Modelos de Inclusión Democrática PDF
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Universidad de Lima
Norbert Bilbeny
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Este libro analiza diferentes modelos de inclusión democrática, enfocándose en la convivencia de diversas identidades culturales. Explica la segregación, la asimilación y la agregación como modelos de inclusión, y su impacto en la sociedad. Ofrece diferentes perspectivas y ejemplos para entender mejor la inclusión dentro un contexto social diverso.
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POR UNA CAUSA COMÚN Ética para la diversidad Norbert Bilbeny - Este material de apoyo académico se reproduce para uso exclusivo de los alumnos de la Universidad de Lima y en concordancia con lo dispuesto por la legislación sobre los derechos de...
POR UNA CAUSA COMÚN Ética para la diversidad Norbert Bilbeny - Este material de apoyo académico se reproduce para uso exclusivo de los alumnos de la Universidad de Lima y en concordancia con lo dispuesto por la legislación sobre los derechos de autor: Decreto Legislativo 882. gedisa editorial 4 Modelos de inclusión democrática Las políticas de gestión de la diversidad cultural han de tener como obje- tivo básico la inclusión de todos los individuos y grupos en la comunidad política. La falta de inclusión en el marco político general representa un problema de discriminación que toda sociedad democrática debe evitar por ser contradictorio con sus leyes y sus principios éticos. La segregación Pero no hay una sola vía para la inclusión democrática de las diferencias en un todo respetuoso con ellas. Son varias las formas propuestas y más o menos seguidas hasta hoy, como distintas son también las actitudes que las preceden y sostienen en su despliegue. Por lo menos existen cuatro modelos básicos de todas estas formas y actitudes para la coexistencia de diferentes identidades culturales dentro de un mismo marco político. “ Un primer modelo es el de la segregación o exclusión de grupos y mi- norías. Éstos no son eliminados (etnocidio, genocidio) ni expulsados del territorio que abarca la comunidad política. Son dejados fuera de las es- feras de la participación política y discriminados respecto de los bienes y derechos a los que sí tienen acceso los grupos incluidos en la ciudadanía. Esta ssegregación puede ser impuesta, como en las situaciones de apartheid 66 POR UNA CAUSA COMÚN contra los habitantes de raza negra en Norteamérica o Sudáfrica, por ejemplo. Aunque también puede ser de un modo u otro voluntaria, como sucede-con la nation of Islam, dentro de Estados Unidos, o con al- gunas «naciones indias» en toda América. La segregación se inspira en los valores del monoculturalismo extre- mo (sirong monoculturalism). A los diferentes se les dice: There, not equal. Se les quiere lejos y no iguales. Los segregacionistas creen que excluirlos es el mejor modo de coexistir con ellos. Es su modo de entender la «inclu- sión»; pero simplemente basta recordar los conflictos y los perjuicios gene- rados por un modelo como este, para concluir que la exclusión es incom- patible con un mínimo grado de coexistencia social. Dejar las minorías fuera —o la mayoría oprimida— es también llevar la guerra al interior del grupo excluyente. La asimilación Es lo que trata de evitar el modelo de la asimilación.* Está igualmente. orientado por la idea de que la cultura, aunque diversa, es una, y exige la identificación de todas las identidades -culturales particulares con esta identidad cultural única y englobante. | Continuamos en el monoculturalismo, pero moderado (soft mono- culturalism). En todo caso, es el modelo histórico predominante hasta hoy y el más defendido por la teoría política, desde los clásicos griegos hasta la irrupción, en el último cuarto del siglo xx, de las teorías del multiculturalismo,? que lo ponen en entredicho. Los asimilacionistas vienen a decir con respecto a los diferentes: Here, and equal. Este «aquí € iguales» corresponde a los principiosde inclusión e igualdad republi- canas desarrolladas, por ejemplo, en las políticas de inmigración y «na- turalización» (ciudadanía) de Francia y su creuzet (crisol), Rusia y la «rusificación», o Estados Unidos y su melting pot. 1. Véase M. Cavendish, Encyclopedia of Multiculturalism, vol. 1, pág. 216; S. Thernstrom (ed.), Harvard Encyclopedia of American Ethnic Groups. 2. R. Park, E.W. Burgess, Introduction to the Science of Sociology, pág. 735; R. Park, «Qur Racial Frontier on the Pacifics, Survey Graphic, 56, 1926, págs. 192-196. MODELOS DE INCLUSION DEMOCRÁTICA 67 Sin embargo, asimilar es lo mismo que «hacer similar» (assimilare, en latin), lo que implica una aculturación o pérdida de identidad cultural por parte de los asimilados, hechos «similares» a la cultura mayoritaria o domínax'íte._¿El propio melting pot, introducido a principios del siglo xx, “conservaba los rasgos esenciales de la americanization anterior, moldeada a su vez sobré el patrón de la anglo-conformity o identificación cultural con la mayoría blanca, angloparlante y de religión cristiana, un patrón toda- vía no désaparecido en Norteamérica, en especial para el.acceso al poder politico y económico.? Una interpretación extrema de semejante anglo— conformidad fue la política australiana de Whites only, que declaraba no asimilables a los inmigrantes sin marchamo europeo.* La asimilación no es un modelo que exprese la intolerancia o el des- precio hacia las minorías. Está motivada sobre todo por el temor a perder la unidad nacional y la cohesión sociocultural en los límites de una co- munidad política determinada * Pero las convicciones y prejuicios mono- culturalistas son los que prevalecen en esta manera de enfocar la inclusión ciudadana, aunque se justifique con loas a la «amalgama», la «fusión» o el «mestizaje» culturales, pues lo que se pide a fin de cuentas es la identifi—. cación con la cultura dominante. Horace Kallen, filósofo norteamericano crítico con el uniformismo del melting pot, propuso que la asimilación valiera para lo político y eco- 3. P. D. Salins, Assimilation, American Style; T. Cordasco (ed.), Dictionnary of American Im- migration History, pág. 23 ss. Ya la primera formulación histórica del melting pot rezuma asimila— cionismo sobre el patrón cultural del grupo blanco y cristiano dominante: «¿Qué es, pues, el americano, este hombre nuevo? Es tanto un europeo, o descendiente de un europeo, como esa extraña mezcla de sangre que no sc encontrará en ningún otro país. Puede tomarse el ejemplo de una familia cuyo abuelo es un inglés, la abuela una holandesa, el hijo está casado con una francesa, y cuyos cuatro nietos tienen esposas de diferentes países. Él es un ámericano que, ha- - biendo dejado tras él todos sus antiguos prejuicios y costumbres, los recibe ahora del nuevo gé- nero de vida que ha elegido, del nuevo gobierno al que obedece y del nuevo rango que ha ad- quirido. Se ha convertido en un americano por haber sido acogido en el ancho regazo de nuestra gran alma mater. Aquí todos están fundidos (melted) en una nueva raza de hombres, cuya labor y posteridad provocará algún día grandes cambios en el mundo.» (Michel-Guillaume Jean de Crevecceur, Letters from an American Farmer, Londres 1782). 4. W. Kymlicka, Ciudadanía multicultural, pig. 30 ss. 5. Véase Our American Way of Lifey otros textos oficiales del Servicio de Inmigración y Naturalización de Estados Unidos. Por UNA CAUSA COMÚN 68 nómico, pero no para lo cultural y religioso, donde era partidario de la «disimilación» o respeto a la diferencia.* Sin embargo, el asimilacionismo norteamericano da por supuesto que siempre que hay asimilación tiene que haber también aculturación en un aspecto u otro de la vida y cos- tumbres privadas. La asimilación debe empezar por la cultiura, de modo “que las minorías adopten el lenguaje, los valores económicos y la cultura jurídico-política del grupo social dominante.. - Una vez superado este tramo se espera el de la asimilación estructural que incluye dos momentos básicos: entrar en las asociaciones y comunida- des del grupo hegemónico, para pasar después a la participación en sus ins- tituciones públicas. Finalmente, la asimilación se haría perfecta con la en- dogamia o entrada en los lazos de sangre, a través del matrimonio entre individuos de los distintos grupos (intermarriage).” Esta€5, en general, la in- terpretación republicana de 1á'inclusión de las identidades culturales en la - comunidad política, que es asumida hoy por el liberalismo norteamericano y las políticas sociales de centro en los países de la Unión Europea, Incluso es aquella que se desprende de las teorías que sobre la citidadariía han desa- rrollado autores tan influyentes como John Rawls y su diberalismo políti- co», y Jiirgen Habermas, con la idea de un «patriotismo constitucional». La agregación El mayor inconveniente del modelo asimilacionista es que nos devuelve a la segregación de las minorías, que tarde o temprano acaban cobrando conciencia de su forzada aculturación. Es el fenómeno característico de la «tercera generación» entre los ciudadanos de origen inmigrante: 16 tardan en salir al desquite de la injusticia ejercida sobre ellos desde la ge- neración de sus abuelos. Por eso un modelo alternativo a la asimilación es la agregación. A los d1ferentes se les quiere también aqul entre nosotros, pero no confundi 6. H. Kallen, artículos en The Nation (1915), reproduc1dos en Id., Culture and Democracy in the United States. 7. G.A. Postiglione, Ethnicity and American Social Theory, pág. 13 ss.; W.C. Fischer, ef al. Tdentity, Community and Pluralism in American Life, pág. 204 ss. - MODELOS DE INCLUSIÓN DEMOCRÁTICA 69 dos, sino separados (Here, but separate). La diversidad es reconocida no sólo en el ámbito de lo privado, sino en la esfera de lo público. Vale para el demos, pero a diferencia de la asimilación, eri éste cuenta también el ethnos. No hay que dejarse absorber por la cultura dominante. Cada una vale como el resto. Los valores ya no son tanto políticos como culturales. Más que el «individuo», la «ciudadanía» o la «igualdad», cuentan ahora la «comunidad», la «identidad» y la «diversidad». La construcción de la so- ciedad política se hace por mera adición o yuxtaposición de estas otras realidades. La separación entre ellas no es vista como negativa. Es una se- paración positiva, aunque hay que evitar caer, se piensa, en el extremo de la segregación. En realidad, y pese a compartir la creencia de que las diferencias. cul- turales son «divisivas», agregación y segregación se enfrentan como dos extremos opuestos: al monoculturalismo radical de los segregacionistas se opone el multiculturalismo extremo (strong multiculturalism) de los agre- gacionistas. Éste último implica un diferencialismo liberal y multicultura- lista, pero no impositivo. En otras palabras, no condena al gueto, sino que hace que éste sea voluntario y deseado por los grupos y minorías se-.. pggcígs unos de otros. Cada uno con los «suyos» vive mejor que mezcla- do en una amalgama común pero que se siente ajena. El fenómeno im- - plicado ya no es, pues, la aculturación, sino la «endoculturación». Cada cultura, falta de contacto con el resto, tiene que evolucionar, así se cree, por sí misma, si bien corre el riesgo de no poder hacerlo, por su alsla— miento.. Pero a pesar de estas limitaciones el modelo de la agregación funcio- na y ya es oficial en países como Nueva Zelanda, Australia y Canadá. En este último, la Multiculturalism Act, con valor constitucional, se viene apli- cando desde 1971. En el documento se declara que la política del go- " bierno de Canadá es «reconocer y promover la comprensión de que el — m¡Í[Tculturahsmo refleja la diversidad racial y cultural de la sociedad ca- - nadiense y reconoce la libertad de todos los miembros de la sociedad cana- diense para preservar, realzar y compartir su patrimonio cultural». Así, en Montreal o Toronto, por ejemplo, se puede observar que la diversidad etnocultural no sólo se preserva en la vida privada, sino en muchos ámbitos públicos, como en la educación, la medicina, los servi- N 0 POR UNA CAUSA COMÚN cios sociales y -lo que no se acepta en otros países pluriculturales— en los modos de la representación y participación política. En Toronto más de * la mitad de la población es de origen inmigrante, pero a pesar-de este patchwork no existe un conflicto entre comunidades ni un desentendi- miento de ellas hacia el conjunto de lá sociedad, puesto: que más del ochenta por ciento de los habitantes de esa gran ciudad se han nacionali- zado ya canadienses. El gobierno federal de este país, así como los de sus provincias y ayuntamientos, resaltan en sus políticas el valor del mosaic cultural canadiense y exaltan a la vez el significado unitivo de lo que se ha dado en llamar Canadian experience.* Y- está claro, mientras tanto, que sin una sólida educación en los valores del multiculturalismo la cohesién nacional conseguida se hubiera hecho improsperable. * — Ha contribuido a esta cohesión la tolerancia liberal de la mayoría blanca y al mismo tiempo la comprensión, por parte de las minorías, de que aun no siendo el liberalismo su cultura les sirve al menos para con- servar y persistir en la suya. Desde fuera del liberalismo multiculturalista, éste suele parecer una entelequia, en la teoría, si no un riesgo suicida de descomposición social, en la práctica” pero a juzgar por sus resultados, en Canadá y otros países de la vieja Commonwealth, es una filosofía instrui- da y bastante eficaz. En este sentido hay que destacar la aportación de te- óricos como Charles Taylor y su defensa de la recognition, * Michael Wal- zer (left liberalism), y posteriormente Joseph Raz (liberal multiculturalism) y Will.Kymlicka (liberal culturalism).... No obstante, el modelo de la agregación, basado en la concepción multiculturalista, muestra notables contradicciones con la finalidad de una inclusión social democrática de las identidades culturales. Ya me he' referido antes a su riesgo de coincidir,en la práctica, con los efectos del modelo segregacionista.. - , 8. R.J. E Day, Multiculturalism and the History of Canadian Diversity, pág. 146 ss. 9. Véase a título de ejemplo: A. Schlesinger, The Disuniting of America; A. Bloom, The. Closing of the American Mind. En la linea opuesta, de un liberalismo compatible con el multi- culturalismo, vid., entre otros: W. Kym]íckg, Liberalism, Community and Culture; J. Raz, «Mul- ticulturalism: A Liberal Perspective», Dissent; N. Glazer, Wz Are All Multiculturalists Now. 10. Ch. Taylor, «The Politics of Recognition», en A. Gutman (ed), Multiculturalism and ' the Politics of Recognition. MODELOS DE INCLUSIÓN DEMOCRÁTICA 71 La agregación multiculturalista se sostiene en países de constante in- migración y ‘oportunidades de trabajo para todos sus habitantes. Pero * “cuando faltan estas condiciones, o simplementese atenúan, como ocurre” en Estados Unidos en relación con Canadá, sus posibilidades de éxito se atenúan también y aparecen los defectos que lo alejan de la libertady la igualdad democráticas."! En una palabra, arroja las minorías al gueto y és- tas pierden sus derechos, aunque en teoría los posean. De la separación positiva se retorna a la negativa, agravada casi siempre por la precariedad económica, pero también,no debe olvidatse, por una falta de confianza - y aplicación en los valores y los programas educativos que fomenten el contacto e intercambio entre los diferentes grupos etnoculturales. Las mediaciones son decisivas para las buienas relaciones intergrupales y de cada grupo con el conjunto social. Desde luego las que provienen de la economía, los-servicios sociales y la política misma, con_la—facilíta— ción de la ciudadanía para todos, son fundamentales en cuanto a esta ar- monía. Pero no lo son menos las mediaciones de tipo educativo y cultu- ral en general. De otro modo, el racismo y la xenofobia, latentes de una u otra manera en toda sociedad, se desatan ánte el menor signo de alarma social y los logros de la 1nc1u510n caen por tierra. Véase la islamofobia disparada en muchos países ocmdentales tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 atribuidos a «fundamentalistas is- lámicos.-O, en otro ejemplo, la estrecha relación entre las desigualdades ecomómicas y la pertenencia etnocultural en países tan abiertos al multi- culturalismo como el Reino-Unido, Suecia y el propio Canadá.'? En éstos y otros lúgares, el gran tabú consiste en hablar del racismo, precisamente porque aún existe en ellos. Si el modelo de inclusiónagre- gacionista tuviera más en cuenta los, nexos entre las culturas, y no sólo sus diferencias, este déficit educativo, peligroso para la democracia, quizás no existiría. 11. W. Kymlicka, Ciudadanía multicultural, pags 93 95; M. Walzer, et al. The Politics of Eth- mc:t;y, págs. 6-7, 10. 12 Véase M. Ornstein, Ethno-racial Tnequality in the City of Toronto. 72 POR UNA CAUSA COMÚN La integración Finalmente, la alternativa tanto a la agregación como a la asimilación es la integración. Con ella no se dice «aquí, pero separados»; ni «aquí, e igua- le. Sino, en un punto equidistante: «Aquí, pero dxferentes» (Here, but different). - La integración es el modelo propio de una ínclusíónísocial intercultu-— ral. La libertad está al servicio de la inclusión, pero la igualdad lo está tamblen al de la diferencia, que no es incompatible con ninguno de esos dos valores democráticos esenciales. Así, el ethnos conjuga con el demos, y viceversa.. Lo mismo que ocurre con la agregación, en la integración —o inclu- sión intercultural, en otras palabras— la diversidad es reconocida tanto en el ámbito de lo privado como en el de lo pubhco cosa, esta última, que no sucede con la asimilacién. Pero ahora se pone énfasis en la inclusión, lo unitivo, y no sólo en la diferencia. Ésta ya no es «separadora». Y al igual que la agregación, este modelo se basa en el multiculturalismo, pero de signo moderado (soft multtcultumhsm) no extremo. Respeta las dife- rencias sin ser diferencialista. Es multiculturalista, pero apuesta a conti- nuación por la interculturalidad, cosa que resulta extraña para los agrega- * ciónistas. “Puesto que fomenta la inclusión y lo intercultural desde la diferencia, esta insistencia en lo chalogal y unitivo hace, sin embargo, del modelo in- N tegracionista una vía de inserción soc1al :con un inevitable componente de aculturación. Pues al mismo tiempo que, en contacto con el resto, todos los grupos ganan nuevos rasgos culturales, también los pierden,. especial- mente cuando se trata de compartir la ciudadanía y los mínimos requisitos morales —según decía en el capítulo anterior— que forman la identidad co- - múr actuante en favor de esta ciudadanía compartida. Aunque en realidad este objetivo básico no comporta siempre renunciar a aspectos de la pro- pia identidad cultural, es Ácil que produzca en determinadas culturas e in- dividuos esta impresión de renuncia o por lo menos-de alteración insólita y cargante de lo que'se tenía por costumbre hacer y creer. "En cualquier caso, la aculturación inevitable en este modelo de inclu- - sión social no puede menos que ser libre y reciproca entre todos los gru- ~N MODELOS DE INCLUSIÓN DEMOCRÁTICA 73 pos sociales y de éstos con la sociedad que los incluye y ayuda a articular entre si. La diferencia con la aculturación propia del modelo asimilacio- nista es que ya no es forzada. Y la diferencia con el modelo agregacionis- ta y sus principios de tolerancia liberal es que ahora los grupos culturales no son sólo «reconocidos» y «protegidos», sino respetados, en tanto que la -ffitegracién-es el resultado de una tarea voluntarla y comín en que todos precisan ser protagonistas. —. ' Las miriorías no deben ser sujetos pasivos de la política, ni siquiera en nombre de la tolerancia y el favor público. Si el «otro» es sólo objeto del , reconocimiento de la mayoría, en realidad no se respeta al otro. No se cree en él como sujeto. Sería contradictorio, entonces, invocar en su fa- - vor la libertad o el beneficio público. Hay que insistir s1empre, en conse- cuencia, en el carácter democrático y-pluralista de la integración como vía de inclusión social. La integración es demócrática, o de lo contrario estaremos de nuevo; en los más de los casos,en alguna forma solapada de asimilacionismo. ' ' Integración no es adaptación -. “ La integración no ha de representar homogeneización ni tipo. alguno de exclusión que de ella se derive. Ha de ser compatible con el pluralismo y no contradecir los principios democráticos que excluyen el trato discri- minatorio con cualquier grupo social. — - Es discriminatorio y bien poco democrático decir, como oímos tan a menudo, que los musulmanes no se «integran» porque «el Islam no es de- mocrático». Incluso, para confirmarlo, se pone el ejemplo de Arabia Sau- dí y otros regímenes autocráticos que le interesa al proplo Occidente «democrático» mantener en este estado. Ocurre en alguños países que para evitar la fractura social se procede a una asimilación rápida y expeditiva de sus minorías culturales o nacio- nales.Se espera de los inmigrantes recién llegados que en pocos meses se comporten como lo hacen aquellos otros que son hijos o nietos de in- 13. G. Myrdal, An American Dilemma, vol. 2, pág. 929. 74 POR UNA CAUSA COMÚN migrantes y se han «adaptado» al país. Pero eso se traduce con los años en nuevas formas de exclusión social. La integración es el modelo alternati- vo para impedirlas, aunque hay que evitar también su aplicación en tér- minos otra vez asimilacionistas, como se hace en algunos lugares con la excusa de una sociedad «cohesionada» o «integrada».* La retórica domi- nante de la «integración», especialmente en Europa, es aún altamente asi- milacionista. La mayoría democrática impone vías de inclusión no siempre democráticas a las minorías. Una integración discriminatoria es inefectiva y carece de sentido. No pasa de ser una asimilación «estructurab, pero sin logros de estructura o articulación social, a fin de cuentas. Nunca, pues, se insiste demasiado al recordar que la mtegracmn en la ciudadania co- mún debe ser una integración democrática. De este modo tampoco se puede pensar que la integración sea una - especie de «contrato» entre las partes protagonistas.' Que la ciudadanía compartida, y la identidad común que presupone, impliquen el desarro- llo de ciertos principios contractuales, como se vio en el capítulo ante- rior, no tiene por qué hacer pensar que la integración democrática sea por entero una relación contractual. “Entreel grupo social dominante y el resto no puede haber siempre contrato o transacciónv.. Es así, de hecho, y cuando existe de derecho es algo más bien artificial. Una vez reunidos los requisitos básicos del reco- nocimiento legal y el respeto social de la diversidad cultural, la integra- ción de los grupos etnoculturales y nacionales al conjunto social consiste mucho más en una renegociación continua que en la aplicación de un contrato por el que se «gana» tanto como se «pierde» o cede en favor de este conjunto social. En otras palabras, no hay que esperar a que cada grupo, cada indivi- duo «den» de su parte, para que la sociedad o el resto de grupos e indivi- duos les «devuelvan» conforme a lo aportado. Cada uno ya «da» a la so- ciedad lo que aporta espontáneamente con su trabajo, el respeto a la ley, sus impuestos, y su identidad cultural en contacto con el resto. Es abusi- vo exigir que éstas y otras aportaciones se den como «contrapartida» con- 14. N. Glazer, Beyond the Melting Pot. 15. W. Kymlicka, Finding our Way, pág. 58..MODELOS DE INCLUSIÓN DEMOCRÁTICA 75 tractual al hecho de permitir la presencia de alguien en la colectividad y reconocerle sus derechos. Exigirle que sea más cumplidor de la ley que nosotros, o más flexible con su cultura que nosotros con la nuestra, es una forma de discriminación y desde luego no es un contrato. Cuando hablamos de un pacto o transacción con los grupos minori- tarios o marginados por su identidad cultural hemos de referirnos siem- pre al pacto cívico-moral por una sociedad de cultura compartida, requi- sito indispensable para el reconocimiento y la protección, entre todos, de la diversidad cultural. Extender este pacto al resto de niveles de la inclu- sión social es ya, de entrada, romper con la reciprocidad necesaria a todo pacto y faltar, así, a la idea misma de contrato. Si algún grupo tiene que «dar» o «ceder» más que el resto, éste, en cualquier caso, tiene que ser el mayontano o dominante, por tener el poder y los recursos para dirigir las políticas de inclusión. No se puede hacer como hacen muchos con los inmigrantes musulmanes, por poner un ejemplo: que cambien de la noche a la mañana sus costumbres «atrasadas». Pero cada pueblo necesita su tiempo para evolucionar, incluido el nuestro. No les exijamos a otros lo que nosotros mismos no estuvimos en condiciones de dar. La integración democrática sólo se sostiene por el interés comparti- do hacia una cultura común no preexistente y consolidada, sino en con- tinua construcción. No se limita a un contrato. R equiere pactos, nego- ciaciones permanentes y, en la base de todo ello, el compromiso con unos mínimos principios éticos interculturales. No puede ser, por tanto, una integración unilateral, en que sólo un grupo, sea el mayoritario o el minoritario, realiza el esfuerzo integrador. Debe ser, en cambio, bilate- ral, en términos que exceden el do ut des o trueque simultáneo de bienes, derechos, deberes y actitudes. Un contrato sólo necesita una cultura de lo privado; la inclusión social necesita, además, y sobre todo, una cultu- ra de lo público. Sin ésta puede haber tolerancia, pero no respeto; mu- tualismo interesado, pero no reciprocidad; libertad ' para actuar, pero no participación. Sin un horizonte de -cultura pública compartida la inclusión social se hace a ciegas, improvisadamente bajo la presión de la conveniencia o del temor, y al final se muestra insostenible. La integración democrática es uña tarea por parte de todos los grupos sociales. Ninguno, ni siquiera el 76 PoR UNA CAUSA COMÚN que parece más apegado a su identidad, será el mismo de antes, y la so- ciedad, en su conjunto, también deberá haber cambiado. En esta tarea compartida juegan un papel esencial, además de los de- rechos civiles y políticos, las oportunidades laborales, el uso de una len- gua vehicular común, el acceso a la vivienda y la sanidad, el derecho a la educación, y la celebración de todos aquellos «rituales de civismo» —por ejemplo a través del deporte, la fiesta,el voluntariado social, y las múlti- ples ocasiones del activismo solidario— que facilitan el contacto intercul- tural y estimulan la sensibilidad para actuar con nuestros vecinos.'* Ser compatriotas, conciudadanos, pasa antes por ser-vecinos y actuar como. tales. Dificilmente seremos lo prlmero si no sabemos antes quién es nues- tro prójimo. -. ‘La integración, por 1o dicho hasta aquí, se hace a través de distintos niveles que se apoyan unos a otros. Si falla uno, el resto también, y todos deben ser niveles compatibles con la pluralidad cultural y el respeto de- mocrático a las minorías o grupos dominados. Integrarse no es «adaptarse» a una cultura determinada ni «identifi- _ carse» con sus creencias y costumbres. Es integrarse a una sociedad que no está nunca acabada y se hace, es lo que.es, con la interacción de to- das sus partes. 16. C. A. Rimmerman, The New Citizenship; P\".'Baubock, Transnational citizenship.