Summary

Este documento trata sobre el gran comercio de la Baja Edad Media. Analiza el desarrollo del comercio a través de diferentes rutas y vías tanto terrestres como marítimas, destacando la importancia de la seguridad de los caminos, la participación de la iglesia, el papel de las ciudades y la aparición de una nueva clase social, la burguesía. Se menciona a diferentes personajes históricos como Felipe IV de España y se describe la evolución de las rutas y los medios de transporte utilizados.

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TEMA 3: El gran comercio Con la seguridad de los caminos, el comercio comienza a adquirir fuerza. Los reyes llegan a acuerdos con los grandes señores. Para compensar el poder de la nobleza, castigarán con extraordinaria rudeza a quienes permitan y no castiguen a los salteadores de caminos. Muchos de...

TEMA 3: El gran comercio Con la seguridad de los caminos, el comercio comienza a adquirir fuerza. Los reyes llegan a acuerdos con los grandes señores. Para compensar el poder de la nobleza, castigarán con extraordinaria rudeza a quienes permitan y no castiguen a los salteadores de caminos. Muchos de esos asaltantes pertenecían a las casas más bajas de la nobleza. Eran los llamados “malhechores feudales”. Tenían recursos y gente como para organizar partidas de asaltantes, lo que significaba un gran peligro en los caminos. Cuando la monarquía adquiere más poder, adquiere más seguridad y confianza a la hora de castigar los excesos y abusos de estos señores feudales. De la mano del comercio, crece también el intercambio de artesanías, crecen las ciudades y nace la burguesía. El gran comercio está considerado por muchos el caballo de Troya de la economía liberal, monetaria, pre-capitalista. Una economía que ya no se basa en el bien común, sino en la rentabilidad y acumulación de beneficios. Implica grandes riesgos que, a su vez, implican grandes beneficios. Por lo tanto, estas actividades deben gozar de una serie de privilegios y no tener normas tan rígidas como, por ejemplo, tenían los gremios. Es importante también el papel que juega la iglesia en todo este proceso. La teoría prohibía a los cristianos el espíritu de lucro y, por supuesto, la usura. Por eso, los préstamos con altos intereses quedaban en mano de los judíos. El comercio con Oriente trajo consigo el cada vez mayor intercambio en moneda. La demanda de dinero exigió su fabricación y, a partir del s. XI, proliferarán las cecas, lugares en donde se acuñan monedas. Estas deben tener un peso concreto y una serie de garantías del valor asociadas. El peso solía ser en oro o plata y, a partir de ahí, los cambistas decidían la cantidad de dinero en moneda local que debían entregar. Existía la falsificación de la moneda. El mayor falsificador de la historia medieval fue Felipe IV de España, quien pasó a la historia como el falsificador de su propia moneda. Rutas terrestres El gran azote del transporte es el peaje. Hay que pagar para utilizar los puentes, los puertos, por la seguridad de los caminos, por las mercancías que entran en las ciudades. El mundo bajomedieval estaba lleno de impuestos. Por mar existe una mayor seguridad, sobre todo en los mares del norte, pero ciertas zonas del Mediterráneo están amenazadas por los piratas musulmanes, lo que provocó que los comerciantes marinos de aquel tiempo navegaran de forma común, creando flotas. Venecia y Génova se convierten en los puertos de salida de estas grandes flotas, especialmente a partir de la primera cruzada, que abre el camino hacia Oriente, pues Génova y Venecia se van a convertir en las garantes de suministros y de hombres. Había transportes de varios tipos, como los galeotes, llevados por el viento. Los podías haber de una sola cubierta y de hasta cinco. Eran muy grandes en tamaño, llevaban provisiones, caballos, Génova y Venecia se especializaron en tráfico de mercancías y de tropas, por lo que los barcos eran bastante de lujo para la época. La marina fue evolucionando mucho a partir de los siglos XII y XIII, cuando se inicia la exploración del noroeste de África. La navegación atlántica derivó en las carabelas, otro tipo de navegación adecuada al océano, diferente a la mediterránea. Otro punto clave desde la esfera cristiana mediterránea es el puerto de Marsella. Y el último, vinculado a Aragón, es el de Valencia. Más tarde comenzará a funcionar con fuerza Barcelona, pero muy por detrás de los anteriores. A mucha distancia de estos, en el Mediterráneo, se encuentra Málaga, uno de los principales puertos del comercio de esclavos, de la trata de seres humanos. En los mares del norte, en el caso hispano, se encuentra La Coruña, Gijón, Santander y los puertos vascos. Los marinos del Cantábrico comerciaban desde la antigüedad con las tierras del norte y eran reconocidos balleneros, sobre todo los santanderinos y los vascos, y muy respetados por los marinos del norte, eran el gran referente de la pesca. El gran comercio de la Baja Edad Media tiene varias zonas. Hay una ruta comercial nace a partir del mundo vikingo, que comunica el Mar del Norte con los territorios eslavos, bizantinos y musulmanes. Una segunda ruta, la mediterránea, a través de Venecia y Génova. Una tercera ruta que, desde los Países Bajos y Flandes, llega hasta Inglaterra, Escandinavia, Alemania, Francia y el norte de España, que se especializó en el comercio de textiles. En el Báltico hay un comercio muy activo, al extremo de que sus ciudades portuarias se organizan en hansas y, a su vez, estas asociaciones de comerciantes y marinos, se agrupaban en las llamadas “ligas hansianas”. El tráfico de productos de todo tipo era constante y no era infrecuente encontrar aceite español en Alemania o pieles escandinavas en la península ibérica. Hay un lugar que, durante la Baja Edad Media, va a destacar por sus ferias: las ferias de Champaña, que se convierten en el principal punto de encuentro de Europa, a través de Troyes, la capital del condado de Champaña, Provins, la ciudad mejor situada, Bar-sur-Hube, cercana a Borgoña, y Lagny, de relevancia, aunque menor que las anteriores. En estas ferias, que duraban tres semanas, cada una de ellas, se comerciaba en especias y paños. Aquí se inventaron las letras de cambio, sistema que después sería copiado por la Orden del Temple, que tiene a sus fundadores en el propio condado de la Champaña. A partir de 1300, estas ferias decayeron, porque muchos comerciantes comenzaron a tener sus propios representantes en las grandes capitales. Tenían delegaciones comerciales en París, Londres, Brujas, Colonia, etc., que hacían innecesario pasar por un lugar de encuentro. Esto trajo consigo la decadencia de las ferias del condado de la Champaña y, con esto, también privó de una fuente de ingresos al propio rey de Francia. En este momento, el célebre Felipe IV, el Hermoso, casado con la reina titular de Navarra que, además, era condesa de Champaña. Esta carencia de ingresos acabó por arrastrar a los templarios en su caída. El rey, privado de ingresos, quiso seguir teniendo ingresos, y lo hizo disolviendo la Orden del Temple. Los apocalípticos siglos XII y XIII Desde 1315, se puede encontrar una serie de detonantes que le dieron esta característica: el clima cambió, entrando en una mini era glacial, que trajo consigo problemas en las cosechas, lo que trajo hambrunas. Los cuerpos debilitados eran pasto del fuego para las enfermedades y, a mediados del s. XIV, llegó la peste negra. Todo esto conllevó problemas militares: la guerra entró en escena, la Guerra de los Cien Años (s. XIV-XV). En la península arreciaron los enfrentamientos entre cristianos y musulmanes y entre cristianos entre sí. En Italia se documentan los conflictos entre las distintas ciudades. También entre la casa real de Aragón y la casa de Anjou, que gobernaba en Nápoles y Sicilia. En Alemania, enfrentamientos entre los distintos príncipes territoriales y, por si fuera poco, habrá partidas de guerreros profesionales contratados temporalmente, mercenarios, que firmaban un acuerdo denominado condotta, término del que viene condottieri, un acuerdo que implicaba a un jefe de milicia y a quienes se alistaran con él, que pasaban a ser profesionales de la guerra de alquiler. Vivían del pago de una cantidad acordada y, en el mismo momento en que ese pago no se producía, tenían derecho a conseguir por sus propios medios esa cantidad, robando a la población, asolando los campos, depredando sobre el terreno. Estos personajes a los que en la península ibérica se les daba el nombre de “compañías”, en Francia el de routiers y en Inglaterra se les conocía también como routiers y al acuerdo como indenture, acostumbraban a sembrar el terror a su paso. Se puede agregar también el ejemplo de los lansquenetes suizos, alaberderos y piqueros extraordinariamente despiadados que alquilaban su servicio por elevadas cantidades de dinero, no solo en la Edad Media, sino en toda la Edad Moderna. De forma residual, los lansquenetes acabaron siendo la guardia papal del Vaticano, hasta hoy. Las guerras se interrumpieron solamente una vez, al menos en Francia, no así en la península ibérica. En Francia se interrumpieron durante la peste negra; al conocer lo que estaba pasando, los ejércitos decidieron detener la guerra y no hacer movimientos de tropas. Pero cuando la peste pasó, tres años después, se retomaron actividades. Durante esos tres años, las tropas vivieron sobre el terreno, extendiendo el terror, al extremo de que Europa se acostumbró a colocar vigías en los campanarios, ya que no se fiaban de sus señores feudales. Ante la más mínima polvareda o movimiento en los caminos, estos vigías alertaban a la población, mediante el toque de campanas, para que estos salieron huyendo a buscar refugio o encerrarse en sus casasEste clima de terror constante mantenido durante dos siglos fue el momento en que una Europa que estaba abierta, donde nadie era extranjero, dio paso a una Europa cerrada sobre sí misma que evolucionó hacia el individualismo nacionalista. Comienzan durante estos siglos a remarcarse las características que nos hacen propios y diferentes, cosa que hasta el momento no había ocurrido, ya que había un movimiento de ciudadanos, a través de las peregrinaciones, que era totalmente abierto y normal. A partir del comienzo de estos dos siglos de terror, todos se veían como enemigos. Incluso se comenzó a apostar por las lenguas nacionales, ya que no había idiomas oficiales, sino que cada región tenía su dialecto autóctono. En cada Estado había linguas francas que se hablaban cuando se iba a comerciar para comprenderse. El concepto de idioma propio nació como signo de individualización nacionalista. Surgen los grandes tópicos o estereotipos asociados con los territorios: las diferencias. Los ingleses son borrachos, los flamencos chillones, etc. Surge también la normalización de la violencia. El clima de inseguridad y de nerviosismo llevó a que los caminos estuvieran plagados de bandidos, a que los centros religiosos ofrecieran seguridad y amparo, a que las ciudades se amurallaran o se reforzaran, si ya tenían murallas, a partir del s. XIV, a que las iglesias y los castillos también se amurallaran y se fortificasen. Y todo eso dejaba fuera a los arrabales. En una escala del miedo, en la Baja Edad Media el miedo se multiplicó por 10 respecto a los siglos anteriores. El papa Urbano V, en 1364, dijo de su tiempo: “Europa se ha convertido en un verdadero infierno”. A esto se suma que, la guerra de estos siglos, es el ocaso de un tiempo y el nacimiento de otro, no solo por las tropas mercenarias, sino por la aparición de la pólvora, un elemento que lo cambió todo. Las grandes murallas ahora pueden ser derribadas a cañonazos. La armadura ahora queda obsoleta frente al poder de un disparo. Los europeos, que hasta entonces eran bastante parecidos, comenzaron a diferenciarse entre ellos. El hambre como tal, nunca desapareció de la Edad Media, pero fue acentuada por los cambios climáticos y demás. Hubo 42 años consecutivos de intensas lluvias en Francia. Los cultivos se echaron a perder. Hubo frío, enfermedades asociadas, y hambre. Sobrevivía medianamente bien quien tuviera ganados, ya que los pastos seguían siendo aprovechables, pero la base de los agricultores empezó a sufrir auténticos estragos. Quienes solo se dedicaban a la agricultura fueron carne de cañón. En estos momentos, surgen los agoreros, gente que advierte que, por ejemplo, a comienzos del siglo (1300), Europa era rica, fértil, con potencia demográfica, pero que medio siglo más tarde, hablan de las consecuencias de los pecados de los hombres: “Por los caminos circulan lamentables esqueletos andantes”. Esto lleva a una consecuencia trágica: la muerte, que hizo su aparición por la puerta grande con la peste negra, que marcó un antes y un después. La población en Europa, según los cálculos que se han hecho, disminuyó entre un 35 y un 50%. La peste fue traída por la pulga de la rata. Se llamó la peste bubónica, por los bubones que aparecían en la piel. Hoy en día la peste sigue existiendo. Siempre se dijo que la peste surgió en China. A día de hoy se ha comprobado que surgió en la región del Kirgistán que, por aquellos tiempos, pertenecía a China. Desde Kirgistán, la peste se expandió por toda Europa en distintas oleadas y en diferentes tiempos. Hubo comunidades a las que no afectó, sobre todo en grandes zonas de Polonia, en donde la gente vivía en aldeas prácticamente incomunicadas entre sí. Había formas de evitar los contagios. La forma principal era a través de la violencia, impidiendo que todo extranjero, mendigo o peregrino, que se acercara a la propia tierra, cosa que se evitaba asesinando al intruso que se acercaba. Cuanto más drásticas las medidas de precaución, más fácil proteger a la gente. Las comunidades que se mantuvieron sin contacto con otras, sobrevivieron mejor. Aquellas que mantenían unas mínimas medidas higiénicas, también tendían a contagiarse menos. Había gente que resistía a la peste, que su sangre tenía la capacidad de crear anticuerpos de forma natural. A mayor higiene, menor movilidad, menor intercambio de mercancías, mayor aumento de las posibilidades de supervivencia. Estas diferencias generaron que hubiese sospechas y pensamientos supersticiosos en cuanto a la peste (como las teorías de la conspiración). La peste fue recurrente, llegó y se instaló, pero la gente fue aprendiendo y generando resistencia. La gente veía a los apestados como gente que se enfermaba y se les atendía. Los bubones aparecían en el cuello y en las axilas o las ingles. Más tarde, el virus fue evolucionando, y fueron apareciendo manchas negras y bubones más pequeños, de ahí el nombre de “peste negra”. Se utilizó la cal para limpiar los suelos en donde estaban acostados los enfermos, porque se dieron cuenta de que no se contagiaban después de limpiarse con cal. No daban abasto para enterrar a los muertos, que se apilaban en la calle y se caminaba entre ellos. Si se declaraba la peste en una ciudad, quedaba automáticamente aislada del resto del mundo. Había que vivir de las provisiones almacenadas en la propia ciudad. El que no tenía almacenado, moría de hambre, si no de la enfermedad. Los sanitarios caían a montones, hasta que se dieron cuenta de que morían menos los que utilizaban guantes, que después limpiaban con cal o con vinagre, ropas que les cubrían de arriba abajo, desde la mandíbula a los pies, llevaban el pelo muy corto, pelado o recogido, tapado con un sombrero y, como ellos entendían que la enfermedad estaba en el aire, desarrollaron unas máscaras con un pico como de pájaro con unos pequeños agujeros para respirar que, además, fomentaba una mayor distancia con el enfermo. Llevaban una especie de gafas sobre la máscara, que protegía los ojos. Los médicos, al principio, tocaban de forma directa al enfermo. Luego del tiempo, los tocaban con palos, con los que abrían la ropa, miraban, y no se podía hacer mucho más. La peste puede afectar a los pulmones y a distintos órganos, provocando infecciones, hemorragias en la piel, hasta gangrena. Las posibilidades de supervivencia eran muy reducidas. La peste dio origen a representaciones artísticas que describían lo que se veía. La gente entendió que estaba al final de un tiempo, que no había forma humana de hacer frente a lo que se vivía. Empezaron con rezos, siguieron con penitencias, con rogativas, pero nada parecía funcionar. Echaron la culpa a los herejes; finalmente, surgió el gran chivo expiatorio de la peste negra: los judíos. Comenzaron las persecuciones a los judíos, por el simple hecho de ser más limpios que los cristianos y, por tal razón, de contagiarse menos. Los judíos tapiaban las entradas a las juderías para que no entrara nadie. Las persecuciones fueron violentas en toda Europa. Los cristianos y los musulmanes entraban en las comunidades judías y provocaban grandes matanzas. Finalmente, las persecuciones a los judíos se convirtieron en especialidad solo de los cristianos. En Alemania, Francia, Inglaterra, fueron despiadadas. En la península ibérica, a partir de la predicación del infame pero célebre arcediano de Écija, que trasladó la idea de que la culpa de la peste era de los judíos porque sus antepasados habían matado a Cristo, exaltó a las masas, que arrasaron con las juderías, sacaron a los muertos de sus tumbas, los quemaron, aventaron sus cenizas e iniciaron una carrera hacia la locura en la Corona de Castilla y León que trajo graves consecuencias. Muchos judíos se convirtieron por la fuerza, de donde surgirá el problema de los conversos, para salvar sus vidas. Otros acabaron siendo expulsados de las ciudades o de los territorios. Se les señaló por las calles, se les fue arrinconando. De forma tácita, se permitía todo tipo de violencia contra ellos. La gente empezó a darse cuenta de que la vida es breve y que hay que disfrutarla; coincidiendo con la peste, comenzó un movimiento de liberación sexual en toda Europa. La gente, pensando en la inmediatez de la muerte, comenzó a disfrutar de los placeres de la vida, a darse cuenta de lo verdaderamente importante. La sociedad, en cierta medida, recuperó un extraño norte que trajo consigo, junto con el individualismo, el Humanismo. Es el tiempo de Dante, de Petrarca, del Trecento, del Quattrocento, del Cincuecento, el tiempo que da origen al Renacimiento, al pensamiento de la vuelta al hombre, que pone final a la Edad Media y da nacimiento al tiempo moderno. Es el tiempo de disfrutar de lo bello, de lo inmediato, el hombre pasa a ser el centro del universo, dejando a Dios a un costado. Hay quienes consideran que el verdadero cambio no fue tanto el descubrimiento América o la invención de la imprenta, sino la peste negra y sus consecuencias. En el arte, habrá innumerables escenas de las danzas macabras, en donde se verá a los esqueletos llevándose a los poderosos y a los humildes por igual. También surge la idea de que hay personas propagadoras de la peste, y no solo los colectivas. Se produce la idea de “los diferentes”, por ejemplo, las mujeres aldeanas que viven solas, a quienes se consideran brujas. La persona que la propia comunidad considera diferente, circunstancia que, muy a menudo, se asocia con la persona más humilde de la comunidad, el extranjero, el que hace prácticas antiguas. Se era muy supersticioso; que una mujer entendiera de plantas curativas o que un hombre entendiera de recomponer huesos, implicaba que estuvieran endemoniados. Comienza la caza y captura del diferente, dando inicio a la caza de brujas y brujos, a quienes se enviaba a la hoguera.

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