HISTORIA DE LA ANTARTIDA.pdf
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EJÉRCITO ARGENTINO Dirección Antártica “GRL DIV HERNÁN PUJATO” HISTORIA DE LA ANTÁRTIDA Coronel (R) ADOLFO E. QUEVEDO PAIVA Académico de Número de la Academia Argentina de Asuntos Internacionales Expedicionario al Desierto Blanco...
EJÉRCITO ARGENTINO Dirección Antártica “GRL DIV HERNÁN PUJATO” HISTORIA DE LA ANTÁRTIDA Coronel (R) ADOLFO E. QUEVEDO PAIVA Académico de Número de la Academia Argentina de Asuntos Internacionales Expedicionario al Desierto Blanco 1 LA HISTORIA ES LA MAESTRA DE LA VIDA. Cicerón (106 a 43 a.J.C.) 2 AL LECTOR Una íntima atracción, de toda mi vida es contemplar el cielo, con sus astros, estrellas, vía láctea y ese mundo de luminarias que lo orna; teniendo percibido como un natural instinto, atrayente y seductor, de dirigir mi mirada inevitablemente hacia el sur; destino maravilloso con un aura mágico solemne, grandioso e impresionante de inmaterial pertenencia. Ese cielo austral, que no tiene una estrella brillante marcando la posición del Polo Sur, (como la Estrella Polar o Polaris o UMI - perteneciente a la constelación de la Osa Menor- próxima al Polo Norte en la bóveda celeste), obliga al observador para hallar su ubicación, a trazar expeditiva e imaginariamente una línea recta desde el extremo de la Cruz del Sur, repitiendo tres veces su largo mayor; o en cálculo más refinado de astrónomos y nautas, partiendo en línea recta desde la terminación de la Cruz del Sur a la estrella Achernar en la constelación de Erídano, y así el Polo Sur queda un poco a la derecha en la mitad de esta línea. Durante poco más de medio siglo, me atrapó el tema Antártida; lo he estudiado, investigado y examinado documentalmente, a través de cuantos libros, artículos y fuente de información me ha sido posible consultar, tanto de origen nacional como extranjero. Además he vivido en ella durante catorce meses y, la he visitado repetidamente en más de cincuenta años cumpliendo diferentes funciones. Cuanto experimenté y aprendí, me ha permitido difundirlo en un centenar de conferencias, múltiples artículos periodísticos, reuniones internacionales y, editar una veintena de publicaciones con tirajes importantes en su mayoría, que recibieron una interesante recepción pública y se agotaron con rapidez, inclusive frecuentemente muchos se acercan pidiéndome ejemplares, nuevas ediciones o dónde hallarlos. Nunca ha sido en provecho propio ni especulativo, jamás percibí dinero alguno (al contrario, muchos gastos los afronté con mis escasos peculios), y quise siempre sea en función docente, altruista 3 y de amplia libertad ilustrativa. Cualquier esfuerzo realizado, estará compensado con generosidad, si es redituable y fructífero para los interesados en saber algo más de esta rica historia polar, con tantos destellos heroicos de hazañas, ideales y aventuras. Nos hubiera sido más fácil, compendiar todo el material escrito en un exclusivo volumen, sin embargo éste sería incompleto y parcial, pues no he tratado suficientemente en sus contenidos muchos asuntos, expediciones y hechos relevantes; sin embargo utilizaré buena parte de éstos, enriqueciéndolos, corrigiéndolos y aportando importantes nuevos conocimientos y otra voluminosa cantidad de acaecimientos y datos estudiados y acopiados durante mucho tiempo. Esta preocupación intelectual, me ha motivado para escribir esta obra, tratando sea abarcativa en la mayor extensión posible, como un modesto y humilde aporte exento de total egoísmo o interés, movido del único anhelo de contribuir al saber generacional sobre este gigante blanco de hielo, nieve y roca. Si procuramos englobar ampliamente todo lo referente, desde la más remota conjetura o fantasía hasta nuestros días, en una síntesis de lo principal o más destacado, recordando e ilustrando al lector, con el fin que disponiendo de lo esencial pueda incrementarlo enriquecido particularmente, si así lo necesita, entusiasma y desea. Sería presuntuoso decir que aquí estará todo. Tal vanidad no forma parte del espíritu de la obra, ni de la personalidad de su autor, se pretende sí que sea útil, plena y simple para quien la consulte. La Antártida, según opinión generalizada, está llamada a desempeñar un rol importante en el futuro de la humanidad, consecuentemente, cuanto más se la conozca, mayor será la capacidad de discernimiento de los actores en el marco concerniente. A aquellos que han tenido oportunidad de leer otros textos míos, les pido generosa disculpa, si en parte observan cierta reiteración de algunos de sus contenidos, teniendo la amabilidad de disimularlo; simplemente considero que en este libro no pueden faltar ni omitirse, pues de lo contrario la historia sería incompleta e implicaría dejar al lector con espacios sin llenar. 4 Aclaro asimismo, que gran parte de la cartografía citada, ha sido cotejada, en dos importantes mapotecas, la de la Biblioteca Vaticana, en Italia, y en la Biblioteca del rey Felipe II, del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, España. A fin de facilitar la lectura, hemos tratado de evitar en lo posible las coordenadas, cada vez que se nombra un accidente geográfico, incluyéndolas anexas al final para aquellos que les interese; sus fuentes originarias provienen del Instituto Geográfico Nacional (ex Instituto Geográfico Militar) o en su ausencia, las expresadas por la Fundación de la Academia Nacional de las Ciencias de los Estados Unidos de América, en el año 1981. Para aquellos otros autores que han escrito la historia de la Antártida, desde su conocimiento o perspectiva, mi más íntimo reconocimiento, pues desbrozaron en el tiempo mi camino; hoy, redacto la mía desde mi óptica, despojada de toda ambición y competencia. En algunas oportunidades, considerándolo necesario, tratando la historia he incursionado larvadamente en el campo de la ciencia y política, no tienen la intención de apoderamiento invadiendo cuanto es ajeno a mis humildes nociones y modesto saber, solamente son puntualizaciones, en mi concepto, imprescindibles de manifestarlas. Finalmente, se destaca que es ésta la última rica epopeya terrestre del Hombre en nuestro Planeta, en ella hay ambiciones..., intrepidez…, coraje…, miserias…, sacrificios … y heroísmos… Existen ejemplos…, vencedores y vencidos… Protagonistas todos de las exploraciones, del conocimiento natural, los trabajos científicos y la ocupación territorial, en infinitas páginas que nos asombran…, fascinan… y atraen… Este libro es un íntimo noble homenaje a todos los que con esfuerzo, abnegación, trabajo y sacrificio..., por negocios, ideales, ambiciones, aventuras o el saber universal, transitaron los mares y tierras polares australes. Ellos son los autores; si algún mérito me pertenece es haberlo escrito compilado en una particular síntesis. Reconozco íntimamente, -valga la redundancia-, que toda narración o relato, jamás es completa, porque no está todo ni todos, siempre hay otros hechos y otras figuras, subestimadas, desapercibidas o 5 anónimas; pido humilde disculpa a cuanto involuntariamente omití, no consideré trascendente o inadvertidamente ignoré. El que escribe, goza de algunas libertades, para privilegiar ciertos aspectos, según su propia percepción o juicio, sin significar ello disminuir o excluir otros. En estas hojas, nos ocupamos del primer momento existencial de la Antártida, buques y expedicionarios extranjeros, culminando con la acción presencial exploratoria de navíos, aeronaves y hombres, sirviendo a la República Argentina. En el colosal escenario blanco del mundo, nunca cae el telón, Dios Todopoderoso, omnipresente y grandioso está más cerca de todos, creyentes o no, mientras entre bambalinas, tres musas paganas irreverentes cual aladas aves antárticas, reviven permanentemente lo simple y las gestas a través de los tiempos: Clío, la de la historia, Melpómene, la de tragedia, Calíope, la de la poesía épica. A.E.Q.P. 6 Sólo es útil el conocimiento que nos hace mejores. Sócrates (470 a 399 a.J.C.) Parte I. Prehistoria. Capítulo1. Geogenia Cósmica. a. Origen. El Big-Bang. DIOS, Sumo Hacedor, con su sobrenatural poder, un día indeterminado e ininteligible, creó el cielo y la tierra, o sea al Mundo o Cosmos. Suprema verdad bíblica narrada en el Génesis (1,1). Y los hombres de ciencia, escrutadores de los misterios insondables del pensamiento Divino, buscando penetrar en el enigma del arcano sagrado, desarrollaron la Teoría del Big-Bang -el gran estallido o gran explosión inicial-, cuya paternidad pertenece al cura jesuita y físico belga, Georges Lemaître profesor de astrofísica en la Universidad Católica de Lovaina, quien enunció el concepto y formulación físico-matemática de la hiperexplosión del “superátomo primordial o inicial” en 1927 (teoría conocida también como de Lemaître-Eddington, pues el sacerdote era discípulo del prestigioso astrónomo y físico británico sir Arthur Stanley Eddington), y fue expuesta a comienzos de los años 30 por el cardenal Eugenio Pacelli, -después papa Pío XII- en la Academia Pontificia de Ciencias, causando tal propuesta un gran revuelo en los círculos científicos mundiales, opinión que como pontífice ratificó documentalmente en “Modern Science and the Existence of God” de1952. Conforme a esta teoría, el Big-Bang, fue una explosión de magnitud inimaginable que ocurrió aproximadamente hace 15.000 millones de años (el instante cero), cuando toda la materia estaba concentrada 7 en un punto, menor que un átomo, hasta que fue liberada en una explosión cósmica de energía pura y el Universo sufrió un gigantesco crecimiento en una fracción de segundos (la inflación cósmica). San Agustín, en el siglo V, sostiene teológicamente, que cuando Dios crea el mundo no había tiempo y, por lo tanto no había un “antes”, o sea no existía tiempo, ni materia, ni espacio. Por otra parte el pensamiento contemporáneo de la Iglesia Católica Apostólica Romana, es que mientras se acepte que Dios está en el principio del Big-Bang (origen del Universo) o de cualquier otra teoría, no hay objeción. Desde el punto de vista de la fe, esta teoría no es preocupante, tanto si empezó el universo con un Big-Bang o si se produjeron una serie de estallidos, en una sucesión de contracciones y explosiones; el prodigio está en el acto creador del Dios Omnipotente. La hipótesis científica del Big-Bang, describe un Universo muy caliente (algunos físicos le atribuyen la fenomenal cifra de 100.000 millones de grados centígrados), que se expandió violentamente; al dilatarse, sufrió un proceso de enfriamiento y se formaron las primeras partículas, las galaxias, las primeras estrellas entre nubes de polvo y gases cósmicos, nuestro Sistema Solar, etc. En 1992, el satélite artificial de exploración cósmica de la NASA (Administración Nacional Aeronáutica y Espacial de los EE UU), COBE (Cosmic Background Explorer, en español, Explorador de la Radiación Cósmica de Fondo), detectó ondas de radio provenientes -se dijo- de las radiaciones cósmicas de la fase de calor del Universo, lo cual evidenciaría y comprobaría la teoría del Big-Bang. Al conocer la noticia, entre otros científicos de renombre universal, el destacado físico inglés ateo Stephen Hawking, confirmó inmediatamente, la verificación de la teoría. Siendo así, de ese descomunal y fantasmagórico colosal complejo estelar de nubes, partículas, gases y polvo, girando en lentas circunvoluciones, se originó un gigantesco astro, el Sol con su corte de planetas, nuestro Sistema Solar. 8 b. La Tierra. El Sistema Solar, “nació” hace 4.500/4.600 millones de años atrás y entre sus planetas “alumbró” nuestra Tierra, que se originó con los materiales de una nube cósmica que se condensaron y calentaron a más de 2.000º C, fundiéndose, para luego enfriarse hace 4.200/3.800 millones de años y endurecer la corteza. En un lento proceso que llega hasta los 600 millones de años atrás, la Tierra, quedó constituida con la corteza terrestre, litosfera o sial (sus componentes principales, silicio y aluminio), o sea su parte exterior, de la que forman parte las montañas, llanuras, mares y ríos; el manto, astenósfera o sima (básicamente silicio, magnesio, hierro y aluminio), conformado por el magma en estado ígneo-fluido, a altas presiones y temperaturas, compuesto de rocas fundidas, gases, minerales y vapor de agua; y el núcleo o nife, una enorme esfera con metales sólidos y líquidos en temperaturas de hasta 6.000º C, (cuyos elementos esenciales son hierro y níquel). Y en la Tierra, un día ignoto, hace 270/225 millones de años, creció un continente aglomerado rodeado de un único gran océano. Al supercontinente, en 1912, el geofísico y meteorólogo alemán doctor Alfred Wegener lo llamó Pangea, es decir todas las tierras (en griego).Y a las aguas del océano global denominó Panthalassa, o sea todos los mares (significado también en griego). Un día también remoto hace 200/180 millones de años, el Pangea se fracturó; las aguas del Panthalassa penetraron, empujaron y dividieron las masas continentales en dos, Laurasia al norte y Gondwana al sur (rodeada por el vasto océano primitivo Iapetus), separadas por una ancha franja marina, bautizada mar de Tethys, antecesor del mar Mediterráneo. c. Las placas tectónicas. La estructura y composición física de la corteza y manto terrestre, ha permitido deducir que los continentes y el lecho oceánico “flotan” o “boyan”, sobre una especie de capa fangosa o viscosa de rocas 9 fundidas, similares a un mar subterráneo y, en consecuencia están en movimiento, desplazándose imperceptible y continuamente, acercándose, alejándose o deslizándose lateralmente. Dicho en otros términos más escolásticos, los continentes en su traslación, se asientan sobre placas rocosas de la corteza terrestre o litosfera, vagando a la deriva, empujados por grandes flujos de calor provenientes del manto. Tales placas se desplazan a velocidades aproximadas entre 2,5 y 15 cm/año y, durante millones de años, las placas han colisionado, dando origen a plegamientos emergidos como grandes cordilleras, en tanto que el roce de las placas causan terremotos y volcanes devastadores. En 1858, el científico francés Antonio Snider, esbozó la hipótesis que todos los actuales continentes, derivan como consecuencia de la fragmentación del primitivo y gigantesco hipercontinente. También 1912, el ya mencionado profesor Wegener, prestando atención a la concordancia de las costas opuestas de los continentes que “encajan” (observemos un Planisferio y lo corroboraremos) unas en otras, -en una especie de “acoplamiento”, advertido en 1620 por el investigador inglés Francis Bacon-, y basado en comprobaciones científicas, formuló su teoría de la “Deriva de los Continentes”, diciendo que el suelo del océano renovado por las ascensiones de lava, apartaba a los continentes haciéndolos derivar1. Teoría totalmente confirmada luego por los hombres de ciencia, quienes la identifican con ese nombre o “Desplazamiento de las Placas Tectónicas” o más brevemente “Tectónica de Placas”. Según ella, la corteza terrestre está constituida por seis grandes placas (Eurasiática, Africana, Americana2, Indo-Australiana, Pacífica y Antártica) independientes entre sí y por otras placas secundarias y microplacas contiguas, que se mueven tanto en sentido transversal como longitudinal. El fenómeno, se produce en las dorsales (son fallas y hundimientos o levantamientos o fisuras o sucesión de grietas en la corteza 1 Expuesta y fundamentada en su obra Die Entstehung der Kontinenteund Ozeane (Génesis de los Continentes y Océanos, editado en Brunswick en 1915) 2 Algunos hombres de ciencia, la dividen en placa Sudamericana y placa Norteamericana, llevando el número a siete. 10 terrestre) de los fondos oceánicos, donde los materiales eruptivos - magma- ascienden desde las entrañas de la Tierra (manto terrestre), acumulándose en forma de lava basáltica, cuya presión origina el ensanchamiento de los océanos, los que a su vez provocan el desplazamiento de las placas, o sea la deriva o traslación de las masas continentales vecinas. Así se sostiene, que América “navega” hacia el oeste y África como una balsa gigante hacia el norte. d. Gondwana. Como vimos de la fractura del Pangea, resultaron dos masas continentales, al norte Laurasia -hoy América del Norte, Europa, Asia, Groenlandia y extremo norte de África-, y al sur Gondwana3 - hoy América del Sur, centro y sur de África, India, Madagascar, Oceanía y Antártida-. Gondwana en su paulatino desmembramiento o dislocación, sufrió la migración al noreste, de África primero, hace 180 millones de años; la India y Madagascar, 75 millones de años atrás, comenzaron su viaje hacia el septentrión; Oceanía y América del Sur, hacen 60 millones de años iniciaron su traslación a las posiciones actuales; la Antártida, más estable, se movió luego hace 20 millones de años, levemente hacia el sur inclinándose al este su parte norte. El macro continente de Gondwana, tenía una gran área cercana al Ecuador, consecuentemente su clima era cálido al norte y templado en el sur, lo cual le permitía desarrollar en toda su superficie una fauna y flora regional peculiar, que no obstante la fragmentación sufrida y las distancias que separan hoy a esas masas terrestres entre sí, conservan similares formaciones geológicas, fauna y flora fósil. Unión o contigüidad estructural continental, confirmada por los descubrimientos de sistemas rocosos y fósiles semejantes, en los continentes y países a uno y otro lado de las costas coincidentes (observando un mapamundi, salta a la vista como la costa oriental 3 Llanura de Indostán con importantes yacimientos fósiles -con similares sistemas rocosos y paleontológicos a las tierras meridionales del Pangea-, poblada por la tribu de los gond o gondos. En cuanto a Laurasia, es la resultante derivada de Laurentia (antigua denominación de América del Norte) y Eurasia. 11 de América del Sur encaja en la costa occidental del África), en oposición a la fauna y flora actual diferente. Investigadores rusos -especializados en rocas fósiles-, sostienen que 80 millones de años atrás, crecían palmeras y árboles con más de 50 cm de diámetro en la Antártida. También han determinado, analizando muestras de sedimentos oceánicos, las diversas corrientes marítimas en la región en las distintas épocas; y han establecido, que en aquellos tiempos la temperatura del agua llegaba a los 28º C y toda la superficie de Gondwana estaba cubierta de vegetación. Según estos expertos, la fragmentación y desplazamientos continentales, interrumpieron las corrientes templadas hacia la Antártida, que progresivamente se cubrió de hielo.4 Testigos elocuentes de ese pasado común, son los ejemplares fosilizados de especies desaparecidas, como fragmentos de árboles, plantas y helechos de hace 345 millones de años, localizados entre otros lugares en las estribaciones del monte Flora (adyacente a la Base argentina Esperanza). Por su parte la fauna, se ha manifestado en los restos de dinosaurios, marsupiales y pingüinos gigantes, a los cuales se agregan los de amonites, moluscos y crustáceos extinguidos cerca de 500 millones de años atrás, como los hallados en abundancia en la isla antártica Vicecomodoro Marambio (Seymour). Asimismo, se han hallado sedimentos pertenecientes al Período Terciario, reveladores de un rápido enfriamiento de las aguas como consecuencia de la glaciación del continente. Fenómeno que se inició 50 millones de años atrás (en el Paleoceno) y finalizó hace unos 20 millones de años (en el Oligoceno) cuando comenzó a formarse la capa de hielo de la Antártida, la cual recién adquirió su actual aspecto hace unos 4 o 5 millones de años atrás (en el Plioceno), cuando el clima se volvió más frío y quedó congelada. 4 Estos científicos encontraron evidencias, que los estratos más superficiales de la corteza terrestre en la Antártida, no están compuestos de granito, sino de los llamados charnockites, hallados por primera vez en la India en 1901. Los charnockites, constituían la roca predominante del basamento cristalino del Gondwana. 12 e. Mitos y leyendas 5. Relatos mitológicos y leyendas fabulosas muy perdidas en el tiempo, nos narran entretejidas diferentes relaciones identificatorias del continente blanco, con su cuota enigmática, de religiosidad, hechizo y fascinación. Así una oscura descripción, de tribus autóctonas extinguidas de Tierra del Fuego, da cuenta de la Isla Blanca (“Konic-Scion”), perteneciente al Cielo, donde moraban los mehnes o espíritus de los famosos hombres puros. Otra referencia, nos habla de Kuánip -corporizado a veces como un descomunal gigante y otras como el Sol-, héroe de los habitantes de los canales fueguinos, emancipador de la raza Ona y fundador del patriarcado, quien obedeciendo órdenes de los espíritus, cumplida su misión redentora, marchó hacia una alba isla perdida entre las nieblas lejanas del sur. También se menciona, que los extintos aborígenes Aush (o Haush) -habitantes de la península Mitre, el sudeste de la isla grande de Tierra del Fuego-, decían, que los primitivos pobladores de las islas australes americanas, procedían de emigrantes de apartados archipiélagos que atravesaron el País de los Hielos, y ellos mismos se consideraban descendientes de los habitantes llegados del hielo eterno. A su vez los antiguos Rhisis (ancianos sabios) de la India, identificaban a la viejísima región de Pataia, como el mismísimo Reino de los Hielos. Y trasladándonos a narraciones polinésicas, una nos introduce a una antiquísima leyenda de los pobladores de la isla de Pascua 5 El belga van Gennep describió a la leyenda, como un hecho histórico deformado por el tiempo o sucesivas repeticiones, o nunca existido; mito, en cambio explicó, es un hecho ligado a algo mágico o divino, milagroso o sobrenatural. En tanto la Enciclopedia Salvat Diccionario, describe a la leyenda, como una relación de sucesos que tienen más de maravillosos que de históricos o verdaderos; y al mito lo define como el relato de una historia verdadera, acontecida en los orígenes de los tiempos y utilizable como modelo para los comportamientos humanos. 13 (Rapa Nui), conforme a la cual sus descubridores tuvieron que navegar muy al sur del cabo de Hornos, entre innumerables témpanos, tierras inaccesibles y violentos temporales de nieve. La otra en un suceso fantástico rico en detalles, nos lo trae una deslumbrante crónica de Rarotonga (isla de Polinesia, cubierta de pintorescas montañas -la mayor del archipiélago de Cook-, situada en los 21º57’S-162º27’E), que precisa como hacia el año 650 a.J.C., un aventurero navegante polinesio perteneciente a la tribu maorí (aborígenes de Nueva Zelanda), llamado Hui-te-Raingora, se lanzó hacia el mar en busca de la “Larga Nube Blanca” acompañado de otros nativos, en su gran barca Te-Ivi-o-Atea; hendiendo su proa hacia el sur, navegó muchos días por el mar meridional, hasta encontrar una sustancia nívea, dura y fría emergiendo de las aguas, que dificultaba su singlar, llamando a ese océano Te-tai-uka-a-pia, en cuyo idioma vernáculo significa “espuma del mar de arrurruz”, por analogía a una fécula blanca comestible “pia”, “maranta” o “arrurruz” -capaz de flotar en el agua-, sacada de los rizomas tuberosos de una planta con propiedades curativas, de su país y de la India. Capítulo 2. Presunciones, deducciones y arcaicas cartografías. Recordemos que el Continente Antártico o Antártida…, fue el último bastión del planeta Tierra, que descubrió, pisó y conquistó el hombre…, y aún hoy sigue siendo el menos conocido de todos. Se asegura que los griegos antiguos, allá por el siglo VI a.J.C., ya presagiaban intuitivamente su existencia…, apoyados en consideraciones filosóficas más que en cálculos matemáticos u observaciones astronómicas. Así Pitágoras (oriundo de Samos) hacia el 530 a.J.C., afirmaba que la Tierra era esférica. Pensamiento ampliado casi un siglo y medio después, por el filósofo y primer geógrafo científico -como se le califica-, Aristóteles (nacido en Estagira, Macedonia), quien confirma la esfericidad del planeta y argumenta la presencia en ella de dos polos, sosteniendo además que el tamaño de la Tierra no es muy voluminoso. 14 Por su parte Parménides (natural de Elea, Lucania), en el siglo V a.J. C., dividió la esfera terrestre en cinco zonas, con áreas glaciares en los polos. A su vez, Aristarco (de Samos), en el siglo III a.J.C., mientras estudiaba las oscilaciones de las mareas en el océano Índico, infiere la presencia de masas continentales en el sur. Luego, Eratóstenes (originario de Cirene), en el siglo II a.J.C. calculó con gran precisión el círculo terrestre -que confirma Posidonio (de Rodas) y Estrabón hacia el siglo I a.J.C.- y describió al mundo como una inmensa isla rodeada de un océano grandioso. Asimismo en esas épocas donde sólo se conocía al hemisferio norte, algunos admitían que simétricamente a esa masa terrestre, debía hallarse una tierra austral, pues en caso contrario la Tierra perdería su equilibrio si no estaba compensada por un hemisferio sureño a manera de contrapeso; concepción sostenida allá por el año 150 a.J.C. por el astrónomo griego Hiparco (de Nicea), quien afirma, que de existir razones de equilibrio forzoso para la distribución de los continentes de un modo homogéneo, cabría concluir la presencia de un gran continente austral en el mar del sur. En tanto, uno de los varios griegos contemporáneos llamados Crates, alrededor también de 150 años a.J.C. -para quien en el mundo por causas armónicas, existían continentes contrapuestos- diseñó un globo terráqueo donde imaginariamente ubicó al sur dos tierras australes, la Antípodas y la Antecos, correspondiendo la primera a la hoy zona polar austral y la otra a Australia, es decir, muestra dos continentes meridionales, uno al oriente y otro al occidente. Y uno de los astrónomos babilonios, Seleuco (de Seleucia, Caldea) hacia el 140 a.J.C., vaticina con certeza: existe un continente austral. Percepciones ambas (nos referimos a las de Crates y Seleuco) completadas por el geógrafo y escritor Pomponio Mela -nacido para los más en el sur de España, en Roma para algunos y, en las costas africanas para otros-, el cual escribiera “De Situ Orbis” o “Chorographia”, -en esencia una geografía descriptiva de la Tierra-, donde visionariamente concibió idealizado un peculiar primigenio mapa hemisférico del mundo, bosquejando y refiriendo un 15 desconocido continente polar austral al cual ha bautizado con su primer nombre: “Alter Orbis” (Otro Mundo), en el año 43 de la era cristiana, e inclusive denomina a sus habitantes imaginados: “Antichthones” (Antípodas). Posteriormente, el sacerdote benedictino anglosajón -historiador y téologo-, hoy San Beda el Venerable, en el año 729, asevera con increíble certeza, que la Tierra “era redonda como una pelota” y “no redonda como un escudo”, como algunos sostenían, afirmando inclusive que las regiones polares eran eternamente frías, siendo la del norte un océano mientras la del sur consistía en una tierra vasta. De cualquier manera, el nombre de Antípodas, aplicado por Crates, sobreviviría hasta el siglo II de nuestra era, cuando el astrónomo, matemático y geógrafo alejandrino Claudio Tolomeo o Ptolomeo o Ptolomeo Pelusiensis (de Tolemaica de Tebaida, conocido como “el Alejandrino”, por haber vivido en Alejandría), -enrolado en la corriente griega de la simetría de las regiones terrestres, que considera a la Tierra como una inmensa isla rodeada de una única masa de agua-, en su “Introducción a la Geografía” afirma, que existe un continente fértil en el sur, al cual rebautiza hacia el año 160 como Terra Incognita, a esa gran masa continental unida al África y Extremo Oriente, rodeada de un solo y gran mar, en la parte meridional de la Tierra; designación y representación utilizada por los geógrafos durante trece siglos. El Beato de Liébana, monje y téologo español de Cantabria, en su “Tractatus del Apocalipsis”, hacia el 780, representa en un mapamundi la Tierra, ubicando debajo de Asia y África, un brazo de mar, que separa una alargada gran isla austral, con una inscripción manuscrita en latín “Tierra desierta, vecina y firme, pero desconocida para nosotros”. Por su parte una copia del mapa allá por el 960, muestra la región polar sureña, llamándola “Terra Incógnita”.6 Curiosamente un mapa del latino Macrobio, siglo V d.J.C., registra el nombre de Temperata Antipodum, donde representa por primera vez la Tierra dividida en dos hemisferios. Sin embargo, durante la Edad Media (año 476, caída del Imperio de Occidente hasta 1453, toma de Constantinopla por los turcos), los europeos a causa de controversias religiosas abandonan las tesis 6 Cfr.Juan Batista González, “España y la Antártida”, Pág. 73 a 75. 16 de la antigüedad, sustentando que las afirmaciones de la redondez de la Tierra y la probabilidad de existencias de tierras habitadas al sur, son heréticas, volviendo al concepto de una Tierra plana. Inclusive, se discutía cuando sólo se conocía el hemisferio boreal, si era posible la existencia de otra masa continental en el sur, habitada por otros seres vivos, imaginados tan raros como fantásticos, los “antípodas”, un tipo de hombres que andaban sobre las manos con los pies hacia arriba, teniendo el cuerpo suspendido en el espacio, similar a las moscas pegadas en el techo. Ínterin en el siglo X, las teorías tolemaicas se reinfiltran en los ambientes intelectuales de Europa, donde se reconsidera seriamente la redondez del globo con regiones desconocidas, del otro lado del mundo. Y desde 1410 se traduce del griego al latín la “Introducción a la Geografía” -ocho volúmenes y un atlas de veintisiete mapas- de Tolomeo, adquiriendo así su difusión pública con el consiguiente despertar de curiosidad e interés, para develar aquello que se encuentra debajo del mundo conocido, reavivado por los viajes de exploradores contemporáneos, como el veneciano Marco Polo y marinos, tales como el príncipe portugués Enrique el Navegante. Asimismo, Tolomeo en un mapa alemán editado en 1486, nos muestra su Terra Incógnita, extensa y unida al África y Asia. Las navegaciones sucesivas revolucionan las ideas de geógrafos y cartógrafos, quienes dibujan otras cartas, portulanos y mapas donde aparece el Nuevo Mundo ( América -regalo que honra inmerecidamente a Américo Vespucio, quien fue ajeno a su descubrimiento-, por decisión de los jóvenes filósofos, geógrafos, monjes e impresores de la aldea Saint Dié-des-Voges en el Gimnasio de los Vosgos, del ducado de Lorena, cerca de Estrasburgo y el cosmógrafo alemán Martín Waldseemüller o Hylacomylus o Ilacomilus, en 1507, en el capítulo Cosmographiae Introductio y en el mapa, agregados a la Geografía del alejandrino Ptolomeo); con África teniendo mayores dimensiones, separada de tierras meridionales, imaginadas como pertenecientes a un hipotético y diferente continente austral. El legendario continente sureño, siempre en el terreno de las presunciones, aparecería dibujado con contornos caprichosos, exageradas medidas y ubicaciones supuestas, luego en mapas y cartas geográficas, como: 17 Un mapa pintado con tinta en piel de antílope, del capitán de barco (algunos autores dicen se trataba de un almirante de la flota otomana), comerciante y geógrafo turco Piris Reis, de 1513, en el palacio-museo Topkapi de Estambul, tiene dibujada la costa antártica. Los globos del astrónomo alemán Johannes Schöner, confeccionados en Innsbruck (Austria), especialmente el de 1515, con líneas demarcatorias de un continente en los límites del desconocido Círculo Polar Antártico, con el nombre impreso de Brasilie Regio; en uno de 1520 lo llama Brasilie Inferior7 y en 1533 los suplanta por Terra australis y regio patalis. Existe otro mapa del portugués Lopo Homen, de 1519, similar al de Reis, a quien se atribuye que copió de cartografía posiblemente secreta de navegantes y mercaderes desconocidos, quizás griegos, fenicios y cretenses. Martín Fernández de Enciso, en su “Summa de Geographia”, publicada hacia 1520, expresa que entre el cabo de Buena Esperanza y la Terra Australis, hay 3.025 Km, estando el borde norte de ésta en el grado 43 de latitud sur. Igualmente, en el museo Topkapi, hay un mapa de 1522, que tiene el Circulus Antarcticus encerrando al polo o tierra Meridionalis. Pedro Reinel, en Sevilla, publicó un mapa en 1522, con el Circulus Antarticus y centrado en el Polo la palabra Meridionals. Un mapamundi del inglés Robert Thorne, en 1527, contiene una imaginaria e inmensa tierra, con el nombre de Terra Firmarum. El cartógrafo y matemático francés Oronce Finé (Orontio Finaeus u Orontius Finéus), en un mapa titulado Tipus Orbis Terrarum, de su obra “Nova et Integra Universi Orbis Descriptio” impreso en 1531, amerita haber denominado por primera vez al continente helado Terra Australis recenter intenta sed nondum plena cognita (Terra Australis recientemente descubierta, pero aún no conocida plenamente), representando un gran continente centrado en el Polo Sur, situándolo próximo al Trópico de Capricornio8, y traza el 7 Cfr. Ernesto J.Fitte: “El descubrimiento de la Antártida”, Pág. 28 Un vetusto mapamundi de 1555, del cartógrafo francés Guillaume le Testu, cuando el 8 Ártico estaba apenas explorado y la Antártida no estaba descubierta, curiosamente 18 Circulus Antarticus, siendo como representación geográfica bastante exacta. Designación parcial, que adopta en 1533 Schöner. Un planisferio del germano Peter Apiano y del holandés Gemma Frisius, de 1545, a continuación del estrecho de Magallanes traza un continente sin nombre. El cartógrafo holandés Gerardo de Jode, hacia 1555 elaboró un mapa donde la Tierra del Fuego se prolonga como continente antártico con la leyenda Chasdia seu Australis Terra qua nauturum vulgus Tierra de Fuego vocant, aly Psittacoru Terram. Un mapamundi de Hadji Ahmed, de 1559, rescatado de antiguas fuentes griegas, contiene una Antártida alargada al fondo desconocido de la Tierra. El mapamundi del matemático y geógrafo flamenco Gerhardus Mercator, latinizado como Gerhard Kremer Mercator de 1569 contiene un hipotético continente antártico unido a Tierra del Fuego con el Circulus antarcticus en los 70º y la leyenda Merides / Polus antarcticus. El cartógrafo holandés Abraham Ortelius, en el mapa America sive/novi orbis, nova descriptio de su obra “Theatrum Orbis Terrarum” de 1570, lo incluye unido a la Tierra del Fuego, con el nombre de Terra Australis nondum cognita (designación que mantiene en el mapa Tipus Orbis Terrarum de 1587). Joan Martines, italiano, hacia 1580, en su mapa Tipus Orbis, está Tierra del Fuego convertida en un continente con el nombre de Terra Incognita y traza un Circulus antarticus. Joanem Baptistam Vrient, de Flandes, entre 1590 y 1610, muestra un continente después del estrecho de Magallanes, con el nombre de Terra Australis y Magallanica, denominación esta última que figura con la grafía de Magellanica en un mapamundi de 1592, del cartógrafo holandés Petrus Plancius o Platevoet. En el Monasterio del Escorial, hay un mapa fechado en 1598, del cartógrafo Hernando de Solís, quien afirma que la costa antártica la descubrió un marino castellano y que en sus proximidades navegó muestra la región del Polo Norte en un océano y, a la del Polo Sur como una masa de tierra. 19 la flota de Magallanes, lo cual justifica denominándola Terra Magallánica.9 En 1600, el alemán Matias Quad, en un mapa incluye la Terra Australis dentro del Circulus Antarcticus. El alemán Cornille Wytfliet en 1611, publica un mapa de Patagonia et Australis Terra, donde demarca el Continente Antártico como Terra Australis y dentro del Circulus Antarticus encierra la Terra Incognita. Un planisferio de los portugueses Joao Baptista Lavanha y Luis Texeira, de 1612, denomina al continente Frigida zona y Terra incognita austral. Otro mapamundi de 1612, publicado en Amsterdam, delimita Terra per Petrum Fernandez de Quir recons delecta olim subnomine Terrae Australis incognitae celebrata (se trata del navegante portugués al servicio de España, Pedro Fernández de Quirós, quien en 1605 había zarpado en busca del continente). El navegante y explorador inglés Henry Hudson, en un mapamundi de 1612, representa la Terra Australis Incognita, como un gran continente adherido a Sudamérica. El inglés John Speed, en 1626, en su mapa America, traza la región antártica y la llama The unknown world. En 1641, el holandés Henricus Hondius, confeccionó el primer mapa independiente del Polo Sur, con el nombre de Polus Antarcticus, con el Círculo Polar en los 66º S. Los mapamundis de Eckebrecht en 1630 y, de Blaeu en 1648, le llaman Magallanica-Terra australis incognita 10. El holandés Johannes Janssonius o Jan Jansson, en 1645, cierra la parte meridional de su carta con la inscripción Terra Australis Incognita, abarcando un gran continente. 9 Cfr. Batista González, Ob. Cit. Pág. 149. Cfr Julián Pedrero: Tierras Australes de América, ensayo cronológico y bibliográfico 10 para servir a la historia de su descubrimiento. 20 Nicolás Sanson d’Abbeville, geógrafo francés, en 1651 y 1657 dibuja la Antártida con límites imaginarios, llamándola Terre Magellanique, Australe et Incognue. En 1694, el cartógrafo francés Alexis Hubert Jaillot, dibuja un desmesurado continente con la inscripción Terre Australe et Inconue, llamada Magellanique. En el Mappemonde, del cartógrafo real francés Guillermo Delisle, de 1726, la región antártica no está delineada y es llamada Terre Australe. En el mapa L’Amerique del atlas L’Usage des Globes Celeste et Terrestre et des Spheres, de 1728, del cartógrafo francés N. Bion, la Antártida está dibujada con un gran límite costero que termina en Nueva Zelanda y la titula Terre Australes et Inconnues. En 1739, el cartógrafo galo Philippe Buache, publicó una mapa del hemisferio sur, donde aparece la Antártida bastante parecida a hoy, con la particularidad de estar dividida en dos grandes islas Un mapa del Atlas Novus sive tabulae geographicae totius Orbis faciem, del francés Mateo Seutter, impreso hacia 1740, la Antártida figura con el nombre de Regiones Australes nondum Cognitae. Il Mappamondo/o sia/Descrizione generale/del Globo, del veneciano Antonio Zatta, datado en 1774, la Antártida, tiene estas inscripciones Terre Australe ovvero Antartiche-Cerchio Polare-Mare Glaciales-Polo Antártico. Apostillas. Fabulaciones y Fantasías: El capitán francés Binot Paulmier Buschet de Gonneville, al mando del Espoir, en 1503/05 emprende su viaje en procura de tierras distantes, reportando a su regreso en el puerto de Honfleur, en el norte de Francia, la existencia de un gran continente austral paradisíaco habitado, donde los pobladores viven dichosos sin trabajar, confirmatorio según narra, de la imaginada Terra Australis. 21 Los mapas de 1570/75 del geógrafo holandés Abraham Ortelius, en la Terra Australis nondum cognita, coloca un golfo de San Sebastiano y dentro de éste la Isola Cressalina. Francis Drake al mando del Pelican (Golden Hind), en 1578, que tenía instrucciones de investigar la Terra Australis Incógnita, refiere la existencia de un grupo de islas próximas a ella, que bautiza Elizabethides, comprobándose luego que eran inexistentes. El holandés Dirck Gerritsz (o Gerritsz Pomp o Gerritszoon Pomp o Rodrigo Girado -para los españoles-), comandante del Blijde Bootschap ( o Buenas Nuevas), en 1598, se acredita el descubrimiento del archipiélago Dirck Gerritsz ( ahora Shetland del Sur), conociéndose a posteriori que el buque no cruzó los 60º de latitud sur. El teniente de navío francés Ives Joseph de Kerguelen-Trémarec, el 12 de febrero de 1772, comandando La Fortune y el Gros Ventre capitaneado por François Alesno, persiguiendo el sueño de Gonneville, es encargado de buscar el continente austral, y en la ocasión descubre sin poder desembarcar el 12 de febrero de ese año, entre temporales y niebla, un grupo de islas que llama Francia Austral, escribiendo: “Las islas que he tenido la alegría de descubrir parecen formar la masa central del continente austral. La latitud a la cual ellas se extienden prometen todos los beneficios a la Madre Patria: maderas, minerales, diamantes, rubíes, piedras preciosas y mármol serán encontrados...”. También describió y esto es importante, que había enormes islas de hielo flotante, rodeadas de alturas entre 60 y 90 m, deduciendo que tal hielo únicamente podía proceder de una importante masa terrestre. Volvió el marino francés en 1773, con el Rolland, comprobando decepcionado, que la Francia Austral, era un fiasco, pues se trataba de islas con pobrísima vegetación, envueltas en frecuentes nieblas y tempestades, por que despechado las rebautizó Tierra de la Desolación, nombre que no ha sobrevivido y se denominan hoy islas Kerguelen. Omitimos otros detalles, que llevaron a Kerguelen-Trémarec a una Corte Marcial que le sentenció a 20 años de prisión, por su comportamiento como marino profesional, en relación con su buque y el Gros Ventre. 22 Hoy es considerado un embaucador imaginario, fabulador y aventurero, que engañó al mismísimo rey Luis XV y a su ministro de Marina, quienes deseaban extender la influencia de su país. 23 Las regiones polares dejan, en los que han luchado en ellas una marca, cuya profundidad puede difícilmente explicarse. Shackleton (1874-1922) Parte II. Las Regiones Polares. Son las resultantes de la última glaciación del Planeta finalizada hace unos 10/18 millones de años. Están situadas en los confines de la Tierra, son tremendamente frías, cubiertas de hielo y nieve y con asiduos temporales de viento y nieve. La del norte se centra en el Polo Norte (a 4.261 m bajo el nivel del mar), rodeado por el Océano Glacial Ártico y circunscripta geográficamente al norte del Círculo Polar Ártico; en tanto que la del sur está centrada en el Polo Sur (a 2.835 m de -altitud- sobre el nivel del mar), rodeada por la superficie terrestre al sur del Círculo Polar Antártico. 1. El Ártico. Se trata de un océano congelado cubierto de témpanos flotantes y rodeado por islas y las masas terrestres de América del Norte, Asia y Europa. El origen de la palabra proviene del griego “Arktos” que significa oso, y la ubicación de la región se relaciona con la constelación de la Osa Menor próxima a la Estrella Polar; y al círculo que describe esta estrella al girar, en la antigüedad le llamaron “Arktikós” (de la Osa). Esta denominación pasó luego al latín como “Arcticus”, significando “septentrional, del norte”. El Ártico, abarca todo el hielo y tierras alrededor del Polo Norte hasta el Círculo Polar Ártico, cuya parte terrestre es de 12,5 millones de Km2 en tanto el Océano Glacial Ártico ocupa aproximadamente 15 millones de Km2. Grandes archipiélagos e islas como Groenlandia y Svalbard sobresalen allí. La tierra (isla) más cercana al Polo Norte está a 750 Km del mismo. 24 Es un gigantesco glaciar marítimo, constituido por un conglomerado de glaciares no muy compactos ( alrededor de 3 m. de espesor) que se hallan flotando sobre un mar profundo (media 1.038 m), cuyos hielos arrastrados por corrientes regulares están siempre en movimiento, describiendo una circunvalación corta y permanente alrededor del Polo Norte (explicitamos, el Polo Norte, cima de la Tierra, es un punto ideal entre los hielos, donde hoy hay un témpano chico, mañana otro, o un charco o una hendidura de aguas libres). Las tierras e islas boreales tienen habitantes autóctonos, que viven de la pesca y la caza. Es un ecúmene cuya antigüedad se remonta a 8 milenios a.J.C. y está habitado permanentemente más allá de los 75º de latitud Norte, por la vetusta etnia de los esquimales o inuits (“gente”, como ellos mismos se llaman en su lengua inuktitut), dueños señoriales e incuestionables del país del frío eterno -que han bautizado auyuittuq, o sea la tierra que nunca se derrite-, con centro en el Polo Norte, al cual denominan aiguishu, cuyo significado es “gran clavo” (un clavo de cabeza redonda con dimensiones gigantescas y hundido en el eje del mundo). Es el techo o cenit de nuestro Planeta, su existencia era intuida y conocida remotamente también por los griegos antiguos, y en él habría transitado el precursor de los exploradores polares, Piteas (Pitheas o Pytheas), navegante, matemático y astrónomo heleno cerca del 320 a. J. C., dirigiendo una expedición desde la colonia griega de Massalia ( hoy Marsella) y circunnavegando las islas inglesas, alcanzó comarcas septentrionales en el punto más al norte habitado, que denomina Thule (-la tierra donde no se pone el sol-, lugar actualmente impreciso ubicado quizás al norte de Noruega o de Islandia o de las Shetland). Esta factibilidad la rebatió el geógrafo griego Estrabón (de Amasia), a principios de la era cristiana. Su conocimiento precoz, se pierde en el tiempo hasta el siglo X, cuando el deambular del navegante noruego Eric el Rojo - desterrado que huía de Islandia-, descubre y coloniza Groenlandia hacia el año 985. Y donde en el siglo XVI se suceden las importantes expediciones de Willem Barents, Martín Frobisher, John Davis, Henry Hundson y William Baffin, que continúan en el siglo XIX Ferdinand Petrovich Wrangel, Vitus Johansen Bering, Fridtjof Nansen y el Barón Adolf Eric Nordenskjöld, que culmina nuestro más tarde célebre y famoso Roald Engebreth Gravning Amundsen. 25 2. El Antártico 11. Es el continente circundado por los océanos Atlántico, Pacífico e Índico. Con la inclusión del prefijo “ant” -que significa opuesto o contrario-, se formó “Antarktos”, es decir opuesto al oso u Osa Menorr, y el nombre “Arktikós”, se configuró como “Antarktikós”, que en latín se transformó en “Antarcticus”, para significar austral, meridional, del sur, término que en la Edad Media fue utilizado en la designación del firmamento que circunda el polo sur celeste. La designación de “Polo Antártico, que es el Mediodía”se registra en la Bula Demarcatoria “Inter Caetera” del 4 de mayo de 1493, promulgada por el papa Alejandro VI. En idioma español, la Real Academia Española, adoptó Antártida como sustantivo o nombre propio y antártica o antártico como adjetivo, para referirse a las personas, animales, actividades y otras menciones relacionadas con la región polar austral. Sin embargo, la aparición escrita por primera vez de Antarctica, se remonta a 1505, cuando se editó en Estrasburgo (Francia), con el título “De ora Antarctica12 per regem Portugallie pridem inventa”, una carta del navegante, geógrafo y comerciante italiano Amerigo Vespucci (luego naturalizado español como Américo Vespucio) al mandatario de Florencia, Lorenzo Pier Francesco de Médicis, narrándole su participación en una expedición portuguesa de 1501/02. El descubrimiento del estrecho de Magallanes en octubre / noviembre de1520 y el del cabo de Hornos por los holandeses Jakob Le Maire y Willem Korneliszoon Schouten en 1616, apartó más al sur el dibujo en los mapas, y separó la región polar austral del resto de los continentes adquiriendo identidad propia, como Continente Antártico o Antártida; correspondiendo posteriormente al 11 Rodolfo N. Panzarini, en “La Antártida”, Pag. 6 (Ed. Atlántida, Bs As, 1962), denomina a la fase terrestre (continente) como Antártida y a la fase marina como Océano Antártico -la República Argentina, no reconoce oficialmente la existencia de tal océano y, son los Océanos Atlántico, Pacífico e Índico quienes limitan al sur con el Continente Antártico- de la región que llama el Antártico. Asignándole las siguientes superficies: Antártico, 53.000.000 Km2 , perteneciendo 39.000.000 Km2 a la fase marina y 14.000.000 Km2 a la fase terrestre. 12 Para el ilustrado historiador y diplomático chileno, doctor Oscar Pinochet de la Barra, significa: Al borde de la Antártica (Revista “Historia 16” Nº 217, Madrid, Pág. 45). 26 inglés James Cook en su circunnavegación de 1772/75, confirmarlo y circunscribirlo a su dimensión actual, pese a no divisarlo. Aunque el nombre propio de “Continente Antártico”, le fue adjudicado por el teniente de la marina estadounidense Charles Wilkes, jefe de la expedición norteamericana de 1838/42, quien elaboró y publicó un puntilloso informe de su derrotero en cinco volúmenes, cuya cartografía original ostenta por primera vez esa denominación. A su vez los ingleses, atribuyen el primer uso de la palabra “Antarktyk” en lengua inglesa, al escritor de viajes sir John Mandeville, en un manuscrito de 1366, y el bautizo con el nombre propio “Antarctica” (es decir Antártida), al cartógrafo y geógrafo británico, nacido en Edimburgo, Escocia, John George Bartholomew, en 1890. Nadie muere sin honor en los confines de la Tierra y la Naturaleza. Tácito 27 (55 a 120). Parte III. Protohistoria. 1. El Hombre en la Antártida. La Antártida es un continente anecuménico, es decir sin pobladores autóctonos, adonde el ser humano se lanzó a su encuentro y descubrimiento, prioritariamente por razones mercantilistas y sólo después a su conocimiento. Así el barón sueco, Adolf Erick Nordenskjöld (tío del Nordenskjöld antártico), experimentado explorador ártico, descubridor con el Vega del Paso del Nordeste, en 1879, nos dice:”…donde quiera que el explorador científico señalase, junto a aquello que creía de importancia, riquezas marítimas…., allí poco tiempo después, pululaban los barcos de los hombres de negocio. Y ellos fueron también los que, ora arrastrados involuntariamente hacia las altas latitudes australes, ora ávidos de nuevas pesquerías, ora, en fin, atraídos por el misterio de lo desconocido y deseosos de conquistarse un lugar entre los descubridores, desempeñaron un papel considerable en la historia de exploración del Polo Sur”. Inicialmente el mar que separa al Continente Polar Austral, involucró a navegantes intrépidos, cazadores temerarios y endebles embarcaciones, que vivieron sobrecogedoras hazañas en un mundo ignoto y oculto. 2. Navegaciones de aproximación. De una profusa lista, mencionaremos únicamente a nuestro juicio, las más destacadas, conforme a las pruebas documentales disponibles, haciendo las aclaraciones del caso cuando se consideren pertinentes: Nuestro citado marino, geógrafo y comerciante florentino Amérigo Vespucci, naturalizado español como Américo Vespucio, en distintas cartas de cuya veracidad algunos dudan, se auto atribuye 28 haber hecho cuatro viajes (actualmente hay quienes le asignan cinco) al Nuevo Mundo colombino, participando de expediciones dispuestas por el rey don Manuel de Portugal o por los reyes católicos de España. En ellas narra su famoso tercer viaje, primero al mandatario de Florencia, el banquero y gobernante güelfo Lorenzo Pier Francesco de Médicis, (alias il Popolano, -hombre del pueblo-), diciéndole desde Lisboa: Entre septiembre y diciembre de 1502, en la conocida como “Carta de Lisboa o Fragmentaria”,”... y pasamos la línea equinoccial por el lado del austro..., tanto que el Polo del Mediodía estaba mas alto de mi horizonte 50 grados y otro tanto con mi latitud de la línea equinoccial...”. En otra de septiembre ú octubre de 1503 (algunos sostienen que data de 1502 o 1504, mientras hay quienes la atribuyen a los años que van de 1505 a 1508), designada “Mundus Novus” (Mundo Nuevo), con mayores detalles:”... pasado el Trópico de Capricornio encontramos el Polo Antártico en su horizonte más alto, 50 grados, y estuvimos cerca de ese círculo antártico”.... “Verdad es que cuando fuimos a la altura de 50 grados estábamos en el mar y no en tierra... aunque juzgábamos estar cerca de tierra por muchas señales que veíamos... Pero porque el mar estaba muy tormentoso y frío y teníamos a los navíos muy separados y a la gente muy cansada, acordamos no ir a descubrir y dar vuelta atrás para Portugal”. Asimismo después, en Lettera titulada “Quatuor Navigationes” (Cuatro Navegaciones), del 4 de septiembre de 1504, dirigida a Pier Soderini, su amigo de la infancia y protector, gonfaloniero perpetuo o vitalicio de la República de Florencia, quien había sucedido a “il Popolano” a su fallecimiento, le refiere:”...nos encontrábamos tan alto que el Polo del Mediodía se elevaba fuera de nuestro horizonte 52 grados y no veíamos las estrellas de la Osa Menor ni Mayor...”. Y continúa narrando, como el 7 de abril de 1502 avistan una tierra nueva “...encontrando la costa brava, y no vimos en ella puerto alguno, ni gente, creo que porque era el frío tan intenso que ninguno de la flota podía remediar ni soportarlo. De modo que viéndonos en tan peligro y con tal tormenta, que apenas podíamos ver una nave a la otra...acordamos...dejar la tierra retomando el camino de Portugal”. Sobre este presunto avistaje, (controvertido por el dicente mismo en 50º o 52º) diversos autores, sostienen, pudo tratarse de las islas Malvinas o quizás de las islas San Pedro o Georgias del Sur. 29 En 1505, el portugués Gonzalo Álvarez, descubre la isla Gough. En 1506, Tristán da Cunha, con el Santiago y otros 13 buques portugueses, descubre al grupo de islas que hoy llevan su nombre. El portugués al servicio de España Fernando de Magallanes con las naves Victoria, Santiago, Concepción, San Antonio y Trinidad, después de descubrir el estrecho que hoy lleva su nombre y que bautizó Canal de Todos los Santos, en octubre / noviembre de 1520, opina que el Continente Americano continúa sin interrupción en la Terra Australis. El 8 de febrero de 1526, el capitán Francisco de Hoces, al mando de la carabela San Lesmes de 80 toneladas y 50 hombres de tripulación, perteneciente a la expedición española del comendador frey García Jofré de Loaysa, es llevado por un temporal más allá de los 55º de latitud sur, donde descubre mar libre y la tripulación creyó era el “acabamiento de la tierra”. Es decir este marino sería el primero en penetrar, el hoy injustamente llamado Pasaje o Estrecho de Drake en lugar de mar, pasaje o estrecho de Hoces. Otro español, Hernán Gallego, con La Concepción, el 25 de diciembre de 1553, habría alcanzado también los 55° S. Alrededor de 1555, pescadores portugueses avistan la isla San Pablo. Francis Drake, era un pirata inglés (apoyado y ennoblecido con el título de sir por la reina Isabel I), llamado el Dragón, Dráquez, Draes, Drague o Drac por los españoles, quien en octubre de 1578, con la goleta Golden Hind (Cierva de Oro) -ex Pelican-, de 120 toneladas y 16 piezas de artillería, teniendo instrucciones del Almirantazgo para investigar respecto a la Terra Australis Incógnita, pasó por el cabo de Hornos y dijo haber sido impulsado por temporales hasta los 57º sur, donde sitúa una isla inexistente, que bautizó Elizabethides, según vimos. Investigadores modernos, consideran sin embargo, que éste jamás estuvo en el estrecho que le perpetúa. En enero de 1580, el almirante español Juan de Villalobos de Figueroa, quien llevaba como piloto a Hernando Lamero, con la nave San Francisco, llega a los 56º de latitud sur. 30 Otro almirante español, Gabriel de Castilla, en marzo de 1603, alcanzó los 64º de latitud Sur, con el corsario holandés Buenas Nuevas o Ciervo Volante. Dada la importancia de esta penetración, en otra parte nos ocuparemos con mayores detalles. El holandés Jakob Le Maire, con Willem Korneliszoon Schouten y Daniel Le Maire, en la urca Eendracht (Concordia), de 360 toneladas con 19 cañones y dotación de 75 hombres, descubre el 29 de enero de 1616 el cabo de Hornos y, navega más al sur internándose hasta los 59º 25’ S el 3 de febrero, en el mal llamado pasaje de Drake, que denominó entonces Nueva Mar del Sud y dice que la Tierra del Fuego no es una masa terrestre que se extiende hasta el Polo Sur. Los holandeses, Haevik Klaaszoon van Hillegom con el Zeewolf, el 19 de abril de 1618 descubre la isla San Pablo, y Adriaen de Wale con el Ter Tholen, unas semanas después avista la isla Ámsterdam. El 16 de febrero de 1619, los hermanos españoles capitanes Bartolomé y Gonzalo García de Nodal, con los galeones Nuestra Señora del Buen Suceso y Nuestra Señora de Atocha, de 80 toneladas cada uno, alcanzan los 58º 30’ S. Después de sus circunnavegaciones de 1642/43, el holandés Abel Janszoon Tasman con el Heemskerck y el Zeehaan, reduce el tamaño del gran continente austral y establece su continuidad costera. El 4 de marzo de 1663, el mercante holandés Maerseveen, capitaneado por Barend Barendszoom Lam, avista las islas Marion y Príncipe Eduardo. En 1675, el comerciante inglés Anthony de la Roche o La Roche o Roché, podría haber logrado en abril los 52º de latitud sur, aunque hoy se da por cierto que se refugió de apuro en las islas Malvinas. El bucanero inglés Bartholomew Sharp, declara haber navegado entre 1681/82 hasta cercanía de los 60º S, anotando: “fuimos tanto más lejos que cualquier otro antes que yo”. 31 Siempre sin haber visto tierra, con insuficiente documentación confirmatoria que nos permita aseverarlo, diversos navegantes en distintos años, alcanzarían probablemente en los mares australes, diferentes latitudes, así el almirante holandés Hendrick Brouwer o Brower podría haber llegado a los 62º S en 1643; los bucaneros ingleses John Cook, Edward Davis, William Dampier (conocido como “el pirata o filibustero literato”) , William Ambrose Cowley y Lionel Wafer con el Batchelor’s Delight (Delicia de Soltero), habrían logrado los 63º S en 1684; el cirujano y bucanero Lionel Wafer y el marinero Edward Davis, vuelven en 1687 y alcanzarían los 62º 45’ sur, encontrando témpanos tabulares; el francés Le Barbinais le Gentil, cruzaría el paralelo 60º S en 1716; en 1719/22 los ingleses, capitán George Shelvocke con el Speedwell, iría más allá de los 60º S y, John Clipperton con el Succes, llegaría a los 61º 30’ S; finalmente consideramos que el capitán flamenco Jacob Roggeveen, comandando una flotilla holandesa, integrada por las naves Aren, Thienhoven y Afrikaansche Galei entre 1721/22, habría derivado hasta los 62º 30’ S. El físico y astrónomo inglés Edmond Halley (hoy famoso por descubrir el cometa que lleva su nombre), con el Paramour, al frente de expedición científica que estudiaba la declinación magnética en el Océano Atlántico Sur, en 1699 penetró hasta los 52º 24’ S - 43º O, reportando haber encontrado envueltos entre las nieblas hielos flotantes dispersos en el mar. El capitán francés Jean Baptiste-Charles de Lozier Bouvet, con las fragatas L’Aigle y L’Marie, el 1 de enero de 1739 inmovilizado por el hielo, avista a los 54º 25’ S - 3º 22’ E, un promontorio, el cabo Circuncisión, hoy isla Bouvet. Con el Centurión, el capitán inglés George Anson, en 1741/42, habría penetrado más allá de los 60º S. Francisco de Orozco, en 1749, con las naves españolas Europa y Castilla, alcanzó los 60° S. El 29 de junio de 1756, el navío español Santo Christo del Auxilio y Nuestra Señora de los Dolores, alias El León, de 20 cañones y con 110 hombres, al mando del contramaestre Gregorio Jerez, descubrió las después rebautizadas por los ingleses islas Georgias del Sur, a las cuales llamó San Pedro, en honor del santo del día. 32 En 1762, el mercante español Aurora, al mando de Joseph de la Llana, avista las islas Aurora, conocidas hoy también, como islas Cormorán (Shag) y Roca Negra, a más de 250 Km al oeste del archipiélago de las islas San Pedro o Georgias del Sur. Ínsulas legendarias que divisan luego: en 1769, la fragata española San Miguel; en 1774, nuevamente el Aurora; en 1779, el velero Pearl; en 1790, la nave Dolores, y el español Manuel Oyarvide con la fragata Princesa, de la Compañía Real de Filipinas, quien determina su localización. El 20 de enero de 1794, confirma su ubicación, el capitán de fragata José Bustamante y Guerra con la corbeta Atrevida, de la expedición del capitán de fragata español Alejandro Malaspina13; y en 1839, las redescubren los barcos estadounidenses Medina y Mary Jane, al mando de Elijah Hallet y Joseph Parsons. Entre el 27 de febrero y 24 de marzo de 1762, la fragata española Liebre al mando de Francisco de Arostegui, sobrepasa los 60º S. James Cook, capitán inglés del HMS Endeavour, teniendo instrucciones de “buscar el supuesto gran continente del sur”, cruza la latitud 60º S el 30 de enero de 1769. El francés Marc Macé Marion du Fresne, con el Mascarin y el Marquis de Castries, descubre las islas príncipe Eduardo y Crozet, el 23 de enero de 1772, tomando posesión para Francia. El 17 de enero de 1773, el capitán James Cook quien regresa ahora en un segundo viaje, con el HMS Resolution y el teniente Tobias Furneaux al mando del HMS Adventure, cruzan por primera vez el Círculo Polar Antártico el 17 de enero de 1773 en los 38° E, y alcanzan el 30 de diciembre de 1774 los 71º 10’ S - 106º 54’ O. A fines de 1774, el navío de la armada española San Pedro Alcántara, al mando del capitán Pedro Colarte, es llevado por un temporal hasta la latitud de 61º 33’ S. En 1787/88, el inglés James Shields con el Amelia, fue hasta los 59º S y manifestó que había una gran cantidad de islas de hielo. 13 Malaspina, era un marino italiano al servicio de España, en cuya expedición tenía embarcados científicos; las naves poseían 24 cañones y 102 hombres cada una y el 3 de enero de 1793, había llegado a la latitud 60° 43’ S. En su reporte del 30 de enero de 1794, navegando entre gran cantidad de témpanos, avistaron en los 53° S – 48°O 3 rocas, las hoy conocidas Cormorán y Roca Negra (las escurridizas islas Aurora). 33 El 26 de Marzo de 1800, el inglés Henry Waterhouse, con el HMS Reliance, descubre las islas Antípodas. El foquero inglés Frederick Hasselburg, con el Perseverance, descubre las islas Macquarie. Nuestra patria, nacida el 25 de mayo de 1810, acredita su temprana presencia antártica, con el entonces coronel de marina Guillermo Brown, comodoro de una escuadrilla corsaria argentina al Pacífico, Durante el viaje desde el Río de la Plata hacia la costa del Pacífico, la Hércules (nave insignia de Brown) y el Santísima Trinidad, como consecuencia de una marejada, alcanzan el 15 de noviembre de 1815 los 65º de latitud sur, o sea un lugar a 250 Km al sur del archipiélago de las Shetland del Sur, islas que ciertamente no avistaron, estando así a punto de descubrirlas. Dándonos cuenta Brown con naturalidad y sobriedad:”...después de doblar el cabo de Hornos y experimentar las tempestades frecuentes en aquellos mares, y después de llegar a los 65º grados, en cuya latitud el mar se torna muy benigno, con un horizonte despejado y sereno, y sin hielo, signos indicativos de no estar muy distante de tierra...”. Hacia 1821, el foquero inglés Dragon, a órdenes de Andrew McFarlane, incursionó en las Shetlands del Sur, capturando más de 5.000 lobos de dos pelos en 3 semanas; reportando además haber desembarcado al sur de la isla Decepción. Igualmente en 1821, el inglés John Clark, con el Lord Melville, en compañía de 10 hombres cazando focas, permaneció en puerto Esther (61°56’S - 57°56’ O), de la isla 25 de Mayo (rey Jorge). La balandra estadounidense James Monroe, capitaneada por Nathaniel Brown Palmer, y la chalupa Dove con el británico George Powell, unidos en una cacería sin resultados previos, descubren el 6 de diciembre de 1821, las islas Orcadas del Sur, sin denominarlas.. A bordo del foquero Jane, el inglés James Weddell, junto con el escocés Michael McLeod con el Beaufoy, el 12 de diciembre de 1821, redescubren las Orcadas del Sur, nombre que Weddell les impone en febrero de 1822. 34 Regresó Weddell con el Jane, en compañía de Matthew Brisbane con el Beaufoy, logrando el 28 de febrero de 1823, penetrar en el mar que hoy lleva su nombre hasta 74º 15’ S - 34º 16’ O. El capitán Henry Foster, con el HMS Chanticler, realizó observaciones magnéticas y pendulares en la isla Decepción, cartografiándola y tomando posesión, en nombre del rey Jorge IV, el 17 de enero de 1829. Con el Venus, el capitán inglés Samuel Harvey, mientras cazaba, alcanzó los 72º S en el mar de Ross, en 1831/32. El 21 de febrero de 1832, John Biscoe con el Tula, exploró la costa oeste de la península antártica y la bautizó Tierra de Graham, honrando al primer lord del Almirantazgo, sir James G. H. Graham. La navegación fue hecha en compañía del Lively, capitaneado por George Avery, descubriendo ambos Tierra Enderby e isla Adelaida ( o Belgrano) y circunnavegaron la Antártida, penetrando hasta 13º E y 69º 25’ S. Francia, encomendó una misión científica circunnavegando la Tierra, entre 1837/40, al capitán de navío Jules S. C. Dumont D’Urville, con la corbeta Astrolabe, junto con la corbeta Zelee, a órdenes del capitán de fragata Charles H. Jacquinot. Visitaron las Orcadas del Sur, las Shetland del Sur, el norte de la península antártica, que denominan Tierra de Luis Felipe, y descubren la Tierra Adelia, tomando posesión para Francia el 22 de enero de 1840. También descubrieron la isla Joinville. Entre 1839/43, el capitán James Clark Ross, con el HMS Erebus, a sus órdenes y el HMS Terror comandado por el capitán Francis R. M. Crozier, realizan un importante periplo, descubriendo el mar de Ross, el golfo Erebus y Terror, los montes volcánicos del mismo nombre, isla Ross, barrera de hielos Ross y otros. Con el ballenero John Davidson, el capitán William H. Smyley, en agosto de 1850, arribó más allá de los 68º S en bahía Margarita. Como grumete se desempeñaba el argentino Luis Piedra Buena. En el ballenero a vapor Grönland, el alemán Edward Dallmann, en 1874, recorrió las Shetland y Orcadas del Sur, descubriendo el estrecho de Bismarck e isla del kaiser Guillermo. 35 De 1878 a 1884, el estadounidense Andrew J. Eldred, con el Thomas Hunt, realizó 3 viajes a las Shetland del Sur, en procura de presas de pelo fino. Thomas B. Lynch, con el lobero norteamericano Express, entre 1879/80, realizó cacerías en las Orcadas del Sur, Shetland del Sur y península antártica. El noruego Carl Anton Larsen, con el Jason, en 1892/93, recorrió las Orcadas, isla Seymour (hoy Marambio) donde izó la bandera de Noruega, descubrió la costa Foyn, penetrando en el Weddell hasta casi los 65º S, Volvió en la temporada siguiente en la misma nave, visitando Georgias del Sur, Orcadas, descubriendo isla Robertson y la costa del rey Oscar II, llegando a los 68º 10’ S en el Weddell. Capitaneado por Leonard Kristensen, desde el ballenero noruego Antarctic, el 24 de enero de 1895, Carsten E. Borchgrevink hace el primer desembarco en el Continente, en cabo Adare. Adrien V. J. de Gerlache de Gomery, teniente y barón belga, con el Belgica, conduciendo una expedición científica, en 1897/99, descubre las islas Lieja, Brabante y Amberes, costa Danco y el hoy estrecho de Gerlache. Posteriormente, el navío es atrapado por los hielos e involuntariamente realizan la primera invernada a bordo, durante 11 meses. Una expedición científica inglesa, dirigida por el noruego Carsten E. Borchgrevink, con el Southern Cross, comandado por el sueco Bernhard Jensen, en cabo Adare construyeron una cabaña, donde invernaron Borchgrevink y 9 hombres con 75 perros de trineo, siendo los primeros en hacerlo sobre el Continente, entre 1899/1900. El punto más austral que alcanzaron fue 164º 32’ O-78º 50’ S. El profesor sueco Nils Otto Gustav Nordenskjöld, en el Antarctic, capitaneado por noruego Carl Anton Larsen, en 1902, arriba a la isla Cerro Nevado, lugar que ocupan construyendo una cabaña, donde Nordenskjöld y 5 hombres (entre ellos el argentino alférez de fragata José María Sobral) con 12 perros y dos botes invernarían, realizando actividades científicas. Los expedicionarios, debían ser recogidos por el buque en el verano de 1903; durante la navegación para recuperarlos, los hielos 36 aprisionaron la nave, causando su hundimiento, salvándose los tripulantes en la isla Paulet que alcanzaron. De tal forma la dotación invernante, debió permanecer otro año, siendo rescatados a fines de 1903, por la corbeta argentina Uruguay. Un médico enamorado de la exploración científica, el doctor William Speirs Bruce, de Escocia, con el Scotia, comandado por Thomas Robertson, en noviembre de 1902 se dirige al Weddell, erigiendo en la isla Laurie donde inverna, un Observatorio Meteorológico y Magnético, en el cual después de un año de registros, tiene mucho interés se continúen con los mismos. No hallando eco entre las autoridades británicas de Buenos Aires, cede las instalaciones vendiéndoselas a la República Argentina, país que asume legalmente la responsabilidad de operarlas el 2 de enero de 1904. Como reacción a la preocupante falta de noticias, de la expedición Nordenskjöld, respondiendo también la creciente inquietud internacional, la República Argentina, organizó y envió para socorrerle la corbeta Uruguay, al mando del teniente de navío Julián Irízar, en octubre de 1903, culminando exitosamente su tarea, con el rescate de todos los escandinavos a fines de noviembre de 1903. Dirigida por el doctor Erich D. von Drygalski, en el Gauss comandado por Hans Ruser, una expedición alemana con otros 5 científicos, descubrieron en febrero de 1902, la hoy costa Guillermo II, también el volcán extinguido Gaussberg y otros lugares. Los hielos, bloquearon al navío durante 8 meses, pudiendo recién en noviembre de 1903 iniciar el retorno. La expedición nacional británica, con el capitán Robert Falcon Scott, en el Discovery, con 23 tripulantes, entre 1901/04, navegó rumbo al mar de Ross, donde en Hut Point construyeron una cabaña para Scott y 5 investigadores, quienes con 23 perros de trineo, invernaron, realizando distintas travesías hasta los 82º 16’ 05” S, haciendo varios descubrimientos, sin alcanzar el objetivo propuesto del Polo Sur. Después de reabastecido el buque, Scott y sus hombres, con algunos cambios en la dotación, permanecieron otro año, sin lograr la meta prefijada. 37 Francia interesada en tener una presencia más activa en la región, envía al doctor Jean B. E. A. Charcot, con el Français en agosto de 1903, teniendo como tarea prioritaria la búsqueda de Nordenskjöld y sus hombres, en tanto secundariamente hacer estudios científicos. Charcot, cuando toma conocimiento del salvataje sueco por la Argentina, se dedica a cumplir con las tareas de investigación concernientes, instalándose en la isla Wandel (hoy Booth), desde donde realizó descubrimientos importantes. Nuevamente, cuando no se conocía si la expedición de Charcot, pasaba una contingencia indeseada, la Argentina, envió en su auxilio la corbeta Uruguay, en 1905, bajo las órdenes del capitán de fragata Ismael Galíndez, aprovechando la singladura del buque, en el relevo y reabastecimiento del observatorio de la isla Laurie. Con el Nimrod capitaneado por Frederick P. Evans, el irlandés Ernest Henry Shackleton, parte de Inglaterra, llevando perros y poníes en agosto de 1907, con el propósito de realizar trabajos científicos y arribar a los Polos Sur Magnético y Geográfico. Lo programado se realizó pródigamente, fue alcanzado el Polo Sur Magnético, escalado el volcán activo Erebus y los exploradores estuvieron a 180 Km. del Polo Sur Geográfico, retornando al país a comienzos de 1909. El doctor Charcot, regresó a la Antártida, en 1909/10, con el Pourquoi- Pas?, capitaneado por Ernest Chollet, descubriendo bahía Margarita, la costa Falliéres y otros lugares significativos. Importantes exploradores, se encuentran atraídos por el imán de arribar al Polo Sur Geográfico, o más simple dicho al Polo Sur, en cuya meta persisten. -Roald E. G. Amundsen, noruego del Ártico, se siente capaz de alcanzarlo y en el Fram, comandado por Thorvard Nilsen, parte en 1910. Invernó en bahía de las Ballenas, y con 4 compatriotas sobresalientes esquiadores, con trineos de perros, se alza con la cinta azul al conquistarlo por primera vez el 14 de diciembre de 1911. -Obedeciendo a una íntima llamada queda, persiste el referido capitán Scott, con el Terra Nova, capitaneado por Henry L. L. 38 Pennell, partiendo en noviembre de 1910, en fecha cercana a la zarpada de Amundsen. Arriba e inverna en cabo Evans con 25 hombres, desde donde Scott con 4 compañeros y 5 poníes emprenden su viaje al Polo Sur, alcanzando la meta sin los poníes, el 18 de enero de 1812, en malísimas condiciones físicas, famélicos, sufriendo crueles temporales y con el espectro de la muerte persiguiéndoles, fallecen todos en el regreso. Sin tener suficiente organización ni preparación, el teniente japonés Nobu Shirase, con el Kainan-Maru, bajo el comando de Naokichi Nomura, entre 1911/12, realizó sin mucho suceso una expedición en el mar de Ross, e incursionando en trineo de perros 250 Km sobre el hielo, formuló una reclamación para su país. Alemania, a través de su gobierno, envía al teniente doctor Wilhem Filchner, con el Deutschland, a órdenes de Richard Vashel, en 1911, con expedicionarios que incursionan en el borde sur del mar de Weddell, descubriendo durante las exploraciones nuevos lugares. El navío, apresado por los hielos, derivó durante 9 meses, retornando en 1912. El australiano doctor Douglas Mawson, con el Aurora, comandado por John K. Davis, en 1912, transportando un avión sin poderlo usar por averías, instaló una estación operada por un grupo de sus hombres en la isla Macquarie, que le permitió utilizar la radio por primera vez desde el buque en la Antártida. Hizo importantes descubrimientos y travesías en el continente, encontró allí el primer meteorito y vivió una penosa odisea, regresando maltrecho físicamente en 1914. Otro de los obsesionados por poner sus pies en el Polo Sur, Shackleton, se propone ir desde el mar de Weddell al mar de Ross, pasando por el Polo Sur, entre 1914/16. A tal fin operaría en el primer mar el Endurance, capitaneado por Frank Worsley, mientras en el otro mar el Aurora, con Aeneas L. A. Mackinstosh. Shackleton en el Endurance, experimentó variadas peripecias, entre ellas el hundimiento del buque, el aislamiento de los náufragos y su rescate angustioso. Tampoco el Aurora, fue ajeno a los infortunios, aunque en menor escala. 39 El irlandés Shackleton, pertenecía a esa estirpe de hombres, insensibles al fracaso, genéticamente empecinado y porfiado a la vez no se arredró, así que forjó nuevos planes, poniéndose en 1921, al frente de una nueva empresa con el Quest, comandado por John R. F. Wild. Llegados a las islas San Pedro (o Georgias del Sur), Shackleton sufrió un ataque cardíaco mortal, falleciendo en Grytviken. Sir George H. Wilkins, de Australia, con el Hektoria, conducido por Marinius Hansen, en 1928/29, transportando dos aviones, inició una inédita era aérea en la Antártida, realizando vuelos de reconocimientos y fotográficos, llegando hasta los 71º 20’ S - 64º 15’ O. Wilkins, regresó en la temporada 1929/30, con el RRS William Scoresby, haciendo nuevos vuelos hasta los 73º S - 101º O. El capitán de navío norteamericano Richard Evelyn Byrd, debuta en la Antártida entre 1928/30, con 2 buques, 3 aviones, gran cantidad de radios transmisores-receptores, vehículos especiales y un centenar de perros para trineos. En el área del mar de Ross, realiza incursiones terrestres y aéreas, instala la Base Pequeña America, donde inverna 15 meses con 42 hombres, sobrevolando el Polo Sur el 29 de noviembre de 1929. La temporada 1929/31, lo tiene como protagonista otra vez a Mawson, en esta ocasión con el RRS Discovery, comandado inicialmente por el conocido Davis, del Aurora, reemplazado ante divergencias suscitadas, por K. N. Mackenzie. Durante esta incursión, llevó un avión a bordo, con el cual exploró y reconoció hasta los 70º S. En 1929/31, 1931/33, 1933/35, 1935/37 y 1937/39, el británico Discovery II, realizó tareas oceanográficas en el islario subantártico, antártico y parte continental. El noruego Hjalmar Riiser-Larsen, con el Norvegia, capitaneado por Nils Larsen, llevando a bordo 2 aviones, en 1930/31, visitó las islas Shetland del Sur y realizó vuelos sobre la costa de la princesa Ragnhild, que reclamó para Noruega. Entre 1930 y 1937, varios cazadores de ballenas de empresarios noruegos, principalmente de Lars Christensen, en los buques 40 Sevilla, Thorshammer, Seksern, Bouvet II, Bouvet III, Thorgaut, Torylin, Hilda Knudsen, Antarctic, Thorshavn, Ørn III, Thorfinn, Toern, Treern, Firern y Fermern entre otros, algunos equipados con aviones, reportaron haber reconocido y descubierto distintos lugares antárticos, que en ocasiones reclamaron para Noruega. Lincoln Ellsworth, norteamericano afecto a los aviones, llevando uno de ellos en el Wyatt Earp, comandado por Baard Holth, en la temporada 1933/34, intentó cruzar el continente desde el mar de Ross, pero el avión se accidentó en bahía de las Ballenas. Una segunda tentativa, de Ellsworth, en 1934/35, esta vez desde la península antártica al mar de Ross, también fracasó por condiciones meteorológicas hostiles. Al insistir el estadounidense, con el avión piloteado por el piloto canadiense Herbert Hollick-Kenyon, en noviembre de 1935, realizó desde la isla Dundee a bahía de las Ballenas, el cruce proyectado. Entre 1933/35, los EE UU con el ahora almirante Richard E. Byrd, llevando dos buques, 3 aviones, 1 autogiro, tractores y más de 150 perros para trineos, volvió con 9 científicos a bahía de las Ballenas, construyó Pequeña America II en reemplazo de la anterior Base, invernando allí 56 hombres, en tanto el almirante en solitario, ocupó durante casi 7 meses, una Base a 160 Km. al sur de Pequeña America II. De 1934 a 1937, la expedición británica conducida por John R. Rymill, con el Penola, capitaneado por Robert E. D. Ryder, transportando un avión, en compañía de 12 hombres, invernó un año en las islas Argentinas y otro en las Debenham, realizando investigaciones científicas, vuelos y travesías terrestres en la península antártica e isla Alejandro; también recorrió parte del entonces canal rey Jorge VI hasta los 72º S. En 1938/39, el alemán Alfred Ritscher con el Schwabenland, a órdenes de Alfred Cotas, transporta dos hidroaviones, que volaron 12.000 Km, fotografiando 350.000 Km², entre los 14º O y 20º E, reclamando el territorio para Alemania. Durante un nuevo viaje de Ellsworth a la Antártida, acompañado de sir George H. Wilkins, volando en los 72º S - 79º E, hicieron ambos independientemente, una reclamación de territorio para los EE UU y Australia respectivamente, el 11 de enero de 1939. 41 Entre 1939/41, Byrd hace su tercer expedición, con 2 buques, 1 hidroavión, 3 aviones, tractores para la nieve y moderno equipamiento, con la finalidad de instalar dos Bases, una en la isla Stonington y otra en bahía de las Ballenas, la Pequeña America III, que se ocuparían todo el año, invernando 125 hombres en total, teniendo basados un avión en la primera y dos aviones en la segunda. De 1943 a 1945, los ingleses desarrollaron con 3 buques (HMS William Scoresby, Eagle y Fitzroy), la expedición naval conocida como Tabarin, cuya finalidad era establecer una serie de instalaciones de alerta, para impedir la presencia y actividad de buques alemanes. La temporada 1946/47, significó para los EE UU, desplazar la mayor cantidad de medios a la Antártida en la operación denominada Salto de Altura, donde Byrd es Encargado del Proyecto y el contralmirante Richard H. Cruzen, comandante de la Fuerza de Tarea, compuesta de 13 buques, 19 aviones y 4.700 hombres. Chile, hace su primera expedición antártica en 1947, al mando del capitán de navío Federico Guesalaga Toro, con los navíos Iquique, al mando del teniente Ernesto González Navarrete, y el Angamos a órdenes del teniente Gabriel Rojas Parker. En la isla Greenwich, fue erigida la Base Capitán Arturo Prat, que quedó ocupada por la dotación de invernada, y los buques incursionaron hasta la isla Stonington. Bajo la dirección del capitán Finn Ronne, comandando su expedición privada, utilizando el barco Port of Beaumont, capitaneado por Isaac Schlossbach, en 1947/48, los EE UU reocuparon la Base en la isla Stonington, lugar donde basaron 3 aviones. Patrullas terrestres y aéreas, cumplieron en intensivo plan de reconocimientos, junto con tareas científico-técnicas, al este y oeste de la península antártica, hacia la isla Alejandro, canal Jorge VI y en la barrera de hielos Filchner. Los EE UU, desarrollaron en 1947/48, la operación Molino de Viento (Operation Windmill), bajo la jefatura del almirante Geralt L. Ketchum, con los rompehielos USS Edisto, comandado por el capitán Edwin Amderson MacDonald y Burton Island, a órdenes del capitán Edward C. Folger, hidroaviones y helicópteros, máquinas 42 éstas usadas intensamente en reconocimientos y tareas científicas desarrolladas por 10 investigadores, dentro de areas poco conocidas en isla Stonington, mar de Davis, costa Knox, isla Pedro I, bahía de las Ballenas e isla Ross. Una expedición naval chilena, en 1947/48, a órdenes del capitán de fragata Ernesto González Navarrete, con los buques Covadonga, comandado por el teniente Jorge Gándara Bofill y Rancagua, bajo el comando del teniente Alfredo López Costa, construyeron en la península, la Base General Bernardo O’Higgins, que inauguró el Presidente de la República, Gabriel González Videla, el 18 de febrero de 1948, transportado por el buque Presidente Pinto, capitaneado por el teniente Miguel Lagos Grant. Entre 1949/52, tiene lugar una expedición Noruega, Británica, Sueca, dirigida por John S. Giaever, con el Norsel, transportando un avión, capitaneado por Guttorm Jakosen. Instalaron la Base Maudheim, desde la cual 300 Km hacia el sur, se estableció una Base secundaria. En toda el área de la Tierra de la reina Maud, se ejecutaron vuelos aerofotográficos, junto con investigaciones de índole científica. En 1953, el HMS Snipe, comandado por Denis Guy Douglas Hall- Wright, y el HMS Bigbury Bay, capitaneado por Alan William Frank Sutton, cumpliendo órdenes del gobierno británico destruyó las instalaciones argentinas y chilenas de la isla Decepción, el 13 de febrero, deteniendo un grupo de Infantes de Marina a los dos ocupantes argentinos, quienes son deportados hasta las islas San Pedro (o Georgias del Sur) y luego a Montevideo. Ambos buques permanecieron hasta abril en las aguas de Decepción, mientras los Infantes de Marina continuaron en tierra. El buque danés Kista Dan capitaneado por el australiano Hans Christian Petersen, con la dirección de Robert George Dovers, en febrero de 1954, instala la Base Mawson, en la Tierra Mac Robertson. Durante la temporada 1954/55, una expedición chilena a órdenes del capitán Jorge Gándara Bofia, con los navíos Maipo, conducido por el teniente Ramón Pinochet, Leucotón, comandado por el teniente Germán Valenzuela Labra, Lautaro, capitaneado por el teniente Hernán Prat V., y Covadonga, mandado por el teniente Raúl del Solar, realizan el relevo anual de sus Bases e instalan la 43 Base Presidente Pedro Aguirre Cerda, en la isla Decepción, el 18 de febrero de 1955. El rompehielos Atka, de los EE UU, a órdenes del capitán Glen Jacobsen, realiza en 1954/55, un viaje de reconocimiento en el mar de Ross, para explorar los sitios donde convenía instalar Bases norteamericanas, para el inminente Año Geofísico Internacional. Rusia (entonces Unión Soviética), en 1955/56, a órdenes del almirante Mikhail Mikhaylovich Somov, envía una flota compuesta por los rompehielos Ob, comandado por Ivan Aleksandrovich Man, y Lena, capitaneado por Aleksandr Ivanovich Vetrov, y el buque auxiliar Refrigerator N°7, a cargo de Mikhail Alekseyvich Tsygonkov, con aviones que sobrevuelan el Polo Sur Geomagnético y el Polo Sur Geográfico e instalaron las Bases Mirnyy, Pionerskaya y Oasis, para desarrollar programas en el Año Geofísico Internacional. En 1955/56, los EE UU, con el almirante Byrd, conduciendo la operación Penetración Profunda I (Deep Freeze I), con 7 embarcaciones (entre ellas 3 rompehielos), aviones, helicópteros, vehículos a oruga y otros medios, emplazan Base Pequeña America V, un aeródromo en McMurdo y en vuelos de reconocimiento se exploran lugares para instalar otras Bases, para su utilización durante el Año Geofísico Internacional. Numerosos fueron los sobrevuelos, inclusive sobre el Polo Sur. Motivada por Año Geofísico Internacional, Francia, envía en la temporada 1955/56, al Galliéni, comandando por H. Pesnel, y al Norsel, a órdenes de Guttorrn Jakobsen, liderados por Paul-Emile Victor y Bertrand Imbert, estableciendo la Base Dumont d’Urville en Tierra Adelia. Para participar del Año Geofísico Internacional, Japón en 1956/57, a órdenes de Takesi Nagata, envía el Soya, comandado por Mitsuji Matsumoto, que en la Tierra de la reina Maud, instala la Base Syowa. EE UU, en la temporada 1956/57, a órdenes del contralmirante George John Dufek, utilizando 12 buques (4 rompehielos entre ellos), numerosos aviones, helicópteros, vehículos especiales, etc., completa el despliegue previsto para el Año Geofísico Internacional, instalando las nuevas Bases Byrd en Tierra de María Byrd, y Amundsen-Scott, en el Polo Sur, donde previamente aterrizó un 44 avión, siendo Dufek el primero en pisar el Polo, después de más de 40 años cuando lo hiciera Scott y sus compañeros. La segunda expedición soviética, recala en la Antártida en 1956/57, a órdenes de Aleksey Fedorovich Tresnikov, con los buques Ob y Lena, capitaneados nuevamente por Man y Vetrov, respectivamente, apoyados por el Kooperatsiya, comandado por Anatoliy Savel’yevich Yantselevich. Para completar el despliegue comprometido para el Año Geofísico Internacional, fueron establecidas las Bases Komsomol’skaya, Vostok en el Polo Sur Geomagnético, y Vostok I. Culminamos nuestra larga enumeración, donde destacamos cuanto consideramos más relevante, conscientes de haber saltado otros a nuestro juicio, menores sin subestimarlos. Además el Año Geofísico Internacional (1957/58), junto con el Tratado Antártico (1959), fueron las bisagras geográficas -con el continente casi científicamente conocido en su totalidad- y política, que sumó nuevos actores, a la vez de hacer rutinarias la presencia de los países, en el desarrollo de sus planes y programas. Así concluímos con la expedición transantártica del Commowealth, 1955/58, liderada por el doctor Vivian E. Fuchs, quien utilizó a los buques Theron, capitaneado por Harald Marø, Magga Dan, a órdenes de Hans C. Petersen, y HMNZS Endeavour, comandado por Henry Kirwood. El Theron, en febrero de 1956, erigió la Base Shackleton en la Barrera de Hielos Filchner, que al año siguiente el Magga Dan abasteció adecuadamente. A su vez el HMNZS Endeavour, estableció la Base Scott, en la isla Ross. Desde ambas estaciones, con apoyo aéreo, la transantártica fue realizada por primera vez uniendo los mares de Weddell y de Ross, pasando por el Polo Sur. 3. Loberos y/o foqueros. Provenían del hemisferio norte, donde los lugares propicios de cacería se agotaban rápidamente, y la demanda de cueros de lobos de dos pelos o focas peleteras era incesante en un negocio lucrativo, cuya ganancia reproducía diez veces el capital invertido. 45 En 1777, se conoció el reporte del segundo viaje de James Cook, donde se narraba el alto precio que se pagaba en Cantón por las pieles de estos pinnípedos, que según explicitaba, abundaban en las islas San Pedro (o Georgias del Sur); lo cual motivó a foqueros ingleses iniciar sus actividades en dichas islas en 1786, a quienes pronto se sumaron flotillas norteamericanas. El gran consumo procedía de los mandarines chinos, quienes acrecentaban su status social -según se decía- poseyendo tales pieles, que adornaban sus viviendas realzándolas con ellas, como también vistiendo ostentosamente abrigadas a sus mujeres. Al principio, el trueque fue la norma, pieles por seda y te, artículos apetecibles en Europa. El frenesí de ingentes ganancias, implicó que los voraces mercaderes de la época armaran y despacharan flotillas con embarcaciones y tripulaciones aptas para resistir el desafío de aguas peligrosas y un clima extremadamente hostil. Así nos encontramos que promediando el siglo XVIII, superaban la cifra de 400 buques en su mayoría ingleses y norteamericanos ocupados en esta faena, donde algunos de éstos durante el verano hacían cacerías con más de 100.00014 pieles, cifra realmente depredatoria y exterminadora que se multiplicaba según el número de embarcaciones, agotando las presas a fines de ese siglo y principios del siguiente, mientras hendían sus proas penetrando cada vez más al sur, recorriendo el rosario de islas y costas polares meridionales. Dichos sitios o parajes con estas especies, una vez localizados se mantenían en riguroso secreto, para evitar rivalidades competitivas; únicamente a unos pocos marinos, les inquietaba incorporar al conocimiento humano esas tierras desconocidas por el hombre; y eran apenas algunos quienes imaginaban hipotéticas teorías o relaciones científicas, de interés con el universo conocido y el progreso de los pueblos. En el singlar de estos rudos cazadores, predominaba el afán utilitario, por ello al comienzo la llegada de los primeros hombres y el arribo a los lugares, es una nebulosa enmarañada imprecisa de nombres, fechas, buques y derrotas náuticas, difíciles para la crónica por la falta de datos probatorios exactos, ocultados de ex Berguño B., Jorge:”Las Shetland del Sur:El ciclo lobero-Primera Parte”, en Boletín 14 Antártico Chileno, abril 1993, Pag. 10/11, explicita, que en la temporada 1820/21, se obtuvieron más de 250.000 pieles y James Weddell, calculaba que en 1822, se habían logrado 1.200.000 pieles. 46 profeso ante una perspectiva histórica ajena a sus egoístas especulaciones y negocios. Escamoteo de antecedentes, similar al de los judíos y fenicios, quienes según Heródoto (de Halicarnaso) -identificado universalmente como el Padre de la Historia, recordamos-, ya 5 siglos a.J.C. guardaban el secreto de sus navegaciones y la recalada en puertos lejanos. Antes de avanzar, debemos decir, que cuando los lobos marinos de dos pelos o focas peleteras escaseaban, los loberos cazaban al elefante marino, interesados en su aceite y, también a leopardos marinos, para cuerear su piel, todo en un método muy rudimentario, con garrotes y remos hasta que el animal muerto era desollado con cuchillos. El antecedente más lejano en la explotación foquera, lo encontramos en la sociedad de cuatro comerciantes, tres norteamericanos y uno canadiense (Francis Rotch , de Nantucket; Richard R. Smith, de Boston; Aaron Lopez, de Newport; y Leonard Jarvis, de Dartmouth) , que formaron en 1775, la “Flota ballenera y foquera de las islas Falkland”, con dieciséis embarcaciones que operarían en su zona de influencia. Aparte, debemos contabilizar una numerosa cantidad de buques, principalmente norteamericanos e ingleses, que operaron y faenaron, en el arco de islas subantárticas que rodean al Continente. En nuestro listado precedente hemos presentado algunos cazadores y buques, ahora intentamos completarlos. Enumerando las embarcaciones foqueras o loberas (algunas eran balleneras arponeras), que hollaron las aguas sureñas o polares, de la parte insular más próxima a la Antártida, citamos especialmente a los estadounidenses William R. Stewart quien con el Eliza, obtuvo en Mas-a-Fuera e islas Juan Fernández, en 1792/93, 38.000 pieles, y Edmund Fanning que con el Aspasia, en las islas San Pedro (o Georgias del Sur), en 1800/02 acopió 57.000 pieles. Asimismo puntualizamos particularmente, siguiendo esta estela austral, que durante la temporada de caza 1820/22, registramos: Cora, de Robert Fildes; Indian, capitán Ferdinand Spiller; George, capitán John Richards; Salisbury, capitán Thomas Hodges; Hannah, capitán James Johnson; King George, capitán Thomas Duell y después John Roberts y Robert Black; Lady Trowbridge, capitán Richard Sherrat; Jane, capitán James Weddell; Dove, John Wright, posteriormente George Powell; Eliza, con George Powell y después John Wright; George IV, de John Alexander; Enchantress, con W. 47 Bond; Grace, de Henry Rowe; Lord Melville, de John Clark; Ann, con Peter Kemp y después Joseph Kitchen; Nelson, de David Barney; Sprightly, con Lawrence Frazier y luego George Brown; Minstrel, de Charles McGregor; John, de John Walker; Hetty, de Ralph Bond; Mercury, de Robert Wetherall; Minerva, de Thomas Bunn o Binn;Henry, del capitán, Kellick; Beaufoy, de Michael McLeod; Hercules, con el capitán John Drummond, desde Montevideo; Emerald, con William Elliot; Horatio, de Joseph Weeks; Pomona, a órdenes de Charles Robinson; Dragon, de Andrew McFarlane15 y el Livonia, del capitán John Nowell, ambos desde Valparaíso; Woodburn, con Robert Mitchell; Norfolk, capitaneado por William Smith; Princess Charlote, del capitán Massingham y luego J. M’Kean; Robert, de Robert Fildes; Romeo, con James Jonson; Tartar, con Charles Pottinger; Brussa, de Alexander Benjamín Greaves; Martha, con Ralph Bond; Caraquette, con Joseph Usher; Dart, de Thomas Duell; Mellona, capitán Jhonson y J. Laing; y el Lady Francis, capitán Short. Todos ingleses. También, participaron los norteamericanos: Hersilia, con James P. Sheffield; Frederick, de Benjamin Pendleton; Freegift, de Thomas Dunbar y después Benjamin S. Cutler; Alabama Packet, al mando de William A. Fanning; Express, con Ephraim Williams, luego Thomas B. Lynch y posteriormente Thomas Dunbar; balandra Hero, capitán Nathaniel Brown Palmer, posteriormente Harris Pendleton; general Scott, del capitán Sayer; George Porter, al mando de Prince B. Moores; Diana, de Calvin Bunker; Clothier, de Abraham B. Clark; Emeline, de Jeremías Holmes; Catherina, de Joseph H. H. Henfield y el schooner Spark; James Monroe, con Nathaniel Brown Palmer; Harmony, de Nathaniel Ray y posteriormente Isaac Hodges; goleta Huntress, a órdenes de Christopher Burdick; William and Nancy, capitán Tristán Folger; ballenero Samuel, de Robert Innot; bergantín Jane Marie, capitán Robert Johnson, luego Abraham Blauvelt; Aurora, capitán Robert Macey; goleta Henry, capitán, Benjamin J. Brunow; bergantín Charity, capitán Charles H. Barnard; Esther, de Edward Low; Emerald, de John G. Scott; O’Cain, de Jonathan Winship; general Knox de William B. Orne; Nancy, de Benjamín Upton; Governor Brooks, de Nicolás Whitem; Gleaner, de David Leslie ; Stranger, de Joseph Ada