Summary

Este documento describe el modelo de los cinco factores de la personalidad propuesto por Robert McCrae y Paul Costa. El texto presenta una revisión de las teorías de otros autores y proporciona las bases para comprender el modelo, incluyendo factores como neuroticismo, extroversión, apertura, afabilidad y escrupulosidad. Además, analiza aspectos como la consistencia transcultural de los cinco factores.

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282 PARTE CUATRO La teoría de los rasgos: genética de la personalidad tienen un componente genético más fuerte que el psicoticismo. Eysenck no descartó la influencia del entorno y de la situación en la personalidad, como las interacciones...

282 PARTE CUATRO La teoría de los rasgos: genética de la personalidad tienen un componente genético más fuerte que el psicoticismo. Eysenck no descartó la influencia del entorno y de la situación en la personalidad, como las interacciones familiares durante la niñez, pero pensaba que influían poco (Eysenck, 1990a). El diseño de su investigación incluía la comparación de gemelos idénticos (mo- nocigóticos) y fraternales (dicigóticos). Los estudios revelaron que la personalidad de los gemelos idénticos se parece más que la de los fraternales, aun cuando durante la niñez sean criados por padres diferentes y en entornos también distintos. Investi- gaciones realizadas con niños adoptados demuestran que su personalidad se parece más a la de sus padres biológicos que a la de sus padres adoptivos, incluso si no han tenido contacto con los primeros. Esto apoya la idea de Eysenck de que la per- sonalidad depende más de la herencia genética que del entorno. Investigaciones transculturales demuestran una presencia constante en más de 35 países de las tres dimensiones de personalidad propuestas por Eysenck, entre ellos Estados Unidos, Inglaterra, Australia, Japón, China, Nigeria y Suecia (por ejemplo, véase Bouchard, 1985; Eaves, Eysenck y Martin, 1989; Floderus-Myrhed, Pedersen y Rasmuson, 1980; Martin y Jardine, 1986; Tellegen y otros, 1988). La confirmación de la presencia de las tres dimensiones de la personalidad en diversas culturas corrobo- ra la primacía de los factores hereditarios en el moldeamiento de la personalidad. Robert McCrae y Paul Costa: el modelo de cinco factores El número de los rasgos de la personalidad que derivaron Cattell y Eysenck varía cuando se emplea el análisis factorial. Esto no significa una debilidad intrínseca del método, sino que refleja la forma que eligió cada uno para medir la personalidad. Algunos investigadores no están satisfechos con ninguna de las dos teorías y sugie- ren que Eysenck incluyó muy pocas dimensiones y Cattell demasiados factores. La investigación contemporánea indica la presencia de cinco factores generales de la personalidad. En el Gerontology Research Center, del National Institutes of Health de Balti- more (Maryland), Robert McCrae (1949- ) y Paul Costa (1942- ) emprendieron un amplio programa de investigación que identificó los llamados Cinco Factores robustos o grandes (McCrae y Costa, 1985b, 1987); a saber: neuroticismo, extroversión, aper- tura, afabilidad y escrupulosidad. Confirmaron estos factores mediante varias técnicas de evaluación, como autoes- timaciones, pruebas objetivas e informes de observadores. Después elaboraron una prueba de la personalidad –el Inventario neo de la Personalidad– usando un acrónimo formado con las iniciales de los tres primeros factores. Una versión abreviada ha sido diseñada para utilizarse en Internet (Buchanan, Johnson y Goldberg, 2005). El he- cho de que diferentes procedimientos de evaluación hayan encontrado los mismos factores de forma consistente sugiere que son confiables para diferenciar aspectos de la personalidad. La tabla 8.5 contiene los cinco factores y sus rasgos característicos. Otros investigadores, siguiendo el camino de McCrae y Costa, elaboraron lis- tas de adjetivos que miden más rápido los cinco factores. Los sujetos normalmente contestan poniendo una marca junto a las palabras que los describen mejor. Una de las listas tiene 100 adjetivos, otra sólo tiene 40. Una forma más de medir los Cinco Grandes factores y los rasgos de personalidad emplea una entrevista con 120 preguntas que los sujetos responden de forma oral (Trull y otros, 1998). CAPÍTULO 8 Raymond Cattell, Hans Eysenck y otros teóricos de los rasgos 283 Tabla 8.5 Los Cinco Grandes factores de la personalidad según McCrae y Costa Factor Descripción Neuroticismo Preocupado, inseguro, nervioso, sumamente tenso Extroversión Sociable, locuaz, divertido, afectuoso Apertura Original, independiente, creativo, osado Afabilidad Bondadoso, tierno, confiado, cortés Escrupulosidad Cuidadoso, confiable, trabajador, organizado Es importante señalar que se han diseñado otras pruebas para medir los Cinco Grandes factores, pero el Inventario de la Personalidad sigue siendo la técnica que se emplea con mayor frecuencia. Sin embargo, las investigaciones demuestran que el comportamiento deliberado de sujetos que quieren dar la impresión de un ajuste psico- lógico positivo puede distorsionar los resultados de este recurso, al igual que los de la mayor parte de las pruebas de la personalidad. Se advierte una semejanza entre los factores de extroversión y neuroticismo de McCrae-Costa y las dimensiones de extroversión y neuroticismo propuestas por Eysenck. Es más, la afabilidad y la escrupulosidad del modelo McCrae-Costa repre- sentarían el extremo inferior del psicoticismo de Eysenck (control de impulsos). La apertura, a su vez, muestra una importante correlación positiva con la inteligencia. De otra parte, la afabilidad se correlaciona con el concepto adleriano de interés so- cial, tema que tratamos en el capítulo 3. Las investigaciones efectuadas con gemelos han descubierto que cuatro de los cinco factores revelan un componente hereditario más marcado: neuroticismo, extro- versión, apertura y escrupulosidad. Se encontró, además, que la afabilidad contiene un componente ambiental más marcado (Bergeman y otros, 1993; Pedersen, Plomin, McClearn y Friberg, 1998). Consistencia transcultural El hecho de que los cinco factores se hayan observado de forma consistente en la cultura oriental y en la occidental sustenta la existencia de un componente genético. McCrae y Costa señalaron que los Cinco Grandes factores y sus rasgos al parecer re- presentan una “estructura común de la personalidad humana” que trasciende las di- ferencias culturales (McCrae y Costa, 1997, p. 515). Estos factores y sus rasgos han sido detectados en más de 50 países, entre ellos Gran Bretaña, Alemania, Portugal, República Checa, Turquía, Israel, China, Corea, Japón, Francia, Filipinas, Rusia, In- dia, Dinamarca, Italia, Líbano y Canadá, así como en los indoamericanos y los his- panos que habitan en Estados Unidos. Aun cuando los mismos factores son comunes a muchas culturas, su importancia relativa y su aceptación social presentan grandes diferencias. Los australianos pre- fieren la extroversión y la afabilidad a los tres factores restantes. En cambio, los japo- neses conceden mayor importancia a la escrupulosidad que a los otros cuatro. Dicho de otra manera, en la sociedad nipona es más importante que alguien sea meticuloso que extrovertido, afable, abierto e incluso emocionalmente estable. El factor más importante en Hong Kong e India es la afabilidad. La estabilidad emocional es más importante en Singapur, mientras que la extroversión es el rasgo que más se aprecia en Venezuela. Se encontró que en Chile, Finlandia, Alemania, Países Bajos, Noruega, Turquía y Estados Unidos ninguno de los factores es más impor- tante que los otros. En general, los europeos y los estadounidenses propendieron a 284 PARTE CUATRO La teoría de los rasgos: genética de la personalidad obtener puntuaciones más altas en extroversión y apertura a la experiencia, y más bajas en afabilidad que los asiáticos y africanos (Allik y McCrae, 2004; McCrae y Terracciano, 2005). Estabilidad de los factores Los factores han sido detectados en niños y en adultos. Una investigación longitudinal que estudió a las mismas personas durante un periodo de seis años demostró una im- portante medida de estabilidad de los cinco rasgos (Costa y McCrae, 1988). Era muy probable que los niños que eran muy afables siguieran siéndolo de adultos. En Fin- landia, un trabajo realizado con unos 15 000 gemelos, de los 18 a los 59 años, reveló que la extroversión y el neuroticismo de hombres y mujeres fueron bastante estables a lo largo de los 40 años (Viken, Rose, Kaprio y Koskenvuo, 1994). Un seguimiento durante 19 años a 121 hombres y mujeres estadounidenses, desde la adolescencia has- ta la adultez, demostró una estabilidad modesta, pero estadísticamente significativa, de la extroversión y el neuroticismo (Carmichael y McGue, 1994). Una comparación de más de 2 000 adolescentes estadounidenses y 789 belgas durante un periodo de cua- tro años, descubrió que los factores de extroversión, afabilidad y escrupulosidad per- manecieron estables, en tanto que la apertura a la experiencia aumentó en hombres y mujeres (McCrae y otros, 2002). Se aplicaron pruebas a más de 3 000 hombres y mujeres graduados de nivel su- perior para conocer su medida de extroversión mientras estudiaban, y luego 20 años después. Los investigadores encontraron una correlación positiva importante entre las puntuaciones de las pruebas en las dos edades, lo cual sugiere que los que fue- ron extrovertidos en la universidad seguían siéndolo en la edad madura. El estudio también demostró, como cabía suponer, que quienes obtuvieron una puntuación alta en extroversión eran más sociables y comunicativos que aquellos que tuvieron una puntuación baja. Además, era más probable que quienes registraron puntuaciones al- tas, a diferencia de los que las obtuvieron bajas, buscaran el apoyo social para en- frentar situaciones estresantes en la edad madura (Von Dras y Siegler, 1997). Otro estudio de gran escala que comparó las medidas originales de 800 adultos estadounidenses con las tomadas 40 años después arrojó que los factores de extrover- sión y escrupulosidad fueron los más estables durante el periodo de la investigación (Hampson y Goldberg, 2006). Valoraciones de los cambios de personalidad dentro de un periodo más corto, entre la adolescencia y la adultez, efectuados en Rusia y la República Checa arrojaron que el neuroticismo, la extroversión y la apertura a la ex- periencia disminuían durante esos años, pero la afabilidad y la escrupulosidad au- mentaban (McCrae y otros, 2004a, 2004b). En Alemania, un investigación con 865 adultos de entre 40 y 60 años de edad arrojó que el neuroticismo iba disminuyendo de la primera década a la posterior (Allemand, Zimprich y Hertzog, 2007). En otro experimento, se pidió a maestros del grado preescolar que predijeran cómo serían sus alumnos, que entonces tenían entre tres y seis años, 20 años después. Sus expectativas, basadas en la observación de la conducta de los niños, correspon- dieron con las puntuaciones de los alumnos en los Cinco Grandes factores de la personalidad. Los resultados anteriores indican que los maestros supusieron que el comportamiento preescolar se parecería mucho a su manifestación adulta (Graziano, Jensen-Campbell y Sullivan-Logan, 1998). Así, surge la duda de si las expectativas llevaron a los maestros y a los padres de familia a reforzar ciertas conductas para afianzar los rasgos de personalidad genéti- camente heredados. Por ejemplo, ¿los cuidadores trataron a los niños extrovertidos CAPÍTULO 8 Raymond Cattell, Hans Eysenck y otros teóricos de los rasgos 285 de otra manera que a los introvertidos, reforzando así las tendencias conductuales heredadas que diferenciaban a los grupos? Correlaciones emocionales En varios análisis, la extroversión guardó una relación positiva con el bienestar emo- cional (véase por ejemplo a Heller, Watson y Hies, 2004; Lischetzke y Eid, 2006). El neuroticismo ha arrojado una asociación negativa con el bienestar emocional. Los investigadores han llegado a la conclusión de que los individuos muy extrovertidos y poco neuróticos presentan una predisposición genética a la estabilidad emocional (Costa y McCrae, 1984; Watson, Clark, McIntyre y Hamaker, 1992). Un estudio rea- lizado con 100 hombres y mujeres estudiantes de nivel superior descubrió que los muy extrovertidos lidiaban con el estrés común mejor que los poco extrovertidos. Además, tendían más a buscar el soporte social para afrontarlo (Amirkhan, Risinger y Swickert, 1995). Esto coincide con el hallazgo reportado antes de que, en la edad madura, los extrovertidos propendían más a buscar el apoyo social para encarar las situaciones estresantes. Además, se ha visto que el aspecto depresivo del neuroticismo y el emo- cional positivo y alegre de la extroversión son los predictores más consistentes de una satisfacción general con la vida y el bienestar emocional (Schimmack, Oishi, Furr y Funder, 2004). Investigaciones llevadas a cabo con estudiantes estadounidenses de nivel superior descubrieron que las personas que obtenían una puntuación alta en extroversión te- nían mejor estatus y ascendencia entre sus compañeros que aquellos con puntuación baja (Anderson, John, Keltner y Kring, 2001). Además, sólo calificaban una situa- ción social de positiva si era agradable, lo cual denota la importancia que las emocio- nes asertivas tienen para el factor de extroversión (Lucas y Diener, 2001). Otro experimento con estudiantes de nivel superior reveló que, dentro de un pe- riodo de cuatro años, era más probable que los extrovertidos experimentaran un mayor número de experiencias positivas, como buenas calificaciones, incrementos salaria- les y matrimonio. En cambio, aquellos con una puntuación alta en neuroticismo estaban más predispuestos a experiencias negativas, como enfermedad, aumento de peso, multas de tránsito o rechazo en escuelas de posgrado (Magnus, Diener, Fujita y Pavot, 1993). Una investigación realizada con más de 1 000 adultos estadounidenses, de entre 25 y 74 años, reveló que los estresores de la vida diaria tenían efectos emo- cionales mucho más adversos en las personas que obtuvieron una puntuación alta en neuroticismo (Mroczek y Almeida, 2004). En Suecia, un estudio efectuado con 320 parejas de gemelos idénticos y frater- nales que habían sido criados juntos y separados confirmó, en el caso de las mujeres, la relación entre las variables de la personalidad y las experiencias positivas. Las que obtuvieron puntuaciones altas en extroversión y en apertura a la experiencia propendían mucho más a disfrutar hechos positivos en su vida. Además, era mucho más probable que las mujeres que obtuvieron una puntuación alta en neuroticismo experimentaran hechos negativos en su vida (Saudino, Pedersen, Lichtenstein, Mc- Clearn y Plomin, 1997). En otro trabajo, las personas con un grado alto de afabilidad y escrupulosidad exhibieron mayor bienestar emocional que aquellas que tenían puntuaciones bajas en estos rasgos (McCrae y Costa, 1991). Otros investigadores descubrieron que las per- sonas con una puntuación alta en neuroticismo propendían a la depresión, la ansie- dad y la culpa (Jorm, 1987; Parkes, 1986). Los registros elevados en neuroticismo 286 PARTE CUATRO La teoría de los rasgos: genética de la personalidad se han relacionado con una mayor cantidad de problemas físicos y psicológicos (De- Raad, 2000; Larsen y Kasimatis, 1991; Ormel y Wohlfarth, 1991). Una investigación que estudió, durante cuatro años, a 174 pacientes (hombres y mujeres) que sufrían insuficiencia renal crónica (una enfermedad de los riñones) arrojó que los que obtu- vieron una puntuación más alta en neuroticismo en el Inventario de la Personalidad tenían un índice de mortalidad 37.5% más alto que aquellos que obtuvieron una puntuación más baja (Christensen y otros, 2002). Se pidió a un grupo de 48 adultos físicamente sanos que, durante ocho días, llevaran un diario pormenorizado de sus problemas y estados de ánimo. Se observó que quienes obtuvieron una puntuación alta en neuroticismo reportaron que habían tenido problemas diarios con más frecuencia, y que les parecían más estresantes, que aquellos que obtuvieron una notación baja (Suls, Green y Hillis, 1998). Otra in- vestigación demostró que los adultos con un nivel bajo en neuroticismo y alto en extroversión y en escrupulosidad mostraban una gran vitalidad subjetiva, que los estudiosos describieron como energía, entusiasmo y vivacidad (Ryan y Frederick, 1997). Correlaciones conductuales Las personas muy abiertas suelen tener una amplia gama de intereses intelectuales y buscar retos. Cambian de empleo, ensayan varias carreras y desean experiencias más variadas que las que obtienen puntuaciones bajas en apertura (McCrae y Costa, 1985a, 1985b). No es extraño que las personas muy escrupulosas sean responsables, puntuales, eficientes y confiables. Por lo general, obtienen calificaciones más altas en la escuela que las poco escrupulosas (Back, Schmukle y Egloff, 2006; Chowdhury y Amin, 2006; Wagerman y Funder, 2007). Un estudio realizado con más de 300 estudiantes británicos reveló que los muy escrupulosos eran más organizados, disciplinados y orientados al logro cuando planeaban metas para el futuro (Conner y Abraham, 2001). En una investigación realizada en un centro de trabajo se encontró que era más pro- bable que los empleados con una puntuación alta en escrupulosidad se fijaran metas importantes y se esforzaran por alcanzarlas, iniciaran conductas positivas en el tra- bajo y recibieran buenas evaluaciones del desempeño, que aquellos que obtenían una puntuación baja. También se comprobó que el factor escrupulosidad es un predictor válido del desempeño de profesionales, policías, vendedores y obreros calificados (Barrick y Mount, 1996; Barrick, Mount y Strauss, 1993; Stewart, Carson y Cardy, 1996). Un comparativo efectuado con 256 estadounidenses que estudiaban quinto y oc- tavo grado arrojó que era más probable que los muy escrupulosos fueran aceptados por sus compañeros, tuvieran más y mejores amigos y sufrieran menos agresiones que aquellos que eran menos escrupulosos (Jensen-Campbell y Malcolm, 2007). Las investigaciones también indican que es probable que las personas con alta calificación en escrupulosidad sean más sanas y vivan más. Un estudio con 343 fu- madores adultos reveló que era menos probable que los más escrupulosos fumaran en casa que aquellos que lo eran menos. Esto significa que estaban más conscientes del peligro que significa para la salud fumar en lugares cerrados (para ellos y para quienes viven con ellos) y procuraban disminuirlo (Hampson, Andrews, Barckley, Lichtenstein y Lee, 2000). Otro trabajo con 358 adolescentes y adultos jóvenes diagnosticados de diabetes, arrojó que los más escrupulosos buscaban más información sobre cómo manejar su CAPÍTULO 8 Raymond Cattell, Hans Eysenck y otros teóricos de los rasgos 287 padecimiento y cuidaban mejor de su salud que los menos escrupulosos (Skinner, Hampson, Fife-Schau, 2002). Una investigación con 366 universitarios británicos reveló que los más escrupulosos tendían mucho menos a manifestar síntomas hipo- condríacos (es decir, a creer que estaban enfermos y a tener miedo de enfermarse) que los menos escrupulosos (Ferguson, 2000). Una encuesta telefónica aplicada a 509 adultos estadounidenses detectó que los que obtenían una puntuación alta en escrupulosidad tenían más conciencia de observar conductas sanas que aquellos que tenían una marcación baja (Tucker, Elliott y Klein, 2006). Estudios longitudinales, algunos de los cuales investigaron a los mismos sujetos durante cerca de 70 años, revelaron que los niños que tuvieron puntuaciones altas en escrupulosidad gozaron de mejor salud física y vivieron más que los que mostraron puntuaciones bajas (Booth-Kewley y Vickers, 1994; Friedman y otros, 1993, 1995; Marshall, Wortman, Vickers, Kusulas y Hervig, 1994). En otros trabajos, se observó que los sujetos muy afables eran cooperativos, ser- viciales, honestos, desinteresados y altruistas (Digman, 1990; John, 1990). Un estu- dio, efectuado a lo largo de 25 años con 194 finlandeses, descubrió que los que eran muy afables a los ocho años obtenían mejores calificaciones escolares y exhibían menos problemas de conducta que los poco afables de esa misma edad. Al cabo de 25 años, los primeros presentaban menos alcoholismo y niveles más bajos de depre- sión, tenían menos arrestos y mostraban mayor estabilidad en su carrera que los poco afables (Laursen, Pulkkinen y Adams, 2002). Un comparativo con 835 adultos arrojó que era mucho más probable que los que eran poco escrupulosos y afables ingirieran grandes cantidades de alcohol o consumieran drogas que aquellos que tenían puntua- ciones altas en los dos factores (Walton y Roberts, 2004). Una investigación con 1 620 personas diagnosticadas con el trastorno de déficit de atención con hiperactividad descubrió que algunos síntomas, como la hiperactivi- dad, la impulsividad, la falta de atención, la desorganización cognoscitiva y la con- ductual, eran mucho menos severos en las que obtuvieron una puntuación alta en afabilidad que en aquellas que registraron una puntuación baja (Nigg y otros, 2002). Un seguimiento a 132 universitarios alemanes que duró 18 meses y se inició des- de el primer año escolar, encontró importantes efectos de tres de los Cinco Grandes factores de la personalidad en sus relaciones sociales. Los muy extrovertidos hicie- ron más amigos durante el periodo de 18 meses y tendieron más a enamorarse que los poco extrovertidos. Los muy afables tuvieron menos conflicto con las personas del sexo contrario y los muy escrupulosos propendieron a tener un contacto estrecho con sus padres y hermanos. El factor de apertura no se reflejó de un modo significa- tivo en las relaciones sociales (Asendorpf y Wilpers, 1998). En los Países Bajos, un estudio con 690 parejas heterosexuales demostró que cuando los dos tenían una puntuación baja en neuroticismo y una alta en extroversión, se daba la felicidad conyugal (Barelds, 2005). En Estados Unidos, una investiga- ción con parejas recién casadas reveló que, en los dos primeros años de matrimo- nio, las autoevaluaciones de afabilidad y escrupulosidad aumentaban mucho, en tanto que las de neuroticismo disminuían considerablemente. Sin embargo, las evaluacio- nes hechas por un cónyuge acerca del otro eran diferentes y mostraban, dentro de ese mismo periodo, una reducción significativa en la escrupulosidad, afabilidad, ex- troversión y apertura (Watson y Humrichouse, 2006). En otras palabras, los adultos pensaban que habían mejorado durante los dos años de matrimonio, pero sus parejas no pensaban lo mismo. 288 PARTE CUATRO La teoría de los rasgos: genética de la personalidad Cuando se pidió a 672 estudiantes estadounidenses de nivel superior que juz- garan la importancia que concedían a varias metas de su vida –por ejemplo, el ma- trimonio, las actividades divertidas y una carrera profesional–, se descubrió que quienes deseaban un nivel socioeconómico y político más alto obtenían una puntua- ción elevada en extroversión y baja en afabilidad (Roberts y Robins, 2000). Las investigaciones sobre una amplia gama de emociones y conductas indica claramente que el modelo de los cinco factores tiene un gran valor predictivo. En casi todas ellas éstos se utilizan como entidades independientes y no los rasgos individuales que los componen (tabla 8.5). Los estudios que comparan el valor pre- dictivo de los cinco factores y de los rasgos indican que tanto los factores de nivel superior como los rasgos de nivel inferior lo poseen en gran medida, pero la validez de los rasgos es mayor que la de los factores (Paunonen, 1998; Paunonen y Ashton, 2001). Algunos análisis factoriales de 14 estudios efectuados con niños, universitarios y adultos de Estados Unidos, Alemania y Hong Kong, inclusive con niños estadouni- denses de origen asiático, sugieren la existencia de dos factores de orden superior que se obtuvieron con el modelo de los cinco factores. El factor A incluye afabilidad, es- crupulosidad y estabilidad emocional, así como una serie de rasgos que se consideran deseables en las sociedades de muchas culturas. El factor B incluye extroversión, así como un factor independiente llamado “intelecto”. En este caso, extroversión no sólo se refiere a la sociabilidad, sino también a una actitud dinámica, vigorosa y aventu- rada frente a la vida. El intelecto no sólo se refiere a la concepción convencional de la inteligencia, sino más bien a un pensamiento creativo y disidente y a la apertura a nuevas ideas (Digman, 1997). No todos los psicólogos aceptan el modelo de McCrae y Costa. Algunos han postulado más de cinco factores. Otros señalan que ninguna lista puede describir la complejidad de la personalidad humana. Y otros más dicen que puede haber cinco grandes factores, pero no coinciden en cuáles son. No obstante, los hallazgos de Mc- Crae y Costa han sido reproducidos y siguen inspirando un número considerable de investigaciones. Ofrecen un enfoque fascinante y bien fundamentado de la persona- lidad y, en nuestra opinión, de la importancia relativa de la herencia y del entorno. Arnold Buss y Robert Plomin: la teoría de los temperamentos Dijimos que Cattell clasificó algunos factores de la personalidad como rasgos del temperamento, es decir, aquellos que describen el estilo general y el nivel emocional de la conducta. A partir de la década de 1970, Arnold Buss (1924- ), de la Univer- sidad de Texas en Austin, y Robert Plomin (1948- ), de la Universidad Estatal de Pennsylvania, identificaron tres temperamentos que, a su juicio, son las estructuras básicas de la personalidad; a saber: emotividad, actividad y sociabilidad. Ambos autores sostienen que cada personalidad se compone de distintas cantidades de cada uno de ellos. Los temperamentos se combinan y forman patrones o superrasgos, como la introversión o la extroversión (Buss y Plomin, 1984, 1986). Buss y Plomin diseñaron dos pruebas para evaluar la personalidad: la Encuesta de Emotividad, Actividad y Sociabilidad para adultos y la Encuesta de Emotividad, Sociabilidad y Temperamento Infantil. En el caso de ésta, los progenitores o el cui- dador primario contestan el cuestionario (Buss y Plomin, 1975, 1986). Basándose en una amplia investigación realizada con gemelos idénticos y fraternales, los dos au- tores llegaron a la conclusión de que los temperamentos son básicamente hereda-

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