Ejemplos de Países Desarrollados y Subdesarrollados PDF
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Este documento proporciona ejemplos de países desarrollados y subdesarrollados, analizando las causas del desarrollo económico y las implicaciones de la desigualdad. También incluye información sobre la cumbre del G7.
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EJEMPLOS DE PAÍSES DESARROLLADOS Y SUBDESARROLLADOS A continuación, algunos ejemplos de países que se consideran desarrollados y subdesarrollados: Países desarrollados: Inglaterra, Alemania, Australia, Estados Unidos, Francia, España, Italia, Suecia, Dinamarca, Finlandia, Islandia, Holanda, Bélgica,...
EJEMPLOS DE PAÍSES DESARROLLADOS Y SUBDESARROLLADOS A continuación, algunos ejemplos de países que se consideran desarrollados y subdesarrollados: Países desarrollados: Inglaterra, Alemania, Australia, Estados Unidos, Francia, España, Italia, Suecia, Dinamarca, Finlandia, Islandia, Holanda, Bélgica, Corea del Sur, Japón, Israel, Hong Kong, Turquía. Países subdesarrollados: Haití, Somalia, Senegal, Tanzania, Laos, Bután, Bangladés, Mauritania, Malaui, Yemen, Nepal, Venezuela, Camboya, Togo, Eritrea, Burkina Faso, Vanuatu, Afganistán, Sierra Leona. Los países adquieren cierto nivel de desarrollo cuando hay acuerdos comerciales con otros y establecen rutas comerciales ya sea marítima, aérea o terrestre, cuando crean políticas que impulsan actividades económicas del tercer mundo y siempre pueden adquirir tecnologías de punta para concretar estas mismas. La carrera por el desarrollo es constante y seguirá en un futuro próximo y lejano, eso hace a los países incrementar el valor de su moneda y de los productos o servicios que puedan brindar. El problema con estos países es que en ocasiones terminan con problemas de sobreexplotación de los recursos naturales y excesiva contaminación por ser muy industrializados. El hecho de que tengamos países pobres significa un balance para el mundo, pues si todos fueran desarrollados, la contaminación y la tala inmoderada de árboles sería masiva y llevarían a la extinción al ser humano de manera acelerada gracias al fenómeno consumista de oferta y demanda, además de que las culturas indígenas ya no existirían en ninguna parte del mundo. Decir que un país es desarrollado o no lo es, es producto de lo que los indicadores de población y sus estadísticas pueden arrojar, ya que con estos se evalúa el IDH (índice de desarrollo humano) el cual no solo mide a la población sino también la economía que depende de la misma gente. Si todos los países fueran desarrollados, la industria sería la dominante en el mundo lo que ocasionará un fuerte caos a nivel global además de una sobrepoblación muy dañina. 64 GRUPO DEL G7 Y DEL FORO DE DAVOS La Cumbre del Grupo de los Siete (G-7) es un evento anual que reúne a los líderes de siete de las economías más avanzadas del mundo (Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Reino Unido y Estados Unidos), además de la Unión Europea. Este año la cumbre se celebró en mayo en Hiroshima, en un contexto global complejo y desafiante, y fue marco de varios acontecimientos trascendentes. Desde la presencia del presidente ucraniano Volodímir Zelenski hasta las críticas hacia China, las sanciones contra Rusia y las protestas callejeras, esta cumbre ha reflejado la importancia de la geopolítica y las tensiones internacionales actuales. Como suele ocurrir con este tipo de encuentros de alto nivel, no son tan importantes los resultados concretos de política pública, que suelen estar vagamente propuestos en comunicados finales muy voluntaristas. Lo relevante es identificar las preocupaciones geopolíticas del momento y cómo las potencias mundiales reaccionan frente a ellas. Asimismo, son reuniones que dejan pistas sobre cuáles son las alianzas y coaliciones que se están amalgamando. Las mayores preocupaciones de «Occidente» hoy son la invasión rusa de Ucrania y el ascenso de China, y eso se vio reflejado en la agenda de la cumbre del G-7. En efecto, uno de los hechos destacados fue la presencia de Zelenski. La participación del presidente ucraniano representó un gesto significativo de apoyo a Ucrania en medio del conflicto bélico con Rusia. La cuestión del Este europeo fue una de las escasas instancias de consenso entre los líderes, que mostraron solidaridad con Ucrania y reafirmaron su compromiso de proteger la soberanía y la integridad territorial del país. Además de nuevas iniciativas para proporcionar asistencia financiera y técnica a Ucrania, se anunciaron sanciones adicionales contra Rusia, tales como la restricción de exportaciones de artículos claves para el armamento militar ruso por parte de todos los países del G-7, un aumento en la vigilancia del cumplimiento de las sanciones ya en vigor, el mantenimiento de las limitaciones al uso ruso del sistema financiero internacional y la disminución de la dependencia europea de la energía proveniente de ese país. Estas medidas muestran que el G-7 está determinado a hacer frente a las acciones de Rusia que amenazan la seguridad y la estabilidad en la región y más allá. Sobre todo, la preocupación manifestada respecto a la invasión y la presencia de Zelenski sugieren que el G-7 considera a Rusia un agresor que desafía el orden internacional liberal que Occidente busca preservar. China también estuvo en el centro de la atención durante la cumbre, ya que los miembros del G-7 comparten una preocupación por su ascenso como potencia económica mundial. El comunicado del grupo es llamativamente duro en este punto, ya que habla de la necesidad de contrarrestar las «prácticas malignas» y «coerción económica china». El objetivo es fortalecer la resiliencia y seguridad económica del G-7 frente al uso coercitivo del poder económico de China. Los líderes expresaron preocupación por los abusos de los derechos humanos en Xinjiang y Hong Kong, así como por la creciente influencia económica y política de Beijing. Además, el G-7 mostró su voluntad de competir con China en el ámbito 65 tecnológico y digital, y se comprometió a promover un enfoque basado en reglas en el sistema económico global. Estas críticas reflejan la creciente rivalidad geopolítica y económica entre el G-7 y China, y la importancia para el G-7 de establecer una postura común entre las economías más avanzadas del mundo. Así, se lanzó una plataforma de coordinación sobre coerción económica para proteger las cadenas de suministro globales y prevenir el uso militar de tecnologías desarrolladas. En relación con este tema, sin embargo, el G-7 enfrenta algunos problemas. En primer lugar, hay falta de unidad de acción respecto de China en comparación con Rusia. Los miembros europeos del G-7 se benefician de su intercambio con la nación asiática, y es difícil que puedan aislarse de ella al mismo tiempo que deben reorientar su política energética fuera de la órbita rusa. Asimismo, varios de los aliados estadounidenses en el Pacífico son muy dependientes del mercado chino. Además, las conclusiones del G-7 sobre China incluyen mensajes contradictorios: buscan «establecer relaciones constructivas», pero también señalan áreas de conflicto en temas como la militarización de islas, los abusos a los derechos humanos y la presión sobre Taiwán. Por último, el enfoque del G-7 en la competencia con China podría alienar a otros actores, como la India y Brasil, que recelan de la continuidad de la hegemonía estadounidense. Todo esto parece sugerir que no será fácil alcanzar algo así como un bloque «occidental» que se enfrente a China con posturas unificadas, que la posición «dura» estadounidense de alejar a sus aliados europeos de Beijing enfrenta serias dificultades y que, para bien o para mal, la penetración del gigante asiático en la economía mundial es un hecho. Queda por ver si China busca modificar las reglas del orden económico liberal o solamente quiere presidir ese viejo orden. Lo que es evidente es que hoy existen diferentes opiniones sobre cómo lidiar con el ascenso chino, y que no hay alineamiento automático con lo que Washington desearía. La situación con Rusia es distinta. La invasión de Ucrania no solo es una violación del derecho internacional, sino que implica además un desafío al continente europeo en dos de sus flancos más débiles: la energía y la seguridad. No debe sorprender entonces que en este tema Washington consiga un apoyo europeo más firme. Como no podía ser de otra manera, tanto Moscú como Beijing arremetieron contra una cumbre que no solamente no los incluye, sino que parece deliberadamente orientada en contra de ellos. El ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, criticó al G-7 por la soberbia de creerse «su propia grandeza». Por su parte, su par chino, Qin Gang, acusó a los líderes del G-7 de obstaculizar la paz internacional por su decisión de difamar y atacar a China, y afirmó que es necesario que el grupo reflexione sobre su propio comportamiento. En este punto, China juega su propia carta: presentar la línea dura estadounidense como la única disruptiva del orden económico mundial. La respuesta china enfatiza que Europa no debería convertirse en cómplice de la «coerción económica» estadounidense, que busca «dividir el mundo sobre la base de ideologías y valores». Aun cuando la imagen china en Europa ha recibido un duro golpe en los últimos meses (con su relativa cercanía con Moscú, el aumento de la presión militar sobre Taiwán y las sanciones económicas contra Lituania, luego de un desacuerdo sobre la isla reivindicada por Beijing), la importancia económica del país asiático es un imán del que parece difícil despegarse y que seguramente crecerá. Sin embargo, la dureza del comunicado del G-7 contra China es significativa, lo que sugiere que los esfuerzos diplomáticos estadounidenses para alinear a sus socios europeos en el plano discursivo son importantes. El análisis de lo ocurrido en la cumbre muestra también que, a pesar de la inclusión de líderes de países no pertenecientes al grupo (tales como la India, Indonesia, Brasil, Corea del Sur y Vietnam), sus 66 preocupaciones y prioridades no recibieron suficiente atención. Efectivamente, los resultados principales de la cumbre reflejan un enfoque centrado en la continuación del apoyo militar y económico a Ucrania, así como en la adopción de una postura firme contra el uso del poder económico de China para intimidar a economías más pequeñas. Estas dos prioridades relegan las preocupaciones de los países fuera del G-7 a un segundo plano. Pero el éxito de las prioridades occidentales en las cuestiones rusa y china depende en gran medida de la disposición de los países que no integran el G-7 a respaldarlas. Para esto es necesaria la construcción de coaliciones más amplias y el despliegue de incentivos para alejar eventualmente a esos países de las órbitas rusa y china. La cumbre se concentró, empero, en medidas coercitivas (las típicas sanciones y ayuda militar), lo que limita las posibilidades de cooperación efectiva. Para lograr un consenso real y abordar los desafíos globales de manera integral junto con el resto del mundo, es necesario dar más espacio a las prioridades políticas del denominado «Sur global» en las discusiones y decisiones del G-7. Y será necesario hacer un mayor esfuerzo para persuadir a los países del Sur global de subirse a la agenda del G-7. Esta tarea no es fácil, ya que buena parte de estos países tiene intereses y necesidades muy diversas. Pero al menos el G-7 podría esforzarse en brindar un mayor espacio a sus prioridades políticas. Para los países que no integran el G-7, la incapacidad del bloque de construir esos consensos y de incluirlos más activamente no hace más que alimentar las rivalidades geopolíticas que algunos países ya despliegan. Tanto Narendra Modi en la India como Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, por ejemplo, mantienen reservas hacia la hegemonía estadounidense. Sus vínculos comerciales con China (en especial, en el caso brasileño) llevan a que no estén dispuestos a subirse dócilmente a las propuestas de Estados Unidos. Si bien hasta ahora no ha redundado en resultados concretos, tanto la India como Brasil comparten espacios con Moscú y Beijing en el BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica). No será fácil convencer a ninguno de los dos de plegarse a una disputa Oeste-Este como la que promueve Washington. Ni siquiera la India, que hace décadas mantiene un conflicto limítrofe con China, se siente cómoda alineándose con Occidente. FORO DE DAVOS El Foro Económico Mundial o, como se conoce por la ciudad en la que se realiza, el Foro de Davos (Suiza), es un evento anual que reúne a jefes de Estado y Gobierno, líderes políticos, responsables de economía, directivos de grandes compañías y representantes de la sociedad civil y el mundo académico. Se trata, según Javier de la Nava, profesor de Macroeconomía de la Universidad a Distancia de Madrid (Udima), de un foro de reflexión y contacto, donde la transcendencia este año reside en ponerse al día tras el parón por la pandemia en un momento económico crucial para el mundo. Aunque no sirve necesariamente para llegar a ningún acuerdo en concreto. El Foro de Davos lleva celebrándose anualmente más de 50 años. Su importancia, según De la Nava, reside en que se reúnen en un mismo espacio a personalidades importantes de la economía mundial. “Esto antes tenía más énfasis, ya que no existían las comunicaciones tan directas y tan inmediatas de ahora”, señala. 67 Pese a la importancia, De La Nava incide en que se trata de un foro de reflexión. “No es como puede ser el G7, en el que los países se comprometen a realizar una serie de inversiones o a tratar de poner en marcha una serie de políticas fiscales que impliquen conseguir una serie de objetivos”, compara. Así, asegura que en el Foro de Davos “no hay decisiones concretas”, sino que “más bien se plantean líneas de actuación”. “Es mucho lo que yo llamo ‘política de tarjeteo’: relacionarse, verse, una toma de contacto y nos llamamos para seguir hablando”, comenta el experto de Udima. El impacto que tiene el evento "Foro de Davos" De hecho, según recoge el BBVA, del Foro de Davos salen muchas ideas, pero “no todas se materializan”. No obstante, explican, “algunas han llegado lejos”, como el acuerdo de libre comercio de América del Norte (Nafta, por sus siglas en inglés), firmado entre Estados Unidos, Canadá y México, que “se propuso por primera vez en una reunión informal en Davos”. Sobre el impacto del evento, en la página oficial del foro se explica que “reunir a líderes políticos y empresariales del mundo, junto con personas expertas de la academia y la sociedad civil, puede significar que se den pasos reales para abordar algunos de los mayores problemas a los que se enfrentan las personas de todo el mundo”. La última edición del Foro de Davos de 2023 tiene como lema ‘Cooperación en un mundo fragmentado’ y reunirá a más de 2.700 líderes, una cifra récord. En su edición de 2022, la guerra de Rusia en Ucrania cobró un gran protagonismo. En ella, se reunieron cerca de 2.500 líderes “para abordar problemas globales y encontrar soluciones a los retos más urgentes del mundo, incluidos la actual pandemia mundial, la guerra en Ucrania, las crisis geoeconómicas y el cambio climático”, según explicó la página oficial. 68