por la insistencia paterna en que estudiara una carrera universitaria que por vocación, García Márquez siempre tuvo claro que lo que de verdad quería era contar historias. Este hecho le llevó a dejar sus estudios y ejercer como periodista en diversos periódicos y revistas latinoame- ricanos, como El Heraldo o El Universal, profesión que compaginó con su carrera como escritor de cuentos y novelas, además de como guionista de alguna película. En 1967 veía la luz Cien años de soledad, la novela que le encumbró como uno de los mejores escritores del siglo XX, poniendo fin así a casi dieciocho años de un proceso de gestación durante el cual escribió obras como La hojarasca (1955), El coronel no tiene quien le escriba (1961) o La mala hora (1962), además de numero- sos cuentos, muchos de ellos recogidos en Los funerales de la Mamá Grande (1962), en los que ya se comenzaban a vislumbrar elementos que desarrollaría más adelante en Cien años de soledad, especialmente uno: Macondo. Sin embargo, su vida duran- te los dos años en los que se dedica de lleno a la escritura de su obra más conocida no fue fácil, ya que durante esa época su trabajo como periodista o guionista es nulo, 1. Algunos autores consideran que la fecha correcta de su nacimiento es 1928, aunque esta información es rebatida tanto por su padre, que afirma que su hijo nació un año antes de la revuelta bananera de 1928, como por el propio García Márquez, que en su autobiografía Vivir para contarla indica claramente que “Fue así y allí donde nació el primero de siete varones y cuatro mujeres, el domingo 6 de marzo de 1927” (García Márquez, 2002, p. 76), por lo que damos por cierta la fecha de 1927. 2. La influencia de ambos sobre García Márquez es tal que sirvieron de inspiración para dos de los persona- jes más importantes de Cien años de soledad: el coronel Aureliano Buendía y la matriarca de los Buendía, Úrsula Iguarán. Cien años de soledad: principales aspectos de la gran obra de la literatura en español del siglo XX 169 por lo que le resulta muy difícil pagar el alquiler de la casa donde vive junto a su mujer, Mercedes, y sus dos hijos, Rodrigo y Gonzalo. Así pues, la publicación de Cien años de soledad supuso para su autor, además del reconocimiento de crítica y público, la posibilidad de mejorar su situación económica y la de su familia, muy precaria por aquel entonces. Su carrera como escritor prosigue tras la fama alcanzada con Cien años de sole- dad, y escribe otras grandes novelas, ya sin Macondo como escenario, como El oto- ño del patriarca (1975), en la que reflejaba el ocaso de un dictador, o Crónica de una muerte anunciada (1981), basada en un hecho real ocurrido a un amigo del autor, Cayetano Gentile, asesinado en Sucre en 1951 por dos hermanos que lo acusaban de haber deshonrado a su hermana. La carrera de Gabriel García Márquez como escritor alcanza su punto más alto cuando, en 1982, recibe el Premio Nobel de Literatura. En su discurso de acepta- ción del premio, el autor hace referencia a la particularidad de América Latina (en contraposición a la forma de entender la vida de los europeos), particularidad que acompaña también a la mayoría de sus obras, en las cuales aparecen referencias o alusiones a los mitos y las circunstancias que rodean a los países de esta zona del mundo3. En este discurso no podía faltar una alusión a su obra más aclamada, por lo que, cerca del final del mismo, dice que “los inventores de fábulas” (como define a los escritores) tienen el derecho de creer en una “utopía de la vida, donde nadie pue- da decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”4. Lejos de acomodarse tras alcanzar el éxito con Cien años de soledad y con el Nobel de Literatura, García Márquez sigue escribiendo, y en 1985 publica la que él mismo considera una de sus mejores novelas: El amor en los tiempos del cólera. Una de las causas principales de la predilección del autor por esta novela es porque en ella trató de recrear la historia de amor sus padres. Posteriormente ven la luz obras como Doce cuentos peregrinos (1992), Del amor y otros demonios (1994) o Memo- rias de mis putas tristes (2004), además de la primera parte de su autobiografía, Vivir para contarla (2002). CIEN AÑOS DE SOLEDAD, LA CULMINACIÓN DE UNA HISTORIA El año 1967 supone la culminación de la historia que Gabriel García Márquez quiso escribir desde que su madre fuera a buscarlo para pedirle que la acompañara a Aracataca a vender la casa familiar, diecisiete años antes. El joven Gabriel acompa- ñó a su madre al pueblo donde había nacido y donde había pasado los primeros ocho años de su vida, sin saber que ese viaje iba a suponer el comienzo de sus intentos de 3. La influencia de su continente es tan grande que muchos críticos han querido ver en Cien años de soledad una metáfora de la historia de América Latina. 4. García Márquez, Discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura, 1982, visto en https://cvc. cervantes.es/actcult/garcia_marquez/audios/gm_nobel.htm, abril de 2021. 170 María Sabroso Cortés dar vida al pueblo de Macondo. Conforme se iban acercando a Aracataca en el tren, iban viniendo a la mente de García Márquez los recuerdos de su infancia feliz en la casa familiar junto a sus abuelos. Desde el tren también pudo ver la finca cercana al pueblo y cuyo nombre ya había visto de niño junto a su abuelo, pero que fue en ese momento cuando pudo comprobar su resonancia poética: “Macondo”. Su llegada al pueblo no hizo sino traerle a la mente aún más recuerdos que contrastaban con el estado del pueblo y de la casa familiar, que no eran ni la sombra de lo que fueron y que él recordaba. Esta visita le impresionó e inspiró de tal modo que, al despedirse de su madre, le confirmó que tenía más claro que nunca que quería ser escritor, para disgusto de sus padres, especialmente de su padre, que quería que continuara con sus estudios de Derecho. Así pues, a su regreso de Aracataca, en 1950, Gabriel García Márquez se dispuso a escribir la obra que contaría la historia de un pueblo, Macondo, y de una casa, la de los Buendía, reflejo de su pueblo y de su casa de la infancia, y que no vería culminada hasta diecisiete años después, en 1967 (García Márquez, 2002). En un principio la obra iba a llevar por nombre La casa, y García Márquez iba a iniciarla con la frase que le dijo su madre cuando fue a visitarle: “Vengo a pedirte el favor de que me acompañes a vender la casa”. La escritura de la obra empezó con mucho ímpetu por parte de su autor, sin embargo, se dio cuenta de que, a pesar de tener claro lo que quería contar, no disponía todavía de los recursos técnicos para llevarlo a cabo (García Márquez, 2002). En ese momento Gabriel decide aparcar su proyecto de La casa y se embarca en la escritura de otra novela, en la que iba a plasmar experiencias de su infancia, con Macondo como escenario, y en la que narra la llegada al pueblo de la compañía bananera. El título que elige para esta novela, La hojarasca (1955), es un homenaje a su abuela, ya que así es como ella llamaba a la United Fruit Company, la compañía bananera estadounidense que se instaló en Ara- cataca. Como se puede observar, en esta novela se trata uno de los temas centrales de Cien años de soledad, la llegada de la United Fruit Company a Macondo. En este sentido, puede considerarse que La hojarasca es un primer paso para llegar a Cien años de soledad. En el mismo año que La hojarasca ve la luz también el cuento Isabel viendo llover en Macondo, en el que se esboza el pueblo de Macondo que se desarrolla más detalladamente en La hojarasca. En este cuento su protagonista, Isabel, narra lo ocurrido en su casa, y por extensión en el pueblo de Macondo, durante un periodo de largas lluvias. El hecho narrado en este cuento se relaciona claramente con otro de los grandes acontecimientos que narrará en Cien años de soledad, el diluvio que duró “cuatro años, once meses y dos días” (García Márquez, 1984, p. 433)5. Macon- do será también el escenario de otros cuentos de García Márquez, muchos de ellos recogidos en su libro de cuentos Los funerales de la Mamá Grande (1962). 5. Las referencias a Cien años de soledad corresponden, si no se indica lo contrario, a la edición de Jacques Joset de Madrid: Editorial Cátedra, 1984 (17ª edición, 2005). Cien años de soledad: principales aspectos de la gran obra de la literatura en español del siglo XX 171 Un año después de que viera la luz La hojarasca, García Márquez escribe otra novela de temática común a Cien años de soledad, en este caso son las guerras que vivió el coronel Aureliano Buendía, y concretamente las consecuencias de las mis- mas. Esta novela es El coronel no tiene quien le escriba, que se publica en 1961. Aunque el pueblo en el que se desarrolla la acción no es Macondo (la inspiración para el pueblo en este caso es Sucre, donde vivieron durante un tiempo los padres del autor), esta novela se relaciona con Cien años de soledad, ya que el protagonista luchó en la Guerra de los Mil Días junto al coronel Aureliano Buendía. La novela narra la espera del coronel por una carta que le confirme su pensión, carta que nunca llegará. Esta situación es similar a la que vivió el abuelo del autor, el coronel Nicolás Márquez, que cada semana iba al puerto a esperar una carta que, como en la novela, nunca llegó. También en este sentido de espera de algo que nunca llega, encontramos en El coronel no tiene quien le escriba la preparación por parte del protagonista de un gallo para una pelea de gallos que nunca llega a celebrarse en la novela. En ese mismo año 1961 Gabriel García Márquez recibe el Premio Literario Esso por su novela La mala hora, que él mismo define como una “vaina amarrada con una corbata” (Collazos, 1983, p. 96), y que se publicaría en 1962 por una editorial española que cambió “las palabras de difícil comprensión en… España. Al recibir la edición, el autor no tenía más alternativa que rechazarla” (Collazos, 1983, p. 97). En 1966 aparece una segunda edición, esta vez tal y como su autor la escribió, y con una advertencia al respecto. Esta novela tiene una gran relación con muchos de los cuentos que aparecen en Los funerales de la Mamá Grande, que no son sino relatos que se han desprendido de la novela. La acción no se desarrolla en Macondo, aunque sí que se menciona, sino en un pueblo cercano, y toda la novela está marcada por la violencia que se desprende de ella. Su relación con Cien años de soledad reside en la forma en la que el autor relaciona los destinos de los personajes, que sin llegar todavía al nivel de maestría alcanzado en su obra cumbre, sí que supone un avance en este sentido. Todas estas obras no son otra cosa que aprendizajes que va realizando el autor para conseguir la experiencia y las técnicas narrativas que él sabía que necesitaba para llevar a buen término su intención de escribir su gran novela. Y fue justamente en un viaje de México a Acapulco, en el año 1965, cuando lo vio todo claro y com- prendió que ya estaba preparado para escribirla, de tal modo que incluso “hubiera podido dictarle, allí mismo, el primer capítulo, palabra por palabra, a una mecanó- grafa”. (Collazos, 1983, p. 118) A la vista de estos datos, no podemos por menos que dar la razón a Vargas Llosa cuando dice que “todas las historias anteriores son mudadas en fragmentos de esta historia total, en piezas de un rompecabezas que solo aquí se arma plenamente para, en el instante mismo de su definitiva integración, desintegrarse” (Vargas Llosa, 1971, p. 481). Así, Vargas Llosa entiende Cien años de soledad como una “novela total” porque cuenta la historia completa de un mundo (Macondo) de principio a fin, por un lado, y, por otro lado, porque supone el punto de unión de sus obras anteriores. 172 María Sabroso Cortés LOS PERSONAJES QUE HABITAN EN MACONDO La elección de los personajes es un elemento esencial a la hora de aportar valor a una obra. Ya desde la época de Aristóteles se les daba importancia a los personajes dentro de una obra; tanto es así, que el propio Aristóteles decía que el hecho de que el personaje principal de una obra fuera sublime o mediocre era lo que marcaba la diferencia entre una tragedia y una comedia. Además, Aristóteles consideraba que la elección del primer tipo de personaje marcaba la virtud de la obra, mientras que la elección del segundo lo hacía del vicio (Escudero, 1994). En este sentido, parece claro que desde la Antigüedad se ha dado mucha importancia a la elección de los personajes de las obras, especialmente de los protagonistas de las mismas, valorando siempre más positivamente las obras que contaban con personajes bien definidos, de los que se conocen sus motivaciones y que poseen características con las que los lectores puedan identificarse, o al menos llegar a entender. Así, los personajes complejos y llenos de matices serán indicadores de calidad dentro de una obra, mien- tras que los personajes planos o no bien definidos harán que la obra pierda calidad. En Cien años de soledad, como veremos a continuación, nos encontramos con una gran cantidad de personajes, algunos de ellos, como Úrsula o Aureliano Buendía, perfectamente definidos y descritos. Además, veremos a lo largo de la lectura que la personalidad de los personajes va a estar ligada a su nombre, por lo que poco a poco los iremos conociendo, hasta el punto de que al final de la novela no nos sorprendan algunas de las acciones que realizan los personajes, ya que están perfectamente acor- de con su nombre, con su personalidad. Los principales personajes que aparecen a lo largo de la novela forman parte, de una u otra manera, de las siete generaciones que componen la familia cuyo destino está ligado al pueblo de Macondo, los Buendía. Decimos esto porque, aunque perso- najes como Melquíades sean importantes en la novela sin tratarse propiamente de un Buendía, su estrecha relación de amistad con el patriarca de la familia, José Arcadio Buendía, y el hecho de que esté presente en las vidas de los Buendía, llegando in- cluso a aparecérsele al coronel Aureliano Buendía después de muerto, hacen que sea considerado como un miembro más de la familia. En una primera aproximación, hay que distinguir entre los personajes femeni- nos y los masculinos. Las mujeres de Cien años de soledad se caracterizan por ser más racionales y tener los pies en la tierra, en contraposición con el gusto por los elementos o hechos insólitos de los personajes masculinos. Además, por lo general, se trata de personajes que se limitan a observar el paso de los acontecimientos que rodean la vida de Macondo que, como veremos más adelante, se relacionan más con los personajes masculinos. El personaje femenino por excelencia de esta novela es la matriarca, Úrsula Iguarán. Ella es la dueña y señora de la casa de los Buendía, y la que decide lo que se hay que hacer en la casa, incluso por encima de los hombres de la familia; si los hombres de la familia Buendía son los que marcan el destino del pueblo de Macondo, Úrsula es la que dirige la vida dentro de los muros de la casa familiar. Además, Úrsula es la que, desde el principio de la novela, deja claro su temor a engendrar iguanas o seres con cola de cerdo como fruto del incesto (no ol- videmos que Úrsula y José Arcadio eran primos), temor que estará latente a lo largo Cien años de soledad: principales aspectos de la gran obra de la literatura en español del siglo XX 173 de las sucesivas generaciones de los Buendía hasta que al final se hace realidad. Este temor es el que desencadenará el éxodo del matrimonio y la posterior fundación de Macondo, al asesinar José Arcadio a Prudencio Aguilar cuando este insinuó su im- potencia al no haber consumado su matrimonio. Así pues, Úrsula será la responsable indirecta de la fundación de Macondo, y, una vez allí, será la dueña y señora de la casa familiar, la más grande y hospitalaria del pueblo. Úrsula será también la que sostenga y mantenga la vida familiar, ya que el fin de los Buendía, y por extensión de Macondo, empieza a vislumbrarse con la muerte de la matriarca, al término del diluvio que asoló el pueblo y que provocó la marcha de la compañía bananera del mismo. El resto de personajes femeninos de la novela se van a ver eclipsados por la fuerte personalidad de Úrsula, siendo Fernanda del Carpio la que más se aproxime a ella, aunque sin llegar a alcanzar su dignidad y lucidez a la hora de analizar y presa- giar el futuro del resto de personajes. Los personajes masculinos, empezando por José Arcadio Buendía y terminando por el niño con cola de cerdo, están directamente ligados con el destino de Macondo, son personajes activos en el desarrollo de la acción de la novela. Así, José Arcadio Buendía será el fundador del pueblo; su hijo, el coronel Aureliano Buendía, combati- rá en treinta y dos guerras, siendo protagonista de la etapa de las guerras en Macondo y convirtiéndose en héroe local; el bisnieto de José Arcadio y de Úrsula, José Arca- dio Segundo, trabajará en la Compañía bananera, protagonizará las huelgas y será el único superviviente de la matanza cometida contra los trabajadores, que con los años sólo Aureliano Babilonia y su amigo Gabriel reconocerán como cierta, ya que la versión oficial es que dicha matanza no existió; por último, Aureliano Babilonia6 pondrá fin al pueblo, y con él a la familia Buendía, al descifrar los pergaminos de Melquíades y engendrar, junto a su tía Amaranta Úrsula, al último Buendía, el niño con cola de cerdo, correspondiente a la séptima y última generación de la familia. Muchos de los personajes de la novela se caracterizan por ser lo opuesto a otros. Por ejemplo, frente a la carnalidad y sexualidad que desbordan Pilar Ternera y Petra Cotes, tenemos a la virginal Remedios, la bella o a la propia Úrsula, con su ya men- cionado temor al sexo. En cuanto a los personajes masculinos, su personalidad estará marcada por su nombre; así, tal y como indica Úrsula, “los Aurelianos eran retraídos, pero de mentalidad lúcida, los José Arcadio eran impulsivos y emprendedores, pero estaban marcados por un signo trágico” (García Márquez, 1984, p. 289). ¿QUIÉN ES EL NARRADOR DE CIEN AÑOS DE SOLEDAD? Otro aspecto importante a tener en cuenta a la hora de analizar una obra lite- raria es la figura del narrador. El narrador es la persona (o personas) encargada de contarnos la historia. Este narrador puede hablarnos en primera, segunda o tercera 6. Es interesante notar la referencia bíblica del apellido de Aureliano, el único de los hombres de la familia que no se apellida Buendía, sino Babilonia, en alusión a la Babilonia mencionada en la Biblia, curiosamente en el libro del Apocalipsis, en claro paralelismo con el papel principal que juega este personaje en el apoca- lipsis o destrucción de Macondo. 174 María Sabroso Cortés persona. Cuando el narrador usa la primera persona es porque los hechos que nos está narrando le ocurrieron a él o fue testigo de los mismos, lo que ayuda a dar un mayor grado de verosimilitud al relato, aunque también le da una subjetividad mayor; el empleo de la segunda persona es menos común, y su efecto en el lector es como si se estuviera hablando a sí mismo; por último, la tercera persona es la que primero empe- zó a utilizarse, debido a su ductilidad, siendo el narrador omnisciente el más popular. Este narrador omnisciente presenta muchas ventajas, ya que se trata de un narrador que conoce todos los hechos y pensamientos de los personajes, lo que aporta a la obra gran cantidad de matices y puntos de vista; sin embargo, también puede hacer que la obra pierda verosimilitud, ya que resulta extraño que alguien conozca todos los deta- lles de los hechos que está narrando en todo momento, como comenta Sancho a don Quijote en la segunda parte de la obra de Cervantes, al hacer referencia a la publica- ción de la primera parte de sus aventuras, aunque, como veremos a continuación, bien utilizado este dato puede resultar anecdótico. (Escudero, 1994) Como puede observarse en la famosa primera frase de Cien años de soledad, “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buen- día había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo” (García Márquez, 1984, p. 83), el narrador de la novela es un narrador omnis- ciente. A lo largo de toda la novela nos va mostrando, no sólo los hechos que están sucediendo en Macondo y en la casa de los Buendía, sino que también es conocedor y transmisor de los sentimientos y pensamientos más íntimos de sus personajes. Además, el narrador no sólo nos narra estos hechos tal y como van sucediendo, sino que, tal y como puede verse también desde la primera frase, el narrador conoce el pasado de esos acontecimientos (“aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”) y su futuro (“Muchos años después,”), lo que le da un punto de ser todopoderoso que lo conoce absolutamente todo, a la vez que otorga a la novela un sentido de fatalidad, ya que sabemos que los hechos no van a poder cambiarse, ya que su destino es que sucedan de ese modo. Sin embargo, en lo que no hay tanta unanimidad es en identificar quién es ese narrador. Algunos críticos y autores, entre los que se encuentra Mario Vargas Llosa, creen que el narrador de Cien años de soledad es el autor de los manuscritos que encierran la historia de Macondo, el gitano Melquíades. Vargas Llosa se basa para realizar esta afirmación en el final de la novela, en el que se identifica la historia narrada con los manuscritos que escribió Melquíades y que consigue descifrar Au- reliano Babilonia. En la novela se afirma que “Era la historia de la familia, escrita por Melquíades hasta en sus detalles más triviales, con cien años de anticipación” (García Márquez, 1984, p. 547), y en otro punto se dice que “Aureliano (…) empezó a descifrar el instante que estaba viviendo, descifrándolo a medida que lo vivía, pro- fetizándose a sí mismo en el acto de descifrar la última página de los pergaminos” (García Márquez, 1984, p. 549). Todo esto lleva a Vargas Llosa a afirmar que, si la historia que aparece en los manuscritos es, tal y como se dice en la novela, la historia de Macondo y de la familia Buendía, los manuscritos se corresponden con lo que han estado leyendo los lectores y, por lo tanto, Cien años de soledad no sería otra cosa que la traducción de los manuscritos de Melquíades. Esta teoría, pese a tener una cierta base, especialmente en la última parte de la novela, no parece ser del todo Cien años de soledad: principales aspectos de la gran obra de la literatura en español del siglo XX 175 sólida, ya que no consigue explicar cómo es que el narrador, supuestamente Mel- quíades, se coloca a sí mismo escribiendo sus manuscritos dentro de ella. Además, si la novela fueran los manuscritos de Melquíades traducidos, ésta debería comenzar como lo hacen los manuscritos: “El primero de la estirpe está amarrado en un árbol y al último se lo están comiendo las hormigas”7 (García Márquez, 1984, p. 547), y no con su conocido y magistral comienzo. Con todo esto, parece claro que Cien años de soledad y los manuscritos de Mel- quíades nos están contando la misma historia: la de Macondo y la familia Buendía. Sin embargo, esto no quiere decir que la novela sea una simple transcripción de los manuscritos, como ya hemos explicado. Puede ser que estemos ante una traducción de los manuscritos, con diferente ordenación de los hechos, ya que en la novela también se menciona que los acontecimientos narrados en los manuscritos no están ordenados en el tiempo de los hombres. Otra teoría, la más aceptada por los críticos, entre ellos Joset, es que en Cien años de soledad están contenidos los acontecimientos escritos por Melquíades en sus pergaminos, pero que la novela contiene otros hechos, como sería la propia escritura de los manuscritos por parte de Melquíades, que no están en los manuscritos. Hay quien incluso ha querido ver en la incursión, hacia el final de la novela, del perso- naje de Gabriel, alter ego del autor8, una excusa por parte del autor para explicar el porqué de su conocimiento tan profundo de los hechos que ha estado narrando en la novela. Con este personaje, íntimo amigo de Aureliano Babilonia, el autor también nos acerca la historia al tiempo presente, y dota de realismo y veracidad a todo lo que cuenta, ya que él mismo es testigo de cómo Aureliano Babilonia intenta traducir los manuscritos y de su historia familiar (Aureliano se la ha podido contar); el hecho de que Gabriel y Aureliano Babilonia sean los únicos habitantes de Macondo que crean que la compañía bananera existió y que hubo una masacre donde murieron muchos de los trabajadores de la misma, en contra de la versión oficial que decía que la compañía nunca había estado en Macondo y que no había habido muertos, puede ha- cernos pensar que su papel dentro de la novela puede no ser meramente anecdótico. LA ESTRUCTURA CIRCULAR Y LOS CICLOS DE LA NOVELA Siguiendo con el análisis de los aspectos más importantes de la novela, junto con los personajes y el narrador, también es importante tener en cuenta la estructura, es decir, la forma en la que el autor organiza el material narrativo de que dispo- ne. Carmen Escudero define las estructuras narrativas como “los distintos sistemas 7. Los manuscritos de Melquíades hacen referencia al primero de los Buendía, José Arcadio, que muere jun- to al árbol al que pasó amarrado los últimos años de su vida, y al último de la familia, el niño con cola de cer- do fruto de la relación incestuosa entre Aureliano Babilonia y su tía Amaranta Úrsula, que su padre ve cómo se lo llevan las hormigas en el mismo momento en que descubre las claves para descifrar los manuscritos. 8. Parece evidente que el Gabriel de Cien años de soledad es el propio autor, ya que aparece en la novela junto al grupo de amigos con los que se reunía para hablar de literatura, como en la novela, e incluso se menciona a Mercedes, novia de Gabriel y que trabaja en una botica, y que no es otra que la mujer del autor. 176 María Sabroso Cortés experimentados a fin de conseguir una más lograda expresividad en una creación literaria” (Escudero, 1994, p. 190). Así, la estructura de una obra dependerá de la intención que persiga el autor a la hora de escribirla, así como del contenido que se desarrolle en la misma y de la habilidad del autor para ordenar sus ideas sobre el pa- pel (de ahí que en un primer momento García Márquez no pudiera escribir la novela que quería, La casa, ya que sabía lo que quería contar, pero no disponía todavía de la técnica suficiente para darle forma, no sabía cómo organizar el material de que disponía). García Márquez organizó su novela en veinte capítulos o bloques textuales, de una extensión similar entre ellos, narrados, como ya hemos comentado en el aparta- do anterior, por una voz en tercera persona, por un narrador omnisciente. Hasta aquí, nada fuera de lo normal. Sin embargo, si por algo destaca la estructura de Cien años de soledad es por los distintos ciclos o círculos que están presentes a lo largo de toda la narración, y que son los que conforman la estructura circular característica de esta novela. Carmen Escudero, al hablar de la estructura circular, indica que: los hombres repiten una trayectoria similar (…) hasta conformar una idea de reiteración cuyo diagrama más acertado sería el del círculo, que supone el mo- vimiento propio de lo temporal encerrado de tal forma que, por más que el tiempo avance, siempre se encontrará repitiendo idéntico proceso. (Escudero, 1994, p. 193) y esto es precisamente lo que ocurrirá en Cien años de soledad, donde diversos personajes van repitiendo una y otra vez las mismas acciones, sin que parezca que puedan evitarlo, ya que parecen destinados a ello. El primer círculo que mencionaremos es el que supone el pueblo de Macondo. José Arcadio Buendía crea el pueblo de Macondo de la nada, que irá creciendo y lue- go cayendo en la decadencia hasta terminar destruido y dejando en su lugar de nuevo la nada. Además, el principio y el fin de Macondo está íntimamente relacionado con dos de los temas claves de la novela: el incesto y la muerte. El incesto entre José Arcadio y Úrsula desencadenará la muerte de Prudencio Aguilar a manos de este, lo que produce que el matrimonio deje su pueblo y funden Macondo. Años después, la consumación de un nuevo incesto en la familia Buendía, esta vez entre Amaranta Úrsula y Aureliano Babilonia, supondrá el nacimiento del último de los Buendía, un niño con cola de cerdo, tal y como había presagiado y temido Úrsula, que supondrá el fin de la estirpe, al morir devorado por las hormigas, y que coincide con la desa- parición de Macondo. Otro de los círculos que podemos observar en la novela lo encontramos en la mayoría de los capítulos, o más bien unidades textuales, ya que pueden coincidir con los capítulos de la novela o no, que componen la misma. Casi todos los capítulos o unidades textuales de Cien años de soledad siguen, tal y como indica Vargas Llosa, la siguiente estructura circular: comienzan en el futuro, van a un pasado remoto rela- cionado con ese futuro y, desde allí y de forma lineal, la historia avanza hasta llegar al dato que sirvió de introducción. Como ejemplo de esta circularidad nombraremos el primer capítulo de la novela. Este capítulo, como ya sabemos, comienza con el famoso episodio del coronel Aureliano Babilonia frente al pelotón de fusilamiento Cien años de soledad: principales aspectos de la gran obra de la literatura en español del siglo XX 177 recordando el momento en el que su padre lo llevó a conocer el hielo. Al final del capítulo, el autor nos describe el momento en el que José Arcadio Buendía, junto con sus dos hijos, descubre el hielo de la mano de Melquíades, describiéndolo como “el gran invento de nuestro tiempo” (García Márquez, 1984, p. 105). Así, el círculo del hielo se cierra en este capítulo, al comenzar mencionando el recuerdo del hielo y concluir narrando ese preciso instante. Hay que mencionar en este punto, que no es extraño que el primer círculo que se cierra en la novela tenga como protagonista el hielo, ya que el propio García Márquez tenía en su mente cuando se dispuso a escribir esta novela el día que él mismo conoció el hielo de manos de su abuelo. Así observamos que la vida del autor está siempre en estrecha relación con su obra, tal y como desarrollaremos con más detalle en siguientes apartados. Una de las características que más llama la atención al leer Cien años de soledad es la constante repetición de nombres en la familia Buendía. El ejemplo más claro se da en los varones de la familia, que repiten sin cesar los nombres de José Arcadio y Aureliano. Además, tal y como hemos mencionado al hablar de los personajes, los nombres traen consigo una serie de características que también se repiten (los Au- relianos son retraídos pero lúcidos, los José Arcadio impulsivos pero marcados por la tragedia). Otro hecho interesante relacionado con los nombres de los personajes masculinos es que la estirpe de los Buendía sólo sigue por la rama de los descendien- tes de los José Arcadio (excepto las dos últimas generaciones, en las que serán Meme y Aureliano Babilonia los que se encarguen de continuar con la estirpe, aunque en ese punto de la historia ya se vislumbra el inevitable fin de la estirpe). Tanto este último dato como las personalidades que acompañan a los Aurelianos y José Arca- dio se rompen en la cuarta generación, con los gemelos Aureliano Segundo y José Arcadio Segundo, aunque este hecho se explica en la novela con la confusión por su parecido físico, que provocó que les cambiaran el nombre de niños y no les fuera restituido hasta el momento de ser enterrados, en el que se produce otra confusión. Así, Aureliano Segundo es en realidad José Arcadio Segundo, explicando de este modo el cambio de personalidades entre ellos. La repetición de nombres también lleva consigo la repetición de acontecimientos entre personajes que comparten nombre. La propia Úrsula Iguarán “descubrió que cada miembro de la familia repetía todos los días, sin darse cuenta, los mismos re- corridos, los mismos actos, y que casi repetía las mismas palabras a la misma hora” (García Márquez, 1984, p. 361). Se trataba de algo para lo que están predispuestos, el destino de los Buendía es repetir una y otra vez las mismas acciones. Así, José Arcadio y Aureliano compartirán a una mujer, Pilar Ternera, con la que ambos ten- drán descendencia; del mismo modo, José Arcadio Segundo y Aureliano Segundo compartirán también a una mujer, Petra Cotes, aunque en este caso no tendrán hijos. Otro caso de repetición de acontecimientos entre personajes del mismo nombre será el de Amaranta y su sobrino Aureliano José, que se enamoran, aunque no llegan a consumar su amor por los temores transmitidos por Úrsula; sin embargo, otros per- sonajes con nombres similares, Amaranta Úrsula y Aureliano Babilonia, tía y sobri- no también, sí que llegarán a consumar su incesto, como ya sabemos. La repetición en Cien años de soledad no sólo afecta a los nombres de los per- sonajes. También algunas acciones se repiten una y otra vez sin descanso, como los 178 María Sabroso Cortés pescaditos de oro que el coronel Aureliano Buendía, en la soledad de su vejez, hacía en su taller de platería y, una vez fabricados, los destruía para volver a hacerlos nue- vamente. Los números son otra cosa que se repite a lo largo de la novela, como se puede observar con el número veintiuno relacionado con momentos importantes de la novela, ya que “veintiún hombres fundan Macondo y veintiuno se alzan con Aureliano Buendía para iniciar las guerras civiles” (Vargas Llosa, 1971, p. 601), o con el número diecisiete, que son los hijos asesinados del coronel Aureliano Buendía y el número de pescaditos de oro que descubre en su taller de platería el día de su muerte, tal y como indica también Vargas Llosa. Algunos de los diálogos se repiten, como es el caso del que mantienen Úrsula y su hijo Aureliano sobre el paso del tiempo: “¿Qué esperabas? —suspiró Úrsula—. El tiempo pasa. Así es —admitió Aureliano—, pero no tanto” (García Márquez, 1984, p. 226); esté diálogo se repetirá entre la propia Úrsula y José Arcadio Segundo, aunque esta vez será ella la que dé la respuesta que años antes le había dado su hijo, “y una vez más se estremeció con la comprobación de que el tiem- po no pasaba (…) sino que daba vueltas en redondo” (García Márquez, 1984, p. 456). No podemos concluir este apartado dedicado a la estructura de la novela sin re- saltar la relación que mantiene con algunos de los libros de la Biblia. En este sentido, podemos encontrar similitudes entre la huida del matrimonio Buendía de su pueblo natal y el éxodo de los judíos hacia la tierra prometida; la fundación de Macondo, conocida también como “el círculo de la utopía”, y que concluye con la llegada de Melquíades al pueblo, podría asociarse con la creación o génesis del mundo por par- te de Dios, ya que en ambos nos encontramos con la creación de algo desde la nada y con el hombre (Adán en la Biblia, los habitantes de Macondo en la novela) como el encargado de dar nombre a las cosas; las pestes del insomnio y del olvido recuerdan a las plagas a las que Dios sometió al pueblo de Egipto como castigo por no dejar marchar a los judíos; parece evidente que el diluvio que asola Macondo durante “cuatro años, once meses y dos días” sigue el mismo patrón que el de cuarenta días y cuarenta noches enviado por Dios para castigar a la humanidad; por último, el fin de Macondo, conocido también como “el círculo apocalíptico” recuerda al apocalip- sis anunciado en la Biblia, y en la propia novela se habla de “la cólera del huracán bíblico” (García Márquez, 1984, p. 549) para describir la destrucción del pueblo, cerrándose de este modo el círculo bíblico comenzado con la huida del matrimonio Buendía para fundar Macondo. LO REAL Y LO IMAGINARIO, ELEMENTOS CLAVE EN CIEN AÑOS DE SOLEDAD Mario Vargas Llosa, en su Historia de un deicidio indica que García Márquez en Cien años de soledad refleja una realidad compuesta por dos caras, la realidad real (objetiva) y la realidad imaginaria (subjetiva). A su vez, cada una de estas caras muestra diferentes niveles. Así, lo real objetivo presenta tres niveles: el individual, el familiar y el colectivo. Por su parte, lo real imaginario se divide en cuatro planos: lo mágico, lo milagroso, lo mítico-legendario y lo fantástico. Dentro de lo real objetivo, el nivel individual hace referencia a la historia de los diferentes personajes que aparecen en la novela, especialmente dos: el coronel Cien años de soledad: principales aspectos de la gran obra de la literatura en español del siglo XX 179 Aureliano Buendía y Úrsula Iguarán. El primero es el protagonista de unas guerras que duran veinte años y que ocupan gran parte de la novela, además de ser el perso- naje masculino más interesante e importante de la misma, incluso por encima de su padre; la segunda, es la matriarca de la familia y la que sostiene y guía a su familia, resistiéndose a morir hasta que no acaba el diluvio, cuando el fin del Macondo es ya inevitable. Junto a ellos, el resto de historias individuales de cada uno de los personajes que inundan las páginas de la novela y que, sin llegar a tener el peso y protagonismo de estos dos personajes, son personajes igualmente interesantes y cada uno tiene su propia historia, marcada por el amor, la soledad y la muerte. El nivel familiar es muy evidente, ya que la novela narra la historia de una fami- lia, los Buendía, desde su origen con el matrimonio de José Arcadio y Úrsula, hasta su fin, con el nacimiento y posterior muerte del último de su estirpe. Como bien dice Vargas Llosa, “la historia de Macondo es la de la familia Buendía y al revés” (Vargas Llosa, 1971, p. 501). La familia Buendía se extiende a lo largo de siete generaciones y, tal y como indica Vargas Llosa, sólo se reproduce por una de sus ramas de varo- nes, la de los José Arcadios, ya que los descendientes de los Aurelianos mueren sin descendencia. Este hecho parece que no se cumple en la cuarta generación, donde los descendientes los engendra Aureliano Segundo, pero en la novela se indica que los hermanos llevan los nombres cambiados (la propia Úrsula indica que las caracte- rísticas y personalidades de los niños no coinciden con sus nombres), de modo que Aureliano Segundo sería en realidad José Arcadio Segundo, y viceversa. El último nivel de lo real objetivo es el colectivo. Cien años de soledad no es sólo la historia de unos personajes individuales (Aureliano Buendía, Úrsula Iguarán), ni de una familia (los Buendía), ni siquiera de un pueblo (Macondo); Cien años de soledad nos muestra la historia de la humanidad, en Macondo puede verse reflejada cualquier sociedad, especialmente de Latino América. Así, Macondo comienza sien- do una sociedad primitiva en su fundación, ya que “era entonces una aldea de veinte casas de barro” y “el mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre” (García Márquez, 1984, p. 83); se trata de una sociedad patriarcal, en la que el resto de familias siguen el modelo de los Buendía, y en la que todos sus habitantes no superan los treinta años de edad y no ha muerto nadie en el pueblo (el primer muerto será Melquíades). La primera transformación de esta sociedad se produce con el descubrimiento, por parte de Úrsula, de la ruta por la que comienza la llegada de extranjeros a Macondo, aumentando su tamaño e introduciendo el comercio, aunque el poder seguía estando en manos de los Buendía. Con la llegada de los extranjeros, llega también la llegada de un corregidor del gobierno central, el corregidor Mosco- te, que traerá consigo las guerras civiles; esto supone un paso más en la evolución de Macondo y representa las guerras que azotaron al continente americano, como la Guerra de los Mil Días, en la que luchó el abuelo del autor. Al término de las guerras, se inicia en Macondo un proceso de prosperidad y modernización, con la construc- ción del ferrocarril y, especialmente, con la llegada de la compañía bananera; esta situación representa la “invasión económica” de Estados Unidos en los países de América Latina que, tal y como se puede observar en la novela, aunque en un primer momento supone un aumento de las riquezas y del nivel de vida de los habitan- tes de esta zona, con el tiempo será uno de los desencadenantes de su destrucción 180 María Sabroso Cortés (el diluvio, las huelgas, la retirada de la compañía bananera), lo que puede entender- se como un presagio de lo que está pasando o va a pasar en los países de América Latina. Por lo que respecta a lo real imaginario, como ya hemos mencionado, se puede dividir en cuatro planos: lo mágico, lo milagroso, lo mítico-legendario y lo fantásti- co. Vargas Llosa entiende lo mágico como “hechos extraordinarios provocados por individuos con conocimientos y poderes fuera de lo común” (Vargas Llosa, 1971, p. 530). Estos hechos se asocian con la primera etapa de Macondo, con la época primitiva, y se atribuye, principalmente, a los gitanos ambulantes, representados en la figura de Melquíades, aunque otros personajes, como Pilar Ternera o Petra Cotes, también son asociados por Vargas Llosa a este grupo. El siguiente plano que menciona Vargas Llosa es el de lo milagroso. En este caso, hablamos de una serie de hechos y personajes imaginarios que se diferencian de lo mágico “porque su naturaleza extraordinaria se asocia a una fe religiosa (…) denota la existencia de un Dios” (Vargas Llosa, 1971, p. 532). Los elementos relacionados con lo milagroso hacen referencia, en su mayoría, a la simbología cristiana, aunque también aparecen situaciones relacionadas con la superstición o con otras religiones, especialmente con hechos vinculados con la muerte, como las apariciones de algu- nos personajes que ya estaban muertos (Prudencio Aguilar, Melquíades o la bisabue- la de Fernanda del Carpio) o la ascensión al cielo, en cuerpo y alma, de Remedios la bella, al igual que lo hacen la Virgen y otras Santas en la tradición cristiana, y que fue vista por todos los macondinos como un milagro. Otro de los planos de lo real imaginario es el de lo mítico-legendario, que está relacionado con la figura del Judío Errante que aparece en la novela. Se trata de un personaje legendario, más relacionado con la literatura que con la religión, que el autor deforma reinventándolo con elementos imaginarios. En este caso, hablamos de un personaje que no está producido por la magia ni por la fe, por lo que no puede relacionarse con los dos planos comentados anteriormente. Además, algunos hechos históricos también pueden convertirse en mítico-legendarios al ser deformados por el autor o por otros personajes de la novela, como puede pasar con las guerras en las que interviene el coronel Aureliano Buendía. El último de los planos es el de lo fantástico. En este plano vamos a incluir los elementos imaginarios que no podemos incluir en los tres planos anteriores, ya que “no son provocados por artes o poderes ocultos, no se vinculan a una fe, no deri- van de una realidad mítico-legendaria” (Vargas Llosa, 1971, p. 536). Alguno de los elementos que Vargas Llosa incluye en este plano, como él mismo afirma, podrían relacionarse con lo real objetivo, al considerar que son simplemente una exageración de hechos reales, mientras que otros son claramente fantásticos y conforman una buena parte del material de Cien años de soledad, desde el nacimiento de niños con colas de cerdo al hecho de que el pueblo sea arrancado de la realidad por un huracán. En relación con la combinación de elementos reales e imaginarios dentro de la novela, gran cantidad de autores comentan que la clave del éxito reside en la natu- ralidad del autor a la hora de narrar los hechos extraordinarios, ya que “la novela describe los acontecimientos como los macondinos los ven, los experimentan, los interpretan, como ellos creen que son”, tal y como afirma García Márquez en varias Cien años de soledad: principales aspectos de la gran obra de la literatura en español del siglo XX 181 de sus entrevistas, lo que hace que el lector comparta la perspectiva de los persona- jes, poniéndose en su lugar. García Márquez recibe dos influencias muy importantes para llevar a cabo esta labor: por un lado, las creencias fantásticas y sobrenaturales de su abuela; por otro, el realismo de su abuelo. Swanson afirma que García Márquez quería parecerse a su abuelo, pero no podía resistirse a la tentación del mundo que le mostraba su abuela en sus relatos, de modo que en sus obras los mezcla y combina a su antojo. ELEMENTOS BIOGRÁFICOS EN CIEN AÑOS DE SOLEDAD Como ya hemos mencionado, la intención de García Márquez a la hora de escri- bir Cien años de soledad no era otra que la de plasmar sus recuerdos infantiles junto a sus abuelos en Aracataca (representado en Macondo) y en la casa familiar (modelo de la casa de la familia Buendía). Así, no parece extraño que a lo largo de la novela se sucedan escenas pertenecientes a la vida del autor e incluso él mismo se introduz- ca en el último tramo de la novela por medio del personaje de Gabriel, el amigo de Aureliano Babilonia. En la vida de García Márquez han jugado un papel muy importante las figuras del coronel Nicolás Márquez y Tranquilina Iguarán, sus abuelos maternos. Ambos se casaron siendo primos hermanos, y se vieron obligados a huir de su pueblo porque el coronel mató a un hombre, instalándose en Aracataca y convirtiéndose en una de las familias más importantes de esta localidad. Así pues, parecen evidentes las simi- litudes entre los abuelos de García Márquez y los fundadores de Macondo. La figura de su abuela materna es el modelo que toma el autor para el personaje femenino más importante de la novela, Úrsula Iguarán. Para empezar, ambas comparten apellido, y ambas acogerán en su casa a los hijos ilegítimos de la familia como si fueran suyos, Tranquilina a los de su marido y Úrsula a los de su hijo, el coronel Aureliano Buendía. Otro punto en común es la hospitalidad de ambas hacia los visitantes que pasaban por el pueblo, y que siempre encontraban en la casa (la de los Márquez y la de los Buen- día) un lugar en el que comer y descansar, ya que en palabras de la abuela de García Márquez, que también toma como suyas Úrsula Iguarán, “Hay que hacer de todo, porque no se sabe qué les gustará a los que vengan” (García Márquez, 2002, p. 83). La figura del coronel Nicolás Márquez, por su parte, aunque en muchos aspectos aparece representada por el patriarca de los Buendía, en realidad el personaje que mejor lo representa es el hijo de este, el coronel Aureliano Buendía. Ambos compar- ten su condición de coroneles y el hecho de haber luchado en las guerras9. Los hijos ilegítimos que ambos tuvieron a lo largo de su vida y que pasaran los últimos años de su vida en el taller de platería haciendo pececillos de oro dejan claro que García Márquez homenajeó a su abuelo en la figura del coronel Aureliano Buendía, posible- mente el personaje masculino más importante de su gran obra. 9. Los relatos de las guerras del coronel Buendía son un reflejo de los relatos de las guerras contadas por el coronel Márquez a su nieto. 182 María Sabroso Cortés Otro de los grandes personajes de Cien años de soledad que su autor tomó de su infancia, aunque no se trate de un personaje de carne y hueso, es la casa de los Buen- día, creada a imagen y semejanza de la casa de los Márquez en Aracataca. Ambas eran las casas más grandes y hospitalarias del lugar, y el resto de casas estaban dise- ñadas siguiendo su modelo. Las dos eran casas llenas de vida, en las que a cualquier hora entraban y salían gentes, tanto es así que había turnos para comer, además de ser ambas sostenidas por las mujeres de la casa, Tranquilina y Úrsula, ante la obsesión de sus maridos por la fabricación de pescaditos de oro y descifrar los manuscritos de Melquíades, respectivamente. Otro de los elementos que tienen en común Macondo y Aracataca es la llegada de extranjeros, que los habitantes de Aracataca denominaban despectivamente “la hojarasca”10, y cuyo punto culminante fue la llegada de la compañía bananera United Fruit Company, que también jugará un papel importante dentro de la novela. Por último, la novela está salpicada de anécdotas que el autor vivió en su infan- cia, como por ejemplo el hecho de que su hermana Margot comiera “la tierra húme- da del jardín y las tortas de cal que arrancaba de las paredes con las uñas” (García Márquez, 2002, p. 101), al igual que hará el personaje de Rebeca, la hija adoptiva del matrimonio Buendía; o que el personaje de Amaranta cosa su propia mortaja y muera al concluir su elaboración, como le ocurrió a una tía del autor. EL PAPEL DEL INCESTO A LO LARGO DE LA NOVELA El incesto está presente en Cien años de soledad desde su comienzo hasta su fin. Tanto es así, que una relación incestuosa supone la fundación de Macondo y una relación incestuosa desencadena su destrucción. José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán eran primos hermanos, y su familia mostró una fuerte oposición a su matri- monio por el temor a que, como había ocurrido anteriormente en los matrimonios incestuosos de la familia, nacieran hijos con cola de cerdo o iguanas; pese a que consiguieron casarse, el temor a engendrar un monstruo se instaló en Úrsula, por lo que se negó a tener relaciones con su marido, lo que hizo que se corriera el rumor en el pueblo de que José Arcadio era impotente; Prudencio Aguilar aprovechó esto para ponerlo en ridículo, desencadenado su muerte, que provocó la huida del pueblo en el que vivían y la posterior fundación de Macondo. A lo largo de la novela, el incesto acecha a la familia Buendía, aunque no llega a consumarse, especialmente por el temor de Úrsula, que irá infundiendo a sus des- cendientes. Así, el incesto está presente en la segunda generación de los Buendía, la de los hijos de José Arcadio y Úrsula, en el momento en el que su primogénito, José Arcadio, ve el rostro de su madre mientras mantiene relaciones con Pilar Ternera; además, el propio José Arcadio acaba casándose con Rebeca, la joven que sus padres adoptan y crían como una hija más, lo que supone su destierro de la casa familiar. A esto hay que añadir que los hermanos José Arcadio y Aureliano comparten a Pilar 10. De ahí el nombre de la primera novela de García Márquez. Cien años de soledad: principales aspectos de la gran obra de la literatura en español del siglo XX 183 Ternera, y tienen cada uno un hijo con ella. En la siguiente generación, Aureliano José, hijo de Aureliano Buendía y de Pilar Ternera, se ve atraído por su tía Amaranta, que lo cría como a un hijo. En la cuarta generación José Arcadio Segundo y Aure- liano Segundo, como ya ocurriera con José Arcadio y Aureliano, comparten a una mujer, en este caso a Petra Cotes; además, los diecisiete Aurelianos, hijos ilegítimos del coronel Aureliano Buendía, y que son acogidos en la casa familiar por Úrsula, se sienten atraídos por Remedios, la Bella, a la que la propia Úrsula advierte que si tiene relaciones con cualquiera de ellos, los hijos le saldrán con cola de cerdo. Final- mente, y cuando Úrsula ya ha fallecido, Amaranta Úrsula y Aureliano Babilonia, tía y sobrino, consuman su amor y engendran al último de los Buendía, el niño con cola de cerdo, que provoca la muerte de su madre desangrada y poco después es devorado por las hormigas que invaden la casa ante los ojos de su padre, mientras este lee en los manuscritos de Melquíades el final de su estirpe y, con ella, el de Macondo. La obsesión de Úrsula por el incesto es constante, y está presente a lo largo de su vida, advirtiendo siempre a todos sus descendientes del peligro de engendrar un niño con cola de cerdo si mantenían relaciones incestuosas entre ellos. Tal es su obsesión, que unos días antes de su muerte advierte a Aureliano Segundo y a Amaranta Úr- sula que “cuidaran de que ningún Buendía fuera a casarse con alguien de su misma sangre, porque nacían los hijos con cola de puerco” (García Márquez, 1984, p. 464). Finalmente, será la propia Amaranta Úrsula la que sucumba al fin en la tentación del incesto y engendre, junto a Aureliano Babilonia, al “único en un siglo que había sido engendrado con amor” (García Márquez, 1984, p. 543). Este temor de Úrsula a engendrar un niño con cola de cerdo, inculcado a sus descendientes al igual que a ella se lo inculcaron sus padres, podría relacionarse, ahondando en las influencias o semejanzas con la Biblia que hemos comentado con anterioridad, con el pecado original que acompaña a los hombres desde que Adán y Eva fueran expulsados del Paraíso11. Los fundadores de Macondo y la primera pareja bíblica cometerán un pecado (el incesto o comer de la manzana del árbol prohibido, respectivamente) que no sólo les afectará a ellos, sino que estará presente en sus descendientes (todos los hombres nacen con el pecado original, al igual que todos los Buendía se ven tentados por el incesto). Si aceptamos estas similitudes, y que Cien años de soledad es una metáfora de la historia de la humanidad (o una adaptación de la Biblia a nuestra época, con una gran influencia de la literatura apocalíptica), po- dríamos entender que el incesto no es más que una metáfora del pecado original, que persigue a la humanidad hasta llevarla a su destrucción, al igual que la consecución del incesto en los Buendía desemboca en el fin de la estirpe y de Macondo. 11. Nótese las similitudes entre la primera pareja bíblica y la pareja fundadora de Macondo. Ambas son obligadas, de un modo u otro, a salir del lugar en el que vivían por culpa de sus acciones o pecados, que acompañarán a sus descendientes desde ese momento. (Palencia-Roth, 1983). 184 María Sabroso Cortés LA SOLEDAD, EL AMOR Y LA MUERTE, TEMAS PRESENTES EN TODAS LAS GENERACIONES DE LOS BUENDÍA En este apartado vamos a analizar brevemente el tratamiento de tres temas que están presentes a lo largo de gran parte de la literatura universal de todas las épocas: se trata de la soledad, el amor y la muerte. Los temas del amor y de la muerte, junto con el de la soledad, ya presente desde el título de la novela, están presentes a lo largo de las diferentes generaciones de los Buendía y están relacionados entre sí. Así, la soledad es algo intrínseco de los Buendía, que los acompañará a lo largo de su vida e incluso en el momento de su muerte, y que tratarán de evitar a través del amor, aunque sin conseguirlo. A continuación, analizaremos uno a uno estos tres temas. Ya hemos mencionado que la soledad va a acompañar a los Buendía desde su na- cimiento hasta su muerte, no en vano el título de la novela es Cien años de soledad. Todos los personajes tratarán de huir de esa sensación de soledad que les invade, pero lo único que conseguirán es hundirse más y más en ella, ya que ese es su destino, el destino de estirpes como la suya, “condenadas a cien años de soledad” (García Márquez, 1984, p. 550). Un ejemplo de esta soledad que acompaña a los Buendía es el coronel Aureliano Buendía. El hombre que luchó en treinta y dos guerras civiles y que se convirtió en héroe local, el que dio la fama y el prestigio a su familia, sintió la soledad a lo largo de toda su vida: en sus amores con Pilar Ternera, en las guerras que promovió para, a su regreso, darse cuenta que no había servido para nada, y en los últimos años de su vida, dedicados a la tarea interminable y repetitiva de fabricar pescaditos de oro, comprobando que el tiempo, tal y como le dijo su madre años atrás, pasa, y que todos los habitantes de la enorme casa familiar, especialmente su madre, se sentían también solos. La soledad no les abandonará ni siquiera después de muer- tos, ya que personajes como Prudencio Aguilar o Melquíades, regresan de la muerte y se aparecen a diversos personajes porque no soportan la soledad de la muerte. Íntimamente unido con la soledad está el tema de la muerte, ya que los miembros de la familia Buendía, al igual que viven marcados por la soledad, también mueren en la más absoluta soledad. La muerte supone, para los habitantes de Macondo, la pérdida de la inocencia, ya que, durante muchos años, el pueblo no conocerá la muerte, siendo el primero en morir Melquíades, precisamente uno de los gitanos que había dado a conocer a los habitantes del pueblo objetos maravillosos y mágicos que no conocían (recordemos la escena del hielo), será el encargado de mostrarles (o recordarles a algunos de ellos) qué es la muerte. La muerte es especialmente cruel con algunos personajes, como el coronel Aureliano Buendía, que la ve frente a frente en sus guerras, pero que le afectará acabando con la gente que quiere: sus diecisiete hijos, engendrados con diferentes mujeres durante las guerras civiles, mo- rirán uno tras otro, al igual que su mujer, Remedios, al poco tiempo de casarse, lo que le sumirá en la tristeza y la soledad de su taller de platería. La muerte, además de estar acompañada de soledad, trae a la mente de algunos personajes recuerdos de su infancia, como le sucede al coronel Aureliano Buendía antes de ser fusilado (aunque finalmente no muera en ese momento, él sí que percibía que iba a hacerlo). Otras veces la muerte viene asociada con la belleza, como en el caso de Remedios la bella, de cuya belleza se dice que podía destruir a los hombres con mirarlos. Otra Cien años de soledad: principales aspectos de la gran obra de la literatura en español del siglo XX 185 de las características de la familia Buendía con respecto a la muerte, es que parece como si muchos de ellos supieran en qué momento van a morir; así, Úrsula Iguarán “decide” que morirá cuando acaben las lluvias que asolan Macondo, José Arcadio Buendía decide quedarse junto al árbol del jardín a esperar su muerte, y Amaranta no morirá hasta no haber terminado de tejer su propia mortaja. Para concluir con el tema de la muerte, diremos las palabras del coronel Aureliano Buendía, que ejemplifican la actitud de los Buendía ante la muerte: “uno no se muere cuando debe, sino cuando puede” (García Márquez, 1984, p. 356) El último de los temas que vamos a comentar en este apartado, y que también está íntimamente relacionado con los dos anteriores, es el tema del amor. El amor, como la muerte, es uno de los ejes de la vida humana, y uno de los temas más tratados a lo largo de la literatura universal, por lo que no es de extrañar que esté presente también en esta novela. Los personajes de Cien años de soledad saben que sin amor lo único que les espera es la soledad (Mauricio Babilonia muere “de viejo en la soledad”), por lo que se dedican a buscar el amor, aunque no siempre con éxito. El amor, al igual que otros muchos temas a lo largo de la novela, aparece representado por diferen- tes símbolos, como el amor entre jóvenes, que aparece representado con mariposas amarillas. Una de las parejas en las que mejor describe García Márquez el amor es la formada por Meme y Mauricio Babilonia: Se volvió loca por él. Perdió el sueño y el apetito, y se hundió tan profunda- mente en la soledad, que hasta su padre se le convirtió en un estorbo. Elabo- ró un intrincado enredo de compromisos falsos para desorientar a Fernanda, perdió de vista a sus amigas, saltó por encima de los convencionalismos para verse con Mauricio Babilonia a cualquier hora y en cualquier parte. (García Márquez, 1984, p. 404) En este fragmento podemos observar que el amor se asocia, además de a la lo- cura, a la soledad, por lo que nuevamente vuelve a aparecer este tema que, como ya comentamos, se encuentra inexorablemente con los Buendía, aunque ellos intenten evitarlo. Y como el amor también está relacionado con la muerte, en la novela hay personajes que mueren por amor, como Pietro Crespi, que se suicida al ser rechazado por Amaranta: Macondo despertó en una especie de estupor, angelizado por una cítara que no merecía ser de este mundo y una voz como no podía concebirse que hubie- ra otra en la tierra con tanto amor. Pietro Crespi vio entonces la luz en todas las ventanas del pueblo, menos en la de Amaranta. El dos de noviembre, día de todos los muertos, su hermano abrió el almacén y encontró todas las lám- paras encendidas y todas las cajas musicales destapadas y todos los relojes trabados en una hora interminable, y en medio de aquel concierto disparatado encontró a Pietro Crespi en el escritorio de la trastienda, con las muñecas cor- tadas a navaja y las dos manos metidas en una palangana de benjuí. (García Márquez, 1984, p. 210) Junto a la descripción de amores románticos, como los que hemos mostrado aquí, en Cien años de soledad también encontramos relaciones más pasionales o sexuales, como pueden ser las de Pilar Ternera con los hermanos Buendía o la de José Arcadio 186 María Sabroso Cortés con Rebeca, y es que, como dice Vargas Llosa “las grandes pasiones de esta familia tienen que ver casi exclusivamente con la invención y con el sexo” (Vargas Llosa, 1971, p. 527). En este sentido, hay que destacar la diferente libertad sexual de que disfrutan los hombres y las mujeres de la familia Buendía: mientras que los hombres pueden mantener relaciones y tener hijos fuera del matrimonio, incluso estando ca- sados, a las mujeres no se les permite dicha actitud. Sirva como ejemplo el hecho de que Úrsula acoge en su casa y cría a los diferentes hijos ilegítimos que han tenido sus hijos, o la propia Fernanda asume y acepta que su marido tenga una amante. Sin embargo, Fernanda no podrá soportar la idea de que su hija Meme tenga un hijo ile- gítimo (Aureliano Babilonia), y al enterarse intenta deshacerse de él, aunque termina por no hacerlo y lo acoge en la casa, diciendo que el niño llegó por el rio “como Moisés”. Además, debemos recordar que las relaciones sexuales en la familia Buen- día están siempre marcadas por un halo de violencia ejercida por el hombre sobre la mujer (llegando estas incluso a sentirse morir en el momento de tener relaciones con los hombres Buendía), lo que muestra el primitivismo que existe en lo más profundo de Macondo, aunque lleguen avances e intentos de desarrollo, lo cierto es que, en el fondo, siempre habita en ellos un instinto animal que acabará por cristalizar en el último de la estirpe, un verdadero animal, un monstruo con cola de cerdo. Así pues, los temas en Cien años de soledad, como ocurre con las vidas de los habitantes de Macondo, se entrelazan entre sí, y con otros a su vez, conduciendo inevitablemente el uno al otro una y otra vez, por lo que no pueden entenderse por separado, sino como una consecuencia unos de otros. CONCLUSIONES Tras este análisis podemos afirmar que, efectivamente, Cien años de soledad es una de las novelas más importantes de la literatura en lengua castellana, a la altura del Quijote. La novela de García Márquez supone un punto de inflexión, no sólo por sus aportaciones desde el punto de vista de las técnicas narrativas empleadas, sino, especialmente, por la creación de un universo en torno a Macondo que va creciendo (y, posteriormente, desapareciendo) a la vez que lo hace el pueblo en la novela. Todo esto convierte a Cien años de soledad en un tratado sobre la historia de Hispanoamé- rica (y de la humanidad, por extensión), en una especie de Biblia del siglo XX, que ha marcado (antes y después de su publicación) la obra de su propio autor y la de otros grandes escritores del siglo XX y XXI. Cien años de soledad: principales aspectos de la gran obra de la literatura en español del siglo XX 187 BIBLIOGRAFÍA COLLAZOS, O. (1983). García Márquez: la soledad y la gloria. 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