Máster en Psicología General Sanitaria PDF

Summary

This document is a course material related to the master's degree in General Sanitary Psychology. It covers the training in the skills for a sanitary psychologist and the professional help relationship. The first section discusses the details of the professional help, relating them to basic aspects and psychological help processes. Subsequent sections touch upon the approach to relationship building, various models of the professional help relationship, and factors related to both the professional and the client.

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Máster en Psicología General Sanitaria Entrenamiento en habilidades del psicólogo sanitario Unidad didáctica 1. La relación de ayuda profesional. UD 1. La relación de ayuda profesional.............................................................................. 3 1.1. La relación de ayuda: as...

Máster en Psicología General Sanitaria Entrenamiento en habilidades del psicólogo sanitario Unidad didáctica 1. La relación de ayuda profesional. UD 1. La relación de ayuda profesional.............................................................................. 3 1.1. La relación de ayuda: aspectos básicos..................................................................... 4 1.2. El proceso de la ayuda psicológica............................................................................ 5 1.2.1. Fases del proceso de ayuda................................................................................ 6 1.3. El enfoque de la relación: la potenciación.................................................................. 8 1.3.1. Validación y aceptación...................................................................................... 9 1.3.2. Cambio.......................................................................................................... 10 1.4. Modelos de relación de ayuda profesional................................................................ 12 1.5. Factores del profesional que influyen en la relación de ayuda..................................... 13 1.5.1. Actitudes básicas que favorecen la relación de ayuda.......................................... 14 Empatía................................................................................................................ 15 Autenticidad.......................................................................................................... 17 Aceptación incondicional......................................................................................... 19 Ejemplo de aceptación incondicional......................................................................... 20 1.5.2. Características como profesional que favorecen la relación de ayuda..................... 21 Cordialidad........................................................................................................... 22 Pericia.................................................................................................................. 22 Pericia: señales descriptivas.................................................................................... 23 Pericia: conductas verbales y no verbales................................................................. 24 Fiabilidad.............................................................................................................. 24 Atractivo............................................................................................................... 27 Grado de directividad............................................................................................. 28 1.5.3. Otros factores que influyen en la relación de ayuda............................................. 29 1.6. Factores del consultante que influyen en la relación de ayuda.................................... 30 Resumen...................................................................................................................... 31 Mapa de contenidos....................................................................................................... 32 Recursos bibliográficos................................................................................................... 33 2 UD 1. La relación de ayuda profesional La relación de ayuda (también denominada relación terapéutica) que se construye entre un profesional y el consultante es un ingrediente fundamental para la obtención de resultados positivos en la intervención psicológica. Se trata no solo de un punto en el que coinciden las diferentes corrientes psicológicas, sino que es una cuestión evidenciada empíricamente en múltiples ocasiones. Así pues, la relación de ayuda no parece un asunto baladí y, por tanto, conviene no pasarla por alto. Por ello, esta asignatura está fundamentalmente dedicada a la relación de ayuda y las habilidades que permiten establecerla, ahondado en los diferentes ingredientes que contribuyen a generar una buena alianza de trabajo. Concretamente, en esta primera unidad vamos a introducir qué es la relación de ayuda (y qué no es) y en qué consiste el proceso de intervención. Asimismo, trataremos el enfoque de la potenciación como forma de trabajar con el destinatario de la ayuda. Además, revisaremos los cuatro modelos fundamentales de relación que se pueden establecer en la intervención: el paternalista, el informativo, el interpretativo y el deliberativo, ahondando en sus puntos fuertes y débiles. Finalmente, abordaremos algunos factores o variables que influyen en la relación de ayuda; tanto aquellos relacionados con el profesional como aquellos relacionados con el consultante. 3 1.1. La relación de ayuda: aspectos básicos La relación de ayuda puede definirse como los sentimientos y actitudes que los participantes de la intervención tienen entre sí y la manera en que los expresan (Bados López y García Grau, 2011 Norcross y Lambert, 2019). De acuerdo con Goldstein y Myers (1986), una relación positiva se relaciona con sentimientos de agrado, respeto y confianza por parte del psicólogo y del consultante hacia el otro integrante del equipo. Play Mira el siguiente vídeo en el que el psicólogo gestáltico Buenaventura del Charco Olea explica la importancia de la alianza de trabajo. Puedes profundizar más con los vídeos de la profesora María Xesús Froxán Parga y del catedrático Marino Pérez Álvarez. Uno de los componentes esenciales de la relación de ayuda es la alianza de trabajo o alianza terapéutica. La División 29 de la American Psychological Association [APA] (Task Force on Empirically Supported Therapy Relationship) concluyó oficialmente en 2002 que este era un componente necesario (aunque no suficiente) para lograr una intervención psicológica exitosa, siendo un buen predictor de los resultados de la intervención, como han mostrado diversos estudios (González, 2005; Keijsers et al., 2000; Norcross y Lambert, 2019). Para que se produzca esa alianza terapéutica o de trabajo, ambas personas han de sentir que forman un equipo o que están «en el mismo barco». Esta alianza de trabajo está constituida por tres componentes fundamentales: 1. el vínculo emocional positivo entre cliente y psicólogo, 2. el acuerdo mutuo sobre los objetivos de la intervención, 3. y el acuerdo mutuo sobre las tareas para promover el cambio y alcanzar dichos objetivos. Es importante tener en cuenta que la relación de ayuda es diferente a una relación de amistad. A diferencia de una relación de amistad, la relación de ayuda es unidireccional, asimétrica, no altruista y sujeta a ciertas reglas formales (Bados López y García Grau, 2011; González, 2005). Veamos qué significa todo esto. 1. En primer lugar, la relación de ayuda es unilateral porque lo que se discute son los asuntos problemáticos del consultante y no los del psicólogo; además, la relación se orienta a ayudar al consultante, alcanzando ciertos objetivos. 2. En este mismo sentido, podemos decir que la relación es asimétrica, ya que las personas no están situadas en igualdad de condiciones, no goza de horizontalidad, sino de verticalidad. De hecho, como comentaremos más adelante, es importante que se mantenga esta unilateralidad, restricción y asimetría, ya que las denominadas relaciones duales complican la labor de ayuda. 4 3. Además, es no altruista, ya que el psicólogo percibe una remuneración por su trabajo, por lo que no está «haciendo un favor» y, por tanto, el consultante no tiene que devolver el favor ni sentirse en deuda por la ayuda recibida. 4. Finalmente, la relación de ayuda está sujeta a unas reglas formales de funcionamiento que regulan la frecuencia y duración de las sesiones, el lugar donde estas se desarrollan y el ya mencionado asunto de los honorarios (cuando se trata de una consulta privada, generalmente). Por tanto, la relación es restringida en tanto en cuanto está limitada a tiempos y lugares concretos y se termina cuando se logran las metas establecidas. Además, el psicólogo no tiene otros roles, obligaciones o responsabilidades más allá de las de la ayuda profesional que presta. En este sentido, es preciso remarcar el hecho de que se trata de una ayuda profesional. El psicólogo sanitario es un profesional formado, con profundos conocimientos sobre las formas de funcionamiento de la mente humana y la forma de intervenir en ella. Pero dichos conocimientos técnicos, aunque imprescindibles, no van a resultar suficientes per se, sino que será necesario también que el psicólogo posea determinadas habilidades o competencias, un «saber hacer» que permita ligar de forma eficaz esos conocimientos técnicos con las características particulares de cada demandante de ayuda y situación, favoreciendo el éxito de la intervención. Estos aspectos los veremos más adelante. Por el momento, vamos a definir en qué consiste el proceso de ayuda psicológica. 1.2. El proceso de la ayuda psicológica La ayuda profesional que presta un psicólogo consiste en un proceso con unas cuantas fases definidas. Vamos a recordarlo y a comentar dicho proceso a la luz del desarrollo de la relación de ayuda entre el psicólogo y el consultante. 5 1.2.1. Fases del proceso de ayuda La diferenciación entre las fases del proceso de ayuda tiene un carácter didáctico y varía en función de los autores. A continuación, vamos a ver las cinco fases del proceso de ayuda propuestas por Hackney y Cormier (2005), destacando las cuestiones más importantes en cada una de ellas. Figura 1. El proceso de ayuda psicológica. Hackney y Cormier, 2005 (adaptación). Recepción Esta primera fase hace referencia a la toma de contacto inicial con el consultante, que, generalmente, ocurre en la primera sesión con este. Durante esta recepción inicial de la persona se recoge información básica sobre la demanda que establece y se diseña el marco de la ayuda desde el que se va a trabajar. En este punto se indicarán la confidencialidad y en qué va a consistir el proceso en líneas generales, apuntando cuáles son los siguientes pasos, es decir, la necesidad de realizar una evaluación para poder establecer un plan de intervención bien ajustado al caso. En esta primera fase se empieza a forjar la alianza terapéutica y juega un papel muy importante la primera impresión que se lleve el consultante. Esa primera imagen va a depender, entre otras cuestiones, de algunas características y habilidades del psicólogo, como su atractivo, su fiabilidad, su empatía o su congruencia. Desgranaremos estos aspectos más tarde. Recogida de información y evaluación En esta segunda fase, el psicólogo trata de clarificar la demanda de la persona y de priorizar la importancia y orden de las demandas, en caso de que haya varias. Es una fase en la que se formulan muchas preguntas como parte de la entrevista de evaluación y, en función del caso concreto, se administran test, escalas, cuestionarios y autorregistros. Se trata de obtener la información más completa posible sobre las variables relevantes del caso. 6 Conceptualización del caso y devolución de información En esta fase, el psicólogo necesita demostrar habilidades de análisis y organización de la información. Se trata de reunir y organizar de forma coherente, a menudo desde el modelo ABC, la información recogida, de manera que podamos formular una hipótesis de origen del problema (cómo surgió), así como una hipótesis de mantenimiento (qué es lo que hace que siga ocurriendo, qué mecanismos están detrás del habitual «círculo vicioso» que se establece en los problemas). Esta información va a ser clave para poder planificar la intervención acorde al caso, seleccionando los objetivos que alcanzar, definidos de forma operativa, así como las técnicas que utilizar para lograr dichos objetivos. Además de realizar la conceptualización del caso, el psicólogo ha de devolver dicha conceptualización al consultante, explicando en un lenguaje accesible cómo se ha originado el problema y cómo se está manteniendo, y proporcionando el plan de intervención que ha diseñado. También es necesario dar una información científica fiable sobre las diferentes opciones de intervención, informando de las ventajas y desventajas de cada una de ellas. En ese sentido, el consultante tomará la decisión que, con la información proporcionada, considere más adecuada a su situación o posibilidades. Intervención La fase de intervención es en la que se implementa el plan acordado entre psicólogo y consultante. En esta fase son habituales los autorregistros y distintas técnicas, como la exposición en sus diferentes vertientes, la activación conductual, etcétera. Haber establecido una buena alianza de trabajo va a resultar crucial para la implicación de la persona en las diferentes tareas que se propongan, ya que suelen requerir de esfuerzo, así como las habilidades de liderazgo e influencia y de resolución de problemas, para hacer frente a las dificultades que surjan durante el proceso. Alta Cuando se han alcanzado los objetivos marcados en la fase de devolución de la información, llega el momento de finalizar la intervención. Hay dos cuestiones relevantes al respecto. La primera de ellas tiene que ver con las posibles recaídas futuras de la persona. En este sentido, resulta fundamental realizar una buena prevención de recaídas que permita a la persona: 1) asentar los cambios conseguidos y 2) ser consciente tanto de las herramientas que ha adquirido como de los signos de alerta ante los cuales tendría que utilizarlas. De esta forma, ante indicios de una nueva recaída, esta podría evitarse con eficacia. Por ello, es habitual realizar un periodo de seguimiento tras el alta. Es un periodo en el que se espacian las sesiones (por ejemplo, en vez de semanalmente, el consultante acude tras el alta una vez al mes, otra a los tres meses y otra a los seis meses). Dicho espaciamiento ayuda a comprobar que los cambios generados son estables y no dependen de la asistencia a las sesiones, así como también generar un distanciamiento que no sea abrupto en los casos donde sea necesario. 7 La segunda cuestión tiene que ver con los sentimientos que la finalización de la relación de ayuda puede generar en el consultante. En ocasiones, tras haber logrado una buena alianza de trabajo, la persona puede sentir miedo ante una posible dependencia del psicólogo. En este sentido, habrá que trabajar en ello y facilitar el ajuste de la persona, por ejemplo, mediante un distanciamiento paulatino o proporcionando la opción de seguir en contacto ocasionalmente mediante e-mail. Finalmente, en todo el proceso descrito de la ayuda psicológica, así como en la propia relación de ayuda, es necesario respetar los aspectos éticos y actuar conforme a ellos. Nota En la asignatura de Fundamentos Científicos y Profesionales de la Psicología Sanitaria se verán los principios de psicoética y las normas deontológicas concretas que rigen nuestra profesión. 1.3. El enfoque de la relación: la potenciación En toda relación de ayuda se tenderá hacia el desarrollo y autonomía del consultante, es decir, el objetivo es evitar que se produzca dependencia de la terapia o del psicólogo, buscando alcanzar unos objetivos, buscando que la persona adquiera herramientas que pueda aplicar en su vida. La idea, por tanto, es empoderar a la persona que acude en busca de ayuda, fortalecerla. Para tal fin resulta útil tomar como base el modelo de la potenciación o empowerment (Costa y López, 2006; López y Costa, 2014). Este modelo implica tomar una perspectiva estratégica en la relación de ayuda, adoptar un estilo profesional en torno a ciertos valores y principios. La estrategia de la potenciación como modelo de trabajo descansa sobre una serie de principios estratégicos que se vertebran en dos ejes fundamentales: la validación y aceptación de las experiencias de la persona, y el cambio. Viaja Una buena metáfora del modelo de potenciación es la fábula del aguilucho. 8 Recuerda Como psicólogos, tenemos la responsabilidad de no transmitir nuestros valores al consultante, sino trabajar desde los suyos. El saber da poder y tenemos ese poder, así que tenemos que ser responsables con él. 1.3.1. Validación y aceptación La validación es necesaria para la relación de ayuda y para poder influir a través de esta. Está muy relacionada con la aceptación incondicional, que implica la validación del mundo emocional, la legitimación del derecho de la persona a su mundo emocional y sus posiciones (Linehan, 1993; Koerner y Linehan, 2004). La aceptación incondicional consiste en considerar a la persona como un fin en sí misma, interesarte y preocuparte por ella, acogerla y no juzgarla. Nota La aceptación incondicional implica la aceptación de las personas, no de sus conductas. Podemos ayudar a cuestionar la realización de una conducta, pero siempre desde la aceptación de la persona y de su mundo emocional. La validación es un punto de partida importante y necesario a través del cual se forja la alianza terapéutica. Si se minimiza o trivializa un problema de la persona o se discuten sus razones o cómo se siente, se genera una resistencia que dificulta el entendimiento y la confianza y, por tanto, la posibilidad de ayudar (Koerner y Linehan, 2004). A veces, puede resultar complicado validar algunas cuestiones, sobre todo las relativas a las acciones o conductas de las personas. El truco está en validar la perspectiva, el mundo emocional, las razones que tiene, en lugar de lo que hace. 9 Ejemplo: Ricardo es psicólogo en atención domiciliaria a la dependencia. Acude a casa de Susana, una mujer de 75 años que tiene una hemiplejia originada por un accidente cerebrovascular, lo que le genera problemas en el área verbal. Vive en casa con su marido, José, de 76 años, y la menor de los cinco hijos que tienen. Ricardo quiere hablar con José, ya que Susana en otras ocasiones le ha dicho que se siente maltratada por él. José dice: «Desde que le dio el ataque ese, mi mujer está insoportable y no puedo hacer nada ya. Tengo que quedarme en casa todo el día, levantarla y ayudarla a hacer la comida, acostarla en la siesta y estar todo el día con ella. Esta casa se ha convertido en una cárcel y es que yo ya no puedo más, el otro día casi se me va la mano. Yo lo que quiero es que se la lleven a una residencia y vivir en paz». ¿Qué hacer en este caso? Resulta complicado validar, sobre todo cuando vemos que alguien muestra poca empatía e incluso agresividad hacia una persona en situación de vulnerabilidad. Obviamente, no podemos validar su demanda de que su mujer vaya a una residencia ni tampoco que muestre agresividad hacia ella. Lo que sí podemos hacer es validar su perspectiva y mundo emocional: «Noto por todo lo que me dices, José, que estás frustrado con la situación y muy agotado en tu día a día, que tienes la necesidad de tener más libertad y la situación que vives te limita mucho». Este tipo de respuesta permite conectar con la persona, sus necesidades, deseos y emociones, y permite entrar a valorar diferentes opciones, para que pueda encontrar más libertad sin necesidad de que la forma de conseguirlo tenga que ser la que él proponía («meter» a su mujer en una residencia). 1.3.2. Cambio No obstante, no es suficiente con la validación sin más, como resulta evidente. Si bien esta constituye un primer paso necesario e irrenunciable, también es esencial promover el compromiso con la acción, con el cambio. En este sentido, se trata de alentar la esperanza y la motivación para el cambio en primer lugar y, después, promover y apoyar el compromiso con la acción, promover experiencias de autoeficacia y control y, finalmente, promover cambios en el contexto de la vida del consultante. 10 A la hora de promover esos cambios, el psicólogo debe preguntarse qué influencia quiere tener sobre el consultante. Como hemos dicho, la relación es asimétrica y el psicólogo está en cierta situación de superioridad, algo que tener en cuenta en todo momento. Existen cuatro niveles de influencia: Información Este tipo de influencia consiste en dar información fidedigna, dejando que la persona tome la decisión que crea más conveniente. P. ej.: ante la necesidad de sustituir una válvula del corazón: «Con la válvula porcina no tendrás que tomar Sintrom toda la vida, pero tendremos que cambiarla dentro de diez años. Con la válvula mecánica no habrá que volver a operarte, pero necesitarás de la medicación todos los días». Persuasión La influencia en este caso consiste en tratar de convencer de tomar una decisión concreta, mediante la argumentación. P. ej.: en este caso, se trataría de convencer a la persona de una de las dos opciones planteadas en el caso anterior. Manipulación La influencia en este caso implica chantaje emocional o tergiversación de la información. P. ej.: «Cómo te vas a poner la válvula porcina, piensa en tu mujer y tus hijos y el sufrimiento que van a pasar de nuevo si tienes que operarte cada diez años, ¿de verdad quieres hacérselo pasar mal?». Coacción Esta forma de influencia implica una amenaza que puede ser directa (p. ej.: «Si no quieres ponerte la válvula mecánica, ya puedes buscarte otro cirujano, yo solo trabajo con lo mejor») o indirecta (p. ej., ante la decisión de ponerse la válvula porcina, ponerle delante la hoja de alta voluntaria). Parece bastante claro que tanto la manipulación como la coacción no son deseables y debemos evitarlas, y que la persuasión puede incurrir en trasladar nuestros valores al consultante. Entonces, ¿cómo actuar? Existen diferentes modelos de relación de ayuda sobre los que vamos a pensar en el siguiente apartado, analizando sus ventajas y desventajas. 11 1.4. Modelos de relación de ayuda profesional Llega más lejos Reflexiona sobre la siguiente cuestión: ¿cómo describimos a la persona que pide ayuda? Es alguien que tiene algún malestar y pide ayuda para poder sentirse mejor. Es alguien a quien quizá los árboles le impiden ver el bosque o viceversa, con puntos débiles y fortalezas, incapaz de gestionar su vida de forma que se sienta a gusto con ella. La relación de ayuda implica a dos personas que estarán juntas durante todo el proceso: el psicólogo y el consultante. Por tanto, merece la pena reflexionar un momento sobre la visión que tenemos de cada uno de ellos y su papel dentro de la relación de ayuda, es decir, sobre las diversas maneras o modelos de establecer esa relación de ayuda. A continuación, vamos a ver una síntesis de los cuatro modelos de relación descritos por Emanuel y Emanuel (1992). Estos modelos son el modelo paternalista, el modelo informativo, el modelo interpretativo y el modelo deliberativo. Los cuatro modelos se organizan en torno a diferentes criterios que los distinguen. A modo de resumen, en la tabla 1 se muestra la comparación entre ellos, con base en dichos criterios, que son los siguientes: Valores del consultante. Autonomía del consultante. Obligaciones del profesional. Rol o papel del profesional. Valores del Autonomía del Obligaciones del Papel del consultante consultante profesional profesional Paternalista Los valores son El consultante no Promover el bienestar Guardián. objetivos y elige ni controla del consultante compartidos por los cuidados independientemente de el profesional y sanitarios. Ha de sus preferencias en ese el consultante. asumir lo que momento. indique el profesional. Informativo Son definidos, El consultante Dar información Técnico fijos y conocidos elige y controla relevante y realizar la experto. por el los cuidados intervención elegida por consultante. sanitarios. el consultante. Interpretativo Están poco Consiste en la Determinar e interpretar Consultor o definidos y/o son autocomprensión los valores del consejero. 12 conflictivos, de los elementos consultante más necesitados de relevantes para importantes, así como una aclaración. los cuidados informarle y realizar la sanitarios. intervención elegida por el consultante. Deliberativo Están abiertos a Consiste en el Promover los valores más Maestro. discusión y autodesarrollo de adecuados para el revisión a través los valores consultante a través de de un debate morales un debate moral, así moral. relevantes para como informarle y los cuidados realizar la intervención sanitarios. elegida por el consultante. Tabla 1. Modelos de relación descritos por Emmanuel y Emmanuel, 1997. Emmanuel y Emmanuel (1997) concluyen en su artículo que el modelo más adecuado es el deliberativo. Lo hacen por las siguientes razones: Es el que más se acerca al ideal no simplificado de autonomía (la autonomía no es sin más que la persona haga lo que quiera). Humaniza la relación de ayuda y da importancia y lugar a los valores del consultante. Busca el diálogo, comprensión y revisión con el consultante, no convencerle o informarle puntualmente. Tiene en cuenta los valores y actitudes del profesional y de la ciencia, algo que los propios consultantes tienen en cuenta cuando eligen profesionales. Trata de promover el cuidado y la salud, y los valores relacionados con estos, buscando la mejora del bienestar de la comunidad y la sociedad. Viaja Profundiza en cada uno de los cuatro modelos de relación descritos por Emanuel y Emanuel (1992). 1.5. Factores del profesional que influyen en la relación de ayuda Como hemos visto, establecer una buena relación de ayuda es un elemento fundamental del proceso terapéutico y está muy relacionado con el éxito de la intervención. Como decíamos, la relación de ayuda y el éxito de la intervención están influidos por múltiples factores, tanto del psicólogo como del consultante, incluyendo las características personales, actitudes y habilidades de ambos. Ahora vamos a tratar algunos de estos aspectos, concretamente los aspectos del psicólogo y del consultante que favorecen la relación de ayuda. 13 Siguiendo a Bados López y García Grau (2011), Cormier y Cormier (2000), Gavino (2015) y Saldaña (2008), vamos a revisar las actitudes básicas, las características como profesional y otros factores que favorecen una buena relación de ayuda y, por lo tanto, la alianza terapéutica. 1.5.1. Actitudes básicas que favorecen la relación de ayuda Hay tres actitudes que son fundamentales en los procesos de ayuda profesional y que son empatía, autenticidad (también llamada genuinidad o congruencia) y aceptación incondicional, de la cual ya hemos hablado previamente. Conoces a… Carl Rogers (1902-1987) fue un psicólogo estadounidense que está considerado como uno de los más influyentes de la historia, más que Ellis o Freud. Fue, junto con Maslow, el padre de la terapia humanista, de la cual derivan muchas de las ideas sobre la relación de ayuda que se empezaron a estudiar más tarde. Estas tres actitudes (empatía, autenticidad y aceptación incondicional) fueron presentadas por Rogers (1951, 1957; Meador y Rogers, 1984) como fundamentales en su Terapia centrada en la persona y, como han mostrado numerosos estudios realizados desde diversas orientaciones psicológicas y con problemáticas variadas, existe una relación significativa positiva entre dichas actitudes y el resultado del proceso de ayuda (Keijsers et al., 2000). Lo importante, no obstante, no es que el psicólogo crea ser empático, auténtico y con una aceptación positiva, sino que los consultantes lo perciban de tal forma. La terapia humanista de Rogers fue pionera, en ese sentido, en tener en cuenta estos elementos como parte integral del proceso de ayuda. A continuación, vamos a ahondar en cada una de estas actitudes, explicando en qué consisten y algunos indicadores de estas. Estas actitudes se van a concretar en cuestiones mucho más específicas y operativas (por ejemplo, establecer contacto ocular), y son dichas conductas operativas, tanto verbales como no verbales, mediante las que se transmiten y se perciben estas actitudes. 14 Play Mira en este vídeo (desde el minuto 3:05 hasta el final) cómo Carl Rogers describe su forma de relacionarse en el proceso de ayuda. El vídeo forma parte del documental Three approaches to psychotherapy en el que tanto Rogers como Albert Ellis y Fritz Perls entrevistan a Gloria, una misma paciente. Es un documental muy recomendable para cualquier psicólogo. Buena parte de las cuestiones que veremos en las siguientes unidades son, en realidad, formas de concretar estas actitudes (por ejemplo, las respuestas de escucha de la Unidad didáctica 2, algunas habilidades específicas de la Unidad didáctica 3, la entrevista motivacional de la Unidad didáctica 4…). Empatía La empatía implica ver las cosas como las ve la persona que tenemos delante, es decir, subjetivamente, desde su punto de vista. Así, implica introducirse en el marco de referencia de la persona, alcanzando una comprensión de sus sentimientos, percepciones y acciones, y siendo capaz de trasladar a dicha persona que comprendemos sus significados, que atisbamos las implicaciones que todo lo que nos comunica tiene en su vida, sin que nos lo diga explícitamente. La empatía ayuda notablemente a establecer la relación de ayuda y allana el camino hacia el cambio. Así, la comunicación empática cumple algunas funciones importantes, entre las que destacan las siguientes: Transmite el deseo de comprender a la persona, evitando emitir juicios. Permite asegurar nuestra comprensión de distintos aspectos y corregir aquellas percepciones erróneas. Favorece la autoconciencia de la persona sobre sus propios pensamientos y emociones. 15 Claramente, para mostrar empatía y hacer sentir comprendida a la persona, no va a ser suficiente comunicarle de forma verbal que empatizamos con ella (p. ej. «Sé cómo te sientes, entiendo por lo que estás pasando»). Es un error pensar que simplemente con decir algo así se va a transmitir una actitud de empatía: es necesario algo más. ¿El qué? A la hora tanto de comprender como de comunicar dicha comprensión va a ser muy importante la escucha activa, que implica elementos tanto verbales como no verbales. Escuchar activamente consiste en estar muy atento a la comunicación verbal y no verbal de la persona, prestando atención a la información que nos proporciona, no solo lo que dice, sino también otros elementos como su apariencia, su postura, sus gestos, sus expresiones faciales, la entonación y volumen con que habla… Obviamente, lo que dice (tanto explícita como implícitamente) es muy relevante también (p. ej.: temas que salen de forma recurrente), pero no nos debe pasar desapercibido lo que no dice, por ejemplo, temas que evite u otras conductas. Nota La escucha activa implica escuchar con todos los sentidos. Además de observar con mucha atención, la escucha activa implica extraer los significados de lo observado y emitir respuestas de escucha. Esto último va dirigido a comunicar a la persona que estamos interesados en lo que nos cuenta, que prestamos atención y que comprendemos lo que quiere decir. Las respuestas de escucha pueden ir desde manifestaciones no verbales, como el contacto ocular, la sonrisa, los asentimientos de cabeza, las expresiones faciales de atención o la inclinación del cuerpo en la dirección de la persona, hasta manifestaciones verbales, como los comentarios y locuciones del tipo «ajá», «ya veo», «sí», «entiendo», etc. Además de estas respuestas simples de escucha activa, existen otras más complejas que veremos en la próxima unidad y que son la clarificación, la paráfrasis, el reflejo y la síntesis. Otro aspecto relevante es la necesidad de que nuestro lenguaje verbal y no verbal siga la forma y el ritmo del de la persona. Por ejemplo, si la persona está hablando con un volumen bajo y de forma pausada, utilizando algunas palabras concretas, nuestra respuesta empática deberá producirse en esos mismos términos. Nota No es lo mismo empatía que simpatía. Mientras que la segunda implica, sobre todo, compartir las emociones de la persona, identificarnos emocionalmente con su modo de ver las cosas, la primera implica más bien conocer la base cognitiva de sus sentimientos. 16 La actitud empática va a ser importante siempre, pero va a tener una relevancia especial en aquellos casos en que una persona acude a nosotros no por voluntad propia, sino presionada o incluso obligada (p. ej.: una persona menor de edad o alguien que acude por mandato judicial). En estos casos, es especialmente necesario que la persona sienta que entendemos su postura y que no estamos de la otra parte. Autenticidad La autenticidad, genuinidad o congruencia hace referencia a ser uno mismo, comunicando nuestros propios sentimientos y experiencias internas, siempre en beneficio de la persona a la que estamos atendiendo. Esto implica mostrarnos como somos, sin forzar sonrisas o expresar lo contrario de lo que en realidad pensamos. No obstante, todo esto hemos de realizarlo dentro de lo apropiado: recordemos que se trata de una relación unidireccional y asimétrica. Así pues, una habilidad importante va a ser conciliar la espontaneidad con la preparación, la sinceridad con la forma de comunicar. Es importante pensar sobre lo que decimos, cuándo lo decimos y cómo lo decimos. ¿Quién dijo…? «Los terapeutas genuinos no se refugian en el rol de terapeuta. La relación y la ayuda son parte de su estilo de vida, no adoptan roles o abandonan roles a voluntad» (Gerard Egan [1990, p. 69], profesor emérito de la Loyola University of Chicago). Ser uno mismo reduce la distancia emocional entre consultante y psicólogo, fomentando la confianza, ayudando al consultante a identificarse con el psicólogo y a percibirle como una persona similar, lo cual favorece el establecimiento de una buena relación de ayuda. Si bien es positiva la adecuada expresión de aprecio, interés, ánimo, etc., es importante que no se produzca en exceso. La expresión de sentimientos negativos (p. ej., irritación, decepción) es más delicada y es mejor evitarla y enfocar la situación como un problema, buscando soluciones. No obstante, esto puede ser más fácil de decir que de hacer y requiere práctica. 17 Observa el siguiente ejemplo: Ejemplo: C: (Llega 10 minutos tarde a la sesión, como de costumbre). «Hola, buenas tardes, siento llegar tarde, ha habido unos problemas con el transporte público». P: (Respuesta incongruente). «Pepe, pasa, siéntate, no pasa nada y empecemos con la sesión». (Con los labios ligeramente apretados, rigidez corporal, cuerpo girado en otra dirección y evitando el contacto ocular). P: (Respuesta congruente). «Hola, Pepe, pasa, por favor». (Con cara de cansancio y preocupación, mirando a los ojos, con el cuerpo orientado hacia Pepe). «La verdad es que me gustaría comentar lo que acabas de mencionar de llegar tarde, porque vengo observando que ocurre con frecuencia y es un tema que me preocupa. Tenemos solo una hora a la semana para trabajar juntos y creo que es importante aprovecharla lo máximo posible; a veces no nos da tiempo a ver todo lo que tenemos para ese día». Como puedes ver en el ejemplo, una buena forma de transformar un sentimiento negativo más inapropiado para expresarlo de modo más apropiado es apelando a la preocupación. Si dejamos de lado la forma en que nos irrita que la persona llegue tarde, ¿qué implicaciones tiene esto para su propio beneficio? Ese puede ser el foco de nuestra preocupación. ¿Cómo podemos transmitir autenticidad? Sabías que: Tras obtener la cátedra de Psicología y Psiquiatría de la Universidad de Wisconsin en 1957, Carl Rogers aplicó su terapia centrada en la persona en personas con problemas psicóticos, obteniendo unos resultados excelentes que publicó en su libro The therapeutic relationship and its impact: A study of schizophrenia (1967). Mediante conductas no verbales, por ejemplo, la sonrisa sincera, el contacto ocular y la orientación del cuerpo hacia el consultante. Mostrando consistencia (congruencia) entre nuestras palabras, nuestras acciones y nuestros sentimientos. La persona no nos percibirá como auténticos si decimos una cosa con la boca y otra con la mirada. Expresándonos con espontaneidad, es decir, con naturalidad y sin conductas artificiales, excesos de formalidad, rigidez o ambigüedad. Mostrando apertura y haciendo autorrevelaciones adecuadas. Sobre este tema ahondaremos más en la Unidad didáctica 4, cuando hablemos de habilidades específicas. 18 Aceptación incondicional Por último, la tercera actitud fundamental es la aceptación incondicional, la cual mencionamos antes al hablar del enfoque de la potenciación. Decíamos que la aceptación incondicional hace referencia a la validación del mundo emocional de la persona, a la legitimación de su visión de las cosas y sus sentimientos y emociones. Aceptar incondicionalmente es aceptar y respetar a la persona tal y como es, sin peros ni condiciones, sin enjuiciar y valorando a la persona como alguien merecedor de dignidad. La aceptación incondicional cumple una importante función en el establecimiento de la alianza de trabajo, ya que transmite a la persona que queremos trabajar con ella, que nos interesa y que la respetamos y consideramos valiosa. La aceptación incondicional cuenta con cuatro componentes: Compromiso hacia el consultante Como psicólogos, hemos de sentir y mostrar nuestro interés y disposición de ayudar a la persona. Para mostrar esto, es importante que dicha persona se sienta importante para nosotros, y eso lo podemos transmitir de diversas maneras en nuestras actuaciones cotidianas: siendo puntuales, reservando un tiempo exclusivo para esa persona, asegurando la privacidad durante las sesiones y la confidencialidad, y poniendo en práctica nuestras destrezas para ayudarla. Esfuerzo por comprender Cuando el psicólogo se esfuerza por comprender a la persona y su problemática, además de sentir interés, el consultante se siente respetado. Este esfuerzo se puede mostrar de diversas formas: mediante la escucha activa, la formulación de preguntas para saber la visión de la persona, la petición de aclaraciones y la expresión verbal (y no verbal) de interés por comprender bien su punto de vista. 19 Actitud no valorativa La actitud no valorativa es fundamental. Implica no juzgar, no emitir juicios de valor sobre lo que piensa, siente o hace la persona. Como veíamos en el ejemplo de Ricardo, el marido de una mujer con hemiplejia, a veces puede resultar realmente complicado no juzgar, pero es importante mantener una actitud no crítica. Esto no significa que aprobemos o nos parezcan bien todas las conductas de la persona, pero nuestra misión no es juzgarlas. Lo que sí podemos hacer es reflexionar con la persona sobre los pros y contras de estas conductas y sus consecuencias personales y sociales, tanto a corto como a largo plazo, pero siempre sin expresarlo como una crítica. Volviendo a lo que comentábamos antes sobre la expresión de autenticidad cuando sentimos cosas negativas, es útil llevarlo al terreno de cómo nos preocupa esa circunstancia y por qué. Protección y cercanía Por último, la aceptación incondicional también se consigue expresando protección y cercanía. Al transmitir cercanía y protección estamos diciendo a la persona «te acepto, eres alguien valioso que merece ser protegido». Por el principio de reciprocidad (tan utilizado en técnicas de venta), la cercanía genera cercanía, de forma que una manera de lograr que la persona se abra y se implique es mostrándonos amistosos y abiertos. A nivel verbal, una forma sencilla de transmitir cercanía es mediante el elogio sincero (p. ej., de los progresos que ha hecho, de un buen afrontamiento, de una fortaleza de la persona…). A nivel no verbal, la cercanía se puede transmitir mediante el tono de voz, el contacto ocular, las expresiones faciales, los gestos y el contacto físico. Respecto del contacto físico, antes de decidir iniciarlo hay que tener en cuenta una serie de consideraciones: ha de ser apropiado al momento (p. ej., para ofrecer consuelo en un momento de estrés emocional), hay que valorar el grado de confianza que existe entre el consultante y nosotros, y hay que valorar si lo va a percibir como algo genuino o superficial, o si se va a sentir incómodo. Ejemplo de aceptación incondicional Antes de finalizar este apartado, veamos un ejemplo más de un caso donde puede resultar complicada la aceptación incondicional: Ejemplo: Acude a sesión contigo Jesús, de 57 años, aparentemente por unos problemas de ansiedad por unos desacuerdos familiares. Tras el contacto inicial, en la primera sesión descubres que en realidad el tema que le trae contigo es que se está planteando divorciarse de su esposa y que mantiene desde hace algo más de un año una relación paralela con otra mujer. Se siente muy ilusionado con la nueva relación y siente que encaja muy bien con esa mujer, que comparten muchos gustos e intereses y pueden hablar de muchas cosas, además de que en la cama funcionan muy bien también. 20 Sin embargo, no está seguro de qué hacer con su matrimonio, porque le parece injusto hacia su esposa e hijos el romper la familia, pero tampoco quiere ni se ve capaz de terminar su relación paralela. Dice que tiene que tomar una decisión pero que no sabe cuál y no es capaz de hacerlo; un día piensa una cosa y al día siguiente, la contraria. Dice que en los últimos meses ha perdido más de diez kilos y que le cuesta mucho conciliar el sueño por las noches; además, se despierta varias veces y a partir de cierta hora ya no se vuelve a dormir. Ha dejado de hacer deporte. ¿Cómo aceptarle incondicionalmente? Ciertamente, dependiendo de nuestros valores, puede resultarnos bastante complicado, máxime si tenemos en cuenta que conocemos y valoramos a su esposa. La clave puede estar, como decíamos, en no juzgar lo que hace y buscar comprender y validar lo que siente y su punto de vista: «Jesús, por lo que me dices, la angustia de no saber qué decisión tomar te está consumiendo, ¿verdad? Por un lado, valoras mucho tu familia y no quieres que nadie sufra, pero, por otro, parece que has encontrado una persona con la que te entiendes muy bien y cuesta mucho pensar en renunciar a eso, ¿verdad?». Práctica: Reflexiona… ¿En cuáles de estas actitudes profesionales destacas positivamente? ¿Por qué? ¿En cuáles de ellas te conviene trabajar para mejorar? ¿Cómo podrías hacerlo? ¿Qué problemas o dificultades prevés que te puedas encontrar en tu trabajo? 1.5.2. Características como profesional que favorecen la relación de ayuda Ahora vamos a repasar algunas de las variables que, como profesional, favorecen una buena relación de ayuda (Bados López y García Grau, 2011; García-Laborda y Rodríguez-Rodríguez, 2005). 21 Cordialidad Podemos expresar cordialidad verbal y no verbalmente. Cuando expresamos interés y nos mostramos cercanos, estamos expresando cordialidad. Algunas de las conductas no verbales que hemos mencionado en otros apartados también transmiten cordialidad: contacto visual, sonrisa, gesto de interés, expresiones verbales de atención y asentimientos de cabeza, suavidad y modulación de la voz, postura relajada, orientación del cuerpo hacia la otra persona, proximidad física con la otra persona y un contacto físico que, recordemos, ha de ser siempre adecuado a la situación. Recuerda Antes de iniciar contacto físico hay que evaluar el grado de confianza que hay y cómo va a ser recibido, así como que sea apropiado para el momento (p. ej., poner la mano sobre el brazo es menos íntimo que ponerla sobre su mano o dar un abrazo). La conducta no verbal del psicólogo ha de estar en concordancia con el clima establecido en la relación de ayuda y el contexto concreto del momento. Es decir, si la persona nos cuenta algo bueno que ha ocurrido, la sonrisa alegre es apropiada, pero si nos está contando algo triste, no lo será. Nuestra expresión de cordialidad ha de ser moderada, ya que un exceso de cordialidad puede tener también efectos perjudiciales: Para una persona más bien fría y hostil, nuestra cordialidad desmesurada puede resultar abrumadora o aversiva, o puede ser malinterpretada. En función de la persona, detectaremos la necesidad de ser más o menos cercanos, aunque siempre seremos amables. Otro efecto no deseado de la cordialidad excesiva es la posibilidad de que la persona se enamore de nosotros, algo que no es atípico en estas situaciones de ayuda. Pericia Nota Es importante demostrar pericia en los tres niveles, ya que, si el consultante percibe pericia en las señales descriptivas, pero las conductas verbales o no verbales no acompañan (p. ej., titubeamos, somos poco precisos, no hacemos preguntas relevantes), la pericia percibida se desvanece. 22 La pericia, también llamada competencia, es la percepción que tiene el consultante de si el psicólogo le será útil para solucionar los problemas que tiene. Como psicólogos no solo tenemos que ser competentes, sino aprender a demostrarlo desde el primer momento, ya que esta percepción o impresión que se forma el consultante va a ser relevante para su decisión de abandonar o seguir adelante con el proceso de ayuda. La pericia es inferida por el consultante a partir de diferentes aspectos: señales descriptivas, conductas verbales y conductas no verbales, que pasamos a ver a continuación. Pericia: señales descriptivas Señales descriptivas Las señales descriptivas influyen en la percepción de pericia sobre todo al principio, cuando la persona aún no tiene apenas información sobre nosotros y nuestra forma de desempeñarnos como psicólogos. Por eso, decimos que estas señales ayudan a abrir camino al principio, pero que tenemos que sostener esta primera impresión con nuestras acciones más adelante, tenemos que demostrar que de verdad somos competentes. Hay diferentes señales descriptivas que van a ayudar a que las personas nos perciban como competentes, por ejemplo, los estudios que hayamos realizado, nuestra experiencia como psicólogos y en problemas similares al suyo, los títulos que tengamos (muchas veces, colgados en la pared de nuestro despacho), nuestra madurez, nuestra apariencia física, la reputación que tengamos, nuestro estatus y el propio rol profesional que desempeñamos, que está socialmente valorado de forma positiva, ya que supone una cualificación. Comentemos en profundidad algunos de ellos. Con respecto a nuestra apariencia y estatus, va a influir la zona de la ciudad donde se ubique nuestro lugar de trabajo (es decir, se nos inferirá más pericia si trabajamos en una zona de clase alta que en una de clase baja), así como nuestra vestimenta. Esta ha de estar ajustada al tipo de personas que acuden a nosotros y es recomendable que sea formal, pero huyendo de la estética de comercial de ventas, ya que buscamos un estilo más cercano. Otra cuestión importante tiene que ver con nuestros títulos y reputación. Es posible que las personas que vamos a atender conozcan gente que ha acudido previamente a nosotros o que hayan leído información nuestra en Internet (en nuestra web personal, en webs donde se vuelcan opiniones sobre profesionales de la salud, etc.) y toda esa información va a influir igualmente en la pericia que nos atribuyan. Finalmente, la madurez constituye un factor que afecta con frecuencia a los psicólogos jóvenes o que aparentan una edad menor de la que tienen, ya que se asume que alguien joven no puede tener mucha experiencia. En este sentido, es habitual que los consultantes saquen el tema a colación de forma más o menos directa o indirecta, y constituye un hándicap que muchas veces hay que superar con un sobreesfuerzo en demostrar pericia, tanto asegurando a la persona que estamos bien preparados (podemos decir todos los estudios que tenemos, como forma de presentación nuestra y huyendo de una respuesta defensiva) como dejando claro que vamos a poner todos nuestros conocimientos y empeño en ayudarle con su problema. Es un aspecto que deja de ser relevante cuando demostramos pericia en nuestras acciones y que también se torna menos relevante si la persona acude a nosotros por recomendación de otra persona. 23 Pericia: conductas verbales y no verbales Conductas verbales Como hemos mencionado, las conductas verbales van a ser muy importantes, porque, si no demostramos pericia a través de ellas, la pericia transmitida mediante las señales descriptivas desaparece. Entre las conductas verbales que ayudan a demostrar pericia están la realización de preguntas relevantes que estimulen el pensamiento (es decir, que sean interesantes y ayuden a la persona a desgranar y organizar su pensamiento), la atención verbal (señales verbales de atención como no interrumpir, respuestas de escucha…), la capacidad de concreción (no utilizar un lenguaje vago e impreciso), la capacidad de interpretar la información (es decir, devolver la información que nos han dado con una interpretación al respecto) y la seguridad al presentarnos. Con respecto a esto último, resulta útil decir quiénes somos, qué formación tenemos, cuál es nuestra forma de trabajar, en qué consiste el proceso de ayuda psicológica y cuáles son los siguientes pasos (realizar evaluación, establecer objetivos…). Conductas no verbales Finalmente, las conductas no verbales también son muy importantes porque igualmente transmiten un mensaje sobre nuestra pericia. Nuevamente, el contacto ocular es importante, ya que demuestra atención y seguridad en nosotros mismos, así como la disposición frontal del cuerpo hacia la persona y la fluidez en el discurso. Resulta evidente que una persona que tiene el cuerpo orientado hacia otro lado, no nos mira a los ojos, le tiembla la mano y se traba al hablar no nos va a producir una primera impresión de pericia, aunque sea la persona más competente del mundo, por lo que es importante manejar nuestro lenguaje no verbal también. Fiabilidad La fiabilidad o confianza es la percepción del consultante de que se puede confiar en el psicólogo, de que es alguien fiable que trabajará para ayudarle y no le engañará o perjudicará. 24 Nota Es habitual que los consultantes confíen de los psicólogos, pero, a la vez, los sometan a «pruebas de confianza» en las que observan la respuesta que dan. Al igual que ocurría con la pericia, existen señales descriptivas y conductas verbales y no verbales que transmiten confianza. Veámoslas: Señales descriptivas Hay dos señales descriptivas que, además de ser importantes para la pericia, resultan muy relevantes también para la confianza: el rol profesional de psicólogo (que implícitamente transmite que se puede confiar en él) y la reputación. Conductas verbales A nivel de conductas verbales, las respuestas de escucha que hemos presentado, y en las que ahondaremos en la Unidad didáctica 3, ayudan a transmitir confianza, así como la consistencia entre lo que decimos y lo que hacemos (p. ej., si hemos dicho que no vamos a contarle nada a su madre, no hacerlo) y el respeto escrupuloso de la confidencialidad. Además, también va a ser relevante la honestidad que mostremos con respecto a las preguntas que nos haga (p. ej., cuánto va a durar todo el proceso) y la claridad con la que nos expliquemos. Finalmente, las respuestas no defensivas a las «pruebas de confianza» de los consultantes también transmiten confianza. Veremos un resumen de estas pruebas antes de finalizar el apartado. Conductas no verbales Por último, nuevamente va a ser relevante la congruencia entre conducta verbal y no verbal, así como la aceptación y validación a nivel no verbal de las revelaciones que nos haga la persona (es decir, no mostrar rechazo, sino comprensión). El dinamismo no verbal (a través de los gestos, la mirada, el volumen, la entonación, el lenguaje) también demuestra fiabilidad. Como hemos avanzado, no es extraño que los consultantes pongan a prueba al psicólogo para comprobar hasta qué punto se pueden fiar de él. Se han descrito seis «pruebas de confianza» típicas que los consultantes realizan: Solicitar información A veces, los consultantes buscan saber cosas de la vida personal del psicólogo o de su experiencia profesional; por ejemplo, pueden preguntarle si tiene hijos, si está casado, si ha visto a muchas personas con el mismo problema… 25 En algunas ocasiones es posible que estén buscando los límites de la relación, en otras, que intenten satisfacer una curiosidad propia, pero hay muchas ocasiones en las que preguntan para saber si el psicólogo puede entenderles o ayudarles (p. ej.: «si tienes hijos, entenderás mejor por lo que estoy pasando»). En estos casos, es importante que el terapeuta capte lo que puede estar preocupándole al consultante y le transmita que se le entiende y se le puede ayudar. Por ejemplo: «entiendo, por lo que has contado, que para ti tus hijos/as son muy importantes, y estás muy angustiado/a por si voy a poder ayudarte, ¿es correcto?». Revelar un secreto Cuando los consultantes nos cuentan un secreto, en ocasiones puede ser para desahogarse o compartir una carga, aunque algunas veces ocurre que lo que buscan es observar nuestra reacción para saber si pueden mostrarse vulnerables y/o correr riesgos con nosotros. Nuestra reacción, idealmente, será de aceptación incondicional: no juzgar, respetar la confidencialidad… Pedir un favor También puede ocurrir que un consultante pida un favor, ya sea adecuado (pedir prestado un libro, solicitar decir algo a alguien en presencia del psicólogo) o inadecuado (que le acerque a casa en coche), como prueba de confianza, para saber si puede confiar en el psicólogo. En función de la naturaleza del favor, se podrá aceptar o indicar que no es adecuado por las razones que sea. Infravalorarse A veces, el consultante puede hablar de sus aspectos negativos y observar cómo reacciona el psicólogo, para saber si le acepta. La reacción, como siempre, ha de ser no valorativa, sin juzgar, desde la empatía y la aceptación. Buscar los límites En ocasiones, el consultante puede buscar los límites de la relación de ayuda presionando por distintos puntos de esta para comprobar si el psicólogo tiene unos límites firmes. Por ejemplo, cambiar las citas concertadas, cancelar en el último momento, llegar tarde, coger llamadas o mirar el móvil durante la sesión, etc. Es importante establecer los límites y las normas con claridad, dejando claro que el objetivo es poder trabajar adecuadamente para alcanzar los objetivos establecidos. Indagar sobre los motivos del psicólogo Finalmente, a veces el consultante busca saber si realmente el psicólogo se interesa por él o si es solo trabajo. Para ello, puede preguntarle directamente o hacer comentarios sobre lo cansado que debe ser ese tipo de trabajo, acordarse de todos los nombres, etc. Lo ideal es dar una respuesta asegurando nuestro interés, pero desde la autenticidad, como hemos visto (p. ej.: «Sí, desde luego supone un gasto de energía, pero me gusta mucho lo que hago y eso lo hace mucho más fácil, porque ver vuestros logros es un chute de energía para mí»). 26 Atractivo Este cuarto factor hace referencia a la percepción del consultante de que el psicólogo es atractivo, que resulta interesante. La cordialidad del psicólogo y su similitud con el consultante influyen en lo atractivo que resulta. De nuevo, existen señales descriptivas, así como conductas verbales y no verbales, que influyen en el atractivo. Señales descriptivas La apariencia física es un elemento que va a influir en cómo de atractivo se percibe al psicólogo, aunque dicha influencia se da fundamentalmente en la fase inicial, sustituyéndose rápidamente por la atracción interpersonal, más fundamentada en conductas verbales y no verbales. Por eso, especialmente en las primeras sesiones, conviene tener una apariencia física cuidada en cuando a vestimenta, etc. Conductas verbales Entre las conductas verbales que transmiten atractivo está la autorrevelación, que es la habilidad para expresar cuestiones personales en el marco de ayuda, de forma que resulten beneficiosas para la relación de ayuda y el consultante. Ahondaremos sobre ella en la Unidad didáctica 3. Además, también la estructuración del discurso transmite atractivo, ya que hace que se nos perciba como organizados e interesantes, a la par que ayuda a aliviar incertidumbres, lo cual genera atracción. Conductas no verbales Nuevamente, va a resultar más atractivo un profesional que mantiene el contacto ocular y tiene una disposición frontal del cuerpo, que sonríe con seguridad, tranquilidad y cercanía y da muestras de atención y comprensión como los asentimientos de cabeza. 27 Grado de directividad Finalmente, el grado de directividad hace referencia a la medida en que se proporcionan instrucciones, información y retroalimentación, se realizan preguntas en busca de información, se ofrece ayuda concreta, se estructuran tareas y se anima a realizarlas, etc. ¿Qué es mejor? ¿Tener mucha directividad o poca? Ambos extremos resultarían perjudiciales, ya que si tenemos mucha directividad estamos impidiendo el desarrollo autónomo de la persona, mientras que si tenemos muy poca no estamos proporcionando la ayuda que deberíamos. Recuerda Tanto un exceso de directividad como un defecto de esta resultan negativos para el éxito de la intervención. El grado de directividad adecuado va a venir dado por el tipo de problema de que se trate (a mayor gravedad, mayor directividad), el locus de control de la persona (cuanto más externo sea, mayor directividad necesitará, al menos al principio), la libertad de elección percibida (si la persona se percibe con poca libertad, es mejor ser poco directivos y ayudar de esta manera a recuperar la sensación de control), la fase del proceso de ayuda (dado que la persona se irá haciendo más autónoma, la directividad irá siendo menor) y el género, cualificación profesional y edad de la persona demandante de ayuda (los estudios han mostrado que las mujeres y personas con cualificaciones profesionales altas prefieren menor directividad, mientras que las personas mayores prefieren ser dirigidas en mayor grado). Práctica: Reflexiona… ¿En qué características como profesional destacas positivamente? ¿Qué indicadores o conductas concretas crees que se te dan mejor? ¿En cuáles te conviene trabajar para mejorar? ¿Cómo podrías hacerlo? 28 En este sentido, la idea es ser lo menos directivos que la situación permita, realizando sugerencias en vez de dando órdenes, acordando las tareas en vez de prescribirlas, etc. 1.5.3. Otros factores que influyen en la relación de ayuda De forma general, se ha visto que las siguientes cuestiones perjudican la relación de ayuda y, por tanto, se recomienda evitarlas (Bados López y García Grau, 2011; García-Laborda y Rodríguez-Rodríguez, 2005): mostrarse rígido, tenso, cansado, aburrido, defensivo, distante o distraído, no estructurar las sesiones o estructurarlas en exceso, realizar interpretaciones inflexibles, hacer autorrevelaciones sobre conflictos personales no resueltos, pasar por alto las manifestaciones de resistencia, dar poca importancia a los temas que interesan a la persona, usar inapropiadamente los silencios, expresar sorpresa negativa, preocupación excesiva o impaciencia, realizar falsas promesas, entrar en temas religiosos o políticos, culpar, criticar, amenazar, ridiculizar o rechazar al consultante y restar importancia a sus aspectos positivos. Por otro lado, entre los factores que resultan beneficiosos para la relación de ayuda se encuentra el sentido del humor, ya que ayuda a reaccionar ante los eventos estresantes y manejar mejor los sentimientos desagradables asociados. El humor debe ser espontáneo, ligado a la situación concreta y siempre adaptado al consultante, dirigido a generar una distensión o desdramatizar. No es recomendable utilizarlo cuando no existe todavía nada de confianza y no debe ser grosero o hiriente. Respecto al género del psicólogo, no parece ser determinante del éxito ni de la relación en general, aunque ha habido algunos resultados divergentes en los estudios llevados a cabo (Bados López y García Grau, 2011). La edad tampoco parece ser un factor relevante, más allá de la inexperiencia que transmite la edad joven, que hay que compensar aumentando la credibilidad por otros medios. Respecto de la etnia, parece que se producen más abandonos del proceso de ayuda cuando las etnias de consultante y psicólogo son diferentes. Es muy importante, en este sentido, tener conocimientos de contextos socioculturales diversos para conocer las normas y valores existentes en los medios culturales de los consultantes, ya que pueden ser factores influyentes. 29 1.6. Factores del consultante que influyen en la relación de ayuda Como acabamos de decir, y siguiendo a Saldaña (2008), poco importa la edad del consultante, aunque el psicólogo deberá adecuar su forma de proceder a su edad (niño, adolescente, adulto, persona mayor…) y nivel educativo (por ejemplo, a la hora de realizar explicaciones). Sí se ha visto que influye el nivel económico, de tal forma que aquellas personas con menor poder adquisitivo obtienen peores resultados y abandonan más el proceso de ayuda. Asimismo, el tipo de problema y la gravedad de este también resultan influyentes: cuando el problema es grave y existen comorbilidades, el pronóstico es peor. En ese sentido, es importe que el psicólogo ajuste sus expectativas, sea más directivo, prolongue la duración de la intervención… Además, la motivación para el cambio que tenga el consultante, las expectativas sobre los resultados de la intervención y la atribución que haga de la causa de su problema, van a resultar muy influyentes en el éxito del proceso de ayuda, como han mostrado los estudios realizados (p.ej., Keijsers et al.,, 2000). La baja motivación se relaciona con una menor implicación en el proceso de ayuda y las tareas propuestas; en dichos casos, una primera medida que tomar por parte del psicólogo será el incremento de dicha motivación. Para ello es útil la utilización de la entrevista motivacional, que veremos en la Unidad didáctica 4, y la clarificación de valores, en la Unidad didáctica 5. Igualmente, las expectativas altas se relacionan con mayor implicación y dedicación, mientras que las expectativas bajas se relacionan con poca implicación y abandono. En efecto, la implicación en las tareas es una variable muy importante para los resultados del proceso, ya que constituye la forma de modificar ciertas variables para generar el cambio. Además, la atribución de la causa de su problema también va a ser relevante, ya que lo verá como más fácil o difícil de modificar, influyendo dicha atribución en sus expectativas. En este sentido, resulta muy útil la devolución de la conceptualización del problema, de forma que se comparta el mismo marco con la persona y pueda entender las oportunidades de cambio que existen. Finalmente, disponer de apoyo por parte de la red social es un elemento que se relaciona positivamente con el éxito en la intervención, por lo que, si la persona no dispone de apoyos, será conveniente tratar de ampliar su red de apoyo. Por otro lado, las experiencias previas en otros tratamientos que no hayan dado fruto influyen negativamente en los resultados de la intervención, ya que influyen sobre la motivación y las expectativas. En estos casos, será importante indagar sobre dichos tratamientos y por qué no funcionaron, para evitar cometer el mismo error dos veces y no desmoralizar al consultante. 30 Resumen En esta primera unidad hemos profundizado en los aspectos básicos de la relación de ayuda que se establece con el consultante. Hemos visto que la alianza de trabajo es central en el proceso de ayuda psicológica, teniendo diferentes matices a lo largo de las distintas fases de este. Establecer desde el primer momento una buena relación de ayuda permite que no se produzca el abandono por parte del consultante, lo que posibilita desarrollar el proceso de ayuda en su plenitud. Además, podemos, desde la relación de ayuda, poner el énfasis en la potenciación, buscando aumentar la autonomía y autoeficacia de los consultantes. Para poder realizar esta potenciación es necesario partir de una validación y aceptación de la persona, de forma que se pueda promover el cambio. Es necesario ser muy conscientes de cómo ejercemos nuestra influencia y, en este sentido, hemos visto cuatro posibles modelos de relación de ayuda profesional: el paternalista, el informativo, el interpretativo y el deliberativo. También hemos visto los factores que influyen en la relación de ayuda. En primer lugar, hemos tratado las actitudes básicas del psicólogo sanitario: empatía, autenticidad y aceptación incondicional, como elementos fundamentales para establecer la buena relación de ayuda. Después hemos visto las características profesionales que favorecen la relación de ayuda (cordialidad, pericia, fiabilidad, atractivo y grado de directividad), hablando también de la necesidad de conocer el contexto cultural del consultante y manejar el sentido del humor. Finalmente, hemos visto que algunos aspectos del consultante que influyen en el establecimiento de la relación de ayuda y el éxito del proceso, como son su nivel económico y educativo, el tipo de problema y la gravedad, su motivación, expectativas, atribución del problema e implicación en las tareas, así como la existencia de un buen apoyo social y las experiencias previas con intervenciones psicológicas. En la siguiente unidad nos vamos a centrar en habilidades generales que debemos manejar con soltura, como las ya mencionadas respuestas de escucha y las respuestas de acción. 31 Mapa de contenidos 32 Recursos bibliográficos Bibliografía básica Bados López, A. y García Grau, E. (2011). Habilidades terapéuticas. Universidad de Barcelona. Cormier, W. H. y Cormier, L. S. (2000). Estrategias de entrevista para terapeutas (3.ª ed.). Desclée de Brouwer. Emanuel, E. J. y Emanuel, L. L. (1992). Four models of the physician-patient relationship. JAMA, 267(16), 2221-2226. https://doi.org/10.1001/jama.1992.03480160079038 López, E. y Costa, M. (2014). Manual de consejo psicológico. Síntesis. Bibliografía complementaria Ackerman, S. J. y Hilsenroth, M. J. (2003). A review of therapist characteristics and techniques positively impacting the therapeutic alliance. Clinical Psychology Review, 23(1), 1-33. https://doi.org/10.1016/S0272-7358(02)00146-0 Egan, G. (1990). The skilled helper: A systematic approach to effective helping (4.ª ed.). Thomson Brooks/Cole Publishing Co. Costa, M. y López, E. (2006). Manual para la ayuda psicológica. Dar poder para vivir. Más allá del counseling. Pirámide. García-Laborda, A. y Rodríguez-Rodríguez, J. C. (2005). Factores personales en la relación terapéutica. Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, (96), 29-36. Gavino, A. (1991). Las variables del proceso terapéutico. En V. Caballo (Ed.), Manual de Técnicas de Terapia y Modificación de Conducta (pp. 145-158). Siglo XXI. Gavino, A. (2005). Habilidades del terapeuta. En J. P. Espada, J. Olivares y F. X. Méndez (Eds.), Terapia psicológica: Casos prácticos (pp. 23-45). Pirámide. Gavino, A. (2015). Habilidades terapéuticas. En M. A. Vallejo, Manual de terapia de conducta (pp. 103-128). Dykinson. Gavino, A. (2016). Guía de ayuda al terapeuta cognitivo-conductual. Pirámide. Goldstein, A. P. y Myers, C. R. (1986). Relationship-enhancement methods. En F. H. Kanfer y A. P. Goldstein (Eds.), Helping people change: A textbook of methods (3.ª ed., pp. 19-65). Pergamon. González, N. A. (2005). La alianza terapéutica. Clínica y Salud, 16(1), 9-29. Hackney, H. y Cormier, L. S. (2005). The professional counselor: A process guide to helping. Pearson. Keijsers, G. P. J., Schaap, C. P. D. R. y Hoogduin, C. A. L. (2000). The impact of interpersonal patient and therapist behavior on outcome in cognitive-behavior therapy. Behavior Modification, 24, 264-297. https://doi.org/10.1177/0145445500242006 33 Linehan, M. (1993). Cognitive-behavioral treatment of borderline personality disorder. Guilford Press. Meador, B. D. y Rogers, C. R. (1984). Client-centered therapy. En R. J. Corsini (Ed.), Current psychotherapies (3rd ed., pp. 142–195). Peacock. Norcross, J. C., y Lambert, M. J. (2019). Evidence-based psychotherapy relationships: The third task force. In J. C. Norcross & M. J. Lambert (Eds.), Psychotherapy relationships that work: Evidence-based therapist contributions (3rd ed., pp. 1–23). Oxford University Press. https://doi.org/10.1093/med-psych/9780190843953.003.0001 Rogers, C. (1951). Client-centered therapy. Houghton Mifflin. Rogers, C. (1957). The necessary and sufficient conditions of therapeutic personality change. Journal of Consulting Psychology, 21, 95-103. Saldaña, C. (2008). Habilidades y competencias terapéuticas. En F. J. Labrador (Coord.), Técnicas de modificación de conducta (pp. 642-658). Pirámide. Otros recursos Froxán, M. (21 de noviembre de 2013). Relación terapéutica desde el punto de vista conductista. [Vídeo]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=7COZ5a1Vqyw Charco-Olea, B. (15 de octubre de 2016). Alianza terapéutica. [Vídeo]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=3Q9SejfKfJM. Pérez-Álvarez, M. (11 de mayo de 2016). Ponencia: El valor de la relación terapéutica y cómo afecta a los resultados. [Vídeo]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=-WBTpvn6hiA Shostrom, E. L. (Productor). (1965). Three approaches to psychotherapy. [Película]. (Part 1- Carl Rogers; Part 2- Frederick Perls, Part 3- Albert Ellis). Psychological Films; Orange. 34

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