Contemporánea: La historia desde 1776 PDF

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Pontificia Universidad Católica del Perú

Miguel Artola,Manuel Pérez Ledesma

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historia contemporánea historia moderna guerra fría Segunda Guerra Mundial

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This book, "Contemporánea", by Miguel Artola and Manuel Pérez Ledesma, explores contemporary history from 1776. It analyzes the significant impact of the Cold War and the new forms of conflict in the world.

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Miguel Artola Manuel Pérez Ledesma Contemporánea La historia desde 1776 Alianza Editorial 17. La guerra fría y las nuevas formas de conflicto La novedad política más notable de las producidas por la Segunda Gue...

Miguel Artola Manuel Pérez Ledesma Contemporánea La historia desde 1776 Alianza Editorial 17. La guerra fría y las nuevas formas de conflicto La novedad política más notable de las producidas por la Segunda Guerra Mundial fue el cambio que se produjo en el rango de las grandes potencias, una clasificación asociada durante siglos a la capacidad militar. Hasta la guerra, la situación geográfica de Estados Unidos, separado por dos océanos de Europa y Asia y sin enemigo potencial en sus fronte- ras, había dispensado a la primera potencia económica mundial de la necesidad de contar con un fuerte ejército. Por su parte, el aislamiento económico y político de la URSS y la ocultación de su capacidad militar obligaban a suspender el juicio sobre su lugar entre las grandes potencias. Las dimensiones del Imperio colonial y la hegemonía naval británica ocultaban la debilidad de su economía y de su ejército. En atención a estos parámetros, en 1939 Alemania podía ser considerada la primera potencia mundial, seguida de Francia y Japón. La guerra puso de manifiesto la verdadera capacidad de cada uno de ellos. La ocu- pación de Francia arruinó su imagen de gran potencia, y De Gaulle no fue convocado a las reuniones de los Tres Grandes (EE.UU., URSS y Gran Bretaña), ni a las de los Cuatro, a las que se invitó a China más por razones políticas que por su capacidad económica y militar. La posguerra acabó de definir la situación: Alemania y Japón se encontraban ocupadas por los vencedores; China se hundió en la guerra civil; Francia tenía que luchar, al final sin éxi- to, por conservar su imperio colonial; y Gran Bretaña no tardaría en abandonar la partida, tras la retirada de sus tropas de Oriente Medio en octubre de 1946 y la independencia de la India y Birmania al año siguiente. Estados Unidos y la Unión Soviética se quedaron solos, frente a frente, en la cumbre. 1. Los dos Grandes y la división del mundo en bloques Antes de que la Segunda Guerra Mundial llegase a su fin, los Tres Grandes —Estados Unidos, el Reino Unido y la Unión Soviética— habían coincidido en la conveniencia de contar con 398 Siglo XX una organización internacional para la solución pacífica de los conflictos políticos. Durante el verano de 1944 representantes de los Cuatro (los anteriores más China), reunidos en Dumbar- ton-Oaks, redactaron un proyecto de Carta de las Naciones Unidas, que fue aprobado por los enviados de los cincuenta países reunidos al año siguiente en la Asamblea de San Francisco. Los objetivos de la ONU, recogidos en el texto fundacional, incluían el mantenimien- to de la paz mundial contra toda agresión, la defensa de los derechos individuales, la igualdad de derechos entre todos los pueblos y el desarrollo de los países atrasados; todo ello dentro de los límites marcados por el principio de no intervención en los asuntos de los Estados miembros, y también por la escasez de medios materiales de la Organización. El documento más importante en que se recogían esos fines fue la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada por la Asamblea en París, en diciembre de 1948. En ese texto, una réplica de la Declaración francesa de 1789, se recogían los principios bási- cos del orden político y social de las sociedades occidentales, sin tener en cuenta la alter- nativa económica que representaba el comunismo, ni la cultural del islam y las religiones orientales. Para su funcionamiento, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se ha dotado de una organización dual. La Asamblea General de los Estados miembros, el mayor foro mundial, se reúne una vez al año y toma sus decisiones por el voto único de cada uno de los Estados integrantes. Por su parte, el Consejo de Seguridad, que funciona con carácter permanente, está compuesto por los representantes de quince naciones, y su misión funda- mental es el mantenimiento de la paz. La distinción en su seno entre los cinco miembros permanentes y los diez temporales permitió otorgar un lugar a Francia entre los primeros, al lado de los Cuatro Grandes (Estados Unidos, la Unión Soviética, Gran Bretaña y Chi- na). Para tomar decisiones se requiere la conformidad de los miembros permanentes, que disponen del derecho de veto (todos ellos lo han ejercido en algún momento). Las resolu- ciones del Consejo pueden ir desde la mediación entre los contendientes hasta la interven- ción militar, cuya ejecución se confía a uno o varios de los Estados miembros. El secretario general, elegido por la Asamblea a propuesta del Consejo, representa una opinión influyente dentro y fuera de la Organización. Pero sus competencias se reducen al funcionamiento material de las instituciones centrales y a la vigilancia de un gran número de instituciones especializadas que trabajan en estrecha colaboración con la ONU, como el Fondo Monetario Internacional, la UNESCO (creados en 1945), el Banco Mundial (en 1946) y la Organización Mundial de la Salud (en 1948). En el continente europeo, la marcha de los ejércitos determinó las grandes líneas de la división de Europa entre los aliados, en tanto la ocupación de Alemania fue objeto de un acuerdo que devolvió la independencia a Austria y dividió el territorio de cada una en tres zonas de ocupación, que fueron cuatro, al ceder Estados Unidos parte de la suya a Francia. Dentro de la zona soviética, Berlín fue repartido lo mismo que Alemania. El comité forma- do por los cuatro comandantes militares sería el poder superior hasta que se encontrase la forma de devolverlo a los naturales de ambos países. La dificultad de encontrar personas no comprometidas con el régimen hitleriano, dio lugar a una gigantesca depuración, la des- nazificación. A diferencia de lo que sucedió en otras partes del mundo, la tensión política en Europa no llegó nunca al punto del conflicto armado. Sólo en Grecia, donde no se daban esas circunstancias, ingleses y americanos actuaron contra las guerrillas comunistas del ELAS, que antes incluso de la retirada de las tropas 17. La guerra fría y las nuevas formas de conflicto 399 CONSEJO DE SEGURIDAD CONSEJO SECRETARIO Miembros Miembros ECONÓMICO GENERAL no permanentes permanentes Y SOCIAL (5) (6) ASAMBLEA GENERAL Países Grandes miembros potencias Figura 17.1 La Organización de las Naciones Unidas (ONU) alemanas habían formado su propio gobierno y roto los lazos con el gobierno en el exilio. Las tropas inglesas desembarcaron en Atenas y Salónica al retirarse los alemanes y aborta- ron una huelga revolucionaria declarada por los comunistas en 1944. Pero, gracias a la ayu- da soviética, y debido también a la resistencia británica al despliegue de sus tropas por el interior del país, los comunistas pudieron hacerse con el control de la mayor parte de Gre- cia (exceptuando Atenas y Salónica, protegidas y abastecidas desde el mar). La falta de re- cursos obligó al gobierno británico a renunciar a la lucha en febrero de 1947; dos semanas después, los americanos ocuparon su lugar, tras el anuncio por el presidente Truman de que su país estaba dispuesto a trabajar para contener el avance del comunismo en cualquier lu- gar del mundo (doctrina Truman). La lucha continuó hasta 1949, momento en que la ruptu- ra de Tito con Stalin interrumpió el abastecimiento de los partisanos, que se vieron obliga- dos a deponer las armas. Una nueva prueba de fuerza, esta vez directa, se produjo cuando Stalin respondió a las iniciativas económicas de los Estados occidentales, que incluían la unión de las zonas de ocupación occidentales del territorio alemán y la creación de una moneda común, con la evidente intención de establecer una República alemana en estos territorios. El cierre de los accesos terrestres a Berlín, decretado por Stalin el 24 de junio de 1948, mantenía el con- flicto dentro de los límites políticos; por su parte, los aliados evitaron el recurso a las armas y se limitaron a un abastecimiento aéreo, que los soviéticos se abstuvieron de atacar cuando los aviones volaban sobre su zona de ocupación. El puente aéreo permitió alimentar a la población y calentar las casas hasta que en mayo de 1948 se retiraron los controles de las carreteras. La victoria aliada ayudó a completar los planes para la reconstrucción política 400 Siglo XX de Alemania. La promulgación de la Constitución de la República Federal de Alemania (RFA) coincidió con el fin del bloqueo. Al cabo de unos meses, los soviéticos respondieron con la creación de la República Democrática Alemana (RDA). Fuera de Europa, la división política se produjo también en los territorios asiáticos que durante la guerra habían estado ocupados por Japón. La declaración de guerra de la URSS contra Japón, dos días después del lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima, sir- vió para que las tropas soviéticas ocuparan Manchuria y se adelantaran a la llegada de las estadounidenses a Corea. El paralelo 38 marcó el límite entre ambas fuerzas de ocupación; y la falta de acuerdo entre ellas en torno al carácter de las elecciones provocó la formación en la península coreana, en 1948, de dos repúblicas, Corea del Norte y Corea del Sur. En China, la capitulación japonesa puso fin a la lucha conjunta que el Kuomintang de Jiank Kaishe y el Partido Comunista Chino de Mao Zedong habían mantenido contra Ja- pón, y dio origen a una guerra civil. Estados Unidos proporcionó una importante ayuda a Jiank Kaishe e intentó mediar entre ambos contendientes; también la URSS llegó a un acuerdo con el Kuomintang, en el que se reconocía la independencia de Mongolia y se per- mitía la permanencia de tropas soviéticas en Manchuria y Port Arthur. Pese a ello, y tras una tregua entre las dos fuerzas enfrentadas, las hostilidades se reanudaron en la primavera de 1946. Las tropas nacionalistas consiguieron inicialmente importantes éxitos y llegaron a ocupar Yenan, la capital comunista; pero a partir de 1947 la iniciativa correspondió a los seguidores de Mao, que al año siguiente expulsaron a los nacionalistas de Manchuria, y en 1949 obligaron a los restos de las tropas de Jiank Kaishe a retirarse a la isla de Formosa (Taiwan). Desde entonces, a pesar de las constantes referencias de Jiank Kaishe a un próxi- mo retorno al continente para reiniciar la lucha contra los comunistas, se produjo la divi- sión de China en dos Estados, cada uno de ellos vinculado a uno de los dos Grandes. La división se hizo también visible en Indochina, donde el líder comunista Ho Chi Minh había creado en 1941 la Liga revolucionaria para la independencia del Vietnam para luchar contra japoneses y franceses. La capitulación japonesa y la retirada de las tropas ocupantes permitió la proclamación en 1945 de la República Democrática de Vietnam en el norte del país, mientras el sur volvía a manos de Francia. Era el punto de partida de un conflicto que se extendería en las décadas siguientes. En cambio, la descolonización de Asia y África, que comenzó a fines de la década de 1940, no desembocó en la división o en la integración de los nuevos Estados en uno u otro de los dos bloques, sino en la aparición de un Tercer Mundo, caracterizado por su voluntad de no alinear- se con ninguno de los dos Grandes (como se verá en con detalle en el próximo capítulo). La confrontación entre los dos bloques, de la que dan prueba las divisiones y enfrenta- mientos mencionados, produjo movimientos de acercamiento a los países más próximos por su sistema político y económico. Cada uno de los Grandes quería aumentar su fuerza para disuadir al enemigo; por su parte, sus aliados buscaban la protección contra los posibles ataques del otro bando, sobre todo porque la aparición del armamento nuclear requería la protección de una potencia que dispusiera de esas armas, y durante unos años sólo los dos Grandes contaron con ellas. Por otro lado, para muchos Estados sólo una concertación per- manente entre ellos podía permitirles alcanzar las dimensiones de los Grandes y disfrutar de los beneficios de escala asociados a esas dimensiones. En tales circunstancias, el sistema tradicional de acuerdos entre los Estados cambió de carácter. Hasta 1945 los tratados internacionales solían ser alianzas para hacer frente a un 17. La guerra fría y las nuevas formas de conflicto 401 posible conflicto bélico, o bien acuerdos comerciales, en la mayoría de los casos bilatera- les. En cambio, a partir de esa fecha los acuerdos abarcaban a varios países, bien en rela- ción con uno de los Grandes, o bien para conseguir la colaboración entre Estados de similar importancia. En América, en 1948 Estados Unidos y otros veinte países firmaron la Carta de la Orga- nización de Estados Americanos (OAS), para la cooperación económica y la defensa co- mún. En Oriente Medio, una de las últimas realizaciones británicas fue la constitución en 1945 de la Liga Árabe, una alianza de países musulmanes para reforzar los lazos entre ellos y coordinar su política exterior; lo que posteriormente contribuyó a la integración, nunca definitiva, de algunos de sus componentes en una unidad política superior, como la Repú- blica Árabe Unida, formada por Egipto y Siria en 1958. En Europa, la Organización Europea de Cooperación Económica (OECE) se creó en 1947 con el fin de negociar la distribución de la ayuda procedente del Plan Marshall, y continuó después como un órgano de coordinación continental. En el terreno militar, el Tratado de Bruselas, firmado en marzo de 1948, dio origen a una alianza defensiva en la que Gran Bretaña y Francia aportaban la mayor fuerza; pero en abril del año siguiente esta alianza quedó integrada en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), for- mada por Estados Unidos, Canadá y varios Estados europeos y cuyo objetivo era la defensa mutua. La entrada en la OTAN de la República Federal de Alemania, en 1955, provocó como respuesta la firma, ese mismo año, del Pacto de Varsovia por la URSS y las democra- cias populares de la Europa del Este, al que se sumó un año después la República Demo- crática Alemana (véase Mapa 22). 2. La guerra fría y la carrera de armamentos Durante los primeros años de la posguerra existía un desequilibrio estructural en la relación de fuerzas entre las dos potencias hegemónicas. La superioridad numérica del Ejército Rojo y su posición en el centro de Europa, a menos de mil kilómetros de la costa atlántica, no dejaba a los occidentales espacio suficiente para organizar una defensa eficaz; en tanto la superioridad de los bombarderos estratégicos occidentales les proporcionaba el dominio del aire. La posesión de la bomba atómica por EE.UU. representaba una diferencia más aparente que real si se tiene en cuenta que en abril de 1947 no había ninguna bomba opera- tiva, aunque se contaba con materiales para montar una docena. El deterioro de las relaciones entre las dos potencias dio lugar a la guerra fría, término empleado en 1947 por Malenkov para describir la política de Estados Unidos y que fue po- pularizado en Occidente por un célebre periodista, Walter Lippman. A esa situación de ten- sión respondieron las iniciativas militares de los dos Grandes en los años siguientes. Ya en 1946 se creó en Estados Unidos el Strategic Air Command, y en agosto de 1947, la Natio- nal Security Act reorganizó la defensa del país. De acuerdo con ella, se organizó el Consejo de Seguridad Nacional (NSC) y el Departamento de Defensa, integrado por el secretario de Defensa y la Junta de Jefes de Estado Mayor (JCS), a la que se incorporó la fuerza aérea tras romper su anterior dependencia del Ejército y la Marina. Se formó igualmente la Sexta Flota, con el fin de operar en el Mediterráneo desde las bases situadas en Italia, al tiempo que los servicios de espionaje se integraban en la Agencia Central de Inteligencia (CIA). 402 Siglo XX En agosto de 1949, cuando la explosión de la primera bomba atómica soviética acabó con la superioridad técnica americana, el Consejo de Seguridad Nacional formuló una doc- trina estratégica basada en la disuasión (deterrence) de cualquier posible enemigo: era ne- cesario disponer de bombas suficientes para poder responder a un ataque nuclear por sor- presa, sin renunciar por ello al desarrollo de las fuerzas convencionales. El presidente Truman ordenó además fabricar la bomba de hidrógeno (termonuclear). La guerra de Co- rea facilitó la financiación de la política de disuasión, de forma que en 1953, cuando Tru- man dejó la presidencia, Estados Unidos disponía de un millar de bombas atómicas y aca- baba de probar con éxito la bomba de hidrógeno. En agosto de ese mismo año, la URSS consiguió también su primera bomba de hidró- geno, con lo que desaparecían las dudas sobre la paridad de medios entre los dos Grandes. La respuesta del nuevo presidente Eisenhower fue la integración del arma nuclear con las convencionales de acuerdo con la nueva doctrina de la represalia masiva. Según ella, la respuesta a una agresión sería el empleo de toda la capacidad ofensiva en una reacción in- mediata capaz de destruir la población enemiga y sus medios de combate. La utilización de la bomba atómica o nuclear dependía de las condiciones del vehículo que la lanzase sobre su objetivo. El bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki había sido posible gracias a la total eliminación previa de la fuerza aérea japonesa; pero esta con- dición no se daba en el caso de la URSS. Con el fin de superar esta dificultad Eisenhower ordenó la construcción de un bombardero nuclear estratégico, el B-52 (Stratofortress), que tenía una autonomía de vuelo superior a las 8.000 millas. Operativo desde 1955, cuatro años después el Strategic Air Command contaba ya con 1.850 unidades de este bombarde- ro, que continuó en servicio durante más de veinte años. Por su parte, los soviéticos repli- caron con otro bombardero, el TU-22 Blinder. En los años siguientes, la progresiva reducción del tamaño y el peso de las bombas (mi- niaturización) coincidió con el aumento de la capacidad de los cohetes (rocket) hasta que se llegó a la unión de ambos elementos. El cohete tenía una larga historia, desde sus oríge- nes en China; pero su utilización militar en Occidente sólo se produjo en los años de la Se- gunda Guerra Mundial. Fue entonces cuando Alemania lanzó sobre Inglaterra cohetes per- feccionados por un grupo de científicos, dirigido por Von Braun. Pero tanto el V1, el primer cohete portador de una carga explosiva, como el V2, el primer misil balístico, care- cían de suficiente precisión. En los últimos días de la guerra, Von Braun consiguió llegar hasta las líneas americanas con una parte de su equipo y sus archivos, mientras el resto de quienes habían participado en los lanzamientos cayeron prisioneros de los rusos. En ambos casos, fueron utilizados para continuar las experiencias con los V2, y desarrollaron propulsores intercontinentales (Inter- Continental Ballistic Missil, o ICBM) con un alcance superior a los 7.000 kilómetros. Un campo en el que el desarrollo de los cohetes tuvo efectos de primera importancia fue la conquista del espacio. La carrera entre las dos grandes potencias comenzó en 1957 cuan- do un cohete soviético, el R7, colocó en órbita el primer satélite espacial (el Sputnik), mientras los americanos, menos avanzados en este terreno, no consiguieron contar con el cohete Atlas hasta 1959. La competición continuó en la década de 1960: los primeros vue- los espaciales con tripulación los realizaron los rusos Gagarin y Titov en 1961, y los nor- teamericanos Glenn y Cooper al año siguiente; y en 1969, el estadounidense Neil Amstrong era el primer hombre que pisaba la Luna. 17. La guerra fría y las nuevas formas de conflicto 403 Pero los cohetes y la energía nuclear tuvieron también aplicaciones militares directas. El Nautilus (1954) fue el primer submarino americano de propulsión atómica, un sistema que los soviéticos adoptaron a partir de 1960. En ese momento, otro submarino estadounidense, el George Washington, daba un nuevo paso hacia delante al poder lanzar en inmersión los misiles Polaris, con lo que de nuevo EE.UU. consiguió una clara ventaja, al menos hasta que en 1968 los soviéticos dispusieron de misiles equivalentes. A comienzos de la década de 1970, la sustitución de la doctrina de la represalia masiva por la respuesta flexible, que introducía la posibilidad de responder de forma proporcional y escalonada, condujo a la diversificación de los medios de acción y a la combinación de fuerzas convencionales, submarinos dotados con misiles Polaris y una nueva generación de mi- siles, como los Minuteman I y los Titan II norteamericanos. En esas fechas, los peligros del nuevo armamento se pusieron especialmente de manifiesto cuando un avión espía america- no (U2) fotografió, en el verano de 1962, la construcción en Cuba de instalaciones destina- das a recibir misiles rusos. El presidente Kennedy ordenó el bloqueo de la isla, puso a las fuerzas nucleares en el mayor nivel de alerta conocido hasta entonces y exigió ante la ONU la retirada de esas armas. La llamada crisis de los misiles, el momento en el que el mundo estuvo más cerca de la guerra nuclear, se resolvió finalmente gracias a una transacción pro- ESTADOS UNIDOS UNIÓN SOVIÉTICA Estados Unidos Otros países de la OTAN Bases aéreas de Estados Unidos Bases de misiles intercontinentales de Estados Unidos Unión Soviética Otros países del Pacto de Varsovia Bases aéreas de la URSS Bases de misiles intercontinentales de la URSS Figura 17.2 El despliegue de armas atómicas, hacia 1960 El despliegue comprendía dos tipos de instalaciones, las permanentes y las móviles. Estas últimas utilizaban submarinos y camiones sin una ubicación fija. Las bases de lanzamiento de los misiles aparecen en localizaciones aproximadas, mientras que la localización de los aeródromos es más precisa. Conviene observar que el centro de gravedad del conflicto se había desplazado hacia las proximidades del polo Norte, en busca de la línea más corta para alcanzar al enemigo. 404 Siglo XX puesta por Jruschov: la URSS retiró sus misiles de Cuba a cambio de que Estados Unidos hiciese lo mismo con los aviones Júpiter de Turquía. La retirada de los misiles soviéticos fue explicada por el Politburó del PCUS como el re- sultado de la inferioridad nuclear de la URSS. Por ello, había que poner en marcha un pro- grama de construcción de misiles intercontinentales (los SS-11) con el fin de equilibrar las fuerzas. En 1970, la Unión Soviética superaba a Estados Unidos: contaba con 1.299 misiles frente a los 1.054 estadounidenses. Para prevenir un ataque por sorpresa contra las instala- ciones nucleares, los misiles se enterraron en silos subterráneos, que los satélites espías sólo podían descubrir y localizar durante su construcción. Un paso más fue la aparición de misiles que se fragmentaban en varias cabezas nucleares (MIRV) y podían alcanzar con gran precisión más de un objetivo. Los americanos lo lograron en 1968, y los soviéticos, en 1974. Para defenderse de los ataques con misiles, la mejor solución sería destruirlos en el espacio antes de que alcanzaran el blanco; por eso, el proyecto Nike-Zeus consistía en un satélite colocado a un centenar de kilómetros de altura, con una carga de 400 kilotones que se haría explotar al detectar el lanzamiento de los misiles. A ese desarrollo del armamento le correspondió una nueva doctrina estratégica ameri- cana, bajo la fórmula de la destrucción asegurada, adoptada en 1965 y a la que dos años después se añadió el término mutua para formar el acrónimo MAD (loco, en inglés). La amenaza que esta doctrina reflejaba, y la creciente preocupación de la opinión pública, e incluso de los propios gobiernos, llevó a éstos a mantener a lo largo de las décadas de 1960 y 1970 negociaciones para reducir el peligro nuclear, al tiempo que continuaban la inves- tigación y la producción de nuevo armamento. En la década de 1960, la principal preocu- pación era el aumento del número de Estados que contaban con la posibilidad de fabri- car bombas atómicas. En 1952, Gran Bretaña había conseguido probar con éxito su primera bomba atómica, y en 1957 había hecho explotar una bomba de hidrógeno; en 1960, Francia hizo explotar su bomba atómica, y años más tarde (en 1968) creó la unidad encargada de la force de frappe con la intención de responder a un ataque fuera cual fuera su procedencia (touts azimuts). Con la ayuda soviética, China se incorporó al club atómico en 1964. Frente a estos avances, en 1967 los dos Grandes sometieron a la ONU el Tratado de no prolifera- ción nuclear, que prohibía a las potencias atómicas facilitarlas a aquellos Estados que no disponían de ellas y obligaba a éstos a no adquirirlas. En la década de 1970, las conversaciones entre las grandes potencias desembocaron en la firma del primer tratado de limitación de armas estratégicas (SALT I), en 1972, por el que ambas se comprometían a no fabricar más misiles intercontinentales (ICBM) y limita- ban el número de misiles defensivos antibalísticos (ABM). El paso siguiente fue la firma en 1979 de un nuevo tratado (SALT II), que incluía un acuerdo para el desarme equilibra- do, al fijar el máximo de cohetes lanzadores intercontinentales a 2.250 por cada bando, de los cuales un máximo de 1.300 dotados de cabezas múltiples. Pero el tratado no fue ratifi- cado por el Senado de los Estados Unidos, receloso de la actitud que consideraba belicosa de la URSS y que se reflejaba en la construcción de misiles de alcance intermedio (los SS-20), no contemplados en el tratado, y en la invasión de Afganistán por tropas soviéticas. Las perspectivas de desarme quedaron además truncadas ante el desarrollo de nuevas ar- mas, como la bomba de neutrones, que al aumentar el nivel de radiación emitida incremen- taba el número de bajas al tiempo que reducía los daños materiales, o los misiles de crucero (Cruise), de alcance intermedio, dotados de un radar que les permitía navegar a baja altura, 17. La guerra fría y las nuevas formas de conflicto 405 de forma que resultaban invisibles ante los sistemas de detección. En diciembre de 1979, la OTAN decidió instalar en el territorio europeo más de quinientos misiles de alcance medio (Pershing II y Cruise) para hacer frente a la amenaza de los SS-20 desplegados por la Unión Soviética. Pero esta decisión provocó la más intensa movilización pacifista vivida en Europa hasta entonces. Unos años después, en 1983, el presidente de Estados Unidos Ro- nald Reagan ponía en marcha un nuevo programa, la Iniciativa de Defensa Estratégica (IDS), conocida popularmente como «guerra de las galaxias», cuyo objetivo era la creación de un escudo espacial que protegiera el territorio americano de los misiles soviéticos. Ahora bien, la actitud pacifista cada vez más extendida en la opinión pública, unida a la llegada de Gorbachov a la secretaría general del PCUS y la conciencia de que los gastos crecientes en armamento impedían el logro de otros objetivos económicos, hicieron posible que las nuevas negociaciones desembocaran en los Acuerdos de Washington (1987) sobre eliminación de los misiles de alcance corto y medio. Dos años después, en el momento de declive del bloque socialista, las negociaciones avanzaron más deprisa: en 1991 se firmó el acuerdo START I, para la reducción de las armas ofensivas estratégicas (misiles interconti- nentales, sistemas de lanzamiento, cabezas nucleares), seguido dos años después por el START II, cuyo firmante fue ya el nuevo presidente de la República Rusa, Boris Yeltsin. Desaparecía con ello la tensión entre el Este y el Oeste que había caracterizado todo el pe- riodo de la guerra fría, desde 1945. 3. Las guerras limitadas Si la existencia de dos modelos contrapuestos de sociedad y de dos sistemas políticos radi- calmente diferentes fue la causa del antagonismo entre los bloques, el equilibrio estratégico derivado de la posesión por ambos de armas nucleares y vectores intercontinentales explica el carácter limitado de los conflictos. Los dos Grandes evitaron la confrontación directa, y los Estados que se dotaron más tarde de esas armas no contemplaron otro uso que la defen- sa del propio territorio. La primera limitación fue la de no utilizar las armas nucleares, in- cluidas las tácticas. Pero no fue la única: a diferencia de lo ocurrido en las dos guerras mundiales, los conflictos no se extendieron, sino que permanecieron limitados a los territo- rios en los que habían estallado. Y cuando uno de los Grandes intervino directamente en una guerra, no empleó más que una parte de sus fuerzas convencionales y aceptó la derrota en el caso de que se produjera sin recurrir al armamento nuclear. Hubo, de todas formas, algunas diferencias: mientras Francia luchó encarnizadamente para conservar Indochina y Argelia, Gran Bretaña y Holanda concedieron la independencia a sus antiguas colonias sin necesidad de que la guerra pusiera de manifiesto la desproporción entre los contendientes. Durante el periodo que va desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta el final de la división del mundo en bloques enfrentados, hubo dos tipos de conflictos interestatales. Unos estuvieron provocados por el deseo de contener el avance del comunismo, como las guerras de Corea y Vietnam; los otros tuvieron lugar entre terceros países, como los en- frentamientos bélicos en Palestina y Oriente Medio, las guerras entre Irán e Irak o entre la India y Pakistán. Un tercer tipo de acciones militares —reflejado en la intervención de la URSS en Afganistán, o en las intervenciones de Estados Unidos en diferentes ocasiones y lugares— recuerda más bien la estrategia de defensa de los imperios en el siglo XIX. 406 Siglo XX 3.1 La contención del comunismo: Corea y Vietnam La doctrina Jdanov, formulada en septiembre de 1947, asumía la división del mundo en dos campos antagónicos, definía al «campo antiimperialista» como el formado en torno a la URSS, «apoyado en todos los países por el movimiento obrero y democrático», y conde- naba el neutralismo. Era una respuesta a la doctrina formulada por el presidente de Estados Unidos, en un discurso al Congreso en marzo de aquel año (doctrina Truman): la política exterior americana debía consistir en «el apoyo a los pueblos libres que luchan para no ver- se sometidos al poder de minorías armadas o a una intervención exterior». Ambas formula- ciones reflejaban con toda claridad el enfrentamiento entre los dos bloques. Y aunque las ideas de Jdanov fueron matizadas más tarde por Jruschov, con su defensa de la coexistencia pacífica, la doctrina Truman siguió inspirando la acción exterior norteamericana hasta la caída del comunismo. En concreto, llevó a Estados Unidos a participar directamente en dos ocasiones en guerras fuera de su territorio: en Corea, en la década de 1950, y en Vietnam en la de 1960; dos guerras que Estados Unidos no pudo ganar, a pesar de ser la primera potencia militar, tanto por el miedo a las consecuencias de un conflicto nuclear como por el cansancio de la opinión pública estadounidense ante la larga duración de una guerra limitada. En los años inmediatamente posteriores a la Guerra Mundial, la ayuda estadounidense a Grecia y Turquía había logrado contener la presión comunista interior, en el primer caso, y la de la URSS en relación con el control de los Estrechos en el segundo, sin necesidad de una intervención militar. Pero un error de cálculo a la hora de estimar si la doctrina Truman tenía la misma consistencia en el Pacífico que en el Mediterráneo condujo a la agresión de Corea del Norte contra su vecina del Sur, y a una guerra en la que participaron tropas ame- ricanas, apoyándose en una resolución de Naciones Unidas. La operación comenzó con incidentes fronterizos, a los que siguió (el 25 de junio de 1950) el ataque de tres divisiones norcoreanas en diferentes puntos del paralelo 38, que marcharon hacia el sur por caminos paralelos. Seúl, a cien kilómetros de la frontera, tuvo que ser evacuado de inmediato, mientras las tropas surcoreanas y americanas trataban de retrasar el avance y evitar la destrucción de la capital. Antes de que concluyese el día, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó una propuesta estadounidense que exigía la reti- rada de las fuerzas invasoras. Dos días después, ante la continuación del avance, se convo- có a todos los países para que ayudasen a Corea del Sur a «repeler el ataque [...] y resta- blecer la paz»; al tiempo, el Consejo confiaba a Estados Unidos la dirección de la guerra y Truman designaba al general MacArthur, comandante en jefe del Extremo Oriente, para el mando de las tropas de la ONU, que se organizaron sobre la base de dos divisiones ameri- canas. Al cabo de una semana, tras la recuperación de la iniciativa por las fuerzas de Naciones Unidas, los norcoreanos tuvieron que emprender la retirada, mientras Truman autorizaba la invasión de Corea del Norte, lo que convirtió a las tropas de la ONU en invasoras en una operación que no tenía ningún objetivo político realizable. Pero el gobierno chino, que ha- bía pedido a Truman que no traspasase el paralelo 38, decidió intervenir en el conflicto cuando las fuerzas de la ONU habían alcanzado la frontera con China por los dos extremos y las tropas norcoreanas se encontraban encerradas en una bolsa. Para evitar la extensión del conflicto, los 180.000 hombres enviados por China fueron presentados como «volunta- rios», y obligaron a los aliados a una larga retirada. 17. La guerra fría y las nuevas formas de conflicto 407 A principios de diciembre, tras cuatro días de conversaciones entre Truman y el premier británi- URSS CHINA co Atlee, ambos dirigentes acordaron evitar la es- Chongjin calada del conflicto y limitarse a establecer una lí- Frontera en 1945 Intervención china 50 nea defensiva que les permitiera negociar. No ende 1950 noviembre e 19 Ofensivas de las br COREA DEL Naciones Unidas había, por tanto, una solución militar de la guerra; ov i e m NORTE Ofensivas N comunistas lo que dio lugar a un conflicto insólito en el ejérci- Hamhung Línea de alto Anyu to americano cuando el comandante en jefe de las Pyongyang Wonsan el fuego 1953 tropas, MacArthur, denunció la estrategia del pre- Paralelo 38º sidente y propuso el bombardeo del territorio chi- Mar Seúl Enero 1951 no, sin que su propuesta fuera aceptada por Tru- Panmunjom Inchon del man. Japón COREA DEL SUR Agosto 1950 En los primeros meses de 1951 los enfrenta- Taegu JAPÓN Mar mientos tuvieron lugar en torno al paralelo 38, con Amarillo Kwangju Pusan avances y retrocesos de las tropas estadouniden- Honshu ses. Por fin, en julio comenzaron las negociacio- nes para un armisticio, y en noviembre ambas par- Apoyo militar estadounidense Kyushu tes aceptaron que la línea de contacto entre los Cheju ejércitos serviría de frontera, aunque aún se libra- Figura 17.3 La guerra de Corea, 1950-1953 ron algunos combates. La llegada de Eisenhower a la presidencia de Estados Unidos, a comienzos de 1953, y la muerte de Stalin dos meses después permitieron avanzar en las negociaciones, que concluyeron en julio con el armisticio de Pan-mun-jon, por el que se creaba una zona desmilitarizada. De esta forma, después de tres años de guerra, la doctrina Truman había demostrado su eficacia a la hora de contener la CHINA agresión utilizando medios militares convencio- Me Cao Bang ko nales. ng Dien Bien Phu Hanoi Haiphong El segundo conflicto bélico tuvo lugar en Viet- LAOS nam, tras la derrota en Dien Bien Fu (1954) de la Golfo Luang Prabang de Tonkín Hainan antigua potencia colonial, Francia, y la división VIETNAM DEL NORTE provisional del territorio en dos Estados, acordada Vientiane Paralelo 17 en una Conferencia internacional que se celebró Hue en Ginebra. En Vietnam del Norte, el líder comu- TAILANDIA Da Nang nista Ho Chi Minh asumió la presidencia de la Re- VIETNAM pública, mientras en Vietnam del Sur el jefe del DEL SUR Qui Gobierno Ngo Dinh Diem consiguió tras un refe- Bangkok Mekong CAMBOYA Nhon réndum la destitución del emperador y se convirtió Nha Trang en presidente de la nueva República, estableciendo Tonle Sap Da Lat Golfo de Phnom Penh Cam Ranh allí un gobierno dictatorial. La negativa de Diem a Tailandia Saigón la celebración de un referéndum para la unifica- Delta del ción del país, prevista en Ginebra, tuvo el apoyo Mekong de Estados Unidos: el secretario de Estado de Ei- senhower, Foster Dullas, dominado por la idea de Figura 17.4 La división de la península de contener el avance del comunismo, formuló la teo- Indochina, 1954 ría del dominó, según la cual la caída en manos 408 Siglo XX comunistas de Vietnam del Sur traería como consecuencia la de los demás países del Su- deste Asiático. Para contener al comunismo, Estados Unidos creó la Organización del Tra- tado del Sudeste Asiático (SEATO), una mala imitación de la OTAN. Hasta 1960, el gobierno de Vietnam del Norte no consiguió el apoyo de la URSS y Chi- na para su lucha de «liberación nacional». Mientras tanto, la principal tarea de los partida- rios de la unificación consistió en construir un túnel que llevaba desde el paralelo 17, fron- tera entre los dos Vietnam establecida en Ginebra, a las cercanías de Saigón a través de Laos y Camboya, y del que salían ramales que afloraban en diversas partes de Vietnam del Sur. Además de ser una vía para el movimiento de tropas y el abastecimiento de armas y municiones, el túnel ofrecía un refugio en caso de derrota y era un camino seguro para la evacuación de los heridos, con el consiguiente efecto positivo sobre la moral de los comba- tientes. La unión en el Sur de todas las fuerzas de oposición a la dictadura de Diem dio lu- gar a la formación del Frente de Liberación Nacional (FLN), cuyo brazo armado, el Viet- cong, estaba dirigido desde Vietnam del Norte. Durante los primeros años de la década de 1960, mientras se negociaba la ayuda de las potencias comunistas, la actividad de las guerrillas fue limitada. La implicación de Estados Unidos en el conflicto durante la presidencia de Kennedy (1961-1963) se reflejó en la mul- tiplicación del número de consejeros americanos en el ejército survietnamita, que pasaron de 400 a 16.000. Pero el Vietcong consiguió ganar la lucha por el control político de las aldeas gracias a su presencia en los distintos lugares y a la liquidación de las autoridades locales hostiles o dudosas, de forma que los campesinos descubrieron que la fidelidad al gobierno creaba mayores riesgos que el apoyo a los guerrilleros. La respuesta de los conse- jeros americanos, la llamada contrainsurgencia, consistía en concentrar a la población rural en lugares defendidos permanentemente por tropas (strategic hamlets), lo mismo que ha- bían hecho Weyler en la guerra de Cuba o los ingleses en la guerra contra los bóers en África del Sur. Pero esta actitud creaba nuevos problemas: la dispersión de los efectivos de- jaba la iniciativa en manos de la guerrilla, al tiempo que los campesinos, limitados en su capacidad de movimientos para obtener los recursos necesarios para la subsistencia, tenían que ser alimentados por el gobierno. El asesinato del presidente Diem en noviembre de 1963, en el que los americanos tuvie- ron alguna responsabilidad, no contribuyó a mejorar la situación. Meses después, el ataque de unas lanchas torpederas contra destructores americanos en el golfo de Tonkin (agosto de 1964) llevó al presidente americano Johnson a ordenar el bombardeo de Vietnam del Nor- te, mientras el Congreso de Estados Unidos le concedía plenos poderes para tomar «todas las medidas necesarias» para vencer en Vietnam. Comenzó así la escalada militar, que lle- varía a la intervención de más de un millón de soldados americanos en la guerra. En ella se enfrentaron dos estrategias y tácticas distintas. La estrategia del Vietcong con- templaba dos acciones fundamentales: el control permanente de la población rural, por un lado, utilizando la información, la movilidad y la intimidación (de ahí la práctica reiterada del asesinato de los jefes de los lugares que no se sumaban a su causa), hasta conseguir que aldeas en apariencia adictas al gobierno sirvieran de hecho la causa de los guerrilleros; y, por otro, la acción limitada contra las fuerzas del Sur y sus consejeros americanos, a los que atacaban por sorpresa con medios reducidos desde una posición ventajosa, para retirar- se antes de la llegada de los refuerzos. Los americanos, por su parte, emplearon nuevas ar- mas o hicieron un nuevo uso de las disponibles: entre ellas, el fusil ametrallador M 60 para 17. La guerra fría y las nuevas formas de conflicto 409 los pelotones de infantería, o el helicóptero utilizado como arma de ataque e intervención, tanto en apoyo de las posiciones comprometidas como en acciones masivas para trasladar unidades mayores, del tipo de un regimiento. La «limpieza» de las zonas y lugares donde se sospechaba la presencia de unidades enemigas, difíciles de detectar cuando no estaban uniformadas, fue el objetivo fundamental de las acciones militares de las tropas americanas y survietnamitas. El coste político de esas acciones era el daño causado a los no combatien- tes, que podía ser tan importante como la masacre de May Lai (1968) en la que murieron 300 campesinos. La utilización de la vía Ho Chi Minh y el apoyo de la población permitió a los miem- bros del Vietcong multiplicar las iniciativas dispersas dirigidas a la erosión de las fuerzas americanas, mientras los estadounidenses respondían con rapidez mediante la intervención de los helicópteros de ataque y de las fuerzas que transportaban. No hubo grandes opera- ciones militares hasta la ofensiva del Tet lanzada por el Frente de Liberación Nacional en enero de 1968, un ataque simultáneo en seis de las principales ciudades, en 36 de las 44 ca- pitales provinciales, en 64 capitales de distrito y en 50 hamlets, cuyo resultado más llamati- vo fue la ocupación de ciudades como Saigón y Hué. La respuesta americana dio lugar a la batalla en torno a Hué, uno de los combates más encarnizados de la guerra, que se prolon- gó durante un mes (véase Mapa 23). La ocupación casa por casa del centro religioso y cultural de Vietnam tuvo importantes consecuencias políticas en Estados Unidos. Se extendió la idea de que no podían ganar la guerra, hasta el punto de que el presidente Johnson, que había rechazado las propuestas de aumentar las fuerzas americanas en el conflicto, se declaró dispuesto a negociar. Pero el es- fuerzo bélico continuó, y en ese año de 1968 —el más sangriento de la guerra— la avia- ción americana lanzó un millón de toneladas de bombas. El escaso éxito llevó por fin a Johnson a renunciar a presentarse a la reelección, por lo que fue el nuevo presidente, el re- publicano Nixon, quien inició la retirada. El periodo final fue el de la vietnamización de la guerra, basado en el apoyo de la avia- ción americana a las tropas de Vietnam del Sur para que hicieran frente a los ataques del FNL tras la progresiva retirada del ejército de Estados Unidos. En esa situación, la ofensiva del ejército regular norvietnamita en 1972 respondió a un cálculo de oportunidad: se tra- taba de aprovechar la proximidad de una nueva campaña electoral americana, con la segu- ridad de que en ese momento no se produciría el envío de nuevas tropas. La respuesta fue el empleo masivo de la aviación, que bombardeó Hanoi y Haiphong, con el fin de con- vencer al gobierno comunista de la necesidad de reanudar las conversaciones, mantenidas hasta entonces en secreto. Tras la reelección, Nixon suspendió los bombardeos, y los re- presentantes de las fuerzas en conflicto firmaron un armisticio en París, en enero de 1973. De acuerdo con él, Estados Unidos retiraría sus tropas en un plazo de dos meses; no se mencionaba, en cambio, la presencia de las de Vietnam del Norte. La derrota definitiva de Vietnam del Sur se produjo en abril de 1975, cuando tras la rea- nudación de la lucha, ya sin presencia americana, las tropas del FNL y el ejército de Viet- nam del Norte ocuparon Saigón, y el gobierno del Sur se vio obligado a capitular. Todo el territorio vietnamita quedaba por fin bajo el poder comunista, que en 1976 proclamó la Re- pública Socialista de Vietnam. Dos semanas antes, en otro de los Estados surgidos de la di- visión de Indochina, Camboya, las fuerzas comunistas locales (los jemeres rojos) habían ocupado la capital, Phnom Penh, e instaurado un régimen similar. Y en el tercer Estado de 410 Siglo XX la antigua Indochina, Laos, que también había vivido un largo conflicto interno, se procla- maba en diciembre del mismo año 1976 la República Popular. 3.2 Las guerras entre terceras potencias: Palestina La dispersión de los judíos, la diáspora, iniciada con la cautividad de Babilonia (siglo VI antes de Cristo), se extendió por el Mediterráneo hasta que la destrucción de Jerusalén, en el año 70, redujo su presencia en Palestina al mínimo. En la Edad Media, los judíos se ins- talaron en Europa central y oriental. En el siglo XIX, el resurgimiento del antisemitismo dio origen, como respuesta, a un movimiento a favor de la emigración a Palestina (sionismo). Antes del primer asentamiento judío en 1882, Palestina contaba con unos 25.000 judíos so- bre una población total de casi medio millón de habitantes; a partir de esa fecha, las organi- zaciones sionistas financiaron el transporte y la adquisición de tierras y aperos, y los colo- nos instalados en Palestina se organizaron en comunidades (kibutz) con el fin de potenciar la inversión y mejorar su seguridad. En 1914, la población judía de Palestina ascendía ya a 100.000 personas, una séptima parte del total de habitantes del territorio. Durante la Prime- ra Guerra Mundial, los ingleses prometieron a Hussein, emir de La Meca, la formación de un Estado árabe que incluiría a Palestina (Protocolo de Damasco), aunque dos años des- pués la Declaración Balfour incluyó el compromiso de crear en Palestina un «hogar nacio- nal [national home] para el pueblo judío». Acabada la guerra, en 1922 la Sociedad de Naciones reconoció la «vinculación [connec- tion] histórica del pueblo judío con Palestina» y «el fundamento para reconstruir su hogar nacional en esta tierra», y dio a Inglaterra el mandato para administrarla. En la década de 1930, la llegada de Hitler al poder multiplicó el número de inmigrantes judíos, que en 1935 llegaban a 335.000. Un año después se produjo el primer conflicto armado con los árabes, que en los tres años siguientes se cobró cerca de siete mil víctimas. Aunque el gobierno británico trató de limitar la inmigración mediante la fijación de un cupo, la entrada clan- destina permitió superar esa limitación. Después de la Segunda Guerra Mundial se autorizó a entrar en Palestina a otros 100.000 judíos, mientras los británicos concentraban en Chipre a los que llegaron una vez que se había completado esa cantidad. La ONU creyó que la solución a las relaciones conflictivas entre árabes y judíos sería un reparto del territorio, acordado el 29 de noviembre de 1947, por el que se concedía a los judíos algo más de la mitad. Cuando concluyó el mandato de Inglaterra, el 14 de mayo de 1948, Ben Gurion, presidente de un gobierno provisional judío, proclamó el Es- tado de Israel; y un día después, la Liga Árabe atacó a los israelíes. Los dos Grandes coincidieron en el apoyo a los judíos, aunque por diferentes motivos; unido a ello, la he- terogeneidad de las fuerzas de la Liga Árabe, y la unidad de mando y la posición central de los israelíes fueron factores decisivos en el desenlace de la guerra. A pesar de los pri- meros triunfos árabes, las tropas de Israel acabaron rechazando a las fuerzas de la Liga y ocupando una parte del territorio atribuido por la ONU a los árabes. De esta forma, cuan- do los Estados vecinos negociaron por separado el armisticio, y la línea de frente se con- virtió en la nueva frontera, Israel había incrementado en un tercio su territorio, con la in- corporación de Neguev, Galilea y la parte occidental de Cisjordania, mientras la zona árabe se repartía entre Egipto, que se quedó con la franja de Gaza, y Transjordania, que 17. La guerra fría y las nuevas formas de conflicto 411 incorporó la Cisjordania no ocupada por Israel. No se planteó entonces la formación de un Estado palestino. Durante la guerra y después de ella hubo un movimiento masivo de población en las dos direcciones. Pero mientras más de 800.000 palestinos quedaron instalados en campos de re- fugiados en los países árabes, la llegada de judíos (casi 700.000 entre 1948 y 1951) permi- tió aumentar la población de Israel y aportó la mano de obra necesaria para la explotación de las tierras abandonadas. La Ley de Retorno, aprobada en 1950, facilitó esa llegada al afirmar el derecho de todos los judíos del mundo a establecerse en Israel. En Egipto, la responsabilidad de la derrota se atribuyó al rey Faruk, por lo que un grupo de «Oficiales Libres», encabezado por Gamal Abdel Nasser, acabó con la monarquía en 1952. Años más tarde, Nasser intentó construir la presa de Assuan, un gigantesco pro- yecto de remodelación del territorio que debía servir para electrificar una parte importante del país y poner en regadío miles de hectáreas. Como el Banco Mundial le negó la ayuda económica para esa obra, la fórmula que utilizó para financiarla fue la nacionalización del canal de Suez, una vía de comunicación de importancia mundial que era propiedad de una Compañía internacional cuyo capital controlaban los gobiernos de Francia e Inglaterra. En respuesta, ambos países llegaron a un acuerdo para realizar una demostración de fuerza que obligara a Nasser a cambiar de política, y buscaron la colaboración de Israel en ella. La campaña de Suez comenzó con un ataque israelí, el 29 de octubre de 1956, que se detuvo a 15 kilómetros del Canal después de ocupar Gaza. El 5 de noviembre, los paracai- distas de Francia y Gran Bretaña ocuparon Port Said e iniciaron la ocupación del Canal. Pero la intervención de la ONU y de los dos Grandes impuso el cese de las hostilidades y la retirada de las tropas atacantes, con la excepción de Gaza que continuó bajo la ocupación de Israel; y una fuerza de interposición de Naciones Unidas, los cascos azules, se desplegó en la frontera del Sinaí para evitar nuevos enfrentamientos. La lucha del pueblo palestino comenzó cuando, ante la incapacidad de los Estados ára- bes, algunos grupos armados decidieron continuar la lucha mediante acciones terroristas. En 1959 se celebró el primer congreso de un movimiento creado por Yaser Arafat entre los refugiados palestinos de Argelia, cuyo nombre Fatah es el acrónimo invertido de la expre- sión «ganar la guerra mediante la yihad», o guerra santa. En 1964, a instancias de la Liga Árabe se reunió en Jerusalén una asamblea de personalidades palestinas que decidieron constituir un aparato político, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), inte- grada por una asamblea, el Consejo Nacional Palestino (CNP), un gobierno, una hacienda y un ejército, el Ejército de Liberación de Palestina (ELP). La guerra de los Seis Días (del 5 al 10 de junio de 1967) fue una iniciativa de Israel, que veía con inquietud que Egipto se dotaba de una importante fuerza aérea gracias a la ayuda soviética, mientras Siria mantenía frecuentes choques fronterizos con las tropas israelíes y los palestinos habían comenzado a organizarse para la lucha. La retirada de los cascos azu- les devolvió a Egipto el control del Sinaí, mientras la ocupación de Charm el Cheik, la lla- ve del golfo de Akaba, permitía cerrarlo a la navegación israelí, a cuyos barcos se les prohibió también la circulación por el canal de Suez. Frente a esta actitud, Israel lanzó el 5 de junio un ataque preventivo en el que destruyó más de 400 aviones egipcios antes de que despegaran. Conseguido así el control del aire, las fuerzas acorazadas israelíes ocuparon Gaza, la península del Sinaí y alcanzaron el Canal el cuarto día de la guerra. Una maniobra envolvente frente al ejército jordano, que había ocupado Jerusalén, sirvió a su vez para que 412 Siglo XX las tropas de Israel se adueñaran de los puentes sobre el río Jordán. En la mañana del quin- to día, esas mismas tropas atacaron y ocuparon los altos del Golán; al día siguiente rompie- ron las defensas sirias, y amenazaban Damasco cuando entró en vigor el alto el fuego orde- nado por la ONU. Esta vez, el armisticio dejó en manos de Israel lo que quedaba de la Palestina árabe: Cis- jordania, Gaza y el Sinaí, además de los altos del Golán, con lo que ocupaba la totalidad del antiguo mandato británico. Jordania recibió otros 250.000 refugiados, mientras la ONU aprobaba la resolución 242, que exigía, sin éxito, la retirada de Israel a las posiciones ante- riores al conflicto. La ocupación israelí contribuyó a la creación de una Estado judío creado en 1947 LÍBANO conciencia nacional del pueblo palestino, en parte some- SIRIA Apropiaciones de Israel tido y en parte desterrado, pero dispuesto a reclamar la entre 1947 y 1949 Golán Fronteras de Israel Palestina gobernada en su día por Gran Bretaña. Sin un en 1949 Apropiaciones de Israel palmo de tierra libre de la ocupación, el Consejo Nacio- en 1967 Cisjordania nal Palestino aprobó en julio de 1968 la Carta Nacional n e o Jerusalén de Palestina. La Carta reivindicaba el derecho a la totali- errá edit Mar Mar M Gaza Muerto dad del territorio, declaraba nula la partición realizada en 1947, rechazaba la existencia del Estado de Israel y de- JORDANIA fendía la lucha armada contra él; y, por último, reconocía a los refugiados y a los nacidos en el exilio la ciudadanía palestina. Sinaí La promoción de Arafat a la presidencia de la OLP significó la radicalización de la resistencia. Al mismo tiempo, la presencia de las milicias de esta organización ARABIA SAUDÍ (los feddayin) en Jordania implicaba un riesgo para la es- tabilidad del régimen jordano, a la vez que encerraba el EGIPTO peligro de una respuesta de Israel a las eventuales accio- Mar Rojo nes de los feddayin. Por eso, el rey Hussein de Jordania Figura 17.5 La formación del Estado procedió a la expulsión de los palestinos. De esta forma, de Israel el problema se trasladó al Líbano, un Estado en el que un tercio de la población era cristiana y que estaba viviendo un conflicto interno entre las milicias armadas musulmanas y las cristianas, que se agravó con la llegada de los refugiados. Mientras los palestinos buscaban nuevas bases desde las que atacar a Israel, Egipto y Si- ria se prepararon para una nueva guerra con un planteamiento estratégico distinto. Sería una guerra larga, y a diferencia de las anteriores debería mostrar la vulnerabilidad del ejér- cito israelí, en lugar de pretender una solución militar inmediata. La URSS les había sumi- nistrado armas de la nueva generación, como misiles Mig-17, cazabombarderos supersóni- cos o radares, con los que se podía plantear el nuevo conflicto. Esta vez, la iniciativa fue de los países árabes, que aprovecharon la festividad judía del Yom Kippur, el 6 de octubre de 1973, para tratar de sorprender a Israel. Las divisiones egipcias cruzaron el canal de Suez, rompieron la línea de defensa y tomaron posiciones bajo la protección de sus misiles. Una semana después, dos mil tanques de cada lado libraron la mayor batalla entre fuerzas acorazadas desde la Segunda Guerra Mundial. Pero las tropas israelíes reaccionaron tanto en el frente egipcio, donde consiguieron cruzar el Canal, como en el sirio, donde la ocupa- 17. La guerra fría y las nuevas formas de conflicto 413 ción de Monte Hermón les abrió el camino hacia Damasco. Un nuevo armisticio dejó las lí- neas de demarcación donde estaban con anterioridad. El resultado de la guerra, a pesar de la mayor capacidad que habían mostrado los ejércitos árabes, cambió radicalmente los términos del problema palestino. Egipto abandonó la lucha armada y buscó, a través del acercamiento a Estados Unidos, el repliegue israelí y el envío de cascos azules antes de abrir el paso del canal de Suez. Por su parte, la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP), dominada por los países árabes, decidió convertir al petró- leo en un arma de guerra contra los países occidentales que apoyaban a Israel. Ya hemos visto (capítulo 15) los efectos económicos de la subida del precio del crudo; los efectos políticos, a los que nos referiremos a continuación, fueron tan importantes como aquéllos. En el otoño de 1974, la cumbre de la Liga Árabe celebrada en Rabat reco- noció a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) como la única representa- ción del pueblo palestino. Su líder, Arafat, fue recibido con ovaciones en la ONU, y la OLP adquirió el carácter de observador ante ese organismo. La resolución 338 de Naciones Uni- das exigió a Israel la evacuación de los territorios ocupados, y acordó que Cisjordania pasa- ría a manos de la OLP, y no de Jordania. Por último, en 1978, el presidente estadounidense Jimmy Carter reunió en su residencia de Camp David a los máximos dirigentes de Egipto e Israel, Sadat y Begin, que acabaron firmando un tratado de paz por el que se devolvía la península del Sinaí a Egipto a cambio de la apertura del canal de Suez a la navegación israelí. Tras la guerra del Yom Kippur, el centro de gravedad de la lucha contra Israel se había trasladado al Líbano, donde la coexistencia entre musulmanes y cristianos, regulada por un pacto nacional aprobado en 1943 y que con el tiempo ya no respondía a la situación de am- bos grupos, se hizo más difícil por la presencia de los feddayin. El conflicto degeneró en una guerra civil, en la que tomaron parte los palestinos. La intervención de Siria, en 1976, no sirvió para conseguir la paz; y una intervención posterior de Israel, en 1978, en apoyo de las milicias cristianas, provocó el envío de los cascos azules de la ONU, que separaron a las distintas milicias. Una nueva intervención de Israel, en 1982, impuso la expulsión de los combatientes palestinos y el traslado de las oficinas de la OLP a Túnez, al tiempo que per- mitía una masacre perpetrada por las Falanges cristianas en los campos de refugiados de Sabra y Chatila, de la que se hizo responsable al ministro de Defensa israelí, Ariel Sharon. Por fin, sólo en 1990 se pudo formar un gobierno nacional en el Líbano, que disolvió las milicias de las dos comunidades religiosas, mientras que la retirada israelí del sur del país no tuvo lugar hasta el año 2000. Pero ni la ocupación de territorios ni la expulsión de los feddayin de Jordania o el Líba- no acabaron con el problema palestino. Cuando en 1983 Estados Unidos negó el visado a Yaser Arafat para asistir a la Asamblea de las Naciones Unidas, la ONU celebró una sesión en Ginebra para que pudiera acudir el líder palestino y actualizó en ella el contenido de las decisiones anteriores: en concreto, la condena de los asentamientos israelíes en los territo- rios ocupados, la reiteración de los derechos del pueblo palestino y la defensa de la necesi- dad de una conferencia de paz en la que la OLP participase en términos de igualdad con Is- rael. Pero la falta de respuesta por parte del gobierno de Tel Aviv determinó un cambio en la estrategia palestina a favor de la lucha cotidiana y callejera, aunque sin armas de fuego, iniciada en 1987 por jóvenes de los territorios ocupados (intifada). Aunque la Declaración de Independencia de Palestina, un año después, incluyó el reco- nocimiento del Estado de Israel, junto a la proclamación del Estado palestino, y la renuncia 414 Siglo XX al terrorismo, tampoco esta propuesta tuvo ningún eco en aquel país. Sólo la presión de los Estados occidentales permitió un acercamiento entre los contendientes, cuyos resultados se harían visibles, ya en la década de 1990, en la Conferencia de Madrid (1991) y los Acuer- dos de Oslo (1993), de los que se hablará más adelante (véase capítulo 19). 3.3 Las guerras entre terceras potencias: Irán-Irak Junto al conflicto palestino, la guerra entre Irán e Irak fue el otro gran enfrentamiento béli- co en Oriente Medio en los años ochenta. En sus raíces se encuentran de nuevo los proble- mas de la explotación y distribución del petróleo. El fondo del golfo Pérsico era la salida marítima del petróleo de Irán, Irak y Kuwait; de esos tres países, Irak era el único comuni- cado con el Mediterráneo mediante oleoductos, pero también el que tenía la menor salida al Golfo. En 1979 llegaron al poder Sadam Hussein en Irak, y el ayatolá Jomeini en Irán (a cuya revolución nos referiremos en el próximo capítulo). Para el nuevo líder iraquí, el te- mor al contagio del fundamentalismo chií, el deseo de revisar las fronteras y el hecho de que el ejército de Irán hubiera sido sustituido por unas milicias de dudosa capacidad militar —mientras el ejército iraquí era una fuerza disciplinada y bien armada gracias al material soviético— fueron los factores que influyeron en la decisión de lanzar un ataque contra Irán, en cuatro puntos de la frontera, en septiembre de 1980. Pero no se consiguió una solu- ción militar del conflicto: los aviones iraníes escaparon a la destrucción masiva y las mili- cias contuvieron el avance de las tropas iraquíes, que en marzo del año siguiente habían lle- gado al límite de su progresión, a pocos kilómetros de la frontera. A partir de septiembre de 1981, las milicias iraníes, adoctrinadas por los mullahs, toma- ron la iniciativa y emprendieron la recuperación del territorio ocupado, por lo que en junio de 1982 Sadam Hussein tuvo que ordenar Kirkuk KURDISTÁN TEHERÁN el retorno de sus tropas a la frontera. Al mes siguiente, los iraníes trataron de ocu- Qom par Basora, y en octubre lo intentaron con Kermanchah Bagdad, en cuya defensa Irak utilizó gases en cantidades limitadas. Durante los años Má xim av siguientes, los objetivos de las acciones o BAGDAD an ce IRÁN Ti gr ira qu í militares cambiaron, pero no se llegó a is una decisión militar. En 1985, Sadam ata- Dezful có las ciudades con misiles soviéticos, mientras los iraníes respondían con las mismas armas, recibidas de Libia. Un año Éufrates Ahwaz IRAK después, las tropas iraníes ocuparon la pe- JUZISTÁN Basora Abadán nínsula de Fao y cortaron la comunicación Ocupado por Irak en 1981 de Irak con el mar. Ofensivas iraníes Hidrocarburos Por fin, Estados Unidos decidió inter- Oleoductos KUWAIT Kuwait Isla de Jark venir en el conflicto para evitar una victo- Áreas pantanosas ria del fundamentalismo iraní. Una com- Ferrocarril pañía americana adquirió la mitad de los Figura 17.6 El conflicto entre Irán e Irak petroleros de Kuwait y la intervención de 17. La guerra fría y las nuevas formas de conflicto 415 la flota de Estados Unidos garantizó la navegación por el golfo Pérsico, no sin que se pro- dujeran algunos incidentes. La recuperación por Irak de la península de Fao, en 1988, y los ataques a lo largo del frente acabaron con una tregua en el mes de agosto que, tras diez años de combates, devolvió a los contendientes a sus líneas de partida. La guerra había pro- ducido un millón de muertos y la ruina de los dos Estados contendientes. 3.4 Las intervenciones militares: Afganistán, Granada, Panamá, la guerra del Golfo La expansión colonial durante el siglo XIX había dado lugar al reconocimiento del interés prioritario de una potencia sobre su zona de influencia. Del mismo modo, tras la Segunda Guerra Mundial, los dos Grandes trataron de asegurarse zonas de influencia más allá de las alianzas formales establecidas por cada uno de ellos. Y cuando una de las dos potencias de- cidía una intervención armada en su zona, pero no lograba reducir la resistencia de la po- blación, esa situación daba a la otra la ocasión para ayudar a quienes luchaban contra el ocupante. En Afganistán, la rivalidad anglo-rusa había dado paso en 1907 a un periodo de influen- cia británica hasta que la tercera guerra afgana, en 1919, acabó con el reconocimiento de la independencia del país y el establecimiento en él de una monarquía. Pero en 1973 se pro- clamó la república, y cinco años después un golpe militar dio paso a una «república popu- lar» que suscribió un tratado de amistad y cooperación con la URSS. En virtud de ese acuerdo, antes de que pasara un año la Unión Soviética tuvo que enviar un ejército de 85.000 hombres para mantener al nuevo gobierno afgano. La oposición política dio paso a la resistencia armada de los mujahidin, formada por los desertores del ejército afgano que encontraban un santuario en Pakistán e Irán. Las operaciones militares por parte del gobierno afgano se dirigieron a tratar de cercar y destruir al enemigo; un objetivo que las condiciones geográficas no permitían alcanzar. Por ello tuvieron que conformarse con mantener el control de las ciudades y garantizar la co- municación entre ellas, dejando la iniciativa a los guerrilleros. En 1984, las tropas guberna- mentales trataron de destruir la infraestructura de las guerrillas: atacaron las comunicacio- nes y las zonas fronterizas con Pakistán, hasta que buena parte de la población abandonó esos territorios. Fue entonces cuando el nuevo presidente estadounidense, Ronald Reagan, decidió apo- yar a la guerrilla con armas de nueva generación: como un lanzador personal de misiles (el 340 Stinger) que comenzó a derribar un avión al día, por lo que los soviéticos tuvieron que retirar su fuerza aérea. La pérdida del control del aire limitó las posibilidades de las opera- ciones terrestres, y colocó a la dirección soviética ante la alternativa entre renunciar o au- mentar los efectivos implicados en el conflicto. Por fin, el Politburó de la URSS optó por retirarse en 1989. Tras la retirada, el gobierno afgano sólo consiguió mantenerse en el po- der hasta 1992, fecha en que la capital, Kabul, fue ocupada por los mujahidin. Para la otra gran potencia, Estados Unidos, la posibilidad de enviar tropas aerotranspor- tadas en gran número y a larga distancia, gracias al desarrollo de la aviación después de la Segunda Guerra Mundial, permitió sustituir las intervenciones marítimas del periodo ante- rior a la guerra. De esta forma, pudieron resolver en poco tiempo y con bajas limitadas conflictos locales en el continente americano: en Santo Domingo, en 1965, tras el asesinato 416 Siglo XX de Trujillo; en Granada en 1983, o en Panamá en 1989, donde derrocaron al general Norie- ga, que quería anticipar la devolución del canal de Panamá, hasta entonces bajo control es- tadounidense. Pero la operación militar más importante llevada a cabo por Estados Unidos, en nombre de las Naciones Unidas, desde la guerra de Corea fue la guerra del Golfo de 1990-1991. La hegemonía sobre el golfo Pérsico requería contar con un amplio litoral, cosa que Irak no había conseguido en la guerra anterior contra Irán. De ahí la invasión de Kuwait por las tropas iraquíes a fines de julio de 1990, aprovechando las señales de descontento de la so- ciedad iraní tras el largo conflicto anterior, que permitían confiar en la neutralidad de ese país, y la falta de medios de las monarquías árabes para hacer frente al ejército de Irak. De acuerdo con los cálculos de Sadam Hussein, la ocupación del emirato no requeriría un gran esfuerzo, y su integración en la República de Irak permitiría la construcción de puertos que mejorasen la salida del crudo y el establecimiento de bases navales. Por otro lado, la situa- ción geográfica no favorecía el ataque por tierra de Estados Unidos, de forma que se podía esperar que el gobierno de este país aceptara la modificación territorial antes de soportar los costes de una operación condenada al fracaso si no contaba con el apoyo de Arabia Sau- dí y de los Emiratos Árabes. Por eso, el 8 de agosto de 1990, seis días después de la invasión, Sadam Hussein anun- ció la incorporación de Kuwait a Irak, al tiempo que Egipto y los países vecinos buscaban una «solución árabe» al conflicto para evitar la intervención de Estados Unidos. Hasta qué punto el cálculo de Sadam Hussein era incorrecto se vio cuando la Liga Árabe se inclinó, por doce votos frente a nueve, a favor de la propuesta saudí de solicitar el envío de tropas estadounidenses. El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, por su parte, condenó la agresión y ordenó el embargo del petróleo iraquí, mientras la Asamblea de la ONU autori- zaba el uso de la fuerza para restablecer la independencia y el gobierno de Kuwait. Arabia Saudí permitió el uso de su territorio y de sus aeropuertos para la concentración de las tropas. Una flota de sesenta aviones comerciales transportó a los primeros 35.000 hombres, en tanto que el equipo pesado viajaba por mar y la VII Flota tomaba posiciones en el Golfo. La falta de respuesta iraquí a las decisiones de la ONU llevó al presidente Bush a reforzar el dispositivo militar con el envío de reservistas desde Estados Unidos y el traslado desde Europa del VII Cuerpo de Ejército. Más de 120.000 hombres se sumaron a los acampados en Arabia, llevando consigo las armas más modernas de las dos últimas décadas, como el bombardero invisible F-117ª, los misiles de crucero o material electrónico para impedir las comunicaciones del enemigo. En el momento previo al enfrentamiento militar, Estados Unidos había logrado concentrar una fuerza multinacional de unos 700.000 hombres, de los cuales más de medio millón eran norteamericanos. En el conflicto, el mando americano introdujo dos novedades capitales con respecto a la anterior guerra de Vietnam. Por un lado, la ofensiva se organizó en condiciones tales que hicieran posible la ausencia de bajas propias, para evitar los efectos negativos de la repa- triación de los cadáveres de los soldados americanos; por otro, se decidió suprimir las imá- genes de la guerra. El 17 de enero un ataque concentrado desde el aire destruyó los siste- mas de detección y los centros de dirección de tiro iraquíes. Tras más de un mes de bombardeos, el ataque por tierra comenzó el día 24 de febrero y sólo duró cuatro días, dada la superioridad material de las fuerzas de la ONU y la limitada resistencia de las unidades 17. La guerra fría y las nuevas formas de conflicto 417 iraquíes. Era una operación con objetivos limitados —ocupar el emirato y conseguir la capitulación de Sadam Hussein—, que se realizó con un movimiento de flanqueo del VII Cuerpo de Ejército, protegido a su vez contra un ataque de flanco por el XVIII Cuerpo de Ejército. Al evitar el ataque frontal se limitaron los daños; y como las tropas se detuvie- ron antes de ocupar la autovía de Basora a Kuwait, se permitió la retirada de las fuerzas ira- quíes. El 27 de febrero Irak anunciaba su rendición, y a las ocho de la mañana del día si- guiente entró en vigor el alto el fuego. El mandato de Naciones Unidas no contemplaba la continuación de la guerra para aca- bar con Sadam Hussein. Únicamente el Consejo de Seguridad exigió a Bagdad el reconoci- miento de las fronteras de Kuwait, el pago por los daños producidos por la guerra y la des- trucción de sus armas químicas y biológicas, además de mantener el embargo económico y militar sobre el país (de acuerdo con la resolución 687, de 2 de marzo de 1991).

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