Historia de la Teoría Política - Marx (Sabine) PDF

Summary

Este documento analiza la teoría política de Karl Marx, haciendo énfasis en su relación con el materialismo dialéctico y la evolución del pensamiento político en general, incluyendo la influencia de las ideas de Hegel. Se examina cómo Marx transformó las ideas de Hegel, sustituyendo la lucha de las naciones por la lucha de las clases sociales.

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X X X III. MARX Y EL MATERIALISMO DIALÉCTICO E l p e n s a m i e n t o político libera] se desarrolló p rincipalm en te com o elaboración de dos ideas sociales o morales fundam entales: que la política es, esencialm ente, el arte de llegar a acuerdos n o coactivos en tre intereses anta...

X X X III. MARX Y EL MATERIALISMO DIALÉCTICO E l p e n s a m i e n t o político libera] se desarrolló p rincipalm en te com o elaboración de dos ideas sociales o morales fundam entales: que la política es, esencialm ente, el arte de llegar a acuerdos n o coactivos en tre intereses antagónicos y q ue los proce­ dim ientos dem ocráticos son el único cam ino efectivo para llegaT a esos acuerdos. E n consecuencia, au nque su historia posterior decidió tom ar en cu en ta la válida crítica que hizo H egel al individualism o, nunca aceptó los dos supuestos princi­ pales de la filosofía social de H egel. E stos presupuestos eran: que la sociedad es un equilibrio móvil de fuerzas antitéticas, que engendran el cam bio social m ed ian te su tensión y lucha y que la historia social es una evolución in tern a o quasi-lógica de las fuerzas m ism as.. Estos elem entos del pensam iento de H egel desem peñaron, sin em bargo, u n gran papel en la teoría política del siglo x ix y posteriorm ente. E sto se debió, principalm ente, a la transform ación de la filosofía de H egel realizada por Karl M arx. M arx suprim ió de la teoría d e H egel el supuesto de q ue las nacio­ nes son las unidades efectivas de la historia social — un supuesto q u e nunca tuvo una estrecha relación lógica con su sistem a— , y sustituyó la lucha de las naciones por la lucha de las clases sociales. Así, elim inó del hegelianism o sus cualidades distintivas com o teoría política — su nacionalism o, su conservatism o y su carácter contrarrevolucionario— y lo transform ó en un nuevo y poderoso tipo de radicalism o revolucionario. E l marxism o se convirtió en progenitor de las formas m ás im p o r­ tantes de socialismo de partidos en el siglo x ix y después, con m uy im p o rtan tes m odificaciones, del com unism o actual. E n im portantes aspectos, sin em bargo, la filosofía de M arx co n tin u ó la de Hegel. E n prim er lugar, M arx siguió creyendo que la dialéctica era un eficaz m é­ todo lógico, el único capaz de dem ostrar una ley del desarrollo social y, en conse­ cuencia, su filosofía com o la de H egel fue una filosofía de la historia. Para am bos, la base de to d o cam bio social es su necesidad o “ inev itab ilid ad ” y este térm in o era tan am biguo en M arx com o lo había sido en H egel, co m b in an d o com o lo hacía los conceptos d e la explicación causal y de la justificación m oral. A un q u e M arx elaboró su filosofía com o una form a de m aterialism o, utilizó la dialéctica para apoyar una teoría del progreso social en la que los más altos valores m orales se realizan necesariam ente. E n segundo lugar, para M arx com o para H egel la fuerza im pulsora del cam bio-social e s ‘ la lucha y el factor d eterm in an te, en últim a ins­ tancia, es el poder. La lucha tien e lugar e n tre clases sociales más b ien qu e en tre naciones y el poder es económ ico m ás que político, siendo el poder po lítico en la teoría de M arx una consecuencia de la situación económ ica. P ero ni para M arx ni para H egel la lucha por el poder era susceptible de un arreglo pacífico para m u tu o beneficio de las partes contendientes. M arx com p artía con H egel u n p ro ­ fundo escepticism o acerca de la capacidad de la previsión h u m an a o de las buenas intenciones para m odificar la acción de las fuerzas sociales' y tem p eram en talm en te y debido a su filosofía social, confiaba poco en la eficacia de la legislación para rem ediar los abusos económ icos. Es verdad que M arx confiaba y esperaba qu e su radicalismo revolucionario desem bocara en una form a d e socialismo, en la igualdad social y una auténtica libertad, q u e com pletaría la igualdad y la libertad de la d e­ mocracia política. Pero, en realidad, no aportó ninguna razón convincente para pensar que la política del p oder del radicalism o resultara m enos autoritaria en la práctica que la política del p oder del nacionalism o conservador. Su filosofía social, pues, encerraba una discrepancia en tre sus aspiraciones dem ocráticas y la lógica interna del sistem a. D u ra n te la vida de M arx esto perm aneció laten te, porque la S4S S46 MARX Y EL MATERIALISMO DIALÉCTICO revolución social que contem plaba nunca fue una cuestión política práctica. Se hizo explícito en la versión com unista del marxism o revolucionario. L A R E V O L U C IÓ N PR O L E T A R IA La filosofía social de M arx se basaba y fue la prim era en llam ar la atención sobre un cam bio social de prim erísim a im portancia que se produjo en el siglo x ix : el surgim iento de la conciencia política y, finalm ente, el ascenso hacia el poder político, de una clase trabajadora industrial. E sto, com o dijim os en el capítulo anterior, fue d eterm in an te para cam biar el curso del p ensam iento liberal, pero M arx percibió su im portancia m u ch o antes que los liberales. E specialm ente en los estudios históricos que form aban parte integ ran te de su filosofía, presentaba al capitalism o por prim era vez en lo que podría llam arse su aspecto hum an o , como in stitu ción que había producido y aum entaba constan tem en te una clase de h o m ­ bres q ue tien e que vivir absolutam ente del salario y que se relacionaba, pues, con los patronos sólo m ed ian te un nexo m onetario. Su fuerza de trabajo es una m er­ cancía, la única m ercancía ' económ icam ente valiosa que poseen, q ue debe ser vendida en un m ercado com petitivo donde la única obligación del com prador es pagar el precio establecido. La relación de p atrón y obrero en la industria tiende a q uedar desprovista, así, de sentido h u m a n o y d e obligación m oral y se convierte sim plem ente en una relación de poder. M arx vio justam en te en esta situación el hecho p otencialm ente más revolucionario de la historia m oderna — p o r una parte, una clase definida por su propiedad de los m edios de producción y m otivada esen­ cialm ente por la necesidad de crear ganancias y, po r otra parte, un proletariado industrial sin n in g ú n p oder salvo a través de la presión de las masas organizadas y obligado a fijarse com o fin no la libertad política sino el sostenim iento o el m ejo­ ram iento de su nivel de vida. E n te n d ie n d o esto com o un hech o histórico, M arx concebía al capitalism o com o institución, no com o resultado de leyes económicas intem porales sino com o fase en la evolución de la sociedad m oderna. P artiendo, pues, del hecho de los intereses divergentes de clases, ya bien aclarados por los econom istas clásicos, se dedicó a in terp retar el liberalism o político com o ideología característica de la clase m edia y a crear una filosofía social para el proletariado en ascenso, apropiada para servirlo en su lucha por el poder. E ste proyecto, com o la teoría del estado de H egel, se fundó en un a apreciación de la im portancia histórica d e la Revolución Francesa. C o m o H egel, M arx creía qu e la Revolución había señalado el desplom e de la sociedad feudal pero, m ien ­ tras qu e H egel pensaba que la R evolución se consum aría con el surgim iento de los estados nacionales, M arx la consideraba com o un paso previo a una revolución más drástica y com pleta. La revolución, creía, había sido al m ism o tiem po funda­ m en talm en te im p o rta n te y, en cierto sentido, superficial. H abía sido im p o rtan te porque había realizado una etapa necesaria en el desarrollo de la civilización y, sin em bargo, era superficial en el sentido de que sim plem ente abría el cam ino a una etapa superior. La abolición del feudalism o significaba para M arx la subida al poder de la clase m edia y la creación de un sistem a político que hiciera efectivo este poder. E n su form a más desarrollada, todavía sólo parcialm ente alcanzada, este sistem a seria la república dem ocrática. La Revolución Francesa, pues, había sido esencialm ente una revolución política. H abía transferido el dom inio social de la nobleza y el clero a la clase m edia industrial y comercial; había creado el estado com o un típico órgano de represión y explotación, de la clase m edia; y su filosofía — el sistem a de derechos naturales en la política y la econom ía— era la justificación LA REVOLUCION PROLETARIA 547 y la racionalización ideal del derecho de la d a se m edia para explotar al trabajador. E l paso obvio más allá de la revolución política era una m ás profunda revolución social. Ésta debe ser la obra del proletariado en ascenso, que debe desplazar a la clase m edia del poder com o la clase m edia había desplazado a la antigua clase feudal. La clase en ascenso tam bién debe tener su filosofía y, com o la filosofía de la clase m edia era sustancialm ente la afirm ación de los derechos naturales de propiedad, una filosofía proletaria debe ser la afirm ación socialista de los derechos hum anos de los hom bres desposeídos. Pero precisam ente porque el proletariado se encontraba en la base de la estructura social, sin ninguna clase por debajo de él que pudiera ser explotada, una revolución proletaria n o transferiría sim plem ente el poder de explotar sino que aboliría la explotación. Sería el prim er paso hacia una sociedad sin distinciones de clase social y el verdadero com ienzo de la historia com o un proceso de realización plena del hom bre. E sta era la grandiosa misión que la filosofía de M arx se fijó a sí mism a. P or su intención, pues, la filosofía de M arx era p rofu n d am en te práctica, com o lo había sido la de H egel. A m bos creían que la acción política efectiva dependía de com prender la dirección general en la que m archa la historia — lo qu e M arx llam aba “ las fases naturales de la evolución”— y de aceptar las tareas im puestas por la propia situación d en tro de ella. M ientras que H egel había supuesto que la historia europea culm ina con el surgim iento d e las naciones germ ánicas y anticipó la elevación de A lem ania a una posición de dirección espiritual d en tro de la civi­ lización europea, M arx creía que la historia social había cu lm in ad o en el surgi­ m iento del proletariado y contem plaba el avance de esa clase hasta ocupar una posición d o m in an te en la sociedad m oderna. E n la filosofía de la historia de Hegel, la fuerza im pulsora era un principio espiritual autodesarrollado q ue encam aba sucesivam ente en naciones históricas; para M arx, era un sistem a de fuerzas pro­ ductivas encarnado en formas básicas de distribución económ ica y en las clases sociales correspondientes a esas fuerzas. Para H egel, el m ecanism o del progreso era la guerra entre las naciones; para M arx era el antagonism o en tre las clases sociales. Ambos consideraban el curso de la historia com o racionalm ente necesario, una serie de etapas desenvolviéndose según u n plan lógico y avanzando hacia una m eta determ inada. E sta m archa m ajestuosa de la civilización hum an a invita a los h o m ­ bres a cooperar y a servir. Ambas filosofías fueron fuertes incitaciones a la acción y formas m uy efectivas de exhortación m oral. M ientras que H egel apelaba al pa­ triotism o nacional, M arx apelaba a la fidelidad de los trabajadores hacia sus co m ­ pañeros. E n am bos casos, la apelación era distinta del individualism o de las filosofías políticas liberales. Se dirigía a la lealtad más que al interés personal, a los deberes más que a los derechos y n o ofrecía más recom pensa que la esperanza de que la vida privada de cada cual cobrara sentido m ediante el servicio a u n a causa superior a uno mismo. La filosofía de M arx era concebida por él com o la aportación de un plan y u n m otivo para una revolución social que liberara a los trabajadores de la pobreza y la explotación. E sta unión en M arx de un program a de acción revolucionaria con un a teoria filosófica del curso “ necesario” del desarrollo social es ininteligible si n o se e n ­ tiende el sentido peculiar que im parte la dialéctica a palabras com o “ necesario” e “ inevitable”. Si significaran sim plem ente la relación de causa y efecto, la partici­ pación h u m ana en el curso de la historia carecería de sentido; s u. consecuencia sería el quietism o político. Pero, obviam ente, ni los com unistas marxistas ni los nacionalistas hegelianos h an sido quietistas; por el contrario, han sido activistas decididos y hasta despiadados, algunas veces al precio de sus intereses privados. La 54 S MARX Y EL MATERÍALISMO DIALÉCTICO ditinción que han hecho con frecuencia los com entadores en tre M arx, filósofo so­ cial, y M arx, organizador del socialismo de partidos, es una distinción qu e ningún m arxista — ni ningún hegeliano— haría jamás. La “ necesidad” que am bos atri­ buían a la historia exige la participación y la cooperación activa; es un aguijón para la acción y la dedicación personal. T iene m enos afinidad con la causa y el efecto científico que con la predestinación que los calvinistas atribuían a la vo­ lu n tad de Dios. D e m odo análogo, la H istoria le da al revolucionario marxista su vocación, la seguridad del éxito final y, quizá, la absolución de los crím enes que com eta en nom bre de la H istoria. La necesidad histórica, pues, n o significa única­ m en te causa y efecto, ni una situación deseable, ni una obligación m oral, sino las tres al m ism o tiem po — una especie de im perativo cósmico, que crea y guía al interés y el cálculo hum anos y se sirve de ellos. Pero, m ientras que los calvinistas llam aban a esto teología, los hegelianos y los marxistas lo llam an ciencia. La filosofía social de M arx corresponde a dos periodos, divididos aproxim ada­ m en te por la fecha de 1850 o unos cuantos años después. Al prim er periodo per­ tenece el plan del sistema, resultado del estudio de H egel realizado por M arx en la U niversidad de Berlín. Por entonces (unos cinco años después de la m uerte de H egel) la escuela estaba dividida en un ala idealista, preocupada sobre todo por la apologética religiosa, y un ala m aterialista, dirigida por Ludw ig F euerbach. Pos­ teriorm ente, M arx calificó a Feuerbach de pequeña figura, en com paración con Hegel, pero significativa de una época puesto que liberó al hegelianism o de sus "m istificaciones’' idealistas y así, pensaba M arx, lo despojó de sus consecuencias conservadoras y lo puso en el cam ino de la ciencia. C u a n d o M arx salió de A lem a­ nia hacia París ya estaba profundam ente ligado al socialismo francés, qu e era par­ te de todo el ferm ento revolucionario que culm inó en 1848. E sto convenció a M arx de que la teoría socialista había sido superficial porque carecía de com prensión de la dinám ica de la evolución social que, pensaba, encerraba la dialéctica de H egel. E l producto de esta línea de pensam iento fue el m aterialism o dialéctico o económ ico — la teoría de que el desarrollo social depende de la evolución de las fuerzas de producción económ icas—. E sta teoría fue elaborada en diversas obras, b astan te cir­ cunstanciales y controvertibles, de las cuales la más n o tab le fue el M anifiesto co­ m unista (1 8 4 8 ), pero ni entonces ni después fue expuesta sistem áticam ente ni li­ berada de vaguedades y am bigüedades. C o n el cese de los estallidos revolucionarios después de 1848, term inó la vida de M arx com o revolucionario activo y el resto de su vida lo pasó com o exiliado en Inglaterra. Allí se dedicó a escribir su gran obra, E l capital, cuyo prim er volumen fue publicado en 1867; el segundo y el tercer volúm enes fueron reunidos, recogien­ do sus m anuscritos, por su amigo F riedrich Engels después de la m uerte de M arx en 1883. E l capital dio por supuesto el m aterialism o dialéctico, pero tam poco allí se desarrolló la teoría. M arx había concebido ahora la idea de apuntalar su filosofía con una critica general de la econom ía clásica, que consideraba una teoría representativa de la econom ía capitalista. M arx construyó, en oposición, su propia teoría de la "plusvalía” , destinada a dem ostrar dialécticam ente cóm o un sis­ tem a capitalista está lleno de contradicciones inherentes. E n consecuencia, el es­ tudio del m arxism o en la parte final del siglo x ix se centró, casi'exclusivam ente, en la econom ía de M arx; sus prim eros folletos revolucionarios fueron pasados por alto y el m aterialism o económ ico n o fue m uy estudiado sino después de la m uerte de M arx, Sucedió, así, que la filosofía social de M arx no fue nunca sistem ática­ m en te expuesta por él y está contenida en algunas exposiciones m uy resumidas en trabajos ocasionales, m ientras que la teoría sistem ática de E l capital (a dife­ MATERIALISMO DIALÉCTICO 549 rencia de los capítulos históricos) no puede tom arse ahora m ás que com o un escolasticismo económ ico. N o obstante, difícilm ente podría negarse que L enin tuvo razón cuando afirm ó que el m aterialism o económ ico es “ el p u n to central en torno al cual se m ueve toda la red de ideas, expresadas y analizadas”. La teoría de la plusvalía puede quedar, pues, para la historia de las teorías económ icas anticuadas. C onsiderado com o filosofía social, el marxism o depende del sentido y la validez de la tesis principal de M arx: que la evolución de la producción econó­ mica en una sociedad determ ina su superestructura institucional e ideológica. Las fuentes para el estudio del m aterialism o económ ico en tran en dos gru­ pos. Prim ero, hay varias obras de M arx escritas antes de 1852. Son escritos po­ lémicos, escritos m ientras form ulaba su teoría de la revolución social y folletos circunstanciales donde analizaba el fracaso de los m ovim ientos revolucionarios en Francia. Segundo, hay varias obras de E ngels, incluyendo algunas cartas im portantes escritas después de la m uerte de M arx, explicando la teoría y criticando lo que consideraba com o deform aciones de los jóvenes escritores socialistas de A lem ania hacía finales del siglo. C o m o un intervalo de m ás de veinticinco años separa a estos dos grupos de trabajos, es conveniente analizarlos separadam ente. A unque es seguro qu e Engels nunca se desvió intencionalm ente de lo que quiso decir M arx, sus explicaciones fueron algunas veces un poco diferentes. M A T E R IA L ISM O D IA L É C T IC O Las piim eras afirmaciones de M arx acerca del m aterialism o dialéctico fueron ex­ puestas en un grupo de obras escritas entre 1844 y 1848, bajo el estím ulo de la interpretación m aterialista de Feuerbach de H egel y com o incidentes en la carrera de M arx com o socialista revolucionario.1 D ebe advertirse que M arx utilizaba la palabra “ m aterialism o” en u n sentido específico que puede desorientar, puesto que la palabra ya tenia y conservó después de M arx un significado m uy diferente del de M arx. Las obras francesas prerrevolucionarias, com o eJ Sistem a d e Ja n atu ­ raleza de H olbach, habían utilizado el térm ino “ m aterialism o” en el sentido de una filosofía que tendía a depender de la física y la quím ica y qu e sostenía que las explicaciones m ecánicas aportadas por estas ciencias podían extenderse a to ­ dos los cam pos, vitales, m entales y sociales. E sta conclusión no era en absoluto com partida por M arx y en su Sagrada fam ilia distinguió claram ente su m ateria­ lism o del m aterialism o francés del siglo x v m. Para M arx, la calificación de “ dia­ léctico'1' era la esencia de la cuestión. C o m o H egel, consideraba qu e la explicación mecánica era aplicable a la física y la quím ica porque estas ciencias se refieren a tem as que n o suponen problem as de desarrollo histórico; M arx n o creyó nunca que sus m étodos pudieran ser adoptados po r los estudios sociales. C onsideraba a la dialéctica com o un m étodo lógico, el único capaz de explicar una m ateria de estudio en constante desarrollo y de revelar la “ necesidad” de su desarrollo. C om o H egel, M arx consideraba tam bién la explicación mecánica com o correspondiente 1 D eutsch/ranzósiscfie Jahrbücher, 1844; D/e heilige Famifie, 1845; selecciones de éstas lian sido traducidas por H, I, Stenning con el titu lo de SeJected Essays by KarJ M arx, Nueva York, 1926. Die deuíscfie Jdeoíogie, 1846 (publicada por primera vez completa en el G esam tausgabe); T he G erm án JdeoJogy, trad. inglesa de la primera y la tercera partes por R. Pascal, N ueva York, 1939. La misáre de la phi/osopbie, 1847; trad. inglesa, T h e Foverty oí Philosophy, ed. poi C. P. D utt, Nueva York, 1946, T he C om m unist M anifestó, 1848. La edición clásica de las obras de Mar* y Engels (incom pleta) es KarI Aíanc, Friedricíi Engels, hisíorischkritische Gesamtausgabe, Werice, Schriften, B riele. E n ediciones del Marx-Engels Instituts, M oscú, reprod. de D. Riazanov. Francfort del M eno, 1927. 550 MARX Y EL MATERIALISMO DIALÉCTICO a una form a inferior de la lógica porque se refiere a una etapa inferior de la rea­ lidad. P osteriorm ente, después de la publicación de EJ origen de Jas especies de D arw in, M arx sostuvo que su teoría del desarrollo social tenia cierta afinidad con la evolución orgánica y hay, de hecho, una sem ejanza superficial en tre la lucha de clases y la selección natural. Lo que im presionó a. M arx en una prim era lectura del libro de D arw in fue “el burdo m étodo de desarrollo inglés" y sem ejante re­ acción era característica de un hegeliano.2 P orque la teoría de la evolución de D ar­ win era estrictam ente una generalización em pírica — una teoria causal del cambio que "no im plicaba un progreso— m ientras que la dialéctica era para M arx, como para H egel, una ley de la lógica. Suponía una teoría a priorí del progreso que era, al mismo tiem po, u n principio de explicación y una evaluación. E l m ateria­ lismo de M arx no desplazó, en ningún sentido, el supuesto hegeliano de una fuerza básica q ue es la realidad escondida tras una m ultiplicidad de m anifestaciones y apariencias m ás o m enos efím eras. E l m odelo m etafísico apropiado no era el m eca­ nicism o sino una especie de vitalism o naturalista. Al m ism o tiem po, varias im plicaciones del “ m aterialism o” eran de im portancia para M arx. E n prim er lugar, tendía a identificar el térm in o con la palabra “ cien­ tífico” y, au n q u e no creía que los estudios sociales pudieran im itar a la física, pensaba que podían alcanzar la misma precisión y certeza. P or eso se dejó con­ vencer fácilm ente por Feuerbach de que las ideas hegelianas com o el “E spíritu A bsoluto” o el “ E spíritu de la Época” eran sólo im aginarias y que las verdaderas fuerzas m otivadoras de la historia de una sociedad son sus condiciones materiales. M arx carecía por com pleto de esa despreciativa arrogancia respecto de la ciencia q ue desplegaba ocasionalm ente Hegel. Se tiene la im presión, en efecto, de que la inclinación innata de la m en te de M arx era esencialm ente factual y em pírica; pocos políticos han apoyado su política con un acervo de conocim ientos históricos y económ icos parecido al de M arx. Q uizás fue esta cualidad m en tal la que im partió cierta vaguedad a las am plias generalizaciones de la política de M arx. Algunas expresiones com o "tendencias que actúan y se im ponen con férrea necesidad” (que aparece en el Prefacio de E l C apitaJ) son utilizadas com o si fueran simples dog­ mas, pero tam bién pueden ser em pleadas com o sugestivas hipótesis de trabajo. H abla algunas veces com o si el m aterialism o dialéctico fuera una fórm ula que pudiera aplicarse m ecánicam ente a cualquier periodo de la historia, pero otras veces protestó violentam ente contra este uso. Y, aunque fuera m uy libre al form u­ lar sus predicciones, tam bién lo era al plantear las excepciones a éstas. Podía afir­ m ar, así, que la revolución era inevitable, pero tam bién que podía n o ocurrir en Inglaterra o los Estados U nidos; o bien podía afirm ar que el capitalism o era una etapa necesaria del desarrollo social, pero sosteniendo tam bién la idea de que qui­ zás en Rusia el socialismo pudiera surgir d irectam ente de las com unidades aldea­ nas. E n general, la dialéctica im partía una flexibilidad a la lógica de M arx que le im pedía distinguir entre probabilidad y rígida necesidad o reconocer que los su­ puestos necesarios son característicam ente condicionales. E n segundo lugar, el m aterialism o im plicaba para M arx un rechazo radical de la religión, en verdad un ateísm o m ilitante. C om o la religión es, indudablem ente, una de las grandes fuerzas sociales conservadoras, el m aterialism o tenía para M arx, com o para otros m uchos, una connotación de radicalismo. E l hegelianism o disidente al que se encontraba aliado M arx ya había producido, en 1835, la V ida de Jesús 2 Carta a Lasalle, 16 de enero de 1861; Marjt-Engels C orrcipondence, ¡846-1895 (1 9 3 4 ), p. 125. Cf. EJ Capital, ed. del F. de C. E., Vol. I p, 303, n. 4, trad. por W enceslao Roces, México, 1946-1947.. MATERIALISMO DIALÉCTICO 551 de D avid Friedrich Strauss, considerada en su época com o un libro escandaloso porque interpretaba la historia de las E scrituras com o un sim ple m ito. Y aun q u e las implicaciones de la filosofía de H egel habían sido en general conservadoras, M arx estaba convencido de que su aplicación correcta era revolucionaria. P orque la dialéctica puede ser considerada com o disolvente de toda verdad su p u estam en te absoluta y de todo valor trascendente, al dem ostrar que éstos son relativos — pro­ ductos sociales que crecen en la vida de una com unidad en el curso de su evolución tem poral e histórica. T odas estas llam adas verdades, concluía M arx, son apoyos ficticios de la clase que controle a la sociedad y explote a las clases subordinadas. La religión aporta satisfacciones imaginarias o “ fantásticas” que desvían cualquier esfuerzo racional por encontrar satisfacciones reales. Así el cristianism o, con su d istinción entre el alm a y el cuerpo, im parte a los hom bres una doble vida y ofrece los goces im aginarios del cielo com o un solaz para las miserias reales de esta vida. Es “ el opio del pueblo” , un soporífico que im pide a los oprim idos hacer el es­ fuerzo por m ejorar su suerte y resistir a sus explotadores. E l m aterialism o signifi­ caba para M arx, com o lo ha seguido significando para los m arxístas, un laicismo antirreligioso considerado com o la precondición necesaria de cualquier reform a so­ cial efectiva. E l tercer significado que tenían el m aterialism o y la dialéctica para M arx era la sugestión de una nueva revolución de m ayor alcance. La R evolución francesa h abía abolido efectivam ente el feudalism o, com o decía H egel, p ero los derechos naturales del hom bre, que los revolucionarios postulaban com o consecuencia no son más absolutos que los dogm as de la religión. E l estado espiritualizado de H egel no puede ser la síntesis ultim a que exige la dialéctica. M ás allá de las libertades de la república dem ocrática, au nque ésta es la form a superior de sociedad de la clase m edia, y más allá del estado t i l com o se ha desarrollado hasta el m o m en to , está un a form a más elevada de sociedad en la que el estado será superado y, para alcanzar esta etapa superior, es necesaria una nueva revolución, un a revolución social en contraste con la revolución política que ya se ha producido. E n el pasado, las revoluciones han transferido el poder de una clase a otra, pero m a n te­ n ien d o el abuso fundam ental, el poder para dom inar y explotar. C o m o el cristia­ nism o, la revolución política deja a los hom bres todavía con una doble vida, la lib ertad imaginaria y la servidum bre real. P orque la raíz de la servidum bre no es política; descansa en un sistema de producción que p erm ite a un a clase m on o p o li­ zar los m edios de producción y en la división del trabajo qu e trae consigo la propiedad privada. M ás allá de la revolución política, pues, está la revolución social que, socializando la producción, identifique plenam ente al h o m bre con el ciu­ dadano y destierre definitivam ente las raíces de la explotación y la desigualdad social. Y así cóm o la clase m edia fue la fuerza activa que produjo la revolución política, el proletariado, producto del dom inio de la clase m edia y la clase últim a por debajo de la cual 110 hay ninguna otra clase explotada, es la fuerza que, al liberarse, liberará a la sociedad y al abolir la desigualdad social puede crear una sociedad sin clases. La división del trabajo lleva aparejada, además, la contradicción entre ei interés del individuo concreto o de una determinada familia y ei interés común de todos los individuos relacionados entre sí... En efecto, a partir dei momento en que comienza a dividirse el trabajo, cada cual se mueve en un determinado círculo exclusivo de actividades, que le viene impuesto y del que no puede salirse... a! paso que en la sociedad comunista, donde cada individuo tjo tiene acotado un círculo exclusivo de actividades, sino que puede dísarroiiar sus aptitudes en la rama que mejor le parezca, la sociedad se encarga de regular la pro­ 552 MARX Y EL MATERIALISMO DIALÉCTICO d u c c ió n g en eral, c o n lo q u e h a c e c a b a lm e n te p o sib le q u e yo p u e d a d e d ic a rm e ho y a esto y mafvina a aquéllo 3 Así, en ú ltim a instancia, el m aterialism o ten ía paia M arx un sen tid o ético: la raíz de la desigualdad social es económ ica; en consecuencia, to d a reform a política es superficial, dejando in tocada la fu en te de la desigualdad; y sólo aboliendo la pro­ piedad privada puede efectuarse un cam bio sustancial. M ed ian te ese cam bio toda la estructura de desigualdad de la sociedad se transform ará de inm ediato. La sociedad sin clases es, al m ism o tiem po, la m eta final del desarrollo social y el siguiente paso lógico más allá de las libertades burguesas ya realizadas por la revolución burguesa. Para M arx, com o para H egel, el ilim itado relativism o que parece im poner la dialéctica a la historia está coronado por un fin últim o y ab ­ soluto cuyo cam ino será m ostrado por su filosofía. D E T E R M IN IS M O E C O N Ó M IC O La idea de F euerbach de que las fuerzas impulsoras de la historia social son m ateriales significaba para M arx que estas fuerzas son económ icas. Lo económ ico significaba adem ás, para él, el m étodo de producción económ ica, puesto q ue estaba convencido de que cualquier sistem a de producción lleva consigo una form a corres­ p o n d ien te de distribución del producto social, la única form a que perm itirá el fu ncionam iento del sistema y, a su vez, la distribución crea una estru ctu ra de clases sociales, cada una de las cuales está determ inada por su posición en el sistem a. E l m étodo m ediante el cual una sociedad utiliza los recursos naturales y produce los bienes que le perm iten vivir es, pues, para M arx la fu en te de su existencia. Su m odo de producción, en u n m om ento dado, explica su situación política y toda su situación cultural en ese m om ento y los cam bios en el sistema de producción explican los cambios correspondientes qu e se p roducen en su po­ lítica y en su cultura. É sta es, en esquem a, la teoría del determ inism o económ ico de M arx, que es el sentido social y político concreto que atribuía al m aterialism o dialéctico. C onsiderada en relación con el futuro, esta teoría sirvió a M arx de program a para un a nueva revolución de la clase trabajadora, que consiste en la abolición de la desigualdad social y la creación, en últim a instancia, de una sociedad socia­ lista y sin clases. C onsiderada en relación con el pasado, la teoría le sirvió para interpretar la Revolución francesa. Ésta fue una revolución burguesa, m ediante la cual la nueva clase capitalista de una sociedad industrial destruyó los privilegios políticos de la nobleza y el clero y barrió con los restos del derecho y el gobierno feudales, que habían obstaculizado el sistem a ascendente de la producción capi­ talista. H abía racionalizado y santificado sus fines en nom bre de los derechos del hom bre, que calificaba de verdades naturales eternas y autoevidentes. D esde el p u n to de vista de una elase trabajadora, sin em bargo, las libertades civiles y políticas del gobierno dem ocrático no son los derechos del hom bre; son los d e­ rechos de la clase m edia. F.sto no significa que carezcan de valor, puesto que la república dem ocrática es una etapa de la evolución social superior a la sociedad feudal a la que sustituyó; es, en realidad, la etapa típica de u na sociedad de clase m edía y la más alta que puede alcanzar, au nque lejos aú n de la etapa más elevada posible. La actitu d de M arx respecto de la libertad política y civil fue siem pre, 3 La ¿deo/ogía alema na. T rad. inglesa de R. Pascal, p. 22. (E d. en esp., Pueblos Unidos, M ontevideo, 1959.) D ETERM INISM O ECONÓM ICO 55} pues, am bivalente. E n com paración con las libertades indefinidas qu e atrib u ía a una sociedad socialista, definía los derechos tales com o el sufragio y los m étodos políticos com o la representación, com o sim ples form alism os o disfraces de un despotism o disim ulado de clase. E n general, sin em bargo, daba por supuesto que el socialism o continuaría y estendería la libertad política, P ero esto n o se basó nunca en un análisis del socialismo sino en la creencia a priori de que, en una sociedad en desarrollo, no puede perderse nada valioso. Así llegó M arx a una teoría evolucionista de la sociedad, en la que to d o el sistem a del derecho natural constituía la ideología apropiada a una etapa especí­ fica del desarrollo. E l curso norm al del desarrollo social es el feudalism o, el capi­ talism o y el socialismo, con una forma de organización política adecuada a cada u na de esas etapas. A dem ás, su teoría de la revolución puso en evidencia el m eca­ nism o m ediante el cual se realiza el cam bio político: los intereses incom patibles d e las clases sociales y la lucha entre éstas por dom inar a la sociedad en su propio interés. La R evolución francesa liberó a la clase m edia d e la explotación por las antiguas clases, pero la m antuvo a ella m ism a com o clase explotadora. E l proleta­ riado asalariado es un producto inevitable del capitalism o que surge p a ii passu con la burguesía. E l triunfo de la revolución burguesa abre el cam ino para la más com pleta revolución proletaria que, en definitiva, suprim irá a la nueva clase ex­ plotadora, P ero el paso final com pletará el proceso, aboliendo to talm en te las clases y la explotación. M arx puso de m anifiesto q u e n o se consideraba el creador de la teoría del antagonism o de clases. A doptó y am plió una teoría creada por los historiadores franceses para explicar la R evolución. E n una carta a Engcls, se refirió a A ugustin T h ierry com o “ el padre de la lucha de clases en la historiografía francesa”.4 Lo qu e M arx objetaba a los historiadores de clase m edia era el presupuesto de que la lucha de clases había term inado con el ascenso al poder de la burguesía, así com o objetaba a los econom istas el presupuesto de que las leyes de una econom ía capi­ talista eran eternas c inm utables. E n las revoluciones de su tiem po M arx creía ver un nuevo tip o de levantam iento revolucionario cuya p u n ta de lanza no era un in te n to de la clase m edia po r lograr los derechos políticos, sino la tom a de conciencia por la clase trabajadora de su propia degradación y la decisión, confusa aún, de alterar n o la superestructura política sino las causas económ icas básicas de la desigualdad social. M i n u ev a a p o rta c ió n fue p r o b a r: 1) q u e la ex iste n cia d e cías es sóJo va lig ad a a d e te r ­ m in a d a s fases históricas, p a rtic u la re s , e n eJ desarro/Jo d e h producción; 2) q u e la luclia d e clases c o n d u c e n e c e s a ria m e n te a la d ic ta d u ra d e l proletariado; 3) q u e esta d ic ta d u ra m ism a só lo c o n s titu y e la tra n s ic ió n hacia la a b o lic ió n d e to d a s Jas ciases y h a c ia Ja so c ied ad sin ciases.5 El paso final en la argum entación de M arx es, pues, qu e la estructura de cla­ ses q ue existe en una sociedad en cualquier periodo d ado es en sí m isma un producto histórico que varía según las fuerzas de la producción económ ica que la sociedad puede utilizar. C onsideraba esto com o la causa últim a que puede explicar todo el m arco social, legal y político de la sociedad, m ien tras que los cam bios en ese m arco deben relacionarse con los cam bios en los m étodos de la producción económ ica. E n 1859, en u n o de los pocos pasajes autobiográficos qu e aparecen * 27 de julio d e 1S54; M arx-Engels C oircjpondence, 1846-1895, p. 71. 5 C arta a W cydem cyer, 5 de marzo de 1852; ibid., p. 57. Las cursivas son de Marx. 554 MARX Y EL MATERIALISMO DIALÉCTICO en sus obras, M arx explicó cóm o una breve experiencia editorial con cuestiones económicas, para las que se sentía poco preparado, lo llevó a un a reconsideración de sus estudios hegelianos en la filosofía y el derecho. * M is e s tu d io s m e llev aron a la c o n c lu sió n d e q u e las relacio n es legales y las fo rm as d e e s ta d o n o p o d ía n ser e n te n d id a s p o r sí m ism as, n i explicadas p o r el lla m a d o p ro g re so g en eral d e l e s p íritu h u m a n o , sin o q u e están arraig ad as en las c o n d ic io n e s m ateriales d e vida, re su ­ m id a s p o r H e g e l... c o n el n o m b r e d e “ so c ied ad c iv il” ; la a n a to m ía de esa so c ied ad civil d e b e se r an a liz a d a p o r la e c o n o m ía política.® É ste era, pues, el sentido que M arx atribuía en definitiva al m aterialism o en co n ­ traste con el idealism o de H egel. La sociedad civil de H egel y n o su estado es el factor prim ario de la evolución social. Las relaciones legales e institucionales que constituyen el estado y todas las ideas morales y religiosas que las acom pañan, son únicam ente una superestructura construida sobre el fu n d am en to económ ico de la sociedad civil. L os fan tasm as q u e se fo rm a n en la m e n te h u m a n a so n ta m b ié n , n e c e sa ria m e n te , s u b li­ m ac io n e s d e su p ro ceso v ital m ate ria l, e m p íric a m e n te c o m p ro b a b le y su je to a p rem isas m ate ria le s. L a m o ra l, la re lig ió n , la m eta físic a , to d o el resto d e la ideo lo g ía y sus co rre s­ p o n d ie n te s fo rm as d e c o n cien cia n o co n serv a n ya, p u e s , la ap arien cia de in d e p e n d e n c ia. N o tie n e n h isto ria , n i d esarro llo ; p e r o los h o m b re s, d e s a rro lla n d o su p ro d u c c ió n m a te ria l y su in te rc a m b io m a te ria l a lte ra n , ju n to c o n cu ex iste n cia real, su p e n s a m ie n to y los p ro d u c to s de su p e n s a m ie n to. N o es la c o n c ie n c ia la q u e d e te r m in a la v id a , sin o la v id a la q u e d e te rm in a la c o n c ie n c ia.7 E l orden de im portancia y de eficacia causal es invertido: es el orden económ ico el que "pro d u ce” m ientras ln m en te sim plem ente “ refleja”. C om o diría M arx después, en Hegel "la dialéctica estaba puesta cabeza abajo” ; el m aterialism o dia­ léctico ‘‘la puso de pie”, elim inando las “ m istificaciones” del idealism o y susti­ tuyéndoles las realidades sustanciales y tangibles del sistema industrial. Así, la dialéctica n o se m ueve ya en el cam po de las abstracciones lógicas sino en el cam po de las fuerzas reales. E s im p o rtan te advertir, sin em bargo, que no fue la dialéctica lo que M arx cam bió sino más bien una interpretación m etafísica de la dialéctica. La dialéctica era un m étodo y es evidente que M arx quería conservar el esquem a general de la m etodología hegeliana. E l propósito del m étodo de Hegel había sido el fin esen­ cialm ente m etafísico de establecer un orden de precedencia o de "grados de rea­ lidad” , m ediante el cual el pensam iento puede elevarse de las apariencias hasta la Idea Absoluta. Lo que M arx “ puso de pie” fue el orden de precedencia, m ientras que sus fuerzas de producción constituían una especie de analogía m aterial del E sp íritu A bsoluto de Hegel. Así, los hechos y acontecim ientos reales de la historia social, legal y política eran concebidos por él com o las "form as fenom énicas” , las apariencias o m anifestaciones de esta realidad básica, una especie de juego super­ ficial de circunstancias transitorias V en gran m edida accidentales, que extrae su necesidad de la fuerza escondida de la cual surge. E n un terreno puram ente em p í­ rico, el hcclio de que las instituciones políticas y las ideas morales son “ productos” de las condiciones económicas no traería consigo, de ninguna m anera, la conclu- 8 Crítica de ¡3 Econom ía Política. Prefacio. T rad. inglesa de N. I. S to re (1 9 0 4 ), p. U. (Hay trad. esp.) 1 La ideología alemana, trad. inglesa de R. Pascal, pp. 14 ss. (H ay trad. esp.) D ETERM IN ISM O ECONÓM ICO 555 sión de que n o pueden afectar, a su vez, a estas condiciones. E n resum en, los factores económ icos en el m aterialism o dialéctico n o actú an sim plem ente com o causas científicas que producen consecuencias em píricas. Son más bien energías creadoras que funcionan com o agentes sem ¡personalizados, aunque es justo decir que cuando M arx trataba un problem a real de análisis histórico, era casi siem pre m ejor que su m étodo. Pero la cuestión crítica im p o rtan te persiste, es decir, si la dialéctica era o no un seudom étodo. E n efecto, la im portancia sociológica del materialism o de M arx dependía del grado en que dejara de ser dialéctico, en un sentido definido, y se convirtiera sim plem ente en em pírico y causal. E n L a miseria d e ía filosofía, M arx aplicó su nuevo p u n to de vista a la crítica de la ciencia económ ica, ta n to de la econom ía clásica com o de ia econom ía del socialismo contem poráneo. Por la prim era tenía una gran adm iración, convencido de que com o explicación del capitalism o era sus ta n d ilm e n te correcta. Sus obje­ ciones contra ella se dirigían principalm ente a la increíble ingenuidad de los eco­ nom istas en relación con los aspectos históricos de la cuestión. C om o Engels diría después, razonaban co m a si R icardo C orazón de L eón, sí hubiera sabido un poquito de econom ía, hubiera podido ahorrar seis siglos de errores ad o p tan d o el libre com ercio, en vez de perder su tiem po en las Cruzadas. Así com o los teólogos dividen a las religiones en verdaderas y falsas, la suya y las de ios dem ás, los econom istas consideran todos los sistemas económ icos com o si fueran desatinadas aproxim aciones del capitalism o, considerando al capitalism o com o si sus relaciones y categorías fueran naturales y eternas. M arx sostenía, contra esto, la tesis de que la econom ía es una ciencia histórica. Sus leyes son aplicables sólo a ia etapa de producción económ ica a la cual pertenecen; sus categorías — las utilidades, los sala­ rios y la renta— son “expresiones teóricas, abstracciones, de las relaciones sociales de producción”. E sta s id eas, estas categ o rías, so n ta n p o c o e te rn a s c o m o las relacio n es q u e ex p resa n. S on p ro d u c to s h istó ric o s y transitorios.® Así, la econom ía se convirtió para M arx en una com binación de historia y aná­ lisis: análisis de las relaciones prevalecientes en cualquier sistem a dado de pro­ ducción, com plem entado por la historia del auge y desarrollo de ese sistem a. M arx era m enos tolerante en relación con el hum anitarism o, el utopism o y las críticas reform istas a la econom ía clásica. Estos proyectos, en su opinión, ofrecen paliativos, sentim entalism o y sueños idealistas sin historia ni análisis. E n sustancia, todos se reducen a algún plan para separar lo bueno de lo m alo en el capitalism o, generalm ente a alguna m anera im posible de u n ir la producción capitalista con la distribución socialista. E l socialismo utópico, creía, se niega a afro n tar la dura realidad de que, dado un sistema de producción, la distribución del producto social se desprende de él, lo m ism o que toda la estructura de clases y el sistema político. E n realidad, no fue justo con ios socialistas utópicos, p orque su propia teoría de la sociedad sin clases era tan utópica com o cualquiera de P roudhon. Sim plem ente aplazaba la utopía hasta un futuro indefinido. M arx com partía con H egel un desprecio por todo ideal o deseo personal, que identificaba con el sim ple capricho. T o d p el ideal debe atribuirse al im pulso interno del sistema m ism o y es bueno sim plem ente porque es “ inevitable” : es decir, la m eta final de la evolución del sistema. E l efecto práctico de este presupuesto fue qu e M arx descartó todo in ten to de reform a. Consideraba qne la legislación era incapaz de m odificar el 8 La miseria de lt filosofía. Trad. inglesa ed. por C. P. D utt, p. 95, 556 MARX Y EL MATERIALISMO DIALÉCTICO sistema industrial en nin g ú n aspecto im p o rtan te y por ello valorizaba la legislación social sim plem ente com o u n paso hacia la revolución. E l sistem a capitalista debe ser “aplastado” en definitiva y M arx no abandonó nunca la idea esencialm ente utópica de que destruir u n sistem a es la m anera segura de crear u n sistem a m ejor. L A ID E O L O G ÍA Y L A LU C H A DE CLASES Lo característico de M arx era que le interesaba m enos el perfeccionam iento del m aterialism o dialéctico com o filosofía de la historia que su aplicación a situaciones concretas, especialm ente con el propósito de encontrar un program a de acción para o n proletariado conscientem ente revolucionario. Así, e n ' 1848 él y Engels utilizaron la lucha de clases com o la clave de “ todas las sociedades existentes hasta el m o m ento” en el M anifiesto com unista, que se convirtió en uno de los grandes docum entos revolucionarios de todos los tiem pos. Poco después escribió dos folle­ tos para explicar el fracaso de la lucha revolucionaria qu e acababa de producirse en Francia. E n ellos se aplicaba la interpretación económ ica a un problem a de la historia contem poránea.8 Estos trabajos ilustran la singular com binación del dogm a­ tism o con la aguda observación y la inform ación realista y detallada, característica de M arx. O frecen u n hábil e incisivo análisis de la filiación política de los diversos partidos en la revolución y una clara visión del estado prim ario de los partidos proletarios. C onstituyen, en efecto, el tipo de análisis de un a situación revoluciona­ ria qu e cualquier periodista de prim era clase intentaría hacer ahora, lo que indica claram ente la m edida en que la interpretación m arxista ha adquirido aceptación general. Al m ism o tiem po, la explicación de M arx está basada en una teoría muy a priori de las clases sociales y esos trabajos no justifican las pretensiones extra­ vagantes que los marxistas form ulan frecuentem ente, en el sentido de que la dia­ léctica es un m edio de predicción. La profecía de M arx de que la repetición de un a depresión económ ica com o la de 1847 desencadenaría nuevam ente la revolu­ ción estaba errada y, com o lo reconoció francam ente Engels más tarde, M arx no supo apreciar las posibilidades de desarrollo inherentes al sistem a capitalista. Esos escritos sirven tam bién para p oner más en claro la concepción de M arx de la relación de las clases sociales con el curso de la historia y con su propia conciencia. La clase tenia para M arx una unidad colectiva com o la nación para H egel. A ctúa en la historia com o una unidad y produce sus ideas y creencias características com o una unidad, actuando bajo la presión de su situación en el sistem a económ ico y social. E l individuo cuenta principalm ente p o r su participación en la clase, porque sus ideas — susconvicciones morales, sus preferencias estéticas, inclusive el tipo de razonam iento que le parece más convincente— son esencial­ m en te u n reflejo de las ideas creadas por la clase. S o b re las d istin ta s fo rm a s tle p ro p ie d a d , so b re las c o n d ic io n e s sociales d e la ex iste n cia se eleva to d a u n a s u p e re s tru c tu ra d e se n tim ie n to s , ilu sio n es, m o d o s d e p e n s a m ie n to y visiones d e la v id a p reciso s y c a ra c te rístic a m e n te fo rm a d o s. L a clase c o m o u n to d o lo s crea y los fo rm a so b re sus fu n d a m e n to s m ateriales y las c o rre sp o n d ie n te s relacio n es sociales. E l in d iv id u o sin g u la r q u e los d eriv a de la tra d ic ió n y la e d u c a c ió n p u e d e im ag in ar q u e co n s­ titu y e n lo s m o tiv o s reales y el p u n to de p a rtid a d e su a c tiv id a d.10 o D k K íasscntam p/e in Frankrcich, 1848-1850, artículos en la N ene R heim sche Z eitung, 1850, publicados por Lngcls, 1S9?; trad. inglesa ed. por C. P. D u tt, The ClaSí Struggles ín France (1848-50), Nueva York, 1934. D cr achfrehntc Bium airc des Louis Bonaparíe, 1852; tcad inglesa, ed. por C. P. D u tt, T he E igíifceníh Bium airc o í Lou¡s Bonaparte, Nueva York, 1935. (Hay trad. csp.) 7'lrc Eigíitecnfli Brumaire, trad. inglesa, pp. 40 ss. IDEOLOGIA Y LUCHA DE CLASES 557 E ste fragm ento sugiere el sentido peculiar con que M arx utilizaba la palabra ideología. Las ideas reflejan y disfrazan más o m enos un a realidad económ ica básica; son “ m istificaciones” de esa realidad, al m enos m ientras no se lia desen­ mascarado su origen. C om o motivos o razones ideales de conducta son simples apariencias o m anifestaciones de algo que es m uy d istin to en su naturaleza real. Y aunque parecen válidos y forzosos a su ingenuo poseedor, su fuerza com pulsiva es realm ente algo que no se encuentra en su conciencia sino que está laten te en la posición social de su clase y en sus relaciones con la producción económ ica. La teoría depende evidentem ente del contraste que establece Hegel entre aparien­ cia y realidad. Las fuerzas de producción de M arx, com o el E spíritu Universal de H egel, son in finitam ente diestras para crear to d o tipo de ilusiones y m isti­ ficaciones con el fin de realizar su propósito inheren te y k s clases de M arx dan origen a sus ideologías apropiadas así com o H egel im aginaba que el espíritu de la nación da origen a una cultura nacional. U na expresión com o “ m odos de p en ­ sam iento y visiones de la vida” puede ser, sin em bargo, m uy engañosa. Puede cubrir toda una serie de creencias y prácticas que van de la superstición a la eiencia y el h ccho de que una creencia se origine en una clase social o sea característica de ella n o supone que sea válida o no. M arx no suponía, más qu e cualquier otro, qu e todas las creencias corresponden a un m ism o nivel de verdad ni que todas las acciones prácticas sean igualm ente morales. La idea de ideología era, al mismo tiem po, una de las ideas más fecundas de M arx y una de las más vagas y suscepti­ bles de abuso. E s obvio que los hom bres son prejuiciados por la posición social; puede ser cierto inclusive que esc prejuicio les sirva a veces para ver realidades q u e otros n o perciben, pero la idea de que u n error sobre o tro error pueda llegar a co nstituir una verdad no es más que un m ito. La ideología, tal com o la utilizó M arx, era- u n arm a poderosa y controvertible, pero susceptible de ser em ­ picada por todos los contendientes hasta que todas las teorías, inclusive el m arxis­ m o, sean “ desenm ascaradas” com o una form a de interés especial. E l árbitro de todas estas controversias es el poder. Los dos folletos sobre el m ovim iento revolucionario en F rancia establecían tam bién el esquem a general de la teoría de la estructura de clases de M arx en las sociedades industriales m odernas. E sta teoría le fue claram ente sugerida por su observación de la sociedad francesa y su experiencia con el socialismo francés, aunque la concepción del capitalism o industrial de M arx y de un proletariado industrial dependía sobre todo de la historia de la industria inglesa. Sin una razón m uy coherente, supuso que esta com binación constituía un tipo al qu e se aproxim arían en general todas Jas sociedades industriales. La teoría postulaba una clase media principalm ente urbana y comercial en sus intereses y dedicada política­ m ente a las libertades civiles y políticas de la R evolución y un proletariado industrial tam bién p rincipalm ente urbano, pero más preocupado po r la seguridad económ ica q ue por la libertad política. M arx consideraba a estas clases com o las fuerzas poli- ticas activas en una sociedad m oderna, las fuerzas e n tre las cuales tiene lugar principalm ente la lucha de clases, de m odo que el problem a es fu n d am en talm en te el dom inio de una por otra. Las dem ás clases reconocidas por la teoría, el cam ­ pesinado y la pequeña burguesía, eran consideradas por M arx com o políticam ente inertes aunque puedan, en circunstancias adecuadas, estar de acuerdo con lo que hagan las dos clases activas. M arx consideraba tam bién la ideología de la clase cam pesina y de los agricultores com o característicam ente pequeño burguesa. E sta teoría está obviam ente construida para adaptarse a La dialéctica, que obligaba a M arx a encontrar dos oponentes que generan el cam bio m ediante sus 558 MARX Y EL MATERIALISMO DIALÉCTICO tensiones m utuas. P or esta razón era en gran m edida una teoría a piiori, aunque encarnaba su p enetrante percepción d e las consecuencias revolucionarías de la revolución industrial. C om o la dialéctica funciona en térm inos de la contradicción lógica entre dos tipos, los detalles son considerados com o simples variaciones sobre un tem a y las diferencias m enores n o cuentan. D e ahí que la teoría incluya obser­ vaciones de la sociedad en general, pero 110 la observación detallada de una sociedad singular. Lo que queda de las dos grandes clases es sim plem ente una mezcla in­ form e, con el resultado de que lo que llam a la pequeña burguesía es una heterogénea colección de elem entos que tienen poco en com ún salvo qu e se resisten a la clasi­ ficación com o capitalistas o trabajadores. Así, coloca a agricultores y campesinos al lado de los artesanos independientes y los.p eq u eñ o s tenderos; no tiene sitio para los profesionales ni el núm ero creciente de em pleados, cuyos trabajos fueron creados por la industria. E n consecuencia, au n q u e los marxistas h an creído siem pre que la lucha de clases es la única guía confiable en la estrategia política, la vaguedad de la concepción de clase social de M arx fue responsable d e algunos de sus peores errores de predicción. A través de todo el siglo xix, los agricultores fueron la des­ esperación de los teóricos y organizadores marxistas y los campesinos se convirtieron en trabajadores industriales sólo por la fuerza. N ingu n a sociología em pírica consi­ deraría a los artesanos independientes y a los em pleados de oficina com o si tuvieran el m ism o tipo de experiencia de trabajo. Y la suposición de que todo em pleado asalariado sería absorbido por la clase de los proletarios era de ese tipo. Es im po­ sible no creer que las penetrantes predicciones de M arx de algunas tendencias del capitalism o fueron hechas a pesar de la dialéctica m ás q ue por ella. EL RESUM EN DE MARX La m anera fragm entaria en que M arx elaboró la teoría del m aterialism o dialéctico justifica que citem os am pliam ente su única exposición resum ida de la teoría que no fue escrita, sin em bargo, sino varios años después de elaborada la teoría. E n la p ro d u c c ió n so cia l d e su vid a , los h o m b re s co n tra e n d eterm in ad as relacion es n e ce ­ sarias e in d ep en d ie n tes d e su v o lu n ta d , relacio n es d e p r o d u c c ió n , q u e co rresp o n d en a una d ete rm in a d a fase de d esarrollo d e sus fu e rzas p ro d u c tiv a s m ateriales. E l co n ju n to de estas relacion es d e p r o d u c c ió n fo rm a la su p erestru ctu ra e c o n ó m ica d e la so cie d a d , lo base real sob re la q u e se levan ta la su p erestru ctu ra ju ríd ica y p o lític a y a la q u e corresp on d en d e te r­ m in ad as form as de c o n c ie n c ia social. E l m o d o d e p ro d u c c ió n de la vida m aterial co n d icio n a e l proceso de la vida so cial, p o lític a y esp iritu al en ge n e ral. N o es la co n cie n cia d e l h o m b re la que d ete rm in a su ser sin o , p o r e l c o n tra rio , e l ser so cia l es lo q u e d ete rm in a su c o n ­ cie n cia. A l llegar a un a d ete rm in a d a fase d e desarrollo , las fu erzas p ro d u ctiv a s m ateriales de la so cied ad c h o c a n co n las relacion es de p r o d u c c ió n e xisten te s o, 3o que n o es m ás q u e la exp resión jurídica de esto , c o n las relacio n es de p ro p ie d a d d e n tro de las cu ales se h a n d ese n v u elto h asta a llí. D e form as de desarrollo d e las fu erzas p ro d u ctiv a s, estas rela­ cio n e s se co n v ie rte n e n trabas suyas. Y se abre así u n a ép o ca de re v o lu ció n so cia l. A l ca m b iar la b ase e c o n ó m ic a se re v o lu c io n a , m ás o m en o s ráp id am e n te , tod a la inm ensa su p erestru ctu ra erigida sob re ella. C u a n d o se estu d ia n esas re volu cion es, h a y q u e d istin gu ir siem pre e n tre lo s c a m b io s m ateria les ocu rrid o s e n las c o n d icio n e s e co n ó m ica s de p ro d u cció n y q u e p u e d en apreciarse c o n la e x a c titu d p ro p ia d e las cien cias n atu rales, y las form as jurídicas, p o lític a s, religiosas, artísticas o filo só fica s, en un a palab ra, las form as id eológicas e n q u e los h om b res a d q u ieren c o n c ie n c ia de este c o n flic to y lu ch a n p o r re so lv e rlo , ,. N in ­ gu n a fo rm a c ió n so cia l desaparece a n te s d e q u e se d esarrollen tod as las fu erzas p ro d u ctiv a s q u e ca b e n d en tro d e e lla , y jam ás a p arecen n uevas y m ás altas relacion es d e p ro d u cció n antes de q u e las c o n d ic io n e s m ateria les para su e xisten cia h ayan m a d u rad o e n e l sen o de la EL RESUM EN DE MARX 559 propia sociedad antigua. Por eso, la hum anidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar pues, bien miradas las cosas, vemos siempre que estos objetivos sólo brotan cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización,11 L a teoría del desarrollo cultural de M arx incluía, pues, según aparece expuesta en este fragm ento, cuatro puntos principales. Prim ero, es un a sucesión de etapas cada una de las cuales está dom inada por un sistem a típico de producción e in ter­ cam bio de productos. E ste sistem a de fuerzas productivas genera su propia ideología característica y adecuada, que incluye el derecho y la política así com o los pro­ ductos ideales o llam ados espirituales de la civilización, tales com o la m oral, la religión, el arte y la filosofía. C om o p atrón ideal, cada etapa es com pleta y siste­ m ática, un todo coordinado en el que los factores ideológicos se ajustan a las fuerzas básicas de la producción y se ajustan en tre sí. E n la práctica, com o por ejem plo en los capítulos descriptivos e históricos de E l capital, M arx hizo más flexible la rigidez lógica de la teoría. E n todo m om en to , el desarrollo de las fuerzas dé producción ha sido desigual en los distintos países y en las distintas industrias de un solo país; hay restos de la antigua cconom ia y los com ienzos de la nueva. E n consecuencia hay, en form a correspondiente, distintas ideologías en los diferentes estratos de la población. E n segundo lugar, todo el proceso es “ dia­ léctico”; su fuerza m otivadora surge de las tensiones internas creadas por dispari­ dades en tre u n nuevo sistem a de producción y la ideología persistente apropiada a un sistem a anterior. U n nuevo m éto d o de producción se en cu en tra en u n medio ideológico hostil que debe ser disuelto antes de que pued a desarrollarse. La ideo­ logía apropiada al viejo sistem a se hace cada vez m ás restrictiva del nuevo y las luchas y tensiones internas crecen hasta alcanzar u n p u n to crítico. U n a nueva clase social, con una ideología apropiada a su posición social en el nuevo sistem a de producción, en tra en más agudo conflicto con las viejas clases cuyas ideologías h an sido creadas por el sistem a obsoleto. E l p atrón general de desarrollo es, pues, cíclico, una alternancia de periodos de evolución, en los que se form a gradualm ente un nuevo sistem a de producción y se crean gradualm ente nuevas ideologías y periodos de revolución en los que toda la constelación de fuerzas se rom pe y vuelve a cristalizar, por así decirlo, en otro m odelo. T ercero, las fuerzas de producción —-los m étodos de producción de artículos y de distribución de los productos de la industria— son siem pre prim arias en com paración con las consecuencias secun­ darias, ideológicas. Las fuerzas m ateriales o económ icas son “ reales” o sustancia­ les, m ientras que las relaciones ideológicas son sólo aparentes o fenom énicas. E n cuarto lugar, el desarrollo dialéctico es u n proceso intern o que se realiza desen­ volviéndose o en form a vitalista. Las fuerzas productivas inherentes a toda sociedad se desarrollan p lenam ente antes de que tenga lugar la transform ación dialéctica o recristalización. Y com o la superestructura ideológica refleja sim plem ente el desarrollo interno de la sustancia m etafísica básica, los problem as q ue aparecen al nivel de la conciencia siem pre podrían resolverse con el desenvolvim iento y la realización progresiva del sustrato que se encuentra tras ellos. E n esta im ponente estructura especulativa, al m ism o tiem po ta n sugestiva v tan em brollada, es el tercer punto, la prim acía de las “ fuerzas de p roducción” , lo q u e pertenece m ás característicam ente a M arx y es tam bién esencial para cualquier aplicación em pírica de la teoría. P orque esta tesis es lo que califica al sistem a como 11 Prólogo a la C ontribución a h Crítica de h E conom ía P olítica; ed. inglesa de N. Stone, pp. 11 ss. (Hay trad. esp.) 560 MARX Y EL MATERIALISMO DIALÉCTICO “ m aterialism o”, en el sentido que da M arx a la palabra, y tam bién funda la pre­ tcnsión de que la teoría brinda un enfoque especialm ente “ científico” de los p ro ­ blemas sociales. Si la teoría ha de ser utilizada para explicar una serie histórica de acontecim ientos, es evidentem ente necesario que las “ fuerzas de producción” se distingan claram ente de las “ relaciones de producción” , o el fu n d am en to de la superestructura. P ero esta distinción no es hecha nunca claram ente p o r M arx y aparen tem ente es im posible en principio que sea expuesta claram ente. P orque las fuerzas de producción de una sociedad deben incluir cuando m enos las m aterias primas disponibles y las rutas comerciales y, sin em bargo, n o pueden excluir a la tecnología porque la tecnología determ ina si las m aterias prim as son “ disponibles” en un sentido efectivo. La sim ple presencia del hierro o el carbón no afecta a una cultura que carece de la técnica de fundición. P ero la tecnología depende, al m enos en parte, de la capacidad y el conocim iento, o sea, de la ciencia y la ciencia debe pertenecer a la conciencia o a la superestructura. O, para plantear a la inversa la dificultad, la superestructura incluye claram ente a las instituciones legales que rigen la propiedad de los instrum entos o la acum ulación del capital, pero éstos pueden determ inar cóm o son utilizadas las m aterias primas o si son en absoluto utilizadas. Así, cuando M arx m ism o utilizó su teoría para explicar el auge del capitalism o en Inglaterra, calificó la expropiación de los m onasterios com o una fuente de capital y la em ancipación de los siervos com o un factor en la creación de una clase de trabajadores libres; pero éstos eran, obviam ente, cambios políticos o legales o, en el caso de los m onasterios, dependían de un cam bio en la creencia religiosa. E n una red de instituciones sociales no tiene sen tid o insistir en que algún cam bio singular es siem pre la “ causa” de todos los dem ás cambios. La verdad es que la distinción de M arx entre superestructura y fu n d am en to n o era em pírica. Su m odelo era la distinción m etafísica de H egel en tre apariencia y realidad, com o es evidente en su conclusión singular de que todo problem a social tiene que ser soluble. La oscuridad de la teoría de M arx se hizo más evidente en la elaboración a que la som etió su colaborador, F ricdrich Engels. LA D IA L É C T IC A D E EJÍC EL S La teoría del m aterialism o dialéctico fue com pletada por M arx alrededor de 1850, D esde entonces se dio por supuesta en todo lo que escribió, pcio ni siquiera en EJ capital fue expuesta; el problem a del socialismo en esta obra situó la discusión en teorías económ icas intrínsecam ente m enos im portantes, com o la de la plus­ valía. N o fue sino m ás avanzado el siglo x ix cuando la explicación económ ica de la historia em pezó a asum ir la im portancia que merecía y a extender su influencia más allá del círculo de los marxistas declarados. M ientras ta n to , el público se había ido preparando para interesarse por el teína, debido a la difusión de la tesis de la evolución biológica, aunque era escasa la relación lógica in h eren te entre ambas. A ntropólogos com o Lewis M organ, al parecer sin influencia de M arx, habían subrayado la im portancia de la tecnología en las culturas prim itivas. E l desarrollo de los estudios históricos entre los socialistas, especialm ente en A lem ania, hizo que se aplicara y replanteara la interpretación económ ica de la historia. Por entonces ya M arx se encontraba muy mal de salud (m urió cu 1SS3) y la ulterior exposición de su teoría correspondió a su amigo, Fricdrich E ngels.1- D esgraciadam ente Engels, i - /ferrii Eligen Díilniiigs Uimvalziin de r W m enscbaft, 1S78 (llamado generalmente et “Anli- Diilirjng” ; Marx colaboró en la redacción de esía obra; trad. inglesa de E. Burns, H t r r Eligen Dühríug's Revolution in Science, Nueva York, 19 35. Ludiríg Feuerbach und der Aosgang der deut- LA DIALÉCTICA DE ENGELS 561 aunque era un hom bre de fuerte sentido com ún y transparente candor, no era filosóficam ente m uy agudo ni en absoluto original. E laboró los textos fragm entarios de M arx, pero dejó los aspectos oscuros casi tal com o se encontraban. E n su concepción de la naturaleza general de la dialéctica y del tipo de nece­ sidad que ésta revela en la historia, es evidente que tan to M arx com o Engels se fundaban en Hegel. O bjetaban determ inadas aplicaciones de la dialéctica por Hegel, qu e según Engels eran casi siem pre arbitrarias, y rechazaban por supuesto la in ter­ pretación idealista de la dialéctica com o un desarrollo autó n o m o del pensam iento. La dialéctica es, por el contrario, un desarrollo de la naturaleza m ism a reflejado en el pensam iento. Pero esto no suponía una m odificación dem asiado grave de H egel, puesto que tam bién creía Engels que la dialéctica revelaba un desarrollo im plícito en la realidad. La lógica m etafísica de H egel, pues, era un a premisa mayor aceptada en todo razonam iento marxista, con la diferencia de que M arx y Engels sustituyeron una m etafísica idealista por una m etafísica m aterialista. Para Engels y para Hegel, el valor de la dialéctica residía en el hecho de q ue perm itía el descu­ b rim ien to de una evolución necesaria en la historia: Desde este punto de vista (de la filosofía de Hegel) la historia de la humanidad no aparecía ya como un confuso torbellino de actos de violencia sin sentido, todos igualmente condenables ante el tribunal de la razón filosófica ahora madura... sino ur. proceso de desarrollo de la humanidad misma.13 E n su Feuerbach, E ngels atribuía una racionalidad a la naturaleza exactam ente en el sentido hegeliano. Lo real o racional no puede equivaler a la existencia porque una gran parte de lo que existe es irracional y, por tanto, irreal; p o r ejem plo, en 1789 la m onarquía francesa existía, pero n o era real. E n otras palabras, para Engels com o para Hegel “ real” significa n o lo que existe sino lo que es significativo o valioso. E l proceso de la historia es de po r sí selectivo y supone una autorrealización más que una causación y, en efecto, se considera que lo im p o rtan te surge a la existencia sim plem ente porque es im portante, a la m anera de un a entelequia aristo­ télica. T o da la concepción era fundam entalm ente vitalista o teleológica, lo m ism o que en H egel. A pesar de su llam ado m aterialism o, lanecesidad de la historia, para M arx y Engels com o para H egel, era realm ente una necesidad m oral, el “ des­ arrollo progresivo’* — com o lo llam a Engels—< de la civilización m ed ian te la expan­ sión de sus fuerzas internas. La supuesta necesidad reflejaba su fe en el triu n fo inevitable de la revolución proletaria, asi com o para H egel reflejaba su fe en la m isión de Alem ania. D e acuerdo con la exposición de la dialéctica que hace Engels en el F euerbach, la diferencia im p o rtan te entre M arx y H egel está en el hech o de que M arx adoptó una versión m aterialista de la dialéctica; las ideas n o son fuerzas, com o suponía H egel, sino “ imágenes de las cosas reales” , “el reflejo consciente de la evolución dialéctica del m undo real”. La definición de Engels de las ideas com o “ im ágenes” adquirió im portancia postum a cuando fue reproducida por L cnín en su M ateria­ lismo y em piriocriticism o. O bviam ente la palabra “ im agen” , utilizada com o tér­ m in o colectivo para expresar todo tipo de idea, desde un a teoría científica hasta schen PfiíJosophie (188*0; inglesa Luchvig Feuerbach and fhe Outcome of Cíassicaí Cernían PhífosopJiy, Nueva York, 1954. Cartas a Conrad Smíth, 5 de agosto y 27 de octubre de 1SS0, 1 de julio y l de noviembre de 1891, jVíarx-Enge/s Correspondencc, J846-1S95, pp. 472, 477 y 487, 494; a J. Blocli, 21 de septiembre de 1890, íbíd., p. 475; a Franz Mehring, 14 de julio de 1S93, ibid., p. 510. 13 Anti-Dühring, trad. inglesa de E. Burns, p. 30. [Hay trad. esp ] 562.MARX Y EL MATERIALISMO DIALÉCTICO una alucinación, no era sino una figura de lenguaje sin m ayor co n tenido. A parente­ m e n te debía tener dos connotaciones. Sugería, prim ero, que la ideología es rela­ tivam ente insustancial en com paración con las fuerzas económicas y que cualquier form a de idealismo filosófico es una “ m istificación”, cuyo propósito real es apoyar a la reacción. Sugería, en segundo lugar, que las ideas tienen contrapartidas reales en el m undo; en este sentido era una m anera figurativa de negar el subjetivism o. Y au n q u e el subjetivism o no ha sido nunca una posición filosófica seria, a Engels le convenía considerar a K ant y a H u m e en ese extrem o. Suponía, sim plem ente, que toda filosofía debe ser idealista o m aterialista y así, sin m ás que una simple frase, descartaba toda la tradición antim etafísica de H u m e a K ant. ¡A parentem en­ te, Engels creía realm ente que sus razonam ientos podían ser refutados sim plem ente señalando que existe la confirm ación em pírica! La verdad es, por supuesto, que el problem a crítico acerca de la dialéctica n o era en absoluto m etafísico. La cuestión era si H um e y K ant tuvieron razón al hacer las distinciones m etodológicas entre explicaciones causales y juicios de valor, E ngels expresó claram ente en el F euerbach que lo qu e más interesaba de la dialéctica a él y a M arx era su capacidad para acabar con el dogm atism o. E sto era, decía, lo que convertía al hegelianism o en una filosofía revolucionaria. La verdad, cuyo conocimiento es el objeto de la filosofía, se convirtió en manos de Hegel, no ya en un agregado de afirmaciones concluyentes y dogmáticas, que una vez descubiertas sólo había que aprenderse de memoria. La verdad estaba ahora e n el proceso mismo del conocimiento, en el largo desarrollo histórico de la ciencia, que va de los niveles inferiores a niveles cada vez más superiores de conocimiento sin alcanzar nunca, en el descubri­ miento de la llamada verdad absoluta, un punto en el que ya no pueda seguir adelante y dónde n o tenga más que hacer que cruzarse de brazos y admirar la verdad absoluta que ha alcanzado.14 N o hay ni verdades absolutam ente evidentes en la ciencia n i derechos naturales e inalienables en la sociedad; nada es absoluto, definitivo ni sagrado. Lo más que puede decirse es que una teoría científica o una práctica social es “adecuada” a su tiem po y condiciones y todas las teorías y k s prácticas q ue prevalecen son adecuadas, com o lo dem uestra sim plem ente el hecho de que prevalezcan. Pero es un hecho que, con el paso del tiem po y el cam bio de condiciones, desaparecerán y serán suplantadas por algo "superior”. Engels suponía, sim plem ente de una m anera tío crítica, que la civilización progresará siem pre com o un todo o, más específica­ m ente, que el socialismo será un m ejoram iento sobre el capitalism o. M arx y Engels jugaron ocasionalm ente con k idea de que la dialéctica es sim plem ente una hipótesis de trabajo, que no supone un a conclusión sustantiva. E sto fue quizá un signo de deferencia hacia K ant, difícil de evitar en Alem ania, en el tercer cuarto del siglo xix. F ue tam bién una “ desviación” , a la que los marxistas revisionistas se inclinaron y que L enin consideró necesario refutar en 1909, cuando surgió entre los marxistas rusos, porque si k dialéctica 110 era más que una h ip ó ­ tesis de trabajo, su incentivo m oral desaparecería en gran m edida. Asi, Engels, en el A nfi D ühring, decía que la dialéctica no prueba nada sino que es, sim plem ente, un m odo de avanzar hacia nuevas esferas de investigación y que elim ina la nece­ sidad de una m etafísica o de una filosofía de la historia. M arx fue aú n más explí­ cito. E n una carta que escribió en 1877 a un corresponsal ruso, decía que la exposición acerca de la acum ulación prim itiva en E l capital no pretendía hacer 14 Ludivig Feuerbacfi, trad. inglesa, p. 11. ENGELS Y EL D ETERM IN ISM O ECONÓ M ICO 563 más qu e rastrear el cam ino a través del cual el capitalism o surgía de un a econom ía feudal en la E uropa O ccidental y protestaba contra un critico que, al aplicar su explicación a Rusia, había transform ado un esquem a histórico en una “ teoría histórico-filosófica de la m arche genérale im puesta por el d estin o a todos los p ueblos”. Al estudiar separadamente cada una de estas formas de evolución y compararlas entre sí, puede encontrarse fácilmente la clave de este fenóm eno (resultados históricos diferentes en condiciones aparentemente sem ejantes), pero nunca se llegará allí m ediante el pasaporte universa] de una teoría histórico-filosófica general, cuya suprema virtud consiste en ser supra- histórica.15 Si tom áram os literalm ente esta afirm ación, la dialéctica significaría m ás o m enos lo m ismo que el “ m étodo com parativo” , tan popular en la antropología d u ran te el ú ltim o cuarto del siglo x ix. C on el m ism o sentido, E ngels en sus cartas criticaba a los jóvenes socialistas alem anes que, decía, utilizaban el m aterialism o histórico com o una excusa para n o estudiar historia. N o obstante, es in d u d ab le qu e M arx n o consideraba la historia del capitalism o sim plem ente com o historia em pírica. Si así hubiera sido no habría podido referirse, en el Prefacio de E l capital a las “ tendencias que actúan d en tro de una férrea necesidad hacia u n fin inevitable” , ni a “ las fases naturales de la evolución” , ni hubiera dicho q ue u n país más a lta ­ m en te industrializado que otros “ sim plem ente presenta a los dem ás un a im agen de su propio fu tu ro ”. O bien la dialéctica es un m éto d o qu e hace posible la pre­ dicción histórica o el historiador m arxista sólo tien e a su alcance los m ism os m étodos que em plean otros historiadores. Si la dialéctica es sólo un a hipótesis de trabajo, no garantiza la afirm ación de que la revolución proletaria es “ inevitable”. E N G E L S Y E L D E T E R M IN IS M O E C O N Ó M IC O A parte de los principios filosóficos que en tran en la dialéctica, la elaboración del m aterialism o dialéctico po r E ngels se refirió p rincipalm en te a la aplicación de la interpretación económ ica en la historia. E n las cartas a las qu e ya nos referim os, escritas de 1890 a 1894, analizó la m edida en que es posible o ú til esta in te rp re­ tación, siendo su propósito esencial el corregir lo que consideraba pretensiones exageradas de los m iem bros m ás jóvenes del partido. Reconocía qu e él y M arx, al plantear una nueva idea, habían acentuado dem asiado la m edida en que podían atribuirse causas económ icas a las instituciones políticas y legales. A firm aba que sería p edante buscar causas económ icas de toda la historia, p o n ien d o el ejem plo del cam bio de consonantes en el A lto A lem án, com o un caso en el que n o podría encontrarse probablem ente nin g ú n origen económ ico. E l ejem plo es un poco ex­ trañ o y nos preguntam os si se daba cuenta de que estaba refiriéndose a la historia del lenguaje, con todas sus im plicaciones relativas a las diferencias de cultura nacional, m uy fuera del cam po de la explicación económ ica. Sugirió que, en el caso de la religión y la m itología, las fuerzas económ icas p ueden actuar negativa­ m en te más que positivam ente. Reconocía que, d entro de un m arco general de fuerzas económ icas, las relaciones políticas e inclusive dinásticas p ueden ejercer una gran influencia histórica, com o en el auge de Prusia desde B randem burgo más q u e desde cualquier otro pequeño estado alem án. Y pensaba qu e la legislación “ puede c e n a r algunos cam inos del desarrollo económ ico y abrir otros”, au n q u e i s M arc-Engelí C orrespondente, J 646-189}, pp. 354 ss. 564 MARX Y EL MATERIALISMO DIALÉCTICO no pu ed e alterar su curso fun d am en tal. M arx n o había creído nunca, dijo, qu e las fuerzas económ icas fueran las únicas causas del cam bio histórico, sino ú nicam ente q ue son causas "ú ltim a s'' o “ fundam entales”. E l facto r económ ico es “ el más fuerte, el más elem ental, el más decisivo”. F in alm en te Engels sostenía entonces que el m érito especial de la dialéctica era tom ar en cuenta la interacción de todos los diversos factores que están presentes en una situación histórica. Según la concepción materialista de la historia, el factor decisivo, en última instancia, es la producción y reproducción de la vida real. N i Marx ni yo hemos afirmado jamás otra cosa que esto. Pero cuando alguien lo deforma, para entender que el factor económica es el único elem ento, convierte la afirmación en una fiase sin sentido, abstracta, absurda. La situación económica es la base, pero los diversos elementos de la superestructura — las formas políticas de las luchas de clases y sus resultados, las constituciones— las formas legales y los reflejos de estas luchas reales en los cerebros de los participantes, las opiniones políticas, legales, filosóficas, relig io sas... todas ejercen una influencia en el desarrollo de las luchas históricas y, en m uchos casos, determinan su forma.16 C o n todas estas concesiones es difícil determ inar qué aspecto de la explicación económ ica de la historia podría preocuparse por negar el más burgués de los historiadores o que exigía una explicación dialéctica. Lo qu e dice E ngels equivale sustancialm entc a poco m ás que afirm ar que M arx subrayó u n factor en los estudios sociales que había sido pasado por alto o m inusvaluado —*es decir, que en cualquier sociedad las m aneras de producción o de intercam bio de los artículos están in trínsecam ente relacionadas con las instituciones y las prácticas económ icas, políticas y m orales. Pocos historiadores, y quizás ning u n o , p o ndría esto en duda ahora n i negaría su im portancia o se negaría a reconocer la originalidad de M arx. Ha sido llam ado, quizás con cierta exageración, pero in d u d ab lem en te con cierta justificación, el “ verdadero padre de la ciencia económ ica”.17 Al m ism o tiem po, es obvio que E ngels quería atrib u ir m ucho m ás que esto a M arx y a la teoría del determ inism o económ ico. Insiste en qu e el factor económ ico es el “ más elem ental", aun cuando adm ite que la legislación puede controlarlo algu­ nas veces y conserva la distinción e n tre la estructura y la superestructura, aun cuando afirm a que la superestructura influye causalm ente sobre la estructura. Pero la filoso­ fía de M arx dependía del supuesto de que am bas pueden distinguirse siem pre clara­ m en te y de que hay un sentido evidente en el que la estructura influye sobre la su­ perestructura, pero no a la inversa. Sin estos presupuestos, n o tiene sentido llam ar m aterialism o a la filosofía de M arx o suponer que sólo una revolución m odificará ai capitalism o. D e acuerdo con la dem ostración de E ngels, no hay razón para que una idea moral — la repugnancia consciente que puede sentirse contra una jornada de trabajo de quince horas para las mujeres y los niños, por ejem plo— no con­ duzca a una restricción legal de las horas de trabajo o para que la ley no sea efectiva. E n realidad, Engels lia m inado el significado qu e M arx atrib u ía a la “ inevitabilidad” histórica. Las cartas de Engels tam bién am pliaron algo la breve exposición qu e M arx había hecho del problem a de la ideología y su dependencia del sistem a económ ico. A ún más explícitam ente que M arx, consideraba a la ciencia de una m anera to tal­ m en te diferente del derecho, la m oral, la filosofía, la religión y el arte, aunque JO C itado p o r E. R. A. Seligman, T h e Economic In te r p r e ta r o n ol History (1 9 0 2 ) , p p. 142 SS. D e una carta publicada en Der soziilistichc Akidcm ikci, 15 de octubre de 1895. Ispiah Berlín, Kar! M arx ( 1 9 4 8 ) , p. 144. MATERIALISMO DIALÉCTICO Y PO LITICA 555 todas debían de co n tar lógicam ente com o parte de la superestructura. E n sustancia, am bos consideran a la ciencia sim plem ente com o la verdad y, por ser la verdad, aporta un a base firm e a la tecnología. Engels sólo considera qu e la ciencia es afectada por la econom ía, prim ero, en el sentido de que los problem as investiga­ dos por los científicos pueden hab er sido planteados por la industria y, segundo, en ta n to que los descubrim ientos científicos p ueden ser socialm ente im portantes por­ qu e actú an a su vez sobre la tcconología. A parentem ente, nunca se les ocurrió a M arx n i a Engels que alguien pudiera tratar de encontrar una derivación econó­ mica para el concepto de la verdad científica m ism a, com o tendría qu e hacerlo u n relativism o m arxista consecuente que considerara a la ciencia de la m ism a m anera que a la moral, el arte y la religión. Si esto se hiciera, la verdad aceptada en una sociedad debería d epender de su estructura de clases y la ciencia proletaria debería diferir de la ciencia burguesa. A lgunos m arxistas, co n fines de co n tro ­ versia, han llegado ocasionalm ente a una conclusión sem ejante, pero esto n o sig­ nifica más que un esfuerzo desesperado por desarrollar la distinción in o p eran te en tre estructura y superestructura. La idea de que la ideología puede afectar, en algunos casos, lo que aparece en una sociedad com o una norm a de verdad ha producido, no o bstante, el cuerpo relativam ente am plio de teoría conocido ahora com o sociología del con o cim iento.18 Engels consideró de m anera m uy d istin ta los dem ás aspectos d e la superes­ tru ctu ra ideológica. La validez que los hom bres atribuyen al derecho, la m oral, la política, el arte, la religión y la filosofía es una “ conciencia falsa” , o u n reflejo engañoso de los intereses que el sistem a de producción asigna a las diversas clases qu e participan en él. E l pensador n o tiene clara conciencia de los m otivos que actúan sobre él sino que im agina que sus ideas son verdaderas sim p lem en te en sí y p o r sí. Engels atribuía a esta categoría especialm ente las abstracciones com o la justicia, la libertad y supuestas verdades estéticas, morales y religiosas cuando no son reconocidas com o pertenecientes a un co ntexto social específico. Estas son, com o se las ha llam ado más recientem ente, “ racionalizaciones” — defensas bellas de la idealización encubierta de los intereses d e clase. Al m ism o tiem po, Engels no consideraba que todas las ideologías fueran igualm ente falsas. La ideología del proletariado es superior a la de la burguesía po r dos razones supuestas. E n prim er lugar, la filosofía de M arx explica al proletario que sus ideas de la m oral, el arte y la filosofía d ependen de su clase y de su posición en la lucha de clases. P o r eso puede ajustar su m oral a la causa de la revolución. E n segundo lugar, el proleta­ riado es una clase “ en ascenso” , que está siendo elevada a una posición de dom inio por la historia de n uestro tiem po; su ideología es, pues, “ la ola del fu tu ro ”. E n am bos casos, la fuerza de los razonam ientos de Engels dependía de su fe en el progreso y de la certeza de la predicción que afirm aba qu e la dirección del progreso tiende ahora hacia una revolución proletaria y una nueva sociedad proletaria. E L M A T E R IA L IS M O D IA L É C T IC O Y LA P O L ÍT IC A Los conceptos de ideología, determ inism o económ ico y lucha de clases com pletan la parte teórica de la filosofía social de M arx. D ebían co n stitu ir un estím ulo para la revolución proletaria y servir de guía para la estrategia de los partidos revolucioná­ is V éase por ejem plo Ideología y utopía, de Karl M annheim (Fondo de C ultura Económ ica, México, 19^1), que contiene una amplia bibliografía. Hay un estudio m is reciente, de W. Stark, en Tfie SocioJogy ot Knowíedge: A n Essay in Aid a Deeper U nderstandíng o í th e J/ístoiy o l Ideas, 566 MARX Y EL MATERIALISMO DIALÉCTICO rios p u esto que el fin de la filosofía, com o decía M arx, n o es in te rp re tar el m un d o sino transform arlo. D an la im presión de un alto grado de originalidad intelectual y de p en e tran te observación, pero en n o m enor m edida dan la sensación de una irritan te indefinición de significado. La raíz de su indefinición, en todos los casos, es la vaguedad básica del sistem a de M arx que ya hem os m encionado, es decir, la im posibilidad para distinguir claram ente en tre la base económ ica y la super­ estructura. P or su indefinición, las pretensiones de que el socialism o de M arx es especialm ente “ científico” y de que sus teorías tien en u n valor singularm ente profético son m uy exageradas. E s cierto que M arx' hizo algunas penetrantes pre­ dicciones acerca del fu tu ro del capitalism o, pero tam b ién se equivocó con fre­ cuencia, com o puede sucederle a cualquier ho m b re provisto de u n gran acervo de conocim ientos y una aguda visión. Pero esto n o equivale a la ciencia. La gran im portancia de los conceptos m encionados m erece ahora u n com entario. La palabra “ ideología” es el único térm in o del form idable vocabulario de M arx que ha pasado al uso com ún y, aunque M arx no acuñó la palabra, le dio mas o m enos el sentido que ahora tiene en el uso com ún. La palabra ha dejado de tener, hace tiem po, toda connotación de marxism o. Su significado n o ad m ite una definición precisa, aunque se refiere a u n h ech o ahora generalm ente reconocido: el hech o de que todo grupo social que actúe com o u n to d o debe te n e r en com ún un cuerpo de creencias, valores y convicciones que “ refleje” su concepción de sí m ism o, de su m edio y de otros grupos sociales con los cuales tenga relaciones. Ese cuerpo de creencias com unes es, en efecto, una condición de su existencia com o grupo. Estas creencias van del saber al m ito, sin una aguda línea divisoria en tre am bos, porque m ien tras n o son puestas en duda se presentan a todos los que las co m parten com o sim plem ente la m anera “ norm al” de pensar y creer de los seres hum anos. E l hecho de que toda sociedad tien e y debe te n er ese cuerpo de ideas com partidas es ahora un lugar com ún de la antropología cultural. E n el vocabu­ lario de M arx y, en cierto grado, en el uso com ún, la palabra “ ideología” tiene u n ligero tin te — a veces explícito— de condescendencia; supone u n nivel m en tal más elaborado en el que la em plea, en com paración con la ac titu d ingenua de los que sim plem ente aceptan las ideas sin ponerlas en cuestión. A lgunas veces la palabra tienen connotaciones com o “ racionalización” , o “ prejuicio”. L o que dis­ tingue a la teoría de M arx es su teoría de que las creencias ideológicas son carac­ terísticas de las clases sociales y reflejan la posición de una clase en la estructura de la sociedad, que puede explicarse a su vez por el sistem a económ ico de produc­ ción. É sta es, sin duda, una tesis m uy lim itada, porque cualquier grupo puede tener sus creencias y actitudes típicas y, si se le da a la palabra el significado usual de racionalización, la psicología de F reud puede aportar más ejem plos que la eco­ nom ía. E n la acepción de M arx, la palabra se refería especialm ente a las teorías del derecho natural en la teoría política liberal o en la econom ía clásica, que consideraba com o típica de la clase m edia. E l uso del térm ino “ ideología” en relación con la política se presta casi siem pre a controversias. “D esenm ascarar” a un opositor es una práctica m arxista corriente: significa dem ostrar que sus argum entos preten d en ser razonables, pero que son real­ m en te defensas encubiertas de privilegios de clase y parecen válidos sólo por sus pre­ juicios de clase. Para fines polém icos resulta con frecuencia m uy eficaz, pero es nega­ tivo y tam bién puede voltearse contra quienes lo utilizan porque, si todo el m u n d o tien e alguna ideología, “ desenm ascararla” es un juego que puede jugarse con cual­ quiera y que todos pueden jugar. Y cuando todo, inclusive el m arxism o, ha quedado “ desenm ascarado” , la conclusión positiva tiene que ser todavía extraída y defendida. MATERIALISMO DIALÉCTICO Y PO LITICA 567 C ualquier razonam iento serio, sobre política o sobre cualquier o tro tem a, debe suponer que los datos fehacientes deben distinguirse de los malos. E sta capacidad no es más característica de una clase social que de otra. La teoría del determ inism o económ ico de M arx era tam bién una idea m uy original y altam ente sugestiva, pero capaz tam bién de fantásticas exageraciones que el propio Engels consideraba necesario rechazar y que en varias ocasiones des­ prestigiaron inm erecidam ente a la idea. C om o dijo alguna vez G. D. H. C olé, que n o puede ser considerado de ninguna m anera com o crítico adverso al m arxism o, “ H ay marxistas que n o pueden ver a una m ujer coqueta pintarse los labios sin form ular de inm ediato 4ina explicación de su conducta en función del proceso de producción y la lucha de clases”. La dificultad para advertir la im portancia de la idea se debió en gran m edida al propio M arx, a su insistencia en la prioridad de la explicación económ ica sobre todas las dem ás y a su definición de los factores económ icos com o factores m ateriales y, por tan to , más científicos o más susceptibles de ser observados que otros. E sto era, en realidad, una parte de la m etafísica de M arx, su predilección por el m aterialism o. Pero cuando un científico social habla de la conducta h um ana — y lo que hacen los hom bres en las relaciones económicas es una form a de conducta— trazar una línea divisoria en tre el espíritu y la m ateria n o es ni posible ni útil. O tro obstáculo que M arx opuso contra la apreciación del determ inism o económ ico fue su tendencia a convertirlo en una filosofía de la historia. E sto constituyó una frecuente especulación del siglo x ix, sin base y m uchas veces una sim ple m alinterpretación de la evolución orgánica — que hay un a suce­ sión determ inada, en línea recta, de etapas que atraviesa toda sociedad. Pero, una vez planteadas todas las objeciones, la explicación económ ica es en o rm em en te ú til en la historia política y social. N in g ú n historiador la descartaría en la actualidad. L a tecnología, el transporte, las rutas comerciales, las m aterias prim as disponibles, la distribución de la riqueza en una sociedad h an sido siem pre im portantes para la historia y la política y siguen siéndolo. Se relacionan con las instituciones políticas de una sociedad, con su derecho, sus clases sociales, su m oral y su arte. T odos juntos form an un com plejo intrincadam ente relacionado y n in g ú n factor singular los “ explica” a todos, sin que esto signifique que haya vjue dejar fuera a la econo­ m ía. E l determ inism o económ ico fue un factor — n o el único— que influyó en u n estudio más realista de la política de lo que era posible con la separación utili­ tarista de la política y la econom ía o con un enfoque casi exclusivam ente legalista de la cuestión. F ue un paso hacia la tendencia posterior a ponerla en contacto con la historia social y cultural, con la antropología y la psicología social. Los abusos de la interpretación económ ica de la historia por los socialistas después de M arx p artieron, com o dijo Engels, de quienes la utilizaron com o una excusa para n o estudiar historia. Los conceptos de ideología y determ inism o económ ico fund ab an el concepto de lucha de clases, de m odo que los tres juntos eran considerados por M arx com o u n a guía estratégica para el proletariado al realizar la revolución social. La teoría de las clases sociales de M arx era, en realidad, una teoría a priori, destinada a adap­ tarse a su teoría de la revolución social. N u n ca hizo u n estudio em pírico de la estructura de clases de una sociedad. Su teoría se fue acum ulando, u n poco incon­ g ruentem ente, a partir de su experiencia de revolucionario en Francia, com ple­ m entada por su percepción de la im portancia social de la revolución industrial que, por la época en que escribía M arx, era esencialm ente u n fenóm eno de la sociedad inglesa. Así, contem plaba una clase m edia dom in an te, esencialm ente p lu ­ tocrática y urbana, claram ente distinguida de una nobleza que era u n rem anente 568 MARX V EL MATERIALISMO DIALÉCTICO feudal y de una gran masa de agricultores. N ada de esto se aplicaba adecuadam ente a Inglaterra, d o n d e la agricultura capitalista había desplazado al agricultor pro­ pietario. E n Inglaterra, adem ás, la clase m edia rica se había ligado por m atrim onios a la nobleza. La teoría de M arx, pues, no era en m uchos aspectos lina buena orientación de estrategia política. N unca produjo una im presión significativa en la clase trabajadora inglesa que, según la teoría de M arx, debía de haber sido la m ás rápidam ente influida. El socialismo m arxista de partido tuvo m ucho más éxito en A lem ania que en Francia y, sin em bargo, M arx consideró siem pre a A lem ania com o un país atrasado en com paración con Francia o Inglaterra. La descripción de M arx de la conducta de las clases sociales presentaba algu­ nas peculiaridades teóricas. U na clase social es para él una en tid ad colectiva, como las naciones lo eran para Ilegel, y sus m iem bros, com o decía en el Prefacio a E l capital, pueden ser considerados com o "personificaciones de categorías econó­ micas, representantes de determ inados intereses y relaciones de clase”. Por regla general, pues, una clase social actúa com petitivam ente en su propio interés, com o el h o m bre económ ico de la econom ía clásica. Pero la dialéctica exige que su ideo­ logía sea tam bién, en algún p u n to , contradictoria y su co n d u cta suicida. A unque las creencias y la conducta de u n individuo son consideradas en general com o aquellas que le im pone la posición de su clase, la clase debe tam bién p

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