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Daniel Innerarity - Intro - una teorÃ_a de la democracia compleja(Powered by MaxAI).pdf

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——————————eaa ———————E.Sn"" aaa ao I 7.. Introducción: complicar la democracia «Una idea falsa, pero clara y precisa, tendrá más poder en el mundo que una idea verdadera y compleja». ALEXIS DE TOCQUEVILLE 1935, 126 «Y si hay alguna conclusión que me gustaría evitar especial- mente es la conclusión estéril de que una política virtuosa debe- ría buscar la simplicidad y disolver la ambivalencia y ambigie- dad de nuestra política 0, al menos, una fórmula bajo la cual pudieran ser vencidas». MICHAEL OAKESHOTT 1996, 20 La principal amenaza de la democracia no es la violencia ni la corrupción o la ineficiencia, sino la simplicidad. Nadie diría que la simpleza, con ese aire de inocente descomplica- ción, puede actuar de manera tan corrosiva sobre la vida política, pero en ocasiones los enemigos menos evidentes son los más peligrosos. Mi proyecto de elaborar una teoría de la democracia compleja se plantea precisamente como una crítica de esa «rebelión contra la complejidad» (Sloter- dijk 2016, 97) que caracteriza al tipo de política dominante en las sociedades contemporáneas. Ciertos conceptos y comportamientos políticos ponen de manifiesto una «aver- sión hacia nuevas experiencias e informaciones sobre la realidad social y política» (Arzheimer / Falter 2002, 89). La uniformidad, la simplificación y los antagonismos tos- —IZ E Una teoría de la democracia compleja A Cr Ko Ca cos ejercen una gran seducción sobre aquellos que no tole- ran la ambigiedad, la heterogeneidad y plurisignificación del mundo, que son incapaces de reconocer de manera — constructiva la conflictividad social (Backes 2006, 240). En su forma actual, la práctica política constituye una capi- tulación ante lo complejo, en lógica correspondencia con el hecho de que tampoco la conceptualización de la filosofía — política está ala altura de lá complejidad social. Se requiere otra forma de pensar la democracia y otro modo de gober- nar si es que sigue teniendo sentido aspirar a que la demo- cracia sea compatible con la realidad compleja de nuestras sociedades. , Este libro se dirige a quienes no creen en las respuestas simples, pero tampoco quieren desesperar ante la comple- jidad de los problemas. Puede que sea un tanto exagerado aquel lugar común según el cual no hay nada más práctico que una buena teoría; podemos estar seguros, sin embargo, de que nada hay menos práctico que la mala teoría o la fal- ta de teoría, es decir, el déficit de comprensión de lo que está pasando cuando la realidad social ha cambiado hasta el punto de resultar ininteligible si uno la divisa desde los anti- guos conceptos. Después del «giro cognitivo» o ¿deational turn de la teoría política en los años noventa (Blyth 1997), cabe afirmar que la democracia vive actualmente un «mo- mento teórico» que responde a la necesidad de volver a pen- sarla en unas circunstancias que contrastan notablemente con aquellas que dieron origen a la mayor parte de su marco categorial. Podría estar ocurriendo que lo que fueron en su momento «ficciones útiles» se hayan convertido en «simpli- ficaciones confusas» y que la más prometedora renovación de nuestras democracias sea el resultado de hacerlas más complejas (Rosanvallon 2006), en consonancia con una rea- lidad que ha dejado de encajar en las viejas simplificaciones. Y cuando aquello sobre lo que se ha de teorizar es la demo- cracia no basta con que el resultado sea verdadero; es nece- sario que sea además inteligible, pero también que responda a las expectativas normativas que se contienen en la inven- - Introducción: complicar la democracia 13 E o — ción democrática y los valores nucleares de esta forma de organización de la convivencia humana. Porque es posible que una parte de nuestra desafección política tenga algo que ver con el hecho de que entendemos muy poco nuestro tiem- po, cómo funciona esta sociedad y cuáles son nuestras posi- hilldadesdeeción Entella,- -— La simplicidad que critico tiene dos versiones: como in- adecuación conceptual y como instrumento ideológico, es decir, como un asunto teórico y como un problema práctico. En un caso se trata de falta de adaptación a las transforma- ciones del mundo contemporáneo, mientras que en el otro me refiero a un conjunto de prácticas políticas que —tal vez debido a que no han sido precedidas por una renovación conceptual agravan esa penuria configurando el combate político como una simplificación interesada. La renuncia a la sofisticación teórica da lugar a una práctica política que beneficia a quien mejor se maneja en el combate por la sim- plificación, aunque de este modo no se aporte ninguna clari- dad e incluso se dificulte la inteligibilidad de lo que realmen- te está en juego. 1.1. UN DESFASE TEÓRICO: VIEJOS CONCEPTOS, q NUEVAS REALIDADES En el primer caso, el simplismo procede de la falta de actua- — lización de nuestros conceptos políticos que fueron pensa- dos en una época de relativa simplicidad social y política, antes de los grandes conflictos sociales que inauguraron el mundo contemporáneo, con sociedades relativamente ho- mogéneas que no conocían el actual pluralismo cultural y — político, con tecnologías muy poco sofisticadas si las com- paramos con las que actualmente empleamos, en medio de y unas condiciones de gobierno relativamente simples, con espacios autárquicos y desconectados. Tal vez no haya me- jor síntesis de esta simplicidad que la formulada por Rous- seau en sus Considérations sur le gouvernement de Pologne [ C EE C—;—— e I4 Una teoría de la democracia compleja ha SA A escritas en 1772: los pequeños estados «prosperan precisa. mente porque son pequeños, porque los jefes pueden ver por ellos mismos el mal que se hace y el bien que tienen que ha- cer, y porque sus órdenes se ejecutan delante de sus ojos» (Rousseau 1974, 970). Las ideas de legitimidad, soberanía, representación o autoridad respondían a está simplicidad donde- no espacio *H para la interde íaia, inabar- abpendenc cabilidad y aceleración que caracteriza a nuestras actuales democracias. O pensemos en la idea de John Stuart Mill de que la sociedad debe ser concebida como la mera suma de sus individuos, sus acciones y pasiones individuales. El efecto que cualquier combinación de los fenómenos sociales pueda tener corresponde exactamente a la suma de los efec- tos individuales de dichas circunstancias (Mill 1974, 879). Un pensamiento de este estilo no podía imaginar las lógicas emergentes de la sociedad y las interacciones que la atravie- san, propiedades que no se desde la simple agrega- ción de acciones individuale Las sociedades ya no son así, pero el marco categorial “ continúa como si lo fueran. Ese desfase de la teoría política | tiene mucho que ver con-una.evol sociedad;n de la de la ució | ciencia, de los distintos subsiste mas sociales, que no ha sido acompañada con la correspondiente renovación de las cate- gorías políticas. Pensemos en la evolución de la ciencia du- rante estos años. Ciencia moderna y democracia moderna eran empresas íntimamente relacionadas. El mundo calcula- do por Newton o Laplace era el mismo que aquel cuyo go- bierno formularon Rousseau o Adam Smith. Era la época de la visión mecánica del mundo, de la ciencia moderna y sus categorías epistemológicas. No es de extrañar, por tanto, que los conceptos básicos de la teoría política procedan de una física social elaborada con las categorías mecanicistas del mundo natural. De esta concepción del mundo han sali- do, por ejemplo, la visión realista de las relaciones interna- — cionales, la interpretación funcionalista de la integración europea o las prácticas de los planificadores urbanos. Edgar Morin (2014) ha sido uno de los pioneros en señalar que ese _—" Introducción: complicar la democracia IS TT]! ya no es nuestro mundo y en teorizar acerca de las ciencias a cambiado buena parte de sus paradigmas, los con S centrales de la teoría política no han llevado a cabo la N rrespondiente transformación. Nuestros modelos de dec sión, previsión y gobierno siguen estando criterio de VErosuMINtuUd-QqUEe-NO-S6€ mplen.en.las.ci basadosen tune bici nes de una intensa complejidad. Cada vez es más evidente la | escasa utilidad de viejos instrumentos concebidos para espa- cios delimitadosy para tiempos lentos y sincronizables. — “Pensemos en la evolución de las metáforas que nos han ido sirviendo para explicar el funcionamiento de las socie- dades: en el siglo Xvi1, la construcción política se imaginaba según la lógica de aparatos mecánicos como relojes y balan- zas, en el XIX, con organismos, y, en el siglo xx, con funciones y estructuras (con sistemas cibernéticos). ¿Tenemos hoy una teoría política a la altura de la complejidad que describen las ciencias más avanzadas? La neurología, por ejemplo, nos está surtiendo actualmente de visiones y conceptos en re- lación con los cuales nuestras formas vigentes de gobierno aparecen como simplificaciones inadecuadas. No parece po- sible que seres humanos dotados de tal sutileza neuronal se organicen políticamente de una manera tan rudimentaria. Son simples aquellas interpretaciones de la realidad que ofrecen explicaciones lineales, binarias o moralizantes y que sobrevaloran las propias capacidades de intervención sobre ella, que desconocen la dimensión trágica y cómica de las cosas, es decir, la interferencia de principios y valo- res que se solapan y desplazan, combaten entre sí o hacen las paces en un equilibrio inevitablemente precario. Las soluciones simples suelen producir una distensión momen- “tánea de la perplejidad y los conflictos, pero acaban em- — peorando las cosas, en el plano del conocimiento y de la acción, disminuyendo nuestra capacidad cognitiva y nues- tras opciones prácticas. Cuando una filosofía política exce- sivamente normativa antepone las categorías morales a la sutileza analítica; cuando la unidad colectiva deja de pres- a E. e I6 Una teoría de la democracia compleja EEN eS in TI E —]—] tar atención a las lógicas de pluralización y exclusión; cuando la teleología histórica se da por supuesta sin regis- trar los fenómenos de disipación y pseudomovimiento, en- tonces lo que tenemos es una teoría con escasez de obser- vación, un normativismo enfrentado a un mundo que no comprende, que compensa su penuria analítica con la pres- cripción. $ Se podría formular este drama, que de entrada es teóri- co, en los términos de una pregunta inquietante acerca de la capacidad de la filosofía política a la hora comprender la - complejidad del mundo actual y proporcionar algún tipo de orientación para gobernarlo. ¿Son capaces nuestras ins- tituciones de «gobernar un mundo con una complejidad increíblemente creciente» (Skolnikoff 1976, 77)? ¿Puede sobrevivir la democracia a la complejidad del cambio climático, de la inteligencia artificial, los algoritmos y los productos financieros (Schneider 2009)? ¿O hemos de con- cluir resignadamente que esa complejidad constituye una verdadera amenaza para la democracia (Dahl 1 994, 337)? Si no pudiéramos entender y gobernar democráticamente esas nuevas realidades, careceríamos de argumentos frente a quienes prometen una eficacia que supuestamente se conseguiría prescindiendo de los requerimientos demo- cráticos. La complejidad no es un hallazgo reciente y cuenta con desarrollos muy notables en varios ámbitos científicos. Hay investigaciones parciales que han analizado ámbitos de la complejidad en la sociología (Page, Watts), en la economía | (Arthur, Foley, Kirman, Gintis), en la ciencia política (Ro- drik, Hausmann, Axelrod), en el urbanismo (Batty, Portuga- li), en la psicología (Kahnemann) o el management (Weick, Senge), pero apenas se ha aplicado la perspectiva de la com- plejidad a la filosofía política. Está por elaborarse una teoría de la democracia compleja, lo que no es un mero desafío intelectual sino una aportación que podría resolver buena parte de los dilemas de nuestras sociedades democráticas. Entender la lógica de los asuntos complejos no asegura que Introducción: complicar la democracia I7 a... Y seamos capaces de gobernarlos, pero podemos adivinar que sin una teoría adecuada a su complejidad cometere- mos muchos errores prácticos. 1.2. PRÁCTICAS E IDEOLOGÍAS DE LA SIMPLIFICACIÓN Si pasamos de la teoría a la práctica, nos encontramos.con que la incapacidad de concebir una política compleja se £o- rresponde con la de llevarla a cabo de un modo que no la simplifique ni empobrezca. Esta segunda categoría del sim- plismo es pragmática y obedece a una estrategia intencional para esquematizar el campo político en beneficio prog “Nuestros sistemas E están siendo capaces de ges- p ionar lacreciente complejidadTEdel mundoe y aisson Aimpotentes E | | l 7 Y nte quienes ofrecen una sim lificación tran eo, pa quier «terribles simplificateurs» de los que ha- ce blaba el historiador Jacob Burckhardt (r922), aunque sea al precio de una grosera falsificación de la realidad y no repre-.senten más que un alivio pasajero. Hay multitud de ejemplos prácticos de esa reducción indebida de la complejidad. Quien hable hoy de límites, responsabilidad, intereses comparti- dos tiene todas las de perder frente a quien, por ejemplo, establezca unas demarcaciones rotundas entre nosotros y ellos, o una contraposición nada sofisticada entre las éli- tes y el pueblo, de manera que la responsabilidad y la ino- cencia se localicen de un modo tranquilizador. El énfasis en las propiedades personales del líder político es una simplifi- cación útil que parece recuperar la inteligibilidad de lo polí- tico y acentúa su valor de entretenimiento. La creciente sig- nificación del carisma (y su correspondiente fugacidad) es un indicativo de que el momento personal representa una huida frente a la complejidad de las cosas (Grande 2000). Otra capitulación ante Ingripnladas a gran atracción es maximizar la categoría de la enicacia delsistema clave económica, generalmente enonclavo are 2UngU esto ven- económica ,aunque 18 Una teoría de la democracia compleja AZ BE 6 ente renuncia a reflexionar Peer TER acerca de los criterios por los queABcalificamoas como eficaz a un tipo - ado. Entra ipo de de result las Cosas-que hacen más soportablela incertidumbre, E mejor que la designación de un culpable que nos exonere de la difícil tarea de construir una responsabilidad — ano Poco importa que muchos candidatos propongan so E. nes ineficaces para problemas mal a con E, e - que todo tenga la nitidez de un muro, se haya designa L 3 | / culpable absoluto o sea tan gratificante poa des parte de un nosotros incuestionable. E Desde el punto de vista ideológico, la principal conse- cuencia de esta renuncia a la complejidad es el establecimien- to de una gran ruptura, una insostenible división del trabajo entre el principio de realidad y el principio de placer, entre la descripción de la realidad y el plano normativo, entre tecno- cracia y populismo, entre quienes se ocupan de que las cosas funcionen y quienes únicamente parecen interesados en cómo deberían funcionar. La escisión de las razones tecno- cráticas y las razones populistas, que contrapone efectividad y democracia (Dahl 1994; Scharpf 1999; Moore 2017), es la gran quiebra que caracteriza a nuestras sociedades democrá- ticas y configura hoy en día el principal eje de antagonismo político. La consagración de esta ruptura viene a ser el resul- tado de aquel debate acerca de la compatibilidad entre de- mocracia y complejidad que tuvo lugar a finales de los años sesenta del siglo pasado (Naschold 1968 y 1969; Luhmann 1969). Se trata de un marco que obliga a elecciones trágicas no solo desde el punto de vista de nuestras convicciones de- mocráticas, sino también para la eficacia de nuestros siste- mas de gobierno: quien se desentiende de la complejidad ter- mina gobernando ineficientemente, pero quien solo se deja guiar por criterios técnicos olvida las obligaciones de legiti- mación, y en ambos casos se acaba lesionando tanto gencias de la eficiencia como las las exi- de la democracia. — Algo similar puede verse en Nuestras trucciones ideológicas: las distinciones principales cons- izquierda-derecha, Introducción: complicar la democracia 19 A. MA 4.. — conservador-progresista, élite-pueblo, transformación-con- servación proporcionan más orden en el mundo del que co- rresponde a una adecuada descripción de su complejidad y sus contradicciones. Se podría decir que explican demasiado poco porque explican demasiado, porque ordenan, catego- rizan y simplifican más de lo que la complejidad de las cosas permite. Son distinciones que obedecen a una necesidad de orientación que capitula ante una sociedad diferenciada y compleja. Los principales grupos que configuran nuestro paisaje político -la izquierda socialista, la derecha conservadora, los liberales individualistas— mantienen por lo general un anda- miaje ideológico que no está en consonancia con la compleji- dad social ni con cómo conciben sociedad e individuo, trans- formación y conservación, ni con sus objetivos ni con sus métodos de intervención. La izquierda maneja la metáfora de la transformación para superar la crisis del capitalismo. El capitalismo equivaldría a la sociedad en su conjunto, enten- dida como un objeto identificable y disponible que se puede manejar desde el poder político. La izquierda suele suponer que el mundo se puede describir con objetividad y que nues- tra actuación sobre él está regida por causalidades que vincu- lan directamente las acciones con los efectos. La perspectiva conservadora es más realista, en el sentido de que cuenta con la dinámica propia del sistema sobre el que —a su juicio— tan escasamente se puede intervenir. En un contexto tan dinámi- co como el de la sociedad contemporánea, la pasividad es un modo de actuar, una ideología que se presenta como carente de ella, pero implica una dimisión frente a los problemas que únicamente pueden empeorar cuando no se hace nada. En su vertiente cultural, los conservadores apelan a un tipo de ho- mogeneidad social y a unos valores que no corresponden a la heterogeneidad y el pluralismo de las sociedades contemporá- neas. Y los liberales tienen un concepto de individuo, de mer- cado y de elécción racional (rational choice) que parece des- ENNNmesirirrcicidr sae la inserción de los sujetos en los oe Tos CORCicIONAnA le: 20 Una teoría de la democracia compleja —E YY — tos estructurales de nuestras decisiones o la gran cantidad de intervenciones que es preciso llevar a cabo para que funcione esa institución del mercado de la que tienen una concepción reduccionista. U Ts - Para que estas ideologías representen opciones útiles a [a hora de gobernar la sociedad actual es necesario que se con- ciban de una manera más sofistica da otros y que consideren medios de intervención más acordes con la nueva realidad social. Una sociedad compleja se ve obligada a renunciar a configurar algo así como una instancia central desde la que ordenar el funcionamiento de las distintas lógicas que inter- vienen en la sociedad. El mundo no puede ser gobernado por un Comité Central, por Google, por los expertos o el Ejército de Liberación del Pueblo, pero no porque estos sean malvados o tengan aviesas intenciones, sino básicamente porque su estructura para procesar la información y gober- nar no se corresponde con la riqueza de los elementos, valo- res, información e inteligencia distribuida de una sociedad compleja. Pese a lo cual, la mayoríade los diagnósticos y propuestas políticas.no renuncian a ello: la derecha sigue | pensando en la comunida d de un pueblo y en la cohesión homogéneo; los liberales, en la soberanía del individuo y la |) infalibilid ad la izquierda, en una transtor- delos expertos; mación política de la sociedad. Son descripciones politiza- das que so brealor My SONbiltades de acción colectiva por medio de intervenciones centrales. Unos tienen excesiva confianza en la capacidad del Estado para intervenir desde fuera y otros confían demasiado en los comportamientos individuales y en la capacidad de autocorrección del siste- ma. El programa liberal de resolver todos los problemas me- diante la austeridad es tan insuficiente como la creencia de que se pueden solucionar a través de la participación o mo- ralizándolos. Lo primero que nos enseña el enfoque de la complejidad es que laintervenc ión en la sociedad tiene que os y combina- más sutiles realizarse mediante procedimient dos. Es ciertoque los sistemas complejos están continua- mente organizándose a sí mismos y este proceso no es com- T— a a aaa it. medi ” L Introducción: complicar la democracia 21 Ca patible con el intento de controlarlos.En este punto tienen “fazón los liberales, pero no consideran la otra cara de la realidad, las ineficiencias de la autoregulación o los resulta- dos indeseados de la agregación. El socialismo es más ambi- cioso en su intervención, pero frecuentemente menos cons- ciente de sus límites. La política de la complejidad apunta a. una combinaciónde ambos enfoques, en lamedidaen que acepta la compleji del sistema, dad peroal mismo tiempo | | sabe que sus intervericiones tendrán una influenciaen la rea- 1 lida dela emergente ssociedades.——— — 1.3. MEJORAR LA DEMOCRACIA HACIÉNDOLA MÁS COMPLEJA La idea de democracia que planteo en este libro pretende superar la contraposición entre democracia y complejidad sin que se resientan las aspiraciones democráticas ni la efec- tividad de los gobiernos. ¿Cómo pensar esta compatibili- dad? Sin duda, siempre habrá tensiones irresueltas entre ideales que no son fácilmente compatibles, así como sensibi- lidades ideológicas más preocupadas por lo uno o por lo otro, pero lo que actualmente tenemos es más bien una in- compatibilidad de principio y eso es lo que deberíamos ser capaces de superar. Mi hipótesis es que esa ruptura se pro- duce por un déficit de complejidad de nuestras instituciones (e Zo MperetÓn com ter de-os problemas que deben resolver) e SOTO ar muenra entre democracia y complejidad puede — * resolver adecuadamente. Una teoría de la democracia com- Eee conse el marco conceptual más adecuado para articular exigencias que solo resultan contradictorias porque nuestra idea de democracia y nuestras prácticas de gobierno no se han abierto a la perspectiva de la compleji- dad. La democracia no es incompatible con la complejidad, | todolo contrario Su dinami interno smoy su capacidad de mejor preparado para gestionarla. | 22 Una teoría de la democracia compleja a —.. A E E Pensar hoy la democracia requiere examinar la con- gruencia entre la complejidad del sistema y la de sus pro- | blemas. Hay un principio general de teoría de las organiza- ciones que advierte que el aumento de incertidumbre del entorno exige un incremento de complejidad del sistema en - términos de capacidedad aniticipac ómyrespuesta (Wagens- ers 1985, 48). Luhmann formuló:a este respe unacto teoría mplejidad adecuada» (1997134) que puede dar- $ os alguna indicación acerca de cómo pensar actualmente la | mOoeracia: «La complejidad interna del sistema debe es- tal a relación adecuada con la complejidaddel entor- | no» (Luhmann 1970, 76). Los sistemas complejos necesitan una, correspondiente arquitectura compleja de gobierno parassu autoorganización. La cibernética lo planteaba como «laley de la pluralidad exigida» (Ashby-1956, 298) porque solo la-eomplejidad puede reducir la complejidad. Cuando más complejidad propia, más complejidad exte- rior se puede reducir, más amplio es el radio de la percep- ción y mayores son los ámbitos de juego de la decisión. La flexibilidad sería un caso de esa capacidad, por ejemplo, frente a una estabilidad indeseable; la simplificación (de sí mismo y del entorno) podría entenderse, por el contrario, como una consecuencia del déficit de complejidad propia. Las organizaciones son «instrumentos de reducción de la complejidad» (Arrow 1974), pero hay buenos motivos para pensar que ese Estado moderno que Henri Lefebvre definió como el «gran reductor» de la complejidad (1974) ciedad es de la so- hoyun instrumento de simplificación indebida frenie [os Problema que Dn TNT sa, UNES TEO ao ieadas e interdependencias, Una democracia que gobierne las contin- gencias producidas por sus sistemas funcionales autónomos, sus Interacciones y sus riesgos no puede mantenerse en las — estructuras simples de la primera democracia. La arquitec- 5 tura de la política clásica es infracompleja los problemas generados por la e inadecuada para sociedad actual; no tiene el correspondiente nivel de complejidad propia a la hora de Introducción: complicar la democracia 23 elaborar la-información ni las competencias cognitivas ni sofisticados procesos de decisión. No es solo que cuanto más complejas sean las instituciones políticas, más estable y socialmente eficientes serán los resultados (Colomer 2001); tampoco se trata de rendirse con un gesto pesimista ante las exigencias contradictorias de la realidad (Zolo 1992). La complejidad es, para la democracia, algo más que una con- dición de eficacia o una aceptación de realismo; representa una oportunidad de completarla haciendo valer dimensio- nes que suelen ser desatendidas en la celebración unilateral de alguna de sus dimensiones. Un ejemplo de la capacidad de tramitar la complejidad nos lo proporciona el historiador económico Joel Mokyr con su idea de que el Parlamento británico representó en su momento la mayor concentración de inteligencia de todas las instituciones de Europa (2009, 413). Gracias a la gran cantidad de informes acerca del mundo de que disponía, In- glaterra tenía mucha más información que el resto de las monarquías europeas, lo que permitió unas mejores leyes acerca de la propiedad y la industria que condujeron al cre- | - cimiento económico y la revolución industrial. ¿Están capa- citados nuestros actuales sistemas políticos para tramitar una complejidad análoga? == UE El BrOBle a al que nos enfrentamos es también más am- plio que el correspondiente a unas meras reformas políti- cas. Un cuestionamiento generalizado de nuestros modos de organizarnos exige toda una transformación de los modos habituales de gobernar. Venimosde un modelode organiza- ción propio de la sociedad industrial con una estructura eñ el marco estatal, con unos itinerarios Vitalesmás o men ficación oca sjble y reglas bn definidos, un ma ras para. “Tascenso. social, además de.unos.roles también claros en cuanto a las generaciones y el género. Se trataba de a ei ia SN estatal y una integración de los expertos, una combinación de capita- — lismo, Estado de Bienestar y progreso técnico-científico. La 24 DU | Una teoría de la democracia compleja Ll. MIGO | nueva gestión de la complejidad Nene:que — 6 ambio, con una dinámica propia más intensa Ea de as distin- taslógicas desagregadas de la sociedad, con los espacios elo. - balizados cuya economía es difícil.de regular y donde |a - autonomía política entra=erf colisión con la imte dependen- cia, así como Cón las” iferentes veloc dades de los Subsiste- mas sociales. + A l La política que opera actualmente en entornos de eleva- A da complejidad no ha encontrado todavía su teoría demo- LO Erática. Tenemos que redescribir el mundo contemporáneo — Y conlas categorías de globalización, saber comple; idad. L W política ya no tiene que enfrentarse a los y problemas del SE “A glo XIX 0 xx, siño a los del xxI, que exigen capacidad de Wu i ; gestionar la com lejidad social, las interdependencias y ex a LermeNidades nezarivzo, bajo las condiciones de una ignoran | cia insuperable, desarrollando una especial capacidad estra- — NN tégica y aprovechando las e as de la seciedad civil. Si la democracia ha efectuado Ieránsitode la pelis al Estado nacional, de la democracia.directa a la re- presentativa, no hay razones para supoñer que no pueda hacer frente nuevos desafíos,.siempre y cuando se la dote de una arquitecturá política adecuada. Si la democracia libe- ral propia de la era industrial permitió hablar de la «inteli- gencia de la democracia» (Lindblom 1965), su utilidad y eficacia para una sociedad global del conocimiento vía una cuestión abierta. Una teoría de son toda- la democracia com- pleja como la que Estoy proponiendo no es la solución de todos nuestros problemas, pero sí un primer paso para ex- plorar y organizar un laberinto que en buena medida nos es desconocido. Decía Robert Musil que «la diferencia normal y una que está loca es que entre una persona la normal tiene todas las enfermedades mentales, mientras que la (1978, 1021). Siguiendo esa analogía loca tiene solo una» E la es podríamos afirmar ci e cta e quilarunpaad Entre una democracia compleja y una sim- | ilidad o la contradicción— valores, di- E E Introducción: complicar democracia la O 7 US 25 mensiones y procedimientos diversos, en ocasiones difícil- mente compatibles, mientras que la segunda entr onza uno de sus procedimientos —ya sea la voluntad instantánea del pueblo, las promesas de efectividad de los expertos 0 la esta- bilidad del orden legal- y desprecia todo lo demás. Si los seres humanos no nos volvemos locos es porque compensa- mos una desmesura con otra; algo similar ocurre con la de- mocracia, que se mejora cuando se complica, es decir, arti- culando sus elementos de tal modo que se corrija la potencial deformidad de todo lo que no es contrapesado y limitado. Una democracia compleja es aquella capaz de orquestar equilibradamente todas sus dimensiones: — | y—]———o]o0OZ ZERO ao Efes; i BIBLIOGRAFÍA Arrow, Kenneth J. 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