Leyenda de Yurupary PDF

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Esta leyenda narra una tradición oral ancestral sobre una mujer llamada Seucy que se convierte en madre, tras ser fecundada un antiguo payé, en un episodio interesante de mitología.

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esperanza en el corazón. -Ahora, -dijo el payé-, cada una LA LEYENDA DE YURUPARY* lleva en sus entrañas el germen de la vida. En verdad, todas estab...

esperanza en el corazón. -Ahora, -dijo el payé-, cada una LA LEYENDA DE YURUPARY* lleva en sus entrañas el germen de la vida. En verdad, todas estaban en estado de gravidez: él las había fecundado sin En el principio del mundo una terrible epidemia se desató que ellas siquiera lo sospecharan. Hecho esto, el viejo payé, entre los habitantes de la Sierra de Tenui exclusivamente a los con una agilidad rara para su edad, trepó a la Sierra de Dubá*. hombres. Sólo se salvaron unos pocos viejos cansados y ya Llegado allí lanzó un grito prolongado: -éééé... y se precipitó vencidos por los años, y un anciano payé**. en el lago, cuya superficie quedó cubierta de un polvo blanco. Era el polvo con el cual el payé, que no era viejo como parecía, Preocupadas por esto las mujeres, que veían la extinción de la había ocultado su juventud. raza en un futuro no muy lejano, ya que no había en la vecindad ningún pueblo al cual acudir para proveerse de lo Seucy también estaba zambulléndose en el lago, dejando que les faltaba, decidieron reunirse para ver si era posible como huella de su paso por el azul del cielo una senda casi encontrar solución a tal estado de cosas. blanca sembrada de pequeñas estrellas. Las mujeres, colmadas de dicha, comentaban entre sí el feliz suceso, En todos los rostros se veía consternación y sólo el viejo payé olvidándose de que ellas también habían tenido parte en él. se mantenía sereno e imperturbable. Su ciencia, considerada Llenas de extrañas sospechas, que desaparecían ante la para este caso impotente, no había sido consultada como era realidad de los hechos, se examinaban atentamente para la costumbre. asegurarse que aquello no era un sueño. En las orillas del Lago Muypa, donde Seucy1 solía bañarse, tuvo Diez lunas más tarde, en el mismo día y hora, todas daban a lugar la reunión de las mujeres. Los pareceres más diversos y luz, asegurando de esta manera el futuro de la gente de extraños se discutieron. Había quien proponía que trataran de Tenui. Entre los recién nacidos había una espléndida niña, que rejuvenecer a aquellos viejos decrépitos, o que los arrojaran a por su belleza fue llamada Seucy. La Seucy de la tierra era la los peces si la tentativa no daba resultado. Hubo incluso quien réplica de la Seucy del cielo y creció hasta la edad de los sugirió que se viera si las mujeres podían fecundarse entre primeros amores tan pura como la estrella de la mañana. ellas, y la discusión, animándose, se alargó hasta que fueron sorprendidas por Seucy que, como de costumbre, venía a Un día quiso comer de la fruta de Pihycan2 y se internó en la bañarse. selva. Fácilmente encontró la fruta apetecida y no le fue difícil alcanzarla pues unos monos, antes de que ella llegara, habían Sólo entonces descubrieron al viejo payé, tranquilamente hecho caer algunas que frescas y apetitosas estaban aún en el sentado entre ellas, sin que ninguna pudiera decir ni cuándo suelo. ni cómo había llegado. Avergonzadas por haber sido La bella muchacha eligió las más hermosas y maduras, y sorprendidas in fraganti, quisieron huir, pero no pudieron; habiéndolas amontonado frente a ella, comenzó a comerlas. sus pies parecían clavados como piedras al suelo. Y el payé habló así: Eran tan suculentas, que parte del jugo se le escurrió por entre -Veo a mi pesar que nunca podrá encontrarse sobre la tierra los pechos, mojándole las partes más ocultas, sin que ella diera una mujer paciente, discreta y capaz de guardar un secreto. a esto la menor importancia. Comió hasta saciarse y no regresó a su casa hasta la hora de las tristezas, contenta de haber No hace mucho que el Sol me recomendó en el sueño evitar satisfecho un deseo nutrido por mucho tiempo. Pero sentía los que las mujeres se aproximaran de noche a las orillas del lago. miembros entorpecidos por una extraña sensación jamás Y les advertí de esta prohibición; y ahora no sólo las encuentro experimentada hasta entonces. aquí a todas, sino que están además maquinando cosas vergonzosas contra nosotros los viejos, desobedeciendo de Movida por un instinto natural, se examinó atentamente y se esta manera las órdenes de los que gobiernan el mundo. dio cuenta que su virginidad ya no existía y que en sus vísceras había algo desconocido. Avergonzada, no dijo nada Seucy, la señora del lago, cuyas aguas están contaminadas con a su madre, y mantuvo celosamente el secreto, hasta que el esta impureza, no vendrá de ahora en adelante a bañarse tiempo se encargó de hacer evidente su estado. aquí. La generación que va a nacer mañana excluirá para siempre a las mujeres de participar en todo asunto de Entonces, interrogada por los de la tribu, que querían vengar la importancia. Ante tales palabras las conspiradoras afrenta del violador, con ingenuidad contó la historia del preguntaron excitadas: pihycan. -Si no está mintiendo, díganos, cómo y cuándo podrá esto Después de diez lunas dio a luz un robusto niño que superaba suceder? en belleza a su madre; se parecía al Sol. -¡Están todavía tan impacientes que hasta tienen la osadía de interrogarme! Me creen embustero sabiendo que soy Los tenuinas, apenas supieron el nacimiento del niño, lo payé y que lo veo todo por medio de la imaginación. proclamaron tuixáua* y le dieron el pomposo nombre de Yurupary, es decir, engendrado de la fruta. Tenía Yurupary Y con todas las mujeres fue a bañarse en las aguas del lago, apenas una luna cuando su gente decidió preparar y entregarle de donde cada una volvió con una sonrisa en los labios y una las insignias de cacique. sus pechos ya no contenían la leche que los hinchaba al dormirse. Quiso aclarar el misterio y se prometió estar en vela, pero cuando Pero faltaba la itá-tuixáua3, que era menester ir a buscar a la comenzaban los sollozos de Yurupary, un invencible sopor se Sierra del Gancho de la Luna**, y una parte de la tribu se alistaba posesionaba de ella y la adormecía en profundo sueño. ya para emprender el viaje. Empero la dirección de las cosas en gran parte estaba en manos de las mujeres, por lo que Cuando despertaba, sus pechos estaban desprovistos de leche. pronto hubo opiniones diversas que dividieron a la tribu en Nunca supo quién se alimentaba con la leche de sus senos dos bandos. durante el profundo sueño. Unos querían que la tribu en masa fuera a buscar la piedra; Así pasaron dos años, pero al comenzar el tercero, en vez de otros que fueran los hombres solos, ya que las mujeres no sollozos eran cantos, eran gritos, era la risa de un alegre podían tocarla. muchachito, lo que la pobre sentía resonar en las montañas; Discutiendo pasaron otra luna, hasta que la desaparición de eran carreras, era luchas con seres desconocidos, que a Yurupary vino a poner fin a la disputa.¿Qué le había ocurrido menudo sentía repercutir muy cerca de ella. entre tanto a Yurupary? Su madre lo ignoraba. Había desaparecido, pero nadie en el pueblo sabía cómo. Y mientras él crecía entre las montañas de Tenui, invisible pero fuerte y robusto, la pobre envejecía, y cuando quince años Las mujeres culparon a los viejos del rapto de Yurupary, y después Yurupary vino a ocuparse de ella, aún estaba allí, después de interrogarlos inútilmente, les ordenaron que indiferente a todo, sentada en el mismo lugar donde tantas devolvieran al niño en el término de un día, con la amenaza del noches, sin saberlo, lo había amamantado. "suplicio de los peces", si no lo hacían; es decir, de ser atados dentro del agua, con la cabeza fuera, y de ser heridos para que Fue en el tiempo en que los bacabes4 estaban maduros, una los peces, atraídos por el gusto de la sangre, los devoraran. noche de luna, noche en que volvió a bañarse en el lago la Seucy celeste, cuando reapareció Yurupary en el poblado en compañía Y temiendo que se escaparan, los ataron prontamente, de su madre, la Seucy de la tierra. quitándoles así toda esperanza de salvación. Para todos se hacía larga la noche, preocupados como estaban por los acontecimientos, y nadie dormía aún en el pueblo, cuando se oyeron claramente en la selva los sollozos de Yurupary, justamente en la dirección del árbol de pihycan. Acudieron en grupo y ya sentían nítidamente la respiración afanosa del niño, cuando de repente todo quedó en silencio. Buscándolo por todas partes examinaron el árbol rama por rama, los arbustos, las plantas cercanas, pero no encontraron nada que los pusiera sobre la pista del niño, y sólo abandonaron la selva al oscurecer. En la noche, a la misma hora, y en la misma dirección se oyeron otra vez los sollozos de Yurupary. Buscaron, siguieron buscando, resueltos si era necesario a no hacer otra cosa toda la vida, pero no tuvieron mejor suerte. La tercera noche asediaron el árbol de pihycan, pero grande fue su sorpresa cuando sintieron que los sollozos sonaban entre ellos, sin que se pudiera descubrir de dónde procedían. Los sollozos eran tan conmovedores que hacían mal. Asustados por lo extraño del hecho, abandonaron apresuradamente el monte, jurando no volver nunca más a ese lugar en busca de Yurupary. No por eso cesaron los llantos; y aunque los habitantes del pueblo ya no se ocuparon más del niño, la infeliz Seucy, retirada en la cima más alta de la montaña, lloraba a su criatura, y oyendo los sollozos del hijo se adormecía hasta los primeros albores del día. Pasaron así tres noches. Una mañana al despertarse sintió que

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