Propedéutico. Desarrollo. PDF
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Este documento explora la doctrina de la providencia divina y los ángeles según un enfoque teológico. Analiza los actos de conservación, participación y gobierno divinos en relación con el mundo. También discute la naturaleza, creación y clasificación de los ángeles.
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eternidad, sin embargo propia y formalmente consiste en διοικήσει, el preservar y gobernar activamente a las cosas creadas. Por tanto, aunque la providencia divina presupone πρόγνωσιν o preconocimiento y πρόθεσιν o decreto de proveer hecho desde la eternidad, sin embargo propia y formalmente cons...
eternidad, sin embargo propia y formalmente consiste en διοικήσει, el preservar y gobernar activamente a las cosas creadas. Por tanto, aunque la providencia divina presupone πρόγνωσιν o preconocimiento y πρόθεσιν o decreto de proveer hecho desde la eternidad, sin embargo propia y formalmente consiste en διοικήσει, el preservar y gobernar activamente a las cosas creadas. 531 Por supuesto, la diferente forma de enseñanza no es una diferencia de hecho. Los actos espirituales internos, por lo tanto, sobre los que descansa la providencia divina, son: a. Presciencia (πρόγνωσις, praescientia), acto del intelecto divino, según el cual conoce de antemano lo que es necesario y útil para las criaturas (Hch 15:18; Mt 6:32). Observa correctamente Gottfr. Hoffmann: Y acera del πρόγνωσιν se debe notar en parte que se atribuye a Dios sólo antropopáticamente, y desde nuestra perspectiva que andamos en el tiempo y medimos las cosas como antes o después, pero Dios ve todo como presente y lo considera todo como en un νῦν continuo, estable e incambiable.532 b. El propósito (πρόθεσις, decretum) es el acto de la voluntad de Dios, que, lo que ha sabido que es provechoso para las criaturas, quiere realizarlo (Is 14:27; 19:12, 17; Hch 17:31). Aquí también es importante la observación de Gottfried Hoffmann: Sin embargo, πρόθισις no se debe tomar particularmente sobre el plan de Dios para nuestra salvación, como está en Rom 8:28; Efe 1:11; de ese modo se considera en la doctrina de la predestinación, sino en forma general, que extiende sobre todo lo que viene bajo la providencia. Tesis II La providencia en sentido estricto comprende los tres actos siguientes: conservación (conservatio), participación (concursus)t y gobierno del mundo (gubernatio). En cuanto a la forma doctrinal, tampoco aquí hay acuerdo entre los dogmáticos. En Lutero encontramos, aunque no en la exposición dogmática, una amplia discusión de todos los asuntos tratados por los dogmáticos en la Doctrina de la Providencia. Subraya especialmente que la providencia ordena todo como debe ser. En cuanto a Génesis 49:12, dice: “No es la razón del hombre ni su acción, sino la voluntad y el orden de Dios que lo hace bueno o malo”. La providencia incluye la preservación en sí misma, como dice sobre el pasaje citado: Lo mismo desde hace mucho tiempo, como Dios da todas las cosas por gracia, y ningún hombre obtiene nada de su trabajo, esfuerzo y prudencia, puesto que le dice tanto tiempo antes a (Zebulón) cómo debe suceder. Sobre el v. 13 dice: Los cristianos debemos saber esto, si creemos que es el Creador del cielo y de la tierra, que sin su conocimiento y voluntad a nadie se le cae un pelo de la cabeza, y no podemos tener un bocado de pan, que él no nos lo dé.547 De manera similar sobre Génesis 24:10: “Dios muestra que se preocupa por los piadosos y fieles, incluso en cosas tan pequeñas”. Se ve en el pasaje de Génesis 49:13 cómo la providencia con la preservación incluye inmediatamente el gobierno, que tiene que ver muy particularmente con la voluntad, pero también, algo de tanta importancia, es precedido por el conocimiento. Sin embargo, Lutero lo sostiene y lo defiende, especialmente en su escrito De servo arbitrio, que lo que Dios conoce de las acciones de los hombres debe cumplirse infaliblemente. Sobre el gobierno de Dios, Lutero dice del pasaje citado (Génesis 49:13): Que (es decir, la posesión de Zebulón) es ahora una cosa temporal, pero lo espiritual está en ella, ya que se dice que Dios no sólo da lo que pertenece al alma, sino que también ordena y envía lo corporal, el buen gobierno y todas las cosas, de modo que nada puede suceder sin su orden.549 Lutero también tiene ya los conceptos de dirigir y guiar las acciones humanas hacia sus objetivos. Así dice sobre Génesis 31:31-33:3: Dios gobierna y guía a los santos de tal manera que pueden errar y quedar cortos, pero que sin embargo deben llegar a buen puerto,… de los elegidos … todas las cosas deben servir para su bien, incluso sus faltas y pecados. En conexión con tales expresiones, Lutero cita el dicho de Agustín: Dios no permitiría que nada mal sucediera a menos que quisiera sacar de ello algún bien. Que el gobierno de Dios se preocupa especialmente por el bienestar de la Iglesia es una afirmación que se repite a menudo en los escritos de Lutero, al igual que habla abundantemente de manera similar, como se muestra arriba, sobre la providencia, la preservación y el gobierno. G. Los Ángeles a. Los ángeles en general (De angelis in genere) Tesis I La existencia de los ángeles es probable para la razón, pero sólo es segura a través de la Escritura. Nuestros dogmáticos ortodoxos, así como los posteriores, tratan de los ángeles en lugares muy diferentes, lo que habla de la dificultad de clasificar la doctrina de los ángeles en la dogmática. Lutero no da ninguna ayuda aquí, aunque trata abundantemente de los ángeles; tampoco lo hacen las Confesiones. El Credo Niceno llama a Dios sólo el Creador de las cosas visibles e invisibles. Los símbolos luteranos se ocupan de esto sólo ocasionalmente. Así, algunos dogmáticos tratan la doctrina de los ángeles en conexión con la creación, a saber, Chemnitz, entrelazándola en la doctrina de la creación misma; Gerhard haciendo la transición del ser de Dios a la revelación en la creación, y en primer lugar de lo invisible, por tanto a los ángeles; Quenstedt en el capítulo X de la creación y en el capítulo XI sin ninguna conexión trata de los ángeles.651 Del mismo modo, entre los más recientes también Hahn, Philippi y Kahnis. Calov, por su parte, une la doctrina de los ángeles a la doctrina de la providencia, ya que ésta se extiende también a los ángeles y entonces también puede tratar sin interrupción el sujeto de la teología, el hombre. La existencia de los ángeles es ya probable según la razón, en la medida en que un orden graduado es perceptible por todas partes en la naturaleza y, por tanto, la existencia de los ángeles, como seres elevados por encima de la humanidad, es aceptable. Pero sólo la revelación divina en la Escritura da certeza en las declaraciones sobre ellos (Sal 104:4; Heb 1:14 y muchas otras), así como en sus apariciones (Gn 18:2; 19:1; Neh 9:6; Col 1:16 y muchas otras). Tal es generalmente la posición de los dogmáticos; cf. Quenstedt, Calov: Que hay ángeles se puede probar por la razón hasta cierto punto, pero de las Escrituras es más que seguramente establecido.” La doctrina de los ángeles es, pues, un artículo de fe revelado y, por tanto, tiene la misma dignidad, aunque no el mismo efecto sobre la salvación, que cualquier otro artículo de fe. Tesis II Los ángeles son seres creados, es decir, finitos; espirituales, es decir, personales, e incorpóreos, es decir, seres que poseen plena personalidad incluso sin cuerpo. Las Escrituras afirman directamente que los ángeles son criaturas de Dios (Sal 103:21, 22; 104:4; Col 1:16), pero no dicen nada sobre el acto de la creación. De ahí que se haya ventilado mucho la cuestión del momento de su creación. Chemnitz confiesa que no sabe, pero establece los siguientes límites correctos: 1. no son hechos de Dios, es decir, no son absolutos como Dios, ni consustanciales a Dios como el Hijo. 2. no son de la eternidad, lo cual es contrario a ser criatura (Juan 1:1-3). Los ángeles son seres espirituales y, por tanto, también personales. Se les llama espíritus, πνεύματα, en Heb 1:14. Su condición de persona, que ya reside en esto, se confirma con la designación de los ángeles como vigilantes (Dan 4:10), gobernantes (Col 1:16), hijos de Dios (Col 1:16), hombre de Dios (Job 2:1), hombres de Dios (Rom 13: 6), y por la atribución de la naturaleza personal como el conocimiento, el poder, el deseo, el servicio (Mt 28.5; Lc 22:43; 1 Ped 1:12; 2 Tes 1:7). Como espíritus en sentido más comprensivo son incorpóreos en el sentido más completo, excluyendo incluso la más fina corporeidad, como atestigua la Escritura, no sólo llamándolos espíritus (Heb 1:14), sino también negando expresamente la corporeidad a los espíritus (Lc 24:39) y utilizando la misma expresión, πνεύματα, para los espíritus de los difuntos como para los ángeles (Heb 12:23). Sin embargo, Dios puede hacer que los ángeles adquieran una corporeidad (Gén 32:24 ss.; Is 6:2; Lc 24:4; Mt 28:3; Mc 16:5); pero la esencia de los ángeles es perfecta sin cuerpo (naturae completae, spiritus completi), pero la esencia del hombre, a la que el cuerpo pertenece como una parte, no lo es (natura incompleta, spiritus incompletus). b. Los ángeles buenos y malos (De angelis bonis et malis) Tesis 1 En la libertad creada de los ángeles reside la posibilidad de apostasía de Dios y de caer en el pecado, cuya realidad está atestiguada en la Escritura como un acontecimiento y por la existencia de ángeles buenos y malos. Originalmente, según el estatus original, que, por provenir de la gracia de Dios, se llama también estado de gracia, todos los ángeles fueron creados igualmente buenos y santos. Con este estatus, los ángeles fueron puestos en camino hacia un estatus cambiado, en la medida en que debían alcanzar un estatus de gloria (status gloriae) en la incesante perseverancia en la justicia y santidad en que habían sido creados. Así, Hollaz y Quenstedt. Esto lo enseña claramente la Escritura, en cuanto que sobre el estatus original establece primero una κρίσις, y luego sólo para una parte de los ángeles un estatus de perseverancia constante en el bien (status confirmationis in bono), y al mismo tiempo la permanencia eterna en la vida y la gloria (Lc 20:36; Mt 22:30; cf. 18:10; 6:10; Gál 1:8; 1 Tim 5:21), pero para la otra parte, a saber, la que no permanece en el estatus original, un estado de miseria (status miseriae). Que, como ya se ha señalado, la posibilidad de apostasía de Dios y, por tanto, de caer en el pecado, inherente al libre albedrío de los ángeles, era muy remota, es decir que en el libre albedrío no residía algo positivo (y no reside en sí mismo ni siquiera ahora), a partir de lo cual se puede explicar la caída de una parte de los ángeles. Que la caída ocurrió realmente, se dice en 2 Pe. 2:4; Jue 6. Por lo tanto, las Escrituras conocen desde la caída a los ángeles buenos, celestiales (Mt 18:10; 6:10; Gál 1:8; 2 Tes 1:7), así como a los malos, infernales, diabólicos (Mt 25:41; Apo 12:7, 9, cf. 2 Co 11:14). Tesis II Los ángeles buenos son llamados buenos por su perseverancia en la obediencia a Dios, y la subsiguiente fortificación en el bien (confirmatio in bono). Estos ángeles no pueden ser llamados buenos debido a la excelencia creada (bonitas physica et metaphysica), porque estas excelencias también fueron creadas para los ángeles malos. La razón esencial (ratio formalis) de la designación es la persistencia en el bien y la fortificación en el bien (cf. Quenstedt1), que Calov expresa de tal manera que la distinción en ángeles buenos y malos no es la de un género en especies, sino una accidental tomada del acto. Mientras que antes era cierto para los ángeles: pudieron no pecar, ahora es cierto de los ángeles buenos, en virtud de su confirmación en el bien: No pueden pecar. Las pruebas de la fortificación en el bien ya están dadas en la tesis I. Si los ángeles malos que no perseveran están eternamente atados al mal y a la destrucción (Judas 6; 2 Pe 2:4), entonces esta es también una afirmación de lo contrario sobre los ángeles perseverantes. Positivamente también lo dice Mt 18:10, donde aparece el ver a Dios como permanente bien de los ángeles buenos, como también en Lc 20,:36; Mt 22: 30 con respecto a ellos una caída en el pecado, y Gal. 1:8 una caída en la falsa doctrina se declara a ser ἀδύνατον, algo imposible. Tesis III Los ángeles malvados son los que renuncian a Dios y así han caído en el estado de miseria. En el caso de los ángeles malvados, su designación como malvados no es de naturaleza física o metafísica, sino que se fundamenta en el hecho malvado, la apostasía de Dios (Mt 25:41-46; Mc 9:43; Judas 6; 2 Ped 2:4)), que tiene como única causa el abuso de la libertad. Así, han caído en el estado de la más alta maldad, que según los pasajes citados es eterna. Como el pecado corrompe el bien creado por Dios en general, así se produjo una disminución del mismo en los ángeles malvados por la caída. Aparte de la santidad y la beatitud creadas, que se pierden absolutamente, las cualidades intelectuales y morales se debilitan. Así el conocimiento, que se oscurece, para lo cual Quenstedt se refiere a Mt 4:6; Jn 13:2.686 Dice que el diablo, o bien no sabía que Cristo era el Hijo de Dios, o bien se imaginaba que podía engañar a Jesús con su astucia. Por lo tanto, en cualquiera de los dos casos, está completamente oscurecido en el conocimiento, lo que también se demuestra por el hecho de que condujo a Judas, como a los jefes, al acto más pernicioso para su reino, la muerte de Cristo. Quenstedt al menos insinúa una buena solución a la aparente contradicción entre el conocimiento y la acción con respecto a Cristo al decir que el conocimiento de Satanás estaba relacionado con el odio hacia Dios. Tal odio puede incitar a burlarse del bien reconocido Jesús, así como a provocar a los gobernantes y a Judas a sus actos impíos, este último a sabiendas de que no puede obstaculizar la obra de Dios, pero que a través de las acciones de los gobernantes, y especialmente de Judas como discípulo, puede presentar a la humanidad su juicio reprobado de la salvación en Cristo como uno bastante correcto. Ni que decir tiene que Satanás sólo conoce las cosas futuras por revelación divina (Job 1:12; 2:6; 1 Sam 28:19) y los pensamientos humanos sólo a posteriori. La voluntad de Satanás y de los ángeles malvados está tan completamente ligada a la maldad que sencillamente se le llama el πονηρός (Mt 13:19), el mentiroso y padre de la mentira (Jn 8:44), enemigo de Dios y adversario (1 Pe 5:8). Pero a pesar de la debilidad provocada por la caída, la astucia y el poder de Satanás y de los ángeles malvados sigue siendo grande (Lc 22:31; 2 Cor 2:11; Lc 11:24-26; Ef 6:11; 1 Pe 5:8; Ef 6:12). Lutero: “El diablo es un doctor, no por promoción, sino por experiencia”. Epílogo o Palabras finales El estudio de la Antropología, y la Soteriología, se abordarán como materias o módulos en el transcurso de la carrera, en los próximos semestres. B. PARTE II- INTRODUCCIÓN A LAS SAGRADAS ESCRITURAS ¿Quién es Dios? ¿De dónde vino el universo? ¿Por qué hay tanto sufrimiento en el mundo? ¿Qué sucede cuando uno muere? ¿Cuál es el único camino al cielo? ¿Cómo puedo estar seguro de que Jesús me ama? ¡Estas son preguntas muy importantes! Sin la Biblia, tendríamos que andar perdidos en la incertidumbre, así como muchas personas hoy en día. Muchos no conocen las respuestas a las preguntas anteriores, o al menos, no están seguros de las respuestas. Algunos están convencidos de respuestas incorrectas a esas preguntas, simplemente porque no han leído, o no creen, lo que dice la Biblia. Este curso fue escrito para presentar la Biblia a los estudiantes de la teología en su principio, buscando dar respuestas bíblicas a preguntas claves como: ¿Qué es la Biblia? ¿Qué no es? ¿Por qué nos dio Dios la Biblia? ¿Para qué es útil? ¿Qué dice la Biblia? ¿Cómo apunta a Cristo? Además, este curso en propedéutico busca ofrecer respuestas confiables a las siguientes preguntas: ¿Cuándo fue escrita la Biblia? ¿Quién la escribió? ¿Cómo nos fue transmitida la Biblia? ¿Cómo sabemos que ésta es diferente de cualquier otro libro? 7 ¿Por qué ha sido traducida la Biblia? ¿Cuáles son las diferencias entre las diferentes versiones modernas de la Biblia? ¿Qué herramientas de estudio bíblico son las más útiles para leer y entender la Biblia. En conclusión, el propósito de este estudio es exhortarlo a tomar su Biblia, a mirarla como la Santa Palabra de Dios, a familiarizarse de la misma para el estudio de la carrera teológica, y a leerla con frecuencia por el resto de su vida. ¡Que Dios lo bendiga mediante su Palabra salvadora! 1. ¿Qué es la Biblia? a. La Biblia es la Palabra de Dios La Biblia no puede compararse con otros libros famosos porque aquellos son obra de hombres. ¡La Biblia es la misma Palabra de Dios! La Biblia no contiene meramente pensamientos humanos sobre Dios. La Santa Biblia es el mensaje completo de Dios para toda la gente de este mundo. Eso incluye tanto los libros que forman el Antiguo Testamento, escritos antes de la venida de Jesús, como los libros que componen el Nuevo Testamento, escritos después de ésta. El Antiguo Testamento es la Palabra de Dios. Jesús, el Hijo de Dios, estaba hablando de las Escrituras del Antiguo Testamento cuando le dijo a algunos de los fariseos y maestros de la ley: “Así por causa de la tradición anulan ustedes la palabra de Dios” (Mateo 15:6 NVI). En los versículos anteriores a este versículo, Cristo presentó el Cuarto Mandamiento y otro pasaje del Antiguo Testamento con las palabras “Dios mandó diciendo” (versículo 4). Nuestro Señor claramente consideraba al Antiguo Testamento como “la palabra de Dios”. Dios habló por medio de los profetas del Antiguo Testamento. La Santa Escritura afirma que “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas” (Hebreos 1:1). Romanos 1:2 menciona que Dios había prometido la venida del Salvador “que él había prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras”. Estas profecías del Antiguo Testamento no eran las ideas de simples mortales. “Pero ante todo entended que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:20,21). Una y otra vez el Antiguo Testamento afirma que Dios les dio mensajes a sus profetas. Ezequiel 1:3 es un ejemplo: “Vino allí sobre él la mano de Jehová”. El Nuevo Testamento está de acuerdo en que el Señor habló a través de los profetas del Antiguo Testamento. Mateo 1:22,23 revela el verdadero origen de la famosa profecía acerca del nacimiento de Cristo de una virgen, registrado en Isaías: “Todo esto aconteció para que se cumpliera lo que dijo el Señor por medio del profeta: ‘Una virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Emanuel’ (que significa: ‘Dios con nosotros’)”. Dios habló por medio del profeta Isaías, como también habló por medio de otros profetas del Antiguo Testamento. El apóstol Pablo dijo lo mismo: “Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a nuestros padres” (Hechos 28:25). Hechos 4:25 revela que el Espíritu Santo habló por medio de la boca del rey David, el autor del Salmo 2: “Por boca de David tu siervo dijiste: ‘¿Por qué se amotinan las gentes y los pueblos piensan cosas vanas?’” Hebreos 3:7 presenta una cita del Salmo 95 con las palabras: “Como dice el Espíritu Santo”. En la primera parte de la epístola a los Romanos, el apóstol Pablo menciona la gran bendición que fue dada a los judíos: “Les ha sido confiada la palabra de Dios” (Romanos 3:2). No puede haber ninguna duda de que las palabras de las Escrituras del Antiguo Testamento son “la palabra de Dios”. b. La predicación de Juan el Bautista, de Jesús y de los apóstoles es la Palabra de Dios Dios dio su Palabra a Juan el Bautista, el precursor del Salvador prometido, de una manera especial. La Escritura simplemente dice: “Vino palabra de Dios a Juan hijo de Zacarías, en el desierto” (Lucas 3:2). Lutero llama a Juan un señalador. Juan señaló el pecado. Al predicar la ley, él demostró la desesperada necesidad de las personas por el Salvador del pecado. Cuando vino el Salvador que había sido prometido por largo tiempo, Juan dirigió a la gente a Jesús, llamándolo el “Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). Lo que Jesús dijo tenía que ser la Palabra de Dios porque él es el verdadero Dios en carne humana. Lucas 5:1 declara con certeza: “Aconteció que estando Jesús junto al Lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios”. Jesús llamó y envió a sus discípulos también a predicar la Palabra de Dios. Él les dijo: “El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me desecha a mí, desecha al que me envió” (Lucas 10:16). Los apóstoles no iban a inventar su mensaje. Cristo les dijo: “Haced discípulos… enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mateo 28:20). Cristo enseñó a los discípulos a proclamar la ley y el evangelio. Él explicó las Escrituras del Antiguo Testamento: “Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciera y resucitara de los muertos al tercer día; y que se predicara en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Lucas 24:46,47). Los apóstoles iban a llamar a los pecadores al arrepentimiento y también a proclamar el perdón de los pecados por medio de la obra redentora de Jesucristo. Él llevó la vida perfecta y sufrió la muerte en la cruz que expiaron los pecados de todos los pecadores. Luego, él resucitó de la muerte para probar que había ganado el perdón para todo el mundo. Las buenas nuevas son que Cristo ha ganado el perdón para todo el mundo. El Señor dice: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que crea y sea bautizado, será salvo; pero el que no crea, será condenado” (Marcos 16:15,16). Los cristianos del comienzo del Nuevo Testamento veían la predicación de los apóstoles como la Palabra de Dios. Pablo fue inspirado a escribir: “Por lo cual también nosotros damos gracias a Dios sin cesar, porque cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes” (1 Tesalonicenses 2:13). En otra carta inspirada, Pablo escribió que el Espíritu le dijo qué palabras usar. “De estas cosas hablamos, no con palabras enseñadas por la sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual” (1 Corintios 2:13). Entonces, el apóstol sostuvo que “habla Cristo en mí” (2 Corintios 13:3). c. Las Escrituras del Nuevo Testamento y la Palabra de Dios En una sección el apóstol escribió: “Si alguno se cree profeta o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor” (1 Corintios 14:37). Hoy en día muchos reclaman que Pablo simplemente estaba emitiendo sus propias opiniones en ese capítulo pero, de hecho, lo que él escribió fueron “mandamientos del Señor”. El Espíritu Santo motivó al apóstol Pedro para que escribiera que las Escrituras del Nuevo Testamento son la Palabra de Dios al igual que lo son las Escrituras del Antiguo Testamento. Pedro escribió sobre las cartas inspiradas del apóstol Pablo y explicó: “En casi todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen (como también las otras Escrituras) para su propia perdición” (2 Pedro 3:16). La frase clave aquí es “las otras Escrituras”. Los escritos inspirados de Pablo en el Nuevo Testamento son la Palabra de Dios al igual que las otras Escrituras, incluyendo el Antiguo Testamento. Es insuficiente simplemente decir que la Biblia contiene la Palabra de Dios. Esa afirmación implica que algunas partes de la Biblia pueden no ser la Palabra de Dios. Pero la Biblia es la Palabra de Dios desde el comienzo del Antiguo Testamento hasta el final del Nuevo Testamento. Cada palabra, cada versículo, cada libro de la Biblia, es Palabra de Dios. La Biblia es distinta a cualquier otro libro. Otros libros pueden contener la Palabra de Dios, pero la Biblia es la Palabra de Dios. Esta es la posición anglo-luterana: Las siguientes citas indican claramente que Lutero consideraba la Biblia como la Palabra de Dios: Que el hombre que escucharía hablar a Dios lea la Santa Escritura. 1 La Escritura es el testimonio de Dios con respecto a él mismo. 2 El mismo Espíritu Santo y Dios, el Creador de todas las cosas, es el Autor de este libro. 3 Este libro, la Santa Escritura, es el libro del Espíritu Santo. 4 Cualquier cosa que leamos o escuchemos en la Biblia es la Palabra de Dios… La Escritura es la Palabra de Dios. 5 “Los escritos proféticos y apostólicos del Antiguo y del Nuevo Testamento” son evidentemente considerados como la Palabra de Dios y también como “fuente pura y clara de Israel” por las confesiones luteranas. Es por eso que los luteranos genuinos confiesan que la Biblia es “la única regla y norma según la cual deben valorarse y juzgarse todas las doctrinas”. d. La Biblia es la Palabra de Dios verbalmente inspirada ¿Cómo obtuvimos la Biblia? La Biblia simplemente no se desplegó del cielo para nosotros. Ciertamente Dios pudo haberlo hecho así. Él creó el universo de la nada, simplemente por orden divina. No hay duda de que él pudo haber hecho la Biblia sin la ayuda de nadie. Pero, en su infinita sabiduría y gracia asombrosa, Dios decidió usar seres humanos como escritores de su Palabra. Este hecho se afirma de manera simple en 2 Timoteo 3:16: “Toda la Escritura es inspirada por Dios”. Toda la Escritura es inspirada por Dios, no solamente ciertas partes. Todas las partes de la Biblia (los libros canónicos del Antiguo y el Nuevo Testamentos) son la Palabra inspirada de Dios. Cada palabra que escribieron los autores originales, Dios la inspiró. La palabra toda en este pasaje cubre todas las palabras de la Escritura. Cada palabra que escribieron Moisés, Isaías, Pedro, Pablo, y los otros escritores sagrados, fue inspirada de manera divina. Lo que hizo Dios no fue simplemente inspirar a los hombres y dejar el producto escrito a criterio de ellos. Dios inspiró lo que ellos escribieron en el texto original. “Toda la escritura”, cada palabra de la Escritura, fue inspirada. Eso es lo que a menudo llamamos inspiración verbal. Dios no solamente evitó que estos autores cometieran errores, sino que también los guió incluso en las propias palabras que usaron. “Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:21). La Palabra de Dios no se originó en las mentes de hombres pecadores. Los profetas y los apóstoles hablaron de Dios. Su mensaje es el mensaje de Dios. Lutero escribió: “Las palabras de San Pedro son las palabras de Dios”. Los profetas y los apóstoles fueron “inspirados” por el Espíritu Santo. Dado que el Espíritu Santo los llevó a escribir lo que escribieron en la Biblia, él es el autor de la Biblia. Ésta es, como dijo Lutero, el libro del Espíritu Santo. El Señor dio su mensaje a los hombres que llamó para ser sus escritores, tanto a los profetas del Antiguo Testamento como a los apóstoles del Nuevo Testamento. Por ejemplo, Ezequiel 1:3 explica que “vino palabra de Jehová al sacerdote Ezequiel hijo de Buzi, en la tierra de los caldeos, junto al río Quebar. Vino allí sobre él la mano de Yahveh.” Como ejemplo de un apóstol elegido de manera divina, considere a Pablo, “siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios” (Romanos 1:1). Dios le dijo a los escritores que escribieran y les dio su mensaje. “Yahveh dijo a Moisés: ‘Escribe tú estas palabras’” (Éxodo 34:27). El Señor le dijo a Jeremías: “Así habló Yahveh, Dios de Israel: Escribe en un libro todas las palabras que te he hablado” (Jeremías 30:2). Dios les reveló a los profetas del Antiguo Testamento que iba a venir el Salvador, dándoles detalles que ellos no podían haber conocido de ninguna otra forma. “Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo y las glorias que vendrían tras ellos” (1 Pedro 1:10,11). Ellos buscaron sus propios escritos porque fue “el Espíritu de Cristo que estaba en ellos” el que era el autor verdadero de esos escritos. Y el Espíritu Santo “anunciaba de antemano” a Cristo. Él estaba prediciendo la humillación y “sufrimientos de Cristo”. También estaba prediciendo la exaltación de nuestro Salvador. Ese pasaje continúa para decir: “A estos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles” (1 Pedro 1:12). Los profetas del Antiguo Testamento también estaban escribiendo para nuestro beneficio hoy. Aún podemos mirar atrás y ver las predicciones del Mesías venidero y maravillarnos con ellas a la luz de su cumplimiento en Jesús. Aun más, ese mismo pasaje también dice que los apóstoles, como Pedro, predicaron estas buenas nuevas de Cristo Jesús “por el Espíritu Santo enviado del cielo”. Los apóstoles del Nuevo Testamento también fueron guiados por el Espíritu Santo a escribir lo que escribieron. Lo que está escrito en la sagrada Escritura es tan maravilloso, tan claramente la obra milagrosa de Dios, que incluso los santos ángeles “anhelan mirar” estas cosas. Las profecías del Antiguo Testamento fueron cumplidas en el momento justo, porque no fueron las predicciones de hombres pecaminosos, sino las palabras del Espíritu Santo. “Era necesario que se cumpliera la Escritura que el Espíritu Santo, por boca de David, había anunciado acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús” (Hechos 1:16). El Espíritu Santo habló por medio de la boca de David. El mismo David confesó: “El espíritu de Yahveh habla por mí, su palabra está en mi lengua” (2 Samuel 23:2). Aunque los cumplimientos han ocurrido, nosotros aún nos beneficiamos grandemente al mirar atrás y ver que estas promesas fueron cumplidas. “Las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que, por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza” (Romanos 15:4). En cierto sentido, podemos tener más seguridad de nuestras interpretaciones del Antiguo Testamento porque hemos visto cómo Dios obró el cumplimiento de las profecías. “Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día amanezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones” (2 Pedro 1:19). Las Escrituras del Nuevo Testamento se consideran como el igual de las Escrituras del Antiguo Testamento. Ambas son las “Escrituras” (2 Pedro 3:16). Todos los libros canónicos del Antiguo y del Nuevo Testamentos están cobijadas por las palabras: “Toda la Escritura es inspirada por Dios” (2 Timoteo 3:16). Sin embargo, no entendemos totalmente la inspiración divina de la Santa Escritura. El Salmo 45:1 dice: “Mi lengua es pluma de escribiente muy diestro”. Los escritores de la Escritura pueden ser llamados los instrumentos o las plumas de Dios. Pero Dios no usó a los escritores como nosotros podemos usar un teclado de computadora o una máquina de escribir hoy en día. No sería correcto pensar en la inspiración como un tipo de dictado mecánico simplemente. Dios sí usó el lenguaje, el vocabulario, y el estilo de cada escritor. El apóstol Pablo tiene un estilo de escritura que no es exactamente el mismo que el del apóstol Juan. Hay una diferencia de estilo entre un salmo de David y un proverbio de Salomón. Sin embargo, el Espíritu Santo fue capaz de usar todos los estilos de los escritores de la Biblia de manera que toda la Biblia fuera la Palabra de Dios inspirada verbalmente. 2. La Biblia es la palabra inerrante de Dios a. Inerrancia: ¡La Palabra de Dios es verdad! Dios “no miente” (Tito 1:2). “Es imposible que Dios mienta” (Hebreos 6:18). Ya que la Biblia es la Palabra de Dios, podemos estar seguros de que nos dice la verdad. Nuestro Señor Jesús dijo que la Palabra de Dios “es la verdad” (Juan 17:17). Podemos estar seguros de que el camino al cielo no va a cambiar. Dios nos ha dicho la verdad, completa y claramente, en la Biblia. La Biblia registra la palabra segura de Cristo mismo: “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16). Esto es la verdad; es el evangelio. Nosotros no debemos creer ningún otro, “si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anuncia un evangelio diferente del que os hemos anunciado” (Gálatas 1:8). Gracias a que la Palabra de Dios es verdad, podemos decir con el apóstol Pablo: “Creo todas las cosas que en la Ley y en los Profetas están escritas” (Hechos 24:14). Los dos pasajes principales que enseñan la inerrancia de la Biblia fueron ambos dichos por el mismo Cristo Jesús. Primero, en Juan 10:35, nuestro Señor declara: “La Escritura no puede ser quebrantada”. Las Escrituras no pueden presentar falsedad, ni siquiera en una sola palabra. La Santa Escritura no puede equivocarse. Es totalmente confiable. El segundo pasaje principal es Juan 17:17, en el cual nuestro Salvador pide en su oración sacerdotal: “Santifícalos en la verdad; tu palabra es la verdad”. La Palabra de Dios es verdad. Eso es totalmente opuesto a la falsedad. Dios no puede mentir. Entonces su Palabra no puede mentir. Si Dios lo dijo, entonces tiene que ser verdad. En un sermón, Lutero afirmó su posición de que “solamente la Santa Escritura se puede considerar inerrante”. Lutero estuvo de acuerdo con las palabras de Agustín: “He aprendido a considerar inerrante sólo a la Santa Escritura”. El término infalible también se usa para describir la Biblia, usualmente como un sinónimo de inerrante. Si se hace una distinción, la inerrancia describe el hecho de que la Biblia es “sin errores”. La infalibilidad significa que la Biblia “no puede tener errores”. De nuevo, podemos estar seguros de eso porque la Biblia es la Palabra verbalmente inspirada de Dios y “es imposible que Dios mienta” (Hebreos 6:18). No es solamente que la Escritura no haya cometido errores. Cristo dijo que “la Escritura no puede ser quebrantada” (Juan 10:35). ¡No es posible! La Escritura es un todo unificado. Toda es verdad. b. Inerrante también en asuntos menores La Biblia también es inerrante e infalible cuando se trata de los llamados “asuntos menores”, como los hechos de la historia, la cronología, la ciencia y otros. A veces los eruditos intentan probar que la Biblia está equivocada usando técnicas científicas modernas. Sin embargo, incluso con todo lo que esas personas saben sobre historia y ciencia, ¡no han encontrado ni siquiera un solo error en la Biblia! ¡Nada en la arqueología ha probado nunca que la Biblia estuviera equivocada de ninguna manera! De hecho, es interesante ver que la arqueología puede ayudarnos a entender algunas de las costumbres mencionadas en la Escritura. Si alguna vez la ciencia o la arqueología parecieron mostrar que la Biblia tenía errores, es seguro que hay algún error en las mismas. “Sea Dios veraz y todo hombre mentiroso” (Romanos 3:4). c. Copias y traducciones Aquí debemos notar que no necesariamente todas las palabras de todas las copias o traducciones de la Biblia son inerrantes. Los copistas y traductores no son inspirados. Ellos pueden cometer errores. No había errores en los autógrafos originales, es decir, en los manuscritos que fueron escritos por los autores originales. Cuando Dios inspiró a escribir a los escritores originales de la Escritura, ellos consignaron la verdad, sin error. Después de esa época, es posible que un escriba cometiera un error al copiar las palabras de la Escritura. El reconocimiento de este hecho puede verse en algunas de las notas al pie de página de versiones modernas de la Biblia. Trataremos esto en un capítulo posterior. Por ahora, es sabio detenernos y agradecer a Dios por darnos su Palabra en tantos manuscritos confiables, que no puede haber ninguna duda sobre ninguna doctrina de la Escritura. Algunas traducciones de la Biblia son más precisas que otras. También compararemos algunas de ellas en un capítulo posterior. Hablando estrictamente, la inerrancia de la Escritura se aplica primero a cada palabra de los autógrafos originales. Sin embargo, cuando se estudian las muy confiables copias que tenemos del Antiguo Testamento en hebreo (y arameo) y del Nuevo Testamento en griego, nuestros pastores y futuros pastores pueden estar seguros de que están tratando con la Palabra de Dios. Y, como las traducciones comunican fiel y precisamente el significado de las palabras originales de la Escritura, el pueblo de Dios puede estar seguro de que está leyendo la pura Palabra de Dios. Dios ha preservado su Santa Palabra. 3. La Biblia tiene autoridad, es clara, suficiente y poderosa a. La autoridad de la Escritura: la carta de Dios para el mundo La Biblia es la carta de Dios a este mundo pecador. Viene con toda la autoridad del mismo Dios. Cuando un vocero fiel de Dios declara lo que dice la Biblia, él puede decir justificadamente: “Esto es lo que dice el Señor”. Ninguna autoridad es más grande que la de Dios. La Biblia viene con la propia autoridad de Dios detrás de ella. Por eso es que la Biblia es diferente de cualquier otro libro de todo el mundo. Las Escrituras fueron escritas para nuestro aprendizaje. “Las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que, por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza” (Romanos 15:4). La Palabra de Dios fue dada para nuestro beneficio. “Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2 Timoteo 3:16). Si usted quiere aprender sobre Dios, no hay autoridad más grande que la Escritura, porque es la propia revelación de Dios de él mismo. Si quiere conocer el camino al cielo, no hay guía más segura que la Biblia. Otros libros pueden contener la Palabra de Dios, ¡pero la Santa Biblia es la Palabra de Dios! Y así porta la propia autoridad máxima de Dios para enseñarnos así como también la autoridad para juzgar cualquier otra enseñanza. b. La autoridad de la Escritura: la Biblia es la “única regla y norma” Ya que la Biblia es la Palabra verbalmente inspirada, inerrante e infalible de Dios, es la autoridad suprema sobre toda fe y enseñanza. La Biblia tiene la autoridad de Dios para determinar si la enseñanza es verdadera o falsa. Ningún otro libro, ningún maestro, ni ninguna tradición pueden ser considerados iguales a la Biblia en términos de autoridad. Isaías 8:20 dirige a la gente a las Escrituras para encontrar seguridad: “Yo les digo: ‘¡Aténganse a la ley y al testimonio!’ Para quienes no se atengan a esto, no habrá un amanecer”. Cada sermón, mensaje o enseñanza en la iglesia debe estar basada en y de acuerdo con la Palabra de Dios. Los habitantes de Berea son un ejemplo de creyentes que comprobaron que las enseñanzas de un predicador concordaban con la Palabra de Dios. Cuando Pablo vino al pueblo de Berea, ellos compararon lo que él dijo con la Palabra escrita de Dios. “Recibieron el mensaje con toda avidez y todos los días examinaban las Escrituras para ver si era verdad lo que se les anunciaba” (Hechos 17:11). Reflejando esta verdad, las confesiones luteranas afirman: “Creemos, enseñamos y confesamos que la única regla y norma según la cual deben valorarse y juzgarse todas las doctrinas, juntamente con quienes las enseñan, es exclusivamente la Escritura profética y apostólica del Antiguo y del Nuevo Testamento”. Nadie tiene el derecho de añadir nada a la Palabra de Dios, quitar nada de ésta ni cambiar su significado de ninguna manera. Eso incluye a todo pastor, maestro o laico, y aun al papa. Está mal añadir ideas o tradiciones humanas a la Biblia y considerarlas Palabra de Dios, así como también está mal ignorar ciertas enseñanzas de la Escritura por el hecho de que no sean muy populares hoy en día. Deuteronomio 4:2 afirma: “No añadiréis a la palabra que yo os mando ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos de Jehová”. No hay autoridad que pueda rebatir la Biblia. Las Escrituras han revelado claramente el camino de la salvación. Nosotros permanecemos en la base de la verdad de Dios y no nos movemos. En Gálatas 1:8, Pablo escribió: “Pero si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anuncia un evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema”. c. La claridad de la Escritura La Biblia es objetivamente clara cuando se considera toda por sí misma. El Salmo 19 declara que la Palabra de Dios “es perfecta: convierte el alma... es fiel: hace sabio al sencillo” (versículo 7). El versículo 8 enseña la claridad de la Escritura con estas palabras: “El precepto de Jehová es puro: alumbra los ojos”. Algunas traducciones usan la palabra resplandeciente en lugar de puro. Una usa la palabra claro: “El mandamiento del Señor es claro: da luz a los ojos” (NVI). La Palabra de Dios es clara; ilumina. El Salmo 119:105 afirma: “Lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino”. La Palabra de Dios es la luz en un mundo oscurecido por el pecado. El versículo 130 de ese mismo salmo declara: “La exposición de tus palabras alumbra; hace entender a los sencillos”. La Escritura es clara para que el pueblo de Dios pueda comparar enseñanzas con ella para determinar cuáles son verdaderas y cuáles son falsas. Recuerde a los habitantes de Berea que “recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así” (Hechos 17:11). Si la Biblia no fuera clara, nunca podríamos estar seguros de nuestra salvación. Nunca habría existido una Reforma si la Biblia no hubiera sido clara. Lutero declaró: “No ha sido escrito un libro más claro sobre la tierra que la Santa Escritura”. La Fórmula de Concordia luterana llama a la Biblia “fuente pura y clara”, y el Artículo 6 de los 39 Artículos de Religión de la Iglesia de Inglaterra asume esta claridad al exponer que “…Contienen la Sagradas Escrituras todas las cosas necesarias para la salvación”. d. Suficiencia de la Escritura La Palabra de Dios es realmente todo lo que necesitamos para la fe y para la vida. Ésta trae los mandamientos de Dios y acusa a toda la gente de pecado, demostrando su profunda necesidad del Salvador. Además, la Biblia claramente nos dice que Jesús es el Salvador del pecado y que necesitamos saber sobre nuestro Salvador y el camino al cielo. La Biblia les dice a los creyentes lo que es agradable a Dios y lo que no es; es suficiente para aprender la voluntad de Dios. Sin embargo, la Biblia no responde cada pregunta curiosa que nuestras mentes pueden concebir. No enseña cada detalle de conocimiento que hay que saber. Tampoco nos revela todo lo que Dios sabe. Pero la Biblia sí nos dice todo lo que verdaderamente necesitamos saber para nuestra fe y vida cristiana. Juan 20:31 explica por qué tenemos las palabras de la Escritura: “Pero estas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre”. La Biblia es perfectamente suficiente porque nos dice todo lo que necesitamos saber para obtener la vida eterna. Debido a que la Biblia es clara, realmente no necesitamos ninguna ayuda externa para aprender el camino al cielo. Al leer simples pasajes como Juan 3:16, los lectores claramente encuentran las buenas nuevas de salvación. “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna.” Romanos 3:28 muy claramente declara que “el hombre es justificado por la fe sin las obras de la Ley”. Efesios 1:7 revela: “En [Jesús] tenemos redención por su sangre, el perdón de 44 LA BIBLIA pecados según las riquezas de su gracia”. Además, la Biblia dice de dónde viene la fe: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17). El Espíritu Santo le da su divino poder a este mensaje del evangelio. El evangelio de Jesucristo es “poder de Dios para salvación de todo aquel que cree” (Romanos 1:16). La Biblia también es suficiente para entrenar al pueblo de Dios para que conozca al Señor y su voluntad. Las Sagradas Escrituras no sólo “te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús”, sino que también “toda la Escritura es… útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:15-17). e. La eficacia de la Escritura Ya que Dios inspiró cada palabra de la Biblia, ésta no solamente tiene su autoridad, sino que también tiene el poder que él le ha dado. “La palabra de Dios es viva, eficaz y más cortante que toda espada de dos filos: penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12). La Palabra de Dios no es “letra muerta”. La Biblia no es como cualquier otro libro. La Palabra de Dios es activa; es poderosa y efectiva. De hecho, “efectiva” sería una buena traducción literal de la palabra griega que se usa en este versículo. Algunos han dicho que la Palabra de Dios siempre es eficaz, pero no siempre efectiva. Cuando estas palabras quieren decir que la Palabra de Dios puede obrar la fe, pero no siempre lo hace, pueden ser entendidas correctamente. Pero esta distinción no es particularmente útil, especialmente a la luz de Hebreos 4:12, pasaje que puede ser traducido como “La Palabra de Dios es… efectiva”. La Palabra de Dios funciona, penetrando hasta el corazón. La ley de Dios condena por el pecado; el evangelio de Dios consuela con perdón. Debemos esperar que algo suceda cuando la Palabra de Dios se aplica correctamente porque ésta es eficaz y efectiva. 4. Errores modernos con respecto a la Biblia Hasta el siglo 19, casi todas las Iglesias cristianas, así como sus teólogos y laicos sostenían que la Biblia es la Santa Palabra de Dios, la fuente verbalmente inspirada, inerrante, infalible y confiable de la teología y la base de la fe. Debido a que en el tiempo de la Reforma la Biblia era todavía considerada como la Palabra de Dios por todos los teólogos católicos y protestantes, los teólogos luteranos no sintieron la necesidad de incluir un artículo especial acerca de la “doctrina de la Palabra de Dios” en el Libro de Concordia. Ellos ciertamente miraban la Biblia como la Palabra inerrante de Dios y así la usaban. Pero no había discusión sobre la naturaleza o esencia de la Biblia. Se tomaba por sentado que todos veían la Biblia como la Palabra revelada de Dios. a. Alegorizando Sin embargo no hubo ningún acuerdo unánime entre las Iglesias cristianas sobre cómo debe ser interpretada o utilizada la Biblia. Muchos eruditos adoptaron un método de interpretación de la Biblia llamado alegoría. En otras palabras, de manera creativa, los intérpretes trataban de encontrar en las Escrituras más significados fuera del significado simple y literal. Algunos incluso tendían a pasar por alto o a desestimar los significados simples en favor de los imaginativos. Estos intérpretes de la Biblia trataban de encontrar hasta tres o más significados. Los significados adicionales tendían a distraer del verdadero significado de la Biblia. Cuando los intérpretes de la Biblia tratan de ser demasiado listos con el texto, a menudo caen en el error y dejan atrás el verdadero significado. Los teólogos luteranos insistieron en el significado simple y claro de la Palabra de Dios. Después de todo, algunas alegorías ni siquiera enseñan la verdad. Los teólogos católicos romanos usaban interpretaciones alegóricas de pasajes de la Biblia para enseñar falsamente sobre la virgen María, convirtiéndola en un ídolo. b. ¿Escritura más…? La alegoría no fue el único problema durante la Reforma luterana. Los teólogos católicos romanos no estaban de acuerdo con que la Biblia es la única base y juez de la doctrina cristiana. Ellos insistían en que, además de la Biblia, podían basar la doctrina en los decretos de sus concilios, sus antiguas tradiciones de la Iglesia, y los pronunciamientos especiales de sus papas. Aunque no podían probar que las enseñanzas de Lutero eran contrarias a la Escritura, estaban satisfechos con probar que algunas de sus enseñanzas entraban en conflicto con los pronunciamientos del papa. Hasta nuestros días, la iglesia católica romana no basa sus enseñanzas solamente en la Escritura, sino que continúa añadiendo los decretos de sus concilios, sus tradiciones autoritarias de la iglesia, y las declaraciones oficiales de los papas. Mientras tanto, los teólogos reformados dieron un papel más importante a la razón humana en sus interpretaciones de la Biblia. Ellos esencialmente siguieron el principio de agregar la razón humana a la Escritura, o al menos, interpretar la Escritura de conformidad con la razón humana. Esta es una razón importante por la cual se negaron a estar de acuerdo con que el verdadero cuerpo y la sangre de Cristo están realmente presentes en el pan y el vino en la Santa Cena. Eso no parecía estar conforme con su razón humana, ni podían entender cómo Cristo podía estar en el cielo y en el Sacramento al mismo tiempo. A pesar de estas muy significativas diferencias, estos cristianos continuaron considerando la Biblia como la Palabra de Dios. Con los años, eso ha cambiado. c. ¿El hombre como juez? Tal vez el error más devastador con respecto a la Biblia es la idea de que el hombre es el juez de la Biblia. Ese problema ya estaba merodeando en el fondo en el tiempo de Lutero. Los católicos romanos insistían en que el papa era el intérprete supremo de la Escritura. A veces sus “interpretaciones” contradecían claros pasajes de la Biblia. Por ejemplo, Romanos 3:28 dice que una persona es justificada por fe, sin las obras de la ley. El papa no estuvo de acuerdo ni tampoco el Concilio de Trento. La iglesia católica romana reclamó que la expiación de Cristo no era un pago suficiente por todos los pecados, entonces la gente tenía que añadir sus propias buenas obras para llegar al cielo. Mientras tanto, los teólogos reformados ya estaban insistiendo en que la Escritura tenía que estar conforme a su razón humana. Esto ya había llevado a errores en los sacramentos (el Bautismo y la Santa Cena). La idea de que el hombre es el juez de la Biblia ganó terreno. d. Racionalismo El racionalismo pone a la razón humana en el trono. Durante el periodo de la iluminación, los filósofos miraban la razón humana como la mejor guía en la vida acerca de lo que está bien, y lo que es verdadero y real. Los racionalistas querían que la gente tuviera el valor para ir más allá de la Escritura y tuviera el coraje de seguir su propia razón humana. Los racionalistas negaron las verdades sobrenaturales de la Escritura. Ya que los milagros no estaban de acuerdo con su razón humana, los racionalistas negaron que realmente sucedieron. Ellos ciertamente no se adhirieron a la inerrancia de la Biblia. Pusieron la razón del hombre sobre la Biblia. e. Él método histórico-crítico El método histórico-crítico de la interpretación de la Biblia se convirtió en una moda pasajera en el campo académico en Europa y América en los siglos 19 y 20. Este hacía al hombre, y particularmente al erudito, la autoridad y juez de la Escritura. Los eruditos histórico-críticos no consideran la Biblia como la Palabra de Dios verbalmente inspirada e inerrante. Ellos la consideran el producto de hombres falibles que hicieron lo mejor que pudieron con su limitado conocimiento y entendimiento. El pensamiento histórico- crítico pone la razón del hombre por encima de la Biblia y asume lo siguiente: 1. La Biblia es falible y contiene errores que tienen que ser eliminados. 2. La Biblia es la obra de escritores meramente humanos, como cualquier otro libro. 3. Los eruditos deben eliminar partes de la Biblia para dar paso a lo que queda de valor. Por supuesto, no puede haber ningún acuerdo objetivo con respecto a lo que debe ser rechazado o lo que debe conservarse en la Biblia. Los críticos negativos de la Biblia se atribuyen a ellos mismos el derecho de juzgar las Escrituras, aceptando algunos pasajes, mientras rechazan otros. Estos críticos se esfuerzan para “desmitificar” la Biblia, eliminando los “mitos”, los productos falsos de una visión del mundo estrecha y primitiva. Ellos argumentan que realmente mejoran la Biblia haciéndola relevante para el mundo moderno. Reclaman que producen los resultados seguros de la erudición moderna. Realmente, los resultados están lejos de ser seguros. Nadie puede llegar a ninguna conclusión cierta a través de esos métodos subjetivos. Los métodos histórico-críticos virtualmente dependen del capricho de cualquier erudito. Los resultados siguen quedando en un constante estado de duda. Es común y esperado el desacuerdo entre eruditos críticos. Realmente no puede haber una verdad objetiva a través del método histórico-crítico de interpretación de la Biblia. 5. ¿Por qué nos dio Dios la Biblia? A veces no es sabio que los cristianos pregunten por qué Dios hizo o no hizo algo. Nosotros no osamos ir más allá de lo que Dios nos ha revelado. Algunas cosas siguen siendo los secretos de Dios. Deuteronomio 29:29 dice: “Las cosas secretas pertenecen a Yahveh, nuestro Dios, pero las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, a fin de que cumplamos todas las palabras de esta Ley [la Palabra de Dios]”. Haciendo eco de esta verdad, Lutero predicó: Lo que Dios no te dice, o no quiere decirte, no debes desearlo saber. Y debes honrarlo suficiente para creer que él ve que no es necesario, útil ni bueno que lo sepas.40 Sin embargo, Dios ha revelado algunos de sus secretos, los que él quiere que nosotros conozcamos. El apóstol Pablo escribió: “Que los hombres nos consideren como servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios” (1 Corintios 4:1). Dios ha revelado en las páginas de la Biblia sus razones para darnos la Biblia. a. La Biblia revela el camino de la salvación El amor de Dios lo llevó a realizar el plan perfecto para salvarnos del pecado. A menudo Juan 3:16 sirve como resumen de estas buenas nuevas: “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna”. Dios el Padre envió a su Hijo para expiar totalmente todos los pecados cometidos por todos los pecadores. Se habla de Jesucristo en 1 Juan 2:2 de la siguiente manera: “Él es la propiciación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo”. En la cruz del Calvario, Jesús ganó el perdón de los pecados del mundo. La Escritura proclama que Jesús “por todos murió” y que “Dios… nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación: Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados” (2 Corintios 5:15-19). Jesús reconcilió al mundo pecador con Dios por su sacrificio perfecto. Esto significa que Jesús ganó el perdón por todos porque en Cristo, Dios reconcilió al mundo consigo mismo. Esto significaba que él no tendría en cuenta los pecados del hombre. Después de todo, la Biblia nos enseña cómo mirar la obra redentora de nuestro Salvador. Cristo fue entregado a la muerte porque nosotros pecamos, pero fue resucitado a la vida para asegurarnos que somos justificados (Romanos 4:25). b. El Evangelio en el Antiguo Testamento El Antiguo Testamento recibió su nombre porque habla mucho sobre el “antiguo pacto” que Dios hizo con el pueblo de Israel. La palabra testamento significa pacto o tratado. El Nuevo Testamento, en contraste, habla exclusivamente sobre el “nuevo pacto” de perdón en el Salvador. Estos títulos fueron usados en la iglesia ya en el año 200 d.C. Sin embargo, los creyentes del Antiguo Testamento fueron salvados de la misma manera que nosotros los creyentes del Nuevo Testamento, es decir, por la fe en el Salvador. Lo que es diferente es que ellos anhelaban el Salvador que todavía estaba por venir. Dios dio su primera promesa del evangelio en el huerto de Edén justo después de la caída en el pecado. Dios prometió que enviaría el Salvador que aplastaría la cabeza de la serpiente (el diablo), pero que este Salvador iba a tener que sufrir para lograrlo (Génesis 3:15). Aunque Dios prometió que el Salvador vendría de la familia de Abraham, el Salvador sería para la bendición de “todas las familias de la tierra” (Génesis 12:3). Dios claramente reveló lo que haría el Salvador a través de la pluma del profeta Isaías. Aunque escribió con siete siglos de anticipación, fue como si el profeta estuviera sentado a los pies de la cruz: “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (Isaías 53:6). Por medio del profeta Jeremías, el Señor declaró: “Perdonaré la maldad de ellos y no me acordaré más de su pecado” (Jeremías 31:34). El evangelio fue revelado suficientemente para que el pueblo del Antiguo Testamento, por la poderosa gracia de Dios, pudiera creer en el Salvador venidero y obtener la vida eterna. c. El Evangelio en el Nuevo Testamento En el Nuevo Testamento, miramos hacia atrás al Salvador que ya ha venido. Jesucristo es el único Salvador y el único camino al cielo. “En ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12). Jesús dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6). El Nuevo Testamento revela cómo Jesús nos salvó. Como nuestro sustituto (el sustituto del mundo) él llevó la vida perfecta que Dios exige para el cielo. Luego, él murió en la cruz para pagar la justa penalidad por todos los pecados, y resucitó de la muerte para asegurarnos que había obtenido el perdón para todos. La resurrección de Cristo es el veredicto público de perdón de Dios. Este perdón constituye las buenas nuevas para todo el mundo. “El que crea y sea bautizado, será salvo; pero el que no crea, será condenado” (Marcos 16:15,16). d. La Biblia señala a Cristo Toda la Biblia está centrada en Cristo. Lutero escribió: “Está más allá de toda duda que la Escritura entera señala sólo a Cristo”. El Antiguo Testamento señaló a Jesús, el Salvador prometido por largo tiempo. Jesús estaba hablando acerca de las Escrituras del Antiguo Testamento cuando dijo: “Ellas son las que dan testimonio de mí” (Juan 5:39). Los creyentes del Antiguo Testamento esperaban en fe a su Salvador del pecado. Nuestro Señor mencionó el caso de Abraham: “Abraham, vuestro padre, se gozó de que había de ver mi día; y lo vio y se gozó” (Juan 8:56). Jesús reveló a sus discípulos que había venido a cumplir las profecías del Antiguo Testamento sobre él mismo. “Estas son las palabras que os hablé estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos” (Lucas 24:44). Juan el Bautista sirvió como conexión entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. Él preparó el camino para la venida del Salvador diciendo a la gente que se arrepintiera y que el Salvador vendría pronto. “El que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Mateo 3:11). Cuando el Salvador empezó a predicar públicamente, Juan guió a la gente a Jesús. Un día “vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: ‘¡Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!’” (Juan 1:29). Las Escrituras del Nuevo Testamento apuntan hacia Cristo y su obra de redención. Los escritos inspirados de los apóstoles predican “a Cristo crucificado” (1 Corintios 1:23). Los cuatro evangelios nos suministran la historia, inerrante e inspirada de forma divina, sobre la vida, muerte, y resurrección, de Cristo, junto con sus enseñanzas y milagros. El resto de las Escrituras del Nuevo Testamento enfatizan la importancia de la salvación proporcionada por Cristo. 6. ¿Cuáles son los libros de la Biblia? Breves resúmenes de los libros de la Biblia Los siguientes resúmenes de los libros de la Biblia no tienen la intención de describir completamente todo lo que se puede encontrar en cada libro. Más bien, tienen el objetivo de esbozar el papel que tiene cada libro en todo el mensaje unificado de la Biblia acerca de la salvación del pecado por medio de Jesucristo. Los resúmenes también notan varios lugares de la Biblia en el Antiguo Testamento donde se puede ver la “sombra de lo que está por venir” mientras se aprecia completamente la perspectiva del Nuevo Testamento de que “el cuerpo es de Cristo” (Colosenses 2:17; ver también Hebreos 8:5; 10:1). a. LAS ESCRITURAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO 1.1 Los libros históricos El Pentateuco: los cinco libros de Moisés -Génesis es el primer libro de la Biblia. El nombre Génesis viene de la palabra griega para principio. Este libro revela el comienzo del mundo con la creación que Dios realizó de la nada. A la creación perfecta del hombre y la mujer, sigue la caída en el pecado y la primera promesa del Salvador (3:15). El pecado trajo dolorosas consecuencias y llevó incluso a más maldad. El juicio de Dios sobre los malvados y su misericordia por la familia de Noé, dieron como resultado el diluvio universal. Dios siguió repitiendo y aclarando su promesa del Salvador del pecado. Él identificó a los ancestros del Salvador prometiendo que el Salvador sería un descendiente de Abraham, Isaac, Jacob y luego de Judá. -Éxodo (que significa “salida”) describe la forma en que Dios liberó a su pueblo de la esclavitud en Egipto. Las descripciones que se hacen en este libro de los milagros poderosos de Dios se convirtieron en frases favoritas de muchos cánticos de alabanza del Antiguo Testamento. Aquí encontramos la entrega de la ley de Dios y particularmente los Diez Mandamientos. Estos mandatos morales primariamente muestran el pecado y la necesidad del Salvador. Sin embargo, la sombra del Salvador que vendría puede ser descubierta en el Cordero de la Pascua (12:21; ver también Juan 1:29; 1 Corintios 5:7). La explicación de Dios de su nombre lleva las buenas nuevas del evangelio: “¡Yahveh! ¡Yahveh! Dios fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira y grande en misericordia y verdad, que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado” (34:6,7). - Levítico significa “relacionado con los levitas” y trata sobre la adoración del pueblo de Dios en la tienda de reunión (el tabernáculo), liderada por los representantes de la tribu de Leví. Las diversas ofrendas se describen junto con otras reglas y leyes. Una vez más aparece la sombra del Salvador que vendría, porque Cristo es tanto nuestro Sacerdote como nuestra víctima sacrificial. El día de la expiación, describe la expiación sustitutiva de Dios por el pecado. -Números obtuvo su título de los números del primer capítulo (ver también capítulo 26). Este libro describe episodios que sucedieron mientras los israelitas vagaron en el desierto por 40 años. El pueblo a menudo cayó en el pecado de quejarse contra Dios y su profeta Moisés. Sin embargo, la sombra del Salvador se ve en la serpiente de bronce del capítulo 21. Números 24:17 registra una profecía maravillosa del Salvador y Rey que vendría: “Lo veo, mas no ahora; lo contemplo, mas no de cerca: Saldrá estrella de Jacob, se levantará cetro de Israel”. -Deuteronomio significa “segunda ley”. Este quinto libro del Pentateuco repasa los mandatos de Dios para su pueblo escogido. Dios inspiró a su profeta Moisés para que advirtiera al pueblo una última vez antes de partir para su hogar eterno en el cielo. Cristo citó de este libro tres veces cuando se defendía contra las tentaciones de Satanás (ver Mateo 4:4,7,10). El mismo Jesús es “el profeta” que fue predicho en el capítulo 18. Otros libros históricos Josué es el nombre del hombre que sucedió a Moisés como el líder de Israel. Dios mantuvo su promesa. El pueblo de Israel entró a la tierra prometida para morar allí. Pero Josué no pudo proveer el hogar final de descanso para los creyentes de Dios. Esa obra quedó para que Jesús la hiciera (ver Hebreos 4:8,9). Jueces toma su nombre de los líderes, o libertadores, descritos en este libro. Los israelitas no eran fieles a su fiel Dios. Aquí la Biblia relata un ciclo repetido de eventos. El pueblo de Dios se rebeló en pecado. Dios permitió que fueran oprimidos. El pueblo se arrepintió. Dios los rescató a través de los jueces. Pero entonces el ciclo volvió a comenzar con la rebelión contra Dios. El lector de este libro apreciará la paciente misericordia de Dios. Rut era una mujer gentil (no judía). Está inspirada historia corta nos cuenta cómo Rut llegó a ser una antepasada del rey David y del prometido Salvador. Primera y Segunda de Samuel, estaban combinadas en el Antiguo Testamento original hebreo. Estos libros continúan la inspirada historia bíblica desde el tiempo de los jueces hasta el fin del reino de David. Dios permitió que Israel tuviera un rey. Segunda de Samuel capítulo 7 registra la promesa de Dios de que el Salvador venidero sería el hijo de David y el Rey eterno. Primera y Segunda de Reyes, siendo también originalmente un solo libro, contienen la inspirada historia bíblica desde el final del reino del rey David a través de los reyes subsiguientes de Israel y Judá hasta la caída de Jerusalén en el año 586 a.C. El pueblo de Israel y de Judá fue eventualmente tomado cautivo por sus enemigos porque no permaneció fiel al Señor, sino que persistentemente adoró ídolos. A lo largo de todo este tiempo, Dios mantuvo sus promesas y proveyó descendientes para David. El Salvador iba a venir de la familia de David. Primera y Segunda de Crónicas, dos libros que también fueron originalmente uno, son la inspirada historia bíblica que repite y complementa los libros de Samuel y Reyes. Las Crónicas comienzan con genealogías que remontan hasta Adán. Estos libros se enfocan de forma distinta en las prácticas de adoración del pueblo de Dios. La promesa de que el Salvador sería el hijo de David aparece en 1 Crónicas capítulo 17. Esdras, el escriba, escribió este libro bajo inspiración del Espíritu Santo. Éste describe la reconstrucción del templo y la restauración de la adoración ahí. Dios mantuvo su promesa de llevar a su pueblo de vuelta de su exilio en Babilonia. El Salvador vendría un día, como fue prometido, a esta tierra y de este “linaje santo” (9:2). Zorobabel hijo de Salatiel (3:2;) Nehemías 12:1) fue un ancestro de Cristo (Mateo 1:12-16; Lucas 3:27). Nehemías era el copero del rey Artajerjes. Nehemías trabajaba fervientemente para ver que el muro de Jerusalén fuera reconstruido después del regreso de los exiliados judíos de Babilonia. Este es el último registro de historia bíblica inspirada en el Antiguo Testamento (los sucesos registrados en Ester tuvieron lugar antes que los registrados en Nehemías). Dios cumplió sus promesas de llevar a su pueblo de vuelta de la cautividad. Con seguridad él cumpliría su promesa primordial del Redentor del pecado. Ester fue una mujer judía que se convirtió en reina de Persia y ayudó a proteger a los judíos de un posible holocausto. Este libro relata el origen de la fiesta judía de Purim. Dios preservó a su pueblo escogido, incluso en un país extranjero. 1.2 Los libros poéticos Job pasó por una prueba extrema de fe cuando perdió sus posesiones terrenales, sus hijos y su salud. Este, el primero de los libros poéticos, registra las conversaciones entre Job y sus amigos. Finalmente, el Señor le habló a Job y le dio dos veces las posesiones que tenía antes. Job nunca supo por qué tuvo que soportar sus pruebas. Sin embargo, aprendió a no cuestionar la sabiduría de Dios. Salmos es el himnario inspirado por Dios del Antiguo Testamento. Algunos Salmos enseñan; otros son penitenciales en carácter. Algunos son de gran consuelo; otros son de agradecimiento y aun otros de adoración. Muchos de los Salmos encajan en más de una de estas clasificaciones. Por encima de todo, los Salmos apuntan al Salvador prometido. Los Salmos mesiánicos incluyen los Salmos 2, 8, 16, 22, 23, 24, 40, 41, 45, 47, 68, 72, 87, 89, 97, 110, 118 y 132. Nuestro Señor dijo: “Era necesario que se cumpliera todo lo que está escrito de mí… en los Salmos” (Lucas 24:44). Proverbios es un libro de afirmaciones breves y condensadas que expresan verdades prácticas de una forma memorable. Hay varios tipos diferentes de proverbios, pero el tema general de este libro demuestra el fuerte contraste entre la persona sabia y la necia (especialmente en el sentido de necedad moral). “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza” (1:7). Proverbios 3:5 enseña la relación correcta entre la fe y la razón. “Confía en Jehová con todo tu corazón y no te apoyes en tu propia prudencia.” Eclesiastés demuestra que vivir solamente para el aquí y ahora no tiene significado. Al mirar esta vida solamente desde la perspectiva de la razón humana, todo termina pareciendo ser un desperdicio sin sentido. Toda la gente es parecida en este sentido: bien sean sabios o necios, ricos o pobres, ellos sufren, envejecen y mueren. El maestro concluye que lo mejor que se puede hacer es: “Teme a Dios y guarda sus mandamientos” (12:13). El temor piadoso significa aferrarse al Señor en reverencia y respeto solemne. El temor piadoso incluye la fe. Eclesiastés da una descripción precisa de la muerte temporal: “El polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio” (12:7). Cantares toma su título de las palabras de apertura de este libro, declarando que es el más grande de los cantares. Si el cántico fuera simplemente sobre Salomón y su novia, difícilmente calificaría como el más grande de los cantares. Por esta razón, muchos intérpretes fieles de la Biblia han visto este libro como un cántico que ilustra a Cristo, el novio, y a su novia, la iglesia (ver Mateo 9:15; Juan 3:29; Apocalipsis 21:2,9). 1.3 Los libros proféticos Isaías fue el evangelista del Antiguo Testamento. El Señor lo llevó a escribir profecías claras de Cristo. Por medio de Isaías, el Espíritu Santo reveló el nacimiento de Cristo de una virgen (7:14), su naturaleza divina (9:6,7), sus ancestros humanos (11:1), su precursor (40:3), el alcance de su salvación (49:6), su humillación, sufrimiento, muerte, resurrección y exaltación (capítulo 53), el poder de su Palabra (55:11) y su predicación del evangelio (61:1,2). Isaías capítulo 53 es tal vez el evangelio más claro del Antiguo Testamento. Claramente describe, siete siglos antes de los sucesos, la crucifixión de nuestro Salvador y la razón para ella. Jeremías fue llamado a declarar culpable de pecado a los infieles antes de que fueran enviados al exilio. Sin embargo, Jeremías también proclamó claramente el evangelio. Él predijo la venida del Salvador Dios-hombre, quien sería el “renuevo justo” de David y “Yahveh, justicia nuestra” (23:5,6; 33:15,16). A través de Jeremías, Dios prometió el perdón de los pecados del Antiguo Testamento (31:31-34). Lamentaciones registra la tristeza de Jeremías, el profeta que lloró, después de la destrucción de Jerusalén en el año 586 a.C. Dios sí castiga el pecado y la incredulidad. Aquellos que argumentan de forma diferente hablan “vanas profecías y seducciones” (2:14). Sin embargo, Dios amó suficiente al mundo pecador para prometer el Salvador (Jesús). Por medio de él, las misericordias de Dios “nuevas son cada mañana” (3:23). Dios es fiel a sus promesas y además “bueno es el Señor con quienes en él confían, con todos los que lo buscan” (3:25). Ezequiel escribió su libro, por inspiración divina, durante el exilio en Babilonia. Él reprendió a la gente infiel y a los falsos profetas, pero también animó a los oprimidos con el evangelio. Predijo la venida de Cristo, el Buen Pastor y Rey (34:23; 37:24; “David” había muerto aproximadamente cuatro siglos antes). Los últimos nueve capítulos del libro están escritos en lenguaje figurado. El libro del Apocalipsis da las pistas necesarias para revelar la imagen de la iglesia del Nuevo Testamento. Daniel también escribió durante el exilio babilonio. Este libro es parte histórico (capítulos 1-6) y parte profético (capítulos 7-12). Dios fue fiel a sus promesas y permaneció con sus creyentes. Por medio de Daniel, el Señor señala el reino eterno de Cristo (2:44; 7:14,18,27). Daniel predijo la venida de Cristo, usando las mismas palabras que Jesús usó para describirse a sí mismo: “Hijo de hombre” (7:13,14). Claramente describió la resurrección de todos los muertos en el último día y el juicio final (12:2,3,13). Oseas vivió durante los últimos días del impío reino del norte de Israel. Él proclamó la dura ley y el consolador evangelio. Los israelitas trajeron destrucción sobre ellos mismos porque se rebelaron contra Dios (13:9). Sin embargo, Dios los llamó al arrepentimiento (14:1,2) y prometió rescatarlos y redimirlos de la muerte y de la tumba (13:14; 14:4; ver también 1 Corintios 15:55). Joel describió el venidero “día del Señor”. Él también predijo el derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés (2:28-32). Amós, el pastor, llamó al arrepentimiento con gran cantidad de pasajes condenadores de la ley de Dios. Sin embargo, también reveló el plan de Dios para la restauración por medio del descendiente de David, el Mesías venidero (9:11). Abdías solamente tiene un capítulo. Este libro registra la declaración de Dios contra Edom de que las naciones incrédulas (como Edom) serán destruidas, pero el reino del Señor perdurará (21; ver también Apocalipsis 11:15, el reino de Cristo) Jonás describe el amor de Dios para con los gentiles de Nínive y para con el desobediente y terco profeta: Jonás. Este libro cuenta lo que sucedió realmente, es decir, que es historia real, y no una simple parábola, como alegan algunos. Cristo usó este relato histórico y verdadero de Jonás en el estómago del gran pez como un símbolo de su resurrección de la muerte después de pasar un período similar de tiempo en la tumba (Mateo 12:40). Este libro enseña la importancia de obedecer el llamado del Señor para hacer trabajo misionero incluso entre los extranjeros. Revela la salvación de Dios (2:9) y el perdón (4:2). Resalta el asombroso poder de la Palabra de Dios. El milagro más grande del libro realmente no es que Jonás sobreviviera en el estómago de un pez, sino que el pueblo impío de Nínive se arrepintiera y creyera (3:5,10). Miqueas fue contemporáneo de Isaías. Al igual que Isaías, él claramente predijo la venida de Cristo. Su profecía más asombrosa fue la verdad sobre los orígenes del Salvador. De acuerdo con su naturaleza humana, el Salvador nacería en Belén (5:2; “Efrata” distingue la ciudad en Judá de la ciudad norteña de Belén en Zebulón). Pero, de acuerdo a su naturaleza divina, “el que gobernará a Israel”, realmente vendría de la eternidad (5:2). Nahúm significa “consuelo” y este profeta y este libro consolaron al pueblo de Dios frente a los amenazadores asirios. Dios castigaría a los opresores malvados y aliviaría el sufrimiento de su pueblo. “Yahveh es bueno, fortaleza en el día de la angustia, y conoce a los que en él confían” (1:7). ¡Verdaderamente, Dios es la fortaleza poderosa de sus creyentes! Habacuc describe una conversación entre Dios y su profeta. Los caminos de Dios no le parecían correctos al profeta. Pero los caminos de Dios están más allá de las mentes y juicios de la gente. Es mejor confiar en el Señor, porque el “justo por su fe vivirá” (2:4; ver también Romanos 1:17; Gálatas 3:11; Hebreos 10:37,38). Sofonías predijo la venida del día del juicio. Los impíos incrédulos serán castigados, pero “un pueblo humilde y pobre, el cual confiará en el nombre de Jehová” será perdonado y salvado (3:12). Hageo fue el primer profeta que escribió después de que los judíos volvieron del exilio en Babilonia. Él animó al pueblo a reconstruir el templo porque Dios había seleccionado especialmente este lugar para que su pueblo lo adorara. El Salvador vendría a este templo (2:9; ver también Malaquías 3:1). Zacarías también escribió después de que los exiliados volvieron de Babilonia. Él registró muchas profecías sobre el Salvador que vendría, y por eso a veces se le llama el profeta de la Semana Santa. Él reveló que el Salvador sería Rey y Sacerdote (6:12,13). Él predijo la humilde llegada en asno de nuestro Señor a Jerusalén el domingo de Ramos (9:9,10) y que el Salvador sería “traspasado” (12:10). El Pastor divinohumano sería herido y matado (13:7). El Salvador proporcionaría “aguas vivas” (14:8), y su nombre sería el “único” que salva (14:9; ver también Hechos 4:12). Malaquías significa “mi mensajero” y registra varias verdades claves sobre el Salvador venidero antes de que el Antiguo Testamento llegue a su final. En este libro, Dios reveló la venida de Juan el Bautista y la llegada del Salvador al templo (3:1). Malaquías anunció que “nacerá el sol de justicia y en sus alas traerá salvación” (4:2). Este Salvador traería gran gozo a los corazones de los creyentes (ver Lucas 1:78 en el cántico de Zacarías). Pero primero, el “profeta Elías” debe venir a preparar el camino (4:5; Mateo 11:11-14; Lucas 1:17). b. Las Escrituras del Nuevo Testamento 1.1 Los libros históricos Los relatos de los cuatro evangelios y Hechos Mateo fue un apóstol y evangelista. Este relato del evangelio, con sus muchas citas de las Escrituras del Antiguo Testamento, está dirigido particularmente a aquellos que conocen y aprecian el Antiguo Testamento. Cuando Mateo habló de la vida, enseñanza, sufrimiento, muerte y resurrección de Cristo, no explicó las costumbres ni prácticas judías. Parece posible, entonces, que Mateo escribiera teniendo en mente lectores judíos. Sin embargo, Mateo 20:28 demuestra que el Salvador vino para pagar el rescate por todos. La escritura inspirada de Mateo demuestra que Jesús es el cumplimiento de las promesas del Salvador del Antiguo Testamento. Marcos, el autor inspirado de este evangelio, fue estudiante del apóstol Pedro (1 Pedro 5:13). Ya que Marcos sí explicó las costumbres judías (por ejemplo 7:3,4,11), parece claro que este relato tuvo primero la intención de llegar a lectores que no fueran de procedencia judía. Marcos tendió a registrar las acciones de nuestro Salvador más que sus palabras, aunque no las desatendió. Un pasaje famoso es Marcos 16:16: “El que crea y sea bautizado, será salvo; pero el que no crea, será condenado”. El evangelio según Marcos enfatiza que Jesús es el poderoso Hijo de Dios. Lucas fue un médico y compañero del apóstol Pablo (Colosenses 4:14). Este evangelio enfatiza la universalidad de la redención de nuestro Salvador. Mientras Mateo fue movido a rastrear la genealogía de nuestro Salvador desde Abraham, Lucas la rastreó desde Adán. Lucas enfatizó el papel especial de las mujeres y describió el famoso relato del nacimiento de nuestro Salvador. Además, él registró más parábolas que los otros evangelios. Lucas 24:46,47 da el resumen de nuestro Salvador de las Escrituras: “Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciera y resucitara de los muertos al tercer día; y que se predicara en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén”. Este evangelio pone el énfasis en el hecho de que Jesús vino a buscar y a salvar a todos los perdidos. Juan fue el apóstol a quien Jesús amaba. Él escribió en una fecha posterior a la de los escritores de los otros tres evangelios y tendió a evitar la repetición de lo que ya estaba incluido en los otros tres relatos. Juan 20:31 da el propósito de este evangelio y de las Escrituras en general: “Estas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre”. Juan enfatizó que Jesús es el verdadero Dios (capítulo 1) y el Salvador del mundo (capítulo 3). Él incluyó algunos mensajes más largos de nuestro Señor y escribió la historia inspirada del sufrimiento, muerte y resurrección de nuestro Salvador. Juan registró la afirmación triunfante de nuestro Salvador en la cruz: “¡Consumado es!” (19:30), después de que había hecho el perfecto sacrificio por el pecado. Este evangelio resalta la verdad de que Jesús es el verdadero Dios en carne y el único camino a la vida eterna. Hechos fue escrito por Lucas y retoma en el lugar donde queda el evangelio según Lucas. Ambos registran la ascensión de Cristo. Entonces el libro de Hechos continúa contando la historia temprana de la iglesia cristiana, con especial énfasis primero en el trabajo misionero del apóstol Pedro y luego en el del apóstol Pablo. Este libro proclama el evangelio de Jesucristo. “En ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (4:12). Relata cómo los siervos de Dios proclamaron ese evangelio a otros. Aunque este libro cierra con la predicación del evangelio en Roma por parte de Pablo, la historia del trabajo misionero no terminará hasta que Cristo vuelva el día del juicio. 1.2 Las Epístolas (o “cartas”) Las 13 epístolas de Pablo Romanos nos introduce a las epístolas de Pablo. Esta carta presenta un resumen más completo de la doctrina cristiana que cualquier otro libro de la Biblia. De manera ordenada, presenta instrucción sobre la ley y el evangelio, la justificación (cómo Cristo Jesús nos salvó del pecado) y la santificación (cómo nosotros los creyentes servimos a nuestro Salvador con agradecimiento). Presenta la ley a los gentiles y a los judíos, demostrando que todos somos culpables del pecado ante Dios. La transición viene en Romanos 3:19-24. El evangelio proclama las buenas nuevas de que, aunque todos merecemos la muerte eterna por parte de Dios, él nos dio la salvación a todos por medio de Jesucristo. Hay muchos pasajes memorables, pero el más famoso puede ser Romanos 3:28 que tiene las palabras: “Concluimos, pues, que el hombre es justificado por la fe sin las obras de la Ley”. Después de numerosos pasajes consoladores del evangelio, Pablo habló sobre la dificultad que había en tratar de llevar una vida piadosa (capítulo 7). Sin embargo, a pesar de nuestros pecados y de nuestra naturaleza pecaminosa, “ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (8:1). Esta epístola está repleta de instrucción. “Las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que, por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza” (15:4). Primera de Corintios es la primera carta inspirada del apóstol Pablo a la congregación de Corinto donde había muchos problemas doctrinales. Tantos de los temas son aplicables a situaciones en los Estados Unidos de hoy en día, que bien se puede dar a esta carta el sobrenombre de “carta a los americanos”. Aquí el apóstol hizo énfasis en que el pueblo debe estar unido en la doctrina (1:10), unido bajo la cruz de Cristo (1:18; 2:2), y unido sobre la base de Jesucristo (capítulo 3). Pablo explicó lo que es un ministro y lo que no es. explicó que la tarea de un ministro público es predicar fielmente el mensaje de Cristo crucificado (2:2; 4:2). Proveyó la Palabra de Dios sobre asuntos de disciplina de la iglesia (capítulo 5). Respondió la pregunta sobre la homosexualidad y la inmoralidad sexual (6:9-20). Discutió asuntos que involucran el matrimonio. Explicó la libertad cristiana. Enseñó la doctrina de la Santa Cena y dio las bases para nuestra práctica de la comunión cerrada (10:16,17; 11:26-29). El capítulo 13 es el famoso “capítulo del amor”, el cual describe cómo los cristianos deben usar sus dones espirituales. El inspirado apóstol incluso trató el difícil tema del papel de los hombres y las mujeres (11:3; 14:33-40). El capítulo 15 es el magnífico capítulo de la Biblia sobre la resurrección. El capítulo 16 incluye una breve lección sobre mayordomía cristiana. ¡Hoy en día esta epístola verdaderamente merece una lectura cuidadosa! Segunda de Corintios es la consecuencia de la epístola anterior. Aquí Pablo explicó el ministerio del evangelio. El perdón debe ser proclamado al pecador arrepentido. El evangelio es que “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados” (5:19). Esta epístola particularmente enfatiza la mayordomía cristiana (capítulos 8,9). Pablo defendió su ministerio, mencionó su aguijón de la carne, y finalmente cerró con la bendición apostólica (13:14). Gálatas fue escrita a causa de la amorosa preocupación del apóstol Pablo por las almas de los gálatas. Falsos maestros habían tratado de engañarlos para que pensaran que tenían que obedecer las leyes judías para ser justificados (“declarados inocentes”) ante Dios. El inspirado apóstol sistemáticamente sostuvo la verdad de Dios sobre la salvación de que “por las obras de la Ley nadie será justificado” (2:16). Después de todo, “si por la Ley viniera la justicia, entonces en vano murió Cristo” (2:21). Pablo declaró que somos “justificados por la fe” (3:24). Él escribió: “Vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (2:20). La Palabra de Dios es clara. Somos “justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la Ley” (2:16). Efesios es la epístola de Pablo que describe la iglesia. Dios escogió a su pueblo para que fuera suyo “antes de la fundación del mundo” (1:4). Dios salvó a su pueblo “por gracia” y “por medio de la fe” (2:8). La iglesia está integrada por creyentes, y no importa si son de descendencia gentil o judía. La iglesia está construida sobre Cristo y sobre su Palabra salvadora. Cristo redimió a la iglesia (capítulos 1-3) y por eso la iglesia sirve a él con agradecimiento (capítulos 4-6). Filipenses toma su nombre de los cristianos de Filipos, los cuales eran muy queridos por Pablo. Mientras él estaba preso en Roma, esta congregación le había mandado un regalo. Pablo escribió esta carta para instar a estos creyentes de Filipos: “gozaos en el Señor” (3:1; 4:4). El capítulo 2 enseña la doctrina de la humillación y la exaltación de Cristo. Los cristianos pueden alegrarse en cualquier situación porque Cristo se humilló a sí mismo para pagar todos los pecados en la cruz y ahora mismo es exaltado como Señor sobre todo. Colosenses enfatiza la persona y oficio de Jesucristo (1:15- 20). “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad” (2:9). Solamente Cristo puede hacer “la paz mediante la sangre de su cruz” (1:20). De nuevo, Pablo defendió el evangelio puro contra el énfasis de los falsos maestros en la ley. La ley no tiene lugar en el área de la justificación (cómo Cristo nos salvó). Sin embargo, el apóstol sí aplicó la ley en el área de la santificación (cómo los cristianos agradecidamente sirven a Cristo). Primera de Tesalonicenses fue escrita con un ojo puesto en el día del juicio, porque todos los capítulos concluyen con un recordatorio del último día en que Cristo vuelva (1:10; 2:19; 3:13; 4:13-18; 5:23). Pablo agradeció a Dios que los creyentes Tesalonicenses estuvieran “firmes en el Señor” (3:8). Después de todo, Cristo puede volver en cualquier momento (5:1,2), y solamente los creyentes estarán listos. “Dios no nos ha puesto para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, quien murió por nosotros para que ya sea que vigilemos, o que durmamos, vivamos juntamente con él” (5:9,10). Segunda de Tesalonicenses continúa el énfasis en el regreso de Cristo en el día del juicio. Los creyentes entrarán al reino de Dios, mientras que “los que no conocieron a Dios” recibirán castigo eterno (1:8,9). El Anticristo es el “el hombre del pecado” del capítulo 2. La razón por la cual el que se autodenomina el “vicario de Cristo” en Roma ha podido engañar a tanta gente es que ellos “no recibieron el amor de la verdad para ser salvos” (2:10). En antídoto para el veneno del Anticristo es “[estar] firmes y [retener] la doctrina que habéis aprendido” de la Escritura (2:15). En última instancia, la salvación del creyente está en las manos de Dios, quien lo escogió y lo llamó a la fe (2:13,14). 1.3 Epístolas Pastorales Primera de Timoteo es la primera de las llamadas epístolas pastorales de Pablo (junto con 2 Timoteo y Tito). Pablo escribió para instruir a su pupilo Timoteo quien servía como pastor en Éfeso. Él advirtió al joven pastor que estuviera en guardia contra las falsas enseñanzas (1:3-7; 4:1-8; 6:3-5,20,21). Además, lo instruyó en los requisitos para el ministerio público (capítulo 3; ver también 2:11,12). También lo animó, como lo hace con el lector, con claros pasajes del evangelio. Pablo escribió: “Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero” (1:15). Segunda de Timoteo es la última de las epístolas de Pablo, escrita cerca del final de la vida del gran apóstol. Él animó al pastor Timoteo a que fuera fiel. En cuanto a Pablo, él estaba listo para morir, “seguro” de la protección y salvación de Dios (1:12). Una vez más Pablo advirtió a Timoteo sobre los falsos maestros, porque “su palabra carcomerá como gangrena” (2:17). Pablo describió los tiempos del fin (capítulo 3). Le encargó a Timoteo que predicara la Palabra (4:2). Los pastores y las iglesias de hoy en día harían bien en leer y estudiar estas epístolas con su mirada en el ministerio pastoral. Tito también es una epístola pastoral, ya que Tito era pastor en Creta. Como con Timoteo, el inspirado apóstol estaba siempre preocupado por la doctrina. Pablo escribió a Tito: “Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina” (2:1). Un pastor debe ser “retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen” (1:9). Los cristianos no deben meterse con los falsos maestros. “Al que cause divisiones, después de una y otra amonestación deséchalo” (3:10). Pablo proclamó el evangelio. “Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo, nuestro Salvador, para que, justificados por su gracia, llegáramos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna” (3:5-7). Filemón es aun otra epístola de Pablo. Es una carta muy breve de sólo un capítulo. Pablo escribió a Filemón, un dueño de esclavos, instándolo a darle la bienvenida a Onésimo, su esclavo que regresaba, como un “hermano amado” (versículo 16). Hebreos audazmente declara que Cristo Jesús es superior a los ángeles, a Moisés, y a los sacerdotes judíos. Aunque Jesús es el verdadero Dios (1:8), él adoptó la forma de carne humana para destruir al diablo y “expiar los pecados del pueblo” (2:17). Este Dios- hombre, Jesucristo, tuvo que sufrir y morir para salvar a los pecadores, porque “sin derramamiento de sangre no hay remisión” (9:22). Este Cristo lo hizo “una vez para siempre” (9:26-28). El capítulo 11 es el famoso capítulo sobre la fe. El capítulo 12 le da sentido a las dificultades que soportan los creyentes. El capítulo 13 declara la naturaleza eterna de Cristo, quien es el mismo en el pasado, en el presente, y en el futuro (13:8). 1.4 Las Epístolas Generales o Universales Santiago, el medio hermano de Jesús, escribió esta carta para animar a los cristianos llevar una vida santificada. La fe que no produce frutos está muerta y realmente no es fe en absoluto. Primera de Pedro, la primera epístola del famoso apóstol con ese nombre, anima a los cristianos a mantenerse firmes en la verdadera gracia de Dios (5:12). Muchas verdades de la doctrina cristiana pueden encontrarse en esta epístola, como el sacerdocio real de todos los creyentes (2:9) y el hecho de que el bautismo “salva” (3:21). Los creyentes deben resistir al diablo al estar “firmes en la fe”, mientras confían en que Dios los “perfeccione, afirme, fortalezca y establezca” (5:8-11). Segunda de Pedro fue escrita por Pedro cerca del fin de su vida. Él animó los lectores a recordar las verdaderas enseñanzas de los apóstoles (1:12-15). Advirtió contra los falsos maestros, y anhelaba el día del juicio. Habló acerca de las Escrituras y las epístolas de Pablo (3:15,16). Hasta el fin del mundo, los creyentes necesitan aprender las Escrituras para continuar creciendo “en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (3:18). Primera de Juan comienza con palabras similares al evangelio según Juan. Por medio del apóstol Juan, el Espíritu Santo reveló el evangelio en una forma simple. “Jesucristo, el justo… es la propiciación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (2:1,2). Juan ligó el fin de la Biblia con el mero comienzo. “El diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo” (3:8). Dios amó al mundo suficientemente para enviar al Salvador (4:10). Esto lleva a los creyentes al amor, porque “nosotros lo amamos a él porque él nos amó primero” (4:19). ¿Por qué fue escrita esta carta? El versículo 13 del capítulo 5 dice: “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios”. Segunda de Juan advierte contra apoyar las “malas obras” de los falsos maestros de cualquier manera (versículos 10,11). Dios no quiere que su pueblo exprese compañerismo con falsos maestros. Tercera de Juan gozosamente anima a apoyar el trabajo misionero de los que enseñan la Palabra de Dios en toda su verdad y pureza (versículo 8). Dios quiere que la gente exprese compañerismo con los que enseñan la doctrina cristiana pura. Judas, un hermano de Santiago y medio hermano de Jesucristo, instó a