Teoría del Conocimiento de Kant PDF

Summary

Este documento explora la teoría del conocimiento de Kant, comenzando con preguntas fundamentales sobre los límites del conocimiento humano. Se centra en el método crítico, la distinción entre juicios analíticos y sintéticos, y la posibilidad de juicios sintéticos a priori. Además, examina las estructuras de la mente y su rol, así como las facultades de la sensibilidad, el entendimiento y la razón.

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1. TEORÍA DEL CONOCIMIENTO Kant señala que todos los temas de la filosofía pueden resumirse en cuatro preguntas fundamentales, en las que se sintetizan los principales problemas del período crítico: 1º) ¿Qué puedo saber?, es decir cuáles son los límites del conocimiento humano. A esta cuestión, re...

1. TEORÍA DEL CONOCIMIENTO Kant señala que todos los temas de la filosofía pueden resumirse en cuatro preguntas fundamentales, en las que se sintetizan los principales problemas del período crítico: 1º) ¿Qué puedo saber?, es decir cuáles son los límites del conocimiento humano. A esta cuestión, relacionada con el uso teórico de la razón, tratará de responder en la “Crítica de la Razón Pura”. 2º) ¿Qué debo hacer?, es decir cómo debemos actuar para que nuestras acciones sean éticamente correctas. A esta cuestión, relacionada con el uso práctico de la razón, tratará de responder en la “Crítica de la Razón Práctica” 3º) ¿Qué puedo esperar?, es decir existe algún tipo de recompensa tras la vida presente, una vez que hemos cumplido con nuestro deber moral. 4º) ¿Qué es el hombre?, en esta pregunta se resumen en definitiva las anteriores. Todas estas preguntas hacen referencia a los límites del ser humano a la hora de conocer el mundo y actuar en él. Para responderlas Kant emplea un método filosófico radicalmente nuevo: el MÉTODO CRÍTICO O TRASCENDENTAL. Este método se sitúa entre las pretensiones del racionalismo que consideraba que la capacidad del conocimiento humano no tiene límites, y por tanto, la metafísica es posible y el escepticismo del empirismo que negaba la posibilidad de la metafísica. Frente al racionalismo y al empirismo el método crítico se propone llevar a cabo un análisis de las estructuras de nuestra mente y su funcionamiento con el fin de averiguar cuáles son los límites de nuestros conocimientos y acciones. Por ello Kant va a comenzar planteándose hasta dónde podemos conocer o, con mayor exactitud, ¿puede la metafísica convertirse en ciencia? Kant constata que mientras la lógica, las matemáticas, la física, y las ciencias naturales han ido encontrando el camino seguro de la ciencia, la metafísica, la más antigua de todas ellas, no lo ha conseguido: "No hay, pues, duda de que su modo de proceder ha consistido, hasta la fecha, en un mero andar a tientas y, lo que es peor, a base de simples conceptos. ¿A qué se debe entonces que la metafísica no haya encontrado todavía el camino seguro de la ciencia?". Pero, para contestar a esta pregunta Kant se propone averiguar previamente qué condiciones debe cumplir en general un conocimiento para ser científico. En primer lugar Kant piensa que la primera condición (condición que cumplen tanto la física como la matemática) es que debe ser capaz de formular leyes científicas. Ahora bien, las leyes científicas se expresan a través de juicios; en consecuencia, el problema será entonces en primer lugar tratar de determinar qué condiciones ha de cumplir un juicio para que pueda considerarse científico. Según Kant, son dos las condiciones que ha de cumplir: - debe aumentar nuestros conocimientos sobre el mundo (la experiencia). - debe de poseer validez universal y ser necesariamente verdadero Analicemos por tanto ahora los tipos de juicios. - Juicios analíticos el predicado está comprendido en la noción del sujeto y son, por lo tanto, juicios explicativos, es decir, juicios que no aumentan mi conocimiento, sino que explican una determinada relación entre sujeto y el predicado. En este sentido, los juicios analíticos son siempre verdaderos y, al no depender de la experiencia, son a priori. Como ejemplo de juicio analítico propone Kant el siguiente: "Todos los cuerpos son extensos"; para hallar el predicado de este juicio dice Kant no necesito sino descomponer el concepto del sujeto, analizarlo, dado que no tengo que ir más allá del concepto de cuerpo para hallar el de extensión. - Los juicios sintéticos, por el contrario, son aquellos en los que el predicado no está comprendido en la noción del sujeto. Como la relación entre sujeto y el predicado añade algo al sujeto que no está comprendido en su noción ese tipo de juicios son extensivos, dado que amplían mi conocimiento del sujeto. Este tipo de juicios son todos a posteriori, es decir, que dependen de la experiencia. Sin embargo Kant distingue entre dos tipos de juicios sintéticos: los juicios sintéticos a priori y los juicios sintéticos a posteriori. Mientras que los segundos serían contingentes y dependerían totalmente de la experiencia, los primeros, los juicios sintéticos a priori, contendrían, siendo a priori, un conocimiento universal y necesario, y sin embargo, siendo sintéticos, aumentarían mi conocimiento. Para Kant, serán estos últimos el fundamento real de todas las ciencias. Esta afirmación kantiana de que existen juicios sintéticos a priori constituye, pues, una polémica novedad. ¿Cómo es posible que existan juicios que amplían mi conocimiento y que, sin embargo, no dependan de la experiencia? Es decir, ¿Cómo podemos saber algo a priori acerca de la realidad?. Es necesario justificar esta afirmación, por lo que Kant se verá obligado a responder a la pregunta: ¿Cómo son posibles los juicios sintéticos a priori de la ciencia? Y , por otro lado, ¿son posibles los juicios sintéticos a priori en la metafísica? Pero, ¿qué significa todo esto para el conocimiento humano? Según Kant, significa que aunque “todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia (…), no por eso procede todo él de la experiencia”, sino que en él hay también un factor puramente racional, a priori, independiente de la experiencia, que es precisamente el que confiere al conocimiento científico universalidad y necesidad. De aquí concluye Kant que en el conocimiento intervienen dos factores: por un lado la sensibilidad (que es pasiva, puesto que se limita a recoger los datos brutos, procedentes del mundo exterior) y por otro la mente del sujeto, que aporta al conocimiento una serie de estructuras lógicas que permiten organizar tales datos; estas estructuras mentales son a priori, es decir se encuentran en la mente del sujeto y no proceden de la experiencia. Así pues, en el conocimiento hay una materia, “dada” por los sentidos y una forma, “puesta” por la mente del sujeto, que se encarga de elaborar y dar sentido al material empírico. Este cambio en la forma de entender y explicar el conocimiento recibe el nombre de giro copernicano por semejanza con el planteamiento de Copérnico, para quien el centro del universo ya no era la Tierra sino el Sol. Kant considera que lo decisivo en el conocimiento son las estructuras que aporta la mente y no los datos procedentes del objeto. Por tanto, según Kant “solo conocemos de las cosas lo que nosotros mismos ponemos en ellas”. Kant dedica toda la “Crítica de la Razón Pura” a analizar estas estructuras a priori aportadas por la mente del sujeto al proceso de conocimiento. Distingue tres grandes facultades en la mente: sensibilidad, entendimiento y razón. Cada una de estas facultades es estudiada en una parte de la “Crítica de la Razón Pura”. La sensibilidad es estudiada en la Estética Trascendental, el entendimiento en la Analítica Trascendental y la razón en la Dialéctica Trascendental. Veamos cada una de ellas: 1. Estética Trascendental Como os he dicho más arriba, en esta parte Kant se ocupa de estudiar la sensibilidad. A través de ella recibimos los datos brutos de la experiencia. Pero, ¿cómo se ordenan esos datos? A través de lo que Kant denomina formas a priori de la sensibilidad, previas a la “entrada” de cualquier contenido sensible. ¿Cuáles son estas formas a priori que nos permiten conocer el material empírico? El espacio y el tiempo. La síntesis de los datos empíricos procedentes del objeto más las formas a priori de la sensibilidad (espacio+ tiempo) nos permiten conocer los fenómenos sensibles. Ahora es posible explicar cómo resultan posibles los juicios sintéticos de las matemáticas, es decir, de la geometría y la aritmética: los matemáticos construyen sus figuras en la intuición pura del espacio y las series de números en la intuición pura del tiempo; por eso los enunciados matemáticos son científicos, es decir, son universal y necesariamente verdaderos. Y como espacio y tiempo se aplican, a su vez, a nuestro conocimiento de la experiencia, las matemáticas también tienen validez a priori para la experiencia sensible (p.ej: los cálculos de un ingeniero tienen validez a la hora de construir un puente). 2. Analítica Trascendental La siguiente facultad mental, situada por encima de la sensibilidad, es el entendimiento. La misión del entendimiento es pensar los fenómenos sensibles. Pensar, según Kant, es abarcar una multiplicidad de fenómenos sensibles sintetizándolos bajo un concepto (p,ej: X es un árbol). Ahora bien, los conceptos pueden ser de dos tipos: empíricos, simples generalizaciones a partir de la experiencia (p,ej: “árbol”, “casa”) y puros o a priori, es decir, conceptos que no surgen de la experiencia, sino que son previos a cualquier experiencia posible, siendo precisamente ellos los que hacen posible que podamos tener cualquier experiencia en general. Estos conceptos a priori son denominados por Kant categorías del entendimiento y son los encargados de organizar el caos fenoménico que muestra la experiencia sensible. Sin estos conceptos la mente sería incapaz de conocer fenómeno alguno. Entre sensibilidad y entendimiento hay, según Kant, una perfecta correspondencia. Las categorías, separadas de la intuición sensible, son “pensamientos vacíos de contenido” y de la misma manera las intuiciones sensibles, consideradas aisladamente, son ciegas. Por tanto, solo la colaboración entre categorías e intuiciones sensibles permite alcanzar un verdadero conocimiento de los objetos. A partir de aquí, Kant formula dos distinciones fundamentales: la diferencia entre conocer y pensar, por una parte y la distinción entre fenómeno y noúmeno, por otra. El término fenómeno hace referencia a las manifestaciones sensibles de los objetos, a los objetos tal como se nos aparecen. El término noúmeno hace referencia a las cosas tal y como son en sí mismas, la esencia o verdadera estructura de la realidad y esta estructura íntima es para nosotros incognoscible. ¿Por qué? Porque de los noúmenos no poseemos ninguna intuición sensible. Así pues, los noúmenos o cosas en sí pueden ser pensados, pero nunca conocidos científicamente. Ellos marcan el límite de nuestro conocimiento. Ahora ya es posible responder a la cuestión de cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en la Física: es el entendimiento el que a través de una serie de conceptos, las categorías, estructura los fenómenos de la naturaleza para conocerlos, llegando así a conocer sus leyes. El entendimiento, por tanto, no toma las leyes científicas de la experiencia, sino que se las dicta a ella, organizándola y ordenándola. 3. Dialéctica Trascendental En esta última parte de la “Crítica de la Razón Pura” Kant lleva a cabo un análisis de la facultad de la razón y se planteará el problema de la metafísica como ciencia. La razón es aquella facultad mental que permite unificar los diversos conocimientos aportados por el entendimiento, englobándolos en síntesis cada vez más amplias mediante cadenas de razonamientos (p,ej una teoría científica). Esta unificación llevada a cabo por la razón es posible gracias a las llamadas por Kant ideas trascendentales de la razón, es decir, una serie de conceptos a priori incondicionados que son a su vez la condición que permite unificar todos los fenómenos conocidos por el entendimiento. Las ideas de la razón son: 1º La idea de Mundo, mediante la cual la razón unifica todos los fenómenos de la experiencia externa, remitiéndolos a una totalidad. 2º La idea de Alma, mediante la cual la razón unifica todos los fenómenos relativos a la experiencia interna del sujeto. 3º La idea de Dios, mediante la cual la razón unifica la totalidad de los fenómenos. Las ideas de la razón no proporcionan conocimiento alguno acerca de los objetos a los que se refieren, ya que se trata de noúmenos, motivo de pensamiento pero no de conocimiento científico. Es por este motivo que la metafísica no podrá nunca ser una ciencia ya que nos resulta imposible alcanzar un conocimiento racional del alma, del mundo o de Dios. Estos tres elementos pueden ser pensados, pero jamás conocidos ya que de ellos no tenemos intuición sensible alguna. Cuando se intenta aplicar las categorías a estos tres objetos trascendentes la razón incurre en contradicciones que no puede resolver. Mas el que la metafísica no pueda ser ciencia no significa que aquella no tenga ningún sentido. Por el contrario, Kant piensa, que juega un papel fundamental en el terreno de la razón práctica. ÉTICA En la “Crítica de Razón Pura” , Kant trata de responder a la pregunta: ¿Qué debo hacer? Para responderla parte de dos hechos evidentes: 1. Para los seres humanos el patrón que mide el valor moral de una acción es única y exclusivamente la intención, es decir, la buena voluntad que la impulsa. 2. Los hombres consideran que una buena voluntad es aquella que actúa por deber, con independencia de los intereses materiales del sujeto, atendiendo al simple mandato de la conciencia. Las acciones que se realizan “conforme al deber”, es decir, ateniéndose solo exteriormente a lo que es bueno, carecen de valor moral. Kant distingue dos tipos de principios prácticos: las máximas y las leyes. Una máxima es un principio práctico solo a título individual, solo tiene validez para un sujeto y depende de las circunstancias en las que se encuentra ese sujeto. Una ley es un principio práctico universal, válido para todo sujeto independientemente de la situación en la que se encuentre. Pero la base de una acción por deber no puede encontrarse en una máxima ya que esta es variable sino en una ley. La ética debe ser capaz de formular y explicar esa ley del deber, poniéndola en conexión con la libertad del sujeto. Ahora bien, las éticas tradicionales son incapaces son incapaces, según Kant, de dar cuenta del deber y de la libertad. ¿Por qué? Porque son éticas materiales y heterónomas, es decir en ellas el bien supremo es siempre un objeto (la felicidad, Dios, el placer etc) exterior a la razón del sujeto, que éste ha de alcanzar a través de sus actos. Pero en este tipo de éticas la voluntad del sujeto no es realmente libre puesto que está determinada por algo exterior a ella. Son éticas incapaces de formular una ley moral universalmente válida. Lo más que pueden hacer es formular imperativos hipotéticos (de la forma: “si quieres X, haz Y), que solo valen para el supuesto del fin material que se persigue, expresando, por tanto, solo un deber u obligación condicionada. Frente a ellas, Kant propone su ética formal, la única que a su juicio es capaz de formular una ley moral universalmente válida, que sea la condición de posibilidad de nuestra noción del deber. Esta ley moral, a la que Kant denomina “imperativo categórico”, es la siguiente: “Obra solo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal” El imperativo categórico es una ley puramente formal, porque no nos indica qué debemos hacer, sino qué forma debe tener nuestra acción, para ser éticamente correcta, independientemente de cuáles puedan ser las circunstancias en las que se encuentre el sujeto o sus intereses personales. Además el imperativo categórico o ley moral de la razón permite deducir la libertad del sujeto. En efecto,si el sujeto, mediante su razón se da a sí mismo una ley de comportamiento esto significa que es libre, ya que solo un sujeto dotado de voluntad libre puede darse a sí mismo una ley que regule sus actos. Si el móvil de nuestras acciones ha de ser el respeto a la ley moral, la virtud no es más que la voluntad de actuar siempre por deber, de conformidad con la ley moral. Ahora bien, puesto que las demás personas son asimismo sujetos racionales y libres son también objeto de absoluto respeto; por ello, el imperativo categórico tiene una segunda formulación: “Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio”. Que las personas sean fines en sí mismas equivale a reconocer la igualdad de todos los seres humanos, todas las personas deben ser dignas de respeto. Según esto, cabe considerar cada persona al mismo tiempo como legislador (porque su razón dicta la ley moral) y súbdito (porque está sometido a dicha ley) del que Kant denomina “reino de los fines”, esfera moral de las relaciones humanas regida por el deber, en la que cada persona debe respeto a las demás, y ha de ser, al mismo tiempo respetado por ellas. Hacia ese reino moral ideal deben encaminarse todas las acciones del ser humano. En éste se encierran dos principios: un principio “bueno”, que le impulsa a cumplir la ley moral y un principio “malo”, que no es sino la fragilidad de la voluntad humana a la hora de ponerla en práctica. La dialéctica entre ambos principios marca el progreso moral como sentido o fin último de la política y de la historia. La desaparición de las guerras entre los Estados ha de conducir a la fundación de una comunidad ética universal, un reino moral de justicia y libertad. Dicha comunidad ética habrá de tener como marco institucional una Constitución Universal que asegure la “paz perpetua” entre los Estados y supere el antagonismo que actualmente enfrenta a las naciones. El hecho de que el ser humano no sea pura razón, sino también un ser sensible implica, según Kant, que aspire también a alcanzar la felicidad como recompensa por la virtud y el cumplimiento del deber. Por esta razón el orden moral postula o exige la existencia de Dios, como garantía de que virtud y felicidad coincidirán finalmente, de manera que al individuo le será posible gozar finalmente del Bien Supremo. Por otra parte, la existencia de un principio “malo” en el hombre implica que en el curso de su vida terrena, los hombres no pueden alcanzar la “santidad”, es decir, un perfecto cumplimiento de la ley moral; en consecuencia, el orden moral postula o exige la inmortalidad del alma, como garantía de que tras esta vida, será posible un progreso infinito en el cumplimiento de dicha ley. Tres son pues los postulados de la razón práctica: 1. La libertad, que viene postulada o exigida por la ley moral. 2. La inmortalidad del alma, garantía de que es posible un progreso infinito en la virtud. 3. La existencia de Dios, garantía de que virtud y felicidad finalmente coincidirán en el goce del Bien Supremo. Los postulados de la razón práctica no aumentan nuestro conocimiento de los objetos a los que hacen referencia puesto que son noúmenos, inalcanzables para el uso teórico de la razón; pero “libertad”, “inmortalidad” y “Dios” son ahora ideas que alcanzan pleno sentido no en el ámbito de la ciencia, sino en el de la moral. De ahí la perfecta concordancia que existe entre el uso teórico y práctico de la razón.

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