Apuntes San Agustín - Santo Tomás PDF
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Fernando Bolado Olea
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Estos apuntes recopilan información sobre San Agustín y Santo Tomás, resaltando sus ideas principales acerca de la relación entre la filosofía griega y el cristianismo, así como conceptos clave de estos pensadores importantes. A modo de introducción, se explica el encuentro entre las diferentes filosofías para posteriormente centrarse en el personaje principal del libro.
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Saint Agustine, Philippe de Champaigne (1650) 1. Introducción: el encuentro entre la filosofía griega y la religión cristiana Tras la muerte de Jesús en torno al 37 d.C., comienza una época en la que sus seguidores realizan la misión apostólica: propagar la palabra de Jesucristo resucitado tanto co...
Saint Agustine, Philippe de Champaigne (1650) 1. Introducción: el encuentro entre la filosofía griega y la religión cristiana Tras la muerte de Jesús en torno al 37 d.C., comienza una época en la que sus seguidores realizan la misión apostólica: propagar la palabra de Jesucristo resucitado tanto como sea posible por todo el mundo. Algunos de los apóstoles crean comunidades cristianas en Armenia, India, Etiopía o España (Santiago), ubicándose la sede de todas las comunidades en Roma (San Pedro). Durante los siguientes doscientos años los cristianos sufrieron persecuciones, torturas y ejecuciones en masa, y sin embargo las comunidades crecieron tanto que en el año 313 la religión cristiana fue permitida en el Imperio Romano por el emperador Constantino (edicto de Milán), y en el 380, con el emperador Teodosio, se convirtió en la única religión permitida en el Imperio. El cristianismo se propagó en una civilización que basaba su religiosidad y su pensamiento en el paganismo heredado de Grecia, teniendo a los mismos filósofos de referencia y unos ritos y creencias similares. Por tanto, hay que estudiar cómo encajaron el pensamiento grecorromano y el pensamiento cristiano, cómo encajaron las filosofías de Platón y Aristóteles con la palabra de Jesucristo y de los apóstoles. Cielo Mar Submundo Belleza Amor Guerra Vino Sabiduría Grecia Zeus Poseidón Hades Afrodita Eros Ares Dionisos Atenea Roma Júpiter Neptuno Plutón Venus Cupido Marte Baco Minerva 1 La relación que se estableció entre los primeros pensadores cristianos y la filosofía griega fue compleja. A estos autores los conocemos con el nombre de los Padres de la Iglesia. Mientras que algunos de los cristianos se mostraron hostiles frente al pensamiento racional, considerando que la razón es enemiga de la fe, otros vieron en la filosofía un arma para defender sus creencias. Los Padres de la Iglesia ayudaron a consolidar la relación entre la filosofía griega y la revelación cristiana. Entre ellos, destacan autores como San Agustín, Orígenes o San Clemente de Alejandría. Estos autores se enfrentaron al desafío de interpretar la fe cristiana utilizando herramientas conceptuales heredadas de la filosofía griega, especialmente del platonismo y el estoicismo, y buscaban armonizarla con las Escrituras. Mientras que algunos Padres de la Iglesia, como Tertuliano, rechazaban la filosofía griega argumentando que esta debía ser abandonada por completo en favor de la revelación divina, otros, como San Agustín, veían en ella un medio útil para entender y profundizar en el mensaje cristiano. Según este autor, la filosofía no era enemiga de la fe, sino que podía contribuir a comprender la revelación de Dios. Sin embargo, esta tarea no fue sencilla, ya que ciertos conceptos clave de la filosofía griega, como la concepción del cosmos o la idea de la trascendencia, no podían ser adoptados sin reinterpretaciones profundas desde la nueva perspectiva cristiana. San Ignacio de Antioquía (35 – 110) San Atanasio de Alejandría (328 – 373) San Isidoro de Sevilla (560 – 636) 2 2. San Pablo: el cristianismo que triunfó San Pablo, originalmente llamado Saulo de Tarso, fue un ferviente perseguidor de los primeros cristianos hasta que experimentó una conversión radical tras una visión de Cristo resucitado. A partir de ese momento, se convirtió en uno de los principales promotores del cristianismo y dedicó su vida a predicar el Evangelio a judíos y gentiles por igual. En las primeras décadas después de la muerte de Jesús existieron diversas formas de entender y vivir el cristianismo. El cristianismo no fue una doctrina unificada desde el inicio, sino que había muchas corrientes con interpretaciones diferentes sobre la figura de Jesús, su mensaje, y la relación con la ley judía. Estas diferentes "cristianidades" incluían grupos como los judeocristianos, que seguían fielmente las tradiciones judías, y otras facciones con influencias helenísticas y gnósticas. Fue el cristianismo de Pablo el que finalmente triunfó y se consolidó como la versión dominante dentro de la Iglesia. Pablo logró universalizar el mensaje de Jesús, liberándolo de las restricciones de la ley judía y haciendo que fuera accesible para los gentiles (no judíos). Esto permitió que el cristianismo se expandiera mucho más allá de su origen en Palestina, mientras que otras formas de cristianismo, como la judeocristiana, quedaron marginadas o desaparecieron. La gran mayoría de especialistas en estudios bíblicos considera que las cartas que escribió San Pablo fueron redactadas antes que los evangelios de Marcos, Mateo, Lucas y Juan, en los que se narra desde diferentes perspectivas el nacimiento, muerte y resurrección de Jesús. Por tanto, estas cartas, que sirvieron para organizar las primeras comunidades cristianas entre el año 30 y el 70 d.C., son los primeros documentos escritos del cristianismo que conservamos. A continuación, se ofrece un fragmento del primer capítulo de la primera carta, en la que San Pablo establece la relación entre la fe y la razón. Analiza, relaciona y reflexiona. «No me envió Cristo a bautizar, sino a proclamar el Evangelio. ¡Y no con sabiduría de meras palabras! no sea que borremos la cruz del Mesías. Pues el discurso sobre la cruz resulta una locura para los que han de perecer; mas para los que han de salvarse, para nosotros, es poder de Dios. Pues está escrito: «Destruiré la sabiduría de los sabios, y reprobaré la inteligencia de los inteligentes». ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el letrado? ¿Acaso no hizo Dios necedad la sabiduría del mundo? Puesto que el mundo no conoció a Dios a través de la sabiduría de las cosas divinas, pareció bien a Dios salvar a los creyentes mediante esta locura que predicamos. Y mientras que los judíos piden milagros y los griegos buscan sabiduría, nosotros proclamamos a un Mesías crucificado: para los judíos ¡qué escándalo! Y para los griegos ¡qué locura! Pero para los que Dios ha llamado, judíos o griegos, este Mesías es fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Pues la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que los hombres». Primera carta a los corintios, 1, 17-25 3 3. La relación entre el pensamiento griego y el cristiano Dios y la creación del mundo En lo que concierne al tema de Dios, los filósofos griegos se habían limitado a entender la divinidad como una inteligencia ordenadora, tal y como ocurre en las filosofías de Anaxágoras, Platón o Aristóteles. La idea de la creación desde la nada (creatio ex nihilo) es totalmente novedosa para el pensamiento griego, pues la filosofía antigua consideraba que «de la nada, nada puede surgir». Los cristianos introducen la idea de un Dios omnisciente, omnipresente y omnipotente que trasciende el tiempo y el espacio y con su infinito poder ha creado el mundo de la nada, algo inconcebible para la mente griega. Además, este Dios se preocupa hasta tal punto por los asuntos humanos que ha decidido encarnarse, se hace hombre con el objetivo de morir en el mayor suplicio imaginable, la cruz, para redimir al ser humano del pecado original cometido por Adán y Eva. Ambos enfoques son, pues, profundamente diferentes. Inmortalidad del alma Existen, sin embargo, puntos de encuentro muy interesantes entre ambas posturas. Platón, y antes que él los pitagóricos y los órficos, había considerado que, al morir una persona, su alma recibe un premio o un castigo en función de cómo se hubiese comportado durante su vida. Ahora bien, este premio o castigo, en el mundo griego, tenía que ver con la reencarnación en el mundo (teoría de transmigración de las almas), mientras que el cristianismo considera que existe un mundo paradisiaco que espera a quien actúa correctamente, y un mundo infernal a quien actúa pecaminosamente. La idea de pecado, por tanto, no existía en el mundo griego, es inventada totalmente por el cristianismo, entendiéndola como una actividad totalmente prohibida que te va marcando en la vida, y que, si no te arrepientes según ciertos rituales, hará que pases la eternidad en el infierno. Idea sobre el ser humano El cristianismo introduce también una nueva visión del ser humano. Para los griegos, el hombre pertenece a la naturaleza y para estudiarlo hay que investigar sus tendencias naturales. Sin embargo, para el cristianismo, el hombre tiene, además de la natural, una dimensión espiritual, que aspira a la salvación eterna. Mientras que, para los griegos, el mal se realiza por ignorancia, de modo que una persona que sabe qué es el bien, no puede realizar malas acciones (intelectualismo moral), para el cristianismo, en cambio, podemos conocer la diferencia entre el bien y el mal y decantarnos por el pecado, lo cual sucede porque el actuar bien depende de nuestra voluntad y nuestras inclinaciones, pero no de nuestra razón. El diálogo entre razón y fe Uno de las problemáticas más fructíferas entre la religión y la filosofía durante la época medieval fue la compleja relación entre razón y fe. Sobre esta cuestión se pronunciaron los grandes filósofos medievales: 4 ❖ San Agustín de Hipona (354-430): San Agustín planteaba que fe y razón están unidas, ya que ambas conducen al conocimiento de Dios y a la verdad absoluta. Para él, la fe tiene prioridad sobre la razón, ya que la fe nos guía hacia las verdades últimas, mientras que la razón nos ayuda a comprenderlas mejor. Esta postura se resume en su célebre frase: "Creo para comprender" (credo ut intelligam). A través de esta integración, Agustín desarrolló una visión teológica en la que el pensamiento cristiano se enriquecía con elementos de la filosofía platónica, influyendo en toda la teología medieval posterior. ❖ Santo Tomás de Aquino (1225-1274): Santo Tomás propuso que fe y razón son independientes pero complementarias. Para él, hay verdades que pueden alcanzarse solo mediante la razón (como las leyes naturales), y otras solo mediante la fe (como los misterios divinos). Sin embargo, también creía que hay verdades que pueden conocerse por ambas vías, como la existencia de Dios. A través de sus "Cinco Vías" para demostrar la existencia de Dios, mostró que la razón humana, mediante la observación del mundo, puede llegar a la conclusión de la existencia de un creador divino. Su pensamiento integró la filosofía aristotélica con la teología cristiana, marcando profundamente la escolástica. ❖ Guillermo de Ockham (1287-1347): Guillermo de Ockham, en contraste con Agustín y Tomás, defendió una postura más radical: para él, las verdades acerca de Dios solo son accesibles mediante la fe. Según Ockham, dado que Dios es todopoderoso y su voluntad es absolutamente libre, la razón humana es incapaz de comprender completamente sus designios. De esta manera, abogó por una distinción más tajante entre fe y razón, minimizando el papel de la razón en cuestiones teológicas. Su principio conocido como "la navaja de Ockham" sugiere que la explicación más sencilla es preferible, lo que promovió una visión más empírica y nominalista en la filosofía posterior. Verdades exclusivas de la fe Verdades exclusivas de la razón Verdades de fe y razón - La virginidad de la virgen. - Las mareas dependen del - Dios existe y es movimiento de la luna. omnipotente, omnisciente - La resurrección de Cristo. y omnipresente. - Las cargas iguales se repelen, las - El Espíritu Santo les enseña cargas distintas se atraen. - Dios ha creado el mundo. todas las lenguas a los Apóstoles. - El universo comenzó con el Big Bang. - El alma es inmortal. - Dios es uno y trino. 5 GRECIA CRISTIANISMO - Fuente principal: tradición oral - Fuente principal: Antiguo testamento (historias sobre los Dioses olímpicos) y Nuevo testamento y libros clásicos (Homero, Hesíodo y - Adán y Eva: el pecado original tragediógrafos) Mitología - Milagros con la ayuda de Dios: - Los dioses y sus historias explican el Moisés abrió las aguas, Josué paró el funcionamiento de la conducta sol, Jesús resucitó muertos… humana, la sociedad, la naturaleza y el origen del cosmos. - Figura central de Jesucristo - Creación del mundo de la nada El mundo no fue creado, y por tanto (Génesis) es eterno, tanto desde el pasado como Creación del hacia el futuro - Al igual que todo comenzó el día que mundo Dios decidió, todo acabará el día que Dios (el demiurgo) ordenó el mundo. Dios decida, cuando Jesucristo vuelva Del caos (desorden) creó un cosmos por segunda vez a juzgar a vivos y (orden). muertos. - Los dioses olímpicos no se - Dios ha creado a cada individuo con el preocupan por los seres humanos, don de la libertad para darle la Relación de excepto por unos pocos: los héroes oportunidad de obrar bien en el mundo Dios con el (Aquiles, Héctor, Ajax, Ulises, y acceder al cielo. Él sabe todo lo que ser humano Hércules, etc.) porque son sus hijos, o haces y tiene conciencia de cada acto y porque los dioses se enamoran de pensamiento que realizas ellos. - Hay diferentes concepciones El alma es totalmente distinta del a) El alma es inmortal, pero va de un cuerpo. Debe alejarse del cuerpo cuerpo a otro eternamente porque éste le conduce hacia el pecado. (transmigración de las almas), Si no te arrepientes de tus pecados y Alma teniendo una vida mejor o peor en continúas con una vida pecaminosa, al función de los actos en la vida morir Dios te juzga y te castigará con pasada. las eternas llamas del infierno. b) El alma muere con el cuerpo, ya que es material (compuesta de aire y fuego). - Dios es bueno, pero Adán y Eva cometieron el pecado original - Ni el bien ni el mal existen en sí desobedeciéndole (porque el ser mismos (hasta Platón). Puedes ser más humano es libre y puede pecar). Todos Origen del virtuoso o más vicioso, pero nadie nacemos con este pecado, el cual nos mal considera que la Naturaleza o Dios inclina hacia el mal. Nuestra sean buenos ni malos responsabilidad es dirigirnos hacia el - Platón considerará que existe como bien o cumplir con el castigo del tal el Bien y hay que alcanzarlo. infierno 6 4. San Agustín y su conversión al cristianismo La conversión de San Agustín fue un proceso largo y profundo, marcado por su búsqueda de la verdad y su lucha interna entre el placer mundano y la vida espiritual. Nació en el año 354 en Tagaste, en la actual Argelia, en el seno de una familia de clase media. Su madre, Mónica, era una devota cristiana, mientras que su padre era pagano. A lo largo de su juventud, Agustín se alejó de las enseñanzas cristianas de su madre, dedicándose al estudio de la retórica y buscando el sentido de la vida en distintas filosofías y creencias. Su vida se desarrolla en diferentes etapas. 1. Vida hedonista y maniqueísmo: En su juventud, Agustín llevó una vida hedonista, marcada por el placer, el deseo sexual y la ambición. San Agustín tuvo relaciones con varias mujeres, lo que más tarde describió como una búsqueda desenfrenada de satisfacción sexual. En sus Confesiones, reconoce que su deseo por el placer físico lo llevó a una vida desordenada, dominada por la lujuria. Durante este tiempo, vivió en concubinato con una mujer cuyo nombre no menciona, con quien tuvo un hijo, Adeodato. Aunque tuvo una relación afectiva profunda con esta mujer, la naturaleza de su relación reflejaba más sus deseos terrenales que una unión espiritual o matrimonial. Durante este tiempo, también abrazó el maniqueísmo, una mezcla entre religión y filosofía que tuvo mucha importancia en esta época. Fue desarrollada por el filósofo-profeta Manes, nacido en Babilonia a comienzos del siglo III d. C. Este personaje predicó su fe por Persia y casi toda Asia, llegando hasta la India y China. Cuando volvió a Persia lo apresaron y murió tras un largo suplicio. Sin embargo, su influencia y seguidores se multiplicaron por Occidente y fueron un grave problema para el cristianismo hasta bien entrada la Edad Media. El maniqueísmo engloba elementos de muchas religiones: cristianismo, budismo, gnosticismo y, sobre todo, ideas del zoroastrismo (religión persa). Fundamentalmente, defiende un dualismo irreductible entre el Bien y el Mal, entre la luz y las tinieblas, entre Dios y el diablo. La vida entera es una lucha entre esos dos principios irreconciliables, y ninguno de los dos podrá jamás vencer al otro, por lo que no tiene sentido apostar por el Bien ni por el Mal, sabiendo que todo lo que vemos procede de su incansable y eterna lucha. Es fácil entender por qué el cristianismo se enfrentó fuertemente con este pensamiento: para un cristiano, Dios siempre vence al diablo, el Bien siempre vence al Mal, ya que si esto no fuese así, todo estaría permitido. 2. Crisis espiritual y escepticismo: Con el tiempo, Agustín comenzó a sentirse insatisfecho con el maniqueísmo y otras filosofías que exploraba, como el escepticismo. Su búsqueda por una verdad sólida y coherente se intensificó, llevándole a una crisis espiritual. Fue entonces cuando 7 empezó a interesarse por el neoplatonismo, una filosofía que influyó en su comprensión del ser, el mal y la divinidad. 3. Encuentro con Ambrosio y la influencia cristiana: Un punto clave en su conversión fue su encuentro con San Ambrosio, obispo de Milán. La elocuencia y sabiduría de Ambrosio impresionaron a Agustín, y a través de él empezó a ver el cristianismo bajo una nueva luz. El neoplatonismo también le ayudó a reinterpretar muchos de los conceptos cristianos que antes rechazaba. 4. La conversión definitiva: Su conversión se consumó tras un episodio narrado en sus Confesiones. Agustín describe cómo, en un momento de profunda angustia y conflicto interno, escuchó una voz de un niño que le decía: Tolle, lege ("Toma y lee"). Interpretando esto como un mensaje divino, tomó las Escrituras y leyó un pasaje de la Epístola de San Pablo a los Romanos, que hablaba del abandono de la vida de pecado y de los apetitos de la carne. Este momento lo impactó profundamente y lo llevó a decidir abandonar su vida anterior y abrazar el cristianismo. 5. Bautismo y vida cristiana: Tras su conversión se siente transformado, iluminado y libre. A partir de este momento vivirá como un auténtico cristiano. Será bautizado por San Ambrosio y perderá a su madre, que tanto había rezado por su conversión, antes de partir de nuevo al norte de África. Es ordenado sacerdote en Hipona y más tarde consagrado obispo en esta misma ciudad. Dedica su vida al estudio, escribiendo numerosas obras contra herejías como el maniqueísmo y el pelagianismo, además de una gran cantidad de escritos teológicos y filosóficos. En agosto del año 430 muere en Hipona, durante un asedio de los vándalos a la ciudad, cuarenta años antes de la caída definitiva del Imperio Romano y del fin de la Edad Antigua. TABLA RESUMEN DE SAN AGUSTÍN Problema Libros Ideas principales Realidad De diversis quaestionibus Ejemplarismo y Logoi spermatikoi Conocimiento Confesiones Iluminación, escepticismo, Fe y Razón compatibles Ser humano Confesiones, Carta 166 Dualismo, creacionismo / traducianismo, amor. Ética De libero arbitrio Virtud y amor, Bien > Mal, Libertas / Libero arbitrio Política La ciudad de Dios Historia escatológica, Ciudad terrenal VS Ciudad de Dios 8 1. El problema de la realidad En su libro De diversis quaestionibus (Cuestiones diversas) San Agustín defiende un tipo de dualismo ontológico llamado ejemplarismo. Esta teoría sostiene que el mundo y todas las criaturas que lo habitan son reflejos o imágenes de modelos ideales o arquetipos que existen en la mente divina de Dios, los cuales son los patrones o formas perfectas ejemplares a partir de los cuales Dios crea el mundo. El ejemplarismo tiene raíces en la filosofía de Platón, quien postuló la existencia de un mundo de Ideas o Formas eternas y perfectas, independientes del mundo sensible. Según Platón, las entidades del mundo material son imitaciones o copias imperfectas de esas Ideas o Formas, aunque para él éstas existen por sí mismas (son necesarias) y no dependen de nada para existir. En el caso de San Agustín, las Ideas están en la mente de Dios y, por tanto, dependen de él tanto como el plano del edificio está en la mente del arquitecto. El ejemplarismo fue adoptado por varios filósofos y teólogos cristianos, quienes reinterpretaron la teoría de las ideas de Platón en el marco conceptual de la creación divina del Génesis. De esta manera, Dios crea el mundo de la nada (creatio ex nihilo) siguiendo los ejemplares o arquetipos que existen en su mente eterna. Estos ejemplares son ideas que Dios concibe, y el mundo es una realización o manifestación de esos modelos perfectos. Todo lo creado es una imagen o un reflejo de estos ejemplares. Aunque las cosas materiales son imperfectas en comparación con los arquetipos divinos, tienen una participación en la perfección y el orden que existe en la mente de Dios. Por tanto, la perfección de los seres creados radica en su grado de participación con los arquetipos divinos. De esta forma Cristo es considerado el Ejemplar perfecto, la manifestación perfecta del arquetipo de la humanidad en su unión con Dios. Al igual que el ejemplarismo surge de la armonización conceptual de la teoría de las Ideas de Platón y de la doctrina de la creatio ex nihilo del cristianismo, la teología cristiana adoptó de la filosofía estoica la doctrina de los logoi spermatikoi o de las razones seminales. Esta teoría busca explicar cómo las verdades divinas están ya presentes en el mundo, aunque de manera latente, de tal manera que deben alcanzar una manifestación plena en la historia. Como ejemplo, el nacimiento, muerte y resurrección de Cristo ya estaba profetizado en el Antiguo Testamento, aunque aún no se podía conocer porque no se había manifestado en el mundo (Salmo 22, Isaías 53). De esta manera, al igual que guían la revelación de Dios en el mundo, los principios racionales o semillas de la razón están presentes en el cosmos y guían el desarrollo de la naturaleza. Estos principios seminales están impregnados en todas las cosas y llevan en su interior la capacidad para desarrollarse de acuerdo con el orden racional del universo. Con esta teoría, los filósofos cristianos explicaban cómo era posible que las enseñanzas de los filósofos paganos coincidiesen con la verdad cristiana, como Sócrates, Platón o Aristóteles, ya que habrían participado de estas razones seminales esparcidas por Dios desde la creación en el universo. Ahora 9 bien, es la revelación plena de Cristo la que trae consigo la manifestación completa de la verdad contenida de forma germinal en las razones seminales, por lo que desde entonces toda la verdad ya está disponible para ser conocida en su integridad, y los filósofos deben dedicarse a este menester. 2. El problema del conocimiento En su libro Confesiones, San Agustín sostiene que existen dos formas de conocimiento, la razón y la fe, las cuales se complementan y se ayudan mutuamente. Según su pensamiento, la razón puede conducirnos a reconocer la existencia de Dios, pero tiene límites cuando intenta comprender plenamente su naturaleza. En este punto, la fe interviene para guiar a la razón más allá de sus fronteras naturales. Esto se refleja en su lema Crede ut intelligas, intellige ut credas, Cree para entender, entiende para creer, que expresa cómo la fe es el fundamento necesario para acceder a ciertas verdades que la razón sola no puede alcanzar, y a su vez, la razón fortalece la fe al profundizar en su comprensión. Así, para San Agustín, el criterio último de verdad reside en la fe, aunque ambas vías se apoyan entre sí. Por tanto, el verdadero conflicto no se da entre la fe y la razón, ya que se complementan, sino entra la razón y la duda. Por ello, San Agustín acometerá la tarea de refutar la tesis central del escepticismo, corriente filosófica que afirma que no es posible alcanzar ninguna certeza sobre el mundo. Para San Agustín existen una serie de verdades que el hombre puede conocer de forma totalmente segura, entre ellas su propia existencia, y lo demuestra de la siguiente manera: aunque concediéramos a los escépticos que todos nuestros juicios sobre la realidad son erróneos, en ese caso habría al menos uno que sería necesariamente verdadero, a saber, que existo. Su lema si fallor, sum, significa que puesto que me equivoco, existo; no puedo engañarme o equivocarme si no existo; si me engaño es porque existo. De esta forma, el razonamiento agustiniano supera la duda escéptica, ya que demuestra que hay al menos una verdad indubitable, que es la propia existencia del hombre. San Agustín parte de esta primera verdad y continúa afirmando que el hombre también puede conocer verdaderamente otras ideas. Una vez establecido que podemos conocer realidades de forma verdadera y segura, queda preguntarse cómo son estas realidades y cómo se realiza el proceso de su conocimiento. Influenciado por Platón, San Agustín defiende un tipo de dualismo ontológico llamado ejemplarismo. Esta teoría sostiene que el mundo y todas las criaturas que lo habitan son reflejos o imágenes de modelos ideales o arquetipos que existen en la mente divina de Dios, a partir de los cuales crea el mundo. Estas ideas son superiores a la mente humana y sólo podemos conocerlas imperfectamente, percibiendo únicamente un pálido reflejo de su necesidad, inmutabilidad y eternidad. Estas cualidades son a su vez un reflejo de la necesidad e inmutabilidad de Dios, por lo que la existencia y las cualidades de las ideas revela la propia existencia de Dios. 10 Platón afirmaba que el conocimiento de las realidades trascendentes sólo puede realizarse a través de la reminiscencia, esto es, del recuerdo de las ideas del mundo inteligible con las que nuestra alma había estado en contacto antes de su encarnación. Sin embargo, el cristianismo de San Agustín le impide asumir esta doctrina porque trae consigo la idea de la reencarnación. ¿Cómo podemos captar las esencias si se encuentran en el pensamiento de Dios? San Agustín desarrolla la teoría de la iluminación para dar respuesta a esta pregunta. Según el cristianismo, Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, por lo que las ideas que él tiene en su mente se encuentran también en nuestra mente de alguna manera. Sin embargo, como no somos perfectos, no tenemos un acceso total y perfecto a ellas. Por tanto, Dios ha puesto las esencias divinas en nuestra mente, y el ser humano debe realizar un acto de introspección para buscar la verdad dentro de uno mismo. La búsqueda comienza en el interior, pero como el hombre es imperfecto, sólo con la ayuda de Dios, de la iluminación divina, se podrá alcanzar el verdadero conocimiento. De la misma forma que para Platón el conocimiento era posible gracias a la idea de Bien, que como el sol del mundo sensible ilumina todo lo que existe, para San Agustín es imposible percibir la verdad si no es gracias a la iluminación divina. En definitiva, Dios es la condición de posibilidad del conocimiento, lo que significa que Dios es aquello sin lo cual nada puede ser concebido, siendo a la vez el objeto más importante al que debe dirigirse el pensamiento a la hora de conocer. 3. El problema del ser humano San Agustín defiende un dualismo antropológico de acuerdo con el cual el ser humano está dotado de cuerpo y alma, siendo el primero nada más que un instrumento del que se sirve la segunda en su aspiración a la salvación eterna. Para un cristiano la vida del alma es eterna mientras que la del cuerpo es temporal. Pese a la profunda influencia de Platón en San Agustín, existen dos diferencias fundamentales entre sus perspectivas antropológicas. Primero, ya que es Dios quien crea al hombre, el alma no está unida al cuerpo de forma antinatural (como sí ocurre en Platón según el mito del carro alado), aunque sí representa un obstáculo para la salvación. En segundo lugar, San Agustín rechaza la teoría de la reencarnación en base a la idea cristiana del juicio divino tras la muerte y la condena eterna del infierno o el premio eterno del cielo en base a los actos cometidos en vida. El alma es simple e inmortal, pero no preexiste ni transmigra, por lo que San Agustín se pregunta por su origen. ¿Cuándo y cómo se crea el alma? Este tema supuso un tema de reflexión muy importante para San Agustín y para los primeros filósofos del cristianismo (los padres de la Iglesia). San Agustín afirma contundentemente que el alma humana ha sido creada por Dios. Ahora bien, la creación del alma puede entenderse de dos formas diferentes: bien cada una de las almas es 11 el resultado de un acto creador de Dios en cada procreación humana, bien Dios sólo creó el alma de nuestros primeros padres (Adán y Eva) y a partir de ellas han ido surgiendo las almas subsiguientes. De esta forma, los padres no se limitarían a engendrar sólo el cuerpo de los hijos, aportando Dios el alma (creacionismo), sino que en el mismo momento de la concepción engendran el cuerpo y también el alma (traducianismo). Es necesario analizar las diferencias de ambas propuestas. Lo primero, y a pesar de sus diferencias, en ambas se mantiene que el origen del alma está en Dios. Sin embargo, ambas muestran serias dificultades relacionadas con el pecado original y con la simplicidad y la inmortalidad del alma. Según la herejía del pelagianismo, el pecado original sólo afectó a Adán y a Eva, ya que fueron ellos los únicos responsables de desobedecer a Dios en el Jardín del Edén. Sin embargo, si esto fuese así no existiría en el hombre una inclinación a hacer el mal y viviríamos en perfecta armonía con la naturaleza, sin sentir vergüenza de nuestra desnudez y sin sufrir la presión de los apetitos en nuestro cuerpo. Por tanto, cabe preguntarse cómo se transmite el pecado original de padres a hijos. Según el traducianismo, como el alma se genera con parte del alma de los progenitores (al igual que el cuerpo se genera con parte del cuerpo de los progenitores), no habría problema en explicar que el pecado original se ha transmitido desde Adán y Eva. Sin embargo, el traducianismo entra en un serio problema con la idea de inmortalidad del alma. Si el alma es inmortal necesariamente tiene que ser simple, ya que lo simple no se corrompe (como las ideas, por ejemplo). Pero si es simple no puede provenir de partes del alma de los progenitores, porque de alguna manera debe poder fragmentarse cada vez que se procrea y así unirse los fragmentos en una nueva. Se podría argumentar que, según el creacionismo, es Dios el que imprime el pecado original en las almas que crea en cada procreación, pero entonces se podría hacer responsable a Dios del pecado original de la humanidad, y esto conllevaría hacerle responsable de la condenación y del infierno. Por tanto, ambas posturas generan dificultades. San Agustín fue más partidario del traducianismo, pues le permitía justificar mejor la transmisión del pecado original, pero reconoce que esta postura plantea serias dificultades para explicar la simplicidad y la inmortalidad del alma. En la carta 166 de San Agustín, una de las dieciocho que dirigió a San Jerónimo (el traductor oficial de la Biblia al latín llamada Vulgata), afirmó que no tendría inconveniente en aceptar la idea de la creación de cada alma por un acto especial de Dios, si al mismo tiempo se lograra salvar la transmisión del pecado original. Por otro lado, también cabe destacar cómo entendía San Agustín la vida del ser humano. Al igual que Platón, consideraba que la vida terrenal es un camino para alcanzar el más allá, pero ambos no coinciden en lo que esto significa. Para San Agustín el alma no se eleva al mundo de las ideas donde tendrá un conocimiento perfecto de las mismas, sino que considera que la mayor 12 felicidad imaginable consiste en la visión beatífica de Dios, de la cual gozan los bienaventurados en el cielo. Ahora bien, para lograr la salvación es necesario haber llevado una vida virtuosa y seguir los mandamientos y el ejemplo de Jesús. Por un lado, el hombre debe dominar sus pasiones y contener sus deseos, escogiendo siempre el término medio de los excesos para alcanzar la templanza, fortaleza y la justicia. Por el otro, el hombre debe entregarse al amor del prójimo según el mandato que hizo Jesús en Mateo 22: ama a Dios sobre todas las cosas, ama al prójimo como a ti mismo. El idioma griego dispone de tres palabras para referirse al amor: philía para referirse al amor que se siente por un amigo, eros para referirse al amor pasional y erótico, y agape, que en latín se traduce por charitas y que da lugar a nuestra palabra caridad, que consiste en un amor en el que el amante antepone incondicionalmente el bienestar del amado al suyo propio, por lo que expresa la dedicación plena al amado, la renuncia a cualquier cosa en virtud de obedecer a los deseos del otro. San Agustín considera que nuestra relación con Dios debe ser el amor que predicó Jesús y que consiste en una dedicación absoluta y sin límite a los demás, una renuncia total a nosotros mismos, un amor por nuestros prójimos que nos acerca a la divinidad de la misma manera que la divinidad, encarnada en Cristo, se acercó a nosotros. 4. El problema de la ética La ética agustiniana está inspirada tanto en la filosofía griega como en la moral cristiana: del mundo griego hereda la idea de la conquista de la felicidad como el objetivo o fin último de la conducta humana, pero concibe este fin último como la unión con Dios y el acceso al más allá a través del cumplimiento del mandamiento del amor que hizo Jesús. Para lograr la salvación es necesario haber llevado una vida virtuosa, aunque el estado de caída tras la expulsión del Jardín del Edén dificulta llevar una vida de este estilo. Por ello, se desarrolla la teoría de la gracia divina. Según el cristianismo, la gracia es un don o regalo de Dios, el cual, de forma generosa, concede al hombre su ayuda para que actúe correctamente aunque no tenga necesidad de hacerlo. La naturaleza humana se inclina hacia el mal debido al pecado original cometido por Adán y Eva. Sin embargo, Dios no sólo no nos ha condenado inexorablemente al infierno, sino que pone de su parte ofreciendo su ayuda para que podamos alcanzar la salvación eterna. Cabe destacar cómo entendía San Agustín la idea de la muerte y de la salvación. Al igual que Platón, consideraba que la vida terrenal es un camino para alcanzar el más allá, pero ambos no coinciden en lo que esto significa. Para San Agustín el alma no se eleva al mundo de las ideas donde tendrá un conocimiento perfecto de las mismas, sino que considera que la mayor felicidad imaginable consiste en la visión beatífica de Dios, de la cual gozan los bienaventurados en el cielo. Ahora bien, para lograr la salvación es necesario haber llevado una vida virtuosa y seguir los 13 mandamientos y el ejemplo de Jesús. Por un lado, el hombre debe dominar sus pasiones y contener sus deseos, escogiendo siempre el término medio de los excesos para alcanzar la templanza, fortaleza y la justicia. Por el otro, el hombre debe entregarse al amor del prójimo según el mandato que hizo Jesús en Mateo 22: ama a Dios sobre todas las cosas, ama al prójimo como a ti mismo. El idioma griego dispone de tres palabras para referirse al amor: philía para referirse al amor que se siente por un amigo, eros para referirse al amor pasional y erótico, y agape, que en latín se traduce por charitas y que da lugar a nuestra palabra caridad, que consiste en un amor en el que el amante antepone incondicionalmente el bienestar del amado al suyo propio, por lo que expresa la dedicación plena al amado, la renuncia a cualquier cosa en virtud de obedecer a los deseos del otro. San Agustín considera que nuestra relación con Dios debe ser el amor que predicó Jesús y que consiste en una dedicación absoluta y sin límite a los demás, una renuncia total a nosotros mismos, un amor por nuestros prójimos que nos acerca a la divinidad de la misma manera que la divinidad, encarnada en Cristo, se acercó a nosotros. Esto nos lleva a analizar el problema del mal, que interesó especialmente a San Agustín. Si todo ha sido creado por Dios, y Dios es la suma bondad y nos ama, ¿de dónde procede el mal? ¿Puede ser Dios causa u origen del mal? Para responder a esta pregunta, San Agustín comienza criticando las reflexiones del maniqueísmo. Esta secta o religión consideraba que el Bien y el Mal eran dos entidades igual de poderosas que se enfrentan en este mundo, de tal forma que ninguna puede ganar a la otra. El cristianismo que se había contagiado del maniqueísmo consideraba que Jesucristo era tan poderoso como Satanás y viceversa, por lo que el Bien nunca ganará al Mal. San Agustín dirige toda su reflexión a refutar la sustancialidad del mal: el mal no es algo positivo, algo que tenga entidad o realidad, sino que se trata de una privación, una carencia de ser, una ausencia de algo que realmente existe. La base de esta idea es que el Mal aparece cuando te desvías del Bien. Este razonamiento es válido tanto para el mal físico —por ejemplo, la ceguera no sería más que la privación de la visión— como para el mal moral —la avaricia no es más que la privación de la generosidad, el odio no es más que la ausencia de amor—. En definitiva, el pecado no es más que la desviación del camino recto que nos conduce a Dios. Por tanto, Dios no crea el mal, sino que crea el bien y la posibilidad de desviarse del bien, esto es, la libertad. El mal moral, el pecado, depende de la voluntad del hombre para su realización, por lo que se trata de un acto libre del ser humano, que elige apartarse voluntariamente de Dios. En tanto que depende de la voluntad humana, el pecado es el mal propiamente dicho desde el punto de vista ético. Para San Agustín, el mal moral se da cuando se produce un apartamiento de la ley de Dios a través de un acto culpable y responsable. En el mal moral el hombre antepone lo efímero y temporal a lo eterno, el mundo, las pasiones y los deseos a Dios. La raíz última del mal es consecuencia del pecado original cometido por los progenitores originales, Adán y Eva. Por 14 lo que, en definitiva, el origen del mal no está en Dios, sino en el hombre, y es resultado de su libre obrar. En conclusión, San Agustín relaciona estrechamente el mal y la libertad. Dios compensa el pecado original que heredamos de Adán y Eva con la gracia divina que procede de Dios, por lo que nos otorga la capacidad de obrar bien o mal de acuerdo con nuestra propia voluntad. En su obra De libero arbitrio (Sobre el libre albedrío) San Agustín distingue dos tipos de libertad: el libero arbitrio o libre albedrío y la libertas o libertad propiamente dicha: mientras que un esclavo no tiene libertas porque no es libre de hacer cualquier cosa, el libre albedrío es la posibilidad de elegir voluntariamente el bien o el mal, independientemente de cuánta libertas tengamos. Todo hombre es libre y responsable de sus actos, por lo que tanto un esclavo como un emperador pueden alcanzar tanto el cielo como el infierno en función de lo virtuosos que sean y de que cumplan el mandato del amor de Jesús. San Agustín resume toda esta doctrina con el lema Solo es libre quien sirve a Dios. 15 Explicaciones de ampliación. Problemas del ser humano y de la ética a) El estado de inocencia / El estado de caída En el estado de inocencia antes del pecado original, los seres humanos tenían un control total sobre su cuerpo y sus pasiones. No experimentaban ningún tipo de desorden o apetito involuntario; la voluntad dominaba el cuerpo de manera perfecta, incluyendo en la procreación, que estaba completamente bajo el control de la razón y sin concupiscencia. Además, vivían en un estado de plenitud física y espiritual, sin sufrimiento, dolor ni muerte. Adán y Eva no estaban sujetos a la mortalidad ni al desgaste físico, ya que su naturaleza humana no conocía el sufrimiento, y estaban destinados a una vida eterna en comunión con Dios. Todo esto cambió con el pecado original, que introdujo la concupiscencia, el desorden en los deseos corporales, y la mortalidad, marcando el comienzo del dolor y la muerte. En el estado de caída, tras el pecado original, la humanidad sufrió una profunda alienación de Dios y una pérdida de la gracia divina. La comunión directa y la confianza en Dios fueron reemplazadas por la culpa y el miedo, y los seres humanos quedaron separados espiritualmente de su Creador. Además, la sexualidad y la procreación pasaron de estar bajo el control de la voluntad a ser influenciadas por el desorden de la concupiscencia, lo que generó conflictos entre la razón y los deseos corporales. Esto significó que las funciones del cuerpo, incluidas las relacionadas con el deseo sexual, ahora suceden en gran parte de forma involuntaria, fuera del control total de la voluntad. b) La gracia La ayuda que Dios ofrece para que los seres humanos puedan alcanzar la salvación eterna, según San Agustín, se enmarca principalmente en el concepto de la gracia divina. Esta gracia es el don inmerecido y gratuito de Dios que capacita al ser humano, debilitado por el pecado original, para volver a Él y alcanzar la salvación. Sin la gracia, según San Agustín, los seres humanos no podrían salvarse debido a la inclinación natural al mal que les dejó el pecado original. Gracia preveniente: Esta es la primera forma de gracia que Dios concede, y que mueve a las personas hacia la fe. Es la acción inicial de Dios que toca el corazón humano y lo dispone a buscar el bien y a reconocer la necesidad de salvación. Esto significa que la voluntad humana, afectada por el pecado original, no puede por sí misma volverse a Dios; necesita de este impulso divino. Gracia cooperante: Una vez que el ser humano responde a la gracia preveniente, la gracia cooperante permite que las personas perseveren en el camino de la fe, la conversión y el bien. Es un continuo auxilio de Dios que sostiene y guía las decisiones del ser humano hacia la santidad. Los sacramentos: San Agustín veía en los sacramentos, especialmente el bautismo y la eucaristía, una manifestación concreta de la gracia de Dios. El bautismo, en particular, es fundamental porque, según él, borra el pecado original y abre el camino a la vida nueva en Cristo. 16 Escritura y enseñanza: La revelación de Dios en la Escritura, junto con la enseñanza de la Iglesia, es otro modo en que Dios ayuda a los seres humanos a orientarse hacia la salvación. Estas son formas en que Dios comunica su voluntad y su verdad, guiando a las personas hacia una vida moral y espiritual recta. La conciencia: La conciencia moral es también una forma en que Dios ayuda a las personas a discernir el bien del mal. En términos agustinianos, el hecho de que la gente experimente remordimientos o "escrúpulos morales" puede ser visto como una manifestación de la gracia de Dios que actúa en sus corazones, alertando de que algo no está bien y empujándoles a corregir el curso. 5. El problema de la política San Agustín aborda la política en su obra Civitas Dei o La Ciudad de Dios, donde presenta una concepción de la historia influida por el Apocalipsis. Una diferencia clave entre el pensamiento cristiano de San Agustín y el griego es la visión del tiempo. Mientras que los griegos, como Platón y Aristóteles, concebían el tiempo como cíclico, el cristianismo, especialmente a través de San Agustín, introduce un tiempo lineal, teleológico y escatológico, que avanza en una sola dirección con un propósito final: el Juicio Final. San Agustín, en La Ciudad de Dios, estructura la historia humana en seis edades, que simbolizan los seis días de la Creación. Según su visión, la sexta edad, el presente, está marcada por la llegada de Jesucristo y la espera de su segunda venida, momento en el que se alcanzará la séptima edad, la vida eterna, tras el juicio mencionado en el Apocalipsis en el que Dios juzgará a vivos y muertos. Esta estructura del tiempo subraya su carácter lineal e irreversible, en contraste con el tiempo cíclico griego. En la concepción cristiana, el tiempo tiene un sentido teleológico, es decir, está orientado hacia un fin. El fin de la historia no se da en este mundo, sino más allá, con la resurrección de los muertos y el reino eterno de Dios. Todo el desarrollo de la historia está bajo la providencia divina y dominado por las intervenciones de Dios, como la Creación, la encarnación de Cristo, y finalmente, el Juicio Final. San Agustín refleja en la política la dualidad moral que marca tanto la vida humana individual como a la vida humana a nivel social. Para él, el hombre tiene la libertad de elegir entre el Bien y el Mal, y esta capacidad se extiende a la humanidad en su conjunto a lo largo de la historia. Esta dualidad se representa en las dos ciudades descritas por San Agustín: 17 La Ciudad Terrenal, formada por aquellos que han rechazado a Dios por amor propio, simboliza la vida centrada en los placeres del cuerpo y las leyes humanas. Está destinada a la condenación. La Ciudad de Dios, formada por quienes han amado a Dios hasta el desprecio de sí mismos, sigue las leyes divinas, orientadas al amor al prójimo y la condena de los placeres. Esta ciudad está destinada a la salvación. Estas dos ciudades no solo existen en la tierra, sino que tienen un correlato en el más allá: los demonios rebeldes, que simbolizan la Ciudad Terrenal, y los ángeles fieles a Dios, que representan la Ciudad de Dios. Las figuras de Caín y Abel representan estas dos ciudades: Caín, el ciudadano de la Ciudad Terrenal, es quien domina en la vida terrenal y quien oprime a los ciudadanos que se comportan rectamente, mientras que Abel es obediente a Dios no pertenece a esta ciudad, sino a la Ciudad de Dios. Por tanto, San Agustín ve el gobierno terrenal como algo transitorio, incapaz de alcanzar la verdadera justicia y paz, que solo se lograrán en el reino final de Dios tras el apocalipsis. Los poderes terrenales son necesarios para mantener el orden en un mundo caído por el pecado original, pero su función es temporal y limitada. En conclusión, la historia tiene una estructura lineal que comienza con la Creación y culmina en el Juicio Final, pasando por momentos clave como el pecado original, la primera venida del Mesías y el apocalipsis. Por su parte, los gobiernos terrenales están destinados a desaparecer con el fin de los tiempos, ya que su propósito es temporal y limitado a la gestión del orden en un mundo caído. La verdadera paz y justicia solo se realizarán plenamente en el tiempo escatológico, cuando Dios intervenga al final de la historia. Esta visión es profundamente apocalíptica, en el sentido de que la política humana es siempre provisional y secundaria frente al fin último, el reino de Dios: «Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se acerca; arrepentíos y creed en el evangelio» (Marcos 1:14-15). Explicaciones de ampliación. Problema de la política San Agustín usaba tres esquemas para hablar de las edades de la historia. División de la historia en siete épocas: 1ª Adán - Noé; 2ª Noé - Abrahán; 3ª Abrahán - David; 4ª David - cautiverio de Babilonia; 5ª cautiverio de Babilonia - Jesucristo; 6ª Jesucristo - Apocalipsis, segunda venida de Cristo; 7ª vida eterna. División de la historia en tres épocas: 1º la historia antes de la ley de Moisés o la ley de la naturaleza; 2º la historia bajo la ley de Moisés; 3º el tiempo bajo la ley de la gracia. División de la historia en dos épocas: 1º el tiempo en que se esperaba a Cristo; 2º el tiempo después de la venida de Cristo. 18 Santo Tomás de Aquino - Carlo Crivelli (1435) TABLA RESUMEN DE SANTO TOMÁS Problema Libros Ideas principales Teología revelada / natural 5 vías: - Movimiento Dios Suma Teológica - Causa eficiente - Contingencia y necesidad - Grados de perfección - Finalidad 1. El problema de Dios a) Teología revelada VS Teología natural La cuestión de Dios es central en el pensamiento de Santo Tomás de Aquino, quien realizó una síntesis entre la teología cristiana y la filosofía aristotélica. A diferencia de San Agustín, Santo Tomás estaba particularmente preocupado por ofrecer argumentos racionales que demostraran la existencia de Dios, ya que, aunque Dios es una verdad de fe, no es inmediatamente evidente para todos, pues algunas personas no creen en Él. Para abordar este desafío, Santo Tomás distingue entre dos tipos de verdades: las verdades de fe y las verdades de razón. Estas dos categorías corresponden a dos tipos de teología: la teología revelada y la teología natural. 1. Teología revelada: Esta teología se fundamenta en las verdades reveladas por Dios a través de la Biblia y la tradición cristiana. Las verdades de fe, como el misterio de la Santísima Trinidad, la resurrección de Cristo o 19 la virginidad de María, son incomprensibles para la razón humana y trascienden el entendimiento natural. Son, por tanto, misterios que los creyentes aceptan mediante un acto de fe, no porque puedan ser demostrados racionalmente, sino porque Dios los ha revelado. 2. Teología natural: La teología natural, por otro lado, se basa en la razón y la experiencia sensible. Según Santo Tomás, existen verdades sobre Dios y el mundo que pueden ser conocidas a través del uso de la razón, sin necesidad de recurrir a la revelación divina. Estas verdades incluyen, por ejemplo, la existencia de Dios, la inmortalidad del alma o la naturaleza de los ángeles. La teología natural se apoya en la observación del mundo y en la deducción lógica para alcanzar conclusiones sobre la naturaleza de Dios. Santo Tomás sostiene que, aunque la existencia de Dios es también un artículo de fe, puede ser demostrada a través de la razón. Sin embargo, rechaza el argumento ontológico de San Anselmo, que pretende demostrar la existencia de Dios de forma a priori, esto es, a partir de la idea misma de un ser perfecto. Para Santo Tomás, esto es inadecuado porque la idea de Dios es precisamente lo que se intenta probar y depende de la fe. Por tanto, Santo Tomás propone que la existencia de Dios solo puede demostrarse de forma a posteriori, esto es, partiendo de lo que es indudable para el ser humano: el mundo sensible. A partir de la experiencia de los sentidos, se puede deducir la existencia de Dios como fundamento último que explique lo observado. 3. Relación entre ambas teologías Para Santo Tomás, las dos teologías no son incompatibles, sino complementarias. Las verdades reveladas y las alcanzadas por la razón forman un conjunto coherente, ya que la verdad no puede contradecirse. Si bien algunas verdades son accesibles solo por la fe (como los misterios trinitarios), otras pueden ser comprendidas mediante la razón, incluso si también se encuentran en la revelación. El papel de la teología natural es, por tanto, mostrar que la razón puede alcanzar ciertas verdades sobre Dios, reforzando así la fe, pero sin pretender sustituirla. De esta manera, Santo Tomás ve en la razón una herramienta valiosa que puede conducir al hombre hacia el conocimiento de Dios, pero reconoce que hay un límite más allá del cual solo la fe puede proporcionar respuestas. b) Las cinco vías para la demostración de la existencia de Dios Las vías presentan una estructura común: Primer paso. Observación de la realidad sensible: Cada vía comienza con un dato de la experiencia, es decir, con la observación de un fenómeno del mundo natural (movimiento, causalidad, contingencia, grados de perfección o finalidad). A partir de esta observación, se aplica el principio 20 de causalidad, que establece que todo lo que existe tiene una causa. Segundo paso. Imposibilidad de una regresión infinita: A continuación, se reconoce que una cadena de causas no puede prolongarse de forma infinita, ya que esto impediría que la cadena hubiese comenzado a desarrollarse. Por tanto, es necesario admitir una primera causa o un principio originario de la serie causal, que en todos los casos se identifica con Dios. 1. Primera vía: El argumento del movimiento Fundamento: Tomás de Aquino parte de la idea aristotélica del movimiento, entendido no solo como el desplazamiento físico, sino también como el cambio en general (paso de la potencia al acto). Se observa en la naturaleza que todo lo que se mueve (móvil) es movido por otra cosa (motor). Razonamiento: Si todo lo que se mueve es movido por otra cosa y no podemos remontarnos a una cadena infinita de motores, debe existir un primer motor que no haya sido movido por otro, un motor inmóvil. Este primer motor inmóvil es lo que llamamos Dios. Implicación: Esta vía plantea a Dios como el origen del cambio y del movimiento en el universo. Si no existiera este motor inmóvil, la serie de movimientos no habría comenzado nunca. 2. Segunda vía: El argumento de la causalidad eficiente Fundamento: En el mundo natural las cosas no son causa de sí mismas, tienen una causa eficiente, es decir, algo que las produce. Se observa en la naturaleza que nada puede causarse a sí mismo, porque sería absurdo que algo existiera antes de existir para causarse a sí mismo. Razonamiento: Si todo tiene una causa eficiente y no es posible una cadena infinita de causas eficientes, tiene que existir una primera causa eficiente que no sea causada por otra. Esta causa primera es Dios. Implicación: Dios es concebido aquí como el principio causal de todo lo que existe. Sin un primer principio causal, no habría efectos, es decir, nada existiría. 3. Tercera vía: El argumento de la contingencia Fundamento: Se observa en la naturaleza que sólo hay seres contingentes, es decir, seres que pueden existir o no existir, y todo ser contingente empieza a existir en un momento y perece en otro. Razonamiento: Si todo en el universo fuera contingente, en algún momento remoto no habría existido nada. Si en algún momento nada hubiese existido, no habría podido empezar a existir. Por lo que por el hecho de que hay seres que existen debe haber algo que no sea contingente, sino 21 necesario, es decir, que exista necesariamente. Este ser necesario es Dios. Implicación: Dios es aquí el ser necesario que fundamenta la existencia de todo lo que hay. Todo lo contingente depende de algo que existe por sí mismo y de forma necesaria. 4. Cuarta vía: El argumento de los grados de perfección Fundamento: Se observan en la naturaleza grados de perfección en los seres: algunos son más buenos, más verdaderos o más nobles que otros. Razonamiento: Si todo en la naturaleza posee una gradación de perfecciones y no es posible una cadena infinita de perfecciones, existe un ser absolutamente perfecto. La jerarquía de perfecciones requiere de un término máximo que además es la fuente de todas esas perfecciones. Para Tomás, ese ser absolutamente perfecto, del cual derivan todas las demás perfecciones, es Dios. Implicación: Dios es el ser que posee todas las perfecciones en grado absoluto, siendo el modelo o referencia por el cual se mide la perfección en el mundo. 5. Quinta vía: El argumento de la finalidad o del orden en la naturaleza Fundamento: Se observa en la naturaleza que las cosas, incluso las que no tienen inteligencia, actúan de manera ordenada para lograr un fin (por ejemplo, los astros, las estaciones, el crecimiento de una planta o la caída de un grave). Este comportamiento dirigido no puede deberse a la casualidad (es necesario distinguir movimiento por causalidad eficiente de movimiento por causalidad final) Razonamiento: Si los seres ininteligentes se dirigen a fines específicos, debe haber un ser inteligente que los dirija hacia esos fines. Este ser inteligente y ordenador es Dios. Implicación: Dios es concebido aquí como el ser inteligente que ordena y dirige el universo hacia un propósito o finalidad. c) La esencia y la existencia Una vez Santo Tomás ha demostrado la existencia de Dios, se pueden sacar una serie de conclusiones fundamentales acerca de su concepción de la realidad: la diferencia entre esencia y existencia. La esencia de una cosa es aquello que define lo que esa cosa es. La esencia define la naturaleza de un ser, aquello que le hace ser lo que es. La existencia se refiere al hecho de que algo es, a que algo realmente existe en el mundo. Es el acto por el cual una esencia pasa de ser una mera posibilidad a ser una realidad efectiva. 22 En los seres creados, esencia y existencia están separadas. Esto significa que la esencia de una cosa no implica automáticamente su existencia. Por ejemplo, podemos concebir la esencia de un unicornio (lo que es un unicornio), pero eso no significa que exista realmente en el mundo. Por tanto, la existencia es un añadido a la esencia: para que algo exista, su esencia necesita recibir de otro ser el acto de existir, lo que quiere decir que son contingentes ya que su existencia no es necesaria por su propia naturaleza. Santo Tomás postula que en Dios esencia y existencia son lo mismo. Dios no solo tiene existencia, sino que es existencia misma, su esencia se define como aquello que necesariamente existe. En Dios, no hay distinción entre lo que Él es (su esencia) y el hecho de que exista, pues Dios es el ser necesario, el ser que existe por sí mismo y cuya esencia consiste en ser. Por eso, Dios no necesita recibir su existencia de otro, mientras que las criaturas sí. Todo esto muestra que los seres finitos dependen de Dios, quien les da la existencia. Si bien las criaturas tienen una esencia que define lo que son, necesitan recibir su existencia de un ser en el que esencia y existencia coinciden, es decir, Dios. Esta relación de dependencia es lo que justifica, según Santo Tomás, que Dios es el ser necesario y la causa última de todo lo que existe. Esta distinción entre esencia y existencia se refleja en los argumentos tomistas para la existencia de Dios. Cada una de las vías muestra que los seres finitos (cuya esencia no garantiza su existencia) necesitan de un ser en el que la esencia y la existencia sean idénticas, para que puedan existir. Esto refuerza la idea de que Dios es la causa de todo ser y el fundamento último de la existencia. Explicaciones de ampliación. El argumento ontológico de San Anselmo de Canterbury El argumento ontológico de San Anselmo es uno de los intentos más famosos de demostrar la existencia de Dios únicamente a través del razonamiento lógico, sin recurrir a la experiencia empírica ni a pruebas físicas. San Anselmo de Canterbury lo presenta en su obra Proslogion (Capítulo II), formulado como un argumento a priori, es decir, que se basa en ideas puramente conceptuales, no en la observación del mundo. Esquema del argumento: 1. Definición de Dios: Anselmo parte de una definición de Dios como "el ser mayor del cual no se puede pensar nada". En otras palabras, Dios es el ser más grande y perfecto que puede concebirse. Esta es la clave del argumento, pues establece una idea de Dios como el ser absolutamente supremo. 2. Existencia en el entendimiento: Anselmo argumenta que incluso quienes niegan la existencia de 23 Dios (los ateos) pueden comprender esta idea. Alguien puede entender la definición de Dios como el ser más perfecto o el ser máximo posible, aunque no crea en su existencia real. Así, Dios existe al menos en la mente, en el entendimiento. 3. Existencia en la realidad: Luego, Anselmo plantea que un ser que existe en la realidad es mayor que un ser que existe solo en la mente. Esto significa que si podemos concebir a Dios como el ser mayor posible en la mente, entonces Dios debe existir en la realidad. Si Dios solo existiera en el entendimiento, entonces no sería el ser más grande posible, ya que podríamos imaginar un ser mayor que existe tanto en la mente como en la realidad. 4. Conclusión: Por lo tanto, si aceptamos la definición de Dios como el ser del cual no se puede pensar nada mayor, necesariamente debemos concluir que este ser existe en la realidad. Si no existiera en la realidad, no sería el ser más grande posible, lo que sería contradictorio. Resumen del razonamiento: Dios es el ser mayor que se puede pensar. Es mayor existir en la realidad que solo en la mente. Si Dios solo existiera en la mente, podríamos concebir algo mayor, lo cual es contradictorio. Por lo tanto, Dios debe existir en la realidad. Crítica del argumento: El argumento ontológico ha sido objeto de diversas críticas a lo largo de la historia. Una de las más importantes proviene de Santo Tomás de Aquino, quien argumenta que no se puede pasar de una idea en la mente a la existencia real de algo, y que no todas las personas aceptan la idea de Dios tal como Anselmo la plantea. Además, el filósofo Immanuel Kant criticó el argumento diciendo que "la existencia no es una perfección", es decir, el hecho de que algo exista no añade cualidades a su naturaleza, por lo que no se puede incluir la existencia en la definición de algo como una perfección. 24