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2. La muerte de Ivan Ilitch.pdf

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Literatura Universal y del Perú MUERTE DE IVÁN ILITCH MUERTE DE IVAN ILITCH Leon Tolstoi eon Tolstoi, más conocido seguramente por sus novelas...

Literatura Universal y del Perú MUERTE DE IVÁN ILITCH MUERTE DE IVAN ILITCH Leon Tolstoi eon Tolstoi, más conocido seguramente por sus novelas Guerra y paz o por Ana Karenina, nos ofrece en esta breve novela, escrita en 1885, la posibilidad de adentrar- nos primero en la vida, y después en el alma, de un per- sonaje que descubre cómo llenar de contenido su vida justamente cuando toma consciencia plena de su muerte. Justo cuando se da cuenta de que realmente morirá deci- de vivir de verdad. El ambiente social y familiar no le son propios para ello, porque una vida de conveniencias y comodidades le han rodeado de la gente que vivía como él. Es por ello que la soledad del moribundo se va a con- fundir con la soledad de quien quiere realmente vivir y se resigna a no encontrar comprensión en su ambiente. El recorrido de la novela va del exterior a lo interior, de los superficial y tantas veces superfluo a lo individual, y sobre todo íntimo. Del egoísmo de unos personajes que dicen ser amigos del fallecido a la caridad humana y humilde de un criado Guerassim. El resultado es una novelita que en verdad es una enseñanza sobre todo de que nunca es tarde para poder vivir de verdad olvidándose de conve- niencias sociales, de egoísmos personales y de relacio- nes personales falsas y vacías de contenido humano. Iván llitch decide vivir justo cuando le queda un paso para la muerte, enseñándonos que nunca es tarde para morir siendo realmente humano, enseñándonos que siempre se está a tiempo de encontrarse con uno mismo. 141 MUERTE DE IVÁN ILITCH Literatura Universal y del Perú CAPÍTULO PRIMERO E n el amplio edificio del Palacio de censo, tendré un aumento de ochocientos justicia, el fiscal y los miembros del rublos, sin contar con los gastos de repre- tribunal se reunieron, durante la sus- sentación.» pensión de la vista del proceso Melvinsky, «Será preciso que consiga ahora que tras- en el despacho de Iván Egorovitch Sche- laden a mi cuñado desde Kaluga aquí –se beck; la conversación recayó en el célebre dijo Piotr Ivanovitc–. Mi mujer se pondrá asunto Krassovsky. Fiodor Vassiliévitch muy contenta. No podrá decir ya que no sostenía con ardor que el tribunal era in- quiero hacer nada por sus parientes.» competente; Iván Egorovitch insistía en la opinión contraria; en cuanto a Piotr Ivano- Desde luego, yo estaba convencido de que vitch, no habiendo tomado parte en el co- no se levantaría –dijo en voz alta Piotr Iva- mienzo de la discusión, se desentendía de novitch–. ¡Es una lástima! ella y hojeaba el periódico que acababan –Pero, ¿qué es lo que tenía, en definitiva? de traer. –Los médicos no supieron localizar su en- –Señores –dijo–, Iván llitch ha muerto. fermedad; o más bien cada uno de ellos la –¡No es posible! trató a su manera. Cuando lo vi la última vez, creí que saldría de ésta. –Léalo usted mismo –le dijo a Fiodor Vas- siliévitch tendiéndole el periódico, que olía –Por mi parte, no fui a verlo desde las va- aún a tinta de imprenta. caciones. Sin embargo, todo el tiempo es- tuve pensando hacerle una visita. Se leían allí las siguientes líneas, encua- dradas por un filete negro: «Prascovia Fio- –¿Tenía dinero? dorovna Golovin tiene el dolor de anunciar –Creo que su mujer lo tenía; no una gran a sus parientes y amigos la muerte de su cosa. querido esposo, Iván llitch Golovin, presi- dente de la Audiencia Territorial, fallecido –Ahora habrá que ir allí. Viven terriblemen- el 4 de Febrero de 1882. El entierro se efec- te lejos. tuará el viernes a la una de la tarde.» –Lejos de donde vive usted, querrá decir. Iván llitch era el colega de aquellos seño- Todo está lejos de su casa. res, que lo apreciaban mucho. Estaba en- –No puede perdonarme que viva al otro fermo desde hacia varias semanas y se lado del río –dijo Piotr Ivanovitch con una aseguraba que no podría curarse. Sin em- sonrisa dirigida a Schebeck. bargo, conservaba aún su puesto, pero se preveía que, en caso de fallecimiento, Se pusieron entonces a hablar de la exten- Alexéiev sería llamado a ocupar aquel car- sión de la ciudad; luego volvieron al tema go vacante y Vinnikov o Schtabel reempla- de la vista. zarían a Alexéiev. Al enterarse, pues, de la Además de las reflexiones respecto a los muerte de Iván llitch, todos los que estaban nombramientos y cambios en el servicio reunidos en el despacho pensaron primor- que podían resultar de aquel óbito, el he- dialmente en las consecuencias que po- cho mismo de la muerte de un amigo sus- dría tener aquel suceso en su propio citó, como siempre, en todos los que se ascenso y en el de sus amigos. enteraron de aquella noticia, un sentimien- «Ahora seguramente me darán el puesto to de alegría: «No soy yo, es él quien ha de Schtabel o el de Vinnikov –pensó Fiodor muerto.» Vassiliévitch–. Me lo han prometido desde «¡Lo que son las cosas! ¡Él ha muerto y yo hace mucho tiempo; y, en virtud de tal as- vivo!» 142 Literatura Universal y del Perú MUERTE DE IVÁN ILITCH Así pensaban o sentían todos. En cuanto a en contra de su carácter jovial, adquiría allí los conocidos íntimos de Iván llitch, los que un aire particularmente picante. Así pensó se llamaban amigos suyos, pensaban ade- Piotr Ivanovitch. más, involuntariamente, que tenían que Piotr Ivanovitch dejó pasar a las damas y cumplir aún deberes muy fastidiosos im- subió lentamente la escalera detrás de puestos por la cortesía, que era preciso ellas. Schwarz no bajó y lo esperó arriba. que asistieran al funeral y hacer a la viuda Piotr Ivanovitch comprendió para qué: evi- una visita de pésame. dentemente, quería ponerse de acuerdo Los más allegados eran Fiodor Vassilié- con él sobre el sitio donde jugarían el whist3 vitch y Piotr Ivanovitch. aquella tarde. Las señoras subieron a las habitaciones de la viuda; con los labios Piotr Ivanovitch había sido el camarada de fruncidos y la mirada jovial, Schwarz le in- Iván llitch en la Facultad de Derecho y se dicó a Piotr Ivanovitch con un movimiento consideraba como su amigo íntimo. de cejas, a la derecha, la cámara mortuo- Después de comunicar a su mujer, en el ria. curso de la comida, la muerte de Iván llitch Piotr Ivanovitch entró, no sabiendo muy y las razones que hacían posible el nom- bien, como sucede siempre en semejantes bramiento de su cuñado para la Audiencia casos, de qué modo debería comportarse. de aquel distrito, Piotr Ivanovitch, sin repo- No sabía más que una cosa, y es que per- sar siquiera la comida, se puso el abrigo y signarse en tales circunstancias nunca re- se dirigió a casa de Iván llitch. sulta mal. Pero no estaba seguro de si era Ante la escalinata estaban estacionados un preciso, además, hacerle un saludo al ca- coche particular y dos coches de punto1. dáver; se decidió, por tanto, por una solu- Abajo, en el vestíbulo, cerca del perchero, ción de compromiso: después de entrar, se se erguía contra la pared la tapa del fére- persignó e inclinó ligeramente la cabeza. Y tro, guarnecida de brocado, adornada de examinó al mismo tiempo la estancia todo borlas y de trencillas de plata bien bruñi- lo que se lo permitían los movimientos de das. Dos señoras vestidas de negro se su cabeza y de sus brazos. Dos jovencitos, quitaban los abrigos. Una de ellas era la uno de ellos colegial, sobrinos probable- hermana de Iván llitch, y Piotr Ivanovitch la mente del difunto, abandonaban la habita- conocía. A la otra, no. Schwarz, un colega ción persignándose. Una señora anciana de Piotr Ivanovitch, bajaba la escalera; al se mantenía inmóvil; otra señora de cejas distinguirlo desde arriba, se detuvo y guiñó extrañamente alzadas le habíaba en voz el ojo como para decirle: «Lo que ha hecho baja. El chantre4, de redingote, con aire Iván llitch no es muy inteligente; nosotros, enérgico y resuelto, leía en alta voz y con por nuestra parte, hemos sido más hábi- un tono que excluía cualquier objeción. les.» Yendo y viniendo a pasos ligeros delante de Piotr Ivanovitch, el despensero Gueras- El rostro de Schwarz, adornado de patillas sim esparcía algo sobre el suelo de made- a la inglesa, y toda su flaca persona enlevi- ra. Al ver aquella faena, Piotr Ivanovitch tada2, desprendían, como siempre, una percibió inmediatamente un débil olor de gentil gravedad; y esa gravedad, que iba cadáver en descomposición. 1 Coches de punto: cohes de caballos que cumplían las mismas funciones que los actuales taxis, pero de recorrido fijo. 2 Persona enlevitada: persona que viste levita, esto es, que lleva puesta una vestidura masculina de etiqueta, más larga y amplia que el frac, y cuyos faldones llegan a cruzarse por delante. 3 Whist: juego de cartas de origen inglés, antecesor del bridge. 4 Chantre: dignidad de las iglesias catedrales, a cuyo cargo estaba antiguamente el gobierno del canto del coro. 143 MUERTE DE IVÁN ILITCH Literatura Universal y del Perú Ya en su última visita a Iván llitch había de, arrancar los sellos, haciéndolos crujir reparado en aquel Guerassim que ejercía un poco, de una baraja nueva de cartas, las funciones de enfermero; Iván llitch sen- mientras el criado coloca sobre la mesa tía por él un afecto especial. Piotr Ivano- cuatro bujías nuevas. vitch continuaba persignándose e inclinán- En general, no hay motivo alguno para su- dose ligeramente en dirección del féretro, poner que este incidente pueda impedir- del chantre y de los iconos colocados so- nos pasar la velada de hoy de un modo bre la mesa, en un rincón de la estancia. tan agradable como las demás. Así se lo Luego, cuando le pareció que sus adema- dijo en voz baja a Piotr Ivanovitch, que nes habían durado ya demasiado tiempo, pasaba delante de él, y le propuso ir a se detuvo y se puso a examinar al muerto. echar una partida en casa de Fiodor Vas- Estaba tendido, como están tendidos siliévitch. Pero, por lo visto, estaba escrito siempre los muertos, de una manera par- que Piotr Ivanovitch no jugaría a cartas ticularmente pesada, cadavérico, sus rígi- aquella tarde. Vestida de negro, con un dos miembros profundamente embutidos velo de crespón sobre la cabeza, Prasco- en el tapizado del ataúd, la cabeza coloca- via Fiodorovna, una mujercita gruesa que da para toda la eternidad sobre el cojín; y iba ensanchándose a partir de los hom- alzaba, como todos los muertos, una fren- bros hasta la base, a pesar de todos los te amarilla, pálida, de sienes huecas y des- esfuerzos que ella hacía por remediarlo, y nudas, y una nariz prominente que parecía que tenía cejas tan extrañamente alzadas pesar sobre el labio superior. Iván llitch como las de la señora vista junto al fére- había cambiado mucho y había adelgaza- tro, salió de sus habitaciones con otras do más aún desde la última visita de Piotr damas; después de hacerlas entrar en la Ivanovitch; pero su rostro, lo mismo que el cámara mortuoria, dijo: de todos los muertos, se había tornado El servicio fúnebre va a empezar; pasen más bello y sobre todo más significativo. ustedes, se lo ruego. Su rostro expresaba que lo que hacía falta hacer había sido hecho, y bien hecho. Schwarz, tras hacer una inclinación vaga, Además expresaba también un reproche no se movió; evidentemente ni aceptaba ni o una advertencia dirigidos a los vivos. Esa rechazaba aquella invitación. Al reconocer advertencia le pareció inoportuna a Piotr a Piotr Ivanovitch, Prascovia Fiodorovna Ivanovitch o, por lo menos, que no le con- suspiró, se acercó, le cogió la mano y dijo: cernía personalmente. Sintió, sin embar- –Sé que usted era un verdadero amigo de go, algo desagradable y, después de Iván llitch… persignarse rápidamente una vez mas, se apresuró a dar media vuelta y se dirigió Y lo miró, esperando algún gesto que estu- hacia la puerta, incluso con demasiada pri- viese de acuerdo con sus palabras. Piotr sa, le pareció, despreciando la etiqueta. Ivanovitch sabía que lo mismo que en el Schwarz lo aguardaba en la estancia con- otro lado había sido preciso que se persig- tigua, los pies muy separados, jugando nara, ahora debía estrecharle la mano, sus- con su chistera, que mantenía detrás de pirar y decir: «Crea usted que...» Fue lo la espalda. Una sola mirada dirigida a la que hizo. Y tras haberlo hecho, percibió que persona jovial, elegante y cuidada de el resultado deseado estaba conseguido: Schwarz bastó para reanimar a Piotr Iva- que él se había emocionado y que ella es- novitch. Comprendió inmediatamente que taba emocionada también. él, Schwarz, estaba por encima de todo –Venga conmigo antes que empiecen; ten- aquello, y se dejaba dominar por las im- go que hablarle –dijo la viuda–. Déme us- presiones penosas. Todo en su actitud ma- ted el brazo. nifestaba eso: el servicio religioso en memoria de Iván llitch no es más que un Piotr Ivanovitch le ofreció el brazo y se diri- incidente y no hay ninguna razón valedera gieron hacia las habitaciones de la señora, para aplazar la vista; dicho de otro modo, pasando delante de Schwarz, que le hizo a nada puede impedirnos, esta misma tar- Piotr Ivanovitch un guiño conmiserativo. 144 Literatura Universal y del Perú MUERTE DE IVÁN ILITCH «He aquí que el whist se chafó –decía su profunda de que no podía ser de otra ma- mirada–. No nos guarde usted rencor si nera. buscamos otro compañero. Tal vez venga –Fume usted, por favor –dijo ella con tono usted a hacer el quinto cuando lo dejen magnánimo, pero, al mismo tiempo, abati- libre…» do, y se puso a hablarle a Sokolov del pre- Piotr Ivanovitch suspiró todavía más pro- cio del terreno. fundamente, más tristemente aún, y Pras- Mientras encendía su cigarrillo, Piotr Iva- covia Fiodorovna le apretó el brazo con novitch la ola discutir los pormenores de agradecimiento. Entraron en su salón, los diferentes precios y elegir finalmente el adornado de cretona rosa y que alumbraba terreno que ella quería comprar. A conti- débilmente una lámpara; tomaron asiento nuación, habiendo arreglado aquel asunto, cerca de la mesa: ella sobre el diván, y él dio sus instrucciones respecto a los chan- sobre un taburete muy bajo, cuyos fatiga- tres. Sokolov salió. dos muelles se hundieron bajo su peso. Lo hago todo yo misma –le dijo a Piotr Iva- Prascovia Fiodorovna quiso proponerle que novitch, apartando los álbumes que esta- tomase otro asiento, pero juzgó aquella ban sobre la mesa. propuesta inoportuna en su situación, y no dijo nada. Al sentarse en el taburete, Piotr Al notar que la ceniza del cigarrillo amena- Ivanovitch se acordó de que Iván llitch ha- zaba ensuciar la mesa, alargó sin tardanza bía arreglado él mismo aquel salón y le un cenicero a Piotr Ivanovitch y continuó: había consultado respecto a aquella mis- –Me parece que sería hipócrita afirmar que ma cretona rosa de hojas verdes. Al pasar mi dolor me impide ocuparme de las cues- cerca de la mesa para sentarse en el diván tiones prácticas. Al contrario, si alguna (el salón estaba lleno de muebles y de di- cosa puede, no diré consolarme… pero por versas chucherías), a la viuda se le engan- lo menos distraerme, es precisamente cui- chó el crespón de su velo negro entre las darme de estos detalles. –Sacó de nuevo tallas de la mesa. Piotr Ivanovitch se levan- su pañuelo, pareciendo que quería volver a tó para desengancharlo, y los resortes del echarse a llorar, pero de pronto, como ha- taburete se pusieron inmediatamente a ciendo un violento esfuerzo, se contuvo y agitarse y a despedirlo. La viuda desen- dijo con calma: ganchó ella misma su crespón; Piotr Ivano- vitch volvió a sentarse, aplastando así al –Voy a habíarle a usted de un asunto gra- taburete en rebeldía. Pero Prascovia Fio- ve. dorovna no se había liberado aún comple- Piotr Ivanovitch hizo una inclinación, pero tamente; Piotr Ivanovitch se levantó de esforzándose en sujetar los muelles del nuevo, y de nuevo el taburete se agitó e taburete, que inmediatamente habían em- incluso crujió. Cuando todo hubo termina- pezado de nuevo a agitarse. do, ella sacó un pañuelo de batista muy limpio y se puso a llorar. Pero el episodio –Sufrió terriblemente los últimos días. del crespón y la lucha con el taburete ha- –¿Sufrió mucho? bían enfriado un poco a Piotr Ivanovitch, que seguía sentado con aire tristón. –¡Oh, espantosamente! No dejó de gritar no sólo durante los últimos minutos, sino Aquella situación embarazoso fue interrum- horas enteras. Gritó sin parar tres días se- pida por Sokolov, el mayordomo de Iván guidos. Era algo que no se podía ya resis- llitch, que vino a anunciar que el terreno tir. No comprendo cómo he podido que Prascovia Fiodorovna había escogido soportarlo. Se le oía a través de tres puer- en el cementerio costaría doscientos ru- tas. ¡Oh, lo que he tenido que pasar! blos. Ella cesó de llorar y, mirando a Piotr Ivanovitch con aire de víctima, le dijo en –Pero ¿conservaba el conocimiento? –Pre- francés que todo aquello le resultaba muy guntó Piotr Ivanovitch. penoso. Piotr Ivanovitch, sin decir palabra, –Sí, hasta el último instante –murmuró hizo un gesto que expresaba su convicción ella–. Se despidió de nosotros un cuarto de 145 MUERTE DE IVÁN ILITCH Literatura Universal y del Perú hora antes del fin, e incluso pidió que hicié- los pasos que había que dar a fin de obte- ramos salir a Volodia. ner dinero de la Hacienda con motivo de la muerte de su marido. Fingió pedir consejo La idea de los sufrimientos de un hombre a Piotr Ivanovitch respecto a la pensión; que él había conocido tan íntimamente pero él se daba cuenta de que ella ya lo desde la infancia y que fue más tarde su sabía todo, hasta los menores detalles, y compañero a las cartas, esa idea llenó re- que estaba informada incluso mejor que él pentinamente de espanto a Piotr Ivano- sobre lo que se podía sacar de la Hacienda vitch, aunque se diera cuenta de su propia con motivo de aquel acontecimiento. Pero hipocresía y la de aquella mujer. Volvió a quería saber si era posible recibir ya algún ver aquella frente, aquella nariz que aplas- dinero. Piotr Ivanovitch trató de encontrar taba el labio superior, y tuvo miedo por él un medio cualquiera para lograrlo, pero, mismo. habiendo reflexionado y censurado por res- «Tres días de sufrimientos terribles, y lue- peto a la cortesía la avaricia del Gobierno, go, la muerte. Pero eso puede ocurrirme a declaró que no había nada que hacer. En- mí también, en cada instante, ahora mis- tonces ella suspiró y, visiblemente, pensó mo», pensó, y el terror se apoderó de él. en la manera de desembarazarse de su Pero enseguida, incluso sin que él se diera visitante. Él lo comprendió, apagó su ciga- cuenta, fue socorrido por el pensamiento rrillo, se levantó, le estrechó la mano y sa- muy ordinario de que todo aquello le había lió de la habitación. pasado a Iván Iltch y no a él, que aquello En el comedor, donde vio el reloj que Iván no debía ni podía ocurrirle, que al pensar llitch había descubierto con tanta alegría en esas cosas se dejaba llevar por ideas en el almacén del dueño de un baratillo, negras, lo que era preciso evitar, como lo Piotr Ivanovitch encontró al sacerdote y a había expresado claramente el rostro de algunas amistades llegadas para el oficio Schwarz. Y tras ese razonamiento, Piotr fúnebre; vio también a una joven muy boni- Ivanovitch se tranquilizó y preguntó con in- ta, la hija de Iván llitch, a la que él conocía. terés pormenores de la muerte de Iván lli- Iba toda de negro. Su talle, muy fino, pare- tch, como si la muerte fuera una cosa que cía así más fino aún. no pudiese ocurrirle más que a Iván llitch y no le concerniese en absoluto a él, Piotr Tenía un aire sombrío, resuelto, incluso Ivanovitch. enfadado. Saludó a Piotr Ivanovitch como si él fuera culpable de algo. Detrás de ella Después de haber relatado todos los deta- se mantenía, también con aire de enfado, lles de los sufrimientos físicos, verdadera- un joven rico, un juez de instrucción, su mente atroces, soportados por Iván Ilitch novio, se decía, y al que Piotr Ivanovitch (esos detalles los conoció Piotr Ivanovitch conocía igualmente. Les hizo a los dos un sólo por lo que los sufrimientos de Iván lúgubre saludo y se dispuso a entrar en la llitch habían afectado a los nervios de su habitación del muerto, cuando, desde aba- viuda), Prascovia Fiodorovna juzgó, por lo jo de la escalera, apareció un pequeño visto, que había llegado el momento de colegial, el hijo de Iván llitch, que se le pa- hablar de negocios. recía asombrosamente. Era el mismo Iván –¡Ah, Piotr Ivanovitch, qué penoso es todo llitch tal como Piotr Ivanovitch lo recordaba esto, qué espantosamente penoso! –Y de en la Facultad de Derecho. Tenía los ojos nuevo se echó a llorar. enrojecidos a fuerza de haber llorado, ojos que tenían aquella expresión que se ve fre- Piotr Ivanovitch suspiraba y aguardó que cuentemente en los de los muchachitos ella se sonase. Cuando se hubo sonado, viciosos de trece o catorce años. Al ver a dijo él: Piotr Ivanovitch se puso ceñudo, adoptan- –Crea usted que… do un aire confuso y arisco a la vez. Piotr Ivanovitch le hizo una señal con la cabeza Ella se puso entonces a hablar y expuso y entró en la cámara mortuoria. Empezó el por fin aquel asunto que, evidentemente, la oficio: cirios, gemidos, lágrimas, sollozos, preocupaba más que nada: se trataba de el olor del incienso… Piotr Ivanovitch se 146 Literatura Universal y del Perú MUERTE DE IVÁN ILITCH mantenía erguido, fruncidas las cejas, la cargado de trabajo, abrió la puerta con un mirada clavada en los pies. No levantó una ademán rápido, llamó al cochero, ayudó a sola vez los ojos para mirar el cadáver, no Piotr Ivanovitch a subir al coche y volvió de se dejó llevar por impresiones deprimen- un brinco a la escalinata, deseoso, al pare- tes, y fue uno de los primeros en marchar- cer, de encontrar otra faena cualquiera. se. La antecámara estaba vacía; el des- Piotr Ivanovitch experimentó un placer es- pensero Guerassim salió a toda prisa de la pecial aspirando el aire puro después de cámara mortuoria, apartó a derecha e iz- los olores de incienso, de cadáver y de fe- quierda con sus vigorosos brazos todos los nol. abrigos para encontrar el de Piotr Ivanovi- tch y se lo tendió. –¿Adónde hay que ir? –preguntó el coche- –¿Qué me dices, amigo Guerassim? ro. –Preguntó Piotr Ivanovitch por decir algo–. –No es tarde. Iré a casa de Fiodor Vasidié- ¡Qué desgracias!, ¿eh? vitch. –Es la voluntad de Dios. Todos terminare- Fue allí. Y encontró, en efecto, a los juga- mos allí –respondió Guerassim descubrien- dores a punto de terminar la primera parti- do sus blancos y apretados dientes, dientes da, de modo que pudo tomar parte en el de campesino; y, como un hombre sobre- juego como quinto. CAPÍTULO II L a historia de Iván llitch era de las más Había tenido tres hijos. Iván llitch era el simples, de las más ordinarias y de segundo. El mayor seguía una carrera aná- las más atroces. loga a la de su padre, pero en otro Ministe- rio, y se acercaba ya a esa situación en Iván llitch, presidente de la Audiencia Terri- que los sueldos de los funcionarios se torial, había muerto a la edad de cuarenta mantienen por la única fuerza de la inercia. y cinco años. Era hijo de un funcionario El tercer hijo era un fracasado. No había cuya carrera se había desarrollado en San podido triunfar en sus diversos empleos y Petersburgo en diferentes Ministerios, y trabajaba ahora en los ferrocarriles. Su que había alcanzado esa situación en la padre, sus hermanos y las mujeres de és- que aparece claramente que los que han tos no solamente evitaban encontrarse con llegado a ella son incapaces de desempe- él, sino que, a menos que hubiese una ñar cualquier función seria, pero no pue- necesidad absoluta, no se acordaban si- den, sin embargo, ser despedidos a causa quiera de su existencia. La hermana de de sus largas hojas de servicio y de su Iván llitch se había casado con el barón graduación. Obtienen, por tanto, puestos Greff, un funcionario petersburgués como ficticios y sueldos nada ficticios, que osci- su suegro. Iván llitch era le phénix de la lan entre los seis mil y los diez mil rubios y famille5, se decía. Era menos frío, menos que conservan hasta su vejez. minucioso que el mayor y menos impulsivo Tal era el consejero secreto llia Efimovitch que el más pequeño. Mantenía el término Golovin, miembro inútil de diversas admi- medio entre los dos: un hombre inteligente, nistraciones inútiles. 5 Le Phénix de la famille: (del francés) La esperanza de la familia. Leon Tolstoi muestra en esta novela una tendencia típica en la aristocracia y alta bueguesía rusa del siglo XIX, la de emplear el francés como lengua familiar y doméstica. 147 MUERTE DE IVÁN ILITCH Literatura Universal y del Perú vivo, agradable y correcto. Había hecho sus y de una manta de viaje, todo ello encarga- estudios en la Facultad de Derecho con su do y comprado en las mejores tiendas, hermano menor; en tanto que éste no ha- marchó para la provincia, donde, gracias a bía podido terminar su carrera y había sido su padre, había sido nombrado funcionario expulsado en el tercer curso, Iván llitch en comisión extraordinaria a las órdenes acabó brillantemente su licenciatura. Des- del gobernador. de la Facultad de Derecho se mostró tal En provincias, Iván llitch consiguió inme- como fue siempre: un hombre inteligente, diatamente crearse una situación tan fácil y alegre, sociable, pero que cumplía siempre agradable como la que se había asegura- al pie de la letra lo que consideraba su do en la Facultad de Derecho. Desempe- deber, aunque el deber fuese para él lo que ñaba perfectamente sus funciones, se cui- consideraban como tal sus superiores. No daba de su carrera y al mismo tiempo se había sido nada obsequioso cuando niño divertía agradable y decentemente. Sus ni posteriormente; pero desde su juventud, jefes lo enviaban a veces a inspeccionar parecido a una mosca a la que atrae la luz, los distritos; se comportaba siempre con se sentía arrastrado hacia las personas dignidad, tanto frente a sus superiores que ocupaban una alta situación en el mun- como con relación a sus inferiores, y de- do; se asimilaba sus modales y sus con- sempeñaba las misiones que le confiaban, cepciones de la vida y lograba entablar y que se referían a las sectas cismáticas, amistad con ellas. Los arrebatos de la in- con una puntualidad y una honradez rigu- fancia y de la adolescencia pasaron sin rosas, de las que ni él mismo podía impedir dejar en él huellas profundas. Se entregó a sentirse orgulloso. la sensualidad, a la vanidad y, más adelan- te, hacia el final de sus estudios, al libera- A pesar de su juventud y de su natural ale- lismo, pero manteniéndose siempre dentro gre, era extremadamente reservado en los de ciertos limites que le fijaba su tacto na- asuntos de servicio, adoptando un aire ofi- tural. cial e incluso severo; pero en sociedad se mostraba a menudo chispeante e ingenio- Estando en la Facultad de Derecho come- so, y siempre oportuno, benévolo y bon tió actos que le parecían ignominiosos y enfant7, como decían de él el gobernador y que, en el momento mismo de realizarlos, su mujer, de quienes era acompañante le hacían sentir disgusto de si mismo. Pero asiduo. Tuvo también en provincias amo- posteriormente, habiendo comprobado que ríos con una dama que se había lanzado al personas de muy elevada posición come- cuello del elegante joven; tuvo relaciones tían las mismas acciones y no las tenían amorosas con una modista. Llegó a correr por malas, sin juzgarlas él buenas, las olvi- alguna que otra juerga con ayudantes de dó completamente, y el recuerdo de las campo que estaban de paso, y fue con mismas no lo atormentaba ya. compañía más o menos nutrida, después Salió de la Facultad de Derecho con una de cenar, a una cierta calle apartada. brillante hoja de estudios. Recibió de su Llegó a adular a su jefe, e incluso a la mujer padre el dinero necesario para su equipo de su jefe; pero todo aquello adoptaba un completo, se encargó un uniforme en casa carácter tan noble y tan distinguido, que no de Scharmer, colgó de su cadena del reloj era posible calificarlo severamente: según una medallita con la inscripción: «Respice la expresión francesa, il faut que jeunesse finem»6, se despidió del decano y de los se passe.8 Se hacía todas esas cosas con profesores, comió con sus camaradas en las manos limpias, vestido de nuevo, y, casa de Donon y, provisto de una bonita sobre todo, en buena compañía; por consi- maleta nueva, de ropa blanca, de trajes, de guiente, con la aprobación de las personas un estuche de aseo, de navajas de afeitar colocadas en la cúspide. 6 Respice finem: Expresión latina que significa «vela por los límites». 7 Bon enfant: (del francés) buen chico. 8 il faut que jeunesse se passe: Expresión famosa que significa «es necesario que la juventud se vaya». Es una especie de invocación a la llegada de la madurez. 148 Literatura Universal y del Perú MUERTE DE IVÁN ILITCH Iván llitch prestó así servicios cinco años; bras sobre un papel con membrete para luego ingresó en el escalafón de las nue- que tal o cual personaje importante y orgu- vas instituciones judiciales, en las que se lloso fuera conducido a su despacho en tenía necesidad de hombres nuevos. calidad de acusado o de testigo y obligado Iván llitch fue uno de esos hombres nue- a mantenerse en pie si él, Iván llitch, no lo vos. Le ofrecieron un cargo de juez de ins- invitaba a sentarse y a responder a sus trucción, e Iván llitch lo aceptó, aunque eso preguntas. Pero Iván llitch no abusaba ja- le obligaba a partir a otra provincia, a rom- más de su poder; al contrario, se esforzaba per las relaciones que se había creado y a en dulcificar los aspectos del mismo. No adquirir otras nuevas. obstante, la sensación de aquel poder y la posibilidad de atemperarlo constituían a Los amigos de Iván llitch le acompañaron a sus ojos el principal interés y el mayor la estación y le ofrecieron una pitillera de atractivo de sus nuevas funciones. En el plata; se fotografió a todo el grupo, e Iván cumplimiento de esas funciones, en la ins- llitch fue a incorporarse a su nuevo puesto. trucción de los sumarios, Iván llitch apren- En su calidad de juez de instrucción, Iván dió rápidamente ese procedimiento que llitch siguió mostrándose también comme il consiste en apartar todas las circunstan- faut9, tan correcto, tan hábil en separar los cias ajenas al servicio y en dar a todo asun- asuntos del servicio de las relaciones pri- to, por complejo que sea, un aspecto tal vadas, y se condujo con la misma dignidad que pueda ser expresado por el papel, ex- que en la época en que estaba en comisión cluidas sus propias opiniones personales, extraordinaria a las órdenes del goberna- insistiendo sobre todo en que se cumplan dor. Las funciones mismas del juez de todas las formalidades. La cosa era com- instrucción parecieron a Iván llitch mucho pletamente nueva, y él fue uno de los pri- más interesantes y atrayentes que las que meros que puso en práctica el código de desempeñaba con anterioridad. En otros 1884. tiempos le gustaba cruzar con un paso li- En la ciudad donde ocupaba el puesto de gero, en su uniforme de casa Scharmer, juez de instrucción, Iván llitch entabló nue- ante los solicitantes y funcionarios temblo- vas relaciones, adoptó una nueva actitud y rosos que aguardaban ser recibidos y le cambió de tono. Se mantuvo a cierta dis- envidiaban poder entrar directamente en el tancia de las autoridades administrativas y despacho del gobernador y sentarse a su se creó un círculo de amigos entre los ma- mesa para beber té y fumar. Pero el núme- gistrados y los ricos burgueses que habita- ro de personas que dependían de su man- ban la ciudad; se puso a criticar ligeramen- do era poco importante: en su mayoría te contra el gobierno y pasó por ser un comisarios de policía y cismáticos cuando liberal moderado, un hombre de ideas algo marchaba en comisión; y gustaba mucho avanzadas. Con eso, sin cambiar nada en de tratar amablemente, casi en plan de la elegancia de su porte, Iván llitch dejó de camarada, a aquellas personas que depen- afeitarse la barbilla y permitió que le saliera dían de él; le gustaba hacerles comprender la barba como él pensaba que debía te- que él, que podía aplastarlas, las trataba nerla. con sencillez, amistosamente. Pero esas personas eran poco numerosas. Ahora, La vida de Iván llitch en su nueva residen- siendo juez de instrucción, Iván llitch com- cia se desarrollaba muy agradablemente; prendía que todos, todos sin excepción al- el círculo liberal en el que había penetrado guna, los personajes más importantes, los estaba muy unido; su sueldo era más cre- más orgullosos, estaban entre sus manos, cido que antes, y, además, había aún otro y que a él le bastaba escribir algunas pala- entretenimiento, el whist: Iván Ilitch se ha- 7 Comme il faut: (del francés) como debe ser. 149 MUERTE DE IVÁN ILITCH Literatura Universal y del Perú bía lanzado a jugar a cartas, y, como juga- zones siguientes: al tomar a Prascovia Fio- ba muy hábilmente, con alegría pero con dorovna por mujer satisfacía sus propios circunspección, ganaba casi siempre. deseos y obraba al mismo tiempo de una manera que aprobaban las personas de Dos años después de haberse establecido alta posición. en aquella ciudad trabó conocimiento con su futura esposa. Prascovia Fiodorovna E Iván llitch se casó. Mikel era la más encantadora, la más inte- El casamiento mismo y los primeros tiem- ligente, la más brillante de las jóvenes de pos de la vida conyugal, con sus caricias, aquel círculo al que pertenecía Iván llitch. sus muebles nuevos, su vajilla nueva, su Entre las distracciones que él se había nueva ropa, transcurrieron muy agradable- creado para descansar de sus tareas de mente hasta el embarazo de Prascovia Fio- juez de instrucción figuraban también las dorovna, tanto, que Iván llitch se dijo que el relaciones joviales y agradables que había matrimonio no sólo no turbaría aquella exis- establecido con Prascovia Fiodorovna. tencia fácil, agradable, gozosa, siempre Estando todavía de servicio a las órdenes correcta, aprobada por la sociedad, que era del gobernador, Iván llitch había bailado la única que Iván llitch consideraba posi- mucho; más adelante, cuando llegó a ser ble, sino que la haría mucho más agrada- juez de instrucción, no bailaba ya más que ble aún. Pero he aquí que desde los excepcionalmente. Bailaba como para de- primeros meses del embarazo de Prasco- cir: aunque no sea más que magistrado de via Fiodorovna ocurrió algo nuevo, desa- tercera categoría, como soy, si se trata de gradable, penoso e inconveniente, que baile puedo mostrar, sin embargo, que val- nunca podía haberse esperado y que no go tanto como los demás. Así bailaba a era posible pasar por alto. veces, hacia el fin de la velada, con Pras- Sin motivo alguno –así le parecía a Iván covia Fiodorovna; y durante aquellos bailes llitch–, de gaité de coeur10, como se decía logró ganarle el corazón. La muchacha se él mismo, su mujer se puso a turbar el cur- enamoró de él. so, tan agradable y tan correcto, de su exis- Iván llitch no tenía la intención clara de tencia: se mostraba celosa sin justificación, casarse, pero cuando la joven se enamoró, exigía que se preocupara constantemente él se planteó francamente la pregunta: de ella, le buscaba peleas y le hacia esce- «¿Por qué no habría de casarme?» nas desagradables y groseras. Prascovia Fiodorovna era de buena familia Al principio, Iván llitch esperaba evitar los noble; no era fea y poseía una fortunita. disgustos propios de aquella situación Iván llitch habría podido aspirar a un parti- adoptando la misma actitud distanciada y do más brillante, pero, de cualquier modo, correcta que hasta entonces le había dado era un buen partido. Iván llitch tenía su siempre tan buenos resultados en la vida: sueldo y esperaba que ella tuviese ren- fingió no darse cuenta del mal humor de su tas equivalentes. La muchacha era dulce, mujer y continuó viviendo ligera y agrada- agradable, muy educada y de buena fami- blemente como antes; invitaba a sus ami- lia. gos a jugar a cartas en su casa, iba al casino o bien a casa de sus colegas. Pero Decir que Iván llitch se casó porque se un día su mujer se puso a injuriarle tan enamoró de su prometida y encontró que groseramente y continuó tomándola con él los gustos de ella concordaban perfecta- con una violencia tal cada vez que él se mente con los suyos sería tan inexacto negaba a someterse a sus imposiciones, como decir que se había casado porque la que Iván llitch se quedó aterrado. Estaba gente de su mundo aprobaba aquella claro que ella había resuelto firmemente unión. Iván llitch se decidió por las dos ra- 10 Gaité de coeur: Gozo del corazón, esto es, capricho. 150 Literatura Universal y del Perú MUERTE DE IVÁN ILITCH continuar de aquella manera en tanto que pública. Le habría gustado, además, obte- él no se sometiese, es decir, en tanto que ner complacencia, alegría; si lo lograba, se él no consintiera en quedarse en casa para sentía muy agradecido, pero si chocaba aburrirse allí como se aburría ella misma. con la oposición, con el mal humor, se re- fugiaba inmediatamente en el mundo suyo, Comprendió que la vida de familia –con su en sus ocupaciones, y allí se sentía satis- mujer al menos– no hace siempre la exis- fecho. tencia más agradable y conveniente, sino que, al contrario, turba su armonía, y que Iván llitch estaba considerado como un por tanto era indispensable defenderse excelente funcionario, y al cabo de tres contra aquellos elementos de perturbación. años fue nombrado fiscal interino. Los nue- vos deberes de aquel cargo, su importan- E Iván llitch pensó en los medios de defen- cia, el poder de que disponía para lanzar derse. La única cosa por la que se sentía una requisitoria contra quienquiera que fue- impresionada Prascovia Fiodorovna eran se y meterlo en la cárcel, los discursos que las ocupaciones de su marido; por consi- tenía que pronunciar en público, sus éxitos guiente, Iván llitch se puso a luchar contra como orador, todo eso lo ligó aún más a su su mujer tomando como pretexto deberes servicio. de su cargo, reservando así la indepen- dencia de su propio universo. Hubo todavía otros hijos; Prascovia Fiodo- rovna se volvía cada vez más irritable y La necesidad de aquella independencia se agria, pero la regla de conducta elaborada le hizo sentir aún más a Iván llitch después por Iván llitch respecto a la familia lo hacía del nacimiento del hijo y tras tentativas in- casi invulnerable a los gruñidos de su mu- fructuosas de amamantamiento y de enfer- jer. medades reales e imaginarias del hijo y de la madre, enfermedades que reclamaban Después cae siete años de residencia en la intervención de Iván llitch, pero de las aquella ciudad, Iván llitch fue nombrado fis- cuales él no comprendía nada. cal en otra provincia. Se dirigieron allí. Pero el dinero escaseaba y el sitio desagradó a A medida que su mujer se tornaba más Prascovia Fiodorovna. El sueldo de Iván irritable y más exigente, Iván llitch volcaba llitch era más elevado que antes, pero la más y más todo el interés de su vida en los vida era más cara; además, dos de los hi- asuntos de su profesión. Gustaba más de jos murieron y la vida se tornó más inso- sus ocupaciones y se volvía más ambicio- portable aún. so. Prascovia Fiodorovna hacía responsable a Muy pronto, un año apenas después de su su marido de todas las desgracias que les casamiento, comprendió que la vida de fa- ocurrían en su nueva residencia. La mayor milia, aun presentando ciertas ventajas, parte de las conversaciones que sostenían era, en definitiva, una cosa muy complica- marido y mujer, sobre todo si se trataba de da, muy molesta, frente a la cual debía la educación de los hijos, reanimaban el mantener una actitud estrictamente deter- recuerdo de antiguas disputas y producían minada, lo mismo que la mantenía frente a nuevas discusiones. En raros momentos la su profesión, a fin de poder cumplir su de- pasión amorosa arrastraba aún a los dos ber, es decir, llevar una existencia correcta esposos el uno hacía el otro, pero esos y tal como la aprobaba la sociedad. periodos eran de corta duración. Eran islo- Iván llitch consiguió, en efecto, elaborar esa tes donde atracaban durante cierto tiempo regla de conducta respecto a su vida fami- para volverse a lanzar enseguida al océa- liar. no de su odio latente, el cual se ponía de manifiesto por el alejamiento que experi- No exigía de la familia más que las como- mentaban el uno hacia el otro. Ese aleja- didades que ésta podía proporcionarle: la miento habría podido entristecer a Iván mesa, la cama, el orden en la casa y, por llitch si lo hubiese creído anormal; ahora encima de todo, esa corrección cuyas for- bien, no solamente lo consideraba normal, mas están determinadas por la opinión sino que su manera de obrar tendía preci- 151 MUERTE DE IVÁN ILITCH Literatura Universal y del Perú samente a ese fin. Su fin consistía en de- todo su dominio de los asuntos, dominio sembarazarse cada vez más de todos los del que se daba cuenta él mismo, todo eso disgustos familiares y en darles un carác- le encantaba y llenaba su vida, con el whist, ter inofensivo y correcto; lo conseguía re- las comidas y las conversaciones entre duciendo hasta el máximo el tiempo que colegas. Así, pues, la vida de Iván Ilitch se pasaba con su familia. Y cuando se veía desarrollaba como convenía según él, es obligado a volver a entrar en casa, se pro- decir, agradable y correctamente. tegía contra todo ataque gracias a la pre- sencia de extraños. Y, además, Iván llitch Vivió de este modo durante siete años. Su tenía su trabajo, y eso era lo principal. Todo hija mayor tenía ya dieciséis; perdió otro el interés de su existencia se encontraba hijo; le quedaba un niño, un colegial que concentrado allí. Y ese interés lo absorbía era tema de continuas discusiones. Iván completamente. La convicción de su po- llitch quería que hiciese sus estudios en la der, la posibilidad que tenía de arruinar, de Facultad de Derecho, pero Prascovia Fio- perder a quienquiera que fuese, las mues- dorovna, por espíritu de contradicción, lo tras de respeto con que se le acogía en el hizo entrar en la Politécnica. Su hija estu- tribunal, la deferencia que le testimoniaban diaba en casa y hacía progresos; el hijo sus subordinados, sus triunfos cerca de trabajaba con provecho también. sus superiores y de sus inferiores, y sobre CAPÍTULO III A sí vivió Iván llitch durante diecisiete él, las escenas constantes de su mujer, las años de matrimonio. Era ya desde deudas que había contraído al vivir por hacía mucho tiempo fiscal y había encima de sus medios, su situación estaba rehusado varias veces su traslado en es- muy lejos de ser normal. pera de un puesto mejor, cuando de pronto Aquel año tomó vacaciones en verano, a sobrevino un incidente desagradable que fin de disminuir sus gastos, y fue a pasar- estuvo a punto de turbar de modo muy las con su mujer en el campo, en casa del profundo aquella apacible existencia. Iván padre de Prascovia Fiodorovna. llitch esperaba ser nombrado presidente de tribunal en una ciudad universitaria pero no En el campo, privado de sus ocupaciones, se sabe cómo fue Hoppe quien obtuvo Iván llitch sintió por primera vez en su vida aquel cargo. Iván llitch se enfadó, le hizo no solamente un profundo fastidio, sino una reproches y se peleó con sus jefes. Le angustia intolerable. Decidió que no podía mostraron cierta frialdad, y en el ascenso continuar viviendo así y que era absoluta- siguiente lo dejaron también de lado. mente preciso adoptar medidas enérgicas. Era en 1880. Fue el año más penoso que Después de una noche de insomnio que conoció Iván llitch. Aquel año se le puso de pasó paseándose de arriba abajo por la manifiesto, por una parte, que su sueldo no terraza, resolvió partir para San Petersbur- le bastaba para vivir y, por otra parte, que go y dar los pasos necesarios a fin de pro- el mundo lo olvidaba y que lo que él consi- curar entrar en otro Ministerio, castigando deraba como una injusticia atroz y espan- de ese modo a quienes no habían sabido tosa no era a los ojos de los demás más apreciarlo. que una cosa muy natural… Ni siquiera su Al día siguiente marchó para San Peters- padre juzgó que fuese deber suyo ayudar- burgo a pesar de las objeciones de su lo. Se dio cuenta de que todos lo abando- mujer y de su suegro. naban, considerando que los quinientos rublos que recibía eran un sueldo normal e Su único objetivo al partir era el de obtener incluso brillante. Él solo sabía que, contan- un cargo de cinco mil rublos. No tenía nin- do las injusticias cometidas en contra de gún interés especial por tal o cual Ministe- 152 Literatura Universal y del Perú MUERTE DE IVÁN ILITCH rio; el carácter, la clase de funciones que todo, lo mucho que lo apreciaban en San tuviera que cumplir le importaban poco. No Petersburgo. le hacia falta más que un cargo, un cargo Prascovia Fiodorovna lo escuchaba, fingía de cinco mil rublos en la Administración, la creer todo lo que él decía y se contentaba Banca, los Ferrocarriles, las instituciones con forjar planes a propósito de la instala- benéficas de la emperatriz María, en las ción en la ciudad donde iban a vivir. E Iván aduanas incluso, a condición de ganar cin- llitch comprobaba con alegría que aquellos co mil rubios y de abandonar aquel Minis- planes eran también los suyos, que nueva- terio donde no lo habían apreciado. mente estaban los dos de acuerdo, que Y el viaje de Iván llitch fue coronado por un después de la crisis su existencia recobra- éxito extraordinario, imprevisto. Uno de sus ba su curso agradable y perfectamente amigos, Illin, entró en Kursk en su compar- correcto. timiento de primera y le informó del tele- Iván llitch no se quedó mucho tiempo en el grama que acababa de recibir el goberna- campo. Debía entrar en funciones el 10 de dor de Kursk: se trataba de un gran cambio septiembre, y, además, le era preciso orga- que debía ocurrir dentro de pocos días en nizar la mudanza, instalarse en su nueva el Ministerio: Iván Semionovitch sería nom- residencia, comprar muchas cosas, dar las brado en lugar de Piotr Ivanovitch. órdenes necesarias; en una palabra, orga- Además de la influencia que aquel cambio nizar su vida según sus proyectos, que podía tener en los destinos de Rusia, tenía concordaban casi completamente con los una importancia particular para Iván llitch. deseos de su mujer. Un hombre nuevo, Piotr Pietrovitch, llega- Ahora que se había arreglado todo de una ba al poder y con él su amigo Zajar Ivano- manera tan feliz, ahora que se entendía vitch; ahora bien, este último era el amigo y tan bien con su mujer y que la veía poco, camarada de Iván llitch. sus relaciones se hicieron mejores de lo En Moscú se confirmó la noticia. Llegado a que habían sido después del primer año de San Petersburgo, Iván llitch fue a buscar a matrimonio. Iván llitch se disponía a llevar- Zajar Ivanovitch, y obtuvo de él la promesa se su familia consigo, pero, a instancias de de un nombramiento para un buen puesto su cuñada y del marido de ésta, quienes de en el Ministerio de Justicia. Una semana pronto se mostraban extremadamente más tarde telegrafiaba a su mujer: amables y cordiales para con Iván llitch y su familia, Iván llitch partió solo. «Zajar, en el puesto de Miller; en el primer Consejo me ascenderán.» Partió, y su buen humor, causado por su éxito y por sus buenas relaciones con su Gracias a aquel cambio, Iván llitch obtuvo mujer, no le abandonó. Encontró un apar- inopinadamente en su antiguo Ministerio un tamento encantador y exactamente tal puesto que lo elevaba dos grados por enci- como los esposos lo habían soñado: am- ma de sus antiguos colegas, cinco mil ru- plias y altas salas de recepción de estilo blos de sueldo y tres mil quinientos rublos antiguo, un despacho confortable y solem- de gastos de traslado. Iván llitch se sentía ne, habitaciones para Prascovia Fiodoro- completamente feliz y olvidó el despecho vna y su hija, una salita de estudio para el que había tenido contra sus antiguos ene- colegial… Todo parecía haber sido cons- migos y contra el Ministerio. truido expresamente para ellos. El mismo Iván llitch volvió al campo, alegre y satisfe- Iván llitch se encargó de la instalación; es- cho como no lo había estado nunca. Pras- cogía los papeles, compraba el mobiliario, covia Fiodorovna se sintió dichosa también, muy especialmente los muebles antiguos y hubo una tregua entre los dos esposos. que tenían un aspecto de respetabilidad; Iván llitch contó cómo lo habían festejado poco a poco, cada objeto fue encontrando en San Petersburgo, cómo habían queda- su sitio, y el conjunto se acercó al ideal que do, burlados sus enemigos, que ahora le Iván llitch se había forjado. Cuando estuvo hacían la corte y le tenían envidia, y, sobre medio instalado, comprobó que los resulta- 153 MUERTE DE IVÁN ILITCH Literatura Universal y del Perú dos sobrepasaban sus previsiones. Se dio muy ricas y que se esfuerzan en parecerse cuenta del carácter respetable, elegante y a los ricos, aunque no consiguen más que al mismo tiempo no trivial que tendría el parecerse entre ellos mismos: cortinajes, conjunto una vez acomodado todo. Al dor- ébano, flores, tapices, bronces, barnices mirse, se imaginaba el aspecto de la sala oscuros o claros, cosas todas que emplean de recepción. Al recorrer con los ojos la las gentes de una cierta clase para pare- sala de estar, no acondicionada aún, veía cerse a las gentes de una cierta clase su- ya la chimenea, la pantalla, el aparador, las perior. En casa de Iván llitch, aquel pareci- sillitas colocadas aquí y allá, las bandejas y do era tan perfecto, que nada llamaba la los platos en las paredes, y los bronces. atención, pero a él todo le parecía extre- Gozaba con el pensamiento de la sorpresa madamente original. Cuando fue a buscar de Pacha y de Lisa, quienes, por su parte, a los suyos a la estación, cuando los con- también tenían gusto para aquellas cosas. dujo a casa, y el criado de corbata blanca Seguro que no esperaban nada semejan- abrió la puerta de la antecámara exornada te. Él había logrado descubrir y comprar a de flores; cuando penetraron en el salón y, buen precio objetos antiguos que daban al seguidamente, en el despacho, lanzando apartamiento un sello de nobleza. En sus gritos de pasmo, se sintió totalmente di- cartas describía a propósito su instalación choso; los guió por todas partes, saborean- menos bella de lo que era en realidad, a fin do sus elogios, radiante de alegría. Y aque- de sorprenderlas. Todo aquello le absorbía lla misma tarde, al tomar el té, cuando de tal forma, que ni siquiera sus nuevas Prascovia Fiodorovna le preguntó, entre funciones, que, sin embargo, le gustaban, otras cosas, cómo se había caído, se echó llegaban a interesarle tanto como había a reír y remedó su caída y el espanto del esperado. Durante las vistas tenía momen- tapicero. tos de distracción: pensaba en sus corti- –No en balde hago gimnasia; otro cualquie- nas; ¿serían lisas o drapeadas? Su impa- ra en mi lugar se habría matado, pero yo ciencia era tan grande, que él mismo no me di más que un golpecito. Cuando lo cambiaba de sitio los muebles y colgaba toco, me duele, pero ya se me está pasan- las cortinas. Un día, habiéndose subido a do. No es más que un cardenal. una escalera para mostrarle al tapicero, que no se enteraba, cómo quería que se Empezaron, pues, a vivir en su nuevo apar- colocasen las cortinas, dio un resbalón y tamento, en el que echaron de menos una cayó, pero, fuerte y ágil como era, supo habitación, como sucede siempre que se hurtar el cuerpo y sólo se dio un golpe en el ha instalado uno de modo definitivo. Tam- costado contra la falleba11 de la ventana. poco faltaba más que muy poca cosa en el Le dolió un poco, pero aquel dolor pasó nuevo sueldo, unos quinientos rublos; pero pronto. todo iba muy bien. Especialmente durante los primeros tiempos, cuando no estaba Todo aquel tiempo, Iván llitch se sentía aún terminado todo y hacía falta cuidarse especialmente alegre y saludable. Escribía: todavía de comprar, de hacer encargos y «Tengo la impresión de que me han quita- viajes. Aunque hubiese algunos disenti- do quince años de encima.» Había creído mientos ligeros entre los esposos, eran los que acabaría en septiembre, pero las co- dos tan felices, quedaba tanto aún por ha- sas se prolongaron hasta mediados de cer, que las cosas se arreglaban sin gran- octubre. En compensación, todo resultaba des disputas. Cuando ya no quedó nada encantador, y no era él solo quien opinaba por arreglar, se aburrieron un poco, y echa- así, sino que todo el mundo se lo decía. ban de menos alguna cosa. Pero las nue- En realidad, su apartamiento era semejan- vas amistades y las nuevas costumbres te a los de todas las gentes que no son llenaron la existencia. 11 Falleba: varilla de hierro acodillada en sus extremos, sujeta en varios anillos y que sirve para asegurar puertas o ventanas. 154 Literatura Universal y del Perú MUERTE DE IVÁN ILITCH Iván llitch pasaba la mañana en el tribunal lítica, de cuestiones generales y de juga- y volvía para comer; los primeros tiempos das de cartas, pero sobre todo, de nombra- estaba de buen humor, aunque se mostra- mientos recientes. Bastante cansado, pero se preocupado por todo lo que se refería al con la satisfacción del virtuoso que ha eje- apartamento (la menor mancha sobre el cutado bien su parte de primer violín en la mantel, sobre la funda de los muebles, un orquesta, volvía a casa. La madre y la hija cordón de cortina arrancado…, todo lo irri- salían de la sala donde recibían visitas; el taba: la instalación le había costado tantas hijo iba al colegio, trabajaba en casa con molestias, que el menor deterioro le resul- profesores particulares y aprendía muy taba doloroso); pero, en general, la vida de bien lo que se enseña en el colegio. Todo Iván llitch se desarrollaba conforme al ideal transcurría espléndidamente. que él se había trazado: fácil, agradable y Después de la comida, si no había visitas, correctamente. Se levantaba a las nueve, Iván llitch leía a veces algún libro del que tomaba su café, leía su periódico, se ponía se hablaba mucho, y por la tarde se ponía enseguida su uniforme y se dirigía al tribu- a trabajar, es decir, estudiaba las causas, nal, donde se colocaba inmediatamente buscando la ley que había que aplicar, y aquel collar insignia que se le había con- comparaba las declaraciones. Hacía todo vertido en una costumbre y que no le mo- eso sin fastidio y sin placer. lestaba en absoluto. Peticionarios, solicitu- des de informes, firma de documentos, Cuando se aburría, le era posible jugar a vistas públicas, conferencias administrati- cartas, pero si no había compañeros, valía vas… Era preciso saber apartar de aque- más trabajar que quedarse sin hacer nada llas ocupaciones la realidad viva que viene o charlando con Prascovia Fiodorovna. El continuamente a turbar el curso regular de gran placer de Iván llitch eran las comidas los asuntos del servicio: era preciso estar íntimas, a las que invitaba a algunas seño- en guardia para no tener con la gente otras ras y a algunos hombres del buen mundo: relaciones que las que entraban dentro del aquellas reuniones eran semejantes a to- cuadro de servicio. Un señor, por ejemplo, das las reuniones de aquel estilo, lo mismo viene a solicitar informes. Fuera de su si- que el salón de Iván llitch era parecido a tuación oficial, Iván llitch no puede tener todos los salones. ninguna relación con él, pero si sus contac- Incluso una vez dio una verdadera fiesta y tos mutuos pueden expresarse en un pa- hubo baile. Iván llitch estaba muy contento, pel con membrete, dentro de los límites de pero tuvo una disputa con su mujer a pro- esos contactos, Iván llitch hace lo que pue- pósito de los pasteles y de los bombones. de, absolutamente todo lo que puede, ob- Prascovia Fiodorovna tenía su plan, pero servando las formas de la amistad, es de- Iván llitch insistió para comprarlo todo en cir, de la cortesía. En cuanto tocaban a su casa de un confitero muy caro; encargó fin esos contactos oficiales, todas las de- demasiados pasteles, sobraron, y la cuen- más relaciones cesaban entre ellos. Iván ta del confitero ascendió a cuarenta y cinco llitch poseía hasta el más alto grado el ta- rublos. La disputa fue áspera y muy desa- lento de separar limpiamente los asuntos gradable, tanto, que Prascovia Fiodorovna del servicio de los de la vida real; y gracias acabó por tratar a su marido de imbécil y a una larga práctica llegó a desarrollar tan- de estúpido, y él se echó las manos a la to aquel talento, que, como un virtuoso, se cabeza y, en su arrebato, incluso habló de permitía a veces, en plan casi de juego, divorcio. Pero la velada resultó muy bien. confundir las relaciones humanas y las ofi- Había asistido lo mejorcito de la sociedad, ciales. Se lo permitía porque se sentía e Iván llitch bailó con la princesa Trufono- siempre capaz de delimitarlas si era preci- va, hermana de la célebre fundadora de la so y de apartar las relaciones humanas. Sociedad de Beneficencia «Disipa mi Iván llitch realizaba todo aquello muy có- Pena». moda, agradable y correctamente, incluso con brío. Durante sus momentos de ocio El placer que sentía Iván llitch al ejercer fumaba, bebía té, hablaba un poco de po- sus funciones era un placer de amor pro- 155 MUERTE DE IVÁN ILITCH Literatura Universal y del Perú pio; sus relaciones mundanas satisfacían El padre, la madre y la hija estaban total- su vanidad, pero los verdaderos gozos de mente de acuerdo entre ellos para la elec- Iván llitch eran los que disfrutaba en el ción de sus relaciones, y, sin hablar siquiera whist. Confesaba que, ocurriese lo que de aquel tema, apartaban a los parientes ocurriese, fueran los que fueran sus dis- pobres y a los amigos de situación modes- gustos, su alegría suprema, que, lo mismo ta que acudían, llenos de amabilidad, a su que una bujía, brillaba por encima de to- salón adornado con platos japoneses. Muy das las demás, era sentarse a la mesa pronto aquella gentecilla dejó de frecuen- con buenos jugadores, compañeros co- tarse con ellos, y los Golovins no se trata- rrectos, para hacer un whist de cuatro (de ron más que con una sociedad selecta. Los cinco resulta demasiado penoso tener que jóvenes hacían la corte a Lisa, y Petrichev, retirarse cuando le llega a uno su turno, el hijo de Dimitri Ivanovitch Petrichev y he- aunque finja sentirse satisfecho) y jugar un redero único de su fortuna, juez de instruc- juego serio e inteligente (cuando se tiene ción, se puso a cortejarla tan asiduamente, suerte), luego cenar bien y beber un vaso que Iván llitch consultó con Prascovia Fio- de vino. Y después del whist, sobre todo dorovna si no habría llegado el momento cuando había ganado un poco (una ga- de organizar paseos en troika12 o una fun- nancia demasiado importante le resultaba ción de teatro de aficionados. desagradable), Iván llitch se acostaba con Así vivían. Todo funcionaba a la perfección un humor particularmente feliz. y todo iba muy bien. Así pasaban la vida; trataban a la mejor sociedad, recibían a personajes importan- tes y a jóvenes. CAPÍTULO IV T odo el mundo tenía una salud esplén- tes de respiro. No sin razón ahora, Prasco- dida. En efecto, no se podía consi- via Fiodorovna decía que su marido tenía derar como enfermedad el gusto un carácter difícil. Exagerando las cosas, extraño que Iván llitch sentía a veces en la según era costumbre en ella, decía que boca y la molestia que experimentaba, de- había tenido siempre un carácter detesta- cía él, en el lado izquierdo del vientre. ble y que había hecho falta toda la bondad propia de ella para soportarlo durante vein- Pero ocurrió que aquella sensación de te años. Es verdad que ahora era él quien molestia se hizo más penosa; no era aún iniciaba las escenas. Lo corriente era que un dolor, sino una pesadez continua, y el empezase a refunfuñar antes de sentarse humor de Iván llitch se echó a perder. Aquel a la mesa, y a menudo en el momento mis- mal humor, que no dejaba de crecer, turbó mo en que empezaba a tomar su sopa y muy pronto la vida agradable y fácil que por cualquier causa. Tan pronto era un pla- llevaba la familia Golovin. to desportillado como un manjar que le Las disputas entre marido y mujer se ha- parecía malo; tan pronto era su hijo, que cían cada vez más frecuentes, y sólo con había puesto los codos sobre la mesa, gran trabajo conseguían guardar por lo como el peinado de su hija. Y la tomaba menos las apariencias. Las escenas se siempre con Prascovia Fiodorovna. Al prin- repetían, y de nuevo no subsistió entre ellas cipio, ésta le respondía y le decía cosas más que pequeños islotes en los que los desagradables, pero una o dos veces se esposos atracaban sólo para cortos instan- puso él en un estado tal de furia al comien- 12 Troika: trineo. 156 Literatura Universal y del Perú MUERTE DE IVÁN ILITCH zo de la comida, que ella comprendió que no? Pero el médico se empeñaba en pasar era el efecto de una situación enfermiza por alto aquella pregunta que no venía a provocada por los alimentos, y se contuvo: cuento. no respondía ya y se contentaba con apre- Desde el punto de vista del médico, no era surar el servicio de los platos. Se atribuía más que una pregunta inútil y que él no un gran mérito por su paciencia. Habiendo tenía por qué examinar: no se trataba más llegado a la conclusión de que su marido que de pesar probabilidades: riñón flotan- tenía un carácter detestable y que la había te, diarrea crónica, apendicitis… La vida de hecho una desgraciada, se apiadó de su Iván llitch no estaba en juego, pero se tra- propia suerte. Y cuanto más se apiadaba taba de un debate entre el riñón flotante y de sí misma, más odiaba a su marido. Lle- la apendicitis. Y ante los ojos mismos de gó a desearle la muerte, pero esa muerte Iván llitch, el médico zanjó brillantemente la habría privado del sueldo de Iván llitch; y el debate en favor de la apendicitis, aun- eso la irritaba más todavía. Se consideraba que diciendo, por otra parte, que el análisis inmensamente desgraciada, porque ni si- de orina podría proporcionar nuevos datos quiera la muerte de su marido podría libe- y que, en ese caso, el proceso sería revisa- rarla. Se irritaba, disimulaba su irritación, y do. de ese modo no conseguía sino convertirla en más desesperante. Era totalmente, palabra a palabra, la mis- Después de una escena en el curso de la ma operación que la que Iván llitch había cual Iván llitch se mostró especialmente ejecutado un millar de veces con magnífico injusto, y tras las explicaciones que siguie- brío sobre los acusados que se presenta- ron, él reconoció que, efectivamente, se ban ante él. El resumen del médico no fue había vuelto irritable, pero que eso se de- menos brillante, y lanzó sobre el acusado, bía a su enfermedad, y ella le dijo que si por encima de sus gafas, una mirada triun- estaba enfermo debía cuidarse y le exigió fal, casi gozosa. Iván llitch dedujo del resu- que fuera a ver a un médico célebre. men del doctor que aquello iba mal; para el doctor, para todo el mundo tal vez, aquello Fue. Todo pasó tal como él esperaba y no tenía importancia, mas para él perso- como pasa siempre. Larga espera, rostros nalmente aquello iba muy mal. Y esa con- solemnes y doctorales que él conocía muy clusión impresionó dolorosamente a Iván bien, porque era lo mismo que en el tribu- llitch y despertó en él un profundo senti- nal; auscultación, preguntas habituales que miento de piedad hacia sí mismo y de odio exigían respuestas determinadas de ante- hacia el doctor, tan indiferente para con una mano y evidentemente inútiles, un aire im- causa de aquella importancia. portante que significaba: ustedes no tienen más que obedecernos, y nosotros lo arre- Pero no dijo nada. Se levantó, depositó el glaremos todo; sabemos muy bien, sin la dinero sobre la mesa y preguntó, suspiran- menor duda, cómo se arreglan las cosas, do: siempre de la misma manera, sea quien –Nosotros, los enfermos, probablemente sea el paciente. Todo ocurría de forma les hacemos a ustedes con frecuencia pre- idéntica que en el tribunal. Lo mismo que él guntas inoportunas… Sin embargo, ¿esta representaba en el tribunal una comedia enfermedad es peligrosa o no? ante los acusados, allí el célebre doctor la El doctor le lanzó una mirada severa a tra- representaba delante de él. vés de sus gafas, como si dijese: «Acusa- El médico decía: do, si no se limita a contestar las preguntas –Esto y aquello indican que tiene usted tal que se le hacen, me veré obligado a hacer- o cual cosa; pero en caso de que el análisis lo salir de la sala.» no lo confirme, habría que suponer que tie- –Ya le he dicho a usted lo que consideraba ne usted tal o cual otra. Y suponiendo..., necesario y conveniente decirle –repuso el entonces..., etcétera. médico–. El análisis completará mi diag- nóstico. Iván llitch no estaba preocupado más que por una sola duda: ¿era aquello peligroso o El doctor saludó. 157 MUERTE DE IVÁN ILITCH Literatura Universal y del Perú Iván llitch salió lentamente, volvió a montar Como quiera que fuese, Iván llitch se puso con tristeza en su trineo y se hizo conducir a cumplir estrictamente todas las instruc- a casa. Durante todo el trayecto no dejó de ciones, y durante los primeros tiempos en- reflexionar sobre las palabras del médico, contró en eso cierto consuelo. esforzándose en traducir todos aquellos Desde su visita al doctor, el principal cuida- términos científicos, complicados y oscu- do de Iván llitch era el de seguir estricta- ros, a un lenguaje simple, a fin de encon- mente las recomendaciones de aquél trar así la respuesta a la pregunta: ¿mi respecto a la higiene y a las medicinas, y el caso es peligroso, muy peligroso, o bien no de observar con atención su dolor y todas es todavía nada? Y le parecía que las pala- las funciones de su organismo. El interés bras del doctor significaban que su caso de Iván llitch se concentró en la enferme- era muy malo. Las calles le resultaban tris- dad y en la salud: cuando se hablaba en su tes a Iván llitch; los coches de punto eran presencia de gente enferma o muerta o cu- tristes; las casas, los transeúntes, las tien- rada, y sobre todo cuando se trataba de das eran tristes. Y el dolor que sentía, aquel alguna enfermedad parecida a la suya, aun dolor sordo, obstinado, que no le dejaba un esforzándose en disimular su emoción, instante, parecía adquirir, gracias a las escuchaba atentamente, hacía preguntas ambiguas frases del doctor, un significado y relacionaba enseguida lo que se le decía nuevo, más serio. Iván llitch observaba con aquella enfermedad suya. ahora aquel dolor con un sentimiento nue- vo, penoso. El dolor no disminuía; pero Iván llitch se esforzaba en persuadirse de que iba me- De regreso en casa, se lo contó todo a su jor. Y llegaba a mentirse tanto, que nada mujer. Ésta le escuchó; pero en medio del podía turbarlo. Pero en cuanto experimen- relato entró su hija, con el sombrero pues- taba algún disgusto en casa o en su profe- to: tenía que salir con su madre. Se sentó sión, o si no tenía suerte en el whist, su y se esforzó en escuchar aquella enojosa estado se agravaba inmediatamente. An- historia, pero no tuvo paciencia, ni su ma- tes soportaba aquellas molestias diciéndo- dre tampoco. se que sería capaz de arreglar las cosas, –Bueno, estoy muy contenta de que hayas de luchar, de triunfar, de jugar un gran slam; ido –dijo ésta a su marido–. Ahora es pre- ahora, la menor contrariedad lo trastorna- ciso que tomes puntualmente tu medicina. ba y lo sumía en la desesperación. Se de- Dame la receta; mandaré a Guerassim a la cía: «Estaba a punto de restablecerme; las farmacia. medicinas empezaban a causar efecto, y he aquí este maldito contratiempo o este Y salió para vestirse. disgusto...» Él había hablado sin parar mientras ella Y se enfadaba contra las molestias y con- estuvo en la habitación, y lanzó un profun- tra la gente que le causaba disgustos y que do suspiro cuando su mujer salió. lo iba matando; y aunque comprendiera –Bueno –dijo–, es posible que, en efecto, que aquella cólera lo mataba, no podía re- no sea nada aún. sistirse a ella. Tomó las medicinas e hizo cumplir las ins- Parecía natural que hubiese visto clara- trucciones del doctor, que, por lo demás, mente que aquella irritación contra las cir- modificó éstas después del resultado del cunstancias y los hombres no hacía más análisis de orina. Pero entonces se produjo que reforzar su enfermedad y que, por con- no se sabe qué confusión en aquel análisis siguiente, no debía prestar atención a los y en las prescripciones que debían seguir- contratiempos que le fastidiaban; pero ha- lo. No se podía llegar hasta el doctor mis- cía precisamente el razonamiento contra- mo, pero, al parecer, estaban haciendo una rio: decía que tenía necesidad de calma, cosa distinta de lo que el doctor le había vigilaba atentamente todo lo que pudiera prescrito a Iván llitch, o bien era que se turbar aquella calma, y a la menor contra- había equivocado o no lo había dicho todo. riedad se irritaba. Lo que agravaba, ade- 158 Literatura Universal y del Perú MUERTE DE IVÁN ILITCH más, su estado era la lectura de libros de posible engañarse sobre aquello: algo es- medicina y sus visitas a los médicos. Su pantoso estaba pasando en él, algo nuevo enfermedad empeoraba con una regulari- y más importante que todo lo que hasta dad tal, que lograba mentirse a sí mismo entonces le había ocurrido a Iván llitch. Y cuando comparaba un día con otro; la dife- él era el único en saberlo; los que le rodea- rencia parecía entonces mínima. Pero ban no lo comprendían o no querían com- cuando consultaba a los médicos, le pare- prenderlo, y se imaginaban que todo iba cía que su estado empeoraba, e incluso como siempre en el mundo. Era precisa- muy rápidamente. Y a pesar de eso no mente aquello lo que más atormentaba a cesaba de consultarlos. Iván llitch. Ese mismo mes se dirigió a casa de otra Su familia, su mujer, y su hija sobre todo, celebridad, que le dijo casi lo mismo que muy prensadas de la vida mundana, no la celebridad primera, pero hizo las pre- comprendían nada. Él lo veía, y ellas, se guntas de un modo diferente. Y aquella irritaban al encontrarlo tan exigente, tan consulta no hizo más que reforzar las triste, como si aquello hubiese sido culpa dudas y los temores de Iván llitch. El amigo de ellas. Aunque se esforzasen en disimu- de uno de sus amigos, un médico exce- larlo, él adivinaba que les era un estorbo, lente, dictaminó su enfermedad de una pero que su mujer había adoptado respec- manera completamente distinta, y, aunque to a su enfermedad una cierta regla de prometió curarlo, embrolló todavía más a conducta que observaba siempre, fuera lo Iván llitch con sus preguntas y suposicio- que fuese que él pudiera decir o hacer. Esa nes y aumentó sus dudas. El homeópata actitud se expresaba así: definió su enfermedad de otra manera –Ustedes saben –decía ella a los amigos– distinta y prescribió un medicamento que , que Iván llitch es incapaz de seguir estric- Iván llitch tomó durante una semana a tamente, como hace la gente animosa, el escondidas de todo el mundo. Pero al cabo tratamiento prescrito. Hoy toma sus gotas, de una semana, no experimentando nin- come lo que el médico le ha permitido, y se guna mejoría y no teniendo ya ninguna acuesta; pero mañana, si no estoy yo vigi- confianza ni en los antiguos tratamientos lando, olvidará tomar sus medicinas, co- ni en aquel método nuevo, se sintió toda- merá esturión (que le está prohibido) y se vía más abatido. Un día, una señora que quedará jugando a cartas hasta la una de era una de sus amigas le habló de cu- la madrugada. raciones operadas por los iconos. E Iván llitch se sorprendió a sí mismo escuchán- –¿Cuándo me ha pasado eso? –replica con dola con atención y tratando de comprobar despecho Iván llitch–. Una vez solamente, la verdad de los hechos. Se quedó espan- en casa de Piotr Ivanovitch. tado… «¿Hasta tal punto ha descendido –¿Ah, sí? ¿Y qué me dices de Chebeko? mi inteligencia? –se preguntó–. ¡Todo eso no son más que tonterías! No hay que No me era posible dormir por los dolores dejarse llevar por el miedo, sino, una vez que tenía. que se ha elegido un médico, atenerse a –Naturalmente, siempre tienes una discul- su tratamiento. Es lo que haré en lo pa cualquiera, pero así no te curarás nunca sucesivo. Se acabó todo lo demás. No y nos estás torturando. pensaré más y seguiré escrupulosamente un solo tratamiento. Después, ya veremos. La actitud de Prascovia Fiodorovna respec- ¡Basta de vacilaciones!» to a la enfermedad de su marido consistía, Era fácil de decir, pero imposible de reali- en suma, en declarar a todo el mundo y al zar. El dolor en el costado no lo soltaba; mismo Iván que era él el responsable de la parecía hacerse más vivo, más abruma- enfermedad y que ésta no constituía más dor; el gusto que sentía en la boca se hacía que uno de los numerosos disgustos que cada vez más extraño, y le parecía que de daba a su mujer. Iván llitch se daba cuenta la boca le salla un olor fétido; sus fuerzas de que ella obraba así sin querer, pero no menguaban, su apetito disminuía. Era im- por eso se sentía más consolado. En el 159 MUERTE DE IVÁN ILITCH Literatura Universal y del Perú tribunal, Iván llitch notaba o creía notar una siquiera alargar el brazo?», piensa Iván actitud no menos extraña respecto a él: tan llitch. Se olvida de contar los triunfos, de- pronto le parecía que lo examinaban aten- cepciona a su compañero y deja de hacer tamente, como a un hombre que dentro de el slam por tres bazas. Y lo peor es que ve poco tiempo va a abandonar su puesto, tan hasta qué punto Mijail Mijailovitch sufre por pronto sus amigos se ponían a burlarse de eso, mientras él permanece indiferente. Y sus temores, como si aquella cosa atroz y lo que es terrible es pensar, en la causa de terrible, aquella cosa inusitada que se ha- esa indiferencia. bía instalado en él, que lo rola sin cesar y lo Todos notan que se siente mal y le dicen: arrastraba irresistiblemente no se sabe adónde, no fuera más que un divertido –Si está usted cansado, podemos suspen- tema de burlas. Sobre todo le irritaba der la partida. Descanse. Schwarz, aquel Schwarz que, con su aire ¿Descansar? No, no está fatigado lo más jovial, su vivacidad y su aspecto irrepro- mínimo. Se termina la partida. Todo el chable, le recordaba lo que había sido él mundo está sombrío y silencioso. Iván llit- mismo diez años antes. ch se da cuenta de que es él quien obra así Acuden amigos a jugar una partida. Se sobre ellos, pero no puede disipar esa at- sientan a la mesa, reparten las cartas; Iván mósfera lúgubre. Cenan y lo abandonan. llitch junta sus cuadrados: tiene siete. El Iván llitch se queda solo, con la sensación compañero ha dicho: «Un sin triunfo», y muy clara de que su vida está marchita y entonces él puja dos cuadrados. que envenena la existencia de los demás y que el veneno penetra en él cada vez más ¿Qué más le hace falta? Debería sentirse profundamente. alegre, lleno de energías: es un slam. Pero de pronto Iván llitch siente ese dolor obsti- Tiene que irse a la cama con esa sensa- nado, ese gusto espantoso en la boca, y le ción, con su dolor físico, con su terror, y parece estúpido alegrarse por un slam en quedarse muchas veces sin dormir una la situación en que se encuentra. gran parte de la noche. Y a la mañana si- guiente es preciso levantarse de nuevo

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