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UNIDAD 5 LA GEOGRAFÍA REGIONAL OBJETIVO El alumno conocerá los conceptos de regiones en la geografía económica, así como las escalas existentes. TEMARIO 5.1. Las ciudades como núcleo de la región 5.2. La caracterización de las regiones...

UNIDAD 5 LA GEOGRAFÍA REGIONAL OBJETIVO El alumno conocerá los conceptos de regiones en la geografía económica, así como las escalas existentes. TEMARIO 5.1. Las ciudades como núcleo de la región 5.2. La caracterización de las regiones en los paradigmas clásicos 5.2.1 Región homogénea 5.2.2. Región polarizada 5.3. Región económica 5.3.1. Región económica en el pensamiento marxista 5.3.2. La región productiva 5.4. Los nuevos modelos regionales 5.4.1. Modelo de producción neatoyriano 5.4.2. Modelo de producción californiano 5.4.3. El modo de producción saturniano y la región sistema 5.5. Escalas de funcionalización 5.5.1. Escala internacional 5.5.2. Escalas nacionales 5.5.3. Escalas regionales 5.5.4. Escalas locales 87 MAPA CONCEPTUAL Modelos regionales REGION Escalas Económica 88 INTRODUCION Hacer referencia a la producción, la distribución y el consumo de bienes y servicios, implica tomar en consideración las escalas en que estos procesos están articulados, pero, a la vez, se distinguen. Es algo semejante al mecanismo de la maquinaria de un reloj, en que engranes de distinto diámetro, con movimientos diferenciados, pero que como parte de un sistema tienen una función concreta: medir el tiempo. En el caso de la geografía económica, frecuentemente se usan conceptos como macro regionalización, mesorregión, microrregión o región que indican una jerarquerización de los espacios, cuestión básica en el orden económico mundial actual. Por ello, en esta unidad se analizarán los procesos de regionalización que se dan en el mundo. Desde el siglo XIX, el término región ha designado un territorio con características homogéneas o muy semejantes, que lo distinguen de otros territorios. Así, la región poseía un carácter eminentemente natural y servía para resaltar el principio de unidad. De la Blache hacía referencia a lo que se denominada “región-paisaje” que respondía a la visión clásica decimonónica cuando “el capitalismo profundizaba su control en la economía y en el territorio en el marco de la primera fase de globalización de la historia mundial, que fue calificada como imperialismo”.81 81 Juan José Palacios, Lecturas de análisis en México y América Latina, p. 106. 89 5.1. LAS CIUDADES COMO NÚCLEO DE LA REGIÓN En los inicios del siglo XX, la Revolución Industrial, que se había consolidado completamente en Europa y en Estados Unidos de América, requirió mayores cantidades de materias primas para las industrias que se habían establecido, por lo que a poco se configuraron y asentaron los nuevos espacios industriales y comerciales en el mundo.82 La ciudad, como centro de integración de las actividades, es el lugar donde ocurre la mayor variedad de procesos sociales y desarrollo tecnológico y científico, de ahí que su crecimiento y expansión estén en relación directa y complementaria con los medios de transporte, y los caminos que unen unos espacios con otros. A los medios de comunicaciones fluviales y marítimas, muy importantes antes de la Revolución Industrial, se sumaron otras vías de comunicación tendidas en el interior de los países y continentes, pues era necesaria la conexión entre las metrópolis y los principales puertos, donde el tráfico de materias primas, de productos elaborados o semielaborados se intercambiaba y redistribuían. Con la aparición del ferrocarril, se aceleró el crecimiento y la expansión de los intercambios de ideas, personas y productos. El trazo de las vías férreas obedeció a un patrón de organización que unía las zonas agrícolas abastecedoras de alimentos y materias primas con las ciudades, los principales centros de consumo y de concentración demográfica. Se puede distinguir una organización entre las ciudades internas, que se conectan unas con otras, y las ciudades industriales, que se enlazan con los puertos. La interrelación se aceleró y las distancias se acortaron al surgir nuevos entramados, nuevos tejidos de comunicación. Los transportes permitieron una mayor diferenciación entre los lugares de producción y los lugares de consumo; surgieron las especializaciones económicas y, con ello, lo que podemos denominar de manera convencional, las “regiones agrícolas”, proveedoras de materias primas y alimentos, y las “regiones urbanas”, transformadoras y consumidoras de los insumos proporcionados por las primeras.83 82 Norma Angélica Rosales Neri, Irene Ana Ma. García Pérez, Geografía económica, p. 70. 83 Norma Angélica Rosales Neri, Irene Ana Ma. García Pérez, Geografía económica, p. 70. 90 Las ciudades, de acuerdo con la época, concentraron las actividades industriales que, a su vez, favorecieron la diversificación de los servicios; por tanto, no se hicieron esperar los grandes movimientos de población. La concentración urbana exigió una división social del trabajo, necesaria para la reproducción de capital. Los espacios urbanos se han caracterizado por las que han desempeñado en el transcurso de la historia del hombre. Las actividades económicas, culturales, administrativas, políticas y militares han hecho de ellos espacios donde se concentra la riqueza. Ahora bien, las referencias a la ciudad deben hacerse sin homogeneizarla, pues es necesario tomar en cuenta la historia de cada una, sus orígenes, es decir, cuál fue el motivo de su aparición y desarrollo. Por ejemplo, a las principales urbes de América Latina, África y Asia se les conoce como ciudades coloniales, pues la mayoría de ellas, precisamente, surgieron de las necesidades y políticas de las principales potencias del siglo XVI. Así, en América Latina la posición costera de ciudades como Cartagena, Caracas, Guayaquil, Buenos aires, Sao Paulo y Río de Janeiro, las convirtió en puertos de intercambio y embarque. Las ciudades europeas se han caracterizado por ser comerciales e industriales. En el primer caso, se encuentran Venecia, Ámsterdam, Hannover, en el segundo Liverpool. En estas últimas, al desarrollarse las actividades manufactureras, los adelantos científicos aceleraron la desaparición de las antiguas formas de organización de la producción. El surgimiento de los nuevos sistemas mecanizados posibilitó la producción en gran escala y la centralización de las actividades, principalmente las fabriles. Además en estas ciudades se concentró el excedente de la explotación de los recursos territoriales coloniales.84 Las ciudades en Estados Unidos tienen una historia diferente de la de los europeos. 5.2. LA CARACTERIZACIÓN DE LAS REGIONES EN LOS PARADIGMAS CLÁSICOS En la actualidad, el concepto de la región adquiere nuevas dimensiones, pues los procesos y las escalas de producción son microrregionales, es decir, a 84 Clawson, David, Geografía, p. 631. 91 escalas mundiales. Así, la distancia geográfica es importante, pero ahora el factor tiempo y el abaratamiento en los costos de producción son elementos cada vez más cruciales. Como elemento metodológico, en los estudios de geografía económica, la región se ha tomado como posible estrategia de desarrollo en la que se expresan articulaciones, interdependencias e interregionales. Pero el carácter de homogeneidad que se le ha atribuido oculta fenómenos socioeconómicos y de dispersión geográfica que deben plantearse en los estudios que abarquen conexiones de todo tipo a diferentes escalas.85 5.2.1. Región homogénea La región homogénea es una unidad territorial que se define con un factor único de diferenciación que puede ser físico, climatológico o político. La dispersión o diferenciación interior de sus elementos es menor que la que se da entre las regiones que la circundan. 5.2.2. Región polarizada El concepto de región polarizada aparece en la década de 1950, también se conoce como región nodal. Se hace referencia a ella a partir de la interdependencia funcional y la densidad de los flujos entre los elementos que la conforman. La característica principal de esta región es que hay un “núcleo central” o “nodo” articulado con las áreas satélites que la rodean. Su sistema se organiza en torno a un polo central con el cual todos sus elementos se relacionan más intensamente que otros ubicados fuera del ámbito nodal.86 Esas regiones tienen un área territorial de influencia bastante marcada y que se extiende incluso a escalas nacionales, lo que hace que se conviertan en el polo que domina el resto del territorio nacional. Ejemplos de ellas son las ciudades capitales de la mayoría de los países en vías de desarrollo. Pero así como las capitales tenían una gran influencia, se pensó en la posibilidad de crear nuevas ciudades o polos de crecimiento alrededor de nuevos núcleos industriales para favorecer el equilibrio territorial. 85 Norma Angélica Rosales Neri, Irene Ana Ma. García Pérez, Geografía económica, p. 73. 86 Daniel Hiernaux, Análisis regional en México, p. 107. 92 5.3. REGIÓN ECONÓMICA El concepto de región económica proviene de la escuela clásica alemana, cuyos primeros trabajos fueron obra de Walter Christaller y August Losch, quienes formularon la teoría del lugar central para tratar de descubrir las leyes y los mecanismos que regían el orden territorial de los fenómenos económicos.87 Para este fin, concibieron la realidad geográfica como un espacio euclidiano, bidimensional, al que aplicaron formas especiales abstractas para referirse a la realidad. Postularon estas formas abstractas como el ideal al que deberían tender las configuraciones territoriales de toda organización social. Para Losch, el concepto de región económica era un equivalente al de regiones culturales, geográficas o políticas. Así, este concepto respondía a la intención de definir una región, por la distribución territorial de las actividades productivas. Aquí, los procesos económicos sufren los efectos de la distancia. Estas unidades económicas independientes y autosuficientes presentarían un esquema hexagonal para la circulación de cada producto, por ser éste el que minimiza la distancia entre los puntos de consumo y producción, maximizar el número de consumidores por unidad de superficie y conferir una distribución uniforme a 88 los recursos y la población. De esta manera, se formarían redes de intercambios, que se favorecían con las mejoras en las líneas de transportación. Debido a que en la región económica 87 Juan José Palacios, El concepto de región, p. 108. 88 Norma Angélica Rosales Neri, Irene Ana Ma. García Pérez, Geografía económica, p. 74. 93 ideada por Losch, no estaban considerados los obstáculos del relieve terrestre, puede decirse que es un modelo Alemán, sin configuración montañosa. 5.3.1. La región económica en el pensamiento marxista Es ante todo un conjunto de producción, en el que se enlazan los factores naturales y económicos para integrar un área de importancia significativa dentro de la economía nacional, que posea suficientes recursos para su propio desarrollo presente y futuro, pero sobre todo para integrar una industria poderosa y una agricultura que satisfaga las necesidades locales.89 Esta noción de región económica se refiere al área que integra los elementos naturales y sociales en un todo que le permite desarrollarse y ser autónoma, pero, a la vez, mantener relaciones con otras regiones. Esta región tiene raíces en lo que otro momento fueron las economías planificadas. El Estado, como un regulador, económico, social y territorial, tenía una fuerte presencia en la política económica. Muchos análisis marxistas de la región tendían a favorecer el ámbito económico siguiendo la línea tradicional de la economía política y dejaron de lado los elementos sociales, culturales y étnicos que también habrían sido necesarios para comprender de manera más objetiva a los países socialistas.90 ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE 89 Ángel Bassols, La teoría, el conocimiento de las regiones, p. 132. 90 Norma Angélica Rosales Neri, Irene Ana Ma. García Pérez, Geografía económica, p. 75. 94 1.- Mencione cinco ejemplos de regiones económicas. 2.- Realice una investigación de que acuerdos comerciales tiene América. Latina, sus ventajas, restricciones y escalas de influencia. 3.- Realice una investigación de cómo se creó la Unión Europea. 5.3.2. La región productiva Quienes secundan el concepto de región productiva parten de la idea de que la superficie terrestre está diferenciada por la dotación de recursos naturales, lo que da lugar a una división territorial del trabajo en la que cada área se especializa en la producción de aquellos bienes que sus recursos permite. Por eso el crecimiento de una región depende de su capacidad productiva en general y de sus posibilidades de exportación. Así, toda la estructura productiva del área se organiza en torno a las actividades de exportación, que se denominan básicas. Se establecen industrias complementarias y servicios que generan economías externas que sirven para mejorar la posición productiva de los productos regionales al reducir sus costos. La región se comporta como un todo homogéneo y coherente, cuya identidad está determinada por sus actividades económicas de exportación.91 5.4. LOS NUEVOS MODELOS REGIONALES 91 Norma Angélica Rosales Neri, Irene Ana Ma. García Pérez, Geografía económica, p. 74. 95 Los nuevos modelos regionales surgen de la revolución tecnológica que cambió lo análisis tradicionales del territorio, pues la tecnología de las redes de comunicación ha modificado la variable distancia. Además en la actualidad hay una gran diferencia en los requerimientos de las industrias en el plano mundial, por lo que la tecnología influye en la organización del trabajo y en todo lo que se refiere a la producción, la distribución y el consumo. Ahora se habla de nuevas formas de organización territorial que obedecen en particular a las maneras en que las sociedades industriales explotan las riquezas. El geógrafo francés Alan Lipietz, que ha estudiado la sociedad industrial y su distribución espacial, menciona las siguientes formas de producción que corresponden a los diferentes modelos de región.92 5.4.1. El modo de producción neotayloriano y la región subsidiaria Este modo de producción consiste en la desintegración de los procesos del trabajo, pues distribuye territorialmente los niveles de calificación y aprovecha las ventajas comparativas de los espacios de integración. Es el caso de la industria maquiladora de México o el sureste asiático, donde las áreas productivas son aglomeraciones recientes que establecen una relación muy débil con la formación social anterior; es decir, no aportan beneficios sustanciales a las comunidades, pues pese a la facilidad con que se instalan, gracias a las ventajas que les proporciona el Estado, producen una gran inseguridad laboral en cuanto que otorgan un mínimo de prestaciones a sus trabajadores. Además, si las ganancias se presentan más promisorias en otros lugares, no dudan en cambiar el emplazamiento que es generalmente de dimensiones medianas y poco duraderas. Estas áreas productivas solo se dedican a una parte de la industria, es decir, una región produce un parte de un componente y lo envía a la región cercana para la terminación.93 92 Norma Angélica Rosales Neri, Irene Ana Ma. García Pérez, Geografía económica, p. 75. 93 Norma Angélica Rosales Neri, Irene Ana Ma. García Pérez, Geografía económica, p. 75. 96 5.4.2. El modelo de producción californiano Este modo de producción impulsa un sistema productivo local, es decir “parques tecnológicos” alrededor de centros de innovación dominantes. Su materia prima esencial es la información tecnológica, la alta especialidad del trabajo consiste en la producción de personal técnico y científico.94 Los parques tecnológicos, deben estar cercanos o junto a una universidad para que pueda darse personal a los parques industriales. 5.4.3. El modo de producción saturniano y la región sistema Este modo de producción busca la calificación y la cooperación en las relaciones profesionales en la unidad de producción y propicia la firma de acuerdos entre empresas. Su modelo territorial correspondiente sería el de “área sistema” con una fuerte integración interna. Un ejemplo de esta forma de organización territorial es la región que circunda la ciudad de Boston, donde la industria tradicional ha cambiado en forma trascendental y ha incursionado en la tecnología de punta, aprovechando sobre todo la proximidad del Instituto de Massachusetts, la Universidad de Harvard, la existencia de centros financieros, los excelentes medios de comunicación que dan una fuerte cohesión interna a toda la zona de Nueva Inglaterra y principalmente, un mercado interno muy 94 Manuel Castells, Nuevas tecnologías y desarrollo regional, p. 178. 97 consolidado del que forman parte los grupos sociales más conservadores de Estados Unidos. La región sistema es el modelo asociado con los procesos de tipo saturniano a los que nos referimos en las primeras líneas del apartado.95 5.5. ESCALAS DE FUNCIONALIZACIÓN Las escalas de producción se integran, interactúan y se relacionan en diferentes niveles. 5.5.1. Escala internacional También denominadas macroeconómicas, las escalas internacionales son producto de un mercado mundial impulsado por los acuerdos para eliminar las barreras arancelarias y aduanales entre los países miembros de los grandes bloques neoeconómicos y políticos, entre los cuales destaca principalmente el bloque europeo, que es el más sólido y está regido por Alemania. En el ámbito mundial este bloque económico es el mercado más grande, pues sus importancias representan 39.7%, muy por arriba de Estados Unidos. Los países que forman la Unión Europea han buscado homogeneizar sus intercambios y a su vez han adoptado medidas proteccionistas que faciliten el tráfico de materias primas, sobre todo de los países africanos. Esto obedece a un proceso histórico. La cercanía entre los lugares de producción y consumo es 95 Norma Angélica Rosales Neri, Irene Ana Ma. García Pérez, Geografía económica, p. 76. 98 un factor importante para Europa, pues, mientras que sus escolanías le surten alimentos básicos, aquella se especializa en la producción de vinos o de quesos, industrias que, en ciertos casos, son tradicionales. Por otra parte, se ha superespecializado en las industrias de punta, como la fotónica y la microelectrónica; los nuevos materiales; la manufactura de dispositivos optometrónicos y la mecatrónica. Asimismo, se dedica a la investigación de la inteligencia artificial, la generación de industrias alimentarias y la investigación del nuevo ambiente de trabajo de las tecnologías avanzadas. Así con las nuevas técnicas, se privilegian las investigaciones que ligan la tecnología, las variables sociorganizacionales y las estructuras de la comunicación.96 El bloque de Norteamérica tiene como principal núcleo de poder político y económico a Estados Unidos. Así, las relaciones comerciales se transforman en una lucha por el poder comercial y político de los grandes monopolios y de las transnacionales que dominan la economía mundial, por ejemplo la industria bélica y la industria informática, comunicación, compañías petroleras, automotrices. Estados Unidos ejerce un dominio sobre América Latina. El bloque encabezado por Japón es realmente una potencia de acciones impredecibles, pues su capacidad de negociación lo ha llevado a entablar relaciones con industrias europeas y estadounidenses en la que los beneficios son para las empresas japonesas. 96 Corona Leonel, El programa de prospectiva tecnológica de la CEE, p. 230. 99 5.5.2. Escalas nacionales La escala nacional ha perdido poco a poco su relevancia desde que la diferenciación entre los espacios naciones no constituye un elemento principal en el desarrollo de la moderna sociedad industrial. Esta situación exige que los Estados limiten sus políticas nacionales y se dediquen a impulsar el surgimiento de condiciones diferenciales y competitivas en las diversas regiones que los conforman, por medio de una inversión dinámica en la infraestructura para ampliar la planta productiva. Así, la política económica adoptada en la década de 1980, según la cual el Estado era el encargado de la organización territorial, ha fomentado el ingreso de capitales extranjeros con propósitos de financiamiento.97 5.5.3. Escalas regionales Los estudios de los procesos económicos ubican la región en el centro de los procesos de creación de insumos industriales. Ya se mencionaron la región subsidiaria, la región competencia y la región sistema, que toman las características que les imprime la diferenciación de las inversiones nacionales y extranjeras. Por tanto, hacer una tipología tradicional de regiones agrícolas, ganaderas, petroleras o mineras podría parecer muy simple, pues hoy, si bien es cierto que hay países y regiones mono exportadores, también lo es que no se puede hablar en términos absolutos de la supremacía de alguna actividad, ya que en la mayoría de los casos la coexistencia de economías de subsistencia y puntos superdesarrollados es una peculariedad más del actual momento económico.98 97 Norma Angélica Rosales Neri, Irene Ana Ma. García Pérez, Geografía económica, p. 70. 98 Norma Angélica Rosales Neri, Irene Ana Ma. García Pérez, Geografía económica, p. 81. 100 5.5.4 Escalas locales El concepto de escalas locales se asocia casi directamente con las grandes urbes y espacios industriales, pero aun así, se dice que la importancia de las ciudades radica en que producen un espacio reticular, formado por núcleos centrales con intensa comunicación entre sí, y poco a poco, se ha generalizado el uso del término “ciudades flexibles”, a las cuales se atribuye la capacidad de acoger alguna parte sustancial del proceso de desarrollo económico del mundo y, al mismo tiempo, de integrarse con el resto de las ciudades flexibles en una red internacional, por ejemplo, hay ciudades que cumplen una función articulada como centro financiero. La flexibilidad de estas ciudades se debe, sobre todo, a los medios de comunicación, activo e interactivos que dominan la economía mundial y que son parte del proceso globalizador.99 99 Norma Angélica Rosales Neri, Irene Ana Ma. García Pérez, Geografía económica, p. 82. 101 CAPÍTULO 22 LAS GEOGRAFÍAS FEMINISTAS La presencia de la mujer en la geografía moderna es coetánea de su fundación como disciplina. Nombres destacados, como el de Ellen Semple, ocupan un lugar relevante en la cultura geográfica del primer tercio de este siglo XX. Existían otros antecedentes de participación femenina, en el caso de la geografía física, como el de Mary Sommerville. La participación fe- menina es proporcionalmente exigua durante la primera mitad del siglo XX. El predominio masculino es absoluto, sobre todo en lo que concierne a ocu- pación de puestos de decisión y al control institucional de la academia uni- versitaria. La mujer geógrafo tiene un lugar subordinado y discreto, si des- contamos casos singulares y por ello excepcionales, que confirman la regla, como el de J. Beaujeu-Garnier en Francia o S. Daveau en Portugal, con una notable presencia institucional y práctica. La presencia femenina se incrementa a la par con la expansión de la geografía académica a partir del decenio de 1960. Se corresponde con el fe- nómeno de incorporación de la mujer a la esfera pública en las sociedades occidentales, con una notable incidencia en el marco universitario o acadé- mico. Coincide con los grandes movimientos sociales que movilizan a estas sociedades occidentales en ese decenio de 1960 y el siguiente, un fenóme- no que se aprecia tanto en Estados Unidos como en la Europa occidental, y la propia España. Su rasgo más notable es la progresiva definición de campos de cono- cimiento vinculados con lo femenino, reivindicando el conocimiento de los espacios de la mitad de la sociedad. Se manifiesta, de modo progresivo, como una labor crítica del conocimiento y las disciplinas tradicionales por su pronunciado sesgo masculino en la representación y análisis de la reali- dad. Es decir, por la ignorancia de la realidad que suponía la mitad de la sociedad y sus problemas. De la reivindicación progresiva de la considera- ción de estos problemas en el marco académico a la definición de un mo- vimiento de fundación de disciplinas asentadas sobre el reconocimiento de lo femenino como un factor determinante del conocimiento, el tránsito es rápido. La construcción de un marco teórico feminista parte del principio de considerar que la distinción hombre-mujer, en sus diversos términos, tie- ne un carácter social, es una construcción social. Es la sociedad la que 438 OBJETO Y PRÁCTICAS DE LA GEOGRAFÍA crea las dos figuras, las que les otorga rasgos propios, la que los diferen- cia en la vida cotidiana, en los comportamientos, en el trabajo, en las re- laciones sociales, y la que valora su situación de una determinada forma. Y propugnaba una teoría social basada en la condición femenina, en lo que los anglosajones denominan gender. Reivindicaban, al mismo tiempo, la posibilidad de construir una epistemología propia y desarrollar una me- todología específica, feminista. Responde a un intento de hacer de la diferenciación social de los sexos un marco teórico en el análisis social y un instrumento para la acción po- lítica, identificado con el feminismo. Se enmarca, por tanto, en un movi- miento social y político, el feminismo. Es la influencia de este movimiento el que provoca la aparición de los enfoques feministas en las diversas dis- ciplinas académicas. Se vincula, por otra parte, al auge de los movimientos sociales, sobre todo urbanos, en el decenio de 1960. En el ámbito geográfico suponía el desarrollo de un proyecto de geo- grafía sustentado sobre la distinción sexual, apoyado en los supuestos de la crítica teórica feminista. Significó el tránsito de la atención a los temas fe- meninos a la propuesta de construcción de una disciplina, la geografía feminista (gender geography). El fundamento de la propuesta era vincular espacio y condición femenina. Se trata más bien de una cuestión que afecta al conjunto de la teoría social y que se manifiesta, tanto en el ámbito de la geografía, aunque con retraso, como en la filosofía, sociología, política y economía política, entre otros. En su origen, no es un fenómeno propio de la geografía. El rasgo más destacado de este nuevo campo ha sido y es la excepcio- nal dimensión teórica y epistemológica que ha adquirido. A diferencia de otras disciplinas o ramas de la geografía, la rama feminista sobrepasa el contenido temático para presentarse como una alternativa epistemológica y teórica. Lo que significa construir otra geografía. Desde la perspectiva in- terna no se concibe como una rama de la geografía, tachada de masculina. Se concibe como una geografía distinta, una geografía feminista. La geografía moderna se ha desarrollado como un discurso que ha sido, de forma predominante, un discurso naturalista y, en menor medida, social. Ha prestado atención preferente a aspectos genéricos y ha practica- do una sensible interpretación masculina de los procesos sociales y de los procesos espaciales. No ha contemplado de modo directo la intervención y el papel de la mujer en la organización del espacio y ha propiciado una con- sideración asexuada de la realidad que, de hecho, significaba una deforma- ción masculina de la misma. Por otra parte, la influencia femenina en el desarrollo de la geografía ha estado limitada por factores sociales, que han determinado una presen- cia marginal o subordinada en el ámbito de las comunidades geográficas modernas (Bondi, 1990). La incorporación de la mujer a puestos clave en la definición de los objetivos y en la modulación del discurso geográfico ha sido muy tardía y sigue siendo muy limitada (Rose, 1996). En relación con ello, la atención a los fenómenos geográficos desde la óptica de la mujer, o LAS CULTURAS DEL ESPACIO, LAS CULTURAS GEOGRÁFICAS 439 gurar, en el desarrollo de la geografía moderna, un tipo de enfoques que pu- dieran responder a la específica perspectiva de la condición femenina. El predominio masculino y el prisma dominante de un cierto pensa- miento machista ha supuesto la preterición de cuestiones y objetos vincu- lados con la presencia femenina, actitudes que han afectado a la propia na- turaleza y carácter de las fuentes de trabajo empleadas que, a su vez, han condicionado la orientación de los estudios. La información ha estado ses- gada, cuando no ha sido inexistente. La atención a este mundo de la mujer y la reivindicación de nuevas perspectivas abiertas a la mirada y a la condición femenina, en la cons- trucción de la disciplina y en la elaboración del discurso geográfico, crista- liza sólo en el decenio de 1980. Lo hace, en principio, en el marco de las nuevas tendencias críticas que dan origen a las geografías radicales. La aparición de una geografía feminista se enmarca en un proceso cuyas raíces son, por una parte, el progresivo desarrollo y maduración del movimiento feminista y por otra, los movimientos sociales radicales. El primero, desde sus primeras formas en el siglo XIX e inicios del XX , has- ta sus formulaciones recientes, en el último cuarto del siglo XX. El se- gundo, con la definición de una geografía radical o geografía comprome- tida en el orden político, configurada a finales del decenio de 1960. Ésta estimula la introducción de cuestiones vinculadas con el mundo de la margi- nación social y con las prácticas discriminatorias propias de la ciencia ofi- cial o dominante. Se produce en Estados Unidos. Se extiende a, y marca también, las co- rrientes idealistas. Se perfila incluso como una alternativa teórica y episte- mológica. Se presenta como una verdadera filosofía alternativa frente a las corrientes que han dominado el pensamiento geográfico y la propia filoso- fía científica de la modernidad. Esta singular perspectiva responde a la im- plicación que en los estudios sobre la condición femenina tiene la presen- cia de un movimiento feminista de amplio espectro, con una dimensión cul- tural, filosófica y política (Alcoff, 1996). 1. Feminismo y teoría social El movimiento feminista iniciado en la segunda mitad del siglo XIX con un carácter de reivindicación de derechos políticos -como el voto-, y so- ciales -en cuanto a salarios y condiciones de trabajo-, se transforma en la segunda mitad del siglo XX, en particular en el decenio de 1960, en rela- ción con la intensa agitación social de este período. La lucha por los derechos civiles y los movimientos frente a la guerra de Vietnam, en Estados Unidos, y el movimiento político en torno al mayo de 1968, en Europa occidental, coinciden con el final del colonialismo y la con- figuración del denominado Tercer Mundo en el decenio de 1960. La incor- poración de minorías y poblaciones de color en los países europeos y en Es- tados Unidos, en relación con los grandes movimientos migratorios, añade una nueva dimensión social. 440 OBJETO Y PRÁCTICAS DE LA GEOGRAFÍA Unos y otros indujeron una creciente participación de la mujer en es- tas movilizaciones sociales: ayudaron a descubrir la situación específica de la mujer como doble víctima de la segregación social y de la marginación femenina. Presentaba sus formas más visibles en el ámbito de las minorías y en el Tercer Mundo. En el caso de los países desarrollados, descubría el carácter marginal de la presencia femenina. Se ponía de manifiesto en el mun- do académico, en el proceso de producción de conocimiento y en los cen- tros de decisión social, económica y política. Mostraba la configuración histórica de una sociedad de perfil mascu- lino -patriarcal- en la que la mujer quedaba relegada a funciones reales y simbólicas subordinadas y dependientes. Estaban determinadas por el segmento masculino y respondían a patrones culturales y pautas de con- ducta de naturaleza masculina e, incluso, machista. La conciencia de esta situación y la confluencia de este conjunto de circunstancias orientaron el movimiento feminista hacia objetivos políticos: lo transformaron en un mo- vimiento orientado a la liberación de la mujer y se consideró como la con- dición de la transformación de la sociedad. EL MOVIMIENTO FEMINISTA: HACIA UNA ALTERNATIVA Esta orientación se traduce, en los años setenta y ochenta, en una ra- dicalización y ahondamiento de los postulados feministas. Se proyecta en un esfuerzo por construir un marco teórico consistente para la interpreta- ción histórica de la condición femenina y para la acción política en el mun- do actual: el feminismo como una «teoría crítica de nuestra sociedad» con sus propios objetivos, su propia tradición y señas de identidad, y entidad para vertebrar un pensamiento crítico (Amorós, 1999). El carácter o identificación del feminismo con una teoría social constituye un rasgo relevante de la concepción feminista moderna. El co- mún origen del feminismo y de los movimientos radicales determinó la búsqueda de ese marco teórico, en un primer momento, en el marxismo o materialismo histórico. Configura un feminismo socialista o de inspi- ración marxista. Las vías para esta elaboración fueron, por una parte la integración de la situación de la mujer en el contexto del proceso de reproducción social. El punto de partida lo proporcionaron los enfoques de Engels sobre la di- visión del trabajo entre los sexos, como una primera forma de la división del trabajo, y en relación con la constitución de las sociedades de clases. El papel de la mujer en éstas quedará determinado por la implantación y el desarrollo del patriarcado. Éste aparece como un modelo de dominio so- cial del hombre y de subordinación y dependencia de la mujer. Un concep- to, el de patriarcado, que devendrá esencial en el enfoque teórico del femi- nismo, en particular en algunos de sus corrientes. Por otra vía, más radical, pero de similar origen, se procedió a susti- tuir los términos del análisis marxista que hacía de la lucha de clases el motor de la historia y de la clase trabajadora la protagonista de esa lucha. La lucha de sexos suplanta a la lucha de clases. La mujer se convierte en el elemento revolucionario y progresista liberador. Se transforma en el su- jeto histórico del movimiento social, en su protagonista. Una obra, titula- da Dialectic of Sex, representa la formulación inicial de este planteamien- to (Firestone, 1970). El desarrollo posterior del movimiento feminista se caracteriza por la radicalización del mismo. El rasgo sobresaliente de esta radicalización es la deriva teórica hacia la interpretación de las diferencias entre sexos, no tanto en el marco histórico como en el marco biológico o natural. Se rela- ciona con el carácter específico que la mujer tiene en el proceso reproduc- tor. Se entiende que esta realidad orgánica supone formas específicas tam- bién de relación con la naturaleza. Como consecuencia, se interpreta que afecta al entendimiento de la misma, que conlleva consecuencias epistemo- lógicas. Y, por tanto, una filosofía del conocimiento propia. El feminismo radical reivindica valores y patrones de análisis de la rea- lidad vinculados a la condición femenina. Valores enfrentados a los valores y patrones imperantes, que se asocian a la condición masculina. La racio- nalidad, el análisis empírico, la verdad científica, la neutralidad del conoci- miento, entre otros, responderían a la elaboración masculina. Serían for- mas propias del pensamiento masculino. Frente a ellos se propugnan los va- lores de intuición, el sentimiento, la empatía, la sensación, como alternati- vos y propios de la naturaleza femenina. El proceso de construcción de una teoría social feminista tiene, en consecuencia, unas derivaciones de carác- ter epistemológico. 1.2. LA CRÍTICA FEMINISTA DEL CONOCIMIENTO La crítica feminista pone en entredicho la concepción y naturaleza del proceso de conocimiento tal y como éste se concibe desde la Ilustración, en el mundo moderno. La modernidad y la Ilustración, por tanto, se asocian a una concepción y construcción masculina del saber y de la ciencia. En con- secuencia, se plantea el desarrollo de una teoría crítica de carácter femi- nista, con un doble cometido. Desmontar la filosofía del conocimiento de carácter masculino y construir, de forma alternativa, una teoría o filosofía sustentada en la condición femenina. El significado de estos planteamientos es importante, porque supone negar la objetividad del conocimiento científico, invalidar el carácter de neutralidad de la ciencia. Sitúa a ésta y los valores asociados a ella en la sociedad moderna, como una forma de conocimiento masculina, como un discurso mediatizado por la condición sexual. Introduce -como lo hicie- ra el marxismo ortodoxo soviético con la distinción entre ciencia burgue- sa y ciencia proletaria- una ciencia masculina y una posible y alternati- va ciencia femenina. Esta concepción se sustenta en la consideración del conocimiento científico como un simple instrumento de clase, como un elemento del 442 OBJETO Y PRÁCTICAS DE LA GEOGRAFÍA poder, como un discurso. No existe la verdad objetiva o científica sino una verdad política, partidaria, selectiva, útil. Los enfoques postestruc- turalistas y posmodernos, a partir de Foucault, han facilitado este plan- teamiento. Las teorías feministas revolucionarias contestan las pretensiones de una ciencia que se dice destinada a describir la realidad tal cual ésta apa- rece. Entienden contribuyen a consolidarla. Por ello, reivindican una cien- cia, en este caso un marco teórico de carácter estratégico. Es decir, cuya fi- nalidad se adecue a los objetivos del movimiento feminista. La ciencia debe subordinarse a la política y a los objetivos de ésta. «El objetivo de una teo- ría feminista sería el desarrollo de una teoría estratégica, no de una teoría verdadera o falsa, sino de una teoría estratégica.» Forman parte de la críti- ca postestructuralista. Sin embargo, la denuncia de los discursos históricos o teóricos por par- te del postestructuralismo afecta al discurso o teoría feminista que tiene también ambiciones de interpretación histórica y social. La renuencia de la cultura posmoderna a aceptar grandes teorías ha contribuido a reorientar el movimiento feminista hacia planteamientos históricos, culturales, loca- les, más vinculados a las condiciones concretas de grupos, de culturas, en ámbitos determinados. El pensamiento posmoderno incide de forma directa en las concepcio- nes y orientaciones del feminismo. Por una parte, ha supuesto la denuncia del carácter occidental del discurso feminista tal y como éste ha prevaleci- do y su concepción general, su formulación universal, su carácter abstrac- to. Por otra, se postula una aproximación epistemológica alternativa frente al normativo que distingue, tanto la filosofía positiva como la marxista. El objetivo es comparar, más que establecer leyes. Esto es, la teoría feminista como descripción de cada identidad social, más que como definidora de un sujeto histórico de validez universal. Una concepción muy próxima a la que se impone en la geografía de principios de siglo como soporte del regionalismo, tras de la cual no es difícil identi- ficar el neokantismo. El posmodernismo y postestructuralismo representan un ámbito de contradicciones y paradojas para el movimiento feminista. Por una parte, abren las vías por las que reivindicar las nuevas propuestas feministas. Por otra, permiten poner en cuestión el intento feminista de construir una teo- ría social alternativa. El posmodernismo, en su oposición a los grandes marcos teóricos o metarrelatos, y en su denuncia de los sujetos históricos universales, aparece como un campo poco propicio al feminismo como teo- ría crítica, como teoría social alternativa. Las críticas al movimiento posmoderno desde el feminismo arrancan de esta negación del sujeto histórico por parte del postestructuralismo. La reivindicación del legado ilustrado y la apuesta por una racionalidad trans- formada responden a estas contradicciones entre feminismo como movi- miento histórico transformador, con pretensiones de teoría social crítica, y posmodernismo. El discurso feminista es sensible a las propias filosofías e ideologías subyacentes en el pensamiento moderno. LAS CULTURAS DEL ESPACIO, LAS CULTURAS GEOGRÁFICAS 443 La esencia del feminismo es contraria a la formulación de la muerte del sujeto histórico, en la medida en que tiende a identificarse con él. De ahí que se propugne o contemple, desde la perspectiva de la desaparición del sujeto hipertrófico y megalómano, de tipo masculino (Amorós, 1999). De ahí la diversidad de discursos feministas. Diversidad que se traslada al campo de la geografía feminista. 2. El discurso geográfico feminista: un fenómeno reciente La incorporación del discurso feminista en la geografía y a la geo- grafía tiene diversas etapas y dimensiones variadas. Aquéllas, en relación con el ritmo de introducción y con su reconocimiento en la comunidad geográfica. Éstas, debidas a las filosofías e ideologías que soportan los enfoques feministas y a los dispares contextos sociales en que se produ- cen y desenvuelven. Contrasta el dinamismo de algunos colectivos, en particular anglosajones, con su menor incidencia en otros ámbitos. Con- trasta el predominio empírico que muestra en determinadas colectivida- des geográficas con el notable interés epistemológico y teórico que ad- quiere en otras. Y contrasta el tipo de enfoques o campos sobre los que se vierte la geografía feminista. En cualquier caso, el rasgo dominante sigue siendo su presencia mi- noritaria. La geografía feminista -gender geography- se mantiene como un campo o disciplina con una escasa implantación, muy inferior a la de la propia presencia de la mujer en la comunidad geográfica. Esta representa- ción limitada y reducida constituye, precisamente, uno de los componentes destacados por las principales geógrafas feministas, como un signo más de Es el carácter que domina en España. La recepción temprana con- la marginación por parte del estamento masculino (Rose, 1996). trasta con el desarrollo limitado, vinculado, de forma preferente, a Ma- drid y Barcelona. Las primeras referencias surgen a principios del dece- nio de 1980, y apuntan por un lado a la presencia de las nuevas corrien- tes y por otro a sus posibles enfoques y programa en nuestro país (Saba- té, 1984 y 1987). La reivindicación de una geografía feminista en nuestro país sólo se afirma a finales de ese mismo decenio, cuando una geógrafa catalana llama la atención sobre el significado y alcance de esta disciplina. Descubre la rea- lidad social de una parte esencial del colectivo social, apunta sus posibili- dad teóricas en el ámbito de la geografía, y señala su carácter de alternati- va conceptual (García Ramón, 1988; 1989). Es una disciplina en la que, en España, su cultivo se ha manifestado por tres rasgos relevantes: constituir la práctica geográfica de un reducido segmento de profesionales; el carácter femenino de la mayor parte de quie- nes la practican; su notable dedicación al ámbito rural y agrario. Los pro- blemas relacionados con la condición femenina en las áreas urbanas y las cuestiones de índole teórica o general, o no han sido abordados o lo han sido de forma mucho más limitada y tardía (Sabaté, 1992). 444 OBJETO Y PRÁCTICAS DE LA GEOGRAFÍA La geografía feminista constituye un segmento dinámico de la geogra- fía actual. Este dinamismo se manifiesta, en primer término, en la activi- dad teórica. A diferencia de la geografía en general, la producción teórico- metodológica tiene una representación notable en el conjunto de la pro- ducción académica feminista. En relación con ello, la vinculación con otras ramas académicas, desde la sociología a la filosofía y psicología, presenta una frecuencia e intensidad muy superior al resto de la geografía. En se- gundo término, afecta a la orientación que introducen los campos de inte- rés feministas. 2.1. LOS ESPACIOS DE LA MUJER: EL HORIZONTE FEMENINO La definición de una geografía feminista tiene lugar en el decenio de 1980. Con anterioridad, lo que se había perfilado era un interés creciente por cuestiones relacionadas con los espacios de la mujer, en particular con la condición social femenina en el marco de la marginación y los grupos minoritarios. Se trata de una geografía que hace de la situación femenina el objeto de análisis, en los marcos tradicionales de la geografía. Desde las geografías radicales y desde las geografías humanísticas, con distintos plan- teamientos, se abordan estas situaciones, se describen, se ubican en sus contextos sociales. La específica existencia femenina adquiere protagonismo, se perfila en el espacio uniforme y amorfo, o indiferenciado, del análisis geográfico im- perante. Las geografías radicales y humanísticas descubren estos nuevos es- pacios, los de la presencia femenina, como espacios diferenciados. Los tra- bajos del decenio de 1970 ponen de manifiesto la existencia de estas áreas marcadas por la presencia femenina. Forman lo que se ha llamado la «geografía de las mujeres». Reivindi- can el espacio de la mitad de la humanidad. Señalan la ignorancia habitual de esta parte mayoritaria de la sociedad. La descripción de los espacios de la mujer configuró las primeras manifestaciones de una geografía de las mujeres, de una geografía de los espacios femeninos, los espacios del se- gundo sexo. A mediados del decenio de 1970, esta geografía de la mujer per- fila algunas de sus orientaciones e intereses (Hayford, 1974). La geografía de las mujeres se manifiesta para no «ignorar a la otra mi- tad» o para conocer cómo vive la otra mitad. Estas expresiones aparecen como un recurso habitual en el discurso inicial (Tivers, 1978; Monk, 1982). Es la fórmula con la que una geógrafa catalana presenta este nuevo enfo- que en España (García Ramón, 1989). Ponen de relieve la óptica principal de descubrimiento que tiene, en principio, esta rama. Descubre los espa- cios de la mujer. Tal y como se esboza en los momentos iniciales, se trata de la reivin- dicación de los espacios de la mujer. El interés por el lado femenino aflora a través del interés por los espacios de la marginación y segregación en las nuevas geografías radicales anglosajonas. Está asociado al descubrimiento del papel preponderante de la mujer en ellos, en lo esencial, como víctima LAS CULTURAS DEL ESPACIO, LAS CULTURAS GEOGRÁFICAS 445 de los mismos. El protagonismo social de la mujer en los contextos de la pobreza, las minorías raciales, los inmigrantes, descubre lo específico de su medio vital, la relación estrecha entre condición femenina y determinados caracteres espaciales. Con posterioridad se amplía el abanico al interesarse por los diver- sos espacios de la mujer. Por un lado, los espacios de la mujer en la es- fera de la producción, asociada de forma preferente a la actividad mas- culina. Por otro, la forma de integración femenina en esta esfera pro- ductiva, caracterizada por una generalizada discriminación y segregación en las condiciones de trabajo: salarios más bajos, empleos menos cualifi- cados, con menores posibilidades de movilidad ascendente, ausencia de los puestos directivos, entre otros. La búsqueda de la mujer y de los espacios de la mujer condujo al des- cubrimiento de la otra dimensión, la oculta, la de la esfera de la reproduc- ción, la doméstica, la vecinal. Una esfera ocupada, casi en exclusiva, por la mujer y por los hijos en edad no activa. Un espacio vinculado al trabajo do- méstico, a las labores domésticas, al cuidado de los hijos menores, a la aten- ción a los hombres, al trabajo sumergido, es decir, no reconocido, de la mu- jer. Un espacio universal porque se presenta por igual en el Primer Mundo y en el Tercer Mundo, en sus rasgos esenciales. Surgen los interrogantes so- bre los procesos de construcción de estos espacios, su diseño, sus objetivos, sus normas, sus símbolos, su concepción, en definitiva. La aproximación a estos espacios de la mujer permitió, más allá de la descripción empírica, plantear la configuración y significado de estos espa- cios en un marco social. Se trataba de interpretar la condición femenina y su participación en la sociedad, así como la organización del espacio en que se desenvuelve. 2.2. DE LA DESCRIPCIÓN EMPÍRICA A LA INTERPRETACIÓN TEÓRICA Se descubre un espacio configurado de acuerdo con el esquema elabo- rado desde una concepción masculina. Un espacio dual. Por una parte, el espacio de la producción, el espacio de la economía, el espacio productivo, el espacio del poder, el espacio de la política, el espacio del trabajo, el es- pacio de la actividad, el espacio de los activos. Es el espacio socialmente simbólico, el espacio masculino o masculinizado. Un espacio bien diferen- ciado, dominante. Le corresponden los elementos simbólicos del poder po- lítico, del poder económico, del poder religioso, del poder ideológico. Por otra, el espacio de la reproducción. Se trata de un espacio amorfo, indiferenciado, dependiente. Es el espacio del no trabajo, un espacio al mar- gen de la economía, el espacio de los inactivos. Aparece como un espacio sin valor, sin símbolos socialmente relevantes. Es el espacio doméstico, el espacio vecinal, el espacio del ama de casa, de los niños y de los ancianos. Es el espacio de la mujer, el espacio feminizado. Las nuevas perspectivas abren y amplían el panorama de la investigación geográfica sobre los espa- cios de la mujer. Los transforman en cuanto objeto y en los enfoques. 446 OBJETO Y PRÁCTICAS DE LA GEOGRAFÍA La organización social del espacio, la producción y reproducción del espacio aparece así sutilmente mediatizado por la condición masculina o fe- menina. La pertenencia a una u otra determina el espacio a ocupar: el es- pacio físico y el espacio político, el espacio de relaciones, el espacio econó- mico. Determina, también, las condiciones de uso de ese espacio. El espa- cio resulta ser un elemento clave en la discriminación femenina. Son las re- flexiones teóricas que sustentan la necesidad y posibilidad de un discurso geográfico desde la condición femenina. Este discurso pretende ser, al mismo tiempo, descubridor de esos es- pacios, reivindicativo en lo social e intérprete de los mismos de acuerdo a postulados teóricos y epistemológicos renovados. Se plantea desde formu- laciones de transformación social. Se asienta, para ello, en el discurso fe- minista y se incorpora como una teoría crítica del espacio. Una teoría so- cial del espacio desde la condición femenina. Los autores anglosajones de- nominaron a esta nueva orientación geográfica The Gender Geography. De- nominación traducida, de forma literal, al español, como Geografía del Gé- nero (Sabaté, 1984; García Ramón, 1988). Traducción poco expresiva en español, habida cuenta que el término «género» pertenece, ante todo, al ámbito gramatical. El género carece de significación sexual en español. Por ello apenas sirve para identificar su campo y su perfil epistemológico. El neologismo, incorporado en otras dis- ciplinas, ha adquirido carta de naturaleza en la jerga académica. También es cierto que numerosas autoras feministas no lo usan y tienden a emplear términos alternativos. Se ha propuesto por ello el de geografía feminista, más conforme con su orientación dominante y sobre todo con sus postulados básicos. Este tér- mino conlleva una significación específica, la que tiene, hoy en día, el tér- mino feminista. A pesar de que puede ser entendido de forma peyorativa, es el que mejor responde a una disciplina con aspiraciones teóricas que exce- den la mera descripción empírica. Este desarrollo de la geografía de las mujeres a la geografía feminista no debe contemplarse como una evolución lineal. La primera no es la eta- pa antecedente de la segunda. La segunda no constituye la alternativa que sustituye a la primera. Una y otra forman parte del contexto intelectual en el que se debate la comunidad geográfica en general y la propia sociedad en su conjunto. Hacer geografía de mujeres sigue siendo una actividad pre- sente que distingue a una parte notable de la geografía feminista. Y ésta se nos muestra como una multiforme disciplina, en la que se propugnan fun- damentos, objetos y objetivos diferentes. Más que geografía feminista, hay geografías feministas. De la geografía de las mujeres a las geografías feministas De la geografía de las mujeres a las geografías feministas representa el desarrollo de esta disciplina. Una notable ampliación de preocupaciones y problemas, desde la atalaya de la mujer, en la geografía; que no pueden se- 1S CULTURAS DEL ESPACIO, LAS CULTURAS GEOGRÁFICAS 447 pararse del desarrollo de la geografía en general. Esto es así por dos razo- nes esenciales: porque se inscriben en el mismo contexto intelectual ideo- lógico y político, y porque la presencia de las geografías feministas incide en la evolución de la geografía. Los esfuerzos de las geógrafas feministas por dar forma a una geografía feminista, alternativa o complementaria, for- man parte de la historia contemporánea de la geografía. La presencia de estas geografías impone, por una parte, la necesidad de insertar en el marco teórico geográfico los problemas e interrogantes que plantean. Por otra, porque obliga a considerar los postulados mantenidos en la geografía. Las geografías feministas ponen de manifiesto que el desa- rrollo de la geografía no es ajeno a los procesos sociales dominantes. Y el más notable de la segunda mitad de este siglo XX lo constituye la irrupción de la mujer en la denominada esfera de lo público. De la geografía de las mujeres a la geografía feminista hay un recorrido temporal y hay un recorrido teórico. La cristalización de este doble tiempo se produce en el decenio de 1980. Una fecha significativa resulta de la aparición de la primera obra que responde a estos enfoques, bajo el título de Geography and Gender, en 1984. Constituye la primera que recoge de forma sistemática la producción geográfica feminista. Responde a la constitución de un grupo de trabajo de estas características en el Reino Unido, el Women and Geography Study Group -dentro del Instituto británico de geografía-, en 1980. La evolución de esta rama ha sido muy rápida en los dos últimos de- cenios. Se ha visto influida por las distintas corrientes epistemológicas do- minantes, evolución que ha marcado las cuestiones y problemas que han centrado la investigación en esta disciplina Se aprecia, en el marco geográfico, una doble dirección, que no difiere de lo que sucede en el movimiento feminista en general. Por una parte, un esfuerzo mantenido por hacer o elaborar una teoría crítica, una teoría social del espacio, desde planteamientos feministas. Se presenta como una alter- nativa a la concepción de la geografía imperante, asimilada e identificada como masculina. Por otra, una variada gama de aproximaciones empíricas y teóricas que reclaman su propia legitimidad en el marco feminista. La heterogeneidad es un rasgo sobresaliente de la geografía feminista ac- tual. Tiene raíces filosóficas e ideológicas. No se distingue, en lo esencial, de lo que concierne a la geografía como discurso general, es decir, en la tradi- ción masculina. Se debate en similares interrogantes. De resultas de ello, el panorama actual responde con mayor precisión al de geografías feministas. El desarrollo de un discurso feminista en la geografía tiene diversas manifestaciones. Se perfila como una propuesta teórica para la interpreta- ción del espacio sobre nuevos presupuestos filosóficos. Se presenta, en con- secuencia, como un discurso crítico de la geografía como conocimiento, desde una perspectiva epistemológica. Constituye un análisis crítico de la estructura de la comunidad geográ- fica desde el punto de vista del poder. Se plantea como una revisión de la historia de la geografía y del pensamiento geográfico. Se formula como una construcción de nuevos espacios, como objetos de la geografía. Es el trayec- to que lleva desde la teoría crítica a las geografías feministas actuales. 448 OBJETO Y PRÁCTICAS DE LA GEOGRAFÍA 3.1. CONTRA LA MARGINACIÓN Uno de los rasgos de la geografía feminista es la denuncia de la pos- tergación o discriminación de la mujer en el marco de la actividad univer- sitaria, en el marco académico. La escasa representación de la mujer en el colectivo geográfico y en los órganos de difusión de la misma habían sido señalados, a principios del decenio de 1970, por un geógrafo cultural nor- teamericano (Zelinsky, 1972). Geógrafas representativas de la moderna geografía feminista, y el pro- pio Zelinsky en colaboración con algunas de ellas, han reincidido en seña- lar esa limitada participación, como un signo persistente de discriminación de la mujer en la comunidad geográfica académica (Zelinsky, 1982; McDo- well, 1979, Rose, 1996). Las geógrafas feministas apuntan a que tras esa reducida presencia de la mujer geógrafa se encuentra una política y una actitud discriminatorias respecto de la mujer. Sexo y poder en la comunidad universitaria tienen una implicación directa, en perjuicio de la mujer (Mcdowell, 1990). Su inciden- cia se traduce en el cursus académico y en el grado de responsabilidad aca- démica que alcanzan y desempeñan las mujeres. La diversidad de situacio- nes o contextos socioculturales, que agravan o palian el grado de discrimi- nación, no es óbice para el carácter generalizado que presenta. Marginación que se produce en la presencia de la mujer en los colectivos universitarios, en sus posibilidades de acceso a puestos de responsabilidad di- rectiva en los mismos, en las normas de movilidad académica, en la propia producción científica. El incremento de la presencia femenina en la «acade- mia» geográfica no se manifiesta en una equivalente participación en el con- trol de los mecanismos de poder propios de dicha academia. A juicio de las geógrafas feministas, la persistencia de esta discriminación sutil sigue siendo un rasgo de la comunidad geográfica (Mcdowell, 1990; Rose, 1996). A esta discriminación en la participación académica se añade la que afecta a la propia valoración de las geógrafas, es decir de las representan- tes femeninas, en la historia del pensamiento y de la práctica geográficas. Se denuncia, en este caso, la preterición de esas representantes femeninas o el ostracismo de las mismas. Se aduce, como ejemplo ilustrativo, el de E. Semple, la destacada discípula de Ratzel y notoria representate de la ge- ografía ambiental positivista norteamericana (Berman, 1974). Se señala la escasa consideración a la representación femenina en otros ámbitos que la tradición geográfica ha considerado como propios, caso de los viajes y exploraciones, en el siglo XIX. Lo que ha llevado a rei- vindicar nombres como los de M. Kingsley, una notable viajera con una es- pecífica descripción y visión del espacio africano. Se enmarca en una ten- dencia progresiva a revisar los presupuestos de la historia de la geografía y a hacerlo desde la perspectiva feminista. Tendencia que comparte, por un lado, la reconstrucción de esta historia, y por otro, la construcción de una historia de la geografía feminista. La primera desde postulados menos ses- gados por la condición masculina de sus autores, a los que se acusa de ig- norar la presencia femenina, y a partir de conceptos feministas. La segun- LAS CULTURAS DEL ESPACIO, LAS CULTURAS GEOGRÁFICAS 449 da en orden a establecer la propia genealogía (Women, 1996). Se orienta al desarrollo de los fundamentos de la disciplina feminista y establecer la aportación de ésta, tanto en el campo metodológico como en la definición de nuevos centros de interés o en su específico abordaje. Desde las contri- buciones a la construcción de conceptos como el espacio, el lugar, el paisa- je, hasta su específica percepción del medio ambiente. El componente más relevante es el de la fundación teórica de una geo- grafía feminista. Siguiendo la senda del propio movimiento feminista y de sus planteamientos en el campo de las ciencias sociales, desde la filosofía a la etnografía, se trata de asentar la investigación geográfica sobre bases epistemológicas propias. 3.2. LA CRÍTICA DEL DISCURSO GEOGRÁFICO Se cuestiona el pensamiento geográfico dominante y la historia del mis- mo como un producto masculino. Masculino en su autoría y masculino en la medida en que la propia estructura epistemológica es considerada masculi- na. La razón, los principios de objetividad, los métodos de conocimientos, los criterios de validación, tendrían coloración masculina (Bordo, 1986). La ra- zón, la lógica, la ética, los valores, tal y como se manejan y presentan en el pensamiento occidental, tendrían esta condición sustantiva: son masculinos. Construir una geografía feminista significa, para una parte de las geó- grafas, lograr esta fundación teórica. Supone establecer un pensamiento o racionalidad femenina. Conlleva el desarrollo de una epistemología femi- nista y de una metodología feminista. Este carácter sustancial o funda- mental de la geografía feminista ha sido proclamado y reivindicado, a par- tir del decenio de 1980 (Harding, 1987). La construcción de un marco teórico feminista en la geografía supone, sobre lo anterior, la asunción de que el discurso geográfico ha sido mascu- lino. Es decir, que tanto los conceptos como el lenguaje geográfico respon- den a patrones y experiencias del hombre e ignoran los patrones y expe- riencias de la mujer, al mismo tiempo que subrayan que estos patrones y experiencia parciales adquieren dimensión universal, objetiva. En relación con esta doble circunstancia, el feminismo pone en entre- dicho el valor epistemológico del discurso geográfico en la interpretación y explicación de la realidad. El carácter sexuado del conocimiento, de la ló- gica empleada, asimilada a la lógica de la experiencia masculina, conlleva una específica formación de conceptos, categorías, clases y, con ello, afecta a la propia metodología de la investigación geográfica. El ejemplo más ilustrativo puede ser el que hace del trabajo femenino dominante -el trabajo doméstico- la categoría identificadora del no tra- bajo, del inactivo. Se funda en identificar trabajo con actividad remunera- da. Como consecuencia, este tipo de actividad no aparece en las estadísti- cas laborales. De forma similar, arguyen, los conceptos clasificatorios apli- cados a las actividades económicas conllevan una valoración discriminato- ria en perjuicio de los desempeñados por la mujer (Women, 1994). 450 OBJETO Y PRÁCTICAS DE LA GEOGRAFÍA 4. La construcción teórica: los fundamentos La propuesta de una geografía de la mujer o feminista supone cons- truir un discurso alternativo respecto de la geografía dominante. Es decir, elaborar un discurso geográfico a partir de las experiencias, patrones men- tales y vitales, lógica y categorías derivadas de la condición femenina. La geografía feminista concierne a un propósito explícito, de «recomponer el equilibrio del material geográfico a favor de la mujer» (Women, 1984). Este objetivo se ha desarrollado a partir de dos líneas fundamentales: el pensamiento de raigambre marxista, basado en el materialismo históri- co, con sus diversos desarrollos neomarxistas y de la teoría de la estructu- ración. Y el pensamiento postestructuralista y posmoderno, en su gran di- versidad de propuestas y planteamientos. En el primer caso, ha orientado el desarrollo de una geografía femi- nista fundada en la construcción de una teoría crítica feminista del espacio. Presenta, dentro de su diversidad, connotaciones de teoría social alternati- va al propio materialismo histórico. Se inscribe en la tradición crítica mo- derna de la Ilustración. Se caracteriza por un interés particular por la con- ceptuación y crítica del patriarcado como forma histórica de subordinación de la mujer. En el segundo, se trata del desarrollo de múltiples perspectivas teóricas. Por una parte, sosteniendo una epistemología específica del espa- cio a partir de la propia diferencia femenina: se vincula con los postulados feministas que hacen de las diferencias biológicas entre sexos el soporte de procesos y reglas de conocimiento de la naturaleza distintos. En su formu- lación teórica más radical, este planteamiento conlleva la distinción drásti- ca entre lo masculino y lo femenino. Afirma, de acuerdo con los postulados feministas de carácter esencia- lista, la naturaleza diferente de lo femenino. Y su incidencia en la total se- paración epistemológica entre racionalidad masculina y femenina, entre las normas lógicas de mujeres y hombres, entre los valores de uno y otro sexo. Reclama y contempla otra geografía, asentando la geografía feminista so- bre el concepto de identidad. Identidad cultural en primer término. Son las geografías de la diferencia, construidas sobre el sexo, la raza y la cultura. 4.1. EL DISCURSO FEMINISTA: RELACIONES SOCIALES Y ROLES La vía teórica de raíz intelectual marxista se ha orientado a explicar los espacios de la mujer en el contexto de las relaciones sociales que se impo- nen en una determinada formación social, en un marco histórico preciso. Este tipo de enfoque pone el énfasis en las relaciones sociales, entre hom- bres y mujeres, determinadas por ese contexto histórico. Relaciones socia- les que determinan, a su vez, el grado y forma de subordinación de la mu- jer al hombre. Supone integrar ambos sexos dentro de una misma geogra- fía feminista. Ésta no se formula por el objeto exclusivo femenino sino por la capacidad de aclarar y explicar su específica condición femenina en un marco espacial determinado. LAS CULTURAS DEL ESPACIO, LAS CULTURAS GEOGRÁFICAS 451 Este tipo de enfoque se caracteriza también por la importancia teórica que adquiere el concepto de patriarcado. El patriarcado se convierte en una categoría histórica de las relaciones hombre y mujer, y de la dependencia de ésta respecto del primero. Identifica una forma de organización social universal, pero con manifestaciones históricas y espaciales diferenciadas Se aborda a través de la mediación marxista del concepto de clase so- (Foord y Gregson, 1986). cial y de la categoría de la lucha de clases (McDowell, 1986). Establece una relación directa entre relaciones sociales y las condiciones económicas o condiciones materiales en que se producen. Identifica un enfoque de raíz marxista que alimenta una parte notable de la moderna geografía feminis- El patriarcado constituye una categoría teórica empleada también des- ta (Massey, 1984). de presupuestos no marxistas. El patriarcado representa, en estos enfoques, una categoría que traspasa el tiempo y el espacio. Es universal en el tiem- po, por cuanto aparece a lo largo de la Historia, y es universal en el espa- cio porque se presenta en todas las sociedades. Representa el marco social de la supeditación de la mujer y del dominio del hombre, en relación con el papel que se asigna a una y otro. Los que marcan y establecen la situa- ción social de cada uno, los patrones de conducta, el espacio propio, las re- laciones existentes entre ellos, los valores distintivos. Hombres y mujeres forman parte de un reparto social, de carácter universal. La geografía fe- minista aborda estos papeles, estos espacios, estas relaciones. Desde la perspectiva del papel social de cada sexo -en la acepción so- ciológica del término papel (rol)- se ha desarrollado un tipo de geografías feministas que hacen hincapié en este dualismo social, entre hombres y mu- jeres. Dualismo que se traduce en imágenes distintas para cada sexo, en funciones diferenciadas, en conductas separadas, en expectativas diversas, para uno y otro sexo. Ese dualismo, sobre el que se ordena la sociedad, es- tablece las normas de conducta esperadas y esperables para cada miembro de la sociedad de acuerdo con su condición masculina o femenina. Lo que varía es la formalización cultural del mismo. La diversidad cul- tural define parámetros distintos para el papel de hombre y mujer. Las di- ferencias culturales explican las distintas actividades, los distintos espacios, los distintos comportamientos sociales, que muestran hombres y mujeres. La perspectiva de la diferencia como soporte teórico ha estimulado tam- bién el desarrollo de la geografía feminista, a partir de postulados posmo- dernos. Caracterizan las geografías feministas críticas con el pensamiento teórico feminista occidental. Distinguen las propuestas posmodernas basadas en la identidad y la diferencia. Se inscriben en el discurso postcolonialista. 4.2. DIFERENCIA E IDENTIDAD: LAS TEORÍAS POSCOLONIALES El enfoque teórico de la diferencia tiene un desarrollo específico a través del concepto de identidad. Constituye todo un conjunto de pro- puestas de orientación de las geografías feministas, que se corresponden LAS CULTURAS DEL ESPACIO, LAS CULTURAS GEOGRÁFICAS 453 tre otros (Morasen y Kinnaird, 1993). La condición femenina aparece dife- rente a través de Asia, África, América Latina, en relación con las específi- cas culturas y mundos en que se desenvuelve la mujer, que no corresponde al molde uniforme y universal de la mujer occidental. En general, este tipo de diferencias se articulan, en el discurso femi- nista, en relación con la condición primordial, que es la de mujer. Raza, et- nia, clase, sexualidad, lugar, afectan la condición femenina, alteran su per- fil. Sin embargo, constituyen referencias complementarias respecto de la si- tuación básica, que es ser mujer. Todas ellas se inscriben en el contexto es- pacial femenino. Determinan su espacio vital, sus experiencias espaciales y sus imágenes del espacio propio y ajeno. Modelan, a través de esas imáge- nes y experiencias, el uso del espacio. El desarrollo teórico feminista pone de manifiesto el carácter dinámi- co de la geografía feminista y la importancia que sus practicantes conceden a una fundación consistente de la disciplina, desde la perspectiva episte- mológica. La diversidad de propuestas que comparten la interpretación de la realidad desde la óptica de la condición femenina pone de manifiesto los múltiples interrogantes y mediaciones que subyacen en la explicación de la realidad. No son rasgos diferenciales respecto de la construcción teórica en general, en el marco de la geografía y de las ciencias sociales. 5. La reivindicación metodológica Una característica destacada de las geografías feministas ha sido, en el marco de la construcción teórica de las mismas, la preocupación por una elaboración metodológica propia. Se inserta en una actitud crítica respecto de la metodología predominante en el contexto geográfico. Y en la valora- ción del método como un componente sustancial del proceso de conoci- miento y de sus resultados. El método representa, en el marco epistemológico, el conjunto de re- glas, más o menos explícitas, por el que la comunidad geográfica establece lo que se investiga y cómo hacerlo. En definitiva, significa determinar el proceso de conocimiento. Conlleva la construcción de conceptos, el uso de los mismos, las categorías empleadas en la ordenación y clasificación de los conocimientos, la definición de éstos, así como el establecimiento de las construcciones interpretativas o teorías. En relación con éstas, supone la definición de los problemas considerados geográficos y, en consecuencia, la delimitación de lo que es geográfico. La naturaleza de estas cuestiones les otorga una dimensión que tras- ciende la simple determinación científica o académica. Implica intereses so- ciales. Son éstos los que en última instancia modelan qué problemas se in- vestigan, para qué y cómo interesa hacerlo. Son estos intereses sociales los que sancionan el conocimiento normal. El feminismo geográfico se ha caracterizado por la reivindicación de nuevas categorías metodológicas, por el cambio en la valoración de las exis- tentes, por la definición de nuevos problemas y por nuevos enfoques res- pecto de la determinación de lo que es relevante o no. Ha afectado, en par- ticular, a la definición de objetividad y neutralidad del proceso de conoci- miento, respecto de los patrones del conocimiento analítico y positivista. Ha incidido en la consideración del concepto de verdadero aplicado al conoci- miento, es decir, del concepto de objetivo. Ha reivindicado el valor de los métodos cualitativos, del testimonio vivencial y de la observación directa. El feminismo ha planteado una definición alternativa del proceso de cono- cimiento (Harding, 1987). En sus formulaciones postestructuralistas más radicales, la epistemo- logía feminista ha significado incorporar a la investigación el principio de relativismo. Ha supuesto la puesta en entredicho del concepto de verdad, suplantado por el de utilidad. No se busca lo verdadero sino lo que es con- veniente de acuerdo con la finalidad de la investigación. Desde esta pers- pectiva resalta la dimensión activa o social que el feminismo, en este caso geográfico, imprime a la investigación geográfica. Es un rasgo que se manifiesta, tanto en el contexto ideológico o políti- co, es decir en el contexto social de la investigación, como en la definición de los problemas relevantes de la geografía feminista. La concentración te- mática en determinadas áreas y cuestiones es un componente significativo de las geografías feministas. Esta concentración está vinculada al carácter original de movimiento de transformación social que supone el feminismo. Por otra parte, ha puesto en entredicho los pronunciamientos de neu- tralidad y objetividad del conocimiento. Ha resaltado la estrecha implica- ción de la condición del investigador en los métodos y resultados de la mis- ma. Constituye uno de los puntales de la crítica epistemológica feminista, en la medida en que tachar de masculina la epistemología dominante cons- tituye un rasgo relevante del feminismo. Como consecuencia, el feminismo ha reivindicado el uso, en la geo- grafía, de los métodos cualitativos y la valoración del mundo de las opinio- nes, sensaciones y sentimientos como parámetros tan válidos como los pro- cedentes de la observación cuantitativa. Por otra parte, en el uso de ésta han resaltado las insuficiencias conceptuales que derivan de los parámetros de colecta y clasificación de las informaciones. La construcción de los datos constituye un componente esencial del proceso de conocimiento. Esta cons- trucción está socialmente mediatizada. La inclusión de un determinado tipo de datos, la desagregación o no de la información, las categorías utilizadas para su ordenación, los pará- metros de clasificación utilizados, responden a decisiones y están determi- nadas por concepciones e ideologías. La presencia o no de información re- ferida a la mujer, las categorías en que ésta se incluye, han sido modeladas por convenciones sociales impuestas. Un ejemplo ilustrativo, de este tipo de crítica es, en España, el proce- so seguido en la recogida y clasificación de las informaciones censales. La declaración personal sobre la que se basa el cuestionario censal ha supues- to que, de forma habitual, la mujer declarase su actividad económica. Por lo general, en el ámbito campesino, como labradora. Los organismos ofi- ciales impusieron que la mujer o esposa apareciera adscrita al concepto de LAS CULTURAS DEL ESPACIO, LAS CULTURAS GEOGRÁFICAS 455 «sus labores». Categoría clasificatoria que es la que el poder público y los organismos gestores de la información han impuesto. La crítica de estos condicionamientos de la producción de información y conocimiento constituye uno de los rasgos más relevantes de las geogra- fías feministas. Se explica porque la información sobre la mujer y la inves- tigación social en general han estado mediatizadas por este tipo de proble- mas. Ha servido también a la crítica feminista para poner en entredicho la objetividad de los estudios basados en metodologías objetivas, cuantitativas, sustentadas en este tipo de informaciones. Por otra parte, han promovido el recurso a métodos que valoran la opi- nión, los sentimientos, las vivencias personales, los conceptos y categorías no científicos, propios de los afectados, objeto de la investigación. En definitiva, las geografías feministas han supuesto un importante movimiento de reflexión epistemológica, en relación con los valores atri- buidos al método y sobre el proceso de conocimiento. Las geografías femi- nistas han ahondado en las actitudes críticas frente a la excesiva confianza en los postulados de objetividad y verdad. Con ello han fortalecido los com- portamientos críticos. Han introducido una llamada de atención sobre el dogmatismo metodológico. En todo caso, muestran las distintas posibilidades y sus límites, de lo que es una concepción de la geografía basada en el sexo (gender), que surgen de los distintos enfoques y concepciones de la propia condición sexual. Hacer de la condición masculina o femenina un marco de expli- cación del espacio es la propuesta esencial de las geografías feministas. Sin embargo, no parece indiferente a otros componentes de la realidad, desde la raza y la cultura a la clase social. Por otra parte, tampoco es in- diferente concebir el sexo como una variable explicativa del espacio o ha- cer de la condición femenina una dimensión vinculada a su propio con- texto, en orden a destacar las diferencias, la multiplicidad de condiciones femeninas. La indagación teórica y las preocupaciones epistemológicas han su- puesto la construcción de un amplio panorama de perspectivas sobre el es- pacio de la mujer y sobre la interpretación del espacio geográfico, a partir de la condición femenina. Por una parte, han promovido el desarrollo cuan- titativo de la geografía feminista. Por otra, han impulsado enfoques dife- renciados de la misma. La preocupación teórica ha supuesto un tránsito perceptible desde la geografía de las mujeres a la geografía feminista. Es decir, de la simple percepción del espacio ocupado por el segundo sexo, a la construcción de un espacio teórico para el entendimiento del espacio social de las mujeres (Alcoff, 1996). La eclosión teórica, la diversidad de enfoques, la multipli- cidad de filosofías subyacentes, han transformado la geografía feminista en un campo renovado de geografías feministas (Women, 1994). El resul- tado constituye un despliegue de problemas, de nuevos objetos, de otras perspectivas, que han afectado a los diversos campos de la geografía, aun- que algunos de ellos aparecen como las áreas privilegiadas de las geogra- fías feministas. 456 OBJETO Y PRÁCTICAS DE LA GEOGRAFÍA 6. Nuevos problemas, nuevas perspectivas, nuevos espacios Las geografías feministas han supuesto una notable apertura de los campos de análisis geográfico, que afecta al conjunto de la geografía hu- mana. Las geografías feministas han incorporado el espacio de la mujer y con ello han ampliado el horizonte geográfico. Sin embargo, la específica mirada de estas geografías, de acuerdo con sus postulados teóricos, se ha concentrado en algunos campos o ramas de la geografía. La contribución principal de los enfoques feministas se ha manifestado en ellas. Las geografías feministas presentan una exclusiva dedicación a la geo- grafía humana. Es un primer rasgo a destacar. Por razones de origen des- taca el campo urbano. La geografía urbana aparece como un ámbito privi- legiado de la investigación feminista. Lo es en la doble dimensión de los fe- nómenos urbanos y de los procesos de planificación. Por razones de origen también, la geografía rural constituye un área de atención destacada por parte de las geografías feministas. El papel destacado de la mujer en las co- munidades rurales, sobre todo del llamado Tercer Mundo, es un factor de- cisivo en esta orientación. La atención prestada a problemas y cuestiones vinculadas con la dife- rencia e identidad, convertidas en eje de algunos de los enfoques metodo- lógicos de las geografías feministas, ha impulsado el desarrollo de una es- pecífica geografía cultural. Tiene un carácter multiforme, porque abarca desde los espacios domésticos y de la raza, a los espacios de la sexualidad. Otros enfoques se han introducido en el mundo de lo local y en la geo- grafía industrial y económica bajo perspectivas renovadas. Una nueva geografía regional vinculada a la localidad como espacio de sociabilidad. Y una geografía industrial y económica en la que es esencial el mundo del trabajo, esto es, el mundo de las trabajadoras. Geografía local, geografía in- dustrial y económica, forman parte de enfoques coincidentes y responden, por lo general, a claves teóricas comunes. Desde una perspectiva y enfoque estrictamente social y humano, las geografías feministas han contribuido de forma notable al desarrollo de una geografía del medio ambiente. Representa una de las incursiones más novedosas que configuran una nueva conceptualización de la naturaleza y En este amplio horizonte de problemas y cuestiones, las geografías fe- una perspectiva que ha venido a definirse como eco feminismo. ministas presentan una práctica diversa. De acuerdo con la naturaleza de sus filosofías básicas, con los enfoques teóricos preferentes, con el propio desarrollo temporal de la disciplina, ofrecen la empírica descripción y la in- terpretación ideológica consciente. 6.1. CIUDAD Y MUJER: FORMA Y SÍMBOLO Desde las primeras investigaciones sobre los espacios de la mujer y la condición femenina, la problemática urbana ha mantenido un notable protagonismo en las geografías feministas. La diversidad de enfoques per- LAS CULTURAS DEL ESPACIO, LAS CULTURAS GEOGRÁFICAS 457 mite distinguir, al menos, tres campos de interés. En primer lugar, la in- tegración de la mujer y su espacio en el conjunto de la ciudad. Tiene que ver con las relaciones entre forma urbana y condición femenina y, como consecuencia, entre planeamiento urbano y espacios de la mujer. Una pro- blemática que aparece desde las primeras aproximaciones al espacio de la mujer (Burnett, 1972). Una problemática abordada desde planteamientos que tienden a des- tacar el carácter dual del espacio urbano. Espacio público y espacio priva- do, espacio de trabajo y espacio doméstico. Dualidad que interfiere direc- tamente en el desarrollo cotidiano de las mujeres urbanas. El espacio ur- bano como un espacio modelado por la condición sexual, como un espacio sexuado (McDowell, 1983). La relación entre espacio doméstico y espacio comercial, entre hogar y prestación de servicios públicos esenciales, como el médico asistencial, el educativo, entre otros, han centrado la atención de las investigaciones fe- ministas (Rose y Chicoine, 1991). Así como la relación entre hogar y espa- cio de trabajo, de especial significación en un segmento de población para el que uno y otro constituyen espacios de actividad (Dyck, 1989). La ciudad representa un espacio en el que el carácter de construcción se hace más patente a la simple percepción. El espacio urbano constituye, en su dimensión física, un conjunto de relaciones sociales. Calles, plazas, comercios, viviendas y oficinas, espacios públicos de distinto orden, apare- cen como lo que son, espacios de relación, de subsistencia, de trabajo, de diversión y entretenimiento, entre otras funciones. Calles, plazas, comer- cios, viviendas y oficinas, parques y demás, forman parte de la vida coti- diana, interfieren en ella. El diseño, la construcción de ese espacio físico forma parte de unas prácticas sociales dominadas y monopolizadas por los hombres, de acuer- do a patrones de conducta, a intereses y a culturas masculinas. Responde, por tanto, a la concepción del espacio de los hombres, y establece, de for- ma física, relaciones de dominio y subordinación. Tras del diseño y la pro- ducción urbana se encuentran concepciones sobre la familia, sobre el tra- bajo, sobre el tiempo-espacio, sobre el poder y la ubicación social. Las geo- grafías feministas han destacado esta supeditación histórica del diseño ur- bano a la condición masculina. La disponibilidad de equipamientos educativos, sanitarios, comercia- les, y su ubicación en relación con el espacio de vivienda, constituyen com- ponentes esenciales del diseño urbano, que trasciende en el desarrollo coti- diano de la mujer. Sin embargo, su diseño y construcción no se desarrolla de acuerdo con las necesidades e incidencia en la vida de la mujer, sino a partir de esquemas o modelos elaborados con mentalidad masculina, en re- lación con principios de racionalidad masculina. Una racionalidad funcio- nalista, basada en categorías predeterminadas. Una perspectiva que afecta, en mayor medida, a las condiciones de se- guridad y riesgo de la población femenina. Ubicación urbana y riesgo para la mujer, en cuanto a grado de seguridad, constituyen una dimensión co- nocida de la realidad urbana. El análisis de estos fenómenos no es unilate- 458 OBJETO Y PRÁCTICAS DE LA GEOGRAFÍA ral, en la medida en que las investigaciones feministas realzan también la existencia de otros factores y condicionantes en el uso del espacio urbano y su vinculación con otros segmentos de población (Valentine, 1989). El cruce de otras condiciones, como la raza, el nivel educativo, la cla- se social, la condición inmigrante, la sexualidad, modifica las percepcio- nes, los comportamientos y el uso del espacio del urbano (Preston, Mclaf- ferty y Hamilton, 1993). El análisis de los espacios de la marginación fe- menina se asocia a la clase social (Gregson, 1995). Así como a la sexuali- dad y la raza (Peake, 1993; Valentine, 1993). En contextos culturales y so- ciales diversos se integra esta aproximación a la realidad urbana desde los enfoques feministas. El análisis de los centros urbanos, de la planificación urbana y comer- cial, de la organización del transporte, así como el análisis a través de los símbolos arquitectónicos y constructivos del espacio urbano, forma parte de estos enfoques de signo feminista. El carácter sexuado del espacio urbano ha motivado un tipo de in- vestigaciones que hacen hincapié en los elementos que simbolizan esa concepción dual de la ciudad. Se aprecia en el carácter de determinado tipo de edificios, asociados a la presencia predominante del hombre. Se muestra en el predominio abrumador de los elementos monumentales asociados al hombre, como estatuas de personajes, y su ubicación prefe- rente en los espacios vinculados con él. Se manifiesta en el culto a valo- res masculinos a través del diseño y la forma urbanas. Facetas que han sido objeto de numerosos análisis por parte de las geografías feministas (Bondi, 1992; Monk, 1992). El paisaje urbano tiene una dimensión simbólica que trasluce la divi- sión sexuada del mismo, el predominio masculino, la subordinación feme- nina, los valores asociados con el hombre. El posmodernismo presta herra- mientas que permiten contemplar el espacio social dominante, como un texto, con sus códigos, sus reglas, sus valores. La deconstrucción de este tex- to permite identificarlo como un espacio de signo masculino. En el que afir- ma y utiliza valores objetivos y simbólicos de carácter masculino, que res- ponden a estrategias de diferenciación basada en el sexo (Wood, 1988). El mundo rural ha tenido en las geografías feministas una atención destacada. En general, desde los enfoques de la diferencia y la identidad. La atención se ha centrado en el papel de la mujer en las economías campesi- nas y en la producción agraria, así como en las condiciones del trabajo fe- menino en este ámbito social. La notable participación de la mujer en el trabajo agrario en la generalidad de las sociedades rurales del Tercer Mun- do, y su protagonismo en el sostenimiento de la familia y la comunidad, han sido aspectos relevantes del análisis feminista. El interés por la mujer rural y sus espacios ha sido, en España, el principal campo de investigación de las geografías feministas, desde el decenio de 1980 (García Ramón, 1992). LAS CULTURAS DEL ESPACIO, LAS CULTURAS GEOGRÁFICAS 459 El interés por la mujer rural en los países industrializados tiene una me- nor dedicación. Sin embargo, aparece como objeto de análisis en relación con actividades no agrarias, en particular con actividades industriales, en el mar- co de los enfoques económicos sobre mercados locales y estrategias de loca- lización del capital (Wekerle y Rutherford, 1989). Constituye un enfoque y campo de análisis que ha contado con particular atención en el ámbito bri- tánico. Se vincula a los enfoques de geografía local y a los problemas de la Las diferentes estrategias del capital industrial se han definido en re- crisis industrial, desindustrialización y reconversión industrial (Lewis, 1984). lación con la estructura social de la población femenina, su grado de expe- riencia en el trabajo asalariado, su grado de organización sindical, su adap- tación a formas de organización del trabajo flexibles. Excelentes trabajos empíricos han mostrado esta diversidad de comportamientos del capital y su relación con las situaciones de desarrollo local. Este tipo de enfoque, de carácter económico, se ha aplicado también a las sociedades del Tercer Mundo, como un elemento clave en la articula- ción de las mismas en los procesos de desarrollo de una economía global. La presencia de una mano de obra femenina, abundante, doméstica, con retribuciones salariales ínfimas, ha estimulado la implantación de indus- trias con una gran incidencia de los costos laborales en el costo final. La explotación de estos mercados de trabajo femeninos desprotegidos y mar- ginados forma parte de las estrategias del capital multinacional en el mar- co de una economía global, dialécticamente vinculada con el localismo de las relaciones laborales. 6.3. NATURALEZA Y ECOFEMINISMO Las geografías feministas han abordado el entorno o medio ambiente y se han interesado por el concepto de paisaje y por su construcción o ela- boración. El rasgo más interesante es que lo han hecho desde los presu- puestos y enfoques del feminismo y, por tanto, con un carácter social. Apor- tan con ello una contribución esencial a la construcción de una geografía como disciplina social. Marcan las vías teóricas y metodológicas para que el entorno físico se aborde como un hecho social, una tradición muy débil en la geografía dominada por el naturalismo. Las geografías feministas plantean, por una parte, una elaboración teó- rica renovada del concepto de naturaleza. Formulan, por otra, un actitud respecto de los lazos sociales con el contexto físico terrestre. En el primer caso resaltan críticamente la tendencia a identificar el concepto de naturaleza como un producto de la construcción dualista que caracteriza la Ilustración. La naturaleza como lo opuesto a la Sociedad, a la Humanidad. Por otro lado, como un concepto que identifica lo natural con lo objetivo. La geografía feminista formula una crítica del dualismo na- turalista que subyace en la cultura occidental, asociado a la Ilustración. En contraposición con estas interpretaciones dominantes, tienden a vincular la explicación del medio ambiente a procesos de carácter social, 460 OBJETO Y PRÁCTICAS DE LA GEOGRAFÍA económico, político y cultural. Constituye una de las formulaciones más consistentes de este enfoque. Constituye una propuesta crítica respecto de las concepciones dominantes del medio ambiente como determinado por procesos físicos. En el segundo se ha traducido en la definición de lo que se ha deno- minado ecofeminismo. La identificación de los intereses femeninos con un sistema opuesto al de explotación de la naturaleza por el hombre se inser- ta en un movimiento activo de lucha contra la devastación de la Tierra, atri- buida a intereses y mentalidad masculinos. Se sostiene sobre una doble concepción teórica. Por un lado, la identificación del feminismo con la naturaleza, en la me- dida en que comparten una concepción biológica y esencialista del feminis- mo. Se fundamenta, como vimos, en la reivindicación de la naturaleza feme- nina. Por otro, un enfoque social que hace de la naturaleza una construcción histórica. Y que integra el medio ambiente en el marco cultural y social. La elaboración de una geografía feminista ecológica, es decir, la iden- tificación explícita de los intereses femeninos con la preservación de la na- turaleza, y con la oposición a las formas dominantes de relación con el en- torno físico, se complementa con el creciente interés de las geografías fe- ministas por el paisaje. De inspiración posmoderna, tiende a hacer una lec- tura femenina del paisaje, de acuerdo con la propia tradición occidental que identifica naturaleza y condición femenina a través de diversas metáforas e imágenes. La madre naturaleza, la naturaleza nutricia, la belleza como atri- buto del paisaje, simétrico de la belleza como atributo femenino, forman parte de esta tradición. El concepto de paisaje supone una construcción o elaboración. Es al mismo tiempo una herramienta. Permite interpretar, permite leer la natu- raleza. Constituye una forma de percepción. Como tal construcción o tex- to, se supone que puede ser elaborado también desde presupuestos femeni- nos. Construir imágenes, es decir, paisajes femeninos, es una de las pro- puestas que alimenta las recientes geografías feministas. ¿Alternativa o complemento? Las geografías feministas han supuesto una ampliación considerable de los centros de interés de la geografía. Han puesto de relieve la importancia y la fertilidad de considerar la condición femenina en el análisis geográfico. Las investigaciones feministas han supuesto un fundamental enriqueci- miento de las perspectivas geográficas, en campos como la geografía urba- na, la geografía industrial y regional, la geografía rural y la geografía social. La pretensión teórica de las geografías feministas, apoyadas en el fe- minismo, de poder construirse sobre una racionalidad propia, sobre una epistemología y metodología específicas, resulta más problemática en su efectividad. La idea de que existe una naturaleza diferente y que ésta con- lleva formas de conocimiento distintas se corresponde con el discurso pos- moderno. Es difícil sustentarla de forma consistente. LAS CULTURAS DEL ESPACIO, LAS CULTURAS GEOGRÁFICAS 461 No obstante, lo que sí resulta esencial del esfuerzo teórico feminista es el trabajo crítico sobre la concepción de la racionalidad ilustrada y sobre conceptos clave vinculados con esa racionalidad. La puesta entre parénte- sis de la objetividad y neutralidad del proceso de conocimiento; la llamada de atención sobre las implicaciones en este proceso del sujeto y de sus con- diciones culturales y sociales; la crítica al dogmatismo epistemológico; la reivindicación de metodologías cualitativas, constituyen componentes esen- ciales de la crítica teórica, epistemológica y metodológica, que afectan a la práctica y concepciones geográficas. No representan, sin embargo, en general, formulaciones críticas espe- cíficas del feminismo, autónomas del mismo. Forman parte del desarrollo de un pensamiento crítico contemporáneo y se in

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