La muerte del cabo Cheo López PDF
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Universidad Veracruzana
Ciro Alegría
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Un minicuento, La muerte del cabo Cheo López, por Ciro Alegría, describe la reacción emocional de un personaje ante la muerte de un conocido. El relato se centra en los recuerdos compartidos y el dolor personal, así como la importancia de dar significado a los hechos.
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La muerte del cabo Cheo López [Minicuento - Texto completo.] Ciro Alegría Perdóneme, don Pedro… Claro que esta no es manera de presentarme… Pero, le diré… ¿Cómo podría explicarle?… Ha muerto Eusebio López… Ya sé que usted no lo con...
La muerte del cabo Cheo López [Minicuento - Texto completo.] Ciro Alegría Perdóneme, don Pedro… Claro que esta no es manera de presentarme… Pero, le diré… ¿Cómo podría explicarle?… Ha muerto Eusebio López… Ya sé que usted no lo conoce y muy pocos lo conocían… ¿Quién se va a fijar en un hombre que vive entre tablas viejas? Por eso no fui a traer los ladrillos… Éramos amigos, ¿me entiende? Yo estaba pasando en el camión y me crucé con Pancho Torres. Él me gritó: “¡Ha muerto Cheo López!”. Entonces enderezo para la casa de Cheo y ahí me encuentro con la mujer, llorando como es natural; el hijito de dos años junto a la madre, y a Cheo López tendido entre cuatro velas… Comenzaba a oler a muerto Cheo López, y eso me hizo recordar más, eso me hizo pensar más en Cheo López. Entonces me fui a comprar dos botellas de ron, para ayudar con algo, y también porque necesitaba beber. ¡Ese olor! Usted comprende, don Pedro… Lo olíamos allá en el Pacífico…, el olor de los muertos, los boricuas, los japoneses… Los muertos son lo mismo… Solo que como nosotros, allá, íbamos avanzando…, a nuestros heridos y muertos los recogían, y encontrábamos muertos japoneses de días, pudriéndose… Ahora Cheo López comenzaba a oler así… Con los ojos fijos miraba Cheo López. No sé por qué no se los habían cerrado bien… Miraba con una raya de brillo, muerta… Se veía que en su frente ya no había pensamiento. Así miraban allá en el Pacífico… Todos lo mismo… Y yo me he puesto a beber el ron, durante un buen rato, y han llegado tres o cuatro al velorio… Entonces su mujer ha contado… Que Cheo estaba tranquilo, sentado, como si nada le pasara, y de repente algo se le ha roto adentro, aquí en la cabeza… Y se ha caído… Eso fue un derrame en el cerebro, dijeron… Yo no he querido saber más, y me puse a beber duro. Yo estaba pensando, recordando. Porque es cosa de pensar… La muerte se ríe. Luego vine a buscar a mi mujer para llevarla al velorio y creí que debía pasar a explicarle a usted, don Pedro… Yo no volví con los ladrillos por eso. Mañana será. Ahora que si usted quiere ir al velorio, entrada por salida aunque sea… Usted era capitán, ¿no es eso?, y no se acuerda de Cheo López… Pero si usted viene a hacerle nada más que un saludo, yo le diré: “Es un capitán”… ¿Quién se va a acordar de Cheo López? No recibió ninguna medalla, aunque merecía… Nunca fue herido, que de ser así le habrían dado algo que ponerse en el pecho… Pero qué importa eso… ¡Salvarse! Le digo que la muerte se ríe… Yo fui herido tres veces, pero no de cuidado. Las balas pasaban zumbando, pasaban aullando, tronaban como truenos, y nunca tocaron a Cheo López… Una vez, me acuerdo, él iba adelante, con bayoneta calada y ramas en el casco… Siempre iba adelante el cabo Cheo López… Cuando viene una ráfaga de ametralladora, el casco le sonó como una campana y se cayó… Todos nos tendimos y corría la sangre entre nosotros… No sabíamos quién estaba vivo y quizá muerto… Al rato, el cabo Cheo López comenzó a arrastrarse, tiró una granada y el nido de ametralladoras voló allá lejos… Entonces hizo una señal con el brazo y seguimos avanzando… Los que pudimos, claro. Muchos se quedaron allí en el suelo… Algunos se quejaban… Otros estaban ya callados… Habíamos peleado día y medio y comenzamos a encontrar muertos viejos… ¡El olor, ese olor del muerto!… Igual que ahora ha comenzado a oler Cheo López. Allá en el Pacífico, yo me decía: “Quién sabe, de valiente que es, la muerte lo respeta.” Es un decir de soldados. Pero ahora, viendo la forma en que cayó, como alcanzado por una bala que estaba suspendida en el aire, o en sus venas, o en sus sesos, creo que la muerte nos acompaña siempre. Está a nuestro lado y cuando pensamos que va a llegar, se ríe…Y ella dice: “Espera”. Por eso el aguacero de balas lo respetó. Parecía que no iba a morir nunca Cheo López. Pero ya está entre cuatro velas, muerto… Es como si lo oliera desde aquí… ¿No será que yo tengo en la cabeza el olor de la muerte? ¿No huele así el mundo?… Vamos, don Pedro, acompáñeme al velorio… Cheo era pobre y no hay casi gente… Vamos, capitán… Hágale siquiera un saludo… FIN Preguntas ¿Cómo reacciona la comunidad frente a la muerte del cabo Cheo López? A) Con indiferencia y desinterés B) Con desdén y desprecio C) Con sorpresa y consternación ¿Cuál es la relación entre el cabo Cheo López y el protagonista en la historia? A) amigos cercanos B) compañeros de batalla C) familiares lejanos ¿Cuál es el sentimiento de la comunidad hacia Eusebio López que resalta en el texto? A) Su valentía B) Su hostilidad hacia el enemigo C) El desconsuelo por su pérdida Poema de los Dones [Poema] Jorge Luis Borges Nadie rebaje a lágrima o reproche Algo, que ciertamente no se nombra esta declaración de la maestría con la palabra azar, rige estas cosas; de Dios, que con magnífica ironía otro ya recibió en otras borrosas me dio a la vez los libros y la noche. tardes los muchos libros y la sombra. De esta ciudad de libros hizo dueños Al errar por las lentas galerías a unos ojos sin luz, que sólo pueden suelo sentir con vago horror sagrado que soy el otro, el muerto, que habrá dado leer en las bibliotecas de los sueños los mismos pasos en los mismos días. los insensatos párrafos que ceden ¿Cuál de los dos escribe este poema las albas a su afán. En vano el día de un yo plural y de una sola sombra? les prodiga sus libros infinitos, ¿Qué importa la palabra que me nombra arduos como los arduos manuscritos si es indiviso y uno el anatema? que perecieron en Alejandría. Groussac o Borges, miro este querido De hambre y de sed (narra una historia griega) mundo que se deforma y que se apaga muere un rey entre fuentes y jardines; en una pálida ceniza vaga yo fatigo sin rumbo los confines que se parece al sueño y al olvido. de esta alta y honda biblioteca ciega. Enciclopedias, atlas, el Oriente y el Occidente, siglos, dinastías, símbolos, cosmos y cosmogonías brindan los muros, pero inútilmente. Lento en mi sombra, la penumbra hueca exploro con el báculo indeciso, yo, que me figuraba el Paraíso bajo la especie de una biblioteca. El iceberg imaginario Preferiríamos tener el iceberg antes que el barco, Aunque significase el fin del viaje. Aunque se erigiese inmóvil como una roca Y todo el mar fuese mármol que se agita. Preferiríamos tener el iceberg antes que el barco; Preferiríamos poseer esta jadeante llanura de nieve Aunque las velas del barco se tendiesen sobre el mar Como yace la nieve, intacta, sobre el agua. Oh, solemne espacio que flota, ¿sabes acaso que Un iceberg descansa sobre ti, y que cuando despierte Tal vez pacerá sobre tu nieve? Un marinero daría un ojo Por esta escena: Se ignora al barco. El iceberg se levanta Y se hunde de nuevo; sus vítreas cumbres Corrigen las elipsis en el cielo. Esta es una escena donde aquel acostumbrado al mar Se queda sin retórica. El manto de hielo tiene la ligereza suficiente Para elevarse sobre cuerdas más finas Que las provistas por la nieve. La agudeza de estas cumbres heladas Puede contender con el sol. El iceberg se atreve A depositar su peso sobre un escenario cambiante Y se eleva y observa con atención. El iceberg pule sus aristas Desde adentro. Como una joya dentro de un sepulcro Se salva eternamente a sí mismo Y sólo a sí mismo se adorna, mientras la nieve Que tanto nos sorprende, yace, quizás, sobre el mar. Adiós, adiós, decimos, y el barco se dirige Hacia donde las olas chocan con otras olas Y las nubes se mueven en un cielo más cálido. Le corresponde al alma ver así a los icebergs (Habiendo sido formada, como estos, de los elementos Menos visibles): Monumentales, luminosos, indivisibles.