Cap.17 PDF - The Boy in the Striped Pyjamas

Summary

This excerpt from "The Boy in the Striped Pyjamas" introduces the characters Bruno and Shmuel, detailing their initial interaction. The chapter unveils the complex themes of friendship, displacement, and loss. The story's setting and characters create a profoundly moving narrative.

Full Transcript

CAPÍTULO 17 cómo se ideó la aventura final El día después de que Padre dijera a Bruno que pronto volvería a Berlín, Shmuel no fue a la alambrada como era habitual. Tampoco apareció al día siguiente. El tercer día, cuando Bruno llegó allí, no estaba; esperó diez minutos y estaba a punto de volver a...

CAPÍTULO 17 cómo se ideó la aventura final El día después de que Padre dijera a Bruno que pronto volvería a Berlín, Shmuel no fue a la alambrada como era habitual. Tampoco apareció al día siguiente. El tercer día, cuando Bruno llegó allí, no estaba; esperó diez minutos y estaba a punto de volver a casa, muy preocupado por tener que marcharse de Auchviz sin haberse despedido de su amigo, cuando a lo lejos vio acercarse a Shmuel. – 119 – El niño con el pijama de rayas Bruno sonrió al verlo sentarse en el suelo y sacó de su bolsillo el trozo de pan y la manzana que había llevado de casa para dárselos. Vio que su amigo estaba más triste que de costumbre y tampoco cogió la comida con el mismo entusiasmo de siempre. –Pensaba que ya no vendrías. Vine ayer y anteayer y no estabas –dijo Bruno. –Lo siento. Es que ha pasado una cosa –dijo Shmuel. Bruno lo miró, intentando adivinar qué le podía haber pasado. –¿Qué? ¿Qué ha pasado? –preguntó Bruno. –Mi padre. No lo encontramos –dijo Shmuel. –¿Que no lo encontráis? Eso es muy raro. ¿Qué quieres decir? ¿Que se ha perdido? –preguntó Bruno. –Supongo. El lunes estaba aquí, luego se marchó a hacer su turno de trabajo con unos cuántos hombres más y ninguno ha regresado todavía. –¿Y no te ha escrito ninguna carta? ¿No te ha dejado ninguna nota diciendo cuándo piensa volver? –preguntó Bruno. –No –contestó Shmuel. –Qué raro. ¿Ya lo has buscado bien? –preguntó Bruno. –Claro que lo he buscado –dijo Shmuel. –¿Y no has encontrado rastro de él? –No, ni rastro. –Pues eso es muy extraño. Pero seguramente tiene una explicación muy sencilla –dijo Bruno. –¿Y cuál es? –preguntó Shmuel. –Supongo que habrán llevado a los hombres a trabajar a otro pueblo y que tendrán que quedarse allí unos días, hasta – 120 – John Boyne que terminen su trabajo. Ya verás como no tarda en aparecer –contestó Bruno. –Eso espero. No sé qué vamos a hacer sin él –dijo Shmuel, que estaba a punto de llorar. –Si quieres puedo preguntarle a Padre si sabe algo –dijo Bruno, aunque confiando en que su amigo dijera que no. –No creo que sea una buena idea –dijo Shmuel, lo cual produjo cierta inquietud74 en Bruno, pues no era un rechazo rotundo de su ofrecimiento. –¿Por qué no? Padre está muy informado de todo lo que ocurre al otro lado de la alambrada –insistió Bruno. –Me parece que a los soldados no les caemos bien. Bueno, sé muy bien que no les caemos bien. Nos odian –añadió Shmuel. –Estoy seguro de que no es así –contestó Bruno. –Sí, nos odian. Pero eso no me importa, porque yo también los odio. ¡Los odio! –insistió Shmuel con mucha rabia. –Pero a Padre no lo odias, ¿verdad? –preguntó Bruno. Shmuel se mordió el labio inferior y no dijo nada. Había visto al padre de Bruno en varias ocasiones y no entendía cómo aquel hombre podría tener un hijo tan simpático y amable. –En fin, yo también tengo que contarte una cosa –dijo Bruno tras una pausa, pues no quería seguir hablando de aquel asunto. –¿Ah, sí? –dijo Shmuel. –Sí, que voy a volver a Berlín. –¿Cuándo? –preguntó Shmuel con cara de sorpresa. 74 Inquietud aquí se refiere a una sensación de preocupación por alguna causa. – 121 – El niño con el pijama de rayas –A ver, hoy es jueves. Y nos vamos el sábado. Después de comer –respondió Bruno. –Pero ¿cuánto tiempo vas a estar fuera? –siguió preguntando Shmuel. –Creo que nos vamos para siempre. A Madre no le gusta Auchviz, dice que no es un sitio adecuado para criar a dos hijos, así que Padre va a quedarse trabajando aquí, pero los demás volvemos al hogar de Berlín –respondió Bruno. –Entonces ¿no volveré a verte? –preguntó Shmuel. –Bueno, sí, algún día. Podrías venir de vacaciones a Berlín. Al fin y al cabo, no te quedarás aquí para siempre, ¿no? –dijo Bruno. Shmuel negó con la cabeza. –Supongo que no. Cuando te marches, ya no tendré nadie con quien hablar –dijo Shmuel con tristeza. –Ya. Así que hasta mañana, que nos veremos por última vez. Mañana tendremos que despedirnos. Procuraré traerte un regalo especial –dijo Bruno. Quería añadir “Yo también te echaré de menos, Shmuel”, pero le dio un poco de vergüenza. Shmuel movió la cabeza, pero no encontraba palabras para expresar la pena que sentía. –Me habría gustado poder jugar contigo. Aunque sólo fuera una vez. Sólo para tener algo que recordar –dijo Bruno tras una larga pausa. –A mí también –coincidió Shmuel. –Llevamos más de un año hablando y no hemos podido jugar ni una sola vez. ¿Y sabes otra cosa? Todo este tiempo he estado observando dónde vives desde la ventana de mi dormitorio, pero nunca he visto por mí mismo cómo es –dijo Bruno. – 122 – John Boyne –No te gustaría. Tu casa es mucho más bonita –dijo Shmuel. –Ya, pero me habría gustado ver la tuya –comentó Bruno. Shmuel se inclinó y levantó un poco la alambrada, hasta formar un hueco por donde habría podido colarse un niño pequeño, quizá de la estatura y el tamaño de Bruno. –¿Por qué no pasas? –propuso Shmuel. –No creo que me dejen –contestó Bruno. –Bueno, seguramente tampoco te dejan venir aquí todos los días y hablar conmigo. Pero aun así lo haces, ¿no? –dijo Shmuel. –Pero si me descubrieran me castigarían –razonó Bruno. –En eso tienes razón. Supongo que mañana nos veremos y nos despediremos –dijo Shmuel. Soltó la alambrada y se quedó mirando el suelo con lágrimas en los ojos. Los dos se quedaron callados un momento. De pronto Bruno tuvo una idea genial. –A no ser… Dijiste que me parecería a ti, ¿recuerdas? Porque me habían afeitado la cabeza –dijo Bruno. Se tocó la rapada cabeza, el pelo todavía había crecido muy poco. –Sí, pero más gordo –contestó Shmuel. –Pues aprovechando que me parezco a ti, y si tuviera también un pijama de rayas, podría ir de visita al otro lado sin que se enterara nadie –afirmó Bruno. Shmuel sonrió de oreja a oreja y el rostro se le alegró. –¿Estas seguro? ¿Lo harías? –preguntó Shmuel. –Claro. Sería una aventura estupenda. Nuestra aventura final. Por fin podría explorar un poco –dijo Bruno. –Y podrías ayudarme a encontrar a mi padre –dijo Shmuel. – 123 – El niño con el pijama de rayas –¿Por qué no? Daremos un paseo y veremos si encontramos alguna pista. El único problema es que necesitamos otro pijama de rayas –dijo Bruno. –Eso tiene fácil arreglo. Los guardan en una cabaña. Puedo sacar uno de mi talla y traerlo. Entonces tú te cambias y vamos a buscar a mi padre –dijo Shmuel. –Perfecto. Entonces quedamos así –dijo Bruno. –Nos encontramos aquí mañana a la misma hora –dijo Shmuel. –Procura no llegar tarde esta vez. Y no te olvides del pijama de rayas –le contestó Bruno mientras se levantaba y se sacudía el polvo de la ropa. Aquella tarde, los dos niños se marcharon a casa muy animados. Bruno estaba feliz porque iba a tener una gran aventura. Por fin tendría la oportunidad de ver qué pasaba al otro lado de la alambrada antes de volver a Berlín. Shmuel veía una ocasión para que alguien lo ayudara a encontrar a su padre. Para ambos parecía un plan muy sensato y una excelente manera de despedirse. – 124 –

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