Literatura de Fin de Siglo: Generación del 98 y Modernismo (PDF)
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Este documento analiza la literatura española de finales del siglo XIX, específicamente la Generación del 98 y el Modernismo. Explora las características de la literatura modernista y las obras de la Generación del 98.
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TEMA 2. LITERATURA DE FIN DE SIGLO: LA GENERACIÓN DEL 98 Y EL MODERNISMO. LA NOVELA Y EL TEATRO ANTERIOR A 1936 Modernismo y generación del 98 son manifestaciones de la profunda crisis cultural que afectó a toda Europa a finales del siglo XIX, como reacción al concepto burgu...
TEMA 2. LITERATURA DE FIN DE SIGLO: LA GENERACIÓN DEL 98 Y EL MODERNISMO. LA NOVELA Y EL TEATRO ANTERIOR A 1936 Modernismo y generación del 98 son manifestaciones de la profunda crisis cultural que afectó a toda Europa a finales del siglo XIX, como reacción al concepto burgués del arte y al pensamiento positivista. El Modernismo español tiene sus orígenes en las tendencias renovadoras que se dieron en la poesía francesa a partir de 1850 (parnasianismo, simbolismo, decadentismo), pero su aparición efectiva suele datarse a partir de la publicación, en 1888, de Azul… de Rubén Darío, con la que se inicia la recepción del Modernismo hispanoamericano. Entre los rasgos que definen la literatura modernista pueden mencionarse los siguientes: el esteticismo, que convierte la belleza en valor esencial, como protesta y evasión frente a la vulgaridad de lo cotidiano.; el irracionalismo, en la que se advierte la influencia de pensadores como Schopenhauer y Nietzsche y de las tendencias decadentistas del “fin de siglo”; y la subjetividad y la sensualidad como rasgos dominantes en las obras de esta tendencia. En cuanto al lenguaje literario, experimenta una profunda renovación: se busca un estilo elaborado y sugerente, en el que se potencian la musicalidad y el cromatismo con palabras sonoras y metáforas atrevidas. En la poesía, predomina el alejandrino (por influencia francesa) y se experimenta con formas poco usuales, como el eneasílabo. La poesía será el género modernista por excelencia, representada por el nicaragüense Rubén Darío, muy vinculado al mundo literario español, que evoluciona desde el esteticismo de Azul… y Prosas profanas hasta una poesía de mayor hondura en Cantos de vida y esperanza. Entre los autores españoles, hay que destacar a Manuel Machado (Alma, Caprichos, El mal poema) y, sobre todo, a Antonio Machado, cuya obra poética se inicia con Soledades, galerías y otros poemas (libro intimista y marcado por el uso del símbolo) y prosigue con Campos de Castilla, en el que la visión del paisaje y la historia castellanas conecta con la sensibilidad del 98. También cabe incluir dentro del modernismo la primera etapa de Juan Ramón Jiménez (Arias tristes, La soledad sonora). La generación del 98 agrupa a una serie de autores cuyo denominador común era la disconformidad ante la situación de España en los últimos años del siglo XIX, agravada tras el “desastre del 98”. Muchos de estos autores adoptaron una actitud de oposición frontal al sistema político de la Restauración y criticaron sus principales lacras (caciquismo, corrupción, injusticia social) desde posiciones ideológicas próximas al socialismo o al anarquismo. Los rasgos comunes de la generación son los siguientes: Preocupación por España. Estos autores realizan una profunda reflexión sobre la esencia de lo español, que Unamuno explica mediante el concepto de “intrahistoria” y que en las obras de Azorín o Machado se identifica con Castilla, su historia y su paisaje. Pesimismo. Bajo la influencia de pensadores irracionalistas como Schopenhauer y Nietzsche, estos autores tratan con frecuencia temas como la abulia o la angustia existencial. Renovación estilística. Frente al estilo retórico del siglo XIX, los autores del 98 optan por un estilo sencillo y natural y adoptan una postura innovadora ante los géneros literarios. En cuanto a los autores del 98, hay que destacar al núcleo inicial (Azorín, Maeztu, Baroja) al que posteriormente se irían añadiendo otras figuras con una sensibilidad afín, como Unamuno, Antonio Machado y Valle-Inclán. Las ideas del 98 encontraron su expresión más precisa en los ensayos iniciales de Unamuno (En torno al casticismo) y Maeztu (Hacia otra España), donde la problemática nacional se aborda desde presupuestos próximos al regeneracionismo. Por otro lado, el sentimiento de profunda crisis personal y colectiva que embargaba a estos autores cristalizó en las llamadas “novelas de 1902”: La voluntad de Azorín, Camino de perfección de Baroja y Amor y pedagogía de Unamuno. La novela y el teatro anteriores a 1936 En las primeras décadas del siglo, serán los autores de la generación del 98 los encargados de romper con las convenciones de la novela realista decimonónica. Unamuno cultiva una novela intelectual (“nivola”) centrada en los conflictos existenciales de los personajes, como Niebla o San Manuel Bueno, mártir. En las novelas de Azorín predomina lo descriptivo y lo ensayístico sobre la intriga argumental (La voluntad). Baroja expresa en su narrativa una cosmovisión pesimista y escéptica, con personajes que oscilan entre la abulia y la acción (El árbol de la ciencia). En cuanto a Valle-Inclán, su narrativa evoluciona desde el modernismo decadentista de las Sonatas al uso de técnicas próximas a la vanguardia en Tirano Banderas. La generación novecentista prolonga este proceso de renovación desde planteamientos intelectuales, como en Ramón Pérez de Ayala (Belarmino y Apolonio) o próximos a la novela lírica, como en Gabriel Miró (El obispo leproso). Contemporáneos de estos, encontramos a Ramón Gómez de la Serna y a Wenceslao Fernández Flórez, en cuyas novelas predomina lo lírico y lo humorístico. En los años 20, el triunfo de las vanguardias y la influencia de las ideas de Ortega propician el surgimiento de una “literatura deshumanizada,” fuertemente experimental, en la que destacan los llamados “prosistas del 27” como Benjamín Jarnés, Francisco Ayala, Max Aub o Rosa Chacel. Casi de forma simultánea, en los años de la dictadura primorriverista y durante el periodo republicano, aparece una tendencia de novela social conocida en su momento como “nuevo romanticismo”, con autores como José Díaz Fernández, Ramón J. Sender, Andrés Carranque de los Ríos o Luisa Carnés. En cuanto al teatro de principios de siglo, hay que establecer una clara distinción entre, por un lado, un teatro comercial, que satisfacía las demandas del público mayoritario, con variedades como el drama burgués de Jacinto Benavente (Los intereses creados) o la comedia costumbrista de Carlos Arniches (La señorita de Trevelez); y, por otro lado, diversas tentativas de renovación que, en general, no contaron con el apoyo del público (Unamuno, Azorín, Jacinto Grau, Salinas…). Hay que mencionar, no obstante, a dos autores que, sin renunciar a la innovación, han alcanzado un reconocimiento incontestable: Valle- Inclán, con la creación en los años 20 del “esperpento” (una estética de lo grotesco de enorme originalidad) y obras maestras como Luces de bohemia y Divinas palabras; y Federico García Lorca, con sus grandes dramas de los años 30 (Bodas de sangre, Yerma, La casa de Bernarda Alba) que, por su intensidad poética y su hondura, han logrado una difusión universal.