Summary

Este documento analiza el olvido, explorando diferentes causas y procesos. Se discuten conceptos como el deterioro, la interferencia y la falta de claves de recuperación. Se incluyen ejemplos como el caso de H.M. para ilustrar las dificultades de memoria.

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MODULO 22. OLVIDO No podía recordar a sus amigos de infancia, la casa en la que creció o lo que desayunó esa mañana. H. M., como se le conoce en la literatura científica, perdió la capacidad de recordar cualquier cosa que hubiera ocurrido más allá de unos cuantos minutos como consecuencia de una cir...

MODULO 22. OLVIDO No podía recordar a sus amigos de infancia, la casa en la que creció o lo que desayunó esa mañana. H. M., como se le conoce en la literatura científica, perdió la capacidad de recordar cualquier cosa que hubiera ocurrido más allá de unos cuantos minutos como consecuencia de una cirugía experimental cuyo propósito era reducir sus convulsiones epilépticas. Pero la extirpación del hipocampo y la pérdida de sus lóbulos temporales casi borraron literalmente el pasado de H. M. Hasta que se le sometió a la operación cuando tenía 27 años, su memo-ria era normal, pero después de eso cada momento le parecía como si despertara de un sueño. No sabía dónde estaba ni las identidades de quienes le rodeaban (Milner, 2005; Mac-Kay, 2019).Como ilustra el caso de H. M., una persona sin una memoria normal enfrenta dificultades graves. Todos los que hemos experimentado simples casos rutinarios de olvido, como no re-cordar el nombre de un conocido o un dato en un examen, entendemos las verdaderas con-secuencias de las fallas de la memoria.Por supuesto, las fallas de la memoria también son esenciales para recordar información importante. La capacidad para olvidar detalles intrascendentes sobre experiencias, personas y objetos nos ayuda a evitar que nos abrume y distraiga el almacenamiento trivial de datos sin importancia. El olvido nos ayuda a impedir que la información no deseada e innecesaria interfiera con la recuperación de información deseada y necesaria (Schooler y Hertwig, 2012).El olvido también nos permite formarnos impresiones y recuerdos generales. Por ejemplo, la razón por la que nuestros amigos nos parecen siempre conocidos es porque podemos olvidar su ropa, imperfecciones faciales y otras características pasajeras que cambian de una ocasión a la otra. En cambio, nuestros recuerdos se basan en un resumen de varios rasgos esenciales, un uso bastante más económico de las capacidades de nuestra memoria.Por último, el olvido tiene un beneficio educativo práctico: cuando olvidamos algo y después nos vemos obligados a reaprenderlo, tenemos más probabilidades de recordarlo me-jor en el futuro (Bjork, 2015; Boser, 2017).Los primeros intentos por estudiar el olvido los inició el psicólogo alemán Hermann Ebbinghaus hace unos cien años. Utilizándose a sí mismo como el único participante en su estudio, Ebbinghaus memorizaba listas de sílabas sin sentido de tres letras: conjuntos sin un significado de dos consonantes y una vocal intermedia, como FIW y BOZ. Al medir qué tan fácil era reaprender una determinada lista de palabras después de que habían transcurrido diversos periodos desde el aprendizaje inicial, descubrió que el olvido ocurría en forma sis-temática, como se muestra en la figura 1. Como indica la figura, el olvido más rápido ocurre en las primeras nueve horas, sobre todo en la primera hora. Tras nueve horas, la tasa de olvido se reduce y disminuye poco, incluso después de que han pasado varios días.A pesar de lo primitivo de sus métodos, el estudio de Ebbinghaus ejerció una influencia importante en las investigaciones posteriores, y sus conclusiones básicas se han mantenido. Casi siempre hay una marcada disminución inicial en la memoria, seguida por una caída más gradual en el tiempo. Además, el reaprendizaje de material dominado previamente casi siem-pre es mucho más rápido que empezar desde cero, ya sea que el material sea información académica o una habilidad motora como dar un servicio con una pelota de tenis (Wixted y Carpenter, 2007; Radvansky, Pettijohn y Kim, 2015).Por qué olvidamos¿Por qué ocurre el olvido? Una razón es que quizá desde un inicio no prestamos atención al material, lo cual es una falla de codificación. Por ejemplo, si usted vive en Estados Unidos, probablemente haya visto cientos de monedas de un centavo durante su vida. Pese a esa experiencia, es probable que no tenga una idea clara de los detalles de la moneda. (Compruebe esto por usted mismo viendo la figura 2.) En consecuencia, la razón de la falla de su memoria es que quizás nunca codificó desde el inicio la información en la memoria de largo plazo. Obviamente, si la información, para empezar, no se puso en la memoria, no hay forma de poder recordarla.Pero ¿qué pasa con el material que se ha codificado en la memoria y no puede recor-darse posteriormente? Hay varios procesos que explican las fallas de la memoria, entre las que se incluyen el deterioro, la interferencia y el olvido dependiente de señales.El deterioro es la pérdida de información por falta de uso. En esta explicación del olvido, se supone que las huellas de memoria, los cambios físicos que tienen lugar en el ce-rebro cuando se aprende material nuevo, simplemente se desvanecen o desintegran con el tiempo (Grann, 2007; Ricker et al., 2019).Aunque hay evidencia de que el deterioro ocurre, esta no parece ser la explicación completa del olvido. A menudo no hay relación entre el tiempo transcurrido desde que la persona estuvo expuesta a la información y qué tan bien la recuerda. Si el deterioro expli-cara todo el olvido, esperaríamos que cuanto más tiempo haya transcurrido entre el apren-dizaje inicial de la información y nuestro esfuerzo por recordarla, pues habría más tiempo para que decayera la huella en la memoria. Sin embargo, quienes se someten a varias prue-bas consecutivas sobre el mismo material, a menudo recuerdan más de la información inicial al hacer las pruebas posteriores que al hacer las pruebas iniciales. Si el deterioro hubiese operado, esperaríamos que ocurriera lo contrario (Hardt, Nader y Nadel, 2013; Sachser et al., 2017).Como el deterioro no explica del todo el olvido, los especialistas en la memoria han propuesto un mecanismo adicional: la interferencia. En la interferencia, la información almacenada en la memoria dificulta la recuperación de otra información también almacena-da. Por ejemplo, si trato de recordar el nombre de mi compañero de la universidad llama-do Jake y lo único que me viene a la memoria es el nombre de otro compañero, James, es posible que esté ocurriendo una interferencia (Solesio-Jofre et al., 2011; Ecker, Tay y Brown, 2015).Para distinguir entre deterioro e interferencia, considere ambos procesos en términos de una hilera de libros en el estante de una biblioteca. En el deterioro, los libros viejos se desmoronan y pudren constantemente, lo cual deja espacio para nuevos libros. Los procesos de interferencia indican que los libros nuevos empujan a los antiguos hacia atrás del estan-te, donde es difícil encontrarlos o, incluso, se vuelven inaccesibles.Por último, el olvido puede darse por un fenómeno conocido como olvido dependien-te de señales, que ocurre cuando hay claves de recuperación insuficientes para reactivar la información que está en la memoria. Por ejemplo, quizá usted no sea capaz de recordar dónde perdió su juego de llaves hasta que mentalmente repase su jornada, pensando en cada sitio que visitó. Al pensar en el sitio en el que perdió las llaves ---digamos, la biblioteca--- la clave de recuperación de la biblioteca tal vez sea suficiente para ayudarle a recordar que las dejó sobre un escritorio. Sin esa clave de recuperación, sería incapaz de recordar la ubicación de las llaves (Weller et al., 2013).La mayor parte de las investigaciones indica que la interferencia y el olvido dependien-te de señales son procesos medulares en el olvido. Olvidamos las cosas principalmente por-que los recuerdos nuevos interfieren en la recuperación de los viejos o porque no disponemos de las claves de recuperación apropiadas, no porque se deteriore la huella de memoria (Radvansky, 2010; también lea Aplicación de la psicología en el siglo XXI).Interferencia proactiva y retroactiva: el antes y el después del olvidoHay en realidad dos tipos de interferencia que influyen en el olvido: la interferencia proac-tiva y la interferencia retroactiva (Oberauer, Awh y Sutterer, 2017; Redick, Wiemers y Engle, 2019).En la interferencia proactiva, la información aprendida con anterioridad dificulta la recuperación del material más reciente. Suponga que, como estudiante de lenguas extranje-ras, aprendió primero francés en primero de preparatoria y, luego, en segundo de preparato-ria, tomó clases de inglés. Al hacer una prueba de aprovechamiento en inglés para la universidad, posiblemente descubra que se le dificulta recordar la traducción de una palabra a este idioma, pues todo lo que le viene a la mente es un equivalente en francés.En contraste, la interferencia retroactiva se refiere a la dificultad para recordar infor-mación aprendida con anterioridad debido a la posterior exposición a material diferente. Si, por ejemplo, se le dificulta una prueba de aprovechamiento en francés debido a su exposi-ción más reciente al inglés, la interferencia retroactiva es la culpable (figura 3). De modo similar, este tipo de interferencia explica la falta de precisión de los recuerdos de los testigos oculares, pues la información más nueva del delito obtenida de los periódicos altera el re-cuerdo inicial de la observación del delito.Una manera de recordar la diferencia entre la interferencia proactiva y la retroactiva consiste en tener presente que la interferencia proactiva avanza con el tiempo ---el pasado interfiere en el presente---, mientras que la interferencia retroactiva retrocede con el tiempo, actuando hacia atrás a medida que el presente interfiere en el pasado. Aunque los conceptos de la interferencia proactiva y retroactiva ilustran cómo puede olvidarse el material, siguen sin explicar si el olvido se debe a la pérdida o modificación real de la información o a problemas en su recuperación. La mayor parte de las investigaciones indican que el material que se ha perdido aparentemente debido a una interferencia, puede recordarse a la postre si se presentan los estímulos apropiados; pero no se ha resuelto por completo la duda (Radvansky, 2010). Disfunciones de memoria: aflicciones del olvidoLa pérdida de la memoria acecha sigilosamente a sus víctimas. Comienza con pequeñas cosas, como perder las llaves o los anteojos. Luego, olvida los nombres de objetos comunes del hogar y tal vez omita cumplir con sus citas. Después, ya no puede manejar en el tránsito sin confundirse y angustiarse. Trata de disimular lo que sucede, pero es muy evidente. Por último, sus lapsus de memoria tienen mayores consecuencias. Está a punto de que lo atro-pellen, tiene un accidente de tránsito. Ya no puede manejar las rutinas de la vida diaria, como vestirse.Estos problemas de la memoria son sintomáticos de la enfermedad de Alzheimer, un trastorno cerebral progresivo que conduce a un deterioro gradual e irreversible en las capa-cidades cognitivas. El Alzheimer es la cuarta causa de muerte entre los adultos en Estados Unidos y se estima que afecta a 5.8 millones de personas.Al principio, los síntomas de Alzheimer parecen simples olvidos de cosas como citas y cumpleaños. A medida que progresa la enfermedad, la pérdida de la memoria se hace más profunda y se olvidan hasta las tareas más sencillas, como usar un teléfono. Al final, las víc-timas pueden perder la capacidad para hablar o comprender el lenguaje, y surge el deterio-ro físico, lo que conduce a la muerte.Las causas de la enfermedad de Alzheimer no se entienden cabalmente. Ciertas eviden-cias cada vez más abundantes indican que la enfermedad se deriva de una susceptibilidad hereditaria a un defecto en la producción de la proteína beta amiloide, la cual es necesaria para el mantenimiento de las conexiones entre las neuronas. Cuando fracasa la síntesis de beta amiloide, se forman grandes aglomeraciones de células, lo que desencadena la inflama-ción y el deterioro de las células nerviosas en el cerebro (Hyman, 2011; Tan, Yu y Tan, 2015; Reddy et al., 2019) La enfermedad de Alzheimer es una de varias disfunciones de la memoria. Otra es la amnesia, pérdida de la memoria que ocurre sin otras dificultades mentales. El tipo de am-nesia inmortalizado en innumerables películas de Hollywood supone a una víctima que re-cibe un golpe en la cabeza y que a partir de esto es incapaz de recordar nada de su pasado. En realidad, la amnesia de este tipo, conocida como amnesia retrógrada, es bastante rara. En la amnesia retrógrada, se pierde la memoria de los incidentes anteriores a cierto aconte-cimiento, pero no de los sucesos nuevos. En lo general, los recuerdos reaparecen gradual-mente, aunque el restablecimiento total puede tardar hasta varios años. En ciertos casos, algunos recuerdos se pierden para siempre; pero, incluso en los casos de un detrimento de memoria grave, la pérdida suele ser selectiva. Por ejemplo, aunque quienes sufren amnesia retrógrada sean incapaces de recordar a sus amigos y miembros de su familia, aún pueden jugar complicados juegos con naipes o tejer bastante bien un suéter (Lee, McDonald y Sutherland, 2019).Un segundo tipo de amnesia la ejemplifican las personas que no recuerdan nada de sus actividades actuales. En la amnesia anterógrada se pierde la memoria de los sucesos que siguen a una lesión. La información no puede transferirse de la memoria de corto a largo plazo, lo que genera la incapacidad para recordar cualquier cosa que no se halle en el alma-cén de largo plazo antes de la lesión (Gilboa, Winocur y Rosenbaum, 2006; Stöllberger et al., 2019).La amnesia también es producto del síndrome de Korsakoff, una enfermedad que aqueja a quienes sufren alcoholismo crónico. Aunque muchas de sus facultades intelectuales pueden permanecer intactas, quienes tienen síndrome de Korsakoff presentan una serie de síntomas extraños, que incluyen alucinaciones y una tendencia a repetir una y otra vez la misma historia (Wester et al., 2013; Scalzo, Bowden y Hillborn, 2015).Por fortuna, la mayoría de nosotros tenemos una memoria intacta, y las deficiencias ocasionales que padecemos posiblemente sean preferibles, de hecho, a tener una memoria perfecta. Considere, por ejemplo, el caso de un hombre que tenía una memoria perfecta. Después de leer pasajes de La divina comedia de Dante en italiano, un idioma que no habla-ba, era capaz de repetirlos y recordarlos a voluntad unos 15 años después; y podía memo-rizar listas de 50 palabras no relacionadas y recordarlas más de diez años después. Incluso podía repetir la misma lista de palabras en orden inverso, si así se le solicitaba (Luria, 1968).Esta capacidad parecería en principio envidiable, pero en realidad representaba un pro-blema de consideración. La memoria de ese hombre se convirtió en una mezcla de listas de palabras, números y nombres, y cuando trataba de relajarse, su mente estaba llena de imá-genes. Incluso la lectura le resultaba difícil, ya que cada palabra le evocaba un torrente de pensamientos del pasado que interfería en su capacidad para entender el significado de lo que estaba leyendo. En parte, como consecuencia de la memoria inusual de ese hombre, el psicólogo A. R. Luria, quien estudió su caso, descubrió que él era una "persona desorganiza-da y poco inteligente" (Luria, 1968). Deberíamos agradecer, entonces, que el olvido desem-peñe una función tan importante en nuestras vidas.

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