Gilgamesh: La Angustia Por La Muerte (Poema Babilonio) - PDF

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El Colegio de México

1994

Jorge Silva Castillo

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Literatura Epica Mesopotamia Poemas Babilonios Antigua Literatura

Summary

Esta traducción directa del poema épico de Gilgamesh del acadio al español, profundiza en la angustia que expresa la obra ante la muerte. Silva Castillo, explora los matices históricos, las leyendas sumerias, y el trasfondo del texto en la Introducción. El libro es un esfuerzo por transmitir la fuerza y belleza del texto antiguo.

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GILGAMESH o la angustia por la muerte poema babilonio traducción directa del acadio, introducción y notas de J o r g e S il v a C a s t i l l o i á é fo t í - !Γ * I 4* 5 ! ; Xy (/j EL COLEGIO DE MEXICO...

GILGAMESH o la angustia por la muerte poema babilonio traducción directa del acadio, introducción y notas de J o r g e S il v a C a s t i l l o i á é fo t í - !Γ * I 4* 5 ! ; Xy (/j EL COLEGIO DE MEXICO Centro de Estudios de Asia y África E 1 poema épico de Gilgamesh constituye la obra cumbre de la literatura de la antigua Babi­ lonia. Así fue percibido por los pueblos del Cercano Oriente, a juzgar por los numerosos fragmentos del poema rescatados en las ruinas de muchas ciudades de la Mesopotamia e in­ cluso en sitios arqueológicos de Siria, de Palestina y de Turquía. Gracias a ello ha sido posi­ ble reconstituir gran parte de la obra original y seguir el hilo de su argumento: la historia de un tirano cuyo encuentro y amistad con un salvaje lo transforman en un rey amado por su pueblo, Juntos emprenden proezas sobrehumanas, pero la muerte del amigo le hace tomar conciencia de que él mismo habrá de morir. Obsesionado por esa idea se lanza entonces a la más extraordinaria de sus aventuras, que lo lleva hasta los confines del mundo para arran­ car el secreto de la inmortalidad al único hombre a quien los dioses la habían otorgado: el héroe del diluvio. Éste le indica cóm o obtener la planta de la juventud, que le roba la Ser­ piente Primordial. Al asumir plenamente su condición mortal se consuma el proceso de su humanización. La traducción directa del original acadio, aquí presentada, busca transmitir a la vez la calidad literaria de la obra y la fuerza dramática de su contenido ideológico, cuyo alcance universal da al poema una vigencia permanente. " Γ Γ ΙΙ" I H ---------- 1-------------.............................................................— — — in w M ia n ' l - J.A H l— i U L Í J J H f c Í Í r ^ - I Í Ü B W W i B. - '. k W H » II· · · π ·. · η » ν ι.,·» ιυ EL COLEGIO DE MÉXICO GILG AM ESH O LA ANGUSTIA POR LA MUERTE (poema babilonio) Impresión de sello cilindrico. Época dinástica sumcria. C ó m b ale d e h ér o e con a n im a les. Tomada de Martin A. Beek. A tlas o f M esopotam ia. Nelson, Paris, 1962. GILGAMESH o la angustia por la muerte (poema babilonio) Traducción directa del acadio, introducción y notas de J o r g e Sil v a C a s t il l o IB IB EL COLEGIO DE MÉXICO Este libro forma pane del programa de traducción al español de fuentes para el estudio de Asía y Africa, realizado por el Centro de Estudios de Asia y África de Ei Colegio de México, co n el apoyo del Fondo Internacional para la Promoción de la Cultura, de la unesco. 808.1 G473 Gilgamesh o la angustia por la muerte : poema babilonio / traducción directa del acadio, introducción y notas de Jorge Silva Castillo. - México : El Colegio de México, 1994. 226 p. : il. ; 2 2 cm. ISBN 968-12-0598-7 1. Literatura épica mesopotámica. Portada de Mónica Diez Martínez Ilustración de la portada: Impresión de sello cilindrico. Época dinástica arcaica. Tomado de P. Amict, La G lyptique M eso p oía m ien n e A rchaïqu e. Editions tu Centre National de la Recherche Scientifique, 1961. Primera edición, 1994 D.R, © El Colegio de México Camino at Ajusco 20 Pedregal de Santa Teresa 10740 México, D.F. ISBN 968-12-0598-7 Impreso en México !P rinted in M exico A la m em oria d e m í q u erid o p r o fe s o r R éné L ab at y en testim on io d e g ra titu d a m i p r o fe s o r y gran a m ig o fe a n B ottéro ÍNDICE Prólogo 11 Introducción 13 Gilgamesh en la literatura y en la historia 13 El poema de Gilgamesh en las fuentes cuneiformes 13 Gilgamesh, personaje histórico 14 El trasfondo histórico de la leyenda de Gilgamesh 16 El ciclo de leyendas sumerias en torno a Gilgamesh 18 El poema acadio 21 Ei alcance universal del poema de Gilgamesh 24 La traducción 30 El po em a Preámbulo 43 Tablilla I, versos 1-44 43 Presentación y encuentro de los héroes Tablilla I, versos 45-73; Gilgamesh, el tirano 47 Tablilla I, versos 74-270: Endikú, el salvaje 49 Tablilla II: El choque y la amistad 65 Las proezas 71 La expedición al Bosque de los Cedros 71 Tablilla III: Proyecto y preparativos 71 Tablilla IV: En camino 80 Tablilla V: La lucha contra Humbaba 89 Tablilla VI: El combate contra el Toro del Cielo 98 7 Ei castigo divino 113 Tablilla VII: Enferm edad y m uerte de Hndikú 113 Tablilla VIII: Elegía y honras fúnebres de Endikú 126 En pos de la inmortalidad 133 Tablilla IX; A través del camino del sol 133 Tablilla X: Travesía del océano cósmico y encuentro con Utanapíshtim 141 Tablilla XI: El fracaso Versos 1-196: Narración de la historia del diluvio 158 Versos 197-257: La prueba del sueño 173 Versos 258-300: La planta de la juventud. 178 Versos 301-307: El retorno a Uruk 182 Apéndice 183 Tablilla XII: Una visión del mundo de los muertos 183 Versos 1-75: Gilgamesh pierde las insignias de su realeza y Enkidú intenta recuperarlas 183 Versos 76-155: Revelación de Enkidú sobre el Infierno 189 Notas 195 Bibliografía 223 8 X I T ab lilla d e G ilgam esh d e la B ib lio teca d e A surbattipat. Tomada de W. C. Ceram. En bu sca d el p a s a d o. Labor, Barcelona, i 9*31. PRÓLOGO El primer esbozo de esta traducción fue el resultado de las notas que tomé en un seminario de traducción de textos cuneiformes que dictaba en la École Pratique des Hautes Études el recordado profesor Réné Labat. En sus cursos se complacía en señalar no sólo las minucias de la escritura cuneiforme y los meandros de la gramática acadia, sino la manera de ex­ presar los matices de la lengua con precisión y elegancia. A él debo el ha­ ber saboreado por primera vez el poema de Gilgamesh en su forma origi­ nal. Desde entonces soñé con publicar algún día su traducción directa del acadio al español. Por muchos años estuvieron mis apuntes guardados. Nunca quise precipitarme. La traducción de una obra literaria exige tiem­ po y ambiente propicios. Mis responsabilidades administrativas no me permitían encontrarlos. El tiempo me lo dio una licencia sabática, que El Colegio de México generosamente me permitió gozar; el ambiente propi­ cio me lo proporcionó el Centro de Estudio y de Conferencias de la Fun­ dación Rockefeller en Bellagio. Me llevé mis notas y, durante un mes, me di a la tarea de poner en un español literario la traducción que yo había hecho, palabra por palabra, del acadio al francés. De ahí salió el primer borrador en español. En Bellagio trabajé fundamentalmente sobre el español de mi tra­ ducción, únicamente con mis notas y sin diccionarios. Quedaban por re­ solver infinidad de dudas sobre el significado de ciertos términos acadios y por encontrar muchísimas palabras, expresiones y giros más castizos. El tiempo y el ambiente necesarios para ello nuevamente los encontré en Gif-sur-Yvette, donde mi antiguo profesor y gran amigo, Jean Bottéro, me invitó a quedarme más de un mes en su casa, mientras él hacía un via­ je. Yo había seguido el curso en que él había expuesto su transcripción del cuneiforme. En ese seminario se hacía hincapié en el texto, su estruc­ tura y las ideas en él contenidas. Una cascada de información y de re­ flexión interesantísima... a velocidad de francés provenzal. Imposible almacenar tanta sabiduría en las notas que un alumno puede tomar en un curso. Pero en Gif, Jean me abrió su casa.. , ¡y sus comentarios! Un teso­ ro de erudición, que me ayudó a comprender mejor el texto y sus proble­ 11 mas, a resolver mis dudas, a decidir mis propias opciones. Además, había fragmentos nuevos que yo no conocía. Revisé enteramente mi traduc­ ción y nuevamente la dejé reposar unos meses, tiempo que dediqué a rumiar los problemas que me quedaban por resolver y a sacar otros com­ promisos pendientes. Mientras más pulía la traducción, más inquietudes surgían respecto de Ja comprensión del fondo y sobre la manera en que convenía vaciarlo al español. La última etapa de mí sabático me dio la oportunidad de retomar la traducción. Jack Sasson con gran generosidad me acogió en Chapel Hill, el bellísimo lugar en que tiene su sede más importante la Universidad del Estado de Carolina del Norte. Naturaleza hermosa, ciudad universitaria tranquila. Un ambiente ideal que me hizo muy llevadero el encierro en un cubículo de la Biblioteca Davis y me permitió, por fin, llegar a la tra­ ducción que ahora ofrezco a los lectores de habla hispana. Agradezco pues a todos, tanto a las instituciones como a las perso­ nas que me ayudaron dándome Jos medios materiales e intelectuales para llevar a cabo este proyecto largamente acariciado·. El Colegio de México, la Fundación Rockefeller, mis profesores, Réné Labat y Jean Bottéro, así como a mi amigo el profesor Jack Sasson, quien, además de facilitar mi trabajo en Chapel Hill, me ayudó a enseñar a mi computadora a escribir los signos diacríticos con que convencionalmente se transcribe el acadio. Agradezco también a mis buenos amigos a quienes impuse la tarea de leer mi traducción, lo que aceptaron con mucha amistad: los profesores de El Colegio de México Manuel Ruiz y Rubén Chuaqui, del Centro de Estu­ dios de Asia y África, así como a Luis Astey y Antonio Alatorre del Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios. Los primeros me hicieron valiosas observaciones sobre el fondo y la forma tanto de la introducción como de la traducción en general; los segundos hicieron sugerencias sobre el estilo y correcciones del texto en español. Lo mismo debo a mi buen ami­ go Francisco Segovia, literato y avezado en la tarea de leer los textos pen­ sando en las minucias editoriales; sus indicaciones sobre este aspecto im­ portante en la presentación de una obra poética fueron preciosas, pero por encima de todo aprecio su estímulo y entusiasmo por llevar a los lec­ tores de habla hispana esta obra que a él le parece, como a mí, tan vigente aún, a pesar de su alta antigüedad. Gracias a todos ellos mi texto resultará más correcto y más castizo. Espero que el esfuerzo de darle al poema aca­ dio una expresión española digna logre transmitir, por su lectura, esa emoción estética que yo he gozado con la traducción del texto original. J o r g e S il v a C a s t il l o 12 INTRODUCCIÓN G il g a m e s h en la l it e r a t u r a y en la h is t o r ia El p o em a d e Gilgam esh en las fu en tes cu n eifo rm es 1 Nínive, la capital del imperio asirio, y Babilonia, la prestigiosa metrópoli de la Mesopotamia central, son ciudades cuyos nombres evocan en nues­ tra mente la grandeza de la más antigua civilización en la historia de la humanidad. Una civilización que al momento de extinguirse, hace dos mil años, había vivido ya más de dos veces los veinte siglos de nuestra era. Y, sin embargo, sólo hace poco más de cien años que se comenzó a recuperar su historia, de la cual sólo habían subsistido referencias esca­ sas y dispersas en algunas cuantas obras griegas y romanas y en la Biblia. La reconstrucción de esos siglos perdidos se ha logrado gracias al hallazgo y desciframiento de innumerables tablillas de barro inscritas con caracte­ res llamados cuneiformes por estar formados por incisiones que tienen la apariencia de cuñas o clavos. Entre las muy numerosas tablillas que nos han develado la historia y la cultura de la Mesopotamia antigua figura pro­ minentemente el poema de Gilgamesh. El texto mis completo, aunque mutilado, del poema acadio de Gil­ gamesh fue encontrado en las ruinas de Nínive, entre las tablillas de una colección de obras literarias conocida como la Biblioteca de Asurbanipal, el rey de Asiría que reinó del año 6 6 8 al 627, a.C, Alrededor de ciento cincuenta fragmentos más o menos importantes, descubiertos ahí y en otros sitios de Iraq —Uruk, Babilonia, Tell Harmal, Nímrud, Assur— y Si­ ria —Sultán Tepe— , hacen ver que existía una versión que se copiaba 1 Para una relación detallada de los documentos cuneiformes que han transmitido leyenda de Gilgamesh, el lector Interesado puede consultar una obra imprescindible: Je f­ frey H. Tigay, The E volution o f tbe G ilg am esb E p ic (que abreviaré en adelante EGE), Uni­ versity of Pennsylvania Press, Philadelphia, 1982. De manera m is sucinta, en inglés y en francés puede recurrir respectivamente a Stéphanie Dailey, Myths f r o m M esop otam ia, Oxford University Press, 1989, p. 45-47 (que abreviaré en adelante MM) y a Jean Bottéro, L ’É p op ée d e G ilgam esh, Gallimard, Paris, 1992, p. 37-51 (que abreviaré EG). 13 fielm ente, sin m odificaciones m ayores, aunque co n variantes de detalle, p or lo que se puede llamar versión e s t á n d a r , denom inación que yo he adoptado para esta trad u cción,2 basada fundam entalm ente en dicha ver­ sión. Los estratos en que se han en con trad o algunos de estos fragmentos, así co m o su análisis textual y otros criterios, hacen pensar que la versión estándar se com p uso durante el último tercio del segundo milenio. A par­ tir del siglo IX, esta obra, atribuida a un sacerd ote exorcista babilonio lla­ m ado Sin-leqi-unninni,3 se reprodujo co n un alto grado de fidelidad has­ ta los albores de nuestra era, difusión tanto más sorprendente cuanto que tenem os testim onios de que sobrepasó las fronteras de la M esopotam ia: se han en con trad o fragm entos en lugares tan apartados co m o Meggido en Palestina, Sultán Tepe y Em m ar, en el este y en el norte de Siria, res­ pectivam ente, así co m o en Boghaz-Kói, capital del im perio hitita en Ana­ tolia central, donde, además, se elaboró una versión de tod a la leyenda en form a abreviada en la lengua de ese pueblo. La co m p o sición de Sin-leqi-unninni se basa en otra versión más an­ tigua h ech a en Babilonia hacia ei prim er tercio del segundo m ilenio, por lo que se puede llamar p a l e o b a b i l ó n i c a.4 Se han en con trad o num erosos fragm entos que apuntan a una amplia difusión del poem a antiguo dentro del país, p ero no es seguro que haya habido p o r en ton ces un texto fijo, com parable al de la versión estándar, p o r lo que se supone que puede.haber habido n o sólo varias ediciones co n variantes m enores, sino inclu­ so otra u otras versiones. El estado p recario de los fragm entos no perm ite em itir un juicio definitivo al re sp e cto.5 G ilg a m e s h , p e r s o n a j e h is t ó r ic o Antes de ser raptado p or la imaginación popular y transform ado en un personaje legendario, Gilgamesh6 fue un personaje histórico de carne y 2 Frecuentemente se la llama Versión nin ivita o Versión ta rd ía (Late Version). Me parece que la primera de estas dos denominaciones puede hacer olvidar que, aunque el tex­ to de la Biblioteca de Asurbanipal es ciertamente el más completo, no es el único. La segun­ da (Late Version) se presta a confusión porque la Versión es tá n d a r data muy probablemen­ te del segundo tercio del segundo milenio y es, por lo tanto, muchos siglos anterior a otros fragmentos que datan de mii años después. 3 Cf. EGE, p. 12. * Se le conoce también com o Versión a n tig u a o Versión b a b iló n ic a ; esta última d nominación por contraposición a ninivita. 5 Para una amplia discusión del problema, cf. EGE, p. 43-47. 6 No he querido cambiar la ortografía del nombre de nuestro héroe por aparecer ya en numerosas obras en español bajo la forma de G ilgam esh que, en realidad, se debe pro- 14 hueso. Si bien los azares de los hallazgos arqueológicos no han permitido rescatar ninguna inscripción suya, sí se han encontrado inscripciones de personajes que indirectamente tienen relación con los acontecimien­ tos que se narran en alguna de las leyendas a que dio origen su renombre7 y, en un caso, se tiene copia de una inscripción en que tan­ to esos personajes como él mismo son mencionados en una relación de quienes construyeron o reconstruyeron un templo.8 Pruebas cierta­ mente tenues de la existencia real de un héroe legendario. Y, no obstan­ te, lo que nos ha llegado acerca de él por algunas de las narraciones contenidas en sus leyendas encaja tan bien dentro de los marcos de la historia de aquellos tiempos remotos que no es pensable que no conten­ gan un fondo de verdad. En las brumas de la protohistoria, mitos y le­ yendas recogían la memoria de hechos reales y de situaciones sociales que se interpretaban como signo y reflejo de acontecimientos del mun­ do sobrenatural, íntimamente mezclado con el humano en los tiempos primordiales. Por eso no se pueden tomar las leyendas como fruto de ficción pura. Y por eso también, tras un prudente esfuerzo por decantar el sustrato histórico del pensamiento mítico, mitos y leyendas pueden iluminar y dar profundidad a las escuetas y magras informaciones que nos ofrecen la arqueología y la paleografía. Para los propósitos de esta introducción, he creído conveniente comenzar por exponer muy breve­ mente el marco histórico de la época en que vivió nuestro héroe, men­ cionando, de paso, algunos elementos —nombres geográficos, divinida­ des, y otros más— que aparecerán en el poema de Gilgamesh y que, a modo de referencias, podrán ir familiarizando al lector con el marco dentro del cual se desarrolla el poema. nunriar Guilgamesh. El significado de este nombre sumerio ha sido objeto de diversas pro­ posiciones, todas ellas discutibles. La de "El Viejo es (aún) un jov en" parece, si no filológi­ camente segura, sí más acorde con la personalidad del héroe y con su búsqueda insaciable de la vida. 7 De Mebaragcssi se conservan dos inscripciones, una de las cuales le da el titulo de rey de Kish. Este personaje fue el padre de Agga, quien puso sitio a la ciudad de Uruk pero fue derrotado por Gilgamesh. Un comentario sobre estos acontecimientos se puede leer ba­ jo el subtítulo "El ciclo de leyendas sumerjas en torno a Gilgamesh”, en esta introducción. 8 La copia de la inscripción en que aparece Gilgamesh com o uno de los reconstruc­ tores deJ santuario de NinliJ es conocida como The T um m al In scription (E. SoJlberger y J.R. Kupper (eds.), In scription s P oy a les Su m érien n es et A kkadien n es, Editions du Cerf, Pa­ ris, Í971, p. 39). En ella se atribuye la construcción del santuario a Mebaragessi y su re­ construcción, antes de Gilgamesh, a Mesannepada y Meskiagnuna, de quienes se tienen va­ rias inscripciones (Sollberger y Kupper, ibid. p. 41-43). 15 El trasfondo histórico de la leyenda de Gilgamesb El pais que los griegos llamaron Mesopotamia, ‘entre ríos’, por ser las cuencas del Eufrates y del Tigris su rasgo geográfico predominante, es la región que vio surgir la más antigua civilización de la historia humana. Seis mil años antes de nuestra era aparece ya en el extremo sureste de las planicies comprendidas entre los dos grandes ríos una serie de poblaciones que se habrían de transformar en las ciudades más antiguas del mundo; entre ellas están Shurupak, escenario, según la tradición local, del drama del diluvio universal, y Uruk, la patria de nuestro héroe, Gilgamesh. Todo hace pensar que hasta finales del cuarto milenio,9 las varias poblaciones construidas en torno de antiguos y prestigiosos templos constituían ciudades-estado, independientes unas de otras. La próspera economía de la región, cuyos excedentes agrícolas permitían mantener una extensa red de intercambios comerciales, dinamizaban el desarrollo de una refinada sociedad urbana. Hacia esa época, en los albores de la protohistoria, el pueblo predo­ minante en la región era el de ios súmenos, 10 que convivía con pueblos de diversos orígenes étnicos, entre ellos, muy especialmente, los de len­ gua semítica11 que se conocerían posteriormente como acadios12 y a quienes tanto los asirios como los babilonios habrían de reconocer como ancestros culturales. La civilización de la Mesopotamia, en efecto, se debe calificar de su­ meria en esas épocas remotas. A ese pueblo genial se atribuye la inven­ ción del más antiguo sistema de escritura, que con el correr de los siglos habría de transformarse en lo que nosotros denominamos escritura cu­ neiforme. La religión que se desarrolló a lo largo de los tres mil años de 9 Todas las fechas, se entiende, son anteriores a nuestra era. 10 Los sumerios, que se llamaban a sí mismos "cabezas negras", hablaban una len­ gua que no tiene relación con ninguna otra conocida, tema éste de debates interminables. Se puede afirmar que estuvieron presentes en la Mesopotamia desde mediados del cuarto milenio, pero no se sabe con certeza si ya habitaban la región antes de esa ¿poca o si emigra­ ron a ella por entonces. 11 Tanto los elementos de origen semítico que comprende el léxico sumerio como la onomástica, e incluso la tradición que atribuye nombres semíticos a ciertos monarcas le­ gendarios, apuntan a la presencia de pueblos de origen semítico desde tiempos inmemoria­ les. Un punto sobre el que concuerdan los historiadores es que de la ciudad de Kish hacia el norte predominaban los pueblos de lengua semítica, aunque la impronta cultural sume­ ria, por lo menos hasta mediados del tercer milenio, es indiscutible (cf. C am bridge Ancient H istory, vol. I, cap, IV/iv, p. 145 w.). 12 Por el nombre de la capital del imperio de Sargón, ta ciudad de Akkad {segundo cuarto del tercer milenio). 16 historia de la Mesopotamia preclásica tuvo en su base un definido carác­ ter sumerio que dejó honda huella en la expresión religiosa de los mu­ chos pueblos que convergieron en esa región pluricultural. Muchos de los dioses mesopotámicos —cuyos atributos esenciales, si no siempre los nombres, habrían de perdurar hasta la desaparición de la cultura mesopo- támica a fines del primer milenio— son deidades sumerias. El nombre de Anu, padre de los dioses, patrón de Uruk, significa 'cielo' en sumerio y su templo, Eanna, ‘casa del cielo'; el de Enlil, caudillo de los dioses, vene­ rado en el E-KUR, ‘templo de la montaña’, de la prestigiosa ciudad de Nippur, significa ‘señor del aire’; el de Ea, dios civilizador, sabio, bonda­ doso, morador del Apsu, abismo de las aguas dulces subterráneas, puede ser un nombre semítico, pero sus atributos no son sino los del sumerio Enki, ‘señor de la tierra’, e Ishtar, la Venus mesopotámica, no es otra sino la voluptuosa y conflictiva Inanna, diosa sumeria del amor. ¡Una verdadera teocracia, la del Sumer protohistórico! En la base de la pirámide social, el pueblo produce — ¡para ello había sido creada la hu­ manidad!, según una tradición que ha llegado hasta nosotros en un mito conocido con el nombre de A tráhasis — ; 13 en la cúspide, la casta sacer­ dotal organiza el trabajo y distribuye su producto: ofrendas para los pa­ tronos divinos, raciones para los hombres, sus servidores. Los únicos edi­ ficios monumentales característicos de las ciudades mesopotámicas habían sido hasta entonces los templos, el espacio sagrado, morada de los dioses... pero también centro vital de la economía estatal, almacén de excedentes agrícolas, punto del que partían las caravanas de emisarios comerciales y a donde llegaban los productos inexistentes en aquellas planicies de aluvión y que se obtenían por intercambio: maderas, piedras preciosas y minerales. Y el ENSI, jefe religioso y político a la vez, go­ bernaba la ciudad y presidía un Consejo de Ancianos en nombre de los dioses patronos tutelares de cada ciudad. Todo esto, hasta fines del cuarto milenio... Por entonces acaece un fenómeno político de enormes consecuencias: se inicia una época h e­ roica, ¡Heroica y conflictiva! Las ciudades han crecido y su expansión trae consigo, como consecuencia lógica, el choque de unas con otras. Los choques, a su vez, dan oportunidad a los más audaces de hacerse del poder, primero temporalmente, mientras dura la crisis, después perma­ nentemente, cuando la crisis deja de ser un accidente y se vuelve el modo n orm al de las relaciones interestatales. Y el caudillo, que se ha hecho vi- ‘5 A tráhasis significa ‘el más sabio' ν se aplica a Utanapíshtim, el héroe del diluvio según la tradición babilonia (cf. W. G. Lambert y A, R. Millard, Atrahasts. The B ab y lo n ia n Story o f the F lo o d , Oxford, 1969). 17 talicio, tiende a transmitir su poder a un miembro de su familia: surgen así las dinastías, la de Kish y la de Uruk entre ellas, que pugnan entre sí por el predominio. La arqueología ilustra elocuentemente, con su propio lenguaje, ese fenómeno histórico. En los estratos que corresponden a esa época, las viejas ciudades se rodean de murallas. ¡Signo de tiempos ásperos! Apare­ cen, además, edificios importantes cuyo núcleo no es ya un santuario. En cambio, las habitaciones son numerosas y algunas tienen proporciones netamente mayores. El todo forma un conjunto compacto. Es el É-GAL, la ‘gran-casa’, el palacio donde habita y se hace fuerte con sus guardias el LÚ-GAL, literalmente, ‘el hombre grande’, es decir, el hombre fuerte del régimen, el caudillo... ¡El rey! El ciclo d e leyen das su m erias en torn o a Gilgam esh Los cantos súmenos compuestos en torno a la figura de Gilgamesh, 14 en su estrato más profundo —la literatura, como la arqueología, también tiene su estratigrafía— , ilustran asimismo el fenómeno del surgimiento, los anhelos, las ambiciones de un monarca típico de la edad heroica de Sumer. Gilgamesh es un caudillo de Uruk, belicoso y audaz. Así lo pinta una leyenda15 en la que él hace frente a Agga, rey de Kish, la primera ciu­ dad que, se supone, ejerció la hegemonía sobre el resto de las ciudades- estado sumerias. ¡Ciudad prestigiosa, Kish! Tanto así que durante varios siglos los monarcas que pretendían la preeminencia política se habrían de dar el título de rey d e Kish. Agga, viendo quizás en la construcción de las murallas de Uruk una amenaza para su supremacía, exige su sumisión. El Consejo de Ancianos de la ciudad sitiada se inclina por la rendición. No así el sacerdote de Kullab, un barrio de Uruk, ¡Gilgamesh! Él arrastra a los jóvenes guerreros, que se hacen fuertes tras las sólidas murallas, re­ cién construidas, de su ciudad. Los sitiados rompen el cerco y las huestes de Kish se dispersan. Uno de los seguidores de Gilgamesh se distingue en la acción: Enkidú. Ha surgido un caudillo que toma el poder: la tradi­ ción lo presenta como un sucesor de Lugaibanda, pero no su hijo, puesto que la Lista Real sumeria16 dice que fue “ hijo de un lillu, de Kullab'’ (un 14 Cf. S. N. Kramer, "T he Epic o f Gilgamesh and its Sumerian Sources", Jo u r n a l o j the A m erican O riental Society, 64 (1944), p. 7-23; y del mismo autor, Tbc Sum er ians, p. 185-205. 15 S. N. Kramer, ‘‘Gilgamesh and Agga o f Kish’’, The Sum erians, p. 186-190. 10 Th. Jacobscn, "T h e Sumerian K ing'List", A ssyriological Studies XI, Chicago 1939, p. 88. 18 lillu ¿sacerdote o demonio?; en todo caso no se trata de Lugalbanda, rey legítimo y protagonista de leyendas heroicas también). Si las leyendas a las que dio origen su fama tienen, como es muy po sible, una base histórica, Gilgamesh fue entonces también un monarca emprendedor. Una de ellas17 lo lleva al este de la Mesopotamia a luchar contra un monstruo terrorífico, personificación de una deidad del Elam montañoso, lo que sin duda encierra, a manera de parábola, la narración de una empresa que tenía por objeto traer la madera necesaria para las construcciones monumentales que emprendían los monarcas ávidos de afirmar su prestigio. Según la misma leyenda, la motivación de la expedición era más ele­ vada: la de “poner en alto su nombre”... La vista de unos cadáveres que flotaban en las aguas del Eufrates había llevado a Gilgamesh a tomar con­ ciencia de lo efímero de la vida humana, lo que lo decidió a buscar la tras­ cendencia por la fama: hacer de su nombre un nombre eterno. Los reyes de esa época se hacían enterrar con su séquito: de ello dan testimonio las célebres tumbas reales de Ur, pues el monarca requería los servicios de su corte en el inframundo después de su muerte. Pero esta odiosa cos­ tumbre también nos habla muy claro de las preocupaciones de aquellos monarcas por la muerte. Y Gilgamesh sufrió una verdadera obsesión por la muerte. Dos po mas abordan ese tema directamente. Uno de ellos18 versa sobre las cir­ cunstancias que parecen haber rodeado la muerte Enkidú. El contexto es enteramente mitológico. Gilgamesh accede a una súplica de la diosa Inan- na, quien le pide desalojar a tres monstruos —Imdugud, Lilith, y una ser­ piente— que han anidado en un árbol de cuya madera la diosa quería hacer un trono. Gilgamesh desaloja a los intrusos y derriba el árbol, en recom­ pensa de lo cual Inanna le hace don de un misterioso p u k k u fabricado con la raíz del árbol y un m ekku , hecho con sus ramas (¿tambor y baqueta o aro y vara, instrumentos de juego o bien insignias de su poder real?), de los que Gilgamesh se habría de servir para tiranizar a los jóvenes de la ciudad. ¿De qué manera? Es un enigma. El hecho es que la queja de éstos provoca que p u kku y m ekku caigan al infierno. Enkidú, que intenta rescatarlos, queda atrapado en el infierno por infringir las reglas estrictas que regían el mundo de los muertos. Gilgamesh obtiene la posibilidad de encontrarse con su amigo, quien le revela las condiciones de la vida en el más allá. 19 17 "Gilgamesh and the Land of the Living", en Kramer, The Sum ertans, p. 191-197. 18 Kramer, ibid. p. 197-205. 19 El encuentro de Enkidú con Gilgamesh esiá narrado en la última tablilla del poe­ ma acadio. 19 La otra leyenda cuyo tema gira en torno de la muerte20 parece refe­ rirse —el texto encontrado está muy mutilado— a la muerte del propio Gilgamesh, a quien Enlil revela que su destino es morir. El texto se inte­ rrumpe, pero al final del poema Gilgamesh y su familia presentan ofren­ das funerarias a los dioses del infierno. No sabemos si Ja muerte de Enki­ dú o la de Gilgamesh ocurren como un castigo por haber dado muerte al Toro del Cielo,21 tema de una quinta leyenda del ciclo sumerio, según la cual el monstruo fue enviado por Anu para destruir Uruk en venganza por la ofensa que Gilgamesh le había hecho al despreciar los avances amorosos de Inanna, la diosa del amor. Ahora bien, cuando no sólo leemos en el poema acadio que Gilga­ mesh era dos tercios divino sino que sabemos que fue venerado por los mesopotamios como un dios, puede venir a nuestra mente la pregunta: ¿Cómo podía temer la muerte un ser semidivino?... ¿No es acaso la in­ mortalidad una característica esencial de la divinidad? ¿Cómo podían los mesopotamios pensar que había temido y sufrido la muerte un personaje a quien ellos consideraban como un dios?... ¡Su nombre aparece escrito con el determinativo que precede a los nombres divinos y, más aún, Gil­ gamesh era objeto de culto! La respuesta es que el concepto que los meso­ potamios se hacían de la muerte no coincide con el nuestro. Para los hombres y las mujeres de la Mesopotamia había algo más terrible que la experiencia de la muerte biológica y era aquello que les esperaba en el más allá, en la v i d a —si cabe llamarla así— precaria y triste del mundo subterráneo, morada de los muertos, reino tenebroso de la diosa Eresh- ki-gal, quien inspiraba terror a los dioses tanto como a los hombres. La muerte era caer en ese inframundo. Había deidades celestiales y deidades infernales. Las deidades celestiales podían caer en el infierno... ¡Podían morir! En él cayó Nergal, el esposo de Eresh-ki-gal, que había sido un dios celestial. En él cayó Dumuzí, el primer amante de Inanna-Ishtar, y el re­ cuento de su muerte provocaba año con año los lamentos rituales de las plañideras. La historia del descenso a los infiernos de Nergal y de Dumuzi nos hace ver que los dioses experimentaban terror ante la idea de quedar prisioneros de la Tierra sin Retorno. Los dioses que moraban o habían caído en los infiernos eran dioses muertos. Gilgamesh, en la leyenda, ex­ perimenta el temor sobrecogedor que sufre todo ser humano —¡o divino, poco importa!— ante el pensamiento de la muerte. La divinización de "T h e Death o f Gilgamesh", en J. ß. Prhchard, A ncient N ea r E astern Texts R ela ­ ting to the O ld Testam ent, Princeton University Press, 1955, p. 50-52. El argumento está descrito por Kramer, en The Su m erians, p. 15. 20 Gilgamesh, un dios muerto, no impedía pensar que él, como todos los hombres, o como los dioses mismos, hubiera temido la muerte.22 El p o e m a a c a d io Las diversas tradiciones sumerias fueron recogidas en un solo poema épico acadio,23 cuya primera versión data de una época particularmente rica en la producción literaria mesopotámica, la época paleobabilónica (ic a. primer tercio del segundo milenio a.C.). Se trata del momento en que, habiendo desaparecido el Estado sumerio sumergido por las etnias de lengua semítica cada vez más numerosas, estas últimas parecen tomar conciencia del riesgo de perder la riqueza del legado sumerio y se dan a la tarea de poner por escrito las tradiciones orales sumerias o de copiar y traducir las obras sumerias que ya existían en forma escrita. Las tradiciones sobre Gilgamesh se conservan; los cantos del ciclo sumerio se copian. Pero la creatividad de los literatos babilonios no se detiene ahí. Se elabora un poema épico que no es únicamente una simple recopilación, traducción, ordenamiento lógico de los diversos elementos sumerios. Se toman, sí, ideas fundamentales; se recogen incluso algu­ nos de los poemas sumerios apenas modificados. Pero se dejan de lado otros que no corresponden a la imagen del héroe que conviene al nue­ vo poema. Se introducen, sobre todo, elementos que afectan el fondo y la forma de la leyenda. El poema acadio es una obra nueva, una creación 22 La muerte de los dioses descrita como un descenso a los Infiernos es el tema de varios mitos en que se ve que también para ellos la muerte era temible. Nergal se resiste a quedarse en el Infierno, según un mito en que se transforma en el esposo de Eresh-ki-gal (E. A. Speiser, "Nergal and Ereshkigal” , en J. B. Pritchard, A ncient N ea r E astern Texts R ela ­ ting to the O ld Testam ent —abreviado ANET), Princeton University Press, 1950, p. 103- 104 y O. R. Gurney, “The Myth o f Nergal and Ereshkigal", en A n atolian Studies, X, I960, p. 105-131). En francés se puede consultar R. Labat, Les R eligions du P roch e Orient, Fayard-Denoël, 1970, p. 98-113. La traducción más reciente es la de J. Bottéro y S. N. Kra­ mer, L orsqu e les D ieux F a isa ien t l'H om m e (citada en adelante LDFH), Gallimard, 1989, p. 437-464. De una manera más dramática, Dumuzi, dios de la vegetación, reemplaza a Ishtar en los Infiernos, donde la diosa había descendido imprudentemente (ANET, p. 106- 108). También se pueden leer éste y otros mitos referidos al mismo tema en LDFH, p. 275- 337. Esta obra es fundamental para quien qiiiera conocer y profundizar en la mitología mesopotámica. Los dos autores son eminencias de la asiriología y sumerología, respectiva­ mente, y además los mejores y más exitosos divulgadores de los textos cuneiformes origi­ nales en inglés y francés. 25 Convencionalmente se atribuye el nombre genérico de a c a d io a las lenguas per­ tenecientes a la rama oriental del tronco semítico, entre ellas muy especialmente a las de los asirios y tos babilonios. 21 literaria: obra perfectamente estructurada en once tablillas, con una idea central de una dimensión e importancia tales que se equilibra sabiamente dentro del marco de una introducción en que los personajes son presen­ tados detalladamente, y un amplio desenlace al que hace alusión la parte introductoria. A) poeta semítico no le pareció pertinente echar mano de la imagen del héroe histórico, puramente humano, ni deJ modo como éste tuvo ac­ ceso al poder. En su concepción de la historia, el episodio del desafío a Kish carecía de la importancia que reviste para nosotros como testimonio de una época histórica. En cambio conserva, amplifica y reinterpreta las dos grandes aventuras de Gilgamesh, la E xpedición a l B osq u e d e los C edros y El co m b a te con tra el Toro d el C ielo, de las que el poeta redactor toma pie, por decirlo así, para explayarse en el tema de la intrascendencia humana y transformarlo en un drama existencial. Para ello, presenta a Gilgamesh como un tirano que hace insoportable la vida de sus súbditos, tema apenas evocado en el ciclo sumerio. Enkidú, creado expresamente por la diosa madre para domeñar al tirano, es un ser salvaje que vive entre las fieras hasta que, humanizado por las artes del amor de una prostituta sagrada (Tablilla I), se enfrenta a Gilgamesh, lucha de la que nace una amistad que ío transforma no ya en su servidor, como aparecía en la le­ yenda sumeria, sino en su “igual", su otro yo. Esta amistad, a su vez, hu­ maniza a Gilgamesh (Tablilla II), tema éste totalmente inexistente en el ci­ clo sumerio. Gilgamesh encauza entonces su fuerza incontenible a trascender por la fama y emprende con su amigo una proeza sobrehuma­ na: la expedición al Bosque de los Cedros, custodiado por un terrorífico monstruo, Humbaba (Tablilla III). Es la gran aventura de los dos héroes, y la que más impresionó a los mesopotamios, a juzgar por su representa­ ción glíptica: si no tuviéramos sino los sellos cilindricos como fuentes pa­ ra reconstruir la leyenda, Gilgamesh y Enkidú no serían sino los héroes que dieron muerte a Humbaba (Tablillas IV y V),24 Gilgamesh regresa a Uruk engrandecido... ¡Y ensoberbecido! A tal grado que desprecia los avances amorosos de la misma diosa del amor, Ishtar, quien, despechada por tamaño desaire, obtiene de Anu, el padre de los dioses, la creación de un Toro del Cielo que habría de castigar al insolente Gilgamesh. Pero éste, con ayuda de Enkidú, lo derrota y le da muerte (Tablilla VI). La afrenta constituye un verdadero desafío al poder divino, por lo cual, M Prácticamente la única representación segura de Gilgamesh y Enkidú en el arte es la de la escena en que matan a Humbaba, Cf. W. G. Lambert, “ Gilgamesh In Literature and Art’1, en A. E. Farkas et a l. feds.), M onsters a n d D em ons In M edieval W orld. Verlag Phillip von Zabern, Mainz on Rhine, 1987, p. 37-52. 22 Enlil, caudillo de los dioses, decreta la muerte de Enkidú (Tablilla VII).25 Gilgamesh sufre, como en carne propia, la enfermedad y la muerte de su amigo (Tablilla VIII) y, presa de una verdadera angustia existencial, toma conciencia de que él mismo habrá de morir, como todo ser huma­ no. Desesperado, se rebela ante su destino y se lanza a un viaje que lo lleva hasta el mismo fin del mundo, donde habita Utanapíshtim, el héroe del diluvio y único hombre que ha alcanzado el don de la vida sin fin, para arrancarle el secreto de la inmortalidad (Tablilla IX). Traspa­ sadas las montañas que sostienen la bóveda celeste, cruza el océano cós­ mico y, habiendo llegado a la isla donde habita Utanapíshtim, se entre­ vista con él. Éste le explica que el hombre por naturaleza es limitado, mortal, intrascendente (Tablilla X). Como demostración de ello, después de narrarle la historia del diluvio (una interpolación tardía: primera par­ te de la Tablilla XI), lo somete a la prueba de resistir sin dormir seis días y siete noches. ¡Gilgamesh sucumbe al sueño, imagen y anticipo de la muerte!... Como premio de consuelo, Utanapíshtim revela a Gil­ gamesh el secreto de la eterna juventud: una planta que éste arranca del fondo del abismo de las aguas subterráneas. Pero Gilgamesh pierde la preciosa planta, que le roba la Serpiente Primordial, mientras él, en su camino de regreso a Uruk, se baña en una poza de aguas frescas. Fracasado, vuelve a su ciudad, cuyas murallas perpetúan su nombre (se­ gunda parte de la Tablilla XI). El desenlace es inusitado para un poema épico; no regresa a Uruk un héroe victorioso, ni termina Gilgamesh co ­ mo un héroe trágico, engrandecido por una muerte dramática. Vuelve a su obra humana: sus murallas. El héroe se desvanece. No queda sino el hombre. ¡Parábola dramática de la concepción pesimista que tenía de la vida el mesopotamio! La Tablilla XII es la traducción casi literal de la parte del poema su­ merio llamado G ilgam esh y el Á rbol H uluppu, en el que se recoge otra versión completamente distinta sobre la muerte de Enkidú y el encuentro de su espectro con Gilgamesh, a quien describe las condiciones de la morada de los muertos. Este apéndice, añadido de una manera artificial, contradice el argumento del poema acadio y se traduce aquí sencillamen­ te para dar cuenta de la manera como ha sido encontrada su versión re­ ciente. 25 El poema sumerio sobre la muerte de Enkidú atribuía la muerte de éste a que h bía descendido al infierno para rescatar el p u k k u y el m ekku de Gilgamesh y había quedado atrapado en ese mundo subterráneo, morada de los muertos. Dicho episodio, que se añadió tardíamente al poema acadio en una duodécima tablilla, encaja mal con el argumento de las once tablillas precedentes. 23 Sin contar el apéndice, se distinguen cuatro grandes temas que dan coherencia al argumento general del poema.· Preámbulo, presentación y encuentro de los héroes (Tablillas i y π) 2 ) Las proezas: la expedición al Bosque de los Cedros (Tablillas III, IV y V) y el combate contra el Toro del Cielo (Tablilla VI) 3 ) El castigo divino (Tablillas Vil y VIH) 4 ) El viaje en pos de la inmortalidad y el fracaso (Tablillas IX, X y XI) (Apéndice: Una visión del mundo de los muertos [Tablilla XII]) El. ALCANCE UNIVERSAL DEL POEMA DE GILGAMESH El poema acadio de Gilgamesh gozó de una gran aceptación durante la antigüedad preclásica y, de las obras literarias producidas en la Mesopota­ mia, fue la que logró la mayor difusión, lo que se debió sin duda a su cali­ dad estética, pero también al hecho de que refleja, de una manera suma­ mente viva, la autopercepción de la sociedad del Oriente Medio antiguo·. Gilgamesh es la encarnación de un prototipo social; no representa la ex­ periencia de un individuo sino la proyección de la imagen que se hace de sí misma la sociedad de Ia Mesopotamia. El pensamiento mesopotámico, que se caracterizó por un profundo pesimismo antcla vida y ante la muerte, se deriva de su concepción del hombre, ser totalmente intrascendente frente a un mundo divino absolu­ tamente trascendente: “¿Quién puede alcanzar el cielo, amigo mío? Sólo los dioses moran con Shamash en el cielo, eternamente” (Tablilla III, col. iv, versos 140-141),26 dice Gilgamesh a Enkidú cuando éste, cansado de la inactividad de la vida urbana, cae en la depresión. Gilgamesh entonces le propone lanzarse a la gran aventura de la expedición al Bosque de los Cedros y, ante las objeciones de su amigo, que trata de disuadirlo, funda­ menta su decisión en trascender por la fama de sus proezas. Trascender de la única manera posible para un mortal, puesto que sólo los dioses po- 26 Algunos mitos hablan ciertamente cíe deidades e ti se quejaba amargamente e l p u eb lo. Valiéndose de su fuerza, E nkidú se irguió en ]a puerta de la casa d e ¡a b o d a , pues se quejaba de ti amargamente el p u eb lo. Enkidú no tuvo p a d r e ni m ad re. , , Cubierto de pelo... nacido en la estepa... ” Ahí presente, Enkidú escuchaba sus palabras. Se senící, llenos los ojos de lágrimas, sueltos los brazos, p e r d id a s las fuerzas. Se abrazaron entonces C ilgam esb y E nkidú y se dieron la mano co m o h e r m a n o s... (T ab lilla II, coi. iii, 46-50 y col. iv, 5-13) 70 LAS PROEZAS La e x p e d ic ió n al b o s q u e d e lo s C ed ro s P roy ecto y p r e p a r a tiv o s Versión p a le o b a b iló n ic a (Yaie) 48 T ablilla III, colu m n a ii 75 [Enkidú] tenía llenos de lá g rimas los ojos, tristeza en el corazón.... se sentía abatido. Gilgamesh se uo/vió hacia él y así habló a Enkidú: 80 “Amigo mío, ¿por qué tus ojos están llenos de iágrimas, triste tu corazón? [¿Por qué] estás abatido?” Enkidú tom ó la pala bra 85 y habló así a Gilgamesh: “¡Los lam entos, am igo mío, * paralizan mis m úsculos; sueltos mis brazos, mi fuerza disminuye!” * La relación entre los lamentos y la pérdida de fuerza de Enkidú es lo que da pi a considerar su estado com o una depresión, debida quizás a la inactividad de la vida urbana, puesto que el remedio que Gilgamesh propondrá será.el de lanzarse a la aventura. 71 90 T om ó la palabra G ilgam esh y así habló a Enkidú: C olu m n a iii 96 “En el b o s q u e h a b ita el fe r o z H uw aw a. * 49 Tú y y o io m atarem os y suprimiremos d e la tierra la m ald ad. Irem o s a co rtar lo s ced ro s.” 50 103 T om ó la palabra Enkidú y habló así a Gilgamesh: “Amigo mío, lo aprendí en la montaña 105 cuando m erodeaba yo con la manada: Por sesenta dobles-leguas se extiende el bosque. **51 __ ¿Q uién penetrará en su interior? Es torm enta el ru gido d e H uw aw a. Su boca es fuego, lio Su aliento es m uerte. ¿Por qué deseas [acometer] tam aña em presa? No se ha de entablar una batalla contra la m orada de Huwawa,” 115 Tom ó la palabra Gilgamesh * Monstruo fabuloso puesto ai cuidado del Bosque de los Cedros por Enlil, La del nombre propio se debe pronunciar com o " J " (cf, n. 49). * ' La doble-leg u a, béru, equivale a 10 km (cf. n. 51). 72 y habló así a Enkidú: “¡Al b o s q u e d e lo s cedros he de subir, 122 al b o s q u e d e lo s c e d r o s h e d e ir, a la m orada d e H u w aw a !” 127 Tom ó la palabra Enkidú y habló así a Gilgamesh: “¿C óm o podrem os ir n o so tro s 130 al bosque de lo s c e d r o s? ;S u protección es Wé r... ser poderoso, que no duerme/ W ér, p r o te c to r d e Huwawa, es ei m ismo A d ad... C olum na iv 136 ¡Para cuidar el b o s q u e d e lo s c e d r o s posee siete terroresl.. *** Tom ó la palabra Gilgamesh y habló así a En/c/dú: * W ér era una deidad de la tempestad en la región de ta Siria actual. Como de la tempestad se le identifica con Adad, com o parece sugerirlo el verso 134 (si la restitu­ ción es correcta). " E l nombre de Vf'ér podría derivarse de un término sumerio que significa 'vien­ to', por lo que se identifica con Adad (verso 134), el dios de la tempestad (cf. EG, η. 1, p. 236). ’ ' ’ Los terrores de Huwawa pueden referirse al fulgor terrorífico que envuelve a los seres divinos. La versión estándar los concibe com o corazas. 73 140 —"¿Quién puede alcanzar el cielo, am igo m ío? 52 Sólo los dioses m oran con Sham ash en el cielo, eternam ente. La humanidad tiene sus días co n tad o s... todo cuanto h ace es viento. ¿Ahora tem es tú la m uerte? 145 ¿Dónde está tu gran valor? Iré yo por delante para oír tu voz, para decirte: ‘¡A cércate, no tem as!' Y si sucum bo yo, que mi nom bre sobreviva: ‘¡Gilgamesh con el feroz Huwawa, 150 en com bate se trab ó’. ¡Tú naciste y creciste en la estepa y los leones te atacaron! Todo lo sabes. 157 Tu miedo m e enfurece. Pondré m anos a la obra para cortar los cedros 160 y lograr así un nombre eterno. Vamos a la forja, am igo mío, y que en presencia nuestra las armas sean forjadas.” Ju n to s fueron a la forja. Se dispusieron los fundidores a diseñar los planes: 74 165 forjaron las grandes pashu * forjaron hachas de tres talentos, ** forjaron grandes espadas con hojas de dos talentos, con rem aches de tres minas *** 170 y de treinta minas de oro las em puñaduras. Quedaron así arm ados Gilgamesh y Enkidú. ¡Con diez talentos cada uno! **** En la puería, la d e Uruk, de siete trancas, para oírlo la gente se j u n t ó... H abía algarabía en Üruk-las-Plazas 175 y , a l o ír Gilgamesh el alborozo de Üruk-las-Plazas.. , h izo q u e el p u e b lo frente a él se sen tara. Y dijo entonces G ilg am esh a la g e n te d e ¿/rufc-las-Plazas: 180 "¡Lucharé con tra e l feroz H u w aw a. C olu m n a v Iré a ver [— dijo Gilgamesh— ] a aquél de quien se habla, aquél cuya fama alcanza al mundo entero. ¡Lo atraparé en e) Bosque de los Cedros! Se proclam ará en el país: 185 ¡Cóm o es poderoso el retoño de üruk! * P ashu era el nombre de un tipo de hacha cuyas características desconocemos. ' * El talento, biltu, pesaba 30 kg, de modo que las hachas pesaban ¡90 kilos! * * * La m in a equivale aproximadamente a medio kilo: 3 minas = 1 tó kg. * * * * Evidentemente se trata de dar la idea de que los héroes son verdaderos gigant sobrehumanos: cada uno lleva armas cuyo peso es de 300 kg. 75 Con mis propias m anos co rtaré los cedros. * 53 ¡Perdurará mi nombre para siem pre!” Los ancianos de Clruk-Ias-Plazas 54 replicaron a Gilgamesh: 190 “Eres joven Gilgamesh, tu corazón te impulsa, no sabes lo que quieres hacer. N osotros hem os oído que su aspecto es espantoso. ¿Quién podrá oponerse a sus arm as? Por sesenta dobles-leguas se extiende el bosque... 195 ¿Quién penetrará en su interior? E s torm enta el rugido de Huwawa. Su boca es fuego. Su aliento es m uerte. ¿P or qué deseas [acom eter] tam aña em presa? ¡Contra la m orada de Huwawa no se ha de entablar una batalla!” 200 Al oír Gilgamesh lo que decían sus consejeros, riendo con su amigo respondió: “Entonces, diré as;', amigo mío: 'Puesto que tengo miedo, habré de ir’ ** * La expedición tenía un fin lucrativo que puede haber sido su motivación original. * * La irónica respuesta de Gilgamesh implica la máxima prueba de 5u audacia·, n emprende su aventura por ser fácil, ni por'inconsciencia del peligro; sabe muy bien a lo que se expone y acepta el reto. 76 213 “Que tu dios esté contigo — dijeron los ancianos— y te haga tom ar el buen cam ino de retorno a üruk-las-Plazas.” 215 Se postró Gilgamesh ante Sham ash: "S ea según sus palabras. Partiré, Sham ash. Que sano y salvo pueda yo volver. Tráem e con bien al m uelle... 220 ¡Ponm e bajo tu som bra!” C olum na vi De los ojos de Gilgamesh corrían las lágrimas: 230 “Tomaré un cam ino que nunca he recorrido, cuya ruta, oh dios mío, no conozco. Si conservo la uida, y con alegría del co razó n... vuelvo a mi c a s a.. · 235 te ofreceré yo un trono.” Enfundó su gran e sp ad a. ,. tomó el arco y el c a r c a j... se caló el h a c h a... 240 A su espalda se echó el carcaj de A nshán... y en el cinto, el puñal... Por la ca lie tomaron el camino. 245 Bendecía a Gilgamesh la mulíííud: "¿Volverás algún día a la ciudad?" Los ancianos lo bendecían y le daban consejos sobre el viaje: '‘¡Πο confíes en tu fuerza, Gilgamesh! 250 ¡Estén atentos tus ojos, ten cuidado! Que vaya por delante Enkidú: él sabe la ruta y ha hecho el camino, conoce los pasos de montaña y ios ardides todos de Huwawa 255¡ — el que va delante cuida a su com pañero— ; sus ojos atentos te cuidarán. ¡Que te permita Sham ash lograr lo que deseas! Que lleguen a ver tus ojos lo dicho por tu boca. Que te abra los senderos cerrados, 260 - disponga para tus pasos el cam ino, escoja la m ontaña para tus pies. Que te regocije el sueño de tus noches. Que te conduzca y te asista Lugalbanda. Conforme a tu propósito, 265 logra, tan pronto com o puedas, tus deseos. En el río de Huwawa, objeto de tu em peño, lava tus pies. En tus altos nocturnos, cava un pozo para que no falte en tu odre el agua pura * A nsban era una región del antiguo Elam (al occidente del Irán actual). 78 270 y ofrezcas a Shamash libaciones de agua fresca, sin olvidar tampoco a Lugalbanda.” Enkidú tomó la palabra y dijo a Gilgamesh: “Como te lo has propuesto, emprende el viaje. No tengas miedo, mírame a mí: 275 conozco yo el lugar donde está el enemigo, y los caminos que Huwawa frecuentaba... ” ' En la versión estándar, después de los consejos que le dan los ancianos, Gilgamesh invita a Enkidú a ir al gran palacio a ver a Ninsún, quien, purificada y ataviada con vestidos de ceremonia, joyas y corona, sube a la terraza, presenta una ofrenda a Shamash y, levan­ tando las manos, exclama; ¿Por qué me has dado por hijo a Gilgamesh y has puesto en él un corazón sin reposo? ¡Ahora lo haces tomar el camino que lleva a Humbaba! Emprenderá un viaje lejano p ara entablar una lu ch a im p rev isib le , un camino desconocido hasta el día en que vuelva después de haber llegado al bosque de los cedros y haber matado al feroz Humbaba para extirpar del país todo el mal que tú detestas. Y cuando tú reposes... que Aya-la-Nuera, [tu esp osa, h ija d e Sin], ella misma, sin vacilar, te recuerde [y lo con fíe] a los "guardianes de la noche”... tas estrellas del cielo. (T ab lilla III, col. ii, 10-18). Y después de una larga laguna textual, se lee que Ninsún confía solemnemente a Enkidú la protección de Gilgamesh: ¡Oh Enkidú, el vigoroso, tu no saliste de mi seno, p e r o ahora yo declaro, junto con las devotas de Gilgamesh, las sacerdotisas consagradas y las hieródulas: “ ¡La responsabilidad recaiga en los hombros de E nkid ú !". (T ab lilla III, col. iv, 17-20). 79 286 Los hombres lo aclam aban: “Ve, G ilgam esh... ¡Que te acompañe tu dios, Sham ash y te permita lograr lo qu e deseas!” En c a m in o T ablilla IV, colu m n a i (LKU 39) i A la s v e in te dobles-leguas com partieron sus raciones. O tras tr e in ta dobles-leguas y plantaron su cam pam ento. Caminaron c in c u e n t a d o b le s -le g u a s en un día, / la d is t a n c ia [que se recorrería] e n un m e s y quince días! En tres días llegaron a una montaña. 5 E n p r e s e n c ia d e S h am ash * cavaron un pozo y erigieron... u n a lta r. Subió Gilgamesh y en la cima del monte a S h a m a s h hizo su ofrenda de harina tostada. “ ¡Tráeme, oh montaña, un sueño favorable!” * El b e r u , la “ doble-legua", 10 km: veinte beru = 200 km (cf. n. 51). 10 Enkidú ejecutó el rito en favor de G ilg a m esh. ¡Pasó una tempestad y se alejó! Lo hizo acostarse dentro de un círcu lo... y él, co m o la harina, se en so m b reció... 6o A currucado Gilgamesh, el m entón en las rodillas, 15 cayó sobre él el sueño que invade a la gente. A media noche su sueño se interrumpió; 61 él se levantó para contarlo a su amigo: “A m ig o, ¿ n o m e lla m a s te ? ¿ P o r q u é e s to y d e s p ie r t o ? ¿N o m e s a c u d is t e ? ¿ P o r q u é e s to y s o b r e s a lt a d o ? 20 ¿N o h a p a s a d o un e sp e c tr o ? ¿ P o r q u é m e d e s p e r t ó e l te r r o r ? (K 8586) 32’ “E l s u e ñ o que he visto, h e lo a q u í: Estábamos en una c a ñ a d a [al pie] de la m ontaña. [De pronto,] la montaña n o s c a í a [encima,] 81 35’ p e r o nosotros volábamos co m o m oscas de junc a le s. ” El que nació en la estepa to m ó la p a la b r a ; se dirigió a su amigo. Enkidú e x p lic ó e l sueño·. “ Amigo mío, es tu sueño de buen augurio... ¡Tu sueño es muy propicio! 62 40’ La m ontaña que tú viste, amigo mío, [significa.] ‘prenderem os a Humbaba, * lo mata r e m o s y a r r o ja r e m o s al despoblado su cadáver. Tendrem os al alba, * b u e n a s n u e v a s ’. ” ** C olu m n a U (BM 8 53) (= CT46, 3 0 núm. 21) A4' A l a s v e in te d o b le s - le g u a s c o m p a r t ie r o n sus raciones. 63 O tras tr e in ta d o b le s -le g u a s y p l a n t a r o n su cam pam ento. H u m b a b a es forma fonética tardía, equix'alente al H u w aw a de la versión pal babilónica. * * De la segunda etapa sólo quedan los versos introductorios, idénticos a los de primera y tercera etapas. El contenido del sueño y su interpretación están perdidos, por lo que pasamos directamente a la tercera etapa. 82 45’ C a m in a r o n c in c u e n t a d o b le s le g u a s e n u n d ía , ¡ la d is t a n c ia q u e s e r e c o r r e r ía en u n m es y q u in c e d ía s ! E n tres d ía s lle g a r o n a u n a m o n ta ñ a. En p r e s e n c ia d e S ham ash c a v a r o n un p o z o y e r ig ie r o n... u n a lta r. S u b ió G ilg a m es h y e n l a c i m a d e l m o n te 50’ a S h a m a s h h iz o su o f r e n d a d e h a r i n a to s ta d a. C olu m n a iii (Sm 1040) 1’ “ ¡Tráeme, o h m o n ta ñ a , un s u e ñ o f a v o r a b l e ! ” Enkidú ejecutó el rito en favor de Gilgamesh. ¡ P a s ó una tem pestad y s e a le jó ! Lo hizo acostarse d en tro d e un c ír c u lo... 5' Él, co m o la harina, s e e n s o m b r e c ió... A currucado G ilg a m esh , el m entón en las rodillas, cayó sobre él el sueño que invade a la gente. 83 A media noche su sueño se interrumpió. Él se levantó para contarlo a su amigo: ío ’ “Amigo, ¿no m e llamaste? ¿Por qué estoy despierto? ¿N o m e sacudiste? ¿Por qué estoy sobresaltado? ¿N o ha pasado un espectro? ¿Por qué me despertó el terror? Amigo mío, tuve un tercer sueño. Y el sueño que tuve es inquietante: 15’ ¡Tronaban los cielos, la tierra rugía! [Después,] se sumía el día en un silencio mortal. 64 Surgían las tinieblas. ¡T ron ó [entonces] u n rayo, se produjo un incendio! L a s lla m a s fulguraban. La m uerte llovía. Las brasas se e x tin g u ie r o n , el fuego se apagó. 20’ Caían la s b r a s a s y se hacían ceniza. B a je m o s pues a la planicie para poder discernir’'. E scuchó Enkidú y explicó [a Gilgamesh el sentido dé su sueño]. 65 Así habló a Gilgamesh: 84 "T u s u e ñ o e s f a v o r a b l e. ¡No pera c e r e m o s ! ” * 66 C olum na v (K 8591 + K 13525) [Gilgamesh oró a Shamash al llegar al bosque] 38 ’ Delante de Shamash 67 corrían su s lá g r im a s : * El contenido de los sueños de las demás etapas está perdido en la versión estánda y, en cambio, el de la versión paleobabilónica se ha recuperado. Aunque el texto acadio no se haya publicado aún, J. Bottéro ha publicado ya una traducción al francés (cf. n. 66), de la cual está tomada la que sigue, que es interesante dar a conocer: “ Escala la cumbre de la montaña y acuéstate en el suelo.” “ He sido privado bruscamente del sueño que los dioses conceden, Es que he visto un sueño, amigo mío: ¡Era extraño, [fascinante, inquietante! ¡Luchaba yo, cuerpo a cuerpo, con un búfalo salvaje! ¡Con sus cascos hendía el suelo, levantando un polvo [que oscurecía el cielo! Cedía yo ante él / cuando alguien me cogía del brazo. / [Desenvainó... Me tocó la mejilla. ¡Me dio a beber agua de su odre!" "¡Se trata del ser sobrenatural, amigo mío, hacia el cual nos dirigimos! ¡Ese búfalo no es ciertamente un presagio funesto! Es que Shamash-Protector, en pleno peligro, nos tomará de la mano. ¡El que te hizo beber del agua de su odre es tu divino patrón, que te cuida, Lugalbanda!" "Si actuamos de concierto haremos algo único, una proeza inaudita en el mundo”. (IM 52615) "¡Amigo mío, apenas hablamos llegado al bosque, el uno cerca del otro, cuando se desencadenó la batalla, mientras tú mirabas, fascinado, el resplandor de [un ser sobrenatural!" "¡Es que con Huwawa, a quien tu alma tanto teme, tú te medirás y lo abatirás com o a un toro! ¡Con toda tu fuerza le torcerás la cabeza! En cuanto al anciano que has visto, es Wér, tu dios, o bien tu padre Lugalbanda!” 85 “ ¡Lo que en Uruk prom etiste a N in su n , 40’ r e c u é r d a l o ahora, asísteme y e s c ú c h a m e ! " D e G ilg a m e s h , del retoño de Uruk, S h am ash escu chó la p le g a r ia. ¡Inmediatamente [se oyó] un grito de alarma! Desde el cielo [Shamash] gritó: 68 "¡R ápido, hazle fr e n te 69 antes de que r e g r e s e a l b o s q u e ! 45’ ¡Que no baje a su guarida! 70 No se ha revestido de sus siete corazas: * “Amigo mío, he visto un cuarto sueño, [más terrible aún que los otros tres. Veía yo a Anzu en el cielo. Él se lanzaba para volar sobre nosotros como una nube. ¡Era un espanto! ¡Su aspecto era monstruoso, su boca era de fuego; su aliento, la muerte! Un joven... El pasaje... figuraba... En mi sueño nocturno, mis manos asían sus alas". (faltan cuatro versos, tres en el anverso y uno en el reverso] "Este Anzu, parecido a una nube, volaba sobre nosotros, este espanto de horrible apariencia, cuya boca era de fuego y el aliento muerte, y cuyo resplandor ce causaba miedo... soy yo mismo. Yo te sostendré contra él. ¡En cuanto al ¡oven que tú viste, es Shamash el Poderoso!" (IM 5 8 4 5 1 ) * Las siete c o r a z a s ('7 mantos', literalmente) de que hace mención este verso son 86 lleva s ó l o u n a , se ha quitado seis.” Ellos, t o m á n d o s e l a m a n o , co m o toros furiosos e m b is tie r o n. P or vez prim era Humbaba lanzó un grito de terror. 50’ ¡Gritó el guardián del b o sq u e!... C olu m n a vi (Rm 853 r) [Gilgamesh arengó a Enkidú:] 71 1’ “ En terreno resbaloso, u n o s o lo resbala-, * d o s [pueden pasarlo.] Dos s o n c o m o s i f u e r a n tr e s... Dos triples [cuerdas pueden más] q u e u n a s o l a cuerda triple. 5’ D o s c a c h o r r o s s o n m a s fuertes que un le ó n s o lo. ’ ’ (K 8591) 23’ E n k id ú t o m ó la palabra y d ijo : “S u p o n ie n d o q u e y o bajar« a l b o s q u e los siete terrores 2 que se refería Enkidú cuando trataba de disuadir a Gilgamesh de empren­ der su arriesgada aventura (Tablilla de Yale, col. iv, 2). * Estos versos (1-5) parecen refranes populares que equivalen todos a ‘'la unión ha la fuerza”, por lo que, si bien los versos son fragmentarlos, se puede deducir su sentido, aunque sólo sea conjeturalmente. 87 25' y abri e r a [su camino], se inmovilizarían mis b razo s... ” * G ilg a m e s h tom ó la palabra y dijo, dirigiéndose a su com pañ e r o : " ¿ P o r q u é , «m igo mío, nos acobardarem os? 72 S eis m o n t a ñ a s hemos pasado ya.... el bosque está frente a nosotros. ¿Por qué no habremos de cortar lo s ced ro s? 30’ Tú, am igo, que sabes del furor de la batalla, tú, frotado con las hierbas, ** no temerás la m u erte. ¡Nosotros tenemos también fulgor di v in o ! *** ¡Sea tu v o z redoble de tambor! Que s e l i b e ren de la inmovilidad tus brazos, y tu s r o d illa s de la debilidad. 35’ /T om a mi m ano, com pañero, rayam os juntos! ¡Que el com bate e n c ie n d a tu corazón; olvida la muerte, p i e n s a en la vida! * Enkidú parece atemorizarse; quizá porque él, que conoce "los caminos de! que” , sabe a qué atenerse y conoce los maleficios de que es capaz Humbaba, quien podría paralizar sus brazos. * * A lu sió n 3 su o rig e n sa lv a je, q u e d e b e ría h a ce rlo m ás audaz. * * * Este verso hace ver que los mantos de Humbaba correspondían al fulgor (divin que envolvía a los dioses, ya que el término usado es m eiam m u, que tiene ese significado muy concreto. 88 El que cuida al de junto debe ser hom bre seguro. Se cuida solo quien va d e l a n t e , pero protege a su com pañero y p o r generaciones perdurará su n o m b re.” La lu ch a co n tra H u m b a b a T ablilla V, colu m n a i (K 3 2 5 2 y 8561) i De pie, a la entrada del bosque, sin cansarse, admiraban la altura de cedros. Se afanaban buscando la entrada del bosque. Por donde Humbaba solía pasar, dejaba sus huellas: 5 veredas m uy directas hacia el buen cam ino. Contemplaban la Montaña de los Cedros, m orada de los dioses, santuario de la diosa Irnini. Ai frente de la Montaña, los cedros alzaban su verdor. / Sombras agradables, llenas de arom as. Densos matorrales tapizaban e l b o s q u e. * Deidad cuya personalidad es mal conocida. Colum na ii 1 Sin esperar [echaron mano] de las espadas — q u e lle v a b a n en sus fundas— co n filos d e m e t a l [untados] de veneno. [Atacaron] co n cuchillos y espadas 75 5-9 a H um baba... A r m a d o de un solo te rr o r... Humbaba n o g r i t ó... ¡ H u m b a b a no g ritó !... 16 [Pero los am enazó diciendo:] 76 “ Que os maldiga Enlil!... ” Enkidú tom ó la palabra y dijo, dirigiéndose a Gilgamesh; “P a r a a t a c a r a Humbaba, r e c u e r d a : 2 0 y Uno solo, solo se queda; En terreno resbaloso, u n o s o lo r e s b a la ; 11 [dos pueden pasarlo]. Dos s o n c o m o s i f u e r a n tr e s... 90 Dos triples [cuerdas 25 pueden más] q u e u n a s o l a cuerda triple, D o s c a c h o r r o s s o n m á s fuertes que un león s o lo. ” C olu m n a i (W 2 2 5 5 4 ) 78 1 Humbaba tom ó la palabra y dijo, dirigiéndose a Gilgamesh: “ ¿Te habrán aconsejado, oh Gilgamesh, unos locos insensatos? Si no, ¿por qué vi n iste? ¡Y tú, Enkidú! ¡Un hijo de pescado, que no co n o ce a su padre! ¡C om o las tortugas y las tortuguillas que no supieron lo que es mamar de su madre! * 5 Cuando eras pequeño te miraba sin acercarm e a ti. A h o r a , s i te m ato, se satisfará mi vientre.... ¡Oh Gilgamesh, haz hecho venir ante m í...... a un enem igo, hostil, rab io so !... Le m o r d e r é , y o , G ilg a m e s h , la garganta y el pescuezo 10 y dar é su c a r n e a com er a la s a v e s chillonas del bosque, 79 a las águilas, a los buitres.” * La comparación con esos animales es ofensiva para Enkidú, quien, por haber caíd del cielo a la estepa, no supo lo que es mamar de su madre. 91 Gilgamesh tom ó la palabra y dijo, dirigiéndose a Enkidú: "Am igo mío, la cara de Humbaba se transforma y su «sp ecto se agiganta. Y d e p r o n t o mi corazón d e s fa lle c e. ’ ’ so 15 Enkidú tom ó la palabra y dijo, dirigiéndose a Gilgamesh: ' “Amigo m ío, ¿por qué ha b ia s tú co m o un cobarde? Hablas en secreto, tapándote la boca. 8i ¡Ahora, amigo — 'salió y a e l c o b r e de su molde en el crisol del herrero; 20 en dos horas se calienta y en dos se enfría’— * 82 lanza un diluvio, ataca co n el látigo! ¡N o despegues los pies, no eches m archa atrás!’ ’ C olu m n a ii (W 22554) 3 Le golpeó la cabeza Gilgamesh. Le hizo frente. * Probablemente esto es un refrán qüe significa: todo está listo para el ataque, pue que el arma ya está terminada. 92 ¡Con los talones de sus pies hendían la tierra, 5 y a sus vuelcos se separó el Herm ón del Líbano! * Se oscurecieron las nubes blancas. C om o niebla, sobre ellos llovía la muerte. Shamash suscitó contra Humbaba las grandes tempestades: a Sutu, Viento del Sur; 83 a Iltanu, Viento del Norte; a Shadu, Viento del Este; a Amurru, Viento del Oeste; a Ziqqu, Viento que sopla; 10 a Ziqqa-Ziqqa, Ráfagas; a Shaparziqqa, Tornado; a Imhullu, D estrucción; a Sihurra, Polvareda; a Asakku, Enfermedad; a Shuruppu, Hielo; a Mehu, Torm enta; a Ashamshutu, Torbellino, ¡T rece vientos levantó, y la cara de Humbaba se oscureció! No podía ni embestir al frente ni co rrer hacia atrás. Y las armas de Gilgamesh alcanzaban a Humbaba. ‘ El poeta atribuye —mito etiológico— la depresión que separa las dos cordilleras al terremoto producido por la lucha titánica de Gilgamesh y Humbaba. 93 15 Tratando de salvarse, Humbaba dijo a Gilgamesh: “ Para tu niñez, G ilg a m e s h , tuviste una madre que te parió y tu v iste tú un padre q u e te e n g e n d r ó. Por decreto del Señor de la Montaña fuiste encum brado co m o fruto del vientre de Uruk, Rey-Gilgamesh, 23 Estaré a tu se rv icio... Cuantos árboles m e pidas te daré; 25...m adera de m irto... maderas preciosas.. Enkidú tom ó la palabra y dijo, d ir ig ié n d o s e a G ilg a m e s h : “A m ig o m ío , no escuches lo que Humbaba te d ice. No des o í d o [a sus súplicas” ]. C olu m n a Hi (W 2 2 5 5 4 ) [Humbaba se dirigió entonces a Enkidú:] i “ Tú co n o ces sus m otivos, lo que quiere de mi bosque. * * 84 ' Humbaba no profiere el nombre de Shamash —pero se sobreentiende— , a quien reconoce com o su amo: “Señor de la Montaña", donde está su morada. ‘ ' No ignora Humbaba cuál es la motivación económica de la expedición. 94 Y sabes tú todo cuanto hay que decirle. ¿No hubiera podido yo secuestrarte, matarte entre los m atorrales, a la entrada del bosque? Hubiera podido dar tu carne a com er a las aves chillonas del bosque, a las águilas, a los buitres. 5 Ahora, Enkidú, de ti depende que alcance y o clem en cia... ¡Dile a Gilgamesh que m e perdone la vida!” Enkidú tom ó la palabra y dijo, dirigiéndose a Gilgamesh: “ ¡Amigo mío, a Humbaba, al guardián del bosque de los cedros, exterm ínalo, mátalo y aplástalo... ! 10 ¡A Humbaba, guardián del bosque de los cedros, exterm ínalo, mátalo, aplástalo, antes de que se entere el caudillo E n lil y con tra nosotros lo s g r a n d e s dioses se llenen de furor! ¡Enlil, en Nippur! ¡Shamash, e n S ip p a r ! * N ippur y S ippar eran las ciudades en que se veneraba a Enlil y Shamash respectiv mente. La gran falta de Enkidú será no sólo macar a Humbaba y proclamar la soberanía de Shamash conira la de Enlil, el caudillo político de los dioses, sino hacerlo a sabiendas de que retaba a Enlil. 95 ¡Deja establecido un nom bre e t e r n o !" C olum na iv (W 2 2 5 5 4 ) [Humbaba maldice a Gilgamesh y a Endikú] 2’ “ ¡Que ninguno de los dos llegue a viejo, y que por su amigo, Gilgamesh, Enkidú no obtenga salvación!” 8' Enkidú tom ó la palabra y dijo, dirigiéndose a Gilgamesh: 5’ “ Amigo, te he hablado y tú no m e has escuchado1'. 8-15 [Gilgamesh y su com pañero... ai a su la d o... hicieron co rrer su san g re... Cinco veces desenvainaron la espada... Humbaba saltaba... Con una pica lo inmovilizaron...] 16 Cayó sobre la Montaña una densa oscuridad. Cayó sobre la Montaña una densa oscuridad.] * Sigue un pasaje mutilado, después del cual se repite la súplica de Humb arenga de Enkidú, sin que se pueda comprender bien la secuencia. % C olum na vi (W 22554) 4 Gilgamesh cortaba los árboles, Enkidú escogía los troncos. 5 Enkidú tom ó la palabra y dijo, dirigiéndose a Gilgamesh: “ Amigo mío, hem os cortado un ced ro gigante cuya copa penetraba en el cielo. Hice con él una puerta de seis NINDA de alto, dos de ancho; un amat el grueso de sus goznes inferior, medio y superior. 10 ¡Que el Eufrates la lleve a Nippur sobre una ra d a !... ” Enkidú se e m b a rcó... Gilgamesh llevaba... la cabeza de Humbaba. * El NINDA (en mayúsculas porque es un término sumerio) medía quizá alred de 60 cm. Sesenta codos son por Jo tanto Jó m, exageración a )a altura de la leyenda. " E l a n m lu equi val ía a 0. 5 0 m. ’ " S e adivina que con esta ofrenda Enkidú intenta reconciliarse con Enlil, a quien sabe que ofendió gravemente. El transporte de la madera por el Éu frates se menciona fre­ cuentemente en los textos cuneiformes. 97 E l c o m b a t e c o n t r a e l T o r o d e l C ie l o T ab lilla VI, colu m n a i 1 Lavó Gilgamesh su cabello, purificó sus vestidos, soltó su cabellera sobre su espalda; arrojó los vestidos sucios, se revistió de otros limpios; se envolvió en un manto y se ciñó una estola. 5 Gilgamesh se puso entonces su corona. En la belleza de Gilgamesh puso sus ojos Ishtar, la princesa: * "¡V en, Gilgamesh, sé mi esposo! » O frécem e co m o don el fruto de tu virilidad. Serás tú mi esposo, yo seré tu esposa. 10 Haré enjaezar para ti un carro de oro y lapislázuli. De oro serán sus ruedas, de ámbar su timón. Haré que se le unzan muías fogosas cual torm enta. * Ish ta r, como diosa del amor, era concebida como una mujer apasionada y volu (versos 34 y 42), pero también impetuosa. 98 A nuestros palacios de cedros fragantes entrarás. Y a tu entrada, en Jos paJacios 15 haré que los altos dignatarios besen tus pies. Haré que se inclinen ante ti reyes, señores, príncipes y te paguen en tributo el p roducto de valles y montañas. Que paran tus cabras triâtes * y gemelos tus ovejas. Que superen tus borricos a las muías en la carga 20 y que corran soberbios los caballos de tu carro. Q u e tu s b u e y e s en el yunta no tengan igual”. G ilg a m e s h tom ó la palabra y dijo dirigiéndose a Ishtar, la princesa: "¿Q ué c o s a te d a r é si me caso contigo? 25... ¿ p e r fu m e s p a r a el cuerpo y vestiduras?... ¿ sim p les raciones para no tener hambre? ** * Como diosa del amor, Ishtar tiene poderes especiales sobre la fecundidad. * * Evidentemente es una exageración irónica. Gilgamesh podía ofrecer mis que "ra- 99 Te t e n d r ía q u e o fr e c e r manjares de los dioses. Te h a b r ía d e d a r a b e b e r aguas dignas de tu majestad. 3 1 /... ¿con qué manto ce habré de rev estir? ¡No, no te tomaré co m o mi e s p o s a / ¡Eres un brasero que se enfría c o m o h ie lo ! ¡Eres portezuela q u e d e j a p a s a r vientos y corrientes! 35 ¡Eres fortaleza que se desploma s o b r e su s soldados! C o ím u h h ii ¡Eres çlefante q u e h a c e c a e r a q u ie n m o n ta en su arnés! ¡Eres betún q u e m a n c h a a l q u e lo lleva! ¡Eres odre de agua q u e s e d e r r a m a s o b r e su portador! ¡Eres cal q u e d estru y e el muro de su constructor! 40 ¡Eres un ariete que derrumba m u r a lla s de su propio país! ciones para el hambre", com o dice textualmente eJ verso, pero lo mejor que podría él ofre~ cer no estaría nunca a la altura de lo que exigiría la diosa. 100. ¡Eres sandalia q u e la s t im a e l p i e de quien la calza! A ninguno de tus elegidos 87 b a s a m a d o para siempre, ni ha habido pájaro alguno que escape d e tus red es. ¡Ven, deja te enumere a q u ie n e s has amado! 45....................... Para Dumuzi, amante de tu ju v en tu d decidiste lamentos sin cesar, año tras año. * Amaste a Allulu, pájaro multicolor. Y tú le golpeaste un ala para quebrarla, 50 por lo que vive en el bosque gritando: ‘jMi ala!’ ** Amaste al león, fuerza todo él, y no cesas de cavar siete y siete trampas más para él. Amaste al caballo, dado al com bate, y decretaste para él el látigo, las riendas, las espuelas. * La muerte de Dumuzi, —el Tamuz amaneo, dios de la vegetación, que muere resucita anualmente, lo que daba lugar a lamentaciones rituales— era atribuida al hecho de haber caído en las redes de la voluptuosa Ishtar. * * El grito del pájaro evocaba onomatopéyicamente el término k a p p i, que signifi 'mi ala', En ese i'aso, lo que se trata de explicar es el origen de su canto. 101 55 Para él decretaste siete dobles-leguas de carrera. D ecretaste que él enturbiara el agua que se b e b e... Y para Silili, su madre, decidiste los lamentos. Amaste al jefe de pastores que vertía sin falta la harina co n cenizas en tu honor 60 y cada día sacrificaba cabritillas... Y tú lo tocaste para transformarlo en lobo. Y ahora sus propios pastorcillos le dan c a z a... y le m uerden los muslos sus propios perros. Amaste a Ilsullanu, ja r d in e r o de tu padre. 65 Él siem pre te llevaba canastos co n sus dátiles, cada día te preparaba mesas espléndidas. Pusiste en él los ojos y fuiste hacia él: ‘Ilsullanu mío, hartém onos de tu vigor sexual. * * La expresión idiomática usaçla aquí para significar el acto sexual es "com amo tu vigor (sexual)”. Traduzco por " hartém onos'qu e significa satisfacerse hasta el exceso, so­ bre todo comiendo, gradas a lo cual se entenderá la metáfora que continúa en el verso 72. 1021 Extiende tu m ano, acaricia mi vulva’. C olum na iii 70 Pero Ilsullanu te decía: '¿Qué es lo que quieres tú de mí? ¿No ha cocin ado ya mi madre? ¡Y o no com eré! * Se volvería, lo que com a, pan de pecado y maldición. Y no tendría para el frío sino juncos co n que cubrirm e’. 75 Y al oír tú lo que él dijo, lo tocaste y l o t r a n s fo r m a s t e en sapo para que viviera enm edio de su jar d in. Pero n o sube ya ni baja el bald e. * * es Y si a mí m e amaras ¿no m e írarofcrmarías como a ellos?” 80 A l o í r esto, Ishtar, * Ilsullanu evade la proposición fingiendo tomar el verbo del verso 89 en su se do directo y no el sentido figurado: ya comió, luego no necesita hartarse. ’ ' Quizá el nombre del animal, d alialu , o ei sonido de su voz, recordaba el ruido de la polea al bajar y subir (cf. n. 88). 10^ furiosa, subió a los Cielos. Ante Anu, su p a d r e , Ishtar se fue a llo r a r. Delante de Antu, su madre, dejó correr su s lá g r im a s : “ ¡Padre mío, Gilgamesh se ha puesto a insultarme! 85 ¡Ha proferido Gilgamesh m aledicencias sobre mí, murm uraciones e infamias!” Anu tom ó la palabra y dijo, dirigiéndose a Ishtar, la princesa: “ ¿Qué, no fuiste tú quien p ro v o có a G ilg a m e s h , el rey, 90 por lo que Gilgamesh se ha puesto a decir de ti maledicencias, m urm uraciones e infam i a s ? " Ishtar tom ó la palabra y dijo, dirigiéndose a Anu, su p a d r e. “ ¡Padre mío, crea un T oro del Cielo q u e m a te a G ilg a m es h 95 y llene d e f u e g o su m o r a d a ! 104 Si tú no m e das a l T oro, atacaré... su morada. Me pondré en c a m in o a lo s I n fie r n o s y haré que los m uertos se levanten y se com an a Jos viyo5, 100 ¡ H a r é q u e haya más muertos que vivos!” Anu tom ó Ja palabra

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