CAPÍTULO 3 Huida del Incendio PDF
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CES Ramón y Cajal
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Summary
Este fragmento describe una emocionante escena de un libro o cuento infantil, donde un incendio y la figura de una "vicking" (o personaje de un circo) son el foco principal. Un grupo de niños, en un carromato, se enfrentan al peligro del fuego, y la historia explora emociones como la preocupación por el bienestar de un familiar, el valor, la necesidad de actuar rápido y la búsqueda de un libro importante.
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# CAPÍTULO 3 ## Huida del incendio De repente, un trozo de lona cayó ardiendo muy cerca. El niño enano exclamó: - ¡Mi papá! Está enfermo en ese carromato. Corrieron al carromato. Las sillas, la ropa, los espejos eran tan pequeños que parecían de juguete. Al fondo, incorporado en una diminuta cama,...
# CAPÍTULO 3 ## Huida del incendio De repente, un trozo de lona cayó ardiendo muy cerca. El niño enano exclamó: - ¡Mi papá! Está enfermo en ese carromato. Corrieron al carromato. Las sillas, la ropa, los espejos eran tan pequeños que parecían de juguete. Al fondo, incorporado en una diminuta cama, había otro enano. Tenía el pelo blanco y la cara arrugada. - ¿Qué es ese jaleo, hijo? -preguntó. - Está ardiendo la carpa. - ¿Otra vez la vikinga? - Sí -contestó el niño enano-. Y ahora que todos están ocupados con el incendio, seguro que viene por mi libro. - ¿Qué libro? -preguntó Guillermina. El niño enano sacó un libro de entre unas cajas. Era un libro grande, con las pastas gastadas. Guillermina exclamó: - ¡Oh! Nunca había visto un libro así. De repente, se abrió la puerta del carromato. - ¡La vikinga! - exclamó el niño enano. Y metiéndole el libro a Pepe debajo de la cazadora, le dijo en voz baja-: ¡Guárdalo! Tía Lorenza gritó a la mujer: - ¡Oiga, señora, váyase o llamaré a la policía! - ¡Pero, señora! -exclamó la vikinga-. Yo sólo vengo a ayudar... Y al dar un paso, el suelo del carromato crujió bajo sus pies, y quedó atrapada hasta la cintura en un agujero de tablas rotas. El niño enano, aprovechando la ocasión, corrió hacia la cama del enfermo: - ¡Ayudadme a sacar a mi papá! Salieron por una portezuela que había al otro extremo del carromato. - ¡Al coche! -dijo tía Lorenza. - ¿Llevas el libro, hijo? - preguntó a Pepe el enano viejo. - Sí. Llegaron al coche, pero tía Lorenza no lograba ponerlo en marcha. Pasaron unos instantes de verdadera angustia. Por fin, dando empujones y explosiones, el coche arrancó como si también temiera que viniese la vikinga. # CAPÍTULO 4 ## El libro de los enanos Al llegar al piso, acomodaron al viejo enano en el sofá del comedor. Tía Lorenza le preparó un caldo caliente. - Les estoy muy agradecido - dijo el enano-. Ya me encuentro mejor. Me llamo Alberto, y éste es mi hijo Roberto. - Me gustaría que nos hablasen de esa vikinga -le rogó tía Lorenza. - No sabemos cómo se llama -dijo Alberto-. En el circo todos la conocemos por la vikinga, su nombre artístico. Un día apareció, se presentó al director y la contrató. De pronto, en la calle sonó un trueno y no tardó en oírse el rumor de la lluvia. Tía Lorenza exclamó: - ¡Vaya nochecita! ¡Y vuestros padres por ahí! - Luego añadió-: ¿Y qué pasa con el libro? - La vikinga lo quiere - dijo Roberto. - ¿Por qué? -le preguntó Guillermina. - Dice que le gustan mucho los cuentos -añadió Alberto-. Nosotros queremos conservarlo, porque es una herencia de familia. La vikinga no deja de pedírnoslo. Ya no sabemos cómo esconderlo. - ¡Tengo una idea! -exclamó Guillermina-: Don Arturo lo podría guardar. Es amigo de mis papás y le gustan mucho los libros. Vive solo, a las afueras, en una casa muy grande con una enorme biblioteca. Iremos a verlo ahora. - ¿Ahora? -exclamó tía Lorenza-. Vuestros padres se preocuparán si llegan y no estamos. - Hoy es viernes - insistió Guillermina-. Les escribes una nota, como otras veces. Además, mañana temprano tienes que irte de viaje. - Y he de llevar el coche al taller - añadió tía Lorenza, pensativa. Preguntó a Alberto-: ¿Usted está mejor? - El caldo me ha restablecido -contesto el enano-. Me gustaría dejar solucionado este problema antes de volver al circo. Tía Lorenza meditó unos instantes y dijo: - Está bien. Coged los pijamas y los impermeables. Mientras, llamaré a don Arturo por teléfono y escribiré la nota. Tomaremos un taxi.