Mujer y Esclavitud en Santo Domingo PDF

Summary

This book, "Mujer y Esclavitud en Santo Domingo", explores the role of women in African slavery in Santo Domingo from the colony's beginnings until the present.The author examines the historical marginalization, exploitation, and tenacious struggle for social recognition. It analyzes women's societal role within historical contexts and their contribution to Dominican culture.

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1 1 BIBLIOTECA A G N u m rn 1 1 002045 muJer esclavitud en santo domingo AGtJ celsa albert batista EDICIONES CEDEE 3 DEDICATORIA A M...

1 1 BIBLIOTECA A G N u m rn 1 1 002045 muJer esclavitud en santo domingo AGtJ celsa albert batista EDICIONES CEDEE 3 DEDICATORIA A MI MADRE, Rosa Batista Jiménez Vda. Albert, mujer ejemplo de trabajo y esfuerzo como elementos de gran significación para el desarrollo del ser humano. A LA MUJER DOMINICANA, En la persona de Florinda Soriano "Mamá Tingó ", mujer luchadora hasta el sacrificio por el derecho al trabajo y a las reivindicaciones sociales. Centro Dominicano de Estudios de la Educación (CEDEE) Mujer y Esclavitud en Santo Domingo Celsa Albert Batista Composición: Saleme y Asociados Diagramación: Danise Gómez Piña Diseño y Coordinación General: Departamento de Publicaciones del CEDEE Primera Edición Octubre 1990 Santo Domingo, República Dominicana Pedidos y Distribución: CEDEE Calle Santiago No. 1 5 3 Santo Domingo, República Dominicana. Teléfonos: 682-3302-688-2966 PRESENTACION En esta ocasión el CEDEE pone en manos de todos ustedes, la primera edición del libro "Mujer y Esclavitud en Santo Domingo" escrita por Celsa Albert y dedicada a la mujer dominicana en la persona de Florinda Soriano, "Mamá Tingó ". La investigación realizada por la doctora Albert recoge la acti­ vidad dé la mujer africana desde los inicios de la colonia hasta nuestros días; profundizando en las razones del ser social de la mu­ jer, sus causas y devenir. La marginalidad, la explotación y la lucha tenaz por obtener un espacio de respeto y derecho social son analizadas a la luz de los procesos históricos que conforman nuestro hacer y ser como pueblo. El Centro Dominicano de Estudios de la Educación --CEDEE­ se enaltece al publicar en estos momentos, una obra que busca res­ catar una verdad oculta: la historia de la mujer negra durante la es­ clavitud en nuestra isla y su aporte a la cultura nacional. Con este esfuerzo y dentro de las múltiples actividades desarro­ lladas por el CEDEE, tanto en el Programa de Cultura como en el de la Mujer, durante años hemos tratado de contribuir al rescate de nuestra memoria histórica y a reafirmar nuestros valores autóctonos para apuntar hacia una verdadera identidad nacional como pueblo. En estos tiempos, donde los procesos de transculturación han hecho estragos en toda América Latina y muy particularmente en el Caribe y Centro América, es para nosotros de vital importancia, promover esfuerzos que tiendan a llevarnos a identificarnos con · nuestras raíces y nuestros ancestros, para llegar a descubrir que en verdad somos una nación con una esencia particular, resultado principalmente del sincretismo de dos culturas: Africana y Europea. De ahí que la mujer negra y mulata en nuestro contexto es símbolo que contribuye a nuestro afianzamiento sociocultural por su participación en la conf ormación de la sociedad dominicana. Entonces, la historia se une a la vida y se vuelve sociedad para vol­ ver a ser historia. Rescatar a la mujer en la historia es hacer historia. Por eso la obra "Mujer y Esclavitud en Santo Domingo" es símbolo auténti­ co de ese rescate. Por el Departamento de Publicaciones del CED E YRIS ROSSI · INTRODUCCION. La historia de América Latina se caracteriza por la violencia que implicó la empresa colonizadora y en ese contexto la esclavi­ tud como sistema social. Este estudio nos mueve a la reflexión para delimitar en la dinámica de su proceso, la totalidad de elemen­ tos socioculturales y económicos que la distinguen. El espacio en que se realiza esta investigación que abordamos tiene como pro­ pósito delinear el papel de la mujer dominicana, tomando como marco de referencia la Isla de Santo Domingo. · Mujer y Esclavitud en Santo Domingo, es una investigación que se inscribe en el marco de la Historia de América Latina y el Caribe haciendo ver la presencia de la mujer africana y negra en el proceso de formación socio-económico y cultural dominicano. En este sentido, hemos escrito con tinta nueva y páginas en blanco. Además, los estudios que recogen esta temática en sentido general, se refieren fundamentalmente a los hombres, tamizando el papel de la mujer, aunque ella comparte, en el desarrollo histórico, la misma situación que el hombre. La metodología utilizada en el desarrollo de este trabajo se basó en el análisis, inducción y comparación que el flujo 9,P ' cumentos consultados, los resultados de las técnicas , las experiencias de trabajo en esta área nos perr- · 8 La estructura de esta pesquisa recogió una gama de cuestiona­ mientos, que orientaron la definición de la hipótesis de trabajo. En la misma tratamos la procedencia de la mujer africana traída a la Isla de la Española; las relaciones etnográficas, integración de la mujer de origen africano al trabajo esclavo y su reacción frente al sistema esclavista, donde incorporamos el concepto "Cimarronaje Doméstico" diferenciándolo del "Cimarronaje Insurgente", pues constituyó acciones, a nuestro juicio, trascendentes en el proce­ so de formación cultural. También versa sobre el proceso de mesti­ zación o mulatización y las secuelas que la estratificación socio-. racial durante la Colonia germinaron en el marco de la marginali­ dad y discrimen de color de la mujer dominicana. Nuestro propósito al culminar este trabajo, consiste en llamar la atención al pueblo dominicano hacia la revalorización de los ele­ mentos étnicos y culturales de nuestro país, coherentes con nues- · tra realidad histórico-cultural. Planteamos un vertical rechazo a seguir patrones culturales ya superados; cánones y valores estéticos foráneos que marginan y minimizan nuestro pueblo, constituyendo un elemento alienante para el desarrollo de la personalidad y los elementos integrantes de la profesionalidad de los dominicanos. Es ocasión oportuna para agradecer al Centro Dominicano de Estudios de la Educación (CEDEE) por su apoyo y esfuerzo en la realización de esta investigación; al Dr. Emilio Cordero Michel y a las licenciadas Carmen Durán, Carmen Rivera, Mariví Arregui y Elaine Romero quienes participaron en la revisión de este trabajo; a la Ingeniera Francia Y ost por su dedicación en el mecanografia­ do de los manuscritos y originales; y especialmente a Luz María Martínez Montiel, persona que nos orienta a asumir una conciencia crítica y objetiva de nuestra realidad histórico-cultural, que nos lleva al trabajo intelectual y a derrumbar prejuicios que oscurecen ____ ,, · =iografia dominicana. Isla de Santo Domingo y sus vínculos con Africa. 1 O La historia de la institución de la esclavitud africana en Améri­ ca, en lo que se refiere a la mujer, ha quedado rezagada o ha sido tamizada, pues los estudios m ás pormenorizados se hacen ponien-. do de relieve al hombre, en el aspecto económico y polfticé y la ·· instrumentación de éste. Sin embargo, el Sistema Esclavista J),fgó con la misma fuerza tanto al hombre como a la mujer, donde la dominación a la tierra y a la persona llevó implícita los gérmenes de serios males, tales como el desorden social y la degradación del· trabajo; ya que se le negó la dignidad humana a los esclavf>i y éstos adoptaron un comportamiento irregular para sobrevivir. : Coincidimos con Rolando Mellafe, cuando de manera sugerente afirma: que con la documentación legislativa que regía la más.nif­ nima actividad de los africanos y su prole en América se puede re­ construir casi todos los aspectos de la vida de los negros. 1 Hemos hecho uso de este válido recurso para replantearnos la esclavitud africana en América, integrando el papel y acción de la mujer en _forma permanente y la función básica de ésta en el proceso de for­ mación socio-económica y de interculturización. 1.1 ARRIBO DE LA MUJER AFRICANA A LA ESPAÑOLA En un principio, el tráfico de africanos en condición de escla- · vos, se realizaba con población masculina en casi su totalidad; como se infiere de los trabajos de esta parte de la historia de América. Pero es incuestionable la presencia fem en ina , ya que las más leja­ nas ordenanzas especifican o se refieren a ambos sexos. Como hemos expresado anteriormente, la población femenina fue traída desde los inicios de la colonización, pero su tráfico au­ menta paulatinamente en la medida en que urge su presencia, fun­ damentalmente para tratar de modificar el comportamiento de los esclavos, usando como chantaje moral y so cial, el afecto que pro­ digaban los africanos a sus mujeres e hijos. 2 l. Mellafe, Rolando. Breve Historia de la Esclavitud en América Latina. SEP/SETEN­ TAS, México, 1 9 7 3 , pág. 7. 2. Deive, Carlos Esteban. La Esclavitud del Negro en Santo Domingo. Tomo II. Museo del Hombre Dominicano, Santo Domingo, 1988, pág. 602. FIG. 2 Esclavos y esclava·s atados a las embarcaciones. Período de la trata de esclavos. Histoire, Geographie, Francois Bourguignon, Fernand Nathan. Pag. 89. 1 2 Los estudios realizados sobre la esclavitud en Santo Domingo revelan que, para la primera mitad del Siglo XVI, los negros alza­ dos eran el temor de la poblaciónblanca, porque éstos en esa épo­ ca, Ia superaban en número. De ahí que, la presencia de la mujer venía· a sosegar la vida e intereses de los españoles residentes en La Española. Para 1 5 1 7 los Padres Jerónimos son los administradores de los ingenios, y para intensificar la producción de azúcar en la Española , plantean al Cardenal Cisneros, la imperiosa necesidad de traer po­ blación africana directamente desde Africa. A este petición se une otra solicitud hecha por el Juez de Residencia Alonso Suazo, quien en 1518 solicita en cartas al Rey, realizar un convenio con Por­ tugal para la introducción de negros a la Isla, lo que demuestra que, tanto Jas autoridades como los administradores, estaban de común acuerdo. Ahora bien, lo, que interesa destacar aquí es que el Juez de Residencia en su misiva dice lo siguiente:... con licencia del Rey de Portugal el que por el dicho rescate vayan allí los navíos, e traigan todos los negros e negras que pudieran haber bozales, de edades de 15 a 18 años; e veinte años e hacerse han en esta isla a nuestras costumbres; e ponerse han en pueblos donde esta­ 3 rán casados con sus mujeres. Dudando Suazo de la aceptación de la. solicitud para beneficio de toda la colonia agrega con vehemencia: La otra súplica que hago a su alteza es que si la licencia l-.e los negros no se otorga, por el entrañable deseo que tengo de servir a su alteza, me haga merced de mandar se me de licencia para poder traer a esta Isla cien esclavos negros y negras." Como podemos observar, el interés del Juez, entre otros, es el de equiparar la cantidad de mujeres y hombres traídos del África y explicita la organización y establecimiento de los mismos en rela­ ción a su nuevo destino. 3. Larrazáhal Blanco, Carlos. Los Negros y la Esclavitud en Santo Domingo. Colec­ ción Pensamiento Dominicano. Santo Domingo, R.D. 1 9 7 5 , pág. 18. 4. Larrazábal Blanco, Carlos. Ob, cit., pág. 1 9. ,:,. _.,.-,, -ºJ t:. ', 3 ' - ' - · - ~. \ n. La llegada de la mujer africana a las Antillas ,e-,fija p 5,i ; ' ' sin embargo, por la disposición del Rey que acot \., mos más - - -. ,., -- f;'. lante, la cual data de 1 5 1 3 , nos hace pensar en poblaé '- · - · fe- menina mucho antes. Además, hay noticias de actividades-de escla-.. , ,....,t:., vas negras ligadas con los problemas sociales o de fraternidad, cotño es el caso de la fundación de un dispensario médico a instancia de una mujer negra en el 1501. Este hecho, mencionado en varias obras de la Historia Dominicana, lo refiere Fradique Lizardo en su 5 libro Cultura Africana en Santo Domingo. La información aparece sin fuente y carente de · nombre, lo cual es obvio en el marco de marginación social en que se desen­ volvió la esclavitud. Ahora bien, lo que nos jnteresa destacar es que el referido hecho revela, para esa fecha, niveles de integración de la mujer africana en la vida de la isla, haciendo suponer su pre­ sencia antes del 1 5 1 3 y 1 5 1 8 , aunque en pequeña cantidad. Las relaciones etnográficas de la diáspora de la mujer africana a América guardan el mismo origen que la de los hombres. Las pri­ meras van a llegar de los asientos existentes en Portugal y Sevilla, allí pasaban por un proceso de "transculturación" y se les denomi­ naba Negras Ladinas. Cuando era necesaria una mayor afluencia: de población africana para el poblamiento* y desarrollo de la Isla La Española, sé establece el tráfico directo desde Africa, principalmen­ te de _la Costa Occidental de este vasto continente, de los puntos Cabo Verde, Santo Tomé, Alta y Baja Guinea, Benin Dahomey, Angola, Sierra Leona, de las etnias llamadas Bantú, Mandinga, Guere, Fang, Fon, Yorubas, Kimbundú, Mende, Madé, Uolof, Mondongos y Mandingos, entre otros. A las africanas que venían directamente desde Africa las llamaban Negras Bozales. El tráfico con población femenina desde el Continente Africa­ no se hace a través de la: empresa negrera denominada Trata, reali­ zada, para el caso de América, por europeos. Este comercio se ejercía por disposición legal de la Corona Es­ pañola, reflejado en las licencias otorgadas a los negreros, éstos a su vez utilizaban como transacción comercial, mercancías u objetos europ_eos. Además, se aprovechaban las circunstancias d luchas políticas intertribales en Africa, lo que daba como resultado la 5. Lizardo, Fradique. Cultura Africana en Santo Domingo. Editora Taller, Santo Do­ mingo, República Dominicana, 1979, pág. 1 1. Este señalamiento específico, lo refiere Carlos Larrazábal Blanco en su estudio "Los Negros y la Esclavitud en Santo Domingo", donde reseña una carta del Lic. · Alonso Suazo dirigida a Monseñor de Crievres en la que el aludido Licenciado es­ cribe, refiriéndose a la urgencia de que traigan negros y negras a esta Isla. 1 4 existencia de muchos grupos dominados y a merced de los vence­ dores, los cuales, podían ser vendidos o regalados, de acuerdo con las costumbres en esa época, cuando se trataba de pueblos some­ tidos. El contingente de mujeres africanas era traído mezclado con los hombres, atadas, en las embarcaciones utilizadas para estos me­ nesteres. Al llegar al puerto de destino eran llevadas al mercado de esclavos y vendidas, de acuerdo a sus condiciones físicas para el trabajo y la procreación. FIG. 3 Forma en que eran llevados mujeres y hombres hacia el mercado de esclavos. · Carlos Esteban Deive en el tomo I de su obra La Esclavitud del Negro en Santo Domingo, refiere las cantidades de 50 y 90 pesos por esclavo; aunque señala una embarcación de 5,000 negros y ne­ gras, no discrimina precios por sexo. Para finales del siglo XVI pre­ senta los precios de 250 a 270, donde encontramos el precio espe­ cífico de una mulata para la última cantidad. Para los siglos XVII y XVIII el referido autor señala: "El precio promedio de los esclavos varones, entre los años 1695 y 1 7 6 9 , era de 2 1 2 pesos para edades desde los 1 5 a los 55 años, y un promedio, por edad, de 27 años. En casi un siglo, el precio por escla­ vo se mantuvo a un nivel que osciló entre los 200 y los 3 0 0 pesos. Para las seis mujeres que hemos reportado, el precio promedio fue de 1 8 3 pesos entre 1 7 0 6 y 1 77 3. Sus edades iban desde los 11 a los 24 años para un promedio de 1 6 años. Estas cifras, aunque no pueden ser tomadas como una exacta mues­ tra representativa del comercio interno esclavista del siglo XVIII en Santo Domingo, indican varios hechos en relación con las peculiari­ dades del mismo. Observamos, en primer término, que el precio pro­ medio de los esclavos varones es superior, aunque no en mucho, al de las mujeres, lo que constituye algo anómalo frente a la tendencia, ge­ neralizada, que indica un precio más alto para las hembras, sobre todo cuando éstas están en edad de procrear, lo que sin duda aumen­ ta su valor. Otro hecho, raro, es que, por ejemplo, un esclavo de 5 5 años fue vendido en 1 7 0 6 a un precio mayor que el de otro de 20 y 3 5 años en 17 43 y 1 7 6 8. En cuanto a las hembras advertimos que el precio de una de 1 6 años es igual al de otra de 24, cuando se ha com­ probado que, comúnmente, las de menos edad, es decir, aquellas que están en plena adolescencia, suelen ser más apreciadas por cuanto su. capacidad para tener hijos, y en número más grande, es mayor que la de aquellas que han rebasado los 20 años".6 Por otra parte, en un inventario de esclavos viejos en Bayagua­ na y que Deive refiere en su estudio sobre la esclavitud. Encontra- mos: "Los precios de esos esclavos con tachas y de edades avanzadas son, obviamente, bajos: Clemente, 70 años, 30 pesos; Cayetano, 7 0 años 7 y lisiado de las piernas, 60 pesos; Micaela, 70 años, 30 pesos". Como se observa, el costo de la esclava era similar al de los Ya­ rones. Ahora bien, es importante señalar dos puntos: primero, esta igualdad de precios podría obedecer al reducido número de muje­ res que ofrecían los negreros como mercancía; y segundo, a que los precios estuvieron marcados por los períodos de abundancia o escasez. Advertimos, que por disposición de su alteza, y a pesar de la oposición del Virrey Diego Colón, en 1 5 1 2 ordena se lleven a La Española esclavas blancas cristianas con la finalidad de que los es­ pañoles no se maridaran con las nativas. El Virrey no estaba de 6. Deive, Carlos Esteban. Ob. cit. Tomo I, pág. 284 7. Idem. cit. Tomo I, págs. 259-260. 1 6 acuerdo y argumentaba, para justificar su inconformidad con la re­ ferida ordenanza, que había muchas doncellas en La Española y que los peninsulares desdeñarían a las susodichas esclavas. Hay además, una disposición durante la administración de Don Diego Colón. ( 1 5 1 3 ) , donde cada vecino tenía derecho a una esclava, con tal que fuera cristiana y llevase tres años en Castilla. Aunque no es­ pecifica si éstas eran blancas o negras al agregar la explicación -tres años en Castilla-, podemos inferir que se refiere a blancas, pues los negros en aquella época tenían su asiento en Sevilla. Por tanto, hubo también.esclavas blancas, aunque en escala mucho menor. No hemos encontrado otro arribo a la isla de esclavas blancas, lo cual nos hace pensar que en poco tiempo este pequeño grupo se mezcló con la población blanca y mestiza por lo que estimamos de poca relevancia como modificadora de las etnias. Aunque este grupo llegó c o n el estatus de esclavo, existían disposiciones legales que prohibían la unión de negros con blancas, pero la referida dis­ posición no aclara lo suficiente, ya que los negros ladinos venían "transculturados". La influencia de población masculina, las facilidades y posibi­ lidades para realizar tráfico directo, unido a las circunstancias y objetivos de la colonización, provocaron la importación en canti­ dad considerable, de población africana femenina. A partir de 1518 la corona, al otorgar las licencias, exigía que una 3ra. parte fueran mujeres. En otros casos se hacía la sugerencia y se dejaba al criterio del negrero establecer la cantidad. Deive presenta una información que contiene contratos que otorga la Corona en 1520 al Padre Las Casas para la evangelización en Tierra Firme, veamos: "... tres esclavos negros... la mitad de los hombres, la mitad mujeres, y que después que estén hechos todos los tres pueblos... podáis llevar vos e otros cada siete esclavos negros, para vuestro servicio, la mitad hombres e la mitad mujeres... ,,g Estos datos nos cuantifican este contrato, al principio con 7 5 mujeres y posteriormente 1 7 5. Este autor expone otra concesión que da la corona en 1526 al Br. Alvaro de Castro, contentivo en 200 esclavos de los cuales la mitad debían ser hembras.? Haciendo una relación estadística del tráfico de africanos hacia La Española podríamos considerar la afluencia de la mujer como una tercera parte de la población total de origen africano. 8. Deive, Carlos Esteban. Ob, cit. Tomo II, pág. 560. 9. Ibídem. FIG. 4 Mujeres, hombres y niños con grilletes en el cuello. Archivo CEDEE. Por otra parte, citamos como un ejemplo el acuerdo sobre las negras vendedoras, fechado el 20 de mayo de 1 5 4 4 , y que aparece en el Código Negro Carolino: E demás de lo cual en las ordenanzas de los negros que últimamente se hicieron en presencia de los señores presidente y oidores atento a la necesidad que parece que hay de personas que vendan en las plazas públicas cosas de frutas y hortalizas y cosas semejantes de que la ciu­ dad se provee, en los vecinos necesitados, son aprovechados en la salida de estas cosas que tienen en sus labranzas y heredades y lo mis· mo satisfacer a las necesidades de algunas viudas pobres y otras per· sonas de su calidad que se sustentan sobre el jornal de sus esclavas negras que se daba licencia para que hasta cuarenta esclavas negras puedan entender en vender las dichas cosas dentro de las plazas pú· 10 blicas de esta ciudad y por las calles... 10. Javier Malag6n Barceló. Código Negro Carolino. Editora Taller. Santo Domingo, 1974, p ág. 1 4 6. 1 8 Esta actividad estaba bajo la organización y cuidado del cabil­ do. En el caso de que existieran 1 0 0 personas entre viudas y pobres, obviamente blancas, es probable que asignaran más de 40 con la · tarea de jornalera dado que las leyes eran en muchos casos, desaten­ didas. Si tomamos en cuenta que esto era en la primera mitad del Siglo XVI podríamos calcular de manera aproximada, un 0.4% de las mujeres como jornaleras, sin contar las esclavas africanas y ne­ gras criollas dedicadas a estos menesteres. 1.2 LA MUJER COMO MECANISMO DE CONTENCION Y REPRODUCCION DE ESCLAVOS La demanda de población femenina en el proceso de Coloniza­ ción europea en América tiene su imperativo debido a varias razo­ nes que nos disponemos a explicar: El nivel de explotación del sistema esclavista era insoportable, por tanto, los esclavos se ven en la imperiosa necesidad de rebelar­ se contra el sisterria colonial, enfrentándose a sus amos y autorida­ des inmediatas yéndose a las montañas. FIG. 5 En La Española por ejemplo, la frecuencia de dichos levanta­ mientos desde finales del Siglo XV y principios del Siglo XVI, preocupaban a la colonia y a sus representantes, pues creaban un ambiente de inestabilidad e inseguridad socio-económica, así que recurren a la mujer como mecanismo de contención de la rebeldía de la población masculina. Esto lo refiere Larrazábal 'Blanco en su obra: La Esclavitud del Negro en Santo Domingo. La introducción de esclavas. negras para tratar de someter a los varo­ nes negros a una mejor disciplina fue preocupación de la metrópoli. Y cita una carta del Rey -Proveánse de esclavas- que casándose con 1 los esclavos que hay den éstos menos sospecha de alzamientos. Se deduce que la presencia de la mujer africana en América tu­ vo su origen, en parte, en el interés de los peninsulares de dar solu­ ciones a los problemas iriternos que pudieran magnificarse y crear el caos en la naciente colonia española. Así lo refiere Carlos Larrazábal Blanco cuando analiza una carta de Nicolás de Ovando a los monarcas españoles; La misma data de 1 5 0 3 y señala la suspensión en La Española de la entrada de negros ladinos y la preocupación del Gobernador español por los alzamientos de éstos, a los que calificaba de "mala costum­ bte ", realmente estos hechos constituyeron el inicio de una larga lucha de los africanos por lograr su libertad. Por otra parte, el propiciar compañeras africanas a los esclavos favorecía y ayudaba a subsanar otro desfase que sucedía en la ob­ tención de esclavos -debido al alto precio y a algunos fracasos en la búsqueda de la fuerza de trabajo en la Costa Noroeste Africana­ en razón de que con la presencia de éstas se lograba la multiplica­ ción de los africanos negros en América. Esta afirmación la encon­ tramos en el Código Negro -la cual termina diciendo en las siguien­ tes líneas-: "... medio el más oportuno por otro lado de contener su fuga y suavizar su dura suerte y condición". Si bien el mencionado acápite legal trata también de que el hombre africano tenga una mínima compensación a costa de la mujer y de la renuncia a sus ansias de libertad, en la introducción al capítulo 17 del referido documento, señala: l. Larrazábal Blanco, Carlos. Ob. cit., p á g. 1 5. 2 O Más siendo en sus colonias el precioso instrumento de la felicidad pública, debe la legislación nacional extender sus miras y atención a la conservación de su especie y mejorar en lo posible su triste con­ dición... 2 Esta forma de utilizar a la mujer africana como "mecanismo de contra insurgencia"*, y máquina reproductora de esclavos, aparece · de manera reiterada en todo el proceso de la esclavitud, como se puede inferir de un documento dirigido a Su Majestad fechado el 4 de julio de 1717,, y ñrm a d ó por Don Fernando Constanzo Ramí­ rez, veamos:... doy quenta a V. Mgd. del recivo de los cien negros que entregó el asiento de Inglaterra para aplicarlos como Y. Mgd. lo tiene mandado a las obras desta fortificación no puedo dJjar de poner a su Real no­ ticia que considero muy conveniente se trajeran también a esta plaza hasta treynta o · quarenta negras con quien poderlos hir casando con­ forme se fuesen ynclinando con las quales demás de que pudieran también ellas ayudar al trabajo en las cosas menos recias se consiguie­ ra naturalmente su propagazión, mayor seguridad en quanto a fugas y evitar muchos pecadoaque puede ser sucedan estando sin ellas, cuya representación me ha parecido digna de la Real Consideración de V. Mgd. para que disponga lo que sea más de su Real Agrado.3 Lo expuesto arriba explica claramente que la mujer africana en el período de esclavitud, no sólo fue mercancía y fuerza de trabajo, sino también, una importante máquina reproductora de esclavos, con lo cual tenemos en esta mujer, un papel bastante completo en el proceso de producción, desarrollo y estabilidad sociopolítica para los fines de la Sociedad Colonial en América. Los puntos tratados responden los cuestionamientos que pue­ dan surgir sobre las motivaciones, para que el tráfico compulsivo de-población africana se realizara también con muieres. 2. Javier Malagón B ar ce l ó , os. cit., pág. 198. *) Expresión utilizada por Alejandra Liriano en una Conferencia sobre el tema, publi­ cado por Ediciones Cedee en 1987, con otros materiales bajo el tema de "Mujer y Racismo". 3. Eme Eme. Estudios Dominicanos. Documento Conveniencia de que se traigan 30 6 40 negras con quien se casasen y propagasen 100 negros. (4 julio de i 71 7) ; p ág. 11 0. Existían en el proceso de la trata y el establecimiento de la es­ clavitud (XV-XIX) muy pocos controles estadísticos, para precisar informaciones cualitativas y cuantitativas, respecto de las relacio­ nes etnográficas en cuanto a las culturas que emigraron, y sobre la cantidad de mujeres y hombres traídos al Continente Americano. Esto se debió, principalmente, al ambiente de ilegalidad con que se operó en este comercio donde se denunciaban innumerables con­ trabandos; a los movimientos migratorios internos que realizaba la Corona y autoridades establecidas en América como mecanismo para controlar la insubordinación de la población esclava; y al des­ interés de la colonia en el aspecto cultural, pues esto no constituía un objetivo del imperio español. La carencia de suficientes informaciones estadísticas y de las diferentes procedencias de culturas ha sido preocupación de los es­ tudiosos de este aspecto de la historia de América. Sin embargo, de acuerdo al estudio hecho por Cecil Gutzmore para el caso de la mujer de origen africano en el Caribe, citamos los resultados cuan­ titativos que.refiere de Nikori, The West African Acholar, a saber: Podemos ahora aplicar las proporciones de sexo establecidas por los tráficos de esclavos europeos y Muslim para totalizar la exportación. Para el período completo del tráfico Muslim viene a ser +-aproxima­ damente 9,640,000 mujeres y 4,750,000 hombres. Para el período total del tráfico Atlántico los números comparativos son 6,160,000 · mujeres y 9,240,000 hombres. Así, durante el período total de ex- portación del tráfico de esclavos del Africa Subsahariana fueron ex­ portados 15,800,000 mujeres, que hacen el 53% del total y 13,990,000 hombres que reportan el 4 7% del total. Si nos restringimos al pe­ ríodo durante el cual los dos sectores estuvieron activos +esto es de 1,500 a 1,890, las proporciones cambiaron ligeramente otor­ gando mayor peso al tráfico del Atlántico. El número de esclavas. en el tráfico de Muslim durante este período es de 4,590,000 y de 2,260,000 hombres. De esta manera, para el período cíe 1,500 a 1,890, 10,750,000 esclavas fueron exportadas del Africa Sub­ sahariana siendo el 48% del total y 11 , 5 0 0 , 0 0 0 esclavos que son el 52% del total... Los radíos operativos para el tráfico del Atlántico fueron 60%para los esclavos y 40%para las esclavas*. 4 · · 4. Gutzmore cecil. Carribean Women: Labour and Resistance. University of London, London, 1986, págs. 1 5 - 1 6. · *) La traducción es de la autora. 2 2 Como vemos el porcentaje que ofrece de mujeres es casi equi­ parable con el de los hombres en el período de los Siglos XVI-XI-X. Estas informaciones sobre la cantidad de mujeres esclavas traídas al Caribe están por encima de la tercera parte legalizada por la Corona Española para América Colonial. En el caso de la población femenina en La Española, Fradique Lizardo en la obra ya citada refiere lo siguiente: "En 1 5 4 2 se cuen­ tan alrededor de 3 0 , 0 0 0 negros y sólo unos 6 , 0 0 0 españoles". 5 Si partimos del parámetro legal (tercera parte mujeres), 10,000 de estas personas eran mujeres para un 2 2. 6 % de la población total. Ahora bien, nos sigue quedando la inquietud por ausencia de pre­ cisión en las informaciones y datos, ya que no advierte cuantos de estos negros eran africanos o criollos y si la población masculina era mayor o menor que la femenina, amén de que tampoco hace mención de los mulatos o zambos, pues la mezcla entre los grupos se operó inmediatamente después del encuentro. Al referirse a la población nativa para esa fecha señala 200, pero no cuantifica la población mestiza ni los porcentajes por sexo. Para finales del Siglo XVI encontramos una población total en la isla de 3 5 , 0 0 0 habitantes, de los cuales 30,000 eran negros es­ clavos. Estos datos e informaciones nos permiten elaborar un cuadro que recoje de manera aproximada, las mujeres de origen africano y negras para final del siglo décimo sexto en Santo Domingo... S. Lizardo, Fradique. Cultura Africana en Santo Domingo. Santo Domingo, 1919, pág. 24.. '.ij Capítulo II INTEGRACION DE LA MUJER DE ORIGEN AFRICANO AL SISTEMA ESCLAVISTA DURANTE LA EPOCA COLONIAL La esclavitud es el modo de producción que surge sobre las rui­ nas de la comunidad primitiva (régimen comunitario primitivo) y que le ofrece a la humanidad la creación del Estado como órgano en que se da, de manera sistematizada y jerarquizada, la hegemonía de una clase o grupo sobre otra. La esclavitud no fue de africanos negros en sus principios ni en sus orígenes, sino que se extendió como una necesidad histórica. Recordemos que los cuatro focos de la civilización antigua fueron: Egipto, Mesopotamia, India y China, y en ninguna de estas socie­ dades se tuvo la concepción que vinculaba al negro con la esclavi­ tud, más hubo esclavitud. En Grecia y en Roma tampoco se estable­ ció este nexo, sin embargo, operó la esclavitud. La esclavitud africana en América no debe verse, por tanto, co­ mo una maldición del negro, sino como una situación fruto de las contradicciones de clases en un período histórico del desarrollo de la historia humana. Por ejemplo, La Española, como centro de en­ sayo colonial español en América, refleja esas contradicciones, ya que las características del modo de producción no son genuinamen­ te esclavistas, debido a que genera acumulación de capital, por lo que podríamos calificarlo de precapitalista. pero se realiza sobre la 2 4 base de relaciones sociales de producción esclavista. La coexisten­ cia de estos rasgos de dos tipos de economías, no sólo pone de relieve los lazos y características de la transición de un modo de producción a otro, sino también, los mecanismos utilizados por los grupos hegemónicos en la historia de las sociedades para conservar la permanencia de su poder. Además de que la esclavitud fue un acicate fundamental para el despegue del Capitalismo*. Ahora bien, la subordinación de la mujer como una forma de esclavitud se remonta a la estructura social patriarcal en las socie­ dades clásicas en donde la mujer, aunque no fue relegada de su po­ sición en el aparato productivo, ocupó principalmente el papel de reproductora de hijos, de objeto de la satisfacción sexual del hom­ bre y de doméstica. Este tiende a tratar de reducir toda su capaci­ dad de desarrollo como ser humano igual que el hombre, a un fin signado y fortalecido por las sociedades tradicionales machistas. Esta ideología con que-se conceptualiza a la mujer la mantiene en el mayor de los casos, en una esclavitud sicológica que la hace asu­ mir un papel dependiente, débil, y que evada o no logre su realiza­ ción como mujer en todas las acciones que le son propias como ser social. A este respecto Margarita Cordero afirma: "ideología patriarcal", es decir, todo el sistema de valores que sus­ tenta la supremacía de lo masculino sobre lo femenino. Ideología que no es sólo privativa de los sectores sociales dominantes, sino que permea también a todos los hombres de las clases dominadas.6 La evidencia y certeza de estos juicios en el desarrollo de la sociedad actual, pone de relieve una situación de discrimen social a la mujer, cualquiera que fuere su origen racial. Pero que se recru­ dece si nos remontamos a tres siglos atrás, al referirnos a la mujer. africana negra esclava, y en la actualidad, si al estudiar este fenó­ meno tocamos a la mujer negra o mulata. Luego de las características de la sociedad patriarcal vino la es­ clavitud como efecto de las guerras en el marco de la Edad Antigua, donde los pueblos vencidos pasaban a ser esclavos. En el caso de la mujer, ésta va a ser doblemente sojuzgada por el Sistema y por los de su misma condición social. 6. Cordero Margarita. Conferencias: Evaluación general de avances y obstáculos para la plena participación de la mujer en el proceso polÍtico del país. Sto. Dgo., Rep. Dorn., 1 9 8 7. *) Carlos Marx citado por Juan Bosch eh su obra Composición Social Dominicana, pág. 9. -º- 2 5 2. 1 LA MUJER AFRICANA EN EL DESARROLLO DE LA SOCIEDAD PRECOLONIAL El papel de la mujer africana en el marco de la sociedad pre­ colonial en África, está ligado al desarrollo de la producción en todas las actividades económicas. Por tanto, su imagen refleja en la vida africana un importante papel en las relaciones de produc­ ción desde la época colonial hasta los tiempos actuales, donde comparte con el hombre las distintas actividades que caracterizan las economías africanas desde antes de la colonia. Entre otras, cabe señalar: agricultura, extracción aurífera, caza y pesca, pastoreo, cría de animales, alfarería, manufactura, artesanía. A esto habría que agregar las labores llamadas domésticas, tareas de hogar, cui­ do de los infantes y otras; lo cual nos ofrece u n a notable responsa­ bilidad de la mujer en el marco de desarrollo de la sociedad. Esta función de la mujer en la producción contiene dos acep­ ciones fundamentales que tienen como parámetro principal las creencias mitológicas que conforman la cosmovisión y cosmogonía africanas referida a la fertilidad. La mujer es vista en el marco de estas ideas y creencias como un elemento fundamental en el proce­ so de producción económica y de crecimiento de la producción. De ahí que en el campo de la actividad agrícola, los hombres pre­ paran el terreno y las mujeres se dedican a la siembra y cosecha. En lo que respecta a la procreación, tendrá la responsabilidad de parir los hijos que necesite la sociedad. En lo que toca a la actividad política, las costumbres del Africa pre-colonial se van a orientar en lo que tiene que ver con la estruc­ tura de castas, y las características de las sociedades clánicas y tri­ bales, donde se percibe la fortuna como indicio del poder político en la mujer. Achola O. Pala, en un estudio que hace para el caso de Kenia expone lo siguiente: "En el activo, se puede señalar el hecho de que, reconociendo a la mujer la calidad de proveedora de alimentos de base y de productora de niños, se reforzaban sus derechos de usufructo sobre la tierra y el ganado. Esta seguridad daba a las mujeres "voz" -una posición polí­ tica- en la comunidad. Un hombre injustamente cruel con su mujer, que descuidaba sus deberes familiares o avasallaba los derechos de la 2 6 mujer así definidos, se exponía a las sancionesde los hombres de su familia y de la comunidad. Tal comportamiento podía hacerle perder su posición social y u prestigio". 7 Además, es importante señalar, la ventaja que significaba la maternidad y la producción de alimentos, por lo cual eran altamen­ te consideradas en la comunidad. Sin embargo, esta posición no nos lleva a generalizar el trato de la mujer en Africa, si partimos de que la esterilidad, la ausencia de bienes, hacían víctima a la mujer de una doble explotación y de una dependencia vital del marido. En opinión de algunos autores, este trato se debía, además, a que eran mujeres". Por otra parte, en varias sociedades del Á f r i c a Occidental, tales como los Soca, los Swazi y Fula, los hombres es­ peran una actitud genuflexa, casi servil, de las mujeres. Por tanto, el que la mujer de estas comunidades posean bienes, no le garanti­ za una posición social y 'polftica igual que el hombre y menos, la emancipación personal. Eh lo referente a la sociedad manding, Madina Ly, en su estu­ dio de la economía precolonial africana, hace importantes señala­ mientos sobre la labor de la mujer en el Mandé ( espacio que cubre la parte noroccidental de Africa, extendiéndose hasta la parte sur de la Costa de Marfil). En dicho estudio, se refiere a los cultivos de campos familiares en los que las mujeres laboraban de lunes a vier­ nes, durante varias horas diarias, el resto del tiempo lo ocupaban en los campos individuales en las proximidades de sus cabañas. Hasta las diez de la mañana hacían tareas domésticas, desde aca­ rrear agua hasta dar de comer a los niños, luego se unían a sus.co­ esposas e hijas en las labores del campo. Volvían a la faena del ho­ gar hasta las diez de la noche, cuando se aseaban y comían para entrar a realizar las actividades nocturnas, que consistían en edu­ car a los hijos infantes y adolescentes en relación a cuentos, leyen­ das, etc., que habían aprendido de sus padres. Como vemos, la mujer Malinke es compañera ejemplar en el laboreo junto a su marido y trabajadora incansable en todo lo que tiene que ver con el desarrollo de la sociedad, llegando a más de catorce horas de trabajo diario. Es bueno señalar, que en esta acti­ vidad la mujer Malinke era ayudada por las ancianas que además, debían cuidar de las adolescentes por las noches. 7. Achola O. Pala. La Mujer Africana en la Sociedad Precolonial. Serbal/UNESCO, 1982, págs. 79-80. *) Información ofrecida por O. Pala. en su obra La Mujer Africana en la Sociedad Pre­ colonial. Madina Ly, parafraseando a Leopoldo Seda Senghor dice: "La 8 mujer estaba en el principio y el fin de todo Mandé". Respecto al papel social de la mujer Malinke, mucho tiene que ver con el tipo de matrimonio utilizado como es el caso de los po­ lígamos, donde la primera esposa tenía un papel de importancia y obediencia igual que el hombre entre las demás-esposas, y además podía intervenir en los problemas del hogar. Como madre gozaba de un gran amor, admiración y respecto de parte de los hijos, con lo cual éstos premiaban la abnegación y responsabilidad de la madre. La hermana era amada por su hermano, el cual debía prestarle ayuda de todo tipo. En el matrimonio la mujer era pedida y des­ pués de un proceso de indagaciones sobre la familia del novio, - si éstas resultaban factibles, ella pasaba a formar parte en las labores de la estancia de la familia del novio. En este grupo la virginidad era una exigencia como también era castigado el adulterio y muy penado el divorcio. En lo tocante al aspecto religioso, la mujer era objeto de gran admiración y credibilidad por sus poderes en relación a los vínculos con sus antepasados, incluso más que los hombres. La fabricación de fetiches como protectores para casos y situaciones de peligro era una de sus efectividades en las prácticas religiosas que confor­ maban parte de las creencias de esa sociedad. La consideración social y familiar de que gozaba la mujer en la región Manding era importante, sin que por ello se diga que era igual que el hombre. Sin embargo, esta consideración hace que en el asp ec to político ejerciera una notable influencia, como es el caso de las madres de reyes, las esposas favoritas, amigas del jefe y las hermanas. Ahora bien, en lo que respecta a decisión política, en muy raras ocasiones la mujer alcanzó un papel determinante, con lo cual nos encontramos frente a otro fenómeno que caracte­ riza la parte noroccidental africana, pero que evidencia el trato desigual de la mujer, a pesar de lograr la realización personal y so­ cial acorde con su responsabilidad como ser social.. 8. Achola O. Pala (et al). Ob. cit., pág. 148. 2 8 FIG.6 Laboreo de mujeres. Vida c o t i d i a n a en un pueblo de Africa. 2 9 Como hemos visto, las mujeres africanas que participan en la diáspora forzada hacia América, tienen una amplia y efectiva expe­ riencia en el desarrollo social, económico y cultural en la sociedad africana. Su integración al nuevo ambiente de carácter colonial en América, aunque compulsivo, significó ofrecer de sí todo un con­ junto de condiciones y cualidades en especial, la mujer Mandíng, que geográficamente se corresponde con los contingentes de mu­ jeres y hombres arrancados de sus tierras para ser ubicados en San­ to Domingo y otros lugares de América, y regidos por un sistema deshumano y vejatorio, ajeno al respeto de su idiosincracia y a la dignidad humana. v 2.2 INTEGRACION DE LA MUJER NEGRA AL TRABAJO ESCLAVO Y SU PAPEL EN LA FORMACION SOCIOECONOMICA DE SANTO DOMINGO La instrumentación de que fue objeto el hombre durante la es­ clavitud llegó a la mujer de igual manera, las variantes van a estar explicadas en relación con los objetivos de la Corona. Por tanto, fue distribuida en las diferentes regiones de acuerdo con los inte­ reses de las autoridades, los administradores y colonos. Los africanos, después de ser distribuidos para su integración a las diferentes actividades de la colonia, eran divididos en tres' tipos · o clases, ligados con la tarea impuesta a realizar. A saber, esclavos de tala, para el trabajo de los ingenios azucareros, las plantaciones y las haciendas; esclavos jornaleros, es decir, alquilados por sus amos como tales y en relación a las tareas que les eran designadas. Estos trabajaban en diferentes actividades, entre otras: vendedores, en plantaciones. El jornal ganado o producto de su labor, era para su amo. En la tercera clase están los esclavos domésticos, cuya actividad se realizaba en el seno de las casas, haciendas o palacios. 3 O FIG. 7 Escena de un mercado de venta de esclavo. Arch. CEDEE. La africana esclava fue también integrada al hacer de la colonia y le correspondió esta división o clasificación, los matices en su in­ tegración van a estar relacionados con su "naturaleza" y con la fi­ nalidad del sistema. De ahí que como esclava de tala, trabaja prin­ cipalmente para 1'a subsistencia de las haciendas en los llamados conucos: en siembras, mantenimiento y recolección; en la cría de animales domésticos, etc., donde recibía la colaboración de ancia­ nos y niños esclavos. Como jornalera, era alquilada y trabajaba para beneficio de su amo: es vendedora de víveres, tejidos, leña, flores, ropas y otros, de lo cual debía entregar un jornal diario a su amo, so pena de cas­ tigo si en la venta le iba mal. Esta costumbre de los amos frente al fracaso de las ventas generó, en opinión de Larrazábal Blanco, la prostitución en las hembras y los delitos de robo en los varones. La certeza de este juicio la encontramos en la Cédula Real dada en Madrid el 2 de diciembre de 1 6 7 2 : FIG. 8 Mujeres en la labor de carga durante la esclavitud. Archivo CEDEE. Se ha entendido que en las Indias, los dueños de las esclavas las envían a vender cosas, y si no traen aquellas ganancias que presuponen po­ dían producir, las dejan salir de noche a que con torpeza y deshones· tidad las consigan: por lo que mando a los Virreyes, etc., de todas las Indias, procuren el castigo de abuso tan escandaloso, que den ór­ denes, imponiendo penas competentes, para que las negras esclavas y libres no salgan de casa de sus dueños después de anochecido; y se ruega y encarga a los arzobispos y obispos, procuren con todo desve­ lo, el remedio de semejante abuso.9 Esta Cédula incluía, también, a todas las Indias, lo que demues­ tra que esto fue una costumbre generalizada en la colonia. La alar­ ma de los monarcas que derivó dicha Cédula para poner fin a la re­ ferida actividad dudamos que se cumpliera a cabalidad, pues sabe­ mos de los desmanes en la aplicación de las leyes, principalmente cuando éstas favorecían a los indígenas, negros libres, esclavos y mulatos. 9. Javier Malagón Barceló , O b. ci t. , pág. 2 5 4. 3 2 A nuestro juicio, los esclavos jornaleros son el gérmen de otra faceta del cima.rronaje en la colonia española. La libertad con que debía realizar las actividades impuestas con los años los fueron re­ trayendo del círculo de sus amos y se !ntegran.hembras y varones, en una fase de creatividad de la cultura material y espiritual. Este comportamiento en muchas ocasiones, contaba con la complicidad del amo, a nuestra manera de ver, como incentivo particular a la jornalera o jornalero porque se revertía en más ganancias para ellos. Nuestras afirmaciones se sustentan en lo que apuntan unas orde­ nanzas contenidas en el Código Negro. Las mismas aparecen sin fecha, pero deducimos que corresponden a la primera mitad del Siglo XVI, porque su estilo y contenido tienen características se­ mejantes a las dictadas en abril de 1544, p á g. 1 4 4 del Código Negro. Veamos: 3a. Otrosí, porque en esta ciudad andan muchos -negros y negras a ganar en diversos oficios, trato y contrataciones y se conciertan con sus señores e facen partido de les dar tanto por mes o por semana o por día de que redundan muchos inconvenientes, es­ pecialmente que no reconocen a sus amos, ni entran a sus casas, sino solamente cuando les van a pagar sus jornales de que se si­ gue que poco a poco van tomando manera de libertad, se provee y manda que de aquí adelante, ninguna persona que tuviere es­ clava pueda facer con él los contratos directo-indirecto para que si los tuviera en esta ciudad para los alquilar y ganar con ellos que parece delito en ellos precedida la licencia del cabildo, los traigan a jornal para día para que dé lo que ganaré y no lo que con ellos concertace, el cual recoja y tenga cada noche sus negros e los·tenga e duerma en su casa e no salgan de ella hasta la maña­ na como está acordado y si lo alquilare por más de un día, que el que lo tuviera alquilado tenga el mismo cargo qU:e su dueño había de tener e que no le deje salir de su casa sino que duerma en ella, ni menos dé los dineros del jornal de dicho menos, sino a su amo, so pena que por cada cosa que ansí no hiciere y cum­ pliere, incurra en tres pesos de oro por tercio al arca e juez e de­ nunciador. 5a. Que ninguno pueda contratar con ellos, ni venderles, ni comprar­ les un alfiler, sino su propio señor con tanto que si vendieren que sean cosas monteses y de poca cantidad y con licencia de su señor o mayordomo o estanciero hecha por escri o antes que lo vendan e que la traigan al negro consigo, o si fuere en esta ciu­ dad que sea con licencia de la justicia o del fiel ejecutor porque hay otros negros que en días de fiestas e domingos venden algu­ nas cosas del campo de estas granjerías.10 10. Javier Malag6n Barce16. Oh. cit., págs. 142-143. , , < · ,' ;/ · -. ;- é) 3 3 / rJ -. - - l/1.... _.._ \. '"\\"' También los administradores de la colonia tenían esclavos jor- naleros de ambos sexos y el producto de las ventas o jornal fu utt-: lizado por el cabildo para la urbanización de la ciudad capital, en la construcción y reconstrucción de calles, establecimientos públi­ cos, etc., lo que significa que los esclavos fueron aprovechados también, como utilidad pública. Como doméstica, la mujer esclava desarrolla una amplia e im­. p o rt an t e , labor, principalmente por el tipo de relación que estable­ ce no sólo de carácter afectivo, sino también debido al papel en la cotidianidad y en las costumbres, donde el proceso de fusión de los haceres de amos y esclavos van a crear o a echar raíces para, más tarde, formar parte de la manera de hacer y ser dominicana y /o americana. Por tanto, esta mujer trabaja en el quehacer doméstico en ge­ neral: cocina, limpieza, lavado, manufactura, etc. En estas tareas la mujer africana va a transmitir las costumbres aprendidas en Africa, que les son propias, ligándolas con las del amo. Otras de las labores trascendentes que realizó la esclava domés­ tica en nuestra o p in i ó n , fue la de nodriza-nana y nana; aunque era · una tarea impuesta u obligada, basada en la irresponsabilidad de la madre blanca o en las costumbres señoriales de esa época, la mujer africana en esa labor, proyectó vida y amor a sus vástagos postizos en su papel de esclava-madre de reyes y señores, donde obviamente se da otro tipo de relación afectiva entre éstas y los hijos de penin­ sulares y criollos blancos. Ademas, se constituye en vehículo vir­ tual para trasmitir la cultura africana. En lo que respecta a vivienda preparada para la mujer esclava soltera, estaban los barracones en hileras separados de los varones. Cuando empezaba la faena de trabajo formaban dos filas, una frente a otra. Además, en medio de estas dos hileras de barracones, reali­ zaban las mujeres, tareas de lavado de ropa y otros. Estos barra­ cones eran sucios y antihigiénicos, según nos refiere Esteban Mon­ tejo, entrevistado por Miguel Barnet para su obra "Biografía de un Cimarrón''. 1 1 - En relación a los castigos, éstos eran en muchos casos diferen­ tes a los de los varones, pero no menos severos, dependían de la naturaleza y circunstancias en que se encontrara la mujer. De tal suerte , la esclava era también echada al cepo, sacada al patio y amarrada al tronco o picota donde recibía latigazos. Aclaramos que los latigazos para todos los esclavos iban de 50 a 2 0 0 ; en 1 7 8 4 , 11. Barnet, Miguel. Biografía de un Cimarrón. Colecci6n Mínima. Siglo XXI Editores. México, 1 9 7 6 , pág. 3 7. 3 4 el Código Negro Carolino legisló 25 latigazos máximo como casti­ go, debido a las frecuentes muertes de esclavos a manos del látigo de sus amos o capataces. Además, hay que señalar, lo tarde que lle­ gó el Código con la referida legislación. En el caso de La Española encontramos el acuerdo número dos, de mayo de 1544, el cual mandaba: So la cual dicha pena se mandó que ninguna negra salga fuera de las casas de la ciudad para ir al campo por ninguna cosa que sea silvestre, ni de huerta demás que dondequiera que fuere hallada la tomen y pierda cualquiera persona y la echen en el cepo hasta que de allí la traigan e la entreguen a la justicia para que ejecute en ella la dicha pena, demás que el español que la trajere le pague el amo de la negra tres reales de plata.12 Es bueno explicar que en algunos casos los amos que no apli­ caban el castigo mandado a sus esclavos eran multados por las au­ toridades. El carácter del amo o colono siempre influyó en la pena y en la relación de éste con el esclavo o esclava, y también el carác­ ter del capataz, que era la persona que se encontraba más cerca del trabajador, esclava o esclavo. FIG. 9 Escena de castigos a esclavos. Caribbean Women: Labour and Resistence. 12. Javier Malagón Barceló, Ob, cit., pág. 147. En el caso de la esclava africana, encontramos que en muchas ocasiones era la propia ama quien daba los latigazos. Las sanciones por lo general, obedecían a huida, complicidad en actos de violen­ cia, muerte a su ama, incumplimiento en el trabajo asignado, celos de parte del ama, etc. En cuanto a la forma de aplicar el castigo, el pie fue un instru­ mento muy usado con las esclavas, tanto en La Española (Haití y República Dominicana) como en Cuba, Brasil y otros. En los casos de Cuba y Brasil, cuando las esclavas estaban embarazadas, se hacía un hoyo o cavidad en el suelo, se le colocaba boca abajo, de mane­ ra que el vientre quedara metido en dicha cavidad y se le practica­ ba la sanción mandada por la espalda". Esto se hacía para no dañar al futuro esclavo. A veces hay sadismo.en ciertas conductas de amos para con sus esclavas. Por ejemplo, Larrazábal Blanco y Deive, en sus estudios sobre la esclavitud en Santo Domingo, relatan el caso de una mujer encinta, que mientras se bañaba, su amo le lanzó un puñal matándola. Pasados unos cuantos días, varios esclavos mata­ ron a este señor y se hicieron cimarrones. Según cuenta Esteban Montejo, existían subterráneos en donde había verdugos y ahí mandaban a castigar a las mujeres. Explica que había subterráneos que eran pozos y ahí tiraban a los esclavos, y por lo general se aho­ gaban*. Para el caso de Jamaica, Eduardo Brathwaite** refiere que le ponían en el dedo pulgar un tornillo hasta sangrar y en esas condi­ ciones debían continuar su tarea. El mal trato, la rudeza del trabajo y el descuido de la mujer negra esclava fue tan evidente que llegó a preocupar a la Corona a cuya causa se derivaron las Leyes dos y tres del Capítulo 26 del Código Negro: LEY2 Siendo notable la esterilidad que se experimenta en las negras del campo, a proporción de las que viven en las poblaciones, se ha atrí­ buido su causa a las enfermedades que contraen en las humedades y rocíos del campo, cuando salen muy temprano a sus labores además de los desórdenes a que están expuestas en las haciendas donde hay mucho número de varones en comparación de las hembras. *) Eduardo Galeano ofrece esta información en su obra Las Venas Abiertas de Améri­ ca Latina. *) Barner, Miguel. Ofrece este dato en su obra, Biografía de un Cimarrón. **) Brathwaite Edward , "Cuadernos Latinoamericanos". UNAM 8 3. México, 1978. 3 6 Tennrán pues, sus amos y mayordomos el mayor cuidado. Primera­ mente en no permitir que comiencensus tareas hasta que haya disi­ pado el sol los vapores nocivos de la tierra, que lo ejecutará en breví­ simo tiempo, y en tener habitaciones separadas para las hembras no casadas que entregarán al cuidado de las ancianas, así de día como de noche, y una para cada uno de los matrimonios. LEY3 No impondrán a las negras trabajos recios y peligrosos en los meses anteriores a sus partos, en cuyo tiempo las mejorarán de alimentos, cuidando después con esmero de la crianza y educación de su prole. l3 Lo referido en los textos expuestos, por una parte confirma nuestra tesis de la mujer africana durante la colonia, como "fabri­ cante de esclavos", como uno delos objetivos de su presencia en América y, por otra, la condición inhumana en que se encontraba ésta. En este caso, las que vivían en la zona rural, a merced, no sólo del amo, sino también de sus congéneres*. Aunque estas leyes im­ periales tratan de impedir semejante corruptela trascendente inclu­ sive a las hijas de las esclavas, las mismas aparecen después de casi tres siglos de vida colonial y de esclavitud femenina. Las variadas actividades en la que labora la mujer de origen afri­ cano y luego la negra criolla, es decir, la nacida en América, evi­ dencia la importancia de ésta en el desarrollo económico, en donde trabaja doce horas diarias**, aunque esta labor es compulsiva,· 1a experiencia y tradición laboral de la mujer en Africa se pone de manifiesto en la actitud de ésta en todo el proceso de esclavitud: inteligente, inquieta, trabajadora, preocupada, suficiente, suspicaz, atrevida, capaz, esforzada, sacrificada y tesonera, cualidades que la han acompañado hasta la época actual. Esta tradición.de :trabajo que la "áfricana transmite como herencia a la mujer. dominicana, tanto de la zona urbana como de la rural, donde tienéquéreali ar diferentes funciones, que van desde las múltiples tareas domésticas pasando por las agrícolas y vendedoras ambulantes, hasta aquellos trabajos supuestamente reservados para varones · ,, 13. Malagón Barceló, Javier. Ob. cit., pág. 2 1 6 *) Esta situación se ve confirmada por Esteban Montejo, en Biografía de un Cimarrún (op, cir.), quien cuenta la obligada abstinencia sexual del esclavo por la escasez de mujeres; lo que condicionó -en muchos casos- desviaciones sexuales entre ·los es­ clavos varones. **) Información citada por Franklin J. Franco en su obra Los Negros, los Mulatos y la Nación Dominicana, pág. 2 3. /-'!.¼.Q [ f ,i ;;!, '_\\.. -' \\ E n el contexto actual son otros los esquemas que rigen'l.ESt-P -···.,,,,.. nomía y no propiamente los raciales. Aunque es innegable qué''fü'j':- :7 · · todos los ricos son blancos o mulatos de piel clara, pero sí la mayoría de los pobres son negros o mulatos con rasgos dominantes negros. Analizando las características de la economía actual en Dominicana y el rol de la mujer de "color", citamos a Rubén Silié ( et al) cuando explica: La economía dominicana, de forma general, es una economía de tipo capitalista, es decir que el capitalismo mundial ha penetrado en la economía del país y ha establecido su manera de ser. La mujer negra dominicana está inserta en esta realidad económica. A pesar de su ca­ rácter de economía capitalista, cuyo modelo influyente viene de la economía norteamericana, la economía dominicana se basa, sobre todo en la producción capitalista agrícola y la economía agrícola de subsistencia*. Ahora bien, si el término "de color" se refiere a las personas de color negro, en el caso dominicano no precisa la realidad total, porque en Dominicana, cerca del 90% de las personas son de origen negro y blanco, por tanto, "de color". La población en sentido amplio, es mulata, y mulata es en ese sentido, la mujer. Pero la po­ blación total mantiene una jerarquización en su estructura social en la que se puede ver representada las mezclas raciales. Sin embar­ go, los que ocupan los estratos más bajos, en su mayoría, son ne­ gros o mulatos con rasgos dominantes negros. Pero es importante señalar, que en los últimos 25 años, ha habido un notable ascenso social y económico en las personas identificadas con los rasgos des­ critos anteriormente. Hacemos esta aclaración para precisar las características fenotípicas de la mujer dominicana que se encuen­ tra en el contexto económico-social dominicano a que hace refe­ rencia el autor en la cita. ) Rubén Silié (et al). La Femme de Couleur en Amérique Latine. Editions Anthropos, París, 1974, pág. 1 77. (T.L. parla autora). Vida cotidiana de esclavos. Material educativo en la Unión General de Trabajado­ res de Martinica. Li Histoire CE ED. Nathan, pág. 5 2 , 5 3. 2.3 CIMARRONAJE INSURGENTE Y CIMARRONAJE DOMESTICO · Los levantamientos en señal de rechazo al sistema esclavista es­ tablecido en América se denominaron Cimarronaje. Los mismos fue­ ron de carácter permanente durante la colonia, lo cual constituyó, tanto para las autoridades como para los colonos, una seria preocu­ pación, no sólo porque p e r d í an el costo del esclavo y la fu e rz a de trabajo sino también, porque el esclavo, en señal de protesta soca­ vaba las haciendas y otras pertenencias de los esclavistas, así tam­ bién hurtaba alimentos de todo tipo para satisfacer las necesidades en sus diferentes escondites. En la Isla de Santo Domingo se registran las características pio­ neras de este p ro c e s o del Cimarronaje en América. En su fase ini­ cial el levantamiento más importante fu e en el ingenio de Nigua en 1 5 2 2 , el cual era gobernado por Diego Colón. Los Cimarrones se ubicaban estratégicamente en las montañas que le servían de forti­ ficación a sus recintos, tal era el caso de B ah o ru c o , Higüey, Puerto Plata, San Francisco, Azua, entre otros. Allí existían los recintos más importantes. Dichos recintos eran denominados manieles o cumbes. A juzgar por las fuentes encontradas sobre este fenóme­ no la función de los manieles era una especie de gobierno paralelo existente en la colonia. Así lo muestra William Walton citado por Deive: Son en su mayoría - dice - fugitivos de los españoles y viven en una especie de organización republicana, celosos únicamente de su seguri­ dad y gobernados por sus propias leyes. Allí moran tranquilos, con­ finados dentro de sus propios límites y sólo visitan los pueblos veci­ nos de San Juan y Azua, adonde llevan conchas de carey y una super­ abundancia de carne cruda, o algunas onzas de oro recogidas en el cauce del torrente de la montaña, y las truecan por pólvora y vesti­ mentas. Sus mayores lujos, tabaco y ron, los cultivan y fabrican ellos · 15 mismos... 15. Deive , Carlos Esteban. Ob , cit. Tomo 2, págs. 4 9 3 -4 9 4 4 O FIG. 11 Negras y negros esclavos, con collares de hierro al cuello realizando diversas ventas. (Juan Baptiste Debret) Lib. Africa en América. Pág. 64 En este proceso de gobierno cimarrón, la mujer es una pieza importante, porque afluye a los recintos y comparte con el h o m b r e la satisfacción de alcanzar la libertad y la zozobra de ser perseguida. Tanto las negras ladinas como las negras bozales, a pesar de las li­ mitaciones que significaban la cercanía con la casa o hacienda del amo, se alzaban constantemente solas o acompanadas, Además los varones acostumbraban a "robadas", o más bien ellas se dejaban raptar por sus congéneres, y con esto contribuyeron a fortificar los manieles. Instancias legales, que datan desde la primera mitad del Siglo XVI, nos permiten inferir los señalamientos expuestos en lo que tiene- que ver con los alzamientos de esclavas africanas. Como consta en la Ordenanza de octubre de 1 5 2 8 , numeral 2 : Otra Ordenamos y mandamos que porque acaece muchas veces que el esclavo o esclavas que 'asf se huyen son bozales y comumnente no se van si cometen delitos, sino por otros ladinos e impuestos, que por el término de los quince días primeros, en la ordenanza antes de ésta contenidos sea cincuenta días, salvo si no llevaren capitán ladino, con cuyo consejo fagan el dicho, levantamiento, porque en tal ·caso ordenamos y mandamos que se guarde la ordenanza arriba dicha, que · en esto hablan y que caso que los tomaren yendo solos, pasados los cincuenta días, e les den por primera vez, cien azotes, y que por la 16 segunda y tercera, se ejecute en ellos la pena de la ordenanza. La organización y administración de la población esclava en América y para el caso que nos ocupa, S?.11to Domingo, fue una · preocupación permanente por parte de la Corona, así lo reflejan las abundantes normas y leyes que se recogen en el Código Caro­ lino donde, obviamente, hace precisiones sobre el ordenamiento y actividad de la mujer. Dicha preocupación, que se convierte en te­ mor frente a los alzamientos, influye en el recrudecimiento de cas­ tigos para las cimarronas. Veamos: Art. 31 °. A cualquier negro o negra que haya hecho ausencia del. servicio de su amo por menos tiempo de cuatro meses y que no hubiere andado con cimarrones, se le castigará con doscientos azotes por la primera vez y por segunda será desterrado de la Isla, pero si hubiere acompañado con aquéllos le sean dados cien azotes más, sobre los dichos 17 doscientos. 16. Malagón Barceló, Javier. Ob. cit., pág. 128. 17. Idem., p ág. 1 2 2. ,t►... ,\j¡SJ /",J..() fir..i/¡?- '( , : ' ·.:t," 4 3 ,:, u l't t , "- , º¡:o"' [, ¡\ or bueno que sea. º Las restricciones que encierra este fragmento de ordenanza sin numeración pero con numeral 4a., no sólo se refieren a la sujeción de la esclava a sus amos, sino más bien a impedir el comercio de compra _y venta que realizaba la esclava jornalera, lo cual implicaba que podía ahorrar para comprar su libertad, la de sus hijos y en muchas ocasiones, la de su consorte. También porque muchos de los productos u objetos que se vendían eran el resultado de hurtos de los cimarrones. Además, el poder de convencimiento que ejer­ cía ésta sobre sus amos, bajo la promesa de hacerle una efectiva venta, traía como consecuencia que la esclava se retraía del control de su amo, teniendo la corona que legislar al respecto normas y castigos para los amos que permitieran a sus esclavos este tipo de actividad que constituía una corruptela de las leyes que normaban la vida de los esclavos. Es importante señalar que el Cabildo de Santo Domingo en 1544, había dispuesto esta actividad para la esclava denominada "vendedora". La misma, fue confirmada por el Monarca, y caía dentro del marco de las esclavas jornaleras. Esto se hace con el pro­ pósito de beneficiar a las viudas de españoles pobres. Como hemos visto, la ordenanza especifica claramente, los productos que podían vender y la forma en que debían llevarlos y también, el !ugar por donde debían circular. 20. Malagón Barceló, Javier. Ob, cit., pág. 1 4 2. 4 6 Las; precauciones en el desarrollo de esta actividad económica,.. en. que se distingue la mujer esclava, están fundamentadas, amén de lo que hemos expuesto primero, al espacio de libertad en que se mueve el que realiza esta acción y la experiencia que supone esta tarea ( en lo que tiene que ver las relaciones humanas, el desa­ rrollo del pensamiento del sujeto en relación a sí mismo) y la con­ tradicción frente a la sujeción compulsiva por la condición y situa­ ción social de la esclava. Segundo, el comercio estaba destinado a las personas libres, y por último, el elemento competitivo que desa­ rrolla la esclava, ya que esto le permitió también, incorporarse a la producción manufacturera y artesanal, y después dé vender los artículos de sus amos proponer los suyos. De ahí que la ordenanza prohibe que le compren, a excepción de sus amos. Las características en esta fase del laboreo de la mujer esclava en América y el Caribe, y para el caso que nos ocupa, Santo Do­ mingo, es otra fase del procesó de cimarronaje como manifestación de resistencia o enfrentamiento al Sistema Esclavista, que hemos llamado "Cimarronaje Doméstico". Por tanto, hay en su hacer, el dominio del espacio ecológico en que se desenvuelve la esclava por sus múltiples actividades, y por consiguiente, su presencia en todos los estratos sociales de la época. Ella induce a su consorte a la insu­ bordinación frente al sistema; burla y modifica las disposiciones legales, utilizando para ello estrategias orientadas a convencer a sus amos para realizar ventas particulares y dormir fuera de la casa de éstos; y se introduce en el proceso de creatividad de un aspecto de la cultura material, legando a la historia de la sociedad afro-ameri­ cana las distintas alternativas, que en una situación dada este sector social puso en práctica para lograr su libertad. De esta manera, ma­ nifiesta su rechazo al sistema esclavista y de sus acciones inferimos, los mecanismos que aplica para lograr su emancipación. Otra dimensión del cimarronaje doméstico desplegado por las esclavas africanas, negras o mulatas, fue el trabajo doméstico. Aun­ que el trabajo doméstico, por no ser productivo no es considerado como tal, amén del esfuerzo físico, dicho trabajo durante la escla­ vitud formó parte de las tareas compulsivas y en el capitalismo, necesariamente, no es ejecutado por la dueña o ama de casa, sino que funciona como trabajo asalariado y con horario, realizado por una persona, mientras la otra, a la cual supuestamente le corres­ ponde esta función (ama de casa), realiza un trabajo fuera del hogar. t FIG. 12 tQ En el trabajo doméstico, labor inmersa en las relaciones de pro­ ducción que caracterizaron el proceso de esclavitud en Santo Do­ mingo, compartían experiencias y haceres esclavas y amas. Aquí la mujer africana va a reconocer una serie de alimentos, tales como: plátano, guineo, ñame, arroz, maíz y otros a los cuales va a darle uso, tal vez en ocasiones, sutilmente, imponía gustos y preferencias a la manera africana, ligándolos con los platos del amo. En el mar­ co de esta realidad social estas actividades se hacían sin reparo; de esta forma se da la mezcla de costumbres cuyo resultado tene­ mos hoy en el arte culinario dominicano..¡,. 00 B 6 4 2 o _,_ _J...J._..c,_.c.......,t._J_..J....__J.....L_J--L-.L.....,i.'--+---'-'c.......,t.....L.-...L...Ji----------J S. X V I S. XVII S. X V I II IZZ] Mujeres lS:SJ Hombres CUADRO APROXIMATIVO DE LA POBLACION NEGRA ESCLAVA * Siglo Población Total Mujeres Hombres XVI 10,000 20,000 30,000 XVII 756 1,512 2,268 XVIII** 10,000 20,000 30,000 Total 20,756 41,512 62,268 Estas cifras son aproximaciones extraídas de los datos ofrecidos por diferentes auto­ res que han estudiado el proceso de la esclavitud en la colonia española en Santo Domingo. Sin embargo, es bueno señalar quedícho cuadro es producto de nuestras inferencias, ya que en ningún momento se encuentran claras precisiones cuantitativas por sexo. Para el siglo XVIII, Larrazábal Blanco en su obra: Los Negros y la Esclavitud en Santo Domingo (pág. 184), señala la exístencia de treinta y ocho mil (38,000) liber­ tos sin discriminar si eran mulatos ni cantidad por sexo. Capítulo 111 LAS RELACIONES INTERETNICAS Y SU SIGNIFICACION SOCIAL PARA AMÉRICA Y SANTO DOMINGO El mestizaje biológico entre los diferentes grupos que conviven en América fue una constante durante la colonia. Al referimos a este fenómeno de suma importancia para el conocimiento de la sociedad americana hemos utilizado los términos "relaciones ínter­ étnicas", donde no hablaremos de las relaciones de las distintas etnias africanas entre sí, sino de éstas con los europeos e indígenas. Además, por razones metodológicas y de interés para este trabajo haremos uso de 'las expresiones, africanas y del distintivo negra; así como europeos y la indicación blancos, y a los nativos, indígenas. Debido fundamentalmente al proceso de criollización que se da en América con el nacimiento de los hijos de españoles y de africanos, los gentilicios europeos y africanos no precisan ya su realidad etno­ gráfica. La incertidumbre y la inestabilidad de la empresa coionizadora en América hizo que, tanto las mujeres como los hombres pensaran en la imposibilidad de que éstas acompañaran a sus maridos. De ahí que la mayoría de los hombres europeos viajaban solos. Esta es una razón de peso que explica el dinamismo en las uniones de europeos con indígenas y africanas desde el inicio de sus encuentros. 5 2 Aunque: supuestamente se intensifica el tráfico con población africana femenina para la organización de la familia africana en el Nuevo Mundo, los hechos demuestran otros resultados. La mujer y el hombre africanos o negros, como propiedad de los colonos, en­ traron, a formar parte de los medios de producción en todos los as­ pectes, y de utilidad para el amo según le conviniera a éste, y en el aspecto de las relaciones interétnicas va a realizar múltiples papeles a beneficio de la colonia. Por ejemplo, como máquina reproductora de modelos esclavos. Como hemos indicado en el anterior apartado, sus vástagos iban a sustituir a sus congéneres en el trabajo forzado. Así consta en el Capítulo 26 del Código Negro: "La escasez que diariamente se ex­ perimenta de negros en las costas de Guinea, Senegal y otras, los hará cada vez más bajos y más costosa su adquisición, lo cual hace 1 más urgente su necesidad de favorecer sus matrimonios... Hay que agregar, que en la mayoría de los casos la mujer no selecciona­ ba su pareja. Se escogían los esclavos altos y fuertes, para que éstas sostuvieran relaciones sexuales ( era una especie -dicho burdamen­ te- de encaste), "pues ésto les aseguraba y garantizaba una prole en buenas condiciones para el trabajo".2 Por otro lado, dentro d e , las obligaciones como esclava estaba la de ser sexualmente amable con su am o ; en muchas ocasiones, las hijas de los esclavos se las reservaba para las primeras relaciones sexuales de los hijos de sus amos *. También la mujer negra era utilizada con fines curativos, argu­ mento practicado hasta bien entrado este siglo, en República Domi­ nicana. Hombres con enfermedades de la piel y otrns, buscaban a una virgen o mujer negra y - dicen - se curaban, desviando así la selección por la mujer africana o negra*. Además del mito sexual. acerca de la mujer y el hombre negros, que aún llega hasta nuestros días. Estas eran creencias empíricas sobre los humores: fuego, agua, sangre y aire, acerca de la combinación de estos elementos para la identificación de la pareja y que hoy la psicología lo maneja como incompatibilidad de caracteres. l. Malagón Barceló, Javier. Ob. cit., pág. 2 1 5. 2. Barnet, Miguel. Ob. cit., pág. 36. *) Referencia hecha por Edward Brathwait en Cuadernos de la Cultura Latinoameri­ cana. UNAM, México. *) Esta información de carácter empírico pero vivencial, la ofrece Esteban Montejo en el libro Biografía de un Cimarrón de Miguel Barnet, pág. 39. Esta situación, hasta cierto punto deshumanizante, contribuyó a la degeneración de las relaciones sexuales y al desorden social de la mujer y del hombre negros, y que ésta capitalizara y tratara de sacar ventajas de la preferencia que, aún en estas condiciones, le dispensaba el hombre blanco. Esta conducta que las circunstancias socio-económicas y políticas imponen a la mujer, contribuye a la deformación de su personalidad. Inclusive hoy se manejan muchos de estos argumentos, a veces como categoría relacionada con la mujer de origen africano negra o mulata de rasgos dominantes ne­ gros, principalmente de las antillas y otras áreas del Continente Americano con una notable población de estos grupos.. Se ignora, primero, que cada grupo humano es diferente, como cada mujer y hombre lo son unos de otros; segundo, la mujer, sea blanca o negra, de climas tropicales, tiene un metabolismo más ace­ lerado y una maduración más temprana; por tanto, está preparada para las relaciones sexuales a más temprana edad y para la fertili­ dad precoz, amén del peso de las concepciones tradicionales de la relación de pareja y la procreación como únicas opciones de reali­ zación de la mujer, fuese ésta esclava o libre, negra, mulata o blanca. Además, refiriéndonos a la época de la esclavitud, hay que recordar que muchas tribus africanas dentro de su organización social contaban, por un lado, con la poligamia y por otro, estaba el cuidado de no incurrir en la falta de incesto, por tanto, tienen otro sentido de las relaciones sexuales y de su unión con extranjeros. Estas características de muchas sociedades africa

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