Investigación para la Paz y Resolución de Conflictos (PDF)
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2004
Fernando Harto de Vera
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Summary
Este libro realiza un recorrido por la investigación para la paz y la resolución de conflictos. Provee una revisión del estado de la cuestión, con un enfoque divulgativo y pedagógico, similar a un manual universitario. Se explora la evolución histórica de la reflexión sobre la paz y la guerra dentro de las ciencias sociales.
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INVESTIGACIÓN PARA LA PAZ Y RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS INVESTIGACIÓN PARA LA PAZ Y RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS FERNANDO HARTO DE VERA tirant lo b anch Valencia, 2004 Copyright ® 2004 Todos los derechos reservados. Ni la totali...
INVESTIGACIÓN PARA LA PAZ Y RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS INVESTIGACIÓN PARA LA PAZ Y RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS FERNANDO HARTO DE VERA tirant lo b anch Valencia, 2004 Copyright ® 2004 Todos los derechos reservados. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecá- nico, incluyendo fotocopia, grabación magnética, o cualquier almacena- miento de información y sistema de recuperación sin permiso escrito del autor y del editor. En caso de erratas y actualizaciones, la Editorial Tirant lo Blanch publicará la pertinente corrección en la página web www.tirant.com (http:// www.tirant.com). © FERNANDO HARTO DE VERA © TIRANT LO BLANCH EDITA: TIRANT LO BLANCH C/ Artes Gráficas, 14 - 46010 - Valencia TELFS.: 96/361 00 48 - 50 FAX: 96/369 41 51 Email:[email protected] http://www.tirant.com Librería virtual: http://www.tirant.es DEPOSITO LEGAL: V - I.S.B.N.: 84 - 8442 - IMPRIME: GUADA IMPRESORES, S.L. - PMc A la memoria de Antonio Harto Iglesias, mi padre. Un hombre bueno que amó y trabajó mucho: cumplió con su deber Índice Introducción.................................................................................................... Capítulo I LA INSTITUCIONALIZACIÓN DE LA DISCIPLINA 1) Los estudios sobre la paz en el marco de las ciencias sociales.......... a) Evolución histórica de la reflexión sobre la política: de la artesanía intelectual a las ciencias sociales...................................................... a.1) La reflexión sobre la política como «artesanía intelectual». a.1.1) La política como actividad no autónoma.................. a.1.2) La política como actividad autónoma....................... a.2) La reflexión sobre la política como actividad científica...... 2) Evolución histórica de la reflexión sobre la paz.................................. a) La reflexión sobre la paz como «artesanía intelectual»................ a.1) La paz como fenómeno no autónomo.................................... a.2) La paz como fenómeno autónomo......................................... b) La reflexión científica sobre la paz.................................................. b.1) La reflexión científica sobre la paz en los Estados Unidos. b.1.1) El periodo de entreguerras: los precursores (1918- 1945)................................................................................ b.1.2) Los comienzos: institucionalización e investigación (1946-1970)..................................................................... b.1.3) El reconocimiento: cristalización y expansión (1971- 1989)................................................................................ b.1.4) El balance: revisión crítica (1990-actualidad)........... b.2) La reflexión científica sobre la paz en Europa...................... b.3) La reflexión científica sobre la paz en España...................... (Autor: Miguel Ángel Simón) Capítulo II EL OBJETO DE ESTUDIO: GUERRA, CONFLICTO Y PAZ 1) La conceptualización de la paz............................................................... a) El continuum guerra/paz.................................................................. b) Guerra y paz como fenómenos diferentes...................................... c) Paz Positiva y Paz Negativa............................................................. 2) La conceptualización de la guerra......................................................... a) La definición legal-formal................................................................. b) La definición sociopolítica................................................................ 10 Índice c) La definición cuantitativa................................................................. d) Tipología de la guerra....................................................................... 3) La conceptualización del conflicto......................................................... a) Tipología del conflicto....................................................................... a.1) Conflicto interpersonal............................................................. a.2) Conflicto intraorganizacional.................................................. a.3) Conflicto comunal..................................................................... a.4) Conflicto interestatal................................................................. Capítulo III ENFOQUES Y CORRIENTES EN LOS ESTUDIOS SOBRE LA PAZ Y EL CONFLICTO 1) Enfoques y corrientes en la investigación para la paz........................ a) Corriente minimalista, corriente intermedia y corriente maximalista b) Visión estructural, visión dialéctica y visión evolucionista......... c) Corriente cualitativa y corriente cuantitativa................................ d) Enfoque realista, enfoque estructuralista y enfoque pluralista... d.1) El enfoque realista..................................................................... d.2) El enfoque estructuralista: la obra de Johan Galtung.......... d.3) El enfoque pluralista: La Teoría del Conflicto Social Prolon- gado (Protracted Social Conflict)................................................ 2) Balance crítico de las distintas clasificaciones...................................... Capítulo IV EPISTEMOLOGÍA Y METODOLOGÍA DE LOS ESTUDIOS SOBRE LA PAZ Y EL CONFLICTO 1) El estatuto epistemológico de la investigación para la paz: ¿empresa intelectual, paradigma, ciencia aplicada?............................................. a) El carácter normativo de la investigación para la paz.................. b) La interdisciplinariedad y transdisciplinariedad de la investiga- ción para la paz.................................................................................. c) La búsqueda de aplicaciones prácticas y relevantes..................... 2) Las técnicas de resolución pacífica de los conflictos........................... a) La negociación.................................................................................... a.1) La negociación como solución de un rompecabezas (puzzle solving)......................................................................................... a.2) La negociación como regateo (bargaining game).................... a.3) La negociación como técnica de gestión de organizaciones 3 (Organizational Management).................................................... a.4) La negociación como diplomacia (Diplomatics Politics)....... b) El contenido de la negociación......................................................... Índice 11 c) Las etapas y fases en la negociación................................................ c.1) Etapas y puntos de inflexión................................................... d) Los procesos en la negociación........................................................ d.1) El proceso de coerción.............................................................. d.2) Los procesos de disimulo......................................................... d.3) El proceso de persuasión.......................................................... d.4) El proceso de acomodación..................................................... e) Los roles en la negociación............................................................... f) Modelos teóricos de los procesos de negociación......................... f.1) El modelo de Sawyer y Guetzow............................................ f.2) El modelo cuatridimensional de Walton y McKersie.......... f.3) El modelo de Stevens. El proceso de negociación................ g) La mediación...................................................................................... g.1) Las estrategias del mediador................................................... h) Modelos teóricos en los procesos de mediación............................ h.1) El modelo de McGrath............................................................. i) La estrategia de la Organización de las Naciones Unidas para la paz: Peacemaking, Peacekeeping y Peacebuilding....................... Bibliografía...................................................................................................... 3 Introducción El objetivo de la presente obra es realizar un recorrido por la investigación para la paz y la resolución de conflictos desde sus orígenes hasta nuestros días. Se trata, por lo tanto, de una revisión del estado de la cuestión realizada con un claro interés divulgativo y pedagógico. En este sentido, el texto que el lector tiene entre sus manos cae dentro de la categoría de «manual universitario». Y de este carácter se deriva su alcance y limitaciones. Con respecto al alcance, es de reseñar que buena parte de la literatura sobre la investigación para la paz y la resolución de conflictos se encuentra en idiomas distintos al castellano, y ha sido publicada fuera de España. El esfuerzo de síntesis y recopilación realizado pone en contacto al lector interesado en iniciarse en esta temática con una producción bibliográfica extensa y no siempre fácilmente accesible. Asimismo, la orientación pedagógica del texto proporciona un mapa orientativo cuyo objeto es guiar los primeros pasos en el conocimiento del área. Las limitaciones del trabajo son las inevitables en una obra de estas características. Es probable que el lector experimentado encuentre que el tratamiento de determinados temas está insufi- cientemente desarrollado y/o que eche en falta determinado autor o enfoque. Asimismo es posible que, tras su lectura, tenga la sensación de que el texto no aporta propuestas de solución a las variadas controversias y dilemas presentes en la investigación para la paz y la resolución de conflictos, limitándose a recoger descriptivamente los diversos debates entre autores, enfoques y corrientes. A pesar de estas limitaciones de las que como autor soy conscien- te, creo haber logrado el objetivo de claridad, síntesis y rigor en la descripción, absteniéndome hasta donde me ha sido posible de formular valoraciones propias. Lo cual permite que el texto sea útil para todas aquellas personas que necesiten disponer de una obra de consulta con la que asomarse a la temática del estudio de la paz. 14 Fernando Harto de Vera Quizás, la originalidad de la obra radique en la estructuración de la misma. En efecto, mi formación politológica se refleja en la organización de los cuatro capítulos de los que consta la obra. Así, el esquema de los capítulos es similar a la estructuración de los manuales de Ciencia Política. El capítulo primero traza un pano- rama histórico de la disciplina, desde sus orígenes hasta nuestros días. En él se aborda el proceso de institucionalización, dando cuenta de los principales hitos que han configurado el área tal y como la conocemos en la actualidad. Cierra este primer capítulo un apartado amplio dedicado a explorar la situación de la inves- tigación para la paz en España realizado por Miguel Ángel Simón. El capítulo segundo aborda el objeto de estudio y recoge la falta de consenso o, si se quiere, la pluralidad interna de la disciplina, que lleva a la formulación de diversas concepciones acerca del objeto del que debe ocuparse la investigación para la paz y la resolución de conflictos. Inmediatamente después, tras la constatación de esta diversidad de criterios, el lector ya está preparado para comprender la existencia de diversos enfoques y corrientes dentro del paradigma. Esta tarea se lleva a cabo en el capítulo tercero, donde se abordan los distintos enfoques y corrientes que la recorren. Por último, en el capítulo cuarto se aborda el estatuto epistemológico del área y se ofrece una panorámica de las princi- pales técnicas para la solución pacífica de los conflictos que la disciplina ha producido. El texto se cierra así mostrando la utili- dad de la investigación para la paz y la resolución de conflictos en tanto que ciencia aplicada. Toda obra es fruto de la colaboración, en mayor o menor medida, de una serie de esfuerzos e iniciativas que se suman a los de su autor. Y esta obra no es una excepción a esa regla. En primer lugar, quiero agradecer al Instituto Universitario «General Gutiérrez Mellado» la concesión de una Ayuda a la Investigación que ha hecho posible la financiación de esta investigación. Parti- cularmente, quiero personalizar el agradecimiento en dos perso- nas de la institución, José García Caneiro y Emérito Álvarez 3 Naveiro, siempre cordiales, eficientes y dotados de un particular buen humor que hace que siempre sea un placer entrevistarse con Introducción 15 ellos. Dentro de este proyecto, colaboró en calidad de becario Miguel Ángel Simón, quien realizó la muchas veces tediosa tarea de recopilación documental, y también redactó la parte dedicada a la reflexión científica sobre la paz en España. Su diligencia y profesionalidad merecen mi más sincero reconocimiento. Asimis- mo, quiero agradecer a Trinidad Noguera Gracia, por dedicar su tiempo y energías a revisar el manuscrito original contribuyendo decisivamente a mejorar el estilo y, por lo tanto, a evitar algún dolor de cabeza al lector. Obviamente, ninguna de las personas citadas es responsable de los errores y omisiones del texto, que únicamente me correspon- den a mí. FERNANDO HARTO DE VERA Madrid septiembre de 2004 3 Capítulo 1 La institucionalización de la disciplina 1) LOS ESTUDIOS SOBRE LA PAZ EN EL MARCO DE LAS CIENCIAS SOCIALES La historia de la reflexión intelectual sobre la guerra, la paz y el conflicto se remonta hasta los inicios mismos de la historia de la filosofía. En el caso de occidente, las primeras reflexiones sistemá- ticas acerca de la paz, la guerra y el conflicto, las encontramos en los clásicos de la antigüedad grecolatina. Como manifestaciones del fenómeno «poder», la reflexión va unida a los primeros inten- tos de sistematizar un pensamiento ordenado acerca de la política. Partimos por lo tanto de la premisa de considerar a la paz como un fenómeno ligado al poder, perteneciente a la categoría de los hechos políticos, entendidos éstos como aquél tipo de fenómenos que se caracterizan por ser dimensiones y manifestaciones del poder. Así pues, a la hora de acometer la reconstrucción de la historia de la reflexión occidental acerca de la paz, tenemos que enmarcarla necesariamente dentro de la historia de la reflexión occidental sobre la política. Desde una perspectiva más general, la historia de la reflexión sobre la paz como fenómeno socio-político ha atrave- sado toda la serie de coyunturas, avatares y situaciones que jalonan el largo camino que va desde la pura especulación acerca de estos fenómenos, hasta su abordaje científico en el sentido positivista del término. Por eso, antes de entrar en el relato concreto y específico de la historia del estudio de la paz en occidente es útil sentar brevemente las bases de cómo la visión de los fenómenos políticos ha ido evolucionando a lo largo de los siglos. 18 Fernando Harto de Vera a) Evolución histórica de la reflexión sobre la política: de la artesanía intelectual a las Ciencias Sociales Existe unanimidad por parte de todos los analistas en conside- rar que la existencia de reflexión y análisis acerca de la política, en el mundo occidental, se remonta a los clásicos griegos. Sin embar- go, de la constatación de este hecho no se deduce que la Ciencia Política tal como hoy la concebimos tenga su origen en Grecia, renazca con Maquiavelo y acceda al estadio de disciplina autóno- ma a partir del siglo XIX (Sartori 1984:204). Una visión acumulativa de la Ciencia Política como la descrita es inexacta, porque para hablar de Ciencia Política son necesarias dos premisas previas. En primer lugar, que se haya formulado el concepto de «ciencia», hecho que no sucede hasta Kepler y Galileo (siglo XVI): la actitud científica es producto del Renacimiento (Roiz 1990: 103). En segundo lugar, que el concepto «ciencia» converja con la política, esto es, que los procedimientos, reglas y usos del método científico se apliquen sistemáticamente a la reflexión y el análisis sobre el ámbito de la política. En este sentido, los primeros intentos de orientar y guiar el análisis de la política de acuerdo con pautas científicas los encontramos en autores como Hobbes, Hume y Spinoza. Estos autores se darán a la tarea de intentar fundamentar el pensamiento político sobre la metodología científica predomi- nante en su época. Desde tal perspectiva, era necesario establecer, siguiendo los patrones conceptuales de la geometría y la mecáni- ca, las conexiones necesarias entre los hechos políticos. Sin embargo, en la reconstrucción de la evolución histórica de la Ciencia Política constituye un problema el tratar de fijar una fecha precisa, un giro, un momento antes del cual la política se estudiara con métodos «pre-científicos» y a partir del cual preva- leciera el uso del método científico y fuera éste un elemento discriminante (Pasquino et al. 1988). Y es que, a pesar de estos intentos pioneros, lo cierto es que durante los dos siglos posterio- res al nacimiento del concepto de «ciencia», este particular método 3 de razonamiento e investigación se limitó a guiar casi con exclusi- vidad la actividad de aquellos científicos centrados en el ámbito de Investigación para la paz y resolución de conflictos 19 las Ciencias Naturales. Así, en los 150 años que siguieron a la segunda década del siglo XVII, comenzó a producirse una espec- tacular sucesión de avances en la física, la química o la biología mientras que la reflexión sobre la política permanecía comparati- vamente estancada (Cazorla 1991: 16). Habría que esperar al siglo XIX para que desde el ámbito de la reflexión sobre los fenómenos políticos y sociales, se levantaran voces que reclamaban un status científico para su actividad y, consiguientemente, una aplicación de las reglas del método científico al análisis de este tipo de fenómenos. Autores como Saint- Simon, Fourier, Marx o Comte representan esta nueva etapa en la que la reflexión sobre los fenómenos sociales y políticos se etiqueta bajo la denominación de «Ciencias Sociales». El impulso empirista que, según el modelo de las Ciencias Naturales, llevó a algunos autores a emprender la búsqueda de una ciencia de la política fue formalizado en la segunda mitad del siglo XIX por el positivismo (Colomer 1990: 50). Así pues, con anterioridad al siglo XIX, a pesar de los ya citados pioneros Hobbes, Hume o Spinoza, la reflexión intelectual acerca de la política no podría ser calificada como una actividad científica sensu stricto. Es más útil y exacto concebir el acervo de conocimien- tos que se producen desde los clásicos griegos hasta el siglo XIX, como una actividad que tiene que ver más con la «artesanía intelectual»1. a.1) La reflexión sobre la política como «artesanía intelec- tual» ¿Cuáles son los criterios que caracterizaron la reflexión sobre la política durante la «etapa artesana»? Según Durkheim (1953), las características que permiten distinguir las teorías políticas artísti- cas premodernas de la Ciencia Política moderna serían las siguien- tes: 1 Tomamos el concepto de «artesanía intelectual» de Wright Mills (1959). 3 20 Fernando Harto de Vera a) Las teorías artísticas bosquejan una imagen normativa de la sociedad que los sistemas realmente existentes deben esfor- zarse por alcanzar. La teoría política premoderna ofrece una abundancia de hechos históricos: en Bodino o en Althusius, pululan de forma casi barroca. Pero su función es la de ilustrar. No se recogen datos de forma sistemática. Desde Maquiavelo se presentan conjuntamente de forma acrítica, ejemplos históricos y actuales. b) Las teorías artísticas son proclives a extraer enunciados normativos de la naturaleza humana: cada autor tiene su propia concepción antropológica. c) Las teorías artísticas premodernas tienen una relación a corto plazo con la praxis. El arte requiere actuación, en tanto que la ciencia tiene que sustraerse a la compulsión a actuar directamente a la que cedieron muchas filosofías prácticas. Dentro de esta etapa, la figura de Maquiavelo emerge como una frontera que permite distinguir dos momentos fundamentales en el pensamiento político occidental. Con anterioridad a la obra del autor florentino, los análisis y reflexiones que se formulaban acerca de la política estuvieron teñidos de argumentos morales, éticos y religiosos. La política era inconcebible como ámbito de reflexión autónomo. El discurso político sólo adquiría sentido englobado en y circunscrito a problemáticas de orden moral, filosófico o teológico. La pregunta por «lo político» no era perti- nente por sí misma. De este modo, la identidad y el ámbito de la política aparecía como campo de actividad intelectual subordina- do. Esta situación se advierte ya desde los comienzos del pensa- miento político occidental con Platón y Aristóteles, continúa en el pensamiento político romano y culmina en el pensamiento políti- co medieval. La novedad política introducida por Maquiavelo en el Renacimiento consistirá en plantear la política como distinta a la moral y la religión. Maquiavelo afirma que la política tiene sus 3 leyes propias, diferentes a los imperativos éticos y religiosos, y que Investigación para la paz y resolución de conflictos 21 el político debe aplicarlos. En definitiva, con Maquiavelo la polí- tica adquiere autonomía2. a.1.1) La política como actividad no autónoma La forma clásica del pensamiento acerca de la política tomó cuerpo en Atenas en el siglo V a. de C. de la mano de autores como Sócrates y sus discípulos. Este logro, consolidado más tarde por Platón y Aristóteles, era un intento de sintetizar tres elementos: la política, la elaboración de una teoría y la práctica de la filosofía. Tal síntesis sobrevivió hasta el siglo XIX, cuando la ciencia comenzó a reemplazar a la filosofía (Wolin 1974). Las primeras reflexiones sistemáticas acerca de la política las encontramos en Platón y Aristóteles. Según Gabriel Almond (1996: 53) «la historia de la Ciencia Política propiamente dicha comienza con Platón, cuyas obras La República, El Político y Las Leyes son los primeros clásicos de la Ciencia Política». Las reflexio- nes de Platón sobre los distintos tipos de gobierno, la justicia, la virtud y la estabilidad política dejaron profundas huellas en el pensamiento político posterior. Él fue el primero en reflexionar acerca de las formas mixtas de gobierno y en defender sus virtudes (especialmente su estabilidad), dado que consideraba que las formas puras (monarquía, aristocracia, democracia) tenían en su seno una peligrosa propensión a degenerar en las más impuras (tiranía, oligarquía, anarquía). De nuevo según Almond «ésta es la primera teoría explicativa de la historia de la Ciencia Política en la que las instituciones, las actitudes y las ideas se relacionan con los procesos y los resultados. Constituye el antecedente de la teoría de la separación de poderes» (Almond 1996:54). Las teorías de Platón fueron depuradas por Aristóteles, princi- palmente en La Política. Según este autor, más allá de los seis tipos 3 2 La división que, a efectos expositivos, introducimos en el texto entre la política como actividad no autónoma y la política como actividad autóno- ma, se inspira y recoge la argumentación de Sartori (1984) y (1992). 22 Fernando Harto de Vera ideales señalados por Platón, hay cuatro formas de gobierno realmente existentes: la oligarquía, la democracia, una forma mixta de ambas (que es la que considera más adecuada por conjugar la estabilidad con la virtud) y la tiranía (que es la peor de todas). A la luz de lo que hoy en día entendemos por instituciones del gobierno representativo, en las que, como bien ha señalado Manin, se mezclan los componentes aristocráticos con los demo- cráticos, resulta sorprendente la lucidez y clarividencia de algunas partes de las obras de estos dos autores (Manin 1997). La hegemonía de la autoridad religiosa en el pensamiento medieval produjo a partir de S. Agustín (354-430) un milenio de esterilidad en la reflexión sobre la política (Brecht 1974). Sólo se produjo una revitalización parcial cuando el pensamiento aristotélico fue readmitido como fuente complementaria de cono- cimiento, en la medida en que no entrase en contradicción con la verdad religiosa revelada, hecho que se produce con la obra de Santo Tomás de Aquino (1225-1274). a.1.2) La política como actividad autónoma En los comienzos de la Edad Moderna se produce el primer intento de establecer un conocimiento de la política autónomo respecto a principios morales y religiosos (Habermas 1987: 54-59). Mientras que, como se viene señalando, en la época clásica el estudio de la política estaba ligado a los argumentos de tipo ético y a la búsqueda del bien común, a partir del Renacimiento la vida política empieza a ser analizada desde perspectivas eminente- mente técnicas. De este modo, en Maquiavelo el estudio de la política está subordinado al desarrollo de una técnica del poder y la dominación. Esta técnica rechaza los límites morales y favorece unos u otros tipos de acción política sobre la base de su utilidad para el desarrollo del poder. Por esta razón, Maquiavelo ha sido considerado el fundador de la Ciencia Política moderna. No obstante, la posición de Maquiavelo como figura de transición 3 entre el pensamiento político medieval y los inicios de la Edad Moderna, su carácter de pionero, provoca que en su concepción de Investigación para la paz y resolución de conflictos 23 la política encontremos una amalgama de elementos medievales y modernos. Así, lo que hubo de fundacional en Maquiavelo fue la ruptura de la unidad medieval entre religión y política, la proclamación de la autonomía de lo político con respecto a lo moral y la concepción de la política como una actividad con técnicas específicas de posible aplicación universal. Pero a pesar de sus innovaciones, Maquiavelo se ocupó fundamentalmente de las relaciones entre gobernantes y gobernados desde el punto de vista de la moral cívica o virtú y utilizó una tipología tradicional de las formas de gobierno (Colomer 1990: 17). La autonomía de lo político que comienza a afirmarse con Maquiavelo tendría que recorrer un largo camino hasta llegar a su plenitud en el siglo XIX. Y es que hablar de autonomía equivale a afirmar que la política es distinta. Pero ¿distinta de qué? ¿de qué modo? ¿hasta qué punto? (Sartori 1992). Las respuestas a estas preguntas se fueron formulando en este proceso que comenzó en el siglo XVI y culminó en el XIX. El primer paso fue, como se ha visto, dado por Maquiavelo al separar la política de la moral y la religión. El segundo paso consistió en distinguir entre Estado y sociedad, para poder reclamar como ámbito propio de la política la esfera del Estado. Para algunos autores, es a Locke a quien cabe atribuirle la primera formulación de la idea de sociedad. Con Locke el contrato se establece entre individuos. Por esta vía, Locke restituye su operatividad a la noción de pueblo, teorizando a finales del siglo XVIII sobre el derecho y la regla de la mayoría. A partir de aquí, todos los teóricos contractualistas adoptaron como categoría cen- tral de sus análisis la idea de sociedad: la sociedad no se funda en la revuelta contra el soberano, sino en el contrato con él, que se establece en nombre de un contrayente llamado «societario». Por esta vía aparece la sociedad. Pero Sartori se inclina por otra hipótesis. La autonomía de la sociedad en sus relaciones con el Estado presupone otra separa- ción previa: la de la esfera económica. La división de lo social y lo político pasa por la diferenciación entre política y economía. Los economistas del siglo XVIII y XIX, con la metáfora de la «mano 3 24 Fernando Harto de Vera invisible», proporcionan la imagen de la sociedad como un siste- ma capaz de autoregularse de forma autónoma, siempre que el Estado no interfiera en la dinámica autoreguladora del mercado. Cuanto más se reduce la discrecionalidad y el espacio del Estado Absoluto, a la par que se afirma el Estado limitado, más espacio existe para una vida extra-estatal. De este modo, la economía clásica sentaba las bases para que, a comienzos del XIX, se produ- jera el descubrimiento de la sociedad como una realidad autóno- ma. La obra de Saint-Simon El sistema industrial, publicada hacia 1821-1822, contiene quizás por primera vez esta visión de la sociedad como realidad sistémica. En la segunda mitad del XIX, culmina la autonomía de lo social en la obra de Comte, quien plantea la necesidad de crear una ciencia, la «sociología», cuyo objeto de estudio sea precisamente la sociedad. A modo de síntesis y balance de los logros alcanzados durante el período en el que la reflexión sobre la política constituye una «artesanía intelectual», Sheldon Wolin (1974) plantea que existió un paradigma3 clásico caracterizado por los siguientes rasgos: 1) Base racional para el pensamiento y para la acción: La teoría política era la búsqueda sistemática de un conoci- miento fidedigno de los asuntos relacionados con la esfera pública, con el objetivo de mejorar las condiciones de la vida humana en la asociación política. Como empeño filosófico, la teoría intentaba establecer una base racional para el pensamiento. Como empresa política, intentaba establecer una base racional para la acción. 2) Ámbito de la política: Es el conjunto de cosas que los hombres comparten con los demás hombres en tanto miem- bros de la misma polis: res publica, Commonwealth. 3) Unidad básica del análisis: La teoría clásica estableció como unidad básica de análisis político, la polis, por ser la unidad 3 3 Wolin utiliza el término «paradigma» en el sentido dado al mismo por Kuhn (1962). Investigación para la paz y resolución de conflictos 25 más amplia que englobaba otras unidades menores. De aquí nació la idea clásica según la cual la teoría política se ocupa de totalidades políticas: una teoría debe ser tan amplia como la misma asociación política. 4) El concepto de orden: La noción de que una sociedad política constituye un todo sirvió a la idea abstracta de orden. Concebir una sociedad política como un orden supo- nía concebirla como poseedora de una clase determinada de estructuras discernibles, de acuerdo con la distribución de funciones, las relaciones entre los diversos subgrupos y asociaciones y las formas institucionales vigentes. Pero todo orden encierra un elemento problemático, ya que tiende necesariamente a privilegiar a unos y a perjudicar a otros. Por tanto, la teoría se preocupó de analizar las fuentes de conflicto y de tratar de enunciar los principios de justicia que deberían presidir toda asociación política. La teoría también se preocupó de estudiar el desorden. 5) Método comparativo: Desde el principio, la teoría clásica insistió en la importancia de los estudios comparativos para obtener una explicación más amplia y una gama mayor de alternativas, al tiempo que elaboraba conceptos que permi- tían al teórico comparar entre sí los fenómenos. 6) Búsqueda de la perfección absoluta: Lo que impulsó a los escritores clásicos a desarrollar sus teorías fue la diversidad de los fenómenos puesta de relieve por medio de la compa- ración. La teoría se propuso valorar las distintas formas constitucionales, determinar cuál era la más deseable y, sobre todo, decidir cuál era la mejor, considerada en térmi- nos absolutos. 7) Relación entre teoría y praxis: El diseño de Estados ideales era una forma de ilustrar el elemento fundamental de la teoría: la reducción del mundo a proporciones manejables y su ordenación simultánea bajo una nueva forma, de modo que pudieran apreciarse las estrechas relaciones del conjun- to. La preocupación por la mejor forma de gobierno se 3 26 Fernando Harto de Vera basaba en una convicción fundamental sobre el propósito que debe guiar toda teoría. La pregunta de Platón ¿puede la teoría ser cabalmente llevada a la práctica?, rechazaba implí- citamente la idea de que una teoría deba ser una miniatura verbal de un estado de cosas existente, en el que las declara- ciones teóricas se correspondan con la forma en que las cosas se muestran al observador. Por el contrario, la teoría clásica esperaba conseguir una alianza entre el pensamiento y la acción que llevaría a convertir el mundo en la encarnación de una teoría. 8) Amalgama de elementos: Este enfoque clásico produce una confusión entre descripción, explicación y prescripción, o entre explicación empírica y discurso normativo. a.2) La reflexión sobre la política como actividad científica Como afirma Sartori (1992) las categorías conceptuales de «política» y «ciencia» no siempre se han comprendido en los mismos términos. Por tanto, si queremos entender qué significa en toda su complejidad la Ciencia Política, es necesario abordar las relaciones entre ambos conceptos desde un enfoque diacrónico, esto es, introduciendo la perspectiva histórica. Desde el siglo XVII, encontramos distintos autores que, como Hobbes, se lamentan del retraso comparativo en el que se encuen- tra el estudio científico de la política respecto del avance registra- do en el conocimiento de los fenómenos naturales (Wolin 1974). Esta situación se atribuía a la falta de empleo del método científico a la esfera de lo político. Así, un autor como Hobbes realiza el primer intento de incorporar a la política una explicación científica que abarcara la materia, el hombre y la sociedad. Basándose en las leyes del movimiento, proponía una Ciencia Política deductiva que fuese de las formas más simples a las más complejas del movimiento social. El concepto de «estado de naturaleza» ofrecía unas condiciones imaginarias en las que se podían observar mejor 3 las leyes de la psicología humana; de esta forma, era posible establecer la estructura de la sociedad política que mejor se ajus- Investigación para la paz y resolución de conflictos 27 tara a las leyes psicológicas que presiden el comportamiento humano. En el siglo XVIII, la popularización de las doctrinas de Newton significó un nuevo impulso en el intento de encontrar las leyes que gobiernan la sociedad y la política. Estas leyes se situarían más allá de la contingencia histórica, expresando la verdadera naturaleza inmutable y permanente de los fenómenos sociopolíticos. En el siglo de la Ilustración, la preocupación por elaborar una Ciencia Política conforme a las normas del método científico fue recogida por Montesquieu. Sin embargo, tuvo escaso éxito. Du- rante la segunda mitad del siglo XVIII, los teóricos tendieron a seguir un camino diferente para la formulación de una Ciencia de la Política. Recurriendo a la naturaleza del hombre y no a la de las cosas, encontraron leyes psicológicas del comportamiento huma- no que por lo general implicaban un principio de atracción y aversión, o de placer y dolor, erigiendo sobre estas bases teorías pretendidamente empíricas y universales. En el XIX, fundamentalmente al culminar el siglo, asistimos al triunfo de la tendencia hacia la transformación de la política en disciplina científica. Sin embargo, la hegemonía con la que final- mente se alzará la concepción positivista comtiana de la ciencia tendrá que desplazar primero a otras maneras de entender y comprender la ciencia. Por ejemplo, para los darwinistas sociales, la ciencia venía a ser una clasificación de los fenómenos de acuerdo con las categorías de evolución y lucha que Darwin había hecho famosas. Para los marxistas, la ciencia significaba el descubri- miento de las leyes «necesarias» de la historia, que eran leyes del desarrollo económico, de acuerdo con las cuales se debía explicar el pasado y el presente, y predecir el futuro. A finales del XIX Durkheim y Weber, superando estas discre- pancias de primera hora, sentaron algunas ideas básicas de lo que debe ser una teoría científica de la sociedad. Durkheim rompe con la metafísica y rechaza toda teoría general del desarrollo, afirman- do que la sociología no puede basarse en el método deductivo, sino que debe proceder inductivamente y formular leyes concre- 3 28 Fernando Harto de Vera tas. Weber no busca construir una «física social», pero se mantiene fiel al principio de reflexión científica, que sólo enuncia juicios de hecho. Propugna la voluntad de síntesis metodológica entre la aproximación al hecho social de carácter significativo (Verstehen), y la aproximación de carácter empírico (Erklären). Elabora además determinadas categorías como los tipos ideales, que explican los modos de dominación política. En ambos autores se manifiesta un claro esfuerzo de renovación metodológica. La revolución científica de las Ciencias Físicas en el último tercio del siglo XIX y comienzos del XX favorece el desarrollo de las Ciencias Sociales como nuevas disciplinas científicas. Tomando como modelo las Ciencias de la Naturaleza, las Ciencias Sociales y la Ciencia Política van a orientar su actividad hacia la elaboración de explicaciones y generalizaciones causales con fuerza de leyes. Así, la Ciencia Política no sólo describirá la realidad política, su objeto de análisis, sino que buscará predecir los comportamientos políticos de acuerdo con las leyes generales establecidas. 2) EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA REFLEXIÓN SOBRE LA PAZ Tal como se señaló al comienzo, la paz como fenómeno perte- neciente a la categoría de los hechos políticos, ha experimentado a lo largo de su historia los distintos hitos que han jalonado la historia de la reflexión sobre la política. Por tanto, tomando como hilo conductor el esquema evolutivo que se ha trazado en las páginas anteriores se procederá a la reconstrucción de las distintas etapas que han marcado la forma en la que en occidente se ha generado conocimiento sobre la paz. a) La reflexión sobre la paz como «artesanía intelectual» 3 La etapa artesana en la reflexión occidental sobre la paz abarca desde los inicios clásicos grecolatinos hasta comienzos del siglo Investigación para la paz y resolución de conflictos 29 XX. En este sentido, se observa que en el caso de la paz, la etapa artesana se prolonga más que en el caso de la política en general. En efecto, como ya se vio más atrás, los primeros llamamientos pioneros a la aplicación del método científico a la reflexión sobre la política datan del siglo XVII, si bien no cristalizarían hasta la segunda mitad del siglo XIX. En la reflexión sobre la paz, el comienzo de la etapa científica no se produce hasta después de la Primera Guerra Mundial. Al igual que sucedía con la historia de la reflexión sobre la política, en la historia de la reflexión sobre la paz, dentro de la etapa de la «artesanía intelectual», es posible distinguir dos mo- mentos. En sus inicios, la reflexión sobre la paz estuvo vinculada a discursos éticos, morales y religiosos, fundamentalmente a estos últimos. La ligazón entre religión y paz es mucho más acusada que en el caso de la relación entre política y religión. Hasta tal punto esto es así, que del mismo modo que es posible identificar a un Maquiavelo como autor de frontera a partir del cual, ya es posible pensar la política como una actividad autónoma, en el caso de la paz, se hace muy difícil tratar de precisar cuando es el momento y cual es el autor a partir del cual se abre paso la posibilidad de pensar a la paz por si misma, como objeto de estudio autónomo. Tanto es así, que prácticamente coinciden en el tiempo dos hechos: el comienzo del estudio científico de la paz y su abordaje como objeto de estudio autónomo4. En efecto, mientras que en el caso de la política, a partir de Maquiavelo se produce una clara secularización del término, en el caso de la paz, aunque hay autores que plantean la necesidad de autonomizar la reflexión sobre la paz de consideraciones religio- 4 Sin embargo conviene destacar que aún en fechas tan recientes como el siglo XX es posible encontrar que una buena parte de la comunidad académica comprometida con la investigación para la paz, empezando por los propios 3 fundadores del paradigma, pertenecen a iglesias como los Cuáqueros o los Mennonitas. Por tanto, la ligazón entre religión y paz se revela como mucho más fuerte y perdurable que la que existió entre la política y la religión. 30 Fernando Harto de Vera sas, lo cierto es que este llamamiento no acabó por generar un consenso tan ampliamente aceptado como en el caso de la re- flexión sobre la política. Así, la situación que se produce durante toda la etapa de la reflexión sobre la paz como artesanía intelec- tual, es una convivencia entre discursos autónomos y dependien- tes. Se produce así una situación híbrida en la que encontraremos autores que formulen sus análisis sobre la paz desde presupuestos autónomos junto con otros autores que seguirán reflexionando sobre la paz desde presupuestos religiosos. Del mismo modo que, como se decía más arriba se observa un retraso en el comienzo de la etapa científica en la reflexión sobre la paz respecto al comienzo de la misma etapa en el caso de la reflexión sobre la política, igualmente hay un retraso en el lanza- miento de las primeras propuestas de reflexión autónoma sobre la paz. En efecto, si esta situación, en el caso de la política, se produce con Maquiavelo a caballo entre los siglos XV y XVI, en el caso de la paz habría que esperar hasta La Ilustración del siglo XVIII: «La fe en la progresiva dificultad de la conducción de la guerra, la denuncia racionalista de lo absurdo de su existencia y la instancia cosmopolita y universal de la época ilustrada son los caracteres que contribuyeron a hacer del siglo XVIII el siglo de los proyectos de paz perpetua» (García y Vidarte 2002: 73). Concretamente dos son los autores ilustrados que, como veremos más adelante, propondrán sus planes de paz: el abate de Saint Pierre y Kant. a.1) La paz como fenómeno no autónomo Como señala Hopwood (1989: 197) «Peace seems not to have occupied a central place in the thought of antiquity, but to have been ever present on the margins of the consciousness»5. En efecto, se trataba de sociedades que descansaban sobre una base agrícola 3 5 «La paz no parece haber ocupado un lugar central en el pensamiento de la Antigüedad sino más bien haber estado ocasionalmente presente en los márgenes de la conciencia». Traducción propia. Investigación para la paz y resolución de conflictos 31 basada en la explotación de la tierra por pequeños campesinos y latifundistas. En ningún caso era posible un incremento significa- tivo de la productividad sin que se produjera o un profundo cambio social, o una profunda revolución tecnológica. Dado que ninguna de las dos condiciones se dieron, la opción de la guerra se convirtió en un mecanismo funcional para la apropiación del excedente. En el marco de la estructura social y económica de la Antigüedad circunstancias tales como el incremento de la tasa de crecimiento de la población inevitablemente conducían a la gue- rra. La paz era una situación que se producía periódicamente de tiempo en tiempo pero que no era una situación normal. O al menos, tan normal como la guerra (Hopwood 1989: 207). Las primeras referencias a la guerra y la paz desde un punto de vista analítico y no literario datan de la Grecia clásica a finales del siglo V (a.c). Tucídides en un texto sobre las Guerras del Peloponeso intentó explorar las motivaciones de la conducta humana, siendo uno de los primeros autores que se hace eco de los brutales efectos de la guerra. Platón enfocó el problema de la guerra desde un punto de vista más teórico en su obra La República en donde traza un análisis acerca de las causas de la guerra. Las comunidades deben desarro- llarse o morir. Si se desarrollan, tienen que expandir las bases de su producción, esto es, la tierra. Por lo tanto, esta situación condu- ce a la guerra: «No digamos aún […] si la guerra produce males o bienes, sino solamente que, en cambio, hemos descubierto el origen de la guerra en aquello de lo cual nacen las mayores catástrofes públicas y privadas que recaen sobre las ciudades» (II 373E). Puesto que la guerra es un fenómeno que se liga a unos orígenes tan básicos, se trata de una realidad cotidiana y presente en la Grecia de su tiempo. ¿Cómo debe ser entonces conducida la guerra? En «La República» Platón discute los límites dentro de los que los griegos deben luchar: «si los griegos combaten contra los bárbaros y los bárbaros contra los griegos, diremos que por naturaleza son enemigos, y a esa hostilidad la llamaremos «gue- rra» […] cuando combaten griegos contra griegos, habrá que decir que por naturaleza son amigos y que Grecia en este caso está 3 32 Fernando Harto de Vera enferma y con disensiones internas, y a esa hostilidad la denomi- naremos «disputa intestina». […] Por ser griegos, no talarán la Grecia ni incendiarán sus casas ni admitirán que en cada ciudad sean todos enemigos suyos, lo mismo hombres que mujeres que niños; sino que sólo hay unos pocos enemigos, los autores de la discordia» (V 470c, 471 a). En «Las Leyes» Platón establece las condiciones de existencia ideales de un Estado. En esta obra, la guerra es aceptada como la situación normal de relación y convivencia entre las polis (626A) hasta tal punto que formula leyes destinadas al desarrollo y mantenimiento de estructuras militares (803E; 828E-832D). Aristóteles lleva este argumento más lejos. En «La Política» (I, cap. II, 1256a) conceptualiza a la guerra como un medio natural de apropiación (como la caza y la pesca). Aunque se trata de un fenómeno natural debe estar subordinado a los fines de la paz: la guerra debe ser vista como un medio para la paz. «Cualquier modo de vida está dividido también atendiendo al trabajo y al descanso o a la guerra y la paz, y de las cosas factibles, unas atendiendo a su obligatoriedad y utilidad y otras a su nobleza. En este terreno la elección tiene que ser idéntica a las partes del alma y sus acciones: la guerra se debe a la paz, el trabajo al descanso y las cosas obligadas y útiles se deben a las nobles» (VII, cap XIV, 1333 a). No faltaron en Grecia discursos pacifistas que, desde posicio- nes minoritarias, se enfrentaran a las posiciones belicistas de un Platón o un Aristóteles. Así los Cínicos habían proclamado la «inutilidad de las armas» (Philodemus De Stoicis Col. XIV) y Diógenes se había proclamado como ciudadano del mundo. Estas concepciones fueron posteriormente retomadas y desarrolladas por los Estoicos. Así, para Epicuro, la humanidad era una y su fin debería ser la búsqueda de la felicidad. El rol que la guerra desempeñó en la construcción del Imperio Romano es de una importancia central. Muchos son los indicadores 3 que ilustran el lugar fundamental que las estructuras militares tuvieron en Roma: desde la fiestas rituales con contenido militar Investigación para la paz y resolución de conflictos 33 que jalonaban todo el calendario hasta el hecho de que los romanos estuvieron en estado de guerra prácticamente continuo desde el año 509 (a.c) hasta el fin de la República. En una sociedad milita- rizada como esta, la paz era vista como una amenaza: las épocas de paz aflojaban el espíritu guerrero de la juventud y abrían la nación al influjo de peligrosas influencias extranjeras (Hopwood 1989: 205-206). En síntesis, la visión de la Roma Imperial sobre la paz se resumía en el conocido y repetido adagio «si vis pacem, para bellum». La única excepción pacifista que se encuentra en Roma viene de la mano de los primeros cristianos. Tal y como señala Brock (1972) el antimilitarismo fue una seña de identidad de la iglesia cristiana primitiva. Frente al Yahvé justiciero y guerrero del Antiguo Testamento, los seguidores de las enseñanzas de Jesús de Nazareth predicaron al Dios misericordioso del Nuevo Testamen- to, oponiéndose a la guerra en nombre del precepto que ordenaba amar al prójimo como a uno mismo. De hecho, en los primeros momentos, la iglesia estableció la incompatibilidad entre la perte- nencia a la iglesia cristiana y el servicio militar. Con el transcurrir del tiempo y la progresiva aceptación del cristianismo por el poder Romano, evolución que culminaría con la adopción del mismo como religión de estado por el emperador Constantino, la situa- ción cambió y se dio una progresiva eliminación del discurso antimilitarista y una paralela asunción de los valores guerreros: «El establecimiento del Cristianismo como la religión oficial del Imperio Romano que tuvo lugar bajo Constantino, significó la eliminación del primigenio antimilitarismo cristiano. El soldado de Cristo reemplazó al mártir cristiano como el símbolo de la fe.[…] A principios del siglo V (d.c) San Agustín desarrolló la teoría de la guerra justa que junto con el concepto de cruzada o guerra santa constituyó la principal contribución de la cristiandad medie- val a la filosofía de la guerra y la paz» (Brock 1972: 24-25). San Agustín se atrevió a abordar la contradicción existente entre la belicosidad del Antiguo Testamento y el pacifismo del Nuevo Testamento (García y Vidarte 2002: 38). Para San Agustín, 3 la guerra era el precio que había que pagar por la paz. El logro de la paz absoluta sobre la tierra era inalcanzable y la guerra siempre 34 Fernando Harto de Vera reclamaría su lugar. A partir de aquí, distinguió entre la guerra justa e injusta. Una guerra era justa y por tanto lícita cuando su objetivo era el mantenimiento del orden y la paz. En esta visión, una guerra defensiva, a priori estaba justificada. Por otra parte, una guerra que tuviera como objetivo la expansión material o territorial sería una guerra injusta y por tanto no lícita. Cuando los pueblos germánicos fueron cristianizados, se pro- dujo una fusión entre la doctrina eclesiástica sobre la guerra y las tradiciones germánicas. La iglesia aceptó las tradiciones militares germánicas y las incorporó bajo la formulación de la «guerra justa». De este modo, las estructuras militares germánicas fueron puestas al servicio de la iglesia para extender el número de creyentes así como para proteger a las comunidades cristianas de las agresiones exteriores vikingas, árabes y mongoles. La iglesia enseñó que la actitud que los cristianos debían adoptar frente a los gentiles era ofensiva. El prototipo de gobernante cristiano pasó a estar encarnado por figuras como Carlomagno, defensor de la fe con la fuerza de las armas (Schalbroeck 1989: 209-210). La instauración del feudalismo significó el declinar del poder de la autoridad central y la paralela multiplicación y fragmenta- ción de los centros de decisión. La constitución de esta poliarquía feudal trajo consigo la multiplicación de conflictos territoriales locales. Esta dinámica fue el telón de fondo sobre el que se llevaron a cabo distintas iniciativas de paz, geográficamente limitadas y propuestas por la Iglesia: la Paz de Dios (Pax Dei) y la Tregua de Dios (Tregua Dei)6. A finales del siglo X coincidiendo con el cumplimiento del primer milenio de la era cristiana se desata un movimiento, el milenarismo, que afirmaba la llegada inminente del día del juicio final. El problema de la salvación pasa a primer plano y redunda en una profundización de la fe religiosa. En este contexto definido 3 6 En la exposición de ambos conceptos seguimos el planteamiento de Schalbroeck (1989). Investigación para la paz y resolución de conflictos 35 por la multiplicación de la conflictividad junto con el ambiente religioso propiciado por el milenarismo, las iniciativas de paz propuestas por la iglesia católica tuvieron amplio eco. La iglesia sostuvo el discurso de que la paz preparaba el advenimiento del Reino de Dios sobre la tierra y por lo tanto era la garantía de la salvación. Así, la paz se concebía en relación con Dios, como un componente del orden divino. La paz encarnaba el orden cósmico gobernado por la Divina Providencia. El restablecimiento de la paz significaba la restauración del orden del universo que había sido desestabilizado por el pecado. La idea de la Paz de Dios y de la Tregua de Dios surgió en aquellas áreas en las que coincidieron dos hechos, de un lado, el debilitamien- to del poder de la monarquía; de otro, el fortalecimiento de la fe y la religiosidad. La Paz de Dios nació a mediados del siglo X en Aquitania (Francia). A partir de aquí, en una década se extendió por la totalidad de Europa occidental. Básicamente consistía en la exclusión de ciertas categorías de individuos y sus bienes de la guerra. Por medio de un juramento, se obligaba a los juramentados a observar la regulación de la paz. La ruptura del juramento estaba severamente castigada pudiendo llegar bajo algunas circunstancias a imponerse la pena de excomunión. Esta paz protegía en primera instancia a la Iglesia y sus siervos: clérigos, capellanes, peregrinos, eremitas, etc. Posteriormen- te se amplió hasta cubrir a todos aquellos que no tenían derecho a portar armas: campesinos, mercaderes, mujeres, niños y ancianos. La Paz de Dios también protegía a la agricultura y el comercio con lo que contenía una indudable dimensión económica. Al mismo tiempo que consagraba la inmunidad de los desarmados significaba la confirmación de la cesura que separaba a la nobleza y el alto clero del pueblo llano y el bajo clero. Por último, conviene destacar el alcance limitado de la Paz de Dios puesto que únicamente condenaba la violencia individual mientras que ni la guerra, llevada a cabo por los señores y sus vasallos, ni los enfrentamientos con herejes y paganos, estaban comprendidos dentro de las disposiciones de la Paz de Dios. La Tregua de Dios que prohibía la violencia dentro de determi- nados días, fue una extensión de la Paz de Dios. Puesto que la violencia significaba un obstáculo para el culto, la Tregua era un 3 36 Fernando Harto de Vera mecanismo destinado a favorecer la salvación. Inicialmente, la Tregua abarcaba de jueves a domingo, en conmemoración del sufrimiento de Cristo en la Cruz, así como otras fechas importan- tes dentro de la liturgia cristiana como Navidades y Pascua. Gradualmente se fue extendiendo hacia otras fechas como Ad- viento o Pentecostés. Fuera de estas fechas señaladas, la violencia estaba permitida. Al igual que la Paz de Dios, la Tregua de Dios también tenía sus límites: ni la guerra justa ni la lucha contra los herejes, paganos y violadores de la Paz de Dios estaba sometida a ninguna limitación. En síntesis, la iglesia católica durante la Edad Media nunca abogó por la paz absoluta y en consecuencia tampoco prohibió la guerra. La justificación teológica consistió en subrayar la doctrina del Antiguo Testamento así como presentar una interpretación muy restrictiva de la doctrina pacifista contenida en el Nuevo Testamento: la violencia podía ser usada como defensa contra la agresión así como que la fe debía ser defendida frente a los ataques de herejes y paganos. Sin embargo la iglesia intentó contener y limitar la violencia entre los cristianos desarrollando iniciativas de alcance local, condenando determinados conflictos e insistiendo en la negociación. Asimismo también dio su apoyo a los movimientos pacifistas que cada cierto tiempo agitaban el mundo occidental. Sin embargo lo cierto es que durante la Edad Media y el Antiguo Régimen, la lucha por la paz más radical se dio no dentro de la iglesia oficial sino de los movimientos religiosos marginales y heréticos como husitas, anabaptistas, antitrinitarios polacos o menonitas, por citar algunos. Básicamente, el objetivo común a todos estos grupos consistía en intentar genera- lizar a toda la Cristiandad las iniciativas de paz parciales de la Iglesia oficial. Uno de estos movimientos religiosos pacifistas, la British Society of Friends más conocido como Cuáqueros (Quakers) surgió a me- diados del siglo XVII en Inglaterra7. El movimiento Cuáquero 3 7 El apelativo «Quaker» que puede ser traducido como «temblones», fue aplicado por primera vez por Justice Bennet en 1650 para referirse en Investigación para la paz y resolución de conflictos 37 surgió en un contexto definido por el fin de la guerra civil y el nacimiento del nuevo régimen de la Commonwealth. El movi- miento Cuáquero representó una corriente mística emparentada con el Puritanismo así como con otras corrientes místicas desarro- lladas en la Europa continental en los 150 años anteriores a 1650, año de su nacimiento. Sostenían una posición antimilitarista y pacifista, condenando el uso de las armas y la guerra. Los cuáque- ros sufrieron persecución en Inglaterra y muchos emigraron a las colonias británicas del Norte de América. El líder cuáquero en estas colonias, William Penn, criticó el uso de la violencia contra los indígenas y el propio Penn fundó el Estado de Pennsylvania con el propósito de tratar a los indígenas como iguales. Asimismo, muchos cuáqueros se opusieron a la institución de la esclavitud como atentatoria contra la dignidad de las personas. a.2) La paz como fenómeno autónomo Los primeros intentos de basar la posibilidad de fundar una paz duradera en cambios y reformas en la estructura del Estado se producen en la Ilustración (Joas 1999: 330). De hecho, como ya se vio más arriba, el siglo de las luces fue también el siglo de los proyectos de paz perpetua. El primero de estos proyectos fue el formulado por Charles Irene Castel, Abate de Saint-Pierre8. El punto de partida del Proyecto para alcanzar la paz perpetua en Europa es que «el estado relativo de las potencias de Europa es un estado de guerra, y que todos los tratados parciales entre algunas de esas potencias son más treguas pasajeras que auténticas paces […] porque estos tratados no tienen generalmente otros garantes que las partes contratantes» (Rousseau 1982: 2). Resulta entonces términos despreciativos al fundador de la secta George Fox y a sus seguido- res aludiendo a los síntomas que experimentaban cuando entraban en 3 trance bajo la influencia del Espíritu Santo (Brock 1972: 256) 8 Para la exposición del pensamiento del Abate de Saint-Pierre nos basamos en lo expuesto por García y Vidarte (2002: 73-76). 38 Fernando Harto de Vera necesaria la constitución de una confederación, sólida, armada y duradera que, mediante un tratado, coloque a «todos los miem- bros en una relación de dependencia tan recíproca como para que ninguno sea el único capaz de resistir a los demás» y con capacidad de obligar a los ambiciosos a respetar los límites del tratado general. La confederación tiene que incluir a todos los países de Europa de forma que «ninguna potencia importante pueda negar- se en pertenecer a ella», debe ser duradera y firme con un tribunal judicial «capaz de establecer leyes y reglamentos» y con «una fuerza coactiva y coercitiva para forzar a cada Estado a someterse a las deliberaciones comunes» (Rousseau 1982: 14). La confederación recogería en su articulado las siguientes características: «Los soberanos contrayentes establecerán entre sí una alianza perpetua e irrevocable y nombrarán plenipotenciarios para mantener un congreso permanente. Para resolver las contro- versias presentes y futuras, los miembros de la unión renuncian para siempre a la vía de las armas, se confían a la mediación de los otros aliados y, en el caso de que ésta no tenga éxito, se remiten al juicio de la mayoría de los plenipotenciarios. Si alguno de los aliados, unilateralmente, hiciera preparativos para la guerra y no se atuviera a las decisiones de la unión, todos los demás se armarán conjuntamente contra él. A tal objeto, se dispondrá de un ejército federal, sostenido con la contribución de todos los miembros, en razón de su extensión territorial y de su capacidad económica. Los aliados se comprometerán a no modificar ninguna de los artículos fundamentales, si no es con la aprobación unánime de los miem- bros» (García y Vidarte 2002: 75). Para el abate, la eficacia de la alianza estaba garantizada puesto que ningún actor tendría fuerza suficiente como para desafiarla con éxito. La unión haría desaparecer cualquier motivación para la guerra, siendo el principio de la confederación la conservación del status quo previamente existente a su constitución. A la ventaja política de la estabilidad y la seguridad, el Tratado uniría la consecución de importantes ventajas materiales, entre otras, se 3 evitarían las pérdidas no específicamente militares de las guerras (crisis demográficas, interrupción del comercio, crisis de la agri- Investigación para la paz y resolución de conflictos 39 cultura, aumento de los impuestos) y reducción de los gastos militares que podrían ser destinados a fines civiles y pacíficos. El supuesto teórico que late tras el proyecto está conformado por una estable e interrelacionada combinación de eudaimonía («voy a ver […] a los hombres unirse y amarse, imaginaré una dulce y pacífica sociedad de hermanos») y racionalismo («trataremos ahora de razonar fríamente»). (García y Vidarte 2002: 75-76). La segunda de las propuestas de paz perpetua se debe al filósofo Immanuel Kant. El planteamiento de Kant parte de que la naturaleza racional de los hombres significa que tienen que ser concebidos como fines en sí mismos y que la fuerza ilícita o el engaño ejerce violencia contra las personas (tanto sobre el sujeto como sobre la víctima) al tratar a los seres humanos como meros medios (Fried 1999: 513). Por lo tanto, tenemos un deber, derivado de nuestra naturaleza racional y moral y no simplemente derivado de los derechos de los otros, para evitar la violencia excepto bajo circunstancias excep- cionales tales como la autodefensa y el servicio militar. Kant consideró a la guerra como un profundo escándalo dada nuestra naturaleza racional y moral. En su obra La Paz Perpetua, sostiene que la historia puede ser vista como la marcha hacia una federa- ción internacional de Repúblicas y que debemos hacer todo lo posible para acelerar la llegada de este futuro cosmopolita. Basán- dose en argumentos tomados de Rousseau, Kant estableció una relación entre la propensión de un Estado hacia la paz y su forma de gobierno, hablando de la naturaleza pacífica de las repúblicas. Kant entendía por República no necesariamente la eliminación del monarca sino la constitucionalización y sujeción a la ley del gobierno del rey. La correcta comprensión de los intereses de los ciudadanos tendrían el efecto de ayudar a prevenir la guerra y promover las relaciones mutuamente beneficiosas entre los estados si estos intere- ses eran tomados en cuenta en las decisiones de política exterior. En este punto, se produce una evidente conexión con los planteamientos de Adam Smith quien argumentó sobre los efectos pacificadores del libre comercio: la expansión de las relaciones comerciales entre 3 estados satisfacía los intereses de todas las partes y convertía a la guerra en un mecanismo innecesario. 40 Fernando Harto de Vera El proyecto de paz perpetua de Kant se concreta en seis artícu- los preliminares y tres definitivos. Los artículos preliminares son: 1) No debe considerarse como válido un tratado de paz que se haya ajustado con la reserva mental de ciertos motivos capaces de provocar en el porvenir otra guerra. 2) Ningún Estado independiente —pequeño o grande, lo mis- mo da—\podrá ser adquirido por otro Estado mediante herencia, cambio compra o donación. 3) Los ejércitos permanentes —miles perpetuus— deben des- aparecer por completo con el tiempo. 4) No debe el Estado contraer deudas que tengan por objeto sostener su política exterior. 5) Ningún Estado debe inmiscuirse por la fuerza en la consti- tución y el gobierno de otro Estado. 6) Ningún Estado que esté en guerra con otro debe permitirse el uso de hostilidades que imposibiliten la recíproca con- fianza en la paz futura; tales son, por ejemplo, el empleo en el Estado enemigo de asesinos (percusores), envenenadores (venefici), el quebrantamiento de capitulaciones, la inclina- ción a la traición, etc. (Kant 1984: 91-96) Los artículos definitivos son: 1) La constitución política debe ser en todo Estado republica- na. 2) El derecho de gentes debe fundarse en una federación de Estados libres. 3) El derecho de ciudadanía mundial debe limitarse a las condiciones de una universal hospitalidad. (Kant 1984: 102- 114). En el planteamiento Kantiano tal y como aparece en los artícu- los anteriores se encuentra una mezcla de proposiciones realiza- 3 das por otros coetáneos como Rousseau y Hume junto con plan- teamientos originales. De estos últimos hay que destacar, en Investigación para la paz y resolución de conflictos 41 primer lugar, «la extensión del modelo contractual desde el plano de la relación entre individuos al plano de la relación entre los Estados (segundo artículo definitivo); y, en segundo lugar, el perfeccionamiento de la constitución interna de cada uno de los Estados y su plena correspondencia al modelo ideal del Estado de derecho (primer artículo definitivo).» (García y Vidarte 2002: 79). b) La reflexión científica sobre la paz En clara correspondencia con los periodos y etapas que se han descrito anteriormente, los primeros intentos de enfrentarse des- de una perspectiva científica (en sentido positivista) a la proble- mática de la paz, datan de los años inmediatamente posteriores a la Primera Guerra Mundial y se circunscriben a los Estados Unidos9. Como muestra el cuadro 1, existen distintas periodiza- ciones en función de unos u otros autores, que dan cuenta de los hitos en la institucionalización y desarrollo de una disciplina científica de los estudios sobre la paz en los Estados Unidos. Del examen atento de estas periodizaciones, la primera conse- cuencia que se desprende es la similitud de fondo que hay entre ellas. Da la impresión de que las discrepancias son mínimas y se basan en criterios puramente formales como el de señalar como línea divisoria a una década o por el contrario tomar un año determinado de esa década como frontera; o a que circunscriben su alcance a unas décadas concretas y no a los más de cincuenta años que lleva en marcha la empresa intelectual de la reflexión científica sobre la paz en los Estados Unidos. 9 Una de las pocas excepciones a esta hegemonía norteamericana la constitu- ye los trabajos del británico Lewis Richardson en los años 30 del siglo XX. Sin embargo, su labor pionera no produjo un movimiento intelectual en Europa como si sucedió en los Estados Unidos. Por otra parte, estos trabajos, 3 como veremos, quedaron inéditos hasta la década de los años cincuenta cuando su hijo, emigrado a Estados Unidos, inició allí la publicación de su obra. 42 Fernando Harto de Vera CUADRO I ETAPAS EN LA HISTORIA DE LOS ESTUDIOS SOBRE LA PAZ Y EL CONFLICTO EN LOS ESTADOS UNIDOS Miall, Ramsbotham y Kriesberg Harty y Modell Woodhouse 1) Precursores (1918- 1) Precursores (1914-1945) 1) Los años pioneros 1945) 2) Primeros esfuerzos e (1957-1960) 2) Cimientos (1950-1960) investigación básica 2) Los años dorados 1) Construcción (1970- (1946-1969) (1961-1965) 1980) 3) Cristalización y expan- 3) Disolución del movi- 2) Reconstrucción (1990) sión (1970-1985) miento (1966-1971) 4) Extensión, difusión e institucionalización (1986-actualidad) Fuente: Elaboración propia a partir de Miall H., Ramsbotham O., Woodhouse T. (1999); Kriesberg L. (1997) y Harty M. and Modell J. (1991) No obstante, es interesante resaltar que más allá de las diferen- cias que se han señalado, en todas estas periodizaciones subyace una característica común. Se trata de la correspondencia que se observa entre las etapas por las que atraviesa la investigación para la paz norteamericana, con las etapas por las que las Ciencias Sociales, y dentro de ellas especialmente la Ciencia Política, atra- viesa en los Estados Unidos. En efecto, si recordamos las fases en las que Easton segmenta la evolución de la Ciencia Política norte- americana en el siglo XX, observamos un paralelismo con las fases en las que la investigación para la paz puede dividirse. De acuerdo con David Easton (1991:275), la Ciencia Política norteamericana ha atravesado cuatro periodos: formal (legal, anterior a 1920) tradicional (informal y pre-behaviorista, 1920-1940) behaviorista (1945-1960) post-behaviorista (1970-actualidad). 3 Si comparamos la propuesta de Easton con las tres periodizaciones que se contienen en el Cuadro I, se desprende que: Investigación para la paz y resolución de conflictos 43 – La «revolución behaviorista», o lo que es lo mismo, la búsqueda de que los métodos de las ciencias naturales se aplicaran para el estudio del comportamiento de los seres humanos, tiene su reflejo en los estudios sobre la paz y el conflicto, de tal modo que el nacimiento de la «investigación para la paz» (peace research) no es más que la consecuencia de la aplicación del ethos behaviorista al estudio de la paz. – La frustración con las promesas incumplidas del behaviorismo, al igual que sucede en la ciencia política, abre también en la investigación para la paz un momento «post- behaviorista», que se prolonga hasta nuestros días. b.1) La reflexión científica sobre la paz en los Estados Unidos Con el ánimo de sintetizar y englobar las distintas propuestas, así como de reflejar el paralelismo entre la evolución de la inves- tigación para la paz y de las Ciencias Sociales norteamericanas, aquí proponemos dividir la historia de los estudios sobre la paz y el conflicto en los Estados Unidos en las siguientes etapas: 1) El periodo de entreguerras: los precursores (1918-1945) 2) Los comienzos: institucionalización e investigación (1946- 1970) 3) El reconocimiento: cristalización y expansión (1971-1989) 4) El balance: revisión crítica (1990-actualidad) b.1.1) El periodo de entreguerras: los precursores (1918-1945) Los momentos previos al estallido de la Primera Guerra Mun- dial vivieron el auge de un movimiento pacifista, que vio con impotencia cómo fracasaban sus esfuerzos para impedir la confla- gración. Este fracaso impulsó el desarrollo de una «ciencia de la paz», con el fin de construir sobre bases sólidas y científicas la búsqueda y realización de la paz (Miall, Ramsbotham, Woodhouse 1999: 40) (Kriesberg 1997: 52). 3 44 Fernando Harto de Vera Tres son las características más sobresalientes de este periodo. En primer lugar, se trató del esfuerzo individual y escasamente coordinado de una serie de científicos sociales. La institucio- nalización no se produciría hasta el periodo siguiente ya en la década de los años cincuenta del siglo XX. En segundo lugar, la empresa intelectual de fundar un campo de estudio científico sobre la paz se originó en aportaciones provenientes desde ámbitos diversos de las Ciencias Sociales. Así, estos primeros precursores provenían tanto de la Ciencia Política, como de la Sociología, las Relaciones Internacionales, la Psicología o el Derecho. A partir de este momento, la multidisciplinariedad se convirtió en seña de identidad, herencia cuya impronta se prolonga hasta nuestros días. Desde los inicios, la reflexión cien- tífica sobre la paz y el conflicto fue una empresa intelectual en la que confluían los esfuerzos de diversas disciplinas. La tercera de las características señaladas, muy relacionada con esta perspectiva multidisciplinar, consistió en que el impulso a la investigación para la paz no sólo provino del mundo académico. Un aporte no desdeñable en estos primeros momentos tuvo su origen en la influencia de aquellas iniciativas que, por distinguir- las de las estrictamente académicas, se pueden calificar como provenientes de activistas pacifistas orientados por un sentimien- to religioso más o menos acusado. En concreto, nos referimos a la repercusión del pensamiento de figuras individuales como Gandhi y de movimientos religiosos como los Quáqueros, los Mennonitas o el Budismo. Dentro de las iniciativas estrictamente académicas, los prime- ros estudios empíricos se deben a figuras como Pitirim Sorokin, Lewis F. Richardson o Quincy Wright. Sorokin fue uno de los primeros sociólogos en la Rusia prebolchevique. Tras el advenimiento de la Revolución de octu- bre, a mediados de la década de los años veinte del pasado siglo, se exilió en los Estados Unidos, lugar en el que desarrollaría su 3 labor científica y académica. En sus trabajos The sociology of Revolution (1925), Contemporary Sociological Theories (1928) y Social Investigación para la paz y resolución de conflictos 45 and Cultural Dynamics (1937-1941) se ocupa de la sociología de la guerra. En esta última obra, en su tercer volumen realiza un estudio estadístico de las batallas y conflictos bélicos desde el siglo VI (a.c) hasta comienzos del siglo XX. Richardson, médico británico y cuáquero, en su obra funda- mental Statistics of Deadly Quarrels (1960), que vio la luz tras su muerte, aplicó sofisticadas técnicas matemáticas a los datos obte- nidos por Quincy Wright en A Study of War (1942) así como a otras fuentes primarias elaboradas por él mismo. Por ejemplo, utilizó datos estadísticos sobre numerosas guerras para crear una clasifi- cación de los conflictos basada en su duración relativa y elaboró una ley matemática que regía los conflictos bélicos. Asimismo, estudió diversos mecanismos de pacificación de los conflictos, tales como el equilibrio armamentístico, las políticas matrimonia- les, el comercio, los idiomas compartidos, las religiones, etc. Su modelo de carrera armamentística sugiere que, si las armas se incrementan indefinida y exponencialmente, el que se alcance un equilibrio estable o inestable depende de factores tales como: el peso relativo dado por cada parte en el proceso de toma de decisiones a la fortaleza del oponente, la capacidad de manteni- miento de los gastos de la carrera armamentista y las ofensas infligidas entre los oponentes. Wright, profesor de Derecho Internacional y de Ciencia Políti- ca, publica en 1942 A Study of War, un monumental estudio que desde una perspectiva cuantitativa había comenzado dieciséis años antes de su publicación, en 1926, como un ambicioso proyec- to de investigación en el que coordinaba la labor de un amplio equipo de investigación. Para Wright, la guerra es un problema a resolver, una enfermedad a curar, más que un instrumento de política internacional. El modelo explicativo de las causas de la guerra se encuentra en un modelo de cuatro factores: 1) Nivel tecnológico (armamento); 2) Nivel legal (competencia para decla- rar la guerra); 3) Nivel sociopolítico (características de las formas políticas: tribus, naciones, imperios, organizaciones internaciona- les); 4) Nivel simbólico-cultural (opiniones, valores, actitudes). La paz es un dedicado equilibrio entre múltiples fuerzas dentro de 3 46 Fernando Harto de Vera cada uno de estos niveles. En el momento en el que se produzca una alteración en el equilibrio debido a la introducción de cambios importantes en cualquiera de los cuatro niveles, el anterior equi- librio desaparece y el riesgo de conflicto aparece. Por ello es necesario una actitud activa de búsqueda de la paz que responda con nuevos equilibrios a la alteración del status quo como conse- cuencia del cambio. La obra de Sorokin, Richardson y Wright, considerados como los fundadores de la investigación para la paz, se complementa con las aportaciones de otros autores que, si bien no tuvieron la influencia y el reconocimiento de los anteriores, también realiza- ron valiosas contribuciones. Entre ellos, podemos destacar a: Desde la sociología, la obra de Mary Parket Follet Dynamic Administration (1942) se dedicó al análisis de los conflictos dentro de las organizaciones, según la perspectiva de las relaciones conflictuales entre el capital y el trabajo. Desde un enfoque más político, Crane Brinton en The anatomy of Revolution (1938) trató los conflictos de clase y las revoluciones. Desde las relaciones interna- cionales, David Mitrany en A working Peace System (1943) se ocupó de las condiciones de realización de la paz en el sistema internacio- nal. Desde presupuestos psicológicos encontramos análisis como los de Lasswell en Psychopathology and Politics (1930), que destaca- ron la importancia de lo irracional en el desencadenamiento de conflictos a gran escala. Otro autor pionero desde la psicología social fue Lewin, quien en Resolving Social Conflicts (1948) señaló la responsabilidad del binomio frustración/agresión como factor explicativo del conflicto. b.1.2) Los comienzos: institucionalización e investigación (1946- 1970) El rápido crecimiento y expansión de los estudios sobre la paz y el conflicto durante las décadas de 1950 y 1960 coinciden con el 3 comienzo y posterior vigencia de la Guerra Fría. Este contexto internacional, definido por el enfrentamiento entre las dos super- Investigación para la paz y resolución de conflictos 47 potencias que emergieron de la Segunda Guerra Mundial, fue el telón del fondo del desarrollo de los estudios sobre la paz y el conflicto como empresa intelectual. La influencia de este contexto, como veremos, fue decisiva a la hora de orientar los temas, las perspectivas y el discurso que la investigación científica sobre la paz adoptó durante esta etapa. La característica más sobresaliente de este periodo es que a lo largo del mismo asistimos al establecimiento y fundación de las primeras instituciones que desarrollan labores de investigación. Así, la primera fundación data de 1945 cuando Theodore F. Lentz funda en St. Louis (Missouri) el Peace Research Laboratory, inme- diatamente después de la traumática experiencia de Hiroshima y Nagasaki. A esta primera fundación siguió en 1957 la creación por Kenneth Boulding de la primera revista especializada, el Journal of Conflict Resolution (en adelante JCR) en la Universidad de Michigan. Le siguió dos años más tarde, en 1959, la aparición en la misma universidad del Center for Research on Conflict Resolution (en adelante CRCR). La historia de este impulso decisivo para la institucionalización del paradigma ha sido glosado exhaustiva- mente por Marta Harthy y John Modell (Harthy and Modell 1991: 720-758)10. Ambos autores consideran que entre 1957 y 1971, un grupo de académicos que tiene en la Universidad de Michigan su centro de operaciones, puso en marcha el primer intento de institucionalizar una Ciencia Social aplicada, interdisciplinar, cuyo objeto de estudio fuese la construcción de una teoría científica acerca del conflicto y que diera lugar al surgimiento de un nuevo ámbito profesional capaz de proporcionar consultores y conseje- ros a las élites políticas encargadas de la toma de decisiones. El contexto cultural, si se quiere el «clima de la época», en el que se produce el surgimiento de esta iniciativa, es una variable de 10 Para el relato de los principales hitos de este movimiento nos basamos en el texto de ambos autores. 3 48 Fernando Harto de Vera ineludible referencia si queremos entender en toda su extensión el porqué y el cómo del nacimiento de este primer movimiento. Dos son los elementos fundamentales que definen este contexto. En primer lugar, durante la década de 1950 la confianza en las Ciencias Sociales como productos intelectuales útiles para enfren- tar los problemas de la vida colectiva es máxima. El prestigio de los científicos sociales unido al «giro behaviorista» con su discurso cientifísta y tecnocrático configura en estos años un clima muy receptivo a la «mayoría de edad de las Ciencias Sociales», a su definitiva superación del complejo de inferioridad frente a las «ciencias duras», esto es, las Ciencias Naturales. En segundo lugar, la Guerra Fría, basada en el equilibrio nuclear, estaba reformulando la concepción de la seguridad nacio- nal, uno de los valores vitales del sistema político norteamericano. En aquellos momentos la percepción de la amenaza nuclear estaba dictando la agenda, tanto en el sentido de la influencia de los militares sobre la definición de la política exterior de la Adminis- tración Norteamericana como en el creciente interés que la temá- tica de la «Seguridad Nacional» estaba tomando dentro de colec- tivos de científicos sociales (politólogos, sociólogos o psicólogos). El grupo fundador del JCR y del CRCR estaba integrado por los siguientes académicos: Kenneth Boulding, Anatol Rapoport, Harold Lasswell, Ludwig von Bertalanffy y Stephen Richardson. Kenneth Boulding en ese momento contaba 44 años, y era un economista heterodoxo, interesado por integrar en la economía principios extraídos de la biología, la psicología y la ética. Además, era un miembro muy activo de la comunidad de los cuáqueros, y por lo tanto estaba fuertemente comprometido con la realización de la paz como valor. Rapoport, de 43 años, era un matemático con un gran interés en las aplicaciones biológicas y psicológicas de las ciencias exactas. Influyó enormemente en el desarrollo de la Teoría de los Juegos y de la Teoría de la Decisión Racional. 3 Lasswell, a sus 52 años, era un politólogo interesado en el estudio de los procesos de toma de decisiones políticas, que ponía Investigación para la paz y resolución de conflictos 49 especial énfasis en el lenguaje y la personalidad. Al igual que Boulding y Rapoport, la trayectoria intelectual y profesional de Laswell reflejaba un rechazo a operar dentro de los cánones que la ortodoxia imponía, así como un afán por enfocar problemas relevantes y actuales desde las Ciencias Sociales. Von Bertalanffy, biólogo, fue el autor de la formulación y aplicación de la Teoría General de Sistemas a las Ciencias Sociales y uno de los protagonistas del surgimiento del movimiento behaviorista dentro de las Ciencias Sociales norteamericanas. Finalmente, Stephen Richardson, de 34 años, era el más joven del grupo, puesto que en ese momento estaba recién doctorado en Relaciones Humanas por la Universidad de Harvard. Se trataba del hijo de Lewis F. Richardson, uno de los pioneros en los estudios de la paz y el conflicto. Richarson Jr. llevaba consigo el manuscrito inédito de su padre, uno de los estudios estadísticos sobre la guerra más completos realizados hasta ese momento, como vimos más arriba. La obra de Richardson partía del convencimiento de la necesidad de aplicar métodos científicos al estudio de la paz y el conflicto. En este sentido, la influencia de la obra de Richardson en el grupo JCR-CRCR fue un indudable estímulo para el compromi- so del grupo con el estudio de la paz y el conflicto desde el rigor científico y metodológico. La denominación «Conflict Resolution» fue una aportación de este grupo, ya que hasta ese momento la denominación más utilizada era la de «Peace Research». El cambio en la terminología no fue casual. Obedeció a la voluntad de encontrar una denomina- ción que no tuviera connotaciones políticas y que al mismo tiempo expresara la prioridad de abordar el objeto de estudio desde un punto de vista puramente técnico. En efecto, a finales de la década de 1950 se vivía un auge del conservadurismo «macarthysta». En ese contexto, se hacía necesario extremar las precauciones, si se quería que la nueva área de conocimiento no naciese lastrada por la necesidad de enfrentarse a la presión de los sectores conserva- dores, y viese así reducidas sus posibilidades de crecimiento y consolidación. Efectivamente, la realidad confirmó que estas pre- cauciones no se habían tomado en vano. Kenneth Boulding acudió 3 50 Fernando Harto de Vera en primer lugar al Departamento de Ciencia Política de la Univer- sidad de Michigan para ofrecer su proyecto y manifestar su voluntad de integrar al nuevo centro dentro de ese Departamento. Sin embargo, y a pesar de la neutralidad del término «Conflict Resolution», el Departamento de Ciencia Política rechazó el pro- yecto por considerarlo peligrosamente izquierdista. Esta negativa motivó que el engarce institucional del nuevo centro tuviera que localizarse en otro Departamento. Fue el Departamento de Perio- dismo el que se mostró de acuerdo en acoger al nuevo centro. Así, desde el principio, las relaciones entre los estudios de paz y conflicto y la Ciencia Política fueron complicadas. El prestigio del Departamento de Periodismo era menor que el del Departamento de Ciencia Política, de modo que desde su nacimiento, se advirtió una cierta devaluación de este área de conocimiento. Además, la competencia entre el CRCR y el Departamento de Ciencia Política tanto en términos de planes de estudio y reclutamiento de estu- diantes como de financiación constituyó un lastre que acompañó durante toda su existencia al proyecto. Los fundadores del JCR expresaron en el primer editorial cuáles eran su tarea y objetivo: «Our main concern is to stimulate a new approach, especially in the direction of the formulation and testing of theoretical models related to the central problem… We are interested also in the improvement of the information processes in this area through quantification, index numbers, or any others means… The various social sciences have developed many new methods for advancing Knowledge. It is our belief that these new methods have not been sufficiently applied to the problem of war»11 (citado por Harty and Modell 1991: 731). 11 «Nuestra principal preocupación es estimular un nuevo enfoque, especial- mente dirigido a la formulación y contrastación de modelos teóricos relacio- nados con el problema central… Estamos interesados también en perfeccio- 3 nar los procesos de información en este área mediante la cuantificación, los indicadores numéricos u otros medios… Las distintas ciencias sociales han desarrollado muchos métodos nuevos para el avance del conocimiento. Investigación para la paz y resolución de conflictos 51 En esta misma época hubo otros desarrollos institucionales en el campo de los estudios de la paz y el conflicto en Stanford y en la Northwestern Universities. En Stanford surgió el Hoover Institute‘s Project on International Conflict and Integration, dirigi- do por Robert C. North. Se trataba de un centro interdisciplinar, comprometido con el empleo de técnicas cuantitativas y focalizado en el desarrollo de una teoría del conflicto que explicase porqué algunos conflictos escalan hacia la violencia y otros no. Tomando como estudio de caso la Primera Guerra Mundial, el Instituto dio lugar a numerosas publicaciones que analizaban comportamien- tos, comunicaciones, percepciones y fuentes de tensión entre los Estados y sus líderes. En cuanto a la Northwestern Universities, el Departamento de Ciencia Política agrupó a los principales investigadores sobre la dimensión internacional de los conflictos. Las dos figuras más destacadas fueron Richard Snyder y Harold Guetzkow. Snyder provenía de Princeton, donde había dirigido un proyecto dedica- do al análisis de la política exterior. En Northwestern se dedicó al estudio del proceso de decisión en la política exterior, así como a las causas de la guerra. Guetzkow, que había comenzado su carrera profesional como psicólogo, llevó a cabo estudios de simulación, intentando desarrollar modelos informatizados sobre la conducta internacional que pudieran servir para predecir los efectos en situaciones de conflicto. La primera mitad de los años sesenta del siglo XX puede ser calificada de extraordinaria desde el punto de vista de la institucionalización de los estudios sobre la paz y el conflicto. En efecto, al contexto de los años cincuenta le sucedía una nueva época en la que la hegemonía militar norteamericana, indiscutida durante la década anterior, aparecía ahora desafiada por el poder nuclear de la Unión Soviética. Por primera vez tras el aterrador aldabonazo de Hiroshima y Nagasaki, la amenaza de una confrontación nuclear Creemos que estos nuevos métodos no han sido aplicados suficientemente al problema de la guerra». Traducción propia. 3 52 Fernando Harto de Vera entre las dos superpotencias se convertía en una posibilidad real. El impacto de esta amenaza activó un movimiento que dio pie a la fundación de organizaciones antinucleares. Además, la llegada a la presidencia de los EE.UU de la Administración Kennedy llevó a puestos clave a una generación de tecnócratas, encabezados por Robert Mcnamara, provenientes del mundo universitario, lo cual significaba reconocer por primera vez a las Ciencias Sociales y a la Academia como instancias útiles. De este modo, a mitad de la década de 1960, la investigación para la paz se convirtió en un campo en pleno auge y desarrollo. Se asistió al nacimiento de revistas como el Journal of Arms Control, el Journal of Peace Research o Current Thought on Peace and War. En medio de este clima, el grupo de Michigan aparecía como un referente, organizando en diciembre de 1962 en colabora- ción con la Bendix Corporation la «Primera Conferencia Internacio- nal sobre Control de Armas» (Ann Arbor). El ambiente de euforia era tal que en el seno de la misma se decretó el nacimiento de una nueva profesión: el «investigador para la paz» (Peace Researcher). Ahora bien, estos verdaderos años dorados del movimiento lo fueron en el sentido del crecimiento y la proliferación institucional, pero no lo fueron tanto en cuanto al avance del desarrollo teórico y de los logros científicos del mismo. En efecto, las promesas con las que el movimiento había nacido, esto es, el desarrollo de un enfoque teórico general desde el que abordar los conflictos para prevenirlos y dar lugar a la realización de la paz, no pudieron ser cumplidas. En el seno del comité de redacción del JCR comenzó a abrirse paso la discusión y revisión sobre lo realizado hasta la fecha. Fruto de esa discusión fue la elaboración, a fines de 1968, de un número especial dedicado a realizar un balance de lo que se había logrado y lo que no durante los 12 años transcurridos desde su fundación. Y las conclusiones abundaban en la frustración y el desánimo: la interdisciplinariedad que en el editorial del primer número del JCR se había planteado como uno de los objetivos del movimiento, no había sido posible. En su lugar, el campo de estudio sobre la paz y el conflicto, permanecía en una situación de multidisciplinariedad, que lo asemejaba más a un collage fruto de 3 multitud de aportaciones, que a un cuadro homogéneo con unidad de enfoque y composición integrada. Investigación para la paz y resolución de conflictos 53 Así pues, a finales de los años sesenta del siglo XX, tras más de diez años de estudio, el trabajo teórico que se había acumulado era muy abstracto. Sus aplicaciones directas al campo de las políticas públicas, especialmente al de la política exterior, resultaban de