La dama desencarnada PDF

Summary

Este texto extraído del libro "El hombre que confundió a su mujer con un sombrero", del Dr. Oliver Sacks, explora la idea del sentido secreto de nuestro cuerpo, la propriocepción, y la forma en que esta influencia nuestra percepción y relación con nosotros mismos. Además se describen casos médicos.

Full Transcript

Capítulo del libro “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero”, del Dr. Oliver Sacks. Ed. Muchnik Editores, Barcelona, 1987. La dama desencarnada Aquellos aspectos de las cosas que son más importantes para nosotros permanecen ocultos debi...

Capítulo del libro “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero”, del Dr. Oliver Sacks. Ed. Muchnik Editores, Barcelona, 1987. La dama desencarnada Aquellos aspectos de las cosas que son más importantes para nosotros permanecen ocultos debido a su simplicidad y familiaridad. (No somos capaces de percibir lo que tenemos continuamente ante los ojos.) Los verdaderos fundamentos de la investigación no se hacen evidentes ni mucho menos. WITTGENSTEIN Lo que Wittgenstein escribe aquí, sobre epistemología, podría aplicarse a aspectos de la propia fisiología y de la psicología, sobre todo en relación con lo que Sherrington llamó una vez «nuestro sentido secreto, nuestro sexto sentido», ese flujo sensorial continuo pero inconsciente de las partes móviles del cuerpo (músculos, tendones, articulaciones), por el que se controlan y se ajustan continuamente su posición, tono y movimiento, pero de un modo que para nosotros queda oculto, por ser automático e inconsciente. El resto de nuestros sentidos (los cinco sentidos) están abiertos, son evidentes pero esto (nuestro sentido oculto) hubo de, digamos, descubrirlo Sherrington, en la década de 1890. Le llamó propriocepción», para distinguirlo de la «exterocepción» y de la «interocepción», y, además, por ser imprescindible para que el individuo tenga un sentido de sí mismo; porque si sentimos el cuerpo como propio, como propiedad» nuestra, es por cortesía de la propriocepción. (Sherrington 1906, 1940) ¿Hay algo que sea más importante para nosotros, a un nivel básico, que el control, la propiedad y el manejo, de nuestro propio yo físico? y sin embargo es algo tan automático, tan familiar, que no le dedicamos jamás un pensamiento. Jonathan Miller produjo una maravillosa serie de televisión, The Body in Question, pero el cuerpo, no se pone en cuestión normalmente: nuestro cuerpo es algo que está fuera de duda, o quizás por debajo de ella... está ahí sin más, indiscutiblemente. Este carácter indiscutible del cuerpo, su certeza, es, para Wittgenstein, el principio y la base de todo conocimiento y de toda certeza. Así, en su último libro (Sobre la certeza), comienza diciendo: «Si sabes que aquí hay una mano, te otorgaremos todo lo demás». Pero luego, siguiendo el mismo razonamiento, en la misma página primera: «Lo que podemos preguntar es si puede tener sentido dudarlo...»; y, poco después: «¿Puedo dudarlo? ¡Faltan bases para la duda!». En realidad su libro podría titularse Sobre la duda, en vez de Sobre la certeza, pues se caracteriza por la duda, tanto como por la afirmación. Se pregunta concretamente (y nosotros por nuestra parte podríamos preguntarnos, si estos pensamientos no tendrían como estímulo su trabajo con pacientes en un hospital, durante la guerra), se pregunta, repetimos, si puede haber situaciones o condiciones que priven al individuo de la certeza del cuerpo, que le den motivos para dudar del propio cuerpo, hasta llegar incluso a perder el cuerpo completo en la duda total. Esta idea parece rondar por su último libro como una pesadilla. Christina era una joven vigorosa de veintisiete años, aficionada al hockey ya la equitación, segura de sí misma, fuerte, de cuerpo y de mente. Tenía dos hijos pequeños y trabajaba como programadora en su casa. Era inteligente y culta, le gustaba el ballet y los poetas laquistas (pero no, tengo la impresión, Wittgenstein). Llevaba una vida activa y plena, no había estado enferma prácticamente nunca. De pronto, y la primera sorprendida fue ella, a raíz de un acceso de dolor abdominal, se descubrió que tenía piedras en la vesícula y se aconsejó la extirpación de ésta. Ingresó en el hospital tres días antes de la fecha de la operación y se la sometió a un régimen de antibióticos como profilaxis microbiana. Era simple rutina, una precaución, y no se esperaba complicación alguna. Christina lo sabía muy bien y, siendo como era una persona razonable, no se angustiaba demasiado. Aunque poco dada a sueños o fantasías, el día antes de la intervención tuvo un sueño inquietante de una extraña intensidad. Se tambaleaba aparatosamente, en el sueño, no era capaz de sostenerse en pie, apenas sentía el suelo, apenas tenía sensibilidad en las manos, notaba sacudidas constantes en ellas, se le caía todo lo que cogía. Este sueño le produjo un gran desasosiego. «

Use Quizgecko on...
Browser
Browser