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This document is the first chapter of the encyclical Laudato Si', written by Pope Francis. It discusses the current state of our planet and the importance of considering the impact of human actions on the environment and the future of humanity.

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CARTA ENCÍCLICA LAUDATO SI’ DEL SANTO PADRE FRANCISCO SOBRE EL CUIDADO DE LA CASA COMÚN CAPÍTULO PRIMERO LO QUE LE  ESTÁ PASANDO A  NUESTRA CASA 17. Las reflexiones teológicas o filosóficas sobre la situación de la humanidad y del...

CARTA ENCÍCLICA LAUDATO SI’ DEL SANTO PADRE FRANCISCO SOBRE EL CUIDADO DE LA CASA COMÚN CAPÍTULO PRIMERO LO QUE LE  ESTÁ PASANDO A  NUESTRA CASA 17. Las reflexiones teológicas o filosóficas sobre la situación de la humanidad y del mundo pueden sonar a mensaje repetido y abstracto si no se pre- sentan nuevamente a partir de una confrontación con el contexto actual, en lo que tiene de inédito para la historia de la humanidad. Por eso, antes de reconocer cómo la fe aporta nuevas motivaciones y exigencias frente al mundo del cual formamos parte, propongo detenernos brevemente a consi- derar lo que le está pasando a nuestra casa común. 18. A la continua aceleración de los cambios de la humanidad y del planeta se une hoy la inten- sificación de ritmos de vida y de trabajo, en eso que algunos llaman « rapidación ». Si bien el cam- bio es parte de la dinámica de los sistemas com- plejos, la velocidad que las acciones humanas le imponen hoy contrasta con la natural lentitud de la evolución biológica. A esto se suma el proble- ma de que los objetivos de ese cambio veloz y constante no necesariamente se orientan al bien común y a un desarrollo humano, sostenible e in- tegral. El cambio es algo deseable, pero se vuelve preocupante cuando se convierte en deterioro del mundo y de la calidad de vida de gran parte de la humanidad. 17 19. Después de un tiempo de confianza irra- cional en el progreso y en la capacidad humana, una parte de la sociedad está entrando en una etapa de mayor conciencia. Se advierte una cre- ciente sensibilidad con respecto al ambiente y al cuidado de la naturaleza, y crece una sincera y dolorosa preocupación por lo que está ocurrien- do con nuestro planeta. Hagamos un recorrido, que será ciertamente incompleto, por aquellas cuestiones que hoy nos provocan inquietud y que ya no podemos esconder debajo de la alfombra. El objetivo no es recoger información o saciar nuestra curiosidad, sino tomar dolorosa concien- cia, atrevernos a convertir en sufrimiento perso- nal lo que le pasa al mundo, y así reconocer cuál es la contribución que cada uno puede aportar. I. Contaminación y cambio climático Contaminación, basura y cultura del descarte 20. Existen formas de contaminación que afec- tan cotidianamente a las personas. La exposición a los contaminantes atmosféricos produce un amplio espectro de efectos sobre la salud, espe- cialmente de los más pobres, provocando mi- llones de muertes prematuras. Se enferman, por ejemplo, a causa de la inhalación de elevados ni- veles de humo que procede de los combustibles que utilizan para cocinar o para calentarse. A ello se suma la contaminación que afecta a todos, de- bida al transporte, al humo de la industria, a los depósitos de sustancias que contribuyen a la aci- 18 dificación del suelo y del agua, a los fertilizantes, insecticidas, fungicidas, controladores de malezas y agrotóxicos en general. La tecnología que, liga- da a las finanzas, pretende ser la única solución de los problemas, de hecho suele ser incapaz de ver el misterio de las múltiples relaciones que existen entre las cosas, y por eso a veces resuelve un problema creando otros. 21. Hay que considerar también la contami- nación producida por los residuos, incluyendo los desechos peligrosos presentes en distintos ambientes. Se producen cientos de millones de toneladas de residuos por año, muchos de ellos no biodegradables: residuos domiciliarios y co- merciales, residuos de demolición, residuos clíni- cos, electrónicos e industriales, residuos altamen- te tóxicos y radioactivos. La tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería. En muchos lugares del planeta, los ancianos añoran los paisajes de otros tiempos, que ahora se ven inundados de basura. Tanto los residuos industriales como los produc- tos químicos utilizados en las ciudades y en el agro pueden producir un efecto de bioacumula- ción en los organismos de los pobladores de zo- nas cercanas, que ocurre aun cuando el nivel de presencia de un elemento tóxico en un lugar sea bajo. Muchas veces se toman medidas sólo cuan- do se han producido efectos irreversibles para la salud de las personas. 19 22. Estos problemas están íntimamente ligados a la cultura del descarte, que afecta tanto a los seres humanos excluidos como a las cosas que rápidamente se convierten en basura. Advirta- mos, por ejemplo, que la mayor parte del papel que se produce se desperdicia y no se recicla. Nos cuesta reconocer que el funcionamiento de los ecosistemas naturales es ejemplar: las plantas sintetizan nutrientes que alimentan a los herbí- voros; estos a su vez alimentan a los seres carní- voros, que proporcionan importantes cantidades de residuos orgánicos, los cuales dan lugar a una nueva generación de vegetales. En cambio, el sis- tema industrial, al final del ciclo de producción y de consumo, no ha desarrollado la capacidad de absorber y reutilizar residuos y desechos. Toda- vía no se ha logrado adoptar un modelo circular de producción que asegure recursos para todos y para las generaciones futuras, y que supone limi- tar al máximo el uso de los recursos no renova- bles, moderar el consumo, maximizar la eficiencia del aprovechamiento, reutilizar y reciclar. Abor- dar esta cuestión sería un modo de contrarrestar la cultura del descarte, que termina afectando al planeta entero, pero observamos que los avances en este sentido son todavía muy escasos. El clima como bien común 23. El clima es un bien común, de todos y para todos. A nivel global, es un sistema complejo relacionado con muchas condiciones esenciales para la vida humana. Hay un consenso científico 20 muy consistente que indica que nos encontramos ante un preocupante calentamiento del sistema climático. En las últimas décadas, este calenta- miento ha estado acompañado del constante crecimiento del nivel del mar, y además es difícil no relacionarlo con el aumento de eventos me- teorológicos extremos, más allá de que no pueda atribuirse una causa científicamente determina- ble a cada fenómeno particular. La humanidad está llamada a tomar conciencia de la necesidad de realizar cambios de estilos de vida, de produc- ción y de consumo, para combatir este calenta- miento o, al menos, las causas humanas que lo producen o acentúan. Es verdad que hay otros factores (como el vulcanismo, las variaciones de la órbita y del eje de la Tierra o el ciclo so- lar), pero numerosos estudios científicos señalan que la mayor parte del calentamiento global de las últimas décadas se debe a la gran concentra- ción de gases de efecto invernadero (dióxido de carbono, metano, óxidos de nitrógeno y otros) emitidos sobre todo a causa de la actividad hu- mana. Al concentrarse en la atmósfera, impiden que el calor producido por los rayos solares so- bre la superficie de la tierra se disperse en el es- pacio. Esto se ve potenciado especialmente por el patrón de desarrollo basado en el uso intensivo de combustibles fósiles, que hace al corazón del sistema energético mundial. También ha incidido el aumento en la práctica del cambio de usos del suelo, principalmente la deforestación para agri- cultura. 21 24. A su vez, el calentamiento tiene efectos so- bre el ciclo del carbono. Crea un círculo vicioso que agrava aún más la situación, y que afectará la disponibilidad de recursos imprescindibles como el agua potable, la energía y la producción agríco- la de las zonas más cálidas, y provocará la extin- ción de parte de la biodiversidad del planeta. El derretimiento de los hielos polares y de planicies de altura amenaza con una liberación de alto ries- go de gas metano, y la descomposición de la ma- teria orgánica congelada podría acentuar todavía más la emanación de dióxido de carbono. A su vez, la pérdida de selvas tropicales empeora las cosas, ya que ayudan a mitigar el cambio climá- tico. La contaminación que produce el dióxido de carbono aumenta la acidez de los océanos y compromete la cadena alimentaria marina. Si la actual tendencia continúa, este siglo podría ser testigo de cambios climáticos inauditos y de una destrucción sin precedentes de los ecosistemas, con graves consecuencias para todos nosotros. El crecimiento del nivel del mar, por ejemplo, puede crear situaciones de extrema gravedad si se tiene en cuenta que la cuarta parte de la po- blación mundial vive junto al mar o muy cerca de él, y la mayor parte de las megaciudades están situadas en zonas costeras. 25. El cambio climático es un problema global con graves dimensiones ambientales, sociales, económicas, distributivas y políticas, y plantea uno de los principales desafíos actuales para la 22 humanidad. Los peores impactos probablemente recaerán en las próximas décadas sobre los paí- ses en desarrollo. Muchos pobres viven en lu- gares particularmente afectados por fenómenos relacionados con el calentamiento, y sus medios de subsistencia dependen fuertemente de las re- servas naturales y de los servicios ecosistémicos, como la agricultura, la pesca y los recursos fo- restales. No tienen otras actividades financieras y otros recursos que les permitan adaptarse a los impactos climáticos o hacer frente a situaciones catastróficas, y poseen poco acceso a servicios sociales y a protección. Por ejemplo, los cambios del clima originan migraciones de animales y ve- getales que no siempre pueden adaptarse, y esto a su vez afecta los recursos productivos de los más pobres, quienes también se ven obligados a migrar con gran incertidumbre por el futuro de sus vidas y de sus hijos. Es trágico el aumento de los migrantes huyendo de la miseria empeo- rada por la degradación ambiental, que no son reconocidos como refugiados en las convencio- nes internacionales y llevan el peso de sus vidas abandonadas sin protección normativa alguna. Lamentablemente, hay una general indiferencia ante estas tragedias, que suceden ahora mismo en distintas partes del mundo. La falta de reacciones ante estos dramas de nuestros hermanos y her- manas es un signo de la pérdida de aquel sentido de responsabilidad por nuestros semejantes so- bre el cual se funda toda sociedad civil. 23 26. Muchos de aquellos que tienen más recur- sos y poder económico o político parecen con- centrarse sobre todo en enmascarar los proble- mas o en ocultar los síntomas, tratando sólo de reducir algunos impactos negativos del cambio climático. Pero muchos síntomas indican que esos efectos podrán ser cada vez peores si conti- nuamos con los actuales modelos de producción y de consumo. Por eso se ha vuelto urgente e imperioso el desarrollo de políticas para que en los próximos años la emisión de dióxido de car- bono y de otros gases altamente contaminantes sea reducida drásticamente, por ejemplo, reem- plazando la utilización de combustibles fósiles y desarrollando fuentes de energía renovable. En el mundo hay un nivel exiguo de acceso a energías limpias y renovables. Todavía es necesario desa- rrollar tecnologías adecuadas de acumulación. Sin embargo, en algunos países se han dado avances que comienzan a ser significativos, aunque estén lejos de lograr una proporción importante. Tam- bién ha habido algunas inversiones en formas de producción y de transporte que consumen me- nos energía y requieren menos cantidad de ma- teria prima, así como en formas de construcción o de saneamiento de edificios para mejorar su eficiencia energética. Pero estas buenas prácticas están lejos de generalizarse. II. La cuestión del agua 27. Otros indicadores de la situación actual tie- nen que ver con el agotamiento de los recursos 24 naturales. Conocemos bien la imposibilidad de sostener el actual nivel de consumo de los paí- ses más desarrollados y de los sectores más ricos de las sociedades, donde el hábito de gastar y ti- rar alcanza niveles inauditos. Ya se han rebasado ciertos límites máximos de explotación del pla- neta, sin que hayamos resuelto el problema de la pobreza. 28. El agua potable y limpia representa una cuestión de primera importancia, porque es in- dispensable para la vida humana y para sustentar los ecosistemas terrestres y acuáticos. Las fuen- tes de agua dulce abastecen a sectores sanitarios, agropecuarios e industriales. La provisión de agua permaneció relativamente constante durante mu- cho tiempo, pero ahora en muchos lugares la de- manda supera a la oferta sostenible, con graves consecuencias a corto y largo término. Grandes ciudades que dependen de un importante nivel de almacenamiento de agua, sufren períodos de dis- minución del recurso, que en los momentos crí- ticos no se administra siempre con una adecuada gobernanza y con imparcialidad. La pobreza del agua social se da especialmente en África, donde grandes sectores de la población no acceden al agua potable segura, o padecen sequías que di- ficultan la producción de alimentos. En algunos países hay regiones con abundante agua y al mis- mo tiempo otras que padecen grave escasez. 29. Un problema particularmente serio es el de la calidad del agua disponible para los pobres, 25 que provoca muchas muertes todos los días. En- tre los pobres son frecuentes enfermedades rela- cionadas con el agua, incluidas las causadas por microorganismos y por sustancias químicas. La diarrea y el cólera, que se relacionan con servi- cios higiénicos y provisión de agua inadecuados, son un factor significativo de sufrimiento y de mortalidad infantil. Las aguas subterráneas en muchos lugares están amenazadas por la conta- minación que producen algunas actividades ex- tractivas, agrícolas e industriales, sobre todo en países donde no hay una reglamentación y con- troles suficientes. No pensemos solamente en los vertidos de las fábricas. Los detergentes y pro- ductos químicos que utiliza la población en mu- chos lugares del mundo siguen derramándose en ríos, lagos y mares. 30. Mientras se deteriora constantemente la calidad del agua disponible, en algunos lugares avanza la tendencia a privatizar este recurso es- caso, convertido en mercancía que se regula por las leyes del mercado. En realidad, el acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamen- tal y universal, porque determina la sobrevivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos. Este mundo tiene una grave deuda social con los pobres que no tienen acceso al agua potable, porque eso es negarles el de- recho a la vida radicado en su dignidad inalienable. Esa deuda se salda en parte con más aportes econó- micos para proveer de agua limpia y saneamiento 26 a los pueblos más pobres. Pero se advierte un derroche de agua no sólo en países desarrolla- dos, sino también en aquellos menos desarrolla- dos que poseen grandes reservas. Esto muestra que el problema del agua es en parte una cuestión educativa y cultural, porque no hay conciencia de la gravedad de estas conductas en un contexto de gran inequidad. 31. Una mayor escasez de agua provocará el aumento del costo de los alimentos y de distin- tos productos que dependen de su uso. Algunos estudios han alertado sobre la posibilidad de su- frir una escasez aguda de agua dentro de pocas décadas si no se actúa con urgencia. Los impac- tos ambientales podrían afectar a miles de millo- nes de personas, pero es previsible que el control del agua por parte de grandes empresas mundia- les se convierta en una de las principales fuentes de conflictos de este siglo.23 III. Pérdida de biodiversidad 32. Los recursos de la tierra también están sien- do depredados a causa de formas inmediatistas de entender la economía y la actividad comercial y productiva. La pérdida de selvas y bosques im- plica al mismo tiempo la pérdida de especies que podrían significar en el futuro recursos suma- mente importantes, no sólo para la alimentación, 23 Cf. Saludo al personal de la FAO (20 noviembre 2014): AAS 106 (2014), 985. 27 sino también para la curación de enfermedades y para múltiples servicios. Las diversas especies contienen genes que pueden ser recursos claves para resolver en el futuro alguna necesidad hu- mana o para regular algún problema ambiental. 33. Pero no basta pensar en las distintas espe- cies sólo como eventuales « recursos » explotables, olvidando que tienen un valor en sí mismas. Cada año desaparecen miles de especies vegetales y ani- males que ya no podremos conocer, que nuestros hijos ya no podrán ver, perdidas para siempre. La inmensa mayoría se extinguen por razones que tie- nen que ver con alguna acción humana. Por nues- tra causa, miles de especies ya no darán gloria a Dios con su existencia ni podrán comunicarnos su propio mensaje. No tenemos derecho. 34. Posiblemente nos inquieta saber de la ex- tinción de un mamífero o de un ave, por su ma- yor visibilidad. Pero para el buen funcionamien- to de los ecosistemas también son necesarios los hongos, las algas, los gusanos, los insectos, los reptiles y la innumerable variedad de microorga- nismos. Algunas especies poco numerosas, que suelen pasar desapercibidas, juegan un rol crítico fundamental para estabilizar el equilibrio de un lugar. Es verdad que el ser humano debe interve- nir cuando un geosistema entra en estado crítico, pero hoy el nivel de intervención humana en una realidad tan compleja como la naturaleza es tal, que los constantes desastres que el ser humano ocasiona provocan una nueva intervención suya, 28 de tal modo que la actividad humana se hace om- nipresente, con todos los riesgos que esto im- plica. Suele crearse un círculo vicioso donde la intervención del ser humano para resolver una dificultad muchas veces agrava más la situación. Por ejemplo, muchos pájaros e insectos que des- aparecen a causa de los agrotóxicos creados por la tecnología son útiles a la misma agricultura, y su desaparición deberá ser sustituida con otra in- tervención tecnológica, que posiblemente traerá nuevos efectos nocivos. Son loables y a veces ad- mirables los esfuerzos de científicos y técnicos que tratan de aportar soluciones a los problemas creados por el ser humano. Pero mirando el mun- do advertimos que este nivel de intervención hu- mana, frecuentemente al servicio de las finanzas y del consumismo, hace que la tierra en que vivi- mos en realidad se vuelva menos rica y bella, cada vez más limitada y gris, mientras al mismo tiem- po el desarrollo de la tecnología y de las ofertas de consumo sigue avanzando sin límite. De este modo, parece que pretendiéramos sustituir una belleza irreemplazable e irrecuperable, por otra creada por nosotros. 35. Cuando se analiza el impacto ambiental de algún emprendimiento, se suele atender a los efectos en el suelo, en el agua y en el aire, pero no siempre se incluye un estudio cuidadoso sobre el impacto en la biodiversidad, como si la pér- dida de algunas especies o de grupos animales o vegetales fuera algo de poca relevancia. Las ca- 29 rreteras, los nuevos cultivos, los alambrados, los embalses y otras construcciones van tomando posesión de los hábitats y a veces los fragmentan de tal manera que las poblaciones de animales ya no pueden migrar ni desplazarse libremente, de modo que algunas especies entran en riesgo de extinción. Existen alternativas que al menos mi- tigan el impacto de estas obras, como la creación de corredores biológicos, pero en pocos países se advierte este cuidado y esta previsión. Cuando se explotan comercialmente algunas especies, no siempre se estudia su forma de crecimiento para evitar su disminución excesiva con el consiguien- te desequilibrio del ecosistema. 36. El cuidado de los ecosistemas supone una mirada que vaya más allá de lo inmediato, porque cuando sólo se busca un rédito económico rápido y fácil, a nadie le interesa realmente su preserva- ción. Pero el costo de los daños que se ocasionan por el descuido egoísta es muchísimo más alto que el beneficio económico que se pueda obtener. En el caso de la pérdida o el daño grave de algunas es- pecies, estamos hablando de valores que exceden todo cálculo. Por eso, podemos ser testigos mu- dos de gravísimas inequidades cuando se pretende obtener importantes beneficios haciendo pagar al resto de la humanidad, presente y futura, los altísi- mos costos de la degradación ambiental. 37. Algunos países han avanzado en la preser- vación eficaz de ciertos lugares y zonas –en la 30 tierra y en los océanos– donde se prohíbe toda intervención humana que pueda modificar su fi- sonomía o alterar su constitución original. En el cuidado de la biodiversidad, los especialistas in- sisten en la necesidad de poner especial atención a las zonas más ricas en variedad de especies, en especies endémicas, poco frecuentes o con menor grado de protección efectiva. Hay luga- res que requieren un cuidado particular por su enorme importancia para el ecosistema mundial, o que constituyen importantes reservas de agua y así aseguran otras formas de vida. 38. Mencionemos, por ejemplo, esos pulmones del planeta repletos de biodiversidad que son la Amazonia y la cuenca fluvial del Congo, o los grandes acuíferos y los glaciares. No se ignora la importancia de esos lugares para la totalidad del planeta y para el futuro de la humanidad. Los ecosistemas de las selvas tropicales tienen una biodiversidad con una enorme complejidad, casi imposible de reconocer integralmente, pero cuando esas selvas son quemadas o arrasadas para desarrollar cultivos, en pocos años se pierden in- numerables especies, cuando no se convierten en áridos desiertos. Sin embargo, un delicado equi- librio se impone a la hora de hablar sobre estos lugares, porque tampoco se pueden ignorar los enormes intereses económicos internacionales que, bajo el pretexto de cuidarlos, pueden aten- tar contra las soberanías nacionales. De hecho, 31 existen « propuestas de internacionalización de la Amazonia, que sólo sirven a los intereses eco- nómicos de las corporaciones transnacionales ».24 Es loable la tarea de organismos internacionales y de organizaciones de la sociedad civil que sensi- bilizan a las poblaciones y cooperan críticamente, también utilizando legítimos mecanismos de pre- sión, para que cada gobierno cumpla con su pro- pio e indelegable deber de preservar el ambiente y los recursos naturales de su país, sin venderse a intereses espurios locales o internacionales. 39. El reemplazo de la flora silvestre por áreas forestadas con árboles, que generalmente son monocultivos, tampoco suele ser objeto de un adecuado análisis. Porque puede afectar grave- mente a una biodiversidad que no es albergada por las nuevas especies que se implantan. Tam- bién los humedales, que son transformados en terreno de cultivo, pierden la enorme biodiver- sidad que acogían. En algunas zonas costeras, es preocupante la desaparición de los ecosistemas constituidos por manglares. 40. Los océanos no sólo contienen la mayor parte del agua del planeta, sino también la mayor parte de la vasta variedad de seres vivientes, mu- chos de ellos todavía desconocidos para nosotros y amenazados por diversas causas. Por otra par- te, la vida en los ríos, lagos, mares y océanos, que 24 V Conferencia General del Episcopado Latinoame- ricano y del Caribe, Documento de Aparecida (29 junio 2007), 86. 32 alimenta a gran parte de la población mundial, se ve afectada por el descontrol en la extracción de los recursos pesqueros, que provoca disminucio- nes drásticas de algunas especies. Todavía siguen desarrollándose formas selectivas de pesca que desperdician gran parte de las especies recogidas. Están especialmente amenazados organismos ma- rinos que no tenemos en cuenta, como ciertas for- mas de plancton que constituyen un componente muy importante en la cadena alimentaria marina, y de las cuales dependen, en definitiva, especies que utilizamos para alimentarnos. 41. Adentrándonos en los mares tropicales y subtropicales, encontramos las barreras de co- ral, que equivalen a las grandes selvas de la tierra, porque hospedan aproximadamente un millón de especies, incluyendo peces, cangrejos, molus- cos, esponjas, algas, etc. Muchas de las barreras de coral del mundo hoy ya son estériles o están en un continuo estado de declinación: « ¿Quién ha convertido el maravilloso mundo marino en cementerios subacuáticos despojados de vida y de color? ».25 Este fenómeno se debe en gran par- te a la contaminación que llega al mar como re- sultado de la deforestación, de los monocultivos agrícolas, de los vertidos industriales y de méto- dos destructivos de pesca, especialmente los que utilizan cianuro y dinamita. Se agrava por el au- mento de la temperatura de los océanos. Todo 25 Conferencia de los Obispos Católicos de Filipinas, Carta pastoral What is Happening to our Beautiful Land? (29 enero 1988). 33 esto nos ayuda a darnos cuenta de que cualquier acción sobre la naturaleza puede tener conse- cuencias que no advertimos a simple vista, y que ciertas formas de explotación de recursos se ha- cen a costa de una degradación que finalmente llega hasta el fondo de los océanos. 42. Es necesario invertir mucho más en inves- tigación para entender mejor el comportamiento de los ecosistemas y analizar adecuadamente las diversas variables de impacto de cualquier modi- ficación importante del ambiente. Porque todas las criaturas están conectadas, cada una debe ser valorada con afecto y admiración, y todos los se- res nos necesitamos unos a otros. Cada territorio tiene una responsabilidad en el cuidado de esta familia, por lo cual debería hacer un cuidadoso inventario de las especies que alberga en orden a desarrollar programas y estrategias de protec- ción, cuidando con especial preocupación a las especies en vías de extinción. IV. Deterioro de la calidad de la vida humana y degradación social 43. Si tenemos en cuenta que el ser humano también es una criatura de este mundo, que tiene derecho a vivir y a ser feliz, y que además tiene una dignidad especialísima, no podemos dejar de considerar los efectos de la degradación ambien- tal, del actual modelo de desarrollo y de la cultura del descarte en la vida de las personas. 34 44. Hoy advertimos, por ejemplo, el crecimien- to desmedido y desordenado de muchas ciudades que se han hecho insalubres para vivir, debido no solamente a la contaminación originada por las emisiones tóxicas, sino también al caos urbano, a los problemas del transporte y a la contamina- ción visual y acústica. Muchas ciudades son gran- des estructuras ineficientes que gastan energía y agua en exceso. Hay barrios que, aunque hayan sido construidos recientemente, están congestio- nados y desordenados, sin espacios verdes sufi- cientes. No es propio de habitantes de este planeta vivir cada vez más inundados de cemento, asfalto, vidrio y metales, privados del contacto físico con la naturaleza. 45. En algunos lugares, rurales y urbanos, la pri- vatización de los espacios ha hecho que el acceso de los ciudadanos a zonas de particular belleza se vuelva difícil. En otros, se crean urbanizaciones « ecológicas » sólo al servicio de unos pocos, don- de se procura evitar que otros entren a molestar una tranquilidad artificial. Suele encontrarse una ciudad bella y llena de espacios verdes bien cui- dados en algunas áreas « seguras », pero no tanto en zonas menos visibles, donde viven los descar- tables de la sociedad. 46. Entre los componentes sociales del cambio global se incluyen los efectos laborales de algunas innovaciones tecnológicas, la exclusión social, la inequidad en la disponibilidad y el consumo de energía y de otros servicios, la fragmentación so- 35 cial, el crecimiento de la violencia y el surgimien- to de nuevas formas de agresividad social, el nar- cotráfico y el consumo creciente de drogas entre los más jóvenes, la pérdida de identidad. Son sig- nos, entre otros, que muestran que el crecimien- to de los últimos dos siglos no ha significado en todos sus aspectos un verdadero progreso inte- gral y una mejora de la calidad de vida. Algunos de estos signos son al mismo tiempo síntomas de una verdadera degradación social, de una si- lenciosa ruptura de los lazos de integración y de comunión social. 47. A esto se agregan las dinámicas de los me- dios del mundo digital que, cuando se convierten en omnipresentes, no favorecen el desarrollo de una capacidad de vivir sabiamente, de pensar en profundidad, de amar con generosidad. Los gran- des sabios del pasado, en este contexto, correrían el riesgo de apagar su sabiduría en medio del rui- do dispersivo de la información. Esto nos exige un esfuerzo para que esos medios se traduzcan en un nuevo desarrollo cultural de la humanidad y no en un deterioro de su riqueza más profunda. La verdadera sabiduría, producto de la reflexión, del diálogo y del encuentro generoso entre las perso- nas, no se consigue con una mera acumulación de datos que termina saturando y obnubilando, en una especie de contaminación mental. Al mismo tiempo, tienden a reemplazarse las relaciones rea- les con los demás, con todos los desafíos que im- plican, por un tipo de comunicación mediada por 36 internet. Esto permite seleccionar o eliminar las relaciones según nuestro arbitrio, y así suele gene- rarse un nuevo tipo de emociones artificiales, que tienen que ver más con dispositivos y pantallas que con las personas y la naturaleza. Los medios actua- les permiten que nos comuniquemos y que com- partamos conocimientos y afectos. Sin embargo, a veces también nos impiden tomar contacto direc- to con la angustia, con el temblor, con la alegría del otro y con la complejidad de su experiencia personal. Por eso no debería llamar la atención que, junto con la abrumadora oferta de estos pro- ductos, se desarrolle una profunda y melancólica insatisfacción en las relaciones interpersonales, o un dañino aislamiento. V. Inequidad planetaria 48. El ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos, y no podremos afrontar ade- cuadamente la degradación ambiental si no pres- tamos atención a causas que tienen que ver con la degradación humana y social. De hecho, el dete- rioro del ambiente y el de la sociedad afectan de un modo especial a los más débiles del planeta: « Tanto la experiencia común de la vida ordina- ria como la investigación científica demuestran que los más graves efectos de todas las agresio- nes ambientales los sufre la gente más pobre ».26 26 Conferencia Episcopal Boliviana, Carta pastoral so- bre medio ambiente y desarrollo humano en Bolivia El universo, don de Dios para la vida (2012), 17. 37 Por ejemplo, el agotamiento de las reservas ictíco- las perjudica especialmente a quienes viven de la pesca artesanal y no tienen cómo reemplazarla, la contaminación del agua afecta particularmente a los más pobres que no tienen posibilidad de com- prar agua envasada, y la elevación del nivel del mar afecta principalmente a las poblaciones costeras empobrecidas que no tienen a dónde trasladarse. El impacto de los desajustes actuales se manifiesta también en la muerte prematura de muchos po- bres, en los conflictos generados por falta de re- cursos y en tantos otros problemas que no tienen espacio suficiente en las agendas del mundo.27 49. Quisiera advertir que no suele haber con- ciencia clara de los problemas que afectan par- ticularmente a los excluidos. Ellos son la mayor parte del planeta, miles de millones de personas. Hoy están presentes en los debates políticos y económicos internacionales, pero frecuentemen- te parece que sus problemas se plantean como un apéndice, como una cuestión que se añade casi por obligación o de manera periférica, si es que no se los considera un mero daño colateral. De hecho, a la hora de la actuación concreta, que- dan frecuentemente en el último lugar. Ello se debe en parte a que muchos profesionales, for- madores de opinión, medios de comunicación y centros de poder están ubicados lejos de ellos, en áreas urbanas aisladas, sin tomar contacto directo 27 Cf. Conferencia Episcopal Alemana. Comisión para Asuntos Sociales, Der Klimawandel: Brennpunkt globaler, intergene- rationeller und ökologischer Gerechtigkeit (septiembre 2006), 28-30. 38 con sus problemas. Viven y reflexionan desde la comodidad de un desarrollo y de una calidad de vida que no están al alcance de la mayoría de la población mundial. Esta falta de contacto físico y de encuentro, a veces favorecida por la desinte- gración de nuestras ciudades, ayuda a cauterizar la conciencia y a ignorar parte de la realidad en análisis sesgados. Esto a veces convive con un discurso « verde ». Pero hoy no podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convier- te siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres. 50. En lugar de resolver los problemas de los pobres y de pensar en un mundo diferente, al- gunos atinan sólo a proponer una reducción de la natalidad. No faltan presiones internacionales a los países en desarrollo, condicionando ayudas económicas a ciertas políticas de « salud repro- ductiva ». Pero, « si bien es cierto que la desigual distribución de la población y de los recursos dis- ponibles crean obstáculos al desarrollo y al uso sostenible del ambiente, debe reconocerse que el crecimiento demográfico es plenamente com- patible con un desarrollo integral y solidario ».28 Culpar al aumento de la población y no al con- sumismo extremo y selectivo de algunos es un modo de no enfrentar los problemas. Se pretende 28 Consejo Pontificio Justicia y Paz, Compendio de la Doc- trina Social de la Iglesia, 483. 39 legitimar así el modelo distributivo actual, donde una minoría se cree con el derecho de consumir en una proporción que sería imposible generalizar, porque el planeta no podría ni siquiera contener los residuos de semejante consumo. Además, sa- bemos que se desperdicia aproximadamente un tercio de los alimentos que se producen, y « el ali- mento que se desecha es como si se robara de la mesa del pobre ».29 De cualquier manera, es cierto que hay que prestar atención al desequilibrio en la distribución de la población sobre el territorio, tanto en el nivel nacional como en el global, por- que el aumento del consumo llevaría a situaciones regionales complejas, por las combinaciones de problemas ligados a la contaminación ambiental, al transporte, al tratamiento de residuos, a la pér- dida de recursos, a la calidad de vida. 51. La inequidad no afecta sólo a individuos, sino a países enteros, y obliga a pensar en una ética de las relaciones internacionales. Porque hay una verdadera « deuda ecológica », particular- mente entre el Norte y el Sur, relacionada con desequilibrios comerciales con consecuencias en el ámbito ecológico, así como con el uso despro- porcionado de los recursos naturales llevado a cabo históricamente por algunos países. Las ex- portaciones de algunas materias primas para sa- tisfacer los mercados en el Norte industrializado han producido daños locales, como la contami- 29 Catequesis (5 junio 2013): L’Osservatore Romano, ed. se- manal en lengua española (7 junio 2013), p. 12. 40 nación con mercurio en la minería del oro o con dióxido de azufre en la del cobre. Especialmente hay que computar el uso del espacio ambiental de todo el planeta para depositar residuos gaseosos que se han ido acumulando durante dos siglos y han generado una situación que ahora afecta a todos los países del mundo. El calentamiento ori- ginado por el enorme consumo de algunos países ricos tiene repercusiones en los lugares más po- bres de la tierra, especialmente en África, donde el aumento de la temperatura unido a la sequía hace estragos en el rendimiento de los cultivos. A esto se agregan los daños causados por la expor- tación hacia los países en desarrollo de residuos sólidos y líquidos tóxicos, y por la actividad con- taminante de empresas que hacen en los países menos desarrollados lo que no pueden hacer en los países que les aportan capital: « Constatamos que con frecuencia las empresas que obran así son multinacionales, que hacen aquí lo que no se les permite en países desarrollados o del llamado primer mundo. Generalmente, al cesar sus activi- dades y al retirarse, dejan grandes pasivos huma- nos y ambientales, como la desocupación, pue- blos sin vida, agotamiento de algunas reservas naturales, deforestación, empobrecimiento de la agricultura y ganadería local, cráteres, cerros tri- turados, ríos contaminados y algunas pocas obras sociales que ya no se pueden sostener ».30 30 Obispos de la región de Patagonia-Comahue (Ar- gentina), Mensaje de Navidad (diciembre 2009), 2. 41 52. La deuda externa de los países pobres se ha convertido en un instrumento de control, pero no ocurre lo mismo con la deuda ecológica. De diversas maneras, los pueblos en vías de desa- rrollo, donde se encuentran las más importantes reservas de la biosfera, siguen alimentando el de- sarrollo de los países más ricos a costa de su pre- sente y de su futuro. La tierra de los pobres del Sur es rica y poco contaminada, pero el acceso a la propiedad de los bienes y recursos para satis- facer sus necesidades vitales les está vedado por un sistema de relaciones comerciales y de pro- piedad estructuralmente perverso. Es necesario que los países desarrollados contribuyan a resol- ver esta deuda limitando de manera importante el consumo de energía no renovable y aportando recursos a los países más necesitados para apoyar políticas y programas de desarrollo sostenible. Las regiones y los países más pobres tienen me- nos posibilidades de adoptar nuevos modelos en orden a reducir el impacto ambiental, porque no tienen la capacitación para desarrollar los proce- sos necesarios y no pueden cubrir los costos. Por eso, hay que mantener con claridad la conciencia de que en el cambio climático hay responsabilidades diversificadas y, como dijeron los Obispos de Es- tados Unidos, corresponde enfocarse « especial- mente en las necesidades de los pobres, débiles y vulnerables, en un debate a menudo domina- do por intereses más poderosos ».31 Necesitamos 31 Conferencia de los Obispos Católicos de los Esta- dos Unidos, Global Climate Change: A Plea for Dialogue, Prudence and the Common Good (15 junio 2001). 42 fortalecer la conciencia de que somos una sola familia humana. No hay fronteras ni barreras políticas o sociales que nos permitan aislarnos, y por eso mismo tampoco hay espacio para la globalización de la indiferencia. VI. La debilidad de las reacciones 53. Estas situaciones provocan el gemido de la hermana tierra, que se une al gemido de los abandonados del mundo, con un clamor que nos reclama otro rumbo. Nunca hemos maltratado y lastimado nuestra casa común como en los últi- mos dos siglos. Pero estamos llamados a ser los instrumentos del Padre Dios para que nuestro planeta sea lo que él soñó al crearlo y respon- da a su proyecto de paz, belleza y plenitud. El problema es que no disponemos todavía de la cultura necesaria para enfrentar esta crisis y hace falta construir liderazgos que marquen caminos, buscando atender las necesidades de las genera- ciones actuales incluyendo a todos, sin perjudicar a las generaciones futuras. Se vuelve indispen- sable crear un sistema normativo que incluya lí- mites infranqueables y asegure la protección de los ecosistemas, antes que las nuevas formas de poder derivadas del paradigma tecnoeconómico terminen arrasando no sólo con la política sino también con la libertad y la justicia. 54. Llama la atención la debilidad de la reac- ción política internacional. El sometimiento de la política ante la tecnología y las finanzas se muestra en el fracaso de las Cumbres mundiales 43 sobre medio ambiente. Hay demasiados intereses particulares y muy fácilmente el interés económi- co llega a prevalecer sobre el bien común y a ma- nipular la información para no ver afectados sus proyectos. En esta línea, el Documento de Aparecida reclama que « en las intervenciones sobre los re- cursos naturales no predominen los intereses de grupos económicos que arrasan irracionalmente las fuentes de vida ».32 La alianza entre la economía y la tecnología termina dejando afuera lo que no forme parte de sus intereses inmediatos. Así sólo podrían esperarse algunas declamaciones superfi- ciales, acciones filantrópicas aisladas, y aun esfuer- zos por mostrar sensibilidad hacia el medio am- biente, cuando en la realidad cualquier intento de las organizaciones sociales por modificar las cosas será visto como una molestia provocada por ilusos románticos o como un obstáculo a sortear. 55. Poco a poco algunos países pueden mos- trar avances importantes, el desarrollo de contro- les más eficientes y una lucha más sincera contra la corrupción. Hay más sensibilidad ecológica en las poblaciones, aunque no alcanza para modifi- car los hábitos dañinos de consumo, que no pa- recen ceder sino que se amplían y desarrollan. Es lo que sucede, para dar sólo un sencillo ejemplo, con el creciente aumento del uso y de la intensi- dad de los acondicionadores de aire. Los merca- 32 V Conferencia General del Episcopado Latinoame- ricano y del Caribe, Documento de Aparecida (29 junio 2007), 471. 44 dos, procurando un beneficio inmediato, estimu- lan todavía más la demanda. Si alguien observara desde afuera la sociedad planetaria, se asombra- ría ante semejante comportamiento que a veces parece suicida. 56. Mientras tanto, los poderes económicos continúan justificando el actual sistema mundial, donde priman una especulación y una búsqueda de la renta financiera que tienden a ignorar todo contexto y los efectos sobre la dignidad huma- na y el medio ambiente. Así se manifiesta que la degradación ambiental y la degradación humana y ética están íntimamente unidas. Muchos dirán que no tienen conciencia de realizar acciones in- morales, porque la distracción constante nos qui- ta la valentía de advertir la realidad de un mundo limitado y finito. Por eso, hoy « cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divini- zado, convertidos en regla absoluta ».33 57. Es previsible que, ante el agotamiento de algunos recursos, se vaya creando un escenario favorable para nuevas guerras, disfrazadas detrás de nobles reivindicaciones. La guerra siempre produce daños graves al medio ambiente y a la ri- queza cultural de las poblaciones, y los riesgos se agigantan cuando se piensa en las armas nuclea- res y en las armas biológicas. Porque, « a pesar de 33 Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 56: AAS 105 (2013), 1043. 45 que determinados acuerdos internacionales prohí- ban la guerra química, bacteriológica y biológica, de hecho en los laboratorios se sigue investigan- do para el desarrollo de nuevas armas ofensivas, capaces de alterar los equilibrios naturales ».34 Se requiere de la política una mayor atención para prevenir y resolver las causas que puedan originar nuevos conflictos. Pero el poder conectado con las finanzas es el que más se resiste a este esfuerzo, y los diseños políticos no suelen tener amplitud de miras. ¿Para qué se quiere preservar hoy un poder que será recordado por su incapacidad de interve- nir cuando era urgente y necesario hacerlo? 58. En algunos países hay ejemplos positivos de logros en la mejora del ambiente, como la purifi- cación de algunos ríos que han estado contamina- dos durante muchas décadas, o la recuperación de bosques autóctonos, o el embellecimiento de pai- sajes con obras de saneamiento ambiental, o pro- yectos edilicios de gran valor estético, o avances en la producción de energía no contaminante, en la mejora del transporte público. Estas acciones no resuelven los problemas globales, pero confirman que el ser humano todavía es capaz de intervenir positivamente. Como ha sido creado para amar, en medio de sus límites brotan inevitablemente ges- tos de generosidad, solidaridad y cuidado. 59. Al mismo tiempo, crece una ecología super- ficial o aparente que consolida un cierto adormeci- 34 Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1990, 12: AAS 82 (1990), 154. 46 miento y una alegre irresponsabilidad. Como suele suceder en épocas de profundas crisis, que requie- ren decisiones valientes, tenemos la tentación de pensar que lo que está ocurriendo no es cierto. Si miramos la superficie, más allá de algunos signos visibles de contaminación y de degradación, pa- rece que las cosas no fueran tan graves y que el planeta podría persistir por mucho tiempo en las actuales condiciones. Este comportamiento eva- sivo nos sirve para seguir con nuestros estilos de vida, de producción y de consumo. Es el modo como el ser humano se las arregla para alimen- tar todos los vicios autodestructivos: intentando no verlos, luchando para no reconocerlos, pos- tergando las decisiones importantes, actuando como si nada ocurriera. VII. Diversidad de opiniones 60. Finalmente, reconozcamos que se han de- sarrollado diversas visiones y líneas de pensa- miento acerca de la situación y de las posibles soluciones. En un extremo, algunos sostienen a toda costa el mito del progreso y afirman que los problemas ecológicos se resolverán simplemen- te con nuevas aplicaciones técnicas, sin conside- raciones éticas ni cambios de fondo. En el otro extremo, otros entienden que el ser humano, con cualquiera de sus intervenciones, sólo puede ser una amenaza y perjudicar al ecosistema mundial, por lo cual conviene reducir su presencia en el planeta e impedirle todo tipo de intervención. Entre estos extremos, la reflexión debería iden- 47 tificar posibles escenarios futuros, porque no hay un solo camino de solución. Esto daría lugar a diversos aportes que podrían entrar en diálogo hacia respuestas integrales. 61. Sobre muchas cuestiones concretas la Igle- sia no tiene por qué proponer una palabra defini- tiva y entiende que debe escuchar y promover el debate honesto entre los científicos, respetando la diversidad de opiniones. Pero basta mirar la realidad con sinceridad para ver que hay un gran deterioro de nuestra casa común. La esperanza nos invita a reconocer que siempre hay una sa- lida, que siempre podemos reorientar el rumbo, que siempre podemos hacer algo para resolver los problemas. Sin embargo, parecen advertir- se síntomas de un punto de quiebre, a causa de la gran velocidad de los cambios y de la degra- dación, que se manifiestan tanto en catástro- fes naturales regionales como en crisis sociales o incluso financieras, dado que los problemas del mundo no pueden analizarse ni explicar- se de forma aislada. Hay regiones que ya están especialmente en riesgo y, más allá de cualquier predicción catastrófica, lo cierto es que el actual sistema mundial es insostenible desde diversos puntos de vista, porque hemos dejado de pensar en los fines de la acción humana: « Si la mirada recorre las regiones de nuestro planeta, ensegui- da nos damos cuenta de que la humanidad ha defraudado las expectativas divinas ».35 35 Id., Catequesis (17 enero 2001), 3: L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (19 enero 2001), p. 12. 48

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